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cambios en Hispanoamérica que transformarían todos los órdenes de la vida social entre
ellos, “la preeminencia elitista (clasista, étnica y sexual) del sujeto del saber, aparte de
Stephan 108).
En este contexto, una buena parte de los varones letrados del siglo XIX que se
las costumbres que tendía a desvanecer la hasta entonces clara separación de los
comportamientos.
sectores letrados por difundir una literatura “varonil” a través de géneros literarios
suponía una amenaza a los perfiles identitarios del letrado tradicional, esa “identidad
viril de la cultura patricia” de la que habla Beatriz González Stephan (112). Una
amenaza a la administración del patrimonio de las letras por parte de este “sector de
masculina, una fraternidad cerrada de “hombres pares” (115) donde se pueden exhibir
los cuerpos, en la que se puede mostrar la virilidad masculina de una forma hedonista,
sin llegar a comprometer la identidad masculina socialmente aceptada. “La guerra como
Stephan.
No podemos olvidar que el siglo XIX fue una época preocupada en hacer notar
del espacio público como un ámbito exclusivo del género masculino estableciera una
analogía a los hombres de letras. Así, como parte del poder estatal, letras y letrados
“debían tener la misma cualidad viril y heroica de los guerreros”. Postura, además, que
legitima como más auténticos los afectos y lealtades entre hombres, de manera que, “la
épicas para refrenar el empuje de géneros que pudiesen dulcificar o afeminar las
costumbres y “desdibujar” la clara separación de espacios y géneros de que se hablaba
líneas atrás.
A medida que avanza el siglo XIX y se consolidan los procesos de organización de los
distintos espacios de la vida social, los escritores habrán de enfrentar un nuevo desafío:
la conformación del campo literario como tal y el ingreso del escritor en la vida social,
ante quien la sociedad muestra indiferencia e incluso hostilidad. La imagen pública que
(Rama 59-60).
una elegante y refinada manera de exhibirse, pero también de oponerse, a través de esa
2010: 146). Es también tener unos gestos llamativos, una manera de vestir o un
del artista varón, le distancia del modelo del hombre productivo de la sociedad
apariencia externa, del atuendo que para estos artistas exteriorizaba el esteticismo de
fin-de-siglo. En algunos casos, este cuidado se llevó con tal afectación que, en palabras
para escoger los caminos que mejor se adaptasen a su ansia de expresión. Aquella
manera de ubicarse socialmente y de hacerse oír, que resultó tan novedosa en artistas
como Baudelaire a mediados del siglo XIX, marcaría la figura del nuevo dandi, cuyo
estilo cobró fuerza primero en los círculos intelectuales europeos, y luego en los de
literarias, como los matices particulares y las expresiones personales de cada uno de los
realidad artística como una unidad viva con un lenguaje y un estilo propios.
El modernismo, cuya vida abarca los años que van de 1880 a 1910
de acuerdo con los postulados expuestos tanto por Francoise Perus (36 y s.) como por
Ángel Rama (47 y s) en sus respectivos estudios sobre este movimiento literario.
poeta en particular, está forzado a desaparecer; no hay sitio para él en una sociedad en la
que el arte es una mercancía, un producto más. Al respecto Ángel Rama afirma que,
Si no se comienza por establecer esta situación de rechazo de la creación artística por la
estructura socioeconómica creada, será difícil entender a los poetas del período
modernista. Persistirá entonces esa soterrada convicción de que ellos, por libre y suicida
Stephan 112).
más acorde con las características estéticas de renovación artística y formal, que son las
del conjunto del movimiento. También ellos participaron, a su modo, de estas posturas
aun cuando soñaron con la voluntad de «ser diferentes», como respuesta al medio
Rufino Blanco Fombona (Caracas, 1874 – Buenos Aires, 1944). Editor, poeta, narrador,
hispanoamericanas más atractivas de la primera mitad del siglo XX, es también una de
las menos comprendidas. Tiene entre sus mejores logros el haber intentado restituir la
dimensión literaria y política de la obra de Simón Bolívar, sobre quien escribió extensos
linaje, que contaba entre sus ancestros próceres de la Independencia, juristas y escritores
notables. Su salida del suelo venezolano tuvo estrecha relación con su participación en
asumió con la conciencia del deber moral para con la patria, actitud por demás
largo destierro de veintiséis años, período que marcará gran parte de su vida y su obra.
Se mantuvo siempre atento e informado sobre la situación del país, y siempre dispuesto
2. Los diarios
Los Diarios de Rufino Blanco-Fombona son cuatro: Viéndome vivir (1901-1903), el
publicada en Madrid en 1929. Luego, Camino de imperfección, que comprende los años
de 1906 a 1914 (con una nota final escrita en 1933, año en que se publica) y, por último,
Dos años y medio de inquietud, que recoge hechos de 1928 a 1930, y que se publicará
en 1942.
