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El maestro conoce mejor al niño que lo que éste cree conocerse. así, los niños
deben ser juzgados en función de su trabajo escolar. “pienso que hay que
juzgarlos por el trabajo”.
Los alumnos retoman, por su cuenta, el discurso de los docentes:” sus padres no
lo hacen trabajar”. La continuidad implícita entre la imagen de la persona y el juicio
escolar aparece aún más claramente cuando preguntamos. Los rasgos de la
personalidad quedan sometidos a definiciones escolares, como si los alumnos se
juzgaran, como niños, según los ojos del maestro.
Un mal chico, tiene por añadidura malos padres. Todo depende de la mirada de
los maestro. Trabajando ante el maestro el sentido del trabajo es inmediato.
Los buenos alumnos no soportan que la maestra se ocupe de los otros más que
de ellos mismos, que igualmente lo merecen. El arte de la educación consiste en
aceptar el hecho de que el maestro no está frente a “realidades existentes que él
no puede ni crear, ni destruir, ni transformar a voluntad. La socialización es
comprendida entonces, como el proceso de subordinación de las pulsiones
egoístas del niño. La relación con el maestro aparece como el útil esencial de la
educación. El niño es reconocido como autónomo, dotado de una creatividad y
una sociabilidad propias.