Está en la página 1de 56

Amor

Delirante

Arik Eindrok

Para Rous,
la única razón para no estar triste en esta existencia absurda

Amor delirante,
un efímero y quimérico suspiro
en mi existencia absurda y errante

Debe ser hermoso sentir tu alma: tan pura e inefable, tan opuesta a lo
deplorable y repugnante que es la esencia humana.

Aunque lo había experimentado, no lo comprendía. Era una magia tan


suprema que me anonadaba hasta la demencia, tan alucinante que trastornaba
mi alma y alborozaba mi esencia. ¿Acaso eso era el amor?

Cuando probé por vez primera tu boca sentí que me convertía en una sombra
completamente ajena a mi tediosa humanidad.

La sensación que me provocaste el día que te conocí es algo que jamás podré
explicar ni expresar. Removiste algo en mi espíritu, algo que ni yo sabía que
existía, algo que ahora solo a ti pertenece… Me hiciste sentir vivo
nuevamente.

He encontrado el más bello empíreo en la profundidad de tus ojos, y la más


hermosa paz en la calidez de tu espíritu.

Te pienso constantemente. Todavía eres el refugio donde me parapeto hasta


que todo cese, hasta apaciguar mi mente y entregarme a la muerte.

Solo quiero saber si todavía sonríes tontamente cuando mi imagen llega


repentinamente a tu cabeza.

Estás siempre en mi cabeza, tu energía me llena de algo asombroso e


indescriptible. Odio admitir que de ti me he enamorado, pero solo eso
explicaría este abrupto y místico desvarío.

Compartimos, quizás, un pestañeo en la inmensidad del universo, pero eso es


lo que hace distinta nuestra esencia: los momentos que sentimos elevarnos por
encima de esta vomitiva existencia.

Debes saber que el mundo está condenado a las tinieblas de la absurdidad,


pero tú aún puedes alcanzar la divinidad que la pseudorealidad ha osado
ensuciar.

Haberte conocido ha sido lo menos absurdo en este averno. Contigo quiero


desafiarlo todo, y aunque todo nos desafié, yo seguiré a tu lado hasta el fin.

Creo en ti, sé que en los momentos de sórdidas tinieblas emergerá la luz de tu


alma.

No importa las veces que caigas, yo no quiero que siempre vueles en los cielos
más bellos. Sé que a veces es necesario caminar por el infierno, pero cada vez
que lo hagas, yo estaré ahí para ti.

Eres diferente al resto de la humanidad: tu alma es mágica, cálida y catártica.


Tu destino no es pertenecer a este mundo.


Quiero recordarte que la razón de que yo muera felizmente eres tú,
eternamente tú.

No entiendo este mundo ni esta vida, pero, si tú estás conmigo, incluso el


significado de cualquier cosa es inferior al de este amor.

El único sentido que le hallo a esta inadmisible existencia eres tú. Es que eres
increíble, no te percatas del alma tan magnífica que posees, pero yo puedo
sentir una vibración sorprendente que emana de ti y me hace sentir vivo.

Creo que esta vida no será adecuada, pues hay demasiado dolor. Sin embargo,
nos tenemos el uno al otro para consolarnos el alma.

Un solo abrazo tuyo repara mi alma por completo. Me haces sentir tan divino,
tan lejano de mi auténtica forma en este efímero delirio.

Besarte es algo completamente fuera de este plano. Rozar tus labios hace que
mi alma se eleve a lo más sagrado.

Prometo que haré lo posible por responder más a tus dudas, pero me resulta
difícil que entiendas lo que ni siquiera yo consigo.

No te conocí desde hace mucho tiempo, pero desde el principio te he


entendido. Sé de tu dolor, me estremece lo que brota de tu sombra, y esa
conexión es la más profunda.

Somos igualmente lunáticos y depresivos. No sé si seamos una combinación


viable, pero te amo demasiado para dejarte ir.

Quisiera hacer tu vida diferente, no sabes cuánto te amo, pero sólo sabemos
hacernos daño.

Perdóname si te he dañado, el humano es tan miserable que llega a lastimar lo


más bello que cree poseer.

Por encima de todo lo que brilla estás tú, tienes el alma más hermosa que haya
podido atisbar.

Cuando estás conmigo sé que puedo llegar a lo inimaginable con el simple


hecho de sentir tus ojos posados en mi espíritu.

Eres el ser etéreo de la poesía más sublime: totalmente incomprensible con


pensamientos, simplemente perceptible con sentimientos.

Qué raros somos: yo no me gusto y tú no te gustas, pero tú me gustas y yo te


gusto.

Tan bien encajan nuestros labios que, al besarnos, colapsamos y nos elevamos
por encima de cualquier dimensión.

Me fascina besarte a cada momento porque me haces sentir vivo, porque vibro
con tu aliento, porque siento que nos vamos volando muy lejos de la miseria
humana y aterrizamos en lo eterno.


Los sentimientos que tengo por ti no pertenecen a este plano humano donde
estamos destinados a no saber lo que es amar y, por ende, a sufrir.

No puedo refrenar lo que por ti siento, va más allá de lo infinito y lo supremo.


Me es imposible soslayar que mi corazón se derrita cada vez que te como a
besos y en total limerencia solo tiemblo.

II

Lo que por ti siento se torna tan estremecedor que, por estar contigo
eternamente, mataría a toda la demás gente.

Me embelesa que tu locura rete a la mía y que nosotros paguemos las


consecuencias cuando me abrazas, te beso, y las caricias terminan en un lugar
prohibido y mágico donde siempre se entrelazan nuestros cuerpos.

Mi corazón es todo tuyo, pero, si resulta nuevamente lastimado, ni con la


mejor medicina podrá ser curado.

Recuerdo cuando pensé en nuestro amor y todo lo que escuché fue un


melancólico susurro, entonces entendí que nos encontramos, nos alborotamos,
nos despedazamos y nos matamos.

Cuando te conocí, hubo algo en ti que me inspiró a trascender la realidad.


Sentir esa energía tan maravillosa que emana de tu ser fue el símbolo de mi
sino. ¿Qué hiciste para que mi alma vibre solo con tu presencia, para hacerme
sentir de nuevo vivo cuando ya casi estaba muerto?

Contigo mis sentimientos fluyen de manera espectacular, pues solo tú me


brindas paz en este trágico andar.

Enrédame entre tus bellos sentimientos, donde las flores nunca se marchiten,
donde la muerte y el olvido no puedan entrar, donde para siempre tu hermosa
sonrisa pueda contemplar.

Me resultas tan perfecta que a la perfección tu esencia la ha definido.

Lo que por ti siento es un poético delirio de las más majestuosas utopías. Por ti
mataría y moriría con tal de experimentar una sola de tus caricias, no en este
cuerpo, sino en el alma.

En el instante en que me miraste por vez primera sentí como si mi alma


quisiera estrellarse con la tuya. Entonces pensé, tontamente, que, tal vez, tú
también habías sentido lo mismo, pero me equivoqué.

Si no somos más que una ilusión, toma todo lo que hemos vivido y extínguelo
en el fuego de tu interior sin dejar rastro. Haz añicos lo poco que aún queda de
nuestro amor, y luego marchemos juntos hacia el cadalso.

Me gusta mirar tu rostro y perderme tanto como pueda en tu sibilina belleza.


Me gusta simplemente vagar por la inmensidad de tu perfección y empaparme
con la ternura de tu boca hasta que salga el sol.


Me gustaba la manera en que te veías, me acercaba a ti con poética
melancolía; pero, cuando te besaba, comenzaba a destruirte, y también a
destruir nuestro tragicómico romance.

Rompiste cada capa de un denso espesor lleno de dolor que mostraba un ser
fuerte para dejar sólo un corazón débil y hambriento de amor, únicamente de
ese amor que tu deslumbrante ser me proporciona.

Tus dulces besos son los que le dan a mis días los matices adecuados para
hacer de mi miserable y deprimente existencia la obra de arte más bella.

Y es que, incluso si se me dijese que no podría existir en ningún universo


nunca más, lo aceptaría sin pensarlo dos veces, pero solo si eso significase que
podría vivir por siempre en tu corazón, y que el recuerdo de este, ¡oh, nuestro
enigmático amor!, trascendería más allá de la muerte.

No eres como ellos, eres más especial; eres aquello que la humanidad jamás
podrá entender ni ser.

Cuando la guerra que luches te provoque heridas, las curaré. Sin embargo, no
pelearé tus batallas, solo seré tu apoyo incondicional.

Nunca podría olvidarte, no sin torturarme a mí mismo. Pues has de saber que
me he vuelto adorador de tu alma y que lo demás ya me sabe poco.

Eres el más bello sueño de la más exquisita sublimidad, la encarnación más


perfecta de mis utopías, el origen de todas mis vidas.


Si pudiera cambiar todos los momentos de felicidad que me has dado por
brindarte un alivio permanente, lo haría. Aunque me hundiera en el mar de la
tristeza, preferiría amarte, pues sé que tú te hallarías muy lejos de mí, en un
lugar donde no podría alcanzarte, tan solo podría admirarte como el cometa
más bello y resplandeciente en mi anunciada muerte.

Eres el goce más asequible para mi espíritu, tú representas esa figura opuesta a
la hediondez de la humanidad. Eres todo lo contrario a lo que es el mundo, un
mar tan puro donde puedo nadar libremente hasta ahogarme.

