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!

'~
~~~ X. LA MONAR QUÍA CATÓLICA
~
.~~
~ EN UN documento .~ e Estado 9ue defen~ía la preeminencia del Consejo de
' Indias sobre el rec1en establecido ConseJo de Flandes, escrito en 1629, Juan
de Solórzano Pereira declaró que las Indias eran "un imperio, que abraza en
sí tantos reinos y tan ricas y poderosas provincias. O, por mejor decir, de una

~
~
• Monarquía la más extendida y dilatada que se ha conocido en el mundo".
~ Con la unión de las Coronas de Castilla y de Portugal en 1580, era posible que
-, un súbdito de la monarquí a católica diese la vuelta al mundo sin abandona r
~ los dominios de su soberano. Desde su descubrimiento, las Indias habían en-
~, viado más de 1600 millones de pesos en oro y plata a Europa. Mientras que
l~ en F1andes el rey estaba sometido, en teoría, a la jurisdicción del Sacro Roma-
~ no Emperador, en el Nuevo Mundo era ''libre, absoluto y soberano", espe-
~ cialmente porque los reinos de la América española figuraban constitucional-
mente como provincias de la Corona de Castilla en ultramar. La posesión del
Nuevo Mundo, afirmaba Solórzano, había elevado a España muy por encima
de Francia en poder y prestigio. Por esta razón, el monarca católico se llama-
ba a sí mismo Dei gratia, Hispaniarum e Indiarum Rex.1
En 1624, el Consejo de Indias decidió preparar para su publicación una
colección sistemática de las leyes existentes que trataban de América: empre-
sa hercúlea, ya que durante más de un siglo una corriente casi continua de
cédulas había atravesad o el Atlántico. El jurista en quien recayó la mayor
parte de la tarea, Antonio de León Pinelo, se quejaría después de haber sido
obligado a compulsa r más de 600 volúmene s manuscrit os en que se encon-
traban aquellos edictos. Para 1635, había completad o su tarea y presentó una
primera redacción al Consejo, pidiendo que se resolvieran unas 600 "dudas"
que le quedaban. En el caso, se requiriero n siete meses de reuniones casi
diarias entre Pinelo y Solórzano, por entonces consejero de Indias, para llegar
a una redacción final, sólo para encontrar entonces sus esfuerzos anulados
por la crisis financiera y política de la monarquí a. En 1681, finalment e se
publicó la Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, y entonces sin un ade-
cuado reconocimiento de sus verdadero s autores.2
El hecho de que la Recopilación fuese una colección sistematizada de decre-
tos, en lu~r de un código legal en el sentido moderno o naJ>?leó_nico d~ 1~
palabra, hizo que el texto conservar a, habitualm ente en sus term1nos ongi-
~ Juan ~e ~l6rzano Pereira, Obras pdsthumas (Zaragoza, 1676), pp. 365,373, 38~,.387. . .
Recopilac16n de leyes de los reynos de las Indias, ed. Juan Manzano Manzano, ecba~n facs~i-
1ar de l681, 4 vals. (Madrid 1973) introducción · véase también Antonio de León Pmelo, Dis-
s
curso5?"re la importancia, fo:.ma y disposición de l~ recopilación de leyes de las Indias Occidentale ,
ed. Aniceto Almeyda (Santiago de Chile, 1956), pp. 72-74, 100-102.
239

8
CONQUISTA E IMPERIO
240

nales, la respuesta de la ~or~na a l~s ~~de s debates del si 1O


condición jurídica de los m_~1os, la 1ust1c1a de la conquista gl xyi acerca
las encomiendas. La colecc10n comen~?ba con la resonant! ~ distribu ..dela
el Señor Dios había dado al rey poses10n de las.tierras •~ ,ª l'lnaciónCJódnde
.....en deseub· equ
,
otro lado del mar ~ea.no yd qui et~n c~!15ecuenaaver el rey estaba "rn· iertasd.~
que ningún otro pnnc1pe e a 1crra a promo Ja entr d as obJi 1:1
naturales de las Indias en la grey de la Santa Iglesia ca~t1 los putº de
romana. Al fundamentar así la autoridad real en el mand ~ª' apostóUcaOs
Leyes de Indias hacían eco a Las Siete Par~idas castellanasª~ d~I Cielo,~
habían afirmado que "los reyes son los Vicarios de Dios c eva1es, que
1

y
1
reino, colocado sobre el pueblo para mantenerlo en justicia vª ; uno en su
tos temporales". En armonía con esa tradición absolutista de~ ~den asun-
medida del derecho romano, Solórzano afirmaba que "en los va aen &ran
reyes y príncipes soberanos y absolutos está y reside la raíz y fumperadores,
lo jurisdiccional de sus Estados" .3 Hasta en la im¡x>rtantísima ente~~ IOdo
ejercicio del patrocinio eclesiástico por la Corona, la recopilación a~~~on1 del
facultades tanto a los de~h os c~~feridos por desc~brimiento y co~s: ~~
de iglesias como ª. cu:3:lqmer ces1on del pap_ado.,Sólo ~~ el preámbulo u. r~
bro III de la Recopilacion encontramos la tesis mas fanuhar, encamada
edicto emitido por Carlos V en 1519, de que ''Por Donación de la Santa~"
Apostólica, y otros just~s y legítimos tít~los somos Señor de las Indias OCci:
dentales, Islas y Tierra firme del mar Oceano, descubiertas, y por descubri
están incorporadas en nuestra Real Corona de Castilla" .4 Y, de no me~¿
importancia, la Recopilación establecía el principio fundamental de que lo;
indios eran los súbditos libres de la Corona y que no se les podía esclavizar
ni obligar a laborar sin remuneración. De hecho, la tesis de Herrera de que
los Reyes Católicos siempre habían apoyado la campaña de Las Casas en
favor de los pueblos aborígenes de América, quedaba demostrada aquí en el
texto mismo de las leyes que gobernaban las Indias, rescatada finalmente de
la oscuridad de las cámaras del conse jo, los tribunales y los archivos, ya~ re-
cibía vasta circulación pública. Por ello el objeto de la Recopiladón no sólo era
aportar un indispensable instrumento de gobierno a los magistrados yalos
tribunales, sino que también demostraba la justicia en la legitimidad del go-
bierno español en el Nuevo Mundo. .
El propósito ideológico de la Recopilación de leyes de los reynos d~ las Ind~
se vuelve obvio si examinamos los escritos subsidiarios de Antonio de~"¡
Pinelo, quien, en su tratado sobre las encomiendas y otros cargos, salu~a der
título de "Conquistador de un Nuevo Mundo... este n~m~re de 1
es el de que mas se honran en las Indias los que han sido I s~s h JO.~ d car·
~¡~:e~-
dientes". Tales hombres debían gozar de prefer encia en la asignaao~, co\ el
. b d n "contraPinelocn·to .
gos y recompensas, pues sus derechos se denva an e u
rey. A la luz de tales sentimientos, no es ninguna sorpresa ver que
· • . 137, 154; 5olórzarl),
3
&cop1lación, l, f. 1; Angus MacKay, Spain in the Middle Ages, PP· l3.3,
Obras pósthumas, p. 253.
4 &copilacíón. Il, f.1.
-
LA MONARQUÍA CATÓLICA 241

)1 . biertamente a Las Casas, a quien achaca toda la inquietud y rebelión


ttca ªda par las Nuevas Leyes de 1542. No negaba que los indios hubiesen
causa
'd explotados por 1os primeros
