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Significado de La Historia
Significado de La Historia
Eric C. Rust
C.B.P., 1969
Por lo tanto el hombre histórico está ligado a sus prójimos, a su ambiente natural y al
estado espiritual de su mundo. Su vida cultural y sus valores son el resultado de la acción
recíproca de esas relaciones. La historia se interesa ampliamente en tales expresiones
culturales de la vida de grupos humanos. Un aspecto importante de los estudios históricos
es la relación íntima de las estructuras de cualquier sociedad con sus valores culturales. Hay
una conflagración constante entre los grupos de la sociedad y sus valores culturales. La
confrontación y cambio son inevitables. Muestran que la raza humana está compuesta de
grupos en tensión, en conflicto y en cooperación. Por lo común las causas de las tensiones
se hallan en los ideales por los que esos grupos históricos viven, las preocupaciones que
dominan sus vidas, y las ideas que forman las bases de sus culturas.
Ningún objeto de estudio histórico puede ser comprendido sin tomar en cuenta toda
relación con el ambiente histórico que pudo haber sido medio de influencia en él.
Historiadores que aceptan una filosofía naturalista utilizan el primer método. En el siglo
XIX este método llevó a la búsqueda de leyes dirigiendo la conducta histórica como si la
historia fuese, tal como la naturaleza, sujeta a regularidad. Actualmente se ha reconocido
que debido a la variedad de los datos históricos, tratar de usar ese método es como desear
tocar un espejismo. Hay ciertas leyes que gobiernan las ciencias naturales; éstas no se
pueden aplicar a los estudios históricos. No es posible encontrar con facilidad regularidades
universales que se relacionen a datos históricos. En ciertas ocasiones encontramos leyes
cuyos resultados se aplican en una forma limitada y que aún así poseen excepciones a la
regla. Tales leyes pueden adaptarse a un período cultural o pueden ser generalizaciones no
aplicables en todos los casos pero poseen valor suficiente para hacerlas útiles en la
interpretación histórica o en predicción profética. Un ejemplo de esta generalización es que
naciones o civilizaciones que siembran vientos frecuentemente cosechan tempestades.
Por esta razón examinamos el segundo método. Cerca de dos siglos alrededor, Juan
Bautista Vico (1668-1744), el filósofo italiano, indicó que la diferencia entre el hombre y
los procesos naturales se ve en la timidez humana, en su capacidad de examinar sus
motivos íntimos y en su libre albedrío. En una época cuando las ciencias naturales eran
analizadas de una forma completamente determinista en relación al proceso natural, sujetas
a leyes que nunca podrían romperse, Vico propuso que la historia fuese considerada como
la «nueva ciencia». En la historia, el historiador tendría que preocuparse con los aspectos
nuevos y sin repetición que surgen del espíritu humano, pensamiento meditativo, libertad
moral, y visión espiritual, de su capacidad para decidir libremente y para cambiar el orden de
hechos establecidos. El énfasis de Vico ha sido expresado con fervor a través de los dos siglos
pasados. Jorge Federico Hegel (1770-1831) consideró a la historia como un proceso racional donde cada
movimiento histórico se debía explicar como un proceso lógico dentro de la historia. Como observaremos
más adelante, él pensó que la historia y la naturaleza eran similares – formas por medio de las cuales el
espíritu universal o la razón absoluta cumplía sus deseos. También él propuso que la historia es la expresión
de la lógica de ese absoluto y que los desarrollos históricos deben expresar cierta astucia de razón. La
historia es completamente racional, una marcha progresiva de ideas lógicas. Personajes históricos son
simplementepeonesdeajedrez,elementosquecalificanelprogreso del espíritu racional. En la filosofía de Hegel,
la clave de la historia se halla al nivel de ideas racionales y su dialéctica. Después de Hegel,
pensadores como B. Croce (1866-1952) y R. G. Collingwood (1889-1943) han recalcado
también ese aspecto racional. Croce enseñó que el pasado posee carácter real sólo cuando
vuelve a vivir en alguna mente activa y pensadora. Por lo tanto para entender historia es
necesario proyectarse en eventos pasados, tanto como los datos nos permiten, y meditar de
nuevo en los pensamientos que movieron a los actores humanos en tales eventos.
