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Lambayecana Contemporánea
Nuestra región Lambayeque siempre ha sido cuna de poetas y narradores. Cada año,
lustro o década, han surgido nuevos valores de las letras que han sabido impregnar en
sus obras no sólo el espacio geográfico, las costumbres y los sueños lambayecanos; sino
que, además, han testimoniado su interés hacia los grandes temas universales como el
amor, la amistad, el mundo rural y citadino, la justicia, los conflictos sociales, los
misterios, etc. Junto al país, nuestro departamento tiene su particular proceso literario
que se nutre de la tradición, de las condiciones sociales, económicas e históricas de cada
época y de los ideales de cada generación. Siempre hace falta, por supuesto una
exhaustiva investigación de la historia y crítica de la literatura lambayecana porque este
arte de la palabra es dinámico y cada vez hay nuevas voces literarias. Algunos esfuerzos
valiosos de la investigación literaria como los de Max Dextre, Luis Rivas Rivas Rivas,
Bernardo Tineo Tineo, Nicolás Hidrogo, Gilbert Delgado Fernández, entre otros, sientan
las bases del dinamismo cultural – literario que constantemente se gestan obras de
calidad estética en estos lares lambayecanos.
Nombres como José Eufemio Lora y Lora (Jelyl), Juan José Lora, Nicanor de la
Fuente (Nixa), Alfredo José Delgado Bravo (autor de la letra del himno a Chiclayo) son
como hitos en este largo panorama y quehacer literario. Pero hoy, nuevas voces poéticas
y narrativas se dejan oír y leer con características y temáticas tan diversas como
interesantes. Más allá de los criterios curriculares en cuanto a la enseñanza de la
literatura -que, desde hace algunos años, viene recomendado la lectura de los autores
regionales-, creemos que la educación básica debe considerar, cada vez con más atención
y decisión, la lectura de los autores lambayecanos porque son un buen recurso para
estimular el hábito lector, el conocimiento de la realidad local, la reflexión sobre el
significado de ser lambayecanos, de compartir el mismo espacio geográfico y la tradición
literaria e histórica.
Es bien sabido que, tras la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa,
nuevos vientos soplan en la literatura peruana. El oficio de escritor ha adquirido un
nuevo status. Esta nueva realidad es buena en cuanto se viene constatando -de modo
particular, en la región Lambayeque- una gran efervescencia por la creación literaria y
una gran cantidad de publicaciones como no se había visto antes. Cierto es que la
tecnología ayuda en el trabajo y la disminución de los costos de la edición de un libro.
Pero, al mismo tiempo, esta abundancia de producción exige a lectores, docentes y
padres de familia criterios pertinentes de elección para asegurar lecturas provechosas en
los estudiantes.
Es el tiempo de valorar el trabajo creador de nuestros narradores locales.
Sabemos del gran esfuerzo que realizan no solo en la gestación de su obra; sino, además,
por todos los obstáculos que vencen hasta lograr su publicación. Nuestros escritores
lambayecanos vienen trabajando con gran dedicación y con el compromiso de ofrecer
obras literarias, cada vez, con la mayor calidad posible. En este sentido, nuestra
comunidad lambayecana debe propiciar su conocimiento y difusión. Varios de los
narradores incluidos en la presente antología tienen libros que son leídos, desde hace
varios años, en diversas instituciones educativas; como es el caso de Andrés Díaz Núñez
y su novela Rastros sangrantes. Creemos que, en los actuales tiempos, se trata de abrir
las puertas a nuevos y talentosos autores lambayecanos que vienen realizando un valioso
aporte a la literatura y cultura regional.
Por todo ello, nos proponemos realizar la investigación titulada Antología de textos
de la narrativa regional contemporánea para promover la comprensión lectora en los
estudiantes del nivel secundario. Con tal propósito, se ha elaborado la presente
ANTOLOGÍA DE LA NARRATIVA LAMBAYECANA CONTEMPORÁNEA, orientada a
fomentar la lectura de la narrativa breve (cuentos) de nuestros autores locales. La obra
de cada uno de ellos tiene un valor particular que es menester aprovechar en las aulas.
Sabemos también que este trabajo constituye un primer granito de arena. Y que
anhelamos que otros investigadores y docentes se sumen a este anhelo y amplíen y
enriquezcan esta propuesta. Hemos considerado once narradores lambayecanos
agrupados en seis ejes temáticos: Leyenda urbana, Leyenda rural, Leyenda rural
carnavalizada, Inseguridad ciudadana, A un paso de la realidad, y Realidad onírica.
Pero, sumado a la selección de textos, se ha elaborado un conjunto de actividades para
cada cuento con el propósito de lograr que los estudiantes del Quinto Año de Educación
Secundaria logren, principalmente: un significativo acercamiento cognitivo al texto, una
exploración causal de los hechos, un énfasis en el ejercicio de la actitud crítica, la
apreciación del lenguaje narrativo, la investigación de datos relevantes y el estímulo de
la creatividad a partir de cada cuento leído. Se ha evitado proponer actividades
sofisticadas y se ha optado, más bien, por preguntas directas considerando lo que el
teórico peruano Miguel Ángel Huamán Villavicencio denomina valor dialógico de la
literatura. Asimismo, se presentan notas biobliográficas, bastante breves, con los datos
suficientes para que los estudiantes tengan una rápida referencia de cada autor.
Queda a consideración de los docentes esta propuesta de antología con actividades,
esperando sea de beneficio para el trabajo de lectura crítica y creativa de textos narrativos
y para el gran objetivo de impulsar la lectura, en el nivel secundario, de las obras
narrativas de nuestra localidad.
Agradecimiento
A la Maestra: Dra. Bertila Fernández Hernández
por orientar acertadamente la Investigación Educativa,
en el Doctorado de la UCV - Chiclayo.
A los Maestros:
Dr. Miguel Ángel Huamán Villavicencio y
Dr. Nixo Martínez Cabrejos
por su apoyo en la bibliografía.
I. LEYENDA URBANA
Viaje nocturno de un escritor / Andrés Díaz Núñez
El hombre gato / Gilbert Delgado Fernández
La muñeca Alicia / Tomás Serquén Montehermozo
V. A UN PASO DE LA REALIDAD
A esa hora del día / Nicolás Hidrogo Navarro
La cuchara de papá / Dandy Berrú Cubas
A la carrera, salió del interior una señorita parecida a Lesisgua. Posiblemente, era
su hermana menor, también linda flor. Y, con la misma prisa, se fue a la calle. Después
de un rato, llegó con tres policías armados. La señora, entre lágrimas, informó a los
gendarmes que en esa casa, la noche anterior, habían robado dinero, artefactos y joyas y
que, entre esos artículos robados, estaba el anillo que portaba en mi dedo el cual
pertenecía a su finada hija Lesisgua y que los malhechores habían olvidado una casaca
de cuero con una libreta electoral que responde al nombre de Adelino Claridel. ¿Y tú
cómo te llamas? Adelino Claridel, jefe. No hay nada que hacer; todo está más claro que
la luz del sol, dijo el policía gordo empuñándome del cuello. Tú eres uno de los sujetos
que han robado a estas mujeres indefensas. ¡Sube, carajo! Esposado, a patadas e insultos,
me condujeron a esta celda. Y ahora dicen que mañana me ahorcarán en el parque
principal.
VIAJE NOCTURNO DE UN ESCRITOR
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. ¿Coincide el comienzo con el final del cuento?
3. Si coindice, ¿qué técnica narrativa ha empleado el autor?
4. ¿Cuántos párrafos tiene el cuento?
5. ¿Qué género literario es?
6. ¿Qué especie literaria es?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar este cuento a alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Consideras que es un cuento de misterio? ¿Por qué?
3. ¿A qué se denomina “Leyenda urbana”? Investiga y responde.
4. ¿Existió, en la vida real, el Grupo Literario Pirca? De ser real, ¿quiénes lo integraron?
G. CREATIVIDAD
1. Continúa el cuento dándole un final favorable para Adelino.
2. ¿Qué le dirías a Andrés Díaz Núñez acerca de este cuento? Escribe.
3. Elabora una imagen relacionada con el momento del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
4. Basándote en “Viaje Nocturno de un Escritor”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
El hombre gato
Gilbert Delgado Fernández
GILBERT DELGADO FERNÁNDEZ
Escritor nacido en Chiclayo el año 1969.
Docente de Lengua y Literatura. Cultiva la
poesía, el ensayo y la narrativa. Es
importante crítico literario. Ha publicado:
El gesto de la Monalisa, Los siete pecados
capitales de la educación actual, El efecto
posnóbel en la literatura lambayecana,
Las calaveras están, por ahí, escondidas.
Las experiencias que nos marcan con mayor fuerza son aquellas localizadas en el
transcurso de nuestra niñez. Particularmente, yo guardo un recuerdo que, sin duda,
contribuyó a forjar mi carácter escéptico con respecto de todo aquello relacionado con lo
sobrenatural y que me empujó a indagar siempre por una explicación racional de los
hechos.
Fue en uno de los veranos más calurosos de la década de los 70’s. La noticia más
impactante de esa época fue la relacionada con un accidente vehicular que ocasionó la
muerte de un joven cantante, Luis Manuel Ferri, a quien los amantes de las baladas
románticas más conocen como Nino Bravo. Hoy, cuando veo sus vídeos en blanco y
negro, me cuesta creer que haya transcurrido tanto tiempo. Sin embargo, al recordar la
ingenuidad de la gente de aquel entonces, arribo a la convicción que sí, efectivamente,
ha pasado mucho tiempo.
El hecho es que la otrora Cooperativa sorteó, entre sus socios, los chalets de una
moderna urbanización por estrenar. Se ubicaba fuera de la urbe tradicional, más bien
colindante con el campo y a menos de un kilómetro de un Cementerio Viejo. Un poco
más allá, se ubicaba la huaca de San Juan. Desde la ventana de nuestro segundo piso,
podíamos ver, destacando entre los matorrales, la joroba emergente y las cruces cual
mástiles de veleros en zozobra de lo que, en otro tiempo, fue un santuario pagano y,
luego, un cementerio cristiano. Hoy, una loma que provocaba inverosímiles relatos.
