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Joaquín A. Mejía R.
(coordinador)
Prólogo de José de Jesús Becerra Ramírez
ISBN: 978-99979-843-*-*
Diseño e impresión:
Editorial Guaymuras
Diseño de portada:
Marianela González
Presentación.......................................................................... 13
Prólogo
José de Jesús Becerra Ramírez.............................................. 17
I
EL DERECHO A LA SALUD
A LA LUZ DE LOS ESTÁNDARES INTERNACIONALES
DE DERECHOS HUMANOS
María Luisa Gómez Comi
II
UN TEMBLOR A LO LARGO
DE LAS FALLAS ESTRUCTURALES:
UNA PERSPECTIVA CRÍTICA SOBRE LA COVID-19
Y EL DERECHO A LA SALUD EN LOS ESTADOS UNIDOS
Mara González Souto, Grace Carson y Joseph Berra
7
3. Fracasos notables en la era de la COVID-19............................. 77
Conclusión.............................................................................. 86
III
COVID-19 Y EL DERECHO A LA SALUD EN MÉXICO
Yessica Esquivel Alonso y José Antonio Estrada Marún
1. Introducción .......................................................................... 89
2. Impacto de la Covid-19 en contexto........................................ 90
3. La regulación del derecho a la salud en México...................... 99
4. Medidas adoptadas por el Estado mexicano........................ 104
IV
GUATEMALA:
EL ABANDONO DE DÉCADAS TOCA A LA PUERTA
Alfredo Ortega Franco
1. Introducción......................................................................... 115
2. Situación del derecho a la salud en Guatemala
antes de la pandemia............................................................ 116
3. Marco constitucional............................................................ 123
4. Respuesta del Estado frente a la COVID................................ 129
Conclusiones........................................................................ 134
V
DERECHO A LA SALUD Y OBLIGACIONES ESTATALES
EN EL CONTEXTO DE LA COVID-19
Joaquín A. Mejía Rivera, Heidy Waleska Barahona Alachán y
Edy Alexander Tábora
1. Introducción......................................................................... 135
2. Una mirada constitucional al reconocimiento
del derecho a la salud........................................................... 137
3. El derecho a la salud a la luz del bloque
de constitucionalidad............................................................ 142
4. El abismo entre los estándares constitucionales e
internacionales y la práctica, en relación con el derecho a la
salud en el contexto de la COVID-19...................................... 150
A modo de conclusión.......................................................... 157
8
VI
CALAMIDAD Y PANDEMIA EN EL SALVADOR
José Benjamín Cuéllar Martínez
1. Introducción......................................................................... 161
2. Escenario adonde arribó la peste: el de la calamidad........... 163
3. El país en la víspera de la COVID-19..................................... 164
4. Y en eso llegó… la COVID-19.................................................. 170
5. Conflictos irresponsables y altamente riesgosos................... 179
6. Cifras de la pandemia .......................................................... 182
Conclusión............................................................................ 185
VII
ANÁLISIS DE LA PANDEMIA DE COVID-19
EN NICARAGUA:
UNA PERSPECTIVA DESDE EL DERECHO A LA SALUD
Salvador Lulio Marenco Contreras y
Arlette Waleska Serrano Rodríguez
1. Introducción......................................................................... 187
2. Contexto antes y durante la crisis sanitaria
generada por la COVID-19..................................................... 188
3. Contexto ambiental antes y durante la crisis sanitaria ........ 191
4. Contexto socioeconómico antes y durante
la crisis sanitaria.................................................................. 192
5. Marco jurídico nacional e internacional
sobre el derecho a la salud vigente en Nicaragua.................. 197
6. Normas nacionales sobre el derecho a la salud.................... 200
7. Garantías sobre el derecho a la salud
y acceso a la justicia............................................................. 203
8. Medidas adoptadas por el Estado de Nicaragua
para enfrentar la crisis sanitaria provocada
por la pandemia de COVID-19............................................... 207
Conclusiones........................................................................ 219
9
VIII
DERECHO A LA SALUD EN COSTA RICA
EN EL MARCO DE LA COVID-19
Soraya Long Saborío y Nancy Marín Espinoza
1. Introducción......................................................................... 221
2. Estado de la cuestión del sistema de salud en Costa Rica.... 221
3. Contenido del derecho a la salud según la jurisprudencia
de la Sala de lo Constitucional ............................................. 225
4. El derecho humano a la salud en el marco de la COVID....... 231
5. Estudio de caso: Reacción de Costa Rica frente al derecho
a la salud de los pueblos indígenas en el marco
de la COVID .......................................................................... 238
Conclusiones........................................................................ 246
IX
BUENAS Y MALAS PRÁCTICAS ESTATALES
FRENTE A LA COVID-19 EN MÉXICO
María Victoria Fernández Molina
1. Introducción......................................................................... 249
2. El derecho al nivel más alto de salud en México................... 250
3. La garantía del derecho a la salud en el México
pre-pandemia....................................................................... 255
4. La garantía del derecho a la salud
durante la pandemia............................................................. 259
5. La sindemia: un abordaje integral del derecho a la salud
en tiempos de pandemia....................................................... 264
6. Condicionamientos biológicos y sociales de la COVID-19...... 266
Conclusiones........................................................................ 268
10
«[…] la salud es un derecho humano fundamental
e indispensable para el ejercicio adecuado
de los demás derechos humanos»∗.
13
En consecuencia, los Estados tienen la obligación de garan-
tizar que todos los servicios, bienes e instalaciones relacionados
con la salud estén disponibles y sean accesibles, aceptables y de
buena calidad2, especialmente cuando nos enfrentamos a una cri-
sis sanitaria de dimensiones planetarias.
En el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación de la
Compañía de Jesús en Honduras (ERIC-SJ) consideramos necesa-
rio y oportuno reflexionar sobre el papel de los Estados frente a
la crisis sanitaria de la COVID-19 a la luz de los estándares cons-
titucionales e internacionales de derechos humanos, los cuales
deben regir e informar las medidas estatales de contención de la
pandemia. Por ello, este libro aspira a dar una breve mirada a la
forma en que los Estados analizados han abordado la COVID-19
desde una perspectiva de la salud como derecho fundamental.
Por la generosidad de poner sus conocimientos en este esfuer-
zo académico, manifestamos nuestro profundo agradecimiento a
María Luisa Gómez Comi, de España; Mara González Souto, de
Argentina; Grace Carson y Joseph Berra, de Estados Unidos; Yes-
sica Esquivel Alonso y José Antonio Estrada Marún, de México;
Alfredo Ortega Franco, de Guatemala; Heidy Waleska Barahona
Alachán y Edy Alexander Tábora, de Honduras; José Benjamín
Cuéllar Martínez, de El Salvador; Arlette Waleska Serrano Rodrí-
guez y Salvador Lulio Marenco Contreras, de Nicaragua; Soraya
Long Saborío y Nancy Marín Espinoza, de Costa Rica, y a María
Victoria Fernández Molina, de España.
No está de más ratificar que el orden de los capítulos no está
basado en criterios de importancia temática, sino más bien en
una secuencia lógica geográfica de norte a sur, volviendo a México,
impregnados por el primer capítulo, que analiza los estándares
internacionales sobre el derecho a la salud.
14
Finalmente, desde el ERIC-SJ agradecemos profundamente a
Diakonia por su invaluable apoyo y apuesta por la investigación y
la publicación de esfuerzos académicos como este, donde se abor-
dan temas fundamentales para la dignidad humana y se realizan
análisis que se ponen al servicio de la transformación social.
Las ideas que aquí se expresan son responsabilidad exclusiva
de las autoras y los autores, y no reflejan necesariamente la opi-
nión de Diakonia.
15
PRÓLOGO
17
sistematización, que hace de su desarrollo un planteamiento muy
rico en su contenido, toda vez que la calidad de una obra de natu-
raleza colectiva es precisamente su coherencia, orden y relación,
que no es sencillo hacerlo. Pero este esfuerzo materializado en el
texto que nos ocupa cumple sobradamente con tales atributos, en
razón de que al analizar cada uno de los ensayos, nos encontra-
mos con claras interrelaciones que se enriquecen mutuamente.
Es por ello, la originalidad del libro y la ya mencionada virtuali-
dad.
Además, la función del investigador en el campo de las cien-
cias sociales y de las humanidades es tratar de contribuir a pen-
sar y construir posibles respuestas para enfrentar los retos que
se nos presentan. La pandemia actual es todo un reto para el
mundo, pues las incertidumbres imperantes son más que las cer-
tezas, máxime en el campo de los derechos humanos que, si bien
es cierto, ya existían indicadores preocupantes, sobre todo los
relacionados con los derechos sociales, económicos y culturales,
ahora la preocupación es mayúscula, en razón de que grandes
sectores de las sociedades contemporáneas se encuentran en
condiciones de alta vulnerabilidad por los argumentos de escasez
de recursos, por las discriminaciones históricas, por políticas de
exclusión e ideología de cierre o de abandono de responsabilida-
des públicas.
Así, para fortuna de los que tengan la oportunidad de leer la
obra, se encontrarán precisamente con ese trabajo de verdaderos
expertos que, asumiendo la enorme responsabilidad de investiga-
dores sociales y de intentar dar respuestas a las incertidumbres
que hemos apuntado previamente, no solo especulan sobre ellas,
sino que realizan un diagnóstico previo, cada uno de acuerdo al
tema abordado. Así, nos presentan desde el abordaje de los es-
tándares internacionales del derecho a la salud, hasta aquellos
que van particularizando con cada una de sus realidades que van
desde los Estados Unidos de América, México, Guatemala, Hon-
duras, el Salvador, Nicaragua, Costa Rica, y las obligaciones de
los Estados en general en el contexto del COVID-19, hasta las bue-
nas y malas prácticas del Estado mexicano frente a la pandemia,
18
que pueden verse también en los demás Estados. Es decir, es rico
y amplio el esfuerzo realizado en la obra que se prologa.
Todos coinciden en la complejidad de la garantía del derecho
a la salud y de las deficiencias de atención. Aunque expresan que
la problemática de su materialización no es nueva, sino que lo
que estamos presenciando, con motivo de esta pandemia, es la
agudización de los problemas ya existentes, sobre todo con las
políticas de abandono que por años se han evidenciado en los sis-
temas sanitarios, tanto en los países pobres como en los ricos. Si
bien es cierto existen disposiciones internacionales y nacionales
(con algunas excepciones de no reconocimiento), al dar el salto
sobre su efectividad, estas quedan en meros deseos, carentes de
efectividad.
Finalmente, expreso que nos encontramos ante la presencia
de un banquete intelectual digno de análisis. En razón de ser un
documento muy rico en contenido, pero sobre todo pertinente y
necesario para entender desde una perspectiva crítica el contexto
actual derivado de la pandemia multicitada, que además se cons-
truyó con visiones que responden a latitudes diferentes, pero con
problemáticas similares. Por todo ello, felicito al coordinador de
la obra, así como a las y los colaboradores de la misma, que estoy
seguro abonará a las deliberaciones actuales sobre la problemáti-
ca que se aborda.
19
I
EL DERECHO A LA SALUD
A LA LUZ DE LOS ESTÁNDARES INTERNACIONALES
DE DERECHOS HUMANOS
21
Asimismo, el derecho de todas las personas al disfrute del más
nivel alto posible de salud física y mental está protegido por el ar-
tículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Socia-
les y Culturales (PIDESC)5. Dicho artículo también establece una
serie de medidas que los Estados deben adoptar para asegurar su
plena efectividad, entre ellas, la provisión de servicios médicos,
o la prevención y tratamiento de las enfermedades epidémicas y
endémicas6.
En el marco del Sistema Interamericano de Derechos Huma-
nos (SIDH), el derecho a la salud está protegido por la Carta de la
Organización de los Estados Americanos (OEA)7, por el artículo
XI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre8, y por el artículo 26 de la Convención Americana so-
bre los Derechos Humanos (CADH), dentro del rubro relativo a la
progresividad de los derechos económicos, sociales y culturales
contenidos en la carta de la OEA9.
22
Asimismo, el Protocolo Adicional a la Convención Americana
sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (“Protocolo de San Salvador”) reconoce el
derecho a la salud en su doble dimensión, como el derecho de
toda persona al disfrute del más alto nivel de bienestar físico,
mental y social y como bien público. Además, los Estados se com-
prometen a tomar medidas para garantizar su pleno goce, entre
las que figuran la prevención y tratamiento de enfermedades en-
démicas, profesionales o de otra índole, entre otras10.
Aunado a lo anterior, múltiples instrumentos internacionales y
regionales también protegen el derecho a la salud en relación con
grupos poblacionales específicos como las mujeres11, la niñez12,
los pueblos indígenas13, los trabajadores migrantes14, las personas
que viven con discapacidad15, o las personas adultas mayores16.
23
Finalmente, como señalamos supra, cabe señalar que los dis-
tintos órganos de supervisión de derechos humanos, a través de
sus sentencias, informes y observaciones, han contribuido enor-
memente a desarrollar el contenido y alcances del derecho a la
salud. Por ejemplo, las Observaciones generales del Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Comité DESC) han
desarrollado las obligaciones fundamentales que deben ser cum-
plidas por los Estados para avanzar hacia su garantía plena17, las
cuales han sido retomadas por la Corte IDH en sus sentencias a la
hora de establecer los alcances del derecho a la salud, no solo con
base en el artículo 26 de la CADH, sino también en relación con los
derechos a la vida y a la integridad personal contenidos en los ar-
tículos 4 y 5 del mismo instrumento, como desarrollaremos infra.
Actualmente, la emergencia sanitaria mundial causada por
la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19)18 ha dejado cla-
ro aquello que la jurisprudencia internacional lleva años desa-
rrollando: que la salud es un derecho inclusivo e indispensable
para el ejercicio de los demás derechos, cuyo contenido mínimo
debe ser inmediatamente garantizado por los Estados mientras
se avanza progresivamente hacia el establecimiento de las con-
diciones que permitan su ejercicio pleno19. Asimismo, ha puesto
24
de manifiesto que, para poder gozar del nivel de salud más alto
posible, se requiere que otros derechos sociales, económicos, y
ambientales (en adelante DESCA) también sean garantizados sin
discriminación; por ejemplo, el derecho al agua y al saneamiento,
a la alimentación, a la vivienda o a condiciones de trabajo dignas
y seguras, en particular, a los grupos que se encuentran en mayor
situación de vulnerabilidad, puesto que la pandemia tiene impac-
tos diferenciados sobre ellos20.
En este capítulo me enfocaré en exponer los principales es-
tándares internacionales para la protección del derecho a la salud
a la luz de la jurisprudencia de la Corte IDH, dado que esta, a su
vez, recoge los pronunciamientos emanados de los diversos ór-
ganos de derechos humanos universales y regionales al respecto.
25
mismo, ha realizado desarrollos específicos sobre el derecho a la
salud en relación con grupos que se encuentran en una particular
situación de vulnerabilidad o riesgo, a los que nos referiremos a
continuación.
En una primera etapa, el derecho a la salud era protegido
indirectamente. Es decir, a la luz de los principios de interdepen-
dencia e interrelación de los derechos humanos, era analizado
conjuntamente con los derechos a la vida, vida digna e integri-
dad personal. Al respecto, la Corte recuerda en sus sentencias la
estrecha interrelación entre los derechos civiles y políticos y los
DESCA, reiterando que deben ser entendidos integralmente y sin
jerarquías entre sí, y que resultan exigibles ante las autoridades
competentes21.
Aunado a lo anterior, la reciente jurisprudencia interameri-
cana ha dejado claro que el artículo 26 de la CADH incorpora la
protección autónoma del derecho a la salud22. Para arribar a esta
determinación, el Tribunal aplica las normas de interpretación
sistemática, teleológica y evolutiva recogidas en el artículo 29 de
la CADH, para dar sentido y contenido al tenor literal del referido
artículo, a través de una derivación de los derechos y normas con-
tenidos en la Carta de la OEA23. Asimismo, la Corte ha precisado
que existen dos tipos de obligaciones estatales que se derivan de
la protección del derecho a la salud: las que tienen una exigibili-
dad inmediata y aquellas que tienen un carácter progresivo24.
21. Ver, inter alia: Corte IDH. Caso Gonzales Lluy y otros Vs. Ecua-
dor, op. cit., párr. 172; Caso Suárez Peralta Vs. Ecuador. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de mayo
de 2013. Serie C No. 261, párr. 131; Caso Acevedo Buendía y otros (“Ce-
santes y Jubilados de la Contraloría”) Vs. Perú. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2009. Serie C
No. 198, párr.101.
22. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, op. cit.; Caso Poblete
Vilches y otros Vs. Chile, op. cit., párr. 110; Caso Cuscul Pivaral y otros
Vs. Guatemala, op. cit.
23. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párrs.
78-97.
24. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 81. En el mismo
sentido: Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, op. cit., párr. 104; Caso
Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 141.
26
2.1. Estándares sobre el derecho a la protección progresiva
del derecho a la salud y el deber de no regresividad
25. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 81. En el mismo
sentido: Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 142.
26. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 146.
27. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 81. En el mismo
sentido: Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párrs. 104 y 118.
28. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párrs.
146 y 147. En el mismo sentido: Caso Acevedo Buendía y otros (“Cesan-
tes y Jubilados de la Contraloría”) Vs. Perú, op. cit., párr. 102.
29. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 81.
30. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 143.
Ver también: Corte IDH. Caso Acevedo Buendía y otros (“Cesantes y Ju-
bilados de la Contraloría”) Vs. Perú, párr. 103.
27
2.2. Contenido esencial del derecho a la salud, alcances y
obligaciones estatales derivadas
La jurisprudencia interamericana ha sido constante en seña-
lar que el derecho a la salud, entendido como el derecho de toda
persona a gozar del más alto nivel de bienestar físico, mental y so-
cial que le permita vivir dignamente, es un derecho fundamental e
indispensable para el ejercicio adecuado de los demás derechos31.
Asimismo, ha reiterado que su carácter progresivo no excluye que
tenga un contenido específico que resulta inmediatamente exigible
a los Estados32. A continuación, nos referiremos al respecto.
31. Ver, inter alia: Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr.
76; Caso Cuscul Pivaral Vs. Guatemala, párr. 105; Caso Poblete Vilches
Vs. Chile, párr. 118.
32. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina. En el mismo sentido:
Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 118; Cuscul Pivaral y otros
Vs. Guatemala, párr. 105.
33. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 81. En el mismo
sentido: Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párrs. 104,118 y 120;
Caso Cuscul Pivaral Vs. Guatemala, párrs. 105 y 106.
34. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 76. En el mismo
sentido: Cuscul Pivaral Vs. Guatemala, párr. 107. Caso Poblete Vilches
y otros Vs. Chile, párr. 123.
35. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 77; Caso Cuscul
Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso Poblete Vilches y otros
Vs. Chile, párr. 121; Caso Gonzales Lluy y otros Vs. Ecuador, párr. 173.
28
El elemento de disponibilidad implica que, tomando en cuen-
ta el nivel de desarrollo de cada Estado, se debe garantizar la
existencia de suficientes establecimientos, bienes y servicios pú-
blicos de salud que incluyan, como mínimo, agua limpia potable,
condiciones sanitarias adecuadas, personal médico capacitado y
bien remunerado, y medicamentos esenciales36.
La accesibilidad conlleva que los Estados deben proveer ac-
ceso a un sistema de salud inclusivo basado en los derechos hu-
manos37. Este elemento, a su vez, tiene cuatro dimensiones super-
puestas, a saber: no discriminación, accesibilidad física, accesi-
bilidad económica y acceso a la información. La primera implica
que los establecimientos, bienes y servicios de salud deber ser
accesibles, de iure y de facto, para toda la población sin discrimi-
nación, en particular para los sectores más vulnerables. Así, los
Estados deben garantizar el trato igualitario a todas las personas
que accedan a los servicios de salud38. En virtud de la segunda,
los Estados deben garantizar que los establecimientos, bienes y
servicios de salud estén al alcance geográfico de todos los secto-
res de la población, y sean físicamente accesibles para las perso-
nas que viven con discapacidades. Asimismo, los Estados deben
garantizar la accesibilidad económica de los servicios de salud.
Finalmente, el acceso a la información comprende el derecho a
solicitar, recibir y difundir información acerca de las cuestiones
relacionadas con la salud, garantizando la confidencialidad de los
datos personales de las y los pacientes39. El consentimiento in-
formado es parte esencial de la obligación de accesibilidad de la
información40.
36. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 77; Caso Cuscul
Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106 y Caso Poblete Vilches y otros
Vs. Chile, párr. 121.
37. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 121.
38. Ibíd., párr. 122. En el mismo sentido: Caso Cuscul Pivaral y otros
Vs. Guatemala, párr. 106.
39. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 77. En el mismo
sentido: Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso
Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 121.
40. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 160.
29
Por su parte, el elemento de aceptabilidad trae consigo el de-
ber estatal de garantizar que los establecimientos, bienes y servi-
cios de salud incluyan la perspectiva de género, sean culturalmen-
te apropiados y respeten la ética médica. Además, las y los pacien-
tes deben ser informados en todo momento sobre su diagnóstico
y tratamiento, y su voluntad debe ser respetada41.
Finalmente, la calidad significa que los Estados deben asegu-
rar que los establecimientos, bienes y servicios de salud cuentan
con infraestructura adecuada y necesaria para satisfacer las nece-
sidades básicas y las urgencias médicas, incluyendo herramientas
para soporte vital, personal médico capacitado, medicamentos y
equipos hospitalarios en buen estado42. Para lograr la prestación
de servicios médicos de calidad, los Estados deberán ejecutar
programas nacionales43.
41. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 77. En el mismo
sentido: Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso
Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 121.
42. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 77. En el mismo
sentido: Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso
Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 121.
43. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 119. Ver
también: Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso Gonza-
les Lluy Vs. Ecuador, párr. 177.
44. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 119; Cus-
cul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 106; Caso Gonzales Lluy Vs.
Ecuador, párrs. 173 y 177, y Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil. Sentencia
de 4 de julio de 2006. Serie C No. 149, párr. 90.
30
En primer lugar, el deber de regular implica, inter alia, la
obligación estatal de contar con normas sanitarias específicas en
el ámbito médico. También implica el deber de contar con nor-
mativa sobre mala praxis médica45, así como de disponer de un
marco normativo que garantice la conducción de investigaciones
efectivas ante denuncias sobre conductas que vulneren los dere-
chos de las personas en la prestación de servicios médicos46.
En segundo lugar, la obligación de supervisión y fiscalización
implica que los Estados deben prever mecanismos concretos para
controlar la prestación de servicios ofrecidos a través de institu-
ciones de salud públicas y privadas47. Esta obligación también
incluye el deber estatal especifico de prever mecanismos para
otorgar licencias a instituciones de salud privadas, a efectos de
controlar su funcionamiento48.
Por otro lado, cabe señalar que existen obligaciones refor-
zadas de regular, supervisar y fiscalizar específicamente ciertas
actividades relativas a la prestación de servicios médicos que en-
trañan riesgos significativos para la salud de las personas; por
ejemplo, respecto del manejo de bancos de sangre49 o sobre las
condiciones de internamiento en instituciones médicas, a efectos
de prevenir posibles violaciones a los derechos humanos cometi-
das contra quienes hacen uso de estos servicios50.
45. Corte IDH. Caso Albán Cornejo y otros Vs. Ecuador. Fondo, Re-
paraciones y Costas. Sentencia de 22 de noviembre de 2007. Serie C No.
171, párrs. 134 y ss.
46. Corte IDH. Caso Albán Cornejo y otros Vs. Ecuador, op. cit., párr.
123.
47. Corte IDH. Caso Poblete Vilches Vs. Chile, párr. 124; Caso Sua-
rez Peralta Vs. Ecuador, párrs. 150 y ss.
48. Corte IDH. Caso Poblete Vilches Vs. Chile, párr. 124; Caso Gon-
zales Lluy Vs. Ecuador, párr. 184.
49. Corte IDH. Caso Gonzales Lluy Vs. Ecuador, párr. 178.
50. Corte IDH. Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, párr. 89.
31
2.2.3. Obligación de obtener el consentimiento previo, libre,
pleno e informado para realizar cualquier acto médico
51. Corte IDH. Caso I.V. Vs. Bolivia. Excepciones Preliminares, Fon-
do, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de noviembre de 2016. Serie
C No. 329, párr. 160.
52. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párr. 170. Ver
también: Caso I.V. Vs. Bolivia, párr. 189.
53. Corte IDH. Caso Poblete Vilches Vs. Chile, párr. 162; Caso I.V. Vs.
Bolivia, párr. 189.
54. Corte IDH. Caso I.V. Vs. Bolivia, párrs. 192 y 193.
55. Corte IDH. Caso Poblete Vilches y otros Vs. Chile, párrs. 166 y ss.
56. Corte IDH. Caso I.V. Vs. Bolivia, párr. 177.
32
2.3. Estándares específicos sobre el derecho a la salud
respecto de grupos en situación de particular
vulnerabilidad
33
En concreto, para operativizar este derecho, los Estados de-
ben garantizar que se realice un examen médico apropiado y sin
dilación a las personas al momento de su ingreso en un centro de
privación de libertad60. Cualquier afectación a la salud de las per-
sonas, producida mientras se encuentran bajo custodia estatal,
se presume responsabilidad del Estado, y este debe proveer una
explicación satisfactoria para desvirtuar la misma61.
Posteriormente, se debe garantizar su acceso a la atención
y tratamiento médico oportuno, adecuado, completo y gratuito
siempre que se requiera62. Esta obligación debe ser cumplida de
oficio, sin necesidad de que se requieran solicitudes especiales
por parte de las personas privadas de libertad63.
El acceso a los servicios de salud debe proveerse tanto en
situaciones de emergencia como a efectos de la atención médica
regular, ya sea en el propio lugar de detención o centro penitencia-
rio, o en otro centro médico64. De la misma manera, los Estados
deben permitir y facilitar que las personas bajo custodia estatal
sean atendidas por profesionales cualificados65. A la vez, existe la
obligación estatal de garantizar la independencia del personal mé-
60. Corte IDH. Caso Mendoza y otros Vs. Argentina, op. cit., párr.
189. Ver también: Caso Tibi vs. Ecuador, párrs. 151-157.
61. Corte IDH. Caso Quispialaya Vilcapoma Vs. Perú. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviem-
bre de 2015. Serie C No. 308, párr. 118.
62. Ver, inter alia: Corte IDH. Caso Chinchilla Sandoval y otros Vs.
Guatemala, párr. 177. Ver también: Caso Vera Vera y otra Vs. Ecuador,
Sentencia de 19 de mayo de 2011. Serie C No. 226, párr. 43; Caso Men-
doza y otros Vs. Argentina, párr. 189.
63. Corte IDH. Caso Chinchilla Sandoval y otros Vs. Guatemala, op.
cit., párr. 172.
64. Corte IDH. Caso Tibi Vs. Ecuador, párr. 152. En el mismo senti-
do: Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2010.
Serie C No. 218, párr. 220; Caso Vera Vera y otra Vs. Ecuador, op. cit.,
párr. 63.
65. Corte IDH. Caso Tibi Vs. Ecuador; Caso Pacheco Teruel y otros
Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de abril de
2012. Serie C No. 241, párr. 67.e); Caso Mendoza y otros Vs. Argentina,
párr. 189; Caso Chinchilla Sandoval y otros Vs. Guatemala, párr. 178.
34
dico de las autoridades penitenciarias o encargadas de la deten-
ción, a efectos de que puedan practicar cualquier evaluación ne-
cesaria para determinar la existencia de tortura o malos tratos66.
En línea con lo anterior, los Estados tienen la obligación de
contar con procedimientos adecuados y expeditos que permitan
el diagnóstico y tratamiento oportuno en caso de enfermedad, así
como protocolos y mecanismos para el traslado de personas pri-
vadas de libertad a otros centros cuando se requieran cuidados
especiales, particularmente en casos de emergencia o enfermedad
grave o terminal67. En tal sentido, si hay enfermedades que re-
quieren de supervisión y tratamiento periódico, debe garantizarse
dicha atención de manera regular y llevar registros completos del
estado de salud y tratamiento68.
De la misma manera, para garantizar el derecho a la salud
de las personas privadas de libertad, los Estados también deben
cumplir con determinadas normas básicas respecto de las condi-
ciones de alojamiento e higiene; por ejemplo, a efectos de evitar el
hacinamiento u otras condiciones incompatibles con la dignidad
humana69. En este sentido, cabe señalar que tanto condiciones
de privación de libertad indignas como negligencias médicas o
la falta de acceso a tratamientos médicos adecuados y oportunos
que conlleven un deterioro de la salud de las personas privadas
de libertad, pueden llegar a constituir tratos crueles, inhumanos
o degradantes70.
Cuando se trata de niñez privada de libertad, los Estados tie-
nen un deber reforzado de velar por sus derechos. Así, no solo
deberán garantizar su acceso a los servicios de atención en salud,
35
sino que además tienen la obligación de garantizar que cuenten
con condiciones compatibles con la dignidad humana que les per-
mitan desarrollarse integralmente. Es decir que, en estos casos,
se deben cuidar especialmente las condiciones de salud, alimen-
tación, higiene y acceso a la educación, entre otras71.
Los Estados también tienen la obligación de garantizar el
acceso a los servicios de salud a las personas con discapacidad
privadas de libertad, sin discriminación y bajo los requisitos de
disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad. Así, deben
realizarse ajustes razonables y necesarios en los centros peniten-
ciarios para permitir que estas personas puedan vivir con la ma-
yor independencia posible72.
Finalmente, a efectos de garantizar el derecho a la salud de
las personas privadas de libertad en el contexto actual de pande-
mia por COVID-19, y considerando la mayor situación de riesgo y
vulnerabilidad en la que se encuentran, diversos órganos interna-
cionales han recomendado a los Estados adoptar medidas para
reducir el hacinamiento en los centros penitenciarios, incluida la
reevaluación de casos cuyas penas pudieran ser sustituidas con
medidas alternativas a la privación de la libertad; en particular, en
casos de quienes tengan mayores riesgos frente a un eventual con-
tagio, como las personas adultas mayores, mujeres embarazadas
o con hijos lactantes, o que padezcan de enfermedades crónicas73.
71. Corte IDH. Caso Instituto de Reeducación del Menor vs. Paraguay,
op. cit.
72. Corte IDH. Caso Chinchilla Sandoval y otros Vs. Guatemala,
párr. 216.
73. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de adopción
de medidas provisionales de 29 de julio de 2020. Ver también: Caso del
Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Resolución de la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos de 29 de julio de 2020. Solicitud de Medidas
Provisionales y Supervisión de Cumplimiento de Sentencia; Corte IDH.
Declaración 1/20, op. cit.; CIDH. Resolución 1/2020 Pandemia y Derechos
Humanos, op. cit. Puntos resolutivos 45 a 48. Ver también, inter alia:
OACNUDH. Hay que tomar medidas urgentes para evitar que el COVID-19
‘cause estragos en las prisiones, 25 de marzo de 2020. Disponible en:
https://acnudh.org/hay-que-tomar-medidas-urgentes-para-evitar-que-el-
covid-19-cause-estragos-en-las-prisiones/; OACNUDH. COVID-19: se nece-
36
2.3.2. Estándares sobre el derecho a la salud de personas
migrantes
37
requerimientos mínimos para ello, tales como: reducir el haci-
namiento al nivel más bajo posible en los centros de detención,
extremando la limpieza y las condiciones de ventilación y sanea-
miento; establecer protocolos de actuación para la prevención del
contagio de COVID-19 y la atención de las personas infectadas;
brindar a las personas migrantes acceso gratuito y sin discrimi-
nación a servicios de atención en salud frente al coronavirus, así
como a insumos preventivos tales como gel, mascarillas u otros;
garantizar el acceso de las mujeres embarazadas a los servicios
de atención de salud sexual y reproductiva; y garantizar el respeto
del principio de no devolución, cuando su vida o integridad esté
en riesgo78.
Los Estados deben asegurar a las personas que viven con dis-
capacidades una atención médica eficaz que permita, de iure y de
facto, el acceso a los servicios básicos de salud, cumpliendo con
los requisitos de disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y ca-
lidad. En este sentido, la jurisprudencia interamericana recuerda
que la discapacidad no se define exclusivamente por la presencia
de una deficiencia física, mental, intelectual o sensorial, sino que
se interrelaciona con las barreras físicas o arquitectónicas, comu-
nicativas, actitudinales o socioeconómicas, u otras limitaciones
que socialmente existen para que las personas puedan ejercer sus
derechos79.
38
Tomando en cuenta lo anterior, la Corte IDH se ha referido es-
pecíficamente al derecho a la salud de las personas que viven con
discapacidades mentales. En primer lugar, señala que los Estados
deben adoptar medidas para la promoción de la salud mental y la
prevención de enfermedades asociadas. También para garantizar
que la atención de salud mental sea disponible a toda persona que
la necesite80.
En segundo lugar, los Estados están obligados a brindar acce-
so a una atención médica eficaz que garantice su dignidad y auto-
nomía. Dicha obligación implica, inter alia, “la prestación de ser-
vicios de esa naturaleza que sean lo menos restrictivos posible”81.
Así, la atención y tratamiento médico de las personas que viven
con discapacidades mentales debe tener siempre como finalidad
el bienestar del paciente, preservando su dignidad y su autono-
mía, mejorando su calidad de vida y reduciendo los impactos de
su condición. De esta manera, existe el deber de adoptar como
principios orientadores del tratamiento psiquiátrico el respeto a
la intimidad y a la autonomía de las personas82.
En tercer lugar, los agentes de la salud deben contar con el
consentimiento y respetar la voluntad de las personas que viven
con discapacidades mentales para la aplicación o determinación
de un procedimiento médico. Al respecto, opera la presunción
de que las personas son capaces de expresar su voluntad. Solo
cuando sea comprobada la imposibilidad para consentir, corres-
ponderá el consentimiento por representación en relación con el
tratamiento a ser empleado83.
En cuarto lugar, la Corte ha señalado que los Estados tienen
un deber reforzado de regulación, vigilancia y supervisión respec-
to de los centros o instituciones públicos o privados que prestan
servicios médicos a personas que viven con discapacidades men-
tales84. En tal sentido, para preservar el derecho a la salud de las
80. Corte IDH. Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, op. cit., párrs. 109,
135, 138 y 139.
81. Ibíd., párr. 128.
82. Ibíd., párr. 109.
83. Ibíd., párr. 130.
84. Ibíd., párrs. 101 y ss.
39
personas internadas en dichas instituciones (públicas o priva-
das), los Estados deben velar porque reciban un tratamiento dig-
no, humano y profesional, y protegerlas contra la explotación, el
abuso y la degradación por parte del personal a cargo de su cui-
dado85. En esta línea, cabe señalar que la Corte ha precisado que,
a la hora de implementar procedimientos médicos, los métodos
de sujeción deben ser utilizados como última ratio, es decir, úni-
camente cuando la vida o integridad del paciente, personas a su
alrededor o agentes médicos estén en peligro86.
Además, los Estados deben garantizar que estos centros man-
tienen condiciones dignas y adecuadas; entre estas, un debido
mantenimiento, condiciones sanitarias y de higiene óptimas, con-
servación de la infraestructura, almacenamiento adecuado de los
alimentos y manejo eficiente de los residuos. Asimismo, deben
validar que el personal médico sea el adecuado para tratar las
enfermedades o padecimientos de los y las pacientes, garantizan-
do que se les trata con los medicamentos oportunos y adecuados
para las afectaciones padecidas por cada persona87.
Especial mención requiere la niñez que vive con discapacida-
des, y que muchas veces queda al margen del acceso a servicios de
atención de salud de calidad, de manera que los Estados tienen
una obligación particular de garantizar un entorno seguro y cálido
en relación con su asistencia médica88.
Finalmente cabe señalar que, en el marco de la pandemia,
los órganos internacionales han recordado a los Estados que las
personas con discapacidades se encuentran en una situación de
particular vulnerabilidad, y deben garantizar su atención médica
preferencial sin discriminación, así como su acceso a información
adecuada y comprensible, según las condiciones en que viven89.
40
2.3.4. Estándares sobre el derecho a la salud sexual y
reproductiva de las mujeres
90. Corte IDH. Caso Artavia Murillo (Fecundación in Vitro) Vs. Costa
Rica, párr. 148. Ver también: Corte IDH. Caso I.V. Vs. Bolivia, párr. 157.
91. Ibíd., párrs. 157 y 185.
92. Ibíd., párr. 209.
93. Ibíd., párr. 158.
41
de garantizar el acceso a la información, educación y medios ade-
cuados que permitan a las mujeres ejercer plenamente este de-
recho94. También existe la obligación estatal de reforzar los pro-
gramas de salud sexual y reproductiva, de manera que se ofrezca
información y educación en esta materia a las niñas y jóvenes95.
Asimismo, los Estados tienen la obligación de garantizar el
acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, que incluyan
métodos de planificación familiar seguros, eficaces, asequibles y
aceptables de la elección de cada mujer, así como a la tecnología
médica necesaria para ejercer el control de la fecundidad de ma-
nera plena y eficaz, incluidos los medios para garantizar la mater-
nidad y paternidad genética96.
Para garantizar este derecho, resulta particularmente rele-
vante el deber de obtener el consentimiento previo, libre, pleno
e informado de la paciente antes de realizar cualquier procedi-
miento que ataña a su salud sexual y reproductiva97. Así, los Es-
tados deben garantizar la existencia de normativa que asegure la
obtención del consentimiento informado y los elementos que se
deben respetar para su validez98. En esta línea, cabe señalar que
las mujeres tienen derecho a no padecer injerencias arbitrarias
sobre sus cuerpos y a no ser sometidas a tratamientos y experi-
mentos médicos no consentidos.
En consecuencia, existe una prohibición absoluta de realizar
procesos de esterilización femenina involuntaria, no consentida,
coercitiva o forzada. Al respecto, se destaca que dichos procedi-
mientos no constituyen tratamientos médicos de urgencia, de ma-
nera que existe un deber reforzado de obtener el consentimiento
previo, libre, pleno e informado antes de practicar una interven-
ción de esta naturaleza. Factores como la raza, discapacidad, po-
sición socioeconómica, no pueden ser un fundamento para limi-
42
tar la libre elección de la paciente sobre la esterilización ni obviar
la obtención de su consentimiento99.
Por otro lado, cabe señalar que, en el ámbito de la salud se-
xual y reproductiva, existe una obligación estatal particular de
eliminar todas las formas de discriminación, especialmente aque-
llas basadas en estereotipos de género100.
Finalmente, para preservar la salud sexual y reproductiva de
las mujeres durante la pandemia, los Estados deben garantizar el
acceso, la disponibilidad y continuidad de los servicios de salud
sexual y reproductiva, incrementando, en particular, las medidas
de educación sexual integral y de diseminación de información
por medios accesibles y con lenguaje adecuado, con el objeto de
alcanzar a las mujeres en su diversidad101.
43
La jurisprudencia interamericana ha reiterado que el derecho
a la salud constituye uno de los elementos fundamentales del de-
recho a una vida digna, aspecto que cobra particular relevancia
en el caso de los pueblos indígenas. Así, dado que la pérdida de
los recursos alimenticios y la ruptura de su relación simbólica
con la tierra ejercen un efecto particularmente perjudicial sobre
la salud de los pueblos indígenas, los Estados deben tomar medi-
das especiales para proteger y garantizar estos derechos interre-
lacionados en el caso de las comunidades y pueblos indígenas, a
efecto de garantizar su vida digna104.
En este sentido, en diversas sentencias, la Corte IDH ha con-
siderado que los Estados no cumplieron con el deber de adoptar
las medidas positivas apropiadas para satisfacer el derecho a una
vida digna respecto de los pueblos indígenas, dadas las afectacio-
nes que sufrieron en sus derechos a la salud, a la alimentación
o al acceso a agua limpia, las cuales afectaron directamente sus
posibilidades de gozar y ejercer otros derechos, tales como el de-
recho a la educación o a la identidad cultural105.
Los pueblos indígenas son particularmente vulnerables du-
rante la pandemia, dado que muchas veces carecen de acceso al
agua, jabón o desinfectante, pruebas de detección del virus o a
servicios médicos. En consecuencia, para proteger su derecho a
la salud, los Estados deberán tomar medidas especiales para ga-
rantizar su acceso a servicios de atención en salud con pertinen-
cia cultural, que tomen en cuenta los cuidados preventivos, las
prácticas curativas y las medicinas tradicionales de cada pueblo,
y para suministrar los bienes básicos indispensables106.
na Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, párrs. 167 y 168; Caso Yake Axa Vs.
Paraguay, op. cit., párr. 216.
104. Corte IDH. Caso Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay,
párr. 166.
