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El enunciado performativo desde la perspectiva derridiana y austiniana

La ponencia busca reconocer en la teoría derridiana y deconstructiva la diferencias en las


consideraciones performativas que John Austin estudió previamente en su primera ponencia
en Cómo hacer cosas con palabras y que Jacques Derrida retoma desde nuevos ángulos. La
opinión de Derrida generó posteriormente un conflicto entre él y John Searle. Todo inició,
como sabemos con una serie de conferencias que John Austin dictó en 1955 en la
Universidad de Harvard en que explicaba los actos ilocucionarios. Jacques Derrida, quien
fue el padre de la Deconstrucción, un enfoque totalmente distinto, pues decidió apropiarse
de los actos de habla que permitió aportar nuevas interpretaciones sobre lo performativo.
Para resumir super rápido y entender cómo fue que todo ocurrió, es necesario
recordar que como sabemos Austin aportó una nueva visión que consistía en que usamos el
lenguaje acompañado de distintos actos ya sea para regalar algo, prometer algo. Derrida por
su parte dio una conferencia en la Universidad de Montreal en 1971 titulada Firma, Evento
y Contexto que luego sería incluida en Márgenes de la filosofía, pues este discurso
menciona por primera vez a Austin y su teoría del habla. Como sabemos en Márgenes…
dedica un apartado exclusivo para opinar sobre cómo considera problemática la teoría
austiniana, en ella uno de sus problemas fue que consideraba que Austin estaba
proponiendo un análisis performativo desde el concepto de verdadero y falso y decir que se
trataba de un valor de fuerza, y es que Austin consideraba importante desde la obviedad que
una de las condiciones para que un acto performativo fuera realizado necesitaba ser
verdadero, lo que le impedía desprenderse de la verdad y la falsedad.
Además, Derrida aseguraba que de someterse a un contexto fijo terminaría por
hacerlo exhaustivo, muy específico lo que daba la oportunidad de que existiera una más
larga lista de fracasos que de éxitos, lo que complicaba más las cosas pues someterlo a una
aceptabilidad requería de una presencia que explique la finalidad de lo performativo, que
aseguraba se trataba de una “jurisdicción teleológica1”. Para Derrida era muy complicado e
imposible determinar las circunstancias en que examinado el contexto se ve si el acto
performativo ha caído en el fracaso.
Ahora es cuando entra su conflicto con los contrarios necesarios. Desde su visión
deconstructiva consideraba conflictivo que, aunque Austin consideraba que un acto
ilocutorio se veía obligado a inclinarse siempre a un resultado exitoso no significaba que
hubiera menores posibilidades de fracaso o que este no se estuviera sostenido por
precisamente la existencia del fracaso. A Derrida siempre le hizo ruido considerar actos
performativos puros, siempre considerando que llevaba consigo una huella que estaba pero
que no lo estaba, un anunciarse a sí mismo y borrarse en el momento, en el momento en
que acompañas un enunciado y realizas un acto, que ha sido anteriormente aceptado, estás
realizando actos que actúan como una cita y una cita tiene un carácter parasitario y cito:
“Un enunciado performativo ¿podría ser un éxito si su formulación no repitiera un
enunciado “codificado” o iterable, en otras palabras, si la fórmula que pronuncia para abrir
una sesión, botar un barco o un matrimonio no fuera identificable como conforme a un
modelo iterable, si por tanto no fuera identificable de alguna manera como “cita”?” pone
sobre la mesa la existencia de algo que siempre ha de llevar consigo algo anterior que le

