Está en la página 1de 86
Asi es la vida, Carlota Couseciow PLaneta Venie © del testo, 2012, Gesnma Lienas © Editorial Planeta Chilena S.A, 2015 ‘Ay Andrés Bello 2115, piso 8, Providencia, Santiago de Chile ‘www planetaleetorcl wow:planetadelibros.cl, Primera ediién | agosto de 2012 imeraedicidn en Chile julio 2015 28 ed. en Chile bajo el sello Planeta Lector | enero 2016 ISBN | 978-955-247-953-0 Impreso en Chile / Printed in Chile ‘A mis hos, David y Lara. A Enric. Disefo de eolecin “Maria de los Angeles Vargas. ‘Ninguna parte de esta publieacin, Inchuido el disefio dela porta, puede ser reproducida, almanenada 0 transmitida en manera algana 1 por ningin medio, sin permiso previo por eserito del editor. Elfibro original protege el trabajo del autor, diseadory del equipo editorial. Comprar el original es respetar ese trabajo. No fomentes, ldelito dela pirateria. Asies la vida, Carlota GEMMA LIENAS Planetalector Lceratora Infantil yJuveni La autora Gemma Lienas Nacié en Barcelona en 1951. Es escritora y colabo- ra habitualmente con los medios de comunicacién. Ha escrito més de cincuenta libros, algunos dedicados a j6- venes, como Callején sin salida, Ast es la vida, Carlota (Mencién de Honor del IBBY 1990), ET diario violeta de Carlota (Premio Unesco para la tolerancia), El diario rojo de Carlota, Billete de ida y vuelta (Premio La Odi- sea 1998) 0 la coleccién de Emi y Max; otros dedicados a nifios y nifias, como la coleccién de misterio La Tribu de Camelot y la coleccién de educacién emocional El hada “Menta; y también libros para adultos, como Atrapada en el espejo, EL final del juego (Premio Ramon Llull 2003) y Anoche soné contigo. {ndice Capitulo 1 7 Capitulo 2 2 Capitulo 3 33 Capitulo 4 a Capitulo 5 63 Capitulo 6 9 Capitulo 7 99 Capitulo 8 uy Capitulo 9 135 Capitulo 10 155 Capitulo Ekin casi tas siete de la tarde de aquel domingo y re gresaba, como cada dia desde cl jueves, de visitar a Ra- mén. iCuatro dias}, y todavia no me habia acostumbrado a verlo en semejante estado. Me estremecia observarlo a través del cristal, con la cabeza vendada, enchufado a todas aquellas méquinas que le ayudaban a respirar, Ie controlaban los latidos del corazén y le mantenian la vida artificialmente. Me estremecia, sf, pero me sentia en la obligacién de ir a verlo, Pensaba que mientras yo estuviera alli, cer- cade él, no podia morirse. Por esa razén lo miraba fija- mente y, sin palabras, lo Hamaba por su nombre. Pero Ramén permanceia con los ojos cerrados, inconsciente, navegando en un espacio desconocido entre la vida y la muerte. De vez en cuando, Julia, su madre, Horaba o nos decia a Berta y a mi: «Vamos, queridas, no es necesario que se queden aqui tanto tiempo; vayan a casa y ya les avisaré si se produce algin cambio». Nosotras moviamos tozudamente la cabeza y nos quedabamos en el hospital hasta que se terminaba la hora de visita. Asi que aquella tarde de domingo regresaba a mi casa con el corazén encogido, como cada dia desde que Ramén habfa tenido el aceidente con la moto, que le habia dejado la cabeza malherida y la vida tan fragil como la Nama de un fésforo. Notaba mi corazén, o Io que fuera, arrugado, arrugadito como una manzana marchita, y se me elavaba, pesado como una comida mal digerida, en la boca del estémago. No me daban ganas de hacer nada, salvo encerrarme en mi habitacién, tumbarme en la cama y que me dejasen en paz. Pero en cuanto meti la lave en la cerradura me di cuenta de que mis deseos no podrian legar a realizarse. No habria sido capaz de explicar por «qué tenia esta sensacién y, sin embargo, la tenia. La casa estaba sumida en un silencio extrafio y den- so. Ni tan siquiera se ofa la miisica-para-sordos del toca- discos de mi hermano. Todo parecia sosegado, tranquilo, Ya pesar de esas apariencias, yo notaba que una violenta tempestad se cernia sobre mi cabeza. éSobre la mfa, 0 mis bien sobre la nuestra; es decir, sobre la de Marcos y Ja mia? 1Uf! Seguramente nos habiamos olvidado de or- denar el baiio, o quizé todo era a causa de la pelea de ayer por el chaleco, La culpa fue totalmente de Marcos, que, como siempre que me presta una prenda, luego me grita porque dice que no se la he devuelto y que ha tenido que irabuscarlaél mismo a mi habitacién, o bien que se lahe devuelto arrugada y manchada. Bueno, que en cualquier caso, se queja. Intenté entrar en easa sin hacer ruido, procurando no lamar la atencién. Afortunadamente nuestro depar- tamento es muy grande y, evitando el pasillo que da ala sala, pude deslizarme hacia mis dominios sin ser vista. Pero, justo en el momento en que cerraba la puerta, of: «Psss, psss». Me di la vuelta y vi a Marcos que sacaba la nariz. de su antro. En realidad, yo