Está en la página 1de 24

LA DOCTRINA DE SATANÁS

INTRODUCCION.
Prácticamente no existe una cultura, tribu o sociedad en este mundo que no tenga un concepto o un
temor de un poder malvado invisible. Esto ha sido atestiguado tanto por misioneros cristianos como
por antropólogos seculares. Los brujos, las cabezas reducidas, los muñecos de vudú y los postes
totémicos, todos dan evidencia dramática de este temor universal. Bien puede caber preguntarse de
dónde vino este temor y hacia quién está dirigido. Consideremos lo siguiente:
1. La existencia de Satanás.
1.1 El mundo duda de su existencia.
Muestra de ellos es el típico concepto de las caricaturas. En la mayor parte del mundo actual se
representa al diablo como una traviesa criatura medieval y mítica, con dos cuernos y una cola en
forma de tenedor, vestida con ropa interior roja de franela, ocupada en echarle carbón a los hornos
del infierno. El cómico de la televisión [norteamericana] Flip Wilson se ganó una fortuna haciendo
reír a millones de personas con su famosa línea: «El diablo me obligó a hacerlo.»
1.2 Otra muestra es la negación desde los púlpitos liberales. Por supuesto que ya hace mucho que
los liberales que niegan a Cristo se deshicieron de conceptos tan «anticuados» como el viejo diablo
y el nuevo nacimiento. El doctor Reinhold Niebuhr, un teólogo liberal, una vez escribió: «No es
prudente que los cristianos afirmen tener ningún conocimiento de los muebles del cielo o de la
temperatura del infierno.» El difunto obispo Pike dijo que cuando era un joven seminarista había
rechazado completamente un cielo angelical en la alturas o un infierno diabólico al rojo vivo. En la
década del cincuenta, una revista nacional secular hizo un censo de unos 5.000 clérigos americanos,
y descubrió que un setenta y tres por ciento de ellos ridiculizaba el concepto de un diablo personal.
1.3 muestra también el silencio de los púlpitos conservadores. Hasta los pastores y laicos que creen
en la Biblia parecen ser muy reacios a hablar del diablo. Hace un tiempo se publicó un artículo
titulado «Si yo fuera el diablo». Permítaseme citar brevemente de él.
«Si yo fuera el diablo, lo primero que haría sería negar mi propia existencia. Este extraño enfoque
está, por supuesto, completamente opuesto a aquel utilizado por Dios, quien desea, tal vez por sobre
todas las cosas, ¡que se crea plenamente en él! (Véase He. 11:6.) Pero no es así con Satanás. Este
discípulo de la duda parece prosperar más cuando se lo subestima, ignora o niega.
Supongamos que hay una iglesia que cree en la Biblia y que está atravesando una crisis espiritual.
Por varios meses, ningún alma se ha convertido. La asistencia y las ofrendas están bajas y los
miembros se están inquietando. Por fin, en desesperación, la congregación nombra un comité
especial para descubrir la fuente de esta frialdad y falta de vida. Después de mucho orar e indagar,
el comité presenta su informe. ¿Qué halló? Creo que podemos pensar sin temor a equivocamos que
el comité promedio culparía a uno o más de los siguientes factores: (1) el pastor; (2) algunos de los
miembros del personal de la iglesia; (3) una congregación fría; o (4) un vecindario difícil.
Pero, ¿qué grupo investigador presentaría la siguiente denuncia?: “¡Creemos que la fuente principal
de nuestros problemas durante los últimos meses es satánica! ¡Creemos que la razón por la que no
ha habido almas salvadas recientemente es que el diablo ha atacado frontalmente a nuestra iglesia!
Concluimos nuestro informe con una fuerte recomendación de que la congregación convoque una
reunión especial, reprenda a Satanás, ruegue por la sangre de Cristo y reclame la victoria.”
Si yo fuera el diablo negaría mi existencia en el mundo y la disimularía en la iglesia local, para
quedar libre de hacer mis cosas sin ser percibido, molestado ni controlado.» (The Baptist Bulletin,
diciembre de 1971, p.13.)
2. La Biblia declara su existencia. Hemos visto la manera en que se duda, se niega o se le resta
importancia a la existencia de Satanás en el mundo de los hombres. Pero en la Palabra de Dios
sucede todo lo contrario.
2.1 El diablo es mencionado en siete libros del Antiguo Testamento: Génesis, 1 Crónicas, Job (doce
veces), Salmos, Isaías, Ezequiel y Zacarías.
2.2 Se encuentra en diecinueve libros del Nuevo Testamento y todos los escritores
neotestamentarios hacen referencia a él.
2.2.1 Mateo se refiere a él.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Mt. 4:1).
2.2.2 Marcos se refiere a él.
«Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión,
sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo» (Mr. 5:15).
2.2.3 Lucas se refiere a él.
«Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce» (Le.
22:3).
2.2.4 Juan se refiere a él. «El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Jn. 3:8).
2.2.5 Pablo se refiere a él.
«Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con vosotros» (Ro. 16:20).
2.2.6 Pedro se refiere a él.
«Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar» (1 P. 5:8).
2.2.7 Santiago se refiere a él.
«Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Stg. 4:7).
2.2.8 Judas se refiere a él.
«Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda»
(Jud. v. 9).
3. El Señor Jesucristo lo menciona unas quince veces:
«Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo
servirás» (Mt. 4:10).
«Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no
pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mt. 16:23).
«Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles» (Mt. 25:41).
«Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Le. 10:18).
«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Jn. 8:44).
«Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?» (Jn.
6:70).
«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a
trigo» (Le. 22:31).
Por lo tanto, negar la personalidad de Satanás es negar tanto las declaraciones de las Escrituras
como el testimonio del Salvador mismo,
n. El origen de Satanás. Con frecuencia el cínico lanza una doble acusación al cristiano: «Está bien,
si tu Dios es tan sabio y tan bueno, ¿por qué creó al diablo?; y si es tan poderoso, ¿por qué no lo
destruye?» Una respuesta bíblica sencilla a estas dos preguntas es: «No lo ha hecho, pero lo hará.»
Hay dos pasajes importantes en la Palabra de Dios acerca del origen y la caída del diablo.
A. El origen y la caída relatados por Ezequiel. En su libro, Ezequiel predice el juicio venidero sobre
la ciudad de Tiro en los capítulos 26,27 y la primera parte del capítulo 28. Esto ya se ha cumplido,
porque la ciudad fue saqueada por Nabucodonosor en el 573 a.C. y después fue destruida por
Alejandro en el 332 a.C. Pero durante la segunda mitad del capítulo 28, el profeta va más allá del
panorama terrenal y nos describe la creación y el juicio de una criatura vil y depravada.
Consideremos el pasaje.
«Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú
eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado en hermosura. En Edén, en el huerto de
Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo
y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron
preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo
monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos
tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud
de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios; y
te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu
hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los
reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus
contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió,
y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron
de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser» (Ez.
28:12-19).
Observemos ahora algunas palabras clave en este pasaje:
1. «Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura» (v. 12). Nunca se
describe a un ser humano en estos términos, sino más bien lo contrario. Nótense los siguientes
pasajes:
«... porque no hay hombre que no peque...» (1 R. 8:46).
«¿Quién podrá decir: ¿Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» (Pr. 20:9).
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jer. 17:9).
«Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Ec. 7:20).
«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová
cargó en él el pecado de todos nosotros» (Is. 53:6).
«Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;
y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento» (Is. 64:6).
«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23).
«Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado...» (Gá. 3:22).
«Porque todos ofendemos muchas veces...» (Stg. 3:2).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros» (1 Jn. 1:8).
«Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a 61 mentiroso, y su palabra no está en nosotros» (1
Jn. 1:10).
Así que vemos que es imposible que en este versículo Ezequiel se esté refiriendo a un ser humano.
