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¡Vamos a clases sí, pero…en qué condiciones!

Por. Jorge Enrique Ramìrez Ramìrez


Quiero invitar a maestros y maestras, directivos y Líderes sindicales del magisterio con
quienes tengo la alegría de trabajar, para que nos tomemos un tiempo a nivel individual y
desde los colectivos escolares de pertenencia y hacer parte de esta conversación crítica,
frente al momento tan difícil por las que atraviesan nuestros estudiantes y sus familias, así
como las comunidades donde viven. La conversación exige reconocer los impactos de la
pandemia, COVID-19, y como éste ha afectado desproporcionadamente a algunas
comunidades más que a otras. Además, pensar qué hacer frente al regreso a clases en un
ambiente de deterioro de los indicadores de la pandemia del llamado 3er pico
Esta conversación crítica sobre el regreso a clases, nos convoca y compromete a asumir una
postura epistémica desde la lógica del preguntar, como herramienta que nos ayuda a tomar
distancia de las propias circunstancias de nuestro mundo de la vida, para desenmascarar las
situaciones de injusticia en sus formas de sentir, pensar, hacer y producir de la escuela.
¿Qué tanto pensamos críticamente nuestra propia realidad?
Usted y yo, estamos preocupados por la reapertura de los colegios públicos y el regreso a
clases, de ahí que el propósito de esta conversación sea desarrollar una lista de criterios,
prioridades y pautas sobre las condiciones de los colegios donde laboramos y lo que podría
suceder en la reapertura si esta no es de manera segura y equitativa para los estudiantes, los
educadores, el personal escolar y las familias.
Surgen algunas preguntas para orientar la conversación: ¿En qué condiciones están
nuestros colegios y qué debemos tener en cuenta como parte de la reapertura? ¿Qué tipo de
condiciones debemos abordar fuera de nuestras escuelas que afectan a nuestros estudiantes
y familias como parte de la reapertura?
Ahora bien, antes de dar respuesta a estos interrogantes quiero situar el contexto de
pandemia, cómo esta creo incertidumbre y no sabemos qué va a pasar, por más vacunas que
existan, para poder salir de ella. Boaventura de Souza en “El futuro comienza ahora: de la
pandemia a la utopía” describe que el siglo XXI inició con la pandemia, estaremos en
período de pandemia intermitente, donde el virus tendrá mutaciones, habrá una vacuna
eficaz y otra no, vendrán otros virus.
La preguntas hay que leerlas en el contexto del neoextractivismo, que es una explotación de
la naturaleza sin precedentes, está destruyendo los ciclos vitales de restauración, y por eso
los hábitats se ven afectados con la minería a cielo abierto, la agricultura industrial brutal,
los insecticidas y pesticidas, la contaminación de los ríos, el desmonte de los bosques…
Esto, junto al calentamiento global y la crisis ecológica, es lo que hace que cada vez más
los virus pasen de los animales a los humanos. Y los humanos no estamos preparados: no
tenemos inmunidad, no tenemos cómo enfrentarlos.
¿Hay salida ante la crisis? Boaventura nos propone pensar tres escenarios posibles para una
posible salida.
El primero es el supuesto regreso a la normalidad, claro que esta normalidad es el infierno
para gran parte de la población mundial. Es la normalidad del hambre, de otras epidemias,
de la pobreza, de las barriadas, de la vivienda impropia, de los trabajadores de la calle, de
los informales. Es un escenario de futuro indeseado, muy preocupante. Porque esa
“normalidad” significa regresar a condiciones que ya la gente no aguantaba y colmaba las
calles de muchos países gritando ¡basta!
Usted y yo, como maestro o maestra progresista al decir de Freire, tenemos el desafío moral
de intervenir en el mundo para cambiarlo, para hacerlo más justo y más decente las
condiciones de vida de la escuela. Por ello, debemos con la claridad de quien se considera
mucho más que una simple pieza de tablero en un juego que ya tiene sus reglas hechas,
necesitamos entregarnos a la lucha contra esas interpretaciones y prácticas mecanicistas que
subordinan y reducen la importancia de nuestro papel en el mundo, quedando la educación
sometida a técnicas de entrenamiento y adiestramiento. Lo que no puede ser posible es que
usted y yo estemos en el mundo de manera insensible, indolente e indiferente, obedeciendo
y de brazos cruzados sin cuestionar directrices del gobierno, mientras en zonas de la ciudad
donde están nuestros colegios haya carencias de servicios y de condiciones de bienestar.
Volver a la normalidad es naturalizar la injusticia, la pobreza, el hambre, el desempleo, y en
esto no podemos ser cómplices. A favor de quien estamos y en contra de…
El segundo escenario posible lo denomina el gatopardismo, es la actitud de quienes,
calladamente opuestos al cambio, paradójicamente lo promueven para que, justamente,
nada cambie. Hace referencia a aquellas tácticas de distracción y engaño que apuntan a
crear la impresión de una renovación radical o al menos profunda de determinadas
estructuras políticas, sociales, culturales, cuando lo que en realidad se está ejecutando es
una vasta y vistosa operación cosmética, una llamativa transformación de las apariencias de
las cosas que deja intactas sus esencias. Este cínico refrán levanta su disfraz de cambio
posible para rechazar cualquier expresión de vanguardia y de protesta social. Es conservar
el sentido de las cosas siempre son así y rechazan toda utopía, poniendo freno a una
evolución y aferrándose a viejos hábitos y costumbres que bloquean toda intento de
búsqueda de una visión alternativa de transformación.
La paradoja sustenta la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, lo viejo, si nuevo, dos
veces bueno,  y gracias a ella se disponen procesos de reformas regresivas que buscan
reinstalar la sociedad de pretéritos tiempos, cuando supuestamente todo era mejor,
añorando épocas de administraciones pasadas (política,  empresarial, cultural, académica,
educativa) buscando el retorno de diversas directrices, modas o dogmas. La constante
expresión que el mundo no puede continuar así. Es hacer algunas concesiones para que
nada cambie, y que el capitalismo vuelva a ser rentable. Por ello la destrucción de la
naturaleza continuará y la crisis ecológica podrá ser retrasada pero no resuelta.
Encaminarse por este escenario no va a resolver las cosas. Va a retrasar quizás el
descontento, la protesta social, pero no va a poder saldar la cuestión pandémica. Aquí cabe
el regreso de supuestas innovaciones con métodos viejos el intento de resolver a través de
prácticas de programas asistencialistas de ONG, de cooperantes y de subsidios limitados y
engañosos.
Ahora el tercer escenario es, quizás, el menos probable, pero también representa la gran
oportunidad que esta pandemia nos ha dado. Es la posibilidad de atrevernos a pensar de otra
manera: de poner otro modelo educativo y otras formas de producir y convivir. Con el
coronavirus, los sectores privilegiados quedaron más tiempo en sus casas, con sus familias,
descubrieron otras maneras de vivir. Claro que fue una minoría, el mundo no es la clase
media que puede cumplir con el distanciamiento social, lavarse las manos, usar las
mascarillas… los pobres que son la gran mayoría no puede. Esta es la gran oportunidad
para empezar una transición hacia un nuevo modelo de buen vivir en las comunidades
donde están situados los colegios, imposible hacerlo de un día para otro pero la transición
empezará en las partes donde haya más consensos. Hace mucho tiempo que este modelo
está totalmente roto, desde un punto de vista social, ético y político. No tiene futuro. Es un
cambio social, de conocimientos, político y cultural.
Difícil predecir cuál escenario va a prevalecer. La política del futuro dependerá, fundamentalmente,
de qué escenario prevalezca. Es el conflicto vital en las próximas décadas.