Hasta hace no muchos años, se creía que los Diarios eran tres, pues se ignoraba
la existencia del primer manuscrito. De ahí que Ángel Rama, en las notas elaboradas
Por ciertas señales encontradas en otros escritos del autor, era posible suponer
que el Diario se comenzó algunos años antes. Basilio Tejedor hizo una edición del
primer Diario, hasta entonces inédito, en 1998. Todavía hay partes inéditas del mismo,
páginas inéditas del último tramo del Diario, las cuales se encuentran en la sección de
resultado uno de los escritos memorísticos más extensos que se haya elaborado en
Hispanoamérica. De allí que el mismo Rama opinara con respecto a este Diario que, “es
sólo se registra otro ejemplo similar, por la extensión y la concepción literaria: el que
ciñe al tercero de los diarios, el titulado Camino de imperfección, que abarca los años de
1906 a 1914 y que puede aparecer citado por sus siglas CI.
literatura contemporánea. Escritos para dar testimonio de una época o para examinar en
(Girard 31), en los diarios se manifiesta la relación vital existente entre el autor como
la época moderna. Con respecto al diario íntimo, sus orígenes se sitúan alrededor de
tardío. Se da hacia finales del siglo XIX aproximadamente con la aparición de las
que en principio solo estaban destinadas a sus autores se convierten en alimento para
optaron por la autobiografía o las memorias antes que por el diario, quizá por una cierta
encontramos el o los diarios del poeta y escritor venezolano Rufino Blanco Fombona
(1874-1944).
labor de muchos años -más de treinta- conocida de sobra por su pluma prolífica en
detalles, en la que nos ha dejado, según la opinión de Ángel Rama, lo mejor de su obra
literaria.
A sus cuarenta años el escritor venezolano comenta en su diario, "A medida que
corre el tiempo, me va llegando el sentido crítico. Mal síntoma. ¿Crítico? Luego viejo.”
Y líneas adelante continúa: “¿Habrán acabado para mí las decisiones rotundas, las
espontaneidad, vigor, juventud. Me parece que ahora necesitaría estímulos fuertes para
hora de abordar su estudio: “Resulta muy interesante seguir paso a paso a un joven
años.” La fecha, agosto de 1901. Era entonces un joven de veintisiete años y dirigía el
algo que Blanco Fombona se había planteado con antelación. Entonces, “¿Por qué no
anotación diaria de vivencias da como resultado una narración irregular, que acontece
propios demonios. También escribe para sincerarse consigo mismo. Sinceridad presunta
puesto que al destinarse más tarde o más temprano a la publicidad, la imagen del sujeto
aquello que no termina de ser dicho, porque de algún modo, en palabras de Arfuch,
“contiene el sobrepeso de la cualidad reflexiva del vivir.” (112). Idea que encuentro
¿Me iré de aquí? ¿Me quedaré? En mí las resoluciones son generalmente subitáneas…
Por otra parte, Alan Pauls afirma que, "es imposible escribir un diario íntimo sin
hacer constar entre sus anotaciones por qué, para qué, con qué esperanza (loca o
mezquina, tímida o temeraria) se decide escribirlo." Aun cuando Blanco Fombona deja
por sentado el plan de escribir la historia de su vida, en los Diarios las razones que
se escribe un Diario de vida? En realidad no lo sé. No toda nuestra vida -en lo que
Podría decirse que más que un ‘por qué’, hay un ‘para qué’: la posibilidad de
volcar en el papel esa individualidad que pugnaba por salir en cada párrafo, El “yo” del
escritor que se expone hasta en los detalles triviales su vida. Lo ejemplifica muy bien la
nota escrita en el diario: “Soy sensible al más mísero elogio, lo propio que al reproche
más ruin.” Y más adelante, a propósito de una opinión negativa sobre un artículo
publicado recientemente por él: “me hiere y desazona, por agresiva e injusta” (154).
decir o expresar lo que siente o piensa, "la escritura se circunscribe al estado de ánimo
emociones, en la huella o manifestación del yo. Para Andrés Boersner, uno de sus
biógrafos, “el ‘yo’ retumba en cada página con la impronta del momento vivido.
(Boersner 31).
indiscreciones, los cambios de humor, los corajes o los cumplidos espontáneos. Así
vemos, por ejemplo, como las notas de prensa acerca de su próxima novela, o los
elogios a su poesía le halagan, pero no duran en su ánimo: "Con todo, la lectura de los
personalidad literaria del autor, estrategia que resulta “imprescindible para todo
cultural y político.” (Catalin 12). En este caso, con el registro de los hechos diarios, de
las aventuras o las propias opiniones, se pretende construir una figura que destaque
intelectual o políticamente.