Collingwood adoptó una posición similar a la de Croce. Para Collingwood la historia no era
solamente una descripción del pasado; concebía que era necesario ponerse detrás de hechos
pasados y analizar otra vez los pensamientos de aquellos que participaron en ellos.
Un método como el descrito no inquiere solamente cómo han ocurrido los hechos en el
pasado. También, a través de él, el historiador desea saber por qué han ocurrido para
comprenderlos de la misma manera que en el presente deseamos entender la conducta de
hombres contemporáneos. Por ejemplo, no es suficiente saber que César cruzó el río
Bubicón y cuáles fueron los resultados de su expedición. Debemos penetrar en sus
pensamientos y entender sus motivos. Una simple descripción de la guerra civil en los
Estados Unidos no es suficiente. Las intenciones íntimas, y los pensamientos y sentimientos
de Abraham Lincoln, Roberto E. Lee, Ulises S. Grant y otros héroes nos permiten revivir la
historia. Además, de tal entendimiento podemos cosechar discernimiento para el presente y
ayuda para la formación del futuro histórico.
1
Nota del traductor: En el original hebreo se le llama «mar de Junkos», mas en la traducción del
griego del Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento (Hechos 7:36, Hebreos 11:29) se le
llama mar Rojo.
Un aspecto particular del uso de este método es nuestro deseo de entender la psicología y
cosmología de los hebreos descritas en el Antiguo Testamento a la luz de civilizaciones
contemporáneas y de los documentos bíblicos. Esto nos permite entender qué pensaban los
hebreos de la tierra, el cielo, y los astros celestes y cómo se entendían ellos mismos y sus
procesos mentales. Un uso imaginativo de tal conocimiento da mejor y nueva luz a la
interpretación de pasajes bíblicos como Génesis capítulos 1-11, Salmo 104, y otros pasajes
que tratan del alma, el corazón, y el espíritu del hombre.
Estas tres afinidades son las bases de puntos de vista filosóficos usados para entender la
vida histórica. Primeramente, el hombre puede creer que las fuerzas o factores dominantes
en la historia son naturales – sangre, sexo, y otros apetitos del instinto humano o evolución
o necesidades económicas. En general, esa interpretación de historia se denomina
«naturalista». El modelo o analogía usado para entender la historia se toma, en este punto
de vista, de la naturaleza. Otra forma en la cual los historiadores filosóficos interpretan la
historia es desde el punto de vista humano. Para éstos el hombre produce historia con su
pensamiento reflectivo, su habilidad científica, su pericia tecnológica, y su capacidad de
organización social. En este caso el modelo interpretativo es el hombre mismo y
generalmente tal punto de vista se denomina «humanismo». La tercera forma en que la
historia se puede interpretar es a través de una posición religiosa. Se considera que el
elemento divino es de alguna forma la fuerza dominante en la historia. En esta
interpretación el entendimiento cristiano de la experiencia religiosa ha sido el más
importante, y el entendimiento cristiano de Dios ha sido el modelo para interpretar la
historia. Pensadores que han empezado con este modelo se han desviado con frecuencia de
la posición cristiana de que el universo y la historia manifiestan la presencia de un Dios
personal cuyo poder creativo y voluntad personal sostienen al proceso cósmico. Después de
apartarse estos filósofos han llegado a proponer puntos de vista más idealistas y abstractos.
Hegel pensó que la historia era un proceso sucesivo de dialéctica y reemplazó la deidad
personal con un espíritu racional absoluto.
Vamos a examinar en las páginas siguientes pensadores que aceptaron esos tres puntos
de vista. En la categoría naturalista se incluyen a Oswaldo Spengler (1880-1936) y Carlos
Marx (1818- 1883) ; en la humanista, pensadores como Augusto Comte (1798-1857) ; en la
religiosa, historiadores como Arnoldo Toynbee (1889-). Consideremos brevemente a un
pensador cristiano contemporáneo –Teilhard de Chardin (1881-1955). En nuestra
exposición final trataremos de otros teólogos importantes – Pablo Tillich (1886-1965),
Reinhold Neibuhr (1892-1971), y muchos otros.
