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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Humanidades y Educación


Estudios de Postgrado / Maestría en Estudios Literarios
El Cuento Venezolano
Prof. Ana García Julio
Autor: Lic. Grevik Francisco Lecuna

La tienda de muñecos, de Julio Garmendia.


Contemplación de la infancia y la adultez:
entre el pensamiento subversivo y la acción obediente.

Había instaurado en la pequeña tienda un régimen que habría de


entrar en decadencia cuando yo entrara en posesión del
establecimiento, porque mi alma no tendría ya el mismo temple de
la suya y se resentiría visiblemente de las ideas y tendencias
libertarias que prosperaban en el ambiente de los nuevos días. La
tienda de muñecos, Julio Garmendia.

1.- Introducción

La crítica literaria de la narrativa venezolana del siglo XX se ha referido a


Julio Garmendia como un autor sin precedentes, cuya categorización y
clasificación dentro de las distintas tendencias que estaban vigentes para su
época, atravesaba siempre vicisitudes, complicaciones o desacuerdos. Ocurría lo
mismo cuando comenzaban a hacer su aparición las diversas aproximaciones e
interpretaciones a las representaciones sociales que Garmendia diseñaba en sus
textos. Ciertamente, aproximándonos a un cuento como La tienda de muñecos,
que tiene un estilo distinto al que utilizaban la mayoría de los cuentistas anteriores,
vemos que el autor nos vincula a través del relato y de la propia ficción literaria
con una doble articulación de la narrado: por una parte tenemos la prosecución
literal de lo que se nos cuenta; y por la otra tenemos la atmósfera paródico-
alegórica que pareciera subyacer a ese “suelo falso” que constituye la primera (la
literal).
Al mismo tiempo, esa doble articulación que construye para el lector una
doble perspectiva de lo narrado, viene justamente a ser lo que sitúa a este cuento
entre las filas vanguardistas del realismo fantástico: el texto construye un mundo
posible, alegórico y verosímil que, sin embargo, se ve representado en un
comportamiento atípico de lo cotidiano (que dentro de la ficción no es percibido
como tal) a partir del cual se va a producir la mirada desdeñosa del lector; es este
último quien comienza a establecer conexiones entre el texto y la “realidad
circundante” (como el mismo Garmendia la llamaría). Al respecto, escribe Gregory
Zambrano en su texto “La tienda de muñecos de Julio Garmendia y la escritura
autorreflexiva”:

La práctica de la escritura garmendiana en los relatos que integran La tienda de


muñecos tiene sentido meta-escritural por cuanto deja que el lector a través del
lenguaje, visualice (podría decir, toque y sienta) las costuras de los personajes, las
acciones, el soporte espacial y las formas del tiempo. (Zambrano,1999:6)

Es decir, en Garmendia (y este es un aspecto que se cumple en el cuento


que acá discutimos) el narrador pareciera apelar a las completaciones que bien
pudiera realizar el lector a partir del nexo que este pudiera construir entre la
realidad ficcional y la que a este le rodea.

2.- La ironía: entre la realidad ficcional y la realidad circundante

No obstante, no es el realismo fantástico, ni Garmendia, lo que inaugura


esta tendencia de representar lo real dentro de lo posible (a lo que muchos llaman
ficticio, como si la ficción no fuese un producto derivado de la realidad). La que
inaugura esta particularidad no es otra cosa sino la mirada irónica
permanentemente presente en el arte y en la literatura. Por tanto, es preciso y
necesario hacer el ejercicio de establecer un diálogo entre lo que anteriormente
planteamos sobre los particulares universos ficcionales de Garmendia, con lo que
expone Víctor Bravo sobre la ironía en su ensayo “Ironía, vértigo del sentido”:

El sentido común se extenderá en una suerte de ciego existir de lo cotidiano, y la


mirada irónica se extenderá en el estremecimiento de una más profunda visión, en
certeza de que el hombre, como lo señalara Kant, es ciudadano de dos mundos.
(Bravo,2007:71)

