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Mientras, sería un poco ingenuo considerar que ese nuevo prestigio se deba exclusivamente
a la calidad de nuestra producción intelectual, y conviene considerar más de cerca los
fundamentos de esta popularidad.
El éxito reciente de la antropología está evidentemente vinculado con el hecho de que hoy
esas minorías desprivilegiadas emergen como nuevos actores políticos, organizan
movimientos y exigen una participación en la vida nacional de la que estuvieron excluidos
secularmente. Además, temas como el de la religión o la sexualidad, el papel de la mujer en
la familia y la medicina popular, parecen haberse politizado de un momento para otro,
pasando a poseer una nueva importancia en la comprensión de la dinámica de la
transformación de la sociedad brasilera. De esta forma, el conocimiento acumulado por la
antropología en el tratamiento de estos temas, así como su competencia específica en el
trabajo de campo con estas poblaciones, se tornaron súbitamente relevantes políticamente.
Por otra parte, en virtud de lo que parece ser una nueva dinámica de la sociedad brasilera,
los esquemas globalizadores con los que la sociología y la ciencia política produjeron, en el
pasado, una interpretación coherente de la sociedad nacional, se revelaron como
singularmente inadecuados. Hoy se nota claramente en estas disciplinas en una crisis
explicativa que está provocando una revisión crítica muy profunda tanto en sus
presupuestos teóricos y metodológicos cuanto de la propia concepción de la sociedad
brasileña que construyeran en el pasado. En este sentido, el trabajo altamente descriptivo de
la antropología, su capacidad de detectar perspectivas divergentes e interpretaciones
alternativas, presenta un material provocativo y estimulante para repensar la realidad social.
Pero, si verdaderamente estamos tratando de forma creativa y original temas que nos
parecen, como a los demás, importantes y fascinantes, por otra parte puede notarse una
cierta inconsistencia en los resultados, una multiplicación de las investigaciones y de los
abordajes que no se suman ni se integran, una cierta perplejidad sobre qué hacer con las
conclusiones parciales y divergentes que estamos acumulando. Y en la misma medida en
que las poblaciones y los temas tradicionalmente estudiados por la antropología se
politizan, la reflexión antropológica parece singularmente inerme para entender esa nueva
posición de su objeto en la sociedad en transformación. Al igual que la sociología y la
ciencia política, también se encuentra en la situación de rever sus esquemas explicativos de
la realidad brasileña; no podemos buscar en ellas una línea interpretativa coherente que
brinde el cuadro general dentro del cual localizar las investigaciones concretas y limitadas
que continuamos produciendo.
Por tanto, parece oportuno, en este momento, realizar una reflexión crítica sobre el
conjunto de la producción antropológica reciente en el Brasil. Y si esas consideraciones
parecen pertinentes para la antropología en su totalidad, son aún más relevantes para las
investigaciones que se están realizando con poblaciones urbanas. Este es el campo que
pretendo abordar en este trabajo, en detrimento de la vasta producción sobre las
poblaciones indígenas y la sociedad rural, que están exigiendo el examen de antropólogos
más familiarizados que yo con esas orientaciones específicas de la antropología.
La tradición se inicia ya con Nina Rodríguez y su interés por el negro y el mestizo, por la
marginalidad y la criminalidad que inciden sobre una población urbana pobre y
descalificada. El concepto clave de raza es el elemento clave de esta interpretación, que da
una explicación global del conjunto de la sociedad brasileña1. Al lado de esta antropología
médica, se desenvuelven los estudios sobre el folklore, y tanto en un caso como en el otro,
las distinciones entre lo rural y lo urbano son irrelevantes. Las poblaciones urbanas son
tomadas como objeto legítimo de estudio pero no en cuanto tales, sino como ejemplos o
manifestaciones de fenómenos relevantes para una interpretación, o simplemente
descripciones de la sociedad brasileña. Con Arthur Ramos, los mismos problemas
encabezan las preocupaciones, pero con una gradual sustitución de las interpretaciones
raciales por las culturales.
