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ÍNDICE

Dedicatoria
Agradecimientos
Introducción

1. CONVERSACIÓN FRANCA SOBRE EL LLANTO


No, no es «una fase»
No se puede contentar a nuestros hijos a todas horas
¿Llorar es un paso necesario?
¿Y en el caso de los bebés más pequeños?
¿Cuánto tiempo puede tardar?
El sentimiento de culpa

2. CONVERSACIÓN CON LOS PADRES


Los «errores» más comunes
Las diferentes actitudes y su importancia para tener éxito

3. LA PREPARACIÓN PARA EL PLAN


Los cinco mandamientos

4. PONER EN PRÁCTICA BUENOS HÁBITOS DE SUEÑO: DEL NACIMIENTO A LOS SEIS MESES
Del nacimiento a los tres meses
Prolongar el sueño: de los tres a los seis meses

5. EL PLAN PARA ENSEÑAR A TU HIJO A DORMIR EN DIEZ DÍAS


Las diferentes etapas
Despertares nocturnos
¿Cuándo empieza el día?
¿Cuándo puede salir el bebé solo de la cama?
Una habitación propia
Biberón
Muñeco mágico
Acostarse temprano
La rutina: el «polvo mágico» y los avisos
Las «tácticas»

6. LAS SIESTAS
Dónde dormir
Cuándo dormir
Cómo conseguir que tu hijo duerma la siesta
Rutina de la siesta
Siestas cortas

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7. OTRAS SITUACIONES QUE INFLUYEN EN EL SUEÑO DE NUESTROS HIJOS
Miedos/pesadillas
Pesadillas versus terrores nocturnos
Head banging y otros movimientos rítmicos
Ronquidos y apnea del sueño

Conclusión
Bibliografía
Créditos

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A mis dos hombres.
A uno porque me deja dormir.
Al otro porque me hace soñar.

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AGRADECIMIENTOS

Cuando se empieza de nuevo y se encuentra un nuevo rumbo profesional, es inevitable


contar con ayuda. En mi caso, y sin que la buscase, se fueron cruzando conmigo
personas que han sido determinantes para mi éxito y que me han mostrado que mi nuevo
camino es, de verdad, el correcto.
Por eso, le doy las gracias a la enfermera Isabel María Cruz, del Centro de Saúde de
Alcabideche, quien, además de haberme ayudado en mi complicado posparto, creyó en
mí desde el primer día y promovió mis primeras consultas con madres.
Le doy las gracias también a mi editora, Sofia Monteiro, que vio el potencial de mi
trabajo y que quiso apostar por él cuando ni siquiera yo esperaba que el Sleepy Time
creciese tanto y diese tan buenos resultados.
Tampoco puedo dejar de mencionar a la doctora Ana Bolota, directora de la Clínica
da Mãe e da Criança, donde trabajo, que creyó que la terapia del sueño está llena de
sentido y que me permitió tener un espacio en el que recibir a mis clientes sin límite de
tiempo. Ahí encontré un espacio cómodo para trabajar y siempre me recibe Maria João
Vicário con una enorme sonrisa.
Le doy las gracias a Barrigas de Amor y a la invitación que Joana Poiares me hizo
para formar parte de esta enorme familia. Es un placer y un orgullo formar parte de un
proyecto tan válido. Le doy las gracias también a otra Joana (Freitas), responsable del
espacio D’Barriga en Oporto, por haberme permitido tener un lugar en el que poder
pasar consulta presencial a las madres del norte.
Hay también algunas personas que, aunque no las conozco personalmente, me han
sido de gran ayuda. Por eso, no podría olvidarme del doctor Nuno Carreira, del Hospital
dos Lusíadas, que me ha confiado a muchos de sus pacientes y que, a pesar de que nunca
nos hayamos encontrado, da mis referencias siempre que tiene algún pequeño que no
duerme bien.
Tampoco quiero dejar de mencionar a la directora pedagógica del Colegio dos
Arcos, Elisabete Ferreira, que me recomienda a los padres de sus alumnos y me apunta
como una posible solución.
Sería imposible olvidar a mis clientes. A todas ellas, gracias por haberme confiado
a vuestros hijos, por compartir conmigo vuestras historias, por creer en mí y darme la

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oportunidad de orientarme y ayudarme. Muchas gracias por hablar de mí, por
recomendarme a vuestras amigas y por darme tantas buenas noticias.
Gracias a Natacha por recomendarme a tantas amigas, incluso cuando M. decide ser
mala. Gracias a Neuza, una de mis primeras clientas, que creyó siempre en lo que le dije
y me escribió el «testimonio más bonito del mundo» (como prometió que haría). Gracias
a Sara y a Ana por el valor y la determinación que me demuestran que una madre es
capaz de todo.
Aprendo con todas vosotras y todos vuestros éxitos me hacen muy feliz.

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INTRODUCCIÓN

Me llamo Filipa Sommerfeldt Fernandes y soy especialista en ritmos de sueño.


El método que propongo en este libro te ayudará a organizar la vida de tu hijo y te
permitirá estar con él durante todo el proceso, tocándolo y tranquilizándolo. Y,
obviamente, también te permitirá estar presente para ver si hay algo que pueda molestar
de verdad a tu bebé.
Trabajo exclusivamente con bebés y niños pequeños y lidio todos los días con
madres, padres y criaturas que sufren debido a la privación de sueño. Por eso, puedo
decir que conozco bien los efectos arrasadores que provoca el hecho de no poder
disfrutar de un sueño continuado y profundo. Durante todos estos años he conocido a
madres que pierden tanto peso que enferman físicamente, padres a los que se les cae el
pelo debido al estrés, madres que acaban dando alguna bofetada a sus bebés en plena
noche porque están tan crispadas que no se controlan… Padres que se duermen al
volante y tienen accidentes, parejas que se dan la espalda por estar permanentemente
nerviosos, niños que se caen del regazo de las madres que se han quedado dormidas y se
parten la nariz, el brazo… Créeme cuando te digo que veo muy de cerca los efectos que
una privación larga de sueño causa en una familia.
Además de mi experiencia diaria con las familias que me consultan, sé lo que
cuesta no dormir porque yo misma he pasado por ello. Cuando nació mi hijo y me vi con
aquel ser tan pequeño, lindo e indefenso en los brazos, hice todo lo que pude para
hacerle la vida cómoda y segura. Hice lo mismo que hace la mayoría de las madres, por
eso nunca las culpo ni les recalco los «errores».
Todas nosotras queremos lo mejor para nuestros bebés y hacemos lo que sea
necesario para que se sientan protegidos y queridos. En tanto que madre primeriza —
como probablemente lo seas tú—, le enseñé a mi hijo algunas presuposiciones que no le
ayudaron a ser independiente a la hora de dormir.
Y, así, llegué a pasar casi seis meses con un bebé que solo se dormía en mi regazo
mientras mi marido o yo lo mecíamos en brazos y le cantábamos. Lo peor no era tener
que hacerlo durante cuarenta minutos todas las noches. Lo peor era tener que repetirlo
tres o cuatro veces por noche y no poder dormir nunca más de dos horas de un tirón.
Por eso, exactamente, es por lo que me siento tan cercana a las madres que acuden a
mí. Por eso dedico tanto tiempo a cada consulta. Por lo que respondo de forma

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individualizada a todos los mensajes que me llegan. Porque sé por lo que cada una de
ellas pasa y lo que cuesta querer vivir la maternidad como imaginamos y no tener fuerza
para hacerlo.
Es cierto que cada caso que me llega es diferente. Hay madres con bebés de dos
meses que acuden a mí porque sus hijos no duermen ni un solo minuto durante el día, y
otras de niños de casi cuatro años que no han tenido nunca una noche de descanso. Pero
en todas ellas veo el mismo cansancio, el mismo desánimo y la misma frustración. Y las
entiendo. Porque yo también soy madre y porque también he pasado por ello.
Cuando encontré una solución para mi «problema», me topé con algo que me hacía
recelar del cambio: la mayoría de los métodos que se me presentaban implicaban el
llanto de mi hijo. No me parecía correcto acostar al niño en su cuna y dejarlo llorar. No
me parecía nada positivo salir de la habitación y dejarlo a oscuras, a solas, mientras solo
me permitían entrar a intervalos regulares y cada vez más espaciados. No me creía capaz
de oírlo sin salir corriendo a tomarlo, tocarlo o intentar tranquilizarlo.
A pesar de estar desesperada y de decirme a mí misma cada noche «mañana
empiezo», nunca tenía el valor de iniciar el proceso. Ese miedo fue el que me hizo seguir
buscando.
Y como quien busca siempre encuentra, descubrí unos cursos dedicados al
entrenamiento del sueño de bebés en Inglaterra. Me fui a hacerlos y me proporcionaron
las bases para empezar. Y eso fue lo que hice. Apliqué lo que había aprendido en mi hijo
y, en pocos días, empecé a notar una mejoría enorme. Aquel momento no fue fácil para
mí, pero cuando echo la vista atrás, veo que tampoco fue tan complicado y que los
beneficios han sido tantos que estaría dispuesta a todo de nuevo. Y no fue fácil porque,
por desgracia, no hay una solución milagrosa. No hay gotas mágicas que se echen en la
leche de los niños y que les hagan desear irse a dormir. Sin embargo, con persistencia,
con firmeza y con la organización del día y de sus rutinas, podemos tener bebés que
acuesten tranquilos.
Mi hijo fue mi «cobaya». Después de ver los resultados me puse tan contenta y me
interesó tanto, que cambié completamente de vida. Empecé a estudiar el sueño, hice
diferentes cursos relacionados con la psicología infantil, la alimentación en los primeros
años de vida y el comportamiento de los niños y comprendí los diferentes enfoques
existentes sobre entrenamiento del sueño. Primero, los probé con los hijos de mis
amigas, después, gratuitamente, en centros de salud, hasta que decidí probar a hacer de
ello mi profesión. Simplemente porque es algo muy gratificante.
Quien me conoce sabe que lo hago por amor. Porque es impagable la sensación que
tengo cuando veo a una madre renovada, con brillo en los ojos y descansada. Cuando
recibo una postal que llega de un lugar lejano con un «gracias» muy sentido. Cuando me
ofrecen la fotografía de un hijo feliz y me dicen que yo he contribuido a esa sonrisa.
En mi página de Facebook (Sleepy Time – Especialista del sueño) he reunido a más
de catorce mil personas en menos de seis meses. Personas que comparten dudas e

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historias y que participan en ella a través de alguien que me ha conocido y al que le
alegré la vida. Por eso, es imposible no querer seguir.
Si estás leyendo este libro, muy probablemente sea porque tienes en casa un bebé
que no duerme ni te deja dormir y requiere una solución. Pero, al mismo tiempo, no
puedes dejar a tu hijo llorando solo en la habitación. Pues bien, entonces, creo que
acabas de encontrar el método adecuado para ti.
Con el método que te propongo conseguirás organizar el día de tu hijo y crear las
rutinas y los hábitos que lo ayudarán a tranquilizarse en el momento de irse a dormir. Le
vas a enseñar a dormirse solo y, sí, es muy probable que llore, pero no lo vas a
abandonar ni un minuto. Lo vas a mimar, vas a estar a su lado y vas a intentar calmarlo
de todas las formas que sabes. Es costoso y necesitas ser firme, tener paciencia y ser
persistente, pero, en la gran mayoría de los casos, da resultado. Y muy rápidamente.

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CONVERSACIÓN FRANCA SOBRE EL
LLANTO
La primera forma de comunicación de un bebé es el lloro. Desde el
momento en que sale de nuestro interior hasta la primera vez en que nos
avisa de que tiene hambre. A pesar de ello, a las madres siempre les
asusta el llanto. Para aprender a dormir no hay que llorar, pero es
importante tener en cuenta que llorar no siempre es sinónimo de
sufrimiento de nuestro hijo.

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En la introducción de este libro he comentado que el método que propongo no implica
necesariamente el llanto de los hijos. Que no pasa por dejarlos llorando solos en una
habitación hasta que se duerman de extenuación, que nos pongan al borde de un ataque
de nervios y nos quiten las ganas de querer cambiar la manera de dormirlos. Sin
embargo, y siendo honesta desde el principio, lo más probable es que tu hijo llore y
proteste.
Lo que vamos a hacer con tu pequeño es cambiar los hábitos y las rutinas que no
favorecen el descanso de ningún miembro de la familia.
Romper un hábito o desquitarse de un vicio le cuesta a todo el mundo.
Probablemente no nos pongamos a llorar, pero puede que nos sintamos molestos unos
días. Lo mismo le pasa a tu bebé. Está acostumbrado a asociar el sueño con
determinados comportamientos tuyos y si los quieres cambiar es natural que la criatura
se extrañe o proteste, sobre todo, si se trata de comportamientos que le «satisfacen».
Aunque entiendo que de todas las cuestiones, la de los lloros es la más sensible para
la mayoría de las madres —y de que yo misma sea una madre tipo gallina a la que se le
parte el corazón cuando ve que a su hijo se le cae una lágrima o empieza a hacer
pucheros—, he decidido hablar abiertamente desde el principio del monstruo que todas
llevamos dentro: los lloros.
El llanto de nuestros bebés es, sin duda, una de las cuestiones que más nos afecta.
Nos estresa, nos preocupa y nos aflige. Creo que nosotras, en tanto que mujeres, tenemos
algo impreso en nuestro código genético que no nos permite permanecer indiferentes al
llanto de un niño. Quizás sea porque dependen de nosotros, pues antes que madres
somos alimento. Ignoro la razón exacta, pero la verdad es que, en comparación con los
padres, la mayoría de las madres reacciona de forma más irracional y se muestra más
preocupada por el llanto de los hijos.
Muchas de las madres que me consultan tienen miedo de que su hijo llore. No saben
hasta cuándo deben dejar que sus hijos lloren y se cuestionan si al niño le afectará este
hecho, si le producirá inseguridad o fragilidad. Se trata de dudas absolutamente
normales, dudas que yo también tuve y que me impedían avanzar.
Además de esas dudas, también hay muchos prejuicios hacia los terapeutas del
sueño, en este punto en concreto. Quien desconoce el tema cree que consiste en dejar al
bebé llorando y encerrado en una habitación hasta que se calle. También hay quien
simplemente cree que sus hijos no pueden llorar ni un minuto y que hay que atenderlos

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al más mínimo ruido, de manera que dan de lado la labor de los sleep trainers. Como si
estos fuesen seres diabólicos porque permiten que un niño encuentre su camino solo.
Hay incluso quien confunde —o quiere confundir— el hecho de enseñar a dormir
con lo que les pasa a los niños en algunos orfanatos de países del tercer mundo en los
que simplemente dejan de llorar y llamar a alguien porque nadie los atiende. ¡Enseñar a
dormir no tiene nada que ver con eso! Tu hijo es un niño querido, vive tranquilo, tiene la
barriga llena, pasa tiempo con papá y mamá, recibe mimos… y lo que yo te propongo es
que estés con él durante todo el proceso, que le des cariño, lo mimes, lo toques, lo
calmes… Nadie se siente abandonado por sus padres si los tiene al lado.
Si aún tienes alguna duda al respecto, solo puedo asegurarte que TODOS los bebés
y los niños pequeños que empezaron a dormir bien gracias al método que propongo —y
reitero «TODOS» porque me consta de verdad— se mostraron más tranquilos, más
pacientes, más sonrientes… más felices. Nadie vive bien si constantemente tiene sueño.
Nadie está en estado normal cuando no puede disfrutar de más de tres horas de sueño
seguidas. Las madres que lo consiguen se muestran unánimes al afirmar que sus hijos
«parecen otros». No porque hayan descubierto una nueva personalidad en ellos, sino
simplemente porque ahora tienen en casa hijos descansados.
En cualquier caso, la simple idea de oír a los hijos llorar a moco tendido en la
habitación de al lado sin poder reconfortarlos es algo que impide a la mayor parte de los
padres tomar cualquier tipo de medida que beneficie el sueño de sus retoños. Además, se
dejan de tomar muchas decisiones por miedo a las reacciones que los más pequeños
puedan tener. Pero ¿es cierto? Vamos a pensarlo…
Si a tu hijo no le gusta bañarse, ¿vas a dejar de bañarlo?
Si tu hijo no quiere lavarse los dientes, ¿vas a esperar a que lo invada la caries y
tenga un aliento capaz de atontar a un león?
¿Y si tu hijo no quiere comer?
El problema es que los padres que no toman ningún tipo de medidas porque tienen
miedo a la reacción de sus bebés, cada vez se sienten más cansados, desgastados y
crispados contra todo y todos.
Y es en los momentos de mayor desesperación cuando empiezan a considerar las
ventajas y desventajas del entrenamiento del sueño de sus hijos. Si, por un lado, hay una
serie de ventajas, por otro, el inconveniente es tan fuerte que les impide analizar la
situación de forma realista. Y, en realidad, el único inconveniente es que probablemente
el bebé se ponga a llorar.
La palabra clave, sin embargo, es «probablemente». Nunca estamos seguros de si
nuestro bebé se desatará en berridos apocalípticos, pero solo la idea nos frena el ánimo,
nos hace temblar de miedo y decir que es preferible no dormir.
Aunque no soy una defensora de los lloros controlados (ese tipo de método en el
que se deja al bebé llorar a solas en la habitación y no se puede consolar ni tocar, sino
simplemente visitarlo cada equis tiempo para asegurarnos de que todo va bien) y me

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cueste mucho —¡créeme, mucho, mucho!— oír el llanto de un niño, es muy importante
recordar que los bebés solo tienen algunas formas de comunicarse con nosotros.
Cuando están satisfechos y felices, sonríen, sueltan carcajadas y emiten unos
ruidillos graciosos que nos encanta escuchar. Cuando están enfadados, aburridos,
hambrientos, incómodos, irritados, frustrados o cansados, lloran.
De la misma manera que pequeñas cosas los pueden llevar a las carcajadas
incontroladas, también es verdad que pequeñas cosas los llevan a escenas de llanto
inconsolable.
¿Alguna vez le has quitado de las manos a tu bebé un «juguete» potencialmente
peligroso? Muchos de nuestros hijos tienen alma de electricista o de jardinero, les
encanta meter los dedos en los enchufes y comerse las piedras o la tierra de las macetas.
Mi hijo, por ejemplo, pasó por una fase gourmand en la que tenía especial predilección
por las colillas que encontraba en la calle…
¿Qué sucede cuando les quitamos esas distracciones? ¿Se sienten satisfechos y
felices por tener que buscar un nuevo entretenimiento o demuestran que tienen buenos
pulmones gritando, pataleando y manifestando su irritación? Con todo, como madres y
padres responsables, actuamos de la mejor manera para poder garantizar que se sientan
seguros y estén sanos. No nos gusta verlos enfadados, pero poco podemos hacer para
hacerlos callar. O mejor, en la mayoría de los casos, se trata simplemente de esperar a
que paren de llorar y, entonces, ahí estaremos para darles un abrazo, achucharlos o
hacerles payasadas.

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NO, NO ES «UNA FASE»
Conozco a muchos padres de niños de tres y cuatro años que todavía luchan por una
noche de sueño ininterrumpida. He trabajado con parejas que dejaron de dormir juntos
en la misma cama hace mucho tiempo porque uno de ellos se mudó a la cama del hijo.
Me escriben madres y padres que se levantan varias veces cada noche porque sus hijos
les piden agua, que les cuenten un cuento, que les hablen con ellos en plena noche, van a
dormir a la cama de los padres o piden ir a hacer pipí por séptima vez…
Todos creían que, con la edad, los problemas pasarían y que sus hijos acabarían
milagrosamente durmiendo doce horas seguidas todas las noches. Todo el mundo a
nuestro alrededor, incluyendo con frecuencia el pediatra, nos dice que se trata de una
«fase», que es «normal»… Primero, nos dicen que esperemos a que pasen los cólicos del
lactante. Después, que esperemos a la introducción de la diversificación alimentaria.
Luego a que empiecen a andar, después a que empiecen a ir a la guardería… y así
sucesivamente vamos saltando de «fase en fase» a la espera del día en que todo se pase.
Por desgracia, y si ese es tu caso, lamento informarte de que mi experiencia
demuestra que eso no ocurre.
Entre mis clientes, hay casos tanto de niños de dos, tres y hasta cuatro años, como
de bebés de meses. Lo que significa que no se trata de una fase —como intentamos
convencernos siempre—, ni que se pasa con la edad. Probablemente, se pasará con la
adolescencia, periodo en que casi siempre se quiere dormir más de lo que realmente se
puede. Estarás a salvo si puedes esperar hasta que tu hijo tenga catorce años.
Una vez tuve una clienta que me decía que estaba esperando que su hijo Felipe
creciese un poco para poder educarlo en todos los aspectos, no solo en el sueño. Felipe
tenía quince meses y se despertaba todos los días a las cinco de la mañana, comía tres
veces por noche, solo se dormía en brazos (proceso que podía tardar más de dos horas) y
durante el día siempre había que distraerlo, pues no aguantaba estar quieto más de unos
minutos. Esta madre tenía dos canguros (una chica de día y de noche) para que se
ocuparan del hijo y nunca lograba tener las mismas más de tres meses, pues Felipe era
un bebé muy difícil. Como no soportaba oírlo llorar bajo ninguna circunstancia, la madre
llegaba a esconderse para poder salir de casa para ir a trabajar. Fue muy difícil trabajar
con ella, porque evitaba a toda costa el llanto de Felipe. Y siempre me decía que cuando
creciese un poco más, entonces, cambiaría su comportamiento.
Para mí, el gran problema es que se asuma como «fase» algo que trastorna bastante
nuestra vida y que acabemos por aceptarlo y no hagamos nada para cambiarlo. Cuanto
más tiempo se mantiene un comportamiento, más se consolida este. Desde mi punto de
vista, tomar medidas tarde no suele aportar ningún beneficio. Si ese es tu caso, te
pregunto: ¿será más fácil cuando tu hijo crezca? ¿Por qué?
¿Es más fácil tener un niño de dos años que nos llame «mamá» y que digamos que
«se porta bien», que «hace todo lo que queremos» y que «nos quiere mucho»?

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Honestamente, para mí eso es tanto o más difícil que oír llorar a un bebé pequeñito.
Si tienes hijos ya crecidos, te pregunto: ¿es fácil oírlos llorar cuando los dejas en el
colegio? ¿Es fácil oírlos llorar cuando se despellejan las rodillas jugando a fútbol? ¿Es
fácil oírlos llorar cuando ya con catorce años alguien le parte el corazón por primera
vez?
Como madre, creo que oír a nuestros hijos llorar, sea con la edad que sea, nunca es
fácil. ¡Nunca! Nuestro corazón se encogerá siempre, independientemente de la edad y de
la causa. Todas nosotras luchamos por preservar la felicidad de nuestros bebés, pero es
importante entender que no siempre los lloros están asociados a una causa seria. Los
niños lloran. Bastante. A veces, lloran incluso sin razón. Y llorar en el momento de irse a
la cama no es diferente de llorar de día, pero, por alguna razón, siempre creemos que es
mucho peor. Quizás sea porque ir a la cama es algo que les imponemos. Quizás sea
porque es de noche… Y de noche, todo es más negro y difícil. ¿Será por eso?

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NO SE PUEDE CONTENTAR A NUESTROS HIJOS A TODAS HORAS
Una de las cosas más difíciles de encarar siendo madre es que, en algunas circunstancias,
lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es no hacer nada. Muchas veces tenemos
simplemente que dejarlos solos hasta que se calmen y acepten nuestra ayuda o acepten lo
que les ha sucedido.
Es importante tenerlo en cuenta si el niño llora las primeras noches mientras está
aprendiendo a quedarse dormido. Porque lo mejor que puedes hacer por tu bebé es darle
la oportunidad de conseguir que se tranquilice solo. Sin tu interferencia.
He comprobado que, justamente, para los padres resulta más difícil que para los
hijos. Son muchas las veces que los padres me han comentado que, después de la
primera noche, nunca habían dado una oportunidad honesta a sus bebés para que se
calmaran solos y que se sorprendieron de la facilidad con que todo acabó funcionando.
En la consulta, algunos padres me dicen con frecuencia que están seguros de que
sus bebés llorarán durante horas y durante varios días. Me garantizan que sus hijos nunca
se adaptarán ni conseguirán dormir solos. ¿Tú piensas lo mismo? Por alguna razón estás
convencida de que tu hijo será el peor de los casos. Me juras a pies juntillas que los
lloros de tu bebé se oirán en un radio de varios kilómetros y que no podrás soportarlo. Si
estuvieras en mi consulta, seguramente me dirías que tu bebé tiene siempre mucha
energía y que es muy movido, que con poco que duerma tiene bastante y que tiene un
sueño muy ligero. (¿Sería algo así, no?)
Puedo asegurarte que tu bebé es especial, pero no en ese sentido. Son raros los
casos en los que los bebés tienen algún problema fisiológico que les condicione el sueño.
¡No voy a mentirte! Hay criaturas que tienen los ritmos de sueño cambiados, pero en la
gran mayoría de los casos, todos los niños tienen capacidad suficiente para quedarse
dormidos solos durante la noche.
Por mi consulta han pasado bebés como Francisco, con calcificaciones bilaterales
en el cerebro, o como Tomás, sordo debido a una gran prematuridad, y todos ellos, con
mayor o menor rapidez, pudieron aprender a dormirse.
Raramente existe un problema específico fisiológico que impida que nuestro hijo
duerma bien. Casi siempre se trata de desajustes motivados por factores
«educacionales». O sea, algo que hemos ido enseñando (incluso inconscientemente) a
nuestros retoños impidiéndoles adquirir buenos hábitos de sueño.
Por eso, si en las primeras noches de implementación del método que te explicaré
en breve tu bebé llora, recuerda que debes dejar que él mismo se dé cuenta de lo que
tiene que hacer por sí mismo. Los niños necesitan percatarse de que tienen el control
sobre sus propios cuerpos. Necesitan aprender a reconocer lo que es estar cansado y
cómo aliviar los síntomas asociados sin ayuda de terceros.
Es esencial que entiendan que dormir no es algo aterrador, algo malo, un castigo o
una batalla que hay que librar diariamente, sino algo cómodo, suave y acogedor que

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aporta tranquilidad y energía al día siguiente. Para que eso pase, la mejor ayuda que
podemos brindar a nuestros hijos es estar junto a ellos para ampararlos y guiarlos, pero
dejándolos entender las cosas a ellos solos.

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¿LLORAR ES UN PASO NECESARIO?
Probablemente.
Estoy siendo lo más honesta posible. Me encantaría tener una solución milagrosa
que permitiese cambiar hábitos de sueño y que no supusiese protestas por parte de bebés
y de niños más crecidos, pero no la tengo.
Y a pesar de que los anuncios de productos mágicos y cd’s que hipnotizan a los
niños y los pone inmediatamente a dormir parezcan verosímiles, no creo que esos
métodos funcionen. Si así fuese, no existirían bebés que no duermen ni yo desarrollaría
este trabajo.
Lo esencial que hay que tener en cuenta es que no es el llanto lo que ayudará al
bebé a dormirse solo. Son las estrategias que él mismo utiliza para calmarse y
tranquilizarse las que le proporcionarán las herramientas necesarias para dormirse solo.
Su llanto es la consecuencia de la modificación de sus rutinas, ya que verse en la
cama todavía despierto puede ser una experiencia completamente nueva para él. Tu bebé
se mostrará confundido y enfadado con el cambio y, sí, probablemente llorará para
expresar su insatisfacción. Así y todo, recuerda que querrá parar de llorar y que por eso
usará la única estrategia que le ha funcionado en el pasado en situaciones semejantes.
Cuando entienda que a partir de ahora tendrá que calmarse sin la ayuda de tu regazo, de
tu pecho, de tu mano, de tu pelo, del biberón o del movimiento del carrito, se
tranquilizará. Y eso puede suceder mucho más rápido de lo que te imaginas.
No te olvides de que el cambio es difícil para todos. ¿Cuántas veces te has
asegurado a ti misma que te alimentarías mejor, que dejarías de fumar o que empezarías
a hacer ejercicio físico? Los cambios son difíciles para nosotros, adultos, y por eso es
justo pensar que tampoco son un camino de rosas para nuestros retoños. La buena noticia
es que los niños aprenden mucho más deprisa que nosotros y enseguida te percatarás de
que encuentran estrategias para tranquilizarse y para dormir un sueño reparador más
rápido de lo que imaginabas.

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¿Y EN EL CASO DE LOS BEBÉS MÁS PEQUEÑOS?
De la misma manera que te digo que no deberías aferrarte al miedo al llanto a la hora de
poner en marcha el «entrenamiento del sueño» de tu hijo, te digo que en el caso de los
bebés recién nacidos y hasta los seis meses hay que enfrentarse al llanto de otra forma.
Para estos pequeños te presento una serie de consejos que tienes que ir intentando poner
en práctica para implementar cuanto antes los buenos hábitos de sueño de tu bebé. En
cualquier caso, puedes, y debes, seguir leyendo este capítulo porque es importante
entender que el llanto de un niño no siempre es sinónimo de dolor o sufrimiento.
Comprenderlo nos ayuda mucho a relativizar los días más difíciles.
Eso no significa que el plan que te propongo aquí lo debas aplicar después de los
seis meses. Lo que significa es que hay varias estrategias que antes de los seis meses
suelen funcionar muy bien y que pueden ayudar a que tu bebé se relaje y logre dormir
mejor. Hasta los seis meses es importante conocer a nuestro hijo. Darnos cuenta de si
sufre incomodidades físicas, ansiedad, tensiones, hambre, qué tipo de personalidad
tiene… De ahí que se inicie un enfoque un poco diferente y que podrás ver en los
capítulos que dedico a estas edades.

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¿CUÁNTO TIEMPO PUEDE TARDAR?
Depende. Algunos bebés y niños pequeños lloran durante una hora o más las primeras
noches antes de dormirse. Otros acaban durmiéndose pasados unos minutos. Unos
empiezan a dormir bastante bien en solo tres o cuatro días, otros necesitan un poco más
de tiempo. Como a lo mejor piensas que tu caso será el que incumpla todas las
estimaciones, tus expectativas serán muy bajas. Honestamente, eso no me preocupa en
absoluto. Incluso prefiero que así sea, porque quizás de esta manera te sorprendas
agradablemente con la rapidez con la que tu hijo acaba durmiéndose y aprendiendo las
nuevas reglas.
Cuando consideramos que nuestro caso será terrible, acabamos por recibir lo que
ocurre con satisfacción, porque el escenario nunca es tan negro. Si aplicas lo que te
indico, si organizas bien el día de tu bebé, si eres rigurosa, consistente y perseverante,
todo será más fácil. Si a todo eso le sumas cariño, amor, paciencia y resiliencia, el
camino no tendrá muchas curvas ni obstáculos. ¿Verdad que parece la conversación de
un libro de autoayuda? Pues es la pura verdad. Nuestros bebés son seres muy sensitivos.
Advierten demasiado bien nuestros cambios de humor y nuestra forma de enfrentarnos a
las adversidades. Si estamos tranquilas, con el corazón abierto y nos mostramos
convencidas de que lo que estamos haciendo es lo correcto, ellos también se enfrentarán
a los cambios con más tranquilidad.
Pero, ¡cuidado! No estoy sugiriendo que ignores el llanto de tu hijo, sobre todo si
parece serio. Si existe la posibilidad de que el bebé tenga dolores o se sienta incómodo,
entonces no sigas con el método y cuida de él de la mejor manera. Siempre podrás
recomenzar al día siguiente.

