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GINTESREL

Grupo Interdisciplinario de Estudios de lo Religioso


Área Judaísmo, Prof. Adriano Moreno Weinstein
Abril 2019 – Material preliminar, citar fuente

Kidushín – 7 bendiciones
La ceremonia de matrimonio judío

El matrimonio judío es un contrato entre personas que se acompaña de bendiciones. No es


un sacramento. En el Judaísmo no existe ningún concepto de sacramento comparable ni
similar al concepto cristiano de sacramento. Lo que hacen las bendiciones es sacralizar una
actuación precisa. Por ejemplo, la ablución de verter 3 veces agua en cada mano, seguida de
la bendición “al netilath yadáyim” sacraliza el acto de haberse lavado las manos justo antes
de dicha ablución.

El proceso de unión matrimonial, en el formato antiguo, comienza con un encuentro de dos


familias. Los padres arreglan el matrimonio y los contrayentes son apenas mayores de edad.
Esto es así actualmente entre los ultra-ortodoxos en sus múltiples tendencias (jasídicos,
lituanos, jaredím…) y entre varios sectores de ortodoxos. Existen entre dichos grupos
personas totalmente dedicadas a arreglar matrimonios (casamenteros – matchmakers, son
personajes célebres en el folklore yiddish, Cf. El violinista en el tejado (Jewison, Norman;
1971)). El padre o la madre de la familia llaman a la casamentera quien luego de un proceso
de duración variable, según los casos, propone una serie de candidatos o candidatas
casaderos. Si, luego de varios encuentros supervisados por la familia los interesados se
muestran favorables, las familias establecen un contrato de compromiso, el cual es suscrito
por los padres de ambos y testigos. El compromiso se puede romper si entretanto hay
cambios en las decisiones de los futuros contrayentes. Sin embargo, la ruptura de un
compromiso es costosa en términos de reputación y es mejor solamente entrar en el
compromiso si hay interés profundo de parte de la futura pareja. Durante el tiempo del
compromiso se procura actualmente que haya un buen contacto entre los comprometidos
para que puedan asumir su nueva perspectiva de pareja conociéndose lo más posible,
siempre bajo la vigilancia de las familias. Los novios NO pueden estar solos. Pueden estar
conversando en un sitio público como el lobby de un hotel, un restaurante, un parque, un
cine, de tal manera que siempre haya un número mayor de tres testigos de que no han
tenido lugar relaciones sexuales. La norma talmúdica determina que se presume para todo
efecto que ha habido relación sexual si un hombre y una mujer no prohibidos entre sí (no
parientes consanguíneos) han permanecido solos a puerta cerrada en una habitación sin
ventanas. Esta presunción se utiliza como componente de la ceremonia matrimonial. El
prometido no puede hacerle ningún tipo de regalos a su prometida de manera personal, pues
ello puede ser interpretado como el pago del “precio de la novia” y es inapropiado.
Cualquier detalle bonito debe ser regalado por la familia como grupo.
En resumen, un matrimonio judío tiene tres componentes:

1. La manifestación pública de ambos novios de su voluntad de contraer matrimonio,


acompañada de la entrega a la mujer de un contrato1 suscrito por el hombre y que
constituye una garantía de buen trato y de compromiso de subvenir plenamente a
las necesidades materiales y afectivas de ella, de su hogar y de sus hijos.
2. El pago del “precio de la novia”, que está estipulado desde muy antiguo y fue
debidamente establecido en un mínimo simbólico por parte de los rabinos, tanto
para preservar la costumbre como para hacerlo viable inclusive en el caso de las
parejas más pobres. Según la norma talmúdica es un anillo de oro, de masa
estipulada en norma general, que el hombre le coloca a la mujer.
3. El reconocimiento público de todas las partes interesadas (y que pudieran
ulteriormente oponerse a la validez de la ceremonia) de que presumen y aceptan
que hubo una relación sexual legítima consecutiva al cumplimiento de las dos
primeras componentes. De este modo se elimina ritualmente cualquier objeción
basada en la “no consumación” del matrimonio.

La ceremonia nupcial (kidushín) va a incorporar estos tres elementos en ese orden. Vamos
a describirla esquemáticamente a continuación, explicando muy rápidamente los principales
simbolismos que puedan quedar faltando.