105. Corte IDH. Caso Comunidades Indígenas Miembros de la Aso-
ciación Lhaka Honhat (Nuestra Tierra) Vs. Argentina, op. cit., párrs. 222
y ss.; Caso Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay, párr. 166. Ver
también: ONU. Comité DESC. Declaración sobre la pandemia de enfer-
medad por coronavirus (COVID-19) y los derechos económicos, sociales y
culturales, op. cit., párr. 15.
106. CIDH. Resolución 1/2020 Pandemia y Derechos Humanos, pun-
to resolutivo 56.
44
En el mismo sentido, respecto de las comunidades afrodes-
cendientes y tribales, los organismos internacionales de protec-
ción han recordado que se debe garantizar de forma oportuna
el acceso a servicios de salud pública integral, incorporando un
enfoque intercultural y garantizando a esta población información
clara, accesible e inclusiva sobre los procedimientos médicos que
se les practiquen107.
45
estatal de garantía de acceso a la información necesaria sobre su
diagnóstico o situación particular, así como de las posibilidades
de tratamiento, de manera que resulte clara y comprensible111. En
línea con lo anterior, también es relevante señalar que el deber de
obtener el consentimiento previo, libre, informado y pleno de la
persona adulta mayor o de quien ejerza su representación legal,
debe ser garantizado antes de realizar cualquier procedimiento
médico, con la excepción de que exista un riesgo inminente para
su vida o integridad que impida retrasar el procedimiento reque-
rido112.
Finalmente, en el marco actual de pandemia, los órganos in-
ternacionales han recordado que los Estados deben velar porque
las personas mayores sean especialmente tenidas en cuenta en
los programas de respuesta frente al virus, puesto que corren un
riesgo más elevado de sufrir consecuencias graves para su salud
en caso de contagio113. Por ejemplo, deben adoptar todas las me-
didas necesarias para prevenir que se contagien, en particular, las
personas adultas mayores que se encuentran en residencias de
larga estancia, hospitales o centros de privación de libertad, ga-
rantizando además su acceso a alimentos, agua y saneamiento114.
Por otro lado, deben garantizar su acceso a las pruebas de
COVID-19, así como a los medicamentos y tratamientos adecua-
dos y oportunos que requieran. En tal sentido, deberán revisar
que los tratamientos médicos sean aplicados sin discriminación y
prestando especial atención a las necesidades particulares de las
personas mayores que viven con discapacidad o que padecen en-
fermedades como diabetes, demencia senil, alzhéimer u otras115.
111. Corte IDH. Caso Poblete Vilches Vs. Chile, párr. 131.
112. Ibíd., párr. 166.
113. Comité DESC. Declaración sobre la pandemia de enfermedad
por coronavirus (COVID-19) y los derechos económicos, sociales y cultura-
les, párr. 5. Ver también: International Commission of Jurists (ICJ). Living
Like People Who Die Slowly…, pp. 48-56.
114. Ver, inter alia: Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolu-
ción de adopción de medidas provisionales de 29 de julio de 2020, párrs.
34 y ss. Ver también: Corte IDH. Declaración 1/20, op. cit.
115. CIDH. Resolución 1/2020 Pandemia y Derechos Humanos, pun-
tos resolutivos 40-44.
46
3. Consideraciones finales sobre el derecho a la salud
en el contexto de la pandemia por COVID-19 a la luz de
los estándares internacionales
47
ble que los Estados adopten medidas de política fiscal para redis-
tribuir equitativamente los recursos disponibles, aumentando al
máximo posible el presupuesto público disponible para garanti-
zar adecuadamente el derecho a la salud de la población121.
En línea con lo anterior, resulta particularmente relevante
que, a efectos de poder brindar esa respuesta integral frente a
la COVID-19, los Estados incentiven la investigación aplicada, la
innovación y la difusión de nuevas tecnologías científicas direc-
tamente aplicables a la lucha contra la propagación del patógeno
y, muy especialmente, al descubrimiento de nuevas alternativas
de tratamiento122. En este sentido, el establecimiento de reglas y
procedimientos que regulen la propiedad intelectual sobre tales
tecnologías y hallazgos resultará fundamental para garantizar el
acceso sin discriminación de la población a los eventuales tra-
tamientos preventivos o paliativos propuestos para enfrentar el
virus123.
Asimismo, los Estados deben adoptar políticas y tomar me-
didas pertinentes para regular los bienes, servicios e información
relacionada con el coronavirus, de manera que haya suficientes
medidas y servicios de prevención, así como adecuada informa-
ción para la prevención y atención de casos, accesible a la pobla-
ción124. El acceso a la información periódica y comprensible es
imprescindible para reducir el riesgo de transmisión del corona-
virus y para reducir el peligro de conductas estigmatizantes125.
48
En segundo lugar, existe la obligación estatal de garantizar
el acceso a las medidas de prevención frente a la COVID-19, ta-
les como distanciamiento social, mascarillas, agua, jabón y alco-
hol, entre otras126. El acceso universal requiere que todos estos
bienes, servicios e información no solo estén disponibles y sean
aceptables y de buena calidad, sino también que estén al alcance
físico de todos y sean asequibles para toda la población127.
En tercer lugar, los Estados deben garantizar mecanismos
que permitan establecer un diagnóstico de la enfermedad con
prontitud y exactitud128. Así, el acceso a pruebas diagnósticas y a
tecnologías relacionadas seguras y eficaces para la atención pre-
ventiva, curativa y paliativa de la COVID-19 resulta fundamental129.
Por ejemplo, la Corte ha desarrollado algunos elementos que debe
tenerse en cuenta para que los diagnósticos de personas con tu-
berculosis sean adecuados, tomando en cuenta la sintomatología
típica130. En tal sentido, es relevante que se fomente la investiga-
ción aplicada con el fin de establecer criterios claros para realizar
diagnósticos adecuados respecto del coronavirus.
Aunado a lo anterior, y en relación con las responsabilida-
des de salud pública, los proveedores de salud deben comprobar
que las personas que están en estrecho contacto con pacientes de
COVID-19, en especial las que pertenecen a grupos en particular
situación de riesgo frente a un eventual contagio, sean evaluadas y
126. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de adop-
ción de medidas provisionales; Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs.
Perú. Solicitud de Medidas Provisionales. Ver también: Corte IDH. Caso
Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 113.
127. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de adop-
ción de medidas provisionales de 29 de julio de 2020. Ver también: Caso
Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr. 113.
128. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de adop-
ción de medidas provisionales; Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs.
Perú. Solicitud de Medidas Provisionales. Ver también: Corte IDH. Caso
Hernández Vs. Argentina, párr. 79.
129. Corte IDH. Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párrs. 108 y
111.
130. Corte IDH. Caso Hernández Vs. Argentina, párr. 80.
49
tratadas de acuerdo con las recomendaciones internacionales en
la materia131.
En cuarto lugar, respecto de la atención y tratamiento de la
COVID-19, los Estados deben adoptar medidas para velar por el
suministro, la distribución y el acceso equitativo de toda la pobla-
ción, sin discriminación, a las instalaciones, bienes y servicios de
salud públicos y privados suficientes y de calidad132. Así, se debe
asegurar la atención adecuada de las personas con COVID-19, en
particular de los grupos que resultan más desproporcionalmen-
te afectados, y personas con enfermedades preexistentes que las
hacen especialmente vulnerables al virus133. En tal sentido, cabe
destacar que la escasez de recursos no justifica actos de discrimi-
nación directos, indirectos, múltiples o interseccionales134.
El acceso a medicamentos y otras tecnologías necesarias, y
su disponibilidad en cantidades suficientes, es un elemento fun-
damental del derecho a la salud y resulta indispensable para
enfrentar los contextos de pandemia135. Es importante recordar
que se debe garantizar acceso a los medicamentos más inocuos y
eficaces para combatir el virus, a precios asequibles136. Para ello,
es imprescindible que los Estados implementen estrategias que
eviten restricciones a medicamentos genéricos, el establecimien-
to de precios excesivos de medicamentos y vacunas, o abusos en
el uso de patentes, tales como la aplicación de cláusulas de flexi-
bilidad o excepción en esquemas de propiedad intelectual, entre
otras medidas137.
131. Ídem.
132. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párr.
108.
133. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de adop-
ción de medidas provisionales; Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs.
Perú. Solicitud de Medidas Provisionales.
134. CIDH. Resolución 1/2020 Pandemia y Derechos Humanos, pun-
to resolutivo 8.
135. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, párrs.
108 y 110. En el mismo sentido: Caso González Lluy Vs. Ecuador, párr.
194.
136. Caso González Lluy Vs. Ecuador, párr. 195.
137. CIDH. Resolución 1/2020 Pandemia y Derechos Humanos, pun-
to resolutivo 10.
50
Aunado a lo anterior, los Estados también deben garantizar
el establecimiento y la utilización de pautas de tratamiento nor-
malizadas de eficacia comprobada frente a la COVID-19138. En la
misma línea, existe la obligación de supervisar adecuadamente
la respuesta de las y los pacientes frente a los tratamientos brin-
dados, a efecto de realizar las adecuaciones necesarias139. Final-
mente, para garantizar el acceso a los tratamientos médicos, los
Estados deberían tomar en consideración todos los avances téc-
nicos de la ciencia médica al respecto140.
En cuanto al tratamiento, cabe recordar que está prohibido
someter a personas a pruebas médicas o científicas experimen-
tales sin su consentimiento. En consecuencia, antes de proceder
a suministrar un tratamiento frente a la COVID-19, se debe ga-
rantizar que existen mecanismos para obtener el consentimiento
previo e informado de las y los pacientes.
En quinto lugar, un abordaje integral frente a la COVID-19 de-
bería considerar el acceso a servicios de apoyo social, espiritual y
psicológico, así como a atención familiar, comunitaria y domicilia-
ria141, habida cuenta de los impactos y afectaciones sobre la salud
mental derivadas de las situaciones de aislamiento prolongado a
que se ha visto sometida la población, a consecuencia de las me-
didas de contención impuestas por los Estados142.
En tal sentido, existe la obligación estatal de mejorar la dispo-
nibilidad, accesibilidad y calidad de los servicios de salud mental
sin discriminación ante los efectos de los contextos de pandemia
y sus consecuencias, garantizando su distribución equitativa y,
sobre todo, el acceso a quienes se encuentran más expuestos o
tienen mayor situación de riesgo143.
En definitiva, tal y como han señalado diversos órganos in-
ternacionales, las dificultades que impone el contexto actual de
51
emergencia sanitaria a escala mundial, en particular respecto de
la protección del derecho a la salud de la población, requieren
la acción coordinada, sinergia y solidaridad entre los Estados,
las organizaciones internacionales y la sociedad civil para brindar
una respuesta regional y global efectiva a los desafíos derivados
de la pandemia, que sea respetuosa de los derechos humanos144.
144. Corte IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Resolución de medidas
provisionales, párr. 37. Ver también: Corte IDH. Declaración 1/20.
52
II
UN TEMBLOR A LO LARGO
DE LAS FALLAS ESTRUCTURALES:
UNA PERSPECTIVA CRÍTICA SOBRE LA COVID-19
Y EL DERECHO A LA SALUD EN LOS ESTADOS UNIDOS
53
Para empeorar las cosas, el gobierno de Donald Trump ha
exacerbado la crisis mediante una respuesta caótica, mal gestio-
nada, politizada y repleta de acusaciones, negación, mentiras, ne-
gativas a seguir los datos y recomendaciones científicas, intentos
de manipular las respuestas de las entidades científicas y pre-
siones a las mismas para que cambien sus directrices, con el fin
de que se ajusten a los fines políticos que le interesan. Al 29 de
noviembre de 2020, había más de 13.3 millones de casos de CO-
VID-19 notificados y 266,000 muertes en Estados Unidos, lo que
supone una de las tasas más altas de mortalidad (80 por cada
100,000 personas)4. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué hizo mal
Estados Unidos para producir tan graves y catastróficos efectos?
En muchos aspectos, la COVID-195 ha vuelto a poner de mani-
fiesto la prevalencia del racismo estructural e institucional en la
atención sanitaria a lo largo de Estados Unidos, tanto de manera
aparente como subestimada. Para entender cómo hemos llegado
hasta aquí es necesario profundizar en las estructuras sociales
e institucionales subyacentes que definen y siguen conformando
el acceso a la atención sanitaria de calidad. Aquí exploraremos
cómo el racismo estructural, que se refiere a las muchas “formas
en que las sociedades fomentan la discriminación [racial]”6 en
No todos los grupos son racializadas de la misma manera, pero las es-
tructuras subyacentes del colonialismo de poblamiento y ocupación, y el
racismo, como la antinegritud, han creado una jerarquía racial anclada
en el privilegio y la supremacía blanca. Analizamos aquí el impacto dispar
del derecho y el acceso a la salud antes de la crisis para evaluar el impacto
de la COVID-19 y su cruda revelación de estas desigualdades estructurales.
4. “Covid in the U.S.: Latest Map and Case Count”. The New York
Times, 29 de noviembre de 2020. Consultado el 29 de noviembre de
2020. Recuperado de https://www.nytimes.com/interactive/2020/us/
coronavirus-us-cases.html?name=styln-coronavirus®ion= TOP_
BANNER &block=storyline_menu_recirc&action=click&pgtype=
LegacyCollection&impression_id=17648811-327c-11eb -980b -
55781a7260ff&variant=1_Show
5. Nota de traducción: Debido a que COVID-19 se refiere a la enferme-
dad causada por el coronavirus, nos referimos a la COVID-19 para aludir
a la enfermedad.
6. KRIEGER, Nancy. “Discrimination and health inequities”. En Inter-
national Journal of Health Services: Planning, Administration, Evalua-
tion. Año 2014. Vol. 44,4, pp. 643-710.
54
áreas como el cuidado de la salud, ha potenciado una amplia
gama de factores estresantes, comorbilidades y resultados nega-
tivos para las minorías raciales, étnicas e indígenas7. Asimismo,
veremos que el racismo institucional, que se refiere a las prácti-
cas racialmente discriminatorias implementadas por institucio-
nes estatales y no estatales8, es una forma sustancial de perpe-
tuar las estratificaciones de riqueza, oportunidad y acceso a los
recursos sobre la base de la raza, la etnia y la identidad indígena.
Como lo ha señalado la epidemióloga social Nancy Krieger9, el
racismo está relacionado causalmente con los resultados negati-
vos para la salud a través de cinco vías que este produce; es decir,
la privación económica y social, la distribución de materiales y
desechos peligrosos, los traumas infligidos socialmente, la comer-
cialización selectiva de productos básicos perjudiciales, y el acce-
so, atención sanitaria y tratamiento inadecuados. Este capítulo se
basa en la bibliografía y los datos sobre salud pública existentes
para explorar cada una de estas vías del racismo estructural y sus
resultados negativos, tanto antes como después de la crisis de la
COVID-19.
A pesar de que Estados Unidos es una de las naciones más
ricas del mundo, se caracteriza por una profunda desigualdad
que penetra en sus instituciones, y que tiene sus raíces en la
historia del colonialismo de poblamiento y ocupación (settler
colonialism)10 y en la esclavitud. El país se fundó en el despojo y
55
el genocidio de las comunidades indígenas que vivían en el terri-
torio norteamericano y la esclavitud de la población afrodescen-
diente. Esto creó una jerarquía racial que sigue siendo en muchos
aspectos intransigente, lo que ha conducido a las desigualdades
que persisten hoy en día, a pesar del reconocimiento formal de
la igualdad ante la ley sin distinción de raza. Se manifiesta en la
disparidad económica, las barreras educativas, el racismo cul-
tural, el exceso de vigilancia policiaca y el encarcelamiento, que
afectan de manera desproporcionada a las personas negras, in-
dígenas, latinas y de color. Este racismo estructural e institucio-
nal es también la fuente de una xenofobia resurgente en Estados
Unidos, donde las personas inmigrantes no blancas, en particular
provenientes de América Latina, son racializadas y satanizadas
como “otras”. Esta historia y estructura de racismo se reproduce
dentro de las estructuras e instituciones del sistema de atención
sanitaria de EE. UU.
La teoría crítica de la raza busca entender cómo esta historia
afecta todos los aspectos de las instituciones estadounidenses,
incluyendo el sistema de atención sanitaria. La teoría crítica de
la raza se ocupa de estudiar y transformar la relación entre raza,
racismo y poder. “A diferencia de los derechos civiles tradiciona-
les, que prefieren el incrementalismo y el progreso paso a paso,
la teoría crítica de la raza cuestiona los fundamentos mismos del
orden liberal, incluyendo la teoría de la igualdad, el razonamiento
jurídico, el racionalismo de la Ilustración y los principios neu-
trales del derecho constitucional”11. Esta teoría entiende que el
racismo estructural se implementa en todos los aspectos de las
instituciones de EE. UU. y que es una de las razones subyacentes
de cada desigualdad que ocurre12.
Al mismo tiempo, las políticas neoliberales forman una es-
tructura entrelazada tanto con el racismo como con el colonialis-
56
mo de poblamiento y ocupación para exacerbar las desigualdades
e inequidades en el sistema de atención sanitaria. A diferencia de
la mayoría de los países desarrollados, Estados Unidos no cuenta
con un sistema de atención sanitaria universal. El sector privado
es el que principalmente se encarga de la atención sanitaria, junto
con cierta participación del sector público, a través de una com-
binación de organizaciones e instituciones con fines de lucro, sin
fines de lucro y de propiedad del gobierno.
Para tener acceso a esa atención sanitaria, la mayoría de las
personas tiene que obtener un seguro médico a través del mer-
cado de seguros privados. Quienes tienen un empleo estable en
empresas medianas o grandes, acceden al seguro médico a través
de su empleo y, de todos modos, una parte importante de sus
salarios se destina a pagar primas, deducibles y otros gastos de
atención sanitaria no cubiertos por sus planes, que a su vez pre-
sentan grandes disparidades en el nivel de cobertura que ofrecen.
Las personas más pobres pueden estar cubiertas por Medicaid, la
opción de seguro médico público, pero la elegibilidad es limitada
y, por lo general, no incluye a las personas inmigrantes.
El costo de la atención sanitaria en Estados Unidos es el más
alto del mundo; no obstante, los resultados en la salud de sus
habitantes son más pobres que los de otros países desarrollados
con cobertura universal. Debido a su elevado precio y a las con-
cesiones que se han hecho a los intereses empresariales en las
industrias farmacéutica y de seguros, la atención sanitaria no se
considera ni se asume como un derecho, sino como un producto
al que se accede de manera desigual en función de los recursos
personales de que se dispone.
En una nación en la que el acceso a la atención sanitaria de-
pende de los ingresos y los recursos personales, la situación so-
cioeconómica es un determinante fundamental de la salud. En
un estudio de la relación entre las disparidades de los seguros
médicos y la raza, el origen étnico y la situación socioeconómica,
se encontró en primer lugar una relación inversa entre el nivel de
educación y la probabilidad de no tener seguro médico. Las per-
57
sonas que no han completado la educación media superior (high
school) tienen 9.68 veces más probabilidades de no tener seguro
que quienes tienen un título de posgrado. Mientras que las perso-
nas con un título de licenciatura (Bachelor’s degree) tienen 1.94
veces más probabilidades de no tener seguro médico que las que
tienen un título de posgrado13. A su vez, las personas que tienen
al menos un diploma de educación media superior viven casi una
década más que quienes no lo tienen, mientras que las personas
que se gradúan de la universidad viven otros cuatro años (hom-
bres) y dos años (mujeres) más14. En el extremo, los hombres
con los ingresos más altos viven casi quince años más que los
hombres que tienen los ingresos más bajos15.
Estas cifras son llamativas, dada la forma en que el ingreso
tiene una relación directa con el nivel de educación y una relación
inversa con los resultados en la salud. En 2016, el ingreso anual
medio de las personas blancas no latinas16 era superior al de las
minorías raciales y étnicas, que era de 47 958 USD; mientras que
el ingreso de las personas negras se situaba en 31 082 USD y el de
las latinas en 30 400 USD. Ese contraste es aún mayor cuando se
comparan los ingresos en el décimo percentil inferior de cada gru-
po, dentro del cual, las personas blancas de bajos ingresos gana-
58
ban 15 094 USD y las personas negras y latinas de bajos ingresos
ganaban 8 201 y 9 900 USD, respectivamente17. Las disparidades
raciales en la educación y los ingresos conducen a disparidades
similares en el acceso a la atención sanitaria, los resultados en la
salud y la esperanza de vida.
En muchos sentidos, el estatus socioeconómico también in-
fluye en el lugar donde pueden vivir los grupos raciales, étnicos e
indígenas. Hay una extensa literatura sobre el racismo ambiental
en Estados Unidos. Un ejemplo es el predominio de los vertederos
de basura y desechos tóxicos situados estratégicamente cerca de
los hogares de los grupos marginados, raciales, étnicos e indíge-
nas18. Al igual que el notorio y muy divulgado ejemplo del fracaso
del gobierno para evitar que el plomo se filtrara en el agua potable
en la predominantemente minoritaria ciudad de Flint, Michigan,
la historia de las instalaciones de residuos en Chester, Pensilva-
nia, es un ejemplo emblemático de la forma en que los peligros
ambientales dañan la salud de las comunidades de color.
Durante décadas, Chester albergó múltiples instalaciones de
desechos tóxicos y, en 1988, se convirtió en el hogar del mayor
incinerador del país. Estas instalaciones fueron estratégicamen-
te ubicadas en y alrededor de Chester, cuya población es, en su
59
mayoría, de bajos ingresos y negra. A pesar de su proximidad al
condado de Delaware, que es racialmente diverso, Chester es una
ciudad 65% afrodescendiente y un 45% menos rica, con una tasa
de pobreza que triplica la del condado de Delaware. El desempleo
y la delincuencia son mucho más altos, además de tener una mor-
talidad 40% más alta que Delaware19.
Estas consecuencias negativas emanan, en gran medida, de
las toxinas en el aire y de la constante vibración y el estruendo
de los camiones de basura alrededor de los vecindarios, lo que
hace que los cimientos de muchas casas se agrieten, que bajen los
valores de las propiedades y que disminuya la inversión en estas
comunidades20.
Para empeorar las cosas, en 1988, la ciudad concedió un per-
miso para la construcción del mayor incinerador del país, que
hasta 1997 quemaba todos los residuos de Delaware, y de los es-
tados de Nueva Jersey y Nueva York. Con el tiempo, las condicio-
nes para los residentes de Chester empeoraron a medida que los
desechos, el olor y el ruido crecían, causando problemas respira-
torios y otras enfermedades21. Desafortunadamente, la historia de
Chester no es única. En todo el país, los incineradores y las ins-
talaciones de desechos tóxicos han sido desproporcionadamente
ubicados en o cerca de las comunidades de color22, que se ven
forzadas a internalizar sus condiciones de vida, en formas que
impactan negativamente la salud de las personas.
La literatura sobre salud pública ha examinado muy de cerca
la forma en que el racismo estructural y su resultante segrega-
ción residencial obliga a las personas de color a vivir en con-
diciones que conducen a resultados de salud más deficientes23.
60
La segregación residencial conduce a condiciones de vivienda de
calidad inferior en zonas asediadas por contaminantes, y a que
las viviendas estén alejadas de la educación de alta calidad y los
empleos decentes24. En estas condiciones, la población de color
sufre cada vez más de niveles más altos de mortalidad infantil25,
menor esperanza de vida26 y mayores riesgos de desarrollar en-
fermedades crónicas27.
El racismo estructural somete a las personas negras, indíge-
nas y de color a determinantes sociales que las hacen vulnerables
a tener mala salud. La pobreza, los entornos insalubres, la mayor
exposición a riesgos en el lugar de trabajo, la mala alimentación
y los factores estresantes de la vida cotidiana en la marginación,
contribuyen a una salud más deficiente. Una vez que son vulne-
rables, la falta de acceso a la atención sanitaria exacerba estas
condiciones.
Estados Unidos ha fracasado en dos aspectos fundamentales
para garantizar el derecho a la salud. Por un lado, el país no ha
logrado implementar una cobertura de seguro médico universal.
61
Por otra parte, no ha implementado intervenciones apropiadas
que puedan reducir al mínimo los riesgos para la salud a que
se enfrentan las personas vulnerables y que puedan mejorar
los determinantes estructurales de la mala salud28. Al negarse
a abordar adecuadamente la desigualdad racial y social, y al no
asegurar la cobertura universal de la atención médica, EE. UU. ha
exacerbado los daños que se infligen a la población de color29.
Además de estos determinantes sociales de la salud, la po-
blación de color también debe hacer frente a las tensiones y ame-
nazas de las actuales estructuras del racismo, el colonialismo de
poblamiento y ocupación y la xenofobia, todo lo cual influye en
la distribución del poder y los recursos, e impulsa aún más el
círculo vicioso. En consecuencia, las vidas negras se devalúan,
las comunidades indígenas siguen siendo desposeídas y su iden-
tidad borrada, y las personas inmigrantes que realizan trabajos
esenciales son racializadas, criminalizadas y satanizadas, en una
situación en la que su estatus legal las despoja de todos sus de-
rechos. Estas tensiones y amenazas son también conocidas como
determinantes sociales de la inequidad30.
Los factores estresantes producen un rango de respuestas
bioquímicas, fisiológicas, mentales y de comportamiento que da-
ñan la salud de las personas de color31. A la vez, estas desencade-
nan respuestas físicas y psicológicas como la hipertensión arterial
y niveles más altos de hormonas de estrés32. La sobreproducción
de hormonas, como el cortisol, pueden causar la supresión de
funciones inmunes y cambios en el ritmo cardíaco y la presión
arterial que, con el tiempo, pueden conducir a trastornos psiquiá-
tricos, hipertensión e insuficiencia cardíaca33.
28. Ídem.
29. Ídem.
30. Ibíd., pp. 71-73.
31. CARTER, Robert T., PIETERSE, Alex L. “Understanding reactions
to stress: Trauma, traumatic stress, and posttraumatic stress disorder”.
En Measuring the Effects of Racism: Guidelines for the Assessment and
Treatment of Race-Based Traumatic Stress Injury. Columbia University
Press, 2020.
32. Ibíd., p. 28.
33. Ibíd., p. 26.
62
El rechazo y la exclusión de la sociedad pueden ser extrema-
damente estresantes y causar dolor físico en la persona34. Jun-
to con los factores estresantes relacionados con la racialización,
como el (des)empleo, los acontecimientos difíciles de la vida y la
discriminación, el rechazo y la exclusión sistemáticos hacen que
las personas de color estén cada vez más expuestas a varios facto-
res estresantes bioquímicos y fisiológicos. La población negra es
el grupo que más probablemente experimente un “agrupamiento”
de factores estresantes, y las personas latinas nacidas en Estados
Unidos experimentan patrones similares35.
Con el tiempo, la exposición crónica a estos factores estresan-
tes se traduce en un trauma y un desorden de estrés postraumá-
tico, que afecta aún más la salud. Por ejemplo, se ha descubier-
to que la experiencia traumática relacionada con la racialización
altera la anatomía del cerebro de las y los niños, lo que provoca
cambios estructurales asociados al desarrollo de la ansiedad y la
depresión36. Dada la conexión de estas experiencias con la neu-
robiología de niñas, niños y adolescentes de color, es necesario
investigar más para comprender los efectos traumáticos y dura-
deros resultantes.
¿Qué sucede cuando la salud empeora y llega el momento de
buscar atención médica? Cuando hay cobertura, la calidad de la
atención médica puede estar ausente. Por el contrario, cuando
hay calidad de atención médica, puede que no haya acceso a ella.
Estas barreras para los grupos raciales, indígenas y étnicos, co-
múnmente conocidas como desigualdades en materia de salud,
han existido durante décadas. De hecho, todas las variables re-
lativas a las minorías raciales, cuando se comparan con las de
la mayoría blanca, muestran asociaciones positivas con la falta
63
de cobertura de seguro médico; lo mismo ocurre con la pobla-
ción latina, incluso cuando se controlan variables como género,
edad, estado civil y situación laboral37. Lamentablemente, esto es
cierto incluso en esta época de la ley de Protección del Paciente
y Atención Sanitaria Asequible (ACA, por sus siglas en inglés), el
esfuerzo federal más importante que se ha realizado para reducir
las disparidades en materia de salud en Estados Unidos38.
Más concretamente, si bien Estados Unidos tiene los mayores
gastos en atención sanitaria per cápita del mundo, decenas de
millones de personas siguen sin tener seguro o tienen un seguro
insuficiente39. A modo de comparación, antes de la aprobación de
la ley, en 2008, la agencia gubernamental conocida como Centros
para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus
siglas en inglés) descubrió que la población afrodescendiente te-
nía casi el doble de probabilidades de carecer de seguro médico
que la población blanca no latina, mientras que la población la-
tina tenía más del triple de probabilidades de carecer de seguro
médico40.
Se estima que el costo de estas disparidades en los costos
médicos directos y la pérdida de productividad superó los 1.24
billones USD entre 2003 y 200641. Según la CDC,
37. HEGENAUER, Christa L. “Are we coverd?...”, op. cit., pp. 103, 105.
38. United States Department of Health and Human Services. Strate-
gic Goal 1: Strengthen Health Care. HHS. 2015. Consultado el 26 de sep-
tiembre de 2020. Recuperado de http://www.hhs.gov/about/strategic-plan/
strategic-goal-1/index.html
39. TODD, Susan R., SOMMERS, Benjamin D. “Overview of the Unin-
sured in the United States: A Summary of the 2012 Current Population
Survey Report”, en Department of Health and Human Services Office of
the Assistant Secretary for Planning and Evaluation (ASPE). Issue Brief.
2012. Consultado el 30 de septiembre de 2020. Recuperado de http://
aspe.hhs.gov/health/reports/2012/uninsuredintheus/ib.cfm
40. HEGENAUER, Christa L. “Are we coverd?…”, op. cit., p. 94.
41. Ídem.
64
nos grupos raciales y étnicos en Estados Unidos han hecho que
el origen racial y el origen hispánico [sic] se encuentren entre las
características demográficas más importantes de interés para
los usuarios de la Encuesta Nacional de Salud (NHIS)42.
42. Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Race and His-
panic Origin Information. CDC National Center for Health Statistics. 2010.
Consultado el 30 de septiembre de 2020. Recuperado de https://www.cdc.
gov/nchs/nhis/rhoi/rhoi_history.htm
43. GOODNOUGH, Abby, PEAR, Robert. “Unable to meet the deduct-
ible or the doctor”. The New York Times. 17 de octubre 2014. Consul-
tado el 30 de septiembre de 2020. Recuperado de https://www.nytimes.
com/2014/10/18/us/unable-to-meet-the-deductible-or-the-doctor.html
44. United States Census Bureau. Net worth and asset ownership
of households: 2011.2014. U.S. Census Bureau. Consultado el 30 de
septiembre de 2020. Recuperado de https://www.census.gov/newsroom/
press-releases/2014/cb14-156.html
45. CARUSO, Dominic F., HIMMELSTEIN, David U., WOOLHANDLER,
Steffie. “Single-Payer Health Reform”. En Harvard Public Health Review.
2015. Vol. 7., pp. 1-4.
65
Al igual que el acceso inadecuado, la calidad de la atención
también exhibe el racismo institucional y las desigualdades en
materia de salud. En varios estudios, los expertos comproba-
ron que los proveedores de atención sanitaria contribuyen a las
disparidades raciales y étnicas mediante su papel en la relación
paciente-proveedor, el diagnóstico y la prestación de servicios46.
Este tipo de racismo se presenta debido a la infraestructu-
ra organizativa de una institución y a la asignación de recursos,
como la falta de divulgación, la falta de prestación de servicios
directos, los servicios inapropiados desde el punto de vista cul-
tural y lingüístico, y la ausencia de sistemas que garanticen que
los proveedores asuman su responsabilidad47.
Teniendo en cuenta los determinantes sociales de la inequi-
dad y la salud antes descritos, no es sorprendente que las redes
del racismo estructural, el colonialismo de poblamiento y ocupa-
ción, y la xenofobia, junto con un modelo de atención sanitaria
capitalista, socaven los esfuerzos de reforma de la atención sani-
taria para remediar o desmantelar esos sistemas.
46. HAVES, Betsy E., YONAS, Michael A., MASON, Mondi A., et al.
“Eliminating Inequities in Health Care: Understanding Perceptions and
Participation in an Antiracism Initiative”, en Health Promotion Practice.
2011. Vol. 12. N° 6, pp. 848-857.
47. JONES, Camara P. “Levels of racism: A theoretic framework and
a gardener’s tale”, en American Journal of Public Health. 2000. Vol.
90, N° 8, pp. 1212-1215. Consultado el 30 de septiembre de 2020. Re-
cuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1446334/
pdf/10936998.pdf
66
recho a la salud no está reconocido legal ni constitucionalmente,
por ley nacional o estatal, y esta falta de reconocimiento significa
que las protecciones y garantías son inadecuadas y dispares en
todo el país. En ausencia de un reconocimiento claro del derecho
a la salud, ya sea a nivel federal o internacional, los esfuerzos
como la promulgación de la ley ACA y las leyes estatales, como las
de Massachusetts y Vermont, siguen sin contar con protecciones
realmente apropiadas y equitativas.
Como cuestión preliminar, vale la pena recordar el significado
y las garantías del derecho a la salud. La Organización Mundial
de la Salud (OMS) definió el derecho a la salud como “el goce del
grado máximo de salud que se pueda lograr... sin distinción por
motivos de raza, religión, ideología política o condición econó-
mica o social”, entendiéndose por salud “un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de
afecciones y enfermedades”48.
Haciendo eco de los determinantes sociales de la salud exa-
minados anteriormente, el Comité de Derechos Económicos, So-
ciales y Culturales también reconoció “factores determinantes bá-
sicos de la salud”, como el acceso a la atención sanitaria y a los
hospitales; el agua potable y condiciones sanitarias adecuadas, la
alimentación sana, la nutrición y la vivienda adecuadas, las con-
diciones de trabajo y un medio ambiente salubres, la educación e
información sobre cuestiones relacionadas con la salud y la igual-
dad de género49.
En virtud del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, los Estados se comprometen a reconocer
el derecho a la salud y a respetar sus derechos derivados, lo que
incluye el establecimiento de un sistema de protección de la sa-
lud que brinde a todos iguales oportunidades para disfrutar el
48. Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos. Folleto informativo No. 31: El derecho a la salud.
Junio 2008. No. 31. Consultado el 15 de noviembre de 2020. Recupe-
rado de https://www.refworld.org/cgi-bin/texis/vtx/rwmain/opendocpdf.
pdf?reldoc=y&docid=5289d2de4
49. Ibíd., p. 3.
67
más alto nivel posible de salud; el derecho a la prevención y el
tratamiento de las enfermedades, y la lucha contra ellas; la salud
materna, infantil y reproductiva; el acceso igual y oportuno a los
servicios de salud básicos; el acceso a la educación y la informa-
ción sobre cuestiones relacionadas con la salud; y la participación
de la población en el proceso de adopción de decisiones en cues-
tiones relacionadas con la salud a nivel comunitario y nacional50.
Y si bien algunas de esas obligaciones están “sujetas a una realiza-
ción progresiva”, como mínimo, los Estados tienen que demostrar
que están haciendo todo lo posible, dentro de los límites de los
recursos disponibles, para proteger y promover mejor el derecho
a la salud51.
Las obligaciones de un Estado respecto del derecho a la sa-
lud pueden resumirse en la obligación de proteger, impidiendo
que partes terceras interfieran en el derecho; de respetar, abste-
niéndose de interferir directa o indirectamente en ese derecho; y
de realizar, adoptando una política o plan nacional de salud que
abarque todos los sectores y todas las poblaciones dentro de su
jurisdicción52. Además, estos pactos y la OMS son explícitos al
señalar que el derecho a la salud debe ser no discriminatorio,
rechazando “toda distinción, exclusión o restricción hecha por
diversas causas, que [tengan] el efecto o propósito de dificultar
o impedir el reconocimiento, disfrute o ejercicio de los derechos
humanos y las libertades fundamentales”53. No es de extrañar que
estas obligaciones se repitan y se subrayen en pactos conexos,
como la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación Racial, que exige a los Estados que
aborden el acceso diferenciado a la atención sanitaria.
¿Cuál es la posición de Estados Unidos con respecto a
estos y otros pactos que reconocen el derecho a la salud? ¿Se
ha comprometido a nivel internacional, y por tanto nacional, a
68
respetar el derecho a la salud? En primer lugar, Estados Unidos
no es parte en el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales —ya que aún no lo ha ratificado—, ni en la
mayoría de los demás instrumentos jurídicos internacionales que
declaran o definen el derecho a la salud. Además, no ha recono-
cido el derecho a la salud en su Constitución. De hecho, incluso
cuando los partidarios del derecho a la salud han tratado de obte-
ner su reconocimiento, bajo la teoría de la discriminación econó-
mica en virtud de la Decimocuarta Enmienda de la Constitución,
que exige que el gobierno proporcione prestaciones sociales sin
discriminación, eso no ha cobrado fuerza54. Esta falta de recono-
cimiento bajo la Constitución, o en virtud de un convenio inter-
nacional vinculante, ha dejado a las personas en Estados Unidos
sin un derecho a la salud jurídicamente reconocible o exigible55.
Sin embargo, la adhesión de EE. UU. a pactos como la Conven-
ción Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial parece sugerir que se ha comprometido,
a nivel internacional y nacional, a reconocer ese derecho en el
marco de esta Convención: no solo la firmó en 1966 y la ratificó
en 1994, sino que en 2007 presentó un informe periódico al Co-
mité para la Eliminación de la Discriminación Racial en el que
se abordan preocupaciones relativas al uso indebido de perfiles
raciales, la segregación residencial, el encarcelamiento despro-
porcionado, las diferencias en el acceso a la atención sanitaria y
las diferencias en el rendimiento escolar, todo lo cual repercute
directa e indirectamente en el derecho a la salud56. En particular,
69
EE. UU. destacó que prohíbe la discriminación en los hospitales y
centros de atención sanitaria, y agregó que, desde 2003, ha estado
haciendo un seguimiento del acceso a la atención sanitaria de las
minorías raciales y étnicas, mediante el Informe nacional sobre la
calidad de la atención sanitaria (NHQR, por sus siglas en inglés) y
el Informe nacional sobre las disparidades en la atención sanita-
ria (NHDR, por sus siglas en inglés), y que “el HHS [Departamento
de Salud y Servicios Humanos] y el Departamento de Justicia ha-
cen cumplir enérgicamente estas leyes”57. Es interesante observar
que, en este informe, EE. UU. reconoció que los datos que ha reco-
pilado a través del NHQR y el NHDR indican que “la calidad de la
atención sanitaria en Estados Unidos podría mejorarse”58.
En respuesta a este informe periódico, el Comité para la Eli-
minación de la Discriminación Racial expresó su preocupación
por el hecho de que
https://tbinternet.ohchr.org/_layouts/15/treatybodyexternal/Download.
aspx?symbolno=CERD%2fC%2fUSA%2f7-9&Lang=en
57. Ibíd., p. 45.
58. Ídem.
59. Oficina de Naciones Unidas del Alto Comisionado por los Dere-
chos Humanos (OHCHR por sus siglas en inglés). Observaciones finales
sobre los informes periódicos séptimo a noveno combinados de los Es-
tados Unidos. CERD/C/USA/CO/7-9. 25 de septiembre de 2014. Consultado
el 23 de octubre de 2020. Recuperado de https://tbinternet.ohchr.org/_la-
youts/15/treatybodyexternal/Download.aspx?symbolno=CERD%2fC%2fUS
A%2fCO%2f7-9&Lang=en
70
el programa de ampliación del Medicaid, lo que ha dado lugar a
que no “se aborden las disparidades raciales en el acceso a una
atención sanitaria asequible y de calidad”60. A continuación, el
Comité recomendó a Estados Unidos que adoptara medidas para
60. Ibíd., p. 7.
61. Ídem.
62. Asamblea General de las Naciones Unidas. Resolución adoptada
por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015. A/RES/70/1. 21 de
octubre del 2015. Consultado el 23 de octubre de 2020. Recuperado de
https://www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/RES/70/1&Lang=E
71
programas subvencionados para personas de ingresos bajos y
medios, proporcionó apoyo a los estados para ampliar el progra-
ma Medicaid, que está diseñado para apoyar a las personas de
bajos ingresos, y ordenó que todas las personas mantuvieran un
seguro médico, a menos que no hubiera otra opción asequible63.