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EL SENTIMIENTO DE CULPA
A partir del momento en que somos madres, muchas veces empezamos a sentirnos
culpables. Culpables por no haber prestado atención suficiente al bebé, por no haber
jugado más con él durante el día, por no hacerle carantoñas, por dejarlo en la guardería
para ir a trabajar, por haber insistido con la última cucharadita de papilla y, claro, por
dejarlo llorar para que aprenda a dormirse…
Antes de ceder a sentimientos de culpabilidad, detente un momento y piensa por
qué te sientes culpable. Todo lo que estás haciendo es enseñar a tu bebé una lección
importante y saludable. La capacidad de dormir pacíficamente es un regalo que ofreces a
tu hijo y que podrá utilizar para el resto de su vida.
Aunque llore y proteste, sabes que no debes alimentarlo, por ejemplo,
exclusivamente con chocolate (por más que él te lo pida). Sabes que es un error y se lo
impides, pero, a pesar de actuar con corrección, es una decisión que te cuesta porque
cuando la persona a la que más quieres en el mundo llora, tiendes con naturalidad a darle
lo que quiere para que dibuje una sonrisa en la cara.
El problema es que si lo haces en todas las situaciones, en muchos casos estarás
intercambiando el bienestar y la salud de tu hijo por su paz interior. «Este chocolate no
es saludable para mi bebé, pero al menos por ahora se pone contento». «Tenía que
haberle puesto las gotas en la nariz, pero sé que lo odia». «Debería cortarle las uñas,
pues parecen garras de águila, pero no le gusta que lo sujeten y enseguida empezará a
forcejear». ¿A que estas frases te resultan familiares?
Sé que todos dejamos que nuestros hijos nos ganen de vez en cuando. No somos
máquinas y ceder algunas veces incluso es bueno.
Sin embargo, si de eso hacemos una costumbre, acabaremos creando un problema.
Los bebés y los niños aprenden por observación e imitación. Cuando logran lo que
quieren como resultado de un determinado comportamiento (mamar cada vez que lloran
o se despiertan por la noche, por ejemplo), seguirán repitiendo el mismo comportamiento
mientras demuestre ser eficaz. Al fin y al cabo, son seres humanos y, como los adultos,
luchan por lo que quieren y les gusta. Por desgracia, todavía no han aprendido que todos
los comportamientos tienen consecuencias.
Creo firmemente que aprender a dormir es de extrema importancia para un niño. Es
esencial que entiendan que tienen el poder de resolver sus necesidades de sueño solos.
Para ello es necesario enfrentarse a la cama con tranquilidad y no con ansiedad y para
aprenderlo, llorar es muy probable que sea un paso básico.
Como he dicho anteriormente, cambiar rutinas es siempre difícil y costoso. Alterar
los hábitos de sueño de tu bebé seguro que tropieza con alguna protesta.
No obstante, como madre también sé que dejar a nuestros bebés llorando solos en
su habitación es más de lo que muchas mujeres pueden soportar. Si estamos inmersas en
sentimientos de culpa y tristeza —perfectamente normales cuando nuestro querido bebé

21
llora como si no hubiese un mañana— nunca conseguiremos que la tarea de enseñar a
nuestros hijos a dormir toda la noche tenga éxito.
Por eso os propongo permanecer junto a vuestros hijos durante todo el proceso.
Llorarán igual, es vedad, pero al menos estarás segura de que no es porque están solos.
Nadie se siente abandonado si está acompañado por el padre y la madre.
Los bebés y los niños pequeños necesitan dormir para que sus mentes puedan
desarrollarse de forma adecuada, para poder compartimentar toda la información que
captan durante el día. Negarse a darles las herramientas que necesitan para desarrollar
buenos hábitos de sueño es más perjudicial que unos minutos de llanto.

RECUERDA

• No es cierto que los problemas y los «desajustes» en el sueño sean fases que se
pasan con la edad. Por el contrario, tienden a agravarse con el paso del tiempo,
haciendo que los niños se muestren menos tolerantes y pacientes, menos
resistentes a las frustraciones y con mayor necesidad de atención constante y
más irritables.
• Desgraciadamente, no podemos consentir a nuestros hijos a todas horas,
durante toda la vida.
• No caigas en sentimientos de culpabilidad porque estás enseñando a tu hijo a
dormir. Los diferentes aprendizajes a lo largo de su vida no siempre serán
pacíficos.

22
CONVERSACIÓN
CON LOS PADRES
La forma en que los padres se enfrentan
a la aplicación de nuevas rutinas y los cambios propuestos es esencial
para obtener buenos resultados. Los bebés son extremadamente
sensibles a nuestro estado de ánimo, por eso, hay que estar atento al
«mensaje» que les transmitimos.

23
La mayoría de los padres recurre a mis servicios como último recurso. Normalmente no
me telefonean hasta que han leído varios libros, escuchado varios consejos e intentado de
todo, desde «remedios milagrosos» y colchones vibratorios a cd’s con sonidos de la
naturaleza que incluyen los ruidillos de una vasta diversidad de especies animales como
pájaros, grillos y hasta ballenas.
Por suerte, tengo algunas clientas que acuden a mí para que las ayude a
implementar desde muy pronto buenos hábitos de sueño. Estas son las clientas que no
quieren llegar a desesperarse. ¡Cuántas veces madres e hijos no llegarían a estados
extremos de cansancio si aplicasen una serie de pequeñas reglas/consejos desde el primer
día!

24
LOS «ERRORES» MÁS COMUNES
Independientemente del momento en que vienen a mi consulta, la verdad es que todos
los casos son diferentes. Los niños son únicos y cada uno de ellos debe verse como un
caso particular. Sin embargo, los problemas que presentan casi siempre están causados
por una serie de comportamientos de los padres. Las edades pueden ser diferentes, puede
que me contacte una madre de Oporto o de Faro, puede que los niños ya vayan a la
guardería o que todavía estén en casa, pero los desajustes en el sueño suelen estar
provocados, casi siempre, por los mismos «errores».
Antes incluso de enumerarlos, y si adviertes que tu caso encaja en uno de estos
patrones, no quiero que te sientas culpable. Como he dicho al principio, me cuesta
considerar un «error» algo que una madre ha hecho creyendo que era lo mejor.
De cualquier forma, los comportamientos más comunes que motivan desajustes en
el sueño de los bebés son:

• Dormir al niño en el regazo.


• Dormir al niño con el biberón.
• Dormir al niño mamando.
• Dormir al niño en el carrito.
• Dormir al niño mientras te coge el pelo, la mano, etc.
• Calmar al niño por la noche dándole el biberón o de mamar siempre que se
despierta.
• No tener horarios para las siestas.
• No tener rutinas adecuadas para la edad.
• Acostar al hijo muy tarde.
• Reacomodar al niño en la cama siempre que hace un sonido extraño mientras
duerme.
• Probar cosas nuevas casi todas las semanas sin saber cómo se encara el sueño.
• Creer que echará una cabezadita relajante en medio del salón, con luz y la
televisión encendida.
• Darle azúcar a partir de las cinco de la tarde (en el caso de los niños más
crecidos).
• Impedir que tu bebé duerma de día para que se meta más cansado en la cama y
así duerma toda la noche.

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LAS DIFERENTES ACTITUDES Y SU IMPORTANCIA PARA TENER ÉXITO
Las diferentes actitudes son, la mayoría de las veces, las causas (aisladas o en conjunto)
que llevan a las madres desesperadas a mi consulta. En breve entenderás por qué
considero cada una de ellas un motivo que contribuye a los desajustes del sueño. Aunque
antes de pasar a explicarlas —de la misma manera que he hablado anteriormente y con
franqueza de los lloros—, me gustaría comentar también la importancia de la actitud de
las madres.
Cuando aparecen en la clínica o cuando converso vía Skype con ellas, enseguida me
percato de quién está dispuesta de verdad a cambiar los ritmos de la casa y adecuar las
rutinas de sus hijos, porque la forma en que cada madre se enfrenta a lo que le propongo
está íntimamente relacionada con el éxito de la implementación del método.
Hay madres decididas que ansían un cambio y se sienten llenas de energía para
recorrer el camino que les indico.
Hay madres que, a pesar de estar visiblemente cansadas y abatidas, confían tanto en
lo que les digo que aplican cada una de las cosas con tal precisión que hasta a mí me
asombra.
Hay madres desesperadas que se aferran a lo que hemos hablado y que me
sorprenden por sacar fuerzas suficientes para cambiar.
Hay madres que justifican cada una de las cosas que les indico como motivo de
desajuste, que las sienten como errores que no quieren admitir.
Hay madres que parecen desconfiar de lo que les cuento y ni siquiera quieren
probarlo, dudan de que haya algo que pueda funcionar con sus hijos.
Comento todo esto porque es muy importante que seas consciente de que tendrás
que hacer cambios. Si estás leyendo este libro es porque sientes que ni tú ni tu hijo
dormís bien. Puede que tu caso sea sencillo porque tienes un bebé pequeñito que no
necesita más que una vida más organizada, o puede que seas la madre de un niño de tres
años que no duerme desde hace demasiado tiempo. Pero si has llegado a esta página es
porque el asunto te interesa. Por eso, desde ya te digo que solo sigas leyendo si estás
dispuesta a cambiar. Si estás dispuesta a hacer un intento honesto.
No pretendo ser dogmática o defender que lo que escribo es una verdad universal
que servirá para todos los propósitos. Nada de eso. Ahora bien, solo si lo intentas de
verdad, dando algún tiempo a tu hijo y a ti misma, podrás encontrar los resultados que
buscas.
Las madres que vienen a mi consulta y que veo que están llenas de energía no me
suelen preocupar. Son las que me envían un mensaje al cabo de dos o tres días para
darme buenas noticias. Como el caso de Isabel, madre de Caetana.

EL CASO DE CAETANA

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Cuando las conocí todavía hacía consultas a domicilio. Me encontré con una madre
cansada, pero rigurosa, y con la mente bastante organizada. Caetana tenía once
meses y presentaba un desarrollo por encima de la media y era muy simpática. En
realidad, incluso dormía bastante, pero a horas totalmente inadecuadas. Tardaba
mucho en dormirse por la noche y acababa por hacerlo invariablemente después de
medianoche. Tenía algunos despertares nocturnos, pero las noches solían ser
tranquilas. Los padres echaban mucho de menos tener un momento a solas, aunque
fuese solo para cenar, pues a partir de esa hora Caetana requería mucha atención y
se convertía en una bebé muy exigente.
Después de conversar y de que le propusiera un nuevo horario con nuevas
rutinas para la niña, Isabel lo vio bastante claro. Quizás por ser psicóloga infantil
entendió bastante bien lo que le dije. No tuvo miedo, no receló y enseguida entró en
acción. Pocos días después me llamó para contarme cómo habían cambiado las
cosas. Caetana dormía desde las ocho de la noche a las ocho de la mañana. Las
noches pasaron a ser momentos tranquilos y la niña se mostraba todavía más
simpática y risueña.

Las madres que confían en el método, siempre me dan alegrías. Son madres
cansadas e incluso abatidas, pero acuden a mí en busca de una solución y la aplican de la
forma más honesta que conocen. Este es el tipo de madres más frecuente en mi consulta.
Puede que porque hoy día muchas madres lleguen a mí por recomendación bien de una
amiga o bien de un médico, cuando se presentan ya vienen dispuestas a creer en mi
propuesta. Y eso es lo que marca la diferencia en la manera de encarar la conversación.
Se marchan esperanzadas a casa y con ganas de poner en práctica todos los cambios
recomendados.

EL CASO DE BEATRIZ

Neuza es la madre de Beatriz, una de mis primeras clientas y una de las que más me
han marcado. Cuando la conocí, su hija todavía no tenía seis meses. No dormía
prácticamente nada. Se despertaba cada hora y se tranquilizaba con dificultad.
Neuza llegaba a estar con ella a las once de la noche delante de la tele con el
volumen bien alto para que la niña dejase de llorar. La situación para esta madre se
complicaba aún más porque estaba sola, pues el marido trabajaba fuera. Me
reconocí mucho en ella. Percibía lo mucho que Neuza deseaba vivir la maternidad
con todo su corazón y cuánto amaba a su hija. Pero estaba perdida y sin saber qué
hacer. Hablamos largo y tendido y Neuza asimiló todo lo que le dije. Lo puso todo
en práctica, con precisión y hasta con reloj. Enseguida notó grandes mejorías, pero

27
las doce horas de sueño seguidas que anhelaba tardaron un poco más en aparecer
porque tuvo que interrumpir varias veces las rutinas debido a algunas cuestiones que
Neuza no podía cambiar. Cuando la vida se estabilizó, Beatriz demostró ser una
verdadera dormilona. Hasta hoy. Duerme de doce a trece horas por las noches y es
una niña feliz. Neuza también se ha vuelto una madre mucho más feliz y pletórica.
Cuando tiene alguna duda, me llama para preguntarme. Y sigue confiando en el
método. Cuando empezamos el tratamiento me dijo que cuando Beatriz empezase a
dormir, escribiría el testimonio más bonito del mundo en mi página de Facebook de
la Sleepy Time. No mintió.

Hay muchas madres que se presentan en la clínica y que están verdaderamente


desesperadas. Con esto no estoy intentando minimizar lo que sienten otras madres, pero
hay algunas que debido a diversos factores, se hallan en un estado de desánimo tal que
he llegado a pensar que no tendrían fuerzas para seguir adelante. Al final, son estas
madres las que más me sorprenden. Cuando salen de la consulta dudo que vayan a poder
cambiar nada. Y, por suerte, muchas veces me sorprenden gratamente.

EL CASO DE PEDRO

Pedro tenía diecinueve meses cuando Teresa llegó a mi consulta con su marido,
entre ambos parecía haber un gran entendimiento. Mientras hablaba y me describía
lo que pasaba, Teresa lloraba y temblaba. No dormía dos horas seguidas desde hacía
más de un año. Su marido pasaba temporadas fuera de casa y ya no soportaba ver a
su mujer en aquel estado. Teresa había dejado de trabajar (estaba de baja médica),
estaba deprimida y siempre medicada. Pedro era un bebé que necesitaba mamar para
dormirse. Así pues, con diecinueve meses mamaba cada hora durante toda la noche
y se ponía a llorar como un loco si su madre se negaba. El padre de Pedro iba a salir
de viaje nuevamente en una semana y estaba muy preocupado por dejar a Teresa a
solas con el hijo.
Después de la consulta, creía que Teresa no podría poner en práctica nada de lo
que le había dicho. Normalmente, los casos de los bebés «viciados» en mamar son
los más duros y costosos y hay muchas madres que acaban por desistir. Yo no le
mentí en nada y se lo advertí. Siempre hago un seguimiento de mis clientas cuando
salen de la consulta. Las llamo, les doy mi contacto y vamos hablando para ver
cómo están evolucionando los hijos. Con Teresa intervine más de lo habitual. Y,
cuál fue mi sorpresa cuando vi que aplicaba todo lo que habíamos hablado. Todos
los días me contaba cómo había pasado la noche y el día y, poco a poco, fuimos
asistiendo a una evolución muy positiva de su hijo.

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Pedro tardó tres semanas en dormir once horas seguidas, pero desde el tercer
día empezó a tener solo uno o dos despertares nocturnos en vez de despertarse cada
hora. Algunas veces, llegaba a permanecer dos horas despierto, con todo, la madre
no se dio por vencida. Junto a él, con una paciencia enorme, lo acompañaba y lo
mimaba. Al final, dio resultado.

Desgraciadamente, no todas las historias tienen resultados excelentes. Hay algunas


madres que acuden a mí, visiblemente cansadas, pero que parecen no creer que lo que les
propongo vaya a funcionar con sus hijos. Hay también otras madres que sienten que las
estoy acusando de cometer errores y se muestran siempre a la defensiva. No quiere decir
que todas las madres con este tipo de actitud no puedan implementar el método que
propongo con éxito, pero las posibilidades de éxito son, de entrada, menores.
Simplemente porque aplican lo que hay que hacer por partes, a ritmos diferentes, y para
tener éxito en la educación de nuestros hijos necesitamos ser firmes.

EL CASO DE ROSARINHO

Rosarinho solo tenía cinco meses cuando la madre, Inés, se puso en contacto
conmigo. Una amiga le había dado mi número de teléfono y recibí un mensaje que
decía, entre otras cosas, que su hija dormía bien y mucho. Mamaba cada dos horas
de día y de noche e Inés quería seguir manteniendo ese ritmo. También decía que el
único «problema» era que Rosarinho necesitaba a la madre para dormirse y que
tenía que dar un vuelco a la situación porque en breve volvería a ponerse a trabajar.
Cuando apareció en mi consulta, enseguida me pareció que quizás Rosarinho
no durmiese tan bien como Inés me había dicho. Y es que las dos tenían ojeras y la
madre parecía de verdad muy cansada. Al fin y al cabo, Rosarinho se dormía
siempre con ayuda de la madre y hacía siestas de cuarenta y cinco minutos como
máximo. Las noches eran diferentes de lo habitual en mis clientas porque Inés
simplemente no dejaba que la hija se despertase. Dormía con ella y siempre que la
pequeña empezaba a hacer algún movimiento con la boca, incluso mientras dormía,
Inés le daba el pecho.
Le expliqué que los bebés hacen muchos movimientos y ruidos durante el
sueño. Que no todos son sinónimos de hambre. Que Rosarinho estaba gordita y que
era imposible que tuviera hambre para mamar como un recién nacido. Me costó
organizarle el día porque ninguna de las dos tenía rutinas y horarios. La consulta
duró aproximadamente una hora y media y en ese espacio de tiempo la niña tomó el
pecho dos veces. No porque tuviese hambre (ni siquiera mamaba), simplemente
para calmarse.

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Inés se marchó a casa y seguimos en contacto. En el primer intento que hizo
para que su hija se durmiese sin mamar, Rosarinho lloró durante cuarenta minutos e
Inés acabó por darle de mamar de nuevo. Después, no intentó aplicar ninguna pauta
del método ni pudo organizar mejor el día. Llegué a decirle que siguiera
amamantando a la niña, pero que si quería organizar las siestas de Rosarinho (como
se verá más adelante, el sueño diurno influye mucho en el nocturno), ella no estaba
preparada todavía para cambiar los patrones de sueño de la casa, con lo que Inés
acabó por renunciar al método antes de empezar.

La manera en que una madre se enfrenta a los cambios que propongo es del todo
esencial para el éxito. Obviamente, no todos los casos entran en estas categorías.
Siempre hay algunas sorpresas por el camino, pero la mayor parte de las veces, logro
encontrar una conexión.
Como he comentado anteriormente, los cambios que hacemos en la vida de nuestros
hijos no siempre son pacíficos ni fáciles, sin embargo, la forma en que nos enfrentamos a
ellos nos acompañará en el futuro.
No vale la pena intentarlo si solo estás dispuesta a cambiar una cosa y a dejar las
otras «colgadas». En la mayoría de los casos, las madres me preguntan si no es mejor
hacer los cambios de forma gradual cuando, en realidad, es exactamente lo contrario. Si
vamos a hacer cambios, más vale hacerlos todos al mismo tiempo. Así, no damos
mensajes diferentes a nuestro hijo cada cierto tiempo. Si hoy cambiamos una
determinada situación y dejamos a nuestro bebé que se acostumbre a ella para en poco
tiempo volver a alterar alguna cosa, haremos que se enfrente a un nuevo proceso de
aprendizaje. Con todo lo que eso implica.
Otra cosa importante a tener en cuenta es que no se debe renunciar cuando
intentamos algo nuevo con nuestros hijos, aunque nos cueste un poco más de lo que
esperábamos. Si, por ejemplo, igual que Inés, nuestro hijo tiene la mala costumbre de
mamar y necesita hacerlo cada hora para calmarse o para dormirse y acabamos dejándolo
mamar después de haber intentado durante un buen rato que se durmiera sin el pecho,
¿qué tipo de mensaje le estamos transmitiendo?
No lo digo por las «mañas» que se dice que los bebés adquieren, sino por el triste
mensaje que estamos transmitiendo a nuestro hijo. Lo estresamos, se irrita, nosotras nos
sentimos sobrepasadas y, después, acabamos por hacer exactamente lo mismo y darle lo
que quería desde el principio. O sea, dejamos que se crispe en vano. Si vas a acabar
desistiendo de poner en práctica el método, más vale no intentar darle lo que crees que
necesita desde el principio.
Hay otra situación que me gustaría comentar. A veces, los resultados que se
obtienen los primeros días no son tan rápidos como esperábamos y, aunque no es
frecuente, suele pasar. Sobre todo en los casos de bebés muy pequeñitos (con pocos
meses de edad) no siempre se consigue resultados visibles de inmediato. (Más adelante

30
verás que el enfoque que se emplea en bebés de menos de seis meses es diferente del de
bebés más crecidos).
Recientemente he conocido a la madre de un bebé de dos meses que me llamó al
cabo de un día de haber estado en mi consulta para decirme que se sentía triste porque su
hijo prácticamente no mostraba señales de cambio. Me dijo que tendría que esperar
mucho más tiempo. Miguel, su bebé, estaba muy acostumbrado a acostarse a la una de la
mañana después de luchar contra el sueño y no dormía más de quince minutos al día. Al
cabo solo de cuatro días, la madre había decidido renunciar al método. Afortunadamente,
no lo hizo y pasadas tres semanas empezó, por fin, a ver resultados.
Con este ejemplo quiero demostrar que, a pesar de que el título de este libro sea 10
días para enseñar a tu hijo a dormir, no debes desanimarte si la evolución de tu retoño
no empieza justo el día uno. Muchas veces pasan varios días hasta que conseguimos
percatarnos de la mejoría.
Sin embargo, no me gustaría que tuvieras la sensación de que el método que te
propongo es terriblemente difícil. En muchos casos no lo es. En otros, es una lucha.
Depende de nosotros y de nuestro hijo. Depende de muchos factores, pero no es
necesariamente difícil. Para muchas madres es hasta más fácil de lo que habían
imaginado. Y más rápido.
Pero es importante avanzar con la actitud adecuada.

RECUERDA

• La manera con la que te enfrentas a los cambios que te propongo influirá en el


comportamiento de tu hijo.
• Haz un intento honesto, siendo consciente y con tranquilidad, para que tu hijo
tenga tiempo de aprender nuevas rutinas.
• No te crees expectativas sobre cómo se comportará tu bebé. Cada criatura es
diferente.

31
LA PREPARACIÓN
PARA EL PLAN
La fase de la preparación del plan es tan importante como su
implementación.
En este capítulo encontrarás los consejos que ayudarán a tu hijo a
sentirse tranquilo cuando se acueste.

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Una de las quejas más frecuentes de las madres tiene que ver con la dificultad de
encontrar un método común que defiendan todos los especialistas. Cada libro
proporciona una solución diferente. Si unos autores afirman que los bebés deben dormir
en sus propias cunas, otros nos alertan de los «peligros» de dejar a una criatura sola en su
habitación. Hay quienes aconsejan métodos en los que se propicia dejar al niño llorar y
hay quien se subleva contra semejante «deshumanización», pues está convencido de que
eso hace de nuestros bebés unos niños inseguros.
Por otro lado, además de los libros sobre diferentes métodos de diferentes
especialistas, los padres acuden a mí todavía más preocupados y confundidos debido a
los insistentes consejos de los autoproclamados expertos en el tema. Las suegras, las
cuñadas, las vecinas, las amigas que ya tienen hijos e incluso algunas amigas que todavía
no los tienen pero que «han oído decir», contribuyen a generar el caos.
Si estás leyendo este libro es porque posiblemente ya hayas pasado por esa
situación. ¿Cuántos libros has leído sobre métodos que enseñan a los bebés a dormir?
¿Cuántas teorías has escuchado de familiares y amigos bienintencionados? ¿Cuántos
artículos has buscado en internet? ¿Cuántos han sido los intentos frustrados? El
problema del «exceso de información» es el de hacer de tu bebé un cobaya.
Una noche pruebas esto. No funciona.
Dejas de lado las ideas peregrinas durante unas semanas para retomarlas una noche
de esas en la que estás particularmente desesperada por la falta de sueño. Obviamente,
no vuelve a dar resultado.
Tu verdadero obstáculo es la firmeza
Cualquiera que sea la forma en la que hayas decidido avanzar, debes cargarte de
resiliencia, persistencia y… firmeza. Después, deberás sazonarlo todo con grandes dosis
de paciencia, amor y mucho cariño. ¿Es importante dormir? Por supuesto. ¿Tu hijo
llegará a dormir bien si todas las noches le transmites mensajes diferentes? No.
Tu bebé dormirá cuando su día esté organizado y descanse el tiempo adecuado para
su edad. Dormirá cuando se acueste en un clima que propicie el sueño, que esté
inundado de seguridad, comodidad y amor. Y cuando lo haga, habrás ganado la batalla
más dura de todas: la seguridad de que tu hijo se siente querido aunque su madre no esté
presente. No hay mayor sentimiento de seguridad en el mundo que el de no necesitar la
presencia física de la madre para sentir que siempre está «ahí».

33
LOS CINCO MANDAMIENTOS
El plan que propongo en 10 días para enseñar a tu hijo a dormir está dividido en dos
fases. La primera fase consiste en la preparación, introducción y adaptación de ciertos
hábitos que permitirán que la segunda fase funcione. Sé que tendrás ganas de empezar
inmediatamente por el día uno de la segunda fase, pero, para que el método dé resultado
y para que tu bebé entienda que es hora de irse a la cama y que no lo estás castigando, es
esencial respetar la primera parte del método.
Sé que todas nosotras buscamos soluciones milagrosas ultrarrápidas y que nos
olvidamos de ser previsibles y consistentes. Cuesta un poco, pero un bebé necesita desde
el primer día que nace una estructura y una rutina en su vida, y si no le damos la
oportunidad, nunca podrá aprender cuál es la mejor forma de dormirse.
Por eso, para quien reza todos los días por una solución milagrosa, aquí expongo
bien claramente los consejos más importantes para inculcar buenos hábitos de sueño en
nuestros hijos.

Eliminar los accesorios


La regla de oro: tu bebé debe meterse a la cuna cuando todavía está despierto. Puede que
te parezca algo completamente imposible. Con solo pensarlo te da la risa y empiezas a
considerar que quizás este libro no sea para ti.
La mayoría de los bebés se duermen «sujetos» a eso que yo llamo «accesorios». Al
dejar a tu hijo en la cuna cuando aún está despierto y sin la ayuda de dicho accesorio,
prescindirá de esa dependencia. No te quepa la menor duda de que iniciarás una batalla
con el pequeño de la casa. ¡Romper los hábitos no es tan fácil! Sin embargo, piensa que,
a corto plazo, asistirás a un cambio sustancial en el sueño de tu bebé.
Para la mayor parte de las familias que acuden a mi consulta, el «accesorio» es el
biberón o el pecho. Los bebés maman hasta adormecerse y solo después el padre o la
madre los acuestan en la cuna. Sin embargo, un accesorio puede ser cualquier cosa. Para
algunos niños significa un paseo en el carrito, para otros que sus padres los tomen en
brazos mientras les cantan una nana. Otros bebés necesitan agarrarse al dedo del padre,
al pelo de la madre…
Probablemente te sorprenda que te diga que este tipo de comportamiento incentiva
algunos desajustes en el sueño de los bebés. ¡Algo que les sienta tan bien a los niños no
puede estar equivocado! No hay nada mejor que adormecer a nuestro bebé pegadito a
nuestro cuerpo, ¿verdad? Sentir su olor, notar su respiración… es un momento tan
nuestro, que es impensable que pueda estar equivocado. De hecho, no lo es siempre que
no los dejemos dormirse así.

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Si tienes que mecer a tu bebé tres veces por noche, ese momento que te parecía
mágico a las ocho de la noche, te parecerá menos entrañable a las once, agotador a la una
de la mañana y detestable a las cuatro.
Si tu hijo es de esos raros dormilones que duermen bien toda la noche, entonces,
¡no hay problema! Duérmelo como quieras, porque si en casa todos disfrutan de su
merecido descanso, no hay motivo para cambiar vuestras rutinas. Así y todo, si estás
leyendo este libro, doy por supuesto que ese no es tu caso.
Hay una razón para que tu bebé se duerma solo. De una forma muy simplificada,
nuestro sueño está dividido en ciclos y en cada uno de esos ciclos pasamos de un sueño
leve a un sueño profundo y… nuevamente a un sueño leve.
Seguro que has oído hablar del sueño REM y no-REM. No quiero extenderme aquí
con largas explicaciones sobre los ciclos del sueño y las características específicas de
cada uno. Supongo que estás lo suficientemente cansada como para no querer ahora
tener que leer sobre ese tema.
De cualquier forma, es importante que sepas que el tipo de sueño REM (Rapid Eye
Movement) está asociado con el «sueño activo», es decir, con lo que vulgarmente
llamamos sueño ligero, y que el sueño no-REM (Non Rapid Eye Movement) está
asociado con el «sueño tranquilo», o sea, con lo que vulgarmente interpretamos como
sueño profundo.
En los adultos, cada ciclo de sueño tarda alrededor de noventa minutos.
Afortunadamente, hemos desarrollado los mecanismos fisiológicos necesarios que nos
permiten no despertarnos entre ciclo y ciclo, cosa que en los bebés no sucede.
La verdad es que en los bebés, el sueño no se procesa exactamente de la misma
manera. Cada ciclo tarda unos cuarenta y cinco minutos y entre ciclo y ciclo, el bebé
puede despertarse, aunque solo sea breves instantes.
En esos breves instantes en los que se despierta es cuando interviene la necesidad
de eliminación de un «accesorio». Lo que sucede normalmente es que el bebé se
despierta entre ciclo y ciclo y nota que no está en la misma situación en la que se
encontraba cuando se había quedado dormido. Por eso, necesita y busca el «accesorio»
para volver a dormirse.
Muchas de las madres que acuden a mi consulta se quejan de eso. Me dicen que su
hijo solo duerme entre treinta y cuarenta y cinco minutos de siesta o que se despierta
pasado ese tiempo una vez metido en la cuna por la noche. Cuando les pregunto cómo se
duerme el bebé, la respuesta es invariablemente la misma: «en brazos», «mamando»,
«con el biberón»…
Cuando un bebé depende de un «accesorio» para dormirse, lo seguirá necesitando
para volver a dormirse entre ciclos. Por eso tu hijo se despierta por la noche y llora. No
puede alimentarse solo, no puede mecerse solo ni puede empujar el carrito si no le
ayudas. Por eso te llama y, a veces, cada hora (cada final de ciclo de sueño). De ahí que

35
sea esencial que tu hijo se duerma sin tu intervención. Solo así logrará dormir bien por la
noche y disfrutará de un sueño descansado y continuo.
Si sueles ayudar a tu hijo a dormirse, este percibe que al hacerlo, le estás ofreciendo
un «accesorio» y esa es una de las grandes razones por las que se despierta con
frecuencia. Ahora que ya has identificado ese comportamiento como una de las causas
por las que tu pequeño no descansa bien, no quiero que te sientas culpable. Es uno de los
«errores» más comunes y más habituales entre las madres y los padres que he ido
conociendo cada día en mi consulta.
Para que no te sientas sola y para que te des cuenta de que tu caso no es
seguramente de los «peores», te dejo una lista con las formas más extrañas y hasta
cómicas que algunas madres y padres utilizan para dormir a sus hijos. Verás cómo me he
encontrado con un poco de todo y que hay, seguramente, muchas madres que se
enfrentan a los mismos problemas.