Mi padre se encontraba entre los felices premiados. Recuerdo que llegó con un
manojo de llaves, rutilantes por lo nuevas, y nos entregó una a cada uno; por fin
tendríamos habitación independiente. Fue entonces cuando dejamos las construcciones
de adobe coronadas por planchas de Eternit y entramos a la modernidad de los
novedosos ladrillos de concreto y techos aligerados con armazón de fierro.
La expectativa no pudo ser más grande: casa nueva, nuevos amigos, parque nuevo,
habitación propia… Sin embargo, el mayor atractivo lo constituyó una acequia industrial
que se ubicaba entre lo que hoy es el camino que separa Miraflores de San Isidro y San
Borja (aunque suene capitalino, no lo es). Todos acudían a ese canal enchapado de
cemento con la intención de aplacar las sofocantes brasas del verano en sus cristalinas y
frescas aguas. A mediodía, debido a la afluencia de la gente, ese lugar se convertía en una
verdadera playa que en nada envidiaba a la de Pimentel. Pero si los días en nuestra nueva
estancia eran de lo más festivos; las noches habrían de ser espeluznantemente lúgubres.
Desde la primera medianoche, la gente se había alarmado por unos pasos que
habrían retumbado en los techos de las seis casas juntas que constituían, en hilera, una
de las manzanas. Se armó un tremendo bullicio en la calle. Todos acudieron a estrenar
sus afectos solidarios de nuevos vecinos. ¿Quién pudo haber sido? Era fácil pensar en un
ladrón, pues debido a la reciente mudanza las pertenencias habían sido hacinadas en las
salas de espera de las viviendas. Además, aún no se habían colocado las chapas de las
puertas, por lo que fueron sujetadas a la jamba o marco con soguillas o alambres. Esa
primera noche, no hallaron huella que permitiera plantear alguna hipótesis.
Al día siguiente, toda la urbanización estuvo enterada del hecho. En la acequia, la
multitud no habló de otra cosa. Pero esa noche, el terror se repitió. Nuevamente, los
pasos de un hombre correteando por los techos y ocasionando un ruido atronador debido
a lo contundente de sus pisadas, nos quitó el sueño. Los moradores ya habían preparado
sus linternas con que hurgar en la penumbra, de darse el caso. Pero este pesado tipo, en
contradicción, era tan ágil que desaparecía en el acto sin dejar rastro. Trepar y
descolgarse de un segundo piso, con tanta presteza, no era cosa fácil.
El asunto se fue complicando. Debido a la alerta, esta vez, habían captado con más
detalle el ruido de las pisadas. El peso de un hombre, por más robusto que fuera, no
podría causar tal estrépito. Empezaron a aparecer testigos oculares. Se describía al sujeto
de los techos con una estatura que sobrepasaba a la de dos hombres juntos. Eso
justificaba el peso de sus pisadas. Con respecto de su agilidad, no estaban seguros, pero
concordaron en que su rostro no era humano… tenía la cabeza de un felino. Era un buen
dato para entender su dinamismo. Este tipo, de quien se decía no llevar camisa ─era de
esperarse debido a la estación─, daba tales zancadas que atravesaba la acequia sin
esfuerzo para dirigirse, por entre el monte, hacia el Cementerio Viejo, y más allá. Y aun,
sobre los chopes y matorrales, insistían que podían verse sus hombros y su cabeza. En la
mente colectiva, se configuró la imagen de una cosa enorme con rasgos gatunos. Se le
bautizó como El Hombre Gato. Esto, debido a la indecisión de si se trataba de un hombre
o de una bestia. Las metamorfosis como posibilidad, han sugestionado desde siempre la
imaginación popular. Esta vez, el sacerdote explicó sobre entidades espirituales en
penitencia, sombras ancestrales que vagan por los montes o, tal vez, emanaciones
malévolas provenientes del Cementerio Viejo y lo único que logró fue acrecentar el
pánico de la ya sufrida gente.
Cuando se llegó a la cuenta de que habían transcurrido cuatro noches sin dormir
bien, los moradores decidieron movilizarse hacia sus antiguas viviendas donde, al
menos, reinaba la paz. Anhelaban la tranquilidad entre sus paredes de adobe y bajo sus
techos de Eternit. Conocedores del hecho, debido al récord de tardanzas alcanzados por
los trabajadores de esa zona en los últimos tres días, los directivos de la excooperativa
decidieron zanjar el asunto. Enviaron a un joven empleado, estudiante de ingeniería, a
fungir de relacionista público y hacerse cargo del problema.
Una vez hubo reunido a todos en el parque, el joven estudiante empezó a recoger
las inquietudes. Lo curioso es que nadie se animaba a hablar. Uno de los vecinos, como
preparando el terreno, preguntó por la luz eléctrica. Se le informó, con documento en
mano, que en dos días empezarían las instalaciones y que, en menos de una semana, ya
todos tendrían luz en sus hogares e incluso en sus calles. El alivio fue mínimo, aún
persistía la gran preocupación. El joven notó la incomodidad. Otro asistente se animó a
abordar el tema. Lo que entre vecinos parecía tan claro y sencillo, dejaba de serlo cuando
habría de compartirse con un extraño. Aun así, le contó que la principal causa de la
decisión de abandonar los modernos chalets no era la luz eléctrica, sino la aterradora
presencia del Hombre Gato. El joven pareció no haber escuchado bien. Bastó que uno
decida empezar el relato para que todos, y atropelladamente, empezaran a hablar. El
enviado, amablemente, impuso el orden y escuchó con suma paciencia a cuantos
quisieron intervenir. Cuando todos hubieron saciado su necesidad de compartir sus
temores, el joven dio unos pasos y, como si de una clase se tratara, empezó a narrar algo
sin conexión aparente con el tema.
El año pasado, durante esta misma estación, mi hermano me contó que estaba a
punto de abandonar su trabajo porque no soportaba el espanto de fantasmas. Él se
ocupaba de la guardianía nocturna de un cine de la ciudad y, a partir de medianoche,
sostenía que era imposible conciliar el sueño debido a la presencia de entidades
invisibles, posiblemente antiguos asistentes a las funciones, quienes, después de
muertos, acudían tras sus pasos. Me suscitó tanta curiosidad el hecho, que decidí
acompañarlo en su última noche de trabajo. Nos acomodamos en las butacas. Me contó
que, al día siguiente, presentaría su carta de renuncia y, luego, buscaría otro empleo para
garantizar la subsistencia. Estuvimos leyendo Condorito y escuchando Radio Délcar,
bajito, hasta que dieron las doce de la noche. Las campanadas de la catedral, que estaba
a un costado, eran enfáticas en la hora. Y, efectivamente, empezaron a chirriar las butacas
tal como si alguien estuviese arrellanándose en ellas. En un inicio, no pude evitar que se
me erizara el cabello; pero, luego, la razón me proporcionó los argumentos para abordar
los hechos desde otro punto de vista.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. ¿Cuántos párrafos tiene el cuento?
3. Especifica género y especie literaria.
4. A la derecha de cada idea, escribe V o F, según sea verdadera o falsa.
a) Según el autor, las experiencias que más nos marcan corresponden a la
adolescencia. ( )
b) La cooperativa sorteó, entre sus socios, los chalets de una moderna
urbanización. ( )
c) La gente se había alarmado por unos truenos que habrían retumbado en los
techos de las seis casas. ( )
d) La principal causa de la decisión de abandonar los modernos chalets no era
la luz eléctrica, sino la aterradora presencia del Hombre Lobo. ( )
e) El motivo es que el metal cede al calor y se contrae. ( )
f) No se trató de fantasma alguno, sino de la acción del calor. ( )
g) Siempre busco una explicación racional de los hechos. ( )
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el texto leído alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Consideras que es un cuento de misterio? ¿Por qué?
3. El autor parece rechazar toda experiencia sobrenatural. ¿Compartes su punto de
vista? Explica.
4. Pregunta a tus padres si conocen de alguna experiencia similar al cuento leído.
Escribe un resumen.
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “El hombre gato”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
La muñeca Alicia
Tomás Serquén Montehermozo
TOMÁS SERQUÉN MONTEHERMOZO
Escritor nacido en Tumán el año 1977.
Docente de Lengua y Literatura. Promotor
y Director de la I.E.P. Amancio Varona, del
distrito de Tumán. Ha laborado en UCV,
USS y USMP. Actualmente, trabaja como
docente en la UNPRG. Cultiva la poesía, el
ensayo y la narrativa. Ha publicado:
Narraciones líricas.
Era mi primer año de Internado como Médico Psiquiatra.
El primer día que llegué, todo era tranquilidad. Se escuchaba, apenas, el silbido del
viento como si quisiera apagar tenuemente una lámpara a querosene. Las plantas del
jardín, lentamente, danzaban al compás de las horas de un antiguo reloj colocado en
medio del largo pasadizo que terminaba en la habitación número sesenta y seis.
El hospital que me tocó se había vuelto famoso; no porque los pacientes volvieran
a la cordura; sino porque, allí, se encontraba internada la paciente de la habitación
sesenta y seis. Así la llamaban; pero yo sí llegué a conocer su nombre.
Mi Jefe de Prácticas me advirtió que la carrera que había elegido tenía sus riesgos;
pero yo estaba emocionado por querer vivenciar mi profesión. En mi mirada, estaba la
ilusión de tratar, sanar y consolar a pacientes de diferentes traumas neuronales; pero, al
ser presentado ante el personal médico del pabellón de Psiquiatría, sus miradas estaban
llenas de pasmo y aturdimiento. Todos se miraron. Una de ellas, la más delgada de todas
―parecía que la tierra la hubiera disecado―, se persignó tres veces al verme.