lo llamo su antro para molestarle, aunque debo reconocer que siempre tiene su habitacién més ordenada que yo la mfa. —Acércate, tonta, éno ves que quiero hablar contigo? —Mira, especie de cretino, si empiezas asf, no voy a hacerte caso. —Bueno, nifia, déjate de historias —me solt6 Marcos con voz conciliadora mientras abria la puerta de su habi- tacién de par en par. —De acuerdo ~cedi al fin. Aproveché aquella tregua y entré en su habitacién. Me senté en su cama, que tenia la colcha arrugada y 1a almohada retorcida, aplastada y con sefiales de haber aguantado una cabeza durante horas, prueba de que mi hermano, tan activo como siempre, se habia pasado la tarde tumbado en la cama. ‘Marcos sacé un paquete de tabaco del bolsillo de la camisa y me ofrecié un cigarrillo. Hice un gesto negativo con la cabeza, porque no estoy dispuesta a destruir mis pulmones con el tabaco, y empecé a morderme una piel de un dedo sin mostrar sorpresa alguna; como si fuera Jo mas normal del mundo que tu hermano de trece afios se ponga a fumar tan tranquilamente una tarde de do- mingo. Encendié el cigarrillo con poca habilidad. Era evidente su inexperiencia. Durante unos segundos, nin- guno de los dos dijo nada; nos limitébamos a mirar las volutas de humo que ascendian hacia el techo, —Me parece que vamos a tener lio —comenté Marcos. —éPor qué lo dices? —le pregunté, sin hablarle de mis impresiones. —He ofdo eémo se peleaban. Vaya novedad! —no pude contener una risa iré- niea—. Hace dos afios que lo vienen haciendo. No pensa- rs que tengo que preocuparme porque lo hayan hecho una vez més, éverdad? —No, claro que no; aunque creo que hoy ha sido algo diferente. No tuvo tiempo de contarme por qué la pelea de aquella tarde no le parecia como las dems; apenas ter- miné de hablar, se abrié la puerta y aparecié nuestro pa- dre con cara de circunstancias. Lo primero que pensé fue: «Ahora se va a armar. Se enfadara porque Marcos esta fumando y porque yo he vuelto a casa y ni tan siquiera me he acercado a saludarlos». Pero no, me equivocaba. Papa ponia cara de estar muy cansado y muy triste y de no ver nada de lo que ocu- rria a su alrededor. Ni siquiera presté atencién a la co- lilla, que todavia humeaba, precipitadamente aplastada en el cenicero. —Vengan un momento ala sala —nos dijo, mientras se levantaba las gafas y se restregaba los ojos—. Su ma- dre y yo tenemos que hablarles. Aquello no olia a nada bueno. Vuelvo a decir que no. sé por qué razén lo intuia, pero algo no marchaba bien. Mientras caminébamos por el pasillo hacia la sala, em- pecé a pensar rapidamente para ver si era capaz de adi- vinarlo. No lo fui, pero, de pronto, empecé a sentirme ineémoda y un poco asustada. ‘Mama estaba en la sala, de pie junto a la ventana. Habja descorrido un poco las cortinas y miraba hacia la calle, Cuando noté que entrébamos, se dio la vuelta para mirarnos y tenia los ojos hinchados de tanto Horar. La punzada de incomodidad que antes sentia se me convir- tid en miedo, y se me puso la piel de gallina. :Nos sentamos? —pregunté pap, y miré a mama, ‘como si no fuera posible hacerlo sin su consentimiento. ‘Mamé hizo un gesto con la cabeza que queria de- cir que si, que de acuerdo, y sus rizos se movieron duleemente. Marco: ‘yo nos sentamos en el sof’ y papa se de- rrumbé en la butaca de piel gastada, la que siempre uti- liza para leer. Miré de nuevo a mamé, como si le pidiera que, por favor, viniera a sentarse con nosotros, que si no, no podia empezar. Mami se acercé, se puso a mi lado y me acaricié el cabello, Sonrié levemente, como si tuviera vergiienza. éC6mo esté Ramén? —me pregunt6 en vor muy baja —Igual —le contesté. Y aunque no se lo dije, le agradeci su interés. Mama parecia serla tinica persona de la familia enterada de que Ramén habia tenido un accidente de moto. Papa se aclaré la garganta. Mama emper6 a jugar con un encendedor de alabastro que hay sobre Ia mesa baja, y a mi en lo tinico que se me ocurrié pensar fue en lo horrible que era aquel encendedor. Estaba convencida de que a nadie le gustaba, pero como llevaba tantos afios alls, va nadie se daba cuenta de ese detalle ni hacfa nada para quitarlo de en medio. Mamé tamborileaba con sus ufias sobre el alabastro. Me estaba poniendo nerviosa. Para que dejara sus manos tranquilas, utilicé una de mis tcticas preferidas: observé fijamente aquellas ma- nos con mirada asesina. A veces da resultado, pero no siempre; sobre todo con mami, esta técnica parece con- denada al fracaso. «Clicliclic, clicliclic, cliclielie», hacian las ufias, Observé a Marcos de reojo para saber si tam- bién él se estaba poniendo nervioso, pero lo vi sereno, como siempre. Me gustaria conocer su secreto. Como hace para