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Flora
del Pagasarri
Santiago Patino
Eduardo Miguel
Javier Elorza
Javier Valencia
Eneko Otxoa
Rafa Toral
Amador Prieto
412-413
Imagen de la portada: Frutos del endrino (Prunus spinosa)
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La flora del Pagasarri es un bien creado por la
naturaleza para el deleite de los sentidos; su
existencia no es sólo una prueba viviente del
pasado esplendoroso de este monte emblemático
de Bilbao sino un regalo del presente que permite
aprender y disfrutar de toda una lección de vida y
de botánica.
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“De todos mis recuerdos de botánico bilbaíno el más fuerte está
vinculado al famoso peñascal de San Justo, al que se llega por el
caminito de Iturrigorri. En aquella axila formada por un estrato calizo
vertical, hendido por la torrentera del Elguera, es donde he pasado las
horas más intensas de mi juventud. En sus rincones, sendas y vericuetos,
aprendí, día a día, mi lección de botánica familiar.””
Emilio Guinea, Vizcaya y su paisaje vegetal (1949).
Introducción
E l P a g a s a r r i e s , s i n l u g a r a d u d a s , l a m o n ta -
ña más conocida y emblemática de todas las que rodean
la capital vizcaína. En sus sendas y vericuetos Emilio Guinea,
nacido en Bilbao en el año 1907, tuvo su primer contacto con
las plantas. Este libro es un homenaje a este ilustre botánico
que supo como nadie resaltar la importancia de su flora.
Desde principios del siglo pasado este monte se convierte
en la referencia favorita de bilbaínos de todas las edades que
suben al Pagasarri, bien por motivos deportivos, bien con
ánimo de mejorar su salud. Desde entonces la ascensión a su
cumbre es como un rito que domingo a domingo se repite,
y en el que la participación aumenta de forma progresiva,
resultando para muchos vizcaínos el primer contacto con la
montaña, erigiéndose de esta forma en la cuna de nuestra
tradición montañera.
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En la actualidad, nuevas posibilidades como la escalada,
espeleología, etc. han encontrado en el Pagasarri un lugar idó-
neo para su práctica junto a otros eventos deportivos, entre los
que habría que destacar la marcha organizada por BBK en el
mes de diciembre y que todos los años logra convocar a miles
de montañeros.
Una muestra del afecto y cariño que se tiene a este monte,
fue la compra y restauración de los terrenos situados junto a la
Fuente del Tarín en el año 2002, cuyos gastos, al igual que se
hizo en el momento de su construcción en el año 1914, fueron
sufragados con aportaciones de un numeroso grupo de monta-
ñeros anónimos así como de diversos colectivos sociales.
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Geografía
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La h u e ll a h u m a n a
P a r a p o d e r i n t e r p r e ta r l a v e g e ta c i ó n a c t u a l
del macizo, conviene echar una mirada retrospectiva a su
historia, y así poder conocer aquellas costumbres, hechos y
actividades llevadas a cabo por el ser humano que han tenido
una repercusión directa sobre el paisaje vegetal del Pagasarri
y su entorno.
Los primeros indicios sobre la presencia humana en esta
zona se deben al hallazgo de diversos utensilios de sílex cuya
datación los sitúa a varios miles de años de nuestra era. De esa
presencia milenaria, en la que el pastoreo fue una de las activi-
dades fundamentales, han llegado hasta nuestros días diversos
topónimos como Pastorekorta, Ganekogorta, etc., todos ellos
relacionados con zonas de pastos y que seguramente debido
a ese ancestral uso se han mantenido desprovistos de bosque,
sobre todo sus cimas y collados más altos.
Posteriormente, con la fundación de la Villa de Bilbao y
las necesidades de diversas materias primas (madera, carbón,
hierro, piedra, etc.) comienza la explotación de sus recursos
que llevará consigo una degradación paulatina de la zona. Así,
los frondosos bosques que cubrían sus laderas eran progresiva-
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mente diezmados y con la leña que se sacaba, se elaboraba el
carbón que alimentaba las numerosas ferrerías de la época.
Al mismo tiempo, la extracción de mineral de hierro, que
ya desde el siglo XV se venía explotando, va cobrando fuerza
a lo largo del siglo XIX, y deja su impronta en el paisaje en for-
ma de grandes grietas, socavones y escombreras, que a modo
de enormes cicatrices se extienden con gran intensidad por el
macizo (Mirivilla, Larraskitu, Arraiz, Kastresana, etc.).
Además con el asentamiento de una floreciente industria
en la margen izquierda del Nervión, ávida de gran cantidad de
mano de obra, se produce una llegada masiva de inmigrantes
que los núcleos urbanos existentes no podían absorber y por
ello se construyen distintos barrios obreros en la periferia de
la capital, barrios que, como Rekaldeberri, Altamira, Ureta-
mendi, La Peña, Ollargan, Buya, ascienden progresivamente
hacia el Pagasarri, colonizan sus laderas y restan valor natural
a la zona.
La extracción de piedra se había llevado a cabo durante
varios siglos, aunque es a lo largo del siglo XX, debido esencial-
mente a un enorme desarrollo urbano y a la creación de grandes
infraestructuras, cuando, contando con potentes y modernos
métodos de extracción, se ha acabado con buena parte de los
afloramientos calizos del macizo. Las canteras de Arraiz, El Pe-
ñaskal, Bolintxu, etc. son algunas de las más importantes.
Pero del Pagasarri no solamente se han explotado sus
recursos naturales. Su posición estratégica ha convertido, a lo
largo de la historia, a los pequeños montes que lo rodean en
atalayas para la defensa de la capital vizcaína. Defensa que en
algunos casos exigía la deforestación de grandes zonas adya-
centes por medio de la tala o incendio, como se recoge en al-
gunos documentos de época. Las ruinas de diversas fortificacio-
nes y trincheras construidas en Kobetas, Arraiz, Arnotegi, etc.,
durante las guerras carlistas, o para el denominado ‘cinturón
de hierro’ durante la guerra civil de 1936 así lo atestiguan.
