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INTRODUCCION.
Prácticamente no existe una cultura, tribu o sociedad en este mundo que no tenga un concepto o un
temor de un poder malvado invisible. Esto ha sido atestiguado tanto por misioneros cristianos como
por antropólogos seculares. Los brujos, las cabezas reducidas, los muñecos de vudú y los postes
totémicos, todos dan evidencia dramática de este temor universal. Bien puede caber preguntarse de
dónde vino este temor y hacia quién está dirigido. Consideremos lo siguiente:
1. La existencia de Satanás.
1.1 El mundo duda de su existencia.
Muestra de ellos es el típico concepto de las caricaturas. En la mayor parte del mundo actual se
representa al diablo como una traviesa criatura medieval y mítica, con dos cuernos y una cola en
forma de tenedor, vestida con ropa interior roja de franela, ocupada en echarle carbón a los hornos
del infierno. El cómico de la televisión [norteamericana] Flip Wilson se ganó una fortuna haciendo
reír a millones de personas con su famosa línea: «El diablo me obligó a hacerlo.»
1.2 Otra muestra es la negación desde los púlpitos liberales. Por supuesto que ya hace mucho que
los liberales que niegan a Cristo se deshicieron de conceptos tan «anticuados» como el viejo diablo
y el nuevo nacimiento. El doctor Reinhold Niebuhr, un teólogo liberal, una vez escribió: «No es
prudente que los cristianos afirmen tener ningún conocimiento de los muebles del cielo o de la
temperatura del infierno.» El difunto obispo Pike dijo que cuando era un joven seminarista había
rechazado completamente un cielo angelical en la alturas o un infierno diabólico al rojo vivo. En la
década del cincuenta, una revista nacional secular hizo un censo de unos 5.000 clérigos americanos,
y descubrió que un setenta y tres por ciento de ellos ridiculizaba el concepto de un diablo personal.
1.3 muestra también el silencio de los púlpitos conservadores. Hasta los pastores y laicos que creen
en la Biblia parecen ser muy reacios a hablar del diablo. Hace un tiempo se publicó un artículo
titulado «Si yo fuera el diablo». Permítaseme citar brevemente de él.
«Si yo fuera el diablo, lo primero que haría sería negar mi propia existencia. Este extraño enfoque
está, por supuesto, completamente opuesto a aquel utilizado por Dios, quien desea, tal vez por sobre
todas las cosas, ¡que se crea plenamente en él! (Véase He. 11:6.) Pero no es así con Satanás. Este
discípulo de la duda parece prosperar más cuando se lo subestima, ignora o niega.
Supongamos que hay una iglesia que cree en la Biblia y que está atravesando una crisis espiritual.
Por varios meses, ningún alma se ha convertido. La asistencia y las ofrendas están bajas y los
miembros se están inquietando. Por fin, en desesperación, la congregación nombra un comité
especial para descubrir la fuente de esta frialdad y falta de vida. Después de mucho orar e indagar,
el comité presenta su informe. ¿Qué halló? Creo que podemos pensar sin temor a equivocamos que
el comité promedio culparía a uno o más de los siguientes factores: (1) el pastor; (2) algunos de los
miembros del personal de la iglesia; (3) una congregación fría; o (4) un vecindario difícil.
Pero, ¿qué grupo investigador presentaría la siguiente denuncia?: “¡Creemos que la fuente principal
de nuestros problemas durante los últimos meses es satánica! ¡Creemos que la razón por la que no
ha habido almas salvadas recientemente es que el diablo ha atacado frontalmente a nuestra iglesia!
Concluimos nuestro informe con una fuerte recomendación de que la congregación convoque una
reunión especial, reprenda a Satanás, ruegue por la sangre de Cristo y reclame la victoria.”
Si yo fuera el diablo negaría mi existencia en el mundo y la disimularía en la iglesia local, para
quedar libre de hacer mis cosas sin ser percibido, molestado ni controlado.» (The Baptist Bulletin,
diciembre de 1971, p.13.)
2. La Biblia declara su existencia. Hemos visto la manera en que se duda, se niega o se le resta
importancia a la existencia de Satanás en el mundo de los hombres. Pero en la Palabra de Dios
sucede todo lo contrario.