no perder nunca la calma? Bueno, o para per- derla solo de vez, en cuando, por ejemplo, cuando le ensu- cio los chalecos. “Mami dejé de jugar con aquella pieza de alabastro, encendié con clla un cigarrillo, dio una fuerte ealada y aspiré el humo profundamente, casi con avidez. —Bien, no es facil decir lo que tenemos que comu- nicarles, pero, como ya son mayores, lo mejor seré que lo ‘expliquemos sin rodeos. «Ya era hora», pensé yo, sorprendida de ver que era. papa y no mamé quien dirigia la operacién y quien pen- saba hacer uso de la palabra. «No es normal», me dije. Pero me guardé mis comentarios, porque me di cuenta de que era mejor callar. Contemplé a mi padre con cara de mucha atencién, la misma que pongo en clase de espa~ ‘iol, y que suele dar buen resultado. Papa debié de sentir- se animado por el interés que le demostraba. Menos mal que se me ocurrié aquello, porque Marcos ponia cara de estar medio dormido; me habria gustado darle una pa~ tada para espabilarlo, pero no me atrevi. Elambiente era demasiado tenso y me parecié que mi iniciativa no seria bien recibida ni por él ni por mis padres. —Al grano, pues —continué papi—, mamé y yo hemos decidido que durante un tiempo nos hacen falta unas, digamos, vacaciones matrimoniales. Es decir, que nos conviene no vivir juntos. Fue como si me hubiesen arrojado de golpe sobre la cabeza un saco de arena. Me sentia tan estupefacta que no podia ni siquiera hablar. La situacién era mucho mas grave de lo que yo habia sospechado. Observé a Marcos con el rabillo del ojo y vi que se habfa despejado por com- pleto y pasaba su mirada pasmada de papd a mamé al- ternativamente, con expresién de total incredulidad. Sus ojos estaban tan brillantes que parecia que estuviera a punto de llorar. Yo también me sentia al borde de las lé- grimas, Notaba que mi corazén estaba mucho mas arru- gado que antes y que todavia me pesaba mas, tanto que casi no podia respirar. ‘Unas vacaciones matrimoniales: icomo si hubiése- mos nacido ayer y no supiéramos lo que eso significaba! ‘Tengo demasiados amigos cuyos padres se han separado como para ignorar que si un dia ellos te convocan para anunciarte que durante un tiempo les es preciso vivir cada uno por su lado, eso significa que han decidido se- pararse. Lo que ocurre es que no tienen valor para co- municdrselo de golpe a los hijos, ni para admitirlo ellos ‘mismos. Pero, vamos, a mi no me engafiaban. —... pueden entenderlo, dada su edad —papa debia, de hacer ya un ratito que hablaba, pero yo no me habia dado cuenta porque estaba dando vueltas a lo que aca- baba de escuchar—. No es feil para nadie, ni para us- tedes ni para nosotros adelante. «Qué cara mas dura», pensaba. Ellos, por lo menos, habian podido tomar la decision, discutirla, digerirla. Pero a nosotros, a Marcos y a mi, équién nos habia pe- dido nuestra opinién? ¢Alguien nos habia preguntado si estébamos de acuerdo o no? ‘No sabia qué era més fuerte en mi pecho, sila triste- za de pensar que ya no viviriamos més juntos, o la rabia de sentir que no habian considerado en absoluto nuestro parecer en todo aquel asunto, Tenia muchas ganas de soltar lo que pensaba acerca de todo ello, o de preguntar cémo nos organizariamos y cuanto tardaria en irse papa, pero no me atrevia porque tenfa miedo de echarme a llo- rar como una tonta, Me sentia tan blanda, tan enfadada, tan triste... ., pero conseguiremos todos salir —balbuceé Marcos con una vor, para mi desconocida, Una vor de niebla, medio desmayada. —De modo que se separan.. ‘Me sorprendié Marcos: por una vez se habia dado cuenta en qué iba la pelicula. No acostumbraba a ser asi. Normalmente, cuando tomaba conciencia de las cosas hacia ya rato que habjan pasado. No, Marcos, no esta claro que vayamos a separar- nos. Yo he hablado de un tiempo de separacién. ‘Me di la vuelta hacia mamé para ver qué opinaba. Queria saber si Marcos y yo estabamos equivocados en nuestras suposiciones. Porque estaba claro que los dos interpretébamos de la misma manera lo que nos habia contado papa. Y, de pronto, mama me parecié mucho més vieja que por la mafiana. Tenfa los ojos hinchados y enrojecidos, como si tuviera uno de sus horrorosos res- friados. No estaba muy bien peinada, y sus rizos oscu- 08 y cortos le cafan por delante de la cara, Era extraiio en ella aquel abandono, porque normalmente mama es muy presumida. También me di cuenta de que ha- bia adelgazado mucho, No me habia fijado en ello hasta aquel momento. Las arrugas ineipientes de las comisu- ras delos labios parecian mas mareadas que nunca. Me dio pena. Solo entonees me pregunté de quién debia de ser la culpa. Y me volvi violentamente hacia pap casi con resentimiento. Pero tampoco tenia