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V e g e ta c i ó n del Pagasarri
L a s e s pe c i e s v e g e t a l e s q u e c o n f o r m a n l a f l o -
ra de un territorio no se distribuyen de forma aleatoria,
sino que se juntan formando distintos grupos o comunidades
vegetales con una estructura, fisonomía y ecología similares.
Las distintas comunidades vegetales que constituyen el paisaje
es lo que se denomina vegetación y se presenta ante nuestros
ojos como un vistoso tapiz o mosaico al que cada una de ellas
aporta su color y textura.
Los dos factores más influyentes en la distribución de las
plantas, son el clima y el sustrato, aparte de otros de carácter
evolutivo provocados por diversos fenómenos acontecidos a lo
largo de la historia de la Tierra, sin olvidar la actividad humana
que en los últimos milenios ha contribuido de forma directa e
indirecta a la situación actual.
En el País Vasco coexisten dos grandes regiones florís-
ticas o bioclimáticas: La Mediterránea, caracterizada por una
escasez de lluvias a lo largo del año y elevadas temperaturas,
que se extiende por su parte más meridional; y la Eurosi-
beriana o Atlántica, con abundancia de precipitaciones a lo
largo del año y clima suave, dominante en toda la cornisa
cantábrica.
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La vegetación potencial del Pagasarri se corresponde con
la de tipo atlántico, es decir dominada por bosques de planifo-
lios. El haya ocuparía las zonas más altas del macizo, el roble
común los valles y laderas medias, el marojo las zonas altas
con suelos arenosos y buen drenaje, mientras que el encinar
cantábrico los suelos más pobres y resaltes rocosos y por últi-
mo, las alisedas tapizarían las orillas de los ríos y regatos más
importantes. En resumen, ésta sería la vegetación existente si
no hubiese habido intervención humana alguna.
Sin embargo, actualmente la mayor parte de su superficie
está deforestada u ocupada por especies arbóreas de crecimien-
to rápido. De sus comunidades naturales solamente es posible
encontrar algunos retazos dispersos o pequeñas manchas, que
nos recuerdan aquellos bosques que en tiempos pasados fueron
los dominantes. A pesar de ello, es posible descubrir un buen
número de esas comunidades, a menudo mezcladas con sus
etapas de sustitución: robledales, encinares, roquedos calizos,
alisedas, bosque mixto atlántico, saucedas, abedulares, argoma-
les-helechales, brezales, pastos petranos, zonas húmedas…
Robledales
Los robledales son potencialmente las agrupaciones ve-
getales dominantes en la vertiente cantábrica del País Vasco,
ocupando una amplia banda entre el nivel del mar y los 600
metros de altitud donde son remplazados por los hayedos.
Esto se debe a que, al estar formados por diversas especies
del género Quercus, cada una de ellas con distintas apetencias
ecológicas y adaptadas a ambientes muy diferentes, pueden
colonizar una amplia gama de terrenos.
A destacar también la diversidad florística de estos bosques;
la misma se debe a que las copas de los árboles, por la posición
de sus ramas, permiten la entrada de luz hasta las capas inferio-
res lo que favorece el desarrollo de numerosas especies.
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las que se pueden citar: lengua de serpiente, helecho macho,
aro, androsemo, rusco, mercurial, saxífraga pelosa, lastón de
bosque o pulmonaria.
El roble marojo o ametza, cuenta también con una escasa
presencia en el macizo, ocupando sus laderas y colinas más
cálidas. Debido a su pequeño porte y sus troncos torcidos, se
ha utilizado para la elaboración de traviesas y escasamente en
carpintería, además de para la obtención de leña y carbón. En
la cabecera del barranco Azordoiaga es donde mantiene su
mejor representación. Aunque por toda la zona se pueden ver
ejemplares con porte juvenil, sobre todo en brezales y argoma-
les que sustituyen a los antiguos bosques. Su cortejo florístico
es pobre, donde cincoenrama, carrasquilla postrada, acederilla,
helecho común, argoma, arenaria, así como varias especies de
brezos, son las más abundantes.
Además de estos robles, también se pueden ver dispersos
por la zona, ejemplares sueltos de roble pubescente y quejigo,
dos especies adaptadas a suelos más pobres y que sobreviven
en las solanas de los resaltes calizos del macizo, junto a otras
especies de carácter termófilo como encina, endrino, arce,
majuelo, rosal silvestre, aliaga, etc.
Por último, estaría el roble americano, una especie origi-
naria de la costa atlántica de Norteamérica con unas exigencias
climáticas muy similares a las de los robles del país, por lo
que se adapta muy bien a esta zona. Su crecimiento rápido,
así como la calidad de su madera han incrementado de forma
notable las repoblaciones con esta especie en los últimos años.
Aunque ha sido introducido en distintas partes del Pagasarri
se pueden ver algunas manchas de cierta entidad en la zona
de Arnotegui, formadas por robles con una edad media de
unos 25 años mezclados con algunos ejemplares que pasan
del medio siglo de edad.
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Encinar cantábrico
Los encinares son los bosques más característicos de la
región mediterránea. En la mayoría de los casos, la encina y su
cortejo de especies suelen crecer sobre suelos secos y pedrego-
sos. En esta zona se denomina encinar cantábrico, y coloniza
laderas pedregosas y roquedos donde se erige como especie
dominante al no encontrar competencia con el resto de las
especies más adaptadas a las exigencias del clima atlántico.
El encinar cantábrico bien conservado, se presenta co-
mo un bosque tupido y denso, con un sotobosque bastante
sombrío y donde en muchos casos es difícil penetrar debido a
varias especies de lianas, algunas de ellas espinosas, que tejen
una maraña que hace imposible el tránsito.
Al igual que la encina, la mayoría de las especies que la
acompañan son de hoja perenne y marcado carácter mediterrá-
neo: aladierno, labiérnago, laurel, madroño, aligustre, zarzapa-
rrilla, rubia silvestre, madreselva, rosal silvestre, hiedra, rusco,
son algunas de las especies más características.