Intento tenerte siempre en mi cabeza, pues eso me protege de las pesadillas


que me formulo en cada momento de soledad.

Complicaste por completo mi vida, me diste más emociones de las que


pensaba. Intenté sacarte de mi cabeza, sabía que no debías estar ahí y que,
lamentablemente, este mundo no era el lugar apropiado para mostrar todos
estos sentimientos que me inundaban. Entonces descubrí, temerosamente, que
me había enamorado de ti.

Yo antes de ti era distinto: mi vida se resumía simplemente en mí y en lo que


quería hacer por el mundo, pero ahora llegaste tú y me importas más que el
mundo.

Supongo que el suicidio es un método de defensa cuando tu alma está tan


fracturada.

Cuando digo que eres mía o que soy tuyo es más bien porque pertenecemos al
tiempo que somos libres.


Pienso en ti como la única salvación que conozco en este mundo impuro y vil
en que habito por accidente, y el cual quiero abandonar cuanto antes para vivir
por siempre dentro de tu luminoso y tierno corazón.

Fuiste un préstamo en mi vida, tan perfecto, pero, tal vez, no eras para mí.
Ahora quisiera solo soñar con tus dulces labios, pues eso parece ser lo más
real, lo único que me queda antes del suicidio.

Quisiera no existir, pero estos ojos me engañan y me hacen creer que


realmente lo hago.

Quisiera no conocerte, sino tan solo observar tu hermosa silueta desde lejos,
donde no pudiera lastimarla ni infectarla por la demencia de un ser tan roto.

Creo que has estado conmigo siempre, incluso desde antes de conocernos.
Quizás eras esa extraña energía que de algún modo sentía cuando peor me
encontraba; la única estrella que, en las noches más solitarias, al contemplarla
desde mi asquerosa humanidad, evitaba que me suicidara.

Te comería los labios a besos, pero te dejaría sin boca. Te comería en mis
sueños, pero te dejaría sin ropa.

III

Cuando el amor al fin hubo abandonado mi alma, vino el suicidio e hicimos el


amor.

Sé que hay dolor y cosas más oscuras que posiblemente te torturan y flagelan
tu espíritu. Pero debes saber que cuando estoy contigo todo parece tan
diferente, tan cristalino. El simple hecho de verte me hace tanto bien, como si
me bañara en un precioso y dulce manantial, como perderme en un límpido
sueño del cual jamás querría despertar.

Mi alma te buscará para poder sentir una vez más esa energía que únicamente
tú irradias.

Quisiera devolver el tiempo que hemos vivido para hacer esto mucho más
sencillo, pero al menos el dolor que llegaré a sentir será paralelo al recuerdo
de lo feliz que he sido.

Agradezco que hayamos podido conocernos y ser los danzantes en una estrella
de sueños e ilusiones concomitantes.

Sigues corriendo y dando vueltas, pero no importa dónde te ocultes ni cuánto


te separes, pues al final las conexiones dictan los pasos.

En el fondo, andamos por caminos similares, solo que cada quién elige con
qué piedras tropezarse.

Qué complicado debe ser solventar a un corazón roto cuando hasta los pedazos
siguen quebrándose. Somos tan frágiles, no tenemos que rompernos más.

Me entristece saber que nuestro amor es tan frágil y efímero, cuando quisiera
compartir contigo fragmentos de eternidad.

Era como una enorme intranquilidad, la más peligrosa que alguna vez he
sentido; era una incertidumbre de magnitudes inconmensurables. Fue entonces
cuando caí en cuenta de que, quizás, era parte de eso a lo que se llama
enamorarse.

Pensar que, si al final no hay algo más, al menos en esta absurda existencia me
hubiera gustado ser absurdo a tu lado.

El amor debería de estar prohibido, no es posible morir tan absurdamente día


con día cuando aún intentas seguir vivo.

Has sido y serás por siempre aquello de lo cual jamás podría arrepentirme: mi
más bella tortura en este accidente eterno.

Y es que hasta el amor me había hecho pensar que la vida era bella, era una
magnífica mentira para sentir que existía en esta constante querella.

No me importa si la vida es sueño o realidad, si contigo estoy al final de esta


oscuridad.

"Al menos eso necesitaba…" Se dijo a sí mismo antes de matarse, al menos


quería enamorarse para saber cómo se sentía colocarse ese velo y creer que el
mundo era bello.

El mayor error que comete el humano es suponer que se elige en el amor; de


hecho, no se elige en nada.


Tal vez éramos dos viajeros con el mismo motivo, pero con destinos
separados.

No te conocí, siempre fuiste extraño para mí, con tu caminar tan libre y ese
constante deseo de apartarte que nos distanció.

Disfruto tu compañía, pero eso no reafirmará nuestra existencia; debemos


seguir separados, nuestros caminos son diferentes.

Ahora sé que las personas se enamoran y llegan a amar con una fuerza tan
increíble que parece no pertenecerles y que, sin embargo, es la más poderosa y
pasajera de todas.

Te amé tanto que incluso el brillo de la estrella más reluciente del firmamento
se opacaba ante lo que llegué a sentir por ti, pero ahora la más ínfima
oscuridad ensombrece el féretro de nuestros lejanos sentimientos.

Quizá sea mejor morir separados, porque morir juntos ya es común en este
mundo tan ahíto de dudosas costumbres.

Te amé, más allá de una palabra, de una expresión, del odio, de lo malo y
contaminado de este mundo que terminó por carcomer mis sueños y destruir lo
inmaculado.

El amor debería de estar prohibido para los humanos, pues no saben lidiar con
él, son muy débiles.


Después de todo, lo que rápida e intensamente llega, así igualmente se va.
Desearía que todo hubiera sido diferente, y que esta relación hubiera sido más
calmada y armoniosa. Sin embargo, quizá, si hubiera sido de esa forma, no
hubiese representado todo lo que creíamos duradero.

Ahora las nubes han tapado el resplandor que alimentaba este amor, pero sé
que ni mil tormentas podrán borrar tu recuerdo en lo más profundo de mi
corazón.

Quizás el destino ha sido obsequioso conmigo, pues me ha permitido


encontrarte en este mundo ahíto de avaricia y desperdicio.

Yo no esperaba que progresáramos juntos, tan solo anhelaba que no nos


estorbáramos.

Moriremos… entonces nuestro amor será solo polvo al igual que nosotros y
todo lo que alguna vez ha sido.

La segunda vez que creas enamorarte solo estarás tropezando con la misma
piedra, pero en un sendero distinto, más absurdo.

Aguardaría hasta una eternidad para poder atisbar una vez más esa luz que
solo tú podrías emanar.

Eres la mística y esplendorosa noche que, al salir el sol, se vierte sobre mí y


embota de sublimidad mi alma.

IV

Te deseo suerte, y, si algún día recuerdas que alguna vez en tu vida existí, no
olvides que estaré pensando en ti, aunque mi alma esté ya fuera de mí.

Fuimos una página más cuyas letras se difuminaron a través del tiempo con el
constante uso. Te llevas mucho de mí, pero es diferente, pronto serás solo una
hoja que se ha llevado el viento.

Solo esta efímera instancia en la tierra nos ha unido, una rara coincidencia o
un aún más raro destino; pero todo para que, al final, solo subsista el dolor.

Eres mi centelleante luz en este mundo gris, revelas los más anhelados cielos y
los más temidos infiernos.

Si hemos de separarnos en esta existencia, al menos quiero que en la muerte


podamos encontrarnos para besarnos lentamente, hasta quitarnos el sabor de
los besos que en otras bocas absurdamente en vida probamos.

Lo que por ti siento nos protege del inmundo lugar en que habitan el resto de
las personas cuyas almas han sido consumidas. Aun con las heridas, la tuya
resplandece entre la oscuridad, y se eleva refulgente y sublime.

Es normal extrañar a otra persona. Lo es porque estamos acondicionados, solo


hemos convertido a las personas en meras herramientas.


Las palabras sobran ahora, sellemos el final de este amor con un silencio
sublime, uno eterno.

Si en la muerte hemos de encontrar el descanso eterno, entonces quiero morir


con tu amor asesinándome, pues con tus labios me voy a sepultar.

Que todos aquellos que buscan ansiosamente las alas del amor están buscando
saltar de lo más alto sin saber si estas resistirán su peso.

Qué espléndido verte después de no tenerte tantas noches donde me


embriagaba con angustia y poesía insulsa, después de pensarte en cada uno de
mis desvaríos con aquellas mujeres tan de sentido carentes.

Tu calidez es incomparable y tan ataviada de una rareza inusual e inhumana


que tu existencia se torna sagrada para mi corazón agobiado y fenecido.

Quiero que te quedes conmigo y me abrazas con vigor, aunque tus espinas
hagan sangran mi ser hasta lo más profundo.

Ojalá los momentos de quietud y efímera felicidad que alcanzo a brindarte


sean suficientes para contrarrestar las sombras que te atormentan.

He descifrado lo que se esconde más allá de tu mirada, y he vislumbrado el


espíritu más luminiscente.

Tú eres tan diferente al rebaño, pues tienes ilusiones no humanas. Además,


tienes la voluntad y el poder de llegar tan lejos como el infinito mismo.