2. «En Edén, en el huerto de Dios estuviste» (v. 13). Algunos han especulado que Ezequiel se
estaba refiriendo a Adán aquí, pero en ninguna parte de Génesis se dice que la ropa de Adán fuera
«de toda piedra preciosa ... y oro».
3. «Los primores de tus tamboriles y flautas» (v. 13). Tocante a esto, el doctor J. Dwight Pentecost
escribe:
«Los instrumentos musicales fueron concebidos originalmente como medios de alabar y adorar a
Dios. No era necesario que Lucifer aprendiera a tocar un instrumento musical para alabarle. Por
decirlo así, tenía un órgano de tubos dentro de sí, o era un órgano. Esto es lo que el profeta quiso
decir cuando dijo: “los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día
de tu creación”. Lucifer, a causa de su hermosura, hacía lo que un instrumento musical haría en las
manos de un diestro músico: producir un himno de alabanza a la gloria de Dios. Lucifer no
necesitaba buscar quien tocara el órgano para él poder cantar la doxología: él era en sí una
doxología.» (Vuestro adversario, el diablo. Editorial Logoi, p. 14.)
4. «Eras el querubín ungido que cubrías con tus alas» (v. 14, Biblia de H. Pratt o Versión Moderna).
a. Fue ungido. En el Antiguo Testamento había tres oficios ungidos: el de profeta, el de sacerdote y
el de rey. Aquí hay una sugerencia de que Lucifer tal vez hhya sido creado originalmente para servir
(bajo la dirección de Cristo) como profeta, sacerdote y rey del cielo. Pero fracasó. Esta puede ser la
razón por la cual Dios separó estos oficios. Notamos esta separación definida de los oficios de
sacerdote y rey en dos pasajes específicos del Antiguo Testamento.
(1) El ejemplo del rey Saúl. En 1 Samuel 13, Saúl intenta desempeñar por la fuerza el oficio del
sacerdocio ofreciendo un sacrificio. Leamos los detalles:
«Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él
acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle.
Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba,
y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me
dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová.
Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no
guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera
confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha
buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre
su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó» (1 S. 13:9-14).
(2) El ejemplo del rey Uzías. Este rey de Judea fue un rey sabio y bueno durante la mayor parte de
su reinado. Sin embargo, como Lucifer, permitió que su corazón se enloqueciera por el poder.
Escuchemos el triste resultado:
«Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su
Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso. Y entró tras él
el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. Y se pusieron contra
el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los
sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has
prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Entonces Uzías, teniendo en la mano
un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó
en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el
sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su frente; y le hicieron
salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había
herido. Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada,
por lo cual fue excluido de la casa de Jehová; y Jotam su hijo tuvo cargo de la casa real, gobernando
al pueblo de la tierra» (2 Cr. 26:16-21).
b. Fue un querubín guardián. Un querubín era un tipo especial de ser angelical cuyo propósito era
proteger la santidad de Dios (véanse Gn. 3; Ex. 25; 1 R. 6; Ez. 1; Ap. 4). La evidencia tanto
arqueológica como bíblica sugiere que se asemejaban a un león, un becerro, un águila y un hombre.
Aparentemente Lucifer fue creado (entre otros fines) para demostrar la obra terrenal de Cristo,
presentada por los cuatro autores de los evangelios.
Mateo presenta a Cristo como el Rey semejante a un león.
Marcos lo presenta como el siervo semejante a un becerro.
Lucas lo presenta como el hombre perfecto.
Juan lo presenta como el Dios semejante a un águila.
De hecho, algunos estudiosos de la Biblia sugieren que estas cuatro criaturas descritas en
Apocalipsis 4 existen para llevar a cabo la tarea que Dios una vez le había asignado a Lucifer. La
razón por la cual hay cuatro puede ser que Dios decidió no darle nunca más tanto poder a un solo
ángel. Juan describe el lugar y las actividades de estos cuatro querubines.
«Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor
del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante
a un león; el segunda era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto
era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y
alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo
es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir» (Ap. 4:6-8).
5. «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura» (v. 17). Aquí tenemos el primer pecado y la
autocreación del primer pecador en todo el universo. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo se
refiere a esta trágica narración histórica, usándola como una advertencia en contra, de la ordenación
de un candidato pastoral inmaduro.
«Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que
no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo» (1 Ti. 3:1- 7).
B. El origen y la caída relatados por Isaías.
«¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a
las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas
de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo» (Is. 14:12-14).

Nótense estas cinco declaraciones de intención insensatas y fatales del diablo:


1. Subiré al cielo. Es obvio que Satanás tenía en mente el tercer cielo, la morada misma de Dios
(véase 2 Co. 12:2).
2. Junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono. Es probable que sea una referencia a los ángeles.
Satanás deseaba la adoración de los ángeles.
3. En el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte. Lucifer ahora busca entrar en la
«oficina ejecutiva» de Dios en algún lugar del norte para sentarse en su mismo escritorio. Intentaría
controlar no sólo a los ángeles, sino el tamaño y el número de las galaxias estrelladas también.
4. Sobre las alturas de las nubes subiré. Esto bien puede ser una referencia a esa nube especial de la
gloria shekinah de Dios que se encuentra con tanta frecuencia en la Biblia.
5. Seré semejante al Altísimo. Es revelador notar el nombre que Satanás usa por Dios aquí. Quería
ser como El-Elyon, el más Alto. Este nombre literalmente significa «el fuerte más fuerte». El diablo
podría haber escogido otros nombres para Dios. Podría haber usado El-Shaddai, que significa «el
que tiene pechos, el que alimenta a sus hijos», pero no lo hizo. Podría haber escogido Jehová-Rohi,
que significa «el Dios pastor», pero también evitó este título. La razón es obvia. Satanás codiciaba
el poder de Dios, mas no estaba interesado en sus atributos de alimentador y guía.
Aquí se puede ver un gran contraste entre la actitud de Lucifer en el huerto de Dios y la actitud del
Salvador siglos después en el huerto de Getsemaní. En el primer huerto, el diablo luchó fieramente
por su propia voluntad, pero en el segundo huerto, en tres ocasiones, nuestro manso Mesías oró:
«No se haga mi voluntad». Veamos el relato de Mateo de este episodio de medianoche:
«Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos
aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta
la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino
como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis
podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre
mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los
halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo,
y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras» (Mt. 26:36-44).
Hasta ahora hemos considerado la existencia y el origen de Satanás. ¿Qué hay de su personalidad?
III. La personalidad de Satanás.
A. Es una persona real. En 1 Corintios 15, el apóstol Pablo distingue entre los cuerpos celestiales y
los cuerpos terrenales. Escribe:
«No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las
bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales;
pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales» (1 Co. 15:39, 40).
A la luz del hecho de que Satanás es un ángel caído del mundo celestial, algunos creen que es
razonable sugerir que él también posee un cuerpo, por supuesto que no un cuerpo terrenal de carne
y sangre, pero sí tal vez un cuerpo de alguna sustancia.
B. Tiene inteligencia.
«Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones»
(2 Co. 2:11).
«Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna
manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (2 Co. 11:3).
C. Tiene memoria. Uno de los episodios más asombrosos en el ministerio terrena] de Cristo fue la
experiencia de la tentación por Satanás.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de
haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le
llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate
abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, para
que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu
Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la
gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete,
Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. El diablo entonces le
dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían» (Mt. 4:1-11).
Con frecuencia se nos recuerda cómo Jesús citó las Escrituras para refutar al diablo, y así lo hizo,
citando tres veces del libro de Deuteronomio. Pero a veces se pasa por alto que aquí en este mismo
pasaje de Mateo 4, el diablo también citó las Escrituras ante Cristo. Nótese nuevamente la
referencia:
«Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de
ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Mt. 4:6).