Debido a la escasez de hábitats apropiados, y a la destruc-
ción de buena parte de los afloramientos calizos, su presencia
en la zona es bastante escasa. Los peñascos de Uzkorta, An-
tzola, Arraiz, así como ciertas zonas sobre el barrio de Sebere-
txe, albergan algunos retazos de encinar cantábrico calcícola,
mientras que en la cabecera del barranco Azordoiaga, y sobre
laderas pedregosas silíceas, se pueden ver retazos de encinar
silicícola y sus etapas de sustitución, con algunas especies
como el brezo de escobas o el labiérnago de hoja estrecha,
muy raros en la vertiente atlántica del País Vasco. A destacar
también la encina de San Roque que por su tamaño ha sido
considerada como árbol singular.
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Aliseda
Reciben el nombre de alisedas aquellos bosques en gale-
ría asentados a la orilla de ríos y dominados por el aliso. Son
bosques formados por numerosas especies todas ellas muy
exigentes en humedad y sombra. Avellano, sauce, fresno, cor-
nejo, carice, androsemo, nomeolvides, cardamine de hoja de
rábano, consuelda, ortiga amarilla, angélica, jabonera blanca,
etc., así como distintos tipos de helechos, son algunas de las
especies más características de esta comunidad.
Pero aparte de su importancia florística, las alisedas cum-
plen una función amortiguadora fundamental ante las grandes
avenidas de agua, por ello se debe hacer hincapié en la nece-
sidad de su conservación. Además al ser una especie con gran
poder colonizador, y que se reproduce con rapidez, desempe-
ña una gran labor en la fijación de taludes y cicatrización de
descarnaduras y desprendimientos.
En las zonas medias y altas de la mayoría de los barrancos,
(Azordoiaga, Bentakoerreka, Bolintxu) se pueden ver alisedas
relativamente bien conservadas donde el aliso es la especie
dominante y con un amplio cortejo florístico que a veces al-
berga especies de alto interés botánico (Woodwardia radicans,
Stegnogramma pozoi, Trichomanes speciosa). En las zonas más
bajas, donde el bosque ha sufrido diversas alteraciones y en
las que el avellano cuenta con una presencia importante com-
partiendo hábitat con fresnos, robles, chopos, sauces, arces,
etc., la aliseda pierde personalidad, pero gana en número de
especies formándose un tipo de bosque intermedio entre la
aliseda y lo que se denomina bosque mixto.
Bosque mixto
La denominación de bosque mixto, le viene dada por
albergar a muchas de las especies características de otras co-
Roquedos calizos
Los roquedos calizos, tal y como actualmente los conoce-
mos, son el resultado de diversos procesos geológicos y quí-
micos a los que se han visto sometidos a lo largo de miles de
años. Diversos agentes atmosféricos, unidos a la acción química
del agua sobre la roca han dejado como resultado un paisaje
en el que cantiles, torcas dolinas y lapiaces se entremezclan
formando un paisaje de gran plasticidad y belleza.
En el Pagasarri están bastante mermados por la acción pro-
longada de las canteras, aunque dispersos por todo el macizo
todavía mantienen una presencia importante conformando una
banda que recorre de Este a Oeste con una importante forma-
ción cárstica en torno a la cumbre. A medida que nos desplaza-
mos hacia el oeste, su presencia va disminuyendo y, aparte de
los inmensos tajos o escombreras producidos por las canteras
de la zona, solamente son visibles algunos roquedos y lapiaces
que emergen en torno a la pequeña cumbre de Arraiz.
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Pastos petranos
Este tipo de pastos se caracterizan por ocupar zonas con
poco suelo (rellanos del roquedo, terrenos pedregosos, calve-
ros erosionados, etc.) donde las especies arbóreas, e incluso
los arbustos, tienen dificultades para sobrevivir. La mayoría
de las plantas que viven en estos medios son herbáceas, si
exceptuamos algunas pequeñas matas de carácter leñoso. La
profundidad del suelo, el grado de humedad, el tipo de sustrato
y la orientación son algunos de los aspectos fundamentales que
determinan su distribución en la zona.
Así, en las laderas calizas, las repisas con poco suelo y so-
metidas a cierta influencia oceánica, son colonizadas por tomillo
rastrero, ranúnculo bulboso, jarilla, albahaca agreste, espadera,
zanahoria silvestre, romulea, escila de primavera. Sin embargo,
cuando el sustrato es ácido, la acederilla, así como algunos
brezos y distintas especies del género Sedum, son las especies
más características. En algunas zonas con sustrato calizo y sue-
los más evolucionados, la comunidad de pastos petranos es
sustituida por una vegetación arbustiva denominada prebrezal
atlántico, de porte almohadillado en la que la aliaga, el brezo
errante o el lastón ramoso son las plantas más importantes.
Los suelos casi desnudos de vegetación, son colonizados
por especies pioneras de pequeño porte y con un ciclo de vida
efímero y que conforman las denominadas comunidades de
especies anuales que en los sustratos calizos estarían represen-
tadas por arenaria, hierbecilla temprana, uva de gato, alfilerillo
de pastor, lino de lagartija, lastón; en cambio en los suelos de
naturaleza ácida viven: hierba de las calenturas, hierba turmera,
alquimia arvense, escleranto, pie de pájaro o carmelitilla.
Aunque muy puntual en diversas zonas del macizo, los pas-
tos petranos, tendrían su mejor representación en las cimas de
Pagasarri y Arraiz para las especies calcícolas, mientras que para
las silicícolas serían sus hábitats preferidos: las lomas de Erresta-
leku y Ganeta, así como las laderas que se desploman hacia el
Kadagua.
Pastos petranos en la cima del Pagasarri.