1. La forma tonificante: hay muchas madres que al intentar dormir a sus bebés
en brazos tienen que hacer sesiones de agacharse continuamente, pues solo
con ese movimiento los niños se calman. Estas sesiones pueden durar entre
veinte y treinta minutos.
2. La forma lavadora: me he encontrado con algunas madres que ponían la
lavadora por las noches, programa tras programa, con el capazo del bebé
encima. Los bebés se dormían encima de la lavadora, mecidos por el
movimiento de lavado de la máquina.
3. La forma antihumos: algunos bebés solo se duermen en la cocina con el
extractor encendido… toda la noche.
4. La forma de secado: el extractor no es el único aparato que desean algunos
bebés. También los hay que para dormirse, les encanta escuchar el ruido del
secador de pelo en marcha.
5. La forma «necesito un agujero»: conocí un bebé que solo se dormía con el
dedo metido en la nariz del padre y otros que solo se dormían con el dedo
metido en la oreja de la madre.
6. La forma dispendiosa: cuando nuestro hijo solo se duerme mientras está en el
coche con alguien conduciendo. Conozco a una madre que todas las noches
conducía de tres a cuatro horas para que su hijo pudiese dormir.

Irse pronto a la cama


Este es uno de esos consejos que normalmente más choca a los padres que acuden a mi
consulta. Siempre me sorprende la cantidad de familias que acuestan a sus hijos entre las
diez y las once de la noche. A veces, incluso más tarde. Estoy segura de que si les digo
que deben acostar a sus hijos a las ocho, me tacharán de loca. «¡Si lo acuesto a las ocho,

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se despertará a las cuatro de la mañana listo para empezar el día!», es lo que a lo mejor
estás pensando en este momento. Afortunadamente, está muy lejos de la realidad.
Nuestro cuerpo tiene una hora definida para despertarse y, por eso, la estrategia de
mantener a los bebés despiertos hasta tan tarde para que duerman más no es la mejor.
Siempre se despertarán aproximadamente a la misma hora. Y no solo eso, sino que
estarán más cansados que si se hubieran ido a dormir más pronto.
Los bebés y los niños pequeños deben dormir alrededor de once o doce horas de
sueño ininterrumpido durante la noche. La hora a la que normalmente se despiertan es
entre las siete y media y ocho y media de la mañana. Si acuestas a tu hijo a las diez, le
estás quitando, al menos, dos horas de sueño. Ten en cuenta que eso se reflejará bastante
en el comportamiento diario del niño.
A partir del momento en que los bebés tienen la edad suficiente para dormir durante
toda la noche, la mayoría establece un horario que se regula a través de su reloj biológico
y que seguirá independientemente de la hora en que se acueste. Supongo que ya debes de
haberte dado cuenta. No importa la hora a la que acuestes a tu hijo, que siempre se
despertará a la hora de siempre —lo que en la mayoría de los bebés está entre las siete y
las ocho de la mañana. (¡Sí, incluso los sábados y los domingos, por desgracia!).
Bueno, la verdad es que acostar tarde a un bebé es uno de los factores que más
contribuye a que no tengan buena disposición a la hora de dormir y a que pasen las
noches a trompicones. Varias son las razones:
En primer lugar, si tu bebé duerme una siesta después de comer —como hace la
mayoría—, se despertará entre las tres y las cuatro de la tarde. Entonces, se mantendrá
despierto durante seis o siete horas si alargas el horario hasta las diez o las once de la
noche. Al hacerlo, lo único que estás criando es un bebé tremendamente cansado, pues
estará rabioso o demasiado excitado en el momento de irse a dormir. Un bebé que se
muestra así se dormirá y se calmará con dificultad y exigirá, justamente por eso, mucho
más la presencia de los padres.
La mayoría de los bebés de seis meses están listos para ir a la cama al cabo de dos o
tres horas de estar despiertos. Y los bebés con doce meses, necesitarán dormir después
de tres o cuatro horas despiertos. Es bueno que tengas ese razonamiento en mente
cuando organices su día y si quieres evitar tener un bebé exhausto que conciliará el
sueño con mucha más dificultad.
En segundo lugar, debemos escuchar a nuestro cuerpo que es, de hecho, una
máquina perfecta. Con la disminución de la luz solar, nuestro cuerpo empieza a producir
una hormona inductora del sueño denominada melatonina. Por eso, al final del día, y con
la ausencia de luz solar, nuestro cuerpo se encuentra más propenso al descanso. A pesar
de no conocer esta hormona, nuestros abuelos y bisabuelos la aprovechaban bien. De ahí
el viejo refrán que dice: «Acostarse temprano y levantarse temprano hacen al hombre
sano», que se aplicaba tanto cuando se vivía en el campo y la gente se acostaba y se
levantaba como las gallinas. Nuestro cuerpo es, ciertamente, un reloj. Si lo tenemos en

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cuenta, antes nos percataremos de que la gente que trabaja de noche y que
obligatoriamente tiene que dormir de día nunca descansa tan bien como la gente que
puede dormir de noche. Por eso es por lo que debemos aprovechar el empujón que el
cuerpo nos da y acostar a nuestros hijos a la hora más propicia para el sueño y el
descanso.
Sin embargo, y si es cierto que debe mantenerse la hora fija de ir a la cama dentro
de lo posible, tampoco se necesita ser tan rígido hasta el punto de no acostar al bebé solo
porque aún falta algún tiempo para que se haga la hora de costumbre. Recuerdo llegar a
la casa de una clienta para una consulta a las siete de la tarde y su hija, Teresinha, estaba
claramente en estado de extenuación. Se frotaba los ojos, arqueaba la espalda cuando la
tomábamos en brazos y no se quedaba quieta. Refunfuñaba, se reía, exigía que la
cogieran y no lograba entretenerse dos minutos seguidos. Cuando le pregunté por qué no
la ponía a dormir, la madre me respondió que todavía faltaba una hora y media para la
hora de acostar a Teresa y que tenía que aguantar. ¿Esta situación te resulta familiar?
Si te parece que tu hijo está francamente cansado una hora antes de lo habitual,
simplemente acuéstalo más pronto ese día. No vale la pena estar prolongando la jornada
y mantenerlo despierto estando tan cansado. Si de vez en cuando observas que tu bebé
está más cansado de lo que debería, acuéstalo sin miedo. Si es algo recurrente, entonces,
quizás deberías evaluar la situación. Puede significar que duerme poco durante el día,
que duerme la siesta demasiado pronto o que la hora más adecuada para acostarlo sea
más pronto que la que habías adoptado previamente.

CONSEJO

Recomiendo que todos los niños se vayan a la cama entre las ocho y las ocho y
media. En el horario de verano se puede intentar estirar hasta las nueve menos
cuarto o las nueve. Sin embargo, es importante recordar que los bebés de menos de
tres meses tienen sus propios horarios, dictados por las necesidades de alimentación.
Es bueno para todos conseguir ajustar los horarios, pero es muy probable que en los
primeros tiempos no puedas acostar a tu hijo justo a las ocho. De todas formas, este
es el objetivo que deberías querer alcanzar.

¿Cuál es la mejor hora para acostar a un bebé?


Entre las ocho y las ocho y media de la tarde. ¿Cuál sería la excepción? Cuando los
bebés no pueden ver al padre o a la madre porque este llega más tarde a casa. El «hambre
de padre» es muy importante que se tenga en cuenta. Si el padre/madre trabaja de noche
y puede estar con el bebé por la mañana, entonces mantente fiel a las ocho de la noche.

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Sin embargo, si uno de los padres sale temprano por la mañana para trabajar y solo llega
a casa a las siete y media, por ejemplo, podemos (y debemos) estirar el horario de
acostarse hasta las nueve. Parece poco, pero una hora bien aprovechada, da para muchos
mimos. Incluso para participar en las rutinas, en la cena, en el baño… y créeme, es
preferible pasar una hora estupenda con tu bebé cuando todavía está de buen humor que
pasar dos horas con él mientras refunfuña y necesita que lo distraigan constantemente
porque está muy cansado. En estos casos tan específicos hay que tener en consideración
las siestas del día. O dejamos al bebé dormir una «minisiesta» al final de la tarde o
intentamos que la siesta de después de comer se haga un poco más tarde, hacia las dos y
cuarto, por ejemplo.
También es importante ajustar este horario a las diferencias culturales. Hay países
donde la vida se hace más pronto. He trabajado con familias en Noruega o en Inglaterra
que cenan a las cinco de la tarde y que se acuestan a las siete, pues el día empieza a las
cinco y media o seis de la mañana. También he trabajado con familias en España cuyos
horarios son mucho más tardíos. Nada de lo que propongo en este libro es «militar»,
pero sirve a modo de indicaciones para que puedas, después, ajustarlas a tu realidad.

El «bonus» de acostarse pronto (¡esta parte te va a gustar!)


Ser madre (y padre) no es fácil. Es un trabajo a tiempo completo que requiere mucha
energía, paciencia y amor. Tanto que, a veces, empezamos a desvincularnos de la
relación que tenemos con los padres de nuestros hijos. Gastamos tanta energía en
intentar llegar a todas partes durante el día, pasamos tanto tiempo enseñando, educando,
mimando, bañando, cambiando pañales, alimentando, jugando…, que acabamos por dar
de lado muchas otras cosas. Las relaciones tienen que alimentarse y si no hay tiempo ni
paciencia, a veces cuesta.
Si acuestas a tu hijo a las horas adecuadas, podrás por fin disfrutar de un tiempo
para ti y tu marido. ¡Podréis cenar con calma e incluso encender una vela! Podréis ver
una película o una serie sin darle a la pausa cinco veces. Leer un libro o, simplemente,
¡NO HACER NADA!
Si acuestas a un bebé a las ocho de la noche, ganarás ese bonus fantástico y
recuperarás un poco de tiempo para ti y para tu relación de pareja. No se trata de ningún
deseo egoísta. Puede que tu hijo sea la persona más importante del mundo, pero hay
otras personas muy importantes también. Conviene que no te olvides de que tú también
eres importante. Cuanto mejor te sientas, mejor madre serás.

Establecer una rutina previsible y agradable para dormir

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Hay muchas teorías y métodos sobre cómo hacer que los bebés duerman, pero uno de los
consejos más importantes y que suele ser transversal a todos los métodos y especialistas
es la rutina. Desde el primer día en que tu hijo llegue a casa, debes elegir un ritual que lo
ayude a diferenciar el día de la noche. Algo que lo informe de que el día ha llegado a su
fin y de que ha llegado el momento de descansar. No solo es importante para bebés
recién nacidos, sino también para los niños pequeños más activos y crecidos. La rutina
de acostarlos les ayuda a tranquilizarse y a entrar en una fase más calmada, preparatoria
para el sueño que se avecina.
Puede que pienses que tu bebé no se percata de si tiene o no una rutina o incluso
considerar que no es importante que un niño pequeño tenga un ritual para tranquilizarse
antes de dormir. Sin embargo, piensa en lo que haces cuando tú misma vas a meterte en
la cama y casi sin ser consciente te darás cuenta de que los adultos también tenemos
rutinas. Muchos de nosotros vamos simplemente al cuarto de baño a lavarnos los dientes,
ponernos una crema en la cara o a la habitación a ponernos el pijama. Otros necesitan
leer un poco antes de apagar la luz. Otros necesitan ver la televisión. Son pequeños
gestos que nos preparan para dormir.
Suelo decir que la rutina solo es desagradable en las películas de Hollywood. Solo
en las películas es donde nos muestran la rutina como lago perjudicial para las relaciones
o para nuestra vida cotidiana. Pero, en realidad, la rutina es algo indispensable para
organizarnos. Basta con que pensemos en algunas personas que han trabajado la vida
entera y ya se han jubilado. Muchas pierden el norte, al menos, hasta que adoptan otra
nueva rutina.
¿Nunca te ha ocurrido que hayas dispuesto de mucho tiempo libre y al cabo de unas
semanas te hayas dado cuenta de que no has logrado organizarte, de que no has
aprovechado el tiempo y de que no has podido acabar todas las tareas que tenías
pendientes? (¡A mí, sí! Además, siento que cuanto más tiempo libre tengo, menos
productiva soy).
La rutina —aunque no nos parezca algo muy atractivo— no es mala.
Es importante para todos y esencial para los niños. La mente de los pequeños está
expuesta a tanta información nueva todos los días que es tranquilizador para ellos darse
cuenta de que en ciertos momentos tienen una estructura previsible.
En realidad, no es difícil de entender. Son puntos de seguridad que le ofreces a tu
hijo en un día lleno de cosas nuevas. Tienen tantas novedades, tantos momentos de
aprendizaje, que saber que «a esa hora» van a comer, «a esa hora» llega la madre, «a esa
hora» se bañan o van a dormir les reconforta. Seguramente te habrás dado cuenta de que
en las primeras semanas de vida de tu hijo, este llora cuando quiere comer o cuando
tiene el pañal sucio. En cuanto empieza a notar que todas esas necesidades las tiene
satisfechas, deja de necesitar llorar. Simplemente porque sabe lo que le va a pasar. Lo
espera.

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Si no tuviese rutinas y si nunca supiese dónde o a qué hora come, probablemente
seguiría llorando para avisar de lo que necesita.
Y por la misma razón, a la mayoría de los bebés les gusta jugar con algo que tenga
un final previsible. Cuando le dices «cucú», por ejemplo. A casi todos los bebés les
encanta que los padres se tapen y destapen la cara, muchas veces, incluso sabiendo lo
que pasa después. A veces hasta se ríen incluso antes de que nos hayamos destapado la
cara porque conocen el resultado.
Establecer una rutina para irse a la cama es una excelente forma de que tu hijo se dé
cuenta de que se acerca la hora de irse a dormir. Se sentirá más tranquilo, exactamente
porque sabrá lo que le va a pasar a continuación. Así, estará más sereno y protestará
menos en el momento de acostarse. No intentes engañarlo porque, desde mi experiencia,
no da resultado. Explícale lo que pasa, enséñale lo que va a hacer. A veces, creemos
menos en nuestros bebés de lo que se merecen. Si les explicamos lo que pasa, si lo
avisamos de lo que va a suceder después, se sentirá más seguro.
Por eso, debes crear una rutina relajante desde el primer momento. Ten en cuenta
que la rutina no se debe extender un tiempo indeterminado ni ser demasiado corta. Lo
ideal es que dure unos treinta minutos aproximadamente. Así, estarás ofreciendo a tu
hijo el tiempo suficiente para que se relaje, pero no dejarás que se prolongue tanto como
para que se sienta cansado o se olvide de que está viviendo la rutina de ir a dormir.
Cuando estés planeando la rutina de tu bebé, siempre debes tener en cuenta que
tiene que contener una serie de pasos consistentes y previsibles y que se desarrolle a
buen ritmo. También es importante que parte de la rutina, sobre todo la parte final, pase
en la habitación del niño. Así, le estarás transmitiendo el mensaje claro de que es hora de
hacer la transición a la noche.
Cuando empieces a implementar la nueva rutina de tu bebé, es esencial que te
mantengas fiel a ella al cien por cien durante las primeras dos semanas. Cada paso debe
darse en el mismo orden todas las noches para que el niño prevea y comprenda que la
hora de dormir se acerca. Después, y si todo está yendo bien, podrás hacer algunas
excepciones. Si sales a cenar fuera y te llevas a tu hijo, por ejemplo, podrás olvidar
partes de la rutina, pero siempre deberías incorporar algunos pasos finales.
Las rutinas cambiarán a medida que tu bebé vaya creciendo y, por eso, deberás estar
preparada para permitir alguna flexibilidad. Cuando tu bebé empiece a hablar, por
ejemplo, puedes pasar cinco minutos enseñándole palabras nuevas en vez de jugar con
un cochecito o un peluche.

Algunas actividades que puedes incluir en la rutina de tu bebé:

• Bañarle
• Masajearle

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• Darle un besito a sus muñecos favoritos
• Leerle un libro
• Escuchar cómo ha sido su día
• Compartir las cosas buenas que os han ocurrido a los dos durante el día
• Jugar a algún juego tranquilo
• Escuchar música
• Cantar
• Darle el biberón o el pecho
• Hacerle carantoñas (¡siempre!)

No te olvides de que lo que pretendemos no es incluir todo esto en la rutina de tu


hijo, solo son algunas ideas de lo que puedes hacer con él. Escoge algunas que creas que
le puedan resultar agradables y crea vuestro ritual.
En mi consulta recomiendo casi siempre que el baño forme parte de la rutina al
acostarse. Siempre después de la cena (¡no hace ningún daño bañarse después de cenar!)
e inmediatamente antes de irse a la cama.
La mayoría de las veces, el baño es algo muy relajante para los niños un poco más
mayores y para los bebés. Muchas madres me dicen que a sus hijos les encanta bañarse y
que se excitan mucho, por eso no lo consideran una buena opción. Si este es tu caso, te
pido que evalúes lo siguiente: ¿tu bebé se excita DURANTE el baño porque le encanta
pero, después, cuando lo secas, le pones crema y el pijama, también se muestra agitado?
Lo que queremos conseguir es alcanzar exactamente ese «punto caramelo» al que
normalmente llegan los bebés después del baño. Ese momento en el que empiezan a
bostezar, se relajan y a veces refunfuñan por el sueño que tienen.
La rutina que establezcas para tu bebé debe ser algo que apreciéis los dos. Tiene
que ser algo agradable y tranquilo que lo predisponga a la calma y la somnolencia. Para
ello, elige algo que se adecúe a la edad y al desarrollo de tu bebé. No te olvides de que la
rutina de acostarse es extremadamente importante y de que puedes empezar a ponerlo en
práctica lo más pronto posible, antes incluso de pasar a la fase dos del plan 10 días para
enseñar a tu hijo a dormir.

Ofrecerle a tu bebé un objeto especial


Un peluche pequeño o un arrullo pueden ser importantes en la estrategia de sueño de tu
bebé y debes, por eso, intentar incorporarlos a la rutina de acostarlo. Aunque tu hijo haya
ignorado los peluches hasta hora, piensa que pueden ser muy útiles. Pero cuidado, ¡que
no sean muchos! La cama es un espacio de descanso y no de juego, por eso, retira de la
cama ese móvil con lucecitas y con música, así como todos los muñecos o móviles que
tengas colgados en la cuna. Elige solo uno —un peluche blandito, no peludo, sin botones
o pequeñas piezas que puedan poner en riesgo la salud del bebé—. Si tu hijo tiene varios

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muñecos en la cama, será más difícil acostumbrarse solo a uno y convertirlo en el
muñeco «especial» que lo ayudará a tranquilizarse.
Este muñeco, o arrullo, no debe estar deambulando por la casa junto con los demás
muñecos. Solo debe estar con él a la hora de dormir —ya sea en las siestas o por la
noche—, para que tu bebé lo considere un accesorio con la función de dormir.
Puede parecerte que me estoy contradiciendo, porque antes he hablado de la
importancia de eliminar los accesorios. Sin embargo, un peluche pequeño es un
accesorio, sí, pero uno que se puede controlar. De esta forma no tendrá que llorar para
reclamar tu ayuda porque necesita un accesorio que solo la madre o el padre le pueden
proporcionar. Si abraza, achucha, muerde o golpea al peluche y eso le ayuda y le permite
volver a conciliar el sueño, significa que tu hijo ha dejado de necesitar que le des de
mamar, lo acunes o le pongas el chupete en la boca cada media hora.
Todos nosotros necesitamos algún tipo de accesorio para tranquilizarnos antes de ir
a dormir. Puede ser «nuestra» almohada o leer un poco antes de apagar la luz. Los bebés
necesitan lo mismo, y si tienen a su lado lo que les conforta, lograrán dormirse y volver a
conciliar el sueño sin nuestra ayuda de manera más tranquila si se despiertan.
Entonces, ¿cómo animar a tu pequeño a que se acostumbre a un arrullo o a un
peluche? Empieza, por ejemplo, por hacer que el peluche forme parte de la rutina antes
de ponerlo a dormir. Dáselo al niño mientras le lees un cuento o después del último
biberón. También debes poner el mismo peluche en la cama durante las siestas para que,
con el paso del tiempo, pueda desarrollar una relación con el muñeco.
Durante el día, el arrullo o el peluche debe quedarse en la cama para que el niño
solo lo vea y tenga contacto con él cada vez que se vaya a dormir, lo que lo alegrará por
ver de nuevo a su «amigo».

Utilizar frases clave

Es importante que tu hijo entienda que la hora de dormir se acerca, por eso siempre es
una buena idea utilizar palabras y frases clave que hagan que tu bebé perciba que se irá a
la cama dentro de poco. A nadie le gusta que lo sorprendan a mitad de un juego o de un
descubrimiento y le digan que se ha acabado. Seguro que a ti no te gustaría estar
entretenida viendo una película y que, de repente, te metieran en la cama sin previo
aviso. ¡A tu bebé tampoco! Utiliza frases tan simples como: «Es hora de irse a dormir»,
o «vamos a la cama». Son buenas pistas para que tu hijo comprenda que ha llegado el
momento de dormir.
Muchas de mis clientes me confiesan que intentan engañar a sus hijos cuando los
quieren meter en la cama. Como si la palabra «SUEÑO» no se pudiese pronunciar. ¡No
es una buena estrategia! Confunde a los niños y los lleva a sentirse inseguros con
respecto a ti y a tu palabra. Son mucho más espabilados y perspicaces de lo que
pensamos y, al percibir que los van a engañar, protestarán aún más.

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RECUERDA

• El plan 10 días para enseñar a tu hijo a dormir está formado por dos fases: la
preparación y la implementación (Plan).
• La fase de la preparación consiste en la introducción de las reglas más
importantes para la implementación de buenos hábitos de sueño:

1.Elimina los accesorios.


2.Acuesta a tu hijo pronto.
3.Establece una rutina agradable.
4.Dale a tu hijo un juguete especial de transición.
5.Utiliza frases/palabras clave.

• La firmeza es el factor más importante para el éxito. Debes transmitir el mismo


mensaje todos los días a tu hijo para que te entienda de forma inequívoca.

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PONER EN PRÁCTICA BUENOS
HÁBITOS DE SUEÑO: DEL
NACIMIENTO A LOS SEIS MESES
En los primeros meses de vida de un bebé es cuando se crean las bases
para disfrutar de un sueño tranquilo y reparador. El enfoque del plan en
los bebés más pequeños es distinto del enfoque en los más crecidos,
pero no debes descuidarlo. Ya lo dice el refrán: «Al arbolito, desde
chiquito».

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DEL NACIMIENTO A LOS TRES MESES
Si tu hijo tiene menos de tres meses, tengo que felicitarte. Tanto por la bendición de su
llegada al mundo como por la sabia decisión de enseñarle hábitos de sueño saludables
desde el inicio de su vida. La mayoría de las madres primerizas descuida bastante los
hábitos de sueño de sus hijos por el simple hecho de que desconocen qué hacer. Los
desajustes en el sueño casi siempre están causados por la falta de conocimiento inicial.
Si desde muy pronto inculcamos buenos hábitos de sueño y descanso en nuestros bebés,
evitaremos grandes problemas en el futuro cercano.

Los primeros catorce días


Las primeras dos semanas de vida de un bebé son un verdadero huracán para la madre,
para la pareja y para el mismo bebé. Tú estarás extremadamente sensible y emotiva, te
estarás recuperando del parto y te enfrentarás a las primeras de muchas noches de
desvelo.
Por ahora, el único consejo que te puedo dar es que no tienes más remedio que
acostumbrarte.
Los recién nacidos no tienen claros los conceptos de día y de noche y sus pequeños
estómagos solo pueden retener pequeñas cantidades de leche que solo les sirven para
algunas horas.
Probablemente todavía no muestren grandes marcas de carácter o de personalidad y
dormirán bastante —entre quince y veinte horas al día—, pero en periodos de dos a
cuatro horas de un tirón.
Si tienes un recién nacido en casa, ya te debes de haber dado cuenta de que solo
come y duerme (y, a veces, ¡llora!). Sé que entran muchas ganas de despertarlos para
darles besitos o para enseñárselos a las amigas que nos visitan, pero es muy importante
que permitas que tu bebé coma y duerma tanto como quiera (y necesita) en las primeras
semanas de vida. Tendrás mucho tiempo para jugar con él a medida que crezca, pero en
las primeras seis semanas debes concentrarte en establecer patrones de alimentación e
inculcar buenos hábitos de sueño. Demasiado tiempo despierto durante ese periodo
estimulará, muy probablemente, demasiado a tu bebé y propiciará momentos en que
dormir será mucho más difícil.
Sorprendentemente, muchos padres se sienten decepcionados por la cantidad de
horas que sus hijos duermen: alrededor de unas veinte horas al día. Lo entiendo. Pasé por
lo mismo y llegaba incluso a echar de menos a mi hijo en cuanto se quedaba dormido.
Nuestras expectativas son muy altas y hemos esperado nueve largos meses a esa
personita que lo único que hace es dormir, comer y manchar un pañal tras otro, que
queremos que pase más tiempo con nosotros.

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A pesar de que los tres primeros meses estarán a merced de los patrones de sueño
erráticos que te marque el bebé, puedes intentar empezar enseguida a construir las bases
para que tu hijo adquiera buenos hábitos de sueño.

Separar el día de la noche


Algunas clientas cuando entran en contacto conmigo me dicen que sus recién nacidos
tienen el día y la noche cambiados. Las madres se quejan de que el niño duerme durante
casi todo el día y que, por eso, está más alerta y despierto por la noche. No saben qué
pueden hacer para ayudar a sus pequeños a dormir más de noche y a permanecer
despiertos de día.
En realidad, aunque muchos recién nacidos parezcan mezclar la noche con el día,
sus relojes biológicos (también llamados ritmos circadianos) ya están estipulados según
la hora en que nacieron. Además, hasta los niveles de nuestras hormonas envían
«señales» a los bebés que les indican si es de día o de noche. Eso es lo que prepara al
bebé para la vida fuera del útero y permite a un recién nacido establecer un patrón de
«día-noche» después de nacer.
Sin embargo, si tienes en casa un bebé que necesita una pequeña ayuda para
distinguir el día de la noche, hay algunas cosas que puedes hacer para llevar al pequeño
por el camino adecuado. El paso más importante es, indudablemente, diferenciar el día
de la noche.
¿Cómo se ayuda a un bebé a diferenciarlo? Durante el día —de las ocho de la
mañana a las ocho de la noche—, la criatura debe de estar fuera de la habitación siempre
que sea posible mientras esté despierto (¡cuidado!, que no estoy insinuando que un bebé
recién nacido deba ir de compras mientras tú te pruebas ropa nueva o que vaya contigo a
visitar a todas tus amigas).
En la mayoría de los casos, la mejor forma de organizar el día es la siguiente:
despertar – comer – jugar – dormir. Así, te asegurarás de que tu bebé come siempre que
se despierta, lo que evita que se duerma con el biberón o mientras mama. Tu hijo tendrá
energía suficiente para comer bien sin quedarse dormido y así estará satisfecho y con la
barriga llena. Tiene sentido, ¿no?
La idea es perfecta, pero los bebés no son robots y no siempre será posible actuar
así. De cualquier forma, es una práctica que puedes ir intentando.
Si está muy cansado, acabará por «picar» algo y quedarse dormido. Por el contrario,
si está bien despierto, necesariamente comerá mucho mejor.
Cuando tu bebé esté listo para irse a dormir, debes llevarlo de vuelta a su habitación
y meterlo en la cuna para que eche una siesta.
De día debes alimentar al bebé en espacios iluminados con luz solar, en un
ambiente menos resguardado y con algún ruido o algún alboroto familiar. De noche, el

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enfoque debe ser otro. Debes dar de comer al bebé en su habitación, con una pequeña luz
encendida, sin conversaciones y con el mínimo de estímulos posibles.

¿Dónde debe dormir el bebé?


No hay leyes universales sobre este tema. Muchas madres se sienten más tranquilas si
sienten a sus bebés dormir en su misma habitación. Es cierto que no hace ningún mal,
siempre que todo el mundo se sienta cómodo así. Cuando digo todos, me estoy refiriendo
al padre.
Así y todo, muchos bebés tienen un sueño agitado y hacen ruidos durante la noche,
lo que despierta a la mayoría de las madres. Ese hecho tiene una implicación bastante
importante en el sueño futuro de los bebés. Muchas de mis clientas son madres que
responden demasiado pronto a las supuestas necesidades de sus hijos. Lo que quiero
decir es que al mínimo ruido, gemido, ronquido o respiración más profunda, se levantan
inmediatamente, casi como si tuviesen muelles, para ir a ver al bebé. Lo miran y lo
vuelven a mirar para asegurarse de que está todo bien.
Unas veces ni siquiera los tocan, otras los reacomodan en la cuna, intentan ponerles
el chupete o los colocan en una posición que piensan que es más cómoda. El efecto que
tienen esas acciones es que despiertan a la criatura, y si no la despiertan, la incomodan y,
por un momento, su ciclo de sueño se ve interrumpido.
Si cada vez que te mueves mientras duermes, tu marido te arropara y te acomodara
en la cama de la manera que él cree que es mejor o se te acercara mucho para asegurarse
de que respiras, ¿qué pasaría? No sé por qué, pero me imagino que la respuesta no sería
algo así como «me lo comería a besos» ni le darías las gracias por su atención. Lo más
probable es que le dijeras «déjame, que quiero dormir».
Tu bebé no piensa eso, pero el hecho de que constantemente lo estés observando y
tocando no es beneficioso para su sueño. Por eso, en cuanto puedas, lo mejor que debes
hacer es pasar a tu hijo a su habitación y a su cuna.
Piensa que aunque creas que te vas a pasar la noche yendo y viniendo de una
habitación a otra, los momentos en que no necesites levantarte dormiréis los dos mucho
mejor.
Entiendo perfectamente que nos resulte difícil pensar que nuestro bebé pequeñito
esté solo en una habitación. La mayoría de nosotras defendemos la permanencia de los
bebés en el cuarto de los padres con argumentos como tener que darle de mamar.
Creemos que es mucho más cómodo darles el pecho en la cama y darnos media vuelta y
seguir durmiendo, en vez de levantarnos y caminar por la casa. ¿Tiene sentido? Lo tiene.
Pero si nuestro objetivo es animar a nuestro bebé a que se duerma de forma
independiente, entonces, no estamos procediendo de la mejor manera. Cuando das de
mamar en la cama, creas un ambiente extremadamente relajante que permite que los dos
os durmáis mientras el bebé se alimenta. No siempre es posible mantener a un bebé

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alerta mientras mama, pero es importante ir intentándolo para que no establezca
asociaciones equivocadas. En caso contrario, criarás un bebé que necesita comer para
alimentarse, pero también para dormir. Por supuesto, no siempre es posible que tu bebé
tenga un cuarto propio. En esos casos, recomiendo que al menos tenga su cuna o un
capazo para que se dé cuenta de que tiene un sitio que es suyo siempre que necesita
dormir.