Esta cita fue tomada del Salmo 91:11, 12. Sin duda lo sacó completamente del contexto y lo torció,
pero Shakespeare tenía razón: «el diablo cita las Escrituras». Ahora puede surgir la pregunta: ¿cómo
pudo Satanás hacerlo? Aparentemente había mcmorizado el Salmo 91. Muchos cristianos ni
siquiera han leído ese Salmo, pero parece que Satanás lo ha registrado en su memoria. Hay otro
ejemplo de esta «serpiente declamadora de las Escrituras» en Apocalipsis 12:12:
«Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.» Satanás
será echado del cielo en el medio de la tribulación y bajará a la tierra «con gran ira, sabiendo que
tiene poco tiempo». ¿Cómo lo sabe? La respuesta obvia es que ha leído detenidamente el noveno
capítulo de Daniel. Si yo fuera el diablo, leería la Biblia. Entonces podría torcer y acomodar las
Escrituras para engañar tanto a los santos como a los pecadores.
D. Tiene una voluntad. Pablo instruye a Timoteo en el trato de los cristianos descarriados. Dice que
sea manso pero firme, para que «escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él»
(2 Ti. 2:26).
E. Tiene emociones.
1. Deseo.
«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a
trigo» (Le. 22:31).
2. Orgullo. Al describir las cualificaciones de un diácono, Pablo menciona la siguiente restricción:
«No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo» (1 Ti. 3:6).
3. Ira.
«Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo» (Ap.
12:12).
F. Tiene gran habilidad para la organización. La Biblia habla de las sinagogas, doctrinas y cosas
profundas de Satanás.
«Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» (1 Ti. 4:1).
«Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás» (Ap. 2:9).
«Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han
conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga»
(Ap. 2:24).
1. Fue el diablo quien organizó y condujo la primera rebelión en contra de Dios. Apocalipsis 12:4
indica que persuadió a un tercio de los ángeles del cielo a marchar con él.
«Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el
dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como
naciese» (Ap. 12:4).
2. Será el diablo quien organice y conduzca la última rebelión en contra de Dios.
«Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las
naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la
batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y
rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los
consumió» (Ap. 20:7-9).
La contemplación de las habilidades de organización del diablo, demostradas en estos dos
episodios, uno un relato histórico y el otro un acontecimiento futuro, es sencillamente abrumadora.
Para ilustrar esta habilidad, consideremos lo siguiente: durante la Guerra Civil de los Estados
Unidos, indudablemente el general sureño más amado y respetado era Robert
E. Lee. Lee era amable y considerado con sus tropas, brillante en batalla y a nada temía. Durante
algunas de las batallas menores, a veces las tropas confederadas se negaban a luchar hasta que su
alabado líder se moviera hacia atrás, para que no muriera por un pedazo de tierra sin importancia.
«Más vale que mueran mil antes que Lee» fue el refrán y la preocupación del soldado común. A la
luz de esta casi adoración a Lee, ¿qué oportunidad tendría un soldado descontento en su intentos
torpes para destruir al valiente General y asumir el liderazgo total él mismo? Además, ¿cuál sería la
probabilidad de que pudiera persuadir a un tercio de los oficiales y de la infantería a unirse
voluntariamente a él? Y sin embargo esto es precisamente lo que Lucifer hizo según Apocalipsis
12:4. No sólo logró hacer este truco increíble durante los primeros días de la tierra, sino que algún
día lo volverá a hacer, esta vez después del glorioso milenio.
3. Fue el diablo quien sistemáticamente sometió al patriarca Job del Antiguo Testamento a pruebas
rigurosas en un intento por quebrarlo. (Véase Job 1—2.) Pablo advierte acerca del diablo y sus
cohortes malvadas (pero altamente organizados):
«Vestíos de toda la armadura de Dios, para> que podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes» (Ef. 6:11, 12).
IV. Los nombres de Satanás. Hay no menos de veintidós nombres y títulos para este pervertido ex
príncipe del paraíso, cuyo estudio de por sí arroja mucha luz sobre su malvado carácter.
A. Satanás (adversario): el mi común de sus nombres, utilizado unas cincuenta y tres veces.
B. El diablo (calumniador): utilizado treinta y cinco veces.
C. El príncipe de la potestad del aire.
«En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef. 2:2).
D. El dios de este siglo.
«En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Co. 4:4).
E. El rey de la muerte.
«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para
destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (He. 2:14).
F. El príncipe de este mundo.
«Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera» (Jn. 12:31).
G. El gobernador de las tinieblas.
«Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes» (Ef. 6:12).
H. Leviatán (el que habita en el mar de la humanidad).
«En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al
leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar» (Is. 27:1).
Aquí se compara a Satanás con un poderoso dinosaurio marino que nadó en las aguas al principio
de la historia de la tierra. Job describe a estas temibles serpientes marinas:
«¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua? ¿Pondrás tú soga en
sus narices, y horadarás con garfio su quijada?» (Job 41:1, 2).
«¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Las hileras de sus dientes espantan. La gloria de su vestido
son escudos fuertes, cerrados entre sí estrechamente. El uno se junta con el otro, que viento no entra
entre ellos. Pegado está el uno con el otro; están trabados entre sí, que no se pueden apartar. Con sus
estornudos enciende lumbre, y sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen hachones
de fuego; centellas de fuego proceden. De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que
hierve. Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama. En su cerviz está la fuerza, y
delante de él se esparce el desaliento. Las partes más flojas de su carne están endurecidas; están en
él firmes, y no se mueven. Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo.
De su grandeza tienen temor los fuertes, y a causa de su desfallecimiento hacen por purificarse.
Cuando alguno lo alcanzare, ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará. Estima como paja el
hierro, y el bronce como leño podrido. Saeta no le hace huir; las piedras de honda le son como paja.
Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla. Por debajo tiene agudas
conchas; imprime su agudez en el suelo. Hace hervir como una olla el mar profundo, y lo vuelve
como una olla de ungüento. En pos de sí hace resplandecer la senda, que parece que el abismo es
cano. No hay sobre la tierra quien se le parezca; animal hecho exento de temor. Menosprecia toda
cosa alta. Es rey sobre todos los soberbios» (Job 41:14-34).
I. Lucifer (portador de luz, el refulgente).
«¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a
las naciones» (Is. 14:12).
Fue llamado Lucifer, porque una vez ejerció como «hijo de la mañana». Pero con el advenimiento
de Cristo, «nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación» (Mal. 4:2).
J. El dragón.
«Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y
luchaban el dragón y sus ángeles» (Ap. 12:7).
K. El engañador.
«Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el
falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap. 20:10). Satanás no
sólo es un engañador, sino también un autoengañador. Este es el peor engaño. Una vez creyó y
todavía cree que puede derrotar a Jehová Dios y su Cristo.
L. Apolión (destructor).
«Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego,
Apolión» (Ap. 9:11).
La increíble brutalidad y crueldad del hombre hacia su prójimo sólo puede ser explicada por la
energía malvada, y a veces hasta la posesión, por este terrible destructor.
M. Beelzebú (príncipe de los demonios).
«Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de
los demonios» (Mt. 12:24).
Nuestro bendito Señor una vez fue comparado con el diablo por los malvados fariseos.
N. Belial (vileza, implacabilidad)
«¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?» (2 Co. 6:15).
La vileza y la implacabilidad muchas veces van de la mano, como se puede ver en el aumento de los
casos de violaciones viciosas y asesinatos sin sentido.
Ñ. El malo.
«El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo»
(Mt. 13:38).
En esta misma parábola, nuestro Señor describe a Satanás como el malo que sembró la mala semilla
(la cizaña) en el campo de trigo de Dios. «Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo
el maligno» (1 Jn. 5:19).