· · d ores y encomenderos; pero
conqmsta
~
~I
!~~ba que la orden ~e la.C~rona de i:emplaz.ar l?s. se~cios laborales por
pago de tributo habia ehmmado casi todas las mJUstiaas hasta entonces
un clonadas con las encomien · d as.s
1
re ~omo estaban las cosas, Pinelo notaba con desaliento que la Brevísima
elación había sido traducida al latín por Theodore de Bry, y profusamente
~lustrada con escenas de la crueldad de los españoles, por lo que todos los
~tiros extranjeros del régimen imperial citaban la obra atraídos por la "mu-
cha libertad i asperez.a con que su autor habla i trata de los españoles de las
Indias". Todos los principales descubridores y conquistadores eran inculpa-
dos ahora de "ambición y avaricia" y sus grandes haz.añas y honorable fama
eran ensombrecidas por acusaciones de crueldad y abuso de los naturales.
Para contrarrestar el cuestionamiento de la legitimidad del régimen español
que había hecho Las Casas, Pinelo recurría a De procuranda, de Acosta, de
donde tomó la clasificación de todos los bárbaros, en tres categorías ascen-
dentes, arguyendo que los incas y los mexicas, así como los pueblos más pri-
mitivos de las Indias, necesitaban a un príncipe cristiano como "señor sobe-

~!
rano" si se quería conservar el imperfecto conocimiento de la fe cristiana que
habían adquirido. Sea como fuere, los indios habían sido culpables de idola-
tría, y eran de naturaleza servil. Para remachar esta ya conocida línea de
rl argumento, Pinelo repetía la frase de Acosta de que, cualesquiera que fuesen
, las dudas concernientes a la justicia original de la conquista, ahora era nece-
1 sario conservar el régimen español para mantener la influencia de la Iglesia
~ entre los indios recién convertidos.6 Después de todo, aunque el Imperio ro-
'l
~j
mano se hubiese originado en la guerra y en la conquista armada, ¿no había el
propio edJesucristo bhonrado yd o~d~ido ª. suds ma gistbradosd? 11Aodas las dedudas
r, que qu aran so re 1a ten enc1a 1mpena1 e 1as o ras e costa qu an
~ pronto disipadas si observamos su cita, por Pinelo, en su ataque a Las Casas.

11

Si la investigación moderna ha detenninado que León Pinelo fue el primer


aut~r de la Recopilación, claramente fue importantísimo el papel de Juan de
Solorzano Pereira (1575-1655) al detenninar la forma de la redacción final.
Au~or de De lndiarum Jure, publicado en volúmenes sucesivos en 1629 y 1639,
Sol~rzano ya era reconocido como el jurista más distinguido que jamás se
' dechcara al estudio del derecho colonial. Profundamente versado en los clási-
cos del derecho romano y en las obras de los comentadores italianos, escuela
~ encabezada por Bartolo de Sassoferrato, se había graduado como doctor en

~
5
(M Antonio de León Pinelo, Tratado de confirmaciones reales de encomiendas, oficios i casos
~ ~id~ 16.30>, pp. s1, 68, n, 98.
., pp. 95-96, 101-111.
242 CO NQ UIS TA E IMPERIO
derecho civil y can ón ico en la
Un ive rsi da d de Sa lam a
cat edr áti co. El pu n~ o d ec1· s1v · od \
e_ su y1· da lle gó en nea donde
no mb ram ien to de md or de la
las du ras rea lid ad es de la vid
Aud1cnc1a de Lim a. La 1609 tall\b¡·
~a nd o a etlera
a co lon ial lle gó cu an do :pe r¡e
ción de la gra n mi na de az og nc ta pr~tó ~
ue de Hu an cav eli ca. Sin d 5~f'e
de r me jor la soc ied ad pe rua na rviS
cu an do se cas ó co n la hr u ~, ó la ~d e
do r de Cuzco. Au nq ue So lór zan Pudo cotn "a.
o lle ga ría a considerailo~o~la
en el Nu ev o Mu nd o co rno un ~el g ~
exilio for zos o, ép oc a en qu e s
so qu e en cam bio se die ra a co
nte mp orá ne os me no s tal e: 1e s que P¾í
élño
apr ov ech ó la op ort un ida d de negó el ~
do mi na r las con ten cio sas leye~s
Ind ias . En pa rti cu lar , fue inf lui o~.ob
do po r las op ini on es y la po~ 1st0 ~~ te
To ~~ o r_por_ los esc rito s d~ Ac 'ti nadeJas
ost a y de He rre ra. En 1627 reto
alh s1rv1O pn me ro cor no fiscal ~~ªadel vi~
y
ed ad y la sor de ra le ob lig aro n lue go co rno consejero de India AMadridy
a ret ira rse en 1644, recompensad
de caballero de Sa nti ag o, se pre ;~ u~q~e~
ca indiana (1648), vo lum ino so co me pa ró en ton ces pa ra la pu bli cac ión J;t
nta rio sob re las leyes de las Ind :~
tra du jo, en pa rte ab rev iad a y ias\ oifi-
en pa rte ex ten did a, su anterior
rumlure.7 obra, Óe ~~~
El esp íri tu im pe ria l qu e an im
ara a los ser vid ore s de la monar
nu nc a fue má s cla ram en te ex quía católica
pre sad o qu e en las pri me ras
Política indiana, en qu e So lór zan o páginas de la
en el Nu ev o Mu nd o no bro tó au da z1 ne nte afi rm ó que el Imp
de los sim ple s esf uer zos humano erio esparol
res de l de scu bri mi en to y la co
nq uis ta; má s bie n, se derivó del s o de los aza-
de nc ial de Di os To do po de ros design
o, Se ño r ab so lut o de l Universo io provi-
esc og ido a Es pa ña en tre las na , que había
cio ne s de la cri sti an da d para llev
fe católica a los na tur ale s de l arel~o~_dela
Nu
las de cla rac ion es mi len ari as de ev o Mu nd o. En un a notable aprop1aoo~de
Me nd ict a, rec ord ó qu e en el mo 15
en qu e Lu ter o ha bía lle va do la me
her ejí a a los pu eb los del norte nto m 11'íl
fue rza s esp añ ola s, ay ud ad as de Euro~,las
Ma ría , ha bía n co nq uis tad o las
ha bía en est a av en tur a, ya qu
po r las ap ari cio ne s de Santi~g
o Yde
nu ev as tie rra s pa ra la Igles1~. N~ la I J~t
da ar ñoles
e los Re ye s Católicos ~ ~us su
y lim pio s en la fe catohca Y O U :Cta de \a
era n los "m ás fir me s, pu ros ~s
Sa nta Iglesia Ro ma na y sin me
zcl
~ tan man·
ch ad as otr as na cio ne s". Po r est a de he rej ía co n la c1;1al se ~a ªba Solórzano,
e arg um en to se segma, co~ esa
qu e la me jor y má s seg ura ces la donación
ión de de rec ho s de l Im ~n ~e e~
pa pa l de 1493, cu yo tex to rep ~o , coll\O lo
rod uc ía ínt eg ro. Desp1;1es. de
ha bía de cla rad o el ca rde na l Os Cristo era.el
tie nse , el pa pa co mo Vica~~~
mo na rca de tod o el mu nd o y
ten ía ple no de rec ho P~~ del
jar a reyes; 1

f~eles de su s tie rra s, de tal for ma Evange


qu e ase gu rar a la pr ica ceptab lio ie-
tiano. En est e ex tra ord ina rio
rec on oc im ien to, 5?l orz ano ~en
a \os \~os
ma s _políticos de l de rec ho can
ón ico y rep etí a ast los ª:f ue go
tos de :ª.~ase
Ru~10s, pla nte ad os po r pri me , esta ta¡:;Mº
deb1a a po ten tes raz on es. A co ra ve z en 1~12. De sd 1 •urista holand ,
mien zo s d el sig lo XVII, e J
sAE 2s2-tA
7
Jua n de Sol órz ano y Pereira, Pol
ftica indiana, ed. Mi guel
A 1 Ochºª srun,
5 val s. (M adr id, 1972), I, xxxii-x nge
xxix.

LA MONARQUÍA CATÓLICA 243