aspecto de cul- pable; parecia mas bien desamparado y perdido. Se di- ria que también él habia envejecido de golpe. El poco pelo que le quedaba se le estaba poniendo muy canoso a Ta altura de las sienes. Las manos le temblaban. Me senti muy vieja yo también. Papé habia dejado de hablar y todos escuchaba- mos a mamé, que no deefa nada que no supiéramos ya; simplemente repetia, con distintas palabras, lo que ya sabiamos. —éCuando...? —empezé a preguntar Marcos, pero no pudo continuar, porque la voz. se le empaii Papa, que, como todos, habia adivinado la pregun- ta, le contesté: —Pronto se marchara. —éSe marchara? —saltamos a la vez Marcos y yo con ineredulidad. —éQuién se marchard? —insisti yo, y me salié una. vor tan aguda que no me parecié la mia. —Yo —respondié mama y, al darse cuenta de nues- tra sorpresa, afiadié—: éQué es lo que les extrafia? -ctivamente, mamé no se equivocaba: me sor- prendia que fucra ella quien se marchara de casa. Nos sorprendia, tendria que decir, porque, a juzgar por la cara de atontado que ponia mi hermano, él tampoco se lo esperaba. No cra habitual. Menos que habitual: ninguna fa- milia solucionaba ese problema de esta forma. Es decir, que no solo nuestros padres tenfan la cara dura de tomar las decisiones unilateralrnente, sino que ademés lo orga- nizaban todo tan mal como silo hieieran a propésito. Yo estaba segura de una cosa: si mama se marchaba de casa, todo irfa mal. Porque hay que reconocer que la ‘inica persona de la familia que se ocupa de la casa es ella, a pesar de que se pasa el dia déndonos Ja lata con lo de la igualdad: que sila mujer y el hombre tienen los mismos derechos, que si ya era hora de que la mujer en- trase en el mundo laboral, que si toda la familia tiene que colaborar en las tareas domésticas, etc. Cuando se pone asi, papa y Marcos —y yo también un poco, aunque re- conozeo que no deberia hacerlo— nos reimos de ella y Te decimos que saca la bandera lila, es decir, la bandera de las feministas. Pero, en realidad, si mama no se encarga de hacer funcionar la casa, nadie la sustituye en esa mi si6n. A menudo se lamenta de que ninguno de nosotros la ayuda, y papa siempre le contesta lo mismo: «Di qué hay que hacer y lo haré». Pero ella refunfufia y explica que no se trata de eso, de hacer exactamente lo que ella diga, sino de tomarla iniciativa y de recordar, por ejemplo, que se ha terminado el papel higiénico, o de empezar a hacer a comida cuando ella se retrasa, De modo que, iuf', si a partir de ahora era papa quien se iba a encargar de hacer funcionar la casa, estébamos fritos. En fin, decidi que habia legado el momento de in- tervenir. Contesté la pregunta de mami —Claro que nos extrafia, éConoces a alguien que haya solucionado el problema de esta forma? Ya es bas- tante con que se separen como para que, encima, lo ha- gan tan estrambéticamente. En cuanto terminé de hablar, deseé que la tierra me tragara, La voz me habfa salido lena de rabia. ¥ no era eso lo que queria. Mama rompié en un Ianto silencioso. Papa se le- vant6 y fue a su lado para consolarla, pero ella lo rechaz6 con suavidad, como siempre hacia tiltimamente. Marcos me miré por encima de la espalda de papé y me fulmin6é con la mirada. Pero, afortunadamente, no me desinte- gré. Ni siquiera le devolvi la mirada; no estaba de humor para hacerlo. ‘Mami se habia tranquilizado un poco y pap, que habia vuelto a sentarse, ponia cara de enfadado. Nadie hablaba y aquel rato pareefa hecho de hielo. Yo hasta me notaba las manos frias y la piel de gallina. Para suavizar un poco el ambiente, le pregunté, con una voz.aparente- ‘mente desenvuclta: —Asi que, éeudndo te marchas, mam4? —El mes que viene —contest ella con vor, nasal. Y después se soné con un pafiuelo de papel. Sobre la mesita baja de delante del sof habia un montén de bolitas de papel, y la nariz. de mamé estaba siblemente hinchada. —Y adénde te irds a vivir? —quiso saber Marcos. «Buena pregunta», pensé yo. Porque si mama se marchaba a vivir a otra parte, seguro que Marcos y yo irfamos a visitarla de vez en cuando, Asi que me parecia interesante conocer el sitio en el que se iba a instalar. —He encontrado una casa antigua no muy lejos de aqui. Esté. muy vieja y descuidada, pero confio en que cuando me traslade a ella cambiard de aspecto. No pude evitar mirar a mi alrededor, aquellas pa- redes, nuestro departamento, Era grande y confortable. Para mi gusto, no le faltaba detalle. Y ahora mamé ten- dria que empezar de nuevo. éEs que no le daba lata? éTan mal iban las cosas entre pap4 y ella? iY yo que me habia imaginado que ya se habian hecho a la idea de pasarse la vida como el perro y el gato! Realmente, hacia mucho tiempo que las cosas no