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LOS D IO SE S

1 V a sa v a d a tta siente
todas sus oquedades a tra v e sa d a s p o r flechas.
Los ojos le v a n ta n una incandescencia,
reduciéndose a un p u n to donde los cuerpos
5 a d q u ieren el to ta l vigor de su presencia
y una in cesan te evaporación.
La nariz, acelerada por el calor del m etal,
invenciona nuevas obras
más frag an tes que el am arillo oloroso
10 del m elón de miel, y ya sin evaporación,
to d a conversación en tre el hom bre
y lo que está d e n tro de las m urallas
se borra, como sum ergido en un ag u a desconocida.
Amigo del pez
15 y no del h o m b re ni de los árboles.
L a boca m astican d o y lam iendo
el m etal tro cad o en u n a p ied ra inex tin g u ib le.
V a sa v a d a tta es y a S arasv ati,
nuevas m an eras y estilos.
20 Com ienza a h a b lar, se burla,
pero en tre las palab ras
se in te rp o n e n c a rav a n as de nubes,
anim ales an terio res a la c u ltu ra ,
frisos m anchados por los m urciélagos.
25 E n an o m entiroso, enano m entiroso,
enano m entiroso.
U na flecha a tra v ie sa el oscuro de la boca,
o tra pega los labios como el alq u itrán .

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