Groc1.0 había reciclado. las1tesis de Francisco


. ., . sobre los derechos
de Vitoria
universales al comerc10. y a com~mcac10n entre nac10nes, poniendo así en
tredicho las pretens10ne s particulares de España de poseer el Nuevo
:undo. En este co~texto, 1~ monarquía u_niversal del papado ofrecía menor
amenaza que los dictados igualmente universales pero más apremiantes de
la ley natural.8 _ , •
Era privilegio de_ Espana no solo pred1c~. ~l E~~~io cristi~no sino tam-
bién enseñar a los md1os las artes de la c1vihzac10n, mtroduciendolos en la
práctica de la agricultura, el uso del dinero y del hierro, y la vida en comuni-
dades fonnadas. En la época de la conquista, la mayoría de los naturales del
Nuevo Mundo "eran tan bárbaros, incultos y agrestes que apenas merecían
el nombre de hombres". ¿No había Aristóteles declarado mucho tiempo atrás
que algunos hombres eran esclavos por naturaleza? Además, aunque Acosta
hubiese diferenciado a los incas y a los mexicas de los desnudos habitantes de
las islas del Caribe, sin embargo sus Estados se habían manchado con la ido-
latría, con vicios abominables y una burda tiranía. Cualquiera que fuese su
nivel de cultura, todos los naturales del Nuevo Mundo necesitaban el justo y
prudente gobierno de un monarca cristiano que los redujese a la civilización
y a la verdadera religión. Así pues, Solórzano detallaba los conceptos clave
del humanismo imperial de Sepúlveda, Matienzo, Toledo y Herrera. Además,
lamentaba las calumnias de Las Casas, cuya Brevísima relación, impresa ahora
en varios idiomas, había ofrecido tantas armas a los ataques de los extranje-
ros contra la misión de España en las Indias. No eran tanto las crueldades de
los conquistadores cuanto los vicios y la embriaguez de los indios, y su expo-
sición a enfermedades endémicas, las que habían causado tal despoblación,
proceso que sólo podía interpretarse como castigo de Dios por su idolatría y
s~ tiranía. En este contexto, no sorprende observar que Solórzano rechazaba,
5!n. ~bages, las fantasías de su época acerca del origen de los indios y la po-
sibilidad de una misión apostólica al Nuevo Mundo. Acosta y no García era
su autoridad preferida, y seguía al jesuita, suponiendo que los primeros
hombres en América habían llegado al hemisferio procedentes del noroeste,
ªf ave_sando el mar en breves jornadas o por tierra. Rechazaba la idea de que
~tpc>stol ~to !omás hubiese predicado el Evangelio a los in?ios, ya9que
ga un pnVIlegto y una gloria reservados a España por la ProVIdena_a.
In on respecto al estado de los indios bajo el gobierno español, Solorza~o
05
de 1astró un enfoque intransigente pero compasivo. Insistió en que, por razon
' . d'
súbd· Nu~vas Leyes de 1542, había que definir y tratar a los m 10s com?
rrein~\~s hbres de la Corona y, por consiguiente, criticó las ordenan~s VI-
españ 8 de Toledo, quien decretó que los yanaconas residentes en tierras
O1
gusto as no podrían ser expulsados ni tampoco eran libres de i~ por su
rnisrn' e~ contradicción del principio general de la libertad indigena. Al
sus sú~~mpo, insistía en que la Corona tenía el derecho de obligar a todos
itos que fueran "de condición servil" a trabajar en tal forma que se
8
Ibid
9 Ibid•,81-88, 97-105, 113-114.
., I, 92-95, 119-132, 58-81.
244 CONQUISTA E IMPERIO

Juan de Solórzano Pereira


11111-----

LA MONARQUÍA CATÓLICA 245

el
'niera la ocios idad y se asegu rara la mano de obra neces aria para
, se reque ría la comp ulsión
pre~ nimiento del reino. En el caso de los indios
:e
¡nan rara vez se dejab an atraer ~r la perspe ctiva de altos salario
~:1so n flojos en gran ~~er a y amigo s d_el ocio y_de en~g arse a sussaldrá n
s, "por~
borra-
q s luxurias y otros v1c10s, que la ocas10nan la idolat ría, y salen y
' de mala gana d e sus temp1es y natur a1es y mas
ch. erapre • para ocupa rse en
stem erios tan labo .
. nosos ,,.. eorno bes ti'as, 1o~ ~atur a es~ ~ontcntaban con la
1
minist
de con-
. le subsisteneta, careciendo de todo espm tu de avane ta o deseo
incas y
sir:r más que lo que diaria mente neces itaban . Sea como fuere,
o. Reco-
s~tecas habían obliga do a sus súbdi tos a trabaj ar en obras del Estad
Coron a había
~ociendo la insuficiencia de otras fuente s de mano de obra, la
decretado que~ por medio d~I sistema de ~epartimientos .Y de la mita,
po~ía n
y los obraJe so
reclutarse indios para trabaJ ar en la agncu ltura, las mmas
indios a
talleres de textiles. En cambio, en Perú estaba prohi bido envia r a los
Ade-
los viñedos, las planta ciones de caña de azúcar, o al cultiv o de la coca.
en los tallere s textile s,
más, en México sólo se permi tía trabaj ar a volun tarios
-
y en Perú la licencia otorga da para este propó sito por Toledo se había10limita
do a los obrajes que fueran propi edad de las comu nidad es indíge nas.
Pese a que defen diera la neces idad de las levas de trabajos forzosos,
So-
de la
lórzano tenía plena conciencia de sus nocivas consecuencias. El poder
católic a y la unión mism a de
monarquía española, la protección de la Iglesia
de oro y
España y de las Indias depen dían de la contin uada produ cción
stad
de plata. Con este gran fin en vista, la Coron a podía emple ar su "pote
rlos a trabaj ar en las minas . Para
coerciva sobre sus vasall os", para obliga
en la
entonces, había en realid ad toda una oferta de mano de obra libre, tanto
salari os,
Nueva España como en Perú, atraíd a por la persp ectiva de altos
Potosí.
pero era insuficiente para mante ner la produ cción , espec ialme nte en
las provin cias somet i-
Pese al declinar de la población aborig en, los indios de
a Potos í
das a la mita aún tenían que despa char contin gente s de trabaj adore s
ocu-
Ya Huancavelica . Y sin embargo, Solórzano atestig uó que la miner ía era
roman os
p~ción ardua y peligrosa, tan dura que en el mund o antigu o los
nal,
a~1~b an a criminales conde nados a esta tarea. Por obser vació n perso
les que los
afirmó que en Huancavelica los humo s del azogu e eran tan morta
cuatro
h~mbr~ salían grave mente debili tados y a menu do moría n al cabo de
vo de un buen prínci pe era
anos. Esta era, pues, la situac ión moral : el objeti
o en las minas ,
promover ~l bienestar de sus súbdi tos, y sin emba rgo el trabaj
ción
tan ~ecesano para la super viven cia de la mona rquía, destru ía a la pobla
ciado la moral idad de la
a~nge n. Ya el jesuita Francisco Coe11o había denun
los indios que se pone en sus
~ a.bEl propio Solórzano lo reconocía: "Vien do
1
, sin
q~m r~s todo este peso del que decim os consis te el susten to del Reyno
ayuda r con un dedo ... siquie ra a la carga, siend o los que se
