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LIBRE OPINIÓN, AUTOCENSURA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL

COMUNICADOR

Es evidente que un periodista no es necesariamente un comunicador social, al


igual que no todos los comunicadores se consideran periodistas, pero lo cierto es
que estamos formados para informar, al mismo tiempo que para entender los
procesos socio culturales que se ligan en la realización de cualquier actividad
comunicativa, por ello trataré indistintamente el concepto de comunicador y
periodista en el presente texto.

El proceso social que interviene en el ejercicio periodístico, está directamente


ligado con la libertar, al igual que los diversos conceptos que rondan alrededor del
proceso social mismo con el que se desarrolla una noticia y que con la realización
o formación del periodista mismo, de ahí podemos tomar la importancia inherente
que existe entre la persona, la noticia y el periodista, es decir la responsabilidad
social del comunicador.

Sonia luz, periodista y dramaturga peruana lo define de la siguiente manera:

(…) Responsabilidad, del latín “respondere“, es “obligarse a algo,


comprometerse”. La responsabilidad está ineludiblemente unida a la libertad. Todo
ejercicio responsable es una afirmación de la libertad. Negarnos a la obligación
moral de responder por nuestros actos constituye la negación de la libertad,
significa  que nuestra actuación no fue motivada por la libre elección.  Aplicando
este concepto a la Comunicación diremos, en primer lugar, que el comunicador 
tiene que ser capaz de responder por su labor de constructor de sentidos, labor
de indudable peso en la vida social.1

Un hecho innegable que nos permite vislumbrar el ejercicio mismo de la libertad (y


por ende de la expresión de la libre opinión misma), es la toma de decisiones, pero
¿Cómo determinar la responsabilidad social de un comunicador? Para ello
considero necesario analizar la función misma del comunicador como periodista,
de ahí el nacimiento de su responsabilidad.

(…) Ejercicio periodístico es, en mi opinión, aquel que se ejerce en forma


permanente por quienes derivan su sustento de esa labor como editores, jefes o

1. Habla Sonia Luz ¿DE QUÉ ES RESPONSABLE EL COMUNICADOR SOCIAL? septiembre 6,


2006 a las 2:12 am | Escrito en Comunicación y Cultura,
http://hablasonialuz.wordpress.com/2006/09/06/%C2%BFde-que-es-responsable-el-
comunicador-social/  
2. Fernando Barrero Chaves Periodista de radio y televisión *Palabras en el foro organizado por la
Comisión Sexta de la Cámara y el Externado de Colombia, sobre "Limites y responsabilidades del
periodismo", Bogotá, 22 de septiembre de 1998.
subjefes de redacción, de secciones especializadas, de corresponsales,
coordinadores de información, redactores, articulistas, cronistas, correctores de
estilo, reporteros gráficos, camarógrafos, diagramadores, caricaturistas e incluso,
por qué no, locutores y presen tadores.

¿Y para qué? Pues para que amparada la sociedad en la nueva Ley, pueda
exigirle a ese profesional una serie de conocimientos, de experiencias, de
responsabilidades sociales, éticas, culturales, técnicas, etc., de tal forma que le
garanticen a esa comunidad la deseada e indispensable idoneidad y competencia
profesionales. ¡Recordemos que su ejercicio implica un riesgo social y de qué
magnitud!2

El riesgo social que el autor menciona, no sólo está ligado al cuarto poder que se
relaciona tanto con el ejercicio periodístico (y que hoy gracias a las TIC´s se aleja
rápidamente de nuestras manos), sino a la formación de sociedad, de identidad e
idiosincrasia que es inherente al consumo cultural que ofrecen los medios y
nosotros mismos, pues el tabú de la objetividad, se dejó a un lado hace mucho.
Somos seres subjetivos, por ende es imposible que produzcamos noticias
objetivas, lo que podemos hacer es esforzarnos porque la neutralidad, sea nuestro
pan de cada día, y en esta área es donde se define nuestra responsabilidad como
ciudadanos, comunicadores y para con la sociedad; es decir nuestra
responsabilidad social.

Pero esto sólo nos abre más inquietudes, si el comunicador tiene el deber de
informar de la mejor forma posible ¿Qué impide que el derecho a la libre expresión
rompa con el delicado balance? Lo cierto es que ya lo hizo y el derecho
constitucional que nos ampara y nos da el derecho a informar, también deslegitimó
nuestra profesión como comunicadores sociales y periodistas. En 1998 mediante
un fallo constitucional, se nos retiró la tarjeta profesional que nos acreditaba como
personas capacitadas para hacer nuestro trabajo, pero la delgada línea
proporcionada por la ambigüedad existente en el artículo 20 de nuestra carta
magna hizo posible tal acto. Es esa falta de definición que existe entre la libre
opinión y el derecho a informar y mantenerse informado la pared que se ha
construido frente a nosotros y que el mismo magistrado Eduardo Cifuentes Muñoz,
encargado de dar el falló menciona al aclarar su voto en la sentencia de la Corte
(…) "La libertad de opinión y los derechos a informar y a recibir información, no
obstante encontrarse en la misma disposición constitucional, constituyen derechos
de distinto alcance y contenido. Un límite que puede ser considerado como
ilegítimo referido a la libertad de opinión, puede sin embargo, constituir una
restricción constitucionalmente válida si se aplica al derecho de informar".
Y añade Cifuentes: "La libertad de expresar ideas y opiniones se refiere al
derecho de todas las personas a comunicar libremente y por cualquier medio sus
propias concepciones e ideas, sus pensamientos y juicios de valor, sin pretender
presentar hechos o sucesos de manera objetiva. Esta libertad no tiene límites
preestablecidos, pese a que puedan eventualmente establecerse algunas
restricciones encaminadas, por ejemplo, a patrocinar la igualdad en el acceso de
los medios masivos, evitar expresiones gravemente injuriosas o proteger la niñez
frente a formas en extremo violentas de manifestar ciertas opiniones o
pensamiento. A su turno, el derecho a informar constituye una condición para el
ejercicio libre y pleno de la libertad de expresar las ideas y opiniones. El derecho a
informar garantiza la libertad de buscar, seleccionar, elaborar y suministrar al
público, información veraz -o al menos ampliamente confrontada- e imparcial
sobre datos, hechos o sucesos que puedan ser noticia". 2