Solo quiero dormir cerca de ti y saber que no despertaremos jamás, que no


volveremos a esta absurda realidad, sino que soñaremos algo diferente: un
universo en el cual no nos desvaneceremos en cuanto amanezca.

No creo que exista combinación de palabras que pueda ilustrar la esbeltez de


tu silueta y la sapidez de tu boca, pues te miro y estallan las pasiones en mi
interior.

Eras ideal, tus talentos eran los más supremos que hubiese visto. Al menos
quisiera poder acariciarte un poco en mis sueños, pues sólo eso me queda.

Sin importar qué tan oscura sea la situación siempre lucharé por ser esa luz
imperecedera que te haga arder el corazón.

Lo que me enamora de ti va más allá de lo humano, es el universo que habita


en tu interior.

Te amo, y, aunque roce mis labios con otros, al final de esta tormenta seguiré
esperando los tuyos para purificar mi alma enferma de humanidad.

Tu llegada cambió todo radicalmente: liberó los sueños y acertijos que para
este menguado ser habían quedado opacados por un supuesto destino.

Busco alguna forma de hacer descansar tu lacerado espíritu, pero solo se me


ocurre cobijarte y esconderte del mundo, entregarte al placentero abrazo de la
muerte.


Sé que esto es sumamente sagrado, pues lo que he en ti he encontrado es
aquello que de la humanidad ha sido extirpado.

Tú eres el libro más sagrado para este humano hambriento de sabiduría.

Los segundos saben a eternidad cuando unimos nuestras bocas y permitimos


que nuestras almas se acaricien.

Te añoro como un ser necesitado de un nuevo mundo, como un símbolo


imperante en mi locura eterna.

Cada color en tu lienzo me muestra una distinta faceta, y cada una de ellas
ilumina una parte de mi desteñida existencia.

Me haces volar, y haces que estas alas renazcan siempre que la tormenta abate
mi esencia.

Me reconforta saber que, por muy absurda que resulte esta falacia, vivaz y
obstinada fulguras como el dios inconcebible.

No son celos, pero me encantaría que estuvieras viva solo para mí y muerta el
resto.

Me muevo de un lado al otro en mi interior, como buscándote en él. No sé ya


ni siquiera quién soy, pero sé quién eres tú.

Extraño la sensación que produce el roce de tus labios con mi piel, extraño ser
yo el panal donde deposites tu miel.

A veces, cuando veo las estrellas caer y todo a mi alrededor se torna sombrío,
tú eres el único astro que me recuerda cuál es mi destino.

Soy un loco ser enamorado que ha fijado sus ojos en la estrella más fulgurante,
y en cuyo atrevimiento busca inventar un nuevo vocablo que le sirva para
expresar su querer.

Cuando estás conmigo sé que puedo llegar a lo inimaginable con el simple


hecho de sentir tus ojos en mi alma.

Eres todo lo que no puedo tener, y es que me enamoré de la estrella más


refulgente, la única imposible de poseer.

Eres la eternidad que vive en mi alma, y también la esperanza que me había


sido robada.

Cuando sientes todo roto, lo demás es sólo un rasguño. Esta vez, al parecer, lo
descuartizado se puede volver a romper en un montón de funestos fragmentos.

Quédate conmigo hasta que el fuego de mi alma se haya extinguido.


No necesito joyas ni dinero, pues a tu lado pierden su valor; tan solo serían un
pedazo de basura junto a tu alma, la más inefable con su eterno resplandor.

Quizás en algún mundo pueda disfrutar de tu magnificencia no solo un


momento, sino miles de ellos, al menos hasta que nuestro destino sea volver a
existir y a sufrir, pero también a sentir que la existencia nos pesa mucho más
que la eternidad.

Somos dos indomables espíritus que aún luchan por desintoxicarse de la


enfermedad que se ha extendido por todo lo que puede ser alcanzado en esta
humanidad.

El ínfimo periodo que estemos en este mundo me sentiré regocijado por tu


presencia y, en la muerte, tu cuerpo guardaré como un tesoro.

Puedo sentir una fuerza ignota recorriendo mi interior, cuyo flujo concuerda
con el exquisito manantial de tu silueta fantasmal.

No sé si la humanidad sea solo una miserable equivocación, pero creo que me


gustaría volver a conocerte tantas veces como errores se hayan cometido.

Sé que vale la pena buscarte incluso si en el intento mi cuerpo se desintegra y


mi espíritu se extingue; será legendario sentir nuevamente tu cálida presencia
y tu fragancia sempiterna divinizando mi existencia.

Buscaré tu aura en las planicies de pureza inmarcesible y, pese a mis


limitaciones en todos los sentidos, será mística tu búsqueda bajo la oscuridad
del cielo.

Tu alma encajó con la mía sin necesidad de unir las piezas, pues por sí mismas
nunca estuvieron separadas, solo esperaban reencontrarse.

Ni siquiera puedo concebir un universo donde tú no existas para mí. Quiero


ser el fuego que derrita cada momento de soledad y tristeza en tu etérea alma.

Amar es estar loco y ser adorador de lo raro, caer en el peor de los pecados,
perderse en uno mismo sin sentido.

Por poseerte toda la vida que me desampare cualquier dios, porque a partir de
ahora solo tú eres mi adoración.

Valioso quien se muestre totalmente desnudo ante ti, y no del cuerpo, sino del
alma, pues es, acaso, lo único que se acaricia más allá del ocaso.

Vivimos consumidos por las vidas que llevamos, lo que vemos y sentimos;
este encuentro es lo único que puede darnos luz y esperanza.

Pensar que éramos dos extraños cuyas almas se atraían tanto, pero cuyos
caminos tardaron tanto en cruzarse.

Estoy poseído por tu espíritu, pues vives más tú que yo en mí. Es tu esencia la
que inunda mi mente y tu recuerdo el que engrandece mi corazón hasta la
demencia.

Si un día quieres verme, entonces estaré para ti; mientras haz lo que deseas,
comienza a vivir en medio de este cementerio de sueños.

Antes de ti me sentía muerto, era otra entidad más entre las sombras
percibiendo un mundo que no existía. Cuando te encontré ese día me sentía
real, mi alma ardía.

Un amor que no puede seguir nunca acaba; al menos es un consuelo, pues con
estos constantes problemas lo hemos destruido por completo.

Cuando te conocí no sabía en lo que me metía, pues me perdí mí mismo en tu


interior; no obstante, he ganado lo más valioso, a ti.

No sé si soy el destino de tu alma; quizá sea solo el camino o, tal vez, la


muerte.

A veces, soy sustraído de esta realidad y solo tu recuerdo me hace regresar. En


el interior de los mundos que decaen entre el dolor y la pena eterna, solo tú me
mantienes cuerdo, evitas mi contaminación con solo invocar tu recuerdo.

Te quiero ver brillar, aunque sea donde apenas pueda someramente apreciar
esa luz que solo tú emites. El humano es tan torpe que llega a lastimar lo más
puro que posee.

Tú me haces recordar lo mágico que puede llegar a ser el universo, sin leyes ni
restricciones, sin más humanos que nosotros dos.

Si no estás en mi vida, ya ni siquiera la vida quiero que esté conmigo.


VI

Tu belleza reluce con extraño fulgor, mismo que resulta el más preciado entre
todos los tesoros.

Lo que ella había plasmado en mi cuerpo había discurrido hasta mi alma, y


sabía, pese a todo, que ni siquiera la subrepticia muerte que rondaba me haría
olvidar el sabor de sus alocados labios.

No pararé de buscarte e invocarte allende donde sea que te encuentres tras este
ínfimo lapso. En cualquier lugar miraré al nuevo mundo, aunque mi corazón
se estremezca, todo con tal de indagar el significado de tu silueta tornasolada y
tu tenue paz pronunciada.

El anhelo permanecerá, incluso traspasando eones y dimensiones, de poder


contigo recostarme y descansar en el fin de la última creación.

Solo ella no podía percatarse de lo que significaba para aquel humano que le
esperó cada día hasta su último suspiro, y que, en su agonía, todavía le
añoraba e, incluso en su muerte, seguía llamándole; y un día observó ella que a
su lado había aparecido un corazón petrificado, que le siguió hasta el más allá,
donde no podía éste descansar en paz, pues temía por ella ser desechado.

Vivía en una completa agonía, atormentado por alimañas de toda clase; no


obstante, tu luz y calidez evaporaron las capas bajo las cuales todavía
resplandecía una marchita y agobiada esencia.

Te dije que te amaría, pero no mencioné por cuánto ni con qué intensidad,
pues mi corazón cambió cuando otros labios me mostraron un paisaje mucho
más celestial que aquel tan lúgubre que en los tuyos traté de imaginar.

Pudo haber sido para siempre, pudimos haber sido una historia inmarcesible
de amor inigualable… si tan solo el amor realmente fuese cierto, verdadero y
sempiterno.

Entre tus brazos hallaba una calma hermosa al sentirme tan propio, pero entre
los de esa otra persona hallaba una furiosa tormenta que me despojaba de mí
mismo en mi hora más estrepitosa.

Sutiles fueron los tontos que juraron amarse por siempre, pues con qué
ignorancia y plácida insensatez se prometieron hasta la muerte lo único que no
podrían cumplir.