Antes de explicar con detalles es necesario examinar el tema del tiempo histórico. Al
buscar modelos para expresar el tiempo histórico, los pensadores han adoptado dos formas
geométricas básicas – el círculo y la línea recta. Los griegos apreciaron la esfera de
experiencia sensitiva y consecuentemente la naturaleza y la historia para ellos se hallaban
en un estado indeciso, formándose. La realidad se encontraba al nivel racional y era una
esfera ideal trascendiendo el orden sensitivo aunque se manifestaba en distintas formas. Por
lo tanto la historia no progresaba y no tenía significado esencial. Se repetía en una sucesión
en la que nada se cumplía pero en la cual, después de cada ciclo, la vida histórica del
hombre se repetía. El modelo usado por los griegos para entender el tiempo histórico se
basaba en la sucesión cíclica de la naturaleza con sus cuatro estaciones, moviéndose desde
la renovación de la primavera a la decadencia del invierno. La historia era para ellos una
rueda de fortuna, y todo lo que el estudio de historia llevaba a cabo era mostrarle al hombre
que estudiaba dónde, en tal proceso cíclico, se encontraba su propia generación histórica.
Para salirse de tal proceso de repetición el hombre debería de ocuparse en la contemplación
racional. Debería pensar en las formas racionales ideales y así volver con su razón inmortal
a la razón universal que mantenía funcionando al universo. Esta razón era la única realidad.
Platón la definía como la esfera de ideas enfocada en la idea sublime de lo bueno.
Aristóteles indicaba que esa razón era el «Movedor Inmutable», un dios que atraía en su
curso cíclico progresivo toda la esfera de hombres y objetos mientras que él permanecía
inmutable por los eventos humanos y procesos naturales que él movía.
Los pensadores que ya hemos clasificado usan también los modelos de tiempo histórico.
Filósofos que aceptan el punto de vista naturalista usan el modelo cíclico, aunque Marx
prefirió el linear. Los humanistas prefieren el concepto de desarrollo linear, al igual que
pensadores cristianos. Sin embargo, comenzando con San Agustín, los filósofos cristianos
han usado la combinación del modelo linear con el cíclico.
Con tal perspectiva no hay lugar para el pensamiento reflectivo y el libre albedrío.
Profetas, filósofos, hombres de ciencia y videntes religiosos tienen escasa o ninguna
influencia sobre la historia. El movimiento del proceso histórico es moldeado por los
esfuerzos de hombres que se identifican con las fuerzas naturales inherentes en su cultura.
Ellos permiten que esas energías naturales les influyan para determinar cursos de acción y
para cumplirlos en acontecimientos creadores de la historia. Para Spengler pensadores y
hombres de ciencia son exangües y solamente ordenan y clasifican lo que ha ocurrido. La
historia es moldeada por «hombres de destino», aquellos que expresan en sus acciones
instintiva e inconscientemente las fuerzas vitales de su propio organismo cultural. Lo que es
de suprema importancia es el sentimiento instintivo a través del cual las energías biológicas
de una cultura, la sangre y la raza se expresan, y no los ideales, ideas y la razón humana.
Hombres que anhelan mejorar al mundo – sacerdotes y filósofos – estudian la vida con gran
intensidad pero no tienen una jota de influencia. Nadie les presta atención, según Spengler.
Puesto que cada cultura es considerada como un organismo, experimenta un ciclo fijo de
vida desde su comienzo hasta su extinción. Empieza en un barbarismo primitivo y progresa
hacia una estructura política y económica siendo acompañada por las fases culturales de
artes y ciencias. Al alcanzar madurez, estas estructuras y valores culturales se osifican y se
hacen formales. El aspecto creador de la cultura retrocede y solamente los huesos secos de
la civilización quedan como residuo al llegar la senectud. El proceso continúa con un
período de decadencia y descomposición en el cual se observan la vulgaridad y un espíritu
netamente comercial. Es importante ver la diferencia que Spengler otorga a la cultura al ser
comparada con civilización. Cultura es una entidad dinámica y creadora que produce
valores y estructuras y que al envejecer se separa de la estructura fosilizada de la
civilización. Cada cultura posee su Zeitgeist o espíritu cultural que se manifiesta en sus
valores y expresiones culturales. De esta manera cada cultura posee sus cualidades
características y organización. Este Zeitgeist es la energía interna de fuerzas naturales que
permiten dar a luz a la cultura.