Aquí encontramos que es muy distinto la libre expresión de opinión, a la libre


información, es necesario (entre otros factores que el autor maneja), aclarar este
punto en nuestra carta magna, pues con la responsabilidad social del
comunicador, también está la responsabilidad ética y mientras el ejercicio de éste
último se encuentre en el limbo en el que yace ahora, será más complicado la
transición que es necesaria a la hora de hacer periodismo serio en nuestro país.

Una vez más el intangible constituido por la Libertad, se adentra en nuestro


proceso de discusión, pero ¿Qué hay cuando este se nos es privado por los
guarda barreras de la cadena o periódico?

La autocensura es un mal necesario, no lo sé la verdad pienso que está


sobrevaluada, pues los proceso socio-culturales, delimitados por las estructuras
sociales o lo que denominamos ética y moral, han cambiado considerablemente
gracias a los mass medias y si bien es cierto que esto evolucionó en el
surgimiento de nuevos fenómenos sociales, también lo es que cambió la visión del
mundo.

Hace menos de una década en Colombia la autocensura y la censura misma


estaba dada por la violencia que vivimos, hoy marcan la pauta los patrocinadores,
políticos y emporios empresariales. Es cierto, la señal es prácticamente gratuita y
no pagamos por los periódicos su costo real gracias a los patrocinadores, pero
cuando la información los afecta directamente (aunque no se diga o sea
aceptado), estos ejercen su poder económico para que la censura se presente o
peor aun le dan el empujón necesario a los directores de los noticieros, para que
sean ellos mismos quienes impongan la autocensura.

Hace falta mucho para que el nivel académico de las personas esté a la altura y a
su vez sea sinónimo de libre información, el ejemplo está en la internet misma,
donde existe gran cantidad de sitios que pretenden ejercer una labor noticiosa,
pero de una u otra forma fracasan al imprimir demasiado la opinión propia,
perjudicando así a sus consumidores, la libertada para expresarse es tan
importante como el deber ético de informar adecuadamente (y es aún más
importante para nosotros), por ende, tenemos que dar de nuestra parte para que
esté más cerca el día en el que todos estemos en la capacidad de informar de una
manera adecuada y veraz.

ANEXOS

La autocensura consiste en que la persona no manifiesta su verdadera opinión por miedo a las consecuencias o, en
términos más generales, consiste en renunciar a la libertad personal por miedo a las consecuencias. Un ejemplo
sería si un pintor renuncia a representar el acto sexual por miedo a escandalizar a su público, otro ejemplo sería
renunciar a expresar los horrores que pasan por nuestra mente por miedo a que nos tachen de locos. El mayor
peligro de la autocensura es que al no expresar estos sentimientos o imágenes en palabras o arte luego broten en
forma de odio o violencia contra uno mismo o contra los demás.

http://es.wikipedia.org/wiki/Autocensura

¿DE QUÉ ES RESPONSABLE EL COMUNICADOR SOCIAL?

HOJAS UNIVERSITARIAS
VIDA UNIVERSITARIA
POR UN PERIODISMO PROFESIONAL Y ÉTICO*

Fernando Barrero Chaves


Periodista de radio y televisión
*Palabras en el foro organizado por la Comisión Sexta de la Cámara y el
Externado de Colombia, sobre "Limites y responsabilidades del periodismo",
Bogotá, 22 de septiembre de 1998

Lo primero que le propongo al importante auditorio de esta mañana es que nos


pongamos de acuerdo de una vez por todas, en que el ejercicio periodístico es
una profesión liberal como la medicina, la ingeniería o el derecho y, en
consecuencia, hay que dejar atrás el viejo debate sobre si es un arte o un oficio y
sobre si el periodista nace o se hace. No. Al periodista de hoy y al de mañana hay
que formarlo en instituciones de educación superior y debe tener, por supuesto,
como en cualquier profesión, un mínimo de vocación.
¿Y qué debemos entonces entender por ejercicio periodístico? Ejercicio
periodístico es, en mi opinión, aquel que se ejerce en forma permanente por
quienes derivan su sustento de esa labor como editores, jefes o subjefes de
redacción, de secciones especializadas, de corresponsales, coordinadores de
información, redactores, articulistas, cronistas, correctores de estilo, reporteros
gráficos, camarógrafos, diagramadores, caricaturistas e incluso, por qué no,
locutores y presentadores.
¿Y para qué? Pues para que amparada la sociedad en la nueva Ley, pueda
exigirle a ese profesional una serie de conocimientos, de experiencias, de
responsabilidades sociales, éticas, culturales, técnicas, etc., de tal forma que le
garanticen a esa comunidad la deseada e indispensable idoneidad y competencia
profesionales. ¡Recordemos que su ejercicio implica un riesgo social y de qué
magnitud!
Al periodismo de hoy no se puede acceder profesional y responsablemente por
herencia, por emoción o por inspiración. A los periodistas hay que formarlos en el
marco del nuevo escenario que nos sugiere la Comunicación Social y hay que
enmarcarlo como uno de sus desarrollos, como lo son también la publicidad, las
relaciones públicas, la comunicación empresarial, la educativa, la audiovisual, en
fin, todo ese nuevo y apasionante mundo de la comunicación con el que estamos
recibiendo el nuevo milenio.