O. El tentador.
«Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que
os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano» (1 Ts. 3:5). Se lo llama el
tentador, por supuesto, porque su primer crimen en contra de la humanidad fue el de convencer a
Eva a desobedecer a Dios. (Véase Gn. 3.)
P. El acusador de los hermanos.
«Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino
de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros
hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche» (Ap. 12:10). Este título describe
una de las actividades actuales más malévolas y malentendidas del diablo. La consideraremos en
más detalle en una parte posterior de nuestro estudio.
Q. Ángel de luz.
«Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño
si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus
obras» Co. 11:14,15).
Estos versículos y este título de por sí explican el surgimiento de muchas sectas falsas hoy día.
¡Cuán pulidos y populares llegan a ser frecuentemente sus ministros! Con qué habilidad pueden
distorsionar y torcer la Palabra de Dios.
R. Mentiroso.
«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Jn. 8:44).
Es mentiroso por sus palabras en Génesis 3:4, 5. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como
Dios, sabiendo el bien y el mal» (Gn. 3:4, 5).
S. Asesino.
«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Jn. 8:44).
Fue Satanás quien inspiró a Caín para matar a su piadoso hermano Abel, ganándose así el título de
asesino.
T. Enemigo.
«El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles»
(Mt. 13:39).
U. León rugiente.
«Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar» (1 P. 5:8).
Así como el león es el rey de las bestias, también Satanás es el rey de los demonios. Los dos son
poderosos e implacables hacia sus víctimas.
V. Las actividades de Satanás. Hasta ahora hemos considerado la existencia, el origen, la
personalidad y los nombres de Satanás. Ahora examinaremos sus actividades. ¿Exactamente qué es
lo que hace este ex príncipe del paraíso? Veremos que aparte de cualquier otra cosa de la cual se lo
pueda acusar. Satanás nunca puede ser acusado de pereza.
A. Imita a Dios.
La imitación bien puede ser la forma más sincera de halagar a alguien. Aunque el diablo odia a
Dios, tiene, sin embargo, la obsesión de ser como Dios. ¡Qué ironía que Dios ofrece libremente a
todo pecador arrepentido ese privilegio inapreciable que Satanás ha buscado desesperada e
inútilmente tanto tiempo!, es decir, ser como Dios. El apóstol Juan nos describe esta verdad:
«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo
no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a
él, porque le veremos tal como él es» (1 Jn. 3:1, 2).
¿Cómo imita Satanás a Dios? Considérese:
1. Tiene una falsa trinidad.
«Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de
león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad» (Ap. 13:2).
«Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres
espíritus inmundos a manera de ranas» (Ap. 16:13).
Por supuesto que la verdadera Trinidad está compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero Satanás imita a este trío celestial con su proprio trío infernal. En esta terrible trinidad, él asume
el papel del Padre; el anticristo se compara con el Hijo; y al falso profeta se le asigna el papel del
Espíritu Santo.
2. Tiene sinagogas.
«Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás» (Ap. 2:9).
Es trágico pero cierto que hoy hay literalmente miles de iglesias, sólo en los Estados Unidos, en las
cuales no se hace referencia ni siquiera remota al Libro, la sangre y la bendita esperanza. El doctor
Donald Barnhouse solía decir que cuando se busca al diablo, no hay que olvidarse de revisar detrás
de los púlpitos.
3. Tiene doctrinas.
«Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» (1 Ti. 4:1).
Algunas de las doctrinas impartidas en la escuela de teología sistemática de Satanás serían: el amor
libre, el aborto voluntario, la homosexualidad, la salvación por buenas obras, la evolución y muchos
otros credos actuales que deshonran a Cristo.
4. Tiene misterios.
«Pero a vosotros y a los demás que están en. Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han
conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga»
(Ap. 2:24).
«Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene,
hasta que él a su vez sea quitado de en medio» (2 Ts. 2:7).
5. Tiene un trono.
«Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y
no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros,
donde mora Satanás» (Ap. 2:13).
«Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de
león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad» (Ap. 13:2).
Nótese especialmente la frase «donde está el trono de Satanás». Esto parece indicar que Satanás ha
mudado su sede de Babilonia (véase Gn. 11:1-9) a Pérgamo en Turquía durante la época de Juan.
Sin embargo, más adelante (véase Ap. 18) el apóstol Juan sugiere que la capital del diablo se
trasladará nuevamente a Babilonia durante la tribulación.
6. Tiene un reino.
«Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido
entregada, y a quien quiero la doy» (Le. 4:6).
Con frecuencia se pregunta si Satanás realmente tenía el derecho de ofrecerle al Salvador los reinos
de esta tierra. En un sentido muy real, sí lo tenía. Nótese el testimonio del apóstol Juan:
«No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí»
(Jn. 14:30).
«Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno» (1 Jn. 5:19).
7. Tiene adoradores.
«Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién
como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?» (Ap. 13:4).
8. Tiene ángeles.
«Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y
luchaban el dragón y sus ángeles» (Ap. 12:7).
En un versículo anterior (Ap. 12:4), Juan parece indicar que Satanás pudo haber persuadido a un
tercio de los ángeles del cielo a unirse a él en una vil rebelión en contra de Jehová Dios.
9. Tiene ministros.
«Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin
será conforme a sus obras» (2 Co. 11:15).
Es interesante notar que el movimiento que decía: «Dios está muerto» varias décadas atrás no fue
iniciado por un comunista o un ateo, sino que fue producto de un profesor metodista que enseñaba
en una facultad de una universidad religiosa. Dicho sea de paso, ese movimiento está muerto ahora,
mientras que Dios está muy vivo.
10. Hace milagros.
«Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios
mentirosos» (2 Ts. 2:9).
Ciertos líderes religiosos falsos han engañado a multitudes de personas por su aparente habilidad de
hacer milagros genuinos. Pero las Escrituras declaran que el diablo también tiene este poder. Óigase
la advertencia de Jesús sobre este tema.
«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mt. 7:21-23).
11. Ofrece sacrificios.
«Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero
que vosotros os hagáis partícipes con los demonios» (1 Co. 10:20).
12. Tiene comunión (1 Co. 10:20).
13. Tiene ejércitos.
«Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la
tierra sobre la tierra» (Is. 24:21).
Estos ejércitos infernales algún día serán rotundamente derrotados por el Dios Todopoderoso en
Armagedón.
«Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que
tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel,
clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de
segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado sobre la nube metió
su hoz en la tierra, y la tierra fue segada. Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo
también una hoz aguda» (Ap. 14:14-17).
«Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón» (Ap. 16:16).
«Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y
Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza
muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de
una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de
lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda,
para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del
furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre:
Rey DE REYES Y Señor de SEÑORES» (Ap. 19:11-16).
Así vemos, por medio de estos trece ejemplos, cómo Satanás imita a Dios. Pero, ¿en qué otra
actividad participa este ángel apóstata?
B. Siembra cizaña en medio del trigo de Dios. Nuestro Señor describió esta actividad en su parábola
más extensa.
«Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró
buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña
entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla
en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le
dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la
cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega;
y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para
quemarla; pero recoged el trigo en mi granero» (Mt. 13:24-30).
«Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron:
Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena
semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la
cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y
los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así
será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a
todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el homo de fuego; allí
será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre. El que tiene oídos para oír, oiga» (Mt. 13:36-43).
C. Instiga la falsa doctrina.
«Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que,
teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que
Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido
la verdad» (1 Ti. 4:1-3).
D. Pervierte la Palabra de Dios. Sus métodos son:
1. La saca fuera de contexto.
«Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de
ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Mt. 4:6).
«Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;
la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer
respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol
que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis» (Gn. 3:1-4).
2. Hace que se interprete mal. ¡Cuánta angustia, frustración y confusión ha causado el diablo al
hacer que cristianos e incrédulos interpreten mal la Palabra de Dios!
