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El Magdaleniense, que se extendió a lo largo del Würm IV, tuvo una secuencia
alterna de clima frío y seco, y fresco y húmedo. El cambio climático acaecido hace
unos 12 000 años hizo modificar los hábitos cinegéticos y alimenticios, dando por
finalizado al Magdaleniense con la transición al Aziliense.1
Las subdivisiones dependen según autores y según zonas geográficas y los sistemas
de periodización se pueden fijar en distintos métodos u objetos y su evolución.2
Índice
1 Concepto general
2 Expansión de los recursos
3 Magdaleniense inferior y superior
3.1 Magdaleniense inferior
3.1.1 Magdaleniense inferior, estadio I
3.1.2 Magdaleniense inferior, estadio II
3.1.3 Magdaleniense inferior, estadio III
3.2 Magdaleniense superior
3.2.1 Magdaleniense superior, estadio I
3.2.2 Magdaleniense superior, estadio II
3.2.3 Magdaleniense superior, estadio III
4 Magdaleniense en fases
5 Véase también
6 Notas y referencias
6.1 Bibliografía
7 Enlaces externos
Concepto general
La cultura Magdaleniense se extendió por Francia, Suiza, España y Alemania, hace 15
000 años, perdurando hasta hace 8000 años. Se divide en inferior y superior, cada
una a su vez subdividida en tres estadios (I, II y III). En Inglaterra existe una
cultura paralela al final del Magdaleniense, llamada creswelliense. En la península
ibérica, la obra magdaleniense más famosa son las cuevas de Altamira.
Fue una cultura de cazadores. Su base era la caza del caballo, mientras que en
Europa del Este el mamut era la especie más codiciada. Surge un aprovechamiento
completo de las especies animales.
Magdaleniense inferior
Artículo principal: Magdaleniense inferior
Como características comunes cabe citar los buriles, raspadores y raspadores-
buriles.
Magdaleniense superior
Artículo principal: Magdaleniense superior
Magdaleniense superior, estadio I
Caracterizado por los prototipos de arpones. Se encuentran muchas estatuillas de
bulto redondo, hechas con asta de reno, hueso y a veces marfil. También se
encuentran los llamados «bastones perforados» (hasta hace poco todavía erróneamente
denominados como «bastones de mando»), realizados en la mayor parte de casos con
tramos de asta de reno y, en la menor parte de casos, de ciervo. Desde el siglo XIX
se han propuesto numerosas hipótesis para explicar su función, asociándolos a todo
tipo de usos y herramientas. Una teoría que todavía era dominante a principios del
siglo XXI consistía en interpretar estos bastones como herramientas destinadas a la
fabricación y/o al enderezamiento de azagayas, o simplemente como propulsores.
Estudios más recientes, publicados en 2014 por el estadounidense Christopher
Kilgore y el francés Erik Gonthier,34 han aportado numerosas observaciones que
muestran que en realidad los bastones de agujero perpendicular (designados como
«tipo A» en la tesis Kilgore-Gonthier) servían para la fabricación de cuerdas
obtenidas mediante el trenzado de crines de caballo. Para Gonthier y Kilgore, como
ya lo había sugerido Henri Breuil en 1954,56 estos bastones eran los mangos de
ruecas giratorias, con las que se hilaban las crines, mientras que los bastones de
agujero oblicuo (designados como «tipo B» en la tesis Kilgore-Gonthier) eran
empuñaduras de freno usadas para bloquear cuerdas y detener de este modo animales
capturados con lazos o redes. Numerosas representaciones parietales y un fragmento
de cuerda descubierto en la cueva de Lascaux el 25 de septiembre de 1953 (de una
antiguëdad de entre 17 000 y 18 000 años3) han establecido hace tiempo que la
cuerda, el lazo simple, el lazo con pértiga y la red eran objetos de fabricación
cotidiana durante el Paleolítico superior.37