Todo estaba bien, hasta que el antiguo reloj anunció las seis de la tarde.
Una anciana, de lerdo andar, con una mirada mezcla de ternura y de tristeza,
cabellos emblanquecidos desde la raíz y a medio pintar de la mitad hasta las puntas,
terminaba de limpiar. Ya debería estar descansando; pero esa tarde me impactó su
anhelo de limpiar tan sigilosamente y sin hacer bulla. Su mirada se resquebrajaba cuando
divisaba la última habitación de aquel desolado pabellón. Me miró de reojo con la
intención de querer contagiarme su aflicción o querer advertirme de algo. Sin embargo,
los médicos la ignoraban. ¡Qué insensibles!, me dije a mí mismo.
Yo, feliz. Era mi jefe quien me estaba pidiendo un favor en mi primer día de
interno y no podía negarme. En cualquier momento, él también me podría servir. La
idea me pareció genial; pero doña Nachita me miró nuevamente y movió la cabeza como
indicando que la decisión no fue correcta. Las diez de la noche fue anunciada por el
desafinado tintineo del reloj que me despertó de una ligera siesta. Me froté los ojos y
observé que una hermosa niña rubia, con un vestido floreado, pasó corriendo
raudamente con dirección a la habitación sesenta y seis.
Me eché agua a la cara para que se me pasara el sueño y, al dirigir mi mirada hacia
la última habitación, no logré observar nada. Solamente, el tubo de un fluorescente que
se prendía y se apagaba constantemente. Su parpadeo parecía el ojo irritado de un
tumaneño cuando la ceniza de caña de azúcar se mete osadamente en el lagrimal. El
silencio era aterrador. Me encontraba solo en la Oficina de Psiquiatría. Los pacientes
dormían por el calmante que les administraban antes del cambio de turno. De pronto, se
escucharon unos pasos muy a lo lejos... Pero, conforme avanzaban, se escuchaban más
cerca de mi oficina. Parecía el misterioso ruido de un balde de lata que fuera arrastrado
por el piso de madera. Cerré la puerta de mi oficina y empecé a rezar la oración que mi
hermano, el seminarista, me enseñó. Los pasos se alejaron por un momento; pero el
fluorescente volvió a parpadear. ¡Que no se apague, Diosito…!, ¡que no se apague! Les
pedí, también, a todos los santos que me protegieran. Cogí el denario que mi enamorada
me regaló para mi cumpleaños y continué con mis plegarias; pero los pasos se
acentuaron, cada vez, con más firmeza hasta que se escuchó el chirriar de las manijas de
la chapa de la puerta, como si alguien intentara abrirla. Fue demasiado tarde. Cerré la
puerta; pero no había presionado el seguro. La puerta se abrió muy lentamente. Yo cerré
los ojos. Mi piel parecía una gallina recién pelada; pero con agua fría. Mis piernas
estaban entrejuntadas en la silla y sujetadas con mis manos. No quería conocer a la
muerte en vida. De pronto, sentí un aire muy frío que caló mis huesos; y, cerca de mi
oreja izquierda, una ronca voz que empezó a susurrar mi nombre tenuemente:
― ¡Fraaank, abre los ooojos! No tengas mieeedo. Soy yooo, doña Nachitaaa…
― ¡Noooooo! ―grité fuertemente; pero una mano, arrugada por los años, me tapó
la boca.
― ¡Cállate, muchachito miedoso! ¡Ya, abre los ojos! Soy doña Nachita.
Me contó que ella dormía y comía en el hospital y que los doctores eran muy buenos
con ella. Le regalaban hasta ropita para que se vea más hermosa de lo que ya era. Su
mirada emanaba bondad; pero, también, sufrimiento. Siempre, tenía un crucifijo de
plata en el pecho y me confesó que quiso ser monja para servir al Señor; pero la tentación
resquebrajó su fe y desertó del noviciado. Por eso, cree que todo lo que está pasando es
por la penitencia que le ha impuesto Dios.
― Esta noche, yo te acompañaré ―agregó doña Nachita.
De un termo azul, con rayas cuadriculadas, me invitó manzanilla caliente.
De pronto, llegó las doce de la noche. El reloj ‒cada vez, más desafinado‒ empezó
con su fúnebre repicar anunciando que el día empezaba otra vez. El viento parecía
también despertar a esa hora porque comenzó a silbar como un chiclón de mal
agüero. Hasta que se escuchó un ensordecedor grito que despertó a todo el pabellón de
Psiquiatría.
― ¡Sáquenla de aquí! ¡Que se vaya esa muñeca! ¡Auxilio! ¡La muñeca Alicia me
quiere llevar! ¡Mamaaaaaá, ayúdame! ¡La muñeca Alicia me está molestando otra vez!
― Tranquila, hijita; tranquila, mi amor… Todo va a estar bien. Ya estoy aquí. Cierra
tus ojitos que te voy a hacer dormir.
Era el año de 1976 cuando mi Matilde tenía seis años de edad. Fue su cumpleaños
y su padre la sorprendió llevándole una enorme caja envuelta en papel regalo. Mi Mati
corrió rápidamente y la abrió. Para sorpresa de todos, era una hermosa muñeca Alicia.
Esa muñeca era costosa debido a que recién aparecían en el mercado. El pelo era rubio y
ondulado. Su piel, rosada y sus ojos, azules como el cielo. Su vestido floreado tenía un
estilo inglés. Algo más: uno podía cogerla de la mano y, sin que tuviera batería o pilas
como todo juguete caro, la muñeca caminaba contigo. Tú dabas un paso y ella también
lo daba. Tú te sentabas y ella también lo hacía. Si la acostabas, cerraba sus ojitos. Y, si la
sentabas o parabas, los volvía a abrir.
Matilde, contenta con su muñequita, jugaba todas las tardes después de haber
terminado sus tareas del colegio. La sentaba, la hacía caminar, la peinaba, le cambiaba
de vestido… Todo era alegría hasta que, un seis de junio, cuando Matilde jugaba como
siempre, la muñeca Alicia había estado sentadita en todo el pasadizo que daba con el
cuarto de mi hija y, cuando mi niña se dirigió a traer otras muñecas para seguir jugando,
tropezó fuertemente con las piernas de la muñeca Alicia.
― Muñeca mala ―dijo Mati―; eres mala. Por tu culpa, me caí. La cogió del pelo y
la tiró contra la pared. La muñeca cayó al suelo boca abajo; pero sus ojos permanecieron
abiertos mirándola fijamente a mi Matilde. Sus ojos estaban llenos de odio. Parecían
botar candela. Era como una amenaza que, en la noche, tendría que cumplir.
Ella me lo contó todo; pero yo no le creí. Llegó la incansable noche. Los gatos
ronroneaban en los techos con un dejo macabro. Mi esposo y yo dormíamos en el
segundo piso y mi Matilde tenía su habitación en el primero. La muñeca Alicia siempre
se quedaba sentadita en la sala de la casa; pero, esa noche, sucedió lo peor…
Han pasado treinta y tres años y él nunca más regresó. No sé lo que le pasó. Nunca
más, lo volví a ver. Para que no me dijeran nada los médicos, por los muchos días que me
quedaba a dormir en el hospital, una mañana, empecé a barrer todo el pasadizo. Luego,
les ordenaba sus escritorios y finalmente, por las noches, les ofrecía una tacita de
manzanilla caliente.
Todos saludaban a doña Nachita; pero nadie sabía que ella estaba con su hija en la
habitación sesenta y seis. Luego, me saludaron y se dirigieron a inyectar los sedantes que
los pacientes recibían por las mañanas. Lo que más me llamó la atención es que no les
interesaba la paciente del sesenta y seis. Matilde, así se llama. Le reclamé a uno de ellos;
pero no me hizo caso. Se sonrió y prosiguió con sus actividades. El doctor Rivasplata llegó
a medio día. Me saludó con gratitud y, golpeándome ligeramente la espalda, me
interrogó:
Mi jefe me miró con pasmo e invitó a todo el personal médico para que escuchen
lo que hablaba.
Les conté todo lo que había sucedido y, nuevamente, la Enfermera, que parecía la
reencarnación de la momia Juanita, se persignó tres veces y exclamó:
― ¡Eso no puede ser posible! La paciente del sesenta y seis ya no está acá. Murió
hace tres años, justo un día como ayer.
― ¡Qué! Eso no es verdad… Si yo la vi ayer y la atendí.
― ¿La atendiste? ¿Cómo? ―me preguntó mi superior―. ¿Llegaste a inyectarla?
― No. Tuve demasiado frío y me quedé paralizado al verla. Fue doña Nachita quien
la inyectó.
― Hijo, hijo, hijo ―el doctor Rivasplata me abrazó paternalmente―. Su madre
también murió, seis días después que su hija dejó de existir. La depresión acabó con ella.
Como era tan buena con nosotros y todos le tuvimos un gran cariño, le hicimos su misita.
Le compramos ropa nueva, la vestimos y le dimos santa sepultura.
― Pero, ustedes la saludan al ingresar y se despiden de ella. ¿Cómo me explican
eso?
― Es el respeto y el cariño que le tenemos a esa bondadosa almita.
― Bienvenido Frank. Es tu primer año de Internado en este hospital psiquiátrico.
Y solamente vas un día. Te esperan muchos más, todavía.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario personal acerca del título.
2. Especifica género y especie literaria.
3. Al lado de cada nombre, indica de quién se trata:
Frank:
Manuel:
Doña Nachita:
Dr. Rivasplata:
Alicia:
Matilde:
4. Ubicación espacio-temporal: ¿dónde y cuándo suceden los hechos del cuento?
5. ¿Cuál es el número de la habitación donde suceden cosas extrañas?
6. ¿Crees que el autor elige los números según cierta intención? Explica.
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el texto leído alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Consideras que es un cuento de misterio? ¿Por qué?
3. El autor parece aceptar las experiencias sobrenaturales. ¿Compartes su punto de
vista? Explica.