Un tiempo antes del día de la boda, la costumbre es que los novios no se vean más. Este
plazo de separación previa varía según el subgrupo étnico al cual pertenezcan los novios
(sefardím, ashkenazím, mizrahím…) o al subgrupo moderno (jasídicos, reforma,
“ortodoxia”, conservador-masortí, renewal, reconstruccionista, laico-humanista).

La fecha de la boda tiene que ser fijada de acuerdo con los ritmos del calendario anual. Por
ejemplo, hay un período entre Pésaj y Shavuoth (la Pascua y el Pentecostés – Equinoccio de
Primavera y Solsticio de Verano) que son 50 días durante los cuales hay un luto en
recuerdo de las masacres perpetradas por los romanos en respuesta a la revuelta de Bar
Kojbá. Durante ese período los hombres observantes se dejan crecer la barba y no se
pueden celebrar matrimonios. Con una excepción: Lag Ba Omer. El trigésimo tercer día de
la cuenta del Omer. La mayor parte del resto del año en términos generales no hay
restricciones.

1
La ketubáh (trad., el escrito): Es el contrato matrimonial que sirve a la esposa de garantía de buen trato ante
un Bet Din (tribunal de justicia) y que fue exigido por la reina Shlomzion Alexandra (141-67 AEC, gobernó
76-67 AEC) al partido fariseo, como contraprestación por su apoyo en la derrota del partido saduceo y en el
restablecimiento del Sanedrín bajo una nueva forma: como cuerpo supremo de administración de justicia y de
legislación “religiosa” a cargo de los rabinos. Shimón ben Shetaj, al parecer hermano de la reina Shlomzion
Alexandra, fue Nasí (Presidente) del Sanedrín y le dio el impulso necesario para que lograra soportar la casi
imposible travesía de la época romana y convertirse en una de las instituciones que fundamentó la
supervivencia del pueblo judío durante la genocida época del imperio romano.
Poco antes del matrimonio, muchas familias tienen la costumbre de llevar a cabo un ritual
especial para el novio y su madre. El novio pasa a la Toráh un jueves o un lunes y encabeza
al equipo de lectores de la Toráh que no sean descendientes sacerdotales (a menos que él
mismo sea Cohen o Leví).

Se prefiere celebrar las bodas los sábados en la noche. Después de la puesta del sol un
sábado, ya es primer día de la semana. Casarse en ese momento, bajo las estrellas, es traer a
colación el recuerdo de Abraham y Saráh y la promesa de numerosa descendencia.

Bajo el cielo estrellado se coloca un talith (un manto de oración) atado a cuatro maderos
redondeados largos que, sostenidos por cuatro invitados especiales muy cercanos a los
novios, forman el toldo denominado jupáh. Las cuatro esquinas del talith representan los
cuatro puntos cardinales, de tal suerte que la pareja está perfectamente situada
simbólicamente en el centro del mundo al estar bajo el talith. El manto puede ser
interpretado como el palio real, de tal suerte que la pareja está siendo marcada como
soberana. De hecho, en teoría, ellos son los que deberían conducir la ceremonia porque son
sus voluntades soberanas las que entran a definir su nueva vida. Sin embargo, se
acostumbra que sea un tercero quien oficie para que los novios puedan disfrutar lo más
posible su ceremonia con efectos de que la puedan asimilar y ella les ayude a establecer y
afianzar la nueva etapa de la existencia.

La novia es preparada con la ayuda de las mujeres de su familia. El vestido que utiliza
puede ser parecido al vestido europeo de velos utilizado por los no judíos. Sin embargo hay
una inmensa posibilidad de variación en el atuendo, en función de los países en los cuales
haya residido la familia de la novia. Los judíos de Grecia, de Turquía, de Persia, de Siria,
de Armenia, de Marruecos, de Túnez, de Argelia, de Yemen, de Rumania, de Polonia, de
Ucrania, de Bielorrusia…todos tienen sus costumbres en materia de atuendo de novia.

Parte de la preparación de la contrayente incluye su primera inmersión ceremonial en la


mikvéh (la piscina ritual). Dicha inmersión marca el inicio de su vida de mujer casada.
Entre los muy religiosos el novio ha visitado también la mikvéh en los días anteriores y ha
realizado inmersión ritual como parte de un efectivo ritual de paso. En numerosas
comunidades la madre de la novia le regala al novio su talith de hombre casado.

