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SALUSTIO

La fuerza del espíritu (Conjuración de Catilina, I-II 6)


Todos los hombres que se afanan por ser más que los otros seres es bueno
que se esfuercen por todos los medios para no pasar la vida en silencio, como las
bestias, que la naturaleza creó inclinadas y esclavas del estómago. Toda nuestra
fuerza, por otra parte, radica en el espíritu y en el cuerpo. El espíritu lo usamos
más propiamente para mandar, el cuerpo para obedecer. El uno nos es común con
los dioses, el otro con los animales. Por lo cual a mí me parece que es mejor
buscar la gloria con el recurso de la inteligencia que con el de la fuerza, y puesto
que la vida de que gozamos es en sí misma breve, hacer que el recuerdo de
nosotros sea lo más largo posible. Pues la gloria de las riquezas y de la belleza es
lábil y quebradiza, la virtud la poseemos con lustre y para siempre.
Ahora bien, durante largo tiempo se discutió mucho entre los Hombres si las
acciones militares resultan más de la fuerza fisica o de las virtudes del espíritu.
Pues antes de empezar hay que deliberar, y una vez deliberado hay que actuar
inmediatamente. Así que ambas cosas, precarias por sí mismas, necesitan el
concurso una de la otra.
De modo que al comienzo los reyes (pues éste fue en la tierra el primer
término para designar el poder) ejercían de manera contrapuesta, una parte, la
inteligencia, los otros, el cuerpo. También entonces la vida de los hombres se
desarrollaba sin ambiciones: a cada cual satisfacía lo suyo. Pero cuando Ciro en
Asia, los lacedemonios y atenienses en Grecia, comenzaron a someter ciudades y
naciones, a tener por causa de guerra el prurito de dominar, a considerar la gloria
máxima el máximo imperio, entonces, por fin, con la experiencia de los hechos se
demostró que en la guerra lo que más puede es la inteligencia. Conque si las
virtudes espirituales de reyes y gobernantes tuviesen el mismo valor en la paz que
en la guerra, los asuntos humanos se mantendrían más equilibrados y constantes,
y no veríamos trastocarse una cosa con otra ni cambiarse y confundirse todo.
Pues un imperio se retiene fácilmente con las mismas artes con las que se
consiguió al principio. Pero cuando hacen acto de presencia la pereza en lugar del
esfuerzo, el descontrol y la arrogancia en lugar de la autodisciplina y la equidad,
junto con las costumbres cambia la fortuna. De ese modo, el poder pasa siempre
del menos bueno al mejor.

1. ¿Cuál es la idea que sostiene el autor en su texto?


2. ¿Qué caracteríaticas atribuye a la fuerza del espíritu?
3. ¿Qué es lo que provoca que los imperios se derrumben?

Concepción de la Historia (Conjuración de Catilina, III 1-2)


Es hermoso ser útil, de obra, al Estado; pero tampoco carece de sentido
ensalzarlo de palabra; en la paz y en la guerra se puede ganar gloria; muchos son
dignos de alabanza, unos porque han realizado hazañas y otros por que han
escrito las de los demás. Por lo que a mí respecta, aunque no me parece en modo
alguno que se pueda equiparar la gloria del escritor a la del protagonista de
hazañas, considero, de todas formas, que escribir Historia es una de las tareas
más difíciles; en primer lugar, porque hay que poner las palabras a la altura de los
hechos; después, porque cuando se critican faltas, la mayoría cree que es por
malevolencia y envidia, y cuando se hace mención de una gran prueba de valentía
o de acciones gloriosas, cada uno acoge con ecuanimidad lo que considera que le
sería fácil realizar; pero lo que está por encima de sus posibilidades lo considera
ficticio y lo tiene por falso.
1. ¿Cuál es la idea que sostiene el autor en su texto?
2. ¿Por qué es difícil escribir Historia, según Salustio?

El lujo destructor (Conjuración de Catilina, XII 1-5)


Desde que las riquezas comenzaron a servir de honra, y gloria, poder e
influencia las acompañaban, la virtud se embotaba, la pobreza era considerada un
oprobio, la honestidad empezó a tenerse por mala fe. De esta manera, por culpa de
las riquezas, invadieron a la juventud la frivolidad, la avaricia y el engreimiento:
robaban, gastaban, valoraban en poco lo propio, anelaban lo ajeno, la decencia, el
pudor, lo divino y lo humano indistintamente, nada les merecía consideración ni
moderación. Merece la pena, cuando se han visto casas y villas construidas a
modo de ciudades, visitar los templos de los dioses que nuestros antepasados,
hombres tan religiosos, edificaron. Ciertamente, ellos decoraban los santuarios
de los dioses con su piedad, las casas propias, con su gloria, y no les quitaban a
los vencidos nada excepto la facultad de hacerles daño. Muy al contrario, éstos,
los más indignos de los hombres, cometiendo un crimen monstruoso, arrebataban
a los aliados todo cuanto los vencedores, hombres tan valerosos, les habían
dejado, como si cometer injusticia fuese en definitiva hacer uso del poder.

1. ¿Qué goza de mayor poder y prestigio en la sociedad del momento, a juicio del
autor?
2. ¿Cómo afecta eso a la juventud?
3. ¿Y cómo afecta a los pueblos aliados de los romanos?

Retrato de Catilina (Conjuración de Catilina, V 1-8)


Lucio Catilina, nacido de linaje noble, fue hombre de gran fortaleza, física y
anímica, pero de temperamento depravado e inclinado al mal. Desde su
adolescencia le fueron gratas las guerras intestinas, las matanzas, los expolios, la
discordia civil, y en ellas ejercitó su juventud. Su cuerpo era capaz de soportar
hambre, frío, vigilias..., por encima de lo que se podría creer. Su espíritu,
temerario, trapacero, voluble, capaz de fingir y disimular cualquier cosa. Codicioso
de lo ajeno, derrochador de lo suyo. En sus pasiones, ardiente. De elocuencia, lo
justo; de prudencia, poca. Su espíritu insaciable ansiaba siempre lo desmesurado,
lo increíble, lo que estaba demasiado alto. Después de la tiranía de Lucio Sila, se
había apoderado de él un ansia irrefrenable de conquistar la república, y no tenía
el menor reparo en utilizar los medios que fuera con tal de hacerse con el poder
absoluto. Su espíritu feroz se soliviantaba más y más cada día a causa de la
pobreza de su patrimonio familiar y del remordimiento de sus crímenes, que en
ambos casos iba haciendo crecer con los medios que anteriormente he
mencionado. Lo incitaban, además, las costumbres corruptas de la ciudad,
costumbres que echaban a perder dos vicios pésimos y contrapuestos: el lujo y la
avaricia.

1. ¿Cómo describe Salustio a Catilina?


2. ¿Cuáles eran las pretensiones de este personaje?
3. ¿Además de sus condiciones naturales, que otra cosa lo incitaba a sus fechorías?

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