Se ha pensado que la nueva legislación, que empezó a gestarse hace ya varios


meses, aún antes del controvertido fallo de la Corte Constitucional que declaró
inexequible la Ley 51 o Estatuto del Periodista y, en consecuencia, invalidó la
tarjeta de periodista, debe desarrollar únicamente el artículo 73 de la Constitución
que estableció que la actividad periodística gozará de protección para garantizar
su libertad e independencia profesional. Antes de expresarles que pienso que
debe ir más allá, debo recordarle al auditorio que es el periodismo la única
profesión de la que con nombre propio se ocupa la Constitución del 91. Y si este
artículo 73 lo relacionamos con el 26 de la misma Carta fundamental, en donde
dice que toda persona es libre de escoger profesión u oficio y la Ley podrá exigir
títulos de idoneidad y que hay profesiones de riesgo social como la nuestra, hay
entonces que exigirlos.
Una primera propuesta que surge de la sola lectura de estos textos (artículos 26 y
73) nos indica que hay que pensar seriamente en un Colegio profesional, que sea
consultor del Gobierno Nacional, como ocurre con otros que ya existen. Y un
Colegio en el que obviamente no hay representación gubernamental, pero sí
periodistas profesionales, académicos investigadores y medios de comunicación.
Basta citar solamente la Sociedad Colombiana de Ingenieros, la Academia
Nacional de Medicina o la Junta Central de Contadores, entre otros. Este Colegio
debe autorregular el ejercicio profesional, disponer de un tribunal de ética, vigilar el
cumplimiento del sigilo profesional, proponer nuevos desarrollos para la protección
y seguridad social, como además lo dejó claramente planteado la Corte
Constitucional en su fallo y favorecer el derecho de asociación para el
reconocimiento y desarrollo de la dignidad de la profesión. Sobre este punto
logramos consenso en Afacom.
Sería este Colegio el que presentaría a las Facultades de Comunicación Social y
Periodismo las solicitudes de validación de experiencias y conocimientos
profesionales, especialmente de aquellos empíricos que tenían unos derechos
adquiridos a la luz de la derogada Ley 51. Ellas, las Facultades, de común
acuerdo con el Colegio, podrían también ofrecer alternativas de profesionalización
para otras disciplinas a través de exámenes, trabajos u otros sistemas de
evaluación.
Como ha venido operando hasta hoy, a la luz de la Ley 30 de 1992, son las
Facultades de Comunicación, cuyas carreras están validadas por el Icfes, las
únicas autorizadas para expedir títulos profesionales.
Y a la luz de otra Ley vigente, los medios de comunicación y las entidades del
Estado deben preferir a quienes posean títulos académicos o hayan homologado
su idoneidad para el ejercicio profesional.
Tema de especial importancia, dentro de lo que es el concepto de formar
universitariamente en una actitud para el trabajo y no para el empleo, debe ser
aquel que garantice a todos (vinculados a medios y no) el acceso a las fuentes de
información.
Los periodistas llamados hoy "independientes" o "free lance" tienen una
desventaja enorme pues por no estar vinculados a un medio electrónico o
impreso, tienen enormes dificultades para llegar a las fuentes. Habría que recordar
aquí el artículo 74 de la Carta que dice que toda persona tiene derecho a acceder
a los documentos públicos y añade que el secreto profesional es inviolable. Se
abren entonces dos nuevos temas objeto de la Ley: acceso a fuentes, repito, y
respeto al secreto profesional, partiendo de la base también de que todas las
personas tiene derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre y a
que el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar (Artículo 15de la CPC).
Dijimos atrás que en el nuevo proyecto no debíamos ocuparnos sólo del artículo
73 y hemos visto cómo es necesario desarrollar otros. Y llegamos así al 20 que
garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y
opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial y la de fundar
medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social.
Se garantiza -añade la norma- el derecho a la rectificación en condiciones de
equidad. No habrá censura, concluye el artículo.
Nos parece en Afacom que aquí hay que establecer una diferencia sustancial
entre la información y la opinión en general, a las cuales tiene derecho toda
persona en el sentido de "dar y recibir" y la información periodística propiamente
considerada como tal, particularmente en el sentido noticioso.
El hecho de que la libertad de expresión y el derecho a informar se encuentren en
la misma disposición y compartan el atributo de ser derechos fundamentales, no
puede inferir que sean idénticos y que el estatuto de sus limitaciones posibles sea
semejante.

Aquí vale la pena hacer nuestras las reflexiones del magistrado Eduardo Cifuentes
Muñoz, al aclarar su voto en la sentencia de la Corte, cuando dijo: "La libertad de
opinión y los derechos a informar y a recibir información, no obstante encontrarse
en la misma disposición constitucional, constituyen derechos de distinto alcance y
contenido. Un límite que puede ser considerado como ilegítimo referido a la
libertad de opinión, puede sin embargo, constituir una restricción
constitucionalmente válida si se aplica al derecho de informar".
Y añade Cifuentes: "La libertad de expresar ideas y opiniones se refiere al derecho
de todas las personas a comunicar libremente y por cualquier medio sus propias
concepciones e ideas, sus pensamientos y juicios de valor, sin pretender presentar
hechos o sucesos de manera objetiva. Esta libertad no tiene límites
preestablecidos, pese a que puedan eventualmente establecerse algunas
restricciones encaminadas, por ejemplo, a patrocinar la igualdad en el acceso de
los medios masivos, evitar expresiones gravemente injuriosas o proteger la niñez
frente a formas en extremo violentas de manifestar ciertas opiniones o
pensamiento. A su turno, el derecho a informar constituye una condición para el
ejercicio libre y pleno de la libertad de expresar las ideas y opiniones. El derecho a
informar garantiza la libertad de buscar, seleccionar, elaborar y suministrar al
público, información veraz -o al menos ampliamente confrontada- e imparcial
sobre datos, hechos o sucesos que puedan ser noticia".