marchaban bien entre papa y mama. No podria decir exactamente desde cuando duraba esta situacién, por- que el dia en que me di cuenta de que se peleaban por cualquier tonteria, también vi con claridad que la situa~ cin no era nueva. Quiero decir que probablemente hacia yamtucho que todo se habia deteriorado entre ellos y has- ta aquel momento yo no lo habia notado. Ciertamente, como dice Mireya, no puedes estar tranquila ni un mi- nuto, iLos padres! Cuando menos lo piensas, ya te han echado a perder. —éComprards muebles nuevos? —pregunté Marcos. —Poco a poco, hijo, poco a poco. Tienen que pen- sar que deberemos adaptarnos a la nueva situacién, ya que no es lo mismo vivir con dos sueldos que con uno. Ademés, de momento no es preciso hacer demasiados gastos, porque ya saben que la separacién es solo tem- poral —afiadié mamé, con una voz tan falsa que dejaba adivinar que ni ella misma erefa lo que acababa de decir. Miré a Marcos, él me devolvié la mirada y eso nos bast para ver muy claro que los dos pensébamos lo mis- ‘mo: aquello no tenia remedio. Estibamos destinados a engrosar las filas de los hijos de padres separados. Capitulo 2 {Senor isefior! Ahora tenia ya la absoluta certeza de que mi madre se habia vuelto loca de remate. Reconozco que no lo habia pensado hasta el momento en que nos detuvimos delante de la que tenia que ser su-nuestra nueva casa. Pero ante aquella puerta de madera vie) medio podrida, desvencijada, empecé a sospecharlo. Y cuando entramos en la casa... Marcos y yo nos miramos alucinados. Mama, en cambio, estaba tan contenta mientras nos ensefiaba el lugar donde iba a vivir que nole queriamos agua la fies- ta, de modo que le seguiamos la corriente. Quizé mamé solo simulaba alegria, pero, en cualquier caso, lo hacia tan bien que ni se notaba. Aqui tienen su casa —nos explicd, mientras abria el postigo de la ventana situada junto ala puerta de entrada. El postigo se quejé y mamé se sacudié las manos. Cayeron sobre las baldosas polvorientas unos cuantos cascarones de pintura rescea. El cristal estaba tan sucio que apenas dejaba pasar la hz del sol. Mama se dio cuen- ta del detalle y abrié la ventana de par en par. —Tendremos que hacer una limpieza a fondo, éver- dad? —afirm6, més que pregunt6, con una sonrisa clara como un dia de verano. ‘Marcos y yo dijimos que si sin excesiva convicci solo para hacerla feliz. Pero era evidente que seria impo- sible convertir en un lugar habitable aquella especie de casa de brujas. Cuando entramos, mamé nos precedia indieando- nos el camino. ¥ el camino terminaba enseguida, El recibidor era cuadrado y muy pequefio. En una, de las paredes, la que daba a la calle, estaban la puerta de entrada y la ventana sucia. En cl recibidor habfa tres puertas mas, una en cada pared de laestancia. La puerta de la izquierda y la de la derecha se abrian respectiva- mente a dos habitaciones muy pequefias. —Sus habitaciones —nos comunicd mamé con or- gullo—. éQué les parecen? iNuestras habitaciones! iLas habitaciones donde tendrfamos que dormir y pasar un dia a la semana, los, miércoles, ademas de los fines de semana alternos, a par- tir del momento en que mamé se marchara de casa! Arqueé las cejas. Marcos me dio un codazo para evi- tar algtin comentario mio de dudoso buen gusto. ¥ fue una suerte, porque ya estaba a punto de soltar que nues- tros cuerpos tendrian que encogerse un poco para poder tumbarnos en las camas, que, a la fuerza, tendrian que ser pequefias. Dejamos su pregunta sin respuesta. Mamé abrié la tercera puerta del recibidory, después de pasar por una especie de pequefio distribuidor, entramos en una gran sala. A la izquierda de esta se encontraba un bafio ‘miniisculo y una habitacién bastante espaciosa: la de mamma. La sala se hallaba en la penumbra y apenas podia- mos ver. De pronto, algo asqueroso y repugnante me roz6 Ja cara y, como una tonta, di un grito. Marcos, natural- mente, aproveché la ocasién para soltarme una tonteria de las suyas, y yo Ic hice una mueca, pero no pudo verla, porque estaba demasiado oscuro. —Vamos, Carlota, no seas histérica. Solo es una tela de araiia —me regafié mamé, y se acerc6 deprisa hasta Jos postigos de la pared del fondo para abrirlos. —Podria haber sido un murciélago —refunfuié. Sin embargo, nadie se tomé la molestia de cont« tarme porque la vista desde el ventanal abierto cautivé por completo nuestra atencién. El sol entraba en la sala sin ninguna conteneién, como quien arroja un cubo de agua y lo deja todo empapado. Los tres nos acercamos a los rayos dorados, que, llenos de particulas de polvo, cafan oblicuamente sobre las baldosas sucias. ‘Aquel gran portal se abria a una especie de jardin salvaje donde las plantas