CO-SLEEPING

Algunos padres toman la decisión consciente de compartir su cama con su bebé.


Hay muchas familias que lo hacen y, si funciona para todos los miembros de la
casa, entonces no hay razón para cambiar. Independientemente de mis creencias
personales, hay una serie de evidencias que sugieren que dormir en la misma cama
que nuestro bebé puede ser peligroso. Por ejemplo, no hay que hacer mucha presión
con el brazo por encima del pecho del pequeño para que deje de respirar.
Si planeas dormir con tu hijo recién nacido, entonces te recomiendo vívamente
que vuelvas a evaluar la situación cada mes. Si no es una buena medida para toda la
familia (lo que significa que el padre no haya empezado a dormir en el sofá o que la
madre y el bebé no hayan ocupado la habitación de al lado en los últimos meses),
debes preguntarte a ti misma si el co-sleeping funciona en vuestro caso. Puedes
seguir con esta práctica si todos los miembros de la familia están contentos con la
situación y se despiertan todas las mañana descansados.

Para establecer buenos hábitos de sueño es vital que tu bebé entienda que la cuna o
la cama le sirven para dormir y no para otras cosas. La cama no debe ser un sitio en el
que el niño pase mucho tiempo jugando. Si necesitas ponerlo en la cuna solo para ir a
coger un pañal limpio o preparar la ropa para vestirlo, no hay problema. Pero llenar la
cuna de juguetes y hacer de la cama un lugar de juegos mientras tú cumples con tus
tareas diarias, no es una gran idea. Muchas de mis clientas se sorprenden cuando les
aconsejo que quiten todos los muñecos, peluches y móviles de la cuna de sus hijos.
Pero, cuidado, tampoco se pretende que la cama sea un lugar frío y austero.
Cuando un adulto sufre de insomnio, una de las primeras cosas que hace un
terapeuta es limitar el número de actividades no relacionadas con el sueño que tienen
lugar en la cama. Leer, trabajar y ver la televisión son normalmente actividades que
deben evitarse en la habitación. Tu habitación y tu cerebro necesitan percibir que la cama
es un lugar para dormir y poco más.
Lo mismo se aplica a los niños. Si comprenden que la cuna es el lugar al que van
cuando es la hora de dormir, aprenden más rápidamente lo que deben hacer cuando se

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los acuesta. No estoy diciendo que debes privar a tu hijo de los juguetes y de ese móvil
tan bonito de angelitos que le han regalado y que además tiene música y proyecta luces
en el techo de la habitación como si fuera un planetario. Son piezas importantes para
estimular a los bebés, sin duda. Simplemente, creo que tu hijo debe jugar con esos
objetos cuando esté despierto y no cuando está a punto de dormir.
Si tienes un muñeco específico o un arrullo especial con los que te gustaría que tu
hijo se durmiese, fenomenal. Un osito es un tipo de peluche al que los bebés toman
cariño rápidamente. El peligro es tener tantos juguetes en la cama que tu hijo no llegue a
saber dónde mirar, lo que hace muy difícil concentrarse en lo que de verdad tiene que
hacer: dormir.

Temperatura de la habitación y ropa de cama del bebé


La temperatura ideal para que un bebé se duerma debe estar entre los 18º y los 21º C. Si
sobrecalientas la habitación de tu hijo, contribuirás a su incomodidad. Además de
aumentar el riesgo del síndrome de muerte súbita, se le secarán las mucosas de la nariz,
lo que dificultará mucho el sueño y la alimentación.
Si es posible, usa ropa cien por cien de algodón (el poliéster no deja que la piel
respire y la lana puede provocar alergias) y vigila no abrigar demasiado al niño (se suele
tener la manía de «cocer» al bebé). Si es verano y quieres tener un ventilador en la
habitación, asegúrate de que no sopla directamente encima del bebé. Por otro lado, en
invierno, puedes optar por los sacos-pijama, ya que son excelentes opciones para
mantener a nuestros bebés calentitos y cómodos, además de aliviarnos de la necesidad de
estar siempre tapándolos.
Pon mucha atención también a la situación de la cama. Cuando monté la habitación
de mi hijo, puse la cuna en medio del cuarto, enfrente de la ventana. La disposición era
mucho más bonita y me permitía un acceso de 360º a mi pequeño. Pero... ¡no fue una
buena idea! La cuna del bebé no debe estar cerca de radiadores o cerca de una ventana
donde exista la posibilidad de que haya corrientes de aire.
Por otro lado, la cuna de mi hijo era preciosa, pero ya en los primeros días me di
cuenta de que no estaba haciéndola correctamente. Una amiga enfermera —que me
ayudó mucho en el posparto y que se dedica solo a atender a las mamás recién paridas—
vino a visitarme y, al ver la cuna de mi hijo, me dijo que tenía que volver a hacerla. De
la misma manera que hoy en día todo el mundo sabe que los bebés deben dormir boca
arriba, también es muy importante para su seguridad que los acostemos con los pies
tocando el fondo de la cuna. Así, impediremos que pueda deslizarse hacia abajo y se tape
la cara.
Por tanto, asegúrate de que la sábana y la colcha están colocadas a la altura de los
hombros del bebé y bien metidas por el colchón. Para ello, seguramente tendrás que
deshacer la cuna para que te quede como en la siguiente ilustración:

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Acostado así, te aseguras de que el bebé duerme con seguridad y de que la ropa de
cama no le va a tapar la cara. Rehacer la cuna para que duerma con los pies tocando el
fondo es tan importante como acostar a tu hijo boca arriba.

Intercomunicadores
Cuando tenemos un hijo casi siempre recibimos como regalo de alguna persona cercana
un intercomunicador. Son fenomenales y nos ayudan mucho cuando estamos en el salón
o la cocina, pero no deberíamos usarlos por la noche… A no ser que vivas en una
mansión con setenta habitaciones y tu bebé esté a muchos metros de distancia.
La verdad es que los intercomunicadores crean situaciones en las que acudimos al
primer ruidillo, ronquido, suspiro o gemido de nuestro pequeño. Nos convertimos en
salvadoras inmediatas en vez de dar tiempo a nuestros hijos a que se calmen y se vuelvan
a dormir. Sin un intercomunicador, podemos tardar un minuto hasta que escuchemos al
bebé y respondamos. Muchas veces en ese tiempo, lo más probable es que se haya vuelto
a dormir.
Una de mis clientas —Sofía—, acudió a mí cuando su hija Carolina tenía siete
meses porque quería intentar inculcarle buenos hábitos desde muy pronto. Sofía tenía un
comunicador espectacular de esos que miden la temperatura ambiente, emiten música,
tienen luces e incluso se puede ver un vídeo. La criatura vivía en un auténtico «Gran
Hermano», pues todos sus movimientos estaban vigilados. En el momento en que se oía
un ruidillo, Sofía corría hasta la habitación e intentaba calmar a su hija dándole el pecho
o poniéndole el chupete. Nunca le dio la oportunidad de intentar tranquilizarse sola y de

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no asumir que el pecho o el chupete resolvían el hambre, el sueño, la agitación… Por
eso, cuando vino a mi consulta, Sofía tenía una hija que mamaba cada hora (cada vez
que terminaba un ciclo de sueño), tanto de día como de noche. ¿Resultado? Una madre
desesperada y sin fuerzas, un padre que no entendía nada de lo que pasaba y una niña
visiblemente cansada que asociaba erróneamente sueño y hambre.
El caso de Sofía no es único. Ni raro. El uso «excesivo» de los intercomunicadores,
además de crear en nosotros hábitos de reacción constante sobre nuestro bebé, hace que
nunca nos «desconectemos» de él. He estado en casa de algunas clientas que nada más
acostar a los pequeños en la cuna, iban al salón y se quedaban mirando el monitor para
verlos dormir. Después, decían que tenían la sensación de que no podían hacer nada
durante el día y que necesitaban más tiempo. Lo que pasa es que se pasaban las horas
mirando a sus hijos a través de la pantallita en vez de pasear, ocuparse de ellas mismas y
charlar con el marido o las amigas, leer un libro o simplemente descansar.
Por eso, utiliza las tecnologías con sentido común. De noche, apaga los monitores y
verás como todos dormiréis mejor. Y, de día, no te quedes pegada al monitor que
transmite en directo el sueño de tu bebé. Los intercomunicadores son ideales para
sentirnos más seguros —no tememos que nuestros bebés lloren sin que los oigamos—,
pero no tenemos que depender demasiado de ellos.

Estrategias de sueño
Ir a la cama despierto
Cuando una madre primeriza se enfrenta a su hijo recién nacido, nunca se le ocurre
acostar al bebé antes de que se haya dormido. Las madres —y los padres— suelen darle
de mamar o el biberón y lo tendrán en brazos hasta que parezca que se haya dormido
profundamente. Y, entonces, solo en ese momento, intentan meterlo en la cuna deseando
que no se despierte en el segundo en que lo dejan. La mayoría de las veces, el objetivo
no se alcanza y, frustrados y cansados, los padres reintentarán el proceso con más leche
y con más mecerlo en brazos.
Si el escenario de caminar con el recién nacido por la casa durante horas en plena
noche te resulta familiar, puedo asegurarte que no estás sola. La mayoría de las madres
pasa horas realizando el mismo ritual. Primero, amamanta al bebé. Después, se asegura
de que se ha dormido pero, como tiene miedo de dejarlo en la cuna —no vaya a ser que
el bebé abra los ojos al más mínimo contacto con el colchón—, da varias vueltas por la
habitación mientras lo mece en el regazo. A continuación, sí, hace el primer intento de
acostar al bebé pero, asombrosamente, este abre los ojos y antes incluso de que la boca
emita un berrido (ni siquiera sabe si eso va a pasar pues no le ha permitido nunca esa
posibilidad), lo toma, le da unas cuantas vueltas más por la habitación y esta vez,

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además, le canta una canción. Cuando se duerme profundamente, vuelve a intentar
meterlo en la cuna y reza para no tener que repetirlo todo de nuevo.
Puedo ver tu sonrisa disimulada al reconocerte en el «cuadro» anterior. Es un
escenario muy frustrante y normalmente las madres (y los padres) no llegan a entender
por qué sus hijos no se duermen si aparentan estar tan cansados.
Piensa en lo siguiente… ¿Alguna vez has dormido en un hotel y te has despertado
en plena noche sin saber exactamente dónde estabas? Ahora imagínate el susto que se
lleva un recién nacido cuando, en vez de encontrarse en el regazo abrigadito en el que se
ha dormido, se despierta solo en una cuna. Yo también gritaría si me pasase…
La verdad es que el consejo más importante que puedo dar a los padres de bebés
muy pequeñitos es que siempre tienen que dejar a la criatura en la cuna ANTES de que
se haya dormido. Eso lo ayudará a entender desde muy pronto que dormir es algo que él
—y no tú— tiene el poder de hacer que pase.
No pretendo que lleves al extremo lo que te digo. Es importante intentar que tu bebé
se meta en la cuna cuando todavía está despierto, pero no lo hagas si está excitado por
alguna razón o si todavía no es la hora de dormir. No podemos esperar que un bebé se
quede dormido solo si no tiene sueño, si está muy agitado o si, por el contrario, se ha
pasado ya hace rato la hora de dormir y está demasiado cansado.
Otra cosa importante que debes retener es que, al intentar dejar a un bebé pequeñito
despierto en la cama, hay que tener presente que no siempre será posible. A veces, se
consigue, otras, no. Durante las primeras semanas no siempre se tiene éxito, pero, con el
tiempo, será una estrategia que te compensará. Acuéstalo aún despierto, pero bien
relajado y tranquilo. Si se agita, intenta tranquilizarlo en la cuna o, si es necesario, en
brazos. Se trata de un juego en el que la paciencia es capital, pues a lo mejor lo tienes
que hacer varias veces hasta que, por fin, el bebé se quede dormido. No está bien dejar a
un bebé solito llorando, y mucho menos con esa edad. Tu trabajo no consiste en dormir
al niño, sino en ayudarlo a que se relaje para que él mismo pueda dormirse solo.

No dar de mamar hasta que se duerma


Tal como he comentado antes, una de las capacidades más importantes que puedes
enseñar a tu bebé es a que se duerma solo sin que haga asociaciones externas o utilice
accesorios. Uno de los accesorios más comunes de nuestros bebés es darles de mamar
hasta que se quedan dormidos. La gran mayoría de mis clientas se enfrenta a ese
problema. Tienen hijos que se despiertan a cada momento y maman para calmarse, lo
que lleva a las madres a un desgaste físico enorme y a crear hábitos poco saludables en
los bebés que perduran, normalmente, unos cuantos meses e incluso años.
Soy una firme adepta a dar el pecho por las diferentes e importantes ventajas que
supone para la madre y para el bebé, pero es importante no permitir que cada vez que
amamantas a tu hijo, este se duerma. Sé por experiencia propia lo difícil que resulta. Al

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principio se nos antoja una idea estupenda. Nuestro hijo se alimenta y encima se duerme
sin luchas ni sobresaltos. ¡Es perfecto!
El problema es que nuestro pezón —que se ha convertido en la identidad suprema
de nuestros bebés— se convierte no solo en un medio para satisfacer el hambre, sino
también en una necesidad para que se quede dormido. Cuando esto sucede, amamantar
se convierte en una actividad que nos consume mucho más, que se vuelve demasiado
exigente e incluso frustrante porque nuestros bebés parece que nunca se sacian. Porque
maman durante demasiado tiempo. Porque necesitan nuestro pecho para quedarse
dormidos siempre que se despiertan a media noche.
Para separar estas dos funciones hay algunas cosas que puedes considerar mientras
das de mamar.
En primer lugar, debes intentar mantener un límite sobre cuánto tiempo dura cada
toma. No es necesario cumplirlo al pie de la letra en todas las ocasiones, pero treinta
minutos son, normalmente, el tiempo suficiente para alimentar a un bebé. Más tiempo
que ese hace que, probablemente, el recién nacido se canse y se duerma mamando. (Si tu
bebé es prematuro o no aumenta de peso de manera correcta, debes consultar al pediatra
sobre la duración y frecuencia de las tomas).
Lo mismo se aplica con los biberones. La mayoría de los recién nacidos puede
beber una cantidad adecuada de leche en veinte o treinta minutos y hay que detener la
toma antes de que se queden dormidos. Sí, porque supongo que no quieres provocar una
situación en la que el biberón se convierta en un accesorio imprescindible para tu bebé a
la hora de dormir.
Mientras escribo, puedo imaginarme que estás a punto de pensar que tu bebé se
queda dormido pasados solo dos minutos en cuanto te lo pones en el pecho. Comento
este caso porque con mi hijo pasaba igual. En cuanto me lo ponía en el pecho para darle
de mamar, enseguida se le empezaban a cerrar los ojos.
El objetivo es que el bebé se alimente correctamente y, para eso, tiene que estar
despierto.
Siempre que empiece a dormirse, hazle cosquillas en los pies, habla con él y si
fuera necesario, retíralo unos segundos del pecho. Cuando sientas que ya tiene la barriga
llena, acomódalo sentado para que eructe con la mano sujetándole la cabeza para que no
se duerma. A veces, los bebés no se duermen mientras maman, pero acaban durmiéndose
en el regazo cuando los colocamos para que eructen.
Seguro que habrá momentos en que tu hijo recién nacido se duerma mientras lo
alimentas. Si sucede, acuéstalo en la cuna y ya está. ¡No es el fin del mundo! Además,
los recién nacidos son bastante dormilones. Puede ser mucho más difícil mantener
algunos bebés despiertos el tiempo suficiente para que se alimenten, aunque solo sea
cinco minutos. Por eso, no te preocupes ni te vuelvas loca si tu bebé se duerme
constantemente mientras mama. Lo que quiero que tengas en cuenta es que, siempre que

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sea posible, tu objetivo debe ser animar al bebé a que tenga el control de su propio
cuerpo y a hacer la asociación entre estar cansado e ir a dormir.

Emplear la «leche de los sueños»


Es un truco que muchas madres usan para prolongar las noches de sus hijos. Se trata de
algo muy sencillo: dar de mamar o dar el biberón a tu retoño cuando lo metas en la cuna
sobre las ocho de la noche. Entre las diez y media y las once y media, cuando tú te
acuestes, cógelo con sumo cuidado para que no se despierte y dale el biberón o de
mamar nuevamente. No esperes a que se despierte y, simplemente, «abastece el tanque»
de tu bebé antes de volverlo a colocar en la cuna. La «leche de los sueños» funciona, en
general, muy bien por varias razones:

• Proporciona al bebé las calorías extra que necesita para dormir mejor.
• La «toma» se produce a una hora conveniente para ti y te permitirá dormir
unas horas más en vez de despertarte un tiempo después de dormirte para
alimentar a tu pequeño.
• La «toma» no es una respuesta directa al llanto de tu bebé —lo que podría
servir para recompensar los despertares nocturnos.

Sin embargo, hay algo que tener en cuenta con esta «cena» mientras duermen. Si te
das cuenta de que despiertas al bebé, que se irrita o que la noche empieza a fraccionarse,
no insistas en darle leche extra. En algunos casos, acabamos por interrumpir un ciclo de
sueño en un momento crucial y nuestros bebés pueden tener dificultades para volver a
dormir bien el resto de la noche. No es frecuente, pero puede suceder y, por eso, es
importante discernir si esta toma extra supone una ventaja o un inconveniente. En estos
casos, lo mejor es respetar el ritmo natural del bebé y esperar a que se despierte de motu
proprio para su toma nocturna.

Envolver al bebé
Envolver a un bebé con un arrullo o una mantilla resulta muy útil durante sus primeros
meses de vida. Es verdad que a nosotros nos suele confundir ver a nuestro retoño
envuelto como si fuese un chorizo. Para él, sin embargo, es lo más natural del mundo. En
nuestro útero, los niños no están «sueltos», de ahí que con un arrullo o una mantilla los
bebés tiendan a sentirse más tranquilos y, sobre todo, más seguros. Envolver
correctamente a un recién nacido es muy sencillo, aunque a veces hayas visto a bebés
con un arrullo mal puesto.

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Ocho pasos para envolver a un bebé con comodidad y firmeza

1. Utiliza una mantilla o un arrullo ligero, transpirable y suave, de


aproximadamente 80 x 80 (hay muchos recién nacidos que pueden envolverse
con un pañal de paño cuando aún son muy pequeños).
2. Coloca la mantilla o el arrullo encima de la cama como si fuese un diamante
con una punta hacia arriba.
3. Dobla la punta de arriba.
4. Coloca el cuello del bebé exactamente por encima de ese doblez.

5. Coloca el bracito derecho del bebé estirado a lo largo del cuerpo, coge la
manta desde el hombro izquierdo y estírala cruzándola por encima del pecho
del bebé para que quede bastante apretada (como si fuese la mitad de una
camiseta con escote en forma de V). Ajusta y mete el tejido por debajo del
tronco del bebé para que quede liso y firme.

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6. Coloca el bracito izquierdo junto al cuerpo del bebé y sube la punta inferior
(la que queda en la zona de las piernas), de manera que se cubra el brazo hasta
el hombro izquierdo.

7. El bebé tiene que poder doblar y abrir las piernas con holgura, pero los brazos
deben quedar rectos y abrigados.

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8. Finalmente, pasa la punta restante del lado izquierdo del arrullo por el pecho
del bebé y ajústala en la parte de la espalda.

Sé que puede parecerte complicado, pero basta con que lo pongas en práctica varias
veces para que te conviertas en una profesional a la hora de envolver a tu hijo con un
arrullo. Cuando vemos a un recién nacido envuelto así, siempre nos entran ganas de reír
porque nos recuerda a una pequeña momia. En realidad, esta técnica resulta muy útil
para calmar a los bebés y para que duerman mejor.
Pero ¡atención!, porque cuando el bebé está envuelto con una mantilla, siempre
debe dormir boca arriba y es importante que te asegures de que la criatura no está
demasiado abrigada. Cuando lo vistas, ten en cuenta que el arrullo ya le dará calor, por
eso no tengas esa tendencia de madre primeriza que suele cocer al bebé. Debe de
mantener las orejas a una temperatura agradable, no calientes ni encarnadas, y el cuello
no debe sudar. ¡Ah! Y no le cubras la cabeza mientras duerme a no ser que tu médico te
aconseje que lo hagas.
Envolver a un bebé con un arrullo o una mantilla puede ser muy efectivo a la hora
de la siesta y por las noches, pero no durante todo el día. Suelo recomendar el uso de la
mantilla hasta los dos o tres meses, después, ya puedes empezar a ir liberando poco a
poco a tu bebé del arrullo a la hora de dormir. Primero, sácale un brazo, luego, el otro y,
por fin, el cuerpo entero.

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White noise
Probablemente ya te hayas dado cuenta de que el sonido del secador de pelo, del
aspirador e incluso del extractor de la campana de la cocina tranquiliza al bebé. Y como
también te he comentado anteriormente, creo que los recién nacidos disponen de
demasiados muñecos y accesorios que emiten música, sonidos de la naturaleza,
proyecciones, luces, etc. Con todo, hay una cosa tremendamente útil que ayuda a
calmarlos: un simple «¡chist!» para pedirles silencio.
Lo que pasa es que la mayoría de las madres dicen «¡chist!» tímida y brevemente.
Decir «¡chist!» solo funciona cuando suena fuerte, seguro y alto. ¿Alguien cree, de
verdad, que nuestro útero es un lugar tranquilo y con ausencia total de ruido? Si todavía
piensas eso, desengáñate. No lo es y, por eso, una habitación silenciosa es algo que
puede volver loco a un bebé.
Un buen truco para calmar a tu hijo hasta los tres meses (puedes y debes hacerlo
desde el primer día) es decirle «¡chist!» de manera fuerte y continuada al oído. ¡Sin
miedo! Cuando el pequeño de la casa se muestre irritado, llore o parezca nervioso e
inquieto, tómalo en brazos y prueba a decirle «¡chist!» al oído. Los resultados son casi
inmediatos.
Por la noche, si tu bebé pudiese estar en modo «¡chist!» constante, te lo agradecería,
aunque es muy probable que tú no me lo agradecieras a mí. Pero he aquí que, maravilla
de las maravillas, vivimos en una época en que la tecnología es democrática y accesible
a todo el mundo. Por eso, puedes descargarte una aplicación que se llama White Noise
for Babies en tu teléfono móvil y hacer un download de internet para mp3. Elige el
sonido que te resulte más agradable, pues lo tendrás que estar oyendo toda la noche (a mí
me gusta el sonido del mar o de la lluvia) y pónselo en el cuarto.
El sonido debe ser tan audible como una ducha funcionando. Y no, no molesta
nada. Primero, te extraña, después te resulta entrañable.
Pon el móvil en modo avión para que no emita ningún tipo de ondas y para que no
suene si es que recibes algún mensaje que interrumpa el white noise.
El white noise en funcionamiento durante toda la noche ayudará enormemente a tu
bebé a mantenerse calmado y tranquilo, e incluso a dormir más horas. No es, en
absoluto, un narcótico. No hipnotiza al bebé. Simplemente evoca el ambiente en el que
se encontraba en la barriga materna y le sabe a «hogar». Es importante que si utilizas el
white noise para dormir al bebé, lo dejes encendido toda la noche hasta por la mañana.
Hay algunas madres que lo apagan cuando el bebé se ha quedado dormido, lo que impide
el efecto que deseamos: el de proporcionar una referencia de tranquilidad a tu hijo. Si se
duerme con el sonido del white noise y se despierta en plena noche y no lo oye, lo echará
de menos.
Con el tiempo es más fácil quitarlo definitivamente (puedes utilizarlo los primeros
meses si quieres), basta con bajar un poco el volumen cada dos o tres días hasta que lo
elimines del todo.

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No te olvides de que el white noise, como el hecho de envolver al bebé con un
arrullo o una mantilla, no tienes que utilizarlo las veinticuatro horas del día. Solo sirve
para momentos concretos de irritación y/o agitación y para dormir.

Posición de lado o boca abajo


Esta posición es solo un pequeño truco. Cuando tu bebé se muestre más nervioso y llore,
ponlo de lado o boca abajo. Si a esta posición les añades un «¡chist!» fuerte como el que
te he comentado antes, normalmente resulta milagroso. Estar boca arriba es la posición
más segura para un bebé, pero suele ser la peor posición para tranquilizarlos, porque se
sienten inseguros, como si se fueran a caer. Además, si lo piensas bien, no hay
mamíferos que duerman boca arriba, pues se trata de una posición muy vulnerable por
ser muy expuesta. Por eso, tranquilízalo de lado o boca abajo y acuéstalo boca arriba
cuando ya esté calmado y tranquilo.

Dormir toda la noche


Como ya te habrás dado cuenta, es muy importante que tu bebé recién nacido coma con
frecuencia durante el día y también durante la noche los primeros tres meses. Seamos
francos, los bebés tienen estómagos muy pequeños y crecen mucho los primeros meses,
por eso, es poco realista pensar que conseguirán dormir toda la noche desde las primeras
semanas. Los bebés tienen que ser alimentados constantemente para que puedan tener
energía y los nutrientes necesarios para su crecimiento y desarrollo. Pero si eres diligente
y persistente en ir creando buenos hábitos de sueño para que tu bebé no necesite
accesorios para dormir, el futuro será prometedor.
Hay diferentes escuelas de pensamiento sobre cuándo puedes dejar de alimentar a tu
hijo por la noche. La mayoría de ellas incide que entre los tres y los seis meses —nunca
antes— y solo si confías en que tu bebé está ganando peso de manera saludable. A mí
me parece pronto, porque considero que no todos los pequeños son iguales y hay
necesidades diferentes para cada uno de ellos. Sin embargo, hay una serie de cosas que
puedes hacer para guiar a tu bebé hacia el desarrollo de hábitos de sueño independientes.
De la misma manera que te indico que no hay que dejar de alimentar a un bebé durante
la noche mientras es muy pequeño, también te alerto para que no pase demasiado
tiempo. La triste verdad es que muchas de mis clientes esperan hasta los dieciocho o
veinte meses, hasta que se dan cuenta de que la situación ya no se resuelve sola.

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PROLONGAR EL SUEÑO: DE LOS TRES A LOS SEIS MESES
Hay muchos especialistas que empiezan a «entrenar» el sueño a los tres meses porque
creen que el bebé ya está preparado para dormir las noches de un tirón y porque ya tiene
sus necesidades nutricionales nocturnas satisfechas. No obstante, y desde mi experiencia,
no me parece de gran utilidad empezar a aplicar un método específico de entrenamiento
de sueño con tres meses.
Creo que son bebés aún muy pequeños y dependientes de la madre y todavía
pueden tener algunas necesidades que no podemos prever. Además, en ese momento se
produce un pico de crecimiento y necesitan, también, un suplemento de leche. Por eso,
recomiendo que sigas esforzándote en implementar buenos hábitos de sueño a tu bebé tal
y como te he recomendado hasta ahora con los niños de tres meses de edad.
Entre los tres y los seis meses asistirás a cambios enormes en tu hijo. Estos cambios
también se reflejarán en el sueño. La mayoría de las madres que me consulta en la clínica
me dice que no entiende lo que ha pasado con su bebé ya que, hasta los tres meses,
dormía «muy bien». Contrariamente a lo que se piensa al principio, hay muchos bebés
que incluso duermen bastante bien los primeros tres meses de vida. Todavía son
pequeñitos y necesitan dormir mucho, no tienen mucha fuerza y todavía están un poco
«desconectados» del mundo. A los tres meses, el mundo adquiere un nuevo sentido para
ellos. Empiezan a ver mejor, a interactuar más, a poder estar despiertos más rato… y
entonces, aparecen los problemas.
Así pues, te recomiendo que mantengas los hábitos que he mencionado
anteriormente. Si utilizas el arrullo o la mantilla para envolverlo, ha llegado el momento
de empezar a deshacerte de ella poco a poco, pero puedes seguir practicando todo el
resto de cosas que te he indicado. Si lo haces así, en poco tiempo tendrás las esperadas
nueve, diez, once y doce horas seguidas de sueño. ¡Créeme!
Entre los tres y los seis meses puedes —y DEBES— considerar también otros
factores.

El sueño produce sueño


Cuanto más se duerme, más sueño se tiene. Con los bebés se trata prácticamente de una
verdad universal. Por eso, no cedas a la tentación de dejar despierto a tu hijo varias horas
durante el día pensando que así se dormirá mejor por la noche. Lejos de mejorar el sueño
nocturno, saltarse las siestas o atrasar la hora de ponerlo a dormir por la noche es medio
camino recorrido para rabietas monumentales y para un sueño interrumpido.
Si duerme bien durante el día, tu bebé se sentirá feliz y con mejor disposición. Será
más fácil que concilie el sueño por la noche y que duerma durante más tiempo si

61
empieza las siestas y la rutina de acostarse antes de mostrarse irritado y con muchos
síntomas de sueño.
Si todavía no conoces los «síntomas del sueño», aquí hay algunos bastante
reconocibles:

• Restregarse los ojos y/o las orejas.


• Quedarse con la mirada perdida o parecer «atontado» (conozco a mucha gente
que le ocurre lo mismo y no son precisamente bebés…).
• Mostrarse torpe y empezar a quejarse.
• Irritabilidad.

Así que, mantente atenta a estas señales y evítalas acostando a tu retoño antes de
que los síntomas se manifiesten.