En resumen, según el Magistrado, la veracidad y la imparcialidad constituyen


límites constitucionales al derecho a informar, que no a la libertad de opinión, de la
mayor envergadura, pues se encuentran relacionadas justamente con el tercer
derecho de que trata el artículo 20, que corresponde al derecho a recibir
información veraz e imparcial. La libertad de expresión no tiene límites, pero la de
informar está atada a veracidad e imparcialidad.
Y son estos, pues, los puntos que también proponemos que tengan desarrollo
legal, como lo debe tener el punto de las rectificaciones, punto sobre el cual hay
muchas tutelas falladas y mucho campo recorrido por la Comisión Nacional de
Televisión. Hay que acabar con el dicho según el cual, se calumnia en primera
página y se rectifica en clasificados. Y debe ser este tema también del Colegio
propuesto atrás, especialmente en cuanto al ejercicio periodístico se refiere, pues
lo peor que le puede pasar a un periodista es que pierda su credibilidad y a ello se
llega cuando empieza a ser rectificado. (Leyes 29/44, 182 y 335).
Corresponde pues a nuestros legisladores proponer para los debates que siguen
en el Congreso, la necesidad de satisfacer dos urgentes necesidades: la de
regular la profesión de periodista y la de hacerlo sin afectar los derechos
fundamentales.
Debe surgir una legislación clara en los parámetros del ejercicio, coherente y
consecuente con la responsabilidad que le compete practicar sin desvelo al
periodista. Una legislación, en suma, que no sea un mamotreto de normas
complejas y enrevesadas, ni un código de prevenciones y limitaciones sino un
cuerpo legal de principios, derechos y deberes que de acuerdo con el espíritu y la
normatividad democrática que nos rige, sirvan de pauta y no de prevención, de
guía y no de imposición para el ejercicio de la profesión.
Y desde el ámbito académico, las Facultades nos comprometemos a fortalecer y
mejorar los saberes relativos a la comunicación social, dentro de la cual, ya dije,
está el periodismo. ¿Y cómo lo concebimos desde la academia?
Visto, pues, en su especificidad, lo periodístico se constituye, como un saber
comunicativo provisto de funciones diferenciadoras, y es por relación a éstas que
resulta pertinente preguntarse por el papel de la academia en ese terreno.
Si lo periodístico
- Construye el presente social de referencia
- Selecciona los contenidos significativos de la agenda pública
- Participa directa o indirectamente de la regulación de las relaciones de poder y
de la distribución de la información como un bien provisto de valor social.
- Privilegia contenidos, modelos simbólicos, lenguajes y sistemas significantes que
de hecho se convierten en referencias insoslayables de la realidad cotidiana en
una sociedad.
- Estandariza formas concretas de ejercicio y meditación profesional de un oficio,
disciplina o saber que conlleva responsabilidad en el orden social y compromiso
moral con una idea del bien humano.
- Impulsa o bloquea, legitima o censura de forma explícita o implícita, la
conformación y desenvolvimiento de los múltiples procesos sociales , políticos,
culturales, de individuos, grupos y comunidades, por lo que pueden devenir
decisivos o insignificantes en un determinado grado y contexto...
Si a lo periodístico podemos imputarle todas estas atribuciones y particularidades
como consecuencia de su despliegue, vale preguntarse entonces:
¿Qué reto le plantea esta especificidad de lo periodístico a la estructuración de un
saber/hacer académico de lo comunicativo que a la vez sea también un
saber/hacer realista, eficaz, coherente, crítico y comprometido con el proyecto
histórico de la sociedad colombiana?
O, lo que es lo mismo, desde un punto de vista académico cómo podríamos
responder y explicar de modo suficiente interrogantes de este tenor:
- ¿Con qué parámetros, desde qué óptica, construye el periodismo colombiano
nuestro presente social de referencia? Y una vez identificada dicha óptica, ¿qué
apreciación crítica nos merece?
- La tematización de la agenda pública ¿en qué criterios y principios se inspira?,
¿a qué tipo de imaginarios e intereses obedece?, ¿cómo se incorpora a la
contidianidad ciudadana?
- ¿Qué tanto seduce, impregna, hegemoniza la conformación de una mentalidad
colectiva o, en su defecto, desconoce y obstruye procesos alternativos de
conformación de otro tipo de mentalidades?
- ¿Es esa la agenda pública de los colombianos?, ¿se negocia política y
culturalmente?, ¿qué pasa aquí con los procesos de construcción social de la
realidad? O como se diría hoy, ¿esa agenda pública hace parte de la matriz
sociocultural desde la cual se "nos constituye cotidianamente? Y de ser así,
¿cómo la construimos nosotros?
- Además de identificar algunos de los elementos dominantes de simbolización y
mitificación en el ejercicio periodístico que se lleva a cabo en el país, ¿qué
implicaciones de orden sociopolítico y cultural pueden aducirse desde la
discursividad propia de las ciencias sociales?, ¿qué papel cumplen ahí las teorías
de la comunicación y los estudios culturales?, ¿cuánto nos enseñaría eso en
cuanto a nuestra capacidad de comprensión de eso que llamamos
"colombianidad"?
- De los modelos dominantes del ejercicio profesional del periodismo en Colombia
¿qué nos pueden enseñar/develar los análisis implementados a partir de la ciencia
social y la teoría de la comunicación? Aunque hasta hoy esa enseñanza sea débil,
a veces precaria, no nos cabe duda de que en la medida de su desarrollo
sistemático se convertirá en la mejor opción/espacio para promover la crítica
racional y la legitimación socialmente responsable del oficio. El análisis de los
imaginarios profesionales del periodista colombiano, de los estilos de trabajo
dominantes, de los roles y funciones adscritas al comunicador, de sus relaciones
abiertas y secretas con el poder tanto económico como político, de su imaginario
tácito en lo que tiene que ver con el compromiso social y moral de su profesión;
todos estos tópicos, tan necesitados de estudio e investigación profunda, solo
podrán aportarnos el conocimiento requerido para la evaluación crítica del
periodismo colombiano, cuando la academia los encare en serio y con decisión; es
decir cuanto el saber se ligue estrechamente al ejercicio del hacer. Ahí está a mi
juicio puesta en juego tanto la legitimación racional de oficio como la legitimación
profesional del saber comunicativo de lo periodístico.