crecfan desordenadamente y se abrazaban unas con otras. Las hierbas eran altas, como si en muchisimo tiempo nadie bubiera puesto los pies alli. El jardin era un desbarajuste magnifico. El aire olia a hierbas aromatics, especialmente a menta. ‘Me aparté un poco de los demas para buscar el ma~ tojo de mentay no tardé en descubrirlo. Me restregué las manos en ély me las ol —éQué diablos estas haciendo, Carlota? —pregunt6 mama. Yo me sobresalté como si me hubiesen pescado ha- ciendo algo inconfesable. Pero, afin de cuentas, tampoco era tan grave cerrar los ojos, olerse las manos y poner cara de arrobamiento, ~-éQué les parece? —mamé quiso saber nuestra opinién Aquel dia no estaba precisamente muy original: re- petia siempre la misma pregunta. —Mucho mejor que la casa —salté yo sin poder re- primir mi impulso. Suerte que mamé no parecié darse cuenta de mis palabras. En realidad, ni nos miraba ni nos escuchaba. Se habia quedado absorta contemplando el muro del jardin, que estaba cubierto de madreselva. Poco a poco los ojos se le fueron Hlenando de agua. Los liltimos rayos de sol del atardecer le salpicaron el iris de Tuces verdes y doradas. Y entonces me di ct enta de que ya era muy tarde y de que si no me daba prisa no legaria a tiempo para poder ver a Ramén. Habiamos quedado con Berta en que nos encontrariamos delante de la puerta principal del hospital a las siete y media, y ya eran las siete y cinco. No sabia cémo despeditme de mama, porque no queria parecer grosera. Pero no tenia mas remedio que ser directa para no arriesgarme a una de esas despedidas eternas. Mama tiene una tendencia a ser inoportuna jus- to en el momento en que a nosotros se nos ocurre salir: adénde vas, con quién, a qué hora volverds, Hama si te vas a retrasar, ten cuidado... —Adidsmamamevoy. Asi, todo de golpe, para que no tuviera tiempo de re- accionar, que es otra téctica que también utilizo a menudo. —Adiés, Carlota, no vuelvas muy tarde; vete con cuidado —se oy6 de lejos, desde lo alto de la nube de pen- samientos en que se habia perdido mama. iRealmente, aquella no era mi madre: me la habian cambiado! Marcos me miré con cara de resentimiento: «Traidora —parecia que me dijera—. éPor qué me aban- donas en un momento como este?» ‘Tengo que ir a ver a Ram6n —me justifiqué. ‘Y 1 alzé los hombros con aire resignado porque, a pesar de todo, lo comprendia. ‘Los abandoné y casi eché a correr porlas calles para tomar el autobii «iUfl», respiré hondamente en cuanto subi y pagué el pasaje. Me sentfa asfixiada por la carrera, pero, al me- nos, no iba a Hegar tarde ala cita. ‘Sentada junto a una ventana del antobis, fui observan- do cémo la noche cafa poquito a poco sobre la ciudad, y tam- bién sobre mi cabeza. Tenfa otra vez una manzanita arrugada cen lugar de corazén y me sentia la chica més desgraciada de la ciudad. No, no solo dela ciudad, sino del mundo entero, ‘Mami dice que yo tengo una gran vocacién de ac- triz tragica y que siempre lo exagero todo. Y es verdad que soy muy exagerada, pero esta vez me sobraban mo- tivos para sentirme infeliz: mis padres habian decidido separarse, y el chico que me gustaba estaba en la UCI de un hospital y a punto de morir. Me bajé del autobis e hice el iltimo tramo del cami- no andando. En cuanto me acerqué al hospital, via Berta ycasia la mitad de la clase delante de la puerta. Busqué entre el nutrido grupo a Mireya, pero no estaba. Hola, Carlota. éCémo estamos? Mejor que ayer? —me pregunté Pablo con aire confidencial por- que yo, por la mafiana, a la hora del recreo, habia co- metido la indiscrecién de contarles a él y a Berta lo que habian resuelto mis padres. No sé por qué lo habia hecho, En realidad, ni él ni Berta eran de mi grupo y no habria hecho falta que les hubiera comentado nada. Berta y Pablo son repetidores y, por eso, mayores que el resto de la clase, lo mismo que Ramén. En cambio, “Mireya y yo tenemos catorce afios, es decir, somos de las mas pequefias. Quiz por ello Ramén nunca me hizo demasiado caso, ni cl aiio pasado, cuando fbamos a cursos distintos, ni este aiio, cuando, al empezar, nos encontramos en el mismo. Y, claro, después del acci- dente me parecié aconsejable acercarme a Berta para poder ir a visitarla, De otro modo habria resultado un poco extrafio, Tal vez. por todas esas razones les habia hecho unas confidencias que no debia haber hecho y que ahora me pesaban: Me sentia algo incémoda por el tono que habia em- pleado Pablo. Pensé que si se le ocurrfa comentarle a al- guien el asunto de mis padres, me iba a ofr. También me molesté ver alli a tanta gente. Decidi ignorar a Pablo para que se diera cuenta de que no queria que nadie me preguntara nada sobre mis padres delante