Notemos las influencias que moldearon la vida y el pensamiento de Carlos Marx; esto es
necesario si deseamos entender su filosofía. Como judío él no pudo desarraigarse de su
herencia. Los ataques proféticos en contra de la injusticia, la noción de juicio en la historia,
el uso del modelo linear para interpretar la historia dirigido hacia el cumplimiento glorioso
de la edad mesiánica – todos estos aspectos de influencia hebrea dejaron una marca
indeleble en su pensamiento. Como veremos, él también interpretó la historia como un
movimiento linear culminando en un futuro glorioso y dedicó su vida a proclamar ideas en
contra de la injusticia y desigualdad que el capitalismo de laissez faire había esparcido en el
mundo.
Marx contempló el proceso total como algo inevitable. Su punto de vista de la historia
fue el del determinismo económico. El libre albedrío del hombre no fue considerado y
valores ideales tales como la justicia poseyeron para él orígenes económicos. El grito de
justicia era clamado por los pobres deseando derribar a los ricos. La importancia de la
justicia es económica. Llama a compartir las riquezas materiales del mundo. La religión es
la forma por la cual los ricos mantienen en sujeción a los pobres y en la cual los pobres
buscan un escape de su esclavitud económica. Al ofrecer al hombre una recompensa
cuando muere, la religión distrae la atención de sus problemas económicos. Es un narcótico
para el pueblo, una droga que promete compensación en el cielo por las deficiencias de la
tierra. Adormece las susceptibilidades humanas e impide al hombre meditar en su miserable
suerte. Por lo tanto todos los valores espirituales y morales se basan en las necesidades
económicas del hombre. El hombre está limitado por las fuerzas económicas de su sociedad
y su libertad se ejerce cuando él se coloca a la disposición de esas fuerzas que sólo moldean
la historia.
Cuando joven, Marx era más humanista; pero, al formar su sistema, el determinismo
prevaleció. La historia se compone de fuerzas materiales y el hombre es su esclavo. La
marcha progresiva hacia la revolución es algo inevitable aunque él concibió que los
esfuerzos revolucionarios de los trabajadores podían acelerar la llegada del triunfo. De esa
manera él mantuvo una preocupación humanista y nunca descartó la libertad del espíritu
humano. Es importante notar que pensadores como Garaudy y Ernesto Bloch, siguiendo las
ideas del Marx joven, han deseado restablecer una forma de humanismo marxista y de
expresar cierta cualidad de trascendencia en el espíritu humano. La libertad humana se
reafirma continuamente en la historia y los valores humanos no pueden ser destruidos.
Mucho de esto se pone de evidencia en el comunismo proveniente de Checoslovaquia,
Rumania, y Yugoeslavia; en los esfuerzos de pensadores rusos que desean expresar de
alguna forma las más profundas cualidades del espíritu humano; y en el diálogo en el cual
cristianos y marxistas están participando.
La manera en que Marx criticó a la religión tiene cierta justificación. Muchas veces la
iglesia ha estado tan preocupada con el cielo que se ha olvidado de la injusticia social de la
tierra. Se puede notar a través de la historia que el hombre ha usado a la religión como un
mecanismo que le permite olvidarse de dificultades del presente. También la religión ha
sido un instrumento para mantener feliz con su suerte a la gente que vive oprimida.
Recordemos que la forma musical que se llama «espiritual» entre los negros tuvo su origen
en una situación histórica donde la religión era el único medio de escape del esclavo. Los
negros cantaban que al llegar al cielo podrían calzarse y caminar libremente pues en su
existencia dolorosa no lo podían hacer sobre la tierra. También es evidente que sacerdotes y
predicadores han sido callados por los ricos y usados para llamar la atención a las
bendiciones del cielo en vez de los problemas sociales. Las injusticias del mundo han sido
cubiertas con frecuencia con el énfasis en la salvación personal.