Entonces, resulta interesante y provechoso partir de esta premisa que


configura al recurso irónico como una suerte de portal que nos permite tanto
articular acceso como acceder a esos dos mundos de los que somos ciudadanos.
Podríamos considerarlo como la consolidación de una posible licencia para
examinar que La tienda de muñecos, su dueño, su empleado y el niño
protagonista (más adelante, hombre) parecen constituir en primera instancia la
representación paródica de un estricto régimen autocrático, clasista y hegemónico,
refugiado en el disfraz de una juguetería. ¿Pero se limita el relato a la exposición
de una autocracia, o un sistema de gobierno nada más?

3.- El poder omnímodo

Más allá de un sistema político o gubernamental, varios aspectos del relato


sugieren más bien la representación del estado en que se encuentra una sociedad
bajo un poder omnímodo que le controla en su totalidad, que jerarquiza la
importancia de sus gremios, clases sociales y relaciones intrínsecas de autoridad.
Fijémonos en aspectos como el tratamiento de algunos muñecos como los
abogados y los filósofos; o, sobretodo, en la perpetua dependencia de Heriberto a
su patrón, pese a los maltratos. ¿Es tan unilateral el sentido en el que se desplaza
y circula el poder?

Conviene, antes de continuar, revisar algunos de los planteamientos de


Michael Foucault sobre el poder. En estudios iniciales, este autor emparentaba al
poder con el derecho de acuerdo a su visión del funcionamiento de las sociedades
occidentales. No obstante, posteriormente va transformando su planteamiento en
un acercamiento hacia diversos “micro-poderes” que operan dentro de los
sistemas sociales, que le llevan a afirmar que “el poder opera funciona de abajo
hacia arriba”. Esta nueva tesis de Foucault va a proponer que estos “micro-
poderes” funcionan como una suerte de suelo o base sobre la cual se va a erigir el
poder soberano y jurídico del estado:

(…) En contra de este privilegio del poder soberano he intentado hacer un análisis
que iría en otra dirección, Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y
una mujer, en una familia, entre un maestro y su alumno, entre el que sabe y el que
no sabe, pasan relaciones de poder que no son la proyección pura y simple del
gran poder soberano sobre los individuos; son más bien el suelo movedizo y
concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de posibilidad de su
funcionamiento (...) Para que el Estado funcione como funciona es necesario que
haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien
específicas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía.
(Foucault,1992: 157)

Relacionando estos planteamientos de Foucault con la idea de la


representación de las estratificaciones del poder en el cuento de Garmendia, no se
pretende insinuar la ingenua posibilidad de que esta idea no se haya articulado
antes. Sin embargo, este marco es importante como un licencioso punto de apoyo
que nos permita examinar algunos aspectos que quedan a medio camino entre lo
intra y extra-textual. Además, examinar las distintas representaciones y alusiones
al comportamiento de la imagen del poder en el relato de Garmendia, pareciera
una inagotable fuente de interpretaciones y sentidos.

“Encierra precisamente cantidad de sabios, profesores, doctores y otras


eminencias de cartón y profundidades de serrín que ahí se han quedado sin venta
y permanecen en la oscuridad que les conviene. No cifres, pues, mayores
esperanzas en la utilidad de tal renglón.” (Garmendia,1927:3)

A partir de esta cita podemos encontrar un nuevo punto de convergencia


entre Garmendia y Focault: la relación entre poder y saber. Este fragmento nos
pareciera hablar del desdén que desde los altos estratos de la autoridad se tuviera
sobre conocimiento y de los sabios como amenaza potencialmente destructora de
regímenes. En virtud del asunto, se les relega a una posición de oscuridad que, en
palabras del padrino, “les conviene”. Tal parece que el saber, de acuerdo con el
texto, corre peligros en su búsqueda de luz, que es a su vez la consolidación de
una nueva forma de poder.

