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Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan

Retrato alcohólico de un punk irlandés


Lo mejor: La sinceridad de Shane MacGowan
Lo peor: nada
Nota: *****
El director Julien Temple, toda una figura en el campo del videoclip, se ha convertido
en el cronista oficioso del punk rock. Destaca especialmente su obsesión por el grupo
The Sex Pistols al que dedicó The Great Rock’n’Rock Swindle (1980), hito del
documental musical; La mugre y la furia (2000), una visión retrospectiva de la banda
del fallecido Johnny Rotten, o la película concierto The Sex Pistols: There'll Always Be
An England (2008). No obstante, no se ha limitado a radiografiar a la formación que
popularizó God Save The Queen, sino que también retrató a uno de los grupos de culto
del movimiento en UK Subs: Punk Can Take It (1979) y centro su atención en el líder de
Joe Strummer y el resto de miembros de The Clash en Joe Strummer: The Future is
Unwritten (2007) y The Clash: New Year's Day '77 (2015).
Crock of Gols: Bebiendo con Shane MacGowan se podría situar claramente dentro de
esta particular tendencia dentro de la filmografía de Temple. El documental es un
honesto perfil de Shane MacGowan, líder de la banda The Pogues que supo mezclar
en su música los sonidos tradicionales irlandeses y la actitud rebelde propia del punk
que le tocó vivir en el Reino Unido de finales de los años setenta. La cinta da voz al
biografiado, un sexagenario con problemas de movilidad y un aspecto muy
deteriorado, que es mucho más que el viejo roquero que ha pasado por todo tipo de
excesos con las drogas, el alcohol y el sexo. Curiosamente, la película nos dibuja a un
compositor de canciones de exquisita sensibilidad que, eso sí, aparece bien oculta tras
toneladas de socarronería y humor negro.
A través de un espléndido montaje, donde se dan cita los testimonios del cantante, las
declaraciones de sus amigos y conocidos, filmaciones de diversas épocas, animaciones
y recreaciones, la película nos dibuja a un artista con un particular mundo interior que
tiene su origen en su nostalgia por esa Irlanda que tuvo que abandonar junto a sus
padres cuando era un niño, su música y la forma de ser de aquel país. Por momentos,
el paisaje y el paisanaje que describe el compositor recuerda a ese país católico y lleno
de alcohólicos que recreaba Frank McCourt en su célebre libro Las cenizas de Ángela.
Por otra parte, somos testigos de los estragos que puede tener la popularidad y la vida
de excesos propia de una estrella del rock en un tipo sentimental con apariencia de
gamberro.
Temple acierta al lograr un clima relajado e íntimo, donde MacGowan charla con su
esposa, el cantante Bobbie Gillespie, el político Gerry Adams o el actor Johnny Depp,
también productor del filme, mientras, como buen irlandés, se toma unas pintas de
cerveza. A pesar de su devastada apariencia física, su memoria es prodigiosa y hace
gala de una sinceridad apabullante, especialmente evidente cuando reconoce que no
soporta escuchar Fairy Tale of New York, el que quizá sea su mayor éxito.
Sin ninguna duda, Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan logra lo que se
propone: ofrecer un retrato sincero y sin remilgos de un artista que ha quedado
ensombrecido por sus excesos etílicos.

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