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Elogio de la controversia

Diana Voronovsky

licdiana@gmail.com

El reconocimiento de las diferencias en los lazos


sancionados por el discurso del psicoanálisis intentan avanzar en pro del trabajo con
otros sin confundir diferencias con privilegios. Hay algunos interrogantes respecto a
cómo se articulan los ideales al horizonte de la época, en el escenario de la cultura y el
lazo social que nos toca vivir y su vinculación al malestar en la cultura. El elogio de la
controversia lo consideramos en su función de un intercambio productivo de ideas que
no necesita llegar a un acuerdo. Bárbara Cassin, en su texto, “L´effect d´ sofistic” , El
efecto de los sofistas, ella dice que Lacan es el gran sofista de nuestro tiempo, los
maestros son los sofistas porque son los maestros de la retórica, del lenguaje, de
hablar para decir. Cuando se sostiene una posición respecto a un concepto, eso dirige y
orienta la cura, para que haya controversia es necesario que haya diferencia aunque no
se acuerde y lo que importa es si esa diferencia tiene efectos en el análisis, diferencias
sancionadas en y por un trabajo que siendo compartido reconoce la singularidad. En
esta dirección nos preguntamos si es posible situar alguna controversia en el
psicoanálisis.. Entendemos a la controversia como un desvío necesario no contingente,
eficaz en soslayar la repetición ecolálica de la lectura de Lacan que lleva a banalizar su
letra. Conforme la idea de que el significante manda, es posible apreciar uno de los
síntomas del lacanismo, nos referimos al uso de lalengua como signo de segregación,
significantes que hacen a la diferencia entre las sociedades de analistas y funcionan
como contraseñas semánticas para diferenciarse. Es así que nos encontramos con que
la función de la argumentación y su relación con la desuposición de saber-persuación
pierden su agalma en tanto foco de atención y causa de un desencuentro despertante y
fértil para el avance de ideas novadoras en nuestro Psicoanálisis. La controversia no es
un diálogo y se diferencia de la polémica , dado que el acuerdo o el consenso no es
necesario en la controversia. Así, por ejemplo, podríamos confrontar y situar una
controversia al interior de la enseñanza de Lacan, cuando nos propone la definición de
inconsciente que tenemos de un Lacan joven “ lo inconsciente estructurado como un
lenguaje”, nos preguntamos si se opone o es controversial a “lo inconsciente es que el
eso, hablando goza, y no quiere saber nada de eso. A nuestro entender podría situarse
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una controversia en relación a estas dos acepciones, Esta prolongación del concepto de
inconsciente no abandona en absoluto la previa, vale decir tenemos la estructura, el
lenguaje y el hecho de que hablar es gozar lo que nos transmite es la extensión,
prolongación, amplitud necesaria a la doctrina. La controversia implica considerar si las
diferentes acepciones orientan la cura y la dirección de la misma en direcciones opuesta
o contradictorias.

¿Que controversias es posible situar hoy en la comunidad psicoanalítica?

