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Adiós definitivo a criminales

Más allá de lo que vaya a suceder en las próximas horas con el cadáver del
genocida Abimael Guzmán, sería bueno que de una vez el actual Congreso
establezca un procedimiento para impedir que las tumbas de los otros
cabecillas que aún están vivos, en el futuro se conviertan en objeto de
homenajes y actos de apología.

No olvidemos que queda viva Elena Iparraguirre (a) “Miriam”, Óscar Ramírez (a)
“Feliciano” y otros cabecillas de Sendero Luminoso, así como Víctor Polay y
Miguel Rincón Rincón, ambos del MRTA, por lo que sería positivo definir que
una vez muertos, sus restos sean incinerados y desaparecidos.

No olvidemos que estos nefastos personajes forman parte de sectas


mesiánicas que han generado un baño de sangre en el país, y como tales no
deben recibir un entierro convencional. El Estado, del que forma parte el
Congreso, está en la obligación de proteger a los ciudadanos que los seguidores
de estas lacras puedan llevar a cabo tras la muerte de sus cabecillas.

Si el gobierno de Pedro Castillo no se ha atrevido a tomar cartas en el asunto


tras la muerte de Guzmán, a fin de evitar que exista una tumba de este sujeto,
todo esto como responsable de preservar la seguridad nacional y la tranquilidad
pública, el Congreso debería legislar y dejar en blanco y negro un protocolo para
el tratamiento de los cadáveres de los peruanos más nefastos que hemos
tenido que soportar.

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