La belleza que el humano puede apreciar se reduce a lo corporal solamente,


pues tan limitada es su percepción que todo lo intangible está fuera de su
imberbe concepción.

Los humanos son, naturalmente, prisioneros de concepciones hipócritas con


respecto al deseo y al amor. Y es que, por más que se diga lo opuesto, el
primero siempre termina venciendo al segundo; de ahí que se haya inventado
el matrimonio como una forma segura de pecar sin arriesgar lo que ya se tiene.

Un beso o una caricia, todo es parte de una realidad ficticia. Con qué
magnífica y ridícula máscara finge el humano un amor extinto hace eones, que
le ata y sostiene su enfermiza dependencia, cuando todo lo que realmente
necesita se ve reducido a la satisfacción de un mero acto carnal, sin que
ningún sentimiento se preserve por encima de sus instintos más sofocantes.

El animal humano no ha sido concebido para amar por mucho tiempo, tan solo
para enamorarse estúpidamente y estropearlo todo con excelsa y perfecta
ironía.

El humano, en su quimérica y distópica imaginación, se ha atrevido a inventar


los valores y la moral como un método al cual recurrir cuando,
ocasionalmente, el arrepentimiento es más fuerte que su insaciable apetito
sexual.

Yo te amaba, o así lo creía, hasta que la conocí y entre sus piernas me enredé,
hasta que entre sus brazos desperté y entre sus caricias de mí te extirpé.

Cuando menos lo pensé, te lastimé en una magnitud insospechada; cuando


menos lo percibí, nuestro amor se había esfumado sin que siquiera alguno de
los dos lo notara.

Sé que ahora me detestas y esperas olvidarte de mí, o tal vez guardarme en un


pedazo de tus recuerdos; sin embargo, debes saber que, aunque esto se
corrompió y se terminó entre llantos y tragedia, alguna vez yo te amé, estoy
seguro de que fue así, pues sentí un límpido oasis surgiendo en donde ahora
solo queda un seco y árido desierto.

Qué ignorante es el humano al creer que el amor es algo con lo que se puede
lidiar. Con qué fantástica y grotesca facilidad cede ante los deseos más
repugnantes y oscuros que yacen en su interior, y que palpitan asquerosamente
hasta haber sido saciados.

Fuiste en mi existencia la clave para dilucidar el camino, la puerta a través de


la cual mi percepción se alteró por completo en mi agobiado destino. Ahora es
momento de tu partida, pues, aunque te amo con el alma, sé que tu espíritu ya
no vibra del mismo modo junto al mío.

Entonces lloraba noche tras noche, lacerando los recovecos de su corazón con
recuerdos de días que ya nunca volverían. Y, a pesar de que esa persona
especial jamás le amaría de nuevo, pues una vez que tal sentimiento frugal se
ha extinguido jamás retorna con la misma intensidad, prometió que solo el
llanto compensaría su ausencia, y que solo a la muerte, cuando llegase atraída
por el suicidio, besaría y le haría el amor de nuevo.

Quería realmente creer en las palabras que emanaban de tus labios, pero tu
boca había perdido ese mágico toque que hacía explotar inmensos cúmulos de
fulgurantes escenarios; sabía que ahora alguien más había robado tu aliento, y
que, tristemente, ya no era yo tu único sueño.

Jamás comprenderé lo ilusorio del supuesto amor humano, ni de manera


científica o mística.

Me resulta prácticamente imposible entender cómo dos personas pueden sentir


tantas cosas con una magnitud inconcebible en determinado momento, y
como, con el paso de ese funesto elemento llamado tiempo, puede crearse tal
indiferencia ante la supuesta persona que se amó en aquel idílico instante
ahora difuminado y colapsado en el caos que matiza el fragmentado recuerdo.


Dije que te amaba, pero nunca dije que sería para siempre. Creí haber dicho
que eras la única persona en mis pensamientos, pero jamás precisé por cuánto
tiempo.

La dulzura con la cual presencié tu despertar hizo estallar todas mis galaxias,
pero ahora la oscuridad ha devorado todos los universos y en ninguno logro
hallarte más, en ningún tiempo volveremos a coincidir jamás.

Quisiera volver al día en que nos conocimos para volarme la cabeza con un
astuto disparo, pues incluso la muerte sería mucho más llevadera que soportar
el dolor aciago con el cual ahora se retuerce mi corazón. Preferiría no haberte
conocido nunca, pero es demasiado tarde, y ahora, tras haberte vislumbrado en
brazos de otro ser, se despedaza nuestro más inmaculado regalo.

Para ti siempre estaré aquí, esperando por si tus labios deciden volver a unirse
con los míos, por si acaso en ninguna persona logras expresar tus más
dementes desvaríos.

La frigidez de tu cuerpo aumentaba conforme transcurrían los días, pero


estuve consciente de esto desde el comienzo. Sabía que el hedor y la rigidez
acabarían con tu silueta, y que tu belleza mermaría y se terminaría en algún
momento; sin embargo, a pesar de todo, no podía dejarte en ese sitio, tan
hundida y olvidada. Ahora estaremos juntos por siempre, jamás me separaré
de ti, eternamente permanecerá mi cuerpo junto a tu cadáver frío.

Debo admitirlo: yo desenterré tu cuerpo, porque solo así podía enterrar la


muerte que acabó con el mío.

En ocasiones me preguntaba cómo sería besarte cuando el último halo de vida


se hubiese extinguido en tu ser, ahora compruebo que resulta más placentero
de lo que cualquier insensato pudiera creer.

No me interesa si tus labios han de yacer en los de alguien más, pues una vez
que descanses en el féretro yo seré el último que, tras el embalsamiento, tus
acendradas formas habrá de saborear.

No tenía la más mínima idea de cómo sería hacer el amor contigo cuando
estuvieses inconsciente, aunque ahora he descubierto que es lo más exquisito y
puro que pueda haber; lástima que ya hayas muerto para poderlo también
saber.

VII

Tus engusanados miembros no detuvieron los deseos que tenía de poseerte,


solo a ti; solo tu carne era la que me excitaba hasta el delirio. Por eso tu tumba
estaba vacía cuando intentaron robarte el corazón milenario que ahora reposa
solitario, coronando mi recinto y centelleando cual destello momentáneo junto
a tu vetusto retrato, tan vívido que puedo fácilmente desposarlo y elevarlo.

Me considero afortunado por haber descifrado cada uno de los misterios que
esconde tu carne, por haber intuido el etéreo cromatismo que refulge en tu
mente.


Mi simple percepción humana no podría concebir un ser tan radiante y
superior como el que en ti la naturaleza ha osado conformar.

Me inquieta no ser yo mismo después de estar contigo, así como me intriga


saber que mi humanidad de ti se ha enamorado.

Presiento que estar contigo terminará por consumirme, pero ese es


exactamente mi sueño.

Desde que te conocí me percaté de que eras alguien excepcional, no


precisamente por tu cuerpo ni por lo que posees en este mundo terrenal, sino
por lo que tu alma conserva... ese aliento de sabiduría eterna.

Te deseo tan bestialmente que tendré que asegurar tu felicidad, la cual lejos de
este mundo vomitivo ha de germinar.

Ahora que ya no estás y que sé jamás volverás, me pregunto en qué momento


la nada se tragó nuestros matices... desde hace cuánto la sintonía de nuestras
corazones marchitados cesó su palpitar.

De ningún modo el amor podía ser verdad en un mundo donde la mentira era
la más prominente veracidad.

Lo que más adoro es sostener tu espíritu entre mis manos y sentir como el
conjunto aciago de nuestras depravaciones se esfuma por un momento. Me
agrada percibir como nuestras bocas, en tan hechizante atracción cósmica,
pueden destruir cualquier concepción de lo que sería el tiempo, el espacio, lo
perecedero, lo infinito y hasta nuestra sombra como humanos.

Podría decirte tan solo que te deseo, pero englobar el jaspeado y apocalíptico
paroxismo hacia el cual me proyecta el besarte se torna imposible en mi
infame y actual condición mundana.

Permíteme deleitar mi trémula esencia con el fantástico roce de tu frenética y


alocada boca, que a mí no me interesa, en esta noche suicida, el que hayas tú
degustado alguna otra.

No sé qué pasa conmigo, como tampoco comprendo a la perfección el


alucinante reflejo que tu silueta me provoca. Y es que ya sé que tu cariño es
solo ficticio, que tus besos son solo el temporal alivio para esta discapacidad
eterna, que tu cuerpo por muchos ha sido auscultado y devorado.

Yo sé cuán escueto será el tiempo en que pueda sentirte mía y fundirme con el
dolor de tu alma, mismo que contemplo en esa profunda y triste mirada,
cristalina y azulada como el lapislázuli, frágil e inocente como tu olvidada
dignidad.

No sé si sería mucho pedir que esta mentira pueda tornarse un poco más real;
¿acaso podrías tú, vampiresa de labios rojos y tacones altos, con tu corazón
desgarrado y tus sentimientos pisoteados por la depravación, sostener mi
compungido espíritu, aunque sea solo esta última ocasión?

El amor no era la culminación de los eones centelleantes en el éxtasis de los


dioses, sino la creación de aquello que existe más allá de la armonía filosófica
en la mente universal de la naturaleza impertérrita.