El HHS ha argumentado que la ley ACA representa el esfuer-
zo federal más significativo para reducir las disparidades en ma-
teria de salud en la historia del país64. Según el HHS, esta ley
busca abordar las disparidades de salud que experimentan las
poblaciones desatendidas que, históricamente, han tenido acceso
y resultados deficientes en la salud, a través de “una mejora en
la calidad, el aumento en el acceso y protecciones para los consu-
midores de la atención sanitaria”65. Además, la ley ACA contiene
disposiciones que apuntan claramente a reducir las disparidades
entre las poblaciones de bajos ingresos y las poblaciones racia-
lizadas y étnicas desfavorecidas, aunque el HHS considera que
todavía es necesario realizar esfuerzos específicos para garantizar
que reciban estos nuevos beneficios66.
Si bien la adopción de la ley ACA podría sugerir que Estados
Unidos considera la salud como un derecho humano, el propio
marco de esta ley indica que se trata más bien de un producto
reservado a quienes tienen recursos y acceso a ese sistema. Por
ejemplo, incorporó importantes concesiones a los intereses de las
empresas de salud, las industrias farmacéuticas y de seguros, las
cuales presionaron considerablemente a los legisladores67. Así,
72
un retraso de dos años en la implementación de los controles de
precios de Medicare para el medicamento de diálisis Sensipar,
permitió a la empresa de biotecnología Amgen cobrar aproxima-
damente 500 millones USD, al mantener durante dos años el ya
alto precio de Sensipar para pacientes que necesitan diálisis68.
La ley ACA también dejó intactas las Organizaciones de Aten-
ción Sanitaria Responsable (Accountable Care Organizations, ACO
por sus siglas en inglés), que son versiones modificadas de las
Organizaciones de Atención Sanitaria Administrada de las empre-
sas privadas (Managed Care Organizations, MCO por sus siglas en
inglés) que obedecen a los intereses empresariales desde los años
setenta hasta hoy69.
Así pues, al confiar en aseguradoras privadas para financiar
la atención sanitaria, los redactores de la ley ACA dieron la llave de
este sistema a las aseguradoras con fines de lucro, cuya principal
preocupación es maximizar los beneficios de los accionistas, me-
diante el aumento de las primas y la denegación de cobertura de
las afecciones preexistentes, que pudiesen significar altos costos;
esto se conoce como ‘cherry-picking’, es decir, la selección sesga-
da de los consumidores aparentemente más sanos. Aunque la ley
ACA prohíbe técnicamente estas tácticas, existen pruebas de que
las aseguradoras están encontrando formas de eludir estas regu-
laciones70. Para empeorar las cosas, la atención sanitaria sigue
siendo un tema político conflictivo. Mientras que la estructura fe-
68. LIPTON, Eric y SACK, Kevin. “Fiscal Footnote: Big Senate Gift
to Drug Maker”. The New York Times. 20 de enero de 2013. Consul-
tado el 19 de noviembre de 2020. Recuperado de https://www.nytimes.
com/2013/01/20/us/medicare-pricing-delay-is-political-win-for-amgen-
drug-maker.html
69. GAFFNEY, Adam, HIMMELSTEIN, David, WOOLHANDLER, Steffie.
“The Failure of Obamacare and a Revision of the Single-Payer Proposal
after a Quarter-Century of Struggle”. En WAITZKIN, Howard. Health Care
Under the Knife: Moving Beyond Capitalism for Our Health. NYU Press.
70. JACOBS, Douglas B., SOMMERS, Benjamin D. “Using Drugs to
Discriminate—Adverse Selection in the Insurance Marketplace”, en New
England Journal of Medicine. 2015. Vol. 372, No.5, pp. 399-402. Consul-
tado el 23 de octubre de 2020. Recuperado de https://www.nejm.org/doi/
pdf/10.1056/NEJMp1411376?articleTools=true
73
deral del país exige dejar el asunto a la discreción de los estados,
el sistema bipartidista obliga a los partidos y al electorado a elegir
una posición en el debate.
Además de estos fundamentos problemáticos y estructurales,
el mandato en la ley ACA, por el cual los individuos deben estar
asegurados o, de lo contrario, pagar una multa, de forma que toda
la población pueda tener acceso a un seguro, sigue enfrentando
problemas de cobertura de larga data. Estudios recientes mues-
tran que una cuarta parte de las personas adultas con seguro
privado no puede pagar la atención sanitaria cuando se suman
las primas, los deducibles y los gastos de bolsillo71. Asimismo,
millones de personas seguían sin tener seguro médico en 201672.
De hecho, al analizar los datos disponibles antes y después
de ser aprobada la ley ACA, se encontró que los bajos niveles de
educación, la identidad racial no blanca y la etnicidad hispana
estaban todas relacionadas con una mayor incidencia en la falta
de seguro médico73. Como era de esperar, el éxito y el fracaso de
la ley ACA ha variado de un Estado a otro74, ya que cada cual ha
adoptado su propio enfoque de implementación.
Ante la disparidad en la implementación y la falta de recono-
cimiento nacional del derecho a la salud, unos cuantos estados
han tomado el asunto en sus propias manos. Massachusetts es
un ejemplo significativo: el 86% de personas adultas, entre 19 y
74
64 años, tenían seguro médico en 2006; en 2017, más del 96%
de las personas adultas contaban con seguro, como resultado de
una ley que proporciona acceso a una atención sanitaria asequi-
ble, de calidad y responsable, más conocida como el Capítulo 58
(Act Providing Access to Affordable, Quality, Accountable Health
Care, o Chapter 58)75.
Este esfuerzo de reforma trató de reconocer la atención sa-
nitaria como un derecho humano, y resolver la crisis de falta de
seguro y los altos costos médicos. Aunque tuvo éxito en cuanto
al aumento de la cobertura, el Capítulo 58 dio paso a una crisis
causada por el infraseguro; es decir, una situación en que las per-
sonas, aunque tuvieran un seguro médico, no podían acceder a la
atención sanitaria necesaria o adecuada76. Además, si bien impul-
só el reconocimiento de la atención sanitaria como un derecho hu-
mano mediante una fuerte campaña de base y popular, el Estado
no logró aprobar una enmienda a la Constitución de Massachu-
setts y no pudo mejorar el entendimiento entre la población sobre
el significado real de ese derecho77. No obstante, más de diez años
después de haber sido aprobado el Capítulo 58, Massachusetts
tiene una de las tasas más altas de cobertura de seguro médico en
Estados Unidos. Aunque no es perfecta, los logros de la ley fueron
parte de la razón por la que el presidente Obama configuró la ley
ACA con base en el Capítulo 5878.
Un segundo ejemplo ilustrativo es el estado de Vermont, hogar
del senador y reciente candidato presidencial, Bernie Sanders. Al
75. SKOPEC, Laura, LONG, Sharon K., SHERR, Susan et al. Find-
ings from the 2017 Massachusetts health information survey. Center
for Health Information and Analysis; Urban Institute; SSRS. Diciembre de
2017. Consultado el 23 de octubre de 2020. Recuperado de http://www.
chiamass.gov/assets/docs/r/survey/mhis-2017/2017-MHIS-Report.pdf
76. MACNAUGHTON, Gillian, MCGILL, Mariah, JAKUBEC, April, et al.
“Engaging Human Rights Norms to Realize Universal Health Care in Mas-
sachusetts, USA”. En Health and Human Rights, 2018. Vol. 20, No. 2, pp.
93-104. Consultado el 30 de septiembre de 2020. Recuperado de https://
www.jstor.org/stable/10.2307/26542063
77. Ibíd., p. 93.
78. Ibíd., p. 94.
75
igual que Massachusetts, Vermont también tenía una porción de
su población sin seguro médico: casi el 10% de sus habitantes,
aproximadamente 66 000 residentes79. El Estado aprobó dos le-
yes: la ley 128 (2010) y la ley 48 (2011), mediante las cuales reco-
noció la atención sanitaria como un “bien público”, y adoptó los
principios de derechos humanos como directrices para un nuevo
sistema de atención sanitaria universal, que abarcara a todas las
personas residentes de Vermont80. Este fue el primer esfuerzo en
Estados Unidos por enmarcar una reforma de la atención sanita-
ria en el contexto del reconocimiento del derecho a la salud.
Desde entonces, el senador Bernie Sanders ha seguido pre-
sionando para que el gobierno federal reconozca ese derecho. En
2013, el senador dio un paso más allá al presentar un proyec-
to de ley en el Congreso de EE. UU. para establecer un sistema
de atención sanitaria universal. Y aunque ese esfuerzo no tuvo
copatrocinadores y fracasó81, recientemente ha cobrado fuerza
a través de un nuevo proyecto de ley conocido como “Medicare
para Todos” diseñado para mejorar y ampliar la cobertura de la
atención sanitaria; ahora cuenta con 17 copatrocinadores en el
Senado82.
Aunque estas reformas estatales son esfuerzos esperanzado-
res de reconocimiento del derecho a la salud, Estados Unidos
79. MCGILL, Mariah. “Using human rights to move beyond the polit-
ically possible”. En Clearinghouse Review Journal of Poverty Law and
Policy. 2011. Vol. 44, pp. 459–460. Consultado el 30 de septiembre de
2020. Recuperado de https://www.northeastern.edu/law/pdfs/academics/
phrge-mcgill_clearinghouse_janfeb2011.pdf
80. MACNAUGHTON, Gillian, MCGILL, Mariah, JAKUBEC, April, et al.
“Engaging Human Rights Norms to Realize Universal Health Care in Mas-
sachusetts, USA”… op. cit., p. 83.
81. The Nation. “The political genius of Bernie’s ‘Medicare for All’
bill”. The Nation. 20 de septiembre de 2017. Consultado el 30 de sep-
tiembre de 2020. Recuperado de https://www.thenation.com/article/archi-
ve/the-political-genius-of-bernies-medicare-for-all-bill/
82. SANDERS, Bernie. A Bill to Establish a Medicare for All National
Health Insurance Program: S. 1804. En 115th Congress, 1st Session. Con-
sultado el 30 de septiembre de 2020. Recuperado de https://www.sanders.
senate.gov/download/medicare-for-all-act?id=6 CA 2351 C -6 EAE -4 A 11-
BBE4-CE07984813C8&download=1&inline=file
76
sigue demostrando su amplia transigencia federal y estatal hacia
los poderosos intereses corporativos. En muchos sentidos, los
casos de Massachusetts y Vermont son un microcosmos del pro-
blema nacional. Por una parte, las personas siguen careciendo de
información y sin entender el derecho a la salud, por lo que no
están facultadas para exigir cambios más amplios. Por otro lado,
dada la ausencia de un reconocimiento constitucional o normati-
vo del derecho a la salud, las reformas menos transformadoras,
como la ley ACA, siguen reproduciendo los mismos retos a nivel
estatal y federal, de forma que continuamente se generan dispari-
dades en el acceso y la calidad de la atención sanitaria.
83. “Covid world map: which countries have the most coronavirus
cases and deaths?” The Guardian. 28 de octubre de 2020. Consultado
el 28 de octubre de 2020. Recuperado de https://www.theguardian.com/
world/2020/oct/28/covid-world-map-which-countries-have-the-most-coro-
navirus-cases-and-deaths.
84. “The Fullest Look Yet at the Racial Inequity of Coronavirus.” The
New York Times, 5 de julio de 2020. Consultado 10/28/20. Recuperado de
https://www.nytimes.com/interactive/2020/07/05/us/coronavirus-latinos-
african-americans-cdc-data.html.
77
la politización de la pandemia por parte de Trump y su gobier-
no, a través de la negación, las mentiras, la negativa a seguir los
datos y recomendaciones científicas, los intentos de manipular
la respuesta para ajustarse a los objetivos político-económicos
que beneficiarían su posible reelección, culpar a otros y presionar
a los organismos científicos como la CDC, la Administración de
Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) y otros
asesores científicos no partidistas.
La fallida respuesta nacional al brote de la COVID-19 provocó
un daño que podría haberse evitado o atenuado con un lideraz-
go adecuado. Desde el principio, Trump y su gabinete negaron y
mintieron sobre la gravedad del brote. Cuando comenzó en EE.
UU., Trump, intencionalmente, minimizó la gravedad del virus.
En enero dijo que el coronavirus estaba “totalmente bajo control”
y que solo habría unos cuantos casos en EE. UU., antes de que
el número “bajara a cero”. A finales de febrero, Trump dijo: “Va
a desaparecer. Un día será como un milagro, desaparecerá”. En
marzo, dijo que la gente podría celebrar la derrota del coronavi-
rus yendo a la iglesia en Pascua85.
El periodista del The Washington Post, Bob Woodward, entre-
vistó a Trump 18 veces entre el 28 de enero y el 14 de agosto para
su libro Rage, recientemente publicado. Basándose en esas entre-
vistas, Woodward afirma que Trump mintió a propósito sobre los
riesgos de la COVID-19. Durante las entrevistas, él reveló que sabía
más sobre la gravedad de la enfermedad de lo que había admitido
públicamente. Según una cinta de la entrevista, Trump le dijo a
Woodward en febrero que el coronavirus era más mortal que la
influenza. Sin embargo, más tarde ese mes, aseguró públicamente
que el virus estaba “muy controlado” y que el número de casos
pronto estaría cerca de cero. Hablando en el Capitolio a principios
78
de marzo, Trump dijo, “solo mantengan la calma. Se irá”. Nueve
días después de que la Casa Blanca declarara la pandemia como
una emergencia nacional, el presidente le dijo a Woodward: “Que-
ría siempre restarle importancia. Todavía me gusta restarle im-
portancia, porque no quiero crear pánico”86.
Trump se negó abiertamente a reconocer la ciencia y los da-
tos, yendo continuamente contra las recomendaciones del CDC.
No solo negó la seriedad de la COVID-19, sino que él y su gobierno
politizaron el tema. A finales de febrero, acusó a los demócratas
de “politizar” el brote de la COVID-19 durante un acto de campa-
ña, afirmando que el brote era “su nueva patraña”, mientras él
seguía minimizando el riesgo en EE. UU.87.
Esta politización también sugirió al pueblo estadounidense
que debía mantenerse escéptico respecto de los científicos y ex-
pertos en salud. Michael R. Caputo, el secretario adjunto de asun-
tos públicos del Departamento de Salud y Servicios Humanos,
acusó a la CDC de albergar una “unidad de resistencia” decidida a
socavar a Trump, y que había inflado el número de muertes por
COVID-19. Tanto Trump como Caputo han señalado a los científi-
cos y expertos en salud como “desleales”88.
Los fracasos mencionados condujeron a una crisis nacional
de salud pública, llegando a las altas cifras de casos y muertes
que señalamos al inicio89. Un nuevo informe publicado a media-
dos de octubre en la revista Journal of the American Medical As-
86. “Bob Woodward book Rage: Trump denies lying about risks of
coronavirus.” BBC, 10 de septiembre 2020. Consultado 10/28/20. Recupe-
rado de https://www.bbc.com/news/world-us-canada-54107677.
87. EGAN, Lauren. “Trump calls coronavirus Democrats’ ‘new hoax’.”
NBC, 28 de febrero de 2020. Consultado el 28 de octubre de 2020. Recu-
perado de https://www.nbcnews.com/politics/donald-trump/trump-calls-
coronavirus-democrats-new-hoax-n1145721.
88. LaFRANIERE, Sharon. “Trump Health Aide Pushes Bizarre Con-
spiracies and Warns of Armed Revolt.” The New York Times, 14 de sep-
tiembre de 2020. Consultado el 28 de octubre de 2020. Recuperado de
https://www.nytimes.com/2020/09/14/us/politics/caputo-virus.html?utm_
source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=newsletter_
axiosvitals&stream=top.
89. Véase supra, nota 4 y texto respectivo.
79
sociation encontró que, en los últimos cinco meses, las muertes
per cápita en EE. UU., tanto por COVID-19 como por otras causas,
han sido mucho mayores que en otros 18 países de altos ingre-
sos90. Incluso considerando solo las muertes confirmadas por
COVID-19, el número de personas que ha muerto desde el 10 de
mayo, después de ajustar el tamaño de la población, es en prome-
dio un 50% más alto que en los demás países del estudio91.
La tasa de muertes por COVID-19 desde el 7 de junio, ha sido
de 27.2 por cada 100 000 habitantes. En contraste, en Italia, la
tasa de mortalidad ha bajado a 3.1 por cada 100.000 habitan-
tes92. El Dr. Ezekiel J. Emanuel, profesor de política de salud y
ética médica de la Universidad de Pensilvania y uno de los autores
del estudio, dijo que “Italia tiene las mismas medidas de salud
pública que nosotros. Las han implementado de manera efectiva y
nosotros las hemos implementado de manera deficiente”93. Si EE.
UU. hubiera logrado mantener su tasa de mortalidad per cápita al
nivel de Italia, 79 120 estadounidenses menos habrían muerto94.
Estos fallos, junto con las injusticias estructurales de los sis-
temas (incluido el de atención sanitaria), han llevado a que las
personas negras, latinas, indígenas y de color sufrieran de forma
desproporcionada el mayor daño causado por la COVID-19. The
New York Times informó, basándose en datos de la CDC, que las
personas negras y latinas se han visto afectadas de manera des-
proporcionada por la COVID-19 de una manera generalizada por
todo el país, en todos los grupos de edad y tanto en las zonas su-
burbanas como en las rurales95. De hecho, la CDC ahora informa
90. “Americans Are Dying In The Pandemic At Rates Far Higher Than
In Other Countries”. NPR, 13 de octubre de 2020. Consultado el 28 de
octubre de 2020. Recuperado de https://www.npr.org/sections/health-
shots/2020/10/13/923253681/americans-are-dying-in-the-pandemic-at-
rates-far-higher-than-in-other-countries.
91. Íd.
92. Íd.
93. Íd.
94. Íd.
95. El NY Times obtuvo los datos solo después de demandar a los
Centros de Control y Prevención de Enfermedades bajo la ley Federal de
80
las tasas de contagio, hospitalización y muertes a causa del virus
entre las personas negras, indígenas y de color en comparación
con las personas blancas96.
Personas
Proporción de indias
Personas
las tasas en americanas Personas negras o Personas
asiáticas,
comparación con o nativas afrodescendientes, hispanas
no
personas blancas de Alaska, no hispanas o latinas
hispanas
no hispanas no
hispanas
2.8 x más 1.1 x más 2.8 x más
Casos 2.6 x más altas
altas altas altas
5.3 x más 1.3 x más 4.6 x más
Hospitalizaciones 4.7 x más altas
altas altas altas
1.4 x más No au- 1.1 x más
Muertes 2.1 x más altas
altas mento altas
81
por ciento de la población total del Estado—, representan más del
70 por ciento de las muertes98.
Es probable que estos datos estén incompletos. The New York
Times afirma que cuando el periódico finalmente recibió la in-
formación de la CDC a principios de julio sobre 1.5 millones de
registros de casos, en miles de ellos faltaban datos sobre la raza,
la etnia y el condado de residencia. Incluso con la información
que faltaba, los científicos de la agencia dijeron que todavía se
podía encontrar patrones importantes en los datos, al combinar
los registros de los casos individuales con los datos agregados de
las agencias locales99.
Los expertos dicen que las circunstancias que han hecho que
las personas negras y latinas sean más propensas que las blancas
a estar expuestas al virus, es que muchas de ellas tienen trabajos
esenciales con bajos salarios, que les impiden trabajar en casa,
dependen del transporte público, viven en apartamentos peque-
ños y en casas multigeneracionales100. Muchos de estos trabajos
requieren que las personas trabajen junto a otras, como en las
fábricas, granjas, tiendas de comestibles, plantas empacadoras
de carne y aves de corral, donde la gran mayoría de empleados
son personas latinas o negras. Además, casi una de cada diez per-
sonas trabajadoras con bajos salarios, informa que su salud es
regular o mala, lo que las pone en mayor riesgo de enfermedades
graves, hospitalización o muerte si se contagian de la COVID-19101.
82
La población indígena estadounidense es uno de los grupos
étnicos con mayor riesgo de contraer COVID-19102. Aunque repre-
senta el 0.7% de la población de EE. UU., un análisis reciente des-
cubrió que el 1.3% de los casos de COVID-19 reportados a la CDC,
se encontraba entre indígenas estadounidenses no hispanos103. Es
probable que estos datos no sean completos y que no capten todo
el impacto en Indian Country104, ya que esta población ha sido
estructuralmente invisibilizada y constantemente excluida de la
recopilación de datos105. Este es un ejemplo de las estructuras
coloniales de poblamiento y ocupación que afectan la vida y el
bienestar de las comunidades indígenas en Estados Unidos.
Las reservas de los pueblos indígenas, como la de la Nación
Navajo, se convirtieron en epicentros de brotes de la COVID-19. En
junio, la Nación Navajo tenía la tasa de infección más alta del país;
mayor que la de Nueva York, que en ese momento era el Estado
más afectado, y mayor que la de Wuhan, en el punto álgido del
brote en China. La necesidad de viajar a las ciudades fronterizas
de la reserva aumenta el riesgo de contraer el virus. La población
indígena estadounidense constituye aproximadamente una déci-
ma parte de la población de Nuevo México, pero representa más
del 55 por ciento de sus casos de COVID-19. En Wyoming son me-
nos del 3 por ciento de la población del estado, pero constituyen
más de un tercio de sus casos. Como afirma el Center for Ameri-
can Progress (Centro para el Progreso Americano), “[e]sta crisis,
así como las condiciones subyacentes a las que se enfrentan las
83
comunidades tribales, son el resultado de siglos de violencia y
abandono colonial que continúan hasta hoy” 106.
La población inmigrante también es muy vulnerable. Las per-
sonas inmigrantes indocumentadas realizan trabajos esenciales
en muchos sectores, desde la agricultura hasta la atención sani-
taria. Cerca de 389 000 personas indocumentadas trabajan en
granjas y en plantas de procesamiento de alimentos. Estas plan-
tas se han convertido en epicentros de los brotes de COVID-19, y
las zonas agrícolas han experimentado algunas de las mayores
concentraciones de contagios. También se calcula que hay unas
225 000 personas indocumentadas que trabajan en la atención
sanitaria como médicos, enfermeros y asistentes sanitarios a do-
micilio. Otras 190 000 trabajan en funciones de custodia y admi-
nistración en los centros de atención sanitaria, y varios otros mi-
llones trabajan en tiendas de comestibles, almacenes y empresas
de limpieza, lugares en los que existe un mayor riesgo de contraer
el coronavirus que causa la COVID-19107.
Además, el gobierno de Trump ha endurecido su política mi-
gratoria ilegal e inhumana, diseñada para atacar y negar los dere-
chos de los solicitantes de asilo en la frontera sur durante la pan-
demia. En marzo de 2020, la agencia CDC utilizó una disposición
oscura de la ley para emitir un decreto que excluía a las personas
de entrar a Estados Unidos, pero la medida se adaptó para afectar
solo a quienes llegaban por tierra sin documentos de viaje válidos,
específicamente a las personas solicitantes de asilo y a niños y ni-
ñas; además, prevé su retorno a México o la expulsión inmediata
a su país de origen108.
106. Íd.
107. “Immigrants as Essential Workers During COVID-19”. Center for
American Progress. 28 de septiembre de 2020. Consultado el 28 de oc-
tubre de 2020. Recuperado de https://www.americanprogress.org/issues/
immigration/reports/2020/09/28/490919/immigrants-essential-workers-
covid-19/.
108. GUTTENTAG, Lucas. “Coronavirus Border Expulsions: CDC’s As-
saults on Asylum Seekers and Unaccompanied Minors.” Just Security, 13
de abril 2020. Consultado el 22 de noviembre de 2020. Recuperado de
https://www.justsecurity.org/69640/coronavirus-border-expulsions-cdcs-
assault-on-asylum-seekers-and-unaccompanied-minors/.
84
Así pues, la pandemia fue un mero pretexto para implementar
una política aún más severa con respecto a la migración indocu-
mentada de personas que solicitan asilo en la frontera sur. En el
momento de escribir este artículo, un tribunal federal ordenó al
gobierno que dejara de expulsar a miles de niños y niñas en la
frontera, por ser una violación del debido proceso, pues el decreto
excedía la autoridad de la CDC109. Esta política solo ha exacerbado
lo que ya era una crisis de salud en la frontera norte de México,
debido a las políticas de inmigración de Trump110.
Existe una vulnerabilidad particular entre las personas dete-
nidas y encarceladas, como producto del estado carcelario, que
afecta especialmente a las comunidades negras, indígenas y de
color. Por ejemplo, las personas negras estadounidenses tienen
más probabilidades que las blancas de ser arrestadas; una vez
arrestadas, tienen más probabilidades de ser condenadas; y una
vez condenadas, tienen más probabilidades de sufrir largas con-
denas de prisión. Las personas adultas negras tienen 5.9 veces
más probabilidades de ser encarceladas que las adultas blancas,
mientras que las personas adultas latinas tienen 3.1 veces más
probabilidades111.
Las condiciones dañinas y la inadecuada atención médica en
las cárceles, prisiones y centros de detención han configurado
una nueva urgencia durante la pandemia. Los esfuerzos para mi-
tigar la enfermedad son mínimos o inexistentes en estos lugares
85
que están abarrotados, y los espacios cerrados hacen que el dis-
tanciamiento social sea un desafío; además, tienen condiciones
insalubres que, a menudo, incluyen la falta de acceso a prácticas
higiénicas como el lavado de manos. La introducción y propaga-
ción de la COVID-19 en las cárceles, prisiones y centros de deten-
ción es facilitada por el personal que va y viene cada día en dos y
tres turnos. Una vez dentro, el virus no se puede contener y puede
propagarse fácilmente. En este caso, el Estado tiene responsabili-
dades únicas, ya que ha privado a las personas de su libertad y las
ha puesto bajo su custodia. A mediados de noviembre de 2020,
ya se registraban más de 196 600 infecciones de coronavirus en
las prisiones estatales y federales, y habían muerto más de 1450
personas encarceladas112. Estas personas no firmaron una sen-
tencia de muerte, pero eso es lo que está sucediendo en esta pan-
demia113.
Conclusión
86
llas estructurales han provocado que las personas negras, latinas
e indígenas experimenten mayores riesgos y daños, con muchos
más casos de hospitalizaciones y muertes que los de las personas
blancas.
Por otra parte, la COVID-19 ha puesto de manifiesto la impor-
tancia del liderazgo político (o la falta de este) y de la implemen-
tación efectiva de políticas frente a la crisis. La fallida respues-
ta del gobierno ha provocado a las comunidades de color daños
adicionales e innecesarios, además de reforzar los sistemas de
poder estructural racista, xenófobo y colonialista de poblamiento
y ocupación, que han estado presentes todo el tiempo. Si Estados
Unidos se propone remediar los daños pasados y presentes, de-
berá invertir en desarticular el racismo estructural, la xenofobia,
el colonialismo de poblamiento y ocupación y el clasismo que sos-
tienen la supremacía blanca y perjudican a quienes, de por sí, ya
se encuentran en una condición de mayor vulnerabilidad.
87
III
1. Introducción
89
e internacionales en materia de salud. Para ello conviene tener
presente la situación contextual; como se verá, la crisis sanitaria
se suscita en un terreno nada favorable, pues desgraciadamente
convive con problemas delicados preexistentes que, sin duda, han
modelado el impacto de la pandemia en los derechos humanos,
particularmente en el derecho a la salud. Enseguida analizaremos
el régimen del derecho a la salud en el país y luego las acciones
que el Estado mexicano ha adoptado para proteger este derecho
durante la pandemia, introduciendo al hilo de las reflexiones las
áreas de oportunidad en la materia.
90
entre otros5. Como se puede ver, las dificultades se presentan en
varios contextos, como el político, económico y social, sin olvidar
el ambiental. Veámoslos con más detalle.
91
la ciudadanía al contagio de covid-198. Una vez que se decretó
la estrategia para la reactivación gradual de actividades sociales,
educativas y económicas, se discutieron, en el Instituto Nacional
Electoral y en los Institutos Electorales locales, las condiciones en
que se reanudaría el proceso electoral9. Finalmente, las autorida-
des electorales fijaron como nueva fecha para celebrar la jornada
electoral el 18 de octubre de 202010, no sin polémica11. Por otro
lado, aunque hubo una cierta desaceleración de los contagios, la
pandemia se mantenía, por lo que fueron emitidos diversos pro-
tocolos de Seguridad Sanitaria para el Proceso Electoral Local
Ordinario de 2020, a fin de proteger la salud de las personas
involucradas12.
8. Instituto Nacional Electoral. INE/CG83/2020, Resolución del Consejo
General del Instituto Nacional Electoral, por el cual se aprueba ejercer
la Facultad de Atracción, para efecto de suspender temporalmente el de-
sarrollo de los Procesos Electorales Locales, en Coahuila e Hidalgo, con
motivo de la pandemia COVID-19; generadas por el virus SARS-CoV-2. INE,
México, 2020.
9. Instituto Nacional Electoral. “Se reúnen INE y el Instituto Electo-
ral de Coahuila para coordinar la reanudación del proceso electoral en
Coahuila”. Central Electoral. Núm. 168, 16 de julio de 2020.
10. Instituto Nacional Electoral. INE/CG170/2020, “Acuerdo del Conse-
jo General del Instituto Nacional Electoral por el que se establece la fecha
de la jornada electoral de los Procesos Electorales Locales en Coahuila e
Hidalgo y aprueba reanudar las actividades inherentes a su desarrollo, así
como ajustes al Plan Integral y calendarios de coordinación”.
11. La decisión de reanudar las elecciones y llevar a cabo la jorna-
da electoral el 18 de octubre de 2020 fue impugnada ante el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, que en la sentencia SUP-
RAP-42/2020 y acumulado confirmó el acuerdo del INE para celebrar las
elecciones.
12. Véase como ejemplo el caso de Coahuila: Instituto Electoral de
Coahuila. IEC/CG/064/2020. “Acuerdo del Consejo General del Institu-
to Electoral de Coahuila, mediante el cual se emiten los protocolos de
seguridad sanitaria para el Proceso Electoral Local Ordinario 2020, de
competencia de este organismo público local”. 30 de julio de 2020. Los
protocolos son los siguientes: Protocolo de Seguridad Sanitaria para Re-
gistro de Candidaturas; Protocolo de Seguridad Sanitaria para Campa-
ñas Electorales; Protocolo de Seguridad Sanitaria para Distribución de
Paquetes Electorales; Protocolo de Seguridad Sanitaria para el Programa
de Resultados Electorales Preliminares y Simulacros; Protocolo de Segu-
ridad Sanitaria para Recepción de Paquetes Electorales en los Comités
92
Otro asunto político relevante es la objeción de algunos gober-
nadores a las actuaciones del Gobierno Federal ante la pandemia
pues, a su juicio, han resultado insuficientes, además de señalar
la escasa consideración que les han dado para el diseño de las
estrategias nacionales contra la propagación del virus, y la falta
de apoyo económico de la Federación necesario para afrontarlas.
Estos gobernadores empezaron a reunirse e incrementarse, hasta
conseguir el número de diez entidades federativas que integraron
la llamada “Alianza Federalista”, y de cara a la pandemia empeza-
ron a tomar acciones más contundentes en sus territorios13.
Todavía es muy pronto para formular alguna valoración sobre
el papel que está desempeñando esta organización, pero se per-
fila como una entidad opositora nada desdeñable, frente al gran
poder y facultades que ejerce el titular del Ejecutivo que, como
ya dijimos, tiene gran influjo en la población, y su grupo político
tiene mayoría en las cámaras legislativas. En cualquier caso, el
ambiente político no es el más afortunado, porque no se aprecia
disposición autocrítica o de diálogo con el resto de actores políti-
cos. Es claro que se requerirán acciones de coalición y consenso
entre todas las partes afectadas para la recuperación social y eco-
nómica, pero estas no se aprecian del todo en un futuro cercano.
93
Ante el aislamiento y confinamiento social de muchas perso-
nas a escala mundial, se han visto afectados, por ejemplo, los sec-
tores turístico y restaurantero. En el caso de México, esto plantea
un gran reto económico, puesto que el turismo representa el 8.7%
del Producto Interno Bruto14.
Por otra parte, se encuentra la caída de alrededor del 30% del
precio del petróleo, considerado una fuente histórica de ingresos
públicos15, así como la estrepitosa caída de los mercados bursá-
tiles16; por último, hay que considerar también la pronunciada
devaluación del peso mexicano, que venía oscilando entre $18.5 y
$20 pesos por dólar, escalando en esta contingencia hasta los casi
$25 pesos por dólar17.
En el aspecto económico-laboral, es posible hacer una divi-
sión en los diversos tipos de trabajo, con el fin de ver las impli-
caciones específicas en cada una de estas esferas. Con relación al
empleo formal, es necesario señalar que las personas que cuentan
con un lugar en esta población representan el 43.8% de la po-
blación ocupada18; sin embargo, entre febrero y marzo de 2020,
fue posible observar una desaceleración en la tasa de crecimiento
de las personas trabajadoras del Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS) ocasionada por despidos, reducción de salarios y
quiebra de empresas19. Por lo que hace al 56.1% de personas que
94
representan la población ocupada en empleos informales20, es
claro que las afectaciones vinieron de la disminución de ventas
en sus actividades comerciales (generalmente ambulantes) en los
espacios públicos, donde la concurrencia de los clientes escaseó
por el autoconfinamiento.
95
tendrán un mayor impacto en el acceso a alimentación, servicios
básicos, salud y en la seguridad social. Por lo anterior, el CONEVAL
considera necesario prestar atención especial durante y después
de la pandemia a los derechos de alimentación, salud, vivienda y
educación, los cuales se analizarán a continuación24.
a. Alimentación
La crisis sanitaria trajo consigo inestabilidad en la seguridad
alimentaria, comenzando por los programas en las tres órdenes
de gobierno, que consisten en brindar servicios de alimentación
en las escuelas, las cuales se vieron canceladas por la suspensión
de clases; esto tuvo como consecuencia la inseguridad de poder
otorgar la comida del día a los niños, niñas y adolescentes que la
percibían mediante estos planes otorgados por las Escuelas de
Tiempo Completo de la Secretaría de Educación Pública (SEP),
guarderías del IMSS y el Programa de Apoyo a la Educación Indí-
gena, entre otros.
Al respecto, la evaluación mencionada señala que la Seguri-
dad Alimentaria Mexicana inició colaboraciones con los gobiernos
estatales y municipales, así como con el Instituto Nacional de los
Pueblos Indígenas, para entregar despensas a las comunidades
con el objetivo de mitigar la problemática que se enfrenta en cuan-
to al derecho a la alimentación.
b. Salud
En 2018, según datos del CONEVAL, 20.2 millones de perso-
nas no tenían acceso a los servicios de salud, aunados al 57.2% de
la población nacional que no cuenta con seguridad social25. Estas
cifras resultan de gran relevancia para conocer las condiciones
actuales del país y, con ello, entender el elevado impacto social
que tendrá la pandemia.
96
En efecto, hay que tomar en cuenta los aspectos geográficos
del país, en términos de su gran extensión, las largas distancias
entre comunidades y sus difíciles accesos. Estas condiciones pro-
vocan que los servicios de salud no puedan cubrir todas las regio-
nes y poblaciones, agudizándose la problemática por las desigual-
dades en el acceso y disfrute del derecho.
Por otro lado, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición, hay diversos padecimientos que afectan a la pobla-
ción mayor de 20 años. En este sentido, el 10.3% contaba con un
diagnóstico de diabetes, el 75.2% con sobrepeso y obesidad, y el
18.4% con hipertensión. Estas cifras representan mayor riesgo de
morbilidad que, aunado al aumento en la demanda de los servi-
cios de salud, se traduce en una compleja problemática para el
Estado mexicano26.
c. Vivienda
d. Educación
97
casa. No obstante, es importante señalar que el uso de nuevas
tecnologías, como el internet y los sistemas de cómputo, no están
al alcance de toda la ciudadanía, por lo que los hogares con mayor
pobreza se encuentran en desventaja frente al resto.
Para dimensionar lo anterior, considérese que el 59.7% de los
hogares no contaba con conexión a internet en 201829, y en 2020
eso se traduce en una afectación de mayores dimensiones en la
brecha de aprendizaje entre las y los estudiantes de distintos ni-
veles socioeconómicos.
98
cial, la movilidad internacional, las condiciones de salud de las
personas y el cambio climático. Este último amenaza, a largo pla-
zo, con agravar los problemas actuales y menoscabar los futuros
sistemas de salud, de protección social, suministro de alimentos
y agua, y la infraestructura, así como los ecosistemas que son
vitales para la salud.
Si bien los impactos del cambio climático en la salud se ob-
servan a escala mundial, estos afectan a cada país de forma dife-
renciada. México presenta un alto grado de vulnerabilidad a los
efectos del fenómeno, determinada por su ubicación geográfica,
topografía, hidrología y degradación ambiental, así como por sus
condiciones socioambientales, económicas y de salud, que tienen
cierto grado de adversidad. En consecuencia, el 68.2% de su po-
blación tiene alta probabilidad de ser gravemente impactada en la
salud por las manifestaciones del medio ambiente31.
99
bases y modalidades para acceder a los servicios de salud, y dis-
pone la concurrencia entre los distintos niveles de gobierno en la
materia.
La Ley General de Salud es la normativa principal que desa-
rrolla los mandatos en la materia, que están dispuestos en el ar-
tículo 4 constitucional. En su articulado se reglamenta el derecho
a la protección de la salud que tiene toda persona, y establece las
bases y modalidades para acceder a los servicios de salud y la
concurrencia para otorgarlos entre la federación y las entidades
federativas. Dicha ley tiene, entre sus finalidades, la de garantizar
el bienestar físico y emocional de las personas; la prolongación
y mejoramiento de la calidad de la vida humana, y el disfrute de
servicios de salud y asistencia social que satisfagan eficaz y opor-
tunamente las necesidades de la población, entre otras.
Además de estas dos principales normativas, se encuentra
otra serie de leyes generales que protegen el derecho a la salud en
el Estado mexicano; es el caso de la Ley de los Institutos Naciona-
les de Salud, Ley del Seguro Social, Ley Federal del Trabajo, Ley
General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, etc.33.
Por otro lado, es importante destacar que la Constitución in-
corpora al orden jurídico nacional todos los derechos humanos
previstos en los tratados internacionales firmados por el Estado
mexicano. Esto es relevante, pues el ámbito de los derechos reco-
nocidos se amplía significativamente; basta que el tratado inter-
nacional contenga un derecho humano, para que sea reconocido
nacionalmente, es decir, no tiene que ser específicamente un “tra-
tado internacional de derechos humanos”. De igual modo, no hace
falta una ley nacional para replicar o habilitar el contenido del tra-
tado en el país, sino que se considera el derecho humano previsto
en el tratado como normativa nacional de fuente internacional con
vinculación directa34.
100
De acuerdo con lo anterior, la regulación del derecho a la
salud, contemplada en el Pacto Internacional de Derechos Eco-
nómicos, Sociales y Culturales, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, el Protocolo Adicional a la Convención Ame-
ricana en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
“Protocolo de San Salvador”, entre otros tratados en materia de
derechos humanos que regulan la salud, son de aplicación nacio-
nal. Lo mismo vale decir de las resoluciones y recomendaciones
de los órganos encargados del cumplimiento e interpretación de
dichos tratados.
En otras palabras, el estándar internacional del derecho a
la salud es norma nacional y obligatoria en el Estado mexicano.
Consecuentemente, de acuerdo con el contenido de los tratados,
se asume que este derecho es inalienable y aplicable a todas las
personas, sin importar su condición social, económica y cultural;
que el gobierno está obligado a implementar medidas que permi-
tan mantener la salud de todas y todos sus habitantes, incluyendo
la disponibilidad de servicios de salud, condiciones de trabajo
saludables y seguras; y que igualmente, existe la obligación de ve-
lar por los derechos vinculados que permiten su realización, por
ejemplo la vivienda adecuada y buena alimentación.
Considerando la jurisprudencia y las recomendaciones de los
órganos encargados oficialmente de aplicar e interpretar los tra-
tados internacionales, destaquemos la doctrina de la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos (Corte IDH) que, como hemos
dicho, es igualmente vinculante en el ámbito nacional. La Corte ha
definido el derecho a la salud como aquel que tiene toda perso-
na a gozar del más alto nivel de bienestar físico, mental y social,
abarcando la atención de salud oportuna y apropiada conforme
a los principios de disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y
calidad35.
101
Sobre estos principios, recordemos la definición de la Obser-
vación General 14 del Comité DESC para entender su conteni-
do. En cuanto a la disponibilidad, obliga a los Estados a contar
con un número suficiente de establecimientos, bienes y servicios
públicos de salud; la accesibilidad consiste en que estos deben
estar al alcance efectivo de toda la población (asequibles, cerca-
nos geográficamente y adecuados físicamente, con acceso a la
información), sin hacer distinción alguna. Respecto al principio
de aceptabilidad, este supone que los establecimientos, bienes y
servicios de salud deberán ser respetuosos de la ética médica y
culturalmente apropiados para todas las personas. Por último, el
principio de calidad se refiere a que, además de ser aceptables
desde el punto de vista cultural, los establecimientos, bienes y
servicios de salud deben ser apropiados desde el punto de vista
científico y médico, y de buena calidad36.