4. Pregunta a tus padres si conocen de alguna historia similar al cuento leído. Escribe
un resumen.
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “La muñeca Alicia”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
II. LEYENDA RURAL:
LUPITA
Teresa Liliana Menor Alarcón
TERESA MENOR ALARCÓN
Escritora nacida en Cutervo el año 1980.
Docente de Lengua y Literatura. Cultiva el
ensayo, la poesía y la narrativa. Ha
participado activamente en el movimiento
literario lambayecano. Ha publicado:
Maneras de vivir.
Mucha gente acudía a don Celedonio para ser atendida de diversos males. Curaba con
brebajes o mesadas. Después de quedar viudo, pretendió a una moza de nombre Lupita
quien, por temor al daño que pudiera sufrir su familia por una negativa suya, accedió a
tal pretensión.
“Este viejo sucio, ¡cómo no se tuerce siquiera!”, escuchó sin querer don Celedonio.
“Algo he de conjurarte, mocita. Ya verás…”, formuló éste en respuesta silenciosa.
Lupita había ido a lavar, a eso de las 6 de la tarde, a una laguna cerca de su casa,
cuando vio que algo se movía dentro del agua. Parecía un remolino que, al pasar por
debajo de sus piernas, se convirtió en un chivo que pronto desapareció. La mujer estaba
menstruando y, a los pocos meses, después de padecer retorcijones en su vientre,
acudió a la partera Albertina quien, al examinarla, palpó al nuevo ser. “Te digo que no
es un bebé; tiene prominencias en su cabecita, tiene cola”. Desde ese día, la familia
esperaba el momento en que naciera el “demonio”. Por su parte, la muchacha no paraba
de llorar. Su llanto era estrepitoso; sobre todo, cuando el “animal” se movía en sus
entrañas.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. Al lado de cada nombre, indica quiénes son dentro del cuento.
Celedonio:
Lupita:
Albertina:
Horacio:
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Podrías deducir cuándo y dónde suceden los hechos narrados?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar este cuento a alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Este cuento tiene que ver con las creencias de nuestros pueblos? Averigua.
3. La autora parece aceptar las experiencias sobrenaturales. ¿Compartes su punto de
vista? Explica.
4. Pregunta a tus padres si conocen alguna historia similar. Escribe un resumen.
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria a la autora de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “Lupita”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
El llamado de Uchima-Chikan
Marcos Coronado Terrones
MARCOS CORONADO TERRONES
Nació en Chota el año 1987. Docente de la
Especialidad de Ciencias Sociales. Cultiva
la poesía y la narrativa. Ha publicado El
último tañer de las campanas. Tiene
inéditos los libros Cuentos del Alklopuy y
Campos estacionarios (poesía).
No sé si respiraba. Lo cierto es que la sangre se me heló de repente. Y permanecí ahí
como una estatua bajo la luna. Han pasado algunas horas y es cuando me pongo a
rememorarlo para evitar el olvido, porque la memoria sometida a los excesos, a veces, se
vuelve frágil y vulnerable como los bambúes agitados de la orilla. Pero estoy segura que
los veía alejarse a contracorriente. Los veía perderse en la distancia.
Era la fiesta de San Juan, la fiesta que nos hace volver a la tierra que nos vio nacer,
y celebrar el deceso del mensajero del Cristo al ritmo del wanqara cual seres primitivos
y errantes. Eso pienso. Crecí al margen izquierdo del Huallaga; ahí, donde Sendero mató
a mis padres y los cuerpos aún cálidos y humeantes los arrojaron en una moyuna, a pocos
metros del majestuoso puente. Ésta se los tragó para siempre en su larga tráquea de
serpiente. Cada noche, imploraba a orillas de las aguas los devolviera, hecho que jamás
sucedió. También, aquellos han desaparecido. Nos dejaron una huella imborrable.
Ahora, soy estudiante de la Facultad de Letras en la Universidad de los Caballeros de
León. Fui becada por esa extraña ironía del destino. Digo extraña porque, si no fuera por
los convulsos noventas y dos mil, no hubiera tenido la oportunidad de llegar siquiera a
terminar la educación básica. Un día, un becario apareció en el recodo del río seguido
por otros hombres uniformados y, luego, me arrancaron y trasplantaron entre libros y
más libros. Estoy agradecida por ello; sin embargo, los eventos -inexplicablemente
sucedidos- no hubieran tenido lugar jamás de no haberme alejado.
Los sueños y las pesadillas me han acompañado toda la vida. Y a medida que iba
creciendo, por las noches, se iban presentando situaciones más desafiantes como si, en
los días, fuera una persona de lo más normal y tranquila y, por las noches, en los sueños,
emergía otra historia paralela en la que era habitual sortear los peligros de quedarse
atrapada para siempre. Era prisionera de aterradores espasmos catatónicos; pero debía
seguir respirando, esperar el lento amanecer y, con los primeros rayos de luz, levantarme
jadeante y húmeda. Y otra vez, la noche siguiente, volver a la zona habitual de lo onírico
donde cobraba vida lo insondable, donde la naturaleza en su conjunto cobraba vida
reclamando algo que entonces desconocía. ¿Qué quería de mí, una muchacha que apenas
empezaba a ser mujer? Tiempo después, lo comprendería.
Esta es otra de las tantas noches que he permanecido en vela. Antes de ayer, tuve
un sueño menos extraño de los que acostumbro y, por eso, me sobresalté. ¿Sería un
adagio? Pues no podría saberlo. Lo cierto es que, en la oscuridad, busqué a mi hijo. Mi
mano somnolienta y ciega recorría bajo la sábana. De repente, logré tocarlo por la
espalda y una piel fría salió a mi encuentro. Despertó de un sobresalto: él ya estaba
resfriado. Lo arropé cuanto pude para evitar alguna complicación de los bronquios (se
había vuelto muy enfermizo). Debo decir que he vivido sola con él, protegiéndolo como
es menester de cualquier madre. Sobre todo, porque un hijo es un regalo muy especial.
Su padre, un muchacho universitario, apenas convivió conmigo unos meses y, antes que
fuera a dar a luz, desapareció sin dejar rastro. De ahí, han trascurrido tres años, los
mismos que he tenido que vivir con la caridad de las gentes. Omitiré algunas cosas. Él se
fue y eso nadie puede cambiarlo. He tratado de sobrevivir haciendo los mandados en las
casas y familias de la ciudad, como dije, de los Caballeros de León de Huánuco. Mi hijo
crecía y empezaba a imitar los gemidos humanos, tratando ya de hacerse de sus primeras
palabras. No necesité de su padre -o, tal vez, sí-; pero no estuvo ahí cuando los dolores
me asediaban como si fuera a traer al mundo una criatura gigantesca y de otra dimensión
y tiempo. Todos nos sorprendimos. Era un bebé recio, al que llamaron Uchima porque
ni bien nació intentó levantarse y arrastrase en las mantas, aun siendo un bebé nacido
antes de tiempo. Pero la partera, esposa del viejo japonés que no salía de su asombro,
prefirió llamarlo Chikan. No pude oponerme ya que les debía prácticamente la vida de
ambos. Ellos eran unos ancianos de las afueras de la ciudad quienes me acogieron desde
el principio y, por tanto, podían llamarlo como quisieran.
Desde ese momento, supe que estaríamos nuevamente volviendo al pasado; pero
estaba dispuesta a enfrentarlo. No permitiría por nada del mundo dejarme arrebatar a
mi criatura. Sin embargo, debo contar que había episodios, en nuestras vidas, tan
extraños que, a veces, no sé si nos cuidaba o nos quería arrebatar la existencia como a las
personas que se me habían acercado. Tuve un novio a los quince años, época en que vivía
empleada en todas partes. Aquel muchacho que misteriosamente se fue o, mejor diré,
desapareció cuando jugábamos en el recodo, después de prometerme amor, decidió
probarse infantilmente el valor, a él y a los que allí estábamos. Subió a la palmera más
alta y se lanzó al río y jamás volvimos a verlo. Todos lo buscamos durante días, incluso
entre las comunidades más al norte, con la esperanza de encontrar su cadáver. Pero la
noche lo había soñado en la misma forma y circunstancia en la que aquellas aguas
calmosas, repentinamente, abrían sus fauces y luego, como una columna de agua, se
abalanzaba sobre él y lo desaparecía mientras yo pedía auxilio y nadie respondía en aquel
remanso. Años más tarde, cuando estaba en la otra ciudad, lejos de los traumas de la
infancia y la adolescencia, estando ya en la universidad, otro joven apuesto y de buenos
sentimientos decidió acercarse con el cortejo habitual de las parejas. ¡Debí alejarme,
ahora lo sé! En sueños, la voz, aquella que tenía todos los sonidos y matices del bosque
me ordenó tomar distancia porque la suerte sería la misma. No hice caso y el resultado,
ya se imaginan. Entonces, con tantas vivencias sobrecogiéndome, la anciana mujer
decidió llevarme a Pucallpa, lugar donde había aprendido el oficio de la adivinación y el
don de comunicarse con el espíritu del bosque, asegurándome que había sido encantada
o algo por el estilo. Lo cierto es que, a la vuelta de aquella experiencia ancestral, el joven
me dijo: me largo; hay algo entre nosotros que jamás nos dejará vivir juntos. Aléjate de
mí. Tú eres una mujer que ningún hombre podrá tener. Mientras se despedía en el
mercado central, un camión cargado de plátanos lo arrolló dejándolo inconsciente. Pero,
antes de desfallecer por completo, alcanzó a decirme: “eres el demonio”. Podría decir que
estaba aterrada; pero había tantas cosas extrañas ya en mi vida que perdí el temor a la
muerte y sus manifestaciones insustanciales.
____________________________________________________________
VOCABULARIO
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario personal acerca del título.
2. ¿De qué lengua provienen y qué significan las palabras Uchima y Chikan?