Sin embargo, Marx no observó otros aspectos históricos en los cuales líderes religiosos
han peleado en contra de la opresión, la tiranía, y la injusticia en el nombre de Cristo
llevando a cabo esfuerzos de reforma social. Podemos mencionar a Francisco de Asís y sus
discípulos; los anabautistas del siglo XVI; Owen Winstanley y los «Diggers» de Inglaterra
en la época de Cromwell; Isabel Fry y la reforma de condiciones en las prisiones;
Wilberforce de Inglaterra, Woolman de los Estados Unidos y Guillermo Knibb de Jamaica
en sus esfuerzos por abolir la esclavitud; F. D. Maurice y Carlos Kingsley y los socialistas
cristianos de Inglaterra en el siglo pasado; la manera en que las iglesias evangélicas libres
ayudaron en la organización de sindicatos de trabajadores; la influencia del Concilio
Mundial de Iglesias en nuestros días al clamar por paz y al emitir juicio sobre las
ambiciones imperialistas. Es notable que el corriente diálogo entre marxistas y cristianos se
lleva a cabo debido a que ciertos marxistas-humanistas se han dado cuenta que la fe
cristiana posee antídotos activos para curar los males de este mundo y para efectuar justicia
social.
Marx no pudo explicar la razón por la cual una dialéctica económica puede erigir de
pronto una sociedad sin clases. Los mismos motivos que quebraron la armonía del paraíso
comunista primitivo existen en el presente. La única solución posible es una forma de
totalitarismo en el cual el hombre halla igualdad económica sin libertad. Esto estaría de
acuerdo con el determinismo marxista, pero no explica la detención del proceso. En este
aspecto Marx tomó inconscientemente de su herencia judía el énfasis escatológico. Pero si
es que no hay un Dios que dirige el proceso y cumple su propósito, la esperanza marxista
no puede ser ratificada. En el diálogo actual, la nueva preocupación con la trascendencia
humana tal vez guíe a una nueva preocupación acerca de una presencia divina trascendente
y a la vez inmanente. En ciertas ocasiones Marx y Engels concibieron la posibilidad de que
un espíritu inmanente estaba guiando el proceso histórico.
Las dos primeras fases, que se sobreextienden la una sobre la otra, dan lugar a la tercera
–la edad del positivismo científico. Esta es la fase de hombradía. El método de las ciencias
naturales domina este período de la historia – ¡y aún lo hace ciento cincuenta años después
de Comte! El hombre no formula más mitos ni especula sobre seres que no están al alcance
de su experiencia sensoria. Ahora se concentra en el mundo que puede observar con sus
sentidos. Por lo tanto ya no pregunta más acerca de causas primeras y finales que tal
observación no puede contestar. Al contrario, se preocupa de elementos de su mundo que
pueden ser probados por experimentos científicos y de los que su mundo le puede dar una
contestación directa. En las fases previas el hombre, por medio de su imaginación y
pensamiento especulador, deseó penetrar en el aposento de lo que no se puede observar a
través de la ciencia y de la experiencia sensoria. En la tercera fase el misterio es puesto de
lado. Magia y religión deben dar lugar a controles y predicciones científicos. El hombre no
puede ya tratar de controlar su mundo por medio de manipuleo oculto o persuasión
religiosa de algún poder misterioso e invisible apartado de la esfera de experiencia sensoria.
La religión y la filosofía deben ser reemplazadas.
En varias formas Comte fue el profeta del secularismo moderno. Hoy en día se habla
mucho acerca del hombre que ha llegado a la madurez. Las perspectivas teológicas del
alemán Bonhoeffer (1906-1945) muestran la influencia de las ideas de Comte. El
movimiento contemporáneo del cristiano secular, que rechaza su forma religiosa, demuestra
una situación que Comte había contemplado. Sin embargo, él que rechazó la religión como
la niñez del hombre sintió la necesidad de iniciar una nueva religión en la era de la madurez
del hombre, la era del hombre científico. Esto también es algo profético. Mucho de lo que
Comte profetizó acerca del progreso de la ciencia es parte de nuestra era.
La ciencia, en su propio nivel, trata de asuntos que antes le pertenecían sólo a la religión.
A la vez, el instinto religioso del hombre todavía existe aunque los éxitos científicos lo
hayan desplazado. Tal vez un restablecimiento de nuestra religión cristiana será posible en
el futuro tomando formas mucho más semejantes a las formas del mundo en que vivimos.
Toynbee hace notar que la decadencia no se debe a una fuerza externa. Por lo contrario,
el hombre civilizado en la cima de su cultura posee el control de su ambiente. Pero es
irónico observar que este control acrecienta a la vez que su civilización comienza a decaer.