Una comitiva numerosa pasa a recoger la novia a pie para conducirla en procesión al lugar
de la ceremonia en medio de cantos tradicionales. Los judíos de origen norafricano (del
Maghreb) tienen numerosas costumbres especiales para esta parte del ritual. Es
especialmente hermosa.

Cuando la novia llega a la jupá, el novio ya está allí esperándola. Ella lleva su rostro
cubierto con un velo blanco. El novio se adelanta, antes de que ella ingrese bajo la jupá
para retirarle el velo y constatar que sí se trata de la mujer con la cual se ha comprometido.
Este momento, en que la tradición recuerda al patriarca Ya’akov y a sus dos esposas Léah y
Raquel, en lenguaje corporal significa: “Yo el novio (jatán), tomo contacto con la novia
(calá), constato y acepto que sí es la mujer con la cual me comprometí y deseo casarme.”
Verificada la identidad, los novios ingresan bajo la jupá, el novio se coloca de pie en el
centro de la jupá (punto de corte de los ejes que unen los puntos cardinales, el cénit y el
nadir, axis mundi, especialmente porque se evoca en ese mismo lugar al Templo de
Jerusalem como punto final de la ceremonia). La novia da 7 vueltas alrededor de él,
dextrorsum – con su brazo derecho hacia el centro – para simbolizar su acción constructora
del hogar. En la ceremonia el hombre aparece como el centro del hogar y en la vida diaria -
-y este es un rasgo fuerte del Judaísmo- la mujer es el ama absoluta de su hogar. Entre los
extremadamente observantes inclusive es ella la proveedora pues el hombre está dedicado
absolutamente al estudio.

Terminadas las 7 vueltas, viene la etapa de lectura de la ketubáh, de colocación del anillo y
luego de las 7 bendiciones. En tiempos antiguos la ceremonia duraba un total de 7 días
durante los cuales las familias contribuían a sostener una fiesta prácticamente permanente.
Las 7 bendiciones se efectuaban de a una por día. Actualmente se realizan
consecutivamente, con gran solemnidad, y antes de ellas se cumplen los dos primeros de los
tres elementos constitutivos de unión matrimonial.

Se hace una primera bendición que no forma parte de las 7:

“De parte de aquél que todo lo hace prosperar. De parte de aquél que todo lo bendice. De
parte de aquél que todo lo acrecienta, que él bendiga a esta novia y a este novio.”

El oficiante da lectura solemne en voz alta a la ketubáh y la entrega luego al novio para que
él la coloque directamente en manos de la novia, cumpliendo así con el primero de los tres
elementos constitutivos de unión matrimonial. La novia queda ahora protegida por su
marido y, si este llegase a fallar, por la comunidad a través de sus tribunales legítimos.

Se hacen tres bendiciones consecutivas, que tampoco forman parte de las 7, antes de la
entrega de anillos:

“Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que crea el fruto de la vid.”
(Esta bendición se hace sobre una copa de vino kosher, con lo cual se está bendiciendo el
tiempo; el inicio de un nuevo tiempo, de una nueva etapa de vida).

“Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que nos santificas con tus
preceptos y nos prescribiste leyes acerca de los matrimonios que están prohibidos, que nos
prohíbes las mujeres casadas y nos permites solamente aquellas que están casadas con
nosotros mediante la Jupá y los ritos sagrados del matrimonio.”

“Bendito eres Tú Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que santificas a Tu pueblo
Israel mediante la Jupá y los Kidushín.”

Los novios beben ambos de la misma copa de vino. Beber el vino cierra las 3 bendiciones
precedentes al ejecutar dicha acción sobre el vino sobre el cual se bendijo. El novio luego le
enseña el anillo a la novia, la deja sostenerlo durante un momento, luego se lo coloca a la
mitad del dedo índice de la mano derecha. Con el anillo en esa posición, ella levanta la
mano bien alto y la enseña con el anillo a toda la asistencia de manera solemne y pausada.
En lenguaje corporal está diciendo: “Observen todos, reconozco mi anillo nupcial y con
ello acepto el precio que mi novio está pagando por mí de acuerdo con la costumbre antigua
de mi pueblo.”

Cuando la novia baja la mano derecha, el novio le retira el anillo, le toma la mano
izquierda y comienza a colocarle el anillo en el dedo anular diciendo: “Por medio de este
anillo estás consagrada a mí, de acuerdo con la Ley de Moisés y de Israel.”

