Agnosticismo: el

error de Huxley
Por: José Luis Quiroga
El biólogo T. H. Huxley es muy bien conocido por
haber hecho campaña en defensa de la teoría de la
evolución de Darwin contra las objeciones clericales
de su tiempo. Se le llamó por ello “el bulldog de
Darwin”. No es menos conocido por haber acuñado
el término “agnosticismo”, que no solo ha calado en
la cultura universal, sino que ha tenido sus propios
desarrollos, alcanzando significados que no siempre
se han mantenido constreñidos a la intención original
del autor. Esto ya era un hecho en los tiempos de
Huxley, quien dijo que si hubiera un hipotético
Concilio General de la Iglesia Agnóstica, él pasaría por
un hereje. Esto puede representar un problema a la
hora de evaluar la validez de las posiciones
agnósticas en el debate actual sobre la existencia de
Dios, puesto que las implicaciones de lo propuesto
por Huxley como principio epistemológico del
agnosticismo, en tanto una tercera vía ante las
afirmaciones del teísmo y las negaciones del ateísmo,
difieren sustancialmente de algunas nociones
actuales que encuentran en el agnosticismo una
forma de suspender el juicio sobre tales afirmaciones
o negaciones, sin pretender refutarlas. Trataré de
exponer y analizar aquí esas diferencias.

En los propios escritos de Huxley podemos encontar

la fuente primaria de su definición de agnosticismo.
En 1884, unos 20 años después de haber creado el
término, presentaba en la revista The Agnostic
Annual tres ideas que aclararían cuál era la definición
auténtica de agnosticismo, fiel a su intención original.
Decía en el primer punto:

“1. El agnosticismo está en la esencia de la

ciencia, ya sea antigua o moderna.
Simplemente significa que un hombre no
debería decir que sabe o cree aquello de lo
que él no tiene bases científicas para saber
o creer.”1