3. Especifica género y especie literaria.
4. Vocabulario: Investiga y escribe el significado de los siguientes términos que aparecen
a lo largo del cuento:
- rememorarlo
- vulnerable
- Huallaga
- becario
- recodo
- espasmos catatónicos
- onírico
- insondable
- en vela
- adagio
- menester
- asediaban
- recio
- vigilia
- irascible
- tempestuoso
- recodo
- Aucayacu
- pandisho
- a contracorriente
5. Ubicación espacio-temporal: ¿dónde y cuándo suceden los hechos del cuento?
6. Elabora una lista de los hechos más sorprendentes que suceden en este cuento.
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el texto leído alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Consideras que es un cuento lleno de magia? ¿Por qué?
3. El autor parece aceptar las experiencias sobrenaturales. ¿Compartes su punto de
vista? Explica.
4. Pregunta a tus padres si conocen de alguna historia similar al cuento leído. Escribe
un resumen.
5. ¿Qué zona geográfica del Perú se ve representada en el cuento “El llamado de
Uchima-Chikan”?
6. ¿Qué rol crees que cumple el llamado “espíritu del bosque” dentro del cuento?
7. ¿Qué otros detalles te hubiera gustado que el narrador explique más?
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “El llamado de Uchima-Chikan”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
III. TEXTOS CARNAVALIZADOS
MARCA INRI
Rully Falla Failoc
RULLY FALLA FAILOC
Escritor nacido en el distrito de Motupe, el
año 1941. Docente de Ciencias Naturales
en condición de cesante. Cultiva,
principalmente, la poesía y la narrativa. Ha
publicado: Dioses, hombres y duendes;
Coñuma / La pasión por la ternura; En la
yema del gusto; El rojo intenso de las
zarzamoras; El fuego de la memoria /
Renacimiento de la Cruz de Chalpón, etc.
Don Julio Pingo trabajaba de Director en un centro educativo y decidió tomar sus
vacaciones. Para esto, tuvo que hacer el inventario de bienes y enseres del colegio y
entregarlos al profesor a quien le encargaba la Dirección durante su ausencia.
Pusieron una silla sobre otra para poderlo bajar. Luego, dirigió una profunda
mirada al Cristo de bronce que estaba colgado en la parte céntrica del aula. Se persignó
varias veces y ordenó:
El cuento, como si hubiera estado a flor de labios, tocó el corazón de los niños y,
como quien desenvuelve chocolates, afloraron dulces las palabras.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. ¿Quiénes son los personajes de este cuento?
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Podrías deducir cuándo y dónde suceden los hechos narrados?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar este cuento a alguna anécdota parecida? Cuenta.
2. ¿Qué otros autores podrías mencionar que gustan de escribir historias humorísticas?
3. Copia el cuarteto dicho por don Francisco y escribe tu comentario acerca de estos
versos.
4. Pide a tus padres que te cuenten una breve anécdota humorística y escríbela.
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con este cuento: puede ser dibujo, pintura, collage
con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “Marca INRI”, escribe tu propio cuento de humor. Ilústralo.
El único
Beder Bocanegra Vilcamango
BEDER MONTENEGRO VILCAMANGO
Escritor nacido en Ferreñafe. Docente de
Lengua y Literatura. Trabajó largos años en
el I.S.P. Monseñor francisco González
Burga, de Ferreñafe. Actualmente, es
docente en la UNPRG. Ha publicado:
Mañana, te cuento el resto; Ahora, el
resto, La decisión de Bochis.
Había pasado ya un ciclo de estudios. Hablábamos de los temas que me competen y que
a ti no te importan. Es muy simple. Primero, porque lo primero es mi trabajo. Y segundo,
porque mi curso no es importante, es muy simple, así como se habla en algún lado:
¿vistes?
Eran dos equipos de muchachos de todos los colores, tamaños, ideas, fantasías,
ironías, señoritas y no tan señoritos que se habían juntado con el fin de ser expertos en
Marketing. De ello, siempre tratamos de hablar. Ocuparme de esta palabra me obliga a
pensar en Inés Temple. Sin embargo, como lectura obligatoria, tiene sentido cuando
tratamos de comprender que una persona es un concepto de lo que su existencia así lo
demuestra.
Unos llegan tarde, otros llegan muy temprano, otros llegan a la universidad porque
en su casa no existen y, cuando llegan al salón, olvidan su vida en casa -préstame tu
lapicero, taque me oluidao-. Haciendo un gesto muy forzado, le entrega el suyo
asumiendo que, de este modo, se aprende a ser solidario o, en todo caso, se demuestra
que es medio cojo y el otro, un vivo perfecto.
Entre ellas, se encuentran unas mondongas; unas con pocas carnes; otras con un
kilo de maquillaje en el rostro; las negras, con pantalón pitillo de color negro que parece
que andan calatas; y, finalmente, la última que viene cansada. Ha dormido toda la noche
y está cansada. Tan luego se sentó, le contó:
Te cuento, manita, que ayer soñé bien feo, manita. Agarré y soñé que cruzaba un
río. Entonces, agarré y corrí. Me asusté bien feo, manita. El color del agua turbia era
bien feo, manita. Y agarré y dije que Diosito me ayude porque te cuento que agarré y
era bien feo. De pronto, sentí que el río estaba creciendo, manita. Agarré, manita, bien
feo; de verdad que bien feo. Sentí algo duro por mis piernas y mejor agarré y desperté
para no morirme ahogada. Qué chistosa. La otra, llorando, me contó que su futuro
estaba echado, que no tenía ganas de vivir, que tenía un negro porvenir.
Cierta mañana, desarrollaba una de las primeras sesiones con ellos. Tanto así que,
rápidamente, identifiqué a este fulano, de gran tamaño (simplemente, alto; no es para
tanto), muy bien peinado con el peinado cachetada; es decir, el cabello a un lado.
Casi siempre, llegaba tarde; casi siempre, jodía la clase, del saque, como dicen ellos;
en prima, como dicen otros. Al toque, como decimos todos, captaba la maquiavélica idea
de mi clase e interrumpía la sesión.
Volví a mi sesión y traté un ejemplo de Marketing y bla, bla, ble, bli, otro bla y otra
vez la interrupción: Ya sé, profe. Lo que usted nos quiere decir es que el Marketing es
marketear lo que se puede colocar dentro de un marco y quien marketea es el merkader,
el mismo personaje de la obra El mercader de Venecia.
Hubo un impase con el trabajo de ideas para el texto académico sobre un tema que
se seleccionó con fines de aprobación del curso. Mientras sus amigos trataban un tema y
eran coherentes con el texto, él simplemente abordaba otro tema, con mucha seguridad,
con mucha frialdad y con mucha tenacidad que convencía a todos de saber cohesionar
algunas ideas en el texto. Muy cerca de la fecha de presentación del trabajo, con mucha
cortesía, se me acercó y dijo puntualmente así:
Buenos días, mire, esteee, ayer lo estuve llamando porque, es que no sé cómo le
diqo. La vez pasada, lo llamé; pero no me contestó y, claro, usted debe estar muy
ocupado. Lo que pasa es queee no entiendo; bueno, sí entiendo, pero no... ¿Se acuerda
que nos dijo eso de?, eso de; ya bueno, en fin, que el trabajo que usted quiere, ¿cómo lo
hacemos, profe?... Porque yo sí entiendo; pero mis amigas no y, la verdad, no sé cómo
hacerlo y es para mañana y lo peor es que mi amiga, no sé, parece que se retira del
grupo. Disculpe, ¿me puedo cambiar de grupo?...
Cuando leí el primer reporte, noté que, inteligentemente, el equipo había logrado
elaborar un texto importante: El Marketing es una herramienta que permite acercarse
al cliente para hacerlo víctima de un producto o de un servicio. Su condición de víctima
se debe al aporte de Kotler quien sostiene que el cliente nunca tiene la razón; por eso,
es la víctima del marketero.
Más abajo:
Suficiente.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. ¿Quiénes son los personajes de este cuento?
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Se trata de un relato formativo o de un cuento burlesco?
F. VARIEDADES
1. ¿Crees que nos da buena imagen personal utilizar la jerga? Explica.
2. ¿Cómo podemos mejorar nuestro dominio de la lengua española?
3. ¿Qué consejo le darías a los jóvenes que aparecen en el cuento?
4. Pide a tus padres que te cuenten una breve anécdota estudiantil y escríbela.
G. ASPECTO LINGÜÍSTICO
1. Copia, de este cuento, algunas expresiones propias de la lengua sub-estándar.
2. A la derecha de cada palabra o frase, escribe su equivalente según la lengua estándar.
- ¿vistes?:
- taque me olvidao:
- manita:
- bien feo:
- jodía la clase:
- profe:
3. ¿Aparecen palabras que pertenecen al llamado lenguaje soez? ¿Por qué crees que el
autor creyó necesario incluirlas?
H. CREATIVIDAD
1. Escribe una carta imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con este cuento: puede ser dibujo, pintura, collage
con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “El único”, escribe una anécdota humorística de tu vida estudiantil.
Ilústralo.
IV. INSEGURIDAD CIUDADANA
Profesiones
Pedro Manay Sáenz
PEDRO MANAY SÁENZ
Escritor nacido en el C.P. San Antonio,
distrito San Juan de Licupís, Chota, el año
1965. Docente de Lengua y Literatura y
corrector de textos. Cultiva la poesía, el
ensayo y la narrativa. Ha publicado: En
busca de un oasis, Para crear poemas, Al
pie de la Luna, La historia de Urano, Claro
de Luna, El canto del mirlo, La bruma y el
arco iris, Volver al Amor, El templo de
Bangú, Mosaico, La clase del adiós, etc.