Una rutina tranquila por la noche


Si todavía no has creado una rutina para tu bebé, debes hacerlo cuanto antes.
Proporcionarle un momento de calma, relajante y tranquilo, es esencial para una buena
noche de sueño. Normalmente, un baño calentito justo antes de ir a la cama, un cuento,
una canción y tomar leche son los pasos básicos para una rutina adecuada y saludable en
bebés de esas edades. Una vez hecho todo esto, claro, el cuarto debe quedarse en modo
zen, es decir, solo con una luz débil y sin tele, tabletas o teléfonos cercanos.
Además de la rutina, con frecuencia hay algo que suelo ver y que falla por las
noches. Algunos padres, sin querer, actúan como si la noche fuese un momento de
excitación. ¿Por qué? Porque acostumbra a ser el momento en el que llegan a casa y,
ansiosos por estar con sus hijos, les hacen la gran fiesta. Cosquillas, lanzan al bebé por
los aires, le hacen payasadas, todo sirve para arrancarle una sonrisa desdentada al niño.
Con todo, los bebés no funcionan con un interruptor ON/OFF (¡lo que no estaría nada
mal!) y no pueden calmarse lo suficiente para meterse en la cuna después de encender el
turbo de la excitación. Por eso, después del juego, asegúrate de que tu hijo disfrutará aún
de un tiempo de tranquilidad para relajarse. Apaga la tele, disminuye la intensidad de las
luces de la casa y entrad todos en un periodo de calma.

Actuar y no (re)accionar
Cuando tu bebé llore durante la noche y creas que puede ser hambre, no reacciones
inmediatamente dándole leche. Antes, permítete un momento de pausa —un minuto para
volver a envolverlo con el arrullo, cambiarle el pañal o simplemente tomarlo en brazos y
darle un paseíto por la habitación— y, después, dale de mamar o el biberón. Este truco,

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junto con «la leche de los sueños», da muy buenos resultados para empezar a alargar las
noches de tu bebé (y las tuyas).

RECUERDA

Una estrategia de sueño saludable y adecuada para un bebé de cero a tres


meses de edad pasa por:

• No amamantarlo/darle el biberón hasta que se duerma para evitar asociaciones


equivocadas entre alimentación y sueño.
• Acostar al bebé siempre que sea posible cuando todavía esté despierto.
• Darle la «leche de los sueños».
• Ponerlo a dormir, siempre que sea posible, en su cuna.
• Servirse de un arrullo o una mantilla para envolverlo.
• Utilizar el white noise y un «¡chist!» fuerte y continuo cuando esté más
nervioso.

De los tres a los seis meses, ten en cuenta que:

• Debes mantener los consejos descritos anteriormente.


• No tienes que privar a tu hijo de dormir durante el día con la intención de que
duerma más por la noche, ya que así estará demasiado cansado, lo que hará
que el sueño de la noche se vea interrumpido y agitado.
• Es importante que te mantengas atenta a los síntomas del sueño para que no se
nos escape una «rendija» de sueño.
• El establecimiento de una rutina agradable y adecuada permite que tu bebé se
vaya a la cama tranquilo y relajado.
• Debes actuar y no reaccionar durante la noche, es decir, no respondas
inmediatamente dándole leche a tu hijo. Aunque tenga hambre, retrasa un
momento la alimentación nocturna para que no asocie el despertar con el
alimento inmediato.

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EL PLAN PARA ENSEÑAR A TU HIJO A
DORMIR EN DIEZ DÍAS
Este es el plan que te ayudará a enseñar a tu hijo a dormir de forma
independiente, reduciendo así tanto la dificultad que muestra al
dormirse como los despertares nocturnos.

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La mayoría de los padres pasa los primeros meses de la vida de sus bebés haciendo
cualquier cosa para que duerman de noche. Es muy común que caigan en la rutina de
acunar al bebé en brazos o dejarlo que se duerma mientras mama. Otros padres tienen
que dar vueltas con el coche o dar paseos con el carrito, incluso de noche, para que sus
pimpollos se duerman. Hay tanto por aprender, tantos descubrimientos increíbles, que
los primeros meses de maternidad son un verdadero torbellino de emociones y
experiencias nuevas que pueden dificultar la idea de hacer del sueño una prioridad.
Si has ido aplicando lo que te he dicho desde el nacimiento de tu hijo, no tendrás en
este momento grandes problemas y tu bebé será prácticamente independiente y
autónomo en lo que a dormir respecta.
Si, por el contrario, has decidido actuar ahora, déjame decirte que el plan cuesta un
poco, que necesitas paciencia, persistencia y amor. Pero rápidamente compensa.
Muchas de mis clientas me escriben o me telefonean para decirme que están
cansadas de dormir a sus hijos. Que no pueden seguir haciendo malabarismos mientras
esperan a que se duerman y que ya no pueden soportar más los despertares nocturnos.
Hay muchas madres que me dicen que hace doce meses que no duermen de un tirón
en toda la noche. O que su bebé de ocho meses se despierta continuamente. O que su
hijo de casi tres años no ha dormido nunca una noche seguida y que ya han renunciado a
corregir la situación.
Insistir en pensar, como hace mucha gente, que solo se trata de «una fase», no
aporta grandes resultados. Primero, porque dicha fase normalmente no se pasa y,
después, porque al pensar así, las madres van atrasando lo inevitable y convirtiéndolo en
un hábito más arraigado.
Si eres una de esas madres que han comprado este libro y han empezado enseguida
a crear buenos hábitos de sueño en tu bebé, entonces, es probable que no necesites
siquiera leer este capítulo. Sin embargo, la mayoría de las madres que acuden a mí ya
están desesperadas y batallan contra la privación del sueño desde hace tiempo sin haber
caído en la cuenta de que la falta de sueño pudiera ser tan terrible. Sin duda esperaban
dificultades en cuanto a la lactancia o en cuanto a los cólicos del lactante, pero nunca se
habrían imaginado que uno de los mayores retos sería el sueño, o la falta de sueño.
Ahora que ya han pasado seis, doce o dieciocho meses —o incluso más— has
renunciado a creer que tu bebé podrá dormir doce horas de un tirón. No sé si este será el

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primer libro que lees sobre el tema o si ya has probado otros métodos de entrenamiento
de sueño, pero ha llegado el momento de cambiar.
Yo diría que el 85 por ciento de las madres que acuden a mi consulta dicen incluso
haber tocado fondo. Se despiertan una noche a las cuatro de la mañana por tercera o
cuarta vez desde que se acuestan y se dicen a sí mismas que ya no aguantan más una
noche así. Y al día siguiente es cuando marcan mi número de teléfono, porque alguien se
lo había dado o porque ellas mismas lo habían encontrado y guardado sin excesivas
ganas de llamar. Si te suena la primera historia, entonces, felicidades por decidirte a leer
este libro. ¡Ahora ya estás preparada para aplicar el plan! Así y todo, hay algunas
cuestiones que deberías tener en cuenta antes de empezar:

Tu bebé no debe estar enfermo en el momento en que decidas empezar con el método
No se debe instaurar una nueva rutina desconocida para un niño si este no se encuentra
bien. Es más difícil romper un hábito cuando se está resfriado o con dolor de oídos. De
la misma manera, se debe tener en cuenta que el bebé no haya sufrido una alteración
importante en los últimos tiempos que haya influido en su vida (viajes, entrada en la
guardería, ausencia más prolongada de los padres, etc.).
No obstante, hay que evaluar si el problema de salud es algo puntual o no. Voy a
ponerte un ejemplo… Guilherme nació prematuro y con sordera profunda. Debido a
todos los problemas inherentes al hecho de tener un bebé que llega a casa con
novecientos gramos, era completamente normal que la madre, Andreia, aparcase todas
las ideas preconcebidas sobre cómo inculcar buenos hábitos de sueño y tuviera a su bebé
mucho tiempo en brazos. Cuando Guilherme cumplió trece meses, Andreia decidió que
ya había llegado el momento de hacer algunos cambios. A pesar de la sordera, fue
posible (re)educar perfectamente los hábitos de sueño de su hijo.
Es poco habitual que cuestiones fisiológicas sean las responsables de la falta de
sueño de los bebés. Las cuestiones relacionadas con problemas de salud son un factor
que impide hacer cambios. Exceptuando las cuestiones neurológicas, son pocos los
problemas que pueden influir negativamente en el «entrenamiento» del sueño. En
cualquier caso, es importante que tengamos en cuenta que no debemos someter a un
bebé o a un niño más mayor a cambios de hábitos si no se encuentra bien.

No debes empezar a poner en práctica el plan si estás de vacaciones o en tu vida diaria


va a producirse un cambio importante en un futuro cercano
Si tienes previsto salir de vacaciones en unas semanas, quizás sea mejor aplazar el inicio
de la puesta en marcha del método hasta que regreses. La consistencia es realmente la

66
parte más importante y, por eso, cambiar de ubicación, de horarios e incluso de cama
puede dificultar el proceso.
Suelo aconsejar a todos los padres que empiecen con el plan en fin de semana. Y, si
es posible, que dejen a los bebés dormir con alguien de confianza de viernes a sábado.
Lo digo porque muchas veces me encuentro con padres y madres en un estado anímico
pésimo, pues están cansados, desanimados y frustrados. Como para aplicar el plan se
necesita paciencia y firmeza para que dé resultado, se aconseja tener la cabeza despejada
y lo más fresca posible. Es cierto que una noche bien dormida no es suficiente para
borrar las semanas o los meses de privación de sueño. Con todo, una noche bien dormida
seguida de un buen desayuno, de muchos cariños por parte de la pareja y de una siesta en
el sofá mientras ves una película el sábado por la tarde, sienta muy bien. ¿Estás de
acuerdo conmigo? Tendrás la cabeza más fresca y más resistencia para lidiar con tu bebé
frustrado y nervioso por no dormir.

67
LAS DIFERENTES ETAPAS
PASO 1: acostarse pronto

Tal y como he explicado al principio de este libro (véase página 66), acostar pronto a tu
hijo es muy importante para que se duerma tranquilamente. Además de aprovechar el
«empujón» de liberación natural de la melatonina del cuerpo, brindas a tu bebé la
posibilidad de que duerma las doce horas necesarias para su descanso. Además, lo
acuestas en una fase en que todavía no estará exhausto, favoreciendo así su relajación y
tranquilidad.

PASO 2: una rutina divertida y relajante


Ya te he contado la importancia de establecer una rutina desde el primer día de vida
de tu hijo (véase pág. 72), sin embargo, nunca está de más comentar que se trata de una
de las reglas principales para que la puesta en práctica del plan tenga éxito. Mi rutina
favorita para casi todos los bebés se desarrolla justo después de cenar y consiste en:

1. La hora de los mimos y las carantoñas. Lleva a tu bebé a su habitación (no al


comedor o a la salita, puesto que ese es el espacio social de la casa y siempre
hay movimiento) y juega con él alrededor de quince minutos de forma
tranquila y haciéndole carantoñas y mimos. Lo ideal sería que el momento lo
compartierais los tres: madre, padre e hijo.
2. El baño. Un baño calentito en la bañera que se alargue el tiempo suficiente
para que tu bebé juegue un poquito, chapotee o lo salpique todo de agua
(¡para eso existen las fregonas!).
3. La habitación. Cuando lleves al bebé a su habitación justo después del baño,
intenta que sea en modo spa (¡qué lujo!), es decir, iluminando el cuarto con
una luz tenue. Habla con él mientras le preparas la cama, pero siempre con
voz monocorde y muy tranquila. Después, solo te queda el último paso de la
rutina antes de meterlo en la cuna, ya sea darle de mamar o el biberón, rezar,
contarle un cuento o cantarle una canción (incluye siempre el muñeco o el
peluche especial que has elegido para él). Si lo preparas para dormir en un
ambiente con esas características, conseguirás que se relaje y se tranquilice.

Es muy importante que el bebé entienda que la rutina de la noche no gira solo en
torno a los padres. Es esencial que la rutina pueda ser secuenciada de la misma manera
tanto por el padre como por la madre, la abuela o la canguro. Y eso debe ser así para que
un día puedas recuperar tu vida social. Si eres constante, sucederá. Por eso, debes
compartir la rutina del bebé con las personas que puedan estar a su cargo.

68
En mi casa, por ejemplo, el padre era el responsable del baño y, mientras tanto, yo
preparaba la habitación para recibir a nuestro hijo: abría la cuna, preparaba el pijama,
apagaba las luces. Después, lo vestía y llamábamos al padre para que le contara un
cuento. Al final, le dábamos un besito, lo acostábamos, apagábamos la luz y le
deseábamos buenas noches.
Con esto quiero decir que ambos progenitores deben participar en los rituales de
poner a dormir al hijo para que cuando uno de ellos no esté presente, el otro pueda
igualmente acostarlo sin problemas.
El bebé no debe dormirse durante la rutina que has establecido para él, aunque
puede suceder fácilmente cuando en la rutina se incluye tomar el pecho o el biberón. Por
eso, si tienes que eliminar ese paso para que no se duerma, hazlo. Y cuando veas que
está nuevamente alerta, reinicia el resto de la rutina. Habla con él, cántale una canción…
lo que sea necesario para que no se duerma durante el proceso.

PASO 3: mi bebé está en la cuna, ¿qué hago ahora?


Ahora empieza la parte más complicada. Tal y como he explicado en el capítulo:
«Conversación franca sobre los lloros», es muy probable que tu hijo llore cuando lo
pongas en la cuna para dormir solo si es la primera vez. Por eso, es muy importante
seguir todos los pasos que te he indicado: rutina relajante y hora de acostarse adecuada
(ayúdate con el white noise si el bebé aún se muestra receptivo). Si lo haces así, será más
fácil que el niño se tranquilice y se calme.
A pesar de que el llanto sea una probabilidad, con el método que te propongo debes
quedarte con el bebé todo el rato. Puedes acariciarlo, tocarlo e intentar tranquilizarlo de
la mejor manera que sepas. Un factor importante a tener en cuenta y que te puede parecer
extraño es que establezcas contacto visual con tu hijo a partir del momento en que lo
dejas en la cuna. Las emociones humanas se suelen exagerar en presencia de otras
personas, sobre todo con las que normalmente son las «cuidadoras». Es algo bastante
humano si pensamos en ello. Recuerda, por ejemplo, ese momento en el que te golpeas
en el dedo meñique del pie con el canto de la puerta. ¿A que duele una barbaridad? Si
estás sola, lo más probable es que sueltes una palabrota y sigas con lo que estabas
haciendo aunque te duela. Sin embargo, si estás acompañada de alguien con quien tienes
mucha confianza, seguro que dices algo más que una palabrota y te quejas durante un
buen rato. Es perfectamente normal. Si tenemos «público», vivimos más nuestras
emociones porque la «audiencia» nos hace vibrar más, sufrir más, irritarnos más o reír
más, dependiendo de nuestro estado de ánimo. Así que, vamos a empezar por la parte
más «difícil», esa a la que claramente temes.

Noche 1

69
Después de la rutina que has elegido para tu bebé, mécelo un poco en brazos con mucho
mimo, dale un besito de buenas noches y… déjalo en la cuna. Apaga la luz (deja una
encendida en el pasillo y la puerta entreabierta para poder mirar por ella) y siéntate cerca
de la cuna para esperar a ver qué pasa. La espera puede ser larga, pero se trata de una
cuestión de paciencia y resiliencia por tu parte. Créeme, da buenos resultados.
Dependiendo de la edad, tu bebé puede empezar a moverse o a llorar
inmediatamente. Lo más usual es que primero se quede un poco sin saber qué está
pasando para, después, empezar a llorar.

Entonces, ¿qué puedes hacer?

• Si tu bebé empieza a balbucear, no interfieras.


• Si empieza a mostrarse agitado, debes permanecer sentado e ir haciendo
«chist» o algún otro sonido que sepas que suele calmarlo. Puedes decirle que
«es hora de dormir» o que «todo va bien» y puedes cantarle alguna canción
que lo calme. Lo único que no debes hacer es pronunciar un gran discurso e
intentar mantener una conversación. Deja las conversaciones filosóficas para
el día, aunque le den sueño.
• Si tu bebé empieza a hacer un ruidillo tipo «mantra», no interfieras ni le digas
nada. Quédate allí, quieta. Recuerda que el objetivo es dejar que el niño
aprenda cómo calmarse solo.
• Si empieza a llorar, primero, espera, porque muchas veces los bebés arrancan
a llorar para calmarse casi a continuación. Si no es el caso, entonces debes
acercarte y hacer lo necesario para que se tranquilice, siempre que sea posible,
en la misma cuna.
Esa es la gran condición. Puedes darle mimos, acariciarlo, darle algunos
golpecitos, lo que quieras, todo sirve para evitar que entre en una espiral de
llanto. Lo único que no debes hacer es sacarlo de la cuna. Hay muchos recién
nacidos que responden bien a una simple caricia. Si tu hijo tarda demasiado en
calmarse, puedes intentar tranquilizarlo haciéndole caricias en la barriga o en
la cabeza. Incluso puedes inclinarte sobre la cuna y, ocasionalmente, darle
unos besitos. Simplemente recuerda que los mimos no son los que deben
dormir al bebé. ¡Tu trabajo allí no es ese! ¡Tiene que aprender a dormirse solo!
Si lo duermes con palmaditas, meciendo la cuna o acariciándole la cabeza,
acabará necesitando esas acciones para dormirse en el futuro. Por eso, lo que
te aconsejo es que dejes de acariciar al bebé en cuanto notes que se ha
tranquilizado. Entonces, dale el tiempo necesario para que se duerma solo. Si
empieza nuevamente a llorar, vuelve a empezar.
Se trata de un juego de paciencia, de resiliencia, de resistencia, pero que

70
compensa de verdad. Cuando estés a punto de renunciar al método y a
considerar que tu bebé es el niño que más se resiste del mundo, piensa en
todas las noches que has pasado sin dormir y en lo que la falta de sueño ha
causado en ti, en tus relaciones, en tu relación con el bebé y en el descanso que
no has tenido.
Lo que te acabo de describir es el procedimiento habitual, pero si tu hijo se
muestra más irritado cuando lo acaricias, entonces, para inmediatamente. En
algunos niños, los mimos significan una mayor distracción y un menor
sosiego. Si tu hijo es así, simplemente siéntate a su lado y, cuando sea
necesario, cálmalo con la voz.
• Si tu bebé ya se sienta, se da la vuelta y se pone de pie, si es físicamente
activo, es bastante probable que se levante o que se siente en el momento en
que lo vas a dejar en la cuna. Si es así, inténtalo de nuevo y dile que «es hora
de dormir». Si sigue insistiendo en ponerse de pie —lo que es bastante común
—, continúa intentándolo tú también unas dos o tres veces más. Pero no
mucho, porque el niño puede entender ese «me pongo de pie-me acuestan»
como un juego y entonces, excitarse. Por tanto, siéntate a su lado y espera.
Cada cinco o seis minutos ve dándole un golpecito al colchón y diciéndole que
«es hora de dormir». Al principio, puede que ignore lo que le dices, pero al
final acabará por ceder y se acostará. Sin embargo, no debes forzarlo. Se
calmará con más tranquilidad si él mismo es quien decide que debe acostarse.
Hay un procedimiento que he visto funcionar en alguna ocasión y que en un
momento determinado puedes intentar con tu hijo. Si insiste en permanecer de
pie y llorar desde hace un buen rato (no suele suceder cuando solo balbucean y
no hablan todavía), acércate y abrázalo. Lo ideal es que su cabeza toque tu
barriga y sus bracitos te rodeen mientras tú le acaricias la espalda y la cabeza y
le cantas una canción o le dices «chist». En muchos casos, lo habitual es que
se calme solo o acabe por sentarse pasados unos minutos. En ese momento,
aprovecha que está sentado para acostarlo con mucho cariño y tranquilidad.
Hazle unas fiestas más y apártate, dejándole la oportunidad de nuevo para que
se duerma solo.
(La primera noche —y las dos siguientes— es posible que el bebé se
muestre somnoliento mientras está de pie o sentado. Si sucede, tiéndelo con
sumo cuidado. Puede que se vuelva a despertar y empiece a llorar de nuevo,
pero es preferible a que se caiga de la cuna y acabe lastimándose).
• Si tu bebé vomita puede que te preocupe, pero a veces los niños lloran tanto
que acaban vomitando. Honestamente, no es algo que suela suceder cuando
los padres están presentes e intentan tranquilizar a sus hijos durante todo el
proceso. Sin embargo, he vivido algunas situaciones (confieso que hasta el
momento en que escribo esta página solo han sido dos) en que eso ha pasado.

71
Si ese es tu caso, sé cautelosa. Hay que tratar de mimar al pequeño, pero evitar
hacer de la hora de dormir un gran drama. He conocido a dos o tres madres
que tienen hijos que vomitan siempre que se enfrentan a una contrariedad. Ese
reflejo está muy presente en ellos y al llorar con tanta facilidad, se atragantan
y vomitan. A veces, lo hacen en la calle porque no quieren ir a casa, al entarse
a la mesa porque no quieren comer lo que tienen delante o al ir a la habitación
a dormir. Si le damos mucha importancia a esos casos específicos, lo más
seguro es que este comportamiento se repita.
Si tu hijo llega a vomitar, entonces te recomiendo que lo saques de la cama y
lo limpies todo. Si es necesario, cámbiale el pijama y las sábanas. Evita
encender muchas luces y repite toda la operación con la luz de una lámpara
tenue. Quédate en la habitación con el niño, hazle unos mimos hasta que los
dos os calméis. Si lo crees conveniente, dale un biberón o de mamar, pero no
dejes que se quede dormido con el biberón o en el pecho, si no, todos los
esfuerzos realizados serán en vano. Cuando vuelva a estar otra vez tranquilo y
relajado, dale su muñeco o peluche especial, acuéstalo y, todavía despierto,
empieza con el proceso.
De todas formas, créeme cuando te digo que esta situación casi nunca se da.
Como madre o padre podéis permanecer siempre cerca, los niños se van
calmando y tranquilizando poco a poco y raramente se ponen tan nerviosos
hasta el punto de vomitar.
Es normal que por las noches, el bebé se siga despertando algunas veces. Si
este es el patrón habitual, el procedimiento sigue siendo el mismo.
Primero… espera. Escucha al bebé. A veces, solo emiten pequeños
balbuceos y ni siquiera se llegan a despertar. Solo debes ir a verlo si llora. Si
lo oyes llorar, espera de uno a dos minutos, hay veces en que se despiertan
sobresaltados, lloran y al cabo de muy poco se calman solos. Si acudes a su
lado al más mínimo ruido, no le estás dando tiempo a que se dé cuenta de que
todo va bien y de que se calme solo.

Tomarlo en brazos
Como te he comentado, la gran condición es calmar al bebé en la cama. Sin embargo,
como en todas las reglas, hay excepciones. Si sientes que tu hijo se va a calmar si lo
tomas en brazos y lo meces un poquito, entonces, hazlo. Simplemente asegúrate de que
no se duerme en cuanto lo coges ni que lo tienes en brazos demasiado tiempo hasta que
se duerme. Sé que tendrás ganas, porque después de algunos lloros, quizás sea esa
probablemente una solución milagrosa. Intenta que no se duerma en tu regazo, de lo
contrario, el esfuerzo realizado hasta ahí habrá resultado en vano. Además, estarás

72
transmitiendo a tu hijo un mensaje muy triste: si lloras el tiempo suficiente, te dejaré que
te duermas en mis brazos. Esta actuación no es nada recomendable, pues alimenta
sentimientos de inseguridad.
Cuando te digo que debes hacer lo posible para calmar a tu hijo en la cama, es
simple y llanamente para evitar un fallo en las expectativas, lo que podría resultar en más
irritación, frustración y en los temidos lloros. Podría ser que al tomar al bebé en brazos,
calmarlo y volver a acostarlo despierto en la cuna todavía, lloraría más. Si lo piensas
bien, parece bastante normal. La criatura cree que se va a quedar por fin dormido como
de costumbre (si la costumbre es mecerlo en brazos) y acaba por volver a la cuna. De ahí
que si tomas al bebé, solo sea porque crees que es la única forma de que se calme. En
caso contrario, tranquilízalo directamente en la cuna con cariño.
En ningún caso queremos tener en brazos un bebé descontrolado enredado en una
espiral de lloros casi imposibles de parar. Por eso, reitero la importancia de tu trabajo:
CALMAR AL BEBÉ. Dale tiempo, pero mímalo lo suficiente para que no se
descontrole. El truco es utilizar todo lo que tengamos al alcance para tranquilizarlo, no
para dormirlo.

Usar frases clave


Algunos padres consideran de gran utilidad ir repitiendo una o dos frases clave mientras
calman a sus hijos. Estoy de acuerdo con ellos. No se trata de hacernos pesados con
largos monólogos con nuestros hijos, sino de decirles varias veces, en tono tranquilo y
cariñoso, que «es hora de ir a dormir», lo que puede resultar muy útil.

Hacer turnos

Es muy probable que tengas que sentarte en una silla al lado de la cuna hasta que tu hijo
se duerma. No debes apresurar el proceso, pues no hay un «tiempo límite» para el
aprendizaje. Con todo, si sientes que tienes que descansar, intercámbiate con el padre un
rato. Podéis, incluso, decidir hacer turnos. Lo que no conviene es que estéis todo el
tiempo intercambiándoos, abrir y cerrar la puerta, o discutir sobre la mejor táctica por el
pasillo. Intentad que los turnos sean lo más suaves posibles para no incomodar a vuestro
bebé.
Normalmente, los bebés se duermen más deprisa cuando quien se sienta en la silla
es el padre y no la madre. Es habitual que lloren más cuando la madre sale de la
habitación, pero el proceso suele ser más rápido cuando quien está presente es el padre,
sobre todo cuando son bebés acostumbrados todavía a dormirse mamando de la madre.
Reconocen que el padre no tiene la capacidad de dar de mamar y no lo ven como la
entidad suprema, que es el «pecho». Por eso, como saben que la lactancia no es una

73
opción cuando se trata del padre, acaban por calmarse más rápidamente cuando esa
posibilidad desaparece.

¿Cuánto tiempo hay que permanecer sentada?


Durante el tiempo que sea preciso hasta que el bebé se duerma. Si tu objetivo es tener
éxito, no puedes poner límites. Si lo que pretendes es enseñar a tu hijo a quedarse
dormido solo, al darte por vencida la primera noche —o las siguientes—, estarás
impidiendo que suceda. Además, lo que estarás transmitiendo a tu hijo es que si llora el
tiempo suficiente, lo acabarás tomando en brazos y cediendo a lo que él quería desde el
principio. Honestamente, esa actitud no me parece justa para tu hijo, ni creo que sea un
mensaje muy correcto que transmitir a los niños.

Noches 2 y 3
Las noches 2 y 3 deberías comportarte de la misma manera que la primera. Vuelve a
sentarte junto a la cuna y, con paciencia, espera a que tu hijo se duerma. Como ya te he
indicado, puedes interferir siempre que te parezca importante, pero deja que él mismo
encuentre la forma de calmarse.
A veces, la tercera noche ya se nota una gran mejoría. El proceso de dormirse es
considerablemente más rápido y el bebé llora solo unos minutos. En otros casos, puede
parecer que el bebé no ha aprendido nada y es necesario que pasen unas cuantas noches
hasta que se vean los resultados. La mente humana tiene esas cosas. Pero cree en lo que
estás haciendo y verás rápidamente grandes progresos en el sueño de tu hijo.
Durante la noche siempre debes repetir la misma respuesta y comportamiento. No
te olvides de que la palabra clave es firmeza.

EL CASO DE PILAR

Pilar tenía trece meses cuando la visité en su casa a petición de su madre, Mafalda.
La niña era muy simpática y adorable, pero estaba visiblemente cansada. Habituada
a quedarse dormida en brazos y con la madre, el sueño de Pilar no era continuo ni
reparador, de manera que también comprometía el descanso de todos en la casa.
Durante el día, las siestas también eran cortas e inadecuadas para un bebé de su
edad.
Los padres estaban tan cansados, que decidieron aplicar rigurosamente y con
muchas ganas lo que les indiqué. Pero la primera noche no fue tan fácil… Pilar

74
estaba tan crispada que hasta vomitó y manchó dos pañales en los cuarenta y cinco
minutos que tardó en dormirse.
Durante la noche, la niña se despertó varias veces y el padre hizo exactamente
lo que le habíamos acordado: la calmó, la mimó y la tranquilizó tanto como pudo,
pero dejó que se durmiera sola. A pesar de que les costó mucho y gracias a la
persistencia sobre todo del padre, los despertares nocturnos de Pilar fueron mucho
menos «dramáticos» que a la hora de acostarla.
Al día siguiente, Mafalda volvió a repetir los pasos previos de la nueva rutina.
Pilar se calmó en diez minutos. La cuarta noche, Pilar ya dormía doce horas de un
tirón en su cuna. Se despertaba de buen humor y se mostraba más paciente y
tranquila durante el día. Por lo que sé, sigue siendo una dormilona todavía hoy.

EL CASO DE LEONOR

Los padres de Leonor fueron a visitarme a la clínica para que los atendiera en la
consulta. Su hija tenía casi seis meses y, aunque no era un caso muy difícil, tardaba
mucho en irse a la cama. Se despertaba algunas veces por la noche, volviéndose a
dormir rápidamente, pero se despertaba invariablemente a las cinco de la mañana y
tardaba mucho en tranquilizarse. El caso de los padres de Leonor no era, sin
embargo, típico entre los padres que suelen consultarme. Aplicaban horarios
adecuados a la edad de la niña (¡Leonor es la cuarta hija y la experiencia tiene esas
cosas!), la acostaban pronto e intentaban que se durmiese sola.
Los cambios que hubo que introducir fueron pocos, pero suficientes. La
primera noche, Leonor tardó mucho menos tiempo en calmarse y en dormirse de lo
habitual. Se despertó a las cinco de la mañana pero acabó por volverse a dormir con
la intervención de los padres. La segunda noche recibí un mensaje de Luisa (la
madre) que me decía: «Leonor ha dormido hoy de las nueve de la noche a las siete y
media de la mañana». A partir de ese día, pasó a ser la norma.

Noches 4, 5 y 6
Igual que el caso de Pilar, hay muchos bebés que llegan a necesitar la fase siguiente. Al
cabo de tres noches los padres ya se sienten confiados lo suficiente como para salir de la
habitación del hijo y continuar con su rutina de la noche, porque está tranquilo y se
queda dormido en pocos minutos.
Si este no es tu caso, no te preocupes y no te pongas ansiosa. Cada niño tiene su
propio ritmo y es muy habitual que necesiten algunos días más hasta sentirse seguros de

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quedarse dormidos a solas.
Aun así, y después de las tres primeras noches, es usual empezar a ver algunos
progresos. Ha llegado el momento de realizar pequeños ajustes y cambios.
Antes de nada, debes cambiar la posición de la silla en la que te sientas. De cerca de
la cama debe pasar a estar en medio de la habitación. ¿Por qué? Porque no queremos que
tu hijo necesite tu presencia constante junto a él para dormirse. En caso contrario,
estaremos sustituyendo un accesorio por otro.
No queremos que tu hijo se dé cuenta de que en cuanto se despierte tendrá público e
intente, por eso, mantenerte «rehén» el mayor tiempo posible evitando dormirse él solo.
Por eso, mi propuesta para las noches 4, 5 y 6 es que te sientes en el centro de la
habitación. Puedes seguir ofreciéndole cariño y tranquilidad para que se mantenga
calmado. Puedes incluso acercarte a la cuna para hacerle unas caricias si lo crees
necesario, pero intenta hacerlo con menos frecuencia que las tres primeras noches.
Puedes incluso repetir la frase clave que has creado para tomarlo en brazos, pero solo si
has comprobado que se trata de algo que lo calma.
La idea es repetir todo lo que has hecho las primeras noches, pero con menos
interacción y menos presencia física. Una vez más, sal de la habitación solo cuando el
niño se haya dormido.