En su avance una civilización se encuentra con fuerzas hostiles externas, cosa que no
ocurre en su decadencia. La clave de la tragedia es división y discordia en medio de la
sociedad civilizada. Discordia interna tiende a disminuir la capacidad de la gente a decidir
por su cuenta. Si fuerzas hostiles intervienen lo hacen cuando la discordia interna ha
debilitado las energías de la civilización. En esta ocasión el Dios que ha obrado el poder
creador en la cultura floreciente se transforma en el Dios que obra justicia y que abandona
la cultura para que las fuerzas destructoras la terminen. Se ve, por lo tanto, que Toynbee da
un lugar preponderante al elemento de juicio divino en la historia.
Sin embargo, sobre las ruedas giratorias de las culturas el reino de Dios avanza hacia la
consumación. El camino está siendo preparado para una fe universal. La religión se eleva
hacia nuevas alturas y la salvación se transforma en una posibilidad real para los hombres.
Toynbee posee una perspectiva limitada de la consumación social de la historia. Las ruedas
giratorias de civilización permiten que el hombre tenga a su alcance más gracia e
iluminación. La historia tiene como meta a una religión cuya salvación está más al alcance
del hombre. Los esfuerzos creadores de las estructuras de la civilización no han hecho un
impacto duradero.
Los profetas hebreos afirmaron con certeza que la historia es el escenario del juicio de
Dios sobre el hombre en rebelión. Si los hombres y las civilizaciones ignoran el propósito
amoroso y las demandas de Dios, si es que sus vidas son guiadas aparte de los planes
divinos, tarde o temprano han de pagar las consecuencias. La ira de Dios es la otra cara de
su amor. El es un Dios justo mas también es un salvador. En su juicio él abandona al
hombre en sus pecados pero aún así lo ama. Cuando sus demandas no reciben atención, los
hombres deben ser disciplinados aunque continúen siendo sus hijos. Por medio del juicio él
obra la redención.
Aún así la última palabra de Dios es amor. Este amor se observa magistralmente en la
cruz. Como un padre terrenal aplica la disciplina a su hijo y sufre al hacerlo, asimismo el
Dios de la historia se identifica con sus criaturas aun al juzgarlas. Alrededor de la cruz
convergieron todas las fuerzas que constituyen la historia – sociales, raciales, imperialistas
y religiosas. Allí se pueden ver el imperialismo romano, el nacionalisrno judío, los poderes
gobernantes, la gente sujeta y rebelde, el fanatismo religioso, los hombres justos en su
propia estimación, todo esto representando el microcosmo del macrocosmo de la historia.
Sin embargo también podemos observar en la cruz a Dios trayendo el juicio de toda la
historia a un punto focal en la vida de Jesús y elevándolo en su propia vida en forma
redentora. En nuestras aflicciones él fue afligido. Vemos a Dios en una forma paradójica
compartiendo en nuestro juicio y soportándolo en amor en forma triunfal por medio de la
victoria de la resurrección.
De esta manera nos enfrentamos a un Dios sufriente que actúa por detrás y por adentro de
la historia, y quien por medio de su sufrimiento puede reconciliar al hombre. Su poder es el
poder del constreñimiento, y su amor liberta al hombre y soporta su alienación. En su poder
y amor este Dios abandona a los hombres a las fuerzas que ellos inician en la historia y
sufre con ellos en el juicio. En su poder y amor este Dios soporta el sufrimiento para que el
hombre pueda ser libertado y llegue a ser su hijo. La omnipotencia de Dios es el poder de
un amor persuasivo y redentor. Es un amor que en su restricción rodea al hombre con su
presencia persuasiva. Está de acuerdo con nuestra libertad pues espera que respondamos
aún cuando nos proporciona dirección para demandas morales y juicio como límites de
nuestra actividad.
Pero el juicio histórico se demuestra en el hecho de que ese pecado crece y se transforma
en algo demoníaco. Cuando nos deificamos y deificamos a nuestra vida, nuestras
estructuras sociales, nuestros avances científicos, nuestros modelos económicos,
descubrimos que hemos sido transformados en esclavos encadenados. En lugar de subyugar
estas fuerzas, ellas nos han esclavizado. Así nuestras relaciones históricas se han pervertido
debido a discordias y rivalidades. El hombre histórico, desviado de su verdadera senda, se
halla bajo el dominio de fuerzas que no puede controlar. Procura enfrentarlas con su poder
limitado y descubre que ellas cambian de forma pero sus problemas permanecen. La
historia se transforma en, un desierto.