Volviendo a la jurisprudencia de la Corte IDH para seguir el
contenido del derecho a la salud aplicable en el país, tenemos
que el Estado tiene la obligación inmediata de adoptar medidas
eficaces con el fin de garantizar el acceso sin discriminación a
las prestaciones de ese derecho37. De igual modo, debe cumplir
la obligación de no regresividad en la materia, es decir, de desa-
rrollar las acciones de protección del derecho de modo constante
y progresivo en su efectividad, omitiendo conductas en sentido
contrario a lo avanzado38. Ciertamente, la Corte IDH ha señalado
lo anterior, precisando también la necesidad de contar con la fle-
xibilidad necesaria que refleje las realidades del mundo y las di-
ficultades que implica para cada Estado el asegurar la efectividad
de este derecho39.
102
Por otra parte, hay que mencionar el llamado de atención que
han planteado algunos órganos internacionales para remarcar la
obligación de respetar los derechos humanos en la pandemia, por
más extraordinaria que resulte la situación. Por ejemplo, la De-
claración 1/20 de la Corte IDH40, que marca la resolución de los
desafíos de la pandemia y los derechos humanos en el multilate-
ralismo. Además, nos recuerda los estándares del derecho a la
salud, insistiendo en que las limitaciones a los derechos deben
ser temporales, bajo criterios razonables, proporcionales y nece-
sarios y sin discriminación. Por otra parte, están las Resoluciones
adoptadas por la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos, que igualmente fijan los estándares y recomendaciones sobre
las medidas de contención en la pandemia con pleno respeto a
los derechos humanos, así como directrices de actuación para el
respeto de los derechos de las personas infectadas41.
En resumen, la protección del derecho a la salud, protegido
por nuestra normativa de fuente nacional e internacional, se re-
sume en cuatro puntos fundamentales: la no discriminación en el
acceso a los sistemas de salud, la prohibición de realizar medidas
regresivas, el otorgar la atención de salud oportuna y apropiada
conforme a los principios de disponibilidad, accesibilidad, acep-
tabilidad y calidad y, por último, el deber de otorgar un cuidado
especial a los grupos en situación de vulnerabilidad.
103
4. Medidas adoptadas por el Estado mexicano
42. Véase en este sentido: GARZA ONOFRE, Juan Jesús, LÓPEZ AY-
LLÓN, Sergio, LUNA PLA, Issa, et al., “Democracia en vilo -y Constitución
también-”, en GONZÁLEZ MARTÍN, Nuria y VALADÉS, Diego (coords.).
Emergencia Sanitaria por Covid-19: Derecho Constitucional Compara-
do. Serie de opiniones técnicas sobre temas de relevancia nacional, núm.
20. México, IIJ-UNAM, pp. 133-137.
43. PATIÑO FIERRO, Martha Patricia y CRUZ REYES, Gerardo. “Las
medidas adoptadas por las entidades federativas ante la emergencia del
Covid-19”. En Cuaderno de Investigación, núm. 7. 2020, México. Senado
de la República. Véase fundamentalmente el caso Coahuila, en donde la
Acción de Inconstitucionalidad Local 3/2020, de 11 de mayo de 2020,
declaró la constitucionalidad del Decreto que establecía limitaciones a la
movilidad en el Estado. La sentencia está disponible en http://www.pjecz.
gob.mx/. Puede verse una panorámica sobre el resto de entidades federati-
vas en ASTUDILLO, César y CONCHA CANTÚ, Hugo (coords.) El federalismo
de emergencia: México ante la pandemia. México. En prensa.
104
de Salubridad General (CSG) pueden tomar medidas preventivas
indispensables y obligatorias en materia de salubridad (art. 73,
fracc. XVI). Cabe resaltar que las dos entidades son dependientes
del Poder Ejecutivo; la primera como secretaría del gabinete y
la segunda como órgano colegiado, constitucionalmente provisto
de autoridad sanitaria en todo el país con funciones normativas,
consultivas y ejecutivas, integrado fundamentalmente por titula-
res de la Administración Pública Federal y algunas instituciones
académicas y profesionales44.
En ejercicio de estas facultades, se pudo advertir a la Secre-
taría de Salud emitiendo, en el mes de febrero, las primeras me-
didas de preparación, prevención y control de la enfermedad. En
específico, se trataba de una serie de normas y protocolos técni-
cos para la atención de la enfermedad en los centros públicos y
privados del país45.
En marzo tuvieron lugar las medidas más contundentes, deto-
nándose una serie de acuerdos administrativos como reacción de
la inmensa mayoría de las entidades de la administración pública
federal y los poderes legislativo y judicial. Lo anterior, ciertamen-
te, impulsado por la veloz propagación del virus en el mundo y la
declaración de pandemia de la OMS el 11 de marzo. En México,
el 19 de ese mes, se llevó a cabo la primera sesión extraordinaria
del CSG del año, no sin críticas, por no haberse convocado más
temprano, cuando las señales de la crisis ya se avizoraban desde
febrero46.
105
Los acuerdos de esta sesión extraordinaria del CSG se publi-
caron en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 23 de mar-
zo de 2020. En esta disposición se reconoció la epidemia de Co-
vid-19 como una “enfermedad grave de atención prioritaria”, se
sancionaron las medidas de prevención implementadas previa-
mente por la Secretaría de Salud, habilitándola para establecer
las subsiguientes, y se exhortó a los gobiernos de las entidades
federativas a definir planes de expansión de los servicios hospita-
larios para hacer frente a la pandemia47.
Al día siguiente, en el DOF se publicaron dos disposiciones
normativas de gran relieve. Una fue el Acuerdo de la Secretaría de
Salud, por el que se establecieron las medidas preventivas para
mitigar y controlar los riesgos para la salud que supone la Co-
vid-19; y otro fue el Decreto emitido por el Presidente de la Re-
pública, donde sanciona el aludido Acuerdo de la Secretaría de
Salud48.
Las medidas preventivas se definieron en ese Acuerdo como
“aquellas intervenciones comunitarias definidas en la ‘Jornada
Nacional de Sana Distancia’, que tienen como objetivo el distan-
ciamiento social para la mitigación de la transmisión poblacio-
nal del virus”. Las medidas estaban dirigidas al sector público,
106
privado y social, y fundamentalmente eran las siguientes: evitar
la asistencia a lugares concurridos (trabajo, espacios públicos,
eventos con más de 100 personas, luego se redujo a 50), suspen-
sión temporal de actividades escolares (hasta el 17 de abril, luego
se prorrogó), suspensión de actividades no esenciales y medidas
básicas de higiene49.
Por más encomiables que pudieran parecer las medidas re-
señadas, lo cierto es que llegaron con cierto retraso, por lo que
no fue extraño ver cómo dependencias de la propia administra-
ción pública federal y de los poderes del Estado se adelantaron
casi una semana a tomar medidas de protección. La Secretaría
de Educación Pública había suspendido las clases desde el 16 de
marzo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación suspendió la-
bores jurisdiccionales el 18 de marzo, y el 20 de marzo ya habían
suspendido plazos y términos legales de sus procedimientos la
Auditoría Superior de la Federación, el Consejo de la Judicatura
Federal, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y la Se-
cretaría de la Función Pública, entre otras50.
El 27 de marzo la Presidencia de la República publicó en el
DOF un Decreto más para declarar acciones extraordinarias en
materia de salubridad y hacer frente a la pandemia en regiones es-
pecialmente afectadas. En tal sentido, se facultó a la Secretaría de
Salud para utilizar como elementos auxiliares todos los recursos
médicos y de asistencia social de los sectores público, social y pri-
vado existentes en las regiones afectadas y colindantes; y a adqui-
rir todo tipo de bienes y servicios, a nivel nacional o internacional,
sin necesidad de licitación pública, para atender la pandemia51.
107
El 30 de marzo el CSG emitió finalmente la declaratoria de
“emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor”, al considerar
la tendencia de aumento en el número de casos y la necesidad
de proteger la salud de la población52. Al día siguiente, el 31 de
marzo, la Secretaría de Salud publicó en el DOF acciones extraor-
dinarias: prorrogó al 30 de abril la suspensión de actividades no
esenciales y estableció para las esenciales restricciones y medidas
de higiene. Al resto de la población se le “exhortó” a cumplir “res-
guardo domiciliario”, entendido como la “limitación voluntaria
de movilidad, permaneciendo en el domicilio particular o sitios
distinto al espacio público, el mayor tiempo posible”. Estableció,
además, un catálogo más desarrollado de las actividades consi-
deradas esenciales; en este punto, llama la atención que dio esta
calidad a las actividades de los otros dos poderes del Estado: la
impartición de justicia y la actividad legislativa53.
En el transcurso de los siguientes días vendrían más acuer-
dos para precisar las acciones extraordinarias previstas en los
decretos reseñados, en términos de especificar las instituciones
facultadas para hacer las adquisiciones y pagos de bienes y ser-
vicios; definir las secretarías encargadas de prestar asesoría en
las operaciones (3 de abril); establecer lineamientos técnicos para
108
determinadas actividades industriales esenciales (6 de abril); fijar
el tratamiento de cadáveres no reclamados de fallecidos por Co-
vid-19 y medidas para el registro de defunciones (17 de abril)54.
El 21 de abril se publicó en el DOF un acuerdo para extender
la “Jornada Nacional de Sana Distancia”; esto es, fundamental-
mente, la suspensión de actividades no esenciales y el autocon-
finamiento domiciliario hasta el 30 de mayo, aunque para el 18
del mismo mes cabría la posibilidad de dejar de implementarse
en “aquellos municipios del territorio nacional que a esta fecha
presenten baja o nula transmisión”. Este precepto pudo desarro-
llarse el 14 de mayo en donde se publicó la estrategia para reini-
ciar las actividades sociales, educativas y económicas de manera
ordenada y gradual, así como un sistema que permitiera evaluar
semanalmente el riesgo epidemiológico relacionado con la reacti-
vación.
Para la reactivación gradual se establecieron tres etapas. La
primera comenzó el 18 de mayo, para retornar a las actividades
en los municipios donde no se hubieran presentado casos de co-
vid-19 (y que los municipios vecinos tampoco lo hayan tenido);
la segunda etapa fue del 18 al 31 de mayo, consistente en aplicar
medidas de preparación, tales como elaborar protocolos sanita-
rios, capacitar al personal, readecuar espacios y procesos, filtros
de ingreso, sanitización e higiene en el trabajo; y la tercera etapa
inició el 1 de junio, y con esta el reinicio de actividades, de confor-
midad con un semáforo de riesgo epidemiológico por regiones55.
109
El semáforo fue una medida implementada para transitar
hacia una “nueva normalidad”, con el objetivo de monitorear la
regulación del espacio público según el riesgo de contagio de CO-
VID-19. Este instrumento consiste en cuatro colores: rojo, en el
que solo se permiten las actividades económicas esenciales; na-
ranja, en el cual se autorizan actividades en espacios públicos y la
operación de labores no esenciales de modo reducido; el amarillo
permite todas las actividades laborales (esenciales y no), en espa-
cios públicos y en lugares cerrados con restricciones; y finalmente
el verde, que faculta realizar todas las actividades, y es el único
momento en que se admiten las actividades escolares56.
En ejecución de la segunda etapa de la estrategia para estable-
cer protocolos y mecanismos de seguridad sanitaria en las empre-
sas, se publicó el 29 de mayo el “Acuerdo por el que se establecen
los Lineamientos Técnicos Específicos para la Reapertura de las
Actividades Económicas”57. En estos lineamientos se dieron las
herramientas, principios y criterios para que las empresas aplica-
ran las medidas de promoción de la salud y seguridad sanitaria
de los trabajadores, de acuerdo con su tamaño, sector, riesgo epi-
demiológico, áreas de trabajo comunes, sanitarias y administrati-
vas, incluyendo la información y capacitación que debe realizarse,
el equipo de protección personal que debe utilizarse y las medidas
especiales para la población vulnerable.
Hasta aquí la crónica esencial de las medidas normativas ur-
gentes adoptadas por el Poder Ejecutivo para hacer frente a la
pandemia. De este recuento podemos hacer una serie de reflexio-
110
nes críticas, a fin de aportar a la discusión que se está dando en
el país para solventar las situaciones problemáticas planteadas.
En primer lugar, conviene destacar la falta de control político
sobre las medidas del Ejecutivo por parte del Poder Legislativo
Federal, que estuvo en cuarentena buena parte del periodo; asi-
mismo, cabe señalar que no ha habido escrutinio judicial al más
alto nivel sobre las decisiones adoptadas, por lo que no se ha te-
nido oportunidad de valorar su necesidad y proporcionalidad, de
acuerdo con el marco constitucional58.
En segundo lugar, se puede apreciar que algunas medidas se
formularon como recomendaciones a la población que carecieron
de efectos obligatorios, quedando a voluntad de los destinatarios,
por lo que es difícil fincar formalmente obligaciones y responsa-
bilidades jurídicas. Sobre este punto, cabe preguntarse si esta
estrategia de corte voluntario o sugerido es conforme con la obli-
gación estatal de proteger la salud, o si por el contrario la eficacia
en la ocasión descansaba en la imperatividad, como se pudo ver
en otros países, e incluso en algunas entidades federativas, que
respondieron con acciones obligatorias; por ejemplo, restriccio-
nes a la movilidad o el uso del cubre boca.
Ciertamente, algunas medidas del Gobierno Federal sí fueron
con carácter coercitivo y afectaron derechos. Por ejemplo, el dere-
cho al trabajo, al suspender las labores no esenciales; otras limi-
taron el derecho de reunión y asociación, al prohibir concentra-
ciones de cincuenta personas; sin embargo, como ya se dijo, no se
tiene al momento un escrutinio judicial sobre la necesidad y cons-
titucionalidad de estas. Quizá en este punto convenga, de lege fe-
renda, dotar de garantías específicas al mecanismo de normativa
de emergencia sanitaria del art. 73, fracción XVI, que se utilizó a
fin de evitar situaciones arbitrarias, que son siempre factibles.
111
En tercer lugar podemos señalar que, aunque hubo esfuerzos
por aquilatar las medidas administrativas atendiendo a cierta po-
blación vulnerable (prohibición de acudir al centro de trabajo a
mayores, embarazadas o lactantes, enfermos crónicos), no se con-
siguió del todo ponerlas en línea con la diversidad de grupos exis-
tentes: niñez, personas con discapacidad, migrantes, refugiadas,
defensoras de derechos humanos, indígenas, privadas de la liber-
tad, LGBTIQ+, quienes viven del trabajo informal, o poblaciones
de barrios y zonas precarias. Las particularidades o dimensiones
especiales son muy importantes pues, de no tomarlas en cuenta,
los efectos de la normativa se vuelven discriminatorios, tal y como
lo ha dejado asentada la jurisprudencia de la Corte IDH59.
Ahora permítasenos una consideración final. Como se refirió
al inicio, la creación de legislación federal fue escasa, y la que se
suscitó no fue con el motivo esencial de atender la pandemia. La
hipótesis es que los cambios obedecieron a una agenda que ya
venía en camino, y que se aprovechó el momento para vincularla
de alguna forma con la situación de salud. El primer asunto es la
creación de la Ley de Amnistía (22 de abril), y el segundo, la refor-
ma constitucional al artículo 4 (8 de mayo).
La Ley de Amnistía se promulgó en el DOF el 22 de abril de
2020. Es una ley de tan solo ocho artículos que, entre otros asun-
tos, beneficiará con la liberación a personas que cometieron de-
litos que no son graves, y que se encuentran en situación de po-
breza o extrema vulnerabilidad. No es este el lugar para analizar
las múltiples aristas que supone la ley, las cuales la han hecho
muy polémica (al punto que hubo una votación muy dividida en
el Congreso), pero vale mencionar que una de las motivaciones
del Gobierno fue que la ley era para enfrentar la pandemia y des-
presurizar, de algún modo, la sobrepoblación y el contagio en las
cárceles. Ciertamente, en el caso se podrá aprovechar para ello,
sin embargo, más bien es producto de una agenda de la sociedad
civil para liberar personas que habían sido privadas de su liber-
tad injusta y desproporcionadamente60.
112
La reforma del artículo 4 constitucional se publicó oficialmen-
te el 8 de mayo. Como ya se mencionó, entre los temas que regula
está el de la salud, estableciendo el derecho que tiene toda perso-
na a que le sea protegido. La adición consistió, básicamente, en
precisar la “extensión progresiva, cuantitativa y cualitativa” de los
servicios de salud para la atención integral y gratuita a las perso-
nas que no cuenten con seguridad social. Otra adición consistió
en la constitucionalización de los programas sociales impulsados
por el Presidente de la República, lo que en realidad constituye la
motivación de la reforma, y no propiamente la situación pandé-
mica.
Valen la pena estas últimas precisiones pues, ciertamente,
ponen de relieve el excesivo influjo del Poder Ejecutivo en este
periodo. Igualmente, se echa en falta una mayor intervención del
Poder Legislativo en el marco de las situaciones pandémicas. Este
es un aspecto estructural y constitucional que deberá atenderse
próximamente, pues es claro que los equilibrios de poder ayudan
a proteger los derechos humanos.
113
IV
GUATEMALA:
EL ABANDONO DE DÉCADAS TOCA A LA PUERTA*
1. Introducción
115
Este capítulo se divide en tres partes: la primera, realiza con-
sideraciones generales sobre la situación del acceso al derecho a
la salud en Guatemala; la segunda, examina el marco normativo
constitucional relevante para el país y, la tercera, presenta algu-
nos datos sobre la respuesta del Estado de Guatemala frente a la
crisis sanitaria. Finalmente, se presentan las conclusiones.
116
mensional alcanzó 70.3%1. Esto es especialmente grave, si se tiene
en cuenta que “Guatemala es uno de los cuatro países con mayor
nivel de desigualdad de América Latina, que a su vez es una de las
regiones más desiguales del mundo”2. El índice de desarrollo hu-
mano de 2019 ubicaba a Guatemala en la posición 1263; es decir,
el tercer peor evaluado de la región latinoamericana, solamente
después de Honduras y Haití.
Asimismo, Guatemala es el país con el peor índice de des-
nutrición crónica en América Latina4. Según la última encuesta
nacional de Salud Materno Infantil (EMSMI), en 2015 existía una
prevalencia de desnutrición crónica de 46.7% en la población me-
nor de cinco años5; este porcentaje se incrementa a 60% en po-
blaciones indígenas6. En 2019 se registró un incremento de 22%
en casos atendidos por la Secretaría de Seguridad Alimentaria y
Nutricional respecto de 20187.
117
Todo lo anterior es especialmente trágico, pues las secuelas
trascenderán generaciones. La desnutrición infantil no solo tiene
consecuencias irreparables en el desarrollo de las capacidades
físicas y cognitivas de la persona que la sufre, sino que también
resulta en una alta probabilidad de que los hijos o hijas padezcan
igualmente dicha condición8. En pleno siglo XXI, en un país expor-
tador de productos agrícolas, estas cifras entristecen, indignan y
avergüenzan.
Finalmente, en lo que a mortalidad materna9 respecta, se es-
timaron 140 muertes maternas por 100,000 nacidos vivos para
el periodo 2008-201510. Esto está bastante lejos del objetivo de
desarrollo del milenio, que pretendía una reducción a 55 defun-
ciones por 100,000 nacidos vivos para 201511. Además, entre mu-
jeres indígenas, la tasa de mortalidad puede ser hasta tres veces
superior a la de mujeres no indígenas12.
118
Policía Nacional Civil y del Ejército de Guatemala. Sin embargo,
las dos últimas no atienden ni el 1% de la población13; por tanto,
para efectos del presente trabajo, “sistema público” se refiere al
MSPAS y al IGSS.
En el sector privado del sistema de salud participan organiza-
ciones no gubernamentales, religiosas y/o de servicio social, que
funcionan sin fines de lucro. Asimismo, existen hospitales priva-
dos y el correspondiente sector de seguros privados de salud.
Como puede apreciarse en el gráfico 1, durante 2014, casi el
60% de la población fue atendida en el sector público14. Según
otras estimaciones, formalmente, la población que tendría que
ser atendida por el sector público es de 87%15. No obstante, el
sector privado provee servicios de salud a una parte importante
de la población. Durante 2014, casi el 40% de las personas que
necesitaron atención médica, la buscaron en clínicas privadas,
ONG o farmacias privadas.
Centro comunitario
IGGS
Farmacia
Otro
Hospital público
Clínica privada
0 5 10 15 20 25 30
Gráfico 1. Población atendida en el sistema de salud guatemalteco según lugar de
atención (2014). Fuente: ENSMI 2015.
119
Guatemala invierte 5.71% de su producto interno bruto (PIB)
en salud16, la cifra más baja en toda la región latinoamericana17.
Como se puede apreciar en el gráfico 2, la inversión de Guatemala
está por debajo del promedio latinoamericano y aún más del pro-
medio mundial. Esta cifra es útil, porque permite dimensionar la
proporción en que este derecho es una prioridad para las institu-
ciones nacionales.
11
9.80 9.95 9.89 9.85
10 9.43 9.44 9.42 9.51
9
8.20
7.92 7.89 7.96
8 7.44
7.26 7.24 7.32
7
5.94 6.01 5.86 5.84 5.81
5.68 5.80 5.71
6
5
2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Mundial América La�na y el Caribe Guatemala
Gráfico 2 Porcentaje del PIB invertido en salud (2011-2018). Fuente: Banco Mun-
dial.
120
mas de hospital20 por cada 1,000 habitantes. Ambos indicadores
se encuentran muy por debajo del promedio latinoamericano de
2.2821 y 2.1822, respectivamente.
Lo anterior influye en el alto “grado de centralización de los
servicios de salud en el país”23 en las zonas urbanas. De hecho,
en 2011, el 70.9% del personal de salud se encontraba en la zona
metropolitana24, lo cual solamente exacerba problemáticas que,
por sí solas, son graves. La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos25 y el sistema de Naciones Unidas26 se han referido, con
alarma, a la desproporcionada disparidad que existe en la falta
de acceso a servicios primarios de salud para las poblaciones in-
dígenas respecto de las no indígenas. Por ejemplo, indicadores
de morbilidad y mortalidad de enfermedades “que son fácilmente
prevenibles o tratables”27 tienden a ser mayores en zonas donde
la población es primordialmente indígena28.
Todo lo anterior se encuentra marinado en la corrupción en-
démica que, como la Hidra de Lerna, pareciera tener múltiples
cabezas y que, por cada una que pierde, recupera dos. Así, por
20. Ídem.
21. Ídem.
22. Ídem.
23. Consejo de Derechos Humanos. Informe del Relator Especial
Anand Grover, op. cit., párr. 47.
24. BECERRIL-MONTEKIO, Víctor y LÓPEZ-DAVILA, Luis, op. cit., p.
204.
25. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. II Informe anual
de la relatoría especial sobre derechos económicos, sociales, culturales
y ambientales (REDESCA). OEA. Washington, D.C., 2018, párr. 167. Con-
sultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de http://www.oas.org/es/
cidh/docs/anual/2018/docs/IA2018REDESCA-es.pdf
26. Consejo de Derechos Humanos. Informe de la Relatora Especial
sobre los derechos de los pueblos indígenas sobre su visita a Guatema-
la. A/HRC/39/17/Add.3. ONU, Ginebra, 2018, párrs. 89 y 90.
27. Consejo de Derechos Humanos. Informe del Relator Especial
Anand Grover, op. cit., párr. 26.
28. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Situación de
los derechos humanos en Guatemala: Diversidad, desigualdad y ex-
clusión. OEA/Ser.L/V/II. Doc. 43/15. OEA, Washington, D.C. 2015, párr. 91.
Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de http://www.oas.
org/es/cidh/informes/pdfs/Guatemala2016.pdf
121
ejemplo, durante la presencia de la Comisión Internacional con-
tra la Impunidad en Guatemala (CICIG), se desarticularon sendas
estructuras criminales que saqueaban los recursos del MSPAS29 y
el IGSS30.
La corrupción, la falta de un servicio civil profesional y la fal-
ta de recursos, redundan en problemas de desabastecimiento de
suministros médicos básicos en todo el sector público31, infraes-
tructura deficiente32, y baja calidad en los pocos servicios que se
prestan.
Como se ha insistido, las anteriores observaciones y cifras
no pretenden ser un examen exhaustivo sobre la situación del
sistema de salud en el país. Faltaría, por ejemplo, explorar las de-
ficiencias en los esquemas de financiamiento del IGSS, el detalle
de las deficiencias en la cobertura del sistema de salud, y los altos
costos asociados al sistema de salud privado, entre otras.
Sin perjuicio de lo anterior, se pretende demostrar que las
vulnerabilidades del sistema de salud frente a una crisis sanitaria
de las dimensiones y las características que trajo la pandemia de
COVID-19, no eran pocas.
122
3. Marco constitucional
123
drán preeminencia sobre el derecho interno. En 2011, la Corte de
Constitucionalidad reconoció que el derecho internacional de los
derechos humanos forma parte del bloque de constitucionalidad.
Es decir que, en aplicación de los artículos 46 y 4436, reconoció
que los tratados internacionales en cuestión son “parámetro de
constitucionalidad”37 de las expresiones del poder público.
Por lo anterior, adquiere particular importancia el principio
del “control de convencionalidad”, una institución propia del de-
recho interamericano de los derechos humanos38; su origen se
encuentra a partir de la interpretación del texto del artículo 239 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), con
casi quince años de jurisprudencia constante40.
124
El expresidente y juez de la Corte IDH ha definido el control de
convencionalidad como:
125
3.2. Los aportes de Cuscul Pivaral
Siguiendo al Dr. González Domínguez, uno de los aportes
principales de la sentencia Cuscul Pivaral es el análisis sobre las
obligaciones de desarrollo progresivo y prohibición de regresivi-
dad de los derechos económicos, sociales, culturales y ambien-
tales (DESCA)43. Si bien existían precedentes en la jurisprudencia
interamericana que se habían referido a dichas obligaciones inter-
nacionales44, por primera vez la Corte IDH realiza un análisis sis-
temático de estas. Además, clarifica el canal interpretativo que la
Corte utilizó en precedentes anteriores para considerar que tiene
competencia para conocer sobre presuntas violaciones al artículo
2645 de la CADH.
Para el marco constitucional guatemalteco, entre los aportes
sustantivos se encuentra la incorporación de los estándares de
la Observación General No. 14 del Comité DESC sobre el dere-
cho al disfrute del más alto nivel posible de salud46. Es decir, los
43. GONZÁLEZ DOMÍNGUEZ, Pablo. “Los aportes del caso Cuscul Piva-
ral y otros vs. Guatemala a la jurisprudencia de la Corte Interamericana
en materia de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales”.
En CLÉRICO, Laura, MORALES, Antoniazzi, RONCONI, Liliana. Interameri-
canización de los DESCA: El caso Cuscul Pivaral de la Corte IDH. Institu-
to de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro, México, 2020,
pp. 156 y ss.
44. Véase, por ejemplo, Corte IDH. Caso «Cinco Pensionistas» Vs.
Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de febrero de 2003.
Serie C, No. 98.
45. Convención Americana sobre Derechos Humanos. Artículo 26.
“Desarrollo Progresivo. Los Estados Partes se comprometen a adoptar
providencias, tanto a nivel interno como mediante la cooperación interna-
cional, especialmente económica y técnica, para lograr progresivamente la
plena efectividad de los derechos que se derivan de las normas económi-
cas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura, contenidas en la Carta
de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el Protoco-
lo de Buenos Aires, en la medida de los recursos disponibles, por vía le-
gislativa u otros medios apropiados”. Para poder conocer la controversia
jurídica, ver en este sentido el voto disidente del Juez Humberto Sierra
Porto en el Caso Lagos del Campo Vs. Perú. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de agosto de 2017. Serie
C No. 340.
46. Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales. Obser-
vación general No. 14: El derecho al disfrute del más alto nivel posible
de salud, 11 de agosto de 2000, U.N. Doc. E/C.12/2000/4. Ginebra, 2000,
párr. 1.
126
requisitos de disponibilidad47, accesibilidad48, aceptabilidad49 y
calidad50. Si bien la Corte reconoce que la aplicación de dichos
parámetros “dependerá de las condiciones prevalecientes en cada
[E]stado”51, la Observación General contiene elementos progra-
máticos que dan claridad a la política pública que debe imple-
mentarse para garantizar el derecho a la salud.
47. “Cada Estado Parte deberá contar con un número suficiente de es-
tablecimientos, bienes y servicios públicos de salud y centros de atención
de la salud, así como de programas. La naturaleza precisa de los estable-
cimientos, bienes y servicios dependerá de diversos factores, en particular
el nivel de desarrollo del Estado Parte. Con todo, esos servicios incluirán
los factores determinantes básicos de la salud, como agua limpia potable
y condiciones sanitarias adecuadas, hospitales, clínicas y demás estable-
cimientos relacionados con la salud, personal médico y profesional capa-
citado y bien remunerado habida cuenta de las condiciones que existen en
el país, así como los medicamentos esenciales definidos en el Programa
de Acción sobre medicamentos esenciales de la OMS”.
48. “Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser acce-
sibles a todos, sin discriminación alguna, dentro de la jurisdicción del Es-
tado Parte. La accesibilidad presenta cuatro dimensiones superpuestas”:
i) no discriminación; ii) accesibilidad física; iii) accesibilidad económica;
iv) acceso a la información.
49. “Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán
ser respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados, es decir
respetuosos de la cultura de las personas, las minorías, los pueblos y las
comunidades, a la par que sensibles a los requisitos del género y el ciclo
de vida, y deberán estar concebidos para respetar la confidencialidad y
mejorar el estado de salud de las personas de que se trate”.
50. “Además de aceptables desde el punto de vista cultural, los esta-
blecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser también apropiados
desde el punto de vista científico y médico y ser de buena calidad. Ello
requiere, entre otras cosas, personal médico capacitado, medicamentos
y equipo hospitalario científicamente aprobados y en buen estado, agua
limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas”.
51. Corte IDH. Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala, op. cit.,
párr. 106.
127
parte del quinquenio de la actual CC y los últimos tres años de la
anterior. Se identificaron 40 casos en los que hay un examen sus-
tantivo de las obligaciones en materia de salud o seguridad social.
Con esta muestra se buscaba, por un lado, identificar las grandes
líneas jurisprudenciales en los últimos años. Por otro lado, se
pretendía identificar los grados de aplicación e incorporación del
derecho internacional en la jurisprudencia constitucional.
Las sentencias analizadas no arrojan ninguna sorpresa. Las
principales líneas jurisprudenciales identificadas se podrían divi-
dir en tres grupos: i) acceso a tratamientos adecuados; ii) acceso a
medicamentos y, iii) desabastecimiento de centros hospitalarios.
Quizás la principal característica de las sentencias identifi-
cadas es la falta de una metodología consistente en el razona-
miento constitucional. Esto no es inusual en lo que respecta a la
interpretación constitucional del derecho a la salud52. En algunas
ocasiones, hay una suerte de aplicación “directa” de las cláusulas
constitucionales relevantes53, sin abundante motivación; en otros
casos, la CC realiza una interpretación finalista54, y hay un tercer
grupo de decisiones donde el tribunal constitucional realiza un
examen detenido de los méritos y, quizá más sistemático, de las
normas aplicables55. En este grupo es donde se encuentra el grue-
so de precedentes que invocan normas de derecho internacional
de los derechos humanos.
Un poco más de la mitad de las sentencias identificadas56 no
invoca o aplica instrumentos de derecho internacional. De las 16
sentencias que sí recurren al derecho internacional de los dere-
chos humanos, solo cinco son de la conformación del quinquenio
128
anterior. Por ejemplo, en el expediente 2266-2014 se invoca tanto
la Declaración Americana como la Declaración Universal de De-
rechos Humanos, sin que se razonen los motivos por los cuales
no se emplearon instrumentos internacionales ratificados por el
país. En precedentes más recientes, se invoca de forma más con-
sistente tratados internacionales ratificados por Guatemala, como
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto
Internacional sobre Derechos, Económicos, Sociales y Culturales.
Sin perjuicio de lo anterior, se invoque o no derecho interna-
cional, pareciera haber consistencia por parte de la CC en cuanto
a las tres líneas jurisprudenciales antes señaladas. Por ejemplo,
la mayoría de los casos en que se reafirma el derecho a tener acce-
so a tratamiento y a medicamentos adecuados, son contra el IGSS
y, consistentemente, la CC afirma que este no solo es un derecho
humano, sino que debe prevalecer a formalismos legales57.
Asimismo, pareciera consistente en ambas conformaciones el
reconocimiento de la obligación del Estado de prevenir y corre-
gir problemas de desabastecimiento en los centros de atención
médica. Así, en el expediente 781-2019, la CC examina y resuelve
con lugar una apelación de amparo presentada contra el MSPAS
para asegurar el abastecimiento del Hospital General San Juan de
Dios, uno de los más importantes del país. El enfoque difiere lige-
ramente de la conformación anterior, pero reconoce la obligación
del Estado de mantener los hospitales nacionales adecuadamente
abastecidos58.
129
efecto, se hace referencia a una serie de indicadores que podría
brindar indicios sobre el cumplimiento de dichos estándares.
La debilidad institucional a la que se hizo referencia en la
primera sección ha sido, sin duda, uno de los principales deter-
minantes de la respuesta estatal frente a la crisis sanitaria. Un
indicador útil para medir la capacidad de prestar servicios y de
gestión del Estado es el índice de eficacia del gobierno. Guatema-
la tiene una puntuación negativa de -0.6859, muy por debajo de
países como Costa Rica, con 0.3860. Para referencia, Chile, el país
que consistentemente ha sido calificado entre los mejores de las
Américas, tiene una calificación de 1.0861.
Lo anterior sugiere que Guatemala puede hacer pocas cosas,
o bien, no es bueno para prestar servicios que requieran recur-
sos, coordinación y capacidad de gestión. Quizás por esta razón
es que, al inicio de la pandemia, Guatemala fue de los países de la
región con una respuesta más severa en cuanto a restricciones de
derechos se refiere. En el gráfico 4 se puede observar la evolución
del índice de severidad de respuestas estatales a la COVID-19 en
Perú, Guatemala y Costa Rica. Este índice agrupa 17 indicadores
que buscan medir tres ejes principales: i) medidas de contención
y cierre; ii) políticas económicas y, iii) políticas implementadas en
el sistema de salud62.
El índice de severidad permite tener una idea del número de
políticas gubernamentales implementadas y qué tan estrictas son.
Esto quiere decir que no es un ranking o una calificación de las
políticas públicas aplicadas. Es decir, no es un indicador de qué
tan exitosas han sido las respuestas estatales a la pandemia.
130
Al momento de preparar este documento, Guatemala tenía
una puntuación de 49.54 de un máximo de 100 en el índice. Sin
embargo, fue de los países de la región que sostuvo una nota alta
en los primeros meses de la pandemia. Durante marzo hubo mu-
cha convergencia en la severidad de las medidas en toda la región
(con infames excepciones, como Nicaragua). Es a partir de mayo
que las variaciones en las respuestas gubernamentales empiezan
a ser más acentuadas, en la medida que se relajan las medidas
con enfoques muy distintos entre sí63.
De lo anterior se podría afirmar que Guatemala tuvo una ten-
dencia hacia la utilización de medidas restrictivas como respuesta
principal. Especialmente, cuando se puede constatar que el nú-
mero de pruebas diagnósticas practicadas diariamente está por
debajo del promedio mundial y regional64. La experiencia compa-
rada sugiere65 que, identificando eficazmente los focos de contagio
a través de una política de pruebas generalizada y de fácil acceso,
es posible relajar responsablemente las medidas restrictivas. No
obstante, en el caso guatemalteco, la evidencia pareciera sugerir
que las medidas restrictivas se relajaron sin tener identificados,
adecuadamente, los focos de contagio.
La debilidad institucional en el sistema hospitalario requería
que el Estado equipara rápida y adecuadamente los hospitales y
centros de salud del país. En marzo, según reportaron medios de
comunicación, el país entero contaba con 100 ventiladores mecá-
131
nicos: 60 en hospitales públicos y 40 en el sector privado66. No
fue posible, para efectos de este documento, encontrar una fuente
oficial que diera cuenta de cuál es el dato actualizado.
Esta debilidad institucional ha repercutido en la poca con-
fiabilidad de los datos estadísticos presentados por el MSPAS.
Por ejemplo, fueron documentados varios problemas en la con-
tabilización de pruebas practicadas, así como en el número de
personas contagiadas67. Quizá el más preocupante de todos estos
problemas es el subregistro de las defunciones. Según análisis
estadísticos independientes, realizados por organizaciones de so-
ciedad civil, hay un excedente en las tasas de mortalidad a nivel
nacional68. Así, para octubre de 2020, el MSPAS reportaba 3,781
personas fallecidas por COVID-19; sin embargo, existían 4,290
“muertes en exceso” respecto de la cifra esperada para el año, que
podrían atribuirse a la pandemia.
Finalmente, otro indicio útil para determinar la calidad de
la respuesta estatal, es la ejecución presupuestaria y transparen-
cia en el uso de los fondos públicos. Especialmente, teniendo en
cuenta los problemas de corrupción endémica reseñados al inicio
del presente capítulo.
El primer dato que resalta en este sentido es la baja ejecu-
ción de los fondos públicos destinados a la emergencia. Para el
segundo trimestre de 2020, la ejecución de las asignaciones pre-
supuestarias de emergencia en el MSPAS se encontraba apenas en
66. AGUILAR, Denis. “Salud confirma que solo hay 100 respiradores
para atender emergencia”. La Hora. 11 de abril de 2020. Consultado el 10
de diciembre de 2020. Recuperado de https://lahora.gt/salud-confirma-
que-solo-hay-100-respiradores-para-atender-emergencia/
67. ORTIZ, Grecia. “Laboratorio de Datos GT expone también incon-
sistencias en municipios sin COVID-19”. La Hora. 6 de junio de 2020.
Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de https://lahora.gt/
laboratorio-de-datos-gt-expone-tambien-inconsistencias-en-municipios-
sin-covid-19/
68. CHÁVEZ, Oscar. Boletín estadístico No. 1 sobre exceso de mor-
talidad durante la emergencia por COVID-19 en Guatemala. Labdatosgt.
Guatemala, 2020. Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado
de https://drive.google.com/file/d/1GmKC2M8qZhVI76tOCrXNzODHwG_
FsW48/view
132
16.65%. Esto se manifestó en la precariedad de las condiciones
de los centros de atención públicos establecidos exclusivamente
para pacientes de COVID69.
Este dato contrasta con las asignaciones presupuestarias que
se pretendían para 2021. Había una asignación insuficiente para
comprar vacunas contra la COVID-1970, pero sí aumentos al Mi-
nisterio de Comunicaciones y a los Consejos Departamentales de
Desarrollo para la construcción de obra gris71. Centros de inves-
tigación especializados manifestaron su alarma ante esta poten-
cial asignación presupuestaria72, pues son instancias del sector
público que, históricamente, se han visto plagadas por casos de
corrupción73.
69. MAZARIEGOS RIVAS, Ángel. “Guatemala: Los hospitales de cam-
paña sin médicos”. Agencia Ocote. 15 de octubre de 2020. Consultado el
10 de diciembre de 2020. Recuperado de https://www.agenciaocote.com/
blog/2020/10/15/guatemala-los-hospitales-de-campana-sin-medicos/
70. ÁLVAREZ, Nancy. “Asturias: Coprecovid y MSPAS van a abogar para
tener suficientes fondos para vacunas”. Emisoras Unidas, 26 de noviem-
bre de 2020. Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de
https://emisorasunidas.com/2020/11/26/coprecovid-ministerio-salud-fon-
dos-vacunas-covid-19/
71. VEGA, Pavel. “Presupuesto 2021: Más para construcción, menos
para salud”. Plaza Pública. 20 de noviembre de 2020. Consultado el 10
de diciembre de 2020. Recuperado de https://www.plazapublica.com.gt/
content/presupuesto-2021-mas-para-construccion-menos-para-salud
72. Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales. Icefi: el presupues-
to de Guatemala para 2021, aprobado de manera opaca y excluyente,
contiene anomalías graves y amplios espacios para la corrupción. ICEFI,
Guatemala, 2020. Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de
https://www.icefi.org/comunicados/icefi-el-presupuesto-de-guatemala-pa-
ra-2021-aprobado-de-manera-opaca-y-excluyente; ver también Asociación
de Investigación y Estudios Sociales. “ASIES, ante la aprobación del presu-
puesto de ingresos y egresos del Estado para el 2021 manifiesta”. ASIES,
Guatemala, 2020. Consultado el 10 de diciembre de 2020. Recuperado de
http://www.asies.org.gt/asies-ante-la-aprobacion-del-presupuesto-2021/
73. Por ejemplo, el reciente hallazgo de Q122.8 millones en efecti-
vo, vinculados con el exministro de comunicaciones, ahora prófugo. Cfr.