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Abedulares
En el macizo del Pagasarri, este tipo de bosque no llega
a formar manchas de cierta importancia. Debido a su carácter
colonizador se asienta con cierta facilidad en zonas defores-
tadas, robledales sometidos a pequeñas talas o sobre laderas
inestables, donde los frecuentes deslizamientos de terrenos
hacen imposible el asentamiento del bosque primitivo. En la
mayoría de los casos las manchas más extensas están formadas
por ejemplares jóvenes que actúan como pioneros, recreando
las condiciones para la regeneración del antiguo bosque por
el que poco a poco serán reemplazados, manteniéndose úni-
camente en aquellas zonas donde éste no pueda establecerse.
Sobre terrenos deforestados con sustrato silíceo en el mon-
te Amulaza, sobre la incineradora de Artigas, o en las laderas
pedregosas y escombreras de la cantera del Peñascal, se pue-
den ver buenos ejemplos del asentamiento de este bosque en
su estadio más joven; en esta última zona aparece mezclado
con el sauce que en algunas partes llega a ser dominante.
Ejemplares maduros de abedul se pueden ver dispersos
por el Bolintxu, Azordoiaga, Bentakoerreka, etc. El topónimo
eusquérico urkidi, quizá pone de manifiesto la importancia que
en otro momento tuvo este tipo de bosque en la zona.
Brezal-argomal-helechal
Una parte significativa del territorio está ocupada por ma-
torrales y herbazales. En la mayoría de los casos sustituyendo
a los bosques, otras veces ocupando el espacio donde éstos
no pueden desarrollarse. Sobre los suelos más pobres y áci-
dos, o sometidos a quemas, pastoreo, etc., dominan distintas
comunidades de matorral, sobresaliendo, por su implantación
Abedules en Pagasarri.
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en la zona, el brezal–argomal–helechal. Se trata de una comu-
nidad arbustiva formada por especies de distinto porte (brezos,
argomas u helechos) y donde el predominio de una de ellas
sobre las demás depende del tipo de suelo, humedad, grado
de acidez o manejo al que hayan sido sometidas. Este tipo de
vegetación, tiene una presencia considerable en el Pagasarri.
En las laderas más secas y pedregosas abundan los breza-
les formados por distintas especies de brezos: brezo nazareno,
brezo común, brezo cantábrico… a menudo acompañados por
algunas especies acidófilas como carrasquilla postrada, pampli-
na falsa, escorodonia o estrepa. Los suelos sometidos a siegas
reiteradas favorecen al helechal, una comunidad dominada por
el helecho común que tradicionalmente ha sido utilizado por
el hombre en las labores del caserío, y que después de segado
se apilaba en “metas” para su posterior uso.
Por su parte, en los suelos más profundos y ricos la domi-
nante es la argoma. Especie que debido a su carácter leñoso
y pinchudo forma un matorral denso e impenetrable. Gamón,
verónica, y varias especies de retamas son algunas de sus
acompañantes ocasionales. En algunas zonas ha sido utilizada
como cama para el ganado.
Herbazales y pastizales
Los herbazales y pastizales, son comunidades formadas por
agrupaciones herbáceas y constituyen el estadio más simple en
la dinámica de la vegetación. A menudo se instalan sobre suelos
poco evolucionados o en terrenos fuertemente alterados, donde
las especies arbustivas o arbóreas no pueden prosperar.
Al ser utilizado como dieta básica en la alimentación del
ganado, desde tiempos inmemoriales, bosques y matorrales
han sido eliminados, desbrozados o quemados con frecuencia
para la obtención de pastos. Sin embargo en las ultimas déca-
El helecho (Pteridium aquilinum) es abundante en el entorno del Pagasarri.
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das la disminución de la ganadería tradicional, o su sustitución
por explotaciones ganaderas intensivas, donde el pienso cons-
tituye el principal alimento, unido al fuerte uso de derivados
del papel y la consiguiente demanda de materia prima para
su elaboración, ha supuesto un cambio decisivo en el paisaje
ya que muchos prados y pastizales pasan a ser sustituidos por
repoblaciones forestales.
Si a los problemas generados por estos cambios, añadimos
otros derivados del suelo, nos encontramos con una escasa
representación de herbazales y pastizales en el Pagasarri.
Solamente en las zonas más altas y tradicionalmente defores-
tadas, claros de bosque, repisas y rellanos de lapiaz y laderas
con poco suelo, se establecen lastonares o diversos tipos de
pastizales que nunca alcanzan grandes dimensiones, siendo
los prados de siega los que ocupan mayor extensión junto a
barrios y caseríos de la zona.
Las condiciones ecológicas de cada una de estas comuni-
dades, determinan tanto su distribución como su cortejo flo-
rístico. El lastonar, es una formación herbácea monoespecífica
de amplia ecología, esta característica le permite adaptarse a
ambientes muy diversos o solaparse con otras comunidades
pasando a formar parte de ellas como en el caso del prebre-
zal. Por eso en el Pagasarri lo encontramos repartido de forma
desigual, tanto en su parte caliza como sobre lugares más áci-
dos formando manchas compuestas por una única especie, el
lastón ramoso, una gramínea de hojas anchas y tallo rematado
por una espiga que es muy apetecida por el ganado.
En las zonas más altas del macizo, entre Pagasarri, Gane-
kogorta, Ganeta, etc. y sobre suelos pobres y acidificados se
pueden ver pequeñas zonas de pastos silicícolas (una forma-
ción de zonas más altas) acompañados de una pequeña pero
vistosa gramínea, la hierba fina y algunas especies fieles a este
tipo de sustrato como verónica oficinal, pelosilla, botón azul,
etc.
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Zonas húmedas
Debido a la ausencia de humedales en la zona, las comu-
nidades ligadas al agua, cuentan con una escasa representación
en el Pagasarri ocupando, en la mayoría de los casos, pequeñas
superficies junto a los manantiales, terrenos encharcados y
rezumaderos que se hallan dispersos por el macizo.
