Luis Garicano
25 NOV 2012
Cuenta la leyenda que cuando la emperatriz Catalina la Grande visitó Crimea, su amante
y valido, el príncipe Grigori Potemkin, creó aldeas ficticias, de las que solo existían las
fachadas, para dar a la emperatriz la impresión de que su nueva posesión era próspera y
hermosa. La gestión de la crisis ha estado caracterizada por una contabilidad de
Potemkin, destinada a maquillar la realidad de esta crisis más que a representarla
fielmente.
3. La Sareb es otro ejemplo de esta obsesión con que las cosas no cuenten. De nuevo se
minimiza lo que se pide a la UE con el objetivo de limitar la deuda aparente. Se pide
demasiado poco, y así se permite a los promotores salir limpitos de su deuda (hacer la
dación en pago sí que es legal para un promotor), pero no a los ciudadanos
sobreendeudados. Además, se usa pura deuda avalada para financiarlo y se apalanca de
forma extrema a la Sareb (mucha deuda emitida, poco capital) para que la mayoría del
capital sea privado. De esta forma parece que el riesgo es privado, pero en realidad el
riesgo es todo del amable contribuyente español. Eso sí, no cuenta porque el Estado
español solo ha puesto... ¡los avales!
4. Las cuentas de la Seguridad Social: hay un problema estructural serio en las cuentas
de la Seguridad Social, que requiere ser reconocido y resuelto. En este momento, hay
dos contribuyentes trabajando por cada pensión —el límite de lo sostenible—. El déficit
de la Seguridad Social será de 10.000 millones este año. Además, el futuro demográfico
de España es complicado. Pero la sostenibilidad se maquilla con dos instrumentos: el
Estado contribuye a la Seguridad Social de los parados (pasa dinero de una cuenta a
otra), y además emplea 7.500 millones de los fondos de reserva para cubrir agujeros. Y
de nuevo, no es solo maquillaje, sino que el maquillaje sirve para tomar malas
decisiones sobre actualización de las pensiones que incrementan la insostenibilidad del
sistema y para posponer enfrentarse a una realidad estructural difícil.
5. Grecia. La deuda que tiene Grecia con los acreedores públicos, en última instancia los
ciudadanos de los países europeos, no la va a poder pagar, y hay que hacer, como muy
bien reconoce el FMI, una quita. Pues bien, los países acreedores, incluida España, le
van a dar una nueva ronda de refinanciación para evitar declarar el fallido,
contrariamente a la voluntad del Fondo. De nuevo, el dinero ya se ha perdido; el que no
lo reconozcamos contablemente no cambia la realidad económica de la insolvencia de
Grecia. Lo que cambia materialmente es que negarse a reconocer la realidad le cuesta
mucho dinero a España, y mucho sufrimiento a los ciudadanos griegos que siguen
trabajando bajo una enorme losa de deuda que saben perfectamente que no podrán
levantar.
Hay muchas decisiones que pueden tener sentido contable, pero si no tienen sentido en
la realidad económica de la empresa, no se deben tomar. Este principio se aplica a los
Estados. Dejemos de preocuparnos por lo que cuenta y no cuenta, y tratemos de tomar
las decisiones que servirán para asegurar el bienestar para todos a medio y largo plazo.