Estábamos otra vez en el jardín, haciendo tiempo hasta la hora del Report. Me había llevado todo el día encontrar el momento de hablar con él. —Pero parecía estar destrozada, y se deshizo en disculpas —rebatió él—. ¿Cómo no iba a ser un accidente? Suspiré. —Como te lo cuento: veo a Celeste cada día, y esa fue su artimaña para arruinar el momento de Kriss cuando era el centro de atención. Es de lo más competitiva. —Bueno, pues, si lo que intentaba era desviar mi atención de Kriss, fracasó. Me pasé casi una hora con ella. Y la verdad es que resultó bastante agradable. No quería oír hablar de eso. Sabía que había algo pequeño y tenue entre nosotros, y no deseaba centrarme en nada que pudiera cambiarlo. Al menos hasta que supiera cuáles eran mis verdaderos sentimientos. —¿Y qué hay de lo de Anna? —pregunté. —¿Quién? —Anna Farmer. Pegó a Celeste, y tú la echaste. ¿Te acuerdas? A Anna tuvieron que haberla provocado. —¿Tú oíste que Celeste dijera algo? —respondió, escéptico. —Bueno…, no. Pero conocía a Anna, y «conozco» a Celeste. Te lo aseguro: Anna no era de las que recurren de pronto a la violencia. Celeste debió de decirle algo muy cruel para que ella reaccionara de ese modo. —America, soy consciente de que pasas más tiempo con las chicas que yo, pero ¿hasta qué punto puedes llegar a conocerlas? Sé que te gusta esconderte en tu habitación o en las bibliotecas. Me atrevería a decir que conoces más a fondo a tus doncellas que a cualquiera de las seleccionadas. Probablemente tenía razón, pero yo no iba a ceder. —Eso no es justo. Tenía razón con respecto a Marlee, ¿o no? ¿No te parece agradable? Él puso una cara de circunstancias. —Sí…, es agradable, supongo.