Lo primero que hay que destacar en la definición de

Huxley es su renuencia a aceptar afirmaciones que
no cumplan con ciertas condiciones. No hay en esta
definición, sin embargo, un condicionamiento similar
Agnosticismo: el error de Huxley
a la negación de alguna afirmación, puesto que justamente
eso constituye la posición de Huxley: negar afirmaciones sin
fundamento. Naturalmente, no se plantea algo como: “para
negar la posibilidad de que un hombre afirme algo sin bases
científicas debo tener las bases científicas para creer que
puedo negarlo”, pues minaría su propia posición con un
razonamiento circular inválido. El agnosticismo de Huxley
aplicaría entonces para todo, excepto para el agnosticismo de
Huxley, pero desde luego, tal planteamiento no pasa por su
cabeza: es simplemente un principio axiomático. Lo
importante, sin embargo, es que hasta este punto, no hay
nada en la definición de agnosticismo de Huxley que lo
distinga del ateísmo, considerado este como el rechazo a
aceptar las afirmaciones sin fundamento de los proponentes
de la existencia de Dios.2
A renglón seguido, desafortunadamente, Huxley cae víctima
de un error conceptual que contradice lo indicado en el primer
punto, aunque él cree que es su consecuencia lógica:
“2. Consecuentemente el agnosticismo pone a un
lado no solamente la mayor parte de la teología
popular, sino también la mayor parte de la
antiteología. En su conjunto, las majaderías de la
heterodoxia son más ofensivas para mí que las de la
ortodoxia, porque la heterodoxia profesa estar
guiada por la razón y la ciencia, y la ortodoxia no.” 3
Como puede fácilmente advertirse, Huxley incluye ahora a un
grupo que no estaba contenido en su primera definición,
grupo al que, como habíamos dicho, pertenece él mismo: los
que niegan afirmaciones sin fundamento. Además, no
solamente aplica su crítica a los teístas y ateos, sino que pone
tal énfasis emocional en su rechazo a estos últimos, que da a
pensar que todo el propósito de inventar el agnosticismo era
condenar a los ateos. Talvez las emociones cegaron la
objetividad de Huxley hasta el punto de hacerle caer en tan
grave error y contradicción, no dejándole ver que las
condiciones para aceptar una afirmación no son las mismas
que para aceptar una negación. No se les exige evidencias
científicas a las personas que, como Huxley, niegan
afirmaciones que no se soportan en evidencia científica. El
error de Huxley queda claramente plasmado en su tercer y
último punto:
“3. No tengo ninguna duda de que la crítica
científica probará ser destructiva a las formas del
sobrenaturalismo que entran en la constitución de
las religiones existentes. En un juicio sobre cualquier
así llamado milagro, el veredicto de la ciencia es 'no
demostrado'. Pero el verdadero agnosticismo
(resaltado nuestro) no olvidará que la existencia, el
movimiento y la operación ceñida a leyes en la
naturaleza son más estupendos milagros que
2
cualquiera relatado por las mitologías, y que puede
haber cosas, no solamente en los cielos y la tierra,
sino más allá del universo inteligible, que “no son
soñadas en nuestra filosofía.” La “gnosis” teológica
nos querría hacer creer que el mundo es la casa de
un mago; la “gnosis” antiteológica habla como si
este fuera un “pastel de barro” hecho por los dos
niños ciegos: ley y fuerza. El agnosticismo
simplemente dice que no sabemos nada de lo que
puede haber más allá de los fenómenos.” 4
Aquí parece hacerse evidente que Huxley adopta una variante
de una falacia argumentativa que es propia de los proponentes
de la existencia de Dios: la falacia del dios de los vacíos (god of
the gaps), que sostiene que existe la posibilidad empírica y
lógica de que Dios exista en todo aquello que ignoramos. Es
decir, se trata a su vez de una variante de la falacia ad
ignorantiam: algo puede ser verdad porque no se ha
demostrado que es falso. La clave de esta variante es el
“puede ser”, que siempre tiene el efecto de impulsar las
afirmaciones y reprimir la fuerza de las negaciones. La
ausencia de algo no remite inmediatamente a una solución de
relaciones causa-efecto en las explicaciones del mundo,
solamente las difiere sin especificarlas, mientras que una
presencia genera un fundamento al orden natural.
Se podría entender, además, que Huxley espera que el ateísmo
demuestre “científicamente”, o sea, desde una perspectiva
empírica, que la proposición de la existencia de algo es falsa,
para que esa posición tenga legitimidad, sin embargo, la
posición de Huxley va más allá. Como lo deja entrever la última
oración del tercer punto citado, es deudor del antirealismo
epistemológico kantiano, o sea, de su Idealismo
Transcendental, que subsume su realismo empírico, desde el
cual es inaccesible la realidad de Dios y de las cosas en sí
mismas, las cuales permanecen en un “mundo ininteligible”.
Aquí toca recordar que Kant, cuyas posiciones escépticas en su
crítica a la metafísica tradicional y en su filosofía de la religión
podrían identificarlo como un agnóstico en los términos de
Huxley, declaró que el propósito de su proyecto en la Crítica de
la Razón Pura era defender la fe: “[...] encontré necesario
abolir el conocimiento con el fin de dejar un espacio para la
fe”. De modo que para Huxley, siguiendo a Kant, la perspectiva
empírica está ya viciada por la condiciones a priori de la razón,
y desde ella no sería posible jamás acceder a una realidad
transcendente, incluyendo lo que está detrás de los
fenómenos de la realidad empírica. Ello implicaría que el teísta
y el ateo ya no solamente requerirían bases científicas para
afirmar o negar la existencia de Dios, sino que estas bases
científicas nunca estarán a su disposición. El agnosticismo de
Huxley deberá entonces entenderse así: no es que
provisionalmente no se haya llegado a conocer la existencia o
inexistencia de Dios, es que nunca sabremos “nada de lo que
puede haber más allá de los fenómenos”. El sustento para
 Agnosticismo: el error de Huxley
afirmar esto no proviene de la investigación científica, sino de