La cita y la jerga y el desvío de la controversia

El arte, la ciencia o cualquier otra actividad del pensamiento, bajo el signo de una
paradoja ligada a la lógica del no-todo, de una aporía específica enriquecen y ahondan
el surco de los conceptos fundamentales y se ponen a prueba en la dirección de la cura
donde halle su punto de desacuerdo. (por desacuerdo se entenderá un tipo determinado
de situación de habla: aquella en la que uno de los interlocutores entiende y a la vez no
entiende lo que dice el otro) no es el desconocimiento. Con lo que estaríamos
afirmando, y he aquí una afirmación, es que la controversia necesita de analistas
experimentados y que hayan fatigado la lectura de los maestros bajo el efecto de su
propia experiencia en la dirección de la cura. Ya el desconocimiento supone que uno u
otro de los interlocutores o ambos -por el efecto de una simple ignorancia, de un disimulo
concertado o de una ilusión constitutiva no saben lo que dicen o lo que dice el otro.
Tampoco es el malentendido que supone un desentendimiento productivo. Asi , por
ejemplo al instalar el retorno a Freud, Lacan es llevado porque hay algo en el texto
freudiano que se lo permite, y que no quedó reducido a la pedagogía y a la devoción.
Este lazo polémico y al mismo tiempo de recuperación de la obra de Freud es el que
somos invitados a establecer con Lacan, y situa una controversia que extiende, amplia la
obra de Freud en un gesto de recuperación de algunos conceptos. Entendemos el
desafío que la propuesta alberga, ya que es en lo dicho por Lacan que el psicoanálisis se
modifica, tanto en lo que polemiza con Freud, como con su propia obra. Entonces
invitamos a una operación de segundo grado sobre los significantes amo-maestro, la de
dejarse atravesar por el psicoanálisis, ya que si bien es consensuado por la mayoría de
los analistas que la importación teórica de otras disciplinas es fundante de un campo, es
aceptado tan rápidamente como dejado de lado, por lo que se aprecia en ocasiones en
la producción de buena parte de los trabajos de la comunidad psicoanalítica, donde es
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notable la ausencia de controversia. Nos vemos asistiendo a una sobreoferta de


distintas modalidades de trabajo que pueden saturar y aplastar el interés. Actividades
que proliferan en nuestro medio y es en atención a cierto riesgo de encontramos con
la hiperinflación del jornadismo igualitario que borra las diferencias, razones de un efecto
inercial, encuentros donde al tomar la palabra se confunde hablar con decir, usura de la
palabra desgastada, modo de anular la controversia fecunda, por ejemplo, la cita y la
jerga en relación a los conceptos. Contrariamente a lo que significan las citas para la
literatura, según Piglia, son voces y fantasmas que entran y salen sigilosamente de los
libros, - para el psicoanálisis, las citas son aquellos lugares donde hacemos pie para
posibilitar una extensión del concepto, una ampliación. Se produce, en ocasiones, una
combinación mortífera, porque si con la cita se intenta una sustracción de lectura con sus
múltiples relaciones - las mismas quedan con frecuencia ingurgitadas por la cita misma.
La cita da autoridad, la cita no se discute. El que cita tiene la verdad, pero he aquí el
riesgo de abusar de formulas consagradas, cristalizadas, el amparo de la citación. Por
otro lado tenemos los efectos de jerga, siendo en ocasiones inevitables, ya que se dan
en una comunidad de psicoanalistas, como en cualquier otra comunidad . Ahora bien, a
mi entender, se descuida el exterior que puede interpelar a los mismos. Ya que no es lo
mismo la instauración terminológica necesaria para la fundación discursiva, que el abuso
de la misma. Se trata del hecho de que al convertirla en jerga, cuando no en delirio –al
ocupar la certeza el lugar del argumento-, inhibe de este modo el lugar del argumento
ante otro, es decir a la modulación con que los conceptos van apareciendo. Los que,
hagamos la salvedad un vez más, que nunca se acaban de diseñar. Por otro lado
sostenemos que no es lo mismo soportar la ambigüedad propia de las categorías con las
que tenemos que pensar el psicoanálisis, que no es lo mismo, decimos, que la falta de
rigor que discrimina y afina en pro del argumento. Ahora bien, es preciso recordar que en
la historia del psicoanálisis, un discurso se va modelando también, de acuerdo a quién va
dirigido. Porque la polémica es un elemento propio de la retórica, pero la uniformidad del
todo vale nivela hacia el nada vale, y lleva a la dispersión no admite el espacio para la
polémica en pro de un fructífero y específico camino así iniciado en orden al avance
clínico y conceptual de nuestra disciplina ¿O será que dicho espacio, que permitió a
Freud y a Lacan situar sus conceptos, quedará como un privilegio segregativo y
excluyente, que invitará más a la rivalidad concurrencial- propiciatoria del asesinato del
padre- que a reconocer al maestro?
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