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LOS SIETE SECRETOS DEL ÉXITO

Una historia de esperanza


Escrito por Richard Webster

INTRODUCCIÓN

Escribí esta historia hace más o menos 15 años para ayudarle a un amigo que estaba
pasando por un momento difícil. Se había alejado por completo de sus amigos y su familia y
no quería hablar con nadie. Sin embargo, como siempre le había gustado mucho leer, pensé
que sería posible acercarse a él a través de una carta.

Cuando me senté a escribirla, la historia de Kevin empezó a desarrollarse. Quedé


asombrado, y maravillado, ante la rapidez con la cual mi amigo reaccionó a la historia. Salió
de la depresión y empezó una nueva vida.

Me pidió permiso para sacra copia de los siete secretos del éxito y dárselas a otras personas
que conocía y que tenían dificultades en la vida. A través de los años me he encontrado con
mucha gente a la cuál mi historia le ha ayudado. Cuando me preguntaban que por qué no la
ponía a disposición de otras personas en una forma más permanente , siempre contestaba
que la había escrito como una simple carta a un amigo.

Hace poco otra amiga necesitó ayuda, así que desempolvé el manuscrito original, lo
actualicé, suprimí la información personal que era relevante solo para quien lo escribí en
primer lugar, y se lo di. Felizmente, la historia la hizo reaccionar y sugirió que se la ofreciera
a un público más amplio.

Aquí está la historia. Espero que tú la encuentres igualmente útil a medida que avanzas en la
vida.

RICHARD WEBSTER

CAPITULO 1

     C
      uando Kevin salió al muelle, empezó a llover de nuevo. Se envolvió en la
gabardina y bajó la cabeza. El viento soplaba implacable, como si viniera de todas las
direcciones, batiendo el agua hasta formar enormes olas de espuma cremosa.

         La lluvia le escurría por la espalda y se cerró más el cuello de la gabardina. Se detuvo
bajo el reflejo de una luz solitaria y miró la negrura a su alrededor. Allí estaba él, solo otra
vez, y esa noche parecía que el mundo estuviera vacío.

         A su derecha veía las luces de los automóviles que se dirigían a la ciudad, pero lo
único que oía era el sonido de las olas estrellándose contra la playa y el viento que ululaba al
pasar por la vieja construcción de madera que había en el extremo del muelle. Kevin recordó
la época en que esta solía ser una edificación orgullosa y los jurados de las carreras de yates
se reunían allí para ver los barcos compitiendo en la bahía. Al igual que él ese edificio había
visto mejores tiempos.

         Un arranque de autocompasión le añadió lágrimas a la lluvia que le rodaba por la cara,
y Kevin se restregó los ojos con fuerza antes de avanzar más allá de la luz, hacia el extremo
del muelle.
         Un gato vagabundo emitió un chillido y huyó de su refugio bajo una banca cuándo él
se acercó. Kevin sintió pena por el animal, pero siguió avanzando lento y seguro hacia el
final del muelle.

         En el extremo había más silencio. La vieja construcción lo protegía de buena parte del
viento y un poco de la lluvia. A una milla, del otro lado de la bahía, podía ver las luces de las
casas de la playa, todas llenas de gente satisfecha con su vida.

         Kevin miró el agua, negra y espumosa, que formaba curiosos dibujos en la superficie
siempre cambiante. Parecía fría, pero al mismo tiempo le resultaba extrañanmente
atrayente.

         Empezó a quitarse la gabardina, pero le pareció una idea absurda y se apuntó de


nuevo los botones superiores.

         El agua lo hipnotizaba, mientras las olas golpeaban los viejos soportes del muelle
antes de que el mar se las tragara de nuevo. Adentro y afuera, adentro y afuera.

         Kevin creyó oir una voz, pero no logró distinguirla. Nadie sabía que él estaba allí. Oyó
la voz de nuevo, esta vez mucho más cerca. Se dio la vuelta y se sorprendió al ver una
figura caminando hacia él. Parecía un frágil anciano. ¿Qué podía estar haciendo allí en una
noche como aquella?

         Cuando lo vio más de cerca, se dio cuenta de que el hombre era muy viejo y que no
estaba vestido apropiadamente para la lluvia. Tenía un par de pantalones deportivos y una
camisa con el cuello abierto. Tenía la ropa y el pelo empapados. Kevin suspiró; justo cuando
quería estar a solas aparecía alguien más en el muelle.

          El hombre se detuvo a su lado y contempló el agua. Se estremeció como si lo hubiera


sacudido un escalofrío y miró a Kevin con seriedad.

          --No lo hagas-- le dijo--. No lo hagas.

         El viejo retrocedió unos pasos y se detuvo, mirando a Kevin. Parecía totalmente ajeno
al aullido del viento y la fuerza de la lluvia.

         --Váyase-- le dijo Kevin.

         El hombre se acercó de nuevo. Kevin se dio cuenta de lo increíblemente delgado que
era. Las ropas empapadas se le pegaban como una segunda piel.

         --Vivo aquí a la vuelta-- dijo y señaló un bloque de apartamentos grande y bien


iluminado, que miraba hacia la bahía--. Ven conmigo y tómate un café. Si necesitas hablar
con alguien, estaré encantado de escuchar.

         Kevin miró hacia los apartamentos y luego volvió a mirar el agua. ¿Por qué nunca
podía hacer nada bien? Se dio cuenta de que el anciano estaba temblando.

         --Está bien- dijo con aspereza--. Un café me caería bien.


         El apartamento del anciano quedaba en el tercer piso, y en un día claro seguramente
tenía una vista fabulosa del puerto y la ciudad.

         Kevin caminó por la amplia sala mientras el anciano preparaba el café en la cocina.
Aunque estaba acostumbrado a ciertas comodidades, este hombre debía ser
extremadamente rico para tener un apartamento como ese, pensó. Cómodos muebles
forrados en cuero, rodeaban la mesita de centro antigua. En una de las paredes había una
biblioteca. Las otras dos estaban tapizadas de cuadros. Obviamente, era un coleccionista de
arte. Auque Kevin sabía muy poco de arte, reconoció los nombres de algunos pintores. La
cuarta pared era un ventanal, con puertas corredizas que daban a un balcón sobre la bahía.
El ruido de la tormenta apenas se filtraba por las grandes puertas . Un telescopio de bronce
antiguo se apoyaba sobre un trípode frente a la puerta. "Con que así pudo verme", pensó
Kevin.

         El hombre volvió a la sala con una bandeja, que puso cuidadosamente sobre la mesita
de centro.

         --Siéntate-- le dijo a Kevin-- ¿Tienes hambre?

         --No, no, gracias-- dijo Kevin sentándose con torpeza. Luego sirvió las dos tazas con la
cafetera de plata --¿Le pone leche?-- preguntó.

         El hombre sonrió y asintió se sentó frente a Kevin y tomó su taza.

         --Gracias-- dijo.

         Se había puesto ropa seca y ahora, vestido con un suéter grueso de colores y
pantalones azules claros, se veía mucho más grande. Se había secado y cepillado su
distinguido cabello plateado y ahora sí se veía como el dueño de aquél lujoso apartamento.

          Miró a Kevin con seriedad. Su cara era larga y fina. Los ojos azules parecían
pertenecerle a un hombre mucho más joven. Iban bien con la boca amplia, que mantenía
una sonrisa constante. Y no se trataba de una sonrisa cínica o desdeñosa, pensó Kevin, sino
la de un hombre feliz que simplemente se divierte con lo que ve.

          Bienvenido a mi casa --dijo el hombre--. Me llamo Todd Melvin.

         El hombre le tendió la mano derecha, y Kevin se la estrechó.

         --Yo me llamo Kevin. Kevin Huddersfield--.

         Todd tomó un pequeño sorbo de café y observó a Kevin por encima del borde de la
taza.

         --Me imagino que no te está yendo muy bien-- dijo.

         Tenía una voz suave y melodiosa, pensó Kevin. Con un ligero acento. ¿Sería ingles?
         --Nada bien-- afirmó Kevin.

         --¿Quieres hablar de eso?

         Kevin negó con la cabeza. -No sirvo para compartir mis problemas-dijo.

         --Está bien. Yo solía ser como tú --dijo Todd--. Me tragaba todo, y no le decía nada a
nadie. Ya no lo hago --tomó otro sorbo de café--. ¿Qué edad tienes?

         --Veintiocho.

         --Veintiocho --repitió Todd--. ¡Soy cincuenta años mayor que tú! Daría lo que fuera
por tener veintiocho años otra vez.

         Kevin contempló la sala a su alrededor. --Pero a usted le ha ido bien-dijo--. Ha


triunfado en la vida.

          --Sí, supongo que sí -dijo Todd sonriendo-. Pero cuando tenía veintiocho años me
parecía que no tenía nada, absolutamente nada.

          --Yo tampoco tengo nada.

          Todd se río --Eso pensaba cuando tenía tu edad -dijo--. Pero estaba equivocado, al
igual que tú. Tienes juventud, energía, sueños. Y tienes tiempo.¡Qué maravilla tener tiempo!

          Soy joven -asintió Kevin-- Y tenía sueños.

          --¿ Y se desmoronaron?

          Kevin asintió. A pesar de sus esfuerzos, se le aguaron los ojos y al momento estaba
sollozando sin poderse controlar. Todd esperó a que se tranquilizara y le dio un pañuelo
limpio.

          --Creo que deberías hablar -le dijo en voz baja. Esta vez Kevin estuvo de acuerdo. La
historia le salió a trancazos, pero al final Todd supo todo acerca del fracaso de Kevin en los
negocios, la deshonestidad de su socio y la ruptura de su matrimonio.

          -Ya veo --dijo Todd cuando Kevin terminó. Alzó la mano cuando Kevin empezaba a
hablar--. Ya veo por qué estabas en el muelle. Dime una cosa, ¿te sirvió hablar de tus
problemas?

          --Creo que sí.


          --Bien. No tengo la menor idea de si tienes a donde ir esta noche, pero aquí tengo un
cuarto de huéspedes en el que te puedes quedar. Podemos hablar más por la mañana.

          --Me está ofreciendo que me quede aquí?

          Todd sonrió. --Sí, claro. El tiempo está espantoso, y no quisiera continuar esta
conversación en el muelle. Es mejor para los dos que duermas aquí esta noche. ¿Te parece?

          --Gracias señor Melvin.

          --Me llamo Todd. Ven, te llevo a tu cuarto.

          Kevin yacía en la cama media hora más tarde, todavía asombrado. Abrió el cajón de
la mesita de noche y sacó de él un libro grande con una pasta llena de adornos. Lo abrió y se
dio cuenta de que todas las páginas, menos la primera, estaban en blanco. En la primera
alguien había escrito, con perfecta caligrafía, un mensaje breve: "Lo pasado, pasado". Puso
el libro de vuelta en el cajón, y en menos de un minuto se quedó dormido.

CAPITULO 2

     K
      evin se despertó a las nueve en punto. Se bañó rápidamente, se vistió
con la ropa que Todd le había prestado la noche anterior, y fue a la sala.

Las puertas corredizas estaban abiertas y Todd estaba en el balcón mirando hacia el puerto.
Cuando Kevin llegó hasta él, Todd se dio vuelta y sonrió, luego hizo un gesto con la mano
señalando el paisaje.

--¡Mira que hermosa mañana después de la tormenta de anoche! ¿No te parece una vista
espectacular?.

Kevin observó los automóviles que circulaban por la calle. A excepción de algo de basura, no
había rastro del viento y la lluvia de la noche anterior. El mar estaba muy azul, y cientos de
yates cruzaban como flechas la tersa superficie de la bahía.

--Es sábado --dijo Kevin--. Aquellos deben ser muchachos practicando.

--Exactamente ---asinti{o Todd--. A pesar de que hay más tránsito, me encantan los fines de
semana. De hecho, cada día de la semana tiene su propio encanto.

Los dos hombres se quedaron en silencio, mirando los edificios del otro lado del puerto.
Arriba, el cielo azul acogía unas pocas nubes esponjosas.

--¡Qué linda mañana! --suspiró Kevin.

Todd lo miró de reojo. --Todas las mañanas son lindas. Especialmente cuando llegas a mi
edad. Me puedo pasar aquí horas, sin importar si hace buen o mal tiempo. Siempre es
hermoso --señaló una silla--. Siéntate. El desayuno está listo.

Kevin asintió y se exento. Por alguna razón, ese día se sentía incómodo en compañía de este
hombre. Trató de poner sus ideas en palabras mientras bebía el jugo de naranja recién
preparado que Todd le puso enfrente, y se comía un tazón de cereal.
--Usted ha sido tan amable conmigo --empezó.

Todd le sonrió mientras hacía un gesto con las manos para indicar que había sido algo
insignificante.

--¿Por qué? ¿Por qué hace todo esto? Usted no me conoce.

--Es mi deber como ser humano ayudar a alguien que parece necesitarlo --respondió Todd
quedamente.

--Eso es cierto. Pero no mucha gente habría hecho lo que usted hizo. Yo lo podría haber
asaltado en el muelle. O podría haberme robado cosas de su casa mientras dormía.

--Pero no lo hiciste.

--No --dijo Kevin. Luego terminó el cereal y puso la bandeja a un lado. Su mirada cayó en el
telescopio--. ¿Busca a gente que está al borde del suicidio? --preguntó.

Todd miró hacia el otro lado del puerto, donde la bandera ondeaba en el mástil que había en
el extremo del cabo.

--No, no exactamente --dijo con lentitud--. Pero tengo que confesar que disfruto ayudando a
los demás.

--¿ha habido otros como yo?

Todd asintió. --Unos cuantos. Llevo diez años viviendo aquí, y ocasionalmente, casi siempre
cuando el tiempo está malo, alguien como camina por ese muelle como lo hiciste tú. Y como
te imaginarás, desde aquí puedo ver lo que quieren hacer. Se les ve en los ademanes, creo.
Es algo en la manera en que se mueven.

--¿Yo me veía así?

--Oh, sí, igual a los demás-- Todd se puso de pie--. ¿Té o café?

Kevin miró a Todd mientras se dirigía a la cocina. Un momento más tarde se reunió con él.

--¿Cómo hace para mantener todo tan limpio?-- le preguntó admirando la enorme cocina que
lucía impecable.

--Pues, cuando uno llega a mi edad tiene tiempo --dijo Todd---. Pero además hay una señora
que viene cada dos días a limpiar. Ya debe estar por llegar. Ella es la que se merece el
elogio.

--Antes de dormirme anoche, abrí el cajón de la mesa de noche y encontré un libro con unas
pocas palabras escritas.

--Sí. ¿Las recuerdas?

--Claro. Decía: "Lo pasado, pasado". ¡Son las únicas palabras en todo el libro!

--Más que suficiente. ¿No te parece que esa es la cantidad exacta de palabras que debe
tener ese libro?

--De acuerdo --dijo mientras Todd le servía el té--. ¡Pero es que esas tres palabras podrían
haber sido escritas expresamente para mí!

--Así fue.
Kevin siguió a Todd de vuelta a la sala.

--Pero Todd, es que la tinta está desteñida. ¡Esas palabras fueron escritas hace años!