Los trabajos de Gilberto Freyre operan en ese mismo campo (rural-urbano de límites poco
relevantes). Casa Grande & Senzala se yuxtapone a Sobrados e Mocambos, dentro de una
tentativa análoga, pero en otra dirección, de ofrecer una interpretación coherente de la
sociedad brasileña dentro de una perspectiva culturalista. Ahora, los componentes raciales
están mucho mas firmemente subordinados a la elaboración cultural, y bajo el doble filtro
de una óptica regional y de clase, se trata de caracterizar la cultura brasileña en su
conjunto.
Sin embargo (Em que pese a) pese a la popularidad y el prestigio de Gilberto Freyre, la
antropología brasileña, en gran parte, siguió otro camino2. Bajo la hegemonía del
funcionalismo, que combinó en grados y formas diferentes el culturalismo americano y el
sociologismo británico, se introdujo en Brasil una nueva tradición de trabajo de campo, que
revolucionó profundamente a la antropología brasileña. Los viejos temas fueron retomados
con una nueva perspectiva. El estudio tradicional del negro se transformó en la
investigación sobre relaciones raciales. Las investigaciones sobre las religiones africanas
ganaron nuevo impulso y nueva dignidad. La gran oposición casa grande e senzala, como
revelación de la cultura brasileña en general, dio lugar a investigaciones detalladas sobre el
sistema de plantación. Se introdujeron nuevos problemas, como el de la inmigración
extranjera en el sur del país. Pero el centro de todo este movimiento estuvo constituido, sin
duda, por los estudios de comunidad, que integraban lo rural y lo urbano en una totalidad
que podía ser concebida como una proyección de la sociedad en su conjunto. Los estudios
de comunidades permitieron un desarrollo particularmente fértil de la antropología, que
encontró una correspondencia muy cercana con la investigación de las sociedades
primitivas. Investigando esos “fragmentos de sociedad”, las comunidades, como si fuesen
1
En esos comienzos, es muy importante el trabajo de Marisa Correa (1982).
2
Esa tradición globalizante, sin embargo, no se perdió. Tanto Darcy Ribeiro como Roberto da Matta
hicieron y hacen tentativas en el sentido de ofrecer una interpretación que abarque a la cultura brasileña.
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El éxito de este método fascinó tanto a los sociólogos como a los antropólogos, en una
época en que el mismo abordaje funcionalista facilitaba la aproximación entre ambas
disciplinas, utilizando las afinidades entre la sociología durkheimiana y la antropología
social británica. En ese momento, teoría, métodos y técnicas de investigación social están
completamente integrados y son internamente coherentes.
una referencia estructural intrínseca. Los fenómenos culturales se presentan todos dispersos
en el mismo plano, sin criterios de relevancia diferencial. El modo de integrar esa realidad
dispersa constituye un problema crucial. La fuerte influencia alemana en la antropología
provocó soluciones diversas. Por una parte, se buscó desarrollar la jerarquía de los rasgos,
complejos y áreas culturales, inspiada en los estudios de difusión cultural, lo que condujo a
un pantano de clasificaciones empíricas, sin valor generalizante. Por otro, el historicismo
sugirió una tentativa de integración al nivel de los significados, buscando patrones o temas
generales que subsumiesen a los que podían ser detectados a nivel de la conducta. Tanto en
el primero como en el segundo caso, la integración buscada internamente termina poniendo
énfasis en la especificidad y la unicidad de cada cultura. Paralelamente, la omisión del
concepto de sociedad fue compensada por un interés creciente por el individuo como
soporte y demostración de la integración cultural, provocando una aproximación con la
psicología y reforzando de esta forma el particularismo del abordaje culturalista.
En la sociología, el abandono del funcionalismo fue resultado de una adhesión cada vez
mayor al marxismo. En la antropología, mientras, la incorporación de la crítica al
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Dadas estas dificultades, sólo algunas investigaciones que se apoyan en temas y problemas
claramente delineados en la teoría marxista (como las relaciones de trabajo, el movimiento
sindical o las luchas campesinas) lograron una integración más satisfactoria entre teoría e
investigación.