Junto a manantiales y en terrenos cenagosos, conviven
especies de talla mediana como berro de hoja de rábano, ore-
ja de monte, cardamine, berraza, berro, becabunga, etc., con
otras de porte más modesto: hepática dorada, junco bulboso,
campanilla de hoja de hiedra, murajes amarillos. Este tipo de
vegetación, es frecuente junto a la pista de Artabe bajo la cum-
bre del Pagasarri.
En los prados con suelos permanentemente encharcados,
viven diversas especies de juncos: junco de jardineros, junco
fino y junco de esteras, que comparten hábitat con zuazón real,
menta de agua, menta de lobo, salicaria, escabiosa mordida y
ulmaria. Las zonas húmedas se distribuyen fundamentalmen-
te por las áreas bajas y medias del macizo (El Tarín, Arraiz,
Cantera del Bolintxu, cabecera del barranco Azordoiaga); la
presencia de las distintas especies únicamente está condicio-
nada por algunos factores limitantes como grado de sombra,
naturaleza del sustrato, etc.
En la ladera noreste del Pagasarri en zonas de contacto de
suelos calizos y silíceos, se desarrollan trampales y rezumaderos
cuya flora está condicionada por la presencia de ambos sustratos.
La grasilla de Portugal, grasilla, asfodelo de pantano, hierba galli-
nera, lino catártico, matacaballos, junco negro, así como diversas
especies del género Carex son algunas de las más frecuentes.
Si a la escasez de efectivos, se suma la gran fragilidad de
los hábitats que ocupan muchas de estas plantas, seriamente
dañados por el pisoteo del ganado durante la época estival,
o afectados por aperturas de pistas y rellenos sin control, se
puede concluir que de no mediar remedio en un periodo no
muy lejano acabarán por desaparecer.
Plantaciones forestales
A lo largo de su historia, el ser humano ha mantenido un
aprovechamiento continuo del bosque, donde ha obtenido
diversos frutos para su alimentación, leña para el fuego, ma-
dera para la construcción de sus viviendas... Estas prácticas
realizadas de forma racional y con métodos de explotación
respetuosos con el medio, han tenido una escasa repercusión
tanto en la merma del mismo, como en la pérdida de su bio-
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Especies i n va s o r a s
A l o l a r g o d e l a h i s t o r i a , l a s d i s t i n ta s e s -
pecies vegetales han conseguido, a través de un largo
proceso evolutivo, colonizar la mayor parte del planeta, ocu-
pando los más variados ambientes, donde se han asentado y
generando una serie de mecanismos que les ha permitido vivir
y reproducirse. El fuerte proceso de globalización, unido a un
enorme desarrollo de los medios de transporte, ha traído con-
sigo la desaparición de las barreras geográficas posibilitando
el asentamiento de muchas especies a miles de kilómetros de
su zona de origen.
Aunque la mayoría no llegan a prosperar en ese nuevo
ambiente, algunas sí lo consiguen, y llegan a desplazar a las
especies autóctonas. Alteran los ecosistemas naturales, y son
capaces de causar grandes pérdidas económicas a los países
receptores. A estas especies se las define como invasoras.
Para tener una idea del alcance de esta invasión, señalar que
el porcentaje de esta nueva flora en el País Vasco supera el
15%.
En el Pagasarri es posible encontrar diversos árboles, co-
mo la falsa acacia, que después de plantarse junto a algunos
caminos, ha invadido varias hectáreas colindantes, impidiendo
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el desarrollo del bosque autóctono. Otro árbol invasor es la
mimosa, bastante escasa en la zona. Un arbusto de bellas flores,
la lila o budleja davidii, que salpica sobre todo las zonas más
bajas del macizo, así como algunas especies de porte herbáceo,
entre las que destaca la hierba de la pampa por su agresivi-
dad. Todas ellas colonizan con rapidez las zonas degradadas
pudiendo llegar a desplazar a la flora autóctona y convertirse
en una verdadera plaga.
El aumento de grandes obras y las actividades humanas
en las zonas bajas que conllevan la alteración de una super-
ficie considerable del suelo, puede incidir de forma negativa
sobre la flora de la zona, por lo que sería conveniente llevar
un control sobre las más agresivas, así como algunas acciones
tendentes a su eliminación.
Lila/Budleja davidii
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Especies amenazadas
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milenario presente en muchas leyendas de la mitología vasca
y cada vez más escaso; el alcornoque, especie esencialmente
mediterránea presente en la zona más cálida del macizo, sobre
el río Kadagua; el lirio de montaña, con escasa localizaciones
en el País Vasco; así como algunos helechos, como la lengua de
serpiente, especie diminuta que pasa a menudo desapercibida
y difícil de localizar, o Woodwardia radicans y Trichomanes
speciosa, auténticos fósiles vivientes de la era terciaria, que
viven de forma relicta en los barrancos más profundos y som-
bríos del macizo. Estas especies conforman a grandes rasgos
la flora protegida del Pagasarri.
Además de éstas, también deberían ser tenidas en cuenta
algunas plantas como el lirio del pirineo, la orquídea Dac-
tylorhiza elata, los helechos paleotropicales Dryopteris aemu-
la y Stegnogramma pozoi, cuyas poblaciones se encuentran
diseminadas de forma puntual a lo largo de la costa atlántica,
culantrillo del norte que ancla sus raíces sobre los roquedos
silicios del Ganekogorta, o labiérnago de hoja estrecha y
brezo de escobas, endemismos mediterráneos localizados en
laderas caldeadas del barranco Azordoiaga, por citar algunas
de las más escasas y cuyos hábitats, al igual que los del resto
de especies amenazadas, deberían estar al amparo de alguna
protección especial.
El mejor legado para las generaciones futuras pasa por una
apuesta decisiva de las distintas administraciones en la defensa
del medio natural que acabe dando la vuelta a esta situación
y logre reducir de forma paulatina las listas rojas de especies
amenazadas.
Woodwardia radicans.
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Flora del
Pagasarri
Otsababa emea Eléboro verde
Helleborus viridis L. subsp. occidentalis (Reuter)
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Baso-anemona Anémone de los bosques
Anemone nemorosa L.