A las cinco de la mañana, se levantaba Paco para acompañar a su madre al Mercado
Sureño; es decir, al puesto ambulante donde ésta vendía, diariamente, papa amarilla. El
puesto, como es de suponer, se ubicaba, junto a muchos más, en la periferia de aquel
viejo, pero concurrido y agitado centro de abastos. Sentado y cantando, iba Paco en el
añoso triciclo amarillo que, desde hacía seis años -precisamente, la edad del niño-, servía
a la viuda madre para llevar las papas desde la barriada lejana en que vivían hasta el
céntrico mercado. La madre, una mujer delgada y excesivamente tostada por el sol,
manejaba sudorosa, lo más veloz que podía, con el propósito de llegar temprano a su
lugar de venta y evitar a los maleantes, en tanto que el niño, vivaracho y risueño, le hacía
preguntas diversas.
— Mamá... —insistió.
— ¡Te he dicho que estés callado!
— Sólo una cosita, ¿ya, mamá?
— ¿Qué cosa? —preguntó, con maternal enojo, doña Ofelia.
— ¡Cuando tenga veinte años, voy a ser un doctor con harta plata y te voy a comprar
un carro para que traigas las papas! ¡No, no! Mejor, dejarás de trabajar, ¿ya?
— ¡Beto, Betooo!
— ¡Paco! ¡Hoy día, les ganamos!
— Es que mi mamá maneja muy despacio.
— Buenos días, doña Ofelia.
— Buenos días, Chanita. ¿Cómo estás?
— Aquí, ordenando la mercadería.
— Arreglaré yo también mis cositas antes de encargar el triciclo.
Un rato después, salió el Sol, con el brillo intenso y el calor sofocante de fines de
febrero. Los clientes iban llegando: amables unos; coléricos, otros. Sin protección alguna,
los rostros de doña Ofelia y de Roxana, expuestos directamente al sol, se amorenaban
aún más y expresaban con fuerte nitidez sus arrugas precoces. Ellas lo sabían y lo
constataban diariamente. Pero, también sabían que las mujeres pobres, que las mujeres
trabajadoras de la calle, de las afueras del mercado, no tienen derecho a preocupaciones
de índole estética. ¿Cómo, en la atroz conjunción del quemante sol de verano, la
humareda de los carros y el polvo de la calle, puede hablarse de piel saludable y bella,
cuando, por la lucha de sobrevivencia, se está en contacto directo con todo ello cada día
de trabajo? "Eso de piel tersa y bonita es sólo para las mujeres con plata -decía doña
Ofelia-. Nosotras estamos feas, morenas y arrugadas".
Alguien ha dicho que los niños, aun en la más difícil pobreza, se aferran
simplemente a la vida y se empeñan por encontrar, cada día, motivos y juegos que los
hagan felices. Más tarde, en la pubertad, y mucho más en la adolescencia, comienzan a
descubrir los terribles contrastes de la sociedad peruana. Así, San Borja y La Molina por
un lado; y Lurigancho y el Cerro San Cristóbal, por otro. Un gerente de banco que gana
veinte mil soles mensuales y un vigilante del mismo banco que, no se sabe cómo,
sobrevive el mes con ochocientos cuarenta soles. Ojalá fuera posible ser niños,
nuevamente, para olvidar la economía peruana.
Volviendo a nuestro cuento, anotamos que, esa mañana, como nunca, los pequeños
trabajadores, Paco y Beto, se pusieron a filosofar (actividad que no es, como se cree,
propiedad exclusiva de los adultos) y se preguntaban por qué se debe trabajar en esta
vida, por qué hay niños que no se esfuerzan como ellos y, sin embargo, "andan bien
vestidos y en carro, nomás". En suma, se extrañaban -durante aquel repentino instante
de "inquietud filosófica y social"- de tanto contraste en la vida cotidiana, mientras
mordisqueaban sus panes de a diez céntimos cada uno al pie del algarrobo que, frente a
la larga fila de puestos ambulantes, alguna sombra fresca obsequiaba.
Sin querer, la conversación de los dos niños fue escuchada por un joven profesor
de Lengua y Literatura que esperaba, cerca del mismo algarrobo, la movilidad que lo
llevara al Colegio "Karl Weiss", su centro de labores. Y pensó: Este diálogo de chiquillos
me servirá para escribir un cuento de tema social. “Profesiones”, podría titularse.
Pasó también (cerca del mismo árbol) una mujer tapándose la nariz y
murmurando: "¡Qué mocosos tan cochinos! ¡Miren con qué manos están cogiendo el pan
que comen!". Era la esbelta contadora del Banco Hispano que se ubicaba a dos cuadras
del Mercado Sureño. Y, cosa de cuento, ahí nomás, en una reluciente camioneta de lunas
polarizadas, aparecía el alcalde Rucio Faenone, con la solemne y misántropa mirada que
suelen tener los que poder tienen, inspeccionando secretamente el área ocupada por
doscientos cuatro vendedores ambulantes (incluidas Roxana y doña Ofelia).
Dos horas más tarde, el alcalde firmaba la funesta resolución municipal que
ordenaba el desalojo implacable –a cargo de setenta policías municipales y doscientos
efectivos de la Policía Nacional- de todos los comerciantes informales de la periferia del
Mercado Sureño.
Chiclayo, 2001.
PROFESIONES
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario personal acerca del título.
2. ¿Qué relación encuentras entre la ilustración y el cuento?
3. Especifica género y especie literaria.
4. Describe brevemente, en lo físico y psicológico, en base a las referencias del cuento y
a tu propia imaginación, a los siguientes personajes:
- Paco
- Beto
- doña Ofelia
- Chana
- el profesor de Lengua y Literatura
- la esbelta contadora del Banco Hispano
- el alcalde Rucio Faenone
5. Ubicación espacio-temporal: ¿dónde y cuándo suceden los hechos del cuento?
6. ¿Por qué piensas que el autor eligió el nombre Rucio Faenone para el alcalde del
cuento?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el texto leído alguna situación parecida que haya ocurrido en
Chiclayo?
2. ¿Consideras que es un cuento realista? ¿Por qué?
3. ¿Se relaciona este cuento con otros cuentos peruanos en los que aparecen niños
pobres? ¿Con cuáles?
4. ¿En qué mercado de Chiclayo parece haber ocurrido esta historia? ¿Por qué?
5. ¿Qué soluciones propones para resolver el tema del comercio ambulatorio?
6. ¿Crees que doña Ofelia y Chana representan a las mujeres pobres de nuestra región
que luchan para salir adelante? Explica.
7. ¿Cómo te hubiera gustado que termine el cuento?
G. CREATIVIDAD
1. Escribe una carta imaginaria a Paco y a Beto.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “Profesiones”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
El botoncito
Segundo Vásquez Tirado
SEGUNDO VÁSQUEZ TIRADO
Escritor nacido en Cajamarca, el año 1945.
Fue fotógrafo. Como Policía Nacional del
Perú, prestó servicios en Huánuco,
Cajamarca, Lambayeque y La Libertad. Ha
publicado: Vivencias, Recuerdos, Liras,
Crónicas y Númenes.
Siendo adulto mayor, una mañana, después de desayunar y, desabotonando el bolsillo
de mi camisa -color lila oscuro- que llevaba puesta, guardé el portadocumentos
conteniendo Multired y DNI, asegurando después, con el botoncito en su ojal que uso en
estas prendas de vestir para evitar la caída de algo al momento de inclinarme por alguna
circunstancia.
Ante tal situación, pregunté sonoramente: ¡¿Qué pasa?! Respondió: ¡Nada, nada!,
e ingresó al retrete de la biblioteca. Cuando yo llegué, cerrando la pequeña puerta interior
de los servicios higiénicos, pude observarlo cuando permaneció de pie: era joven, tez
blanca, de unos 20 años de edad. Se le notaba nervioso, por la mirada y movimientos
asustados.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. ¿Quiénes son los personajes de este cuento?
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Es un cuento que aborda el tema de la inseguridad ciudadana?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar este cuento alguna experiencia parecida? Cuenta.
2. ¿Es la delincuencia un serio problema en nuestra región? Explica.
3. ¿Qué acciones propondrías para prevenir y combatir la delincuencia?
4. ¿Crees que las artes y el deporte ayudarían a prevenir la delincuencia? Fundamenta.
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al protagonista de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con este cuento: puede ser dibujo, pintura, collage
con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “El botoncito”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
V. A UN PASO DE LA REALIDAD REAL
LA CUCHARA DE PAPÁ
Dandy Berrú Cubas
DANDY BERRÚ CUBAS
Escritor nacido en Chiclayo el año 1967. Es
Docente de Historia y Geografía.
Declamador, profesor de teatro, cultiva la
poesía y la narrativa. Ha ganado el Premio
Nacional Horacio (2012).Actual
Presidente de la APLIJ, filial Lambayeque.
Ha publicado: El shulca y otros cuentos;
Última decisión; La cuchara de papá; El
rojo placer de las flores; Crispín, un chico
con agallas.
“Más vale una cuchara de suerte
que una olla de sabiduría”.
Anónimo
La cuchara de papá carecía de adorno alguno. Era llana; pero pesada. ¡Puro
acero!, alardeaba el viejo. Su cavidad alargada con su terminación lanceolada le
daba un toque especial. Su origen, un misterio que su dueño se resistía develar.
“¡Ah, esta cuchara tiene historia!”, nos decía nada más, y nunca la contaba a pesar
que Pamela le hacía mimos y otras monerías con tal de convencerlo. “Otro día”,
repetía como siempre.
Lo que nos contó papá ese día nos tuvo en vilo. Ahora, entendíamos el
porqué de tanto recelo por la cuchara. Fue entonces que cada uno de nosotros nos
hicimos la firme promesa de cuidarla.
Pensamos que eso iba a ser suficiente para mejorar su salud. Pero ocurrió
que, al anochecer, se puso peor. El dolor era intenso e insoportable. Nunca antes,
lo habíamos visto en una situación similar. Es más, casi nunca, enfermaba. Según
él, para no molestar a los doctores…; para, ahora, verlo en una lamentable
situación, con sus lágrimas cayendo en silencio; y nosotros, haciendo de tripas
corazón, sin saber qué hacer. Pamela, quien no estuvo antes, irrumpió de pronto
con una pregunta que nos rasgó como un sablazo.