--Y fueron escritas para ti. Mi esposa las escribió hace muchos años. Esa frase era lo que yo
necesitaba en ese momento. Es la misma que tú necesitas ahora. ¡Vive el presente, Kevin!
Lo pasado, pasado, y quién sabe si llegaremos los dos al futuro.

--Le quiero dar las gracias por permitirme ver el día de hoy.

Todd negó con la cabeza. --Así tenía que ser --dijo. No puedo reclamar ningún crédito por
eso.

--¡No entiendo la mitad de lo que dice! --dijo Kevin desconcertado--. Anoche yo me quería
matar. ¡Usted me lo impidió!

--Sí --dijo Todd y se quedó en silencio por un buen rato--. Pero míralo de esta forma. Por
qué pensaste en ahogarte? Hay formas mejores de suicidarse.

--No sabía lo que estaba haciendo. Andaba por ahí, nada más.

--Buscándome.

--¡Pero si no sabía que estaba aquí!

--Llámalo karma, si quieres.

-- ¿Karma? Eso suena como una religión oriental.

Todd se rió. --No, es sencillamente el fenómeno de causa y efecto. La energía que inviertes
en algo, vuelve a ti. Haz algo bueno, y en algún momento, en algún lugar, te pasará algo
bueno. Haz algo malo, y pasará lo mismo. ¿Qué te pasa Kevin? Te pusiste pálido.

Kevin tragó un sorbo de té. -- No sé de dónde viene, Todd, pero nunca me había encontrado
a nadie como usted. Me hace ver las cosas de distintas maneras. Cuando me desperté esta
mañana, pensé: "Bueno, todavía estoy vivo. Ahora puedo desquitarme con mi socio".

--¿Desquitarte?

--Sí. Darle su merecido. Se aprovechó de mí. Fue culpa suya que el negocio fracasara. Fue
él...

--Tranquilízate.

Kevin se dio cuenta de que de repente tenía los hombros tensos. Se puso de pie y se estiró.

--Pero parece que usted me hubiera leído la mente, y ahora me dice que si me desquito, en
algún momento terminaré pagándolo, ¿no es cierto?

--Supongo que sí. Mira, no sé nada de tus asuntos, o de lo que tu socio hizo o dejó de hacer.
Pero me dijiste que el negocio terminó. Ya no funciona. Es historia, le pertenece al pasado
y...

--Lo pasado, pasado.

Todd se rió. --Ya lo estás entendiendo, ¿no? Sí, pertenece al pasado. Ahora piensa en esto.
Digamos que te desquitas con tu socio. No sé cómo podrías hacerlo, pero digamos que haces
que lo metan a la cárcel. ¿Te parece que eso es desquitarte?
--Supongo que sí --dijo Kevin con lentitud.

--¿Y eso en qué te ayudaría a ti?

--No sé. Supongo que después me podría olvidar de él y empezar mi vida de nuevo.

--Muy bien. ¿Y cuánto tiempo te tomaría reunir la evidencia para que lo encarcelen?

--No tengo ni la menor idea. Ni siquiera sé si podría conseguirla.

--Así que te podría tomar tres meses, o incluso un año.

--Sí, y tal vez tampoco pueda encontrar la información que necesito.

--Así que podrías pasarte años buscando.

--¡Primero lo mataría!

Todd sonrió. --Eso te haría mucho bien. ¡El que iría a parar a la cárcel serías tú! Ahora míralo
de esta forma. Tal vez tu socio es culpable de estas cosas, pero tal vez no. No --añadió al
ver que Kevin empezaba a exclamar algo--, óyeme un momento. De cualquier manera tu
vida se detiene mientras que te retuerces y te amargas tratando de encontrar las pruebas.
¿Qué tipo de vida es esa? Incluso si encontraras la evidencia y él terminara en la cárcel, ¿de
qué te serviría a ti?

--¡Lo habría metido a la cárcel!

--¿Y qué tanta satisfacción te daría eso?

--¡Mucha!

Todd se rió. --Piénsalo un poco. Y mientras lo haces, piensa en esto también. Supongamos
que te pasas los próximos doce meses tratando de desquitarte de tu socio. Está bien. Se fue
un año de tu vida. Ahora piensa en olvidar el pasado.

--Lo pasado, pasado.

--Exactamente. Deja el pasado atrás y empieza de nuevo. De aquí a un año ya irás


encaminado hacia cualquier meta que te hayas propuesto. Así que, ¿qué prefieres?
¿Desquitarte o seguir adelante con tu vida?

Kevin se rebulló incómodo en la silla. --¡Usted lo pone todo tan difícil!

Todd se rió de nuevo. --Creo que hago lo contrario. Mira, tu amigo se aprovechó de ti. Más
aún, casi acaba con tu vida. La noche anterior era fea, sucia, húmeda, como tu vida en ese
momento. ¡Pero mira esta mañana! --Todd señaló la bahía que resplandecía--. Hoy el mundo
es otro. Es un nuevo mundo, lleno de oportunidades y promesas. Es precioso. Es un regalo
para ti y para cualquiera que decida aprovecharlo. Lo pasado, pasado. Déjalo atrás, donde
pertenece. Tienes que vivir el aquí y el ahora. Debes hacer planes, pero el único tiempo que
tienes en realidad es el ahora.

--Gracias --dijo Kevin. Rehuyendo la mirada fija de Todd, se concentró en el dibujo de las
pantuflas que le había prestado. Luego de un rato dijo--: ¿Y todo eso qué tiene que ver con
el karma?

--Me alegra que lo preguntes --dijo Todd-- ¿Qué tal si vamos a caminar un rato y hablamos
de eso?
--El karma es un concepto abstruso que ha existido desde siempre, en cada religión y
filosofía --continúo Todd mientras caminaban lentamente a lo largo de la costa, por la acera
entre la playa y la calle.

Kevin notó que todo el mundo parecía conocer a su nuevo amigo. Las caras se iluminaban al
verlo pasar, y la gente se acercaba a saludarlo.

--No soy religioso en el sentido usual de la palabra --dijo Todd--. Creo en la reencarnación y
creo en el karma. No pretendo que también creas en la reencarnación, pero es fundamental
que entiendas el karma. Karma es la ley del dar y el recibir. Lo que das es lo que recibes.
Esto no sucede siempre de forma clara y reconocible, claro está. Por ejemplo, hace muchos
años alguien me ayudó en un momento difícil. Prometí entonces que haría lo mismo con
otros cuando se me presentara la oportunidad.

--Y lo está haciendo conmigo.

--Tal vez de alguna manera lo estoy haciendo. Pero creo que tenía que ser así. Mira, si
hubieras pasado por el muelle más temprano, no te habría visto pues estaba cenando donde
un amigo. Y si hubieras pasado más tarde, tampoco te habría visto, pues me hubiera ido a
dormir.

--¿Así que tuve suerte?

Todd se rió entre dientes. --¡Ese es un concepto totalmente nuevo! Nuestra suerte la
construimos nosotros mismos, con lo que sentimos y esperamos y pensamos. En realidad el
que tuvo suerte fui yo, pues estuve a tiempo allí para ayudar.

Kevin negó con la cabeza. -- No estoy de acuerdo. Siempre le estaré muy, muy agradecido,
Todd.

--Gracias, pero no hace falta. Ya recibí mi recompensa con los cambios que he visto en ti
hasta ahora--. Todd se detuvo para hablar con una mujer y su hija por unos momentos.
Kevin vio el afecto verdadero con que ambas abrazaron al anciano. "Algún día seré como él",
pensó.

Los dos reanudaron la caminata en silencio. Al rato, Todd dijo: --¿Ves ese viejo roble de allá?

--Sí, es muy hermoso.

--Sabías que hace unos años lo quisieron derribar para construir un edificio allí?

--Afortunadamente no lo lograron.

--Sí. Pero evitarlo requirió el esfuerzo de muchas, muchas personas. Hicieron algo realmente
valioso. Tal vez es insignificante dentro del esquema total de las cosas, pero hace del mundo
un lugar mejor. Me encanta mirar ese árbol.

--Todd se detuvo. --Crucemos la calle y vamos a mirarlo más de cerca.

--Claro --dijo Kevin sonriendo.

Mientras esperaban para atravesar la calle, Todd le contó a Kevin cómo los antiguos druidas
adoraban a los árboles, en especial a los robles.

--Creían que las raíces llegaban hasta el mundo subterráneo --dijo---, que el tronco estaba
en este mundo, y que las ramas alcanzaban el cielo. De manera que los árboles vivían en los
tres mundos al mismo tiempo... Ahora, ¡vamos!
Con sorprendente agilidad, Todd cruzó la calle seguido por Kevin.

El árbol daba una sombra fresca y agradable. Todd contempló las ramas en lo alto,
sobrecogido.

--¿No es hermoso?-- murmuró.

Kevin nunca había contemplado un árbol así, y sin embargo de alguna manera sintió lo que
Todd quería decir.

--Sí, mucho.

--Tócalo.

Kevin estiró el brazo y tocó el tronco.

--Bien. Ahora abrázalo.

--¿Qué?

--Dale un abrazo grande, como éste --Todd extendió los brazos, rodeo el tronco y lo abrazó
durante unos segundos. Cuando lo soltó, le brillaban los ojos--. Ahora es tu turno.

Kevin abrazó el árbol sin muchas ganas y con cautela.

--No, así no. No abrazarías a un buen amigo así. Imagínate que es un amigo. Así está mejor.

Kevin abrazó al árbol, y mientras lo hacía un sentimiento extraño nació dentro de él.

--¿Y bien? --le preguntó Todd cuando Kevin dejó de mirar a su alrededor para ver si alguien
había visto lo que estaba haciendo--. ¿Cómo te sentiste?

Kevin parecía avergonzado. -- No fue lo que esperaba. Fue como si el árbol me diera una
especie de impulso.

--Te reconstruyó el alma.

--Sí, algo así.

--¿Sabés por qué?

Kevin negó.

--Porque el árbol está vivo. Reacciona a lo que dices, e incluso a lo que piensas. Y,
obviamente reacciona a tus abrazos.

--¿Y eso lo aprendió de los druidas? --dijo Kevin tratando de hacer un chiste, pero Todd le
respondió muy serio.

--De alguna forma sí. Lo leí en algún libro. Al principio, yo hice lo mismo que tú. No quería
intentarlo. Después me volví un "abrazador" nocturno, y abrazaba árboles de noche, cuando
nadie podía verme. Ahora no me importa que me vean.

Abrazo árboles dondequiera que voy. Es una de las ventajas de ser viejo. ¡La gente hace
caso omiso de tus rarezas! Recuerda que puedes recuperarte y volver a la vida cuando
quieras, si abrazas un árbol. Supongo que es mejor abrazar a un buen amigo, pero cuando
no encuentres un amigo, abraza un árbol.
Caminaron en silencio de vuelta al apartamento de Todd. Kevin iba enfrascado en sus
pensamientos. Al llegar a la puerta, dijo:

--Todd, usted me cambió la vida. Nunca había conocido a nadie como usted. Gracias muchas
gracias.

--Está bien, Kevin. Subamos y comamos algo de almuerzo. Después lamentablemente,


tendrás que perdonarme pues tengo cosas que hacer.

--¿Quiere que me vaya ahora?

--No. Creo que sería bueno almorzar en compañía. Pero tienes a dónde ir, ¿cierto?

--Sí, claro. Me iré a casa.

Antes de que Kevin se fuera Todd lo hizo prometer que lo visitaría al día siguiente.

--Recuerda lo que hablamos --le dijo--. El hoy es todo lo que tenemos. Vive el presente, no
el pasado. Deja el pasado atrás. Y también abraza la vida. No solo a los árboles, aunque esos
también son importantes. Abraza la vida, toda entera. Y nunca dejes pasar una oportunidad
de abrazar la vida. ¿Está bien?

Los ojos de Kevin se humedecieron. Le dio a Todd un gran abrazo.

--¿Ve? Estoy aprendiendo --dijo Kevin al soltarse.

CAPITULO 3

     A
      las siete en punto Kevin timbró en el edificio de Todd. Justo cuando iba a
oprimir el timbre por segunda vez, Todd le respondió. Su voz retumbó a través del citófono.

--Es quien yo creo que es?

_Sí, Todd. Soy Yo, Kevin.

_Sube, sube.

Kevin oyó que el seguro de la puerta se abría y entró. Corrió escaleras arriba en lugar de
usar el ascensor. Sobre la puerta de Todd vio un símbolo chino del yin y el yang, rodeado de
figuras formadas por tres líneas paralelas. Aún estaba mirándolas cuando Todd le abrió la
puerta.

_¡Ah! Bienvenido. Veo que estás contemplando mi pakua.

_¿Pakua? Parece que voy a aprender más cosas esta noche -en un arrebato, Kevin abrazó a
Todd. Después Todd lo estudió meticulosamente.

_Te ves mucho mejor _dijo.

_¿En tan sólo 24 horas? _dijo Kevin riendo.


Todd asintió. _Es la primera vez que te oigo reír. Es un sonido genial. Deberías reírte con
más frecuencia. Es algo que todos deberíamos hacer. Es bueno para la salud física y mental.
Y no me sorprendería que también para la espiritual.

Todd escoltó a Kevin hasta la sala y sirvió dos whiskies. Le explicó que su ama de llaves
estaba preparando la comida para que ellos pudieran hablar.

_salgamos a la terraza.

Era una tarde tibia y el sol poniente le daba a toda la escena un brillo dorado. El muelle
atrajo de inmediato la mirada de Kevin. Varias personas pescaban allí, aprovechando la
marea alta. La brisa les traía voces de niños y risas alegres.

_esto es un paraíso _dijo Kevin.

Ciertamente _asintió Todd_. Decidí venirme a vivir aquí hace muchos años. Me tomó
bastante tiempo conseguirlo, pero aquí estoy, y me siento tan cerca del paraíso como quiero
estarlo en este momento.

Kevin se inclinó sobre la baranda y contempló los automóviles que fluían lentamente a sus
pies.

Siempre hay automóviles _dijo Todd_.


Especialmente en los fines de semana. La gente sale a pescar, a buscar un sitio donde
comer, a caminar. Es una calle popular.

_¿No te gustaría a veces que fuera más tranquilo?

Todd negó con la cabeza. _No. Lo bueno es que la mayoría de la gente que pasa por aquí va
en busca de diversión. Claro que también pasan quienes van a trabajar, por las mañanas y
por las noches, pero el resto del tiempo la gente viene por placer, y eso me gusta. Creo que
recibo sus vibraciones de felicidad.

Kevin sonrió. _No me sorprendería en lo más mínimo.

Todd soltó una risita y Kevin se le unió.

_La comida está lista.

Kevin se dio la vuelta y vio al ama de llaves de Todd, una atractiva mujer de cuarenta y
tantos años. Ella le tendió la mano.

_¡Hola! Me llamo Elspeth. Debes ser Kevin.


_Sí. Mucho gusto.
¡Ah! ¡Un caballero! _Elspeth fingió una reverencia_. Sigue.

Kevin vio que la mesa estaba puesta para tres, y una vez que los platos estuvieron servidos,
Elspeth se sentó a la mesa con ellos. Resultaba obvio que sentía gran afecto por Todd, pues
le ponía mucha atención y lo tocaba con frecuencia. Kevin sintió un poco de envidia
mirándolos. "Es una locura", pensó. "¿Por qué me dan envidia un anciano y una mujer
madura?".