La otra perspectiva que se abrió para los antropólogos fue la del estructuralismo, que
contribuyó inmensamente a reubicar la importancia de la dimensión simbólica de la vida
social. Se trata a hora, por primera vez, de un concepto de estructura que se coloca en el
propio cerne de los fenómenos culturales, y por tanto implica el reconocimiento de una
lógica propia a la producción simbólica. Pero también el estructuralismo se orienta en una
dirección distinta de la que organiza al trabajo de campo tradicional. El rigor formal
7
Tanto en un caso como en el otro, las indecisiones y trabas de las investigaciones actuales
parecen derivar de esas dificultades en preservar la riqueza de la investigación empírica
antropológica tradicional, elaborada por el funcionalismo (y a la que no pensamos
renunciar) integrándola en nuevos esquemas interpretativos no positivistas. Como la tarea
es extraordinariamente difícil, los antropólogos han intentado escapar a, antes que enfrentar
los problemas metodológicos más espinosos por medio de un procedimiento que
denominaré “desliz semántico”.
los objetos empíricos de la investigación ni como recurso interior para el análisis del
material. Los recortes empíricos que los antropólogos tienden a privilegiar aislan grupos o
categorías sociales cuya posición de clase no es ni clara ni nítida y, a veces ni siquiera
relevante: habitantes de Copacabana o de los suburbios cariocas, favelados (“villeros” N.
de los T.), habitantes de la periferia paulista, Comunidades Eclesiales de Base, asistentes a
los terreiros (lugar de culto N. de los T.) de umbanda, participantes de movimientos
populares, ‘escolas’ de samba, o público de circo/teatro, mujeres, negros, homosexuales;
etc. Apenas en algunos pocos casos, como en el de las investigaciones que se ocupan
exclusivamente de obreros, es donde parece haber una compatibilidad entre el recorte
empírico y la problemática de las clases (a veces más aparente que real). En los demás
casos, la relevancia de los resultados para la problemática de las clases no es directa, pero
depende de una reflexión teórica que se procesa en otro nivel y a partir de otros datos. En
estas circunstancias, lo que es más específicamente relevante que la estratificación de los
segmentos sociales es la percepción de esa estratificación por parte de la población. Por eso
mismo, los términos clásicos de la conceptualización marxista, como burguesía y
proletariado son sustituidos por términos descriptivos como “clases populares”, “clases
trabajadoras” o “clases medias”. Se preserva de este modo, una referencia a la problemática
de las clases, sin enfrentar el problema de la relevancia específica de los resultados de la
investigación para esa problemática 3.
3
Además, ese espinoso problema no es exclusivo de la antropología. Las dificultades de aplicación del
concepto marxista de clase para analizar la intensa y confusa movilidad de los diferentes segmentos de la
sociedad brasileña son muy claros también en la sociología. Para un abordaje más productivo de este
problema consultar Oliveira 1984.
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pasa a significar la oposición entre individualismo por un lado, y todas las otras formas de
elaboración del ser humano, por otro, especialmente en sus concepciones jerárquicas.
Este procedimiento implica otra operación: la comparación entre las dos sociedades,
que al ser contrastiva, se proyecta fuera de la historia, en un análisis tipológico, pudiendo
de este modo ser utilizada (indebidamente) como oposición universal, válida para la
comparación de nuestra sociedad con cualquier otra (para los cuales otros parámetros
pueden ser más relevantes), e inclusive con ella misma.
En este caso, los conceptos alusivos parecen resolver el problema. Nos permite
restringir el análisis al nivel de la experiencia de nuestros informantes, insinuando la
existencia de fuerzas y procesos sociales que sabemos que están en juego, pero que no
logramos captar a partir de la óptica de nuestros interlocutores.
Salir de esa impasse significa disolver esa visión adherida a la realidad inmediata y
a la experiencia vivida por las poblaciones con las cuales trabajamos, sin contentarnos con
la descripción de la forma por la cual los fenómenos se presentan, pero investigando el
modo mediante el cual son producidos.
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