Aprovechaba de esos instantes en que descendía hacia los abismos de la


muerte, pues en las cumbres de la vida me resbalaba ante el menor intento de
avanzar.

Nadie ama tan solo por amor, se necesita una implicación de otros factores que
rebajen dicho concepto al nivel en que el humano pueda experimentarlo más
como un objeto y no como lo que realmente es: una expiación.

Solo contigo caminar hasta que el anhelo se desvanezca, hasta que el luctuoso
instante donde continúe mis pasos sin que me importe sentir tu mano llegue...
pues será el símbolo para consagrar este dolor cuya intensidad me otorgará el
sempiterno reposo.

Yo te amé, jamás podría negarlo, aunque tu boca evada ahora mi encuentro.


Yo te extrañé, aunque ahora solo me reste el olor de tu cuerpo al cual intento
hacer mío, pero termino soñando nuevamente con un absurdo cuento, y
despertando para notar tu ausencia en este blasfemo momento.

Me ha cautivado saber que podías liberarme de esta prisión, llevarme contigo


y fundirnos hasta desaparecer.

Pensarte se ha convertido en mi fantasía suprema, materializarte se ha vuelto


una tornasolada expresión del sublime demonio cuyos ojos atisban mi
corazón; no obstante, creerte real hace que los fragmentos de mi alma superen
la divinidad de cualquier dios.

No creía en la concordancia, al menos no en este plano, y sigo sin hacerlo,


ciertamente; no obstante, imaginarte ha hecho que mi percepción se torne más
coherente, y que a tu lado pueda alcanzar los más elevados estados de mi
mente.

Jamás creí que existiera un ser como tú, pero has llegado demasiado tarde. El
tiempo, por desgracia, no ha sido justo al arrojarte hacia mí ahora, pues ya es
momento de que la magia cese y mi alma muera.

Tu belleza espiritual me cautivó más que cualquier sublimidad poética. No he


dejado de imaginarte cada noche mostrándome la verdadera naturaleza que
dentro de ti se vierte.

Te mirabas sensualmente única con ese antifaz puesto sobre tu rostro bucólico;
tus ojos lapislázuli anunciaban el nacimiento de una diosa hacia la cual no
podría resistirme y a quien, en el suicidio, me entregaría con ligereza.

Comprendía por qué los humanos anhelaban estar con otra persona, era esa la
debilidad que buscaban subsanar para completar el ciclo de la absurdidad.

El amor humano es tan patético y absurdo como cualquier cosa en esta


existencia superflua en la cual nos suspendemos a causa de un azaroso
milagro.

No sé lo que pasó, me aterraba que llegara el día en que el vacío se apoderara


de nuestros corazones. Y, sin embargo, cuando tus labios se empaparon de
otros sabores, no quise continuar viviendo en este sinsentido de lóbregos
errores.

Corazón de hielo es el que sostienes, espíritu de ojos azulados y tristes. ¿Quién


habrá osado hacer añicos los sentimientos que inquietaban tu ansiosa
entelequia? ¿Quién habrá despedazado los fragmentos de tu maltrecha
insolencia? ¿En dónde habrán de derretirse los megalíticos bloques helados
que se han apilado alrededor de tu ser y han enfriado cualquier muestra de
afecto y placer?

Espero que al menos sonrías cuando llegue tu muerte, porque no deberás estar
triste ya jamás en este infernal plano de sufrimiento palpitante.

Diré que es solo una ilusión poder tocarte siendo yo únicamente la sombra
etérea de un espíritu silente. Así es, empero, como ha sido contrastado este
estado de muerte, pues me cuesta tanto desfragmentarme y nunca más volver a
verte.

Ayer intuí que habías dejado de quererme, pero estoy seguro de que fue una
tergiversación. Aún trato de convencerme de que no eras tú quien prometió
amarme hasta el final y a quien observé entregarse a otro tan dócilmente.

VIII

Creo que te necesito, aunque tal vez ya no te amo como antes, ni tú a mí; pero
también sé que no puedo seguir viviendo si no puedo aniquilar mi tristeza con
tus latidos.

El corazón cambia, la mente agoniza; nada eterno puede existir en esta


fantasía de dolor e injusticia a la que se le considera por error como vida.

La trivialidad del amor humano había agotado todos mis sentidos, me había
desterrado de esta supuesta esfera de espíritus marchitados.

Qué aburrido debe ser buscar lo que no existe, como el amor o la felicidad,
pero así es el ser que habita este mundo: cualquier falacia es interesante para
hacerle olvidar la verdadera purificación que traerá consigo la muerte.

Sé que estarás mejor en algún otro lugar donde yo no pueda existir, pues aquí
conmigo no queda sino la miserable y raquítica memoria de lo que algún día
hizo arder mi fallecida alma.

Me ocasionaba una risa tremenda escuchar humanos que decían amarse. Qué
banal era el supuesto entendimiento que dos personas creían haber entablado
por el simple hecho de permanecer unidas en la carne. Si acaso se trataba de
costumbre o de apego, era lo más a lo que se aspiraba manteniéndose en los
brazos de un supuesto amante, solo eso.

El amor humano era solo un cuento, una historia que se había inventado para
brindar esperanza y sosiego a una raza de imbéciles condenados al sinsentido
y la destrucción de su propia esencia.

En realidad, todos los humanos se engañan al creerse amados o imaginar que


pueden brindar amor a alguien más, pues el amor, como todo lo demás, es solo
una percepción que nos ha sido inculcada por aquellos que rigen esta miseria.
Y, en su inopia, el humano ha tomado como verdadero el mayor engaño que
alguna vez se le hubiese transmitido para hacerle alimentar este vomitivo
plano donde el amor no es sino el símbolo de los cegados.

Te diría que creo amarte, pero ni siquiera sé qué es el amor; como tampoco sé
si algo de lo que creo pueda ser mi propia percepción o solo producto de lo
inculcado.

Eran solo destellos lo que permanecían entre nosotros, casuales encuentros


que no trascendían más allá de la frivolidad de nuestros cuerpos. Se había
perdido la hechizante sensación que embotaba nuestras mentes y pintaba los
lienzos de nuestros corazones. Entonces vislumbré la posibilidad de que
nuestro amor no fuera sino una quimera, pues me negaba a creer, aunque sabía
que era cierto, que de otro te habías enamorado.

Se trataba solo de percepción, de mantener la mirada clavada en determinado


aspecto en tu interior. Yo no sabía si aún continuabas conmigo, si pensabas en
mí con la intensidad de aquella inefable tarde, o si la indiferencia había
consumido el encuentro.

Me mantenía observando cada uno de tus movimientos con meticulosa


precisión, evocando cada imagen que dejaste grabada en mi apreciación,
armando desde el comienzo ese misterioso rompecabezas que ocupaba toda mi
atención.

Al parecer era cierto lo que las estrellas susurraban ayer por la noche cuando
soñé que tu corazón no me elegía ya. Lo que no averigüé hasta la mañana fue
la perturbadora sabiduría que habías elegido para matarme con las caricias que
alguien más obsequiaba a tu carne.

Lágrimas de sangre escurrían acompañando mi sombría decepción. Era


imprescindible aceptar que el amor de mi vida había encontrado otros brazos
donde recostarse hasta el amanecer.

Yo pensaba que estaba equivocado al dejarte, y por eso perseguía tu recuerdo


hasta el infinito. Pero ayer, cuando me enteré de que eras feliz sin mí, también
entendí que no valía la pena oponerse al flujo del río; es preferible aprender a
escucharle y hacer del suicidio el mejor amigo.

Qué frío se siente el panorama ahora que no estás a mi lado, pues avanzo
solitario y temeroso de la sombra. Era todo tan bonito y orlado de flores
inmarcesibles en tu compañía, era una fabulosa caminata sostener tu mano y
alejar los demonios del vacío. Pero esos tiempos se fueron para jamás volver,
tú moriste el día en que yo volví a nacer. Lo único cierto es ambos
compartimos un momento en donde el amor no fue tan falso como lo es la
verdad.

Solo necesitaba un refugio donde mi acongojada alma pudiera reposar, incluso


si era para nunca más despertar.

El amor es el mayor vicio de los que ya no pueden seguir vivos, la


representación menos miserable de la condición humana en esta putrefacta
existencia, el más hermoso desvarío que obnubila la percepción de la verdad.

Una tenue palpitación onírica bastará para reducir todo a viles escombros, para
extraer lo que no puede morir en mí de la decadente forma que ahora me
alberga. Así es como quiero conocerte y consumirte cuando tus labios hayan
rozado la oscuridad de mi alma, y cuando en la muerte haya entendido que aún
te amo.

Te amé tanto como pude, hasta el día que descubrí la triste verdad, hasta el día
en que tus labios ya no sabían solo a mí, hasta el momento en que me suicidé
para olvidarme de ti.


No creí que fuera posible amar a alguien más después de nuestro trágico
desenlace. Y, aunque aún te extraño, también tengo sentimientos muy fuertes
hacia ella, pues representa en mi vida la destrucción de la inmundicia que tan
bien introdujiste en mi alma.

Es verdaderamente posible y normal amar a dos personas o más a la vez. El


único impedimento es la absurda moral y los falsos valores que el humano se
ha inventado para pretender ser algo que no es y que jamás será.