RAMÍREZ, Claudia. “Exministro Luis Benito tiene orden de captura por
lavado de dinero”. El Periódico, 20 de octubre de 2020. Consultado el
10 de diciembre de 2020. Recuperado de https://elperiodico.com.gt/na-
cionales/2020/10/20/exministro-luis-benito-tiene-orden-de-captura-por-
lavado-de-dinero/
133
Conclusiones
134
V
1. Introducción
135
rechos y libertades, lo cual es reflejo de una de las tesis centra-
les del contractualismo contemporáneo, en el sentido de que esa
organización social que es el Estado, debe promover y proteger
unos valores fundamentales que, una vez incluidos en las consti-
tuciones, se constituyen en parámetros de legitimidad de todo el
sistema político.
De esta manera, la legitimidad del Estado descansa en la pro-
moción y protección de la dignidad humana2, que es su “causa
o razón social” y la “condición de la convivencia civil”3. En otras
palabras, el Estado no es un hecho natural, sino un fenómeno ar-
tificial y convencional construido por las personas para la tutela
de sus derechos4, entre los que se encuentra el derecho a la salud,
que debe ser garantizado por su importancia para la dignidad hu-
mana y puesto a salvo de los embates del mercado5.
En tiempos de crisis como la que enfrentamos debido a la
covid-19, el análisis de las acciones u omisiones del Estado en
relación con la promoción y protección del derecho a la salud es
fundamental para determinar su nivel de legitimidad, pues está
íntimamente ligado a la dignidad humana y a otros derechos
fundamentales como la integridad personal y la vida6, cuyo goce
“es un prerrequisito para el disfrute de todos los demás derechos
136
humanos. De no ser respetado, todos los derechos carecen de
sentido”7.
Esta vinculación entre un derecho social (salud) y un derecho
civil (vida o integridad), fortalece la idea de la indivisibilidad e
interdependencia de los derechos civiles, políticos, económicos,
sociales y culturales pues, como lo plantea la Sala de lo Constitu-
cional, existe una
137
Para la Sala de lo Constitucional, se entiende por salud el
funcionamiento armónico del organismo, tanto del aspecto físico
como psicológico del ser humano. Lo constituye, además, el ac-
ceso a condiciones mínimas de salubridad a fin de vivir una vida
digna. En tal sentido, además de ser un derecho fundamental, la
salud tiene la connotación de un servicio público, al que todas las
personas deben acceder, y al Estado le corresponde:
138
que tengan por objeto o por resultado la discriminación, basa-
dos entre otros, en motivos tales como raza, color, etnia, origen
o condición social, nacionalidad, nacimiento, religión, idioma,
estado civil, ideología, opinión política o gremial, género, edad,
posición económica, discapacidad, características genéticas, sa-
lud, caracteres físicos, ocupación laboral, antecedentes penales
u orientación, identidad o preferencia sexual; el acceso a la infor-
mación pública; entre otros10.
139
ración directa al derecho a la salud, al derecho fundamental a la
dignidad del ser humano y sobre todo al derecho fundamental a
la vida13.
Para superar la deficiente prestación sanitaria que vulnera la
dignidad humana al provocar un evidente sufrimiento a un con-
siderable número de personas “que acuden a los hospitales pú-
blicos en busca de que se haga efectivo este derecho humano [a
la salud]”14, el Estado está obligado a utilizar de forma transpa-
rente, eficaz y equitativa todos los recursos disponibles, pues la
corrupción en el manejo de los fondos destinados a garantizar
tal derecho puede provocar su violación directa, ya que se estaría
impidiendo a las personas disfrutarlo o ejercerlo efectivamente15.
Es importante destacar el carácter exigible y justiciable que la
Constitución hondureña le otorga al derecho a la salud, ubicán-
dolo, junto con otros derechos económicos, sociales y culturales,
en un único lugar: el “Título III. De las declaraciones, derechos
y garantías”. De esta manera, se supera la lógica de las “genera-
ciones de derechos”, que otorga mayor importancia, en términos
axiológicos, a los derechos civiles y políticos por encima de los
derechos económicos, sociales y culturales16.
La Sala de lo Constitucional ha ratificado esta posición en do-
ble vía: primero, que gracias a la naturaleza indivisible e interde-
13. Ídem.
14. Sala de lo Constitucional. SCO-AA 587-2013 de fecha 01 de abril
de 2014, considerando 20.
15. Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos. Informe final
sobre las Consecuencias negativas de la Corrupción en el Disfrute de
los Derechos Humanos. Consejo de Derechos Humanos. A/HRC/28/73. 5
de enero de 2015, p. 11.
16. Al respecto, me permito remitir a mis trabajos: Elementos para
una teoría de los derechos económicos, sociales y culturales desde el
Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Instituto Interamerica-
no de Derechos Humanos. Centro de Estudios de Actualización en De-
recho. Editorial UBIJUS. México, 2015; La exigibilidad de los derechos
económicos, sociales y culturales en el ámbito convencional de la ONU.
Editorial San Ignacio, Tegucigalpa, 2011; y Aportes Teóricos para pro-
mover los Derechos Sociales desde el pensamiento de Luigi Ferrajoli.
Editorial Casa San Ignacio, Tegucigalpa, 2012.
140
pendiente de los derechos humanos, el derecho a la salud adquie-
re “carácter de derecho fundamental y, por tanto, esa dimensión
constitucional hace que su afectación merezca protección por la
vía constitucional de amparo”17; segundo, que es falsa la dicoto-
mía que se ha pretendido formular entre los derechos civiles y
políticos, y los derechos económicos, sociales y culturales18, pues
existe una estrecha relación entre la vigencia de unos y de otros19.
En virtud de todo lo anterior, en el marco constitucional hon-
dureño, la salud es un derecho fundamental, autónomo y ver-
dadero, y su vulneración compromete otros derechos humanos
dado que, “es imposible el análisis del derecho a la salud de ma-
nera individual, pues una vez que éste se ve afectado, compromete
otros derechos fundamentales como el derecho a la vida (artículo
65 de la Constitución), a la integridad física, psíquica y moral (ar-
tículo 68 de la Constitución), y el principio de dignidad humana
(artículo 59 de la Constitución)”20.
Finalmente, no se puede olvidar la relación intrínseca que
existe entre el derecho a la salud y el derecho al medio ambiente,
en el sentido que los bienes naturales “que se encuentran com-
prendidos dentro del marco de protección del bloque de consti-
tucionalidad por constituir los dones de la naturaleza […,] hacen
posible la vida y la salud de las personas”. Por tanto, el Estado
tiene la obligación de conservar “el ambiente adecuado para pro-
teger la salud de las personas, declarando de utilidad y necesidad
pública la explotación técnica y racional de los recursos natura-
les”, cuyo impacto ambiental sea aceptable y “no perjudique la
vida y la salud de nadie”21.
141
3. El derecho a la salud a la luz del bloque
de constitucionalidad
142
auxilian mutuamente en la tutela de la dignidad y los derechos
humanos24. A la vez, las normas y derechos fundamentales de ori-
gen supranacional se incorporan a nuestro derecho interno para
formar parte del llamado “bloque de constitucionalidad”25.
Dado que la persona humana es el eje central de nuestra Cons-
titución, esta “incorpora las disposiciones contenidas en los ins-
trumentos internacionales de los derechos humanos, desarrollan-
do la técnica constitucional denominada ‘derechos implícitos’”26
y, de esta manera, las normas internacionales y sus estándares
fortalecen la protección de la persona humana ofrecida por las
normas constitucionales en el ámbito del derecho a la salud, así
como las interpretaciones que realiza la Sala de lo Constitucional
y los órganos internacionales de derechos humanos27.
En virtud de los estándares internacionales, el derecho a la
salud se considera parte fundamental de los derechos humanos y
de lo que entendemos por una vida digna28. Además, es un dere-
cho indispensable para el ejercicio de los demás derechos y está
estrechamente vinculado con los derechos a la alimentación, a la
vivienda, al trabajo, a la educación, a la dignidad humana, a la
vida, a la no discriminación, a la igualdad, a no ser sometido a
torturas, a la vida privada, al acceso a la información y a la liber-
tad de asociación, reunión y circulación29.
143
En este sentido, el derecho a la salud puede considerarse un
derecho inclusivo, ya que comprende un amplio conjunto de fac-
tores que puede contribuir a una vida sana, tales como el agua
potable y condiciones sanitarias adecuadas, alimentos aptos para
el consumo, la nutrición y vivienda adecuadas, las condiciones de
trabajo y un medio ambiente saludables, la educación e informa-
ción sobre cuestiones relacionadas con la salud y la igualdad de
género30. De esta manera,
144
a) La disponibilidad, que requiere que los Estados cuenten con
un número suficiente de establecimientos, bienes, programas,
servicios públicos y centros de atención de la salud, los cua-
les contarán al menos con “agua limpia potable y condiciones
sanitarias adecuadas, hospitales, clínicas y demás estableci-
mientos relacionados con la salud, personal médico y pro-
fesional capacitado y bien remunerado habida cuenta de las
condiciones que existen en el país, así como los medicamen-
tos esenciales definidos en el Programa de Acción sobre medi-
camentos esenciales de la OMS”.
145
d) La buena calidad, es decir, que sean apropiados desde el pun-
to de vista científico y médico, lo cual “requiere, entre otras
cosas, personal médico capacitado, medicamentos y equipo
hospitalario científicamente aprobados y en buen estado, agua
limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas”33.
146
La prestación de servicios públicos implica la protección de bie-
nes públicos, la cual es una de las finalidades de los Estados.
Si bien los Estados pueden delegar su prestación, a través de la
llamada tercerización, mantienen la titularidad de la obligación
de proveer los servicios públicos y de proteger el bien público
respectivo. La delegación a la iniciativa privada de proveer esos
servicios, exige como elemento fundamental la responsabilidad
de los Estados en fiscalizar su ejecución, para garantizar una
efectiva protección de los derechos humanos de las personas
bajo su jurisdicción y para que los servicios públicos sean pro-
vistos a la colectividad sin cualquier tipo de discriminación, y de
la forma más efectiva posible37.
147
mente posible hacia la plena efectividad del derecho a la salud, en
la medida de sus recursos disponibles, y abstenerse de adoptar
medidas deliberadamente regresivas que disminuyan la protec-
ción alcanzada39.
Finalmente, en cuanto a la obligación general del Estado de
respetar y garantizar el derecho a la salud, hay que puntualizar
tres cuestiones: primero, se debe dar especial cuidado a los gru-
pos en situación de mayor vulnerabilidad y marginación, y rea-
lizarse de conformidad con los recursos disponibles de manera
progresiva40. En este orden de ideas,
148
minación; y, por otra parte, desde el acceso a servicios de salud
reproductiva y a la información, la educación y los medios que les
permitan ejercer su derecho a decidir sobre su cuerpo de forma
libre y responsable42.
Y, tercero, no se puede ignorar que la disponibilidad de re-
cursos es una condicionante para la plena efectividad del derecho
a la salud; sin embargo, cuando los recursos son escasos, el Es-
tado tiene el deber de garantizar la satisfacción de por lo menos
los niveles esenciales de este derecho. En otras palabras, existen
unas obligaciones mínimas inderogables que el Estado tiene que
cumplir con independencia de la disponibilidad de recursos o de
cualquier otro factor o dificultad, ya que si las normas constitu-
cionales e internacionales que lo reconocen se interpretaran de tal
manera que no estableciera una obligación mínima, carecerían en
gran medida de su razón de ser43.
En este sentido, el Estado de Honduras tiene que asegurar,
como mínimo, una atención primaria básica de salud; acceso a
centros, bienes y servicios de salud sin discriminación; acceso a
alimentación esencial que sea nutritiva, adecuada y segura para
que nadie padezca hambre; acceso a una vivienda y unas condi-
ciones sanitarias básicas, así como un suministro adecuado de
agua limpia potable; y acceso a los medicamentos básicos según
las definiciones periódicas que figuran en el Programa de Acción
sobre Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la
Salud44.
En conclusión, el Estado de Honduras es responsable de ga-
rantizar y regular con carácter permanente la prestación de ser-
42. Corte IDH. I.V. Vs. Bolivia. Excepciones Preliminares, Fondo, Re-
paraciones y Costas. Sentencia de 30 de noviembre de 2016, párr. 157.
43. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Observa-
ción General N° 3. La índole de las obligaciones de los Estados Partes
(párrafo 1 del artículo 2 del Pacto), 1990, párr. 10 y 12; Id. Observación
General N° 14. El derecho al disfrute del más alto nivel posible de sa-
lud… op. cit., párr. 43.
44. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Observa-
ción General N° 14. El derecho al disfrute del más alto nivel posible de
salud… op. cit., párr. 43.
149
vicios de salud públicos de calidad y la ejecución de programas
nacionales de salud, así como de fiscalizar la prestación de servi-
cios de salud por parte de entidades privadas, “de tal manera que
disuada cualquier amenaza al derecho a la vida y a la integridad
física de las personas”45, particularmente “respecto de una perso-
na que padece enfermedades graves o crónicas cuando su salud
se puede deteriorar de manera progresiva”46.
45. Corte IDH. Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil... op. cit., párr. 99.
46. Corte IDH. Caso Chinchilla Sandoval y otros Vs. Guatemala...
op. cit., párr. 188.
47. Secretaría de Salud. Plan Nacional de Salud 2005-2021. Tegu-
cigalpa, diciembre de 2005, p. 5. Consultado el 1 de diciembre de 2020.
Disponible en: http://www.bvs.hn/Honduras/pdf/Politicas_Nacionales_Sa-
lud-Honduras_Plan_Nacional_2021.pdf
150
En principio, que la Secretaría de Finanzas proporcione a la
Secretaría de Estado en los Despachos de Salud una Financia-
ción sostenible y oportuna para: 1.- Que el Estado promueva
políticas, planes y programas funcionales que garanticen el de-
recho a acceder a servicios de salud de manera oportuna, eficaz
y con calidad. 2.- Que los Hospitales Públicos del País donde se
proporciona cualquier tipo de tratamientos permanentes, ver-
bigracia (diálisis), mantengan todos los insumos y los aparatos
en óptimas condiciones para brindarlos de manera efectiva y
oportuna, y aquellos que no, que el Estado proceda a cubrir sus
obligaciones o a exigir que se cumplan las obligaciones con él no
cumplidas, a aquellos con quienes ha firmado contrato para este
efecto. 3.- Que las instituciones encargadas de la prestación del
servicio de salud, cumplan de manera progresiva y cada vez más
fortalecida con brindar mejores niveles de vida a las personas
que integran el grupo vulnerable que requiera de la prevención,
protección, curación o rehabilitación de cualquier tipo. 4.- De-
nunciar y ejercer las acciones correspondientes ante la noticia de
que se están ejerciendo actos de corrupción con los medicamen-
tos, aparatos médicos, contrataciones de personal, contratos de
suministros en general, encaminados a reducir, redefinir o des-
viar los fondos designados para garantizar el derecho a la salud,
y lograr que se castigue a los responsables48.
151
que el personal médico pudiera prestar un servicio eficiente y de
calidad49.
Por su parte, en un informe especial de 2018, el Comisionado
Nacional de Derechos Humanos (CONADEH) expuso que
49. “Médicos amenazan con suspender las cirugías por falta de in-
sumos en el HEU”. El Heraldo, 26 de septiembre de 2018. Disponible
en: https://www.elheraldo.hn/inicio/1220014-465/medicos-amenazan-
con-suspender-las-cirugias-por-falta-de-insumos-en-heu; “Colegio Médico
denuncia deterioro intencional en sistema de salud”. Proceso Digital, 24
de diciembre de 2018. Disponible en: https://proceso.hn/salud/5-salud-y-
sociedad/colegio-medico-denuncia-deterioro-intencional-en-sistema-de-
salud.html; “Médicos y docentes convocan a gran paro nacional jueves y
viernes”. Criterio.hn., 28 de mayo de 2019. Disponible en https://criterio.
hn/2019/05/28/medicos-y-docentes-convocan-a-gran-paro-nacional-jue-
ves-y-viernes/amp/ Estos reportes de prensa fueron consultados el 1 de
diciembre de 2020.
50. Comisionado Nacional de Derechos Humanos. Aspectos básicos
del servicio público y goce del derecho humano a la salud por los ha-
bitantes en Honduras. Segundo Informe Final Especial. Tegucigalpa, di-
ciembre 2018, pp. 30 y 106. Consultado el 1 de diciembre de 2020. Dis-
152
En 2019, el Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD)
reportó que 9 de cada 10 personas no están cubiertas por ningún
tipo de seguro de salud y estimó “que el 18% de la población (más
de 1.5 millones de hondureños) no tiene acceso a los servicios de
salud”51. Frente a la falta de respuesta por parte del Estado para
responder a la situación crítica del sistema de salud y a su priva-
tización, hubo grandes movilizaciones ciudadanas lideradas por
el Colegio Médico de Honduras, cuyas peticiones no fueron aten-
didas por el gobierno hondureño y solo recibieron la represión
violenta militar y policial52.
Ese mismo año, en su informe sobre la situación de derechos
humanos en Honduras la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) manifestó que
153
Los datos anteriores muestran categóricamente que el sistema
nacional de salud no estaba preparado para responder adecuada-
mente a la pandemia de la covid-19. Como lo señala el historiador
Marvin Barahona,
154
y su distribución; y la regulación de la calidad en los productos,
servicios e instalaciones56.
El Estado de Honduras aprobó una serie de iniciativas para
enfrentar la pandemia, “cuya característica principal fue otorgar
un apoyo a cuentagotas al sistema sanitario y ninguno al sistema
educativo público”57, y realizar procesos irregulares de compra de
hospitales móviles, ventiladoras pulmonares mecánicos, pruebas
de detección de covid-19 e insumos de bioseguridad. Se aprobó
un “Plan para la Contención y Respuesta a casos de Coronavirus
(COVID-19)”, que priorizó 13 hospitales ubicados en 10 departa-
mentos del país58; una Ley Especial de Aceleración Económica y
Protección Social Frente a los Efectos del Coronavirus; la cons-
trucción de más de 90 hospitales59; y la compra de 7 hospita-
les móviles a cargo de la Secretaría de Estado en los Despachos
de Gestión de Riesgos y Contingencias Nacionales de Honduras
(COPECO)60.
A la vez, se aprobó el Decreto Ejecutivo Nº PCM-029-2020,
cuyo artículo 7 dispuso que la SESAL y el Instituto Hondureño de
155
Seguridad Social (IHSS) manejen el sistema hospitalario y com-
partan “recursos humanos e instalaciones físicas para atender la
emergencia y en el caso que se generen operaciones que impli-
quen requerimiento presupuestario con cargo al IHSS, las mismas
serán financiadas con cargo a la SESAL, INVEST-H [Inversión Es-
tratégica de Honduras] y COPECO”61.
No obstante, hasta el momento, de los siete hospitales móviles
referidos solo han llegado dos, incompletos, con serios cuestiona-
mientos de corrupción en términos de relación precio-calidad, y
mediante intermediaciones innecesarias que solo aumentaron el
precio, en perjuicio del patrimonio público. Por otro lado, no se
ha construido ninguno de los 90 hospitales anunciados y la red
hospitalaria sigue careciendo de equipos de bioseguridad, como
lo indica el hecho de que casi un tercio del personal sanitario no
cuenta con equipo de protección personal, y que el 73% del per-
sonal médico y el 58% del personal de enfermería han tenido que
adquirir de su propio bolsillo los insumos sanitarios necesarios
para realizar su labor62.
A la vez, la COPECO e INVEST-H adquirieron cientos de miles
de mascarillas KN95, no recomendadas para uso médico, y las
distribuyeron a nivel nacional a todo el personal médico y de otra
naturaleza, involucrado en el abordaje de la pandemia. Según de-
nuncia del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), las autorida-
des administrativas de la SESAL sacaron las mascarillas de sus
empaques originales, con el “probable objetivo de evitar que los
usuarios tengan conocimiento que estas mascarillas no son reco-
mendadas para el uso médico”. En vez de advertir sobre la falsa
protección de estas mascarillas, han querido ocultarlo, aunque
156
ello implique un perjuicio a la salud del personal sanitario y del
pueblo hondureño63.
Todo lo anterior refleja la ausencia de una estrategia integral
para atender la emergencia sanitaria nacional, así como de do-
cumentos que registren o justifiquen que las compras surgen de
una planificación estratégica de atención a la emergencia por par-
te de las autoridades responsables (Presidencia de la República,
SESAL, INVEST-H y COPECO); tampoco hay registro de un plan bá-
sico de compras que establezca qué comprar, en qué cantidades y
para quiénes, o la priorización de estas adquisiciones64.
Los millones de dólares aprobados han sido manejados de
forma ineficiente, poco transparente e incumpliendo la normativa
nacional vigente y los principios y buenas prácticas en adquisi-
ciones y contratación pública. En consecuencia, la inversión “no
se ha visto reflejada en la satisfacción de las necesidades de la
población causadas por la pandemia de COVID-19”65.
A modo de conclusión
157
al menos, los elementos esenciales del derecho a la salud sean
garantizados en un momento de grave crisis sanitaria y humani-
taria.
No obstante, a pesar de que el Estado de Honduras brinda un
tratamiento amplio al derecho a la salud desde la normativa cons-
titucional y ordinaria, y desde la jurisprudencia constitucional, al
incorporar los estándares internacionales al bloque de constitu-
cionalidad, la práctica de las autoridades públicas evidencia cómo
este derecho es sometido al juego de intereses corruptos y a la di-
námica del poder para, en un contexto de pandemia, profundizar
un modelo represivo que reduce al mínimo el espacio cívico a tra-
vés de la intimidación, el acoso, los ataques a periodistas, la de-
tención de personas que protestan y el uso excesivo de la fuerza,
y los asesinatos de personas defensoras de derechos humanos67.
El abismo entre la adopción de normas, jurisprudencia y me-
didas de emergencia, y la gestión autoritaria del poder y el manejo
corrupto de los recursos en el contexto de la pandemia, constituye
un paradigma cínico que insiste de forma exhaustiva en la defensa
formal del derecho a la salud y, al mismo tiempo, produce es-
tructuras, políticas e instituciones que lo niegan en la práctica68.
Esto provoca que existan dos realidades contradictorias: la que
viven quienes pertenecen al régimen hondureño y lo defienden,
confundiendo la realidad con la ficción; y la que vive la mayoría
de la población privada de alimentos esenciales, atención básica
de salud, empleo y vivienda digna.
A la luz de lo anterior, es evidente que la capacidad de mitigar
los efectos de la pandemia de covid-19 está condicionada por la
158
fortaleza del sistema democrático, por el combate efectivo a la co-
rrupción y por una cultura de respeto y garantía de los derechos
humanos. Honduras, catalogado como uno de los países más co-
rruptos de América Latina y una “autocracia electoral”69, es un
terreno fértil para profundizar el autoritarismo, la corrupción y la
impunidad, con el consecuente incumplimiento de su obligación
de respetar y garantizar el derecho a la salud con el máximo de
los recursos disponibles70.
No obstante, la grieta que se abre entre el discurso oficial y la
negación real del derecho a la salud en el contexto de la covid-19
también representa una oportunidad para, en primer lugar, cons-
truir una conciencia colectiva sobre la importancia de lo público
—sistema nacional de salud y educación pública— para el ple-
no desarrollo de la dignidad humana, y sobre la ilegitimidad del
régimen hondureño, que ha demostrado incapacidad y falta de
voluntad política para la implementación efectiva de los derechos
humanos.
Y, en segundo lugar, para promover una ciudadanía que se
despoje de la servidumbre que la mantiene como titular de de-
rechos en el ámbito del discurso, pero sin poder en la realidad,
y se articule para una práctica de transformación estructural del
país, la cual, obligatoriamente, tiene que asumir un enfoque de
derechos humanos que sitúe a la persona humana en el centro de
las políticas públicas; un enfoque de género que tome en cuenta
la brecha de desigualdad y las relaciones de poder que sufren las
mujeres; y un enfoque de interseccionalidad que considere las
particularidades e identidades diversas de las personas.
159
VI
1. Introducción
161
En el horizonte del presidente Nayib Bukele, trenzado con sus
distorsiones mesiánicas2 y sus muestras casi permanentes de un
narcisismo a veces hasta histriónico, lo que ha estado presente
—como suprema obsesión— es el evento electoral programado a
realizarse el 28 de febrero de 2021. Este tendrá lugar en un esce-
nario complicado por la peste actual y la permanente calamidad
de la politiquería partidista. En las votaciones que se realizarán,
están en juego las administraciones municipales y —sobre todo—
la composición del Órgano Legislativo, cuya mayoría calificada
es la ansiada meta de Bukele, de su círculo familiar, sus socios
empresariales, sus aliados políticos incondicionales, sus “aplau-
didores” mediáticos y sus ilusionados, fanáticos o agresivos se-
guidores.
Las fracciones parlamentarias en la presente legislatura, du-
rante la crisis, también han tenido ese horizonte; sin embargo,
debe señalarse que las situadas en el lado de la llamada “oposi-
ción” no siempre han actuado contra los designios del mandata-
rio; este, eso sí, no ha desaprovechado oportunidad para intentar
hacerle creer a la opinión pública nacional e internacional que
está solo en su “cruzada” contra un “enemigo interno” terrible,
inmisericorde y capaz de hacer lo que sea para entorpecer su mi-
sión. Como parte de esa “conspiración” aparecen la Sala de lo
Constitucional (SC) de la Corte Suprema de Justicia —cuyo des-
empeño debe calificarse al menos como congruente con su man-
dato— así como las referidas bancadas legislativas junto a otras
entidades públicas, el periodismo crítico y cualquier organización
162
o persona que, dentro o fuera del país, ose cuestionar el desem-
peño del mandatario y de sus funcionarios.
Así, pues, el panorama coyuntural no ha pintado con colo-
res de optimismo para la sociedad salvadoreña en estos meses
pandémicos y, además, tormentosos por los tropicales aguaceros
“Amanda” y “Cristóbal”, antecedidos y seguidos por otras llovede-
ras de menor intensidad, pero con dañinas consecuencias direc-
tas para los sectores de la población en situación de mayores vul-
nerabilidades3. Y puede que se oscurezca y enturbie aún más por
los “daños colaterales” que acompañan a la COVID-19, los cuales
han agravado aquellos males estructurales preexistentes —entre
los que predominan el hambre, la sangre y la impunidad— como
parte de una muy poco edificante y menos promisoria realidad
nacional.
163
Saca, que gobernó de 2004 a 2009; Mauricio Funes, quien lo hizo
de 2009 a 2014; y el actual, que asumió en 2019 y finalizará su
administración en 2024. Ciertamente, Saca y Funes no salieron
como entraron, pero al terminar sus respectivos períodos, aún
mantenían un buen grado de aceptación. El primero fue postu-
lado por Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido del
cual fue expulsado siendo ya expresidente; en la actualidad se
encuentra encarcelado por la millonaria corrupción de la cual se
benefició abundantemente, cumpliendo una corta pena y a pun-
to de salir libre. El segundo fue candidato del Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN); luego de su ejercicio
presidencial se asiló en Nicaragua —por la misma causa que aún
mantiene a Saca en una “jaula de oro” — y adquirió la nacionali-
dad de aquel país por decisión del ampliamente cuestionado Da-
niel Ortega.
Saca y Funes ni siquiera iniciaron el camino para comenzar a
superar los males estructurales que aquejan a las mayorías popu-
lares salvadoreñas4. ¿Lo hará Bukele? Parece que no. ¿Agravará
la citada calamidad tan arraigada en el escenario político nacio-
nal? Parece que sí. ¿Qué le depara el destino? Quién sabe.
164
la finalización del conflicto armado hasta la actualidad. En su dis-
curso de toma de posesión, Bukele afirmó que en los siguientes
cinco años no se dejaría atrás la posguerra ni se derrotaría al
bipartidismo; desde su perspectiva, eso ya había ocurrido cuando
la fórmula presidencial que encabezaba triunfó el 3 de febrero de
2019. Desde su óptica, el gran desafío era otro. “Tenemos cinco
años —aseveró— para hacer de El Salvador un ejemplo para el
mundo de que un pueblo puede salir adelante si así lo desea, si
lucha por eso”5.
Previo a la llegada de Bukele a Casa Presidencial, el parti-
do ARENA estuvo instalado en esta desde 1989 hasta el 2009; el
FMLN, por su parte, permaneció de 2009 a 2019. Además, estos
dos entes se turnaron la mayoría parlamentaria durante esas tres
décadas y manipularon las elecciones de “segundo grado” me-
diante las cuales nombraron —en función de sus intereses corpo-
rativos y otros muy particulares— titulares de instituciones clave
para el desarrollo democrático del país, como las que integran el
Ministerio Público: Fiscalía General de la República (FGR), Pro-
curaduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) y
Procuraduría General de la República (PGR).
¿Cómo se llegó a eso? Pues bien, ARENA en el Gobierno y el
FMLN siendo guerrilla, negociaron el “adiós a las armas” en medio
de los combates entre los ejércitos gubernamental e insurgente el
16 de enero de 1992, y suscribieron en México el Acuerdo final de
paz, más conocido como el Acuerdo de Chapultepec. Luego, re-
convertidos los alzados en armas en partido político, ambas ma-
quinarias electoreras generaron un entorno en el cual predominó
la polarización, sin que su horizonte fuera, realmente, el bien co-
mún sino las votaciones. Polarización, hay que señalarlo, más en
la forma que en el fondo; discrepaban e incluso se atacaban en
165
el discurso pero, en la práctica, uno y otro partido, controlando
el Ejecutivo y el Legislativo, impulsaron similares políticas en los
ámbitos económico y de seguridad, así como en lo relativo a un
falso e hipócrita “combate” a la impunidad y la corrupción.
Políticas esas, sin duda, contrarias a los intereses de las ma-
yorías populares. En consecuencia, tanto en 2018, pero mucho
más en 2019, ambos partidos fueron severamente castigados en
las urnas para terminar con sus caudales de seguidores bastante
reducidos; el caso que más llama la atención es el de la agrupa-
ción de “izquierdista”, al menos así se declara, al sufrir una dismi-
nución nunca imaginada: de casi un millón y medio de sufragios
válidos obtenidos en los comicios presidenciales efectuados en
2014, en 2019 no logró siquiera 400 000.
Eso contribuyó, en buena medida, a sentar a Bukele en la silla
presidencial tras haber sido alcalde de un pequeño municipio y
luego repetir en el mismo cargo, pero en la municipalidad más
grande e importante del país: la de la ciudad capital, San Salva-
dor. Esas dos postulaciones triunfadoras fueron impulsadas por
el FMLN, del cual fue expulsado en octubre de 2017. En las elec-
ciones presidenciales que ganó, las de 2019, figuró como candi-
dato del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) pese
a que, en diciembre de 2016, aseguró que nunca lo verían en las
filas de este ni en las de ARENA pues su “corazoncito”, palabra tex-
tual, estaba a la izquierda. De un padrón electoral que sumaba un
total de 5 268 411 personas, triunfó con una cantidad de votos si-
milar a la que consiguieron el FMLN y ARENA en la segunda vuelta
de los comicios realizados en 2014; así, pues, tampoco alcanzó el
millón y medio. La totalidad de los sufragios válidos emitidos en
febrero de 2019 fue de 2 701 992; es decir, el 51.2% del padrón, y
por Bukele se decantó el 27.3% del mismo. A final de cuentas, al-
canzó la primera magistratura con el 53% de la votación efectiva.
En ese marco, se puede aceptar en parte lo que afirmó en su
citado discurso: sí se logró el fin de ese bipartidismo perverso y
dañino con su triunfo, pero no se acabó la posguerra, entendida
como el período que siguió al cese de la confrontación armada,
166
durante el cual había que enfrentar y superar las causas estruc-
turales que la originaron. La posguerra pudo haber sido menos
prolongada ya que, en función de eso, se diseñó un “plan maestro”
contenido, básicamente, en dos de los documentos que en el mar-
co del proceso de diálogo y negociación firmaron las partes beli-
gerantes: el ya mencionado Acuerdo de Chapultepec, el último, y
el Acuerdo de Ginebra, el inicial, rubricado en esa ciudad suiza el
4 de abril de 1990. El de Chapultepec es, en la práctica, el listado
de los compromisos asumidos que debía cumplirse; un ejemplo
entre tantos: la creación de nuevas instituciones como la Policía
Nacional Civil (PNC) y la PDDH. En el de Ginebra se plantearon
los grandes componentes del proceso para hacer del salvadoreño
un territorio en paz. ¿Cuáles eran? Terminar la guerra por la vía
política al más corto plazo posible, respetar irrestrictamente los
derechos humanos, democratizar el país y reunificar la sociedad.
Sin embargo, el curso de los acontecimientos no se enfiló ha-
cia esas trascendentales metas. Cesaron los combates entre los
antes enemigos en las trincheras, sí, y pasaron a ser contrincantes
enfrentados en las urnas. Pero, por razones distintas, la violencia
continuó con altas tasas de criminalidad entre las cuales destacan
—por ser las más dolorosas y escandalosas— las de los homici-
dios, femicidios y feminicidios junto a las desapariciones forzadas
y las extorsiones, más conocidas como “rentas”.
También permanecieron la exclusión social y la profunda des-
igualdad, como parte esencial del diario sufrir que lacera la exis-
tencia de muchísimas familias. La negación de justicia se fortale-
ció al aprobarse —en perjuicio de las víctimas de las atrocidades
ocurridas antes y durante la guerra— una amnistía amplia, abso-
luta, incondicional y violadora de los estándares del derecho in-
ternacional de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario en la materia; los dos partidos políticos, que predo-
minaron en la vida política a lo largo de tres décadas, secuestra-
ron de hecho las instituciones y los altos índices de corrupción se
incrementaron, por mucho.
Así, tras los combates entre las fuerzas gubernamentales e
insurgentes continuaron vigentes e hirientes la sangre, el ham-
167
bre y la impunidad. La posguerra, a la fecha aún presente, pudo
haber durado menos, hay que reiterarlo, de haberse cumplido
siquiera de manera medianamente aceptable lo establecido en el
mencionado “plan maestro”; no obstante, se ha extendido durante
casi treinta años al seguir vigentes esos males que profundizan el
menoscabo de la sempiterna mala calidad de vida de las mayorías
populares.
Semejante escenario se convirtió en el más ventajoso para
Bukele, pues ese hartazgo de la población, provocado por políti-
cos y funcionarios de “los mismos de siempre” —como bautizó,
siendo candidato, a los partidos ARENA y FMLN— propició que
una considerable cantidad de la población se ilusionara con las
“nuevas ideas” que propuso, pero que nunca formuló en serio, el
ahora mandatario; algo parecido ocurrió con el arribo de la ex-
guerrilla al Ejecutivo en 2014, llevando como candidato al ahora
ciudadano nicaragüense y prófugo de la justicia salvadoreña.
Bukele recibió, el 1 de junio de 2019, no un país en vías de
desarrollo, sino uno en vías de convertirse en un Estado fallido.
Por ello, en su discurso de ese día, comparó a El Salvador con
un niño enfermo. “Nos toca ahora a todos —aseguró— cuidarlo,
nos toca ahora a todos tomar un poco de medicina amarga, nos
toca ahora a todos sufrir un poco, nos toca ahora a todos tener
un poco de dolor, asumir nuestra responsabilidad”6. En la cam-
paña ya había enrarecido notablemente el ambiente político, con
los ataques a sus rivales; en su arenga inaugural como presidente
de la República se refirió a las ofertas de los gobernantes anterio-
res, sosteniendo que habían sido tan solo “mentiras” y “promesas
rotas” relacionadas con trabajo, seguridad, vivienda digna, agua
potable, hospitales con medicinas y escuelas en las que se impar-
tiría buena educación.
Frente a eso, aseguró que al finalizar los cinco años de su
administración el país sería un ejemplo para el mundo; y lo rei-
teró en su más reciente intervención en la Asamblea General de
la Organización de las Naciones Unidas, el 29 de septiembre de
6. Ibíd.
168
2020, cuando habló de la construcción del “milagro salvadoreño”.
Veamos a continuación cómo avanza la “obra” que ha prometido y
que se ha comprometido —dentro y fuera del territorio nacional—
a entregar en 2024.
En lo político le ha declarado una especie de guerra tuitera y
mediática a quien, parafraseando a George W. Bush, si no está con
él entonces… ¡está contra él! Aunque los ejemplos abundan, para
muestra bastan algunos botones de entre los más destacados.
Por la trascendencia negativa del evento, entre esos cabe traer a
cuenta que el 9 de febrero de 2020 —a un mes de decretar esta-
do de emergencia nacional— Bukele ingresó al Salón Azul de la
Asamblea Legislativa (AL) rodeado de un considerable número de
militares. Previamente y sin real sustento, apelando a lo estable-
cido en el ordinal séptimo del artículo 167 de la Constitución,
su Consejo de Ministros convocó el 6 de febrero a diputadas y
diputados para realizar una sesión extraordinaria, con el objetivo
único de debatir y votar la aprobación de un préstamo solicitado
por el Órgano Ejecutivo.
En un tuit circulado al día siguiente, Bukele sostuvo que to-
davía no se había roto “el orden constitucional”; pero de no reali-
zarse la sesión, alegó, sí se rompería y podría aplicarse el artículo
87 de la Ley fundamental, en el cual se reconoce el derecho a la
insurrección popular; eso sí, únicamente cuando se hayan trans-
gredido “las normas relativas a la forma de gobierno, o por graves
violaciones a los derechos consagrados” en su texto.
Ninguna de esas dos situaciones había ocurrido entonces; sin
embargo, hizo lo que hizo —la incursión castrense en el recinto
parlamentario— y no fueron pocas las condenas nacionales e in-
ternacionales que recibió, hasta el punto de ser considerada la
irrupción como un “intento de golpe de Estado”. Lo haya sido o
no, ese acontecimiento dejó claro que Bukele había decidido con-
vertir a la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) en uno de los dos
pilares en que se apoyaría durante su gestión; también reafirmó
su talante autoritario, casi visceral, que lo ha caracterizado du-
rante los diecisiete meses transcurridos de la misma.
169
El primer asomo de su decisión respecto de la milicia quedó
claro el 11 de junio de 2019 cuando, al momento de recibir el
bastón de mando como comandante general de la milicia, hizo
que la tropa congregada jurara defender “la patria de las amena-
zas externas e internas”; ¡ojo!, bueno sería que aclarara cuáles
son, sobre todo las “internas”. También los militares juraron “ser
leales y tener disciplina, honor” hacia él y la patria7. El otro pilar
en que se apoya es la PNC, que también fue parte de la ocupación
del recinto legislativo, uno de los sucesos más condenables ocu-
rridos a lo largo de la posguerra. Tanto el director general de la
corporación policial como el ministro de la Defensa Nacional, lo
han corroborado con su ciega sumisión a los dictados de su jefe
durante la pandemia; sumisión que raya en lo absurdo.
170
El 18 de marzo se detectó a la primera persona contagiada en
el municipio de Metapán, departamento de Santa Ana, donde se
instaló por ello un cerco sanitario. Hasta entonces, la opinión casi
generalizada veía con buenos ojos todo lo actuado; pero las cosas
comenzaron a complicarse. A lo ocurrido en Metapán, le siguió
una cuarentena nacional obligatoria decretada por Bukele el 21
de marzo; duraría 30 días, pero se fue prorrogando con el paso
del tiempo.
En ese escenario tuvo lugar una serie de acciones guberna-
mentales cuestionables y cuestionadas: tumultuoso, desordenado
y poco transparente reparto directo de dinero entre la población;
muy criticados centros de contención, adonde iban a parar per-
sonas sanas que mezclaban con posibles portadoras del virus;
cercos sanitarios decididos sin sustento ni explicación lógica; de-
cretos y vetos presidenciales censurados por inconstitucionales;
ataques presidenciales a través de redes sociales contra gremiales
empresariales, casas de estudios superiores y, obviamente, par-
tidos políticos opositores; difusión amplia de expresiones que
rayan en lo pedestre por parte de algunos ministros, como reac-
ción a críticas recibidas; agresivas cadenas nacionales de medios
de comunicación en las que no han faltado las calumnias y los
chismes; conferencias de prensa plagadas de ataques contra pe-
riodistas presentes y ausentes… En fin, ese fue el escenario en
el que inició y se ha desarrollado a lo largo de la pandemia la ya
mencionada refriega tuitera, mediática e improductiva para las
necesidades más sentidas de la población en mayores condiciones
de vulnerabilidad.