Elspeth era buena compañía. Le contó a Kevin que había enviudado y había tenido que
educar a dos niños ella sola, y lo relató de manera tan divertida que Kevin se rió varias veces
mientras la escuchaba.
Ahora es tu turno _le dijo Elspeth, tocándole suavemente la mano_. Cuéntame tu historia.
No hay mucho qué contar _dijo Kevin_.

Nací cerca de aquí, hace 28 años. Me casé, pero ahora estamos separados. Y trabajaba en el
negocio de los computadores hasta hace poco más de un mes.

Elspeth le dio palmaditas en la mano. _¿Y qué vas a hacer ahora?


Kevin movió la cabeza. _Realmente no sé.
Todo fue tan repentino...

Sin poder evitarlo, Kevin sintió que las lágrimas se le salían, y bajó la mirada hacia el plato
para que no lo notaran.

_Pobrecito _ oyó que decía Elspeth.

Después de tomar el café en la sala, Elspeth lavó los platos y se fue. Los besó a ambos en la
mejilla.

_¡Buena suerte! _le dijo a Kevin.

_¿Ella es tu... mmm... ama de llaves? _preguntó Kevin después de que ella se fue.

Todd se rió. _Ella es mi ama de llaves, mi empleada del servicio, y mi conciencia.

_¿Nada más?

_¿No te parece suficiente? Está bien, no pensé que fuera tan obvio. Ella es todo para mí.

_Pero no vive aquí.

Ésa fue su decisión, no mía _Todd carraspeó y cambió de tema_. ¿Qué hiciste ayer en la
tarde y hoy?

_Fui a mi casa e hice algunas cosas. Lavé la ropa, le di de comer al gato, me acosté
temprano.

_¿Y hoy?

_Le di de comer al gato. Me quedé en la cama casi toda la mañana. ¡Ah, abracé un árbol
esta tarde!

Todd sonrió. _¡Eso está bien! ¿Y te sentiste mejor después de hacerlo?

_Sí, creo que sí. Me hizo pensar en las otras cosas que me dijiste. Eso de dejar el pasado
atrás. Es difícil.

_Lo sé, pero sigue trabajando en eso. Lo lograrás.

_Eso espero. Después volví a casa, me arreglé un poco y vine aquí.

_¿Y mañana?

_¿Mañana?

_¿Qué vas a hacer mañana?


Kevin sacudió la cabeza e hizo una mueca.

_No tengo ni idea.

_¿Sabes qué significa eso?

_¿Qué?

_Significa que mañana será un día perdido, al igual que la mayor parte de hoy. ¿Qué es lo
que tú tienes que yo no tengo?

Tiempo, eso es. A tu edad, con buena salud, tienes el tiempo de tu lado. Úsalo sabiamente.
Es un crimen desperdiciarlo en exceso.

Es bueno que lo malgastes un poco, no me malinterpretes. Todos necesitamos tiempo para


descansar y no hacer nada, pero eso no fue lo que estuviste haciendo hoy.

Te estabas escondiendo de la realidad, y estabas desperdiciando tu precioso tiempo.

_¿Y qué debería de haber hecho?

Todd extendió las manos tanto como podía.

_Cualquier cantidad de cosas. Podrías haber llamado a tu esposa y contarle cómo estaba el
gato. Después habrías podido hablar de otras cosas con ella. Podrías haber llamado a tu
contador y preguntarle qué está pasando con la liquidación de su negocio.

Podrías haber hecho planes constructivos para el futuro. Dime, ¿cuánto tiempo te durará el
dinero?

_No mucho.

_ ¿Una semana, un mes, un año?

_Un mes, tal vez un poco más.

_Eso está bien. Eso te permite respirar un poco. Digamos que tienes seis semanas. ¿Qué
quieres conseguir en las próximas seis semanas?

_No tengo la menor idea.

Todd sacudió la cabeza. _Eso es una locura.


¿No tenías metas cuando estabas trabajando? Si no las tenías, te merecías el fracaso.

Quiero que vayas al estudio y te sientes a mi escritorio. Ahí encontraras papel y sobres.
Escribe todas las cosas que aspiras a hacer en las próximas seis semanas.

Después mete el papel en un sobre, ciérralo y dámelo. Te prometo que no lo voy a abrir, y te
lo daré de nuevo en seis semanas.

_Eres un tirano, ¿sabías? _dijo Kevin, pero se fue obedientemente al estudio.

Antes de sentarse, curioseó un poco las estanterías llenas de libros que cubrían las paredes.
Había libros de autoayuda y de psicología, libros sobre ventas y gerencia, libros de literatura
y poesía, y una gran colección de novelas sobre política y actualidad.
En el estante inferior de una de las paredes había una buena selección de novelas de
suspenso y aventuras. Kevin sonrió. Por lo menos Todd tenía algunos libros que él también
había leído.

Media hora después volvió a la sala y le entregó a Todd un sobre cerrado. Éste lo recibió con
gravedad y lo puso debajo de un conejo de cerámica en la repisa de la chimenea.

_¿Te costó trabajo?

_No, una vez que logré empezar _dijo Kevin_.

Lo más difícil fue pensar en el futuro.

_Bien. Estabas fijándote metas.

Kevin asintió. _Solía ser bueno para eso.

_Ajá. ¿Te pusiste metas relacionadas con tu matrimonio?

_No. Sólo en el trabajo.

Todd sonrió. _¡Eres un típico hombre de negocios! Dime, ¿pusiste algunas metas personales
en esa lista?

_Sí.

_Excelente. Estoy orgulloso de ti. ¿Sabes que prácticamente nadie se fija metas personales?
Si no sabes a dónde quieres llegar, ¿cómo vas a saber cuál es el camino para llegar allá?

Eso es lo más triste de todo. Es un desperdicio total. Tenemos un potencial tan grande en
nuestro cerebro, pero nadie hace el simple ejercicio de hacer planes para el futuro.

Creo que apenas un cinco por ciento de la gente se fija metas personales.

Eso significa que el 95% de la población del mundo no tiene metas _dijo dándole a Kevin una
palmadita en el hombro_.

Bien, ahora aprendiste la número tres.

_Ya veo. Vive el presente. Abraza los árboles y la vida. Y fíjate metas. Dime, ¿cuántas reglas
son?

_Siete, así que ya estás a medio camino. Y no son reglas. Para mí son como los pasos que
uno da para atravesar un río. No tienes que seguirlos, ¡pero si no lo haces te mojas!

_Todd miró su reloj_.

No es tarde, pero tienes un sobre lleno de metas en las cuales trabajar, así que es mejor que
te vayas.

¿Te parece si nos vemos la semana próxima a esta misma hora?

_se rió de la expresión en la cara del joven_.

Sé que sería bueno que nos viéramos mañana, y el día siguiente. Pero es que hay cosas que
tienes que hacer tú solo. Durante esta semana fíjate unas metas a largo plazo. Y si quieres
puedes llamarme a consultármelas la semana entrante.
¡De veras tengo ganas de saber qué vas a hacer esta semana!

CAPITULO 4

     D
      urante tres días Kevin estuvo motivado. Fue a ver al contador e hizo los
arreglos para pagar las deudas. Llamó a su esposa dos veces, y la segunda vez le dijo cuánto
la quería.

_Quieres venir a cenar? _le preguntó Sandy.

Kevin quedó tan sorprendido que le costó trabajo contestar.

_A cenar? En casa de tus padres?

_Claro. Puedes venir esta noche? Como a las seis y media.

_Eeee, está bien. Allá nos vemos.

Sandy le abrió la puerta. Tenía puesto el vestido azul del verano que a él le encantaba.
Estaba tan hermosa que se quedó boquiabierto.

_Nos vas a seguir?

_Sí. Claro.

Se inclinó para besarla, pero ella se corrió y le tendió la mano. Él se la estrechó un instante y
luego se la besó.

_Hola, Kevin. Cómo estás?

Mónica, la madre de Sandy, lo miró de arriba abajo con cierto desagrado. Frunció los labios,
en un gesto que mostraba su permanente desaprobación de casi todas las cosas en el
mundo, y especialmente de Kevin.

_Mejor, mucho mejor, gracias _contestó Kevin.

_Sigue le dijo Mónica _ , Duncan quiere verte.

El padre de Sandy fingió una sonrisa cuando Kevin entró en la sala y luego le señaló el bar.

--Sírvete un trago, hijo--dijo.

Kevin se dio cuenta de que Sandy y Mónica se fueron a la cocina. Se sirvió un poco de
whisky y se sentó en un sillón al lado de su suegro.

--Ya conseguiste trabajo?--le preguntó Duncan, dándose una palmadita en la barriga.

--Todavía no, pero estoy buscando.

--Sandy me contó que habías conocido a una especie de gurú.

Por un instante, Kevin no supo a quién se refería.


--Te refieres a Todd? --se rió Kevin--. Él no es un gurú. Es simplemente un señor muy
amable que me ha estado ayudando.

--Más bien te ha estado metiendo ideas raras en la cabeza.

Kevin sacudió la cabeza y suspiró. _Todo lo contrario. Me está ayudando a recuperarme tras
el fracaso. Eso es todo.

--Sandy me contó que tiene unas leyes para el éxito.

--Son pautas. Hasta ahora me ha dado tres, pero creo que son siete en total.

--Yo no llegué hasta donde estoy por seguir ninguna ley o pauta --dijo Duncan--. Lo que
necesitas es un trabajo estable, que te permita pagar las cuentas. Y así Sandy y tú tendrán
una vida buena, como la que hemos tenido Mónica y yo.

--No quiero solamente un trabajo bueno y estable. Quiero algo más.

--No vamos a dejar que Sandy regrese con un soñador. Tienes que enfrentar los hechos,
Kevin.

La vida es dura. Es difícil. Necesitas un trabajo bueno y seguro, con un salario constante.

--Cómo tú?

Duncan se dio otra palmadita en la barriga.

--Como yo --le sonrió a Kevin--. No me ha ido tan mal.

"Sí", pensó Kevin. "Treinta años de trabajo en la planta de leche le permitieron a Duncan
tener una casa modesta, una mujer rezongona y una hija malcriada. Debe tener algo de
dinero en el banco, pero ha vivido bajo la amenaza constante de perder su trabajo a manos
de la tecnología".

--Quiero algo más--dijo Kevin.

Duncan lo miró sorprendido. --Más? --dijo alzando la voz-- . Más? Qué más puede haber?

--No lo sé _murmuró Kevin--. Ojalá lo supiera.

La cena fue un largo suplicio. Duncan le dijo repetidamente que debería dejar sus sueños y
conseguir un trabajo, cualquier trabajo. Mónica miraba con desaprobación, moviendo la
cabeza en silencio. Sandy mantuvo la mirada baja y comió sin decir palabra.

--Qué pasó con tu socio?--preguntó Duncan cuando Mónica recogió los platos del postre--.

Tienes suficiente evidencia contra él?

--Decidí no hacer nada a ese respecto. Es preferible cerrar ese capítulo y seguir adelante.

--Te lo dijo tu gurú?

--Que no es mi gurú! Caramba! --Kevin se dio cuenta de que había alzado la voz--.
Perdónenme. No quise gritar. Todd me está ayudando, cosa que ninguno de ustedes está
haciendo.

Duncan y Mónica cruzaron miradas.


--Creo que es mejor que te vayas, jovencito --dijo Mónica--. Si no aprecias lo que estamos
haciendo por ti, será mejor que te vayas.

Esa noche, mientras trataba de conciliar el sueño, Kevin repasó minuto a minuto lo que
había ocurrido durante la cena. Tal vez estaba comportándose como un ingrato. Debería
haber mirado el asunto desde el punto de vista de sus suegros.

Ellos veían a un joven, casado con su hija, que había fracasado en los negocios. Era apenas
natural que buscaran seguridad para Sandy. Pero era la vida de él. Si quería una vida mejor
que la de Duncan, tenía derecho a buscarla.

Pero, por otro lado, ¿se estaría dejando influir demasiado por Todd? Las siete reglas, o siete
pasos, como Todd las llamaba, funcionaría de verdad?

Kevin estaba cada vez más confundido, y finalmente se quedó dormido al amanecer. El gato
lo despertó a la hora del almuerzo, lamiéndole la cara para indicarle que era hora de
levantarse.

Kevin se mantuvo ocupado en la casa todo el día para no pensar en lo que había pasado,
pero al llegar la noche se deprimió de nuevo. Cogió el teléfono y marcó el número de Todd,
pero colgó antes de que alguien pudiera contestar.

Contempló la sala a su alrededor, casi vacía, pues Sandy se había llevado todas sus cosas.
La falta de adornos y muebles lo hizo pensar en el fracaso de su negocio y de su matrimonio,
y en la falta de proyectos para el futuro.

--Voy a ir a abrazar un árbol --se dijo.

Era una noche fresca, con jirones de neblina que flotaban en el aire. Caminó de prisa para
mantenerse en calor, y a medida que caminaba, su ánimo fue mejorando.

Por primera vez en semanas empezó a pensar seriamente en el futuro. El problema era que
no sabía qué quería hacer. Y todavía estaba viviendo parcialmente en el pasado.

El parque se veía triste en la penumbra. Hasta los árboles parecían cabizbajos. El panorama
era melancólico y ligeramente siniestro.

Se alejó del sendero y caminó sobre la hierba, que cedió bajo sus pasos, en dirección a una
arboleda.

Por un instante se asustó, como un niño que le teme al coco. Sonrió al recordar que cuando
tenía cinco o seis años, solía revisar bajo su cama para asegurarse de que no hubiera nada
ni nadie escondido allí.

Extendió los brazos y tocó el primer árbol. No fue agradable. Se internó en la oscuridad y el
segundo árbol lo hizo sentir mejor, pero tampoco le produjo energía positiva. Kevin se
preguntó si habría robles en ese parque. Con el tercer árbol se sintió mejor, pero era de
tronco delgado y débil. Sin embargo, pareció responder al contacto de Kevin.

En un arranque, rodeó el árbol con ambos brazos y lo abrazó con fuerza. ¡El árbol respondió!
Pareció enderezarse, y Kevin pudo sentir la energía emanando del tronco. ¿O era sólo su
imaginación?

Soltó el árbol un momento y luego lo abrazó otra vez. Sí, era verdad. El árbol respondía a su
abrazo, y Kevin sintió que su depresión cedía lentamente. Se quedó abrazado al árbol
durante un largo rato.

--Gracias--dijo en voz baja al soltarse.


Retrocedió unos pasos para ver mejor el árbol, y así reconocerlo en el futuro. Al hacerlo,
tropezó con algo y cayó al suelo cuan largo era.

Quedó tan aturdido que ni siquiera alcanzó a maldecir. Luego lo que lo había hecho tropezar
empezó a moverse.

--¡Dios mío! --gritó Kevin. Se puso de pie, con el corazón a punto de estallarle, y miró más
de cerca. ¡Era un cuerpo! Lo movió suavemente con el pie y el cuerpo emitió una tosecita.

Sobreponiéndose al pánico, se arrodilló al lado de la figura inmóvil y, al hacerlo, sintió


terribles náuseas. Quien quiera que fuera, no se había bañado en mucho, mucho tiempo.

