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Las organizaciones competitivas son la base de una economía fuerte y sólida. Esto se
logrará cuando un país tenga una población competente, es decir, gente capaz de crear e
innovar con las facultades necesarias para desarrollar y operar sistemas tanto
tecnológicos como organizacionales que generen satisfactores de óptima calidad.
La norma JISZ8101 define el control de calidad como “un sistema que permite que las
características de un producto o servicio satisfagan en forma económica los
requerimientos del consumidor”. Las normas ISO9000 interpretan la calidad como “la
integración de las características que determinan en qué grado un producto satisface las
necesidades de su consumidor”; el aseguramiento de la calidad como “el conjunto de las
actividades planeadas de manera formal para proporcionar la debida certeza de que el
resultado del proceso productivo tendrá los niveles de calidad requeridos”; y el control de
calidad como “el conjunto de actividades y técnicas realizadas con la idea de crear una
característica específica de calidad”.
Taylor basó sus sistemas en el principio de la división del trabajo propuesta por Adam
Smith en su libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones. La tesis de Taylor sostenía que cuando los operarios no trabajaban con la
suficiente productividad y calidad, la responsabilidad era de la administración, por no
diseñar los métodos apropiados ni proporcionar el entrenamiento, ni las herramientas ni
los incentivos necesarios. Afirmaba que el diseño y la planeación del trabajo es
responsabilidad de la administración, para que mediante operaciones altamente
simplificadas y cuantificables los operarios con entrenamiento y habilidades normales
pudieran realizarlas en cierto tiempo.
- Unidad de comando: cada empleado debe recibir órdenes de una sola fuente.
- Unidad de dirección: sólo debe existir un plan de acción.
- Centralización: la autoridad debe ser única.
Juran trató de dar una respuesta económica a la cuestión de hasta dónde conviene dar
calidad a un producto. En este sentido, concluyó que los costos asociados a la calidad
son de dos tipos: los evitables y los inevitables. Los evitables se asocian a los errores
cometidos durante el proceso, desde que el producto empieza a elaborarse hasta que lo
recibe el consumidor. Los costos derivados de los errores que tienen lugar durante el
proceso de fabricación hasta antes de enviar el producto al mercado se conocen como
fallas internas, por ejemplo: desperdicios y retrabajo de tiempo y materiales, análisis de
viabilidad de productos que no cumplen con la especificación, reinspecciones, costos de
sobrellenado, descuentos en precios por problemas de calidad, etc. Por otro lado, los
costos relacionados con errores que ocurren desde el inicio del envío del producto hasta
que lo recibe el consumidor se llaman costos por fallas externas. Por ejemplo: costos de
garantía, análisis de quejas de clientes, material devuelto, concesiones para que el cliente
acepte productos defectuosos, etc.
Los costos de calidad inevitables son aquellos en los que se incurre para mantener los
evitables en un nivel bajo, y se dividen en costos de evaluación y costos de prevención.
Los costos de evaluación son el costo de todas las actividades que se deben realizar para
detectar errores cometidos durante el proceso, a fin de que no lleguen al consumidor.
Cuanto más se gaste, más se reducirán los costos por fallas externas. Algunos ejemplos
de este rubro son: inspección de recepción de materiales, inspección de proceso,
inspección y pruebas finales del producto, auditorías de calidad del producto,
mantenimiento de la exactitud del equipo de laboratorio y medición, materiales auxiliares
para realizar las pruebas, evaluación de la calidad del producto en inventario que pueda
haber sufrido alguna degradación, etc.
Por otro lado, los costos de prevención consisten en las inversiones que se realizan para
ayudar a mejorar los niveles de calidad. Su efecto se manifiesta tanto en los costos por
fallas internas como externas; sin embargo, muchas veces su efecto no es inmediato.
Algunos ejemplos de este tipo de costo son la planeación de la calidad, la revisión de
nuevos productos, el control de procesos, las auditorías al sistema de calidad, la
evaluación de la calidad de los proveedores, el entrenamiento en calidad proporcionado a
los trabajadores, etc.
La administración por calidad total (TQM) es una excelente opción para este fin; sin
embargo, es importante subrayar que se trata de un concepto de tipo cultural y no de un
conjunto de procedimientos que se puedan instalar con facilidad en una organización; por
ejemplo, un programa computacional.
W. Edwards Deming, Joseph M. Juran, Mikel Harry, Kaoru Ishikawa, Shigeo Shingo y
Genichi Taguchi.