ne:rer os d_~
Solór-
zanan 1ª utihdad." La conclusión era peren toria. Las Indias, opina ba de
o, eran como el cuarto imper io del profet a Daniel, con pies y cimie ntos

10 !bid ¡
., ' 137-160, 156, 176-184, 2W, 233-234.
246 CONQ UISTA E IMPER IO

barro, y los indio s podía n comp arars e con los hijos de Is


el faraó n en Egipto. 11 rae} trabaianct
Por lo demá s, Solór zano invoc aba el prece dente roma O
de Acos ta para justif icar sus linea mien tos gener al no Ylos argu Pata
toledano. No sólo defen dió el cobro del tribut o sino quest del ~.sent
a~t0s
los indio s debía n paga r diezm os, aunq ue reconociend~ ambien afi~en
to
varie dad de pagos al clero parro quial en existencia la ,~ue co~ tan
gra~e
tumb re" había n de prevalecer. Asim ismo, aprob ó la polífre~npctón
y co e
indio s a vivir en ciuda des const ituida s, arguy endo que eraca ~ Obligar
a1:
les "que vivan espar cidos y sin forma política en los monteserroneo permitir
.
pués de todo, los roma nos había n impu esto medi das simifa campos
". Des.
Tampoco pudo conte nerse de citar la frase ya conocida de qu~es en
España.
los indio s pudie ran ser autén ticos cristi anos, había que ensefian:esde9
Ue
como "hom bres políticos" con cama s para dorm ir, mesas para: ~ esª
muda de ropa para asistir a la iglesia. En contr aste con Acosta rner Vivir
Yuna
autor idade s, deplo ró la decis ión de los concilios eclesiásticos die~osen
. a cnstia
. . na-en 1 1 _otras
d octrin as engu as ab ongen
, es, fi
a rman do que debía obli nar]a
los indio s a apren der el españ ol, rema tando el argumento, una vez
una apela ción a la práct ica de los roma nos en España. A modo de conclu~
J:r:ª
Solór zano subra yó que "por su humi lde, servil y rendi da condición ió;
embe celida d, rustic idad, pobre za y pusila nimid ad, continuo trabajar ... 5~
y servi-
cio", los indio s necesitaban la protección de la Corona y de sus magistr
ados,
pues de otra mane ra todos los demá s grupo s y razas de la sociedad
colonial
se aprov echar ían de ellos para explo tarlos. El más vil español valía más
que
el más eleva do indio.12
Si en su análisis del "prob1cma indio ", Solór zano invocó repetidas veces
el
prece dente roma no, comp arand o consc ientem ente el Imperio españo
l co~ su
prede cesor clásico, al tratar de analiz ar la discu tida cuestión de las encomie
das, citó el derecho feudal medie val y la práctica. Así como los nobl~ n·
que
partic iparo n en la recon quista de Españ a había n recibido tierras Ysel:'
así tamb ién los conqu istado res de los indio s había n recibido en~o~~
ºº;5'
n:;
destin adas a recom pensa r la noble za de un guerr ero con los medio;

~te,,;;~tar
ha·
tener la defen sa del reino. Al recibir sus concesio~es, los encomen
bían de jurar "fidel idad, espec ial servicio y vasalla:ie por esta
presto y pront o con arma s y caballo, para milita r y _pele~~ por e .... tarea
La
ra recaía
de defen der a las India s de toda rebeli ón intern a o mvasmn ex~an~mo
feu·
así en los encom ender os, "no sólo corno vasallos ordinarios, sino
datar ios al servicio del Rey y defen sa del Reyno. ••" iudades cabe-
Adem ás, se esper aba de ellos "tene r casas pobl~das en 1ti5;Ó que la
zas de sus encom ienda s". Tanto corno Toledo, Solor ~no ª na clase
co::
serva ción de todos los reino s depen día de la existencia de ~a en el d~" ,
· · tenc1 caracte
sallos ricos y nobles. Sin emba rgo, a pesar de esta ms•~ diferencias esen·
feudal de las encom ienda s, Solór zano asimi smo observo 1as
11
lbid., I, 2~310 , cita p. 285; invoca ción de Daniel , p . 283-2 84, 166·
12
Ibid., I, 316-321, 372-376, 384-390, 398, 418-422.
LA MONARQUÍA CATÓLICA
247
. En primer lugar, las cesiones no entrañ aban derecho de jurisdicción
etal:~ o que los indios seguía~ siendo vasall?s libres de la Corona. De
n~
de r importancia, una encomienda era esencialmente una concesión hecha
meno persona en particular; no entrañaba derecho inherente de herenc
ia, y
ª:men os de transferencia, de modo que _los benefi<:iados no po~~an dere-
\ de propiedad. Aunq ue Carlos V hab1a suspe ndido la operacion de las
N º!vas Leyes, permitiendo la herencia duran te otra generación, en adelan
te
~a sucesiva "vida" debía ser negociada con la Corona, que mantenía
un
irech o general de inversión. Por lo demás, aunqu e Solórzano reconocía
que
1 rempla zo del servicio labora l de los indios por el pago de tributo constituía
~na refonna necesaria y benéfica, criticó a Las Casas por exagerar los abuso
s
del sistema inicial, advirtiendo que el dominico generalizaba a partir de
su
experiencia en el Caribe y en la América Central. Si se hubie sen aplica
do
estrictamente las Nuevas Leyes, el resultado no habría sido más que unive
r-
sal inquietud y motín.13
Al término de su revisión de las leyes que gobernaban las encomiendas
Solór:zano lamentó que a los conquistadores no se les hubiesen concedido ,
tí-
tulos nobiliarios y los medios de sustentar a sus familias, ya que en la actual
i-
dad algunos de sus descendientes vivían "en una total desnu dez y miser
ia y
tan extrema necesidad, que han de mend igar de otros su propi o susten
to".
Señalaba el argumento de que si las encomiendas se hubiesen dado a perpe
-
tuidad y acompañadas por jurisdicción, entonces sus posee dores habrí
an
protegido a los indios contra los abusos de los magistrados locales y párroc
os,
defendiendo a sus vasallos, "por su bien y defensa como por la de sus hijos,
y por su hacienda y caudal propio" . También señaló la contradicció
n que
había entre las leyes que insistían en la libert ad de los indio s y todas
las
propuestas de perpetuo vasallaje. Además, con el crecimiento de la pobla
ción mestiza y la reducción del número de indios, era difícil ver cómo
-
podía
P_Onerse en práctica toda cesión de jurisdicción. A mane ra de resumen,
So-
lorza!'o ~eclaró que de acuerdo con las opiniones de Toledo y de Matie
nzo,
~bna sido prudente y justo duran te el decenio de 1560, haber cread
o un
nun:iero selecto de encomiendas perpe tuas en cada provincia. Pero el tiemp
o
~ 1ª pasado, pu~, en la actualidad much as encomiendas estaban a~ign
adas
ombr~ que V1v1an en España o a personas que no eran descendientes
1 de
os conqmstadores, y la población indíge na se había reduc ido en núme
ro:
r~nes por las cuales no proponía ningú n cambio.14
~~~s grandes cuestiones de los derechos de indios y de encomenderos
1
del g ~~ron a Solórzano mostrar su domin io de la literatura histórica, el
acer; ~erno con_temporáneo no despe rtó su interés. Poco había que decir
no fu e los cabildos y de sus magistrados --eleg idos anual mente -- como
tema