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Aihenzuria Hierba de los pordioseros, clemátide
Clematis vitalba L.
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Gibel-belarra Hepática
Hepatica nobilis Schreber
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Kuku-belarra Aguileña
Aquilegia vulgaris L. subsp. vulgaris
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Gaztainondoa Castaño común
Castanea sativa Millar
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Pagoa Haya
Fagus sylvatica L. subsp. sylvatica
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Haltza Aliso
Alnus glutinosa (L.) Gaertner
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Borbonesa
Silene dioica (L.) Clairv.
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Clavel de Pastor
Dianthus hyssopifolius L. subsp. hyssopifolius
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Trumoi bedarra, Orkatx arrunta Androsemo
Hypericum androsaemum L.
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Estrepa txikia Jarilla, Jaguarzo morisco
Cistus salviifolius L.
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Bioleta Violeta
Viola riviniana Reichenb.
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Sahats iluna Salguero negro
Salix atrocinerea Brot
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Cardamine raphanifolia Pourret subsp. raphanifolia
Planta que mide entre 30 y 60 cm., perteneciente a la fa-
milia Brassicaceae o crucíferas. Tiene flores rosado/ blanqueci-
nas, y anteras amarillas, dispuestas en racimos al final del tallo.
Sus hojas son compuestas con foliolos redondeados, siendo el
terminal bastante más grande que el resto, semejantes a las del
rábano, de ahí su nombre científico raphanifolia.
Como todas las de la familia, las flores poseen 4 pétalos
en forma de cruz y frutos en silicua (fruto capsular alargado
que se abre por dos valvas).
Florece entre abril y junio en suelos muy húmedos o
encharcados, en ambientes sombríos, arroyos y bosques ca-
ducifolios.
Está distribuida por toda Europa occidental. En la Penín-
sula Ibérica se extiende por la Cornisa Cantábrica y Pirineos.
Es común junto a la mayoría de los arroyos y cursos de agua
del macizo del Pagasarri.
Es pariente cercana del conocido berro, y también co-
mestible. Existe otra Cardamine muy parecida: C. pratensis o
berro de prado que prefiere los prados frescos además de ser
una planta muy estilizada y con las hojas mucho más estrechas
que el que nos ocupa.
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Txilar burusoila Brezo común
Erica vagans L.
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Ainar kantauriarra Brezo vizcaíno
Daboecia cantabrica (Hudson) C. Koch
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Udaberri-lorea, San Jose lorea Primavera, Flor de San José
Primula elatior (L) L. subsp. elatior
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Murajes amarillos
Lysimachia nemorum L.
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Txantxapota Ombligo de Venus
Umbilicus rupestris (Salisb.) Dandy
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Teilatu-belarra Uña de gato
Sedum sediforme (Jacq.) Pau
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Harrautsia Redondilla
Saxifraga hirsuta L hirsuta
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Elorri zuria Espino albar
Crataegus monogyna Jacq
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Elorri beltza Endrino
Prunus spinosa L.
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Isatsa Retama
Cytisus commutatus (Willk) Briq.
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Otabera arrunta Aliaga
Genista hispanica subsp. occidentalis Rouy
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Garatxo-belarra Adelfilla, laureola
Daphne laureola L. subsp. laureola
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Zuhandorra Cornejo
Cornus sanguinea L. subsp. sanguinea
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Basaerramua Bonetero
Euonymus europaeus L.
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Astigar arrunta Arce menor
Acer campestre L.
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Gorostia Acebo
Ilex aquifolium L.
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Linum viscosum L.
Bello lino (familia Linaceae), cuyo tallo puede alcanzar los
60 cm. de altura. Las hojas son alternas, ovado-lanceoladas, y
sésiles (sin pecíolo o rabillo). Las flores son grandes y están dis-
puestas en racimos terminales en el ápice del tallo, los pétalos
son de color rosa con venas violetas y azulean al secarse.
Amante de la claridad no tolera la sombra, vive en claros
de bosque, taludes, matorrales aclarados y pastos sobre suelos
calizos entre los meses de junio y agosto.
Es de distribución submediterránea. Se halla distribuido
por el tercio norte de la Península Ibérica y sur de Europa,
llegando hasta Alemania. Se extiende por la mayor parte del
territorio vasco excepto el valle del río Ebro y las altas mon-
tañas. En el Pagasarri es muy poco frecuente apareciendo de
forma puntual en los alrededores del barrio de Buia.
Su nombre específico viscosum, se debe a que al estar
cubierto de pequeños pelillos glandulares resulta pegajoso o
viscoso al tacto.
De los tallos del lino se han obtenido fibras para confec-
cionar tejidos y de sus semillas se obtiene el aceite de linaza
de tan variados usos.
Se ha empleado en medicina popular por sus propiedades
laxantes y antiinflamatorias.
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Basoetako mingotsa Aleluya
Oxalis acetosella L.
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Geranio sanguíneo
Geranium sanguineum L.
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Sugegorri-belarra Viborera
Echium vulgare L.
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Biri-belarra Pulmonaria
Pulmonaria longifolia (Bast.) Boreal
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Zolda-belar txikia Consuelda menor
Symphytum tuberosum L. subsp. tuberosum
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Asun borta Ortiga fétida
Lamium maculatum L.
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Asun horia Ortiga muerta amarilla
Lamium galeobdolon (L,) L. subsp. galeobdolon
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Otondo-belarra Betónica
Stachys officinalis (L) Trevisan subsp. officinalis
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Lizar arrunta Fresno común
Fraxinus excelsior L subsp. excelsior
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Kuku-praka Dedalera
Digitalis purpurea L. subsp. purpurea
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Globularia nudicaulis L.
