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Resistir también es escribir.

La erradicación de la ignorancia social como medio de adquisición de


felicidad.
Daniel Monsalve Arias

A los seres humanos nos reúne algo en común, la necesidad obstinada de poseer
felicidad. Todos deseamos ser felices, las acciones que hemos realizado en
nuestro devenir y el robustecimiento de nuestras aptitudes y capacidades son en
beneficio de esto. Entendamos algo, no somos seres felices, más bien, siempre
estamos en constante búsqueda de tan anhelada felicidad.
Ahora bien, la felicidad no se reduce al bienestar afectivo de un organismo
adaptado a su medio. El hombre debe reflexionar para construir su vida según
unos valores. Nadie puede desentenderse ni su libertad, ni su responsabilidad
ante el compromiso voluntario de su acción. Ser feliz supone que el humano sea
capaz de lograr un equilibrio que supere sus contradicciones y sus conflictos.
Si el hombre quiere ser feliz, no debe olvidar que la felicidad es el resultado de
una conquista, primero, sobre él mismo, y luego, sobre un mundo en el que debe
tener en cuenta, no solamente las fuerzas naturales, sino también a los demás
hombres actuando sobre el.

Actualmente vivimos una secuencia de situaciones deplorables, contextos


detonados por el desespero social y ligados hacia la necesidad de encontrar la
libertad que por tantos años se nos ha transgredido. Aun así, teniendo en cuenta
que nuestra lucha es por y para la libertad, está (la libertad) tiene un trasfondo
armónico más trascendente; la capacidad humana para emanar o disponer en
nuestra vida dosis de felicidad.

Postulemos algo análogamente: teniendo en cuenta que la felicidad depende de la


conquista de sí mismo y de su entorno circundante, del cual, a partir de este, se
logra conseguir la libertad, y llegado el caso, la conquista por la felicidad falla, la
consecuencia evidente de esto será la oposición a la intención primordial, la
fluctuación descendiente de la sociedad.
Un indudable ejemplo del postulado anterior: La sociedad actual.

Es más que claro, hoy en día hay un gran déficit social, y, como seres humanos
razonables, tenemos la obligación moral de cuestionarnos sobre las ineficiencias
que como sociedad hemos cometido y buscar los posibles medios de solución, sin
recurrir a más ímpetu, para que, posiblemente, podamos encontrar nuestra
felicidad.
Entendamos la realidad. La sociedad está compuesta por una serie de
mecanismos y sistemas que regulan las actividades que desarrollamos desde una
infante realidad hasta una rígida madurez; por lo que, todos seguimos el mismo
patronaje y basamos nuestras capacidades y nuestros pensamientos futuristas en
el mismo engranaje; es este, siendo la medida que regula los sistemas políticos,
sociales, culturales y religiosos desde la antigüedad, es donde empieza la
trascendencia del problema social.

Winston Churchill señalaba que, “la democracia es el peor sistema de gobierno


diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”, lo que ratifica el
hecho de que los sistemas están fundamentados en realidades ajenas y que son
estos mismos los que desatienden a las verdaderas necesidades del humano, pero,
que aún así, paradójicamente, con sus múltiples falencias, son indispensables
para el manejo de la sociedad.
Todo esto, nos trae que, tal vez el problema no radique totalmente en el manejo
de los sistemas actuales, sino más bien en la omisión de la realidad por parte de
los mismo seres humanos. “La libertad personal termina cuando, por medio de los
beneficios de esta, intentamos vulnerar la de otro”

En conclusión, hemos interpretado mal; lo hemos hecho mal y debemos de


comenzar a cambiar. No podemos dejar que los sistemas, y sus múltiples
planteamientos errados, dominen lo que somos y califiquen nuestra esencia desde
la inferioridad. No busquemos la felicidad, ni mucho menos la libertad, más bien,
logremos erradicar la ignorancia social y disfrutemos de los múltiples beneficios
que esto podría lograr.

“La educación es un sistema de ignorancia impuesta”. Noam Chomsky.

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