EL CASO DE MIGUEL

Conocí a Joana, madre de Miguel, en la clínica donde paso consulta. Apareció a


primera hora de la tarde con su hijo de veintiún meses en el regazo y con los ojos
llenos de lágrimas. Muy bajito me dijo, como si me susurrase un secreto: «Estoy
desesperada».
Miguel era uno de esos bebés con cara de bicho, lo que me hizo sospechar que
quizás no fuese un caso fácil. Tenía horarios poco adecuados para la edad,
necesitaba a la madre para quedarse dormido y se despertaba a todas horas durante
la noche reclamando su presencia. En los despertares nocturnos llegaba a estar en
vela algunas horas. Además, tenía que tomarse varios biberones por la noche para
calmarse.
Mientras conversábamos, intenté demostrar a Joana que tendría que cambiar de
actitud para con su hijo en cuanto a los hábitos de sueño. Le hablé con el corazón,
pero, honestamente, no creía que esta madre fuese a tener la fuerza necesaria para
hacer tantos cambios. No porque fuese débil, sino simplemente porque estaba muy
cansada y abatida.
Pero la verdad es que sí la tuvo y a partir de ese primer día empecé a recibir
«informes» diarios de cómo había sido la noche de los dos. Y cada día se percibía
una mejora, cada día se notaba más confiada y alegre.

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La primera noche, Miguel se durmió en su cama al cabo de media hora. Se
despertó a las tres menos veinte de la madrugada y volvió a quedarse dormido a las
cinco y veinte. Joana tomó al niño en brazos para calmarlo y volvía a dejarlo en la
cuna cuando se tranquilizaba. Hizo la misma operación muchas veces hasta que el
propio Miguel le pidió dormir. Se despertó a las siete y cuarto «lleno de vida y
hambre» (según palabras de la madre).
La segunda noche, Miguel se quedó dormido rápidamente y se despertó a las
dos. Se mantuvo despierto hasta las cuatro y solo volvió a despertarse a las ocho de
la mañana. Las palabras de Joana aquella mañana fueron: «Para nosotros ha sido
una noche casi perfecta». La quinta noche, Miguel se durmió a las ocho de la noche
y se despertó a las cinco y media. Se volvió a dormir a las seis y volvió a
despertarse a las ocho y media. Seis noches después, Miguel ya dormía la noche
entera. Empezó a despertarse «como nunca. De muy buen humor, juguetón y
sonriente».
Después de un periodo tranquilo, Miguel enfermó y las noches empeoraron
nuevamente. Pero Joana siempre se comportó de la misma manera y con amor,
cariño y la firmeza necesaria, acabó por conseguir que todos en casa empezasen a
dormir la noche de un tirón.
No fue fácil, y sé que muchas madres habrían renunciado. ¿Quién aguanta dos
o tres horas despierto en plena noche? Con todo, Joana lo consiguió. Ha sido uno de
los casos que más ha tardado en funcionar, porque Miguel, a pesar de demostrar
grandes mejoras en los seis primeros días, seguía despertándose por la noche
durante bastante tiempo. Se trataba de un despertar rápido en el que solo necesitaba
un cariñito de la madre para volver a dormirse. Con tiempo y perseverancia, hasta
ese despertar desapareció. Joana se comportó como una verdadera madre coraje.
Miguel se lo agradece y yo me siento orgullosa.

Noches 7, 8 y 9
Ha llegado el momento de pasar a la segunda fase del plan. En primer lugar, tienes que
volver a cambiar la silla de sitio. Esta vez, cerca de la puerta de la habitación de tu hijo.
A pesar de estar más lejos, es importante que él todavía pueda verte. Seguirás por ahí
cerca, pero a partir de esa noche dejarás de ir a la cuna o de tomar al niño en brazos —a
no ser, claro, que se coloque en una posición o situación potencialmente peligrosa o que
empiece a ponerse muy nervioso.
Es importante que el bebé aprenda a dormirse sin ese tipo de intervención. Aun así,
puedes seguir repitiéndole la frase clave que has elegido para que se percate de que
sigues estando cerca o puedes, por ejemplo, cantar e ir tranquilizándolo con tu voz.

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EL CASO DE TOMÁS

La madre de Tomás vino desde muy lejos a mi consulta acompañada de su hijo. Ana
tenía pocas esperanzas de poder cambiar los hábitos de su pequeño, de tres años y
medio. La falta de sueño desajustaba toda su vida y se notaba a todos los niveles.
Tomás era un niño impaciente, se enfadaba a menudo y se mostraba intolerante
hacia casi todo. El pediatra lo llamaba «pequeño dictador» y decía que Ana, la
madre, tendría que intentar revertir la situación cuanto antes.
Tomás tardaba dos horas en dormirse, solo lo hacía con el padre mientras lo
mecía, se despertaba varias veces por la noche y siempre se mostraba «hiperactivo»
a partir de las ocho y media de la noche.
La madre estaba cansada y desmotivada, pero me sorprendió por la fuerza con
la que logró actuar.
Cambiamos muchas cosas en la rutina de Tomás: quitarle el azúcar a partir de
las cuatro de la tarde (el padre le traía siempre pastelitos cuando llegaba del trabajo),
acostarlo pronto, contarle un cuento, darle un muñeco mágico, etc. El proceso no
fue fácil. Mejoró mucho desde los primeros días y al cabo de siete noches, Tomás
dormía mucho mejor.
Siguió con despertares nocturnos durante bastante tiempo, pero bastaba con
unas caricias de la madre y con aferrarse a su oso panda (su muñeco mágico) para
que se volviera a dormir. Ana ya se sentía satisfecha, pero yo le pedí un poco más
de tiempo. Con perseverancia, lo consiguió.
Hoy, Tomás está mucho más tranquilo y es más tolerante. Se muestra más
calmado y paciente en todas las vertientes de su vida, incluso en el colegio. Y la
madre se siente muy feliz.

La noche 10 y las siguientes


Después de nueve noches de implementación del método, ya deberías poder darle un
besito de buenas noches a tu hijo y salir de la habitación sin que hubiera muchas
protestas. Sin embargo, algunos bebés necesitan un poco más de tiempo para
perfeccionar sus capacidades. Si tu hijo es uno de ellos, puedes intentar pasar tres noches
más sentada en la silla junto a la puerta. A lo mejor tendrás que probar a salir de la
habitación y animar al bebé a que se sienta cómodo solo. De esta forma, cuando se
despierte en mitad de la noche, permanecerá calmado y relajado y podrá volver a
conciliar el sueño él solo.

EL CASO DE FRANCISCO

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Con calcificaciones bilaterales en el cerebro, Francisco, de catorce meses, era un
bebé que se despertaba con frecuencia por la noche. Se iba a dormir tarde,
necesitaba leche para tranquilizarse y volver a conciliar el sueño y pasaba las noches
muy agitado, cosa que preocupaba enormemente a Clara, la madre. Debido a los
condicionantes en la salud del pequeño (las calcificaciones eran inocuas y no
afectaban al desarrollo del hijo, pero no es algo con lo que se pueda vivir alegre y
despreocupadamente), Clara siempre había sido una madre demasiado preocupada y
reactiva.
Clara inició todo el proceso con mucha calma y paciencia. Observó algunos
cambios en Francisco, que empezó a dormirse más pronto y mejor, pero que siguió
durante bastante tiempo manteniendo los despertares nocturnos. Al contrario que en
la mayoría de los casos, Francisco tardó tres semanas en estabilizarse y encontrar su
ritmo. A pesar de eso, Clara se mantuvo firme y recibió, entonces, su recompensa.
Su hijo empezó a dormir doce horas seguidas durante la noche, estaba más
descansado y también ella y su marido pudieron empezar a relajarse y a aprovechar
mejor el tiempo. Todavía hoy, Francisco sigue siendo un dormilón.

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DESPERTARES NOCTURNOS
Lograr que tu bebé se duerma solo y tranquilo cuando lo dejas en la cuna es solo la mitad
de la «batalla». Tiene que lograr volver a dormirse solo durante la noche cuando se
despierta entre los ciclos de sueño, cosa que suele suceder a menudo entre los más
pequeños.
Es natural que las primeras noches el bebé se despierte por la noche, incluso
después de haber conseguido dormirse solo. Lo normal, y si ha podido quedarse dormido
solo de forma tranquila, es que la noche sea más tranquila que de costumbre. Sin
embargo, debes de estar preparada para uno o más despertares nocturnos.

¿Qué debo hacer si eso ocurre?


Cuando el bebé se despierte en plena noche, espera y escucha. Si solo está haciendo
ruidillos y no llora, no interfieras. No vayas a verlo, no intentes cambiarlo de posición,
no le pongas el chupete, no le hagas «¡chist!». He conocido a madres que, al más
mínimo ruido del hijo, acuden a verlo e intentan colocarlo en una posición que
consideran más cómoda. Pero, muchas veces, el bebé ni siquiera está despierto y podría
volverse a dormir profundamente en poco tiempo. Si vamos enseguida al encuentro de
nuestro hijo, a veces solo lo molestamos. Por eso, la regla es: si no hay lloros, es mejor
no interferir.
Si el bebé empieza a llorar o se despierta y llora, espera un poco antes de atenderlo.
Suelo recomendar esperar dos o tres minutos contados de reloj. No soy adepta a
«tiempos» (hay métodos que solo nos dejan «visitar» a nuestros hijos cada ciertos
minutos), pero por la noche, un reloj en la cabecera de la cama puede ser muy útil para
ayudarnos a relativizar. Y eso porque los lloros de nuestro bebé en un minuto por la
noche, pueden parecernos una eternidad. La noche también lo amplifica todo con
respecto al llanto. De ahí que dejes al bebé llorar y no intentes reaccionar
inmediatamente. La idea no es dejarlo desamparado en la habitación de al lado gritando,
pero sí esperar un poco para darle la oportunidad de que se calme solo.
Si eres madre, sabes lo que cuesta, pero también sabes que a veces los niños se
despiertan sobresaltados, gritan unos segundos y se calman enseguida.
Si el bebé sigue llorando incluso después de haber esperado un poco, entonces
acude a calmarlo. No necesitas correr ni entrar en la habitación jadeante y nerviosa.
Simplemente siéntate a su lado y haz exactamente lo mismo que hiciste a la hora de
acostarlo. Esta es la parte más difícil… Lograr tener paciencia y persistencia para
emplear las mismas estrategias que a las ocho de la tarde. Hay que tranquilizarlo,
calmarlo lo más posible dentro de la cuna (o en brazos si has comprobado que esa es la
forma ideal) y esperar a que vuelva a conciliar el sueño para regresar a tu cama.

80
¡Cuidado! En los despertares nocturnos muchas madres y padres acaban por
renunciar a aplicar el método. No porque los bebés lloren o se resistan más tiempo, sino
porque a esas horas los padres tienen más sueño, están más cansados y quieren volver a
meterse en la cama lo más pronto posible. Lo mismo te puede suceder a ti. Métete en la
cabeza que quieres poner fin al problema y para ello hay que ser resiliente.
Tu hijo no tiene reloj y no entenderá por qué los padres se comportan de una
determinada manera a una hora y de otra forma en otra. Si tu comportamiento no es
firme, tu bebé habrá llorado en vano en el momento de acostarlo y tú habrás pasado un
rato ansiosa intentando calmarlo para nada.
Si tu bebé todavía tiene edad y necesidad de tomar leche durante la noche, está
despierto y te das cuenta de que DE VERDAD tiene hambre, entonces, sácalo de la cuna
y dale de mamar u ofrécele el biberón.
Aunque te des cuenta de que tiene hambre (imagina que hace seis horas que se ha
dormido y que tu hijo todavía es pequeño y tiene que comer), no respondas
inmediatamente con la leche. Intenta calmarlo, tómalo y dale una vuelta por la
habitación o cámbiale los pañales antes de ponerlo a mamar o a darle el biberón. El
hecho de que atrasemos unos minutos la alimentación nocturna es muy útil para empezar
a espaciar los periodos de lactancia y para ayudar al bebé a que no asocie el despertar y
los lloros con el mamar instantáneo. La leche no debe ser —al contrario de lo que
muchas veces sucede— una respuesta directa al llanto.
Independientemente de la forma en que lo hagas, evita que el niño se quede
dormido en el pecho o con el biberón. No necesitas acostarlo despierto del todo, pero es
importante que se dé cuenta de que está en la cuna antes de quedarse dormido. (Puedes
usar la técnica de la página 97). Para esto, tampoco te recomiendo que enciendas las
luces de la habitación o la televisión. Mantén el ambiente lo más relajado posible y sin
estímulos —entre otras cosas porque estás en plena noche—, pero háblale en voz baja o
hazle, si lo crees necesario, unas cosquillas en los pies para que no se duerma
profundamente. Cuando, por fin, el pequeño haya comido y esté tranquilo, dale un besito
y vuelve a meterlo en la cuna.

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¿CUÁNDO EMPIEZA EL DÍA?
Hay muchas madres que acuden a mí a quejarse de que sus bebés se despiertan a las
cinco o las seis de la mañana y de que parece que no quieren dormir más. Se trata de una
hora complicada para los más pequeños, porque, si se han quedado dormidos a las ocho
de la tarde y no han tenido ningún despertar nocturno, significa que habrán dormido ya
de un tirón nueve horas. Ese periodo de tiempo es bastante reparador para cualquier
persona y, por eso, es natural que esté lleno de energía de madrugada.
Sin embargo, estoy segura de que tú no estás tan llena de energía a esas horas y de
que estarás de acuerdo conmigo cuando digo que a las cinco de la mañana no son horas
de empezar el día. Por eso, si tu hijo se despierta de madrugada, se comporta como si de
un despertador nocturno se tratara: espera y, después, actúa. Es importante que lo hagas
para que él intente conciliar solo el sueño otra vez. Probablemente habrá días en que,
hagas lo que hagas, no querrá dormir. Así y todo, si sigues insistiendo, acabará por darse
cuenta de que a las cinco de la mañana no son horas de despertarse.
Si renuncias y empiezas a levantarlo de la cuna a esas horas, no solo «estropearás»
los planes y las rutinas del día, sino que también programarás su reloj biológico para que
se despierte como las gallinas.
Por eso, a las cinco o las seis de la mañana, incluso te diría ¡que lo intentes dormir
en brazos! Pero, cuidado, este es el ÚLTIMO recurso. Aunque no es muy usual, puede
que este sea el horario más común durante las primeras semanas de implementación del
método. Pero convéncete de que solo se trata de una fase de transición. Normalmente, y
si actúas como te digo, serán solo dos semanas hasta lograr que despierte a una hora más
apropiada.
Cuando tu hijo se despierte a partir de las siete, entonces podrás sacarlo de la cuna,
abrir las persianas, encender las luces y empezar el día con un cambio de pañales y un
buen desayuno. La mañana a partir de las siete puede empezar oficialmente.
Si el bebé ha pasado una noche complicada (las primeras noches es lo habitual), es
posible que a las siete acabe por querer dormirse con el biberón o mientras mama.
Intenta que no suceda. Es importante que permanezca despierto hasta la primera siesta
del día.
Sin embargo, en noches especialmente difíciles, acuéstalo un poco más e intenta
atrapar el ritmo del día más tarde. No lo hagas por sistema, pues al hacerlo solo le
quitarás horas diurnas al día de tu bebé, impidiendo que duerma bien durante la noche.
También puedes ponerlo en la cuna para que eche una siesta más pronto, pero
intenta que sea en una hora cercana a la estipulada para su edad.

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¿CUÁNDO PUEDE SALIR EL BEBÉ SOLO DE LA CAMA?
Durante la primera infancia, los niños sufren varios cambios en sus ritmos y patrones de
sueño. Los hay que habían sido unos dormilones y, de repente, pasan a ser niños que
quieren meterse en la cama de los padres en plena noche. Hay otros bebés que siempre
han dormido poco y mal y, al crecer, inventan nuevas formas de exigir la presencia de la
madre o el padre. Muchos empiezan a probar nuevos límites y reglas a la hora de irse a
dormir a partir de los dos años y medio. «No tengo sueño», «no quiero acostarme»,
«quiero agua», «cuéntame otro cuento», «tengo pipí» (por cuarta vez en los últimos
veinte minutos) son situaciones que surgen en cuanto nuestros hijos van creciendo.
A medida que crecen, también aumentan sus ganas de hacerse independientes y de
llamar la atención por medio de acciones que no siempre nos gustan. Si se dan cuenta de
que nos pueden arrancar una sonrisa, entonces, repetirán la acción varias veces —¡cosa
que nos llena el corazón!
Pero si, por otro lado, se dan cuenta de que con pataletas, rabietas constantes o
tirándose al suelo acaban por conseguir lo que pretenden, también seguirán utilizando la
misma estrategia para alcanzar sus objetivos. Por eso creo que la mayoría de las madres
que visita mi consulta me dice que su hijo es «cabezota», «insistente», «está lleno de
energía» y que «solo hace lo que quiere».

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UNA HABITACIÓN PROPIA
Si tu hijo todavía duerme en la habitación de los padres ya ha llegado el momento de que
lo mudes a su cuarto. Darle su espacio es una forma importante de mostrarle que él tiene
el control del proceso de dormirse y de que tus noches serán más fáciles.
Muchas madres, desesperadas, también acaban por cambiar la cuna por una cama
individual en cuanto empiezan a caminar bien. Me dicen constantemente que les parecía
que los hijos no tenían espacio en la cuna o que la odiaban. Con todo, la mayoría de las
veces, poner una cama sin barrotes a un niño de poco más de un año no es una buena
solución. Ya sé que a veces puedes estar harta de levantarte en plena noche y así tu hijo
puede ir a tu cama solo si lo necesita. Solo que, inevitablemente, pasarás a tener visitas
nocturnas que generalmente empezarán a ser cada vez más tempranas y frecuentes.
Además, puede ser peligroso tener una criatura deambulando por la casa por la noche.
Recomiendo, por eso, que mantengas la cuna al menos hasta los dos años, a no ser que tu
hijo tenga tendencias alpinistas y haya intentado escalar los barrotes de la cuna.

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BIBERÓN
No dejo de sorprenderme con la cantidad de niños de dos o tres años que todavía beben
leche de noche. Incluso en contra de los conejos de los pediatras, dentistas y
nutricionistas, hay muchas madres que mantienen esa costumbre porque es el accesorio
favorito de sus hijos y sin él no se duermen. Un biberón de leche al acostar al niño es
aceptable, pero hay niños que siguen tomando leche en plena noche. No porque tengan
hambre, sino porque es lo único que los calma en los diferentes despertares nocturnos.
En una consulta a domicilio, me encontré una vez a una pareja que no dormía desde
hacía siete años. ¡Sí! ¡Hacía SIETE años! Tenían una hija que nunca había dormido bien,
después tuvieron a Luis, que tenía ya tres años cuando acudieron a mi consulta. Luis se
acostaba a las once y media de la noche y tenía que dormir agarrado a la madre la noche
entera. (Los padres dormían separados hacía mucho tiempo porque los hijos requerían su
presencia).
Además, necesitaba tomar tres biberones de papilla líquida por la noche cada vez
que despertaba. El estado en que me encontré a estos padres era de todo menos
saludable, descansado y feliz. No tenían tiempo para ellos, para ver una película,
descansar, tener relaciones o simplemente conversar. Llegaban a casa y se iban a dormir
cuando los hijos se iban a dormir. Cada uno a una habitación diferente.
También hay que decir que Luis era un niño que tampoco descansaba, tenía
dificultad para concentrarse, falta de apetito durante el día (¡si se bebía tres biberones de
papilla líquida por la noche es normal que no tuviera hambre durante el día!) y ponerlo a
dormir o a comer era una lucha permanente.
Si notas que tu hijo necesita un biberón para calmarse y solo se duerme con él, te
recomiendo que intentes eliminarlo. En realidad, las primeras noches serán las más
difíciles para que se duerma, pero te compensará rápidamente, ya que los despertares
nocturnos suelen disminuir. Para hacerlo, te propongo las siguientes opciones, que
puedes escoger de acuerdo con lo que creas que mejor se adecúa a tu hijo:

• Puedes optar por diluir el biberón de tu hijo progresivamente. Imaginemos que


bebe 220 ml de leche, lo que se corresponde con 220l de agua y siete medidas
de leche en polvo. La primera noche, dale 220 ml de agua y seis medidas de
leche. Dos noches después, mantén los 220 ml de agua pero pon solo cinco
medidas de leche. Deberás proceder de esta manera cada dos días hasta llegar
solo a una medida de leche, lo que debes mantener durante dos noches más.
• Si ya le das leche de vaca al bebé, haz exactamente lo mismo. Mantén la
misma cantidad de líquido en el biberón pero ve añadiendo agua para aguar la
cantidad que inicialmente le dabas.
• No calientes la leche. Muchas madres me han dicho que al dar leche fría a sus
bebés, estos se negaban y se volvían a dormir. Es una opción que puedes

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probar. No calientes el agua que añadas a la leche en polvo o no calientes la
leche de vaca que pones en el biberón. Obviamente no puedes poner en
práctica esta opción si el niño todavía mama.
• Despertarse antes de la hora es una de las formas más eficaces de reducir los
biberones nocturnos cuando estos son simplemente vicios. Solo podrás optar
por esta posibilidad cuando verifiques que tu hijo se despierta siempre a la
misma hora durante la noche para mamar o tomar el biberón.
Imagínate que tu hijo se despierta todas las noches a las tres de la mañana. Si
es así, es más probable que se trate de un vicio que de hambre. Por eso, ponte
el despertador a las dos y media y ve a la habitación de tu hijo. Mantén las
luces apagadas, despiértalo ligeramente y dale el biberón o el pecho. Al
hacerlo, estarás rompiendo el ritmo de sueño del niño y evitarás que se
despierte a la hora de siempre. Así, no tendrá leche como recompensa a un
despertar.
La noche siguiente haz exactamente lo mismo. Empieza, entonces, a reducir
el horario de despertar aproximadamente unos quince o veinte minutos cada
dos días. Inevitablemente, tu hijo dejará de querer mamar porque llegará un
punto en que estará lleno de la cena o de la «leche de los sueños» (si es que
todavía la toma).
También puedes darle la leche por la noche en un vaso. Seguro que protesta
las primeras veces, pero cuando se dé cuenta de que el biberón deja de ser una
opción, acabará por beber leche si, de hecho, lo necesita. Si se sigue negando,
no te preocupes. Si tu hijo tiene la dosis adecuada de nutrientes durante el día,
no necesita alimentarse por la noche.

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MUÑECO MÁGICO
Sé que insisto bastante en la importancia de que tu hijo no tenga accesorios para dormir.
Es la única forma de que aprenda a dormirse solo y, como consecuencia, disfrutará de
noches de sueño continuo. En cualquier caso, también insisto en la importancia de un
accesorio que tu bebé pueda controlar. Para muchos niños suele ser el arrullo o la
mantilla. Para los que no tienen un objeto determinado, recomiendo un «muñeco
mágico». Si estás leyendo este capítulo es porque tu hijo ya es un bebé «crecido».
Normalmente, a partir de los dos años ya entienden bastante bien lo que les decimos y
empiezan a comprender los conceptos de magia y fantasía. Siendo así, no hay nada
mejor que empezar a hablarle de un muñeco mágico (y bautizarlo) que ayuda a los niños
a dormir. Un muñeco que está presente toda la noche y que es el mejor amigo del sueño
y de los sueños. Adecua el muñeco y la historia a lo que le gusta a tu hijo (hay niños que
les encantan las historias de piratas, princesas, perros, conejos…). Pasados unos días,
dale el muñeco haciéndole una fiesta enorme por haber podido encontrarlo, pues era algo
muy difícil.
En vez de perpetuar asociaciones equivocadas con el sueño —en las que tu hijo
necesita un biberón para dormirse, ser acunado o estar contigo en la cama—, al ofrecerle
un muñeco, le estás dando la oportunidad de tener un accesorio que él mismo puede
controlar. Por la noche, suele ser muy importante para permitir el sueño de un tirón. Los
pequeños se despiertan y se encuentran con su amigo, de manera que se mantienen
tranquilos. El muñeco mágico debe estar siempre en la cama y no ser un juguete más
deambulando por la casa. Si ese muñeco está siempre disponible en la caja de juguetes,
pasará a ser uno más de tantos y perderá su importancia.

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ACOSTARSE TEMPRANO
Ya he hablado de la importancia de acostar pronto a nuestros hijos y no me voy a repetir.
Solo es importante decir que, al contrario que los bebés más pequeños, que demuestran
el sueño y el cansancio a través del mal humor, gran parte de los niños más crecidos lo
demuestran por medio de la excitación.
No caigas en el error de pensar que si tienes un hijo corriendo por la casa a toda
velocidad a las diez u once de la noche es que no necesita dormir. Eso no es verdad.
Como ya he dicho, el cansancio se manifiesta con frecuencia a estas edades por medio de
la «hiperactividad». Es muy probable que tu hijo corra por la casa haciendo tonterías.
Algunos niños se muestran más torpes de lo habitual y empiezan a golpear o tropezar
con las cosas. Como adulto, es difícil asumir que este tipo de comportamiento es
sinónimo de cansancio, pero es, de hecho, verdad.

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LA RUTINA: EL «POLVO MÁGICO» Y LOS AVISOS
A partir de los dos años, la imaginación de los niños empieza a estar mucho más
desarrollada y se muestran más susceptibles a las imágenes que ven, a las historias que
les contamos, a los muñecos que tienen. Se trata de algo que puede, o bien perjudicar el
sueño —con la aparición de sueños y pesadillas—, o funcionar a su favor.
La «magia» es algo que normalmente atrae mucho a nuestros hijos. Por eso, cuando
empiezas a preparar una rutina para tu bebé, está bien que la termines con un poco de
«polvos mágicos». Parece extraño, pero puede que sea eficaz. Antes de meterlo en la
cama, rocía la habitación (fingiendo, por supuesto, ¡a no ser que conozcas algún
proveedor!) con «polvos mágicos» que ayudan a los niños a dormir bien, a tener felices
sueños y a descansar para poder hacer cosas divertidas al día siguiente.
Si tienes un «niño crecido» en casa, antes de empezar con la rutina de acostarlo,
debes avisarlo cinco minutos antes. Puedes decirle algo como: «Dentro de cinco minutos
vamos a empezar a prepararnos para ir a la cama, por eso mamá quiere que termines lo
que estás haciendo». Aquí, si tienes un reloj como aliado puede resultar de gran ayuda.
Cuando estamos ocupados y divertidos, cinco minutos pueden pasar en un abrir y
cerrar de ojos. El reloj puede ser una forma ideal de ayudar a tu hijo a sentirse con mayor
control de la situación. ¿Por qué? Porque no es la madre (o el padre) quien dice que los
cinco minutos han pasado, sino que es el reloj el que manda. Si el reloj es digital, mejor
todavía. Enseña a tu hijo a ver cuándo ha acabado el tiempo (incluso puedes poner una
alarma). A los niños les gusta y se sienten más importantes en el proceso.
Todo esto es importante porque la mayoría de los niños odia que la aparten de sus
atareados quehaceres, normalmente relacionados con la construcción, la ingeniería o la
electricidad, y al avisarles, les estarás permitiendo hacer una transición más gradual.
Ambas sabemos que, aunque avises a tu hijo, es probable que no se alegre con la
idea de irse a dormir. Por eso, sigue siendo de extrema importancia que la rutina que
elijas para que cumpla todas las noches sea a la misma hora. Si todo pasa siempre así, tu
hijo entenderá que hay muy poco espacio para el «debate» en algo que ya está
organizado.
Por otro lado, no queremos que los niños vivan en un régimen de monarquía
absoluta. Por eso, a pesar de que tú tengas el control, hay que dejar que él maneje las
riendas de la situación en algunos momentos. Es bueno presentarle algunas opciones en
cuanto a su rutina de irse a dormir. Elegir el pijama, la música que quiere escuchar, el
cuento y el muñeco que quiere llevarse a la cama pueden ser buenas formas de incluirlo
en la rutina. Desde mi experiencia, no debemos ofrecer muchas opciones a nuestros
hijos. Basta con dos, porque ellos son indecisos, deciden una cosa y a continuación
cambian de opinión y luego entramos en guerra. De repente, se monta un circo por la
elección del pijama de rayas o porque Peter Pan está pasado de moda y le gusta más
Mogli. (Es posible que esté desactualizada en cuanto a los personajes, pero es que en mi

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casa solo hay libros de Disney antiguos…). Por tanto, dale solo dos opciones (dos
cuentos, por ejemplo) y, después de su elección, que no haya vuelta atrás.
Recuerda que parte del «trabajo» de un niño es probar límites y su independencia.
Forma parte de la infancia y simplemente se trata de algo natural. No tiene que ver con
ser maleducado o desobediente. Así pues, aunque vaya intentando ampliar sus fronteras,
muéstrale de forma calmada y firme, que todo sigue igual. Convéncete de que se sentirá
cómodo actuando así. Los niños tienen tantas distracciones durante todo el día, viven
tantas situaciones nuevas, se enfrentan a tantos momentos de aprendizaje que se sienten
seguros y cómodos con los límites y con las rutinas. Son situaciones en las que saben lo
que va a pasar y eso, a pesar de lo que pensemos, les da tranquilidad.

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LAS «TÁCTICAS»
Las peticiones interminables

Lo más seguro es que el pequeño de la casa se valga de todas las tácticas que conozca
para retrasar o evitar la rutina de irse a dormir. Si está más crecido, probablemente dirá
que tiene sed, que necesita ir de nuevo al lavabo, que quiere un beso más o incluso
pueden hacer como Duarte, el hijo de cuatro años de una cliente, que una noche sintió la
necesidad urgente de saber cuál era el significado de la vida y otra noche de dónde
venían los niños… En fin…
Ante cualquier ocurrencia filosófica que nos produzca ganas de reír, ignora las
dotes negociadoras de tu hijo si quieres ver resultados. Puedes darle agua y, obviamente,
dejarlo que vaya al cuarto de baño, pero será suficiente con que lo haga una vez. No
necesita ir a hacer pipí cada cinco minutos (un buen truco es incluir la visita al lavabo en
la rutina de la noche). Por eso, ve repitiendo la frase clave para que tu hijo reciba y
acepte el mensaje de que ha llegado la hora de irse a la cama.