La Sala de Espera se volvió densa. Hubo pasado ya dos horas y aún nada.
Sólo atinábamos a mirarnos de cuando en cuando. Toño disimulaba sus nervios
llenando un crucigrama del periódico pasado; mamá, con sus ojos vidriosos a
punto de llorar, con la mirada en el cielo de esa parte del nosocomio. De manera
inesperada, llegó Pamela. Descendió del taxi, apresurada. Por las transparentes
lunas del amplio ventanal, dejaba ver su figura juvenil metida en su roído
pantalón dril y ancha polera negra. Su cabellera alborotada decía mucho de su
extrovertida personalidad.
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario personal acerca del título.
2. Elabora una lista de los personajes agregando su función dentro del cuento.
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Cuál era la historia de la cuchara?
5. Ubicación espacio-temporal: ¿dónde y cuándo suceden los hechos del cuento?
6. ¿Qué te parece el final del cuento?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el texto leído alguna historia parecida? Cuenta.
2. ¿Crees que, en este cuento, aparece el tema dela superstición? ¿Por qué?
3. ¿Se relaciona este cuento con otros cuentos en los que se asigna un valor mágico a un
objeto? ¿Con cuáles?
4. ¿El cuento alude a ciertas costumbres antiguas del Perú? ¿Cuáles son?
5. ¿Te parece una buena historia la del cuento? ¿Por qué?
6. ¿A qué poema de César Vallejo se alude en el cuento?
7. ¿Cómo continuaría el cuento para ti?
G. CREATIVIDAD
1. Escribe una carta imaginaria al autor.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “La cuchara de papá”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
A esa hora del día
Nicolás Hidrogo Navarro
NICOLÁS HIDROGO NAVARRO
Escritor nacido en Bagua Grande el año
1968. Es Docente de Lengua y Literatura.
Cultiva la poesía, el ensayo y la narrativa.
Es fundador y coordinador de
Conglomerado Cultural. Ha publicado: A
esa hora del día.
La noticia se diseminó gaseósica por todo el pueblo. Algo indecible, se agitaba la brizna
escasa, el remolinito en la esquina, la música opaca, las piedras cuarteadas por el
irreverente sol del mediodía. Nubes de polvo flotando en la Marginal. Un ambiente de
infierno ingrávido, denso, tumefacto. Hasta el respirar se tornaba dificultoso. Las calles,
silenciosas y desiertas; los papeles, perezosamente, se dejaban llevar por no sé qué fuerza
del aire inexistente a esa hora del día: cartones, plásticos, cáscaras de toronjas, hojas
muertas de girasol, periódicos viejos. En la esquina principal del pueblo, la de los
mercaderes y las escasas diversiones, el tiempo se había detenido vencido. Nadie sabía
con certitud qué hora del día era; pero todos estaban con la idea acostumbrada de ser la
hora del castigo, la hora del sol miccionador que, radiante de furor y henchido de cólera,
azonzaba a la población. Un grupito de niños jugaba silenciosamente, casi sin ánimos, en
una vereda descascarachada. Era julio, mes de fiesta del pueblo y de la patria. Una
manada de caninos garrapatosos, empolvados, famélicos y de colores terrosos perseguía
irrenunciablemente a un par de macizas y corpulentas perras que estaban en sus días
dispuestas, desatando sus perfumes concupiscentes, luciendo su abultada vulva bermeja
que llamaba lascivamente a la horda de vagabundos. Todos se empujaban y pugnaban
por estar cerca olisqueando tan apetitosas señales eróticas. Gruñidos y mordiscos se
sucedían intermitentemente. Todos mostraban sus puntiagudos dientes asesinos y su
aspecto más hosco. Un perro azabache, corpulencia de mastín, de ojos tenebrosos y faite,
dominaba la comparsa de llamativas acciones. Nadie se le acercaba, nadie lo molestaba
so pena de una revolcada de mordiscos. En todas las esquinas, se arremolinaban los
perros. ¡Qué barbaridad! —exclamaba, con escándalo púdico, doña Concepción—. Esto
es una plaga de mañosos, sucios, cochinos animales. Por donde uno se cruzara, se
encontraba con el espectáculo callejero incensurado de estos animales apareando
desfachatadamente ante la mirada curiosa e indiscreta de algunas gentes. “Zape,
animales de Satán, sinvergüenzas!", vociferaba gruñendo doña Carmen, otra beata
anciana cascarrabias, desde el balcón de su casa haciendo ademanes de alcanzar con sus
manos y hacer pedazos la escena que manchaba sus ojos y poblaba sus oídos de cosas
que nunca escuchó como lícitas.
Allí, en la esquina más concurrida, donde ocurrían todos los sucesos; pero, a esa
hora, desierta, subrepticiamente, se habían llevado a cabo unos acontecimientos
violentos: un disparo de Smith Wesson, sórdido y seco, había cegado la vida de un
soldado. Era la hora más triste para morir. Ni siquiera la noche lo era tanto peor como
algunos lo pueden creer, pues ella era un alivio para los habitantes de esos lares. La tierra
se enfriaba; pero, a esa hora del día, era un horno gigantesco. Todos caían en una
modorra y aletargamiento lánguido. Era mejor dormir. Pero dormir con tanto calor…,
¡qué locura! Mejor, ir a las orillas del Utcubamba. A esa hora del día, morían las amapolas
y sus vástagos en el parque y en los jardines. Esa hora era dos horas pasadas del
mediodía; cómo olvidarlo. No había ganas de vivir; pero, morir a esa hora… El sol
castigaba a Bagua Grande por no sé qué maldades cometidas por los primeros habitantes.
Las calaminas crujían, los árboles penosamente se marchitaban y descolorían gimiendo
de sed, el agua innecesariamente se evaporaba, la ropa lavada se secaba en media hora
hasta quemarse y el agua del cuerpo se escurría como en un baño soporífero.
A esa hora del día, a nadie se le hubiera antojado formar una gresca trapisondana;
pero, a esa hora, nadie hubiera despreciado un vaso de cerveza, en “El Bagüinito”, por
supuesto. La cerveza corría allí como, en el Utcubamba, el agua impetuosa. Las cajas
eran vaciadas como la avidez casi de la vida. Qué premio más agradable a esa hora del
día. Y eso era posible, consumir lagos de cerveza, porque las cosechas iban de bien en
mejor. Don Matapericos había cosechado 70 fanegas de arroz por hectárea y multiplicado
por 30. ¡Uf!, era un buen año; a celebrarlo en “El Bagüinito”. ¡Viva!
“El Bagüinito” estaba en su punto, atiborrado de gente; la cerveza, regada por el
suelo; los fuentones de cashcas sudadas; el tufo de tomate avinagrado de los
embriagados; los eructos agudos y sonoros por el ají rocoto; las chapas de las botellas
tapizando el piso de ocre rojizo; un vaso con cerveza residual, lleno de colillas de
cigarrillos Arizona en la primera mesa. Un borrachín, de los que viven de mesa en mesa
mendigando un vaso de licor, yacía en el suelo guturando palabras inconexas, extrañas
y despachando un hilillo cristalino semicuajado por entre las comisuras de sus labios. El
mozo de “El Bagüinito”, de lo más atento; el más vivaracho y astuto, con su mirada
telescópica y nerviosa de carisma de nariz rechoncha. Su fama era tal que retenía en la
mente la cantidad de botellas repartidas en las mesas del local, de inicio a fin. Antes que
acabara la jornada, aún antes que don Paulino, sabía el total de la venta y la ganancias.
En el fondo, rincón discreto casi para parejas, un grupo de soldados celebraba su primer
permiso con una veintena de cervezas. Sonaba chilloso en el parlante del tocadiscos “Mil
años" y todos expresaban su júbilo cuando veían aparecer las botellas con gotitas frescas
y vivificantes por el hielo que refrescaban la mano y, luego, los reductos del intestino.
Don Paulino sonreía de buena gana. Su negocio marchaba sobre ruedas. Esa fue su
ambición desde que un año plagoso acabó con sus arrozales: “El Bagüinito”. De ir como
iba en el negocio, pronto vería cristalizar su segunda ilusión: "Una casa rosadita" como
en Moyobamba. Había leído La casa verde y le fascinaba porque la obra concordaba en
muchos aspectos con su vida y la de Bagua Grande. Por ello, quería seguir adelante con
la misma idea que movió a don Anselmo. El tiempo transcurría cadenciosamente, con
una tonelada de plomo en su lomo. Un minuto era una hora allí. Del fondo, avanzaban,
líquidos y violentos, varios ¡huuuuurraaaaas! Un melenudo deambulaba de aquí por allá,
petulaba su fuerza, jactábase de su valor y fanfarronea su hombría; pero nadie le hacía
caso. Nadie quería morir a esa hora del día. Por la puerta, se divisaba el trote silencioso
y filosófico de un burro cargado de latas con agua. Iba describiendo una línea de agua a
su paso; pero la tierra, como carbón de brasero reticente, lo absorbía tan rápido como
caía. Ahora, se escuchaba afónico y revolucionado a Iván Cruz. Todos, con el rostro
embotado, lo reclamaban a viva voz y lo imitaban trotando su compás. Sudaban como
mulas fanegueras, se sacaban las camisas empapadas y pegoteadas del sudor los más
osados. Los más recatados sólo se limitaban a desabotonarse y hacerse abanico con la
camisa. Todo era permitido en “El Bagüinito”: bailar, gritar, cantar, decir palabrotas,
enamorar y tocar a la paisana tetona y meterle la mano bajo la falda cuando llegaba con
la fuente de cashas humeantes; pero menos, pelear.