3. Sobreenfatiza un aspecto de una doctrina e ignora la otra. Un ejemplo clásico sería, por supuesto,
la doctrina de la predestinación y de la libre voluntad. Un número incontable de creyentes
(predicadores incluidos) se han ido por la borda por sobreenfatizar un aspecto de esta moneda que
tiene dos caras.
4. Atenúa ciertas doctrinas. Tal vez la gran verdad bíblica soslayada actualmente sea la doctrina
vital de la iglesia local. Cito nuevamente del artículo «Si yo fuera el diablo»:
«Entonces me volvería a la institución mis odiada y fatal de todas: ¡la iglesia local! Seguiría
atacándola desde afuera (para mantener la práctica), pero concentraría la mayor parte de mis
malvados esfuerzos desde adentro. Mi credo y mi refrán sería “la iglesia está muerta”. Si yo fuera el
diablo haría todo lo posible para convencer a los cristianos declarados de que la iglesia local está
acabada. No débil, no ineficaz, sino muerta y en estado de descomposición. Les alentaría a cavar un
pozo, tallar un epitafio y enterrarla lo más callada y rápidamente posible. El cristianismo entonces
pasaría a nuevas glorias, en las cuales los grupos pequeños reemplazarían a los domingos por la
noche, y los sermones se dejarían de lado para sustituirlos por sesiones en grupo.»
Digamos en conclusión que, contrario a lo que se opina generalmente, Satanás no le tiene miedo a
la Palabra de Dios. De hecho, se deleita en utilizarla, si es que la puede interpretar mal de algún
modo. Esto lo demuestran perfectamente las sectas falsas, cuyos seguidores frecuentemente recitan
versículos bíblicos por docenas para «probar» sus falsas doctrinas, todas tomadas fuera de contexto.
E. Estorba las obras de los siervos de Dios.
«Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó»
(1 Ts. 2:18).
No puede hacerlo, por supuesto, sin el permiso directo de Dios, quien a veces permite obstáculos
para enseñar lecciones espirituales al creyente.
F. Resiste las oraciones de los siervos de Dios.
«Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a
entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus
palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero
he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de
Persia» (Dn. 10; 12, 13).
Al igual que en el punto anterior, se debería notar que Satanás no puede hacerlo sin la aprobación
de Dios. Es así que a veces nuestra vida de oración se vuelve difícil, no por pecado personal o falta
de voluntad de parte de Dios, sino sólo por interferencia satánica.
G. Ciega a los hombres a la verdad.
«En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Co. 4:4).
H. Roba la Palabra de Dios del corazón humano.
«Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue
sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino» (Mt. 13:19).
I. Acusa a los cristianos delante de Dios.
«Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la
tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay
otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado
alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por
tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que
tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo
lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de
Jehová» (Job 1:7-12).
«Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su
integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo
Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende
ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y
Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida» (Job 2:3-6).
«Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a
su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que
ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba
vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban
delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu
pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zac. 3:1-4).
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí
una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el
que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche» (Ap. 12:9, 10).
Estos versículos nos informan acerca de una de las obras más traicioneras de Satanás: la de hablar
mal de los creyentes. De hecho, este fue uno de los motivos principales por los cuales el Cristo
crucificado y resucitado tuvo que ascender al cielo, para cumplir su función como nuestro abogado
divino.
Los siguientes pasajes se refieren este ministerio:
«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos» (Le.
22:31, 32).
«Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos» (He. 7:25).
«¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el
que también intercede por nosotros» (Ro. 8:33, 34).
J. Tiende lazos a los hombres.
«Y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él» (2 Ti. 2:26).
«También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito
y en lazo del diablo» (1 Tí. 3:7). Una vieja canción reza: «Cuando menos el peligro temes, es
cuando más cerca el lazo del diablo tienes.»
K. Tienta.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Mt. 4:1).
«Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo» (Ef. 6:11).
La palabra «tentar» puede referirse a dos cosas:
1. Examinar, probar con la idea de mejorar, como en Génesis 22:1.
«Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham…»
2. Para seducir a hacer el mal, como en Mateo 4:1.
L. Aflige.
«Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la
planta del pie hasta la coronilla de la cabeza» (Job 2:7).
«Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta
ligadura en el día de reposo?» (Le. 13:16).
«Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un
aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca
sobremanera» (2 Co. 12:7).
«Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch.
10:38).
En realidad, lo que hay que tener en mente aquí es que las víctimas en estos versículos son
creyentes. Aunque Satanás no puede poseer a un cristiano, sin embargo (en la medida en que Dios
se lo permita, por supuesto) puede oprimir a un hijo de Dios, tanto mental como físicamente. A
vec.es Dios permite que esto ocurra para purificar a su hijo (como en el caso de Job), y otras veces
para castigar a un creyente por su pecado. Pablo escribe acerca de este segundo caso.
«De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre
los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No
debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que
cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como
presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos
vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para
destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús» (1 Co. 5:1-5).
M. Engaña.
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él» (Ap. 12:9).
«Y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a
fin de reunirlos para la batalla; el

número de los cuales es como la arena del mar» (Ap. 20:8).


«Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el
falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap. 20:10).
Un viejo proverbio dice: El peor engaño es el autoengaño. Puede que sea cierto, pero en el área de
la fe, el engaño más común es el engaño satánico. Es probable que su mayor engaño de todos los
tiempos es el concepto falso, pero casi universalmente creído, de que se puede llegar al cielo por
medio de las obras.
N. Socava la santidad del hogar.
«El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no
tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su
propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo
consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que
no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia» (1 Co. 7:3-5).
Muy pocos consejeros matrimoniales toman en consideración la actividad satánica cuando
aconsejan a parejas con problemas matrimoniales. A veces la verdadera culpa no es del marido o de
la mujer sino de Satanás. El diablo odia la institución del matrimonio porque fue originada y dada
por Dios mismo. (Véase Gn. 2:20-25.)
Ñ. Incita tanto a santos como a pecadores a pecar contra la santidad de Dios.
1. Fue Satanás quien hizo que David desobedeciera a Dios.
«Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel» (1 Cr. 21:1).
2. Fue Satanás quien hizo que Judas traicionara a Cristo.
«Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón,
que le entregase» (Jn. 13:2).
3. Fue Satanás quien hizo que Pedro reconviniera a Jesús y luego lo negara.
«Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti;
en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡ Quítate de delante de mí,
Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres» (Mt. 16:22, 23).
«Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin
que me hayas negado tres veces» (Jn. 13:38).
4. Fue Satanás quien hizo que Ananías le mintiera al Espíritu Santo.
«Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y
sustrajeses del precio de la heredad?» (Hch. 5:3).
VI. Las diversas localizaciones geográficas y espirituales de Satanás. Ya hemos demostrado el error
común actual que imagina a Satanás como una criatura mítica y medieval con dos cuernos y una
cola bifurcada. Ahora viene la pregunta: ¿Qué hay de sus localizaciones pasadas, presentes y
futuras? El diablo es como un falsificador de cheques que constantemente cambia de lugar. Satanás
ha estado, está o estará en los seis lugares siguientes:
A. En los cielos, como director del coro de Dios. Este fue su lugar en el pasado, antes de la caída.
Véase Ezequiel 8.
B. En los cielos, como enemigo principal de Dios. Esta es su ubicación actual.
«Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también
Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De
rodear la tierra y de andar por ella» (Job 1:6, 7).
«Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a
su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que
ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?» (Zac. 3:1,2).
C. En la tierra únicamente. Esta será su primera ubicación futura. Durante la última mitad de la
tribulación venidera, Satanás será echado del cielo, y su esfera de actividades estará limitada a este
mundo. Véase Apocalipsis 12:7-12.