Pequeña planta de la familia Globulariaceae que alcan-
za un desarrollo entre 10 y 30 cm. de altura. Se caracteriza
por tener numerosas hojas basales en forma lanceolada, que
progresivamente se estrechan en el pecíolo, con un marcado
nervio central. Presenta un pedúnculo floral cilíndrico, despro-
visto de hojas (su nombre específico nudicaulis significa de
tallo desnudo), al final del cual se hallan las flores de color lila
más o menos intenso, formando vistosas cabezuelas globosas
(de ahí el nombre genérico), que pueden llegar a medir hasta
3 cm. de diámetro.
Planta generosa en flores que aparecen entre abril y ju-
nio.
Vive en las fisuras y repisas de roquedos calizos, llegando
en algunos casos a instalarse en pastos pedregosos.
Se distribuye por el centro y sur de Europa, quedándose
relegada a las montañas del norte de la Península Ibérica. En
la Comunidad Autónoma del País Vasco es una planta escasa,
aunque se extiende por casi todo el territorio. En el Pagasarri
la podemos ver en el roquedo de la campa, así como en las
peñas de Uzkorta y Antzola.
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Muki-belarra Grasilla,Tiraña
Pinguicula grandiflora Lam subsp. grandiflora
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Ezkila-lorea Campanilla
Campanula glomerata L.
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Intsusa beltza Saúco común
Sambucus nigra L.
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Ariketa Eupatorio
Eupatorium cannabinum L. subsp. cannabinum
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Urrezko Makila Vara de oro
Solidago virgaurea L.
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Eztul-belarra Fárfara, Pie de caballo
Tussilago farfara L.
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Senecio helenitis subsp. macrochaetus (Willk) Brunerye
Especie de la familia Asteraceae (compuestas). Es una her-
bácea perenne que puede medir desde 30 cm. hasta los 70 cm.
de altura. Las hojas de la base son alargadas, de hasta 20 cm.
de longitud y 4 cm. de anchura. Posee bellas flores con lígulas
amarillas agrupadas en inflorescencias de 3 a 12 elementos. Los
tallos tienen pilosidad blanco-lanosa, que también presentan
algunas hojas en su envés.
Es de floración primaveral y estival, encontrándose en su
plenitud hacia el mes de abril.
Crece en herbazales húmedos, generalmente en ambientes
despejados, aunque puede soportar la sombra.
Su distribución es Atlántica, encontrándose por el oeste de
los Pirineos y la franja cantábrica de la Península Ibérica. En el
País Vasco es escasa, y en el monte Pagasarri se le puede ver
formando grandes y llamativas poblaciones en la pista principal
de ascensión al refugio, entre otros lugares.
Aunque muchas plantas de este género se usen en dis-
tintas partes del mundo en medicina popular para diversas
afecciones, contienen alcaloides potencialmente hepato-tóxicos
y cancerígenos. No se recomienda su uso medicinal más que
de forma tópica.
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Suge-belarra Aro
Arum italicum Miller
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Anbulo zuria Gamón
Asphodelus albus Millar subsp. albus
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Junquillo negro
Schoenus nigricans L.
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Diente de perro
Erythronium dens-canis L.
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Zitori horia Azucena de los Pirineos
Lilium pyrenaicum Gouan
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Escila del Pirineo
Scilla lilio-hiacynthus L.
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Escila de primavera
Scilla verna Hudson
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Allium ericetorum Thore
Pertenece a la familia Liliaceae. Al igual que el resto de
ajos es una especie bulbosa. Sus hojas son largas y estrechas.
Alcanza una altura de entre 10 a 40 cm. Su tallo acaba rema-
tado por una cabezuela de flores blanquecinas, de las que
sobresalen los estambres provistos de unas anteras rosadas.
Debajo de la inflorescencia aparecen dos hojas trasparentes o
brácteas. Son restos de una membrana característica (espata)
común en este género, que envuelve la inflorescencia en el
primer estadio de su desarrollo, cuando la planta crece la rasga
dejando las flores a la vista.
Florece principalmente desde finales del verano hasta bien
entrado el otoño, época en la que la mayoría de las especies
han completado su ciclo y tienen las flores secas, por ello co-
bra un protagonismo especial a pesar de la modestia de sus
flores.
Vive en brezales, taludes y resaltes rocosos con sustrato
margoso-calizo. Le gustan las exposiciones soleadas y los te-
rrenos con cierta humedad temporal. Su nombre especifico
ericetorum, proviene de erica (brezo) y hace referencia a los
brezales que es uno de los hábitats en donde vive.
Especie atlántica que en la Península Ibérica se encuentra
distribuida por su zona más septentrional. En el Pagasarri es
bastante escasa apareciendo en algunos taludes de pistas (Ar-
tabe) y sobre algunos afloramientos de consistencia margosa.
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Erratza Rusco, Brusco
Ruscus aculeatus L.
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Baso-azafraia Azafrán silvestre
Crocus nudiflorus Sm.
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Lirio de las calabacillas, Pimpirigallo
Romulea bulbocodium (L.) Sebastián & Mauri
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Arkasatsa, Endalarra Zarzaparrilla
Smilax aspera L.
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Apomahatsa Nueza negra
Tamus communis L.
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Dactylorhiza elata (Poiret) Soó
Entre las orquídeas presentes en la zona, es quizás la de
mayor tamaño pudiendo alcanzar hasta un metro de altura,
de ahí su nombre específico elata, que significa alto, elevado.
Las hojas basales son largas y estrechas y a diferencia de otras
especies del género no tienen manchas, y las superiores son
bastante más pequeñas. Las raíces están divididas dando aspec-
to de dedos, de ahí su nombre científico del griego daktylos
que significa dedo y rhiza que significa raíz.
Las inflorescencias forman una larga espiga, que puede
sobrepasar los 20 cm. de larga con numerosas flores de color
púrpura entre las que sobresalen una especie de pequeñas
hojas estrechas (brácteas) muy visibles sobre todo en su parte
más baja.
Vive en brezales y prados encharcados con alto grado de
humedad, así como en turberas y trampales sobre sustratos
preferentemente silíceos.