ieros ~ n~:nla práctica prevaleciente de la venta de los puest os de conse


y:scn
trito, os. Por contraste, criticó acremente a los magistrados de dis-
-
que aunque estos corregidores debía n actua r como "ángeles guar-
13 Ibid
14 Jb;_,·, 1111, 283-284, 8-22 317 307
...., · 391-407_ ' ' ·
248 CONQUISTA E IMPERIO

dianes" de los indios, en realidad se asemejaban


a los proc
a quienes Cicerón había denunciado por sus dep
do número de estos cargos eran nombrados en Mad redacion:ª~ores ro
por los virreyes durante cortos plazos. Como ex rid; el · Sólo un ~
oidor d ito era Ocu Uc¡.
Lima Solórzano subrayó las diversas responsabilid
' Indi ades deel ª Auctienc¡Padoa
as sit~ad a~ en M,ex1c. o, L' ,1.
de las S
1ma,, ant~ Domingoas, 11 A ~
Guatemala, Bogota, Qmto, Charcas, Panama, San Gu Ud i~
tiago de Ch'l adaJa~ra
contra de su propia experienci~, r~o men da? a .qu~
mitiera casarse dentro de los d1strt tos de su Junschcca los oido~: ~OManila.E~
tiera servir en tribunales situados en sus propias ión y que no se les~-
, • patrias, es da,,; se les 'Perni¡.
dades natales. Con mueho 1os cargos mas importantes en las'"'- 1r, en sus

de los dos virreyes de Perú y de la Nueva España, lnd' ciu.
rey "tienen y exercen el mismo poder, mano y juris que como alttas eran los
dicción que el ,:e egoes del
nombra ... que no hay cosa en las provincias que
por ellos no se d~ q~¡~
Eran los virreyes quienes distri~uían las enco~ie
vacantes, nombraban a la mayona de los corregid ndas cuando qu:a~ ·
ores, emitían concesi n
de tierras a colonos españoles, confirmaban todo
s los nombramientos:
siásticos hechos por los obispos, actuaban como pres
identes de las Audiencias
de justicia en sus capitales, supervisaban a los ofic
iales de la real hacienda y
enviaban el excedente de los ingresos a España; y
eran responsables de la defensa del reino.•No es de como capitanes generall'S
sorprender que Solól7.al\~
los comparara con los procónsules del Imperio rom
ano. Pero aunque en todas
las ocasiones ceremoniales eran tratados como si
fues
gados a observar las leyes de las Indias y de Castilla en reyes, estaban obli-
der su operación o perdonar a delincuentes; "que , sin poder para suspen-
en nada pueden, ni deben
proceder de potestad absoluta". En realidad, las
apelaciones contra sus decretos y remitir las disp Audiencias podían admitir
utas
sejo de Indias para su resolución. No estaban libre de jurisdicción al Con-
s
munión por los prelados de la Iglesia ni podían de la amenaza de exco-
invadir la jurisdicción de
los tribunales eclesiásticos. Sin embargo, tenían
el derecho de suspender la
operación de todo nuevo decreto o provisión que
motivos de improcedencia o de injusticia, utili eman~ra de Mad~d, ~~
//obedezco pero no zando la célebre formu a.
cumplo" .1s
°:seoso, en su análisis de la administración civil, por , tica
espanola al precedente romano Solórzano adoptó ~similar ~a i~:~en-
una actitud decidM ia·
te monárquica regalista hacia Ía Iglesia. En contra
velo, "el seguro, cierto estrivo y simiento de los Imp de las id~a s de ª~~lar
erios cons1ste en e~dade-
y pr?pagar, conservar y aumentar la Fe, relig
ión y culto de nuestro";rvertir
ro Dios YSeñor''. De ahí se seguía que toda herejía
0 amenazaba cod que "en
. subvertir totalmente el estado polí
tico de los Reynos" de ~~, ºrara pre-
run ~na República católica y vien gobernada se
verur tal levantamiento habían fundado la Inquisici debe pernutt · eatóliC051
ón los Reyes sa son ~y
con el feliz resultado de que España y sus provinci
las m'as eh · · as "por esta cauhabía esta·
nstianas en el mundo". Pero aunque la InqmSICl · · ·ón se
is lb1'd
IV, 25•31, 40-47, 67, 71, 138-141; sobre los virreyes, 9 216
véase PP· 19 • ' 223•
·,
LA MONAR QUÍA CATÓLICA 249