El marasmo de la tarde llegó a su cenit acostumbradamente. Las calaminas
iniciaban su tableteo de desuntumación del zinc y, junto a ello, llegó abalanzada su
fatalidad. Los soldados, ya sin dinero ni crédito, pedían licor; pero don Paulino ordenó a
su solícito mozo no ofrecer ni servir nada mientras no pinten la marmaja. Y la gresca se
armó. Los alardes de poder y dinero se escuchaban en toda la alcalina e intoxicada y
polvosa sala. Luego, vino la consecuencia y los estragos de la borrachera: la destrucción
de las sillas, botellas y mesas. Don Paulino cerraba los ojos y lloraba en el alma a cada
contrasuelazo de un objeto de su propiedad. El mozo, entrenado por la experiencia de
esas familiares escenas, corrió a la Guardia Civil que distaba unos 90 metros y trajo a un
cabo lenguaraz y con los ojos inyectados en sangre. Al ver que corrían los facinerosos
satisfechos por la lavada de honor ante la afrenta de considerarlos insolventes, trató de
atrapar al más despabilado y, al no poderlo hacer con las manos, lo hizo con 50 gramos
de plomo duro al unísono del pensamiento. Le perforó y derritió el pulmón derecho y la
sangre amó caer al suelo a borbotones confundiéndose con la fangosidad del polvo
resecado de la calle. El estampido grueso y pesado, se escuchó en todo el silencioso
pueblo espantando a las tórtolas y barbullando la pereza del sueño de las gallinas en los
corrales.
A los cinco minutos, todo fue apiñamiento y espasmos de sorpresas de terror
configurado de una máscara nitrática. “Han matado al cabo Mego —gritó alguna
conocida del infortunado que veía como se le escapaba algo por entre sus cuatro costados
sin poder evitarlo—. Ahora sí, se jodieron estos tombos abusivos y maricas. Los
mataremos a todos hoy”. En ese momento, un decibelio de ochenta y dos marranos
juntos dejó helados y paralíticos a todos y hasta los más valientes sintieron un peñisco
furtivo en el corazón. Estaban sacrificando en el camal. “Pobrecitos —comentaban doña
Juanita y don Liquida de balcón a balcón—. Estos matones de los carniceros la pagarán
cuando mueran. Así tendrán que gritar. Cómo se les ocurre matar animales a esta hora.
La sangre debe estar hirviéndoles en el cuerpo”.
El lugar donde cayó el cabo se convirtió en un carnaval de sangre, cuajada y cocida
por el lejano horno galáctico del sol. Más parecía que había muerto naufragando en su
propia sangre que por ígneos proyectiles. A las seis de la tarde, obligatoriamente, el sol
dejó de castigar el cuerpo embadurnado de sangre vidriosa y polvo. El ejército llegó en
un convoy de tres carros repletos de soldados seguros para la guerra. Eran sus camaradas
de batallón al mando de cuatro oficiales que habían sido radiados sobre el suceso desde
Bagua Grande. Cuando vieron el cuerpo, inerme y acosado por curiosos y por una manta
de moscas de muerto, sus camaradas no pudieron disimular el infinito odio a la policía.
Las venas de sus brazos parecían reventar con la prensión del gatillo de sus FAL. Sentían
el aprensamiento hacia sus estómagos de un no sé qué impulso asesino y exterminador.
Fueron a la Comisaría y el oficial más soberbio, hasta unas pocas horas antes, parecía el
niño más indefenso del mundo. Mudo y con el rostro constipado, no atinaba a coger las
palabras ni hilvanarlas. Fue objeto de la más dura rechifla de la población y casi fue
bañado de escupitajos, siendo la amonestación más humillante de su vida; quizá, la
primera y la última por tener esa práctica de la ley del armado: disparar sobre cualquiera.
Eran las 7 pm., cuando se retiró el ejército con su prisionero, más resguardado que
el propio presidente de la república. La policía quiso cobrar sus bríos de otrora tratando
de esparcir a la muchedumbre que quería saciar su sed de venganza por todas las
tropelías. Las puertas de la policía se cerraron y se apertrecharon temiendo lo peor; pero
confiando en el poderío de sus armas. “Morirán como ratas allí dentro —sentenció un
paralítico en ruedas que dirigía los insultos—. La justicia del pueblo es más válida y sabia
que aquella acomodada y dada por otros que no pertenecen a ella”.
Esa noche llovió torrenciales piedras de la tierra y agua reivindicadora del cielo
sobre la comisaría que se deshacía en llamas. Los guardias huyeron como conejos
montaraces a los cerros cercanos dejando a los presos ocasionales en sus pútridas celdas
y a la merced de las lenguas impetuosas del fuego purificador. Llovió tanto, relampagueó
mucho, resplandeció tanto que, a la mañana siguiente, toda la ya excomisaría parecía un
chicle derretido en un promontorio de algarrobos calcinándose dentro del horno de pan
de don Sebastián.
A ESA HORA DEL DÍA
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario personal acerca del título.
2. Elabora una lista de los personajes más relevantes agregando su función dentro del
cuento.
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿A qué hora del día considera el autor del cuento como una hora sumamente
desfavorable y funesta?
5. Ubicación espacio-temporal: ¿dónde y cuándo suceden los hechos del cuento?
6. ¿Opinión acerca del final del cuento?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar el cuento leído algún hecho de la realidad? Cuenta.
2. ¿Cómo pudo evitarse lo sucedido en el cuento?
3. ¿Se relaciona este cuento con otros cuentos en los que se presenta también la
violencia de la sociedad peruana? ¿Cuáles son?
4. Ilustra con dos fotografías de Bagua Grande tomadas de Internet.
5. ¿Te parece interesante la historia leída? ¿Por qué?
6. ¿Qué opinas del lenguaje empleado por el autor?
7. ¿Cómo cambiarías el desenlace del cuento? Escríbelo.
G. CREATIVIDAD
1. Escribe una entrevista imaginaria al autor.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en “A esa hora del día”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
VI. LA REALIDAD ONÍRICA
Después de diez minutos, al salir del baño, anunció: ¡el baño está libre! Sus
hermanos esperaban turno para asearse también. Sin embargo, a diferencia de otras
ocasiones, ni Leonardo ni Diana se inmutaron. Ella los observó completamente distantes
como si no hubieran escuchado nada. Parece que esta mañana no está de buen humor la
familia, ensayó una excusa.
Entró al dormitorio y limpió los zapatos. Descolgó el uniforme, lo tiró sobre la cama
y, como de costumbre, colocó en la manga izquierda de la chompa el distintivo de Policía
Escolar. Se vistió más rápido que en otras oportunidades.
Pasados cinco minutos, llegó el primer colectivo. Subieron los primeros de la cola
y el carro arrancó a toda velocidad. En el próximo colectivo, seguro que nos vamos, se
dijo. Pasaron cinco minutos más. Ni Leonardo ni Diana ni papá ni mamá se aparecían.
Frunció el ceño. Se enojó. ¡Cómo tardan, Dios! Y, ¡cómo se molestan cuando me demoro
unos minutos! ¡Grecia, apúrate! ¡Grecia, vamos! ¡Rápido, Grecia, que ya es tarde!... ¡No
es justo!
La cola de pasajeros avanzaba rápidamente. Los colectivos llegaban uno tras otro.
¡A Bolognesi! ¡Al Modelo! Grecia sintió que el pecho le dolía. Se empezó a angustiar. Otro
colectivo que llega y otro que sale. Y nadie de la familia se aparece aún. La vista fija en el
horizonte; ya vienen, ya vienen... Los vecinos la miran compasivos. ¡Pobrecita! Una
señora hace un comentario en voz baja. ¡Uhm!, parece que todos ya saben lo que está
pasando. Se molestó otra vez.
¡A Bolognesi! ¡Al Modelo! ¡A Bolognesi! ¡Al Modelo! Avanzan los pasajeros, parten
los colectivos... No, por Dios. ¿Por qué no llegan? La angustia la invade. Se desespera.
Golpea vigorosamente el piso con un pie; con el otro. Se muerde el labio inferior como
en su primera infancia cuando se sentía triste o temerosa. Las lágrimas la delatan. Ya no
puede más. Los sollozos se convierten en gritos y lamentos: ¡Mamá! ¡Papá! ¡Diana!
¡Leonardo! Grita y llora sin consuelo. ¡Paappááá! ¡Paaappááááá! ¡Paaaaappááááááááááá!
¡Grecia! ¡Grecia! ¿Qué pasó? Sus ojos, más chinitos que nunca, se llenan de luz y
observa las borrosas imágenes de toda la familia angustiada por su pesar. ¡Hija,
despierta! ¡Despierta, Grecia! ¡Despierta!...
ACTIVIDADES
A) ACERCAMIENTO AL TEXTO
1. Comentario acerca del título.
2. Al lado de cada nombre, indica quiénes son dentro del cuento.
Grecia:
Leonardo:
Diana:
Pedro:
Cindy:
Natalia:
3. Especifica género y especie literaria.
4. ¿Qué calles y demás lugares de Chiclayo se mencionan en este cuento?
F. VARIEDADES
1. ¿Te hace recordar este cuento a alguna otra historia parecida, sea en cuento, leyenda,
película, etc.? Cuenta.
2. ¿Alguna vez has tenido un sueño parecido al del texto leído? Cuenta.
3. ¿A qué se llama actividad onírica?
4. ¿Cuál podría haber sido la razón por la cual el autor escribió este cuento?
G. CREATIVIDAD
1. Realiza una entrevista imaginaria al autor de este cuento.
2. Elabora una imagen relacionada con el hecho del cuento que más te impresionó:
puede ser dibujo, pintura, collage con figuras recortadas o diseño en Paint.
3. Basándote en ““¡Gracias a Dios, es viernes!”, escribe tu propio cuento. Ilústralo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Asociación Cultural Estación de Brujos. (Agosto de 2015). El Botoncito. (ACEDEB, Ed.) Choza de
Papel, II(02), 21.
Delgado, G. (2015). Las Calaveras están por ahí, escondidas. (Segunda ed.). Chiclayo:
MACOTEX.