El día que te fuiste me sentí aún más feliz de lo que me sentí el día en que a mi
vida llegaste. Ahora veo que me arruinaste todo lo que creía hermoso, te
encargaste de aplastarme con tu estúpido ego y me convertiste en tu triste
marioneta. Por eso, hoy que te marchas, lo único que suplico es que jamás
vuelvas.

Jamás tuvo sentido, pero al menos fue un buen engaño, una bonita manera de
sentirme menos muerto. Este amor ha llegado a su fin, no nos volveremos a
ver nunca más, pero eso me ayudará bastante, pues se convertirá en el
impulsor necesario para poder suicidarme.

Al fin puedo respirar, al fin puedo ser libre de nuevo. Tú ya no estás aquí, y
eso me hace tan bien. Es tiempo ya de volver a ser feliz, de cambiar el matiz
de este traumático desliz.

Es sumamente natural que las personas se enamoren de otras, que cambien de


pareja todo el tiempo. Y quien no esté dispuesto a aceptarlo, sufrirá
irremediablemente. Esa es la esencia de la existencia: todo cambia de manera
continua.


El camino se despeja, la serpiente se esconde entre la hierba, los demonios
salen del agujero y esparcen la salvación a los desamparados. Un pequeño
corazón en llanto es consumido por el dolor y la sangre, mientras la
contraparte ríe y sueña con un nuevo paraíso.

Quien se enamora siempre pierde, pero tal vez valga la pena perder siempre
con tal de obtener una sensación que nos aleje un poco de la aburrida y
cotidiana existencia humana.

Es imposible no supeditar la felicidad a otra persona, esa es, de hecho, la


mayor debilidad humana que siempre se busca negar.

Cuán falso es el concepto de la fidelidad en los días actuales. Sería mejor


aceptar que, después de un tiempo, todo se acaba y surge, de modo inevitable,
la necesidad de besar otras bocas y deleitarse con otras pieles.

No sé qué signifique esto que ahora siento, pero sé que me va a doler y que
eso no puede ser bueno. Quizá enamorarse siempre conlleve al mismo punto,
al de un sufrimiento que solo puede ser mitigado con el suicidio.

Dos personas que se extrañan son como dos tontos que juegan a separarse sin
saber que, una vez que dos elementos del mismo sistema han entrado en
contacto, jamás vuelven a alejarse del todo.

Solía creer que nuestra conexión era especial, que tú eras la única persona a
quien yo podría amar. Me envolviste bien con tus mentiras, conseguiste
atraparme entre tus piernas con tu espectacular fragancia, pero hoy el hechizo
termina. Sé que tal vez no encontraré a nadie como tú, pero no importa,
porque, sin importar qué, es evidente que nuestro amor ha muerto.

IX

Sé que yo nunca hubiera podido hacerte feliz, pues no fui más que un perdedor
en tu vida. No obstante, yo estaré aquí esperándote, por si algún día decides en
mi alma reposar tu inefable mirada.

Quizá encuentres a alguien mucho mejor que yo, con abundantes deseos de
vivir, que pueda hacerte sentir mujer a cada momento. Pero de lo que estoy
seguro es que nunca encontrarás a nadie que por ti lo diese todo, hasta el
corazón.

Me embelesaste desde el primer momento, con ese encanto tan singular que en
tus ojos fulgura, tan violentamente como el fuego. Eras solo un espejismo, una
utopía que jamás podría ser mía, pero, debes saber, eso no impidió que yo, en
mi estupidez, me enamorase como un niño de ti.

Pienso que estás lejos ahora, y que jamás nos volveremos a ver. Y luego me
confundo, pues no sé si eso era realmente lo que querías, o si fue un capricho
lo que nos separó.

Estoy a punto de poner fin a mi vida, de colocar esta cuerda alrededor de mi


cuello, pero no puedo encontrar la respuesta a la pregunta que me llevó al
suicidio: ¿cómo y cuándo tu corazón dejó de amarme? O, no sé, ¿es que acaso
nunca signifiqué algo para ti? Al final, solo un pestañeo de nuestra existencia
es lo que estuvimos juntos, pues tú de alguien más te enamoraste.

Maldigo el día en que te conocí, porque fui un tonto. Y cuánto aborrezco el


efímero momento en que tus ojos resplandecientes y bellos me atraparon, pues
a partir de ese entonces me convertí en tu esclavo. Has acaparado cada espacio
de mi mente, y te he adorado de tantas formas diferentes, pero es algo tarde,
supongo. Solamente puedo escribir lo que por ti siento, porque yo nunca seré
aquel que ocupe el lugar al lado de tu asiento.

No voy a negar que te extraño al despertar, y no voy a decir que no me hace


falta tu calor antes de dormir. Mentiría si te dijese que estoy bien y que no me
afectó en nada tu partida, es obvio que estoy desesperado por recuperarte. Sin
embargo, también entiendo que hacia otro cielo tú volaste y que, aunque al
mío volvieses, ya nunca por mí enloquecerías del mismo modo en que lo
hicieron la noche en que por vez primera tu cuerpo me obsequiaste.

Nos perdimos, y ese es el símbolo que tu hermoso rostro y tu mágico corazón


han dejado labrado en el destino de mi alma. Cuando me suicide, te juro que tú
serás la última esencia que abandonará mi mente, pues nuestro amor, aunque
se fue al carajo, para mí fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Al final, lo comprendo perfectamente. Mi marchitado corazón no podría tener


lugar en el idílico paisaje que atisbo en tu sublime sonrisa, ni tampoco podría
orlar el etéreo arrebol que se parapeta en tus acendrados ojos de matices
embriagantes.

Y es que cuando yo te miro contemplo lo más divino y magnificente que


pudiera existir en cualquier universo, la más adorable y perfecta obra de arte
que pudiera haber sido pintada, la más elevada y hermosa poesía que pudiera
haber sido compuesta. Te miro y enloquezco, pues eres tú la culminación de
todo lo que solo puedo adorar, pero que, amargamente, jamás podré tener.

Este sufrimiento es por ti. La agonía que ahora envuelve mi alma proviene de
una mentira en la cual yo decidí creer, pues evidente era que, aunque yo te
miraba como a la única diosa de mi corazón, tú jamás sentiste por mí el más
mínimo ápice de amor.

Quisiera poder acariciar tus preciosos cabellos por la mañana, y que me


despertara el jugueteo de tu lengua con la mía. Quisiera poder saborear tu
exquisita saliva y embriagarme con el calor de tu cuerpo, pero sé que mi
imaginación, de seguir así, me terminará solo destruyendo.

Y, al final, ¿qué hay de nosotros? Simple: ¡absolutamente nada! Solo un


fracturado recuerdo colapsando en el éxtasis de una locura que jamás podría
ser.

Esta historia tan lúgubre e hiriente para ambos ha tocado fondo. Entiendo que
tú seguirás con él y que, pese a todo, yo no podría ser quien repose en el dulce
néctar de tus labios.

No sabes cuánto me has gustado desde el primer momento que te vi, con esos
resplandecientes ojazos tan únicos de ti, con esa inmaculada sonrisa que
removía cada mancha de tristeza en mí. Pero, aun así, yo no dejaré de
pensarte, y cada poema que escriba siempre tendrá una sola esencia: la que tu
alma impregnó en lo más profundo de mi corazón.

Quizá, después de todo, sí es un pecado amarte. Tal vez es algo imperdonable


el haberme enamorado de ti, pero te juro que yo no pude decidir. Cuando
menos lo buscaba y más lo negaba, no pude evitar saber que mi corazón ya
solo latía gracias a ti.

Solo añoraba ya la muerte, vivía pensando a cada momento en el suicidio.


Odiaba cada faceta de mi existencia y me aborrecía cada parte de mi cuerpo.
Pero entonces te conocí y todo cambió tan radicalmente, pues tu angelical
silueta y tu etéreo encanto se impregnaron en las oquedades más profundas de
mi ser.

Y luego, cuando supe que jamás te podría tener, no me quedó otra opción más
que entender. Sí, entender que, si no podía estar contigo, tampoco quería ya
que la vida estuviera conmigo.

Siempre es así, o al menos para mí. Me enamoré de ti tan desquiciadamente


que me olvidé por completo de la existencia de todo a mi alrededor. Me sentí
tan atraído por tus encantos de manera irremediable que olvidé lo primordial:
tú ya eras feliz con alguien más.

Mi corazón se aferra a ti. No sé qué me hiciste, no sé cómo es que lograste


encantarme de este modo tan demente. ¿Qué especie de hechizo siniestro es el
que impera ahora en mi mente? Te extraño en todo momento, aunque yo, bien
sé, nunca esté en tu pensamiento.

Pensarás que estoy loco si te digo que por un solo beso tuyo yo… Yo podría
quitarme la vida y arrojarme directo a los peores infiernos, pues el cielo, luego
de ti, ya me parecería tan poco, tan menos.

Ese fue mi error, vaya cosas. Caí rendido a tus pies, pero sin siquiera poder
rozarlos un poco, pues alguien más ya te había elevado hasta las nubes, de
donde nada ni nadie te podría ya alguna vez bajar.


Me pregunto qué tendrá él que no tenga yo. No hallo respuesta que me
satisfaga, pero sí infinitas razones por las cuáles deberías de considerarme
dentro de tu lista de opciones.

