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ÁNGELES RÓDENAS

De lo bueno y de lo malo sin buenos ni malos


Una reflexión a propósito de Crash1

RESUMEN: Crash es una película sobre la violencia y las quiebras y estallidos que
experimentan los individuos que sufren sus secuelas. Las formas y modalidades de violencia
que se van mostrando a lo largo del film componen un collage de lo más variado. Pero
esta exhibición de violencia no es gratuita, ni obedece a los cánones cinematográficos
de la estética de la violencia, tan en boga en los últimos años. Hay dos aspectos en esta
película que marcan la diferencia con el resto del cine que aborda el tema de la violencia y
la convierten en una película innovadora y sugerente: en primer lugar, Crash es una película
con un contenido moral, pero sin moralina y, en segundo lugar, Crash es una película sobre
el bien y el mal, pero sin buenos ni malos. Estas dos características convierten a la película
en un valioso referente para la discusión del problema de la violencia; un debate riguroso
en el que, como no puede ser de otra manera, afloran cuestiones de naturaleza sociológica,
antropológica y filosófica.
PALABRAS CLAVE: Violencia, Crash, Derecho y cine

A Alicia y Jessica (mis colegas del cine)

Crash es una onomatopeya proveniente del inglés. Imita el sonido


de algo que estalla, se rompe violentamente, se quiebra con violencia, etc. La
onomatopeya del título no es, en modo alguno, azarosa; es una alegoría del
contenido de la película: Crash es una película sobre la violencia y las quiebras
y estallidos que experimentan los individuos que sufren sus secuelas. Una tras
otra, la película va concatenando un rosario de escenas violentas: un cadáver
que yace en un descampado; el robo a mano armada de un vehículo; el atraco
a una tienda; los abusos sexuales de un policía... Las formas y modalidades de
violencia que se van mostrando a lo largo del film componen un collage de lo más
variado. Pero esta exhibición de violencia no es gratuita, ni obedece a los cánones
cinematográficos de la estética de la violencia , tan en boga en los últimos años:
1. La película a la que me refiero en estas páginas es de 2004 y está dirigida por Paul Haggis. Hay una película
anterior con el mismo título dirigida por David Cronenberg y basada en una novela de J.G. Ballard. Pese a la coin-
cidencia en los títulos, los guiones de ambas películas son por completo independientes.

InterseXiones 4: 253-259, 2013. ISSN-2171-1879


RECIBIDO: 13-12-2012 ACEPTADO: 24-02-2013
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no se trata de fundir arte y violencia en una experiencia estética; ni tampoco


de inducir una catarsis, proporcionando salidas aceptables para los impulsos
antisociales de los espectadores. Para que nos entendamos, más allá de algún
guiño puntual a su iconografía, no es Quentin Tarantino la musa inspiradora de
Paul Haggis.

Por el contrario, Crash invita al espectador a una reflexión rigurosa
sobre la violencia y las rupturas que ésta produce en los individuos que sufren
sus efectos. La reflexión sobre la violencia constituye, como es sabido, un tema
clásico del cine de todos los tiempos. Desde El tesoro de Sierra Madre (John
Huston 1948), a Jonnhy Guitar (Nicholas Ray, 1954) pasando por Sólo ante
el peligro (Fred Zinnemann, 1952) o El hombre tranquilo (John Ford, 1952),
hay tantos clásicos que han abordado el tema de la violencia que sería prolijo
enumerarlos todos. ¿Qué hay de nuevo en esta película? ¿Qué tiene Crash que
no tengan estos grandes clásicos del cine? Más allá de sus indudables bondades
técnicas y estéticas hay, a mi juicio, dos aspectos en esta película que marcan la
diferencian con el resto del cine que aborda el tema de la violencia y la convierten
en una película innovadora y sugerente: en primer lugar, Crash es una película
con un contenido moral, pero sin moralina y, en segundo lugar, Crash es una
película sobre el bien y el mal, pero sin buenos ni malos. Estas dos características
convierten a la película en un valioso referente para la discusión del problema
de la violencia; un debate riguroso en el que, como no puede ser de otra manera,
afloran cuestiones de naturaleza sociológica, antropológica y filosófica.