Finalmente, especial consideración nos merece cómo será y a quién y a qué


estará dedicado al Día del Periodista. Tradicionalmente, mientras rigió la Ley 51,
ese día era el 9 de febrero, que fue uno cuando el cubano Manuel del Socorro
Rodríguez publicó el Papel Ilustrado de Santa Fe de Bogotá. Rodríguez era un
bibliotecario, adicto a la causa realista, a quien cuesta trabajo presentar dentro de
las nuevas generaciones de periodistas como modelo de independencia,
transparencia, equidad, honradez periodística y demás características de un
hombre de medios moderno.
Por ello proponemos formalmente que, para ser consecuentes con el proceso que
vivimos, el nuevo Día del Periodista se lo dediquemos a los Derechos Humanos,
de los cuales el precursor en Colombia fue Antonio Nariño, quien los publicó en La
Bagatela, un 10 de diciembre. No pretendemos desconocer el aporte que muchos
cubanos le han prestado a los medios de comunicación en Colombia, pero es hora
de que hagamos esas exaltaciones a los nuestros también.

septiembre 6, 2006 a las 2:12 am | Escrito en Comunicación y Cultura | 20


comentarios 

Responsabilidad, del latín “respondere“, es “obligarse a algo, comprometerse”. La


responsabilidad está ineludiblemente unida a la libertad. Todo ejercicio
responsable es una afirmación de la libertad. Negarnos a la obligación moral
de responder por nuestros actos constituye la negación de la libertad, significa 
que nuestra actuación no fue motivada por la libre elección.  Aplicando este
concepto a la Comunicación diremos, en primer lugar, que el comunicador  tiene
que ser capaz de responder por su labor de constructor de sentidos , labor de
indudable peso en la vida social.
Tiene, por tanto, una gran responsabilidad con su permanente cultivo personal que
lo conduzca a ser un sujeto moral. Y precisamente el sujeto moral se hace cargo,
de los padecimientos del Otro. Es capaz de ponerse en el lugar del Otro. Se
empeña  en la construcción de una cultura solidaria. No puede dar la espalda al
sufrimiento ajeno con la excusa de que no le compete, que no es “su” problema.  

Frecuentemente, la inmediatez, el temor a  ser adelantado por la competencia,  el


poco tiempo con que cuenta el comunicador y la rutina en su accionar  parecen
dejar  poco espacio para consideraciones que excedan  la búsqueda de resultados
inmediatos. La responsabilidad suele ser considerada un lujo inoportuno.  

Un ejercicio profesional basado exclusivamente en la búsqueda de resultados


mensurables, obvia consideraciones morales, con hondos efectos en la
colectividad. Por ejemplo, cuando la rentabilidad económica se convierte en el
único referente de la vida social se abre la puerta al más salvaje individualismo
que, más temprano que tarde, se constituye en un obstáculo para la armonía y la
convivencia social. El comunicador es responsable de las atmósferas que crea.
Desmoraliza o exalta. Su ejercicio profesional tiene responsabilidad para con la
esperanza como factor movilizador de acciones sociales.  

En la cultura contemporánea existe el riesgo de que la voluntad y las  esperanzas


de la gente, al ser manipuladas, se conviertan en apetito de consumo y
ahondamiento de la distancia social. Reducida a la adquisición de bienes o
atributos de prosperidad material, la voluntad del individuo se hace extraña a sí
mismo, se aliena, deja de ser libre. Grande es la tarea, es decir, la responsabilidad
del comunicador social.

SONIA LUZ CARRILLO

Poeta, periodista y Profesora Principal de la Facultad de Letras y Ciencias


Humanas de la UNMSM. Investigadora del Instituto de Investigaciones
Humanísticas.
http://hablasonialuz.wordpress.com/2006/09/06/%C2%BFde-que-es-responsable-
el-comunicador-social/

Responsabilidad Social del Comunicador y Ética: de la Deontología a la


Defensoría del Lector y de ahí al Profesional Reflexivo y Autónomo

Por Luz Castillo
Número 42

Hace mucho que los medios de comunicación dejaron de ser intermediarios para
convertirse en protagonistas del escenario social. En la actualidad las opiniones de
los comunicadores suelen ser un punto de referencia para que la ciudadanía se
forme sus propias ideas acerca del acontecer diario.

Ante esto, la tarea del comunicador es especialmente delicada: a él o ella le


corresponde convertir – de acuerdo con las palabras de Tomás Eloy Martínez – lo
cotidiano en algo novedoso. La tarea del periodista, más que perseguir la nota, es
llevar al público a través de la imagen o la palabra, sea hablada o escrita, a
descubrir que las historias que le rodean son la propia historia, que las
necesidades que se expresan y las soluciones que se plantean requieren del
concurso de voluntades para progresar.

En nuestros días, precisamente cuando se consigue una libertad en la información


que se difunde y publica, resulta que el chisme y el amarillismo prevalecen sobre
lo que debiera ser la esencia del periodismo: el esfuerzo por mostrar a los
lectores-televidentes-radioescuchas que día a día se hacen esfuerzos por
construir una sociedad mejor.