Me hacía sentir tan bien contemplarte, perderme en tus preciosos ojos en cuyo
brillo atisbaba el único sentido a esta trivial existencia, deleitarme con la
exquisita melodía propalada por tus encantadores labios. Sí, definitivamente
me había enamorado de ti, y eso era algo que ni yo podía controlar o elegir.
Sin embargo, sabía que amarte así terminaría por destruirme, pues no era yo
aquel por quien tu sonrisa centelleaba de manera tan sublime.

A mi parecer, no existe nada más puro y perfecto que el sempiterno fulgor que
desprende tu mirada acendrada. No existe nada más elevado que tu ser, tan
natural como solo tú eres, tan única e ideal en cada faceta que te compone, y
tan eternamente lejana de estar conmigo sin reprimir nuestras emociones.

Ella lo era todo para mí, era el amor de todas mis vidas y el único ser con
quien deseaba estar en cualquier universo. Por desgracia, ella jamás lo supo, y
nunca lo sabrá ahora que termina mi funeral.

El ciclo continuaba, y mi vida seguía siendo tan absurda como siempre.


Haberte conocido me brindó un tenue suspiro, una efímera luz en esta
deplorable laguna de sueños rotos. Fuiste la persona con quien yo hubiese
deseado haber sido feliz, eso no lo negaré. Ahora te vas, y lo único que sé es
que mañana yo en este mundo ya no estaré.

Me equivoqué de nuevo, pues creía que, si conseguía hacerte sentir bien,


entonces algún día podría tener el amor de tu corazón. Pero te amaré siempre,
te llevaré en mi agobiada mente hasta que pueda probar los labios de la
muerte.

Mi vida es tan miserable como la de cualquier otro humano, pero cuando estoy
contigo debo admitir que todo luce mejor. Este absurdo se torna más llevadero
y hasta creo que podría intentar ser feliz contigo, si tan solo existiese un
nosotros.

El sinsentido en el que divago solo mengua cuando es tu esencia tierna e


inefable la que en mis ojos hunde su brillo.

Podría estar contigo, experimentar esa clase de amor que jamás mi alma ha
inundado. Podría decirte lo mucho que te amo, pero eso implicaría separarme
para siempre de tu lado.

No sé si sea una condena poder estar tan cerca de tus labios y no poder
siquiera rozarlos. No sé si solo sea una tonta fantasía mía, pero no te imaginas
cómo quisiera poder ser yo el motivo de cada sonrisa tuya que adorna tu bello
rostro con absoluta armonía.

Qué divino me resulta escucharte, tanto que quisiera por siempre conmigo
tener tu voz hechizante. Qué horripilante se torna el saber que ya tienes a
alguien que te hace feliz, pero si sigues enamorándome, te apuesto a que uno
de estos días un beso voy a robarte.

Lo que por ti sentí ese día que te conocí superó cualquier cosa experimentada
hasta entonces, pues tú me hiciste creer, por unos instantes, que valía la pena
luchar por alguien.

Y. cuando tu mano rozó a la mía, supe que quería para siempre: hundirme en la
inmarcesible hermosura de tu boca perfecta.

Enamorarse es lo más cercano a la constante idea del suicidio, pues le confiere


un exquisito toque de emoción y sentimiento a la tediosa senda de la vida
donde tan asquerosamente nos hemos resignado a divagar sin rumbo.

Al final, tú no eres la culpable de nada, sino yo. Sí, pues yo fui quien se
enamoró del etéreo almizcle que reverbera en el ápice de tu sublime y
espiritual encanto.

Si te veo, te anhelo y más me enamoro de tu silueta centelleante. Si no te veo,


sufro y me retuerzo al saber que a otro más tu cuerpo ya entregaste.

Te amé tanto que me sentí sumamente dichoso de no haberte arruinado la vida


aferrándome a estar contigo cuando tu corazón ya por mí no palpitaba.

No se ama nunca, excepto cuando se entiende que lo mejor siempre es dejar


libre a ese ser especial que nos hizo tocar el cielo.

Y aunque eres el amor de mi vida, comprendo perfectamente que lo nuestro no


podría existir en ningún universo, y que tus mágicos labios no podrían nunca
acariciar mínimamente a los míos.


Eres lo único que en esta existencia que me hace sentir tan tremendamente
encantado, la única persona que me interesa y me embelesa más que la poesía
del suicidio.

Lo que siento por ti no podría explicarlo tan fácilmente, y quizá ni siquiera


reflexionándolo del modo más profundo. Porque precisamente estás tan dentro
de mí y te pienso casi todo el tiempo que las palabras resultan insulsas para
expresarlo.

Lo que siento por ti no se parece en nada a sensaciones pasadas


experimentadas con personas y en situaciones cualesquiera. Es algo poderoso
y mágico, tan irresistiblemente me atraes que incluso la simple idea de saber
que mañana podré verte de nuevo hace que mi ser vibre con intensidad
demente.

Y es que no te imaginas todo lo que significas para mí, todo lo que descubro al
hundirme en el inmarcesible fuego de tu mirada y en la inexplicable beldad de
tu sonrisa. Me gustaría en verdad poder decírtelo de un modo humano, pero se
torna tan intrincado.

Debo confesarte que ahora me siento tan confundido, no sé si a ti te pase. Lo


más seguro es que no, pero me gusta que lo sepas. Estoy hablando de estas
sensaciones raras que van y vienen en mi interior, y que, ahora no tengo duda,
son provocadas solo por ti. Es todo un torbellino que me atrapa y me sacude
con violencia, pero del cual no quiero, ciertamente, escapar.

Y todo es por ti, no sé cómo ni por qué, pero así es. Y, cuando te veo
nuevamente, creo que siento que muero, pues no logro concebir cómo un ser
tan sublime y majestuoso como tú puede posar un poco de su atención en
alguien como yo. En verdad me desfragmentas por completo, me embriagas de
un néctar que no puedo parar de beber.

Estar contigo, aunque sea solo unos minutos, basta para hacer que me sienta
agradecido de estar vivo, tal es el efecto que causas en mí. Y sí, debo admitir
que vivía pensando en el suicidio, pero desde que llegaste me has embelesado
a tal punto de hacerme olvidar casi todo lo que era antes.

Jamás pensé que pudiera pasarme algo así, que pudiera caer rendido ante la
magnificencia de tu divina esencia, pero me has cautivado. Tus labios rosados
se han convertido en el único cielo en el cual quisiera reposar eternamente, y
tu cálida alma es la única a la que quisiera poder contemplar, acariciar y orlar
cada día por el resto de mi vida.

¿Sabes algo? A veces odio pensar que sea así, porque es tan doloroso y a la
vez tierno todo lo que provocas en mí. Odio pensarte a cada instante y que
verte pueda transformar mi infierno en un dulce y bello oasis.

Odio que tú hayas conquistado así mi mente y que seas tú la mujer a la que mi
corazón haya querido amar, pues creo que no te queda ninguna duda de que
haría lo que fuera por ti de modo incondicional.

Ciertamente, no sé si es sano esto que me provocas, porque te juro que me


cuesta tanto apaciguar mis emociones al verte. Y también me pone triste
pensar que algún día te irás para siempre, que no podré volver a escuchar tu
sinfónica voz ni mirar tus ojos tan hermosos como la puesta del sol. Sé que me
dolerá tu partida mucho más de lo que te imaginas, pues tú le has dado un
sentido a mi vida.

Quizá no quería creerlo así, pero es cierto: eres tú quien ha convertido mi


aburrida y triste existencia en un bello idilio.

A veces me pregunto qué pensarás realmente de mí en lo más profundo de tu


ser, y me lleno de falsas ilusiones al cavilar tontamente que, algún día, sin
importar si es el último de tu vida, podrás ver cuánto significas para mí.

Y, en fin, creo que quería decir tantas cosas que terminé sin decir algo
concreto. Quizás, en lugar de todo lo anterior, lo único que podría decirte es
que siento que podría matar y morir con tal de verte feliz, que no me importa
si el mundo se va al carajo mientras tú estés bien, y que tampoco me interesa
el tiempo que tenga que esperar para poder sostener y cuidar tu corazón.

No sé si todo esto signifique algo para ti, pero para mí tú eres la representación
de lo más lindo y puro que existe en el mundo entero, pues te miro más allá de
tu envoltura humana y sé que tienes algo así como la más hermosa de entre
todas las almas.

Creo que, sin titubear, daría la vida por ti las veces que fueran necesarias,
incluso si tú no me lo pidieras. Podría renunciar a todo lo que pueda tener con
tal de aspirar la exquisita fragancia que solo tu angelical esencia desprende. Y
es que no me importa mirar ni conocer a nadie más, ya que eres tú quien me ha
embelesado.

Tú eres el ser más celestial al que yo quisiera adorar hasta mi muerte, la


supernova que ilumina mi vida y a la cual jamás quiero ver apagarse.

Me gustaría poder hacer algo bonito por ti, escribirte un poema que pudiera
hacerte entender todo lo que siento, pero lo único que puedo confesarte es que
me encantas hasta el punto de no necesitar ninguna razón para quererte con tal
intensidad.

Tú eres todo para mí, el único sentido que hallo en esta existencia y la persona
de quien, inevitablemente, mi ser se enamoró tan loca y apasionadamente.