En medio de esa casi siempre desgastante confrontación uni-
lateral y muchas veces de mal gusto, declarada por Bukele contra
no pocas personas e instituciones a las cuales considera “enemi-
gas” desde antes y más durante la emergencia sanitaria, es nece-
sario iniciar examinando su muy mala relación con la SC, cuyo
tono, se supone, es consecuencia del plausible ejercicio de sus
funciones —no hay otra explicación lógica— con el cual no está de
acuerdo, pues contraría sus despropósitos.
171
Entre dichas funciones se encuentra la de “conocer y resol-
ver las demandas de inconstitucionalidad de las leyes, decretos y
reglamentos, los procesos de amparo, el hábeas corpus [sic], las
controversias entre el Órgano Legislativo y el Órgano Ejecutivo
[…]”, tal como lo determina el artículo 174 de nuestra carta mag-
na. Así, según jurisprudencia recientemente producida y relacio-
nada con una polémica surgida entre dichos entes en el marco
de la pandemia, la SC ha afirmado que es de su competencia
definir “en última instancia, y de forma irrecurrible, la solución
de los problemas sobre cuestiones constitucionales mediante la
decisión final”8. A continuación, algunos ejemplos de lo ocurrido
en medio de ese ambiente demasiado enrevesado, caliente y nada
conveniente para el bien común.
En un proceso de habeas corpus se emitieron determinadas
medidas cautelares el 26 de marzo de 2020, en una de las cua-
les se le prohibía a Bukele y a las autoridades de la PNC “privar
de libertad en la forma de confinamiento o internamiento sani-
tario forzoso a las personas que incumplan la orden de cuaren-
tena domiciliaria”9. Este fallo fue ratificado el 8 y el 15 de abril,
mediante sendas resoluciones de seguimiento a lo mandado. El
titular del Ejecutivo reaccionó el mismo día con el siguiente tuit:
“NINGUNA resolución está por encima del derecho constitucional
a la vida y salud del pueblo salvadoreño”; y le siguió este otro:
“No entiendo el deseo mórbido que tienen de que nuestra gente
muera, pero juré que cumpliría y haría cumplir la constitución.
Así como no acataría una resolución que me ordene matar salva-
doreños, tampoco puedo acatar una resolución que me ordena
dejarlos morir”.
8. PINEDA, Óscar A., CÁDER, Aldo E., AVILÉS, Carlos S., et al. Contro-
versia 8-2020. Sala de lo Constitucional, Corte Suprema de Justicia. San
Salvador, 19 de agosto de 2020, p. 7. Consultado el 4 de septiembre de
2020. Recuperado de https://www.jurisprudencia.gob.sv/pdf/8-2020.pdf
9. PINEDA, Óscar A., CÁDER, Aldo E., AVILÉS, Carlos S., et al. Há-
beas corpus [sic] 148-2020. Sala de lo Constitucional, Corte Suprema
de Justicia. San Salvador, 19 de agosto de 2020, p. 4. Consultado el 4
de septiembre de 2020. Recuperado de https://www.jurisprudencia.gob.
sv/busqueda/showFile.php?bd=1&data=DocumentosBoveda%2FD%2F1
%2F2020-2029%2F2020%2F04%2FDC112.PDF
172
Y continuó, refiriéndose a los cuatro magistrados y a la magis-
trada que integran la SC, en los siguientes términos: “5 personas
no van a decidir la muerte de cientos de miles de salvadoreños.
Por más tinta y sellos que tengan”; “Una cosa es interpretar la
Constitución, otra muy diferente es ordenar la muerte del pueblo.
La Sala no tiene facultades para implementar o quitar medidas
sanitarias, ni para decidir sobre contenciones epidemiológicas”;
y, sin ofrecer pruebas, finalizó su arremetida muy a su estilo, con
la acusación de que intentaban “cruzar sus propias limitantes” en
obediencia sumisa a “las órdenes de sus financistas”.
Más adelante, la SC resolvió declarar inconstitucionales las
fases de la reapertura económica ordenada por Bukele, quien
reaccionó el 7 de agosto preguntando si a sus miembros ya no
les importaba nada; asimismo, acusó a diputados y diputadas
de pretender generar “una crisis sanitaria”. Y es que, dentro de
la AL, Bukele abrió otro frente de combate contra quienes, desde
sus fracciones parlamentarias, no han aplaudido y mucho menos
apoyado su desempeño en diversas materias, pero sobre todo su
actuación —muchas veces arrebatada y aparentemente “inexplica-
ble”— en lo relativo al manejo de la pandemia, después de haber
iniciado “con pie derecho” pero solo para dar unos pocos pasos.
Se entrecomilla “inexplicable” porque, a todas luces, el gran ob-
jetivo presidencial en este trance ha sido, es y seguirá siendo re-
ducir a la mínima expresión los partidos que mal administraron
y prolongaron la posguerra antes que él; eso, si no es posible
borrarlos definitivamente del mapa político nacional.
Así, sin ser el primer encontronazo con la AL ni tampoco el
único, Bukele vetó el Decreto Legislativo Nº 620 que contenía la
Ley Especial de reconocimiento a los profesionales y trabajadores
de la salud, ante la pandemia de COVID-19; la normativa fue apro-
bada el primer día de abril para impulsar la capacitación, la en-
trega de insumos de protección y el pago de un seguro de vida por
parte del Gobierno a todo el personal sanitario que enfrentaba
la pandemia. Lo vetó diecinueve días después de su aprobación,
argumentando que era “inconstitucional”, básicamente porque,
173
según él y sus asesores, violaba el artículo 226 de la Constitución
salvadoreña, que dispone la especial obligación del Órgano Ejecu-
tivo en lo relativo a “conservar el equilibrio del Presupuesto”. Más
adelante ocurrió un incidente que debería avergonzar a cualquier
presidente que asuma con responsabilidad sus funciones, a dife-
rencia de aquellos cuyo desempeño lo mueve la politiquería y en
ese marco adoptan sus decisiones.
El 23 de abril, en la sesión plenaria de esa semana, la supe-
ración del referido veto presidencial se conseguiría con los votos
—al menos— de las fracciones del FMLN, de la mayoría de ARENA
y del Partido Demócrata Cristiano. Aunque era un hecho, el logro
de dicho objetivo no tuvo lugar ese día, sino al siguiente. ¿Por qué?
Pues porque Bukele, siempre tuiteando, afirmó que un equipo de
contención epidemiológica había detectado una “significativa sos-
pecha de #COVID19 en el salón azul de la Asamblea Legislativa”;
seguidamente, recomendó cerrar la plenaria y el “autoaislamiento
de todos los diputados y personal”, mientras se descartaban o
confirmaban “casos sospechosos y sus nexos”.
Así, el presidente de este Órgano suspendió el desarrollo de
los debates tras la “huida” de cierto número de sus integrantes, y
programó la continuación para el siguiente día. Antes de que se
retomara la actividad parlamentaria, el mandatario tuitero instaló
una unidad móvil para realizar pruebas de COVID-19 a las dipu-
tadas y diputados que admitieran se las hicieran. Ante la poca
aceptación del examen, Bukele se pronunció con su peculiar es-
tilo en los siguientes términos: “La mayoría de diputados se han
declarado ‘sanos’ por decreto legislativo. Gracias a Dios no están
a cargo de la pandemia. Seríamos el país con más muertes per
cápita [sic] del mundo por #COVID19”.
El colofón de lo anterior se produjo cuando el entonces mi-
nistro de Hacienda —quien renunció al cargo el 28 de julio— pre-
sentó el 25 de junio una propuesta de reforma para la aprobación
de un refuerzo presupuestario, destinado a financiar un seguro
de vida para el personal del Ministerio de Salud y del Fondo So-
lidario para la Salud. Ojo: el 19 de junio la SC había declarado
174
constitucionales los artículos 1, 2, 3 y 5 del Decreto Legislativo Nº
620, mediante el cual se impulsaría lo mismo. Si en abril Bukele
se negó a sancionarlo u observarlo, alegando su supuesta incons-
titucionalidad y provocando otro “choque de trenes” con la AL
tras vetarlo, ¿por qué ahora se pronunciaba a favor de asegurar
parcialmente al personal sanitario en situación de alto riesgo?
Lógica respuesta: además de esa última resolución de la SC
que debía cumplirse, echando al traste el veto de Bukele, por la
estrategia electoral de este. El objetivo principal de la misma, ya
se explicó: consiste en obtener, de ser posible, la mayoría parla-
mentaria calificada en las próximas votaciones; es decir, los dos
tercios de las 84 curules en disputa. De no lograr esa meta, la
mayoría simple le serviría para —con base en las alianzas que
trabaje y afiance a partir del 1 de mayo de 2021, cuando se ins-
tale la nueva legislatura— asegurarse en las futuras elecciones
de “segundo grado” el control de las magistraturas en la Corte
Suprema de Justicia, excepto cuatro dentro de la SC; también
buscaría nombrar titulares serviles ante sus dictados para mani-
pular a su favor la FGR, la PDDH y la PGR, así como garantizarse
el sometimiento de quienes estén al frente de la Corte de Cuentas.
La “cereza” que le faltaría a ese “pastel” sería una reforma consti-
tucional en ciernes.
Pero además del continuo enfrentamiento con los menciona-
dos órganos, el titular del Ejecutivo, acuerpado por su gabinete,
ha permanecido en “pie de guerra” contra otros funcionarios im-
portantes para el desarrollo democrático del país. El procurador
para la defensa de los derechos humanos, José Apolonio Tobar,
es uno de ellos. El 15 de abril, el mandatario estuvo muy activo
tuiteando contra la SC; pero también atacó al defensor del pueblo
salvadoreño, a quien la SC le delegó un papel protagónico en la
protección de los derechos humanos, en el marco de la cuaren-
tena general y obligatoria decretada por Bukele el 21 de marzo.
Tobar, según lo dispuesto por la SC, debía “verificar el cumpli-
miento de las medidas cautelares y de tutela adoptadas en rela-
ción al [sic] internamiento o confinamiento sanitario forzoso por
175
el mero incumplimiento de la cuarentena domiciliar, ante lo cual
deberá enviar un informe cada cinco días hábiles, a partir de la
notificación de esta resolución y mientras duren las acciones gu-
bernamentales en relación con la pandemia del COVID-19, sobre
el grado de acatamiento de lo ordenado por este Tribunal”10. En-
tonces preguntó Bukele: “¿La Sala de lo Constitucional delega al
procurador inconstitucional para que tutele la cuarentena y trata
de quitarnos todas las facultades para hacerla que se cumpla?”.
No solo lo calificó como “inconstitucional”, lo cual no le corres-
ponde, sino a la SC que aún no resuelve una demanda presentada
solicitando eso; también lo ha acusado de ser “fachada” y “finan-
cista” del FMLN.
Otro blanco de los ataques presidenciales ha sido el fiscal ge-
neral de la República, Raúl Melara Morán. El más reciente ocurrió
el 11 de noviembre de 2020, luego de que Melara ordenara el
allanamiento de diversas instalaciones, entre estas algunas del
Ministerio de Salud (MINSAL), por posibles actos de corrupción en
el marco del manejo de la pandemia. Los clásicos tuits presiden-
ciales no tardaron en aparecer. “No es noticia. Hasta su hermano
es concejal por ARENA en la alcaldía de Santa Tecla. Todos sabe-
mos que Raúl Melara es un fiscal arenero y por lo tanto inconsti-
tucional. La única noticia es que ya empezó la campaña electoral”.
Pero hubo más ese día, a raíz de la solicitud fiscal a la AL para
someter a un antejuicio al director de la PNC, Mauricio Arriaza
Chicas, a fin de despojarlo del fuero constitucional que ilegalmen-
te lo protege11 y procesarlo por desacatar una orden emitida por
una comisión especial legislativa, relacionada con la rendición de
10. Ibíd., p. 9.
11. El fuero no le corresponde por su cargo en la corporación policial
sino porque, tras haber desobedecido la citada orden, Bukele lo nombró
viceministro de Justicia y Seguridad Pública, a fin de “blindarlo” ante la
posibilidad de enfrentar la justicia. El antejuicio inició el 24 de noviem-
bre de 2020. Tal nombramiento, además, contraría el párrafo segundo
del artículo 5 de la Ley Orgánica de la PNC, el cual establece que el cargo
de director general de la PNC “es incompatible con el desempeño de otro
cargo público y con el ejercicio de su profesión, excepto las actividades de
carácter docente y cultural”.
176
cuentas por parte del Ministro de Hacienda sobre el uso de los
fondos nacionales para enfrentar la COVID-19. “El Fiscal —tuiteó
Bukele— es de ellos, ya lo sabíamos, pero nunca pensé que llega-
ría a pedir un ANTEJUICIO contra el @Director PNC, el único que
de verdad ha luchado contra la delincuencia”.
Las “víctimas” de estos arrebatos no han sido únicamente es-
tos funcionarios y otros más. Entre sus “enemigos” y tantas otras
“amenazas internas”, también ha enfilado baterías contra algu-
nas universidades, la principal gremial de la empresa privada con
especial encono hacia su presidente, organizaciones sociales de
derechos humanos y la Asociación de Periodistas de El Salvador,
junto a medios de comunicación de todo tipo, entre tradicionales
y digitales. De estos últimos cabe traer a cuenta el apoyo a El
Faro —destinatario prioritario y casi permanente de tales acome-
tidas—, que le brindaron cerca de 600 periodistas e intelectuales
de casi medio centenar de países. En una misiva de fecha 28 de
septiembre de 2020, dirigida a Edison Lanza, todavía en su cali-
dad de relator especial para la Libertad de Expresión de la Comi-
sión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las personas
firmantes sostienen que con
12. WALLACE, Arturo. “Bukele vs El Faro: qué hay detrás del enfrenta-
miento del popular presidente de El Salvador con uno de los medios más
prestigiosos del continente”. En BBC News Mundo, 5 de octubre de 2020.
Consultado el 6 de octubre de 2010. Recuperado de https://www.bbc.com/
mundo/noticias-america-latina-54408910
177
su opinión calificada sobre los graves hechos acá reseñados, a la
luz de los estándares interamericanos de libertad de expresión”;
y, finalmente, anunciar “pública y formalmente que la relatoría
estará observando detenidamente las condiciones de la prensa en
El Salvador”13.
En fin, si algo retrata y resume de forma preocupante la tensa
realidad salvadoreña actual —en medio de la calamidad política
predominante y la peste de la COVID-19 reinante— es un extracto
textual de la perorata de Bukele lanzada el 15 de septiembre, en
el marco de la conmemoración del 199 aniversario de la mítica
“independencia nacional”. Esta, aseguró,
13. Ibíd.
14. BUKELE, Nayib. Palabras del Presidente [sic] Nayib Bukele en el
199 aniversario de la independencia patria. Discursos. Presidencia. Go-
bierno de El Salvador. El Salvador. 15 de septiembre de 2020. Consultado
el 20 de septiembre de 2020. Recuperado de https://www.presidencia.gob.
sv/199-aniversario-independencia-patria/
178
manifestando su preocupación por la actuación del gobierno cen-
tral, al estar “faltando a los principios fundamentales” del Estado
de derecho. La CIDH, igualmente, ha estado pendiente de la situa-
ción y han sido reiteradas sus críticas a la administración Bukele.
Amnistía Internacional y Human Rigths Watch se han sumado a
los señalamientos, así como congresistas estadounidenses demó-
cratas y republicanos; también lo ha hecho Mari Carmen Aponte,
exembajadora estadounidense en El Salvador y exsubsecretaria
de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.
Para concluir esta parte, cabe traer a cuenta la sencilla re-
flexión de un experto, el doctor Alfonso Rosales15:
179
que merecen examinarse en la medida que afectan la economía
familiar de personas asalariadas, en uno de los casos, y a una
amplísima colectividad, en el otro. El primero tiene que ver con
el trabajo de las municipalidades; y el segundo, con una posible y
peligrosa afectación a la salud de la población.
En el país existe el Fondo para el Desarrollo Económico y So-
cial de los Municipios, conocido como FODES. Su asidero consti-
tucional se ubica en el artículo 207, párrafo 3, que determina que
tal ente fue creado para “garantizar el desarrollo y la autonomía
económica de los municipios”. Mediante una ley debía establecer-
se su monto y los mecanismos para el uso del mismo. A conse-
cuencia de dicho mandato se aprobó, el 8 de septiembre de 1988,
el Decreto Legislativo Nº 74 que contiene la citada normativa. So-
bre el monto, quedó establecido que una parte debe asignarse a la
Corporación de Municipalidades de la República de El Salvador
(COMURES), cuya misión es
180
ministro Alejandro Zelaya— que los alcaldes hayan engañado a
los empleados de sus alcaldías para hacer un mitin político […]
Les aclaro, el Fodes no es para pagar salarios, no les mientan a
sus empleados”. Sin embargo, contrario a lo que dijo el funciona-
rio, el FODES sí está legalmente autorizado —hasta un 25 % de los
fondos asignados a las municipalidades— para liquidar gastos de
funcionamiento entre los cuales se incluyen salarios, servicios y
pago a proveedores.
Al 12 de octubre de 2020, COMURES se encontraba realizando
los trámites pertinentes para lograr que se agilizara la entrega
de cuatro meses adeudados del FODES y USD 75 millones de un
crédito otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta gremial remitió a Zelaya, el 7 del mismo mes, copia de un
oficio de la Comisión de Hacienda y Especial del Presupuesto de
la AL que recibió cinco días antes, con el propósito de aclarar que
el Decreto Legislativo Nº 728 —mediante el cual se designaba ese
monto a las municipalidades— era ley de la República y de obli-
gatorio cumplimiento18. Al 27 de noviembre de 2020 aún no se
había saldado la deuda, lo que se traduce en un grave perjuicio
para las familias del personal de las alcaldías y de la población
que habita los 262 municipios del territorio nacional.
De igual forma, Zelaya fue blanco de los reclamos de emplea-
dos y sindicalistas de la AL y del Órgano Judicial por la no can-
celación de salarios a tiempo, en septiembre. En el fondo de esta
conflictividad, se encuentra la crisis global generada de cara a los
intereses electorales; en esta debe ubicarse una táctica presiden-
cial: la de una política extorsiva consistente en no cumplir sus
obligaciones legales y constitucionales, en función de desacreditar
o poner de rodillas a sus “enemigos internos”.
En cuanto al segundo escenario pernicioso, se tiene que a la
capital la convirtieron en una ciudad antihigiénica y por momen-
181
tos hasta inmunda, debido a lo que hay que asumir como otra
expresión del hilo conductor de esta historia: las disputas parti-
distas electoreras. En este caso, tiene que ver con la alcaldía más
grande y —en perspectiva de país— más importante por diversas
razones: la de San Salvador. Como los califican en México, sindi-
catos “blancos” o “paleros” afines a la patronal, que en este caso
encarna Bukele y sus intereses, se dedicaron a entorpecer el servi-
cio de recolección de basura en función de desprestigiar al edil de
la comuna y candidato a la reelección bajo la bandera de ARENA,
con el propósito de favorecer al postulado por el partido Nuevas
Ideas19: el exministro de Gobernación. La “operación” —más bien
la conspiración— ha sido impulsada por la Asociación de Traba-
jadores Municipales (ASTRAM), cuyo líder histórico es el ministro
de Trabajo y Previsión Social en funciones.
¿Y qué con los perjuicios a la salud de buena parte de la po-
blación capitalina? Pues bien, en esta calamidad electorera, el
probable deterioro de la misma no es más que otro “daño colate-
ral”. “La falta de recolección de desechos sólidos en San Salvador
—se afirma— por bloqueos de sindicatos y falta de pago de la al-
caldía de la capital, han provocado que los ciudadanos enfrenten,
en medio de la pandemia por Covid-19, otro grave problema, el de
la salud pública y mental”20.
6. Cifras de la pandemia
182
ropeos, donde a partir de la semana epidemiológica 40 (del 27
de septiembre al 3 de octubre) se observa el inicio de una curva
ascendente casi vertical. Nuestro continente americano muestra
un ligero aumento, especialmente a partir de la semana 42. Este
aumento predominantemente producido por una ola de casos se-
cundarios en algunos estados de los Estados Unidos”21.
Según la información oficial, al 27 de noviembre de 2020, en
nuestro país se habían confirmado 38 405 casos de los cuales 35
078 pacientes se habían recuperado, 2225 estaban activos y 1102
personas habían fallecido a causa del virus; además, se contabili-
zaban 3095 casos sospechosos. Las pruebas COVID-19 realizadas
hasta esa fecha sumaban 542 757. Cabe recordar que la noche
del 21 de marzo, cuando anunció la cuarentena, Bukele aseguró
que de no frenar los contagios —para entonces eran tres los casos
confirmados— el 14 de abril serían 768 las personas afectadas y
49 152 al 2 de mayo; según sus cálculos, el 20 de mayo podrían
llegar a 3 145 728.
Esa diferencia escandalosamente abismal con lo que se dice
que ha ocurrido en la realidad y las proyecciones presidenciales
iniciales, parecería ser producto de un interés por atemorizar de
entrada a la población, para luego presumir del exitoso manejo de
la pandemia en cuanto a las medidas adoptadas desde el gobierno
central; obviamente, no se reconoce que en los municipales se han
hecho esfuerzos valiosos, exitosos y sin mayor publicidad.
Voces parlamentarias han cuestionado la veracidad de los da-
tos anteriores por la enorme diferencia existente al confrontarlos
con los del Laboratorio Nacional de Salud Pública, parte del Ins-
tituto Nacional de Salud (INS), en lo relativo a la realización de las
Pruebas de Reacción en Cadena a la Polimerasa en Tiempo Real
(PCR-RT). Al 3 de octubre de 2020, el INS informó que se habían
procesado 74 481, en contraste con las 408 212 reportadas hasta
183
ese día por el MINSAL. Las explicaciones brindadas sobre este
asunto por la directora del INS, Xóchitl Sandoval, tienen que ver
con la existencia de otros tres laboratorios que realizan la PCR-RT;
estos, afirma, las envían directamente al Equipo Interdisciplina-
rio de Contención Epidemiológica (EICE) para ser publicadas en
el sitio oficial del MINSAL22.
En tal escenario, llama la atención que el 11 de junio se haya
declarado reservada toda la documentación del Laboratorio Na-
cional de Salud Pública con “información relacionada a los me-
canismos de toma, procesamiento y divulgación de resultados de
pruebas para COVID-19, dirigidas a las distintas dependencias
del Ministerio de Salud”23. ¿Cuánto tiempo? Dos años. Lo mismo
ocurrió con el Plan Nacional de Salud y sus anexos, vedados al
público por un año desde el 10 de septiembre de 2020.
Así las cosas, ante las cifras proporcionadas por la adminis-
tración Bukele, surgen al menos recelos. En tal sentido, se afirma
que “la centralidad en el manejo de la información y las anomalías
en las estadísticas oficiales generan cuestionamientos sobre cómo
se asegura calidad y confiabilidad en los datos que se reportan al
público”. “No tenemos —se agrega— una respuesta contundente o
confiable para definir qué ha sucedido con el manejo de la infor-
mación estadística y epidemiológica del COVID19 en El Salvador;
sin embargo, la pregunta central es: ¿se trata de errores, incapaci-
dad técnica, desconocimiento o manipulación de datos?”24.
184
No obstante, ateniéndose a la información brindada por el
MINSAL, el doctor Rosales pinta un cuadro en el cual —durante la
semana epidemiológica número 44, que va del 25 al 31 de octu-
bre— se observa, entre otras apreciaciones, que el reporte de nue-
vos casos revela un leve ascenso, con un índice de contagio estable
de 1.08 al final del período. La pandemia en el país, entonces, está
creciendo; en cambio, su intensidad se mantiene estable. Debido
al incremento de circulación del virus, la tasa por millón de casos
ha aumentado de 26.63 a 29.10 durante esa semana. La cantidad
de personas fallecidas continúa estable: 4.42 diarias25.
Conclusión
185
procesos que terminen de echar por la borda lo poco que se había
avanzado después de la guerra en lo que respecta a democrati-
zación del país y el respeto de los derechos humanos de sus ha-
bitantes, tal como se plasmó en el Acuerdo de Ginebra hace tres
décadas. De la “reunificación” de la sociedad salvadoreña, el otro
componente del mismo, no hay razones para la esperanza en me-
dio de tanta y tan aguda crispación política. Hay quienes —como
Mauricio Choussy, destacado economista y analista político— ven
“con preocupación que la dirección que está tomando el manejo
del país” lo lleva “a una crisis económica, política y social de con-
secuencias impredecibles”26.
Esta apreciación responde a un escenario en el que la pande-
mia puede ser un buen pretexto presidencial para cometer más
y mayores abusos y atropellos, sumarle a la lista de violaciones
de derechos humanos, incrementar la corrupción gubernamental
como hasta ahora ha ocurrido desde que la COVID-19 arribó al te-
rritorio nacional, garantizar a sus autores la impunidad para cu-
brir sus actos delictivos, y llevar a El Salvador a situaciones simi-
lares a las que en otros países de la región sus pueblos lamentan.
26. MAGAÑA, Yolanda. “La dirección del país va a llevar a una crisis
de consecuencias impredecibles”. En Diario El Mundo. El Salvador, 23
de noviembre de 2020. Recuperado de https://diario.elmundo.sv/la-direc-
cion-del-pais-va-a-llevar-a-una-crisis-de-consecuencias-impredecibles/
186
VII
1. Introducción
187
exponer la grave crisis de derechos humanos por la que atraviesa
y el impacto que ha tenido en la economía y el sistema de salud;
además, se muestra una perspectiva medioambiental, sobre todo
por los huracanes que recién afectaron el territorio, y se incluye
una panorámica de la estructura y funcionamiento del sistema de
salud.
El marco normativo aplicable al derecho a la salud en Nica-
ragua se expone en el segundo capítulo. En este se destacan los
principales instrumentos internacionales y nacionales que tutelan
la ejecución y alcances de la salud, así como las garantías y vías
de acceso a la justicia con que cuentan las víctimas de violaciones
a este derecho.
Finalmente, en el tercer apartado, se analizan las acciones y
omisiones del Estado ante la covid-19, en el marco de las normas
aplicables sobre el derecho a la salud. Por su relevancia con los
objetivos de este trabajo, también se incluyen otras violaciones a
derechos humanos conexas al derecho a la salud.
188
a personas manifestantes, y muchas de ellas fueron víctimas de
torturas y procesos penales sin garantías judiciales2.
Por la gravedad del contexto, se instaló el Grupo Interdisci-
plinario de Expertos Independientes (GIEI, julio-diciembre 2018),
el cual concluyó que distintos delitos cometidos por el Estado
configuraban “crímenes de lesa humanidad”, que la mayoría de
asesinatos y lesiones graves fue cometida por la Policía Nacional,
a través del uso excesivo de la fuerza y armas letales, y que las
investigaciones y procesos judiciales fueron carentes de indepen-
dencia e imparcialidad, favoreciendo la instrumentalización del
Poder Judicial para criminalizar las protestas3.
En diciembre de 2018 el Gobierno cerró arbitrariamente nue-
ve organizaciones no gubernamentales4 (ONG) y dos medios de
comunicación, siendo a la fecha veinte los medios cerrados5; estas
ONG y medios de comunicación han tenido un rol protagónico en
el acompañamiento de denuncias de centenares de víctimas. Por
otra parte, más de 400 trabajadoras y trabajadores del sector sa-
lud fueron despedidos por atender a manifestantes heridos6.
189
Las protestas continuaron, aunque ya no de forma masiva, de-
bido a la represión estatal. En junio de 2019 se aprobó la Ley de
Amnistía, Ley 996, la cual garantizó la impunidad de los crímenes
cometidos por el Estado, y permitió la liberación de centenares
de presas y presos políticos; muchas de estas personas serían
recapturadas.
En el informe de septiembre de 2019, la Alta Comisionada de
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) conclu-
yó que en 2019 se siguieron perpetrando detenciones ilegales y
arbitrarias, que se consolidó la impunidad ante graves violaciones
a derechos humanos, que persiste la falta de independencia del
Poder Judicial y su utilización para criminalizar protestas ciuda-
danas, que continúan las violaciones sistemáticas a la libertad de
expresión, asociación y reunión pacífica, así como discursos es-
tigmatizantes de la pareja presidencial a las personas opositoras7.
Esta represión continúa en la actualidad. En abril de 2020
la CIDH denunció que en Nicaragua se ha instaurado una nueva
etapa de represión caracterizada por la violencia y represión se-
lectiva8. Al menos 103,000 nicaragüenses se han visto obligados a
desplazarse fuera del país9 desde abril de 2018. De septiembre de
2020 a la fecha se aprobaron las siguientes normas, como parte
de la represión estatal: la Ley de Regulación de Agentes Extranje-
ros, Ley 1040, mediante la cual se pretende eliminar los derechos
políticos de múltiples opositores y tener mayor control sobre las
190
ONG; la Ley Especial de Ciberdelitos, Ley 1042, que permitiría al
Estado realizar intervenciones discrecionales y desproporciona-
das a dispositivos electrónicos, y procesar a periodistas indepen-
dientes por la difusión de “noticias falsas”; y se está llevando a
cabo una reforma al Art. 37 constitucional, la cual permitiría que
se establezca la cadena perpetua en el país.
Todo lo anterior ha ocasionado la pérdida de la institucio-
nalidad en Nicaragua, y todos los órganos que detentan el poder
estatal responden al partido político de Gobierno, manejado por
la familia Ortega-Murillo; por ello, la percepción social hacia el
Gobierno está marcada por la desconfianza, el miedo y la desa-
probación, en una Nicaragua que ya es considerada como Estado
fallido y dictadura.
191
nal se encuentra concesionado para la minería metálica a nivel
industrial11. Si bien la Costa Atlántica es una región de carácter
multiétnico, pluricultural y multilingüe con más de medio millón
de personas indígenas, estas han sido desprotegidas por el Esta-
do, permitiendo la invasión de colonos a sus territorios ancestra-
les12 y la destrucción de su ecosistema.
En 2019 la crisis medioambiental se acrecentó. En noviem-
bre de 2020, Nicaragua sufrió los estragos de los huracanes Iota
y Eta, que dejaron múltiples afectaciones al medio ambiente; en
tres días se reportaron precipitaciones que sobrepasaron lo espe-
rado para todo el mes de noviembre, causando sobresaturación
de suelos; además, se vieron afectadas 15 áreas naturales protegi-
das y más de un millón de hectáreas de territorio fue deforestado
y degradado13.
192
El PIB de Nicaragua cayó un 5,7% en 2019, según el Fondo
Monetario Internacional (FMI). Además, de conformidad con el
Banco Mundial15, se contraerá 5,9% en 2020. La revista El Econo-
mista informó que ya en 2018, el PIB había decaído en 4%, como
producto de la crisis social y política que afecta al país desde hace
más de dos años, con base en datos del Banco Central. Por lo ante-
rior, se prevé una recesión económica por tercer año consecutivo;
esta proyección está basada en el contexto económico mundial,
que impactará negativamente el consumo, las inversiones, los gas-
tos de gobierno, turismo, las exportaciones y las importaciones16.
Los habitantes tienen un bajísimo nivel de vida. El Índice de
Desarrollo Humano (IDH) que elabora la Organización de las Na-
ciones Unidas (ONU) para medir el progreso de un país —el cual
arroja datos definitivos sobre el nivel de vida de la población—
indica que los nicaragüenses tienen una mala calidad de vida17.
El Índice de Percepción de la Corrupción del sector público ha
sido de 25 puntos; es decir que la percepción de corrupción de
los nicaragüenses en su país es muy alta18.
Nicaragua es un estado unitario, presidencialista y unicame-
ral, basado en la división de poderes. Sin embargo, en la actuali-
193
dad, elementos jurídicos y fácticos llevan a valorar la instauración
de una dictadura, por orden del Frente Sandinista de Liberación
Nacional (partido de gobierno) y la familia Ortega-Murillo (presi-
dente y vicepresidenta de la República). Esto se manifiesta en la
abolición del pluralismo político, el monopolio comunicacional y
la persecución del periodismo independiente, que afecta grave-
mente la libertad de prensa, así como la brutal represión contra
la población opositora, totalmente violatoria de los derechos hu-
manos.
Ahora abordaremos las nociones del sistema de salud nicara-
güense. El Ministerio de Salud (Minsa) es responsable de garan-
tizar el acceso a los servicios de salud a toda la población, según
la Ley General de Salud (en adelante LGS o la Ley). Sin embargo,
existen tres regímenes: contributivo, no contributivo (gratuito) y
voluntario19.
El régimen contributivo lo implementan el Instituto Nicara-
güense de Seguridad Social, que administra, entre otros, los se-
guros de salud obligatorio y facultativo para los trabajadores del
sector formal y sus familias frente a las contingencias sociales de
la vida y del trabajo; los ministerios de Gobernanza (MIGOB) y De-
fensa (MIDEF), que cubren a los miembros de las fuerzas armadas
y la administración pública; y, desde el año 2007, el Ministerio de
Educación.
El régimen no contributivo o gratuito está a cargo del Minsa,
y dirigido a la población que no tiene capacidad de pago (67%,
aproximadamente); sin embargo, no es necesario comprobar los
ingresos para poder acceder a este servicio, sino que está dispo-
nible para las personas que lo necesiten, sin mayor trámite. Y los
servicios del régimen voluntario los presta el sector privado de
salud (11%)20.
194
El INSS contrata servicios de Instituciones Proveedoras de
Servicios de Salud (IPSS) tanto del sector público como del priva-
do, certificadas por el Minsa21. El INSS está en crisis desde 201322
y cerrará el 2020 con un déficit financiero de 6,219 millones de
córdobas; además, la atención médica que brinda este régimen es
percibida como decadente, de mala calidad y corrupta.
Según datos oficiales, la red de unidades de salud pública a
nivel nacional cuenta con 72 hospitales (incluye hospitales pri-
marios y de tercer nivel), 144 centros de salud, 1299 puestos de
salud, 5 centros especializados, 178 casas maternas con 2351 ca-
mas; 62 casas para personas con necesidades especiales23 y 6045
médicos24. Para atender casos de covid-19, Nicaragua solo conta-
ba con 32 hospitales públicos equipados con 449 ventiladores y
7778 camas, de las cuales 562 son camas de Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI)25.
195
Cabe destacar que los últimos datos oficiales que dan a cono-
cer con detalle la verdadera capacidad del sistema de salud por
departamentos son de 2008, publicados en el anuario del Institu-
to de Desarrollo Humano; en los años subsiguientes se han mane-
jado discursos políticos, pero no cifras desagregadas que reflejen
que la inversión en salud ha propiciado una mejor calidad en la
atención de la población26.
Es alarmante que, según una investigación en 201127, del 35
al 40 por ciento de la población no tenía acceso a ningún servicio
de salud pública, particularmente quienes habitan en la Región
Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN), la Región Autónoma
de la Costa Caribe Sur (RACCS), Río San Juan, Jinotega y Matagal-
pa28. La deficiencia en el acceso a la salud de esta región fue reto-
mada por el Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas,
en 201529. Por otro lado, las condiciones sanitarias en el país son
catalogadas como regulares30. En 2019, la tasa de mortalidad fue
de 35.6 por 10,000 habitantes.
El financiamiento del régimen gratuito de salud deviene de
los impuestos (el gasto de salud se establece anualmente en el
Presupuesto General de la República), o bien de la cooperación
196
internacional. A finales de 2019 se aprobó el Presupuesto para el
año 2020, en el cual se destinaron 15,257 millones de córdobas
al gasto del sector salud (de los cuales 578.9 millones se desti-
naron al programa promoción de la salud y prevención de enfer-
medades, 3.6% del gasto total del Minsa y 0.7% del PIB)31. Con el
estallido de la pandemia de covid-19, durante 2020, el Gobierno
no realizó reforma presupuestaria alguna, pese a la escasez de
insumos para prevenir y atender los contagios.
En este contexto, la atención estatal a la pandemia, desde
el punto de vista presupuestario, ha sido negligente, sobre todo
cuando más del 67% de la población no tiene capacidad de pago
de servicios de salud privada o no está asegurada. Cabe destacar
que de conformidad con la LGS (Art. 8.2), estas personas son con-
sideradas como población vulnerable32.
197
esferas físicas y mentales, y el Protocolo de San Salvador agrega
la esfera social. Además, ha ratificado la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre (Declaración Americana) y
la Declaración Universal de Derechos Humanos (Declaración Uni-
versal), instrumentos que protegen el derecho a la salud en sus
artículos 11 y 25, respectivamente.
Nicaragua también ha suscrito otros instrumentos que man-
datan proteger el derecho a la salud en situaciones puntuales;
estos son: la Convención Internacional sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación Racial, Art. 5 apartado e); la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad,
Art. 25; la Convención sobre los Derechos del Niño, Art. 24.1; la
Convención sobre la Protección de los Trabajadores Migratorios y
sus Familiares, Art. 28, y la Convención sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Art. 12.1.
Asimismo, es firmante de la Constitución de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) de 1946, y del Código Sanitario Pana-
mericano de 1924. Según los artículos 21 y 22 de la Constitución,
la OMS, a través de la Asamblea Mundial de la Salud, tiene la fa-
cultad para adoptar convenciones o reglamentaciones; en el mar-
co de esta competencia, en 2005, adoptó el Reglamento Sanitario
Internacional, sobre el cual Nicaragua no realizó ninguna reserva
en el plazo convenido, por lo que entró en vigencia para el país el
15 de junio de 2007.
A la fecha, el Estado de Nicaragua no ha ratificado el Protoco-
lo Facultativo del PIDESC; por ende, la competencia contenciosa
del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales está
limitada, puesto que no es posible tramitar un proceso de co-
municaciones (proceso contencioso) o de investigación (forma no
contenciosa) ante este organismo por la violación al PIDESC. Sin
embargo, sí es parte del Examen Periódico Universal (EPU); en
2019 se realizó el último de Nicaragua. En este, diversos países
reconocieron el importante avance que ha tenido el país en los
últimos años en la protección a la salud, como la construcción
de más hospitales y la atención médica gratuita, entre otros; no
obstante, algunos países instaron a que se siguiera avanzado en
198
una atención médica sin discriminación y a despenalizar el abor-
to, como mínimo, en los casos que la vida de la madre peligrara33,
pero esta recomendación no fue aceptada por el Estado.
El Protocolo de San Salvador no otorga competencia mate-
rial a los órganos del Sistema Interamericano para declarar una
violación del derecho a la salud; sin embargo, dentro del Sistema
se puede declarar la violación a este derecho a través de otros
instrumentos; en específico, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (Corte IDH) había declarado la violación al derecho a
la salud a través del artículo 26 de la Convención Americana so-
bre Derechos Humanos (CADH), cuando este tuviera conexión con
la violación a un derecho civil y/o político señalado en la propia
CADH; pero este criterio cambió en la Sentencia Lagos del Campos
Vs. Perú de 2017, declarando una violación autónoma del artículo
26. Por su parte, la CIDH siempre ha tenido competencia para de-
clarar una violación autónoma a tal derecho, al desprenderse este
del artículo 11 de la Declaración Americana.
En el desarrollo jurisprudencial del derecho a la salud, la Cor-
te IDH ha entendido que este obliga a los Estados a prevenir y tra-
tar enfermedades endémicas, satisfacer las necesidades de salud
de los grupos en más alto riesgo y pobres, así como de inmunizar
a la población contra las principales enfermedades infecciosas34;
por su parte, la CIDH ha declarado como violado este derecho por
la omisión de adoptar medidas oportunas y eficaces para prevenir
el contagio y muerte a causa de diferentes enfermedades virales35.
Nicaragua no cuenta con antecedentes casuísticos que, en ju-
risdicción contenciosa internacional, hayan declarado la violación
del derecho a la salud. Sin embargo, en los últimos dos años, la
199
CIDH ha otorgado tres medidas cautelares para proteger el dere-
cho a la salud de 43 personas presas políticas, mientras que la
Corte IDH otorgó, en mayo de 2019, medidas provisionales en
favor de 17 reas y reos políticos; en estas resoluciones se solicitó
al Estado que brindara atención médica de calidad a las personas
privadas de libertad. La última resolución emitida al respecto por
la CIDH fue la Resolución 82/20, mediante la cual orientaba al Es-
tado de Nicaragua para que adoptara las medidas necesarias para
proteger la salud de personas presas políticas ante la pandemia
de covid-19.
200
parámetro de prioridad dirigido a los programas materno-infan-
tiles, el cual es ampliado por la LGS (Art. 5)36, extendiéndolo a las
personas de la tercera edad y discapacitadas.