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Entendiendo que la teleología es la rama de la metafísica que se refiere al estudio de los fines o propósitos
de algún objeto o algún ser. Jurisdicción: Autoridad o poder para juzgar y aplicar las leyes.
impide ser “puro” que termina siendo un parásito, que vive de él, para Derrida el aspecto de
aceptabilidad en un acto iterable, que ha sido múltiples veces realizado le resta el valor de
la pureza en el acto. De ahí entonces comienza a desarrollar un estudio de lo parasitario,
tomando para su teoría deconstructiva un nuevo elemento, el de la differance que refiere a
lo que constituye como una existencialidad y no una presencia, que no es permanente, sino
que deviene en una incesante transformación, algo diferido. Derrida sugiere que el lenguaje
se ve sometido a cambios que le permiten filtrar la cultura y experiencia ya sea del hablante
o narrador de una obra literaria.
Pues bien Austin aseguraba que al realizar una promesa no estamos emitiendo
nuestras palabras (que podrían usarse de manera aceptable o válida en una obra de teatro o
al contar un cuento o chiste) para él esos son usos parasitarios del lenguaje que usan el
significado literal de las enunciaciones de forma corrompida para darles un sentido limitado
y dotarlos de nuevos significado (metáfora) o para decir lo contrario (ironía). Pero para
Derrida todo acto de habla, ya que siempre está dotado de codificación funciona de firma
distinta en ciertos contextos y por lo tanto puede caer en lo parasitario incluso cuando se
piensa que es lenguaje “normal”. Para Derrida pues todo acto de habla ha de tomar forma
en unos elementos codificados; estos elementos constituyen un acto diferente —por
ejemplo, una promesa normal o sólo una afirmación irónica— en función del contexto; el
contexto incluye elementos relativos a la intención de los hablantes; estos estados sólo
pueden manifestarse a través de un código; los elementos de ese código están sometidos a
reglas y de identificación así que hace imposible detener el análisis en un punto en que se
haya realizado exhaustivamente; Así que eso termina por significar que un mismo acto de
habla está siempre abierto a la posibilidad de adquirir un sentido distinto, en la medida en
que queda abierta la descripción de su contexto. Incluso la promesa plenamente normal
estaría expuesta a la posibilidad de ser deconstruida, iterada en un nuevo contexto donde
venga a producir un infortunio o fracaso, o un caso de lenguaje parasitario. Su postura
deconstructiva pues le lleva a derrocar una teoría que le parecía muy rígida, que si bien le
ayudó en la consideración de nuevas ideas, terminó por no agradarle del todo. Esta
ponencia que dio llegó hasta Searle, quien llevaba un tiempo armando y mejorando la teoría
de su maestro en su libro Actos de habla uno de esos cambios fue precisamente el que no le
agradó nadita a Derrida, el de la posibilidad de los fracasos o infortunios, describiéndolos
como condiciones de posibilidad normales. El cambio radicaba en que ya no estaban siendo
antagonizado sino que era posible que ocurriera, para esto le daba mucha importancia al
“estado mental intencional” en que aseguraba que para que un acto ilocutivo fuera pleno
tendrían que verse los deseos, las creencias e intenciones de los hablantes. Así si volvemos
al ejemplo de la promesa, no sólo se tomarían el procedimiento y las condiciones normales
conversacionales de los que Austin hablaba, sino también que en el estado mental del
oyente existiera un deseo de que efectivamente lo que promete sea realizado, de que la
creencia de que no es obvio que el hablante fuese a realizar lo prometido en el curso normal
de los acontecimientos. A todo esto, le llamo actitudes proposicionales. Pues enterado de
esta ponencia de Derrida menciona y cito: “no ha comprendido y ha distorsionado la
posición de Austin” Searle a su vez dice que la posibilidad de excluir lo marginal, estaría
asegurada por dependencia lógica de lo parasitario frente a la central, al tratar la promesa.
Searle denuncia que Derrida no ha comprendido en lo más mínimo el estatuto lógico que
tiene la exclusión de las formas parasitarias en Austin que es puramente estratégico o
simplemente transitorio y sin consecuencias epistemológicas o metafísicas mucho menos en
consecuencias culturales más amplias “Austin vio correctamente que era necesario
mantener en suspenso un conjunto de asuntos acerca del discurso parasitario hasta que no
haya contestado un conjunto de preguntas lógicamente precedentes acerca del discurso
serio” Derrida sin embargo para quien la atención a lo marginal, lo excluido, lo reprimido
hace precisamente sistema su filosofía, hace ver que este tratamiento de lo parasitario en los
speech acts excluye lo que es intrínseco al funcionamiento del sistema que se pretende
estudiar, que excluye lo que lejos de tener una dependencia lógica constituye la condición
de posibilidad misma de que opere el sistema de significación del lenguaje. A Derrida
quien mayormente le interesaba lo marginal, lo secundario, las esquinas, los elementos
parasitarios le resultaba pertinente que fuera abordado de manera que le pareciera lógica.
Pues las posturas distintas entre lo que ambos consideran lo que el carácter parasitario que
abordó Austin simbolizan dos lecturas distintas, bajo la que ninguno de los dos lograba
hacerse entender, pues veían desde dos miramientos algo brevemente desarrollado por
Austin. Ya sea que Derrida conectó lo parasitario con aspectos metafísicos como que Searle
ve lo parasitario como elemento que era necesario para hacer sentido a la performatividad,
ambos no llegaron a un acuerdo o un punto de encuentro, incluso tratándose de un mismo
concepto. Así pues, finalmente, podemos entender bajo que ojos ambos estudiosos son
capaces de entender una lectura, Searle desde un entendimiento pragmático y Derrida desde
el deconstructivo, ambas visiones igual de significativas para sus respectivos movimientos
teóricos.

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