--¿Está bien?

La figura no contestó.

Kevin lo sacudió levemente por el hombro.

--¡Aaaahhhh!

El sonido era una mezcla de jadeo y suspiro prolongado.

--¿Está bien?

La figura empezó a moverse, y se sentó lentamente. Con los ojos ya acostumbrados a la


oscuridad, Kevin pudo ver que se trataba de un anciano con el pelo hasta los hombros.
Llevaba puesto un abrigo largo y oscuro que apestaba.

El hombre tosió por lo menos durante un minuto. Todo su cuerpo se estremecía con el
esfuerzo.

--¿Necesita ayuda? --le preguntó Kevin cuando dejó de toser.

Obviamente el hombre era un mendigo, un vago que vivía en el parque. Probablemente un


alcohólico.

--¿Usted qué cree? --dijo el hombre con amargura y luego hizo una mueca sarcástica que
reveló una boca llena de dientes podridos. El hedor de su aliento le produjo náuseas a Kevin.

Kevin se levantó para irse.

--¿Me despierta para preguntarme si me puede ayudar y después se va? --dijo el hombre--.

Además, ¿qué está haciendo usted aquí?

--Ojalá lo supiera --contestó Kevin--. Mire, vivo a media hora de aquí. ¿Quiere darse un baño
y dormir en una cama esta noche?

--¡Ay, un alma caritativa! --dijo el hombre con disgusto--. ¡Lárguese!

--Puedo traerle algo de comer.

--Váyase y déjeme dormir.

El hombre se acomodó entre su abrigo y se preparó para volverse a dormir. Kevin lo


contempló un rato y después volvió a casa despacio.
El ánimo se le levantó cuando vio el automóvil de Sandy frente a la casa. Ella le abrió la
puerta al verlo venir.

--¿Dónde estabas?

--Salí a caminar --le contestó Kevin. No le pareció que fuera un buen momento para decirle
que había salido para abrazar un árbol--. ¿Qué haces aquí?

--Esta todavía es mi casa --le contestó ella.

--Claro --Kevin estaba loco por abrazarla, pero ella se hizo a un lado para dejarlo entrar--.
¿Quieres un café? Podríamos hablar.

Sandy lo pensó un momento. Sonrió de repente, y por un instante Kevin la vio como la
esposa a la que amaba. Kevin le tendió la mano. Sandy la tomó y dejó que la guiara hacia la
sala.

--Anoche parecías otra persona --le dijo luego de que él preparara el café--. Por eso pensé
que sería bueno venir a ver cómo estabas.

--Gracias--sonrió Kevin con sarcasmo-- He estado un poco deprimido, me imagino, pero la


caminata me hizo bien. Verte aquí también me levanta el ánimo. Y también he estado
pensando en los consejos de Todd. Él me ha ayudado tanto. He tratado de deducir los otros
pasos hacia el éxito.

--¡Ay, Kevin! --dijo Sandy--. ¡No te puedes poner a pensar en el éxito ahora, cuando ni
siquiera tienes trabajo! ¿Quién va a pagar la hipoteca de esta casa el mes próximo?

--Pero Sandy, Todd me está ayudando a solucionar todo eso. Me hizo fijarme algunas metas,
y una de ellas es encontrar un trabajo.

--Mira, Kevin, no debes involucrarte en una de esas sectas para hacerse rico rápidamente.
Las ideas de Todd son demasiados etéreas. Tienes que enfrentar la realidad. Consigue un
trabajo, ahorra algo de dinero, y entonces, tal vez podamos pensar en volver.

--Así que eso depende de que yo haga dinero.

Sandy negó con la cabeza y agitó los brazos con desesperación.

--Me estás malinterpretando intencionalmente dijo--. El dinero no tiene nada que ver. Eres
un soñador, Kevin, y no puedes pasarte la vida así. Tarde o temprano tendrás que encarar la
realidad --se tomó el último sorbo de café y se puso de pie--. Papá y mamá tienen razón. No
puedo hablar contigo por ahora. Tal vez lo que necesitas es tocar fondo. Eso es lo que papá
dice. Dice que eso te hundirá del todo o te hará salir a flote.

Kevin dio muchas vueltas en la cama esa noche. Tal vez Sandy tenía razón y él estaba
absorto en el punto de vista de Todd porque estaba deprimido y era vulnerable. Tal vez era
un soñador incorregible, después de todo. Sandy parecía pensar eso. Sin embargo, a Sandy
le interesaba su bienestar. Por fortuna no le había dicho nada sobre haber ido a abrazar un
árbol.

Volvió al parque temprano al día siguiente. El hombre estaba dormido en la misma posición.
Sin hacer ruido, Kevin dejó una bolsa de emparedados y frutas junto al cuerpo inmóvil, tocó
suavemente el árbol al que había abrazado la noche anterior y se fue.

Hizo lo mismo las dos mañanas siguientes, y a la tercera no encontró al hombre.

Recorrió todo el parque esperando encontrarlo. Se cruzó con muchos otros mendigos, pero
ninguno se parecía al primero.
Tras dos horas de búsqueda, Kevin dejó el paquete de comida al lado de una mujer madura
que estaba sentada en una banca y llevaba el ritmo de una canción imaginaria con la cabeza.
Ella ni siquiera se dio cuenta de su presencia, pero Kevin la vio engullir la comida tan pronto
como pensó que se había ido.

Horas más tarde, Kevin llegó al apartamento de Todd. Aunque se veía pálido y cansado,
Todd escuchó el recuento de la semana de Kevin con gran interés.

--¿Por qué seguiste llevándole comida a ese hombre?--le preguntó cuando terminó su relato.

--Supongo que porque la necesitaba.

--Pero tú no andas muy bien de dinero.

--Espero que eso sólo sea temporal --dijo Kevin--. Supongo que le llevé comida porque eso
me hizo sentir bien.

--¿Así que lo hiciste porque te hacía sentir bien? --Todd asintió lentamente--. Bueno, esa
razón es tan valida como cualquier otra. Hiciste bien --dijo sonriéndole a Kevin, que estaba
casi acostado en el sofá.

--Gracias.

Todd rió. --Eso es aún mejor. Sabes que un simple `gracias` quiere decir que tu autoestima
está bien?

--¿Es tan notorio? --preguntó Kevin sorprendido.

Todd asintió. Kevin se dio cuenta de que desde la semana anterior, Todd parecía haberse
encogido. Su cara se veía más delgada y la ropa le colgaba alrededor del cuerpo, pero sus
ojos permanecían intensos y vivaces.

--¿Te acuerdas de lo que escribiste en el sobre la semana pasada?

Kevin levantó la vista hacia la repisa de la chimenea. Su sobre aún estaba ahí.

--Sí, claro que sí.

--Eran metas.

--Correcto.

--Qué has hecho por alcanzarlas?

Kevin hizo un gesto y contempló el tapete.

--No ha sido fácil-murmuró--. No he tenido mucho tiempo para pensar en eso. Además,
quién me va a dar trabajo? Soy un fracasado.

--Sí, eres un fracasado pero solo si tú lo piensas. Yo no veo a un fracasado ahí sentado. Veo
a un hombre joven, prometedor, con potencial para tener un futuro brillante.

--Sí, seguro. Mis suegros me ven como un fracasado.

--¿No surgió ninguna oportunidad durante esta semana?

Kevin negó en silencio.


--Muy bien. Creo que es un buen momento para salir a caminar.

--¿A caminar? Pero si no hemos comido.

--La comida puede esperar. Es probable que me tenga que apoyar un poco en ti. Mis piernas
andan débiles.

--Estás seguro de que puedes hacer esto?--le preguntó Kevin tras haber caminado cerca de
media milla.

--"Poder", "deber", "tal vez" e "intentar" son palabras que no están en mi vocabulario.

--Está bien--dijo Kevin.

Se detuvieron en un banco, y se sentaron a ver pasar los automóviles. Al otro lado de la calle
los restaurantes estaban empezando a llenarse, y la risa de la gente que comía en las
terrazas llegaba hasta ellos. Todd señaló una librería de libros de segunda mano cuyo dueño
estaba cerrando en ese momento para irse a casa.

--¿Ves esa librería? Es de un amigo mío. Se llama Mike. Hace 20 años estaba como tú, pero
ahora tiene un buen negocio estable y está muy contento. Le encantan los libros, así que qué
podía ser mejor para él que una librería? Él vio una oportunidad y la aprovechó.

--¿Y ha hecho dinero con eso?

Todd se rió. --¿Por Dios, qué es el dinero cuando estás haciendo lo que te gusta? Acaso eso
no es suficiente compensación?

--No, no creo --dijo Kevin enfáticamente.

Todd lo agarró del brazo con fuerza. --¡Muy bien! Así que ahora sabemos que quieres
hacerte rico.

Kevin lo miró confundido. _Espera un momento. Acaso no todo el mundo quiere tener
dinero?

--Todos necesitamos dinero para vivir en este mundo, así que todos hacemos dinero --dijo
Todd riendo--. Pero cuando dices que quieres hacer dinero, deduzco que te refieres a mucho
dinero.

--Para ti es muy fácil decir eso, Todd. Obviamente tienes suficiente.

Todd sacudió la cabeza. Nadie llega a tener suficiente nunca. Todos queremos un poco más.
Tengo suficiente para lo que necesito, pero ésa era una de mis metas. No creo que ésa sea
una de las de Mike. Él tiene otras metas --Todd soltó el brazo de Kevin y observó la calle un
rato--. Vamos a ver a Mike antes de que se vaya a casa.

Kevin dejó que Todd lo guiara para atravesar la calle hacia la librería de Mike, con cierta
renuencia. La puerta aún estaba abierta y un hombre alto y flaco con un bigote bien peinado
estaba tras el mostrador. El hombre sonrió al ver a Todd, y corrió hacia él para darle un gran
abrazo.

--¡Que bueno verte!_--Exclamó. Miro por encima del hombro de Todd, vio a Kevin y le hizo
un guiño--. Y a ti también.

Mike se sentó sobre el mostrador y les sonrió a sus visitantes.


--Soy uno de los protegidos de Todd --le dijo a Kevin--. Tal vez Todd ya te lo dijo.

--Me dijo que tenías esta librería porque amas los libros.

--Ese es un consejo de Todd. Debes amar lo que haces. Es curioso, pero nunca había
pensado en eso hasta que Todd me lo dijo.

--Yo también estoy aprendiendo mucho --dijo Kevin.

--¿Te estás haciendo rico con esto? --preguntó Todd.

Mike sonrió. --Supongo que gano lo suficiente. Nunca me haré rico con esto, pero --hizo una
pausa para mirar las estanterías bien abastecidas-- me estoy divirtiendo. ¿Acaso la vida no
es para eso? --dijo mirando a Kevin.

Kevin asintió despacio. --Sin embargo, todavía quiero llegar a tener dinero.

--¡Muy bien! --dijo Mike abriendo los brazos--. Haz algo que te guste y vuélvete rico con ello.

--Pero tú estás haciendo algo que te gusta, y sólo te alcanza para vivir decentemente!

--Sí y no --dijo Mike con una sonrisa--. La mayor parte de mi dinero lo invierto en el negocio,
así que cuando vendo, gano algo. También colecciono primeras ediciones, y sus precios se
valorizan.

--Así que sí ganas dinero!

--El dinero no importa, Kevin --le explicó Mike--. Trabajaría aquí aunque no me pagaran. Me
encanta.

Cuando salieron de la librería de Mike, Todd sonrió al ver la perplejidad en la cara de Kevin.

--Así que quieres ganar dinero, Kevin. Eso ya lo tenemos claro. Ésa es una buena y positiva.
Qué más quieres lograr?

--No quiero trabajar otra vez con computadores.

--Está bien. Supongo que ésa es una meta negativa. Sabes lo que no quieres, pero no sabes
lo que quieres.

--Sí, más o menos. Supongo que podría volver a dedicarme al periodismo. Así empecé mi
carrera. Pero en realidad tampoco quiero hacer eso.

--Bien. Entonces mira a tu alrededor. Justo en este momento estás rodeado de


oportunidades.

Kevin miró a su alrededor. Las luces de la calle ya se habían encendido, y la mayoría de los
automóviles eran sólo manchas de colores. De uno de los restaurantes salía música alegre.

--¿Dónde?

Todd rió suavemente. --En todas partes. Déjame mostrarte. ¿Ves esta línea ininterrumpida
de automóviles?

--Sí, claro.
--Bien. ¿Cómo podrías sacarle beneficio? Podrías vender automóviles. Podrías estacionarlos.
Podrías encargarte de conseguir cómo estacionarlos. Podrías pintarlos, brillarlos, venderles
accesorios.

--Ya entiendo --dijo Kevin sonriendo--. Pero no me veo trabajando con automóviles.

--Está bien --dijo Todd encogiendo los hombros--. Mira entonces los almacenes. Podrías ser
el dueño de uno si así lo quisieras. Podrías trabajar en uno de ellos. ¿Qué necesitan los
almacenes? Necesitan a alguien que decore las vitrinas. Podrías diseñarles los avisos. Si eres
bueno con los números, podrías llevarle la contabilidad. Podrías lavar los vidrios, hacer las
estanterías, barrer la calle que está frente a ellos. Podrías conseguirles mercancías para
vender.

Todd se sentó en una silla, frente a un café, y le hizo un gesto a Kevin para que se le uniera.
Esperó a que Kevin contestara sus comentarios.

Kevin le sonrió. --Creo que ya entendí! Me trajiste aquí para que viera que hay
oportunidades en todas partes a donde mire. ¿Cierto?

--Lección número cuatro--dijo Todd.

--Ojalá no hubieras dicho eso.

--¿Por qué?

--Porque eso quiere decir que ya llegué a la mitad de tu lista.

--Ya llegaste a la mitad de la lista, pero apenas estás empezando.

La sonrisa de Kevin se desvaneció.

--No te pongas triste --continuó Todd--. A mí me ha tomado 78 años aprender siete


lecciones. Tú has aprendido cuatro en sólo una semana. Ayúdame a levantarme. Creo que es
hora de volver.

CAPITULO 5

     K
      evin estuvo muy ocupado toda la semana, buscando empleo y
presentándose a distintos trabajos. Estaba asombrado de ver que su entusiasmo se
mantenía constante, y le atribuyó esto al hecho de dar largas caminatas todos los días y
abrazar árboles. Cada vez le costaba menos trabajo abrazar árboles, y ya no miraba a su
alrededor para ver si alguien lo estaba observando antes de abrazar un árbol.

Pasó mucho tiempo hablando por teléfono con Sandy, y ya no le importó que Duncan y
Mónica fueran fríos y cortantes cuando le contestaban al teléfono. Al parecer su espíritu
positivo comenzó a afectar gradualmente a Sandy, y las conversaciones entre ellos eran cada
vez más largas. Él estaba seguro de que ella las esperaba con las mismas expectativas que
él.

Llamó dos veces a Todd, pero las dos veces Elspeth contestó y le dijo que Todd estaba
dormido. En ese momento aceptó esa explicación, hasta que una noche se despertó a las
tres de la mañana, después de soñar que Todd estaba gravemente enfermo. Entonces
decidió ir a visitarlo.
Elspeth le abrió la puerta y lo guió hacia el cuarto de Todd. Era una habitación grande llena
de libros, pero todo lo que Kevin vio fue a Todd acostado en una cama doble. Se veía
pequeño y frágil, casi perdido entre las mantas.

