Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
DERECHOS Y DEBERES
IMFORME
Presentado a:
JULIO CESAR OCHOA
Los derechos y deberes que tienen tanto los padres como los hijos. Toda persona
es sujeto de derechos y deberes que derivan de su propia naturaleza y dignidad.
Corresponden a sus necesidades materiales, espirituales y pertenecen a todos en
cualquier etapa de su vida. La Declaración Universal de los Derechos Humanos
(DUDH) asienta que la persona no puede renunciar a sus derechos y que nadie
debe violar ni privar a otros de ellos; se deben reconocer y respetar. Cada derecho
con lleva un deber, son dos caras de una misma moneda, por tanto, hablar de los
derechos del niño es también hablar de sus deberes. Por supuesto también los
padres y educadores tienen derechos y deberes.
SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE SENA
CENTRO DE GESTIÓN AGRO EMPRESARIAL DEL ORIENTE
TÉCNICO EN ATENCIÓN INTEGRAL A LA PRIMERA INFANCIA
Esto no equivale a decir que los derechos del niño no se deban respetar, ni que no
se deba buscar abolir las situaciones de abuso hacia ellos, sino que es necesario
mantener un equilibrio en la relación padres e hijos entre deberes y derechos, pues,
de lo contrario, pasaremos de la autocracia a la permisividad y los hijos no lograrán
insertarse de manera armónica en el orden social, sino que se expondrán a
constantes desilusiones por sentirse dueños de derechos que ninguna sociedad
puede satisfacer.
En el proceso de crianza tanto las tendencias autoritarias de los padres como los
comportamientos permisivos generan consecuencias negativas, demostradas a
través de estudios con seguimiento a largo plazo, que producen como resultado
jóvenes con un autocontrol deficiente y una incorporación difícil al tejido social.
Para evitar comportamientos inadecuados en
los niños, que van desde la inseguridad hasta
la prepotencia, es necesario que estos tengan
un acompañamiento seguro por parte de sus
adultos significativos, es decir, debemos
reasumir integralmente el papel del adulto,
pues, como acertadamente lo afirma el
filósofo Fernando Savater, “para que una
familia funcione educativamente, es
necesario que alguien en ella se resigne a ser
adulto”.
Cuando los adultos se ausentan, siempre hay
alguien que toma su lugar, por lo que el déficit
de adultos responsables en el
acompañamiento de las vidas de los jóvenes
tiene un precio siempre trágico. Para que la
crianza sea efectiva es preciso que el niño sea
acompañado por mínimo un adulto, que
establezca distancia y diferenciación jerárquica, pero que esté mediada por una
relación afectiva, enriquecedora y segura, que le permita al niño convertirse en un
adulto seguro, capaz de establecer relaciones afectivas y maduras con aquellos
que lo rodean.
Los padres, como cualquier ser humano, son falibles y, por lo tanto, tienen derecho
a equivocarse, no por el hecho de ser padres significa que tengan que ser perfectos,
y lo importante es saber reconocer los errores que se cometen, pedir perdón cuando
sea necesario y aprender de ellos. Nuestros errores son los que nos permiten crecer
como seres humanos, es por esto por lo que no deben sentirse culpables por
cometerlos, pero sí es su responsabilidad hacer todo lo posible por cambiar modos
inadecuados de ser y hacer.
Los padres tienen derecho a disfrutar de la relación con sus hijos. La familia debe
ser un espacio para la autorrealización de todos sus integrantes, por lo que ser
padre no debe ser algo vicariante, debe existir gozo en la relación entre padres e
hijos. Los padres deben estar dispuestos a disfrutar de sus hijos y buscar en su
compañía la felicidad.
El hecho de que los niños tengan derechos y de que cada vez se hable más de la
crianza humanizada no significa que no se deban establecer límites. Los padres
tienen derecho a ser la autoridad en el hogar y a fijar normas que guíen a sus hijos
en su proceso formativo. Se trata de que esta autoridad permita educar a través del
diálogo y la reflexión, manifestando con serena firmeza los desacuerdos cuando
hubiere lugar a ello.