4.- El destino de la tienda

Otro de estos asuntos interesantes de desdeñar que se quedan a medio


camino entre lo intra y extra-textual es nada menos el destino de la tienda
posterior a la muerte del padrino. Es a razón de esto que las presentes líneas
toman como punto de partida la cita que se elige como epígrafe de esta
disertación, para aproximarnos a la importancia de la representación de la infancia
en el relato.

Si la tienda de muñecos refleja la representación de un poder omnímodo, y


“el padrino” la autoridad soberana por línea sucesora, es entonces importante
examinar el papel del infante dentro de lo narrado. Los personajes del cuento de
Garmendia son relativamente planos ideológicamente y de conductas rutinarias e
invariables durante la gestión del padrino, hasta el momento del fallecimiento de
este último, episodio que pone al orden en crisis (que a su vez es inmediatamente
solventada con la asunción del nuevo “Jefe de Estado”). No obstante, es el niño, el
infante, quien es a su vez el narrador protagonista, el que marca una pequeña
pero significativa diferencia evolutiva en relación al resto de los personajes: el niño
crece, nos revela algunos pensamientos ligeramente disidentes, posteriormente
asume el tener que presidir “La tienda de muñecos” (cuya gestión nos pareciera
quedar abierta a la interpretación del lector).

Es interesante atender al ejercicio metaliterario que hay en el cuento, que


inicia con una especie de justificación de un narrador que “encontró” el relato, y
procede a “citárnoslo” (relato dentro del relato). Este “sub-texto” (conformado por
el cuento en sí) no varía de narrador, sino que continúa con la estrategia de
apostar por un narrador intra-homodiegético (en términos de Gerard Genette). Es
momento entonces de examinar que esta estrategia narrativa funciona, más que
por casualidad o voluntad de estilo, por una marcada y significativa importancia
que nos permite explorar dentro de la psyque de nuestro protagonista. Supone un
recurso que visibiliza las ideas y emociones del personaje, sus pensamientos en
relación a sus actos, sus contradicciones internas, la forma en la que sus
discursos internos dibujan una invisible tensión con los de su entorno y, sobretodo,
con la idea de lo que se espera de este: el futuro sucesor del padrino.

Pero continuando con la acción de examinar la parte infantil del relato,


observemos que no es a partir de la confesión sobre su “falta de filosofía” –en este
momento es adulto-, sino de la memoria que el narrador toma forma de niño con la
singular frase “... viejos muñecos, con los que nunca jugué”. Esto constituye la
primera promesa autócrata del cuento: la manipulación de los muñecos es un
poder exclusivo de aquel a quien ha llegado el turno de ejercer la autoridad.

Antes del momento de la sucesión, de la obtención de la autoridad, solo es


posible obedecer e incluso cuestionar silenciosamente, más nunca “manosear” a
los muñecos, como con machista autoridad le ordena “el padrino”, en su final, al
curioso personaje de Heriberto: “no atiples la voz, ni manosees a los muñecos”.
¿Se trata de una voz de caudillo aquella con la que “el padrino” emite sus
órdenes?, ¿qué otros “micro-poderes” son los que operan debajo de esta relación
de autoridad entre el padrino y Heriberto?

Continúa el narrador: “Desde pequeño se me acostumbró a mirarlos con


seriedad. Mi abuelo, y después mi padrino, solían decir, refiriéndose a ellos: -¡Les
debemos la vida!-“, fragmento que pareciera hablarnos de un adoctrinamiento
heredado, en la cual el niño (adulto, en potencia) se nos convierte en nada menos
que una promesa de repetición del régimen mantenido en dos generaciones. Sin
embargo, en este punto de la “promesa de repetición” posamos con énfasis la
mirada, pues durante todo este fragmento la inocente idiosincrasia que se nos
revela a través del discurso del infante no es otra sino esa disidencia (que
habíamos mencionado antes) ante el régimen del que, de alguna manera (como
futuro heredero), también forma parte (como lo hicieran, quizás, por ejemplo,
muchos de los escritores venezolanos del siglo XX, famosos por sus detracciones
alegóricas del mismo poder que también les sedujo y les llevó a la gestión de
cargos públicos).