Al verlo entrar, Todd sonrió y le tendió la mano. -Qué bueno verte -dijo. Su voz se oía débil,
pero los ojos le brillaban por la emoción de la visita.

Elspeth esponjó las almohadas y le ayudó a Todd a sentarse. Kevin tomó la mano de Todd y
se sentó en una silla junto a la cama.

--¿Cuánto tiempo llevas en cama? -le preguntó Kevin con la voz quebrada.

Todd sonrió. -No estoy postrado en cama. Sólo un poco cansado. Mañana estaré otra vez en
pie.

--¡Qué bueno! -asintió Kevin con alivio--. ¿Quieres que te traiga algo? ¿O hay algo que
quieras que haga?

Todd negó con la cabeza. -Sólo necesito una cosa. Quiero saber cómo te va.

--Tus lecciones están dando fruto. Me siento mejor de lo que me había sentido en mucho,
mucho tiempo. Mañana voy a almorzar con Sandy, y eso ya es un paso en la dirección
correcta. Me presenté a tres empleos, y justo antes de salir para acá me llamaron para
citarme a una entrevista. Además, hablé con mis acreedores y llegué a acuerdos con todos
-Kevin estrechó la mano a Todd--.

Tengo que darte las gracias por todo eso.

--Parece que vas por buen camino. Cuéntame ahora un poco de los trabajos a los que te
presentaste -dijo Todd sonriendo.

--Bueno. La entrevista es para un puesto en ventas. Para vender equipos de oficina.

--¿Y eso es lo que quieres hacer?

--Tal vez no, pero los mendigos no podemos ser quisquillosos.

--¡No vuelvas a pensar en eso Kevin! Tu mente atrae hacia ti lo que piensas sobre ti mismo.

Ya lo sabes -al finalizar la frase, pareció como si Todd hubiera agotado todas sus energías y
se dejó caer sobre las almohadas, respirando pesadamente.

--¿Estás bien?

--Sí -jadeó Todd--. ¿Oíste lo que dije?

Kevin sonrió. -Eres terco, ¿no? Sí, te oí y tienes razón. Siempre tienes razón.

--Eso no es cierto. He cometido tantos errores como cualquiera, y probablemente más que la
mayoría de la gente -dijo Todd--. Tienes que poner en duda todo lo que diga. No soy el
oráculo o el sabio de la tribu. Sólo soy como soy.

--Gracias a Dios.

--hablaremos de eso en un instante. Primero cuéntame de los otros trabajos.


Con voz vacilante, Kevin le contó a Todd sobre el puesto de vendedor de materiales de
construcción, y el de jefe de deposito de un proveedor de papelería. Cuando terminó, Todd
se sacudió la cabeza lentamente.

--Esos son sólo puestos temporales -terminó Kevin--. Simplemente para ayudarme a salir de
este mal momento.

--¿Te parece que eso es justo con la gente que te va a dar trabajo?

--La gente cambia de empleo constantemente.

--Ajá -Todd se quedó callado un buen rato--.

Creo que necesitas definir tus metas un poco más.

Dile a Elspeth que te traiga papel.

Todd esperó a que Kevin se sentara de nuevo para continuar.

--En la primera hoja escribe una cosa sobre ti mismo. ¿Quién eres?

Kevin hizo una mueca de desconcierto. -En realidad no sé muy bien quién soy.
Todd soltó una risa. -Claro que lo sabes.

Incluso una persona que no te conoce sabría un par de cosas sobre ti .

--¿En serio?

--¡Claro! Eres un ser humano, ¿o no? Y eres un hombre. Escribe eso -Todd observó a Kevin
escribiéndolo--. Muy bien, ¿qué más?

Vio que Kevin escribía su nombre.

--Bueno, ya vamos en tres. ¿Qué más?

Kevin suspiró y jugueteó con el lápiz.

--No sé -dijo al rato.

--Está bien. Escribe tu nacionalidad. Muy bien. Tu edad. La otra noche me dijiste que querías
ser rico. Escribe "rico".

--¡Pero si no soy rico! Mi dinero se está acabando rápidamente.

--Eso no importa. Escríbelo de todas formas, porque algún día vas a ser rico. Atraemos las
cosas en las que pensamos.

Kevin asintió. -Sí, ya sé, ya sé.

--Tal vez ya lo sepas, ¡pero seguiré repitiéndotelo hasta que de verdad lo creas! -Todd miró
a Kevin pensativo--. Ahora viene una pregunta seria. ¿De verdad quieres volver con tu
esposa?

--Sí, de verdad que sí.

--Perfecto. Escribe "felizmente casado".


--Pero si no lo estoy -Kevin sonrió al ver la mirada que Todd le lanzó--. Está bien, lo
escribiré.

Le tomó veinte minutos escribir dieciséis cosas sobre sí mismo.

--¡Suficiente! -dijo tras chupar el extremo del lápiz un rato--. No se me ocurre nada más.

--Así está bien -asintió Todd. De repente le dio un ataque de tos y Kevin tuvo que levantarlo
un poco y darle palmaditas en la espalda. Kevin quedó horrorizado al sentirlo tan frágil. Una
vez que el ataque pasó, le alcanzó a Todd un vaso de agua que estaba sobre la cómoda al
lado de la cama.

Todd se lo bebió todo. Sonrió al devolverle el vaso a Kevin.

--¡Eso me cayó mejor que nada en el mundo!

--exclamó--. ¿En qué íbamos? Sí, si, ya. Quiero que me leas la primera cosa de tu lista. Di
"Soy tal y tal cosa". Y dilo con entusiasmo.

--Está bien -dijo Kevin con incredulidad--.

Soy un ser humano.

--¡Con entusiasmo!

--¡Soy un ser humano!

--¡Así está mejor! ¿Cómo te sentiste al decirlo?

--Bien -Kevin estaba desconcertado, pero Todd asentía con alegría.

--Ahora la siguiente -dijo.

--¡Soy un hombre!

--¿Te sentiste bien con ésa?

Kevin asintió.

--¡Soy Kevin!

--¿Y con ésa?

--¡Muy bien!

--Sigue.

Kevin descubrió por qué Todd le preguntaba cómo se sentía cuando llegó a la sexta cosa de
la lista.

--¡Soy rico!

--¿Cómo te sentiste?

--No estoy seguro -dijo Kevin. Se le veía el desconcierto en la cara, y se le oía en la voz.
--Dilo otra vez.

--Soy rico.

--Y otra y otra y una más.

Kevin tuvo que decirlo diez veces antes de sentirse bien con esas palabras.

--¡Qué raro! -dijo.

--A veces tu mente necesita tiempo para aceptar las cosas -le dijo Todd--. Obviamente te
sientes muy pobre y por eso necesitas repetir varias veces "soy rico" hasta que puedas
decirlo sin que tu ser interno lo rechace. ¿Qué sigue?

--Estoy felizmente casado.

--¡Con entusiasmo!

--¡Estoy felizmente casado!

--¡Así está mejor! ¿Cómo te sentiste?

--¡Bien, muy bien!

Todd sonrió.

--Vamos progresando -dijo.

Les tomó otros veinte minutos llegar al final de la lista.

--Ahora quiero que repitas esa lista por lo menos una vez al día, hasta que cada una de esas
afirmaciones te suene bien.

Kevin se cuadró en postura militar. --¡Sí señor!


De repente a Todd le dio otro ataque de tos.
Kevin llamó a Elspeth cerró las cortinas.

--Suficiente por hoy -le dijo a Todd--. Quiero que trates de dormir un poco.

--Lo siento -le dijo Kevin, más tarde en la cocina--. No me he debido quedar.

Elspeth le sonrió con amabilidad.

--No, no. Si él te ha estado esperando todo el día. Tiene mucho interés en que salgas de este
mal momento.

--Me salvó la vida .

--Lo sé. A mí también.

Kevin la observó fijamente.

--Quieres decir que...

--Sí.
--¡Increíble!

Kevin atravesó la sala y se sentó en el sofá de cuero.

--Y hay muchos más -dijo Elspeth mientras lo seguía. Luego se detuvo junto a la biblioteca,
con una sonrisa extraña--. Creo que debe haber muchos, a juzgar por la cantidad de visitas
que recibe.

--¡Kevin! -una voz débil lo llamó de nuevo al lado de Todd.

--Siéntate, muchacho -la voz de Todd era apenas un susurro, pero aún tenía autoridad. Todd
esperó a que Kevin se acomodara para continuar--.

Quiero decir algo más.

--¿La quinta lección?

Los ojos de Todd brillaron.

--Sí. ¡La quinta lección!

Kevin tomó la mano de Todd y la estrechó suavemente.

--Estoy listo para oírla -dijo.

--Esta es difícil. Mucha gente se rinde al llegar a esta lección. Están a punto de alcanzar sus
metas y luego se rinden. Es una lástima.

Kevin asintió y escribió la cara del anciano. Era extraño ver unos ojos tan jóvenes y
vibrantes en esa cara vieja, cansada y pálida.

--Perseverancia es la número cinco -dijo Todd.

--No me sorprende -anotó Kevin.

--Si perseveras, puedes hacerlo todo, absolutamente todo. Fija tus metas tan alto como
quieras, y persíguelas con determinación incansable y perseverancia. Si lo haces, no hay
forma de que fracases -una vaga sonrisa cruzó el rostro de Todd--. Te lo pondré de otra
forma. Puede ser que fracases una, o dos o cien veces, pero al final recibirás el fruto del
éxito.

La intensidad que Todd puso en esas palabras pareció agotarlo. Cerró los ojos durante unos
segundos y respiró hondo, pero la mano con la que sostenía la muñeca de Kevin no se aflojó.

Justo cuando Kevin pensó que el anciano se había quedado dormido, Todd abrió los ojos, que
le iluminaron toda la cara.

--¿Te acuerdas de Churchill?

--¿De quién?

--De Winston Churchill.

Kevin asintió y sonrió. -Perdón, o entendí a quien te referías. Claro que me acuerdo. Y creo
que ya sé para dónde vas.

La sonrisa de Todd se ensanchó. -Entonces sigue tú. Dilo por mí.


--Winston Churchill fue el máximo exponente de la perseverancia -comenzó a decir Kevin--.
Durante los peores momentos de la segunda guerra mundial le dijo a todo el mundo que
Inglaterra nunca se rendiría. Le enseñó a todo un país el valor de la perseverancia.

Todd asintió.

--A pesar de las privaciones y las bajas, los británicos decidieron no rendirse nunca. Y
ganaron la guerra -dijo. Luego soltó la muñeca de Kevin y le dio un par de palmaditas--.
Ahora necesito dormir. ¿Vienes a verme mañana después de almorzar con Sandy?

CAPITULO 6

A l llegar al punto de encuentro, Kevin vio que Sandy estaba con su madre.

--¿Por qué la trajiste? -susurró Kevin. Sandy le apretó el brazo. -No te preocupes. Mamá te
quiere decir una cosa, y después se va.

--¿No va a almorzar con nosotros?

--No -dijo Sandy sonriendo--. No te asustes.

A pesar de lo que Sandy dijo, Mónica pidió una mesa para tres y les dieron la única que
quedaba libre en el restaurante. Kevin se sentó frente a Mónica, al lado de Sandy. Mónica lo
tomó de la mano.

--No sabía que fueras a almorzar con nosotros

--dijo Kevin.

La constante expresión de desaprobación de Mónica se convirtió en una tenue sonrisa.

--No me voy a quedar. Tengo que ir de compras -dijo, mientras jugueteaba con la carta unos
momentos--. O tal vez me tomo un café mientras ustedes comen. Duncan y yo hemos
estado hablando sobre tu situación.

Kevin se los imaginó a ambos discutiendo minuciosamente su "situación".

--No te preocupes por mí -dijo--. He tenido unas cuantas entrevistas de trabajo. Todo está
bajo control.

Mónica extendió el brazo a través de la mesa y le dio una palmadita en la muñeca con la
mano enguantada.

--Me da gusto oír eso -dijo--. Duncan y yo te debemos una disculpa.

Kevin abrió los ojos, pero tuvo que esperar a que les tomaran el pedido para saber a qué se
refería. Mónica lo observó por encima de la taza.

--Como te decía, Duncan y yo sentimos que tal vez fuimos algo duros contigo la otra noche.

--Olvídalo.
--No, Kevin. Queremos que nos disculpes. Le hemos dado muchas vueltas a tu situación, y
finalmente llegamos a un acuerdo.

--¡Que bien! -Kevin miró a Sandy, que examinaba el borde del mantel--. ¿Y qué acordaron?

--Que es tu vida, y debes hacer lo que quieras con ella. Claro que como estás casado, tienes
responsabilidades. No puedes hacer lo que te venga en gana cuando se te dé la gana. Pero si
quieres volverte a meter en un negocio después de este desastre... -Mónica se estremeció y
tomó otro sorbo de café-bueno, eso es asunto tuyo.

--Gracias, Mónica, eso me tranquiliza.

--Y no vamos a interferir. Claro que lo único que nos preocupa es Sandy.

--Por supuesto.

Mónica se puso de pie y rodeó la mesa para despedirse de Sandy. También le dejó dinero.

--El almuerzo va por mi cuenta -dijo--. Que lo disfruten.

La observaron mientras salía del restaurante.

--¿Sabías que iba a hacer esto? -le preguntó Kevin.

--Más o menos. Han estado hablando del asunto sin parar. No estoy muy segura de que sea
lo que ellos quieren, pero sé que desean vernos felices.

Kevin sonrió. -Una disculpa. Es increíble, especialmente viniendo de tu madre.

--Bueno, come. Aprovecha que ella paga.

Después Kevin acompañó a Sandy hasta el trabajo, y la besó a la entrada del edificio. Sandy
sonrió.

--Así era antes de que nos casáramos -dijo.

Luego la expresión le cambió--. Kevin, me encanta que estés buscando trabajo, pero por
favor ten cuidado con ese anciano y sus ideas raras, ¿sí?

Ella lo besó de nuevo, y antes de que él pudiera contestarle, entró por la puerta giratoria.

Kevin se puso muy contento de encontrar a Todd vestido y disfrutando del sol en el balcón.

--¿Cómo te fue? -le preguntó Todd.

--Ya te cuento -le dijo Kevin-pero antes cuéntame cómo estás tú.

--Bastante bien para mi edad. En un par de días estaré de nuevo abrazando árboles allá
abajo -dijo Todd sonriendo.

--Fantástico -le dijo Kevin con afecto, y luego le contó sobre el almuerzo y las últimas
palabras de Sandy.

--Tiene razón -dijo Todd cuando Kevin terminó--. Debes tener cuidado.

--¿Cuidado con qué?


--Con todo lo que te digo. No lo aceptes con los ojos cerrados. Así no funciona. Tienes que ir
allá afuera y poner a prueba mis consejos. De esa forma sabrás si son buenos o no.

--¡Pero yo sé que son buenos!

Todd sacudió la cabeza. -Aprecio tu confianza en mí, pero eso es algo que tienes que hacer.

Kevin asintió. -Está bien, lo intentaré.

--¡No, no, no! -Todd lo miró fijamente--.