Algunos creen que este pasaje se refiere a su caída original en Génesis, pero esto no puede ser,
como lo prueban las dos frases «el acusador de nuestros hermanos» y «por medio de la sangre del
Cordero». En otras palabras, en el momento de la primera caída no había «hermanos» a quienes
acusar, y la sangre del cordero perfecto de Dios todavía no se había derramado.
En este pasaje también hay que notar la frase «porque el diablo ha descendido a vosotros con gran
ira, sabiendo que tiene poco tiempo». ¿Cómo sabrá esto el diablo? Por haber leído el libro de
Daniel. Al llegar al capítulo 9 y leer acerca de las setenta semanas, entendió que la duración de la
tribulación sería de siete años.
D. En el abismo. Este será su segundo lugar futuro. Inmediatamente después de la victoria de Cristo
en Armagedón, leemos las siguientes palabras:
«Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y
prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó
al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que
fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo» (Ap. 20:1-
3).
E. En la tierra por última vez después del milenio. Este será su tercer lugar futuro.
«Cuando los mil años se cumplan. Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las
naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la
batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y
rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los
consumió» (Ap. 20:7-9). ¿Dónde conseguirá Satanás este gran ejército? Este ejército consistirá de
muchos de los millones de personas nacidas durante el milenio de padres salvos que hayan
sobrevivido la gran tribulación y entrado en la edad de oro de la tierra. Sin embargo, muchos de
estos «hijos del reino» se negarán a aceptar a Cristo, a pesar de su ambiente perfecto, dándole honra
al Rey Jesús de labios únicamente, pero con el corazón no regenerado. Así, cuando Satanás sea
suelto, se unirán ávidamente a su rebelión en contra del ungido de Dios.
F. En el lago de fuego para siempre. Este será el lugar futuro final del diablo.
«Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el
falso profeta; y serán atormentados día y noche por ios siglos de los siglos» (Ap. 20:10).
VII. Las limitaciones de Satanás. Al juntar y analizar los numerosos pasajes bíblicos que hay sobre
el diablo, se hace evidente que es la criatura más poderosa en todo el universo de Dios. Este dragón
depravado y terrible tiene más fuerza y astucia que cualquier arcángel o santo. Pero a pesar de todo
ello, sigue siendo una criatura y no el Creador. Como resultado de esta bendita verdad, su poder y
conocimiento son limitados. Ahora consideraremos las restricciones de este dragón rojo.
A. No es omnipresente. El diablo no puede estar en la China, Chicago y Cuba al mismo tiempo. Sin
embargo, esto de ningún modo quiere decir que los creyentes en esos lugares no pueden ser
tentados al mismo tiempo, porque Satanás tiene literalmente millones de ángeles caídos para hacer
su voluntad, extendiendo así su ministerio universalmente.
B. No es omnipotente. Aunque es la criatura más poderosa del universo, su poder, comparado con el
de Dios, es como el de la hormiga y el de un gran elefante.
C. No es omnisciente. Es cierto que el diablo ha adquirido una inmensa cantidad de conocimiento
por el solo hecho de haber estado merodeando durante los últimos 6.000 años, pero ignora por
completo muchas cosas conocidas por el creyente más humilde y peor preparado. No sabe nada del
amor de Dios, de su misericordia, su gracia y su perdón. El diablo no conoce el futuro, ni todos los
secretos del pasado. Con frecuencia se pregunta acerca de la mentada sabiduría de Satanás y su
costumbre de leer la Biblia. Si realmente ha leído la Palabra de Dios, ¿no sabe que su destino está
sellado y que el lago de fuego será su prisión eterna? Sí conoce estas profecías, pero hay que
recordar que según Ezequiel 28:17, el pecado ha corrompido la sabiduría de Satanás hasta el punto
de que todavía cree que puede derrotar a Dios. A veces el criminal más astuto es un homicida
psicopático.
VTII. La victoria del creyente sobre Satanás. La palabra nikao aparece veintiocho veces en el
Nuevo Testamento griego, y casi siempre se traduce por la palabra «vencer». Hay tres versículos
importantes en los cuales se usa esta palabra:
«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33).
«Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que
el que está en el mundo» (1 Jn. 4:4).
«El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo» (Ap. 21:7).
Si el lenguaje significa algo, estos versículos prometen al hijo de Dios la victoria total sobre su
enemigo: el diablo. Pero, ¿cómo experimenta el cristiano esta victoria prometida? Lo hace al tener
en mente los mismos datos fundamentales que cualquiera que quiere ser vencedor, ya sea en el
campo de batalla secular o espiritual. He aquí entonces cuatro datos fundamentales:
A. Debe conocer sus propias debilidades.
B. Debe conocer su propia fuerza.
C. Debe conocer la debilidad de su enemigo.
D. Debe conocer la fuerza del enemigo.
Sobreestimar o subestimar cualquiera de estas cuatro áreas podría ser un error fatal.
En una de sus parábolas, nuestro Señor advierte justamente acerca de esto:
«Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos,
a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no
pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre
comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se
sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de
paz» (Le. 14:28- 32).
Ahora examinaremos los cuatro datos que el vencedor debe conocer:
A. La debilidad del cristiano.
«Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;
porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como
pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden» (Jn. 15:5, 6).
Cuando me convertí, pensaba que la vida cristiana era una cuestión de mitad y mitad. Es decir, yo
llevaría la mitad de la carga y Dios se ocuparía de la otra mitad. Pero para desaliento mío,
constantemente se me caía mi parte. Entonces je sugerí a Dios que llevara Él el sesenta por ciento, y
yo me haría cargo del cuarenta por ciento restante. Pero esto también resultó ser demasiado pesado.
Entonces razoné que un acuerdo de setenta/treinta seguramente funcionaría. Fracasé nuevamente.
Por fin, después de muchos años en la obra del Señor, a veces creo que he llegado a un acuerdo de
noventa y ocho/dos. Pero todavía estoy tentado a creer que seguramente a esta altura, yo debería ser
capaz de llevar por lo menos el dos por ciento de la obra del Maestro por mí mismo. Sencillamente
tiene que haber algo que pueda hacer en la carne para Dios. Sin embargo, Jesús dijo: «Porque
separados de mí nada podéis hacer.»
En Romanos 7:18, Pablo se refiere a lo mismo: «Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el
bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo» (Ro. 7:18).
Entonces, el primer dato básico que debe conocer el cristiano para asegurar la victoria sobre Satanás
es su propia debilidad.
B. La fuerza del cristiano. Este es el segundo principio vital a ser observado para garantizar el éxito
espiritual. ¿Cuál es, entonces, nuestra fortaleza principal? La respuesta es:
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo
de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá. 2:20).
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13).
C. La debilidad de Satanás. Tercero, debemos comprender plenamente la debilidad de nuestro
enemigo. Según las Escrituras, el diablo es débil en las siguientes áreas:
1. No puede tentar al creyente sin el permiso de Dios. Esto se demuestra claramente en Job 1:8-12.
«Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a
Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a
todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado
sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti
en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente
no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová» (Job 1:8-12).
Aquí debería notarse que en el versículo 10 Satanás dijo la verdad exacta, porque Dios
verdaderamente había cercado a Job. Por lo tanto, cuando un hijo de Dios está bajo una tentación o
una prueba grande, debería tener en mente las siguientes emocionantes verdades:
Primero, Dios sabe exactamente cuánto puede soportar su hijo.
«Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo» (Sal. 103:14).
Segundo, no permitirá que Satanás vaya más allá de ese punto.
«No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida,
para que podáis soportar» (1 Co. 10:13).
Tercero, sólo permite la tentación en primer lugar para fortalecernos y purificarnos. En Génesis 50,
José miró retrospectivamente junto con sus hermanos la traición de haberlo vendido a la esclavitud
egipcia. Concluyó así: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer
lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo» (Gn. 50:20).