una posición filosófica, concretamente: la posición
epistemológica del idealismo kantiano, afiliación que explica
por qué Huxley suena tanto a Kant en sus diatribas contra las
ontologías de teístas y ateos.
Mientras tanto, para todo idealista, antirealista y
antimaterialista seguidor de Kant (como también lo era
Huxley), la razón está obligada a tomar una presuposición: la
existencia de un “Sabio Autor de la naturaleza”, presuposición
sin la cual no podríamos vivir, pues según Kant, la unidad
sistemática de la naturaleza no tendría un fundamento. No lo
dijo así Huxley, ni está claro que haya abrazado tal convicción,
pero es la conclusión que puede y suele desprenderse de su
posición de defensa de la neutralidad en el conocimiento,
mientras abre las puertas a las convicciones de la fe. La alianza
implícita entre el agnosticismo y el teísmo es evidente, a pesar
de su crítica al dogmátismo teológico movido por la razón.
Tanto el agnosticismo de Huxley, como sus variantes, son
explorados en el libro de Richard Dawkins El Espejismo de
Dios. Allí hace una distinción entre un Agnosticismo
Permanente por Principio (APP) y un Agnosticismo Temporal
en la Práctica (ATP), ubicando a Huxley entre los defensores
del APP5. Aunque Dawkins critica este agnosticismo utilizando
un principio de probabilidad y la carga de la prueba, lo cierto
es que este argumento es insuficiente para dar cuenta del
error de Huxley, pues supone que en esta doctrina el
problema se centra en lo realmente existente (la cosa en sí
kantiana) como punto de partida, cuando lo cierto es que el
problema trata sobre un postulado epistemológico: por
principio no podemos saber nunca nada de lo que existe
realmente. A este agnosticismo le importan muy poco las
probabilidades de la existencia de las cosas, sobre las cuales
mantiene un férreo escepticismo, pero sí le interesa la certeza
filosófica en la imposibilidad de conocer un “mundo
ininteligible”, sin permitirse términos medios. Sólo podemos
tener convicciones sobre lo que percibimos, pero esas
convicciones, ordenadas por la práctica científica, no dicen
nada sobre la existencia de una realidad independiente de
nuestra mente.
De modo que Dawkins comete un error al igualar agnosticismo
a niveles de probabilidades de existencia y distribuirlos en un
espectro. Se trata en realidad de niveles de certeza, y en el
caso del agnosticismo a lo Huxley, sólo hay una posibilidad y
una única certeza: que no existen certezas, y las certezas
provisionales solo tratan de los aspectos fenomenológicos de
la experiencia. El agnosticismo no sería una posición neutral
sobre la existencia de Dios, sino una posición (todavía neutra)l,
fundada en la incertidumbre, acerca del conocimiento de
todas las cosas, que por extensión también se aplicaría al
conocimiento de la existencia de Dios.
3
En los argumentos que sigue desarrollando Dawkins,
apoyándose en Bertand Russell, se explica cómo naturalmente,
en la práctica, el agnosticismo debería llevarmos por simple
sentido común al ateísmo (no hay teteragnósticos,
refiriéndose a una hipotética e imperceptible tetera flotando
en el espacio), sin embargo, todo esto aplica para el ATP, una
vez admitido el problema de la tetera espacial como una
hipótesis cientifica, es decir, objeto de nuestras investigaciones
empíricas, que presuponen la posibilidad de certezas. Por otro
lado, el agnosticismo kantiano en el que se apoya Huxley
justamente propone que, por principio, no tenemos acceso
empírico a ninguna realidad de cosas en sí mismas, incluyendo
una tetera espacial que realmente existiera, quedando aún un
espacio sin disputa para la fe en dicha tetera, así como la fe en
cualquier cosa. El agnosticismo no es más que nihilismo
epistemológico.
Consideradas todas estas cuestiones, el término agnosticismo
es, a mi modo de ver, un invento desafortunado,
frecuentemente interpretado como una posición neutral y
provisional, cuando en realidad representa un compromiso
decisivo y permanente con ciertas ideas filosóficas. Para
refutarlo, no es suficiente indagar sobre las probabilidades de
existencia de las cosas, como hace Dawkins, ni apelar a la
confiabilidad de las demostraciones científicas. Hay que ir a su
raíz: la filosofia kantiana y su idealismo, y tal tarea de crítica a
este sistema le corresponde al proyecto filosófico del realismo
y la ontología materialista. Por otra parte, las posiciones que
dicen llamarse agnósticas y que corresponden a la clasificación
de ATP de Dawkins, pueden ser enfrentadas desde su propia
lógica. Algunas de esas refutaciones ya las cubren Dawkins y
Russell: la probabilidad y el principio de la carga de la prueba;
otras ya la hemos abordado: el rechazo a la falacia ad
ignorantiam y la adopción del principio de que las condiciones
para aceptar una afirmación no son las mismas que para
aceptar una negación, quedando el agnosticismo como nada
especialmente diferente del ateísmo. Usando la Navaja de
Hitchens: lo que puede afirmarse sin pruebas puede
desestimarse sin pruebas. Así, si el término agnosticismo
tuviese alguna validez, sería para expresar la suspensión
provisional del juicio sobre ciertas afirmaciones hasta que se
den las condiciones suficientes y necesarias para tener un
conocimiento, según la tradicional definición tripartita: una
creencia verdadera acompañada de una explicación racional.
Un verdadero agnóstico sería alguien que quisiera dejar de
serlo, que desearía salir de su incertidumbre y decidirse a
tomar partido por una afirmación, o rechazarla. Queda abierta
la posibilidad de que no encuentre todavía las condiciones
para salir de su incertidumbre, sin que ello implique la
imposición de esta sobre los que sí han tomado partido, es
decir, transformando su Agnosticismo Temporal en la Práctica
(ATP) por un Agnosticismo Permanente por Principio (APP). En
el debate sobre la existencia de una deidad, cabría esperar
posiciones agnósticas temporales (ATP), pero no una
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incertidumbre global que aplique a todos los casos,