El sistema de salud nicaragüense está regulado esencialmente
por dos instrumentos normativos: la Ley N° 423, Ley General de
Salud, de 2002; y el Reglamento de la Ley General de Salud, de-
creto ejecutivo N° 001-2003 (en adelante el Reglamento). El Minsa
es el órgano competente para aplicar la Ley. Adicionalmente, y
como parte de sus facultades, este ha emitido un conjunto de nor-
mas, protocolos y manuales en materia de salud que forman parte
de este marco jurídico37.
En primer lugar se destaca el objeto de la Ley (Art. 1 LGS), que
es tutelar el derecho que tiene toda persona a disfrutar, conservar
y recuperar su salud. La LGS regula los principios, derechos y
obligaciones con relación a la salud, las acciones de promoción,
prevención, recuperación y rehabilitación de la salud, el control
sanitario que se ejercerá sobre los productos y servicios destina-
dos a la salud, las medidas administrativas, de seguridad y de
emergencias que aplicará el Ministerio de Salud, y establece in-
fracciones y sanciones en relación con estos temas38.
Esta Ley reconoce el derecho a ser informado y a la protección
de datos personales, a recurrir, a ser tratado sin discriminación
y a la integridad corporal, entre otros. En el Art. 21 establece el
deber del Minsa de declarar, en caso de epidemia, la emergencia
sanitaria que corresponda, determinando las medidas necesarias
para proteger a la población39. Particularmente, el Art. 391 del
Reglamento establece que se considera que hay peligro de epide-
mia (como parámetro para declarar emergencia sanitaria) cuando
201
ocurran desastres naturales, brotes epidémicos40; ambas situa-
ciones ocurrieron en Nicaragua durante 2020, pero no se han to-
mado las medidas idóneas para proteger la salud de las personas.
Además, en su Art. 23, la Ley manda a las personas a cumplir
con las disposiciones legales dictadas de conformidad con conve-
nios internacionales, a fin de prevenir la difusión internacional de
enfermedades transmisibles. En el mismo sentido, los artículos
29 y 30 ordenan desarrollar un programa nacional de recupera-
ción de la salud, cuyas acciones se dirijan a efectuar un diagnósti-
co temprano y a proporcionar tratamiento oportuno al individuo,
a la sociedad y al medio.
Finalmente, el artículo 79 literal h) de la Ley establece como
medida de seguridad de aplicación inmediata, la clausura tempo-
ral o definitiva de establecimiento industrial, educativo, comercial
de prestación de servicios, de espectáculos públicos o de cual-
quier naturaleza que ponga en riesgo la salud pública.
La protección y vigilancia contra epidemias es un deber que
reafirma el Reglamento, que se lo atribuye al modelo de atención
integral de salud41. Los pilares de este modelo son la prestación
de servicios integrales de salud y la gestión descentralizada y des-
concentrada a través de los Sistemas Locales de Atención Integral
en Salud (SILAIS).
El Reglamento, en sus artículos 49.21 y 51.4, establece rea-
lizar la vigilancia epidemiológica como deber, función y servicio
del primer nivel de atención de los establecimientos pertenecien-
tes al sistema, así como determinar un sistema de vigilancia epi-
demiológica para los funcionarios del segundo nivel (Art. 56.4).
Además, establece como criterio para la asignación de recursos a
las entidades territoriales, el perfil epidemiológico del lugar (Art.
356)42.
202
Así pues, en Nicaragua existe un sistema de salud que se puede
catalogar como muy proteccionista, dada su gratuidad y apertura
a toda la población. Sin embargo, este sistema aún no alcanza
los estándares óptimos en cuanto a número de unidades para la
atención de la salud y de personal médico capacitado, de equipos
médicos e insumos farmacológicos necesarios, sobre todo cuando
gran parte de la población no tiene acceso a los regímenes contri-
butivo y voluntario, lo que reviste mayor gravedad en el contexto
de la pandemia. También hay disposiciones internas que mandan
al Estado a tomar medidas frente a epidemias o riesgos de enfer-
medades contagiosas, las cuales han sido violadas, como veremos
en el apartado sobre acciones y omisiones durante la covid-19.
203
vé la presentación de reclamos verbales ante la dirección de las
unidades de salud o ante el SILAIS, según se trate de una petición
de menor o mayor gravedad; sin embargo, aún no se implementa
y, aunque así fuera, el Mecanismo establece que los recursos de
reclamos establecidos por éste no son excluyentes de la interposi-
ción de otros recursos en vía administrativa y judicial.
En la práctica, cuando hay una situación de negligencia mé-
dica, mala praxis, negativa de atención médica, o cualquier otro
acto u omisión ilícita por parte de personas que trabajen en el sec-
tor público o privado de salud, con base en los artículos 53 y 54
de la LGS referidos al “Sistema de Garantía de Calidad del Sector
Salud”, la persona puede interponer un escrito ante la Dirección
del SILAIS respectivo, a fin de que este realice una auditoría o
inspección de conformidad, y emita informe donde puede tomar
medidas preventivas o correctivas; este informe funge como base
para acudir a otras instancias legales, como la justicia penal.
No obstante, en aplicación supletoria de la Ley No. 290, la vía
administrativa, en suma, abarca el recurso de revisión, que se
presenta ante la autoridad administrativa que emite el acto im-
pugnado; una vez resuelto este, procede el recurso de apelación
que se presenta ante el superior jerárquico de la autoridad que
emitió el acto.
Agotada la vía administrativa, o bien, habiendo silencio admi-
nistrativo (el cual es de carácter positivo, por así determinarlo la
misma Ley 290 en su Art. 2.19)43, si se trata de cuestiones de mera
204
legalidad, como irregularidades en la tramitación de recursos en
vía administrativa o la violación de disposiciones legales, que no
necesariamente violen derechos fundamentales, o en el que esté
implicada la responsabilidad patrimonial del Estado, procede el
recurso contencioso-administrativo, siendo competente para co-
nocer de este y resolver, la Sala de lo Contencioso-Administrativo
de la Corte Suprema de Justicia, de conformidad con la Ley No.
350, Ley de Regulación de la Jurisdicción Contencioso-Adminis-
trativa.
Asimismo, previo agotamiento de la vía administrativa —o
bien sin haberla agotado en casos excepcionales44—, si se ha vio-
lado el derecho a la salud, incluso la integridad personal o la vida,
como producto de acciones u omisiones contrarias a derechos
humanos, por el Estado o el concesionario del servicio de salud, o
hay una violación a procedimientos administrativos como la nega-
tiva de revisar el caso, o específicamente la acción u omisión viola
el contenido del derecho a la salud, reconocido por las normas
nacionales e instrumentos internacionales y por la Constitución,
procede el recurso de amparo.
El amparo se debe presentar ante la Sala Civil del Tribunal de
Apelaciones del domicilio de la persona recurrente, la cual conoce
de las primeras actuaciones, hasta la suspensión del acto, de ser
el caso, y traslada el expediente a la Sala de lo Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia, que decide sobre el fondo del amparo
hasta su resolución definitiva, de conformidad con la Ley No. 983,
Ley de Justicia Constitucional.
Las irregularidades en los regímenes contributivo y voluntario
del sector salud, en lo referente al financiamiento de los servi-
205
cios de salud, se pueden reclamar en la vía civil, laboral y de la
seguridad social, según sea el caso. La misma vía civil procede
para demandar el resarcimiento de daños a personal médico par-
ticular, responsable de una acción u omisión negligente.
Por otro lado, cuando hay una actuación u omisión negligente
de un miembro del personal de salud, puede proceder la vía pe-
nal por los delitos establecidos en la Ley No. 641, Código Penal,
a saber, los más relacionados con el tema en cuestión: Homicidio
imprudente (Art. 141); Lesiones imprudentes (Art. 154); Contagio
provocado (Art. 156)45; Omisión de Auxilio (Art. 160)46 y Seguri-
dad en el trabajo (Art. 317).
En Nicaragua se han procesado y sentenciado casos de negli-
gencia médica47; sin embargo, son pocos los casos en que el per-
sonal médico es declarado culpable48. Uno de los más mediáticos
es el de David Páramo, que fue condenado por el delito de homi-
206
cidio imprudente y lesiones imprudentes en 2016. Pero no hay
jurisprudencia que abarque intereses difusos sobre el derecho a
la salud, o bien casos de responsabilidad patrimonial estatal en
materia de salud, ni casos de amparos a particulares.
En 2018 se cometieron muchos delitos en el sector salud, por
la Omisión de Auxilio en que incurrieron muchos médicos; inclu-
so se cometieron malas prácticas intencionales, que causaron le-
siones y muertes. Además, desde la dirección de los hospitales se
emitieron órdenes de no recibir a personas opositoras heridas en
las protestas contra el Gobierno. No obstante, muchos médicos
decidieron atender estos casos, pero fueron despedidos, y varios
están exiliados.
Uno de los casos más graves fue el de Álvaro Conrado, joven
de 15 años que fue herido de bala en el cuello, cuando distribuía
agua a los estudiantes atrincherados en la Universidad Nacional
de Ingeniería (UNI), y a quien le negaron la atención en el hospital.
Al día de hoy estos hechos permanecen en la impunidad. Estas
circunstancias son la causa de que se haya perdido la confianza
en un sistema de salud pública, gravemente politizado.
207
cifras diferenciadas, principalmente sobre el número de personas
fallecidas.
Desde el primer caso reportado el 18 de marzo de 2020 al 02
de diciembre, el Ministerio de Salud reportó un acumulado de
5838 casos y 161 personas muertas por covid-19, mientras que el
Observatorio, en el mismo plazo, reportó 11,439 casos sospecho-
sos y 2813 muertes sospechosas de covid-1949.
208
mación y la mala calidad en la atención de la salud en el contexto
de covid-19, han sido factores principales en el aumento de con-
tagios y muertes por esta enfermedad.
El Minsa dio a conocer el 9 de febrero un “Protocolo de Prepa-
ración y Respuesta ante el Riesgo de Virus Coronavirus (COVID-19)
en Nicaragua”. Sin embargo, el Estado no cumplió con su publica-
ción en el portal web del Minsa, como debió hacer de conformidad
con la Ley y la Constitución por el principio de seguridad jurídica.
Este protocolo fue conocido de manera extraoficial, y el Estado
no cumplió con su contenido52. Aparte de este protocolo, al cual
no se tuvo acceso, el Gobierno no declaró emergencia sanitaria
en violación de la LGS, por la cual el Estado se obliga a tomar
medidas concretas, sujetas a monitoreo permanente, así como a
cooperar con todas las instituciones de salud públicas, privadas o
mixtas, para su cumplimiento.
El primer caso de covid-19 se conoció oficialmente el 18 de
marzo de 2020. No obstante, las cifras oficiales de contagios han
sido bajísimas en comparación con otros países (donde sí se to-
maron medidas preventivas), y con las reportadas por el Obser-
vatorio Ciudadano. Rápidamente, los hospitales colapsaron pues,
como ya se dijo, solo 32 estaban aptos para atender casos de
covid-19; sin embargo, el Gobierno únicamente destinó 19 hospi-
tales para tal finalidad53.
El 25 de mayo el Gobierno emitió un “Libro blanco” que con-
tiene el modelo de políticas utilizado por el Minsa para responder
a la emergencia sanitaria, en el cual no se toman en cuenta los
209
criterios de efectividad y racionalidad de las medidas asumidas;
simplemente se transmite un discurso político sobre el avance del
sistema de salud pública en general con el gobierno actual (desde
2006). Se afirma que han realizado campañas y sanitización de
espacios públicos, pero no se refieren a la falta de capacidad de
la infraestructura hospitalaria en relación con el número de con-
tagios, y tampoco a la falta de datos sobre las pruebas realizadas.
Justamente el mismo día, el Observatorio Ciudadano reportó un
acumulado de 620 muertes por covid-19, contabilizadas desde la
aparición del primer caso54.
El virus se propagó agresivamente. Pese a que se hicieron
campañas para informar a la población sobre la sintomatología,
en realidad, no se aplicó ninguna medida de distanciamiento so-
cial y las autoridades se han negado a realizar pruebas masivas
para conocer el comportamiento de la pandemia, aun cuando lo
recomendó la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Por
el contrario, la realización de pruebas PCR se monopolizó y cen-
tralizó en el Centro Nacional de Diagnóstico y Referencia (CNDR),
único lugar autorizado para realizarlas55; arbitrariamente y sin
justificación legítima, se le negó la aplicación de estas al sector
privado de salud. Además, a Nicaragua le donaron 30,000 prue-
bas PCR, pero el Gobierno no ha informado sobre los resultados
de estas56.
Por otra parte y lamentablemente, en los hospitales no se han
aplicado las necesarias medidas de protección para el personal
210
sanitario; pese a que el Estado ha recibido donaciones de equi-
po de protección personal, muchos trabajadores han tenido que
comprarlo, debido a la falta de suministro57. Al 2 de diciembre,
se habían reportado 832 personas trabajadoras de salud con sin-
tomatología de covid-19, y 111 muertes de personal de salud58.
Además, el Gobierno despidió a 23 médicos que se opusieron a la
desinformación y al actuar negligente respecto de la pandemia59.
En definitiva, el Estado ha violado el derecho a la salud, a la
vida y a la integridad personal en el ámbito preventivo e informa-
tivo, y también de manera directa, por no aplicar medidas racio-
nales y efectivas para manejar la crisis sanitaria generada por la
covid-19.
211
multitudinarias promovidas por el Instituto de Turismo (Intur);
tampoco suspendió actividades escolares y deportivas60.
Nicaragua fue el único país latinoamericano que no suspendió
la circulación y movilización dentro del país; no ordenó la sus-
pensión de actividades públicas, laborales y de recreación como
el cierre temporal de bares, casinos y restaurantes; tampoco exi-
gió el cumplimiento de protocolos de bioseguridad, como el uso
de mascarillas. Sin embargo, las empresas, entidades privadas
y mixtas, y población en general, por iniciativa propia, aplicaron
algunas medidas para evitar la propagación del virus. Las oficinas
estatales han solicitado, opcionalmente, el uso de tapabocas a la
población y a sus trabajadores y trabajadoras, para ingresar a sus
instalaciones.
Estas omisiones son contrarias a las recomendaciones de la
OMS, que ha insistido en que los Estados suspendan activida-
des públicas y de concentración masiva de personas, como una
medida que reducirá potencialmente la pandemia61. La omisión
de estas medidas acarrea incumplimiento estatal de la obligación
convencional de prevenir contagios en la población y de tomar
medidas oportunas y eficaces para contrarrestar estas enferme-
dades.
En tal sentido, el “Libro Blanco Nicaragua ante la pandemia
del Covid-19: una estrategia singular”, dice que se tomaron las
medidas de: 4.7 millones de visitas que hicieron casa a casa,
trabajadores del sector salud a la población informando sobre
el Covid-19 y cómo prevenirlo; capacitación de 9 mil servidores
públicos de entrada al país; habilitación de la línea 132 para la
atención telefónica de casos relacionados con la pandemia; desin-
fectación de miles de escuelas y unidades de transporte, así como
130 mercados en todo el país. El documento menciona seguir el
212
modelo sueco de combinar el funcionamiento de la sociedad y la
convivencia con el virus, ya que la economía no iba a ser parali-
zada, pues apenas se estaba recuperando del “intento fallido de
golpe de estado”62. Además de este discurso de estigmatización
política contra la oposición y personas no partidarias, el presi-
dente de la República habría declarado en marzo de 2020 que la
covid-19 “es una enfermedad de ricos y burgueses”63.
El modelo sueco, conocido como “inmunidad de rebaño”, con-
siste en que un número elevado de la población contraiga la en-
fermedad para que esta, al superarla, genere anticuerpos y así
se corte el contagio masivo. Sin embargo, esta política fue am-
pliamente criticada porque en Nicaragua no se cuenta con una
estructura de salud sólida ni condiciones sociales y hospitalarias
adecuadas; la OMS expresó que este método es científica y ética-
mente problemático, ya que la inmunidad se debe generar a través
de la vacuna y no exponiendo a la población64. La exposición de la
población es, en sí misma, un contrasentido con el buen manejo
de la pandemia y, contrario a su obligación de establecer medidas
efectivas, el Gobierno aumentó la posibilidad de contagios al rea-
lizar visitas casa a casa, e incluso alentar actividades públicas.
Estas medidas no son acordes a la práctica internacional de
los Estados para contener el contagio; incluso la ONU ha recomen-
dado que, para levantar o reajustar las medidas que limiten la cir-
culación, actividades económicas y demás que impliquen aglome-
raciones de personas, se debe tener en cuenta que existe un bajo
nivel de contagio, el cual se desconoce por la falta de información;
213
que existen medidas de prevención en centros públicos, lo cual no
se ha realizado en Nicaragua, y que los brotes se reduzcan al mí-
nimo en lugares vulnerables65. Estos criterios no son cumplidos
por Nicaragua y, por ende, es irrisorio cualquier método alterno a
la restricción de la circulación.
A pesar de que no se realizó un cierre de fronteras, a miles
de nicaragüenses se les impidió regresar al país, sin justificación
alguna, desde mayo de 2020; esta medida fue criticada por ser
inconstitucional y desproporcionada, ya que mientras se negaba
el ingreso a nacionales, se siguió promoviendo el turismo. La me-
dida se materializó a través de Resolución del Ministerio de Salud
Nº 346-2020, emitida el 13 de julio de 2020, difundida días des-
pués de que centenares de nicaragüenses se encontraban varados
en la frontera sur de Nicaragua; mediante esta resolución se exige
a cualquier persona, para ingresar al país, presentar una prueba
de PCR en tiempo real con resultado negativo y vigencia máxima
de 72 horas, desde el momento de la realización.
Al respecto, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, Michelle Bachelet, expresó: “En virtud del
derecho internacional, toda persona tiene derecho a regresar a su
país de origen, incluso durante una pandemia”66; aunado a ello,
el artículo 31 de la Constitución Política de Nicaragua consagra el
derecho de entrar y salir libremente del país, derecho que es re-
forzado por el artículo 12.4. del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, que estatuye que nadie puede ser privado arbi-
trariamente de entrar a su propio país.
Durante la pandemia tampoco se aplicaron medidas de pre-
vención a las personas privadas de libertad, restricciones que
tuvieron mayor énfasis en las personas presas políticas; durante
214
los primeros cuatro meses y medio se les negó de forma rotun-
da el acceso de mascarillas, alcohol gel o líquido y guantes. Los
presos políticos del Centro Penitenciario Jorge Navarro, denun-
ciaron el 16 de abril de 2020 que se encontraban en condiciones
de insalubridad; entre otras, denunciaron que los baños estaban
obstruidos y que caminaban sobre el excremento; debido a ello
la CIDH, en el comunicado de prensa 146/2020 reiteró su preocu-
pación por las condiciones de estas personas y recomendó su li-
beración, ya que se encuentran expuestas a la pandemia67. Estas
condiciones constituyen una flagrante violación a la dignidad de
los reclusos, pues atentan contra su vida e integridad y contra el
sentido humanitario del Sistema Penal, consignado en el artículo
39 de la Constitución Política.
215
renuncias fue identificado desde abril de 2018, en el contexto an-
tes mencionado, sumando a enero de 2020 al menos 87 renuncias
forzadas69. De los veinte médicos, doce interpusieron una deman-
da laboral de reintegro; el proceso judicial se llevó a cabo en un
clima de represión, y en cada audiencia a la que asistían las y
los médicos eran rodeados y asediados por efectivos policiales;
en la primera semana de octubre se les notificó sentencia en la
que rechazaban el reintegro70. Esta violación al derecho al trabajo
impactó significativamente en la calidad de la atención médica, ya
que la mayoría son especialistas; además, ha alargado los tiem-
pos de espera a la población.
Como ya se mencionó, a partir de mayo de 2020 el gobierno
bloqueó el ingreso de nacionales al país, obligando a miles de per-
sonas a estar varadas en alta mar, aeropuertos y países extranje-
ros, o incluso en las fronteras norte y sur de Nicaragua. El 18 de
julio de 2020, centenas de nicaragüenses se fueron acumulando
en la frontera de “Peñas Blancas” de Nicaragua-Costa Rica, ya que
las autoridades nicaragüenses les negaron el ingreso.
Durante tres semanas, estas personas fueron forzadas a per-
manecer en la frontera sin alimentos, sin acceso a agua potable,
expuestas al sol y a la lluvia, sin poder bañarse y con acceso a un
único servicio sanitario. El 29 de julio una mujer embarazada
empezó a tener contracciones, y otra persona presentó problemas
de salud por la falta de agua71; en horas de la madrugada del mis-
216
mo día se escucharon detonaciones cerca de “puntos ciegos”, por
donde muchas personas pretendían cruzar hacia su país. Según
testimonios, “estábamos en territorio nicaragüense, pero la mis-
ma guardia de Ortega nos tiraron balazos… pasamos tres días en
el monte… veníamos con un hambre terrible teníamos días de no
comer”72.
Una de las mujeres varadas desarrolló una fuerte infección
vaginal y múltiples complicaciones médicas. La motivación prin-
cipal de los migrantes era económica, pues en Costa Rica habían
perdido sus empleos y no tenían ningún medio de subsistencia;
aun así, agentes policiales nicaragüenses les agredieron y amena-
zaban de muerte. Estas personas lograron ingresar al país el 2 de
agosto, luego de que oenegés donaran la prueba de covid-19 que
permitió el ingreso de 148 nicaragüenses73. Esta prohibición de
movilización ha sido criticada por la comunidad internacional, ya
que existió una violación múltiple a derechos humanos; se atentó
contra la vida, salud e integridad de centenares de nicaragüenses,
desatendiendo las obligaciones internacionales de protección y
garantía de derechos humanos.
El hecho generó múltiples coberturas periodísticas, que acre-
centaron la represión contra el gremio. El 27 de julio, familiares
del periodista Gerall Chávez, exiliado en Costa Rica, fueron ame-
nazados de muerte por agentes paraestatales debido a su cober-
tura periodística. Estas agresiones a periodistas ya habían recru-
decido con la covid-19, al centralizar la información en medios
afines al Gobierno, e iniciar campañas mediáticas contra perio-
distas independientes, señalándoles de generar “noticias falsas”;
además, en el período de la pandemia, se reportaron más de 350
217
ataques contra el gremio periodístico, destacando las amenazas a
muerte y encarcelación, entre otros74. Según la Corte IDH:
218
Conclusiones
219
ubicado en Managua; por la falta de suministro adecuado de EPP
al personal de salud; por la desinformación y falta de acceso a
datos contundentes, todo lo cual generó desconfianza en la pobla-
ción sobre el manejo de la crisis en las entidades de salud.
La implementación del modelo sueco, referido a la inmuni-
dad de rebaño, provocó el colapso del sistema de salud e influyó
en la toma de decisiones clave para la salud individual; tomando
en cuenta el contexto país descrito en la primera conclusión, lo
anterior ubica al Estado de Nicaragua como responsable de la
privación arbitraria de la vida de muchas personas contagiadas
de covid-19.
220
VIII
1. Introducción
221
68.098 nacimientos, la cifra más baja en los últimos veinte años2;
paralelamente, la esperanza de vida ascendió a 80,3, la mayor
de Latinoamérica3. En otras palabras, la tendencia poblacional
para los próximos años se basa en una reducción constante de la
fecundidad y en el aumento de la esperanza de vida al nacer; esta
combinación hace prever que, para el año 2025, habrá mayores
concentraciones de personas en edades mayores a 30 años4, lo
cual, como veremos más adelante, podría tener un impacto nega-
tivo en la protección estatal del derecho a la salud.
222
como ente autónomo y el principal proveedor público de servicios
de salud. Desde su creación, la Caja ha crecido consistentemente,
financiándose con cotizaciones tripartitas (empleadores, trabaja-
dores y Estado).
Si bien el derecho a la salud conlleva que las personas pue-
dan acceder a los servicios de salud sin discriminación, no es
suficiente. El derecho está directamente relacionado con otros,
como el acceso a agua potable y saneamiento, a alimentos nutri-
tivos, a educación y a condiciones de trabajo seguras, a derechos
sexuales y reproductivos, a no ser víctima de violencia y al acceso
a información. En general, el derecho a la salud implica una vida
digna. Empero, en Costa Rica, pareciera que este derecho ha sido
fragmentado al orientarlo, primariamente, hacia el acceso a los
servicios de salud; de ahí que sean el Ministerio de Salud y la
CCSS los garantes del mismo.
Al efecto, la Caja ha establecido un seguro de salud universal.
Actualmente, “[…] las contribuciones del seguro social contabili-
zan el 8% del PIB y alrededor del 34% del ingreso total del gobier-
no, sustancialmente más alto que el promedio regional de 18% en
Latinoamérica”6. Este seguro se administra bajo tres regímenes:
Seguro de Enfermedad y Maternidad (SEM), Seguro de Invalidez,
Vejez y Muerte (SIVM) y régimen no contributivo. Los grupos des-
tinatarios están subdivididos en asalariados y sus familias, tra-
bajadores independientes y sus familias, más pensionados y sus
dependientes, y beneficiarios totalmente subsidiados. El régimen
no contributivo es financiado por el Estado, y cubre a personas
y sus familiares que no cotizaron al sistema por su condición de
pobreza o discapacidad.
En 2014, el seguro de salud alcanzó al 95% de la población.
El 5% descubierto incluyó a algunos empleados informales o tem-
porales, a refugiados no aceptados a cargo del Estado (cubiertos
a través del ACNUR), a inmigrantes indocumentados, a algunos
223
grupos indígenas que no se encuentran registrados ante el Regis-
tro Civil, y a individuos pobres que, aunque podrían gozar de un
subsidio estatal, la institucionalidad pública no los ha identifica-
do como tales7. No obstante, en caso de emergencia, y aun care-
ciendo de seguro, todas las personas tienen acceso a los servicios
de salud de la CCSS; eventualmente se les cobrará, con posteriori-
dad, por el servicio brindado según las capacidades de pago.
La CCSS se ha organizado en tres niveles de atención médica.
En el primero están los denominados Equipos Básicos de Aten-
ción Integral de Salud (EBAIS)8, presentes en prácticamente todo
el territorio nacional. El segundo comprende los servicios de con-
sulta especializada, internamiento y tratamiento quirúrgico de las
especialidades básicas de la medicina. Para su operatividad se
cuenta con 10 clínicas mayores, 13 hospitales periféricos y 7 hos-
pitales regionales. Este nivel tiene por objeto apoyar a los EBAIS,
mediante la prestación de servicios preventivos, curativos y de re-
habilitación, con un grado variable de complejidad y especialidad.
Su cobertura se extiende a una porción importante del territorio
nacional.
El tercer nivel proporciona atención especializada a través de
tres hospitales nacionales generales (Hospital Calderón Guardia,
Hospital San Juan de Dios y Hospital México), y cinco hospitales
nacionales especializados en las siguientes áreas: niñez, geronto-
logía, mujeres, rehabilitación y psiquiatría. Estos hospitales cons-
tituyen el punto más alto de la pirámide de servicios de salud y se
localizan en el Área Metropolitana de San José9.
7. Ibíd., p. 20.
8. Hay 1045 EBAIS en todo el país. Cada EBAIS presta servicio a alre-
dedor de 1 000 hogares, y en cada uno participa al menos un médico, un
enfermero/a y un asistente de servicios de salud. También puede haber
personal de nivel más alto, como trabajadores sociales, dentistas, perso-
nal técnico de laboratorio, farmacéuticos y nutricionistas dando apoyo a
la clínica. Los servicios de consulta externa, planificación familiar y servi-
cios médicos comunitarios, y las intervenciones de promoción de la salud
y prevención de enfermedades, se brindan por medio de los EBAIS.
9. Ministerio de Salud de Costa Rica. Diálogo nacional para el forta-
lecimiento del seguro de salud costarricense en el contexto de la salud
pública, Costa Rica, 2014.
224
No obstante esta importante inversión en salud a nivel nacio-
nal, existe preocupación por debilidades organizativas internas y
por la prestación de servicios. Respecto de las primeras, se apun-
ta a la poca coordinación entre el Ministerio de Salud y la CCSS,
a la insuficiencia de auditorías de desempeño de la CCSS, a la
falta de una real integración de la red de servicios y a la situación
financiera de la Caja. Respecto de las otras, las preocupaciones
se relacionan con las largas listas de espera para atención médica
especializada y la insatisfacción acerca de la calidad de las presta-
ciones de servicios de salud10.
Igual preocupación genera el proceso de envejecimiento de
la población, que tendrá efectos sobre los costos del sistema de
salud. Según especialistas11, los mayores costos de la atención
sanitaria se concentran en los primeros y en los últimos años de
vida, con un peso extraordinariamente mayor de estos últimos.
El hecho de que el grueso de la población se encuentre en eda-
des avanzadas, implicará que la CCSS enfrente una demanda cre-
ciente por servicios del segundo y tercer niveles de atención, que
obligará a repensar el programa de inversiones en esos niveles, a
todas luces más onerosos.
225
humano cuyo reconocimiento está fuera de discusión. Se trata de
un derecho fundamental autónomo, tal como se desprende de la
normativa internacional de derechos humanos, que establece “el
derecho de toda persona a disfrutar del más alto nivel posible
de salud física y mental, por lo que el Estado y sus instituciones
tienen el deber de asegurar la plena efectividad de ese derecho a
través de una serie de acciones positivas y del ejercicio de las po-
testades de regulación, fiscalización y de policía sanitaria”13.
El contenido que reconoce la Sala al derecho a la salud com-
prende:
226
disponibilidad, se deberá contar con un número suficiente de es-
tablecimientos, bienes y servicios públicos de salud, de centros de
atención de la salud y de los programas respectivos.
Esos servicios incluirán los factores determinantes básicos
de la salud, como agua limpia potable y condiciones sanitarias
adecuadas, hospitales, clínicas y demás establecimientos relacio-
nados con la salud, personal médico y profesional capacitado y
bien remunerado, habida cuenta de las condiciones que existen
en el país, así como los medicamentos esenciales definidos en el
Programa de Acción sobre medicamentos esenciales de la OMS.
Sobre accesibilidad, los establecimientos, bienes y servicios de
salud deben ser accesibles a todos, sin discriminación alguna15.
Igualmente, los servicios y programas de salud deben ser acep-
tables; es decir, respetuosos de la ética médica, culturalmente
apropiados, dirigidos a la mejora de la salud de los pacientes, y
confidenciales, entre otros16.
Para lograr estos contenidos, la Sala ha determinado que el
derecho a la salud no puede estar supeditado a las posibilidades
económicas del Estado, pues reiteradamente ha señalado:
227
de los costarricenses garantizando el derecho a las prestaciones
de salud a todos los habitantes del país, la Sala estima que corres-
ponde a la Caja Costarricense de Seguro Social —por imperativo
constitucional y legal— brindar todo servicio público vinculado a
salud, teniendo la obligación de garantizar tal derecho.
En esta línea, por varios años, la Sala Constitucional ha rei-
terado a la CCSS18 que tiene la obligación imperativa e imposter-
gable de adaptar sus servicios a las necesidades particulares y
específicas de sus usuarios o pacientes y, sobre todo, de aquellos
que demandan una atención médica inmediata y urgente, sin que
la carencia de recursos humanos y materiales sean argumentos
jurídicamente válidos para eximirlos del cumplimiento de tal obli-
gación. En razón de ello, la falta de personal médico y auxiliar, de
materiales y equipo, así como la lista de espera, no podrán ser
excusa para una atención deficiente y precaria de las y los usua-
rios. Consecuentemente, los servicios de salud pública deben ser
prestados de forma eficiente, eficaz, continua, regular y célere.
228
nistrativa patrimonial de esa entidad por las lesiones antijurídi-
cas provocadas a los administrados o usuarios (artículos 190 y
siguientes de la Ley General de la Administración Pública)19.
229
pusieran fin a las violaciones estructurales, generalizadas y siste-
máticas a dicho derecho, concretamente de las personas usuarios
de la CCSS. Según la Sala:
230
tema de gestión integrado deberá tomar en cuenta las particulari-
dades de las poblaciones en estado de vulnerabilidad y orientarse
bajo los principios constitucionales del servicio público: eficien-
cia, eficacia, razonabilidad, disponibilidad, accesibilidad y uni-
versalidad22.
El recuento jurisprudencial de la Sala Constitucional en mate-
ria de protección del derecho a la salud deja ver que este tribunal,
en forma reiterada, le ha recordado a las instituciones y al perso-
nal vinculado a la salud que la acción y prácticas institucionales
deben guiarse por la promoción y defensa del derecho, destacan-
do la necesidad indispensable de atender las particularidades y
especificidades de la diversidad, desde un enfoque de salud inte-
gral, traducido en el respeto a la dignidad de las personas usua-
rias del sistema de salud. La Sala Constitucional, entonces, ha
promovido la adopción de medidas bajo la obligación general del
Estado de garantizar los derechos humanos y, particularmente, el
derecho a la salud desde sus diversas dimensiones.
22. Esta sentencia no fue unánime. Hubo dos magistrados que salva-
ron su voto, total o parcialmente: uno por las consecuencias económicas
derivadas de declarar con lugar el recurso, y otro en relación con la no
condenatoria en costas, daños y perjuicios a la parte recurrida, esto es,
la CCSS.
23. Directriz núm. 073-S-MTSS del 9 de marzo de 2020.
231
El 6 de marzo se confirmó el primer caso de COVID-19 en el
país, y a partir de ahí empezó a crecer el número de personas
contagiadas. El Ministerio de Salud y la Comisión Nacional de
Prevención de Riegos y Atención de Emergencias decretaron el
estado de alerta amarilla en todo el territorio nacional. Inmediata-
mente, el Gobierno dispuso la suspensión de todo evento masivo
de personas y reuniones públicas, y la suspensión temporal de
lecciones escolares. El 16 de marzo declaró estado de emergen-
cia nacional24, con el fin de salvaguardar la salud y la vida de los
habitantes, para preservar el orden público y proteger el medio
ambiente.
En el decreto de emergencia, el Presidente estableció que sería
el Ministerio de Salud, junto con la Comisión Nacional de Pre-
vención de Riegos y Atención de Emergencias, el encargado del
planeamiento, dirección, control y coordinación de los programas
y actividades de protección, salvamento, atención y rehabilitación
de las zonas declaradas en estado de emergencia. Además, que
junto con la CCSS se establecerían las medidas de contingencia
necesarias para mantener operativos los servicios de salud en
todo el país, para garantizar la preservación de la salud y la vida
de la población, entre estos, un centro especializado para perso-
nas con COVID-19.
La declaratoria de estado de emergencia concedió al gobier-
no la posibilidad de obtener en forma ágil recursos económicos,
materiales y de otro tipo para atender a las personas, los bienes y
los servicios en peligro, debiendo posteriormente rendir cuentas
sobre las decisiones y acciones tomadas. En esta línea, el Gobier-
no accionó el Plan Proteger25 para atender las consecuencias de la
COVID-19, mediante el cual se buscó resguardar las personas, los
trabajos y las empresas.
Expertos internacionales estiman que el contar con un siste-
ma de salud universal robusto aportó significativamente para que
232
Costa Rica enfrentara con relativo éxito los primeros meses de
la pandemia. Para mayo de 2020 el país registraba una tasa de
letalidad bastante baja, tenía más casos recuperados que activos,
no registraba transmisión comunitaria y los contagios diarios ha-
bían caído significativamente26. Entre las medidas en materia de
salud destacan: a pacientes quienes dieron positivo se les emitió
una orden para guardar aislamiento en sus casas por 14 días
con seguimiento telefónico y/o presencial diario por parte de un
equipo médico especializado; a costarricenses y residentes que in-
gresaran al país se les obligó a realizar un aislamiento preventivo
obligatorio; el testeo continuo; la trazabilidad de los contactos, y
el desarrollo de pruebas propias de diagnóstico (con el apoyo de
la cooperación internacional).
Particularmente, destaca como clave que todas las decisiones
médicas se tomaran sobre la evidencia científica, que el Presiden-
te hubiese posicionado al Ministerio de Salud como el ente rector
del manejo de la epidemia con la participación activa de la CCSS,
y que el país contara desde mucho antes con planes de atención
y preparación ante posibles pandemias, por las experiencias
previas de la gripe aviar, la influenza AH1N1 y el SARS27.
A pesar de estos esfuerzos, y a que constantemente el Minis-
terio de Salud y la CCSS emiten y/o actualizan lineamientos que
establecen el proceso para la vigilancia epidemiológica nacional
de la infección en el marco de la alerta por COVID-1928, el 30 de oc-
tubre de 2020 Costa Rica presentaba 108.866 casos confirmados,
26. “Cinco razones por las que Costa Rica afronta con éxito la pan-
demia de coronavirus”. Noticias ONU, 11 de junio 2020. En: https://news.
un.org/es/story/2020/06/1475862, visto el 9 de octubre 2020.
27. Ibíd.
28. Estos lineamientos son de carácter obligatorio, y mediante ellos
se establecen funciones de atención directa e indirecta de personas, en
los servicios de salud públicos y privados, así como en los tres niveles de
gestión del Ministerio de Salud. Debido a que los conocimientos generales
y la situación epidemiológica de este nuevo coronavirus se encuentran en
una condición evolutiva y dinámica, tanto en el contexto local como inter-
nacional, estos lineamientos se revisan de forma periódica y se publica la
versión vigente en la página web del Ministerio de Salud.
233
66.202 personas recuperadas, 1.371 fallecidas por el virus, 452
personas hospitalizadas y, de ellas, 186 en unidades de cuidados
intensivos.
234
pecializado para la Atención de Pacientes con COVID-19 (CEACO),
con 88 camas para pacientes en cuidados intensivos. Además,
ante la demanda de atención especializada a pacientes del virus,
otros hospitales públicos adecuaron salas para la atención espe-
cífica de COVID-19, lo cual ha permitido que la CCSS asuma todos
los casos de pacientes con COVID-19. Más aún, mediante decreto
ejecutivo31 se dio potestad a la Caja de utilizar, en caso necesario,
camas de internamiento y los recursos asociados a este servicio,
de forma total o parcial, de los hospitales privados para la aten-
ción de pacientes con COVID-19, a efecto de ampliar la cobertura
de atención médica y resguardar la vida y la salud de la población.
Como parte de su estrategia médica nacional, la CCSS emitió
directrices internas para garantizar cobertura universal, lo que
implicó que se dispusiera que personas aseguradas y no asegura-
das, así como extranjeras, con sospecha o portadoras de COVID-19
fueran atendidas32. De la misma manera, se buscó expresamente
que no fueron excluidas personas pertenecientes a poblaciones en
riesgo. Para el caso de personas refugiadas o solicitantes de refu-
gio, la CCSS ordenó que aun sin la documentación que les acredi-
tara como tales, ellas y sus familias, si bien debían ser orientadas
a comunicarse con el ACNUR, no serían rechazadas para recibir
servicios de salud en caso de presentar una emergencia33. Igual-
235
mente, tratándose de personas en situación de calle, la Caja or-
denó a todos los establecimientos de salud públicos que debían
girar las instrucciones pertinentes para atender, de manera dife-
renciada, a esta población vulnerable34.
Para garantizar acceso a la salud de otras poblaciones en si-
tuación de vulnerabilidad, la CCSS emitió el “Protocolo de Pre-
parativos y Respuesta ante el Coronavirus (COVID-19) en Asenta-
mientos Informales”, dirigido a instituciones públicas y gobiernos
locales, cuyo objetivo es “prevenir, contener y atender el contagio
de personas con Coronavirus COVID-19 en asentamientos infor-
males, priorizando a la población de mayor vulnerabilidad, me-
diante la implementación del plan de acción interinstitucional y
multinivel, así como los planes locales de preparativos y respues-
ta ante COVID-19 en asentamientos informales”.
También se dictaron lineamientos específicos para definir ac-
ciones en prevención, preparación y abordaje oportuno, que per-
mitan mitigar las consecuencias de un brote de COVID-19 en los
centros penitenciarios a nivel nacional35, y para el abordaje de
poblaciones indígenas desde un enfoque intercultural (ver estudio
de caso). Respecto de los primeros, los lineamientos médicos se
complementaron con “medidas correctivas” dictadas por juzga-
dos de Ejecución de la Pena para los diferentes centros peniten-
ciarios, a fin de que se tomaran procesos de desinstitucionaliza-
ción transitoria o provisional por riesgo a la vida de toda la po-
blación penal sentenciada. Según algunos jueces de Ejecución de
la Pena, se debía considerar la llegada de la pandemia junto con
“las limitaciones de la infraestructura carcelaria, las limitaciones
de ventilación adecuada, la dinámica y convivencia carcelaria, la
ocupación y sobrepoblación carcelaria, donde la propagación del
236
COVID-19 generaría sin duda un contagio masivo catastrófico para
toda la población penal”36.
