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Metacognición: promover el aprendizaje autónomo

de los estudiantes
Cognición, metacognición, autorregulación, aprender a aprender, términos
relacionados y que, bien combinados, pueden formar un cóctel educativo
inigualable para nuestros estudiantes. Agitado, pero no revuelto.
Muchos autores sitúan la cuna del término metacognición a finales de los
años 70, exactamente se lo atribuyen a H. Flavell. Entre las muchas
características de esta habilidad que sirven para definirla, se suelen comentar
las siguientes:

-Supone reflexionar sobre el propio aprendizaje.


-Es pensar sobre el pensamiento.
-Es traspasar el aprendizaje memorístico y buscar la comprensión.
-Es aprender a aprender y aprender a pensar.
-Supone ser consciente de tus propios procesos de aprendizaje.
-Implica conocer tus puntos fuertes y débiles.
Sin duda alguna, el aspecto más importante, desde mi punto de vista, es que
la metacognición supone la habilidad de transferir nuestra capacidad de
aprendizaje a otros campos y a otras situaciones, es decir, supone
poder realizar otros aprendizajes de forma autónoma en el futuro.
La metacognición implica reflexión, autoconocimiento, autorregulación,
autoevaluación y transferencia.
La metacognición y sus múltiples ventajas
Todos esos aspectos se relacionan con las muchas ventajas que
la metacognición ofrece para nuestros estudiantes. La metacognición ayuda a
los alumnos a ser autónomos en su aprendizaje y a mantener una actitud
crítica sobre la información, sobre el conocimiento y sobre sus propias
estrategias de aprendizaje.
Se fomenta un aprendizaje significativo, un aprendizaje en el que el por
qué, el cómo y el para qué cobran sentido para los estudiantes. Se trata de
ser conscientes de qué se quiere aprender, por qué, para qué, cómo, lo que
nos va a costar, qué estrategias deberemos seguir para lograrlo y, una vez
aprendido, poder evaluar y mejorar para futuros aprendizajes.
Un sencillo ejemplo es tener que estudiar los apuntes de dos asignaturas,
pongamos matemáticas e inglés, y saber que tenemos que
emplear diferentes estrategias para estudiar cada una de ellas o ser
conscientes de que tendremos que dedicar más tiempo a una que a otra,
porque hemos aprendido de experiencias anteriores.
Como docentes, podemos plantearnos la importancia de esa reflexión y
transferencia de los aprendizajes:
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¿De qué sirve ayudar a un alumno a rellenar huecos en un ejercicio de
gramática de inglés si le ponemos otro parecido y sigue perdido?
¿De qué sirve que un alumno sepa buscar una figura retórica en un texto si
no es capaz de reconocer otra igual en otro texto?
Se trata de dotar al estudiante de estrategias y recursos para conocerse a
sí mismo, sus características como aprendiz y sus posibilidades de desarrollo
autónomo. Veremos ahora cómo podemos ayudarles a hacerlo.
   ¿De qué sirve ayudar a un alumno a resolver un problema de matemáticas
si al día siguiente le ponemos otro y se atasca en el mismo sitio?
Promoviendo la metacognición en el aula
La metacognición puede ser desarrollada y practicada para, como decíamos,
contribuir a la autonomía de nuestros estudiantes. Para ello, debemos ser
capaces de evaluar nuestra propia forma de enseñar y de aprender para
poder ayudar a nuestros alumnos a desarrollar esas estrategias.
Algunas actividades y propuestas fomentarán la reflexión sobre el
aprendizaje, necesaria para el desarrollo metacognitivo:
-El empleo de metodologías y técnicas de aprendizaje activo: aprendizaje
basado en proyectos, aprendizaje basado en problemas, aprendizaje
cooperativo, aprendizaje basado en retos, etc.
-Los debates: escuchar opiniones de otras y ser capaz de expresar las
nuestras. Conocer y respetar otros puntos de vista.
-Coenseñanza y coaprendizaje: explicar contenido a los compañeros y
convertirse en docente son herramientas muy importantes. Si eres capaz de
explicar algo a los demás, es que lo has interiorizado y hecho tuyo.
-En ese sentido, las experiencias de microlearning activo suponen una
posibilidad sencilla y eficiente.
-En la misma línea, se deben emplear métodos de autoevaluación y
coevaluación.
-Grabación de vídeos: no solo como actividad en sí misma, sino incluso
mientras estamos trabajando, para poder analizar con posterioridad nuestras
técnicas y poder debatirlas entre todos.
   La autoevalaución crítica y constructiva es fundamental para poder
reflexionar y mejorar nuestros procesos y estrategias de aprendizaje.
-Hacer muchas preguntas y pedir que se respondan en alto: reflexionando
entre todos y compartiendo ideas.
-Emplear actividades variadas, ofrecer diferentes itinerarios: esto ayudará
a responder y a potenciar diferentes inteligencias y distintos modos de
entender y comprender los contenidos.
-Enseñar y practicar estrategias de aprendizaje diferentes: se puede hacer de
forma transversal en cualquier asignatura, para que los estudiantes puedan

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descubrir nuevas maneras de aprender y puedan adaptarlas dependiendo
de las necesidades.
-Pedir a los alumnos que expliquen los procesos por los que llegaron a la
solución de un problema o a la respuesta de una pregunta: intentar hacer
conscientes los procesos que a veces nos salen de forma instintiva, para
poder transferirlos a otros entornos.
-Si surge una pregunta en el aula, no dar la respuesta, hacer más
preguntas para que ellos mismos, solos o de forma conjunta, puedan llegar a
la solución.
-Emplear herramientas como portafolios o diarios de aprendizaje para que
sean conscientes de todo su proceso de aprendizaje, hacerlo real y
convertirlo en algo físico. También pueden ser recursos digitales que
contribuyan a la reflexión: cuestionarios, encuestas o  vídeos para compartir.
-El Visual Thinking también ayudará a hacer el aprendizaje visible.
-Pausar el ritmo del aula: dar tiempo a los alumnos para pensar y
reflexionar.
En conclusión
Como parte de nuestra docencia, debemos intentar, como ya creo que
muchos lo intentamos, enseñar para la transferencia, para favorecer la
autorregulación y la autonomía de los estudiantes, promoviendo el análisis,
el debate y la reflexión crítica. Debemos hacer al alumno consciente de cómo
aprende, de cómo planifica y de cómo lleva a cabo su aprendizaje. Debe ser
capaz de evaluar y transferir estrategias a otros contextos. Debe ser capaz
de buscar la mejor solución procedimental para cada ocasión. Debe ser
capaz de evaluar su propio rendimiento.
No se aprende tanto del propio aprendizaje como de la reflexión que
hagamos sobre el mismo. Eso nos permitirá transferirlo.
No son objetivos sencillos, creo que muchos de ellos aún seguimos
intentando conseguirlos nosotros mismos, pero, como se suele decir, el
primer paso es reconocerlo, hacerlos conscientes y, desde ese
punto, esforzarnos en su mejora, para nosotros y, sobre todo, para ellos.

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