Florece entre abril y julio en exposiciones más bien solea-
das. Se puede llegar a cruzar con otra orquídea (Anacamptis
pyramidalis), formando un híbrido.
De distribución mediterránea occidental, en el País Vasco
es más abundante en la parte meridional, siendo una especie
bastante rara en Bizkaia.
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Orquídea piramidal
Anacamptis pyramidalis (L.) Rich
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Índice de especies
Acebo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
Acer campestre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Adelfilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Aguileña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Aihenzuria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Ainar kantauriarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Aleluya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Aliaga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Aliso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Alnus glutinosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Allium ericetorum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Anacamptis pyramidalis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Anbulo zuria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Androsemo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Anémone de los bosques . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Anemone nemorosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Apomahatsa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Aquilegia vulgaris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Arce . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Ariketa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Arkasatsa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
Aro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
Arum italicum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
187
Asphodelus albus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Astigar arrunta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Asun borta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Asun horia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Azafrán silvestre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Azucena de los Pirineos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Basaerramua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
Baso-anemona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Baso-azafraia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Basoetako mingotsa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Betónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
Bioleta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Biri-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Bonetero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
Borbonesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Brezo común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Brezo vizcaíno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Brusco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Campanilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Campanula glomerata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Cardamine raphanifolia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
Castanea sativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Castaño común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Cistus salviifolius . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Clavel de pastor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Clemátide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Clematis vitalba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Consuelda menor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
Cornejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
Cornus sanguinea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
Crataegus monogyna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Crocus nudiflorus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Cytisus commutatus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Daboecia cantabrica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Dactylorhiza elata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
Daphne laureola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
188
Dedalera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
Dianthus hyssopifolius . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Diente de perro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Digitalis purpurea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
Echium vulgare . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Eléboro verde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Elorri beltza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Elorri zuria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Endalarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
Endrino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Erica vagans . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Erratza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Erythronium dens-canis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Escila de primavera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Escila del Pirineo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Espino albar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Estrepa txikia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Eztul-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Euonymus europaeus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
Eupatorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Eupatorium cannabinum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Ezkila-lorea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Fagus sylvatica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Fárfara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Flor de San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Fraxinus excelsior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Fresno común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Gamón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Garatxo-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Genista hispanica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Geranio sanguíneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
Geranium sanguineum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
Gaztainondoa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Gibel-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Globularia nudicaulis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Gorostia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
189
Grasilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Haltza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Harrautsia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Haya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Helleborus viridis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Hepática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Hepatica nobilis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Hierba de los pordioseros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Hypericum androsaemum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Ilex aquifolium . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
Intsusa beltza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
Isatsa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Jaguarzo morisco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Jarilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Junquillo negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Kuku-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Kuku-praka . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
Lamium galeobdolon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Lamium maculatum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Laureola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Lilium pyrenaicum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Linum viscosum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
Lirio de lãs calabacillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
Lizar arrunta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Lysimachia nemorum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Muki-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Murajes amarillos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Nueza negra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Ombligo de Venus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Orkatx arrunta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Orquídea piramidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Ortiga muerta amarilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Ortiga fétida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Otabera arrunta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Otondo-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
Otsababa emea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
190
Oxalis acetosella . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Pagoa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Pie de caballo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Pimpirigallo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
Pinguicula grandiflora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Primavera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Primula elatior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Prunus spinosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Pulmonaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Pulmonaria longifolia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Redondilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Retama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Romulea bulbocodium . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
Rusco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Ruscus aculeatus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Sahats iluna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Salguero negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Salix atrocinerea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Sambucus nigra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
San Jose lorea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Saúco común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
Saxifraga hirsuta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Schoenus nigricans . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Scilla lilio-hyacianthus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Scilla verna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Sedum sediforme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Senecio helenitis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
Silene dioica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Smilax aspera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
Solidago virgaurea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
Stachys officinalis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
Suge-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
Sugegorri-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Symphytum tuberosum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
Tamus communis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Teilatu-belarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
191
Tiraña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Trumoi-bedarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Tussilago farfara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Txantxapota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Txilar burusoila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Udaberri-lorea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Umbilicus rupestris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Uña de gato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Urrezko makila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
Vara de oro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
Viborera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Viola riviniana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Violeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Zarzaparrilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
Zitori horia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Zolda-belar txikia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
Zuhandorra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
192
Índice
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Geografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Huella humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Vegetación del Pagasarri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Robledales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Encinar cantábrico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Aliseda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Bosque mixto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Roquedos calizos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Pastos petranos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Abedulares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Brezal-argomal-helechal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Herbazales y pastizales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
Zonas húmedas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
Comunidades Ruderales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Plantaciones forestales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Especies invasoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Especies amenazadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Flora del Pagasarri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54/55
Eléboro verde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Anémone de los bosques . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Hierba de los pordioseros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Hepática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
193
Aguileña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Castaño común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Haya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Aliso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Borbonesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Clavel de Pastor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Androsemo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Jarilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Violeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Salguero negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Cardamine raphanifolia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
Brezo común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Brezo vizcaíno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Primavera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Murajes amarillos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Ombligo de Venus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Uña de gato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Redondilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Espino albar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Endrino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Retama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Aliaga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Adelfilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Cornejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
Bonetero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
Arce menor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Acebo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
Linum viscosum L. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
Aleluya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Geranio sanguíneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
Viborera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Pulmonaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Consuelda menor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
Ortiga fétida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Ortiga muerta amarilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Betónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
194
Fresno común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Dedalera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
Globularia nudicaulis L . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Grasilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Campanilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Saúco común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
Eupatorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Vara de oro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
Fárfara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Senecio helenitis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
Aro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
Gamón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Junquillo negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Diente de perro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Azucena de los Pirineos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Escila del Pirineo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Escila de primavera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Allium ericetorum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Rusco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Azafrán silvestre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Lirio de las calabacillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
Zarzaparrilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
Nueza negra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Dactylorhiza elata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
Orquídea piramidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Índice de especies . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Nota explicativa del gráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
195