La violencia que nos muestra esta película no es épica, revolucionaria
o heroica. Estas tres formas de violencia han sido recurrentemente narradas en el
cine. Las más de las veces la violencia es la respuesta que, frente a una agresión de
los malos –indios, mafiosos, nazis- oponen los buenos –vaqueros, polis, soldados
yankees -. El objeto de esta violencia es reestablecer un equilibro justo perdido, o
instituirlo tras un régimen de abusos intolerables. No hay mucho más que rascar en
estas películas: aunque todos disparan y matan, las acciones del bueno son buenas
porque las hace el bueno y el bueno es bueno porque hace acciones buenas. La
justificación de la violencia se mueve en un razonamiento perfectamente circular,
pero estas películas no nos plantean ni la más mínima inquietud moral. Si nuestro
proceso de socialización ha funcionado correctamente, nos identificaremos con
el bueno y, plácidamente sentados en nuestras butacas, dejaremos que nuestras
conciencias se relajen mientras vemos fluir la sangre.
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No siempre, claro está, el tratamiento de la violencia en el cine


obedece a un cliché tan estereotipado. Las fórmulas que se han ensayado para
salir del arquetipo son de lo más variado: cabe que los malos ganen a los buenos
(Bonny and Clyde ), que los buenos se conviertan el malos (Érase una vez en
América), y hasta puede que los buenos, que antes eran malos, vuelvan a hacerse
puntualmente malos, para, finalmente, seguir siendo buenos (Sin perdón). Se
emplee la fórmula que se emplee, el binomio buenos y malos funciona en el
cine con la misma alegría con la que funciona en nuestras mentes: clasificar a
los sujetos en buenos y malos nos parece tan sencillo como diferenciar el blanco
del negro. Una vez operada esta clasificación, aunque en el cine, como en la vida
real, no siempre ganen los buenos, o la personalidad moral de los individuos
experimente una dramática catarsis, nuestra conciencia puede estar igualmente
tranquila: nosotros ya hemos distinguido entre buenos y malos, delegando el
resto de consideraciones en el Dios pagano del guionista.

Nada de esto sucede en Crash. En esta película nos movemos a tientas
desde el principio hasta el final: nunca estamos seguros de quiénes son los buenos
y de quiénes son los malos; la personalidad moral de los personajes principales
es tan escurridiza que no puede ser objeto de un juicio valorativo definitivo,
evoluciona del blanco al negro y del negro al blanco de manera totalmente
imprevisible. Centrémonos en algunos personajes: empecemos por el binomio
poli bueno-poli malo. Pareciera que en esta peli tenemos un poli malo –el que
se prevale de su posición de autoridad para registrar abusivamente a la chica,
humillando a su marido- y otro bueno –el que rechaza la acción de su compañero
y, más tarde, salva al marido de la chica de ser acribillado por los demás policías-.
Pero hete aquí que el poli malo no se dedica sólo a hacer maldades: profesa un
incondicional amor filial hacia su padre, que le lleva a mantener una constante
y frustrante pelea con la empleada de la compañía médica y, por si esto fuera
poco, tiene madera de héroe, llegando a poner en riesgo su vida cuando salva a la
chica atrapada en el coche de morir abrasada. La personalidad moral del supuesto
poli bueno resulta, por su parte, igualmente escurridiza; no parece ser tan bueno
como inicialmente lo pintan: para empezar, prefiere ser humillado y patrullar
solo que contar la verdad de lo sucedido y poner en riesgo su carrera como poli.
Pero, además, es víctima de un involuntario y fatídico prejuicio racial que le lleva
nada menos que a matar a un chico negro, maliciándose que lo que lleva en el
bolsillo es un arma, en lugar de un San Cristobal y, para colmo de males, no da
un paso al frente y confiesa su delito, sino que oculta las pruebas, garantizando
su impunidad. ¿Y qué decir del otro chico negro (el amigo del que muere)? Es,
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ciertamente, un asaltante, un ladrón sin escrúpulos, pero no olvidemos que deja


libres al grupo de esclavos camboyanos, habiendo podido ganar una fortuna
vendiéndolos.