considerando que existen múltiples doctrinas y afirmaciones
teístas, aún cuando parecieran apuntar a la misma deidad.
Finalmente, no hay otras alternativas: tomar partido o
resignarse a escuchar.

NOTAS

1. HUXLEY, Leonard, 2020: 68.

2. Alguien podría objetar tal definición señalando que el
ateísmo no se conforma con rechazar las afirmaciones teístas,
sino que niega categóricamente y propone por su propia
cuenta la inexistencia de Dios. Sin embargo, esta objeción,
basada en una inversión del lenguaje, es inválida, pues olvida
que el concepto de Dios que evalúa el ateo es siempre algún
concepto de Dios propuesto por quien afirma su existencia.
3. HUXLEY, Leonard, 2020: 69.
4. Ídem.
5. DAWKINS, 2007: 59-60

BIBLIOGRAFÍA

DAWKINS, Richard, 2007. El Espejismo de Dios. 3a. Edición.

Madrid: Espasa. ISBN: 978-84-670-2478-4.

HUXLEY, Leonard, 2020. Life and Letters of Thomas Henry

Huxley [ Vida y Cartas de Thomas Henry Huxley]. 1a. edición.
Frankfurt am Main, Alemania: Outlook Verlag. ISBN: 978-3-
75230-164-9.

KANT, Immanuel, 1998. Critique of Pure Reason. Cambridge:

Cambridge University Press. ISBN: 0-521-35402-1

LIGHTMAN, Bernard, 2019. The Origins of Agnosticism.

Baltimore: John Hopkins University Press. ISBN: 978-1-4214-
3030-0.

Pasternack, Lawrence and Courtney Fugate, "Kant’s Philosophy

of Religion", The Stanford Encyclopedia of Philosophy 
(Summer 2021 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL =
<https://plato.stanford.edu/archives/sum2021/entries/kant-
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