Esta parte del cuento pareciera sugerir la posibilidad de que, a través de


esa disidencia aparentemente ligera, el relato encierra u oculta una disimulada
intención del heredero de la autoridad de la tienda que se dirigiría en una dirección
quizás opuesta a la de sus antecesores. Hemos podido dilucidar, entre las líneas
del cuento, que este heredero se diferencia de sus antepasados tanto en
conductas como en convicciones (a las cuales tenemos acceso mediante de la
estrategia narrativa, que nos ha permitido acceder a algunas de las ideas y
pensamientos de nuestro protagonista, quien se confiesa a sí mismo como “la
futura decadencia del régimen de su padrino”).
Al respecto de esta alusión hacia lo político de algunos autores posteriores
al modernismo como materia prima de universos ficcionales, Javier Lasarte
expone:

Incluso autores en apariencia distanciados de la inmediatez socio-política, como


Julio Garmendia o Teresa de la Parra hacen la crítica de la “realidad circundante”,
mundo moderno que “suele tenernos el corazón frotado, confortable y medio vacío
como la sala de baño de un gran Palace” (PARRA, 1982, p. 491), como punto de
partida para abordar el discurso de la ficción. (Lasarte, 2007:3).

Volvemos a la cita del epígrafe:

Había instaurado en la pequeña tienda un régimen que habría de entrar en


decadencia en cuando yo entrara en posesión del establecimiento, porque mi alma
no tendría ya el mismo temple de la suya y se resentiría visiblemente de las ideas y
tendencias libertarias que prosperaban en el ambiente de los nuevos días.
(Garmendia,1927:1)

Se podría decir que la disidencia del ahijado es suave y carece de la


contundencia necesaria para calificarle de “oposición”. Es por esta razón por la
que, aun criticando y sintiéndose oprimido por la voz autoritaria que le impide jugar
con los muñecos (que es la misma que lo ha ideologizado desde la niñez), al final
del cuento también elevan su categoría el sentido de las palabras con las que
inicia el relato de este segundo narrador que es el mismo niño, pero cuando ya ha
crecido “No tengo suficiente filosofía para remontarme a las especulaciones
elevadas del pensamiento. Esto explica mis asuntos banales…”. Y dicho esto,
sería un gesto crudo e innecesario desentrañar más la razón por la que el cuento
cierra con el niño disidente –ahora hombre-, ejecutando (pero “sin violencia”) sus
primeros calcos del poder hegemónico que antes detractaba y ahora acaba de
heredar:

y señalándole con el dedo el sacerdote, el feo doctor, las blancas enfermeras,


muñecos en desorden junto a lecho, le hice señas de que los pusiera otra vez en
sus puestos… Garmendia,1927;3).
Bibliografía:

Bravo, Victor (2007). El señor de los tristes y otros ensayos: Ironía, vértigo
del sentido. Monte Ávila Editores. Caracas.

Foucault, Michael (1992). Microfísica del poder. Madrid. La Piqueta.

Garmendia, Julio (1927). La tienda de muñecos. En La tienda de muñecos


París: Excelsior.

Lasarte, Javier (2007). Del “gran hombre” a “la república de las vacas”:
representaciones de la nación en la narrativa de la vanguardia histórica en
Venezuela. Caracas. Universidad Simón Bolívar

Zambrano, Gregory (1999). La tienda de muñecos y la escritura


autorreflexiva. Kipus, Revista Andina de las Letras. Universidad Andina Simón
Bolívar (UASB). Quito.

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