¿Es esta tortuosa aproximación a la personalidad moral de los personajes


un buen retrato de cómo realmente somos los seres humanos? A mi juicio sí que
lo es, pero no resulta fácil percatarse de ello: sólo se hace ostensible cuando se
producen ciertas situaciones límite; situaciones que llevan a tambalearse uno
de los objetivos elementales de nuestro proceso de socialización: el dominio
de nuestros impulsos violentos. Salvo casos patológicos, cuando el entorno
social nos es favorable, nuestro proceso de socialización tiene éxito y logramos
contener nuestra agresividad: somos personas educadas y amables con nuestros
semejantes, pedimos el café por favor y damos luego las gracias, y hasta podemos
permitirnos ser solidarios. Pero las cosas son diferentes cuando el entorno social
deja de ser amigable y nuestras vidas se desenvuelven en contextos sociales
hostiles. Por contextos sociales hostiles no hay que entender sólo situaciones
dramáticas y excepcionales, ajenas a nuestra cotidianidad, como pueden ser las
situaciones bélicas, las concentracionarias, las asociadas a grandes catástrofes,
etc.; los fenómenos violentos que se producen en estos contextos nos resultan
lejanos, no sacuden la solapa nuestras chaquetas, y también por eso las podemos
percibir con mayor distancia y objetividad. Pero cuando la violencia se dispara
en contextos hostiles que son más próximos a nosotros, perdemos distancia y
objetividad: nuestra capacidad de análisis del problema comienza a evaporarse.
El aislamiento emocional entre los individuos; la faltan de vínculos solidarios; el
odio y la desconfianza racial; la corrupción institucional, etc., son constantes que
–con mayor o menor intensidad- acompañan lamentablemente a las sociedades
modernas desarrolladas. Ninguno de estos supuestos nos resulta ajeno; están
instalados en nuestras vidas cotidianas. Cuando la suma de todos ellos se funde
en un único crisol, la violencia se precipita y ya no es tan fácil contenerla.

Este contexto social hostil es precisamente el que aparece


magistralmente retratado en la película. La hostilidad no se encuentra sólo en los
robos y asaltos, hay también otras formas de agresión que, pese a no ser física,
pueden resultar incluso mucho más dañinas para los individuos que las sufren.
Son las agresiones que nos dañan psicológicamente, emocionalmente: el poli que
abusa de su posición de autoridad para registrar abusivamente a la chica; el jefe
de policía que humilla a un subordinado haciéndole patrullar solo alegando una
ridícula “flatulencia incontrolada”; el productor que presiona al director para que
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los negros “hablen como negros”; la empleada que, por despecho hacia el poli,
deniega una prueba médica a su padre, a todas luces necesaria; el fiscal corrupto
que amenaza al policía para que modifique los resultados de su investigación;
etc. Y la consecuencia de esta hostilidad ya la sabemos: la violencia se escapa de
nuestro control; el logro civilizatorio de contenerla se evapora. Reaccionamos
violentamente, a destiempo, sin venir a cuento y, para colmo de males, contra
personas que nada tienen que ver con nuestro padecimiento: el poli 1 agrede a
la chica, pero la causante de su odio es la empleada del seguro médico; el poli
2 mata al chico negro, pero el causante de sus males es su jefe –también negro-
que le ha humillado; el dueño del bazar trata de matar al cerrajero, pero sus
problemas provienen de los ladrones y de la compañía de seguros y, en fin, hasta
el pacífico director de cine se solivianta contra los policías que le persiguen, pero
su conducta suicida trae su causa en el comportamiento del poli 1 y del productor;
etc., etc., etc. De manera que cada individuo entra, a su vez, a formar parte de
la cadena de violencia: es, a la vez, víctima y verdugo; agente activo y sujeto
pasivo.

Pero no todo el panorama que dibuja esta película es de humo y cenizas.


También algún rayo de esperanza se filtra en las historias: inesperadamente el
poli 1 –el supuestamente malo- se transforma en un héroe, salvando a la chica
atrapada en el coche de morir abrasada; el poli 2 –el supuestamente bueno- salva
al marido de la chica de ser acribillado por sus colegas; el chico negro deja libres
al grupo de esclavos coreanos, habiendo podido ganar una fortuna vendiéndolos,
el vendedor del bazar agradece a su ángel no haber matado a la niña, etc. El alma
humana no sólo esconde violencia, también heroísmo y grandeza. La esperanza
en el ser humano no está completamente perdida: aún en las condiciones más
adversas el comportamiento heroico y solidario es todavía posible.

