El autor de Hebreos en el capítulo 9 desde el versículo 15 en adelante explica la
forma cómo Yeshúa se convirtió en el mediador de un nuevo pacto, en el cual ya no fueran necesarios sacrificios repetidos de toros y machos cabríos, sino que ÉL descendió del Cielo para presentarse como Sacrificio Eterno delante del Padre, entregando hasta la última gota de Su Sangre para hacernos entrega de la Promesa de la herencia eterna, que no es otra que disfrutar de la Paternidad de DIOS y reinar con Él (1 Pedro 1:4-5). El autor estaba deslastrando, sacando de la mente y el entendimiento de los Hebreos, las viejas costumbres a través de las cuales estaban viendo el Sacrificio del Mesías, dándoles a conocer que ya Yeshúa había expiado sus pecados y que representa la marca de la muerte a la vieja manera de vivir. Es decir, una vez que Yeshúa se convierte en nuestro Salvador y Gobernante, se produce una marca en nuestro espíritu que nos da legalidad para disfrutar de la naturaleza divina que nos fue quitada por causa del pecado. En el capítulo 10: 9 -12 de la misma epístola está escrito: “y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.” El Sacrificio del Corderito es el establecido como lo último y válido para hacernos capaces de cumplir la Voluntad del Padre, pues nos ha santificado de una vez y para siempre dándonos libre acceso al trono de Su Gracia. La Sangre de Yeshúa nos otorga legalidad para: 1. Disfrutar de la paternidad de Dios. Ya que nos mira a través del Sacrificio de Su Hijo y tenemos la confianza de acercarnos a su lugar Santísimo para disfrutar de Él. (Hebreos 10: 19, Apocalipsis 7: 14-15) 2. Ser declarados justos. Al recibir a Yeshúa, es aplicada Su Sangre sobre nosotros para cancelar TODAS nuestras deudas con el enemigo y apaciguar la ira del Padre (Romanos 5:9) 3. Vencer al acusador. Ya Yeshúa venció al enemigo al vivir en santidad, morir en obediencia y resucitar para estar sentado a la diestra del Padre, dándonos así el privilegio de estar sentados en los lugares celestiales juntamente con ÉL, siendo representantes de Su Reino y restauradores de vidas con la convicción de que Él YA ganó la guerra y su Sangre es un sello que nos resguarda de todo ataque del maligno.