Santiago y Pedro también afirman este tercer principio.
«Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba
de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y
cabales, sin que os falte cosa alguna» (Stg. 1:1-4).
«Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá
la corona de vida, que Dios ha prometido a los que aman» (Stg. 1:12). «En lo cual vosotros os
alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas
pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque
perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo» (1 P. 1:6,7).
2. No soporta ser resistido.
«Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Stg. 4:7).
¿Pero cómo se resiste al diablo? Santiago da la respuesta: sometiéndose primero a Dios. «Ni deis
lugar al diablo» (Ef. 4:27).
Satanás disfruta un debate vigoroso (como el que tuvo con Eva en Génesis 3), pero no puede tolerar
el ser resistido. El cristiano puede resistir al diablo con éxito si hace lo siguiente:
Primero, debe saber la manera cómo ataca el diablo. Pablo nos advierte sobre esto.
«Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones»
(2 Co. 2:11).
Pero, ¿cuáles son sus maquinaciones? En la última sección de nuestro estudio consideraremos
brevemente las dieciséis maquinaciones mortales del diablo.
Segundo, debe hacer guardia y esperar el ataque de Satanás.
«Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar» (1 P. 5:8).
Tercero, debe tener la protección adecuada cuando Satanás ataque.
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda
la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y
tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef. 6:10-17).
Por supuesto que el apóstol Pablo pasó los últimos años de su ministerio en una prisión romana
(Hch. 28). Sin duda tuvo muchas oportunidades de ver cómo los guardias romanos se ponían toda la
armadura de batalla. Como el libro de los Efesios se escribió en esta época, parece muy probable
que el Espíritu Santo inspiró a Pablo para tomar cada pieza de la armadura y aplicarla a la lucha
cristiana en contra de Satanás. Se ha observado con frecuencia que Pablo no menciona ninguna
pieza de armadura para proteger las partes posteriores. La razón es obvia, por supuesto. Se esperaba
que el soldado romano nunca le diera la espalda al enemigo.
3. No puede soportar la sangre de Cristo ni el testimonio positivo del cristiano.
«Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos,
y menospreciaron sus vidas hasta la muerte» (Ap. 12:11).
D. La fuerza de Satanás. Este es el cuarto y último principio que hay que comprender para asegurar
la victoria: los puntos fuertes del enemigo. A continuación, damos una lista de lo que podríamos
llamar «Las dieciséis maquinaciones mortales del diablo».
1. La decepción. ¿Quién no ha experimentado esta emoción literalmente cientos de veces? Pero para
el cristiano conocedor, todas las decepciones son disposiciones de Él (de Dios) y deben ser
consideradas como tales, para que Satanás no saque ventaja. Sentirse decepcionado es olvidar
Romanos 8:28:
«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados.»
2. El desaliento. El desaliento es la segunda etapa de la decepción. Todo desaliento viene del diablo.
Se cuenta una anécdota en la historia de la Iglesia relacionada con el gran reformador Martín
Lutero. Hacía días que estaba en el valle del desaliento. El Papa estaba tratando de matarlo.
Algunos de sus amigos lo habían rechazado. De repente vio que su piadosa esposa bajaba las
escaleras vestidas de negro, como si estuviera de luto.
—Mujer, ¿adónde vas? —le preguntó.
—A un funeral, esposo mío —contestó ella. —Pero, ¿quién murió? —dijo él.
—Dios —contestó ella suavemente.
Al oír eso, el gran reformador explotó indignado. No bastaba que el Papa estuviera tratando de
matarlo; ahora tenía que tratar con la blasfemia en su propia casa.
—Mujer, ¿quién te dijo tal cosa? —preguntó. Mirándolo fijamente en los ojos (como sólo puede
hacerlo una esposa), le dijo:
—¡Tú, Martín! Por la forma en que te has estado comportando durante las últimas semanas, estaba
segura de que te habías enterado de algún modo de que Dios estaba muerto.
En ese momento, Lutero se arrodilló y le pidió a Dios y a su esposa que lo perdonaran por su
desaliento.
Estar desalentado es olvidar 1 Samuel 30:6: «Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba
de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus
hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.»
3. La desesperación. La desesperación es la tercera y última etapa de la decepción y el desaliento. A
no ser que se controle, puede ser fatal para la vida cristiana. Desesperarse es olvidar 2 Corintios 4:8:
«Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados.»
4. La duda. Satanás usó esta terrible arma por primera vez en el huerto del Edén. Empezó su ataque
contra Eva dudando de la Palabra de Dios.
«Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;
la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del huerto?» (Gn. 3:1).
Dudar es olvidar 1 Timoteo 2:8:
«Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.»
5. La incredulidad. La incredulidad es la forma final de la duda. Esto fue demostrado ampliamente
en el Edén. Como ya hemos notado, Satanás empezó por dudar de la Palabra de Dios en Génesis
3:1. Después terminó (cuando se dio cuenta de que Eva estaba escuchando) por negar el mandato
del Señor.
«Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él,
serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Gn. 3:4, 5).
No creer es olvidar Hebreos 3:12:
«Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse
del Dios vivo.»
6. La distracción. Esta arma del diablo puede ser muy sutil, porque con frecuencia las distracciones
en sí no son malas. De hecho, pueden ser buenas y sanas. Por ejemplo, es muy fácil distraerse de la
voluntad perfecta de Dios a causa de la familia o del empleo propio. Se ha dicho correctamente que
muchas veces, el verdadero enemigo de lo mejor no es lo peor, sino lo bueno.
Distraerse es olvidar Mateo 14:30:
«Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor,
sálvame!»
7. El doble ánimo. ¡Cuántos creyentes han sido afectados por este virus! Las Escrituras están
repletas de ejemplos. Considérense sólo estos pocos:
«Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno
y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mt. 6:24).
«Para que ya no seamos niños fiuctuan- tes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error» (Ef. 4:14).
«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus
deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn. 2:15-17).
La palabra neotestamentaria que describe al hombre de doble ánimo en griego literalmente significa
«un hombre de dos almas». Es como un corcho que flota en una ola, llevado ahora a la playa, ahora
lejos de ella. El antiguo fabulista Esopo describió a una persona con mente doble cuando escribió
acerca de una época en la cual las bestias y las aves estaban en guerra. El murciélago trataba de
pertenecer a los dos bandos. Cuando ganaban las aves, volaba por todas partes proclamando que era
un ave; cuando las bestias ganaban una batalla, iba por todos lados asegurando que era una bestia.
Pero pronto su hipocresía fue descubierta tanto por las bestias como por las aves. Tuvo que
esconderse, y ahora sólo puede aparecer de noche.
Tenemos una versión más moderna en la Guerra Civil de los Estados Unidos. Había un observador
neutral que trató de escapar después de quedar atrapado por accidente en una terrible batalla.
Esperando permanecer neutral, se puso un pantalón sureño y un saco norteño y salió corriendo por
la zona intermedia, sólo para ser baleado inmediatamente por ambos bandos. Tanto el pantalón
como el saco terminaron acribillados.
Tener doble ánimo es olvidar Santiago 1:8 y 4:8:
«El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.»
«Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble
ánimo, purificad vuestros corazones.»
8. La deshonestidad. Son casi infinitas las maneras en que Satanás puede usar esta terrible arma. No
hace falta que el hijo de Dios sencillamente mienta o robe para que sea deshonesto. Ocultar ciertos
datos en una situación dada puede ser deshonroso. Ser menos de lo que deberíamos ser como
pastores, padres u obreros es estafar a nuestra gente e hijos, y por tanto, ser deshonestos. Se calcula
que los falsos «sanadores por fe» (que no pueden hacer lo que aseveran) y los liberales zalameros
(que no creen lo que dicen) recaban más de quinientos mil millones de dólares al año.