No intentes nada. Si dices que vas a intentarlo, siempre vas a fracasar. La palabra "intentar"
implica la posibilidad de un fracaso.

--Sí, recuerdo que me dijiste que la palabra "intentar" no formaba parte de tu vocabulario.

--Ahora sabes por qué -sonrió Todd--. Pero no admitas a ojo cerrado lo que te digo.
Compruébalo.

--¿Ese es otro secreto?

--No. Aún no estás listo para el próximo. Te lo diré cuando llegue el momento.

CAPITULO 7

     E
      xactamente a las 10:30, Kevin fue escoltado hasta la oficina del señor
Grayland. Era una amplia oficina de esquina, en el piso 11 de un edificio del centro. Cuando
Kevin entró, se quedó pensando en cuánto costaría el alquiler de ese lugar.

El señor Grayland le estrechó la mano cordialmente y le ofreció asiento en un sofá.

--Tiene una hoja de vida impresionante -dijo, dándole un golpecito a los papeles que tenía en
la mano.

--Gracias -dijo Kevin--. Pero antes que todo debo confesarle que no sé si me interesa el
trabajo.

El señor Grayland se rió. -Eso nunca lo había oído, por lo menos no en una entrevista.

--Bueno, señor, de verdad necesito un trabajo, en realidad sí lo necesito. Mi negocio fracasó


y debo mucho dinero. Pero también tengo que serle franco. Mis intenciones son
independizarme tan pronto como pueda. Estoy buscando algo que me saque a flote, y me
doy cuenta de que usted probablemente quiere contratar a alguien que se quede en la
compañía varios años.

El señor Grayland se puso de pie y fue hacia la ventana. Se frotó la barbilla pensativo. Al
rato empezó a reírse y a mover la cabeza de un lado a otro. Se volvió hacia Kevin todavía
riéndose.

--Venga acá -le dijo. Quiero mostrarle algo.


Kevin se reunió con él junto a la ventana y miró hacia abajo, hacia la intersección de las
calles, y luego hacia los edificios que había alrededor. Podría ser el centro de cualquier
ciudad grande.

El señor Grayland le mostró el panorama con un gesto de la mano.

--Dígame, ¿qué ve?

Kevin miró de nuevo. Abajo sonó el pito de un automóvil. Vio el tráfico detenerse para que
los peatones cruzaran la calle. Se daba cuenta de que el señor Grayland lo observaba
cuidadosamente.

--Veo muchas cosas, señor Grayland -dijo--. Pero veo una cosa por encima de todo lo
demás: oportunidades. Toda esa gente allá en la calle, todas las personas en los
automóviles, en las oficinas a nuestro alrededor necesitan algo. Veo un mundo de
oportunidades.

El señor Grayland lo miró con una sonrisa radiante. --¿Sabes, muchacho? Creo que nos
vamos a poder ayudar el uno al otro.

Dos horas después, Kevin se sentó frente a Todd en la mesa del comedor, y le contó lo que
le había pasado en la mañana. La bata que Todd llevaba puesta parecía ser varias tallas más
grande, pero la expresión de su cara se veía alerta e interesada, como siempre.

--Creo que nos sintonizamos desde el primer momento -empezó Kevin--. Le dije lo que me
dijiste de las oportunidades que están en todas partes, y terminó por darme una. Voy a
empezar una nueva división en su compañía, como proveedor de accesorios para
computadores. Eso hace que mis conocimientos de computadores se unan a su experiencia
en papelería y productos de oficina.

Todd sonrió encantado y abrió los brazos con entusiasmo.

--¡Es maravilloso! ¿Ves lo que pasa cuando te apegas a la vida y te mantienes alerta
esperando una oportunidad? ¿Cuándo empiezas?

--Cuando quiera. Decidí hacerlo el lunes. Eso me dará tiempo de arreglar unas cuantas cosas
antes. Lo mejor de todo es que es casi como tener mi propio negocio. Vamos a ser socios,
pero tendré un ingreso regular mientras me establezco.

Todd se tomó una cucharada de sopa de champiñones. Kevin vio que la mano le temblaba
ligeramente. Por lo menos estaba comiendo. Hasta ahora se había limitado a jugar con la
sopa.

--Quiero agradecerte con todo mi corazón -dijo Kevin--. Por todo.

Todd sacudió la cabeza. -No hay necesidad. Estoy tan contento como tú. Sembré unas
semillas y ahora están dando fruto. El placer es todo mío.

Kevin se sirvió un poco de jamón y ensalada.

--Me gustaría devolverte el favor de alguna manera.

--Claro que puedes -dijo Todd sonriendo--, y estoy seguro de que lo harás. Todo lo que
necesitas es ayudar a alguien más, tal como dices que yo te ayudé a ti. Ya empezaste. ¿Te
acuerdas del vagabundo en el parque? Me puse muy feliz cuando me contaste lo que hiciste
por él.

--él no lo agradeció.
--¿Y qué? Hiciste algo bueno. Creaste un buen karma para ti. Quien sabe, tal vez ésa es la
razón por la cual te hicieron esa maravillosa oferta esta mañana.

Kevin dejó el tenedor sobre el plato.

--¿Crees que me ofrecieron el trabajo porque ayudé a ese hombre en el parque?

--Tal vez sí, tal vez no -dijo Todd moviendo las manos--. Pero el simple hecho de haber
hecho algo bueno significa que algo bueno te pasará a ti algún día. Es una ley universal. No
tienes que creer en ella para que funcione. Sé que es una ley casi egoísta. Ayudo a otros
porque sé que de muchas maneras eso me beneficiará.

--¿Cómo te has beneficiado por haberme ayudado?

Todd se rió. -He disfrutado muchísimo de tu compañía y tu amistad. Has estimulado mi


mente. Estoy tan contento como tú con tu nueva oportunidad. Ya he recibido una enorme
compensación.

--Sí, pero ¿te has beneficiado de otras formas?

Todd suspiró y dejó la cuchara entre la sopa.

--Estoy seguro de que habrá muchos beneficios, sólo que no siempre se pueden reconocer
en el momento. Tú sabes, como cuando te sucede algo bueno y no te lo estabas esperando.
Eso me pasa todo el tiempo, y no tengo la menor duda de que es porque he hecho cosas
para ayudar a los demás.

Hubo un largo silencio mientras Kevin pensaba en las palabras de Todd. Elspeth apareció,
trajo más jugo, y se llevó los platos vacíos. Kevin notó que pasó la mano un segundo sobre
el hombro de Todd.

Todd comió algo de ensalada y se tomó el jugo.

--Ahora es el momento de contarte la regla número seis -dijo sonriendo con desparpajo. Su
cara se veía de repente joven y llena de entusiasmo--. De hecho, ésta ya la sabes y la has
puesto en práctica.

--¡No puede ser! -se rió Kevin--. ¡No puedo creer que haya estado poniendo en práctica una
de las reglas sin siquiera darme cuenta!

--Yo no diría eso exactamente -corrigió Todd--. Es algo que sabías antes, pero que olvidaste,
y creo que hoy te lo encontraste de nuevo.

Con esfuerzo, Todd corrió su silla hacia atrás y se puso de pie sobre unas piernas
temblorosas. Kevin fue hacia él para sostenerlo. Caminaron juntos hacia el balcón que daba
al puerto. Todd se sentó en una silla acolchada, y Kevin trajo una silla del comedor para él.
Kevin respiró hondo varias veces para sentir el aire del mar antes de sentarse.

--No me tengas en ascuas -dijo--. ¿Cuál es la regla número seis?

--¿Crees en Dios? -le preguntó Todd, con los ojos fijos en su cara.

Kevin pasó saliva. -No estoy muy seguro, Todd. Creo en algo, llámalo una fuerza vital
universal, o un espíritu que tenemos dentro.

--Eso es muy similar, supongo -afirmó Todd--. Sí, yo creo en una mente universal y en una
chispita que habita en cada ser viviente. Todos estamos conectados unos con otros. Todos
los seres vivientes de este planeta. Por eso es que tenemos que cuidar todo lo que hay en
este mundo maravilloso. En el fondo, todo es parte de nosotros mismos.

Todd observó las crestas blancas de las olas en la bahía.

--Lo que necesitamos es fe, Kevin -dijo--. Y no lo digo en el sentido de creer en un dios
sentado en una nube esponjosa en alguna parte. Lo que quiero decir es que debes creer en ti
mismo. Debes tener fe, o confianza, si lo prefieres, en que puedes lograr las metas que te
propongas. Si crees en ti mismo puedes conseguir lo que quieras.

--¿De verdad piensas que creo en mí mismo? -dijo Kevin suspirando pesadamente.

--Claro que si. Ayer no creías en ti, pero esta mañana convenciste al señor Grayland de que
eras la persona adecuada. No lo habrías conseguido si no creyeras en ti. ¿Recuerdas cuando
empezaste a trabajar? Debes haber estado lleno de confianza y fe.

--Y mira qué bien me hizo.

Todd se rió. -Sí, perdiste la confianza por un tiempo. Pero no importa. Ya la recobraste.

--¿Así que sólo me queda una lección por aprender?

Todd asintió. -Tú ya la sabes, Kevin.

--¿Me la vas a decir ahora?

--Hoy no -dijo Todd muy serio--. Quiero que practiques las otras un poco más. No quiero que
sólo las pienses y las aceptes a nivel racional. Quiero que las pongas en práctica en tu vida
diaria. Así podrás comprobarlas a satisfacción. Y tal vez podrás probárselas a Sandy también
-Todd extendió el brazo y le tocó la rodilla--. Tengo algo de frío. ¿Le puedes decir a Elspeth
que me traiga una manta?

CAPITULO 8

K evin se despertó con el timbre de la puerta, que sonaba insistentemente. Estiró el


brazo para alcanzar el despertador y descubrió que eran las nueve y diez minutos. Salió de
la cama apresuradamente, se puso la bata y salió a la puerta. Dos policías lo esperaban en
posición de firmes, sin dejar que ninguna expresión se les asomara a la cara mientras lo
miraban de arriba abajo. Se presentaron y le preguntaron si podían hacerle unas preguntas.

--Emm, sigan -dijo Kevin. Se hizo a un lado para dejarlos pasar y los condujo a la sala.

--Ustedes vienen por la queja que puse -dijo--. Lo siento, debí haberla retirado.

El mayor de los policías, un hombre de cara morena, más o menos de la edad de Kevin,
abrió un cuaderno.

--Usted puso una queja contra un tal Michael Bestens.

--Sí. Era mi socio. Pero quiero retirarla.

--Usted dijo que el 15 de abril él lo atacó malintencionadamente con un bate de béisbol,


frente a varios testigos.
--Fue sólo una discusión que se nos salió de las manos. No me hizo daño.

--Usted pasó una noche en el hospital, y el informe médico dice que tenía dos costillas rotas.

--Sí. Pero ahora estoy bien.

--Los testigos corroboraron su historia, señor Huddersfield. Obviamente fue un ataque grave,
que usted no provocó.

--Bueno, nuestro negocio acaba de quebrar y yo le eché la culpa. Pensé que se había robado
el dinero.

--Lo raro en ese caso es que hubiera sido él el que lo atacara -observó el policía.

--Supongo que yo lo provoqué. Lo acusé de muchas cosas frente a amigos comunes.

--Esos amigos corroboraron su versión del incidente.

--Sí -Kevin se apretó el cinturón de la bata. Sentía el frío del piso de madera bajo los pies--.
Miren, ¿no podría solamente retirar la queja? Ya lo perdoné. De hecho, casi me había
olvidado de esa noche hasta que los vi en la puerta.

El policía joven hizo chasquear la lengua y miró al techo. Su colega cerró el cuaderno.

--¿Y qué pasa con el supuesto robo del dinero? ¿También puso una queja?

Kevin negó. -No. Iba a hacerlo. Incluso le pedí a mi contador que hiciera las cuentas para
determinar la cantidad exacta del faltante, pero decidí dejarlo así. Perdoné a mi socio y
olvidé el asunto.

El policía tamborileó con los dedos sobre el cuaderno.

--No es tan fácil, señor Huddersfield. Usted puso una queja y nosotros nos hemos puesto a
verificarla. Ahora, cuando ha pasado tanto tiempo ¿quiere que nos olvidemos de ella?

Kevin se aclaró la garganta. -Sí, por favor. Si es posible.

Los policías se pusieron de pie al mismo tiempo. El mayor de los dos movió la cabeza de lado
a lado.

--Nuestro trabajo sería mucho más fácil si todo el mundo fuera tan poco rencoroso como
usted -dijo.

--Vivo el presente -explicó Kevin--. Lo pasado, pasado.

Los dos hombres se cruzaron una mirada y salieron de prisa.

Kevin se vistió rápidamente y se preparó un café fuerte. Tras beber unos sorbos, alcanzó el
teléfono y llamó a su ex socio.

--Hola, Michael -dijo. Se podía imaginar la cara de sorpresa de su ex socio. El silencio se


prolongó varios segundos y Kevin lo rompió.

--Es Kevin, Michael. Sólo llamaba para saber cómo estabas.

--Bien, muy bien -contestó Michael, y la sorpresa era evidente en su voz--. Y tú ¿cómo
estás?
--Bien -dijo--. Cada mañana es como a empezar a vivir de nuevo. Sólo quería saludarte y
decirte que retiré todos los cargos en tu contra. También te perdono. Te perdono todo.

--¿Qué?

--Que seas muy feliz, Michael. Adiós.

Kevin le sonrió a su imagen en el espejo mientras se afeitaba. "La filosofía de vida de Todd
definitivamente funciona", pensó. "Me siento mejor de lo que me había sentido en años".

Sintió la urgencia de contarle a Todd lo que había pasado en la mañana. El teléfono de Todd
sonaba ocupado, y tras intentar comunicarse varias veces, decidió ir hasta allá y ver cómo
estaba.

El día estaba nublado, pero eso no afectó el buen ánimo de Kevin. Les sonrió a una madre
con un nene en la calle, y abrazó dos árboles en un parque. Por el camino empezó a reírse
en voz alta, de la pura dicha de estar vivo.

No hubo respuesta cuando timbró en el apartamento de Todd. Se quedó indeciso frente a la


puerta unos minutos y después caminó lentamente hacia los almacenes de la costa.

Pidió un capuchino en una cafetería al aire libre y se sentó de manera que pudiera ver la
entrada al edificio de Todd. Sintió una punzada de preocupación mientras acunaba la taza
caliente entre las manos. Treinta minutos después pidió otro café y lo hizo durar una hora.
No vio entrar o salir a nadie del edificio.

Kevin sintió que la presión le endurecía los hombros y empezó a caminar de un lado a otro
frente al edificio. Ojalá supiera dónde vivía Elspeth.

De repente se le ocurrió timbrar en los apartamentos vecinos. En uno le respondió una voz
cascada, incorpórea, que sonaba fantasmal a través del citófono. Parecía pertenecer a una
anciana. Ella no sabía nada, según le dijo, pero podía golpear en la puerta de Todd y ver si
había alguna respuesta.

Le tomó siglos volver. Su marido, según le dijo, había visto una ambulancia llegar durante la
noche, pero no sabía si venía para donde el señor Melvin. No había habido respuesta a su
llamada a la puerta.