Así como es importante que los padres respeten a sus hijos, del mismo modo los
padres tienen derecho a ser respetados y valorados, sin que se les juzgue
duramente o se les vea como personas obsoletas e incapaces de evolucionar; a
que sus hijos los escuchen y valoren su experiencia de vida, permitiéndoles
acercarse para compartir experiencias, pensamientos y sentimientos. Sin embargo,
es necesario tener en cuenta que, para poder exigir respeto, primero es necesario
darlo, pues se trata de una relación de doble vía.
La vida de los padres no termina con el nacimiento de los hijos, por esto los padres
tienen derecho a satisfacer sus propias necesidades y a alcanzar sus metas. Como
lo anota con claridad Erich Fromm, “ser capaz de prestarse atención a uno mismo
es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; el
sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con los
otros”. Del mismo modo, los padres tienen derecho a tener sus propios ideales,
gustos y anhelos. El mejor modelo y el más adecuado para la realización de los hijos
son los padres que se encuentran en el camino de su realización personal.
Los límites no deben ser demasiado estrechos, porque, si las restricciones son
excesivas, los niños se inhiben y se pueden volver sumisos, pero tampoco
demasiado amplios, porque aún no tienen la madurez necesaria para afrontar una
gran libertad, se angustian y pierden el control de sus acciones. Es preferible que
las reglas y órdenes sean pocas y claras, para poder exigir que se respeten, y que
una vez se decida prohibir una conducta o dar una orden no se cambie de opinión,
ya que esto puede generar confusiones en el niño.
Los niños deben tener compromisos tanto consigo mismos como con su familia, la
escuela y la sociedad; estas responsabilidades deben ir siendo asignadas por los
padres de acuerdo con la edad y las capacidades del niño. El acompañamiento
afectuoso y el ejemplo durante el proceso de crianza son indispensables para que
el niño logre asumir estas responsabilidades. “La rebeldía en la crianza no es contra
la autoridad, sino contra los padres sin autoridad”, por lo que es importante que el
adulto establezca límites, inicialmente por medio de la repetición de rutinas para la
formación de hábitos, que finalmente se convertirán en normas primero impuestas
por los adultos y luego a través del consenso.
Las responsabilidades con la familia incluyen colaborar en las labores del hogar,
fomentar el diálogo (comunicándose sin violencia y sin gritos), el respeto y la
comprensión entre los miembros de la familia, lo cual no es solo responsabilidad del
niño, sino también de todos los integrantes de la familia.
Las responsabilidades del niño para contribuir a una sociedad armónica incluyen
ser cortés en el trato con los demás, empleando siempre un vocabulario culto y
apropiado (recordar la importancia de frases tan simples como buenos días, buenas
noches, por favor, gracias, con mucho gusto, etc.).
El compromiso de amar y respetar la vida de los seres humanos, los animales y las
plantas, mostrando siempre respeto por todas las personas, sus ideales,
pertenencias y derechos sin importar su raza, religión, edad o sexo. El niño debe
saber que sus derechos terminan donde empiezan los derechos del otro, por lo que
es su responsabilidad ser sinceros y respetuosos en toda ocasión. Ser solidario, es
decir, saber compartir.
Es también responsabilidad del niño devolver y cuidar los objetos que le presten,
cuidar y respetar los bienes propios y ajenos, ser grato, cumplido, honrado y leal,
respetar las reglas del juego, saber ganar y perder, cuidar y utilizar adecuadamente
los servicios y lugares públicos (como escuelas, parques, transportes, bibliotecas,
etc.) y respetar las señales de tránsito, lo cual no solo contribuirá al bienestar propio,
sino también al de los demás.
ANEXO O EVIDENCIA