2.1 El diablo es mencionado en siete libros del Antiguo Testamento: Génesis, 1 Crónicas, Job (doce
veces), Salmos, Isaías, Ezequiel y Zacarías.
2.2 Se encuentra en diecinueve libros del Nuevo Testamento y todos los escritores
neotestamentarios hacen referencia a él.
2.2.1 Mateo se refiere a él.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Mt. 4:1).
2.2.2 Marcos se refiere a él.
«Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión,
sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo» (Mr. 5:15).
2.2.3 Lucas se refiere a él.
«Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce» (Le.
22:3).
2.2.4 Juan se refiere a él. «El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Jn. 3:8).
2.2.5 Pablo se refiere a él.
«Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con vosotros» (Ro. 16:20).
2.2.6 Pedro se refiere a él.
«Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar» (1 P. 5:8).
2.2.7 Santiago se refiere a él.
«Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Stg. 4:7).
2.2.8 Judas se refiere a él.
«Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda»
(Jud. v. 9).
3. El Señor Jesucristo lo menciona unas quince veces:
«Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo
servirás» (Mt. 4:10).
«Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no
pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mt. 16:23).
«Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles» (Mt. 25:41).
«Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Le. 10:18).
«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Jn. 8:44).
«Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?» (Jn.
6:70).
«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a
trigo» (Le. 22:31).
Por lo tanto, negar la personalidad de Satanás es negar tanto las declaraciones de las Escrituras
como el testimonio del Salvador mismo,
n. El origen de Satanás. Con frecuencia el cínico lanza una doble acusación al cristiano: «Está bien,
si tu Dios es tan sabio y tan bueno, ¿por qué creó al diablo?; y si es tan poderoso, ¿por qué no lo
destruye?» Una respuesta bíblica sencilla a estas dos preguntas es: «No lo ha hecho, pero lo hará.»
Hay dos pasajes importantes en la Palabra de Dios acerca del origen y la caída del diablo.
A. El origen y la caída relatados por Ezequiel. En su libro, Ezequiel predice el juicio venidero sobre
la ciudad de Tiro en los capítulos 26,27 y la primera parte del capítulo 28. Esto ya se ha cumplido,
porque la ciudad fue saqueada por Nabucodonosor en el 573 a.C. y después fue destruida por
Alejandro en el 332 a.C. Pero durante la segunda mitad del capítulo 28, el profeta va más allá del
panorama terrenal y nos describe la creación y el juicio de una criatura vil y depravada.
Consideremos el pasaje.
«Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú
eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado en hermosura. En Edén, en el huerto de
Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo
y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron
preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo
monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos
tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud
de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios; y
te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu
hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los
reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus
contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió,
y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron
de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser» (Ez.
28:12-19).
Observemos ahora algunas palabras clave en este pasaje:
1. «Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura» (v. 12). Nunca se
describe a un ser humano en estos términos, sino más bien lo contrario. Nótense los siguientes
pasajes:
«... porque no hay hombre que no peque...» (1 R. 8:46).
«¿Quién podrá decir: ¿Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» (Pr. 20:9).
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jer. 17:9).
«Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Ec. 7:20).
«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová
cargó en él el pecado de todos nosotros» (Is. 53:6).
«Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;
y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento» (Is. 64:6).
«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23).
«Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado...» (Gá. 3:22).
«Porque todos ofendemos muchas veces...» (Stg. 3:2).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros» (1 Jn. 1:8).
«Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a 61 mentiroso, y su palabra no está en nosotros» (1
Jn. 1:10).
Así que vemos que es imposible que en este versículo Ezequiel se esté refiriendo a un ser humano.
2. «En Edén, en el huerto de Dios estuviste» (v. 13). Algunos han especulado que Ezequiel se
estaba refiriendo a Adán aquí, pero en ninguna parte de Génesis se dice que la ropa de Adán fuera
«de toda piedra preciosa ... y oro».
