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EN AFRICA Y ASIA
Alumna: Anshirley Solange
Silva Cabanillas.
Oscar Wilde (Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (n. 16 de octubre de 1854, en Dublín,
Irlanda, entonces perteneciente al Reino Unido[1] – 30 de noviembre de 1900, en París,
Francia) fue un escritor, poeta y dramaturgo.
Wilde es considerado como uno de los dramaturgos más destacados del Londres
victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su puntilloso y gran
ingenio. Fue condenado a dos años de trabajos forzados tras un famoso juicio en el que
fue acusado de "indecencia grave" por una comisión inquisitoria de actos homosexuales.
Luego de cumplir la condena, abandona el Reino Unido, al cual nunca regresaría.
Prosa
o El retrato de Dorian Gray (su única novela; 1891)
o La decadencia de la mentira (1889)
o El crimen de lord Arthur Saville y otras historias (1891)
o El crimen de lord Arthur Saville
o El fantasma de Canterville
o La esfinge sin secreto
o El modelo millonario
o El retrato del Sr. W. H.
o Intenciones (1891):
o La decadencia de la mentira
o Pluma, lápiz y veneno
o El crítico artista
o La verdad sobre las máscaras
o De profundis (1905)
o Teleny o El reverso de la medalla (1893); atribuido a él, aunque fue más un
esfuerzo conjunto de varios amigos suyos que él pudo haber editado.
Cuentos
o El príncipe feliz y otros cuentos (1888):
o El príncipe feliz
o El ruiseñor y la rosa
o El gigante egoísta
o El amigo fiel
o El famoso cohete
o El reflejo
o Una casa de granadas (1892):
o El joven rey
o El cumpleaños de la infanta
o El pescador y su alma
o El niño estrella
Ensayos
o El alma del hombre bajo el socialismo (1891–1904)
Poemas
o Ravenna (1878)
o Poemas en prosa (1881)
o La esfinge (1894)
o Balada de la Cárcel de Reading (1898)
Teatro
o Vera o los nihilistas (1880)
o El abanico de Lady Windermere (1892)
o Una mujer sin importancia (1893)
o Salomé (1894)
o Un marido ideal (1895)
o La importancia de llamarse Ernesto (1895)
Es importante porque en esta obra Wilde demuestra la gran influencia recibida de los
escritores John Ruskin y Walter Pater, que defendían la importancia central del arte en la
vida. El propio Wilde reflexionó irónicamente sobre este punto de vista cuando en El
retrato de Dorian Gray escribió que «Todo arte es más bien inútil» («All art is quite
useless»). De hecho, esta cita refleja el apoyo de Wilde al principio básico del
movimiento estético: el arte por el arte. Esta doctrina fue acuñada por el filósofo Víctor
Cousin, promovida por Théophile Gautier y adquirió prominencia con James McNeill
Whistler.
Además esta obra hace que Oscar Wilde se marque como algo superior a un escritor, y
estar casi a la misma altura de un filósofo, al reflexionar sobre el enajenamiento, la
vanidad, la soberbia, que arrastran al hombre a un sinnúmero de vicios que finalizan con
la destrucción del alma.
ASPECTOS ESTRUCTURAL
ASPECTO TEMÁTICO
ASPECTO VALORATIVO
5. Si tuvieras que cambiar algo de la historia ¿cuál sería? Puedes cambiar el final o alguna
parte de la historia.
Este es mi final:
Dorian Gray miró su retrato con desprecio. Deseaba desaparecerlo, destruirlo. Pero miró
su alma una vez más. Su conciencia podía recordar cada desfiguración, cada fealdad en
su retrato. Su alma ya estaba en agonía. Deseaba desde lo más profundo de su alma
cambiar esa imagen, ya que resultaban ser unas agudas punzadas en su mente. Sintió
culpa por primera vez. Se sintió débil e impotente. Se sintió sucio y asqueroso. Miró la
habitación, siempre marchita, y el olor a polvo lo embargó profundamente. ¿Cuáles
habían sido las últimas palabras de Basil? “Reza conmigo, reza: perdona nuestros
pecados, líbranos del mal…”
Cerró los ojos un momento, meditando. No, no podía. Se sentía demasiado cruel para
volver al comienzo, se sentía tan impuro que no se merecía ni el simple derecho a
intentar arrepentirse. Su pasado estaba turbio, estaba maldito…
Se sentó en una vieja butaca, tan antigua que estuvo a punto de romperse
completamente. Miró sus manos asesinas. Eran a simple vista hechas por un Dios, tan
perfectas… pero a la vez escondían el secreto de haber sido las autoras de un
asesinato. Volvió a sentir esa punzada en su mente, pero ahora se extendió al corazón.
Cayó al suelo, el dolor inexplicable se extendió a todo su cuerpo, y permaneció allí, en el
suelo, agonizante ya. Pero en un último aliento de vida, quizá una última oportunidad
que el destino le ofrecía, miró a aquel retrato que había sido su talismán de soberbia en
algún momento y hoy sólo se había convertido en la propia causa de su destrucción.
Desfallecido en el suelo, miró a su retrato. Una esperanza creció en su interior. El rostro
del retrato seguía siendo una desfachatez, un recuerdo a sus crímenes. La piel del rostro
estaba tan envejecida como antes; el monstruo estaba tan horrible como antes. Pero
había algo diferente, él lo sabía. Se miró a sí mismo, en el retrato, pupila a pupila. Esos
ojos… esa mirada… ya no era la de una marcada crueldad, la de un demonio, era la de
un narciso arrepentido, la de un hombre que se estremecía de sus propias obras. Tenía
en la mirada una sutil marca de tristeza, que a la vez expresaba auxilio, misericordia…
La de un principio de arrepentimiento, pensó Dorian, agonizante. Cerró los ojos, y, para
su propia sorpresa, su boca repitió la oración de Basil el día de su muerte:
- No nos dejes caer en la tentación… líbranos del mal…perdona nuestros pecados…
Amén…
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