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Anatomía de un discipulador

por Lisa Kirazian


Discipular requiere más que ganas, exige un
corazón dispuesto a construir una relación en la
que generosidad, integridad, sacrificio, amor y
otras características marcan la vida del
discipulador y del discípulo.

Descubra las siete características de un mentor espiritual

Aparte de mis tiempos a solas, nada ha tenido mayor impacto espiritual en mí


como las relaciones que he gozado de uno-a-uno. Muchos mentores espirituales
han contribuido a mi formación integral, pero entre todos ellos se destaca Alicia,
mi primera discipuladora, mi líder de estudio bíblico en mi primer año de
universidad. La amistad que Alicia estableció conmigo representa un claro ejemplo
de las características del discipulado. Y 1 Tesalonicenses 2 es un buen soporte
espiritual para este tema.

Iniciativa

«Porque vosotros sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en


vano» (v. 1)

Pablo define su ministerio como «nuestra visita a vosotros». Con ello revela su
iniciativa. Él y sus colegas se acercaron a los tesalonicenses para conocerlos
donde ellos estaban, geográfica y espiritualmente. Un discipulador busca a su
discípulo.

Conocí a Alicia en mi primer año de universidad. Ella era miembro del equipo
anfitrión para las de primer ingreso. Alicia pronto se convirtió en mi líder de estudio
bíblico y a menudo me visitaba en mi habitación o en mi trabajo. Al principio
pensé: «¿esta estudiante de tercer año no tiene nada mejor qué hacer?». Luego
me di cuenta de que probablemente sí tenía algo mejor qué hacer pero escogía
invertir tiempo en mí, ¡una estudiante de primer año!

Generosidad

«Porque recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de


día y de noche para no ser carga a ninguno de vosotros os proclamamos el
evangelio de Dios» (v. 9)

Los discipuladores son generosos con su tiempo, dinero, y recursos. Dan no con
el fin de que la gente los obedezca sino debido al Espíritu que mora en ellos.

Alicia constantemente nos regalaba paquetes de artículos para el cuidado


personal a mis amigas y a mí. En otras ocasiones, me invitaba a desayunar y a
tomar café. La generosidad de Alicia me hacía sentir que alguien se interesaba
genuinamente por mí sin tener que dar algo a cambio. Sencillamente, Alicia daba
con gozo.

Siempre recordaré una de las muestras de la generosidad de Alicia hacia mí.


Cuando un terrible terremoto azotó a Armenia en diciembre de 1988, ella me
entregó un cheque con una donación extendido a la agencia de ayuda que yo
escogiera. Alicia era de Corea y aunque no conocía mucho sobre Armenia, sí
sabía que para mí era importante por mis ancestros. De esa manera quiso ser
generosa conmigo.

Integridad

«Vosotros sois testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente


nos comportamos con vosotros los creyentes; así como sabéis de qué manera os
exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de vosotros, como un
padre lo haría con sus propios hijos; para que anduvierais como es digno del Dios
que os ha llamado a su reino y a su gloria.» (vv. 10-12)

Como la mayoría de los estudiantes de primer ingreso, yo admiraba a Alicia. Creía


que ella era una de las personas más interesantes que conocía. Alicia era «recta»
y siempre parecía actuar justamente, al admitir a las personas y al socializar, en
su forma de brindar cuidado y aliento.

Alicia modeló para mí cómo debía ser un cristiano. Aunque nunca me presionó,
siempre me desafió a «vivir una vida que honrara a Dios». Y sin embargo, no
dudaba en mostrarme su vulnerabilidad, en señalar su propio pecado y las
tendencias que la alejaban de Dios. Incluso me compartía las luchas que
enfrentaba como una líder de estudios bíblicos, las cuales no podía imaginarme
en ese tiempo. Alicia siempre reconocía su necesidad de Jesús y demostraba su
dependencia de él. Su sinceridad me capacitó también para no encubrir mi
vulnerabilidad ante ella.