Qué hacer si tu hijo se hace el «simpático»


Que tu hijo se haga el gracioso es de las cosas más divertidas y afectivas que hay, pero,
por eso mismo, de las más difíciles de dominar. A veces, nuestros hijos lloran un poco y,
de repente, se dan cuenta de que no obtienen el efecto deseado. Entonces, empiezan a
mostrarse «adorables y cariñosos». Lo que resulta aún más difícil de ignorar que un bebé
llorando, porque ¿quién se resiste a una sonrisa y a unas gracias? Una vez más, lo que te
recomiendo es que lo ignores y sigas repitiendo la frase clave que has elegido con la voz
más calmada y tranquila posible. Quizás, si cierras los ojos te resulte más fácil.

Estrategias para cuando tu hijo sale de la cama


Esta es la única cuestión que implica un comportamiento y una estrategia un poco
diferentes de las que te he propuesto. Si tu hijo duerme en una cama sin barrotes y por
primera vez lo pones a dormir sin tu ayuda, es normal que no quiera quedarse solo en la
cama. Entonces, puedes optar por las siguientes estrategias:

• Estrategia de la consecuencia: siéntate en una silla junto a su cama. Si se


levanta, vuélvelo a meter con tranquilidad y dile con calma que si se vuelve a
levantar, saldrás de la habitación y se quedará solo. Si se levanta y sale de la
cama de nuevo, levántate tú también, cumple lo que le acabas de decir y sal de
la habitación dos o tres minutos. Cierra la puerta y mantenla cerrada en caso

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de que el niño quiera seguirte.
Obviamente, lo más seguro es que en ese momento tu hijo inicie una pataleta
de dimensiones épicas. Pero no cedas y mantén la puerta cerrada (como tu
corazón de madre) durante dos o tres minutos. Pasado ese tiempo, abre la
puerta y dile, con cariño y con calma, que si se acuesta e intenta dormirse,
volverás a la silla y te quedarás con él en la habitación. Es probable que no te
quiera escuchar o que esté muy enfadado. Por eso, intenta volver a decirle lo
mismo dos veces más, pero siempre con tranquilidad.
Si no hace lo que le dices, avísalo de que volverás a marcharte de la
habitación. De hecho, vuelve a irte si no te obedece. Pasados dos o tres
minutos más, vuelve a entrar y di lo mismo. Hazlo tantas veces como sean
necesarias hasta que el niño se percate de que lo mejor es obedecer. Cuando lo
haga, vuelve a sentarte a su lado y quédate ahí hasta que se duerma.
Al cabo de tres días, empieza a sentarte más apartada de la cama y quédate
en la habitación hasta que se duerma tres días más.
Pasada una semana (si mientras tanto la dificultad en dormirse todavía
permanece), puedes ir probando a animar al niño a tranquilizarse y a sentirse
cómodo con la nueva situación. Explícale que, aunque no estés en la
habitación, siempre estarás cerca y haz varias pruebas con él para que
compruebe que no le mientes. Pídele, por ejemplo, que te llame y acude
enseguida. Después, pídele que te vuelva a llamar y ve espaciando el tiempo
en que apareces, ¡pero acude siempre!
Cuando comprenda que puede quedarse dormido de manera relajada y sin
necesitar tu presencia, siempre que se despierte en plena noche le resultará
más fácil volver a dormirse solo. No aprenderá a hacerlo si siempre depende
de que estés presente en la habitación. Por eso, a partir de la séptima noche,
intenta salir del cuarto aunque el niño no se haya dormido todavía.
• Estrategia «perro guardián»: creo que esta es más sencilla para el corazón de
una madre, pero implica más trabajo y paciencia. Los resultados también
aparecen de forma rápida, pero es necesario ser muy paciente, cosa que si no
se duerme desde hace meses, no siempre es posible.
Acuesta a tu hijo y dile que si te necesita estarás siempre cerca. Después de
cada rutina, acuéstalo, dale un beso de buenas noches y déjalo con su «amigo
mágico» —ese muñeco que le has proporcionado cuando iniciaste el método
que te propongo—. Después, sal de la habitación y siéntate en una silla con la
puerta entreabierta. Así empieza el juego de paciencia.
Si tu hijo te llama, dile desde la silla y con la puerta entreabierta que estás
allí y que todo está bien. Si llora, acércate y tranquilízalo. Luego vuelve a la
silla. Hazlo tantas veces como sea necesario, pero nunca vayas a verlo
inmediatamente a la primera llamada (primero dile que estás allí y que todo va

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bien. Si sigue insistiendo, acude a su lado) y nunca te quedes a su lado hasta
que se duerma (cuando se haya tranquilizado, vuelve a tu posición de «perro
guardián»). Si se levanta de la cama y quiere salir de la habitación, tómalo con
cariño y vuelve a meterlo en la cama.
¡Una vez tuve que recorrer el camino de la puerta a la cama ochenta y dos
veces en una hora! Mi hijo Zé Maria tenía cuatro años y nunca había dormido
en su propia cama. Las primeras dos noches fueron una verdadera locura y
creo que recorrimos juntos unos cuantos kilómetros. Pasamos horas
caminando hacia delante y hacia atrás, así y todo, la tercera noche, Zé Maria
dio un besito a papá y otro a mamá, escuchó un cuento y agarró a Biscoito (el
nombre de su muñeco mágico) y se quedó dormido. ¡Durmió de un tirón hasta
las ocho de la mañana!
Con esto quiero decir que no debes desesperarte. Es verdad que pasarás unas
noches complicadas si tu hijo tiene por costumbre no dormir en su cama. Pero
si tu respuesta es firme y te mantienes al margen de todo, entenderá que las
reglas han cambiado y adoptará la nueva rutina como norma. ¡Verás cómo tu
esfuerzo habrá valido la pena!

Qué hacer si tu hijo hace una visita a tu habitación


Algunos niños no llaman a los padres por la noche y simplemente van directos a su
habitación. Si este es el caso de tu hijo, no le digas nada. Levántate tranquilamente (sé
que estarás muerta de sueño, lo más seguro es que no veas ni por dónde andas), tómalo y
llévalo a su cuarto, dale un beso y siéntate en la silla (al lado de su cama o de la puerta).
Asegúrate de que está bien, de que no ha tenido ninguna pesadilla y de que está
tranquilo. No vale la pena enfadarse, ni hacerle chantaje ni amenazarlo. Encamínalo a su
habitación con calma y seguridad, convéncete de que obtendrás buenos resultados.

EL CASO DE MARÍA

Filipa entró en contacto conmigo para que la ayudara a enseñar a su hija María a
dormir sola. María tenía dos años y nunca había dormido en su cama. Se quedaba
dormida en la cama de los padres y ahí permanecía el resto de la noche hasta por la
mañana. Filipa y su marido querían cambiar la situación, pero no sabían por dónde
empezar. Cuando les expliqué lo que deberían hacer, Filipa me dijo que sería
«imposible» y que su hija nunca aceptaría dormir sola en su cama. También me dijo
que la niña solía vomitar con mucha facilidad y que estaba segura de que eso
también sería un problema.

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La primera noche, y a pesar de que María había, de hecho, vomitado, no fue
tan mal como Filipa había imaginado. María acabó por dormirse y tuvo un despertar
nocturno en el que, por primera vez, los padres no lo resolvieron llevándosela a su
cama. Después de haberla tranquilizado durante la noche —el despertar nocturno
duró treinta minutos—, María volvió a dormirse y solo se despertó por la mañana.
Al cabo de tres noches, María iba tranquila y sola a la cama y se quedaba
dormida sin problemas. Las noches pasaron a ser tranquilas para todos. Filipa me
confesó que nunca se había imaginado que le iba a resultar tan fácil y sencillo.
Hasta hoy, siguen durmiendo bien y María adora su habitación.

EL CASO DE CATARINA

En el momento de la consulta, Catarina tenía cuatro años recién cumplidos. Nunca


había dormido bien, pero después de de que naciera su hermano las cosas
empeoraron. Catarina quería volver a dormir en la habitación de los padres e incluso
mamar nuevamente. La madre, Joana, pasaba con ella todas las noches una hora y
media para que se quedara dormida. Lo hacía en la cama de la niña mientras esta se
agarraba a su pelo y a su oreja. Tenía que quedarse así, inmóvil, todo ese tiempo.
Todas las noches.
A partir de las dos de la mañana, Catarina viajaba al mundo encantado de la
cama de los padres. Pasada una hora, empezaba a dar patadas al padre hasta que lo
echaba de la cama e iba a dormir al salón.
Joana lloraba mientras me escribía lo que ocurría todas las noches en su casa.
¡Hacía años!
A pesar del cansancio, decidió empezar a implementar lo que le indiqué el
mismo día que salió de la consulta. Joana me dijo que optaría por la estrategia del
«perro guardián» montando una vigilia en la puerta de la habitación de la hija. Las
primeras noches hubo mucha guerra por parte de Catarina. Lloró, pataleó, se levantó
de la cama muchas veces. Joana me dijo que renunció a contarle más cuentos
cuando ya había llegado al número treinta y seis, momento en que encaminó a la
niña a la cama. Aun así, Catarina acabó por dormirse sola, pero en el suelo.
Entonces, el padre la metió en la cama.
Por la noche se despertó varias veces y se fue a la habitación de los padres.
Siempre que la madre la metía otra vez en la cama, Catarina volvía a gritar. Tiró el
muñeco mágico al suelo muchas veces e incluso se golpeó con la cabeza en la
puerta, lo que dio como resultado más lloros (de la madre y de la hija).
A partir de la tercera noche, quedarse dormida pasó a ser más tranquilo, pero
Catarina mantuvo algunos despertares nocturnos siempre con visita a la cama de los

94
padres.
A partir de la octava noche, Catarina empezó a dormir doce horas seguidas. Se
mostraba más tranquila en casa y en el colegio, más atenta, más cariñosa y hasta
jugaba sola. Joana no podía creérselo. Y, honestamente, yo tampoco.

RECUERDA

• Tu hijo no debe estar enfermo en el momento en que inicias este método.


• Una rutina relajante y adecuada es esencial para que tu hijo se acueste sin dar
mucha «guerra».
• Los primeros tres días son los más complicados, pero es importante mantener
la firmeza en el enfoque.
• Es importante eliminar la necesidad de un accesorio para dormirse.
• Puedes hacer todo lo que quieras para calmarlo (fiestas, caricias, carantoñas),
pero recuerda que tu función es calmarlo y no dormirlo.

95
LAS SIESTAS
Durante ellas, los niños sueñan y… crecen.
Las siestas son importantes para que los niños estén de buen humor,
además contribuyen a la consolidación de la memoria y del aprendizaje
en una fase precoz de la vida.

96
Gran parte de este libro está enfocado en cómo enseñar a tu bebé a dormir por la
noche. Pero lo que la mayoría de padres y madres no sabe, o no valora, es que el sueño
diurno es de extrema importancia para que los niños pasen una noche tranquila. Las
siestas son una parte increíblemente importante en el crecimiento y bienestar de los
niños y, con la duración y en el horario adecuado, ayudarán a garantizar una buena
noche de sueño.
Varios estudios indican que los niños que duermen durante el día aprenden más
deprisa y están más concentrados porque pueden mantener el periodo de atención más
tiempo. Las siestas son aliados inestimables para ayudar a tu bebé a permanecer
saludable y feliz. Permiten impulsar y desarrollar la memoria, restauran la energía,
mejoran la atención, fortalecen el sistema inmunitario y ayudan a bajar el nivel de las
hormonas de estrés (cortisol y adrenalina). Por eso, son muy importantes para mantener
a los niños en el camino adecuado para su buen desarrollo físico y emocional. Dormir lo
suficiente durante el día lo ayuda a aprender mejor, a retener información más fácilmente
y a interactuar mejor con sus semejantes. Los padres de los niños y bebés que no
duermen bien por la noche tienen, casi todos, problemas con las siestas de sus niños
también.
Muchas familias que aparecen en mi consulta creen que, si sus hijos duermen
durante el día no podrán dormir bien por la noche. Piensan que, si durante el día no
echan la siesta, estarán tan cansados por la noche que dormirán doce horas seguidas. Por
eso, no es de extrañar que haya familias que deliberadamente mantengan a sus bebés
despiertos todo el día o una gran parte del día para que duerman mejor de noche. Si este
es tu caso, no te sientas culpable. Es normal, se trata de un razonamiento lógico. Pero la
verdad es que mantener a los niños despiertos durante el día no AYUDARÁ EN NADA
a su sueño nocturno. El sueño llama al sueño y fallar o saltarse las siestas aumenta la
dificultad de que tu hijo se calme. Estará más cansado, más irritado, más agitado y, por
eso, tendrá menos capacidad de calmarse a sí mismo y dormirse.
De ahí, que enseñar a los niños a dormir bien durante el día sea tan importante, ya
que los resultados se reflejarán en su actitud ante el sueño y en su salud.

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DÓNDE DORMIR
Hoy día, los bebés son seres demasiado «portátiles». Ahora los acostamos en hamacas,
los colocamos rodeados de cojines en el sofá, los metemos en los parques de juego o
intentamos que se duerman en el capazo o en el carrito. Y como la mayoría de nosotros
está ocupada durante el día, tendemos a arrastrar a nuestros hijos allá donde quiera que
vayamos.
Sé que tenemos muchos quehaceres y que, infelizmente, no todas podemos contar
con canguros exclusivos que se ocupen de nuestros hijos, de ahí que acabemos
llevándonoslos a todos los sitios que tenemos que ir. Sin embargo, es importante que tu
hijo eche la siesta más o menos a la misma hora todos los días y que, siempre que sea
posible, sea en el mismo sitio donde duerme por la noche. Es decir, en la cuna o la cama.
Sé que para muchas madres esto es una noticia que provoca extrañeza. Desde que
tengo el consultorio, me han visitado familias que insisten en que sus hijos duerman la
siesta en el carrito o en el cuco. Por eso, no sorprende que estos niños no duerman bien
de noche.
Cuando un niño se duerme en el carrito de paseo o mientras conducimos, lo mece el
ruido y el movimiento del coche, lo que no es muy diferente a mecerlo en brazos para
dormirlo, pues se está creando una dependencia y una asociación equivocada en el bebé.
Muchas madres me dicen simplemente que les encanta salir a pasear con el carrito para
que los bebés vean la naturaleza. Pero si se duermen, en realidad, no están viendo nada
de nada ni tienen contacto con nada.
Si de verdad quieres pasear con tu bebé, entonces, debes salir después de que se
despierte para que pueda aprovechar el viaje.

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CUÁNDO DORMIR
Para muchas familias, es muy difícil organizar las siestas de sus hijos. En primer lugar,
porque no saben cuándo deben dormir y no pueden organizar su vida cotidiana en torno
a esos momentos de pausa.
La mayoría de las madres que me consulta sigue creyendo que, si su hijo «duerme
mucho» de día, por la noche no dormirá bien. Muchas me dicen que no pueden estar en
casa a la hora de la siesta porque dejarían de hacer actividades que tienen programadas;
así y todo, después se quejan de que no disfrutan de lo que hacen porque sus hijos están
irritados y rabiosos. Así que, equilibrar la situación resulta complicado.
Sé que hay muchas personas que defienden que son los bebés los que se tienen que
adaptar a nuestras vidas y no al revés. Yo defiendo algo «a medio camino». Un
equilibrio. Un bebé es una persona y hay que respetarla. Es una persona extremadamente
dependiente de nosotros que, en los primeros tiempos de vida, necesita descansar mucho.
Ya los «antiguos» decían que «dormir es medio sustento» porque, en realidad, el
descanso es tan importante como comer.
No defiendo que te quedes en casa todo el día condicionada por los horarios de tu
hijo. Pero, sobre todo los primeros meses de vida, hay que salvaguardar su descanso. Es
preferible dejar a tu hijo con alguien durante dos horas para salir simplemente a dar un
paseo con una amiga o hacer algún recado que ir con tu bebé de dos meses de arriba
abajo. Se acostumbrará a dormirse en el carrito y enseguida empezará a tener desajustes
de sueño.
Como en todo, se necesita discernimiento. Los bebés tienen que pasear y salir,
claro, pero intenta que disfrute del paseo y para eso tiene que estar despierto. Impón la
regla de que al menos una de las siestas (diría que la «principal», la que normalmente se
hace justo después de comer) pueda echarla en la cuna o la cama.
La mayoría de las veces, los bebés necesitan mucho más tiempo de sueño de lo que
las madres piensan. Es cierto que he conocido madres que ponían (o intentaban poner) a
sus hijos a dormir demasiadas veces al día, aunque la generalidad de los casos es que
muchos bebés viven con déficit de sueño.

Señales de fatiga más comunes

• Restregarse los ojos


• Ojos rojos
• Restregarse o tirarse de las orejas
• Restregarse o tirarse de la nariz
• Restregarse la cara en mantas, en el sofá, en el hombro de los padres…
• Arquear la espalda

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• Irritabilidad

La irritabilidad es, sin duda, un síntoma de bebé cansado, pero cuando los niños
llegan a ese estado, es que ya están en una fase de extenuación. Podrás ocuparte mucho
mejor del cansancio y del sueño de tu hijo si no dejas que llegue a esa fase y si lo
acuestas en cuanto empiece a mostrar los primeros síntomas de que está listo para irse a
la cama. Si no tienes la más mínima pista de cuál es el horario «típico» de siestas, a
continuación encontrarás algunas recomendaciones.

Recién nacidos (de los cero a los tres meses)

Un recién nacido necesitará dormir cuatro o cinco siestas al día, que deben durar
(idealmente) entre una y tres horas cada una. Mentalízate de que gran parte de los bebés
de esta edad debe de estar despierta solo cerca de cuarenta y cinco minutos o una hora
seguida (incluyendo el tiempo de la alimentación) antes de echarse otra siesta. Sí, es
verdad, prácticamente solo duermen y comen.
Una buena rutina que se puede intentar establecer con los recién nacidos es ir
repitiendo el ciclo de COMER-JUGAR-DORMIR. De esta manera, te aseguras de que
alimentas al niño cuando despierta y no cuando tiene sueño. Así, comerá mejor, pues
estará con energía y alerta. Podrá alimentarse eficazmente en vez de tomar solo «snacks»
cortos que acaban rápido porque está demasiado cansado. Por otro lado, al ofrecerle
alimento cuando despierta y no cuando está preparado para dormir, le evitas las
asociaciones equivocadas entre pecho/biberón y sueño, lo que perjudicará mucho su
sueño en el futuro cercano.
Normalmente, los bebés de esta edad empiezan a volver a tener sueño en torno a la
media hora o los cuarenta y cinco minutos después de estar despiertos. Cuando el bebé
empieza a mostrarse irritado o somnoliento, puedes acunarlo un poco en los brazos, darle
unos mimitos y ponerlo en la cuna todavía despierto para que tenga la posibilidad de
quedarse dormido solo. Si hace algunos ruidillos o se muestra agitado, espera un minuto
o dos para comprobar si se calma y se tranquiliza solo. Si da señales de empezar a
ponerse más nervioso, tómalo y tranquilízalo. A la primera señal de sueño, vuelve a
meterlo en la cuna.
Las «reglas» para los primeros meses son muy flexibles. Todavía estás conociendo
a tu hijo y necesitarás un tiempo para probar diferentes trucos y técnicas y encontrar los
que funcionan bien con el pequeñajo. Las siestas en el carrito o en el cuco son aceptables
los primeros tiempos, pero siempre que sea posible, intenta que el bebé duerma en casa,
en la cuna, o incluso en el lugar donde dormirá toda la noche.
No es fácil (si no imposible) establecer un horario que se aplique a todos los recién
nacidos. En esta edad, sus estómagos son los que realmente determinan cuándo y cuánto

100
tiempo dormirán. En realidad, casi siempre se despiertan cuando tienen hambre y ese
intervalo puede variar mucho de bebé a bebé.

Bebés de los tres a los seis meses


La mayoría de los bebés entre los tres y los seis meses necesitan al menos tres siestas al
día para poder estar de buen humor y atentos mientras están despiertos. De forma
general, los bebés de esta edad empiezan a mostrar señales de cansancio e irritabilidad
después de estar despiertos entre una y dos horas. Aunque todos los niños sean
diferentes, la mayoría de mis clientas con bebés en esta franja etaria se maneja bien con
un horario de este tipo:

• 7.30/8 h: despertar, comer, jugar


• 9/9.30 h: primera siesta del día (una hora y media después de haberse
levantado)
• 10.30 h: despertar, comer, jugar (duración de aproximadamente una hora y
media)
• 12.30 h: segunda siesta del día (al cabo de dos horas de estar despierto)
• 14.30 h: despertar, comer, jugar
• 16.30 h: tercera siesta del día (al cabo de dos horas de estar despierto)
• 18 h: despertar, comer, jugar
• 19.45 h: rutina de acostarse
• 20 h: dormir

Cuando estés intentando establecer un horario de siestas para tu bebé, puede que te
encuentres con situaciones en las que, después de acostarlo para que eche la siesta,
simplemente no se duerma. En algunos casos, los bebés lloran o se muestran inquietos
durante más de una hora y eso, entretanto, puede llevarte a establecer un nuevo horario
de alimentación. Si sospechas que tu bebé tiene hambre y todavía no ha echado la siesta,
no te preocupes. Simplemente sácalo de la cuna o de la cama. Juega un poco con él,
aunque solo sean cinco minutos, hasta que parezca más cansado y vuelve a meterlo en la
cuna. Intenta evitar que se duerma mientras toma el pecho o el biberón, lo que puede no
resultar fácil si no ha dormido la siesta anterior, pero utiliza los trucos que te he ido
proporcionando a lo largo de este libro.

Bebés de los seis a los catorce meses


Los niños de esta edad, en general, necesitan dos siestas al día. La edad en que tu bebé
hará la transición de dos siestas a solo una dependerá de él. Algunos niños están bien si

101
solo echan una siesta al llegar a su primer cumpleaños, mientras que otros seguirán
necesitando dormir dos veces al día hasta los dieciocho meses. En general, los bebés de
este intervalo de edad pueden mantenerse despiertos aproximadamente de tres a cuatro
horas antes de dar muestras de estar cansados.
Es obvio que a pesar de considerar este intervalo de edad como uno solo, hay una
diferencia enorme entre un bebé de seis meses y otro de catorce.
Un bebé de seis meses NECESITA dormir dos veces al día (una por la mañana y
otra después de comer). A veces, incluso, necesita echar una cabezadita de cuarenta y
cinco minutos al final de la tarde.
A partir de los doce meses, las necesidades de sueño empiezan a variar mucho más.
Si tienes dudas de si tu hijo todavía necesita dormir varias veces al día (después de que
haya cumplido un año), debes tomar nota de la duración de cada siesta durante una
semana. Si la siesta de la mañana (que debe hacerse dos horas después de despertarse)
tiende a ser más larga que la de después de comer, debes empezar a despertar a tu hijo de
la primera siesta del día. Lo que se pretende es que la siesta más sólida sea la de después
de comer, por eso, si es necesario, despiértalo para que no duerma demasiado por la
mañana. Como orientación, te indico que un bebé de nueve meses debe dormir
aproximadamente de una hora y cuarto a una hora y media por la mañana y
aproximadamente dos o dos horas y media por la tarde, por ejemplo.
A partir de los doce meses, la siesta de por la mañana se puede reducir
gradualmente a cuarenta y cinco minutos, de forma que se mantenga la hora de la siesta
de después de comer más prolongada.
Si tu hijo empieza a presentar problemas para dormirse por la mañana o no quiere
echar la siesta de la tarde, puedes reducir gradualmente la duración de la primera siesta
del día hasta que desaparezca. Un horario típico de estas edades sería:

• 8 h: despertar, comer, jugar


• 9.45/10 h: primera siesta del día
• 11.30 h: despertar, comer, jugar
• 14.30 h: segunda siesta del día
• 16/16.30 h: despertar, comer, jugar
• 19 h: cenar
• 19.30 h: inicio de la rutina de acostarse
• 20 h: cama

Bebés de los quince meses a los tres años


A partir de los quince meses, la mayoría de los bebés llega al punto de solo necesitar una
siesta al día. Como ya he comentado anteriormente, esta es una meta que solo depende
de ellos. Si tu hijo no parece tener sueño cuando lo pones a dormir por la mañana, tarda

102
demasiado tiempo en dormirse o pasa a hacer una siesta más corta en el periodo de la
tarde porque ha dormido por la mañana, es probable que esté preparado para empezar a
hacer la transición a solo una siesta al día. La mayoría de los bebés de esta edad tienen
un horario semejante a este:

• 7.30/8 h: despertar
• 12.30/13 h: siesta
• 15/15.30 h: despertar
• 20 h: dormir

Cuando hagas la transición de dos siestas a una, probablemente notarás que tu hijo
tiene dificultades para mantenerse despierto y de buen humor hasta la hora en que suele
ir a dormir por la noche. Durante este periodo de ajuste, puedes intentar acostarlo un
poco más pronto. Cuando su cuerpo se habitúe al cambio de horario de las siestas,
podrás gradualmente atrasar la hora de acostarlo hasta el horario ideal inicial.
Recuerda que los horarios que te he propuesto son solo una guía. Muchos bebés los
seguirán a la perfección, pero otros no. Mientras estés implementando los horarios de las
siestas de tu hijo, es importante prestar mucha atención a los síntomas de cansancio e ir
anotando la duración del tiempo en que permanece despierto.

103
CÓMO CONSEGUIR QUE TU HIJO DUERMA LA SIESTA
Ahora ya tienes una idea de cuánto tiempo tu hijo debe estar despierto entre siestas. Ya
sabes también que las buenas siestas se hacen en casa, en la cuna o en la cama. El
próximo paso es enseñar a tu hijo a dormirse solo también durante el día. El proceso es
muy semejante al de la noche, pues tal como ya he dicho en varias ocasiones, el gran
secreto es la firmeza. Y, por eso mismo, tu comportamiento nocturno tendrá que
repetirse durante el día.
Tu hijo no tiene relojes para orientarse, de ahí que no comprenda tu mensaje si,
durante la noche, te comportas de una determinada manera y durante el día de otra. Es
más fácil organizar la noche que el día, pero ambos tramos del día deben intentar
iniciarse en simultaneo.
Me sorprendo siempre con la cantidad de familias que ponen los bebés a dormir la
siesta con claridad. La mayoría de mis clientas lo hacen y, cuando les pregunto por qué,
me responden invariablemente que no querían que sus hijos confundiesen el día con la
noche.
Todo ser humano duerme mejor a oscuras. Hasta los tres meses de edad es un poco
indiferente, pero a partir de esa edad, los bebés van viendo mejor y cada vez están más
alerta. Si los pones a dormir en un sitio con luz, pueden ver todo a su alrededor con más
facilidad, distraerse con cualquier cosa, aunque sea con sus propias manos. Por eso, si tu
bebé tiene más de tres meses, acuéstalo a echar la siesta en una habitación oscura.
Dormirá mucho mejor.

104
RUTINA DE LA SIESTA
Igual que por la noche, tu bebé dormirá más fácilmente si le das una pista de que la hora
de la siesta se acerca. Si estás intentado romper la asociación entre biberón/pecho y
dormir, no incluyas ninguna de estas cosas a la hora de dormir la siesta. Puedes dar de
comer a tu bebé en otra habitación de la casa y mantenerlo despierto mientras lo haces.
Las rutinas de las siestas no tienen que ser largas. Cinco minutos bastan para que
los niños lo entiendan. Puedes cambiarles los pañales, leerles un cuento, cantarles una
canción… Mi rutina favorita es muy sencilla y paso a explicarla.
Saca a tu bebé de la habitación o de los espacios sociales de la casa y llévalo a la
habitación cuando se esté acercando la hora de la siesta. Jugar de forma tranquila durante
cinco minutos en el cuarto. Después, tómalo y juntos corred las cortinas o las puertas.
(Normalmente, a los pequeños les encanta ver cómo suben y bajan las persianas, lo que
es una excelente señal para indicarle que es hora de dormir o despertarse). Mécelo un
poco mientras le cantas una canción (elige solo una y no el repertorio entero de tu
cantante favorito). Después, mételo despierto y relajado en la cuna o la cama aún con su
muñequito mágico.
Se trata de una rutina que se adapta muy bien a casi todas las edades y que es fácil
de enseñar a las abuelas y abuelos, educadoras o canguros. Si tu hijo tiene menos de tres
meses, basta con que le cantes siempre la misma canción. Comprenderá la señal.
Relájalo en brazos y solo después lo metes en la cuna, envuelto en un arrullo (si es que
lo usas también por la noche).

Cómo actuar
Básicamente debes seguir el mismo método que por la noche. Pon una silla junto a la
cuna/cama de tu hijo y quédate con él hasta que se duerma. Tu función es ayudarlo a que
se calme y no interferir para que se duerma sin tu ayuda. Igual que por la noche, no
hagas nada si tu bebé está tranquilo o balbuceando. Solo debes intervenir si está agitado
o empieza a llorar.

Mimos
Puedes hacerle mimos, fiestas, acariciarle la barriguita o darle palmaditas en culo.
Normalmente los bebés responden bien a este tipo de toques. Incluso puedes inclinarte
sobre la cuna y darle unos besitos de vez en cuando. Pero deja de hacerle carantoñas en
cuanto se calme. A algunos pequeños no les gustan las caricias mientras están intentando
dormirse. Si observas esto último, no insistas y solo permanece junto a él.

105
Tomarlo en brazos
Si te parece que el bebé se calmará cuando lo tomes en brazos, entonces, hazlo sin
miedo. Según mi experiencia, eso da resultado en bebés que todavía son muy pequeños
(hasta los cuatro meses), pero después de esa edad empieza a ser algo que les molesta
aún más. Así que, si se muestra más calmado y relajado, vuelve a dejarlo en la cuna y a
empezar todo el proceso. Cuando son muy pequeños, puede que lo tengas que hacer
varias veces hasta que se tranquilicen y puedan dormirse, pero normalmente no es un
proceso muy largo y difícil.
Si tu bebé tiene menos de seis meses, tu abordaje debe ser siempre el de la
prevención. Debes ir intentando que se duerma tranquilamente y sin ayuda, pero no
debes dejar que llore. No siempre será posible, pero no importa. Si lo intentas todos los
días, notarás los progresos rápidamente.

Usar frases clave


Igual que por las noches, puedes utilizar una frase clave para ayudar a tranquilizar a tu
bebé. Una frase corta como «es hora de dormir» o «vamos a dormir» con una voz
tranquila y en tono bajo para que el niño entienda que tiene que descansar.
Si has leído los capítulos anteriores, ya sabes lo que propongo por la noche. Sin
embargo, hay una diferencia sustancial: durante el día no podemos quedarnos sentados
durante dos horas a la espera de que el bebé se duerma. Si lo haces, desorganizarás el
resto del día, alterarás las horas de comer y perjudicarás el horario de las siguientes
siestas.
Una vez más, el enfoque que te propongo para las siestas debe aplicarse en bebés de
más de seis meses.
Después de iniciada la rutina de las siestas y de meter al bebé en la cuna, debes,
como por la noche, sentarte en la silla al lado de la cuna. Puedes esperar una hora. La
mayor parte de las veces los bebés se duermen antes de ese tiempo, pero si no es así (lo
que puede suceder con más probabilidad en la siesta de la mañana), debes hacer una
pausa y sacar al niño de la cuna. Descorre nuevamente las cortinas o abre las persianas y
reinicia el día como si se hubiese acabado de despertar. No vale la pena enfadarse ni
mostrarse resentida porque él no tiene la culpa de no haber podido dormirse. Salid de la
habitación y dale algo de comer si consideras que tiene hambre.