blecido en México .Y en Lima_ en 1571, ~u.s funcio~arios, opera~ do con com-


leta indepe ndenaa de los tnbuna les CIVIies y episcop ales, teman prohibi do
~miscuirse con los indios "por su rudeza e incapac idad". Aunqu e de este
~odo Solórz.ano s1;1brayara la ~!en_ció_n ?~I rnonar~a a la _ortodoxia de la Igle-
sia española amenca na, tamb1en ms1stío en su VIrtual indepen dencia de la
autoridad papal como no fuese en cuestio nes de fe. Por razón de la bula de
Julio n de 1508 y por haber constru ido tantas iglesias y monast erios, el rey
ejerda el derecho de Patroci nio Eclesiástico por todo su vasto Imperi o de
ultramar, actuand o como "Vicario del Roman o Pontífice y como Condes table
del exército de Dios y de los predica dores de su divina palabra ". Por con-
siguiente el rey nombra ba a todos los obispos y canónig os de Indias, y el papa
estaba obligado a confirm ar, sin hacer pregun tas, a todos los candida tos. Era
una formida ble Iglesia la que presidí a el rey católico , ya que compre ndía
nada menos que seis arzobis pos, 32 obispo s y unos 960 dignata rios dioce-
sanos, canónigos y preben das, todos los cuales eran seleccio nados en Madrid .
El poder y la riqueza de este cuerpo eran grande s, ya que poseía sus propio s
tribunales y leyes y cobraba sus propios impues tos. Como celoso servido r de
la Corona, Solórz.ano aconsejaba a los prelado s evitar todo conflicto con los
magistrados reales y les advertí a que ejercieran con extrem a cautela su facul-
tad de excomunión. Insistía en que los diezmo s de la Iglesia que cobrab an
eran una donació n de la Corona , y que el residuo de las fincas episcop ales
volvería a la tesorería real. Lo que es más discutib le, declaró que todos los
procesos y litigios eclesiásticos habían de resolve rse en las Indias, actuan do
los arzobispos como última fuente de apelaci ón: no se podría apelar a Roma
para una resoluc ión. A la inversa , todas las bulas y provisi ones papale s
habían de ser aproba das por el Consej o de Indias antes de enviar las al
Nuevo Mundo . En todo esto, la intenci ón de Solórza no no era limitar las fa-
cultades de la jerarqu ía eclesiástica sino antes bien despleg arla al servicio del
rey. En una fórmul a que recuerd a a Thoma s Hooker , concluy ó, a propós ito
de la jurisdicción eclesiástica y de la secular que "de uno y otro trazo se com-
pane el estado de la Repúbl ica, y en ambos se ha esmera do y desvel ado
igualmente el cuidad o de nuestro s reyes ... "16
1:-a,s cuestiones eclesiásticas que mereci eron coment ario de Solórza no no se
de~varon ~e ningún conflicto entre la Iglesia y el Estado -en este context o,
sena un~ formula anacró nica- sino que antes bien se centrar on en la pugna
q~e hab1a dentro de la propia Iglesia entre la jerarqu ía y las órdene s reli-
~osas. Lo de mayor import ancia era la controv ersia por las doctrin as admi-
01stradas por los mendic antes, cuestió n que, como ya hemos visto, había
Preocupado a Mendie ta y a Torque mada. En realida d, Solórza no insistió en
iue_donde ;111ás apremi aba este problem a era en la Nueva España , pues en el
r ~~- Franosc o de Toledo había logrado aplicar una política por la cual los
~:!;-~sos esta~an obligad os a somete r al virrey, para su aproba ción, a sus
tuct,1 a tos_a _Parrocos, y luego obtene r del obispo corresp ondien te su "insti-
on canoruca". Aquí, la cuestió n era si la Iglesia de las Indias debía conti-
16 !bid II
·, I, 6, 359-364; para el Patronato, pp. 18-23, 33, sobre los obispos, p. 43, 120, 165; IV, 7.
250 CONQ UISTA E IMPERIO
nuar gozan do de su condi ción misio nera si h b'
O
lación del Conci lio de Trento , cuyas provis iones~ 1ª ~e soinet
a fortale cer la autor idad de los obisp os. Para Solóeoctian en t~tse a la .
era prefer ible, ya que, mient ras la Coron a nom: za~, el siste~l~})llr¡~ 1
poco~ pode r~ de interv enció n en las órden es rerf .ª a los ob¡s tridentit.;¡
prop1 0s supen ores. En la Nuev a Españ a, los menct ·gtosa s que eIPa_s ,~
a todos los intent os de la jerarq uía mexic ana po~ca~tes se hab;:a n ~ S\is
nomb rar curas, prefir iendo admin istrar sus doctr in: ectuar insJ)ec~sti<lo
de frailes. Como respu esta, los obisp os tratab an de~ con J)equeñosciones y
nos del clero secula r. Sólo en 1624 y en 1634, el Conse ·~~ pal'l_'?quias :Pos
emitió decre tos en que se exigía obser vanci a a las leye! tri~ ln~ias
de comen tario final, Solór zano suger ía que los mendi ca tenti~as. A tria~
fina10:-
las parro quias que estuvi eran cerca de sus conve ntos dn .es : 10 retuv¡eran
fuera admin istrad o por el clero secula r, que para ent~nc:~an que el resto
d amente en nume , ro, . s a1 .
ingres o d e Joven
., °
gracia es criollos enaumentaba ra~. .
tr:t
De acuer do con su anteri or apoyo a la jerarq uía en sus 1sacerdoeio.17
gioso s, Solór zano deplo raba enérg icame nte el prolon gado 0
f~/
~ los reli.
frailes y los jesuita s por librar se de pagar los diezm os de la Igl~~ 0 los
produ cto de sus fincas. Ya desde 1501, el papad o había concedidoiat~ re et
t
derec hos de cobra r diezm os a la Coron a, a condic ión de que sus rendi: 1~
tos sirvie sen para edific ar y mante ner iglesia s en el Nuevo Mundo. En~
prácti ca, los diezm os consti tuían el ingres o que mante nía a los obispos, sus
cabild os y cated rales, y por tanto eran de vital interé s para la jerarquía.
Adem ás, dado que los puebl os indíge nas rara vez pagab an más que sumas
nomin ales, había que recaba r dinero de los terrate niente s y granjeros espa•
ñoles. Y sin embar go, las órden es religio sas, en partic ular los jesuitas, habían
llegad o a posee r caden as entera s de hacien das, las cuales producí~n un buen
ingres o, del que se negab an a pagar el diezm o. En realidad, e~ pleito ya d~·
ba 60 años y no estaba cerca de resolv erse. Una vez más, Solorzanoatacolas
preten siones de los religio sos, arguy endo que, como los diezmos formaba;
parte de los derec hos reales de la Coron a españ ola en su papel de pa:~ h~
la Iglesia, de ahí se seguía que los religio sos estaba n püniend,o en ent·sm:en
la autori dad mism a del rey. Ésta era una cuesti ón que por_ la epocf : enla
que Solórz ano comp onía su obra estaba crean do un confhct~ e1al~fox,suex 0
Nuev a Españ a entre los jesuita s y el obisp o de Puebla , Ju~i:1, e cédula que
asocia do en el Conse jo de Indias. Aunq ue en 1~5 se enutm ur:;:
los jesuitas
decidí a el caso en favor de la jerarq uía, sigue siendo d_~do ~i norninal:18
se atuvie ran a sus provis iones como no fuese E:n el se!'ti O tocó Por prunera
En su discus ión de los asunt os de la Iglesia, Solorzano rgos asunto 9°e
vez la cuesti ón de los derech os de los criollo s a 1os ªb)tos ca
t s sobre' la condete'
stl111·
en adelan te ocupa ría tan impor tante lu~ar en los de ª:Z:r notó que e.!or Jos
ción polític a del Imper io españ ol de Indias . Para
cho canón ico exigía que los benefi cios de la Iglesia uese
~";pe ;
ocupados r-

