Está en la página 1de 2

Capítulo 30

—Mierda, mierda, mierda, mierda —escucho a alguien repetir una y otra vez y con cada palabra la
cabeza me duele más.

La resaca de la noche anterior no me permite ni abrir los ojos, no sé en dónde estoy ni qué hora es ni
por qué hay alguien soltando groserías cada vez más obscenas a mi lado.

—Gia, despierta que vamos tarde —Me insiste la misma voz femenina de las groserías.

—¿A donde? —murmuro con sueño.

—A la boda —contesta la voz mientras remueve varias cosas de encima de mí.

—¿Qué boda? —pregunto sin tener idea de lo que habla.

—¡La tuya, imbécil! —grita y abro los ojos de golpe.

¡Que hoy me caso!

Miro alrededor con desesperación y parpadeo varias veces para enfocar la vista. Lo primero que veo es
purpurina, mucha purpurina esparcida por todo el dormitorio, cama, suelo, pared, techo, lo recubre casi
todo. Sabrina está desmayada en el piso, Helena no está por todo esto y Adriana parece una loca
correteando de un lado a otro. Le da una patada en la pierna a Sabrina y esta suelta un gruñido para
después acurrucarse más en el suelo y seguir durmiendo.

Adriana la da por imposible y me arrastra de la cama. Miro el reloj y es demasiado tarde, en una hora
tengo que estar caminando hacia el altar y estoy aquí desgreñada, con una resaca horrible y una dama
de honor desmayada, la otra enloqueciendo y la restante desaparecida.
Bonito augurio de matrimonio.

También podría gustarte