La de la voz se califica entre los idealistas que están convencidos que el trabajo
del comunicador esencialmente consiste en informar para que el público con quien
comparte las nuevas se forme una opinión propia y tome sus decisiones.

La democracia participativa a la que se dice que aspiramos en México, requiere de


una ciudadanía con criterio, y el criterio no se manipula, se forma de manera
individual.

La función de la ética en el ejercicio periodística se centra en la reflexión acerca de


la manera en que desde el desempeño individual se contribuye – a través de la
palabra – a reforzar los criterios personales y el respeto por los ajenos.

Por ello es de especial relevancia que en el trabajo periodístico se entienda –


como en muchas otras tareas que llevamos a cabo día a día – que no solo se
trabaja para uno mismo, para convertirse en líder de opinión, para hacer que otros
repitan lo que uno dice, sino para contribuir a que los demás se formen su propia
idea de lo que sucede en el mundo.
Javier Darío Restrepo – maestro de periodismo colombiano – señala que la
función de la prensa como “cuarto poder” no reside en su capacidad de hacer
escándalo o poner en evidencia; el verdadero cuarto poder, señala, es el poder de
la gente informada, quien puede así comenzar a pensar y a actuar para formar
paso a paso la sociedad en la que aspira a vivir.

Para el ejercicio de la libertad es necesario acompañarse de la responsabilidad.


Los medios de comunicación – hoy en día – están organizados en empresas; se
integran en organizaciones como muchas otras actividades económicas. Sin
embargo, los medios tienen una característica peculiar: su esencia va más allá de
la transmisión de datos, reside en la expresión de ideas que de manera más o
menos libre se comparten a través del espacio público, mismo que – a pesar de
las innovaciones tecnológicas – es limitado desde cualquier perspectiva: emisor,
receptores, capacidad del medio, entorno, tiempo, espacio, etc.

En este aspecto, los receptores nunca llegamos a tener la visión completa y


directa sobre los acontecimientos que tiene quien es testigo presencial de una
situación. En correspondencia, los emisores de noticias tienen que lidiar con las
limitaciones que el medio impone para compartir la información. Sin embargo, el
impacto de la información metiática sobre los sentidos de los receptores es tal que
tendemos a tomar la información limitada y acotada por el medio como una
“verdad” y no como el ángulo de una mirada.

Otra característica de la información mediática es su carácter efímero. El trabajo


periodístico se distingue por contar lo que acontece en un espacio temporal
limitado, por reflejar el ayer en el hoy; y debería caracterizarse por su contribución
a la reflexión sobre la experiencia cotidiana. Sin embargo, es común que en el
“hoy” – en el que a diario no contamos con suficientes acontecimientos
“espectaculares para generar la necesidad de consultar al medio – la construcción
de la noticia de a los acontecimientos más relevancia de la que merecen,
diseñando así una agenda en donde las cuestiones en apariencia urgentes no
vienen a ser las más importantes.

Otra característica de los medios actuales es la globalización de la comunicación;


lo que provoca que nos preocupemos más por lo que sucede a miles de kilómetros
en el mundo, al tiempo que, paradójicamente, estamos ciegos ante lo que sucede
a nuestro alrededor.

Habrá que mencionar, también, en la construcción de la noticia, una característica


relevante en la comunicación actual: existe la tendencia a “rellenar” el espacio
mediático con datos irrelevantes, fiel reflejo de una cultura que se distingue hoy en
día por la “ética sin dolor” nos abocamos a convertir en noticia superficialidades: el
vestido, la inauguración, el look, la película, etc.

Los estilos de vida de los “ricos y famosos” que solo son una distracción inútil para
los que ni somos ricos, ni famosos y quienes últimamente vivimos deseando lo
que no tenemos, sufriendo porque no lo conseguimos y haciendo gastos inútiles
comprando todo aquello que nos promete “la vida que siempre hemos deseado” a
través de “infomerciales”. Afirmar que los medios en la actualidad – entre ellos la
prensa escrita – no contribuyen a aumentar sino lo superficial en la vida no me
parece una conclusión aventurada.

¿Cómo rebasar esta superficialidad en la manipulación de la opinión pública para


llegar a actuar con un auténtico nivel ético? ¿Cómo despertar el auténtico interés
por satisfacer la necesidad que tiene nuestra sociedad de contar con ciudadanos
comprometidos que tomen decisiones informadas?

En el campo del trabajo periodístico se pueden encontrar algunas aproximaciones


a la ética que pueden ayudar a responder esas preguntas de un nivel deontológico
(lo que se debe hacer) hasta el nivel personal. De esto trataré a continuación.

El nivel deontológico: los códigos de ética


Hace muchos años el periodista, cartonista y pintor Abel Quezada acostumbraba
retratar a los periodistas como sujetos que aprendían a vivir sin comer. El
periodista era una caricatura de un sujeto “aplanado” de lo flaco que se
encontraba, cuya misión era buscar la noticia; tenía un valor simbólico y solía
ganar muy poco cuando ejercía su trabajo de manera honrada.

No son extrañas para muchos de los que estamos aquí las historias de la relación
de los periodistas con el poder, y las consecuencias que ha tenido este fenómeno
en las posibilidades de crecimiento de las empresas mediáticas.

Sin embargo, no todas estas historias son obscuras, también hay historias de
lucha y servicio del periodismo a quienes verdaderamente debe rendirlo: sus
lectores.

Sucede, sin embargo, que hasta hace pocos años estas historias sobre los medios
llegaban a ser consideradas como anécdotas de heroísmo, pues la vida no es fácil
para un medio que le da la espalda al poder del gobierno para ponerse al servicio
de sus lectores.

En años recientes, a pesar de que lo mencionado en párrafos anteriores sigue


sucediendo, es clara la apuesta por la transparencia, la expresión de ideas de
cierta forma más libre y la consolidación de las empresas de medios como tales.