Lo que siento por ti es algo que ni en millones de eones podría sentir nunca
más por nadie. Por verte sonreír una vez más podría cambiar todo lo que me
queda de vida y morir absolutamente feliz.

Tú me obsequiaste algo más allá de este mundo cuando te conocí, tú me diste


vida cuando ya estaba casi muerto.

Tú me hiciste recordar que todavía existe en mí, aunque sea absurdo, un amor
delirante que solo vibra por ti.

Abrázame fuertemente, porque ya casi no me quedan fuerzas para contemplar


tu alma y acariciarla en la noche de las bestias aladas.

Mírame aquí, prosternándome ante la famélica esencia de la locura.


Suplicando por un poco de piedad que deshaga el nudo que aprieta mi
garganta, desgarrando el matiz reluciente en donde jugamos a ser felices, pero
sin conocer la culminación de este amor delirante que ahora nos pudre desde
la simiente.

Prefiero estar lejos de ti y mirarte sonreír con alguien más, que estar cerca y
mirarte llorar porque, bien lo sé, ya nunca me volverás a amar.

XI

Tus manos de cristal me sostuvieron por un tiempo, y fue bueno haberte


besado cada atardecer en el valle de los muertos. Pero ahora, sin mirar atrás, te
pido me perdones y no me mires nunca más. Ya no somos sino humo que el
viento se llevará, un riachuelo que pronto se habrá de secar.

Y, si poso mis labios sobre los tuyos, aunque sea solo unas milésimas de
segundos, ¿no sería eso mucho más bonito y sublime que mi existencia entera?

Lo que me cautiva de ti es la incandescente rapidez con que consigues


encender mi cuerpo, la magnífica soltura con que envuelves mi mente y el
centelleante halo de locura con que trastornas mi alma.

No puedes negar que el bello resplandor de tu mirada combina mejor con el


matiz de la mía.

Ahogo mi alma para no pensarte, pero ni en los ensueños de la muerte podría


dejar de amarte.

Y, si volviéramos a existir y coincidir en el sublime caos de algún otro


universo, solo pediría una cosa: poder conocerte antes para ser infinitamente
feliz contigo, porque, ¿te digo un secreto? ¡Mi vida eres tú!

Solo a ti te podría contemplar con inefable dulzura por el resto de mi


decadente existencia, solo a ti te admiraría cada día hasta dilucidar en la
insondable hermosura de tu acendrada mirada la muerte más poética. En tus
mágicos y sensuales labios posaría mis más sublimes poemas, y entre tus
brazos hallaría la única razón para continuar respirando en este sinsentido
eterno.

Tan solo bastó de unos momentos para entender que, después de ese primer
beso, mi alma te pertenecería hasta que mi mano plasmara, en tu honor, mi
último verso.

Lo que me haces sentir me tiene paralizado, tanto que me asusta pensar en ti,
pues te apoderas de mi mente con una majestuosidad avasallante. Y es que no
sé, quisiera creer que el mismo efecto te ocurre a ti cuando, acaso por
casualidad, llego yo a estar, muy brevemente, en tus pensamientos.

Tú siempre me vas a encantar locamente, pues lo que me gusta de ti,


evidentemente, va mucho más allá de tu forma física. Yo amo cada fragmento
de tu ser interno, de tu alma tan inmaculada.

Detestaría pensar que algún día podrías engañarme, que podrías besar los
labios de alguien más, pues entonces la vida tendría que arrebatarte.

¿Qué será lo que esa mujercita de cabellos castaños y sonrisa perfecta


ocasiona en mi interior? ¿Qué pasará entre ella y yo que, cuando nos miramos,
lo que surge incluso opaca el resplandor del sol?

Si tú no estás conmigo, si no puedo refugiarme entre tus brazos, si no puedo


deleitarme con tus besos, si no puedo sentir tus manos jalando mis cabellos, si
no puedo sentir tu piel rozando todo mi ser, entonces no quiero nada más de
nadie, entonces prefiero solamente que el suicidio me haga compañía en esta
fría y trágica noche.

Solo tú tienes esa misteriosa habilidad para matizar mi realidad de una manera
tan sublime. Solo tú me ocasionas esa misteriosa sensación cada vez que me
recuestas en tu pecho, me vivificas con tu calidez y, aunque no lo digas, sé
muy bien que tu mirada me dice tiernamente: “te quiero”.

Tantas heridas en el corazón, tanta agonía torturando mi ya endeble razón.


Pero al fin estás tú aquí, por fin puedo decirte que no ha sido fácil el camino.
Pero no importa, pues lo único relevante que debes saber es que, desde el
primer instante en que te vi, me enamoré demencialmente de ti.

Podría besarte todo el día, todos los días de mi existencia. Y, aun así, nunca
me cansaría de saborear el delicioso y embriagante hechizo que solo en tu
boca divina encuentro.

Me obsesionas, me desfragmentas, me embriagas, me embelesas, me encantas.


Todo lo que tú eres está muy por encima de lo que es la humanidad, y eso me
hace amarte incluso más allá de esta fúnebre realidad.

Contigo no quiero una historia de una noche, de un día, de una semana, de


unos meses, de unos años... No, claro que no, eso sería demasiado humano. Lo
que contigo quiero es que podamos fundir nuestros espíritus más allá de la
vida y la muerte, amalgamar nuestras almas en algo más allá de lo eterno.

Te odio. Sí, solo a ti, porque conseguiste lo que nadie había logrado: hacer que
odiara mi amada soledad. Y entonces, así, descubrí cuánto te amo también.

Aunque tu corazón esté ahora tan lejos del mío, sería un crimen no aceptar que
tú eres la única razón por la cual aún late el mío.

De nuevo esta desesperación tan desquiciante, estas ganas de abrazarte y


besarte. ¿Qué me está pasando? No quiero saberlo… Tengo tanto miedo, pues
ya vislumbro el sufrimiento, mi corazón posiblemente roto de nuevo. No sé,
no quiero aceptar que de ti me he enamorado.

Moribundo, alcoholizado, drogado y sin poder contener el llanto. ¿Es este el


resultado de aquel bello poema que se hacía llamar amor?

Los gritos que surgen de mi alma son tan estridentes y me consumen esta
noche. Ya no puedo contenerlos por más tiempo, ya no sé cómo silenciar esa
voz interna que me pide unirme a tu boca tan solo para poder respirar hasta el
amanecer.

Mi felicidad eres tú, y esa es la única verdad que me acompañará hasta la


muerte. Cualquier otra cosa, lugar, momento o persona ya me es totalmente
indiferente.

No sé ya qué hacer sin ti. No sé tampoco si volverás algún día para


despojarme de esta turbulenta miseria en la que se ha tornado mi existencia.
Tal vez nunca vuelvas, en cuyo caso ya tengo preparada la sentencia que
pronunciaré mi última noche: te amo, tal y como eres; tan solo amo eso que ni
siquiera tú puedes ver, pero que a mí siempre me hizo enloquecer: tu alma.

No quiero resignarme, aunque sé que probablemente solo me engaño. Pero me


gusta imaginar que, en lugar de la muerte, serpa tu silueta resplandeciente la
que abrirá la puerta de mi lúgubre habitación esta noche, y me sostendrá entre
sus brazos para evadir un poco más mi destino suicida.


Y yo, sin ti, ¿para qué demonios quiero esta absurda y estúpida existencia?
¿Para qué diablos quiero seguir viviendo si ya no estás tú? ¿Acaso tiene algún
sentido continuar respirando, sabiendo de antemano que ya jamás podré besar
tus labios? No, desde luego que no.

Es paciente, pero en cualquier momento osará materializarse al fin. Sí, todavía


no es demasiado tarde, todavía queda, creo, esperanza. La ridícula esperanza
de que hoy en verdad vendrás y me dirás que aún no es tiempo de hacer real
esa maldita sombra, ¡la del suicidio!

Tengo miedo de que esta sea la última vez que me pierda en la sublime
supernova de tus ojos, pues, luego de eso, ¿qué más me ha de quedar sino el
absurdo palpitar de una vida que siempre me ha parecido, sin ti, sumamente
odiosa?

Sería maravilloso poder contemplar tu sonrisa cada amanecer, poder acariciar


tu piel cada anochecer, poder vivir cada día a tu lado y tomarle gusto a la vida.
Sí, sería tan espléndido todo eso, de no ser porque justo ahora, mientras
escribo todo esto, es la navaja hundiéndose en mi garganta lo único que siento.

Nunca quise aceptar que no podía vivir sin ti, y, mírame ahora, suplicando
porque vuelvas aquí solo unos instantes, porque me abraces solo hasta que la
muerte deje de buscarme.

Tus labios son el lugar perfecto para morir. Sí, quiero besarte mientras el
suicidio me consume al fin.

Por ti yo…, yo hasta… ¿Qué no haría yo por ti? Por ti, incluso me colgaría,
me ahogaría, me dispararía, me cortaría, me asfixiaría, me destruiría, me
suicidaría. Por ti yo, con gusto y las veces que fuesen necesarias, a la muerte
me entregaría. Porque, para mi triste corazón, tú eres lo más sagrado y
hermoso que pueda existir. Sí, solo tú eres todo lo que yo amo y amaré
eternamente.

También podría gustarte