Kevin le agradeció y dio media vuelta. Se sentía como en medio de una niebla densa y se
recostó contra el muro de ladrillo buscando apoyo. Ahora tendría que llamar a los hospitales
para averiguar dónde estaba Todd.

--No llores -oyó que le decía una voz familiar. Miró a su alrededor y sonrió aliviado cuando
vio a Elspeth. Ella le puso la mano en el hombro--. Todd vuelve a casa esta tarde. ¿Me
ayudas a subir estas cosas, por favor?

Todd había tenido un ataque durante la noche, le dijo Elspeth. Ella se había quedado a
dormir en el apartamento porque él no estaba bien, y gracias a eso pudo llamar a una
ambulancia.

--Está listo para irse -le dijo a Kevin, mirándolo a los ojos--. Sólo se queda porque tú y otra
persona lo mantienen aquí.

--No quiero retenerlo -dijo Kevin.

Elspeth sonrió.

--Claro que no. Pero él no puede irse hasta que sepa que estarás bien.
--Estaré bien -dijo Kevin restregándose los ojos--. Sólo que nunca había conocido a nadie
como Todd, y no quiero perderlo tan pronto.

--Ninguno de nosotros quiere perderlo -dijo Elspeth--. Pero está viejo y cansado.

--Lo sé. Estaba pensando sólo en mí mismo.

Elspeth movió la cabeza.

--Sé cómo te sientes, Kevin. Créeme que lo sé.

--¿Quién es la otra persona?

--Es una mujer que acaba de perder a su marido. Todd la ha estado ayudando en las últimas
semanas.

--¿Al mismo tiempo que a mí?

Elspeth asintió. Kevin vio lágrimas en sus ojos.

--¿El va estar bien? -Preguntó Kevin--. Dijiste que vuelve a casa esta tarde.

--Va a necesitar mucho descanso.

Elspeth se puso de pie y empezó a guardar el mercado que había traído.

Kevin se sintió inútil. --¿En qué puedo ayudar?

--¿Qué tal eres para pasar la aspiradora? -preguntó Elspeth.

El apartamento estaba inmaculado cuando la ambulancia llegó. Elspeth había comprado


flores y su perfumado aroma perfumaba la sala.

Kevin y Elspeth bajaron corriendo para ver si podían ayudar en algo. Todd estaba contento
de verlos. Su cara se veía pálida y demacrada, pero la sonrisa era cálida.

--Muchas gracias a ambos -les dijo.

Los paramédicos lo subieron y lo metieron entre la cama. Elspeth tenía la sopa lista, y se la
dio a cucharadas. Kevin se sentó a los pies de la cama, sintiéndose más triste que nunca.

--No lo estás haciendo -le dijo Todd.

Kevin quedó desconcertado. --¿Haciendo qué?

--La regla número uno.

--Vive el presente -repitió Kevin automáticamente. Su mirada se encontró con la de Todd y


sonrió--. Tienes razón, pero es difícil.

--Nadie dijo que la vida fuera fácil -le recordó Todd--. Pero tú eres fuerte, eres capaz y vas a
ganar.

--Gracias -respondió Kevin.

--Ahora cuéntame cómo te fue hoy.


El entusiasmo de Kevin fue creciendo a medida que le contaba a Todd lo sucedido por la
mañana. Todd sonrió y asintió.

--Vas por buen camino -dijo. Miró a Kevin durante un buen rato, con una sonrisa en los
labios.

--Mejórate pronto, por favor -dijo Kevin--. Todos te necesitamos.

--Gracias. Pero creo que se acerca la hora de irme. Conoces mi filosofía. No le temo al
futuro. Y tú tampoco le deberías temer. Menos ahora.

--Es mejor que me vaya -Dijo Kevin poniéndose de pie--. Pero vuelvo por la mañana.

Al llegar a la puerta, se detuvo y volteó a mirar a al hombre frágil en esa cama enorme.

--Kevin.

--¿Sí?

--Hay una lección más.

--Ya lo sé.

--La pusiste en práctica esta mañana. Estoy orgulloso de ti.

Kevin sonrió y trató de pensar en cuál podría ser. -Vas a tener que decírmela -dijo.

--Debes ayudar a los demás, y perdonarlos.

--Ya veo -dijo Kevin asintiendo despacio.

--Y hay más todavía.

Todd se enderezó hasta quedar casi sentado. Luchó por respirar, pero le indicó a Kevin que
no se acercara cuando se apresuró a ayudarlo.

--Primero que todo, tienes que perdonarte a ti mismo -continuó Todd.

--¿A mí mismo? -Kevin frunció el ceño tratando de entender.

--Todos hacemos una cantidad de bobadas, de cosas estúpidas -dijo Todd entre jadeos--.
Todos somos desconsiderados, poco amables, intolerantes, etc. Tienes que perdonarte por
todo lo que hiciste en el pasado. Solo cuando lo hayas hecho podrás ayudar a los demás.

--Pero perdoné a mi socio. ¿Acaso no puedo perdonarlo de verdad hasta que no me perdone
a mí mismo?

--Sí y no -dijo Todd.

Kevin se daba cuenta del enorme esfuerzo que estaba haciendo Todd para hablar, pero sabía
que no podría irse hasta que se lo hubiera explicado todo.

--Cuando lo perdonaste -dijo Todd--, ¿sentiste que te quitabas un peso enorme de encima?

--¡De verdad que sí! -dijo Kevin riendo.


Todd asintió. -Trata de perdonarte a ti mismo. Te vas a sentir como si volvieras a nacer.
Cuando te perdonas a ti mismo de verdad, estás poniendo en práctica la lección número uno,
¿no crees?

--¿Quieres decir, "lo pasado, pasado"?

--Exacto. Piénsalo -Todd bostezó y le sonrió a Kevin con expresión soñolienta--. Perdóname.
Creo que el viaje de vuelta me dejó exhausto. ¿Vienes a verme mañana?

Como si se hubieran puesto de acuerdo, Elspeth apareció y se llevó a Kevin. En la puerta,


Kevin le anotó su número de teléfono.

--Llámame, Elspeth. No importa la hora. Llámame si pasa algo, o si puedo ayudar. Me voy
derecho a mi casa.

A Kevin le costó trabajo quedarse tranquilo en casa. No dejaba de preguntarse si Todd


estaría bien. A la tercera vez que llamó, Elspeth le dijo que iba a dejar el teléfono descolgado
si seguía llamando.

--Te llamaré si pasa algo -dijo--. Te lo prometo.

En la tarde, Kevin fue caminando hasta un centro comercial y compró pergamino, tinta y una
pluma de caligrafía. Se instaló en la mesa de la cocina y trató de escribir unas letras
exactamente iguales a las de las palabras que habían visto en el libro que Todd guardaba en
la habitación de huéspedes. Tras media hora de practicar, se sintió con la suficiente soltura y
empezó a escribir en la hoja de papel pergamino. La encabezó con la frase "Los siete
secretos del éxito".

Observó su trabajo con ojo crítico. No era perfecto, pero se parecía bastante al estilo que
recordaba.

Con cuidado, escribió: "Lo pasado, pasado". Pudo recordar cada emoción, cada sentimiento y
cada sensación que experimentó cuando abrió el libro y vio esas palabras por primera vez.
Sonrió. Eran las palabras que habían empezado a cambiar su vida. Dijo las palabras en voz
alta, vacilando. Sí, sonaba bien. No importa lo que otros pensaran o dijeran. Esas palabras
eran la verdad absoluta para Kevin.

Le tomó varios minutos decir cómo expresaría el segundo paso. Probablemente lo que Todd
había querido decir era "Abraza la vida", pero Kevin escribió finalmente "Abraza los árboles,
y la vida". Se dio cuenta de que asentía en silencio a medida que iba escribiendo las
palabras. De nuevo dijo la frase en voz alta, para ver si le sonaba cierta. Se puso de pie y
caminó por el cuarto repitiendo las frases una y otra vez. Se rió cuando vio su reflejo en el
espejo y volvió al trabajo.

"Fíjate metas que valgan la pena" era algo más fácil de escribir que de llevar a cabo, pero
Kevin se sintió satisfecho porque, gracias a la ayuda de Todd, se había fijado metas
específicas.

Cuando escribió "Las oportunidades están en todas partes", se sintió de nuevo en la calle con
Todd, mirando las tiendas y los automóviles que circulaban con rapidez. Se preguntó si Todd
y él volverían a caminar juntos por esa calle. Antes de ponerse demasiado sentimental,
recordó una imagen de su entrevista con el señor Grayland, donde había usado esas mismas
palabras para venderse como empleado.

"Persevera" era la quinta pauta. Tuvo que decirla en voz alta veinte veces antes de que le
sonara bien.

"Necesito ser más tenaz, perseverar, perseverar" se dijo. "La perseverancia asegura el
éxito".
Kevin hizo una pausa para prepararse una taza de té antes de seguir. Necesitaba pensar en
el sexto paso. No estaba seguro de si la palabra "fe" sería suficiente, o si debería escribir "fe
en uno mismo".

Mientras se tomaba el té, leyó una y otra vez los pasos que había escrito. Cuando terminó,
tomó la pluma y escribió "Fe".

--Fe -dijo en voz alta--. Fe -repitió vacilante. Sacudió la cabeza y añadió otras palabras.

--Fe en uno mismo -repitió en voz alta--. Fe en ti mismo -así sonaba mejor.

Sólo le faltaba un paso. Kevin observó su trabajo. Le quedaba espacio en el papel para
dedicarle dos líneas al último, y así conservar el diseño inicial de la página.

Le costó más trabajo escribir el último. Se sentía lleno de gratitud, pero al mismo tiempo le
daba tristeza pensar que Todd ya le había dado la lista completa. Se había esforzado mucho
por aprender los pasos, pero ahora que lo había hecho, le hubiera encantado que aún le
quedaran varias por delante.

Hasta el momento, su caligrafía había sido relativamente buena. Lo sorprendía ver cómo esta
vieja habilidad había vuelto. Con el último paso, tuvo especial cuidado pues no quería dañar
su trabajo con un tachón descuidado.

Lentamente escribió: "Ayuda a los demás. Perdónalos y perdónate a ti mismo".

Estaba casi oscuro cuando terminó. Calentó unos espaguetis y se los comió mientras veía
televisión. Varias veces pensó en llamar a Elspeth, pero se contuvo.

Se acostó temprano, y se quedó en la oscuridad, en silencio, repitiéndose las leyes de Todd


una y otra vez, como un mantra.

Antes de quedarse dormido intentó perdonarse, tal como Todd se lo había dicho. Era difícil y
estaba a punto de darse por vencido, cuando sintió una liberación casi espiritual. Se sintió
ligero y en perfecta paz con el mundo. "Esto era a lo que Todd se refería", se dijo, mientras
se acordaba y se quedaba dormido.

El teléfono lo despertó al segundo timbrazo. Tomó el auricular con un repentino sentimiento


de terror.

--¿Eres tú, Elspeth? -preguntó.

--Ven pronto -le dijo Elspeth--. Ha llegado el momento.

--Voy en camino.

Llamó un taxi y apenas tuvo tiempo de afeitarse y vestirse antes de que llegara a recogerlo.
Llegaron a donde Todd al mismo tiempo que una ambulancia.

Kevin siguió a los paramédicos escaleras arriba. Elspeth estaba en la puerta, las lágrimas le
rodaban por la cara. Kevin se detuvo a dos escalones de ella. No tenía sentido seguir
subiendo.

Capítulo 9
E l señor Grayland sonrió al ver la expresión de Kevin

--Esto es sólo el comienzo -dijo--. Me imagino que vas a necesitar todo este espacio.
Tenemos más si lo necesitas, pero esto debe ser suficiente para empezar.

--Es perfecto -dijo Kevin mirando la bodega vacía a su alrededor-- Supongo que llenaremos
esto rápidamente.

--La estantería llega esta tarde -dijo el señor Grayland--. Mientras tanto, puedes mirar en
esos catálogos para ver que necesitas. Te asigné a un muchacho joven para que te ayude.
Se llama Josh. Es un buen trabajador, y estoy seguro de que hará buen equipo contigo.
También tengo la sensación de que le va a convenir estar contigo.

Kevin pensó en lo que el señor Grayland había dicho cuando le presentaron a Josh una hora
más tarde. Era un adolescente alto y grande, de pelo rubio rojizo que le llegaba hasta los
hombros. Le sonrió con timidez a Kevin y evitó mirarlo a los ojos.

Ojearon los catálogos juntos. Kevin estaba impresionado con los conocimientos del
muchacho. Después del almuerzo, Kevin le pidió que dibujara un plano para indicar donde
debería ir la estantería.

--Muy bien -le dijo cuando terminó--. Cuando vengan los hombres que traen la estantería,
haz que la instalen de acuerdo con el plano, ¿bueno?

Josh bajó la cabeza. -No, no puedo -murmuró.

--Claro que sí -contestó Kevin--. Tengo que salir, así que tú estarás a cargo de eso.

--No creo que sea capaz de hacerlo -dijo Josh mordiéndose los labios.

Kevin asintió. -Siéntate un momento -le dijo. Le contó brevemente sobre su fracaso en los
negocios y el encuentro con Todd que le cambió la vida.

--Todd me enseñó a tener fe -le dijo--. Debes tener fe en ti mismo. Si crees que puedes
hacerlo, lo harás. Ya hiciste un excelente trabajo con el plano. Ahora lo único que tienes que
hacer es encargarte de que la estantería quede en la misma posición. Yo sé que puedes
hacerlo. El señor Grayland sabe que puedes hacerlo. ¿Cómo te sientes ahora?

Josh se movió incómodo. -Creo que puedo hacerlo.

Cuando Kevin y el señor Grayland volvieron de visitar al proveedor principal unas horas más
tarde, la estantería estaba en su sitio. Josh los saludó con una amplia sonrisa.

--Ni que lo hubieran cronometrado -les dijo--. Los instaladores acaban de irse.

Se veía que tenía ganas de mostrarle a Kevin cómo había quedado el lugar.

--Podemos poner todo lo que tenga que ver con impresoras en esta fila -dijo--. Los cartuchos
para las láser y esas cosas pueden ir allá, de manera que queden juntas. En la isla siguiente
podemos poner los módems.

Kevin sonrió al ver el entusiasmo de Josh al terminar de mostrarle todo.

--Muy bien -le dijo--. Pon todo esto en tu plano, de manera que el señor Grayland y yo
sepamos dónde van a estar las cosas. El primer pedido llega mañana, y yo no voy a estar
aquí para recibirlo -la voz de Kevin se quebró al recordar que el funeral de Todd era a la
mañana siguiente--. Llegaré más tarde, y tú estarás a cargo hasta que yo llegue.

--¿A cargo?

--Sí, Josh. Acuérdate que debes tener fe en ti mismo.

--Pero Kevin, la última vez que el señor Grayland me dejó a cargo, todo salió mal.

--Lo pasado, pasado -las palabras salieron automáticamente, y Kevin parpadeó al darse
cuenta de lo que acababa de decir. ¡Las palabras de Todd se estaban convirtiendo en parte
de su vida! Josh lo miraba sin comprender.