Sacrificio

«Sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como sabéis,
tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablaros el evangelio de Dios en
medio de mucha oposición.» (v. 2)

Sabía que Alicia sacrificaba mucho —sus estudios, su dinero, incluso las
relaciones con sus compañeras de año— para cuidarnos a mí y a otros—. Su
familia la hizo pasar un tiempo difícil por no estar satisfechos con su rendimiento
académico, además, no era un secreto que batallaba con problemas financieros.
Pero, aún así, Alicia se empeñó en conservar en su lista de prioridades a
personas como yo.

Cuando mi primer obra salió a escena en San Diego, Alicia y Rick, otro líder de
estudio bíblico, manejaron durante ocho horas para verla y conocer a mi familia.
Seguro que toda la experiencia resultó divertida; pero vi cómo Alicia y Rick
renunciaban a su tiempo (se acercaba su periodo de pruebas) y dinero por alguien
más.

Verdad

«Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando
recibisteis de nosotros la palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis no como la
palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual
también hace su obra en vosotros los que creéis.» (v. 13)

Al igual que el apóstol Pablo a los tesalonicenses, Alicia me guiaba a Dios.


Además de nuestro estudio bíblico del primer año, estudiábamos todas las
semanas las Escrituras. Empecé a ver cómo se integraban los aspectos internos y
externos de la vida cristiana, con la Palabra como centro.

Alicia gozaba de una gran habilidad para entretejer las Escrituras en nuestras
conversaciones en la cafetería, tan fácil como le resulta a los actores recitar sus
líneas en una película. La palabra de Dios enmarcaba su vida y eso se podía ver.
Gentilmente me desafió a no vivir basada en cómo me sentía sino en la verdad de
la palabra de Dios. Cuando los conceptos de las Escrituras hacían «clic» en mí, su
alegría iluminaba su rostro. Realmente, la Palabra surgía siempre en nuestra
relación.

Amor

«Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría
con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros nos
hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también
nuestras propias vidas, pues llegasteis a sernos muy amados.» (vv. 7–8).

Observe estas palabras: benignos, ternura, impartir, muy amados. Ellas son el
corazón del discipulado. Amor, sobre todo, motivó a Alicia a cuidarme y abrirse a
mí.

Y en respuesta, me abrí a ella. Compartíamos muchos secretos y confesábamos


nuestros pecados. Algunos conflictos asomaron entre nosotras, pero trabajamos a
través de ellos porque habíamos rendido nuestra relación a Dios. Participamos en
grupos de oración donde cada una experimentó sanidad emocional en áreas
clave. Hubiera resultado más fácil alejarnos de las contrariedades de una amistad
tan intencional, pero no, porque la presencia del amor real no nos lo permitió.

En una relación de discipulado, compartimos «no solo el evangelio de Dios, sino


también nuestras propias vidas». Es más que tan solo un compañerismo casual;
es una amistad centrada en Dios que abastece de combustible el aprendizaje, la
capacitación, y la formación espiritual.

Imitación

«Pues vosotros hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en


Cristo Jesús que están en Judea.» (v. 14)

En mi segundo año, Alicia y yo dirigimos el estudio bíblico juntas. Me encontré a


mí misma conectándome con las de primer ingreso de la misma forma en que
Alicia había trabajado conmigo. Me formulaban preguntas que un año antes yo
misma le había planteado a Alicia. Después de que Alicia se graduó, continué
dirigiendo los estudios bíblicos y discipulando estudiantes más jóvenes, que
todavía hoy son amigas y compañeras cercanas.

La reproducción es una clara señal de un discipulado exitoso, incluso si parece


que tarda mucho tiempo. Aún ahora, en mis veinte y tantos años, me reúno con
estudiantes universitarios de mi iglesia. No sé si Alicia esperaba esto, pero su
iniciativa en mi vida trascendió, muchas más seguidoras de Jesús fueron
formadas. He imitado lo que Alicia vivió conmigo, y Dios lo ha reproducido en
otras personas.

Acerca de la autora

Lisa Kirazian es escritora y reside en San Diego, CA, USA.

Este artículo se publicó por primera vez en Discipleship Journal. Usado con
permiso de la autora. Título del original: Anatomy of a Discipler. Copyright 2005
por Lisa Kirazian. Todos los derechos reservados.

Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com

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