17 Ibid., III, 221-227, 244-249, 255-267.


18 Ibid., III, 31~324.
\

LA MONARQUÍA CATÓLICA 251

les de cualquier diócesis o reino, siendo contrario al "derecho natural


natur~nico" que tales puestos recayeran en extranjeros. Asimismo, un decreto
Ye~@ había declarado que "por derech~ natural }'.' canónico, se prefiriesen
~e re los hijos de padre y madre cspanoles, nacidos en aquellas provin-
s~emp siendo igualmente dignos, a los demás opositores nacidos en estos
~as.-~s". Por regla general, los descendientes de los primeros conquistadores
eri;onos poseían así un derecho preferencial a los beneficios de la Iglesia,
fu e~ más necesario cuanto que muchas familias criollas habíanio caído en la
ºbreza. En este contexto, Solórzano comentó que este princip se aplicaba
~r igual a indios y mestizos que no debían ser excluidos del sacerdocio,
siempre que poseyeran las calificaciones necesarias y fuesen hijos legítimos.
Al mismo tiempo, observó que, puesto que las Indias y Castilla pertenecían a
la misma Corona, de ahí se seguía que entre los españoles peninsulares sólo
los súbditos de la Corona de Aragón contaban como extranjeros para propó-
sitos jurídicos. Su preocupación en favor de los criollos llevó a Solórzano a
deplorar la práctica introducida en 1622 por la cual en todas las provincias
principales de las órdenes mendicantes, las elecciones para los altos cargos
alternaban entre criollos y peninsulares. El pretexto era que los religiosos
europeos observaban más fielmente la regla que sus herman os americanos. Y
sin embargo, ello había conducido a una igualda d de posición hasta en las
provincias en que los peninsulares eran "forasteros, advenedizos y muy po-
cos en número". Tal era un sistema "que causa gran dolor y sentimiento a los
criollos verse excluir en su patria de estos honores teniendo partes para poder
esperarlos y que los vengan a mandar y señorear los extraños". Solórzano no
podía ver justificación para continu ar con el sistema, dado que los19criollos ya
fonnaban la gran mayoría de los religiosos en cualquier provincia.
No contentándose con una defensa simplemente jurídica de los derechos
de los criollos, Solórzano trató de refutar la opinión de que los españo les
nacidos en las Indias "degeneran tanto con el cielo y temper amento de aque-
llas Provincias". Como hemos visto, el dominico Juan de la Puente había de-
clarado que por razón de la "constelación de la tierra" los criollos tenían casi
el ~~mo carácter indeseable que los indios. Pero Solórzano advirtió que los
pnncipales partidarios de tales opiniones eran religiosos de la península que
trataban de desacreditar a los criollos para ocupar los principales cargos de
su orden en las provincias americanas. Llamó la atención hacia el gran nú-
~ero de criollos, a muchos de los cuales conocía personalmente, que eran tan
celebres por su cultura como por su virtud. Como españoles, debían tener ac-
ceso a los honores sobre la misma base que los peninsulares. De hecho, en su
~~:-dio de las _Audiencias, ~lórza no insistió en que _aunque los o~dores no
ian ser enVIados a los tribunales situado s en sus audade s de ongen, esta
: ~ no se_~pl_icaba al reino en que "así en estos oficios, como en otros ~u-
, eclesiasticos y militares, deben ser preferid os y, como alguno s dicen,
~ con total exe usmn e hombes estrangeros, peregn nos o a vened'1zos" . -n
~
l ·, d · d 1 am-

19 Ibid
., III, 295-307, 413-423.
252 CONQUISTA E IMPERIO

poco vaciló Solórzano en aplicar esta regla a los •


ya que al subrayar la necesidad de que los co m~s altos niv 1
bien la historia y la geografía del vasto ImperinseJeros de In~_es de¡ Esta
conclusión de que era recomendable que "haya~que &ºbern;: conorJo,
jeros que sean naturales de ella [las Indias] y por 1e ordinario al~' lll'gó~
tos años en sus audiencias". Después de todo, losºc:eno~hayan nos_Col\se-
y Portugal estaban compuestos por originarios de nsej?s de Ar~do1an-
que habían servido en ellos.20 Eran éstos, argume~s remos, o po~~n, llaJia
muy citados por los patriot~s criollos en años veni~:~derasos qu:Il'I~
durante los debates sobre la independencia a comienzo ds Y _que resu:~
s el siglo XIX. -6Ulan