Ser deshonesto es olvidar 2 Corintios 4:2: «Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no
andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad
recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.»
9. El engaño. La palabra engaño aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Al considerarlas,
es asombroso ver cuántas veces se encuentra en pasajes que tienen que ver o con la Palabra de Dios,
o con los postreros días, o con las dos cosas. Nótense sólo algunas de ellas:
«Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y
destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran
poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por
cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder
engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la
verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2 Ts. 2:8-12).
«Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad,
como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo» (2 Co. 2:17).
«Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no
desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni
adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda
conciencia humana delante de Dios» (2 Co. 4:1,2).
«Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de
Cristo» (2 Co. 11:13).
«Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido
en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo» (2 Jn. v. 7).
En otras palabras, el arma grande del diablo en los postreros días es el engaño. Por un lado, las
sectas extrañas de nuestra época engañan a la gente tratando de agregar cosas a la Palabra de Dios,
mientras que los liberales engañan quitándole cosas a las Escrituras. Jesús mismo aparentemente
advierte en contra de los dos grupos engañadores en su último mensaje hablado.
«Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y
el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y
el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente. Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno
añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la
santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro» (Ap. 22:16-19).
Ser engañador es olvidar Jeremías 17:9: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y
perverso; ¿quién lo conocerá?»
10. Torpeza. Puede haber desacuerdo en cuanto al autor del libro de Hebreos, o aun preguntas
acerca de la ubicación de los destinatarios. Pero no hay duda sobre la condición espiritual de los
lectores. En una palabra, sufrían de torpeza. El autor les recordó la falta de maestros bíblicos sólidos
en su grupo para frenar la ola de iniquidad y apostasía generalizada aun en esa época. Pero el autor
concluyó que sencillamente no podían ser utilizados. Explica con tristeza por qué:
«Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que
tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es
inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han
alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del
bien y del mal» (He. 5:12-14).
Esta torpeza también estaba infectando a la iglesia de Corinto. Escuchemos la severa admonición de
Pablo:
«De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a camales, como a
niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces
todavía, porque aún sois camales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no
sois carnales, y andáis como hombres?» (1 Co. 3:1-3).
Sufrir de torpeza es olvidar hebreos 5:11: «Acerca de esto tenemos mucho que decir y difícil de
explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.»
11. El estancamiento. El estancamiento sencillamente es la torpeza descontrolada. El siguiente es un
resumen del plan general de Dios con el pecado y el pecador. Mientras que antes estábamos
muertos en el pecado, después de la gracia maravillosa de Dios hemos de estar muertos al pecado.
Nótese:
«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados ... aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)» (Ef. 2:1,
5).
«¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Así también vosotros
consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Ro. 6:1,2,
11).
Por lo tanto, hemos de estar muertos al pecado, pero vivos para la justicia. Pero muchos creyentes
han permitido que Satanás tuerza estas dos cosas, volviéndose muertos a la justicia y vivos al
pecado.
«Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Porque como el cuerpo sin espíritu está
muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Stg. 2:17, 26).
Sufrir de estancamiento es olvidar Apocalipsis 3:1:
«Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas,
dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto» (Ap. 3:1).
12. La demora. En el juicio del gran trono blanco puede que se revele que se ha utilizado esta
terrible arma para condenar almas al infierno más que cualquier otra. Se ha comentado que muchos
hombres están en el infierno hoy porque tenían la intención de salvarse las once, pero murieron a las
diez y media. Es imperativo advertir a los pecadores del terrible peligro del aplazamiento, porque
Dios nunca prometió salvar a nadie mañana. Tanto Santiago como el autor de los hebreos advierten
de este peligro.
«Otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se
dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el
reposo, no hablaría después de otro día» (He. 4:7, 8).
«¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y
traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida?
Ciertamente es neblina que aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo
cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg. 4:13- 15).
Demorar es olvidar Proverbios 27:1:
«No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día.»
13. La discordia. Se ha observado correctamente que hay muchas más iglesias bíblicas que se han
dividido por la disposición que por la posición. Esto significa que la causa trágica de una división
generalmente se debe a la discordia y no a la doctrina. Algún alborotador o alborotadora comienza
su chisme fatal en una iglesia local, haciendo preguntas y suscitando dudas en la mente de la gente,
dudas que de otra forma nunca hubieran surgido. ¡Con cuánta eficacia utiliza Satanás esta
herramienta y qué doloroso será en el tribunal de Cristo para los sembradores carnales de la
discordia! Sembrar discordia es olvidar Proverbios 6:16-19:
«Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las
manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies
presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre
hermanos» (Pr. 6:16-19).
14. La contaminación. Varios cientos de jóvenes se acercaron al altar de la famosa Iglesia Moody
Memorial de Chicago para contestar al llamamiento al servicio cristiano. El orador, el doctor Vanee
Havner, miró al grupo y pronunció una declaración algo extraña. Dijo: «Jóvenes, Dios está
complacido de que hayan venido a este altar de oración. Pero no oren: “Señor, úsame”.» Después
siguió con la explicación de su declaración. «No hace falta pedir que Dios los use porque lo hará.
De hecho, los desgastará, porque ninguno de ustedes dará abasto. Lo que deberían pedir, por lo
tanto, es: “Señor, hazme usable”.»
Dios no exige vasijas de oro ni recipientes de plata, pero sí insiste en que estén limpios. Un creyente
que se contamina con las cosas de este mundo nunca puede ser utilizado por Dios,
independientemente de la educación, habilidad, energía o experiencia que tenga.
Contaminarse es olvidar 1 Corintios 3:16, 17.
«¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno
destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros,
santo es.»
15. Difamar. ¡Cuántas veces son culpables los cristianos de criticar o empequeñecer a otros
creyentes! De hecho, algunos de los comentarios más hirientes que un hijo de Dios puede recibir
vienen de otro hijo de Dios. Debemos tener mucho cuidado de protegemos contra esta arma
satánica, porque todos los creyentes ganarán o sufrirán recompensas en el tribunal de Cristo por
ella.
«Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia
su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún» (He. 6:10).
«El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a
un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos
pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá
su recompensa» (Mt. 10:41,42).
Difamar a alguien es olvidar el Salmo 101:5: «Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo
destruiré; no sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.»
16. La desobediencia. Hay dos hombres famosos con nombres muy parecidos en la Biblia: Saúl en
el Antiguo Testamento y Saulo en el Nuevo Testamento. Se puede hacer un estudio muy
provechoso comparando y contrastando a estos dos hombres. Los dos eran de la tribu de Benjamín
(1 S. 9:2; Fil. 3:5). Uno era alto e imponente; el otro era bajo e indistinto (1 S. 9:2; 2 Co. 10:10; Gá.
4:13, 14). El primero comenzó como amigo de Dios, pero terminó como enemigo, mientras que el
segundo comenzó como enemigo, pero terminó como amigo (1 S. 9:16; 10:6, 7; 28:6: Hch. 9:1; 2
Ti. 4:18). Uno acudió a la adivina de Endor a la hora de la muerte, mientras que el otro se volvió a
la Palabra de Dios (1 S. 28:7; 2 Ti. 4:13). ¿Qué fue lo realmente marcó la diferencia entre estos dos
hombres? La respuesta es trágicamente sencilla: uno fue desobediente, el otro fue obediente.
«Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se
obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como
ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha
desechado para que no seas rey» (1 S. 15:22, 23).
«Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes,
cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor
del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra,
oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura
cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido
a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré
a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para
que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por
la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Por lo cual, oh rey Agripa,
no fui rebelde a la visión celestial» (Hch. 26:12-19).
«Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.
¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a
quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a
Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de
doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a

También podría gustarte