También ha sido notable el interés de algunos sectores de la sociedad por


constituirse en grupos activos que vienen a cumplir un nuevo papel: desarrollar
entre la ciudadanía la idea de que los diferentes actores en nuestro entorno nos
integremos y tengamos capacidad de responder activamente en la solución de los
distintos problemas que venimos arrastrando como sociedad y ante aquellos que
nos hace falta enfrentarnos.
Esto lo entienden los grupos civiles organizados y la exigencia se hace cada vez
más notoria.

Ante esto, las empresas de medios – ya consolidadas - que entienden que su


impacto social depende de la credibilidad que logren con el público, no solo
intentan manejar una imagen que logre cierto aprecio por parte de audiencias o
lectores; también se han visto en la necesidad de hacer lo que otras
organizaciones se imponen en la actualidad: definir una misión (lo que representa
determinar cuál es el fin de su tarea en relación con la sociedad), una visión (una
meta a mediano o largo plazo) y formular un código de ética para regular el
comportamiento moral de sus integrantes.

Un código de ética no es un reglamento de trabajo; es un conjunto de enunciados


que determinan el mejor comportamiento posible por parte de quienes aceptan
formar parte de la organización con respecto a las tareas y las personas ante
quienes deben responder con su trabajo.

En el caso de los medios, los códigos de ética suelen hacer referencia a la


naturaleza de la tarea, la responsabilidad social que se tiene como organización,
la responsabilidad individual de contar las historias de una manera confiable y la
responsabilidad en las relaciones con las personas a quienes afecta la
construcción de la noticia: el público, las fuentes, las organizaciones
gubernamentales o no-gubernamentales, por ejemplo.

Los códigos de ética determinan como deben actuar las personas que forman
parte de la organización; sin embargo en ocasiones solo llegan a representar una
lista de buenas intenciones ... del mismo tipo que se dice tienen el camino del
infierno empedrado. A lo que me refiero es que un código de ética no vale en sí
mismo, solo tiene valor cuando quienes lo han formulado y/o aceptado están
dispuestos a conformar su comportamiento de acuerdo a lo que allí se expresa
porque existe la convicción personal que esa es la mejor manera de hacer el
trabajo.

Curiosamente, muchos códigos de ética comienzan por una defensa de la libertad


de expresión y la responsabilidad del periodista ante el público... y terminan por
representar en la realidad una incongruencia ante supuestos “informadores” que
se ajustan más a los intereses de la empresa y responden a su propio narcisismo
que a la convicción de prestar un servicio.

Siempre hay que tener presente que cuando la convicción personal del periodista
choca con los intereses de la empresa es posible consolidar una reputación de
honesto – valor invaluable para un periodista. Nos encontramos ahora con otro
nivel de la ética periodística, mismo que tendrá que esperar hasta el final de esta
presentación.

La defensoría del lector


En un punto intermedio entre el código de ética y la ética profesional, existe en
algunos diarios un mecanismo que se encarga de coordinar un ejercicio de
autocrítica para todo el medio, pues toma en cuenta la perspectiva de los lectores
y las contrasta con el trabajo que se lleva a cabo en su periódico. En diarios
como El País (España) o El Tiempo (Colombia) la defensoría del lector es llevada
por un periodista emérito cuyo trabajo es llevar al lector – y a sus compañeros
periodistas – a la profundización y reflexión sobre lo que el contenido de las notas
provoca entre el público.

Repito que la defensoría del lector no es un ejercicio de autocensura. No se trata


de coartar la libertad de expresión ni la creatividad en el trabajo periodístico; el
trabajo de la defensoría ofrece instrumentos tanto al público como a los
trabajadores del medio para reflexionar sobre la oferta del contenido que se
pretende dar al medio.

El propósito de la tarea del defensor del lector es apoyar la formación y


consolidación de criterios editoriales que respondan –ante todo– a la dignidad que
merecen quienes protagonizan, redactan y leen las noticias ya que por la manos
del defensor del lector pasa el trabajo de editorialistas, reporteros, diseñadores
gráficos y –también– la publicidad de las instancias de gobierno, tan proclives
últimamente a darnos “buenas noticias” y pasar de las inserciones pagadas para la
autopromoción.
El defensor del lector –para Germán Rey y Javier Darío Restrepo- es un mediador
entre el público y la prensa; un observador objetivo que se encarga de un ejercicio
de crítica interna en un diario. Citando a Darío Restrepo, el oficio del defensor
viene al caso:

Contra el estancamiento que propicia la autosatisfacción en que es fácil instalarse


cuando se cultiva la idea de que el periódico es mejor que el de la competencia, o
que la modernización de sus equipos lo pone en ventaja, o que se cuenta con una
jugosa pauta publicitaria o con una creciente circulación, contra todos esos
argumentos adormecedores, se levanta la crítica de los lectores y el Defensor que,
como un acicate o una piedra en el zapato, perturba la autosatisfacción, reta la
creatividad y el espíritu de renovación del periódico y lo mantiene despierto y
activo1.

En pocas palabras, el oficio se ejerce desde el lugar que el propio medio ha


designado para ser su conciencia, y su función, en pocas palabras, consiste en
recordar que el derecho a la información no es de quien emite, sino de quien
recibe la noticia.

¿Será necesario que exista en todos nuestros medios consolidados un defensor


del lector? Posiblemente, porque ninguna organización humana puede evolucionar
si no ejerce una crítica sobre la pertinencia de su labor.
En el caso de los medios de información, esto se vuelve más delicado, pues se
debe hacer crítica a aquellos actores sociales que se han arrogado la misión de
hacer crítica a la situación que se vive; al menos esta debiera ser la función del
periodismo en nuestra sociedad.

