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La sexualidad es el conjunto de condiciones anatómicas,

fisiológicas y psicológico-afectivas que caracterizan el sexo


de cada individuo. También, desde el punto de vista
histórico cultural, es el conjunto de fenómenos
emocionales, de conducta y de prácticas asociadas a la
búsqueda sexual, que marcan de manera decisiva al ser
humano en todas y cada una de las fases determinantes
de su desarrollo en la vida.
La moral son las reglas o normas por las que se
rige la conducta de un ser humano en
concordancia con la sociedad y consigo mismo.
Es la decisión sobre
nuestro comportamiento
sexual, que es fruto de
opciones y decisiones
tomadas consciente y
libremente.
No es que el hombre tenga una
sexualidad, sino que es un ser
sexuado, varón o mujer, y este hecho
marca toda nuestra
existencia, incluyendo nuestro pensar
y actuar.
La masculinidad o feminidad no son sólo un
determinismo natural, sino también una forma de
propia realización, presente siempre en mayor o menor
grado en toda conducta humana, así como una fuerza
que empuja a la formación de la pareja y de
acercamiento al mundo.
Nuestra sexualidad se
diferencia de la de los
animales en que es
verdaderamente humana
y por ello no se reduce a
lo puramente físico ni
obedece simplemente a
las leyes de estímulo y
respuesta.
A diferencia de los animales, el hombre
es dueño de sí mismo y responsable de
sus actos, lo que le constituye en ser
moral.

Todos somos personas, pero nuestra


personalidad se va haciendo a lo largo
de la vida por medio de nuestros
actos.
La sexualidad no es un elemento
marginal, sino que es un
componente de nuestra naturaleza
que nos afecta en todo nuestro
ser, porque es una dimensión
constitutiva de la persona, una
dimensión no sólo
física, biológicos, es también
psíquica y espiritual, y por ello
puede y debe ser objeto de
educación.

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