• Si la siesta que no echo es la de la mañana, vuelve a intentarlo todo


nuevamente lo más cerca posible de la siesta siguiente. En ese momento el
bebé ya estará más cansado. Es probable que pase parte de la mañana inquieto
y que no quiera ni comer. ¡No te preocupes! Es solo una comida y un día. No

106
lo pongas a dormir antes de la segunda siesta (para no empezar a desorganizar
el resto del día), pero puedes acostarlo un poco más pronto. En ese momento
es muy probable que se duerma enseguida, pues ya estará muerto de sueño.
Quédate en la habitación hasta que se duerma y, luego, sal.
• Si la siesta que no ha hecho es la de después de comer, debes volver a
intentarlo al cabo de media hora de haber salido de la habitación la primera
vez. Si por casualidad, pasados cuarenta y cinco minutos tu hijo todavía no se
ha dormido (lo que es poco probable), haz una siesta de emergencia. Es decir,
duerme a tu hijo. No lo hagas de la forma en la que está acostumbrado. Si
necesita un biberón o tomar el pecho siempre que va a dormir, entonces,
tómalo en brazos. Si necesita que lo mezas en brazos, llévalo a dar una vuelta
en el carrito de paseo o en el coche. Es del todo importante que duerma y, por
eso, intenta lo que sea necesario, pero solo después de haber hechos dos
intentos honestos.
Si tu hijo todavía duerme la tercera siesta del día, puedes tener algunos
problemas. La tercera siesta del día no debe atrasarse mucho nunca para que
no se solape con la hora de dormir por la noche. Por eso, la espera tampoco
debe ser tan larga como en las otras siestas del día. Si es así y tu hijo no se
duerme en media hora, puedes dormirlo de la forma más eficaz que sepas.
Igual que por la noche, debes sentarte junto al niño los primeros tres días e
irte alejando gradualmente. El cuarto, quinto y sexto día debes sentarte junto a
la puerta de la habitación. Puedes interferir e intervenir ayudándolo a
tranquilizarse, con todo, tu intervención debe ser cada vez menor.

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SIESTAS CORTAS
Los bebés que están aprendiendo a desarrollar estrategias de sueño tienden a dormir los
primeros días siestas bastante cortas. Si tu hijo estaba habituado a necesitar un accesorio
para dormirse, es muy natural que una siesta de treinta minutos sea «normal». Durante la
puesta en marcha de todo el método que propongo, tu hijo puede tardar bastante en
dormirse y después despertarse solo veinte minutos después. Es normal y no debes
preocuparte porque es algo que corregirá con el tiempo.
Lo que puedes, sin embargo, hacer es no renunciar a la siesta cuando sea demasiado
corta, menos de cuarenta y cinco minutos o una hora. Si tu bebé se despierta demasiado
pronto de la siesta, ve a verlo, siéntate a su lado e insiste en que duerma un poco más.
Puedes hacerlo diciéndole «chist», dándole palmaditas en el culo, poniéndole el
chupete… lo que creas que puede ayudarlo a conciliar el sueño de nuevo. Si pasados
veinte minutos no ha vuelto a dormirse, entonces, sácalo de la cama y vuelve a empezar
el día. Inténtalo en la siesta siguiente.

RECUERDA

• Las siestas son muy importantes para el correcto desarrollo de tu hijo e


influyen en el sueño nocturno.
• Dejar a un bebé despierto demasiado tiempo durante el día contribuye a que se
muestre más irritado, menos tolerante y más rabioso. De esta forma, le será
más difícil dormirse solo.

108
OTRAS SITUACIONES QUE INFLUYEN
EN EL SUEÑO DE NUESTROS HIJOS
El sueño de nuestros hijos puede verse perjudicado por situaciones que
no podemos prever o impedir. En esos casos, es necesario actuar de
acuerdo con el «problema» en cuestión. Aquí encontrarás explicación
para la mayoría de estos problemas, así como la forma de actuar.

109
Muchas veces nuestros hijos duermen bien, pero su sueño se ve interrumpido por
situaciones que escapan a nuestro control. Otras veces, y después de haber implementado
el método que propongo en este libro, los niños que ya descansan una noche entera
llegan a la edad de las pesadillas y las noches pueden volver a verse interrumpidas.
También podemos encontrar casos en que los bebés tienen hábitos muy raros a la hora de
dormir, lo que preocupa mucho a los padres. A pesar de que no haya fórmulas
milagrosas para lidiar con estas situaciones, hay algunos trucos que puedes utilizar para
minimizarlos. También es importante que intentes averiguar algo más sobre algunos
factores que pueden afectar el sueño de tu hijo para no preocuparte sin motivo y para
poder aprender a reaccionar de la manera adecuada.

110
MIEDOS/PESADILLAS
Hay muy poca gente que logre acordarse de los acontecimientos que sucedieron cuando
solo tenía uno o dos años. Sin embargo, si lo pensamos bien, no debe de ser complicado
comprender que para un bebé de un año y medio, estar en una habitación a solas, a
oscuras, sin el padre o la madre, no debe de ser fácil e incluso dar miedo.
A medida que nuestro hijo empieza a explorar el mundo y a ser más aventurero,
también comprende lo que significa estar solo, y es natural que muestre ansiedad ante la
separación. Este momento se suele presentar entre los quince y los treinta meses y es
especialmente común después de viajes, enfermedades o alteraciones significativas como
un cambio de casa, de colegio o con la llegada de un hermano.
Sin embargo, la separación no es el único miedo que puede afectar a tu hijo.
Cuando tenga dos o tres años tendrá muchas otras cosas que lo preocuparán, como una
tormenta, la oscuridad y los monstruos.
¡Y ahí no queda la cosa! A los cuatro años, tu hijo se dará cuenta de que es más
pequeño y más lento que la mayoría de las personas (excepto si se compara con bebés) y
eso hará que empiece a sentir miedo de los «malos», de los ladrones, de las brujas y,
como el hijo de una cliente mía, de los políticos…
Los miedos, sea a la edad que sean, afectan con frecuencia al sueño. Por eso,
cuando tu hijo se despierte diciendo que tiene miedo de alguna cosa, no le quites
importancia de entrada. No le digas enseguida que «los monstruos no existen» o que «en
el armario no hay nadie». Tampoco hay que reírse ni demostrarle que la situación es
ridícula. Los miedos suelen ser siempre algo irracional y, por eso, no vale la pena
intentar racionalizarlos. Explícale, por ejemplo, a alguien que le da miedo viajar en avión
que como hay más accidentes de coche que en aviones, no debería tener ningún miedo
de viajar así. O dile a alguien que tiene pánico de las alturas que no hay ningún problema
en subirse a la barandilla del Empire State Building. Aunque sea algo que no existe en el
mundo real, en nuestra imaginación se trata de una cosa completamente real y no hay
que menospreciarla.
En cualquier caso, y aunque la mayoría de los miedos de nuestros hijos sea algo
irracional, es importante intentar entender si, de hecho, existe alguna razón que justifique
esos miedos.
Si no hay ninguna alteración significativa en sus vidas y se percibe que esos miedos
son los normales de la edad, entonces podrás enfrentarte a ellos de varias maneras.
La mejor manera de vencer a los monstruos, brujas y hombres del saco empieza
durante el día. Mientras hay sol es cuando debemos intentar aumentar la confianza de
nuestros hijos.

Cómo hacerlo

111
• Deja que tu hijo te oiga conversar con sus muñecos o peluches favoritos sobre
las cosas valientes que ha hecho durante el día. Por ejemplo, «Osito Pepe, ¡no
te imaginas lo que Miguel ha hecho hoy!» (describiendo algo que sea motivo
de exaltación o de orgullo y que ponga a tu hijo contento).
• Permite a tu hijo ser un héroe: juega con él poniéndote en situaciones en que
necesitas su ayuda. Déjalo parecer fuerte y valiente, pídele ayuda para llevar
una bolsa o para ordenar alguna cosa y dale a entender que está muy mayor y
que ha crecido mucho.
• Si tu hijo tiene miedo a la oscuridad, por ejemplo, haz un pequeño teatro con
sus muñecos en el que uno de ellos es la madre y otro el hijo. Representa la
situación en la que el muñeco hijo tiene miedo de la oscuridad y remata con la
llegada del muñeco madre que «nunca deja a su hijo solo y que siempre está
cerca». Si tu hijo tiene miedo de las tormentas, haz lo mismo, pero aplicado a
esa situación. Haz siempre un pequeño teatro en el que se vivencien los
mismos tipos de recelos que tiene tu hijo y en el que el muñeco valiente
muestra al otro muñeco que no hay motivos para tener miedos.
• Cuéntale historias inventadas llenas de aventuras en las que exista un niño
pequeño (puede ser un conejito, una rana o cualquier otro animal) que tenga
miedo de algo pero que, con la ayuda de su amigo mágico (puedes utilizar el
muñeco mágico de tu hijo), siempre logra superar todos los miedos y hacer
cosas muy divertidas.
• Sé creativa y ofrece a tu hijo algunas soluciones creativas para acabar con los
miedos. Una linterna mágica, unos polvos mágicos antimonstruos, una
fotografía en la que estés con él poniendo una cara que asuste a los monstruos
durante la noche… Dependiendo de la edad y de los gustos de tu hijo, hay una
serie de opciones graciosas que pueden ayudarlo a superar algunos miedos.
¡Basta con que te pongas en su lugar!

Estas son estrategias que puedes usar durante el día para aumentar la confianza de
tu hijo. Por la noche, y si tu hijo se despierta por una pesadilla, reconfórtalo. Siempre.
Déjale una luz encendida si te lo pide. Recuérdale la presencia del muñeco mágico,
esparce un poco más de polvos mágicos, mira debajo de la cama o dentro del armario.
Haz todo lo que sirva para reconfortarlo y calmarlo. Después dale un besito y vuélvelo a
acostar. Quédate cerca un poco (si tu hijo te lo pide) e intenta salir de la habitación
cuando todavía esté despierto.

112
PESADILLAS VERSUS TERRORES NOCTURNOS
Los terrores nocturnos son atemorizadores para cualquier madre. Los niños pueden llorar
mucho, gritar, encogerse y demostrar que están en estado de pánico. Pueden sudar, tener
el corazón y la respiración acelerada, los ojos abiertos e, incluso así, no reparar en tu
presencia. Las madres y los padres se preocupan mucho e incluso se muestran muy
confundidos porque los hijos en estos casos parecen despiertos pero están totalmente
inalcanzables. Por más que se hable con ellos o que se intente tranquilizarlos, ellos no
reaccionan porque están durmiendo profundamente.
Los especialistas llaman a estos episodios «terrores», pero nadie sabe con seguridad
si los niños están vivenciando de verdad algún tipo de miedo o terror. Lo que se sabe es
que no hay nada que los padres puedan hacer para ayudar a los hijos mientras sufren un
episodio de este tipo.
Suele durar entre cinco y quince minutos, sucede durante las primeras dos o tres
horas de sueño y es común que los niños simplemente se vuelvan a dormir
tranquilamente sin tener conciencia de lo que les ha pasado. En cambio, los padres se
quedan como traumatizados durante horas… o días.
Ni siquiera vale la pena mencionar el episodio al hijo, porque no se acordará y
puede que lo que consigas es que se preocupe inconscientemente, lo que todavía podría
contribuir a desencadenar más episodios.
No obstante, puedes y debes proteger a tu hijo contra todo tipo de peligros. Hay
algunos niños que empiezan a andar durante los terrores nocturnos y, en esos casos,
pueden lastimarse o ponerse en situaciones peligrosas. Si ese es tu caso, protégelo e
intenta encaminarlo, con calma, hacia la cama.
Durante el terror nocturno puedes intentar hacerle comentarios tranquilizadores
como «mamá está aquí». Si te das cuenta de que le ayuda, sigue. En caso contrario, no lo
hagas.
No hay nada que podamos hacer durante un episodio así, en realidad, si se intenta
interferir demasiado y despertar al niño, es probable que se muestre más irritado e
incluso se enfade.

Qué hacer para intentar prevenir


los terrores nocturnos

• Corta con todos los estimulantes, como el azúcar o la cafeína a partir de las
cuatro de la tarde. (Me imagino que no le das café a tu hijo, pero algunos
refrescos están llenos de cafeína y sé de muchos niños que los beben).
• Reduce la cantidad de tiempo que tu hijo ve la televisión evitándola sobre todo
por la noche.

113
• Controla los programas que ve en la tele para estar segura de que no hay
dibujos animados o películas muy violentas.
• Mantén los horarios de la siesta y de acostarse por la noche el mayor tiempo
posible, ya que acostarse tarde o demasiado cansado se considera un factor
que puede desencadenar un episodio de «terror nocturno».

Si los terrores nocturnos son muy frecuentes, anota durante unas semanas la hora en
la que el episodio tiene lugar y cuánto tiempo dura. Intenta anotar también cuánto tiempo
después de dormirse es cuando aparece el terror nocturno. Si encuentras un patrón,
podrías probar a despertar a tu hijo quince minutos antes de la hora en que
experimentaría el episodio. Mantenlo despierto al menos cinco minutos y después que
vuelva a dormirse. Hazlo durante siete noches consecutivas. Normalmente, actuar así
suele romper ese patrón.
Si los terrores nocturnos suponen mucha agitación y drama (suelen suceder
normalmente en la fase de sueño REM), las pesadillas implican poca acción visible. En
el sueño REM nuestro cuerpo está mucho más parado y aparentemente tranquilo, pero
nuestro cerebro trabaja de forma más vívida y asistimos a una manifestación muy loca de
visiones e imágenes terroríficas. En los adultos, las pesadillas suelen desencadenarse
debido a recuerdos poco agradables, pero en los niños, las pesadillas casi siempre están
relacionadas con amenazas inmediatas. Al contrario que los terrores nocturnos, las
pesadillas incomodan de verdad a los niños y lo asustan. Las pesadillas son muy
comunes y pueden empezar a manifestarse, como los miedos, a partir de los dos años. A
esta edad los niños se sienten más vulnerables y empiezan a ver imágenes que los
incomodan (en la tele o en la vida real). Más o menos también a esa edad empiezan a
experimentar sentimientos como la rabia, quizás porque los adultos y educadores
empiezan a esperar que controlen ya algunos de sus impulsos más agresivos, como
gritar, pegar o morder.
En los terrores nocturnos, los niños suelen apartar a los padres o simplemente los
ignoran, pero en las pesadillas se agarran a ellos como «garrapatas». Y en ese momento
es cuando debemos intervenir y asegurarles que todo está bien.

Pesadillas Terrores nocturnos

Suceden durante la fase de sueño no


Suceden durante la fase de
REM y son despertares parciales de un
sueño REM y normalmente
estadio de sueño muy profundo (Estadio
siguen a un despertar.
IV no REM).

Hay recuerdo de la pesadilla. No hay recuerdo del terror nocturno.

114
Normalmente suceden en la Normalmente tienen lugar en los
segunda mitad de la noche, primeros sesenta o ciento veinte minutos
cuando los sueños se vuelven de sueño.
más intensos.

El niño se puede despertar. No hay que despertar al niño.

El niño después de la pesadilla El niño puede sentarse, caminar o correr


se muestra bastante despierto, con los ojos abiertos y el corazón
algunos lloran, otros parecen acelerado. Puede llorar, gritar, hablar y
más asustados incluso después mostrarse enfadado o con miedo. Sin
de despertarse completamente y embargo, todo desaparece cuando
de que la pesadilla haya despierta, ya que no hay recuerdo del
terminado. episodio.

Normalmente, el niño no se consuela con


la presencia de los padres, ya que ni
El niño halla consuelo en la
siquiera está despierto (aunque lo
presencia de los padres.
parezca). Incluso puede mostrarse más
inquieto con los intentos de calmarlo.

115
HEAD BANGING Y OTROS MOVIMIENTOS RÍTMICOS
Algunos niños tienen algunos comportamientos nocturnos bastante extraños que
preocupan a los padres. Pueden sacudir la cabeza de un lado a otro o incluso golpearla
contra la pared o contra la cama. Joaquim, por ejemplo, tenía dos años y un desarrollo
normal para su edad cuando su madre acudió a mi consulta. A los siete meses empezó a
sacudir la cabeza en la cama de un lado a otro durante quince minutos antes de dormirse.
Con el paso del tiempo empezó a golpearse la cabeza con fuerza contra la cuna todas las
noches antes de dormir. Las semanas que precedieron a mi consulta, Joaquim empezó a
tener el mismo comportamiento también por la noche. Dependiendo de la noche, podía
hacerlo una o dos veces cada cinco minutos. Tenía tanta fuerza que llegaba a mover la
cuna con los golpes. Los padres ya le habían puesto almohadas protectoras alrededor,
pero Joaquim siempre encontraba un trozo libre y sin protección para golpear la cabeza.
Si tu hijo tuviera un comportamiento semejante al de Joaquim, podría entender
perfectamente tu preocupación. Pero, en realidad, raramente hay motivos para ello.
Algunos niños pequeños presentan este tipo de comportamiento en la cama. Mueven el
cuerpo hacia delate y hacia atrás, sacuden la cabeza a los lados, se golpean con ella o se
tiran de cabeza —repetidamente— contra el colchón.
Los niños que «sufren» de head banging o de otros movimientos rítmicos lo hacen,
la mayoría de las veces, mientras duermen, aunque también hay casos que lo hacen
durante la noche siempre que se despiertan, o de día, en las siestas.
Cuando un niño se golpea con la cabeza por la noche, generalmente está a punto de
dormirse o en un estado de sueño muy leve, y se comporta así cuando se queda dormido.
A pesar de ser episodios raros y que asustan a los padres, no son motivo de gran
preocupación si el niño no manifiesta ningún problema de desarrollo.
Golpearse con la cabeza es tan natural en el desarrollo infantil como chuparse el
dedo o llevar chupete (si lo piensas bien, chupetearse el dedo o el chupete es un
movimiento rítmico).
El head banging es bastante más frecuente en los niños, pero sacudir la cabeza, por
ejemplo, aparece en ambos sexos en igual medida.
Los movimientos con la cabeza pueden surgir asociados a la molestia del
crecimiento de los dientes, por ejemplo, y acabar por desaparecer cuando la molestia
también desaparece. O pueden aparecer asociados a un salto en el desarrollo, como el
hecho de aprender a andar. En la mayoría de los casos, no obstante, es algo que surge sin
razón aparente y que acompaña al niño durante un tiempo.
Escuchar a nuestro bebé golpearse repetidamente con la cabeza en la cama puede
ser una verdadera pesadilla. Muchas veces incluso hacen ruidillos que acompañan el
movimiento, lo que todavía nos duele más. Pero, a pesar de parecer peligrosos, los niños
que son normales desde un punto de vista neurológico no se hacen daño durante ese

116
proceso. Puede que les salgan algunos cardenales, pero raramente hay conmociones o
fracturas.
Si los golpes en la cabeza de tu hijo empiezan a ser preocupantes —sobre todo en
los casos en que el proceso es diario y se prolonga más de veinte minutos—, entonces,
puedes empezar a intentar minimizarlo. ¿Cómo? Descuenta el tiempo que tu hijo tarda
normalmente en dormirse (mientras se golpea con la cabeza), y lo acuestas más tarde. El
objetivo es que se meta en la cama más cansado, de manera que necesite poco o nada de
tiempo en calmarse para dormirse, reduciendo así el head banging. Con el tiempo, se
dará cuenta de que puede dormirse sin el movimiento y puedes empezar a anticipar la
hora de ponerlo a dormir, pues ya no necesitará tanto mover la cabeza para relajarse y
dormirse.
Los movimientos rítmicos no suelen reflejar ninguna dificultad emocional o
enfermedad neurológica, sobre todo si siguen su patrón habitual: el de aparecer antes de
los dieciocho meses y desaparecer antes de los cuatro años. La gran mayoría de los niños
con este tipo de hábito está sano, no tiene problemas físicos o mentales y no vive en un
seno familiar en el que haya algún tipo de tensión poco común.
Por eso, si tu hijo se desarrolla de forma perfectamente normal, no hay razones para
preocuparse.

117
RONQUIDOS Y APNEA DEL SUEÑO
Catarina tenía dos años, pero cuando se la oía roncar, más bien parecía un hombre
barrigudo. Los padres bromeaban con la situación y su «pequeño tractor» les hacía
gracia. Acudieron a mi consulta porque Catarina raramente dormía una noche completa
y parecía no estar cómoda mientras dormía, pues continuamente cambiaba de posición.
Dormía con la boca abierta y se despertaba de mal humor con frecuencia. Indiqué a los
padres del «pequeño tractor» que consultasen al pediatra y, posteriormente, este los
encaminó a visitar a un otorrinolaringólogo. Catarina tenía las amígdalas enormes y los
especialistas le diagnosticaron apnea del sueño. Después de quitarle las amígdalas,
Catarina no volvió a roncar nunca más y empezó a dormir todas las noches de un tirón.
El caso de Catarina no es el único y muchas veces le restamos importancia. Los
padres oyen a sus hijos roncar todas las noches (no solo cuando están resfriados) y no le
atribuyen ningún significado más allá de que oír roncar a un niño haga gracia. Pero la
verdad es que es un problema que afecta mucho la calidad del descanso de los niños que
sufren apnea del sueño.
El ronquido y la apnea del sueño no están directamente relacionados, pero si tu hijo
ronca, es importante que descartes ese pronóstico.
El caso más común es la «apnea del sueño obstructiva» (como la del caso de
Catarina), en la que las amígdalas o los adenoides (o ambos) son demasiado grandes y
bloquean el paso normal del aire. Cuando el niño se acuesta a dormir, los músculos de la
garganta se relajan más y las amígdalas se echan atrás —como si se reclinaran—,
causando una obstrucción que produce los ronquidos.

El aire entra por la nariz y topa con un obstáculo a su paso (adenoides aumentados y/o amígdalas aumentadas).

118
El aire entra por la nariz y circula libremente, sin obstáculos.

Como ya he comentado, no todos los niños que roncan sufren de apnea del sueño,
pero, si tu hijo nasaliza la voz, tiene ojeras, duerme en posiciones extrañas, ronca como
un tractor y parece que le cueste respirar cuando está acostado boca arriba, entonces,
debes comentárselo al pediatra para que lo evalúe y pueda descartar, o confirmar, el
diagnóstico.

RECUERDA

• Las pesadillas son normales a partir de los dos años y cuando suceden, siempre
hay que reconfortar a los niños.
• Los terrores nocturnos son episodios menos frecuentes que las pesadillas, no
dejan recuerdo en los niños, pero pueden asustar mucho a los padres.
• Siempre que el desarrollo de los niños esté dentro de los patrones de la edad, el
head banging y otros movimientos rítmicos son normales.
• Si sospechas que tu hijo sufre de apnea del sueño, consulta al pediatra.

119
CONCLUSIÓN

120
Tras la lectura de este libro, espero que te sientas motivada para hacer algunos cambios
positivos en los hábitos de sueño de tu hijo. Espero, también, haber conseguido que
comprendas la importancia que el sueño tiene en la vida de tu hijo (¡y en la tuya!) para
que, así, te sientas todavía más empujada a cambiar el modo en que has afrontado la falta
de sueño en tu casa y en la familia.
Cuando mis clientes vienen a la consulta, normalmente después de una hora de
conversación, me doy cuenta de quiénes son los que de verdad están motivados al
cambio, de quiénes dudan de que sea efectivo, de quiénes se van a enfrentar a muchas
dificultades en la implementación del método que propongo debido a sus inseguridades y
sus miedos. Sin embargo, en casi todos los casos, con más o menos dificultades, pasados
unos días recibo mensajes o llamadas de gente mucho más feliz.
Sé que todavía existen muchos prejuicios hacia las personas que trabajamos como
terapeutas del sueño. La mayoría de la gente prefiere creer que se trata de profesionales
que simplemente aconsejamos a las madres que dejen a sus bebés llorar hasta que se
duerman. En realidad, tiene muy poco que ver con eso. Como has podido constatar al
leer este libro, el punto central de mi trabajo consiste en ayudar a las madres a organizar
la vida de sus hijos, en ofrecerles rutinas adecuadas y algunos trucos que las ayuden a la
hora de dormir.
Es verdad que a veces hay lloros de por medio, pero nunca como mucha gente
sostiene. A través del llanto no es como se logran las deseadas doce horas de sueño
ininterrumpido, sino a través de mil y una tácticas que impiden que el bebé sea
independiente en el momento de dormirse. Así es como se llega al objetivo.
Hay quien defiende que el sueño no se educa. Que antiguamente los bebés no salían
de las faldas de la madre y que, todavía hoy, en muchos países del mundo, los bebés van
pegados al cuerpo de la madre durante el día y duermen con ellas por la noche. Estoy de
acuerdo al cien por cien con esa forma de criar. Si hubiese podido, eso es lo que habría
hecho. No hubiera despegado a mi hijo de mí ni un minuto. Soy madre —y una madre a
la que se le cae la baba y quiere a su hijo más que a su propia vida—, pero sé que para
ser buenas madres debemos estar sanas. Y las madres que me voy encontrando por el
camino han perdido parte de esa salud. Nuestra vida actual no nos permite cargar con
nuestros bebés durante todo el día.
No podemos dormir cuando ellos duermen, darles de mamar cuando quieren y vivir
en función de eso todo el tiempo que ellos lo requieran. Somos madres, pero también

121
somos mujeres, compañeras, amantes, profesionales, amas de casa, amigas, hijas…
¿El problema está en la sociedad? Quizás, pero esa es la sociedad que tenemos y ese
es el mundo en que vivimos.
Me encuentro con madres cansadas, sin energía, irritadas, frustradas y que se
culpabilizan todos los días. Si mi trabajo las ayuda a vivir la maternidad con una sonrisa,
entonces, puedo decir que es algo que me enorgullece. Si lo que les propongo hace que
sus bebés se tranquilicen, se vuelvan más sonrientes y tengan mejor disposición,
entonces me siento feliz.
Nuestra vida no es perfecta porque la mayoría de las veces nos falta tiempo. Pero si
estamos descansadas, entonces, podemos hacer con el poco tiempo que tenemos cosas
más importantes e interesantes, como aprovechar todas las sonrisas de nuestro hijo.
A pesar de señalar el camino, el mérito no es mío sino de las madres. Lo que
propongo no es fácil. Cuesta mucho, requiere mucha paciencia y, en algunos casos, nos
exaspera los nervios. Pero como en todos los procesos educativos, al cabo de un tiempo,
recogemos los frutos. Y la buena noticia es que no hay que esperar mucho para ser
recompensadas.
Obviamente, me alegra cuando las madres me lo agradecen. Cuando me escriben
bonitos mensajes, cuando me envían postales o pequeños regalos a la clínica, cuando me
recomiendan a sus amigas, a los pediatras, a las educadoras… Me alegra y me siento
orgullosa por haber formado parte de un proceso de transformación maravilloso.
Sin embargo, quienes están al lado de los niños son las madres y los padres. Son
ellos los que les enseñan, los acompañan, los miman, los quieren, y son ellos también los
que comprenden que hay ciertas cosas que debemos dejar que nuestros hijos aprendan
solos.
Cuando lo hacen, sus hijos se vuelven más seguros de sí mismos y más felices.
Ganan, además, descanso y más tiempo para dedicar al bebé de la casa, a sí mismos y
también —es muy importante—, más tiempo para pasar con la pareja y vivir esa nueva
vida en tanto que padres. Mi experiencia dice que no hay nada que lo pague, de la misma
manera que no hay nada en el mundo que pague una sonrisa medio desdentada por la
mañana, después de una noche de sueño ininterrumpido.

122
BIBLIOGRAFÍA

123
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patterns in full-term and premature infants during the first year of life», Sleep, 1985,
8.
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124
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser
realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro
Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra
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Título original: 10 dias para ensinar o seu filho a dormir, publicado con licencia de A Esfera dos Livros

© Filipa Sommerfeldt Fernandes, 2014


© De la traducción: Rosa Martínez Alfaro, 2018
© La Esfera de los Libros, S.L., 2018
Avenida de San Luis, 25
28033 Madrid
Tel.: 91 296 02 00
www.esferalibros.com

Ilustraciones de interior: Maria Boavida


Primera edición en libro electrónico (mobi): abril de 2018
ISBN: 978-84-9164-318-0 (mobi)
Conversión a libro electrónico: J. A. Diseño Editorial, S. L.

125
Índice
Dedicatoria 4
Agradecimientos 5
Introducción 7
1. CONVERSACIÓN FRANCA SOBRE EL LLANTO 10
No, no es «una fase» 14
No se puede contentar a nuestros hijos a todas horas 16
¿Llorar es un paso necesario? 18
¿Y en el caso de los bebés más pequeños? 19
¿Cuánto tiempo puede tardar? 20
El sentimiento de culpa 21
2. CONVERSACIÓN CON LOS PADRES 23
Los «errores» más comunes 25
Las diferentes actitudes y su importancia para tener éxito 26
3. LA PREPARACIÓN PARA EL PLAN 32
Los cinco mandamientos 34
4. PONER EN PRÁCTICA BUENOS HÁBITOS DE SUEÑO:
45
DEL NACIMIENTO A LOS SEIS MESES
Del nacimiento a los tres meses 46
Prolongar el sueño: de los tres a los seis meses 61
5. EL PLAN PARA ENSEÑAR A TU HIJO A DORMIR EN DIEZ
64
DÍAS
Las diferentes etapas 68
Despertares nocturnos 80
¿Cuándo empieza el día? 82
¿Cuándo puede salir el bebé solo de la cama? 83
Una habitación propia 84
Biberón 85
Muñeco mágico 87
Acostarse temprano 88
La rutina: el «polvo mágico» y los avisos 89
Las «tácticas» 91
6. LAS SIESTAS 96

126
Dónde dormir 98
Cuándo dormir 99
Cómo conseguir que tu hijo duerma la siesta 104
Rutina de la siesta 105
Siestas cortas 108
7. OTRAS SITUACIONES QUE INFLUYEN EN EL SUEÑO DE
109
NUESTROS HIJOS
Miedos/pesadillas 111
Pesadillas versus terrores nocturnos 113
Head banging y otros movimientos rítmicos 116
Ronquidos y apnea del sueño 118
Conclusión 120
Bibliografía 123
Créditos 125

127

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