El artista debía apelar a ciertas condiciones operativas, que iban desde el atuendo
participación en los sucesos del momento, con el fin de conseguir una ubicación
modificarlo siempre y cuando se hiciese con distinción. Como resultado del mismo está
individual. “Se construye un campo de visibilidad dentro del cual la pose es reconocida
como tal” (Molloy, 1994 130), y el artista puede ‘hacerse notar’ de diversas maneras en
experiencia vital. De tal manera que el texto literario, como ha señalado Rama, no será
otra cosa que, “sucedáneo de ese esplendoroso mito del modernismo que se llamó la
tengan bastante que ver con su genio, también encontramos en él mucho de esa postura
cultural del período que algunos intelectuales ejercieron con atrevimiento, y que,
términos, pues tenía, “una eficacia literaria, un ingenio y una acidez que centuplican la
fuerza demoledora de los agravios” (Rama, 2004: XXXIV y XXXV). Sus obras, en
especial sus cartas y el Diario recogen diversas muestras de estos exabruptos, que
muchos de los escritores de la época se esforzarán por concebir y construir una imagen
de sí mismos que lograra ser apreciada o admirada, pues según opinión de Ángel Rama,
“la norma del artista nacido en el simbolismo consistiría en «representar», en forjar su
vida de conformidad con un determinado proyecto” (Rama, 2004: XX), para hacer de
Blanco Fombona, al comentar la suerte que han tenido algunos de sus artículos,
con un tono entre confidencial y espontáneo, pero no sin histrionismo exclama: “¡No
primer diario, Viéndome vivir (43). También, al escribir la que quisiera fuese su
largas y larguísimos destierros. Predicó la libertad con el ejemplo: fue libre. Era un alma
del siglo XVI y un hombre del siglo XX. Descanse en paz, por la primera vez.” (152-
153).
cerrado que prolongó la visión decimonónica hasta ya entrado el siglo XX. De modo
Podría decirse que los rasgos con los cuales se ensalza o mitifica su figura,
patria, de acuerdo con el ideario que caracteriza la figura del político decimonónico.
En la opinión de Tejedor, “Lo que más se practica en estas memorias es, sin
duda, la introspección. Cada pocos días aparece la reflexión sobre sí mismo.” (XVIII).
Sin poder evitarlo, se da en la escritura del polígrafo venezolano una constante inflexión
hacia lo personal e íntimo, una continua abstracción que, desde el centro de la escritura,
vuelve a la memoria personal, a las más íntimas inquietudes y obsesiones. “Es casi
Sea cual fuere el género al que esté dedicado, el apresuramiento y, “la ansiedad
literaria que afectó la trama de sus mejores personajes” infiltra sus poemas, sus ensayos
y, ciertamente, las páginas de sus recuerdos. Corrobora este párrafo la reflexión que el
autor hace acerca de su propia escritura en las páginas finales del Diario:
contender durante un cuarto de siglo con el más soez patán, zafio autócrata
aldeano, (…) y el haber incurrido en ese delito feo, de lesa majestad artística, a
que nos constriñe nuestra época: escribir en los periódicos. (CI 323).
aludir a cosas más personales como su edad o su continua preocupación por su propia
evolución hacia la vejez. Así vemos: "Ayer he cumplido 41 años. En la cara tengo diez
envejecido. Y si dura, -que sí durará- concluirá por llevarme al sepulcro.” (CI, p.295).
Del mismo modo se ha expresado en otro fragmento: “¡Deseo tanto y con tanta
sinceridad emplear este exceso de vida en provecho de mis ideas y de mis sentimientos
por la patria, por la democracia, por el progreso”. Y continúa: “Si en cada país
existiesen algunas docenas de dirigentes que pensasen como yo, la humanidad sería
menos desdichada.” (CI, p.226). Aun cuando el deseo de figurar es notorio, subordina la
primacía del yo al desinteresado amor a la patria pues de ese modo, “justifica ciertas
propia vida: al comenzar el Diario era un joven lleno de ideas e ímpetu. Ahora, cercano
hombre entre los hombres. Es bastante.” Cierra su reflexión con una frase incisiva, muy
de su estilo: “Aquel que fui, no soy. Que no haya, pues, confusión.” CI, 324).
finales de este tomo del Diario, plantea y reúne el ritmo acelerado, la prisa, la
justificación de ser, en las que el ‘yo’ se muestra; pero también la reflexión más pausada
y el deseo de perdurar que, como un eco, resuena para llegar hasta nosotros.
Bibliografía
Blanco Fombona, Rufino, Diarios de mi vida. Prólogo: Ángel Rama. Caracas: Monte
Ávila Editores, 1991.
…………………….., Viéndome vivir. Primer diario inédito. Introducción,
transcripción, notas y traducciones de Basilio Tejedor. Caracas: Universidad Católica
Andrés Bello, 1998.
…………………, “La política de la pose” en, Las culturas de fin de siglo en América
Latina. (comp. Josefina Ludmer). Rosario, Beatriz Viterbo, 1994.
Pauls, Alan. “Las banderas del célibe” en, Cómo se escribe el diario íntimo. Buenos
Aires: Ateneo, 1996.
Peluffo, Anna e Ignacio Sánchez. Entre hombres: masculinidades del siglo XIX en
América Latina. Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2010.
Rama, Ángel. “Prólogo” en, Rufino Banco Fombona. Diarios de mi vida. Caracas:
Monte Ávila, 1991.