Apuntar con el objetivo de la cámara hacia un objeto tan vaporoso,


enmarañado y complejo como es el alma humana, y lograr un reflejo en el
que –no sin cierta inquietud- nos podamos reconocer, me parece uno de los
grandes méritos de esta película. Además, renunciar al empleo de un discurso con
moralina -uno de esos discursos en los que se pone las cosas blanco sobre negro-
me parece un valor añadido. En esta película sólo se muestra la realidad del alma
humana, pero no se discursea a propósito de la misma; el mensaje se ve, pero no
se oye: está ahí, delante del espectador que quiera verlo, pero no hay voz en off
que lo pronuncie, ni bacantes infiltradas entre los personajes que lo declamen.
Por supuesto que la selección de imágenes violentas no es casual y menos aún
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neutral; ésta es una película con mucho fundamento, pero el espectador tiene que
poner algo de su parte: si sus neuronas no se aplican lo suficiente, el mensaje
sustancial de la película le pasará inadvertido y sólo verá en ella una sucesión de
escenas violentas. Renunciar a extender una red bajo el trapecio es, sin duda, una
empresa no exenta de riesgos; riesgo que desaparecería si el director, a modo de
red, generase un discurso explícito a propósito de la violencia. Pero, si este fuera
el caso, ¿no hubiera perdido naturalidad el mensaje de la película? ¿No resultaría
todo demasiado artificial?

Si captar el mensaje de la película nos exige activar las neuronas,


las cosas no son mucho más fáciles respecto de las conclusiones que se
pueden desprender de la misma: no son pocas ni tranquilizadoras, pero quedan
absolutamente libradas al entendimiento del espectador. Visto que en contextos
sociales hostiles como el que nos rodea enjuiciar la personalidad moral de los
individuos no es una empresa hacedera ¿podemos seguir considerando nuestro
comportamiento fruto de decisiones libremente adoptadas, o se trata del
resultado imprevisible de conductas reactivas frente al medio? ¿tenemos algo
que reprocharle al violento? ¿hay algo que alabarle al héroe?...

Estas y muchas otras cuestiones sociológicas, antropológicas y


filosóficas atenazan al espectador, una vez que ha captado el mensaje de la
película. Suscitar la discusión de estas cuestiones y generar otras nuevas hace que,
más que de cine de autor, esta película merezca ser tildada de cine de espectador.
Un cine para degustar y deglutir sin precipitación y en buena compañía. Podemos
ir a ver solos películas con mensajes moralizantes y conclusiones resaltadas en
rojo sin temor de perdernos, pero no esta película: si no la vemos en camarilla
es seguro que desaprovecharemos alguna enseñanza interesante. Por eso esta
película me parece especialmente indicada para discutirla en un ciclo de cine
como éste; un ciclo cuyo objeto declarado es Pensar el cine.

Universidad de Alicante
angeles.rodenas@ua.es
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Ficha técnica de la película

TÍTULO
Crash
ORIGINAL
AÑO 2004
DURACIÓN 115 min.
PAÍS EEUU
DIRECTOR Paul Haggis
GUIÓN Paul Haggis, Robert Moresco (Historia: Paul Haggis & Bobby Moresco)
MÚSICA Mark Isham
FOTOGRAFÍA James Muro
Sandra Bullock, Don Cheadle, Matt Dillon, Jennifer Esposito, William
Fichtner, Brendan Fraser, Terrence Howard, Ludacris, Thandie Newton,
Ryan Phillippe, Michael Peña, Larenz Tate, Shaun Toub, Tony Danza,
REPARTO
Keith David, Loretta Devine, Nona Gaye, Alexis Rhee, Art Chudabala,
Bruce Kirby, Daniel Dae Kim, Jack McGee, Ashlyn Sanchez, Bahar
Soomekh
PRODUCTORA Lions Gate Films
WEB OFICIAL http://www.crashfilm.com/
2005: 3 Oscars: Mejor película, guión original, montaje. 6 Nominaciones
2005: 2 nominaciones al Globo de Oro: Mejor actor de reparto (Matt
Dillon), guión
PREMIOS 2005: 3 Premios BAFTA: Mejor actriz de reparto, guión. 9 nominaciones
2005: National Board of Review: Mejor actor de reparto (Terrence
Howard)
2005: Premios David di Donatello: Mejor película extranjera
GÉNERO Drama | Racismo. Historias cruzadas
El descubrimiento en una cuneta del cuerpo de un hombre brutalmente
asesinado hará que las vidas de varias personas se entrecrucen en Los
Ángeles. Un policía veterano y racista, su compañero novato e idealista, la
esposa del fiscal del distrito, un tendero iraní, un acaudalado matrimonio
negro... Entre estos personajes surgirán tensiones raciales, religiosas y
sociales que ilustran la caótica vida de los habitantes de Los Ángeles.
SINOPSIS
Debut en la dirección del escritor-productor Paul Haggis (autor del guión
de “Million Dollar Baby”).

Fuente: FilmAffinity

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