En el contexto de la crisis, el país enfrentó, al inicio de la pan-
demia, una gran problemática de acceso a agua potable ya que,
debido a la sequía de los meses de verano, el Instituto Costarri-
cense de Acueductos y Alcantarillados estableció racionamientos
mayores a las doce horas diarias en algunas comunidades. Esto
provocó que la Sala Constitucional declarara parcialmente con
lugar un recurso de amparo para que se garantizara el suministro
de agua potable a la población37.
En materia de información y transparencia, Costa Rica cen-
tralizó en un sitio web (www.covid19.go.cr) la información oficial
sobre COVID-19, donde constan las medidas del sector público
para atender la emergencia nacional, en aras de asegurar la trans-
parencia y el acceso a la información. Además, información ac-
tualizada al respecto está disponible en las páginas web oficiales y
Facebook del Ministerio de Salud (www.ministeriodesalud.go.cr)
y de la CCSS (www.ccss.sa.cr/web/coronavirus). Por otro lado, jun-
to a la línea de emergencia 911, se habilitó la línea telefónica 1322
para consultas sobre la COVID-19.
También es importante destacar que todos los días el Minis-
terio de Salud brinda información a la ciudadanía sobre el esta-
do del país en relación con la pandemia. Aunque son esfuerzos
importantes vinculados a la transparencia, ha habido quejas de
periodistas porque información específica relevante no siempre
está disponible. Por ejemplo, se solicitó al Ministerio de Salud
información sobre todos los pacientes confirmados con la enfer-
medad, con indicación precisa sobre factores de riesgo, días de
hospitalización y nexos de contagio, pero la entidad no respondió,
argumentando que no podía satisfacer la solicitud por “la deman-
237
da de trabajo que implica la atención de la pandemia”38. Tuvo que
intervenir la Sala Constitucional, mediante un recurso de amparo,
para ordenar al Ministerio la entrega de la información solicitada.
En términos generales, se puede afirmar que Costa Rica ha
asumido su obligación de respetar y garantizar, sin discrimina-
ción, el derecho a la salud como derecho inalienable de la digni-
dad humana en el contexto de la COVID-19, adoptando medidas
a tal efecto, que tienden al acceso real a la atención médica, al
cuidado de la salud de las personas y al tratamiento oportuno
y efectivo. Por supuesto que a nivel micro se han presentado si-
tuaciones que, aunque excepcionales, dejan entrever que es nece-
sario un continuo monitoreo del cumplimento de las políticas y
directrices gubernamentales.
238
En 1977 se aprobó la Ley Indígena 6172, que establece que las
tierras de los territorios indígenas “son inalienables e imprescrip-
tibles, no transferibles y exclusivas para las comunidades indíge-
nas que las habitan” y que “los no indígenas no podrán alquilar,
arrendar, comprar o de cualquier otra manera adquirir terrenos
o fincas comprendidas dentro de estas reservas”. En 2015 se rea-
lizó una modificación al artículo 1 de la Constitución Política para
señalar que “Costa Rica es una República democrática, libre, in-
dependiente, multiétnica y pluricultural”, a efecto de reconocer la
herencia histórica de las diferentes poblaciones que han confor-
mado el país, especialmente los pueblos indígenas.
Actualmente está en elaboración, en conjunto con pueblos
indígenas, la Política Pública para los Pueblos Indígenas 2020-
2024, que tendrá como objetivo general promover las condiciones
necesarias para la realización de los derechos individuales y co-
lectivos de los pueblos indígenas. Al efecto, se firmó la directriz
dirigida al sector público para dar inicio al “Proceso de construc-
ción participativa e intercultural de la Política Pública para los
Pueblos Indígenas 2010-2024”.
Sin embargo, la población indígena enfrenta un gravísimo
problema: la reivindicación de sus tierras, toda vez que durante
años estas han estado ocupadas por personas no indígenas. El
proceso de recuperación de tierras no ha sido fácil; al contrario,
ha ido escalando hacia la violencia por la resistencia de los ac-
tuales ocupantes, especialmente en la zona de Salitre. De hecho,
desde 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
ordenó medidas cautelares a favor del pueblo Bribri de Salitre42.
Aun así, en 2019, fue asesinado el líder indígena Sergio Rojas Or-
tíz y, en el 2020, Jerhy Rivera.
En 2017 el Instituto Nacional de Desarrollo Rural (INDER) ini-
ció el Plan de Recuperación de Tierras de los Territorios Indíge-
239
nas, con el propósito de resolver la problemática, pero el camino
ha sido largo y difícil y, hasta ahora, inconcluso. En marzo de
2018, el Estado presentó el mecanismo de consulta indígena que
deberá utilizarse de acuerdo a lo que establece el Convenio 169
de la OIT. Este mecanismo fue construido participativamente y
cocreado con los Pueblos Indígenas, involucrándose el Sistema de
Naciones Unidas y la Defensoría de los Habitantes como observa-
dores43.
El mecanismo instituye una Unidad Técnica de Consulta Indí-
gena, adscrita al Ministerio de Justicia y Paz, a cargo de la gestión
técnica y financiera de los procesos de consulta; también las Ins-
tancias Territoriales de Consulta Indígena, que deben ser elegidas
a lo interno de cada uno de los territorios indígenas44. A pesar de
que son iniciativas importantes, la problemática se mantiene, más
cuando en días recientes el Tribunal Agrario del Segundo Circuito
Judicial otorgó una medida cautelar que ordena el desalojo de va-
rias personas indígenas de la finca Kono Jú, dentro del territorio
indígena Cabécar de China Kichá, en Pérez Zeledón45.
240
cumple los principios de equidad, solidaridad y universalidad
para la población indígena46.
46. MONDOL, Lenin. “Políticas de Salud Pública para los Pueblos Indí-
genas costarricenses”. UNED, s.f. En https://www.uned.ac.cr/images/ami/
documentos/politicassalud.pdf
47. Ídem.
48. Ministerio de Salud de Costa Rica. Análisis de la Situación de
Salud 2018. Memoria Institucional, mayo 2019, p. 16.
49. Mesa Nacional Indígena de Costa Rica. Informe Indígena: Situa-
ción de los Derechos Humanos Relativos a los Pueblos Indígenas, en
Referencia a los Compromisos Asumidos por Costa Rica con motivo del
Examen Periódico Universal. Mayo 2012–mayo 2014. Para: Examen Pe-
riódico Universal, Comité para la Eliminación de la Discriminación Ra-
cial, 2015.
241
5.3. La salud de los Pueblos Indígenas en el marco de la COVID
242
y de otras instituciones, para la capacitación sobre prácticas de
prevención. 2. Prevención en el territorio indígena sobre COVID-19,
realizándose visitas domiciliarias para generar educación respec-
to al virus del COVID-19, acompañadas de material audiovisual
en idiomas indígenas. 3. Abordaje de un caso sospechoso y caso
confirmado por COVID-19 en territorio indígena, con la valoración
de sintomatología respectiva, incluyendo traslado aéreo para zo-
nas de difícil acceso geográfico. 4. Atención de paciente indígena
positivo por COVID-19 en el centro de salud, con traducción en
idioma indígena para el abordaje del paciente si fuera necesario53.
En la elaboración de dicho instrumento participó la Caja Cos-
tarricense del Seguro Social, la Comisión Nacional de Asuntos
Indígenas (CONAI), el Ministerio de Salud y el Vice Ministerio de
la Presidencia.
En este marco, el Ministerio de Salud se enfocó en el trabajo
de participación comunitaria, acciones de comunicación, abor-
daje de casos sospechosos y potencial atención a pacientes. Las
medidas emitidas incluyen, entre otras, canales de comunicación
cercanos a la población, reconocimiento a figuras tradicionales,
y potenciales traslados debido a las complejidades geográficas y
logísticas que presenta la mayoría de las comunidades en los te-
rritorios indígenas54. Igualmente, se emprendieron acciones di-
rigidas a cubrir necesidades básicas derivadas del avance de la
COVID-19 en el país, como la distribución de kits con alimentos e
insumos de limpieza y aseo personal a más de 11.000 familias en
los 24 territorios indígenas.
En línea con lo anterior, la Caja aprobó un reglamento para
regular las relaciones de empleo con condiciones especiales para
243
facilitar el reclutamiento de personas indígenas que trabajen en
su propio territorio. El propósito es fortalecer la relación como
ente asegurador y prestador de servicios de pensiones y presta-
ciones sociales con estos pueblos, respetando su identidad social
y cultural, así como sus instituciones, costumbres y tradiciones
en apego a los convenios internacionales ratificados por el país.
El reglamento ha permitido la conexión entre la institución y los
pueblos indígenas cuando están en autoaislamiento por la pande-
mia55.
Las direcciones regionales de la Caja trabajan complementa-
riamente, con la difusión de mensajes, en idiomas cabécar, bribri,
ngäbere y maleku, sobre protocolos de higiene, y de materiales
didácticos, bajo el lema “Escudo COVID-19”56. En los territorios
indígenas Bribri y Cabécar se encuentran los EBAIS de Bambú,
Suretka, Amubri, Katsi, Sepecue y China Kichá, con instrucciones
de tomar muestras a cualquier paciente indígena sospechoso. Por
semana, se realizan entre 3 y 5 muestras en territorios indígenas
de Talamanca57. En septiembre de 2020 se había tamizado 397
personas de etnia indígena, de las cuales 86, entre 0 y 72 años
de edad, resultaron positivas. Los pueblos que reportan la mayor
cantidad de casos positivos son los Ngöbes con 35 contagios, se-
guidos de los Bribris con 2958.
Para enfrentar la pandemia entre Pueblos Indígenas, la Caja
preparó albergues municipales para recibir a población indígena
que requiriese atención y permanecer en aislamiento. Lamenta-
blemente, en ejercicio de esta iniciativa, en julio se registró un
244
incidente en un albergue en Turrialba, donde se encontraban va-
rias personas indígenas. Vecinos quemaron objetos en las afueras
del albergue, alegando que no querían a personas sospechosas
de COVID albergadas en la comunidad59. El hecho fue repudiado
por las autoridades y las personas indígenas trasladadas para su
seguridad.
Previendo los efectos de la crisis a largo plazo, el Gobierno de
Costa Rica, junto con el Sistema de Naciones Unidas (SNU), está
diseñando el Plan Nacional de Recuperación Económica de los
Territorios Indígenas afectados por la pandemia, a cargo de per-
sonas indígenas, quienes formularán el plan en los próximos me-
ses. La meta es recuperar las dinámicas económicas propias de
los territorios indígenas como el turismo, la venta de artesanías
y la producción agrícola. Se basará en propuestas comunitarias
urgentes, de mediano y largo plazo, y en la recopilación y sistema-
tización de información de los territorios indígenas, con aportes
de organizaciones de los territorios, autoridades tradicionales y
grupos de mujeres indígenas. Con un marco conceptual y meto-
dológico desde la visión indígena, este trabajo será la base para
formular iniciativas de Recuperación Económica post COVID-19
de los Pueblos Indígenas de Costa Rica60.
Lo expuesto permite entrever que la acción del Estado costa-
rricense hacia los Pueblos Indígenas, en el marco de la COVID-19,
ha sido pertinente y oportuna desde una lógica no indígena; estos
Pueblos señalan como omisión que no tuvieron suficiente partici-
pación en la preparación de las medidas, y tampoco se les ha in-
245
volucrado plenamente en la implementación de las mismas61. De
esta manera, algunos protocolos sanitarios son de nulo cumpli-
miento en las comunidades porque sus contenidos están fuera del
alcance de la población. Por tanto, se ha recomendado que, para
mejorar el abordaje sanitario en estos territorios es trascendental,
por un lado, considerar los conocimientos médicos ancestrales de
los Pueblos Indígenas, y por otro, lograr una comunicación efec-
tiva que “favorezca el proceso de construcción de conocimientos
compartidos y la reformulación de la interpretación de conceptos
médicos en territorios pluriétnicos o pluriculturales”62.
Conclusiones
246
ocurrido en el resto del mundo, con la salvedad de que el número
de fallecidos no ha seguido el mismo ritmo.
Se puede afirmar, en términos generales, que la respuesta es-
tatal a la COVID 19 es acorde con los estándares internacionales
en materia de derechos humanos. Entre otros, ha prevalecido la
prevención y la atención sanitaria sin discriminación, el acceso
universal a salud de poblaciones en situación de vulnerabilidad,
se ha dispuesto de recursos adicionales para la atención médica
y para atender necesidades de familias afectadas, especialmente
por las consecuencias económicas de la pandemia, y se ha procu-
rado mantener a la ciudadanía informada, en forma constante y
permanente, sobre los avances en relación con el coronavirus. Sin
embargo, se han presentado situaciones que evidencian la necesi-
dad de un monitoreo más cercano para el cumplimiento efectivo
de las políticas y medidas gubernamentales, y no se ha contado
con datos desagregados que permitan analizar la proporcionali-
dad y racionalidad de las medidas tomadas.
En relación con la situación particular de los Pueblos Indí-
genas, a pesar de que se tomaron iniciativas importantes y es-
pecíficas para su protección en el contexto pandémico, ha sido
una omisión la consideración de la cosmovisión indígena en los
planes estatales. Actualmente, se procura reencauzar las políticas
públicas en favor de estos pueblos afectados por la COVID-19, con
una comunicación más asertiva y con la participación real de las
comunidades indígenas para recuperar dinámicas comunitarias
y económicas propias, que les permitan superar los efectos de la
pandemia.
247
IX
1. Introducción
249
de salud, sino que representará un punto de inflexión en las po-
líticas públicas sanitarias a futuro. Sin embargo, la evidente e in-
evitable crisis lleva unido el juicio sobre si las acciones del Estado
están siendo las adecuadas para garantizar el derecho a la salud
de todas las personas que radican en territorio mexicano o, por lo
menos, las menos malas.
El incremento exponencial del número de muertes, el débil
sistema sanitario público, el cansancio social, el estado de nece-
sidad de las familias más vulnerables, la violencia (incrementada
en estas fechas, sobre todo en cuanto a violencia intrafamiliar y
feminicidios se refiere2) y el cansancio extremo del personal de
salud han exacerbado los problemas que se arrastran desde hace
años. Ante una realidad en la cual el sistema público mexicano
ya estaba en proceso de colapso, la llegada de una emergencia
sanitaria puso de relieve la ineficacia (e incluso indiferencia) del
Estado en el logro de una garantía mínima de derecho al nivel más
alto de salud posible.
A lo largo del presente escrito se realizará un análisis de las
obligaciones y vulneraciones del derecho a la salud de todas las
personas que se encuentran en territorio mexicano, poniendo
atención especial en las diferencias entre el período previo a la
pandemia en contraposición a las violaciones durante la misma,
las cuales se encuentran en su máxima expresión.
250
de los demás derechos, condiciones todas indispensables para
una vida digna. La salud, definida en su vertiente más amplia por
la Organización Mundial de la Salud (OMS), involucra todos los
aspectos de la vida de las personas. Como define este organismo:
“[…] es un estado de completo bienestar físico, mental y social,
y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”3. Por
tanto, el derecho a la salud incluye aspectos como la seguridad
y tranquilidad que aporta a una persona saber que, en caso de
enfermedad, se tendrá acceso a un sistema de salud que le pueda
ofrecer, bien atención de calidad y los medios adecuados para su
tratamiento, o bien los cuidados paliativos necesarios en sus últi-
mos momentos de vida. Además, en esa visión integral, acceder a
una alimentación adecuada, al agua limpia y potable, vivir en un
medio ambiente sano y no violento y disfrutar de condiciones de
trabajo seguras, son derechos que irían intrínsecamente relacio-
nados con aquel. Así, en la garantía del derecho a la salud estarían
involucradas múltiples decisiones y políticas públicas dirigidas a
todos los ámbitos del bienestar de la persona: el físico, el mental
y el social4, aunque también es común hablar del espiritual.
En este mismo sentido, el artículo primero de la Ley General
de Salud de México define el derecho a la salud como “[…] un es-
tado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente
la ausencia de afecciones o enfermedades”. Siguiendo este mar-
co jurídico, el cual incluye el artículo primero constitucional que
iguala las normas de derechos humanos procedentes de tratados
ratificados por México a normas constitucionales, el abordaje del
derecho en cuestión en el país debería ser acorde a la visión am-
plia y holística antes expuesta, basada en la interdependencia de
todos los derechos humanos.
251
A pesar de la interrelación, interdependencia e indivisibilidad
con el resto de los derechos humanos, que exige la garantía del
derecho al nivel máximo de salud posible de acuerdo a la OMS,
durante el período de pandemia, las políticas públicas se foca-
lizan únicamente en derechos como a la atención de la salud, a
la prevención y tratamiento de enfermedades y a la lucha contra
ellas; además del derecho a establecimientos y servicios de salud
adecuados, pues estos servicios cobran mayor relevancia debido
al gran volumen de personas (y se entiende que a la gravedad) que
demandan estos servicios a consecuencia de una nueva enferme-
dad, en este caso: el SAR CoV 2 o COVID-195.
En este contexto, el derecho al tratamiento contenido en la
Observación General número 14, el cual consiste en la obliga-
ción que tiene el Estado de construir y organizar un sistema de
atención médica urgente adecuado para hacer frente a cualquier
eventualidad como accidentes naturales o, como el caso que nos
ocupa, epidemias. La finalidad de crear este sistema de salud con-
siste en la prestación de socorro y asistencia a la población; in-
cluso debe estar preparado un protocolo destinado al reparto de
ayuda humanitaria en momentos de emergencia. En conclusión,
los Estados deben dirigir sus esfuerzos a
252
Esta obligación en condiciones de igualdad del Estado res-
pecto de la población sobre el acceso a la asistencia y servicios
médicos se reafirma en el artículo 4 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, que afirma lo siguiente: “Toda
persona tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá
las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud y
establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades fe-
derativas en materia de salubridad general […]”. Así mismo, en
cuanto a epidemias se refiere, el artículo 73.2ª. establece que:
253
Sin embargo, cuando la mayor parte de los recursos econó-
micos, materiales y humanos se destinan a paliar los efectos de
una nueva enfermedad epidémica, surge la duda del estado en
que queda el acceso a la salud de las personas cuya vida depende
de tratamientos diferentes a la epidemia como, por ejemplo, la
diabetes, el VIH-SIDA o el cáncer, más aún cuando la crisis gene-
rada por la epidemia se ha extendido hasta casi un año. En este
sentido, cabe la pregunta de si detener estos tratamientos, de los
cuales depende la vida de un gran número de personas, generaría
una vulneración del principio de progresividad del derecho a la
salud.
El principio de progresividad se recogió en el artículo 2.1. del
PIDESC, donde explicita el compromiso de los Estados parte de
adoptar medidas tanto por separado como mediante la asistencia
y la cooperación internacional, especialmente económicas y técni-
cas, hasta el máximo de los recursos de que disponga, para lograr
progresivamente la garantía de los DESC. Por lo tanto, el artículo
describe la progresividad como un avance constante de los Esta-
dos para el logro de la plena efectividad de los DESC, utilizando el
máximo de los recursos disponibles y sin dar pasos regresivos en
la garantía del derecho al nivel más alto de salud posible de todas
las personas, en su sentido más amplio8.
Esto quiere decir que el Estado no puede dejar de cumplir
sus obligaciones respecto del derecho al nivel más alto de salud
posible de sus gobernados, ni retroceder en sus garantías, aunque
se encuentre en un estado de alarma por epidemia, pues estos
dos principios, el de progresividad y no regresividad, unidos al
derecho al mayor nivel de salud posible de todas las personas,
exigen de este el cumplimiento cabal de sus deberes. En este mis-
mo sentido, el Comité hace hincapié en el párrafo 12 de la O.G.
Nº 3, en la “índole de las obligaciones de los Estados Parte”, que
254
incluso en situaciones de limitaciones graves de recursos, como
es la actual, es preciso proteger a los miembros vulnerables de
la sociedad mediante la aprobación de programas especiales de
relativo bajo costo.
Para analizar las buenas y malas prácticas estatales frente a
la COVID-19 en México, se realizará un breve análisis del grado de
garantía del derecho al nivel más alto de salud posible en el pe-
ríodo pre-pandemia, comparándolo con el que se está llevando a
cabo en la actualidad durante la pandemia, para concluir con un
breve estudio sobre el efecto de los condicionamientos sociales de
la enfermedad.
255
“recibirán atención médica y medicamentos gratuitos sin restric-
ciones, pues ya no necesitarán afiliarse ni pagar cuotas”10.
De acuerdo con las cifras sobre México de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para
201911, el gasto sanitario representaba el 5,5% del PIB (un 89.3%),
índice que se encuentra entre los más bajos de los países OCDE.
Sin embargo, la cobertura de seguro de salud para las poblacio-
nes vulnerables ha mejorado, aunque persisten brechas.
Los indicadores destacan fallas en el acceso a servicios públi-
cos de salud adecuados. Por ejemplo, los gastos por diabetes son
casi el doble del promedio de la OCDE y la mortalidad a los 30
días después de un ataque cardíaco es casi cuatro veces el prome-
dio de la OCDE (27,5%). Además, la mala alimentación y estilos
de vida sedentarios contribuyen en gran medida a que una gran
proporción (72,5%) de la población tenga sobrepeso u obesidad,
siendo ya estas consideradas como epidemia12.
Un dato preocupante es la proporción de los costos de aten-
ción médica que los hogares pagan directamente, la segunda
más alta en la OCDE. Como consecuencia de la baja cobertura de
servicios de salud básicos, los gastos de bolsillo de las familias
continúan siendo altos, pues representan el 41% del gasto total
en salud. Por tanto, los recursos necesarios para una adecuada
asistencia sanitaria no son otorgados por el Estado, sino que de-
ben salir de la canasta básica no alimentaria de las familias, en
un país cuyo salario mínimo en 2019 era de 102.68 pesos al día
(aproximadamente 5.09 dólares estadounidenses).
256
El Centro de Investigación en Política Pública pone de mani-
fiesto que el gasto de bolsillo en enfermedades crónicas puede
condenar a una familia a la pobreza13, mientras que el presupues-
to de la Secretaría de Salud ha decrecido más del 20% en térmi-
nos reales durante el sexenio.
13. Si una familia promedio tuviera que pagar el total del tratamiento
de diabetes, tendría que endeudarse y/o vender su patrimonio. En el esce-
nario menos dramático, los hogares afectados por una enfermedad cróni-
ca podrían tener un gasto de bolsillo del 20%. En este caso, las pérdidas
de ingreso podrían alcanzar el 1% del PIB. El ingreso perdido por los ho-
gares afectados por enfermedades crónicas, proyectado a 2030, equivale a
7.3 veces el presupuesto de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Centro de Investigación en Política Pública, op. cit., 12.
14. Colectivo #CeroDesabasto. Desabasto de medicamentos en Mé-
xico: 2do reporte cuatrimestral 2020. Ciudad de México octubre 2020, p.
11. https://cdn yeeko.s3.amazonaws.com/assets/2do_informe_cuatrimes-
tral_CD_2020_-_VF.pdf
257
y en segundo lugar que, de acuerdo con el reporte citado, “3 de
cada 10 personas consideran que hubo actos de corrupción invo-
lucrados en su caso, ya fuera por personal directo de la institu-
ción o por autoridades gubernamentales”15.
Sin embargo, el caso que más indignación produjo en la po-
blación fue el desabasto de medicamentos oncológicos pediátri-
cos. Como consecuencia de las irregularidades que se habían pre-
sentado desde hacía meses en el abasto de fármacos oncológicos
en toda la República, el pasado 3 de marzo, 150 oncólogos, hema-
tólogos y pediatras enviaron una carta a las autoridades de Salud,
a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores pidiendo
su apoyo para acabar con la situación, ya que ponía en grave ries-
go la vida de los niños y las niñas. Posteriormente, el 23 de mayo,
el Colegio Mexicano de Oncología Médica denunció el desabasto
de fármacos oncológicos, tanto en hospitales públicos como pri-
vados, haciendo hincapié en el peligro que corría la vida de niños
y niñas, que habían visto interrumpido su tratamiento16.
Las denuncias que han presentado padres, médicos y asocia-
ciones fueron minimizadas por las autoridades de la Secretaría
de Salud, al aducir que los pacientes oncológicos representan
solo un 10% del total de los enfermos de cáncer. En otras oca-
siones se ha justificado el desabasto, considerándolo un efecto
del “combate contra la corrupción”. Igualmente, el Secretario de
Salud indicó que el desabasto de metotrexato no representa nin-
gún problema, y que puede sustituirse por otros fármacos, ante
la indignación del colectivo de oncólogos y pediatras. Finalmente,
el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, justificó el hecho
diciendo que esto responde a un tema de carácter internacional y
no es responsabilidad total del gobierno en turno17. Todas estas
posturas podrían ser causa de una vulneración grave al derecho
al nivel máximo de salud posible de estos niños y niñas (y sus
familias), incurriendo el Estado en responsabilidad.
258
Analizados estos hechos del estado del derecho al nivel más
alto de salud posible en el México pre-pandemia, cabe concluir
que, aunque se ha avanzado en algunos rubros, aún queda mucho
por construir; pero, sobre todo, se detecta una tendencia preocu-
pante hacia la regresividad en la cantidad y calidad de los servi-
cios de salud prestados, sobre todo a los pacientes con enferme-
dades crónicas y cáncer.
259
confirmados con 1,859 fallecidos18, cifras que, aunque altas, no
suponían un número llamativo en un país de 126. 2 millones de
personas. El único Estado de la República donde no se tenían
casos registrados era Campeche19 y, para aquel entonces, se em-
pezaba a conocer casos de personas que se habían recuperado
guardando su cuarentena sin verse en la necesidad de ingresar a
un hospital.
Sin embargo, saltó una alarma sobre el número de respira-
dores existentes en el país y los protocolos a seguir en cuanto a
los criterios sobre la priorización del uso de los mismos. Para la
solución de este conflicto, de amplios matices bioéticos, se con-
frontaron posturas e ideologías. Mientras los pragmáticos prio-
rizaban el acceso a los respiradores de las personas más jóvenes
y sanas, en detrimento de las mayores o enfermas (aquellas que
sufrieran una enfermedad previa como diabetes y cáncer, entre
otras), en oposición a aquellos, se posicionaban los grupos per-
sonalistas que defendían el igual valor de la vida de todas las
personas, proponiendo como criterio el tiempo de la llegada del
paciente al hospital. Sea como fuere, se plantearon decisiones
complejas y transcendentales a tener en cuenta por el personal
sanitario, en momentos de máximo estrés.
En cuanto a la población, se impusieron medidas de aisla-
miento social, caracterizado por las campañas de “Susana Dis-
tancia”, “Quédate en Casa” y el uso obligatorio del cubreboca,
pese a las cuales se seguían incrementando los casos paulatina-
mente, encontrándose el patrón de que los primeros que sufrie-
ron el contagio pertenecían a los grupos sociales de mayor nivel
económico, mientras que en las colonias populares apenas había
casos, salvo las y los empleados domésticos.
260
Para la mitad del año 2020, ya pasados cuatro meses del pri-
mer contagio, se tenían registrados 220,657 casos con 27,121
defunciones20. En contraposición, a medida que avanzaba la epi-
demia, los más perjudicados en cuanto a contagios y efectos de la
enfermedad comenzaron a ser las personas pertenecientes a los
niveles económicos y sociales más precarizados.
En respuesta al incremento de contagios, el subsecretario de
Salud decretó medidas como: respetar la sana distancia en luga-
res públicos, suspender eventos masivos, realizar el cierre tem-
poral de centros comerciales y escuelas, así como de oficinas y
empleos que no fuesen de primera necesidad, entre otras. Todo
ello ante las quejas de comerciantes y empresarios que verían ce-
rradas sus fuentes de sustento.
En estos momentos, se puso de manifiesto en grado máximo
la indefensión en que se encuentran los millones de personas con
contratos precarios o trabajadores del sector informal. Sin acceso
a ayudas ni seguro de salud, vieron cerradas sus fuentes de sus-
tento, lo que las ha obligado a no cumplir con las normas dictadas
por el subsecretario, lanzándose a la calle en busca de alguna
forma de supervivencia.
261
verse el uso del cubreboca, la sanitización de áreas comunes y el
cierre de las escuelas.
Una vez llegada la fase 3, en la cual los contagios comienzan
a contarse por miles, el Gobierno emprendió las siguientes accio-
nes22:
262
Cuadro 1. Semáforo para la nueva normalidad en México.
263
5. La sindemia: un abordaje integral del derecho a la
salud en tiempos de pandemia
264
pandemia como una sindemia, definiendo este concepto como la
agrupación de dos o más enfermedades, características de un gru-
po de población, que agravan la clínica común de una enfermedad
epidémica. Estas enfermedades previas son producto de desigual-
dades sociales y económicas persistentes, es decir, son más co-
munes en grupos poblacionales sometidos a estrés por violencia,
exclusión y/o pobreza.
Por tanto, el concepto de sindemia ya no analiza los efectos de
la epidemia excluyéndola de las particularidades de la población
sino que, muy al contrario, parte de los condicionantes sociales
para entender sus efectos y extraer pautas para diseñar estrate-
gias adecuadas para hacer frente a los alcances de la epidemia.
Esto quiere decir que, desde la visión sindémica, en una epide-
mia como la que nos azota, se identifican múltiples problemas de
salud, los cuales interactúan biológicamente entre sí y, a la vez,
con el entorno sociocultural, económico y físico.
Merril Singer, antropólogo y profesor de la Universidad de
Connecticut, fue quien utilizó por primera vez el concepto de sin-
demia, surgido a partir de sus estudios sobre el VIH-SIDA como
pandemia, pero incardinado en un ambiente de abuso de sustan-
cias y violencia en la población de los centros urbanos de Estados
Unidos. Singer estudió las condicionantes biológicas y médicas
del VIH-SIDA desde la perspectiva epidémica, incluyendo los con-
dicionantes sociales y económicos además de los biológicos tradi-
cionales, metodología que le permitió establecer guías más certe-
ras y adecuadas para la lucha contra dicha enfermedad.
Con este enfoque, las investigaciones y la toma de decisiones
para erradicar la COVID-19 deberían tomar en cuenta no solamen-
te los datos procedentes del ámbito biomédico, sino también los
condicionantes sociales y de salud de los grupos poblacionales
más vulnerables. Estos condicionantes son llamados Enfermeda-
des Crónicas No Transmisibles (ECNT) como la diabetes, la hiper-
tensión, la depresión, la obesidad y las enfermedades cardiovas-
culares y respiratorias crónicas, las cuales tienen como factores
de riesgo el tabaquismo, el sedentarismo, la mala alimentación y
265
el consumo de alcohol26. Estos factores de riesgo son comunes en
contextos de desigualdad, pobreza y violencia; en consecuencia,
los grupos sociales que viven en estas circunstancias son más
susceptibles de un agravamiento de los síntomas de la enferme-
dad por coronavirus, incluso más proclives a morir. Esto, unido
al deficiente acceso al sistema de salud público, puede explicar
la alta mortalidad que se está presentando en este y otros países.
Por ello, a partir de la perspectiva sindémica, se considera
que los factores preexistentes interactúan con la nueva enferme-
dad, promoviendo resultados adversos para la salud y extendien-
do el síndrome más allá de los modelos específicos de enferme-
dad o multimorbilidad. Ante este complejo campo de estudio, es
necesario incluir en la evaluación la pregunta de cómo los condi-
cionantes sociales y económicos fomentan y exacerban los efectos
negativos de la enfermedad.
266
La diabetes mata a más personas en el mundo que el VIH/
SIDA, la tuberculosis y la malaria combinados, y la mayoría de es-
tas muertes ocurre en países de bajos o medianos ingresos. Pero
esta ECNT no está relacionada, en la mayoría de los casos, con
elecciones voluntarias del estilo de vida, sino que es consecuencia
de crisis sociales, migraciones y pobreza. Para muchos pacientes
en estas circunstancias, la resistencia a la insulina puede enten-
derse mejor como consecuencia de la crisis, el desplazamiento y
el trauma, que por la toma de malas elecciones dietéticas28.
Las formas crónicas de estrés y las experiencias de trauma o
violencia exacerban y ayudan a explicar las tasas notablemente al-
tas de diabetes tipo 2 entre los pueblos indígenas en comparación
con la población general en muchos países; estos pueblos fue-
ron (y son) desplazados a la fuerza, reasentados, despojados de
las explotaciones ganaderas y de las tierras agrícolas o de pasto-
reo, sedentarizados por la fuerza, y se sustituyeron los alimentos
tradicionales por raciones de azúcar, harinas refinadas, leche en
polvo y manteca de cerdo29. Este cambio en las formas de subsis-
tencia, alimentación y patrones culturales es la clave para enten-
der la epidemia de sobrepeso y obesidad, con las enfermedades
coadyuvantes, que padece, sobre todo, la población de ascenden-
cia indígena de bajos recursos económicos, que sufre violencia y
exclusión social.
Siguiendo las evidencias recabadas hasta la fecha por los ex-
pertos, se concluyó que el riesgo de agravar los efectos de la CO-
VID 19 es mayor en la población de edad avanzada y en aquella
con condiciones de salud subyacentes. Partir en las decisiones
de política pública del cuidado a las personas con mayor riesgo
de complicación por COVID-19, mejoraría las estrategias de pro-
tección, manejo y cuidado de las condiciones crónicas, y orienta-
ría la distribución de vacunas para aquellas con mayor riesgo30.
28. Intramed. “Sindemia: una nueva categoría que reúne lo social y lo bio-
lógico”. https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=92448
29. Intramed. “La etiología social de la diabetes”. 8 de mayo 2018.
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=92448
30. Organización Panamericana de la Salud (OPS). “COVID 19 y Comor-
bilidades - Américas”. file:///C:/Users/victo/Downloads/Underlying-condi-
tions-tool-covid-19-background-information-spa.pdf
267
Esto quiere decir que, aplicando la perspectiva de la sindemia,
el Estado no debería únicamente haber tomado las medidas de
sana distancia, uso constante del cubrebocas y, en los períodos
de mayor riesgo de contagio, el aislamiento social; sino que debió
atender las necesidades económicas, sanitarias, alimentarias y de
seguridad de las poblaciones más vulnerables, en aras de mitigar
el agravamiento de las comorbilidades, además de contribuir a
evitar los contagios masivos. Aunque esta medida es meramente
paliativa, ya que lo verdaderamente efectivo sería el diseño de una
política adecuada en la lucha contra la pobreza, la violencia y la
exclusión social, asignatura pendiente de muchos gobiernos.
Conclusiones
268
En conclusión, de acuerdo a los extremos analizados, para
hacer frente a la actual pandemia, pero, sobre todo, en aras de es-
tar preparados para las que vienen, los Estados deberían separar
las políticas sanitarias de los intereses partidistas y económicos,
para poder tomar decisiones sobre la salud de la población de
una manera sindémica, holística y estructural.
Desde hace años, la academia ha invitado a realizar un replan-
teamiento de los sistemas alimentarios, desde la producción de
alimentos hasta su consumo; de las condicionantes sociales de las
poblaciones vulnerables; de las situaciones de violencia directa y
estructural, así como del estilo de vida actual. Estas serían estra-
tegias adecuadas para superar la actual pandemia y las que po-
drían llegar, mediante la garantía de los derechos humanos como
un todo necesario para la protección de la dignidad de la persona
y la colectividad.
269
RESEÑAS CURRICULARES
271
nacional de los Derechos Humanos. Actualmente se desempeña
como abogada para Honduras en el Programa para Centroaméri-
ca y México del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional
(CEJIL). Además de su trayectoria como litigante ante el Sistema
Interamericano de Derechos Humanos, tiene una gran vocación
docente e investigadora. Entre otros, se desempeñó como profe-
sora de Antropología Jurídica y Criminología y Política Criminal
en la Universidad Austral de Chile, y trabajó como asesora so-
ciojurídica en múltiples proyectos en Chile desde el Centro de
Estudios Ambientales y Desarrollo Humano Sostenible de la mis-
ma casa de Estudios (CEAM-UACh). Sus principales intereses do-
centes y de investigación incluyen el desarrollo de los derechos
económicos, sociales, culturales y ambientales, los derechos de
los pueblos indígenas y afrodescendientes frente al extractivismo
y los derechos de las mujeres.
Grace Carson
Estadunidense. Diné y chicana de Choctaw, Oklahoma. Es
candidata a jurisdoctora (J.D.—previsto 2022) en el Programa de
Estudios Raciales Críticos y el Programa de Derecho y Políticas
de Interés Público David Epstein de la Facultad de Derecho de la
UCLA. Tiene una licenciatura en Periodismo y Ciencias Políticas
de la Universidad de Denver. Sus intereses de investigación y abo-
272
gacía incluyen la justicia racial, la reforma legal penal, la reforma
carcelaria, la teoría crítica de la raza, la teoría de la descoloniza-
ción y la teoría de la abolición.
Joseph Berra
Estadunidense. Es director de Proyectos de Derechos Huma-
nos en las Américas del Instituto de la Promesa de los Derechos
Humanos de la Facultad de Derecho de la UCLA. Sus intereses
docentes y de investigación incluyen los derechos de los inmigran-
tes, los derechos humanos internacionales y los derechos de los
pueblos indígenas y afrodescendientes en Centroamérica. Coordi-
na proyectos con socios organizacionales en los Estados Unidos y
América Latina para involucrar a los estudiantes en la defensa de
los derechos humanos y el Sistema Interamericano de Derechos
Humanos. Antes de iniciar su trabajo académico, fue un exitoso li-
tigante de derechos civiles y humanos. Es ex director ejecutivo del
Consejo de Investigaciones del Caribe Centroamericano (CCARC,
por sus siglas en inglés) y continúa sirviendo en su junta direc-
tiva. Además del título de abogado (J.D.), posee una maestría en
Antropología Social de la Universidad de Texas en Austin y una
maestría en Teología de la Universidad Centroamericana (UCA) en
San Salvador.
273
del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente es directora
del Centro de Derechos Civiles y Políticos de la Academia Intera-
mericana de Derechos Humanos.
274
Edy Alexander Tábora
Hondureño. Abogado con orientación en Derecho Penal por
la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Máster en Pro-
tección Internacional de los Derechos Humanos por la Universi-
dad de Alcalá (España). Especialista en Justicia Constitucional,
Interpretación y Aplicación de la Constitución por la Universidad
Castilla La Mancha (España). Ha sido fiscal del Ministerio Pú-
blico para los casos de homicidios en el Bajo Aguán, la Fiscalía
Especial de Derechos Humanos, la Fiscalía contra el Crimen Or-
ganizado y la Fiscalía de Delitos Comunes. Tiene amplia experien-
cia litigando como abogado, particularmente en materia penal y
constitucional, y realizando trabajo de incidencia ante el Consejo
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el marco del
Examen Periódico Universal. Ha sido consultor para organizacio-
nes nacionales e internacionales, juez en el Tribunal Permanente
de los Pueblos, capítulo México. Ha ocupado el cargo de abogado
en el Centro de Prevención, Tratamiento y Rehabilitación de las
Víctimas de la Tortura (CPTRT) y director ejecutivo en el Comité
por la Libre Expresión (C-Libre). Actualmente es coordinador del
Bufete Jurídico de los Pueblos.
275
(GMIES); desde 2012 es miembro de la Junta Directiva de TECHO
El Salvador y, a partir de 2016, es vicepresidente de la Asocia-
ción “La tercera palabra”. Actualmente es investigador y consultor
independiente en derechos humanos, justicia, democracia y se-
guridad. Además, es cofundador e integrante del Laboratorio de
Investigación y Acción Social contra la Impunidad (LIASCI) y de la
agrupación Víctimas Demandantes (VIDAS).
276
Soraya Long Saborío
Costarricense. Abogada, especialista en derechos humanos.
Con 30 años de trabajo, continuo y permanente, en temas de de-
rechos humanos en la región mesoamericana. Trabajó en la Co-
misión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamé-
rica (CODEHUCA) y luego en el Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional (CEJIL). De este fue directora por cinco años. Desde
2009 es consultora internacional en derechos humanos, enfocada
especialmente en evaluación de programas y proyectos regionales,
investigación y educación en derechos humanos.
277
rectora del Observatorio Mexicano del Derecho a la Alimentación
en la Universidad Autónoma de Coahuila, como asesora experta
en Seguridad Alimentaria para la Oficina del Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. En la actuali-
dad es profesora y coordinadora del Centro Interdisciplinario de
Bioética Global Aplicada (CIBIGA) de la Facultad de Bioética de la
Universidad Anáhuac Norte, además de profesora investigadora
de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Puebla
(UPAEP).
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El derecho a la salud en Estados Unidos, México y Centroamérica
en el contexto de la COVID-19
se terminó de imprimir en los talleres de
Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, Honduras,
en el mes de abril de 2021.
Su tiraje es de 500 ejemplares.