Pero caemos también en un problema: la competencia y el mercado que imponen


a los medios el sensacionalismo y la superficialidad que representa mayores
ventas ¿ Es esto lo que se merece el público? ¿contribuye a hacernos mejores
personas exponernos día con día a contenidos que solo reflejan superficialidades
y despilfarro? ¿existe una postura crítica en la sociedad para elegir el tipo de
productos culturales que consume? quién marca la pauta ¿la sociedad o el
mercado?
¿No terminará el “defensor del lector” convirtiéndose en una voz clamando en el
desierto?

Se necesita que la empresa desarrolle una ética para correr el riesgo de abrir un
espacio de autocrítica y reflexión... la pregunta que resta es ¿quién se arriesga a
abrir el espacio y quien a ocuparlo con auténtica convicción sobre su tarea?

Llegamos al tercer punto sobre la ética y la comunicación: el profesional reflexivo y


autónomo.

¿Para qué sirven la enseñanza universitaria en el área de comunicación?


El propósito de la formación universitaria no estriba únicamente en preparar a las
nuevas generaciones para reproducir la cultura, o desarrollar en los estudiantes
capacidades para ejercer una profesión en automático.

Quien acceda a la educación superior debiera tener la oportunidad de convertirse


en un crítico de su realidad, en alguien capaz de innovar y hacer evolucionar su
profesión.

Esto es un reto tanto para el docente como para el estudiante. El profesor tiene la
responsabilidad de conducir al discípulo hacia la integración de una serie de
conocimientos que le permitan desarrollar una propuesta personal sobre el
ejercicio de una actividad profesional. El estudiante deberá asumir el reto que
significa apropiarse del conocimiento y convertirse en un sujeto promotor de su
propio aprendizaje.

El trabajo en la universidad debe conducir a la formación de profesionales


reflexivos. En otras palabras, a desarrollar personas capaces de hacer, reflexionar
sobre lo que se hace, evaluar el resultado y tomar decisiones para mejorar su
capacidad de actuar; personas que entienden el significado del concepto de
“responsabilidad social”.

Esto implica formar con miras a que las personas que se gradúen de la
universidad presenten una serie de características que nos lleven a calificarlos
como “profesionales reflexivos” en materia de trabajo periodístico:
- tener presente el interés de los lectores antes que el propio,
- enfocar la mirada hacia situaciones que representan auténticos pendientes
sociales sobre los que vale la pena llamar la atención para que los lectores
comencemos a preocuparnos por resolverlos; pendientes que no se ignoran, pero
que de tanto formar parte del paisaje terminamos por acostumbrarnos a ellos,
- buscar un balance en la información, para que sea el lector quien se forme una
opinión propia,
- ayudar a construir y mantener, a través de las noticias, la idea de que la sociedad
puede ser más justa y segura si todos ponemos de nuestra parte.

Quien se atreva a ejercer el oficio de comunicador, además, deberá desarrollar la


capacidad de ser crítico con su trabajo –en todos sentidos: redacción, estilo,
información– y autónomo: es decir, que se da y obedece sus propias reglas, que
rebasan en ambiciones de servicio a los demás las que se formulan en el código
ético de la empresa para la que trabaja.

Para ello, quienes nos dedicamos a la formación de profesionales debemos


favorecer una reflexión que otorgue sentido al trabajo profesional. No estamos
para capacitar empleados, estamos para formar profesionales que le encuentren
un sentido de servicio a lo que se hace, al tiempo que el trabajo permita ganarse
decorosamente la vida.

El trabajo periodístico requiere de una vinculación permanente con la realidad, de


vivirse con los cinco sentidos y tener presente, siempre, que – como dice
Kapuscinsky “los cínicos no sirven para este oficio”.

Al fin y al cabo
La importancia que han cobrado los medios masivos de comunicación, desde la
perspectiva de la economía política, nos ha convertido en receptores de una gran
cantidad de mensajes, diseñados para captar nuestra atención y cada vez más
orientados a impactarnos en el plano subjetivo, más que en el aspecto reflexivo.

Ante esto, hay quien siguiendo las tendencias de las organizaciones, pugna
porque los medios de comunicación – en especial aquellos que tienen carácter
informativo como la prensa y los noticiarios – adopten códigos de ética que
permitan que la producción de noticias se de en un tono que respete cierto tipo de
valores.

Sin embargo, la existencia de un código no implica necesariamente su


observancia; tampoco implica que se entienda cuál es la función del periodismo en
nuestros días. Una empresa de medios que asuma su responsabilidad social,
debe considerar un espacio específico para su público, o más bien dicho, para los
individuos que conforman su público. De ahí surge la figura de la defensoría del
lector, que forma parte de algunas empresas, como aquél responsable dentro del
medio de ofrecer una perspectiva desde el lugar del lector para que este tenga
oportunidad de formarse una opinión balanceada sobre las noticias que se le
están ofreciendo a través del medio.
¿Sería suficiente con contar con un “defensor del lector” para que el medio cumpla
con una responsabilidad social?

Considerando que los medios producen información, y que esta es resultado del
trabajo de los periodistas, el “defensor del lector” saldría sobrando si cada persona
que trabaja para el medio ha sido formado como un profesional reflexivo – en el
sentido de que es capaz de ser crítico con su trabajo, partiendo de la premisa que
su función es darle al lector los elementos para que pueda formarse sus propias
ideas y tome sus propias decisiones – y autónomo, en el sentido de que es él
quien se fija sus propias normas, entendiendo cuál es su responsabilidad social y
para con su público.

A fin de cuentas, la ética no es un código de conducta, es un saber que se forma a


partir de la reflexión sobre la propia experiencia y que nos permite elegir las
acciones que llevaremos a cabo.

Notas:

1 Darío R. Javier (2003) En defensa del derecho a la información. En Sala de


Prensa No. 53, disponible en <http://www.saladeprensa.org/>

http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n42/lcastillo.html

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