de los demas y puse cara de enojo, lo cual no me resulté dificil, ya que empezaba a sentirme real- mente enfadada. Quiz por culpa de aquellos idiotas me iba a quedar sin ver a Ramén, si todos pretendian entrar avisitarlo. —éSe puede saber qué hacen tantos aqui? éCreen que van a dejarnos entrar a todos? ¥ ademés, étienen su- ficientes pases para poder visitar a Ramon? —me salié asi, muy deprisa, sin detenerme a recuperar el aliento. Me di cuenta de que, sin quererlo expresamente, ha- bia puesto la cara que papa lama «de los mil cuchillos saliendo por los ojos». Realmente no era esa mi inten- (on. Ademés, seguramente la gente de la clase no podia entender que me pusiera tan furiosa la idea de quedarme sin visitar a Ramén, Exeeptuada Berta, nadie sabia que me gustaba. Duleifiqué el tono, mas de lo que es nor- mal en mi, para compensar mi acritud —Creo que es mejor que solo entremos cuatro o cin- co —aquello era una concesién porque, en realidad, me habria gustado entrar yo sola 0, como maximo, acompa- fiada por Berta—. éEstan de acuerdo? Mi voz de miel hizo su efecto y neutraliz6 las pala- bras hirientes de un momento antes. Se escuché claramente un murmullo general que ex- presabaconformidad. Para minocabiaotrainterpretacién. —éQuién entra, pues? —pregunté Carlos. —Podemos echarlo a Ja suerte —opiné Maria. ‘Yo me sentia nerviosa porque el tiempo de visita se nos estaba yendo volando, pero no hice ningtin comenta- rio, Miré cémo hacian el sorteo y continué evitando los ojos de Pablo, que se moria de ganas de saber cémo me habia ido la visita al nuevo domicilio de mama. En cam- bio, me acerqué a Berta, que me contemplaba con ojos de complicidad, «Ahora lo vers», me animé. ‘Alexy Ana habian resultado clegidos. Vamos, deprisa, que es muy tarde —protest6 Pablo, que se habia exeluido del sorteo, dando por sobre- entendido que tanto él como Berta y yo teniamos dere- cho a visitar a Ramén sin pasar por sorteo alguno. LLos cinco subimos las escaleras del hospital y casi echamos a correr por los pasillos. En un momento dado, ibamos tan deprisa por uno de ellos que estuvimos a punto de derribar a una sefiora mayor que, vestida con bata de flores, cojeaba pasillo arriba y pasillo abajo para matar cl tiempo o por recomendacién del médico. Nos vimos en un apuro, ya que estuvimos a punto de hacer rodar ala sefiora por el suelo, Primero hizo equilibrios con un pie, luego con el otro y, finalmente, se quedé quieta con las picrnas muy abiertas. Nosotros, que la habfamos mi- rado de lejos, casi con angustia, cuando comprobamos que todo se quedaba en aquella torpe pirueta, que no se habfa cafdo y que, una vez recobrada la estabilidad, nos amenazaba levantando el bastén, nos echamos a reir to~ dos a la vez, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Nos reiamos de tal manera que casi no podiamos andar. Avanzdbamos lentamente, con las piernas juntas, las ro- dillas apretadas y el cuerpo agitado. Teniamos las caras congestionadas, rojas. ‘A mise me Ilenaron los ojos de lagrimas. Luego me noté las mejillas himedas. ¥ cuanto mas me decia a mi misma que tenfa que controlarme, que no podia llegar a la zona del hospital donde estaba Ramén con aquel ataque de risa incontenible, mas ganas me entraban de reirme. ‘A veces ni yo misma soy capaz de entenderme, Un rato antes, en el autobis, era la imagen misma de la tris- toza, y en cambio, ahora me moria de risa sin poder evi- tarlo, Y hasta casi me sentia feliz. Larisa se nos corté en seco cuando llegamos junto ala. urna de Ramén. La urna, si, porque équé otro nombre po- dia recibir aquella ventana de cristal detrés de la cual se en- contraba Ramén en una cama, como si estuviera expuesto: La persiana todavia estaba levantada, lo que queria decir que habjamos Hegado a tiempo para poder verlo. Sus padres permanecian inméviles delante de aquella urna, con la nariz pegada al cristal. Tenfan sus manos entrela- zadas. Cuando notaron nuestra llegada, se dieron la vuelta para mirarnos. Se velan demacrados. Parecian de cera. ‘Yo solo estaba familiarizada con Julia, a quien cono- cia desde mucho tiempo atras, ya que trabaja.en la cocina de mi colegio. El padre de Ramén me infundia cierto res peto porque no habja tratado con él. Di un beso a Julia. —cAlguna novedad? —pregunté initilmente, por~ que era evidente que todo seguia igual. Ramén estaba tumbado en la cama, cubierto por una, sdbana, con los ojos cerrados, la cara apacible. Alguien nos habia dicho que tenia la cabeza destrozada por el lado que justamente quedaba fuera de nuestra vista. Costaba creer que todavia dormia a medio camino entre la vida y la muerte. Parecia que simplemente estuviera dormido. Pero no era asi, y se encargaban