Tal vez, usted y yo alimentamos la esperanza de pensar un modelo posible de sociedad y


de escuela distinta, pero ello implica que juntos tenemos que replantear y construir nuevas
y diferentes visiones políticas, en términos ideológicos, económicos, modelos de desarrollo,
sociales, culturales, diversos. ¿Cuáles serán esas utopías frente a tantos futuros
indeseados?
¿Usted y yo, qué acciones asumimos frente a la ética del mercado que nos impone el
capitalismo financiero, que sin darnos cuenta nos ha seducido haciéndonos creer que no es
posible lo alternativo y las utopías? ¿Qué pensamos de ese capitalismo corsario que da
sobre peso a las empresas digitales al convertirlas en las mayores empresas del planeta,
incluso superando en dimensiones económicas y poder a muchísimos países?
¿Usted y yo como maestros, intelectuales de la educación vamos a seguir de ilusos,
atontados por el enjambre digital, exaltando boquiabiertos la cuarta revolución industrial,
dominada por la inteligencia artificial, la robótica y la automoción. Con las impresiones 3D,
la robotización, el enorme desarrollo de las tecnologías digitales, cuando las llamadas
GAFA (… Google, Apple, Facebook, y Amazon y Ali baba en China) representan un
cambio en la matriz del neoliberalismo actual de cara al futuro? ¿Cómo influye este cambio
en nuestras vidas? ¿Vamos a seguir creyendo en la promesas de la supuesta cobertura de
conectividad para todas las escuelas?
Lo anterior sirve de plataforma de pensamiento para revisar ¿en qué escenario nos vamos a
situar al regreso a clases: volvemos a la normalidad, regresaremos a hacer maquillajes al
PEI, al SIE para decir que cambió pero que todo sigue igual, o nos vamos a aventurar en
proponer una escuela pública como dice Freire, generadora de alegría, respetuosa de sus
alumnos, de sus patrones culturales, de su clase social, de sus valores, de sus saberes y su
lenguaje? ¿Vamos a seguir a la expectativa, cruzados de brazos esperando disposiciones y
directrices de las autoridades que nos digan cómo elaborar inventarios para el protocolo de
bioseguridad y que paquetes y formatos diligenciar?
A manera de sugerencia, vale la pena hacer una apuesta por la acción colectiva desde lo
comunitario en perspectiva emancipadora y crítica como desafío pedagógico, político y
ético que promueva vínculos que potencien el “entre nos” donde emerja la juntanza que
reivindique la escuela como lugar de la comunidad.
Maestros y maestras de escuela, es imperativo acercarnos a las voces de las comunidades,
escucharlas, reconocerlas y potenciar equipo con ellas, para organizar juntos acciones de
participación y de agenciar el plan de reapertura que involucre las necesidades sentidas de
los territorios escolares. Seguramente el poder de los equipos conformados en los territorios
escolares, exigirán medidas preventivas y de seguimiento.
Ahora sí, podemos empezar a hacer la trenza con las respuestas a las preguntas iniciales,
seguramente le encontremos sentido volver a la escuela, pero en condiciones de un
proyecto educativo alternativo y emancipador

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