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Catalina Lugo Pulgarin

Mauricio Sanchez Vanegas


Padre Guillermo Leon Zuleta Salas
22 de marzo de 2020

Ensayo
Evidencia de la necesidad de los principios morales que
permitan orientar y recuperar el valor de la institución
matrimonial y su vocación sacramental1

Es difícil hablar en estos tiempos de cambio de valores de la sociedad, recuperar los


principios que desde la institución de la iglesia han sido la base para el matrimonio cristiano, esos
cuatro principios sintetizados en Fidelidad e indisolubilidad de la pareja, Fecundidad, Castidad,
Compromiso oficial; se han visto afectados en gran medida por los cambios económicos, la
liberación sexual, cambios sociales con respecto a la familia como la base necesaria e indiscutible
de la sociedad, político desde la transformación de las formas que rigen el funcionamiento de la
sociedad, los cambios religiosos donde antes no se discutía, ni se discutía a la sociedad. Esto ha
hecho que en cierta medida esta vocación matrimonial sé afecte desde la vocación sacramental.
El texto se dirección en una frecuencia importante a los jóvenes, es verdad que ya la
sociedad a cambiado su modo de ver las desiciones de vida, y aplazan un poco mas la decisión de
convivir con una pareja y formar una familia. Es ahí donde veo que realmente se marca una
diferencia en el cambio que lleva a que el joven no piense inicialmente en este tema, pero se ve
como en edad entre 30 – 40 años, la sociedad empieza a buscar el matrimonio como una
alternativa de vida adulta. Una decisión mas madura, sin beneficios propios, con claridad en sus
decisiones

1Texto leído Como vivir el matrimonio cristiano / Principios en retirada. Los cambios / Matrimonio y Sagrada
Escritura / El Matrimonio en la Tradición de la Iglesia / Matrimonio en el Concilio Vaticano II y el Código de
Derecho Canónico / El sacramento del Matrimonio hoy / El Hijo: ¿fruto de qué amor?. Cómo vivir el matrimonio
cristiano hoy.

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Sin duda, el documento plantea una cruda realidad: La devaluación del sacramento
matrimonial, por motivos de cambios antropológicos, sociales, económicos, culturales.

Especialmente se podría pensar que, el gran problema radica en el escaso desarrollo


espiritual que día a día se ve constatado en los bautizados, en la excesiva confianza eclesial que
piensa que vasta con la comunicación de unas disposiciones institucionales, que en el lenguaje del
papa Francisco sería una iglesia autoreferencial.

Es oportuno reconocer que para el matrimonio no sólo basta el amor, la fe, la madurez
psicológica y la madurez espiritual, se requiere que haya un verdadero acompañamiento para
alcanzar esta madurez total, en la cual repercute mucho la dimensión testimonial de las familias
de origen de las parejas y el testimonio de la institución, que a razón de la verdad, habría que
considerar todos los problemas que ad-intra de la iglesia se tiene con sus ministros en materia de
sexualidad y compromiso, de fidelidad y castidad.

Sabemos que la postmodernidad se caracteriza por el relativismo, por lo ligero, por lo


efímero, y que esta mentalidad ha afectado profundamente la vida individual y social hasta las
más profundas raíces; hoy el pensamiento es subjetivo, individualista, centrado en el bien e
interés personal, hoy se le rinde culto al hedonismo, y se confunde felicidad con poder adquisitivo
y posesión de bienes materiales y económicos que posibilitan un status, un reconocimiento social
que en apariencia diría que somos exitosos; somos testigos de la modificación de la estructura
familiar, cuando sabemos que para sostener a una familia con los estándares sociales, no solo
debe trabajar el esposo, si no también la esposa. Somos testigos del gran empoderamiento de la
mujer que en muchos casos está mas capacitada y mejor remunerada que el hombre y en este
caso hace que el hombre esté por debajo, perdiendo su significatividad. Somos también testigos
de una época en donde el sexo es comprado y sin ningún compromiso, en donde el internet nos
ha globalizado la pandemia de la pornografía. Y el mercado de los cuerpos sin alma está a la
orden del día. En general, las coordenadas antropológico sociales, por decirlo de alguna manera,
son totalmente opuestas a las disposiciones del cristianismo, que día a día se ha ido quedando sin
piso porque su autoridad forzada e impuesta cada vez es menos aceptada, porque sus ritos y

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sacramentos se han vaciado de significado, porque no se trabaja en proceso sino simplemente
desde el punto de vista del momento social.