de recordarmelo las vendas de Ja cabeza, los tubos que Ie salfan de la nariz, el gota a gota que se Ie infiltraba por el dorso de una de sus manos, los monitores que controlaban sus constantes vitals... Pip... pip... pip... Aquella lucecita que aparecia en la pantalla, atravesdindola como un pensamiento, era el co- razén de Ramén, No lo podia remediar. La visién de la lucecita-corazén me angustiaba y a la vez me fascinaba. Nole podia quitar los ojos de encima. Pip... pip... pip. Si se paraba, se habia acabado Ramén. Tenia la sensaci6n de que ya no me quedaba coraz6n: ni como una manza- na arrugada ni como una uva pasa. Vamos, que se me habia fundido a fuerza de sufrir. Me notaba la gargan- ta reseca y los ojos empafiados. Pero no era momento de Horar. Procuré pensar en otra cosa para desviar la atencién de mi pena. Esa es otra técnica que utilizo a menudo y, a pesar de que no es facil, cuando funciona es perfecta. Me puse a pensar en el jardin de mama. iQué jardin! Aquello si que me habia gustado, y no la casa. Una casa pequefia, llena de polvo, vieja, deteriorada, destartalada, y hasta deforme, ipuaff! Mi habitacién, un asco; la habitacién de Marcos, otro tanto; la cocina... La cocina! Pero sino habia cocina! Cémo era posible que no hubiera cocina y que yo no me hubiese dado cuenta? ‘Tenia que preguntar a mama cémo iba a arreglarselas sin cocil Quiza habia decidido pasarse desearada- mente a los sandwiches y a las tortillitas-como-mucho. iPues estabamos fritos! iCon lo que a mi me gustan los estofiados y los macarrones que prepara mama! Pero, francamente, durante los siguientes dias pa~ saron tantas cosas que me olvidé de preguntarle qué iba- mos a hacer sin cocina. /as,7a,zas, Laenfermera,con suaire profesionaly distan- te habia bajado la persiana y nos habia separado de enfermo. El padre de Ramén tomé a Julia por los hombros y suavemente, pero con firmeza, la sacé de alli, Poco a poco nos fuimos acercando a la salida. Mientras caminabamos por los pasillos, Julia nos ex- plicaba el tiltimo parte médico: aunque el periodo eriti- co habia pasado, el estado de Ramén continuaba siendo desesperado. De hecho, habfan sido las primeras setenta yy dos horas después del aecidente las que mas nos habian angustiado a todos. Los médicos, en aquel momento, ter- minada la intervencién durante la cual le habian extraido unos eodguilos alojados en la parte izquierda del cercbro, habian dicho que no podian pronunciarse hasta pasados tres dias, tiempo durante el cual ellos creian —no querian dar falsas esperanzas— se produciria el temido desenlace. Julia, a lo largo de aquellos tres primeros y largufsimos dias, levaba la cuenta atras de los minutos, como si espe- rase que, terminado este periodo, Ramén abriria los ojos y volveria a ser el de antes. Creo que todos sentfamos un poco lo mismo. Pero al empezar el cuarto dia, el estado de Ramén no sufrié alteracién alguna, Estaba en coma pro- fundo y los médicos eran bastante pesimistas, a pesar de que el peligro mas inminente habia pasado.

También podría gustarte

  • Guía Ortografía Acentual
    Guía Ortografía Acentual
    Documento5 páginas
    Guía Ortografía Acentual
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Fuerza Volcanica
    Fuerza Volcanica
    Documento22 páginas
    Fuerza Volcanica
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Clase Fuerza
    Clase Fuerza
    Documento23 páginas
    Clase Fuerza
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Volcan Llaima
    Volcan Llaima
    Documento2 páginas
    Volcan Llaima
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Biología - 7° Básico - Clase 3 Solucionario
    Biología - 7° Básico - Clase 3 Solucionario
    Documento2 páginas
    Biología - 7° Básico - Clase 3 Solucionario
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Prev Abuela Loca
    Prev Abuela Loca
    Documento18 páginas
    Prev Abuela Loca
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    100% (4)
  • 7U4SESION3PPT
    7U4SESION3PPT
    Documento17 páginas
    7U4SESION3PPT
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Control Números Racionales - 8E
    Control Números Racionales - 8E
    Documento18 páginas
    Control Números Racionales - 8E
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Untitled
    Untitled
    Documento2 páginas
    Untitled
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Ceramicos Terrazas
    Ceramicos Terrazas
    Documento8 páginas
    Ceramicos Terrazas
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones
  • Perrito Amigurumi
    Perrito Amigurumi
    Documento4 páginas
    Perrito Amigurumi
    Denisse Loretto Muñoz Gonzalez
    Aún no hay calificaciones