Cuando el jatán termina de colocarle a fondo el anillo, ella le responde en voz bien alta:
“Aní le Dodí, ve Dodí Lí” (Tomado del Cantar de los Cantares, aspecto erótico)
Traducción: “Yo soy para mi Amado y mi Amado es para Mí.”

[El anillo en el anular de la mano izquierda tiene un simbolismo asociado con la


descripción del cuerpo humano en el Cercano Oriente antiguo: se pensaba que el corazón
era el órgano de conocimiento en todo sentido y que del corazón salía un canal de
comunicación con el exterior del cuerpo que pasaba por el dedo anular de la mano
izquierda antes de salir al exterior a captar los influjos del mundo. Colocar un anillo
metálico en ese dedo equivalía a cerrar el corazón al ingreso del conocimiento acerca de
otra persona. (Recordar también la oración: “Y Adam conoció a Eva” que se encuentra en
el Génesis). En los matrimonios judíos igualitarios no “ortodoxos” la novia acostumbra
colocar también ella un anillo en el dedo anular de la mano izquierda del novio, con lo cual
se asume una igualdad en el rechazo al conocimiento de otras personas con fines
matrimoniales. Es una manera de consagrar la monogamia asociándola firmemente a los
derechos de la mujer.]

A continuación se cantan las 7 bendiciones:

1. “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que crea el fruto de la
vid.” (Bendición sobre el vino = bendición del tiempo.)

2. “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que todo lo creó para
su Gloria.”

3. “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que creó al Ser
Humano.”

4. “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, creador del Hombre a
su imagen y semejanza y creó a partir de él mismo una compañera de vida.”

[Los no ortodoxos pueden aquí hacer énfasis en la primera historia de la creación del Ser
Humano y decir: “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, creador de
los Seres Humanos a su imagen y semajanza, y que los creó Mujer y Hombre para que sean
compañeros de vida.”]
5. “Regocíjese y alégrese la estéril cuando sus hijos retornen a ella con júbilo. Bendito
eres Tú, Adonái, que regocijas a Sión con sus hijos.” (Bendición en recuerdo de
Jerusalem. “La estéril” es la ciudad profanada, destruida y cuyos hijos están
exilados).

6. “Concede la alegría a estos bienaventurados novios, tal como lo hiciste con el


primer hombre y su esposa en el Gan Eden. Bendito eres Tú Adonái que regocijas a
estos novios.”

7. “Bendito eres Tú, Adonái, Elohé nuestro, Rey del Universo, que has creado el gozo
y la alegría, al novio y a la novia, el júbilo, el regocijo, el deleite y el placer, el amor
y a la fraternidad, la paz y la armonía. Haz que podamos escuchar de nuevo en las
ciudades de Judea y en las calles de Jerusalem voces de gozo y alegría, voces de
novios y novias, voces de regocijo de los novios bajo la Jupá y de los jóvenes que
festejan su alegría. Bendito eres Tú, Adonái, que regocijas a estos novios.”

Los novios beben abundantemente de la copa, con lo cual cierran el ciclo de las 7
bendiciones. El oficiante envuelve la copa de vidrio o cristal en una tela gruesa para que al
destruirla el novio no se hiera con los vidrios rotos. La copa envuelta se coloca en el piso y
antes de romperla con todas sus fuerzas, el novio dice muy alto:

“Si me olvidare de ti, Oh Jerusalem, que olvide mi diestra su habilidad.


Adhiérase mi lengua al paladar si no te recordare, si no pusiera a Jerusalem por encima de
mi mayor alegría.”
(Salmo 137: versos 5 y 6) (Biblia Hebraica, 1991)

Romper la copa es recordar la destrucción de Jerusalem por Nabucodonosor, y 500 años


después por Vespasiano y Tito y 50 años después por Adriano, y 1000 años después por los
musulmanes y por los cruzados. También es decir: de esta copa bebimos ambos y ya nadie
más beberá de ella. (Multiplicidad de interpretaciones posibles; pero aquella que es común
es la del luto por Jerusalem).

