La sociedad panameña enfrenta grandes retos para poder mejorar el desarrollo
económico y social, y promover un clima de estabilidad política para darle aliento a las inversiones nacionales y atraer nuevas inversiones extranjeras.
La desintegración familiar, la falta de atención de los padres que viven ajetreados
por múltiples ocupaciones, la insuficiente formación de civismo en los adolescentes, la diferencia o desorientación en el campo educativo, los desniveles económicos, la injusticia social, la superpoblación, el hambre, el mal servicio del transporte colectivo, la mala recolección de la basura, son algunos de los grandes retos que debería afrontar el nuevo gobierno de panamá para darle solución, conforme pase el tiempo, ya que también tiene impacto en la economía panameña;
La corrupción y la incapacidad de hacer frente a los crímenes son, en ese orden,
las mayores preocupaciones de los habitantes del país.
Otros problemas que afectan a nuestro país los grandes escases de agua, la mala administración de la educación y el aumento del desempleo.
La Carta Magna o Constitución Política Nacional de cualquier país es el
documento más respetado y sagrado en cualquier parte del mundo debido a su vital importancia; ya que es la de superior jerarquía de toda la estructura jurídica de todo Estado de Derecho que se rige bajo los principios de la legalidad, y seguridad jurídica. La esencia de un Estado debe estar cimentada en el objeto que permita a la Constitución desempeñar su papel de mecanismo protector de los derechos fundamentales y de marco jurídico del ejercicio del poder político. En nuestro país actualmente se está haciendo caso omiso a los preceptos establecidos a nuestra Carta Magna a sabiendas que sus preceptos son de obligatorio cumplimiento y que todos los mecanismos institucionales están obligados a hacer prevalecer su supremacía constitucional. A pesar que Panamá ha firmado tanto la Convención Interamericana de Derechos Humanos como la Declaración Universal de los Pueblos Indígenas, el Estado Panameño se ha negado a reconocer el principio de consentimiento previo, libre e informado al eliminar varios artículos de la Ley General de Ambiente que garantizaban este derecho.