Es indispensable reconocer que el matrimonio sin duda es un institución natural, que de


suyo no le pertenece a ninguna iglesia en particular, lo que si debe hacer cada iglesia es llevar a
sus miembros a llenar de sentido y sobre todo de espiritualidad real que sirva de referente,
soporte y fuerza, además del acompañamiento real y permanente de las parejas; lo que no se
hace con simples fórmulas, lineamientos, disposiciones o nominalismos como está acostumbrada
la iglesia a realizar, se trata de un auténtico pastoreo, en donde la condición de aceptación no sea:
“ Por la honesta fecundidad de los esposos, le nazcan nuevos hijos a la iglesia”, la sexualidad no
puede quedar condicionada a la sola procreación, pues los nuevos hijos de la iglesia también
llegan a través de la auténtica adhesión y la real conversión de las personas a Jesucristo.

Además, qué entonces tendría que hacer la iglesia con las parejas infértiles y con los casados
que ya no están en edad de procrear? O acaso sus ministros, autodenominados “Padres”, ¿no son
generadores de otro tipo de vida? No se trata de quedarnos lamentando del cambio de
mentalidad y de las tipologías de nuevas familias que son aceptadas en sociedad, se trataría más
bien de una gran autoevaluación en el lenguaje que se sigue utilizando y las maneras como se
representa y se celebran los momentos importantes y comprometedores de la vida, en esencia hay
que revaluar y resignificar la forma de pastoral que persiste en la iglesia, una pastoral en donde la
parroquia sigue siendo un feuda y el párroco un señor feudal; ya no estamos en la edad media.
Esta es una evidencia que la iglesia está muy lejos de la sociedad, y con esto no se propone que la
iglesia se secularice, sino que se “aggiorne” de verdad como lo pedía el papa Juan XXIII, pero es
que a nivel teológico y de magisterial, somos ambivalentes; en el concilio vaticano II hay
disposiciones progresistas y de avanzada, pero en la práctica la iglesia sigue siendo timorata y
conservadora. No es que carezcamos de la claridad que dimana de la Sagrada Escritura, de las
muchas y buenas luces que nos da la tradición y el magisterio; el gran problema es que la iglesia,
en lenguaje de hoy no quiere salir de un área de confort.

La necesidad de los principios éticos, para la resignificación y el revaloramiento de la vida,


debe pasar por un auténtico desarrollo humano y espiritual, que nos haga realmente conscientes

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del mensaje y las implicaciones de la relación con Jesucristo. He escuchado y estoy de acuerdo:
“cuándo llevas a alguien al evangelio y este se conecta con Jesucristo realmente, luego no tienes
que decirle lo que debe hacer”; de la palabra de Dios nacen todos los principios éticos cristianos,
de la verdadera experiencia espiritual nacen las bases para las convicciones de la vida, se trata de
volvernos más experienciales y menos doctrinales para que las personas maduren a la luz de su
relación con Jesucristo.

la importancia de volver a la autentica espiritualidad y la necesidad de acompañamiento de


los casados por parte de la iglesia es la estrategia mas acorde a una realidad vivida, que volvería a
orientar en los valores de la institución matrimonial y vocación sacerdotal. Partiendo no solo de
las necesidades actuales sino mas aun de lo que nos describe el Concilio Vaticano II (48) donde
nos invita cuando dice: El autentico amor conyugal es asumido por el amor divino, y gracias a la
obra redentora de Cristo y a la acción salvífica de la Iglesia, se rige y se enriquece para que los
esposos sean eficazmente conducidos hacia Dios y se vuelvan ayudados y confortados en su
sublime misión de padre y madre.

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