Después de ese instante de intensa tristeza, los asistentes se encargan de prorrumpir en


cantos de alegría. En muchos contextos muy religiosos los novios son levantados sobre
sillas y los asistentes bailan con ellos cargados durante largo tiempo. Como usualmente hay
mucha gente, se forman rondas alrededor del grupo central que carga los novios y se bailan
Joras, danzas israelíes tomadas de la cultura rumana y que son particularmente alegres,
solidarias y de mucho ambiente. Esta parte de la ceremonia se deja a las disponibilidades de
energía de los asistentes. Cuando se va aplacando la alegría los novios son bajados de sus
sillas y se les hace seguir a una habitación sin ventanas bellamente decorada en la cual se
han servido algunos alimentos y bebidas particularmente delicados y especiales según el
gusto de los novios. Allí los encierran bajo llave los testigos firmantes de la ketubáh y los
mismos testigos permanecen montando guardia al exterior de la puerta durante los 15
minutos estipulados por la norma halájica. Los novios usualmente descansan y reponen
fuerzas. Gracias a la norma, ya las familias presumen unión sexual de tal forma que no hay
necesidad de proceder hasta que dispongan de unos momentos verdaderamente íntimos
para celebrar en privado. Terminada esta sección de la ceremonia, los testigos entran,
felicitan a los novios y los llevan a la mesa donde los esperan ya los invitados. La mesa
donde se toma el alimento es el altar en las celebraciones judías. Es lo que vino a
reemplazar el altar del Templo de Jerusalem. Allí se hacen comentarios de Toráh en honor
a los novios, se hacen rezos y bendiciones para cerrar el feliz acontecimiento.
Shlomzion Alexandra, la última soberana de Judea Libre
Creadora de la ketubáh y del primer sistema judío de
educación pública universal gratuita

ALEXANDRA (SALOME [acc. to Eusebius Σαλίνα]; full Jewish name


Shalom Zion):

By: Louis Ginzberg


Fuente: Jewish Encyclopedia - http://www.jewishencyclopedia.com/articles/1167-alexandra
The only Jewish queen regnant with the exception of the usurper Athaliah; born 139 B.C.;
died 67 B.C.; she was the wife of Aristobulus I., and afterward of Alexander Jannæus. That
Alexandra, the widow of Aristobulus I., was identical with her who married his brother
Alexander Jannæus, is nowhere explicitly stated by Josephus, who no doubt took it for
granted that the latter performed the levirate marriage prescribed by the law for the widow
of a childless brother deceased. Josephus' statement ("Ant." xv. 6, § 3), that Hyrcanus,
Jannæus' eldest son, was eighty years old when he was put to death by Herod, in 31 B.C.,
must be erroneous, for that would set the year of his birth as 111 B.C., and Jannæus himself
was born in 125, so that he could have been but fourteen when Hyrcanus was born to him.
It is difficult to understand how a thirteen-year-old boy married a widow of thirty. The
statement, made by Josephus ("Ant." xiii. 11, §§ 1, 2), that during the reign of Aristobulus
she brought about the death of the young prince Antigonus I., because she saw in him a
rival of her husband, lacks confirmation. On Aristobulus' death (103 B.C.), she liberated his
brother Alexander Jannæus, who had been held in prison. During the reign of Alexander,
who married her shortly after his accession, Alexandra seemed to have wielded only slight
political influence, as is evidenced by the hostile attitude of the king to the Pharisees. The
frequent visits of the chief of the Pharisaic party, Simon ben Sheṭaḥ, who was said to be the
queen's brother, to the palace, must have occurred in the early years of Alexander's reign,
before he had openly broken with the Pharisees. Alexandra does not seem to have been able
to prevent the cruel persecution of that sect by her lord; nevertheless the married life of the
royal pair seems to have been a happy one, and on his deathbed Alexander entrusted the
government, not to his sons, but to his wife.

Copper Coin of Alexandra Salome.(After Madden,


"History of Jewish Coinage.")
Her Political Ability.
This last political act of the king was his wisest; for the queen fully justified the confidence
reposed in her. She succeeded especially in quieting the vexatious internal dissensions of
the kingdom that existed at the time of Alexander's death; and she did this peacefully and
without detriment to the political relations of the Jewish state to the outside world.
Alexandra received the reins of government (76 or 75 B.C.) at the camp before Ragaba, and
concealed the king's death until the fortress had fallen, in order that the rigor of the siege
might be maintained. Her next care was to open negotiations with the leaders of the
Pharisees, whose places of concealment she knew; and, having been given assurances as to
her future policy, they declared themselves ready to give Alexander's remains the obsequies
due to a monarch. By this step she astutely avoided any public affront to the dead king,
which, owing to the embitterment of the people, would certainly have found expression at
the interment, and might have been attended with dangerous results to the Hasmonean
dynasty.

