Está en la página 1de 2

TOMADO DE: Mujeres en Red. El periódico feminista.

Recuperado el 1 de setiembre de: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2057

Volver a pensar en la violencia contra las


mujeres
Visitas: 3215 {id_article}

En estos tiempos de desconcierto e


incertidumbre es necesario volver a pensar en la
violencia contra las mujeres. Más aún, es
necesario redefinir el propio concepto de
violencia de género. Y es que en medio de este
cambio de modelo social, concretado en amplios
y profundos recortes en los pilares básicos del
estado de bienestar, se están desdibujando en la
opinión pública los agujeros específicos de
desigualdad que afectan a las mujeres.
Se ha instalado con mucha fuerza en nuestro imaginario colectivo la idea de que las agresiones y los
asesinatos a mujeres son un hecho inevitable con el que tenemos que contar cotidianamente. Y lo
cierto es que cuando consideramos inevitable un fenómeno social lo convertimos en parte de un
orden ‘natural’ de las cosas, es decir, lo naturalizamos. Aceptamos que es una barbarie y lo sacamos
a la superficie para así tranquilizarnos. Creemos que si lo hacemos visible ya estamos luchando
contra ello. Y sin lugar a dudas este es el primer paso, pero es insuficiente.
En el año 2004, el gobierno socialista aprobó una ley contra la violencia de género. Esa nueva
legislación fue un paso adelante y supuso el reconocimiento de la lucha del movimiento feminista
para que se dejase de considerar un asunto privado y pasional lo que era una forma de violencia
contra las mujeres. Ha sido, sin duda, una ley importante, pero las agresiones y los asesinatos de
mujeres nos muestran que la barbarie no se ha detenido con la ley y que, por eso mismo, es
insuficiente.
Uno de sus efectos positivos es que ha abierto un debate social y con ello ha contribuido a cambiar el
umbral de la tolerancia hacia la violencia patriarcal. Este debate que se ha abierto en la sociedad ha
desembocado en la formación de una opinión pública crítica con la violencia de género. Sin
embargo, este hecho también es insuficiente y por eso se impone una reflexión sobre las causas que
hacen posible esa barbarie.
La fatalidad que rodea la lucha contra la violencia de género no es inocente. Las ideas no se instalan
azarosamente en el imaginario colectivo. Se instalan sólo aquellas que encuentran un suelo fértil en
el que crecer. Y ese suelo es el discurso de la inferioridad de las mujeres. Ese prejuicio está tan
profundamente arraigado en las mentalidades que se ha convertido en el fundamento de la
desigualdad de género.
Cuando las mujeres asumen como natural el trabajo gratuito del hogar o consideran que la
maternidad es un asunto fundamentalmente de las madres están rearmando material y
simbólicamente la ideología de la inferioridad de las mujeres. Cuando los varones creen que el
trabajo del hogar y del cuidado es responsabilidad de las mujeres están colaborando con esa
ideología que legitima la subordinación de las mujeres. Cuando los varones ejercen el poder sin
compartirlo con ellas y sancionan ese hecho con argumentaciones relativas a que lo importante son
las políticas que se hacen y no el género de quien las hace, refuerzan esa ideología que finalmente
hace posible que las mujeres sean objeto de la violencia masculina.
Cuando se dice que la lucha por la igualdad de género es obsoleta y redundante porque ya somos
iguales, se está enmascarando la desigualdad entre hombres y mujeres y con ello reforzando las
estructuras de poder patriarcales. Cuando la publicidad, las series de TV, el cine o los cómics
muestran acríticamente los roles que las sociedades patriarcales han asignado a hombres y mujeres
están cooperando activamente en la creación de un caldo de cultivo que facilita la violencia de
género. Cuando los medios de comunicación aceptan anuncios sobre prostitución están reforzando
la ideología de la violencia sexual.
Por eso, no podemos conformarnos sólo con identificar la ideología que allana el camino a la
violencia de género. Es necesario ir más allá: es necesario prevenir. Y para eso hay que trabajar
intensamente con niños y niñas, chicos y chicas. En la familia, en la escuela y a través de los medios
de comunicación, niños y niñas aprenden valores y forjan conductas. Llevar la coeducación a las
escuelas y problematizar críticamente en las aulas los mandatos socializadores de género
contribuye a desactivar la ideología de la inferioridad de las mujeres. Persuadir a los medios de
comunicación de que no deben reforzar los roles de género ni hipersexualizar a las mujeres es
desactivar uno de los nudos principales que alimentan la ideología de la inferioridad de las mujeres.
Si el objetivo es acabar con esta violencia hay que empezar desde el principio, desde los procesos
primarios de socialización; y para ello hay que diseñar políticas de igualdad de género para ser
aplicadas en la familia, en las aulas, en los medios de comunicación y en todos los entramados
institucionales y sociales. Es urgente que la sociedad se rearme moralmente contra esta violencia y
que el poder político y la sociedad civil asuman que hay que detener lo que sólo puede ser
designado como barbarie.

Publicada en El Diario

2012-11

También podría gustarte