III

Tant?, en l_a Recopilación com~ en la Polítt~ _indiana encontramos u


ma~•~m tnunfal y retrospec~•~~ de la mis1on providencial de la i:tocl~-
c~toh~ati.. Subya~ente e nEtal v1ts10n se halla,?ª la ".'ieja idea medieval del:~
no cns ano uruversa. 1 n es e contexto, 1os remos de las Indias" fi
junto con los reinos ~e ~asti~la, Aragón, Nápoles y_ ;ortugal corno
dotados_ de toda~ las mstituc10_nes, secular~s y ecles1a~ticas, gobernadas por
't,~=
su prop10 ConseJO y que pose1an sus propias leyes distintivas. El hecho de
que en el sentido técnico y constitucional contaran como provincias de ultra-
mar de la Corona de Castilla no afectaba la realidad de su condición, tanto
más cuanto que su monarca era comúnmente llamado "Rey de las Españas y
de las Indias". En comparación con la grandeza cada vez más evidente de la
América española, estaban perdiendo importancia las posesiones de los
Habsburgo en Italia y en Aandes. Sin las riquezas de las flotas ~el t~~que
partían de Veracruz y de Porto Bello hacia Sevilla, la monarqma catolica no
habría podido soportar la sangría de riquezas causada por sus guerras Y
alianzas europeas. 1bora·
Si los principios absolutistas y las prácticas del derecho ro~no/:utori·
dos ellos mismos en un contexto imperial, efectivamente sosteru~ ~ilosoffa
dad del rey, el prestigio de la monarquía era más apuntalador:rc;olicismo
neoplatónica y hermética que florecía en la cultura barrocf Jeuan Eusebio
postridentino. El principal teólogo jesuita de esta esc,ue_a, es imagen de
Nieremberg (1595-1568), afirmó que "la voluntad del _PnnciJ'flibro sacro d;1
1e
la omnipotencia divina", añadiendo que "el rey se def!ne en los hombres·
filósofo egipcio, que es el postrero de los dioses, :>: e! pnme:ino como
En tanto que los juristas medievales habían definido !-1° e el rey era~ª~
cu~:
místico con el príncipe a la cabeza, Nierem~rg declar~ ¡;;ndía toda vi :an10
~~ este cuerpo mí~tico, de cuya_presenci~ an_nnadorala ~rtUd s~pret~visf°
htica. Como buen ,--lPC.Uita eloPio la obed1enc1a como na 5¡rruJar, 0 11,¡¡ce
' cr . •, 21 En ve IV coill
en 1a corte como en la guerra o en la re11gion. d, Felipe
Juan de Caramuel y Lobkowitz (1606-1680) salu O ª
2
ºIbid., I, 443-445; IV, 70-71, 248-251.
21
Didier, Nieremberg, pp. 398-401.
LA MONARQUÍA CATÓLICA 253

.erra". Todo esto era como una clara renúni scenci a del panegí rico
1
l)iOS en ~ tí de cesare a a Consta ntino el Grande, a quien describ ió como
el
10
de euseb , tico filósofo que ejercía un perfec to domin io de sus pasion es, mo-
úniCO autén munión con su divino origina l y actuan do como virtual intenn e-
ra~0 en:; cielos y tierra. En Españ a, la sucesi ón de Carlos V a Felipe
rr
diat,1° en cado la transic ión de un rey guerre ro a un monar ca sedent ario,
~bta .:~on un aura sacr~ por su residei:ici~ ~n El ~scorial, .pala~o que tam-
~yesttra monasterio, iglesia y sepulc ro dmasti c~. S1 e! pr?p10 Dios Todopo-
bien e era el arquite cto del Templ o de Salom on, as1, afirma ba Caram uel,
de~o~ de era la visión de Felipe 11, que había constr uido un edificio que
cuan,10 marcaba el punto culmin ante de la arquite ctura europe a desde su
no ~mien to en Italia por Brama nte sino que, único entre todos los22edificios
re:emo s podía rivalizar con el Templ o en grande za y concepción. Si Car-
ros y fue ;clamado como un nuevo David cons~ nteme nte requer ido en com-y
bate, Felipe II sólo podía figurar como otro Salom ón, ejempl o de sabidu ría
de justicia.
Era esta percepción casi bizant ina del reino la que sosten ía y corrob oraba
la visión de Solórzano de la monar quía católica como ámbito univer sal com-
puesto por muchos reinos, en que todo poder descen día del sobera no, cuyo
Estado era mantenido por las dos grande s órdene s del gobier no, la secula r y
la eclesiástica, dotada cada una con sus propia s leyes, tribuna les, funcio na-
rios e ingresos, encabe zadas ambas por jerarcas nombr ados por el rey. Tanto
para Solórz.ano, como según Herrer a, la histori a de las Indias sólo comen za-
ba con su descubrimiento, conqui sta e incorp oració n al Estado de los Habs-
burgo; su pasado indíge na no era más que una triste histori a de barbar ie, su-
perstición y tiranía. Los resulta dos positiv os de la campa ña de Las Casas en
favor de los indios eran silenci osame nte apropi ados, como prueba de la pre-
ocupa~ón de los reyes de Españ a por sus súbdit os natura les. En cuanto a las
enconuendas, no eran sino un vestigio del pasado , y su carácte r feudal era
Preocupante h~ella de los fundam entos medie vales de la conqui sta. Asimis-
mo, la influencia desord enada de los mendi cantes en su minist erio entre los
:turale s tenía cierto dejo de expect ativas mision eras que entonc es ya esta-
an fuera de contexto. Y sin embar go, por mucho que Solórz ano se esforza ra
~i~n tar a las .Indias como reinos plenam ente formad os, simila res en
lidad ;¡a ª sus eqwva lentes europe os, se hundió en el pantan o de
ver por la perspe ctiva de
la debi-
obtene r
in~ e los naturales. Sin dejarse conmo
esta:O s en la eco~onúa españo la, había que forzar a los indios, por decreto
latriu;J que ofrecieran su trabajo en las minas del Perú. Y allí, perecía n. Toda
da a de~~i :onarq uía católi?3 tenía pies de barro y por ello e~taba ~e~ti.na-
Ylas conse rse: Toledo habta creado delibe radam ente un régune nlatiran!~ ,
~iat a cuencias ya eran eviden tes. No obstan te, tal no era lecaon
En carnbi q~e l~s españo les nacido s en Améri ca sacaro n de este comen tario.
o, os impres ionó la defens a de los derech os de los criollo s a los
52 22Juan Car l..obkowitz, Architectura cit1il reclll y obliqllll (Vegeren, 1678), pp. 19-26, 49-
; EUsebius 0 ~
ea, The Church History and other writings (Nueva York, 1890), pp. 58&-587.
PERIO
CONQUISTA E IM
254
a y el Estado. Éste era el lado 51.. o de st¡
Igles! P<> tiv
altos cargos e~ la
s In dias form aban verdaderos rei n~s, entonces ~
va imperial: s1 la igos debían gobernar sus respe
llos, juristas y cl
ér
ona. No había conf
licto en tre el e t?S 110
_países c hles C!io..
tislllo J~rno 1~
tad a la monarquía errera y Toledo, sin embargo 1 a figurar / 0 ,
H
heredero de Acosta,iotismo crioJlo como gran defensa e~
o
ra~
súbditos de la Cor católica. Aunque suele consideª flO ~1órZ1 yla ka}.
a

ición del patr r e los derech entro de


la trad s de América. os Polífi.
cos de los españole

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