Reestablishment of the Sanhedrin.


The queen's accession brought freedom to hundreds whom Alexander had sent to languish
in dungeons, and liberty to return home to thousands whom the same cruel monarch had
driven into exile. The Pharisees, who had suffered such misery under Alexander, now
became not only a tolerated section of the community, but actually the ruling class.
Alexandra installed as high priest her eldest son, Hyrcanus II.—a man wholly after the
heart of the Pharisees—and the Sanhedrin was reorganized according to their wishes. This
body had hitherto been, as it were, a "house of lords," the members of which belonged to
the aristocracy; but it lost all significance when a powerful monarch was at the helm. From
this time it became a "supreme court" for the administration of justice and religious matters,
the guidance of which was rightfully placed in the hands of the Pharisees. Thus, the reign of
Alexandra marks a most important epoch in the history of Jewish internal government.
Her Internal and External Policy.
That the Pharisees, now that the control of affairs was in their hands, did not treat the
Sadducees any too gently is very probable; although the execution of Diogenes, by whose
advice King Alexander had 800 Pharisees nailed on the cross, speaks rather for their
moderation than for their cruelty, inasmuch as the special reference to the execution of this
reprobate shows that such acts of revenge must have been few. It was rather the evil
conscience of the Sadducees that moved them to petition the queen for protection against
the ruling party. Alexandra, who desired to avoid all party conflict, removed the Sadducees
from Jerusalem, assigning certain fortified towns for their residence. Here, again, her
shrewdness was displayed in so arranging that the important fortresses of Hyrcania,
Alexandrion, and Machærus were not entrusted to their somewhat uncertain keeping.
Alexandra's sagacity and tact succeeded in accomplishing what all the military genius of
her husband had failed to effect; namely, to make Judea respected abroad. She increased the
size of the army, and carefully provisioned the numerous fortified places; so that
neighboring monarchs were duly impressed by the number of protected towns and castles
which bordered the Palestinian frontier. Nor did she abstain from actual warfare; for she
sent her son Aristobulus with an army to raise the siege of Damascus, then beleaguered by
Ptolemy Menneus. The expedition was without result. The peril threatening Judea in the
year 70 B.C. from the Armenian king Tigranes, in whose hands Syria then lay, fortunately
passed over, as Alexandra's shrewd politics kept him away from Palestine. Only the last
days of her reign were tumultuous. Her son Aristobulus endeavored to seize the
government; and only her death saved her from the sorrow of being dethroned by her own
child.
Rabbinical legend still further magnifies the prosperity which Judea enjoyed under
Alexandra. The Haggadah (Ta'anit, 23a; Sifra, ḤuḲḲat, i. 110) relates that during her rule,
as a reward for her piety, rain fell only on Sabbath (Friday) nights; so that the working class
suffered no loss of pay through the rain falling during their work-time. The fertility of the
soil was so great that the grains of wheat grew as large as kidney-beans; oats as large as
olives; and lentils as large as gold denarii. The sages collected specimens of these grains
and preserved them to show future generations the reward of obedience to the Law. See
Pharisees, Sadducees.
[The name "Shalom Zion" is variously modified in rabbinical literature: see Krauss,
"Lehnwörter" s.v.; it occurs also in inscriptions; see Lidzbarski, "Handbuch der Nord-
Semitischen Epigraphik," s.v., and art. Alphabet in this vol., p. 443.]

Bibliography:
 Josephus, Ant. xiii. 11, § 12; 15, § 16;
 idem, B. J. i. 5;
 Ewald, History of Israel, v. 392-394;
 Grätz, Gesch. d. Juden, 2d ed., iii. 106, 117-129;
 Hitzig, Gesch. d. Volkes Israel, ii. 488-490;
 Schürer, Gesch. i. 220, 229-233;
 Derenbourg, Essai sur l'Histoire et la Géographie de Palestine, pp. 102-111;
 Wellhausen, I. J. G. pp. 276, 280-285;
 Madden, Coins of the Jews, pp. 91, 92;
 Willrich, Judaica: Forschungen zur Hellenisch-Jüdischen Geschichte und Litteratur, 1900,
pp. 74, 96.

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