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UNA PENITENCIA CURIOSA

San Felipe Neri era un santo con gran sentido común. Trataba a sus penitentes
de una manera muy práctica.
Una señora tenía la costumbre de confesarse con él muy habitualmente y casi
siempre tenía el mismo pecado del que arrepentirse: el de calumniar a sus
vecinos. Por ello, San Felipe, le dijo:
<<De penitencia, vas a ir al mercado, compras una gallina y me la traes.
Pero de camino, la vas desplumando y dejando las plumas en la calle
conforme caminas>>.

La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la
absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde san
Felipe.
<<Bueno, Padre, he completado mi penitencia>>. Y le mostró la gallina
desplumada.
<<Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás
al mercado y en el camino, recoges todas las plumas y las pones en una bolsa.
Entonces regresas aquí con la bolsa>>.
<<¡Pero eso es imposible! – lloró la señora –, ¡esas plumas deben de estar
ahora por toda la ciudad por el efecto del viento!>>.
<<Es cierto – replicó el santo –, pero tienes aún menor oportunidad de recoger
todas las calumnias que has esparcido sobre tus vecinos>>.
Los falsos rumores que decimos de los demás, las mentiras que
esparcimos, no sabemos dónde van a parar, ni qué mal pueden hacer.
Cuesta mucho después querer arreglar lo que hemos estropeado. Es
imposible rectificar lo que hemos dicho. Y hablar mal de los otros es una
de las cosas que más daño pueden hacer en tu ambiente.
Para muchos es fácil arrepentirse del mal que han hecho a los demás a través
de la mentira y la calumnia, y puede ser que tengan el valor de pedirle perdón
al agraviado, ¿pero cómo harían para ir con todas las personas a las que ha
mentido?.

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