3. «Los primores de tus tamboriles y flautas» (v. 13). Tocante a esto, el doctor J. Dwight Pentecost
escribe:
«Los instrumentos musicales fueron concebidos originalmente como medios de alabar y adorar a
Dios. No era necesario que Lucifer aprendiera a tocar un instrumento musical para alabarle. Por
decirlo así, tenía un órgano de tubos dentro de sí, o era un órgano. Esto es lo que el profeta quiso
decir cuando dijo: “los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día
de tu creación”. Lucifer, a causa de su hermosura, hacía lo que un instrumento musical haría en las
manos de un diestro músico: producir un himno de alabanza a la gloria de Dios. Lucifer no
necesitaba buscar quien tocara el órgano para él poder cantar la doxología: él era en sí una
doxología.» (Vuestro adversario, el diablo. Editorial Logoi, p. 14.)
4. «Eras el querubín ungido que cubrías con tus alas» (v. 14, Biblia de H. Pratt o Versión Moderna).
a. Fue ungido. En el Antiguo Testamento había tres oficios ungidos: el de profeta, el de sacerdote y
el de rey. Aquí hay una sugerencia de que Lucifer tal vez hhya sido creado originalmente para servir
(bajo la dirección de Cristo) como profeta, sacerdote y rey del cielo. Pero fracasó. Esta puede ser la
razón por la cual Dios separó estos oficios. Notamos esta separación definida de los oficios de
sacerdote y rey en dos pasajes específicos del Antiguo Testamento.
(1) El ejemplo del rey Saúl. En 1 Samuel 13, Saúl intenta desempeñar por la fuerza el oficio del
sacerdocio ofreciendo un sacrificio. Leamos los detalles:
«Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él
acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle.
Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba,
y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me
dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová.
Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no
guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera
confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha
buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre
su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó» (1 S. 13:9-14).
(2) El ejemplo del rey Uzías. Este rey de Judea fue un rey sabio y bueno durante la mayor parte de
su reinado. Sin embargo, como Lucifer, permitió que su corazón se enloqueciera por el poder.
Escuchemos el triste resultado:
«Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su
Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso. Y entró tras él
el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. Y se pusieron contra
el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los
sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has
prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Entonces Uzías, teniendo en la mano
un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó
en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el
sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su frente; y le hicieron
salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había
herido. Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada,
por lo cual fue excluido de la casa de Jehová; y Jotam su hijo tuvo cargo de la casa real, gobernando
al pueblo de la tierra» (2 Cr. 26:16-21).
b. Fue un querubín guardián. Un querubín era un tipo especial de ser angelical cuyo propósito era
proteger la santidad de Dios (véanse Gn. 3; Ex. 25; 1 R. 6; Ez. 1; Ap. 4). La evidencia tanto
arqueológica como bíblica sugiere que se asemejaban a un león, un becerro, un águila y un hombre.
Aparentemente Lucifer fue creado (entre otros fines) para demostrar la obra terrenal de Cristo,
presentada por los cuatro autores de los evangelios.
Mateo presenta a Cristo como el Rey semejante a un león.
Marcos lo presenta como el siervo semejante a un becerro.
Lucas lo presenta como el hombre perfecto.
Juan lo presenta como el Dios semejante a un águila.
De hecho, algunos estudiosos de la Biblia sugieren que estas cuatro criaturas descritas en
Apocalipsis 4 existen para llevar a cabo la tarea que Dios una vez le había asignado a Lucifer. La
razón por la cual hay cuatro puede ser que Dios decidió no darle nunca más tanto poder a un solo
ángel. Juan describe el lugar y las actividades de estos cuatro querubines.
«Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor
del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante
a un león; el segunda era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto
era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y
alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo
es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir» (Ap. 4:6-8).
5. «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura» (v. 17). Aquí tenemos el primer pecado y la
autocreación del primer pecador en todo el universo. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo se
refiere a esta trágica narración histórica, usándola como una advertencia en contra, de la ordenación
de un candidato pastoral inmaduro.
«Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que
no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo» (1 Ti. 3:1- 7).
B. El origen y la caída relatados por Isaías.
«¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a
las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas
de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo» (Is. 14:12-14).