--Lo que quiero decir, Josh, es que la vez que todo salió mal fue en el pasado. Debes dejarla
atrás y vivir el presente. Todos hemos cometido errores. Todos nos arrepentimos de algo
que hicimos. Tenemos que dejar atrás esas cargas que no necesitamos. Te vas a sentir
mucho mejor cuando lo hagas.

Josh asintió lentamente. --¿Estás tratando de convencerme para que me quede a cargo de
todo mañana?

--Sí. Pero únicamente porque sé que puedes hacerlo. Tengo fe en ti.

--Espero poder hacerlo -dijo con inseguridad.

--¡Deja el pasado atrás, Josh! -le recalcó Kevin.

Cuando se fue a acostar esa noche, Kevin seguía pensando en cómo le habían salido las
palabras de Todd de la boca. Tal vez estaba empezando a vivir siguiendo las pautas de Todd.
Si podía ayudarle a Josh a confiar en sí mismo y a elevar su autoestima, estaría ayudando a
alguien más, de la misma manera en que Todd le había ayudado a él.

Se quedó dormido con una sonrisa en los labios.

Capítulo 10  

K evin estaba asombrado de ver la cantidad de gente que asistió al funeral de Todd. Era
un día deprimente y frío, con chubascos repentinos. A pesar de eso, la iglesia estaba repleta
de personas que esperaban rendirle un último homenaje a su amigo. Mucha gente esperó
afuera  a la intemperie, mientras terminaba la ceremonia. 

Kevin estaba sentado en la parte central de la iglesia. Sandy estaba a su lado, y le sostuvo la
mano durante todo el servicio. Kevin no le prestó mucha atención a lo que sucedía. Como
muchos de los asistentes, usó ese tiempo para pensar en la milagrosa transformación que
Todd había operado en su vida. 

Varias personas se pusieron de pie y le rindieron tributo a su amigo. Kevin se sorprendió al


descubrir que sus historias eran muy parecidas a la de él. Todd les había ayudado a todos los
que estaban en la iglesia, en algún momento de su vida. 

Incluso el pastor parecía haber sido tocado por Todd. Hizo un espléndido discurso  y le contó
a la audiencia sobre sus experiencias con Todd, y como éste le había transformado la vida. 

--Todos los que lo conocimos –concluyó—nos convertimos en mejores personas después de


cruzarnos con él. 
Hubo una pausa en la lluvia cuando la ceremonia terminó y los asistentes salieron
lentamente y se reunieron en los alrededores. 

Afuera, Todd se encontró con algunos de sus antiguos colegas de trabajo. Estaban ansiosos
por discutir su relación con Todd. Le sorprendió encontrar que personas a las que él
consideraba felices y bien adaptadas a la vida habían conocido a Todd en algún momento,
cuando más lo necesitaban. 

Sandy estaba conmovida por el servicio, especialmente por los homenajes, y escuchó
atentamente a la gente con la que Kevin habló, mientras contaban sus experiencias con
Todd. 

Elspeth se les acercó cuando ya se iban. 

--¿Puedes venir a dónde Todd un rato? –preguntó--. Algunos de sus mejores amigos
vendrán, y me gustaría que tú estuvieras también. 

Kevin lo pensó. –Yo sólo conocí a Todd durante unas semanas –dijo--. No me sentiría bien
entre sus mejores amigos. 

--Te estás subestimando –le dijo Elspeth y lo abrazó--. Yo sé que a él le hubiera gustado que
vinieras. Te dejó un mensaje –luego se dirigió a Sandy--. ¿Tú también querrías venir? 

--Muchísimas gracias –dijo Sandy--, pero infortunadamente tengo que volver a la oficina. Ve 
tú, amor. Nos vemos esta noche –dijo besando a Kevin. 

Había unas veinte personas donde Todd cuando Kevin llegó. Había gente de todas las
edades. La mayoría eran ya mayores e incluso ancianos, pero unos cuantos tenían como
veinte y treinta y tantos años. Al menos la mitad de ellos habían traído comida, y Kevin se
sintió avergonzado porque a él no se le había ocurrido llevar nada. 

Elspeth se las había arreglado para llegar antes que él, y estaba muy ocupada recibiendo a la
gente en la puerta. Abrazó a varias personas, incluyendo a Kevin, a medida que fueron
entrando. 

Habían montado un bar provisional junto a las puertas corredizas que daban al balcón, y un
anciano de porte distinguido estaba sirviendo bebidas. Había empezado a llover otra vez, y la
lluvia golpeaba las puertas, pero la habitación estaba cálida. 

     --Tú debes ser Kevin –dijo el anciano.  

Kevin rió. --¿Cómo lo supo? 

     --Todd me habló de ti –contestó el hombre. 

La expresión de su cara era seria, pero una chispita brillaba en sus ojos grises hundidos. 

     --Y usted ¿quién es? –preguntó Kevin. 

--En este momento, un cantinero, pero en la vida normal soy un contador retirado. Estoy
montando una fundación para seguir adelante con el trabajo de Todd –dijo levantando un
vaso--. ¿Qué vas a tomar? 

Kevin miró entre la selección de vinos y licores. 

--Juego de naranja, por favor –dijo--. No tengo ganas de tomar alcohol. 


Elspeth cerró la puerta de entrada y eso pareció ser una señal. Todos se callarón y miraron
hacia donde ella estaba. 

--Gracias a todos por venir –empezó Elspeth--. No podía creer la cantidad de gente que vino
al funeral de Todd. Fue un homenaje estupendo para nuestro muy querido amigo. Pero
ustedes, los que están en este cuarto, eran sus amigos especiales y por eso les pedí que
vinieran –miró a su alrededor con una sonrisa amable--. Cuando Todd supo que moriría
pronto, hace unos meses, decidió establecer una fundación para mantener viva su obra. Le
dejó su fortuna a esa fundación, y nosotros, el comité fundador, creemos que podemos hacer
un trabajo excelente ayudando a la gente, con sólo los intereses de las inversiones de Todd.
Pero necesitamos gente. Ayudar a los demás era la pasión de Todd. Él estuvo ahí cuando
cada uno de nosotros lo necesitó, y ahora necesita nuestra ayuda. ¿Están listos para ayudar
a que este proyecto despegue? 

Kevin asintió entusiasmado. Miró a su alrededor y vio que todos habían levantado la mano
ofreciéndose. Kevin también levantó la mano. 

--Gracias –dijo Elspeth--. Sabía que había escogido a la gente apropiada. 

--Todd y yo conformamos un pequeño comité, cuyos miembros están todos aquí. Juntos
escogimos al resto de ustedes por sus talentos y habilidades particulares. 

Elspeth parecía mirar directamente a Kevin. Él se puso a pensar en qué habilidades poseería
para trabajar en un proyecto de semejante envergadura. 

--Yo soy la directora temporal. Pero cuando todos hayan recibido nuestras peticiones y hayan
decidido que quieren ayudar, tendremos unas elecciones para escoger a los encargados de
cada área. Claro está que si por alguna razón no quieren ser parte de esto, pueden retirarse
cuando lo deseen. Les prometo que ninguno de nosotros va a dejar de respetarlos si deciden
irse. El señor Ambrose tiene un sobre para cada uno. Por favor, lean la carta que contiene y
cuéntennos si pueden ayudar. Cada uno de ustedes tiene una tarea específica. Tomen su
carta y continuaremos en cinco minutos. 

El señor Ambrose resultó ser el anciano que estaba sirviendo las bebidas. Kevin hizo fila para
recibir su carta y pensó en Elspeth. Él había creído que ella era simplemente el ama de llaves
de Todd. Pero, obviamente, Todd la había estado entrenando para este papel. 

Kevin se llevó su sobre a la habitación en la que había dormido la noche en que conoció a
Todd. Abrió el cajón de la mesa de noche y sacó el libro que había adentro. Pasó la mano por
la pasta grabada, antes de abrirlo y encontrar la palabra que conocía tan bien: “Lo pasado,
pasado”. 

“Y Todd también pasó”, pensó. En lugar de sentir tristeza, una sensación de paz se apoderó
de él, un sentimiento tan hermoso y perfecto en su tranquilidad que hizo asomar lágrimas a
sus ojos. Supo entonces que Todd no había pasado, podía volver a la fuente de su esencia
cuando quisiera. 

Se sentó en la cama y abrió el sobre. Para sorpresa suya, era una carta de puño y letra de
Todd. ¿Les habría escrito cartas personales a todos los demás? 

“Querido Kevin:” leyó. “Para cuando leas esto, yo ya estaré muerto y enterrado, pero tú
conoces mis creencias y mi filosofía. Nunca creí que la muerte fuera el fin, así que no llores
por mí. Simplemente estoy empezando la aventura más emocionante del mundo, aunque
voy a extrañar nuestras charlas. Para mí significaron tanto como para ti. Siempre estuviste
lleno de gratitud hacia mí, cuando he debido ser yo el agradecido. Supe que mi momento
había llegado cuando me encontré contigo. Las semanas extra que me diste me permitieron
trabajar en esta fundación y espero que estés de acuerdo en formar parte de ella. 

“Mencionaste que empezaste tu vida laboral trabajando como periodista. ¿Podrías escribir un
libro sobre tus experiencias al ayudar a otros? Estoy seguro de que eso ayudaría a mucha,
mucha gente; más de la que podríamos alcanzar de uno en uno. No quiero que lo hagas
ahora, sino que lo pienses bien primero. Más adelante, cuando tengas una vida feliz y
satisfactoria de nuevo, es posible que quieras hacerlo. Por favor, piensa en esto con
cuidado. 

“Puede ser que pienses que yo ya me fui, Kevin, pero no lo he hecho. Cada vez que veas el
sol brillando en una gota de rocío, cada vez que veas un arco iris, o te sientas conmovido por
una pieza musical, sabrás que estoy ahí. Que Dios te bendiga, Kevin y gracias por ser mi
amigo. Todd”. 

Kevin dobló el papel con cuidado y lo puso contra su corazón. 

Un movimiento en la puerta captó su atención y Elspeth entró. Kevin se dio cuenta de que
había estado llorando. 

     --Estamos listos para empezar –le dijo. 

Kevin asintió y volvió a la sala. Todos estaban más callado que antes y algunos lloraban
abiertamente. Todd debía haberles escrito una carta a cada uno, pensó Kevin. 

Elspeth trató de sonreír pero no lo consiguió. Respiró ruidosamente y se sonó. 

--Creo que todos hemos tenido unos minutos conmovedores –dijo--. Sabía lo que había en
cada sobre, menos en el mío, y debo admitir que Todd me tomó por sorpresa. Y estoy
segura de que lo mismo les pasó a ustedes. 

Se secó las lágrimas con un pañuelo. El señor Ambrose se acercó a ella y la abrazó. Le
susurró algo al oído y ella asintió. 

El señor Ambrose dejó el brazo alrededor de la cintura de Elspeth. 

--Damas y caballeros –dijo--. A todos nos han presentado un desafío. Creo que debemos
sentirnos honrados de que Todd nos haya escogido como sus sucesores. Pero bien puede ser
que algunos de ustedes no quieran formar parte de esto. Si es así, está bien. Pueden irse
ahora y gracias por venir. 

Nadie se movió. Los ojos del señor Ambrose recorrieron lentamente la habitación, mirando a
los ojos de cada uno. Finalmente asintió. 

--Muy bien. Todd escogió bien. Realmente no creo que hoy podamos hacer mucho, pues
todos estamos demasiado emocionados. Todd nos pidió a Elspeth y a mí que organizáramos
la primera reunión. Nos pondremos en contacto con ustedes para acordar el momento
adecuado. Ese día podemos decidir quién se encargará de qué y empezar a trabajar. Va a
ser una tarea dura, eso se los prometo. Será un desafío que nos va a exigir hasta el último
esfuerzo a todos. Pero también va a ser algo muy satisfactorio. Todd nos ayudó a todos
nosotros cuando estábamos en el peor momento. Ahora es nuestro turno de ayudar a otros.
Adiós, amigos. Nos veremos la semana próxima o la siguiente.  

Se demoraron más de una hora en salir. Kevin anduvo por la habitación, conociendo a todo
el mundo e intercambiando los relatos de cómo les había ayudado Todd. 

Finalmente sólo quedaron Elspeth y Kevin. Mientras lavaban los platos, Kevin le preguntó a
Elspeth la razón por la cual Todd lo había escogido a él. 

--Debía haber unas mil personas en el funeral –dijo--. Todd hubiera podido elegir a
cualquiera de ellas. 

Elspeth sonrió. –Te escogió por muchas razones. La primera, porque eres capaz de escribir el
libro. 
     --Y... 

--Sobretodo porque pensó que al ayudar a otros tú volverías a vivir. Y mírate, Kevin. Lo vi
ahora cuando te mezclaste entre toda la gente. Nunca conocí al viejo Kevin, pero apostaría a
que eres casi el mismo de antes. 

--No, nunca volveré a ser el de antes –dijo Kevin moviendo la cabeza--. Era egoísta y
codicioso. Todd me ayudó a cambiar eso. Aún no he terminado, pero sé que voy por buen
camino –Kevin puso el último plato en la lavadora y la encendió--. Elspeth, hay algo extraño.
A pesar de que es el día del funeral de Todd, me siento más vivo de lo que jamás he estado.
De alguna manera me trasformé.  

--A todos nos pasó –asintió Elspeth. Limpió el mesón y miró la cocina a su alrededor con ojo
crítico--. Creo que ya terminamos con esto, Kevin. ¿Qué vas a hacer ahora? 

--Voy a cenar con Sandy. Le voy a pedir que vuelva conmigo a casa. Es algo que he
propuesto por mucho tiempo, demasiado. 

     --Ella debe estar sorprendida con tu cambio. 

--Bueno, si ella va a volver, esta vez voy a hacer que funcione. Fue culpa mía que todo
terminara. 

                         --Pero eso fue en el pasado. 

Kevin se rió. –Si voy a escribir el libro, es mejor que practique lo que predico, ¿no es cierto? 

     --Cuéntame cómo te va. 

--Lo haré. Te llamaré mañana –Kevin la besó en la mejilla--. Gracias, mil gracias. 

Elspeth lo detuvo al llegar a la puerta. 

--Kevin, llévate esto –levantó el conejo de cerámica que había en la repisa de la chimenea y
tomó el sobre que contenía las metas de Kevin. Él lo recibió con una sonrisa. 

--¿Sabes? Es increíble pensar que ya estoy trabajando en todas las cosas que escribí aquí. 

La lluvia se había convertido en neblina, y el aire olía a limpio y fresco. Kevin caminó por la
calle, sintiéndose ligero. Trató de analizar sus sentimientos pero era imposible. Se sentía
destrozado por perder a Todd, pero al mismo tiempo estaba feliz pues obviamente Todd
estaba listo para seguir adelante. Kevin estaba seguro de que dondequiera que estuviera
Todd, estaría ayudando a la gente que lo necesitaba. En el fondo de su corazón, se dio
cuenta de que Todd estaría siempre con él. Se sintió agradecido por la oportunidad de
trabajar con los demás y establecer la fundación para mantener viva la filosofía de Todd. 

Abrazó un árbol en una intersección populosa y les dijo adiós alegremente a los conductores
sorprendidos. La vida era bella. La vida era para vivirla, y con los siete pasos de Todd como
guía, la vida seguiría poniéndose cada vez mejor.

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