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Alumno : Romero Guzman Josue Moises

Grupo : 6cv3

Resumen comentado. Batallas en el Desierto de José Emilio


Pacheco
La historia de esta novela está planteada en un México Antiguo, del que hoy no quedan más que
los recuerdos de los viejos, por ahí de los 90’s cuando la poliomielitis azotaba al país, Miguel
Alemán era el señor presidente y la Segunda Guerra Mundial por fin cesaba. Pacheco, de una
manera muy sutil, nos introduce a los problemas que aquejaban a nuestra población en aquel
entonces, de los cuales nos damos cuenta: no son nada distintos de los nuestros, compartimos la
misma realidad. Las personas mayores no cesaban de hablar de inflación, transito insoportable,
inmoralidad, delincuencia, corrupción, extranjeros y, por otra parte, el progreso que se acercaba.
Se esperaba con ansias el año 2000 porque les habían hecho creer que para entonces todo sería
distintito, que la modernidad nos alcanzaría, pero fue muy ingenuo pensar que para esos años no
tendríamos pobres, la violencia se acabaría y la basura sería un tema del ayer.

Tristemente lo que si se les iba de las manos eran nuestras raíces, ya que se adoptaron frases
gringas, pochas, como las llamaban, se despreciaba el término “indio”, siendo que de ahí venimos
y poco a poco la identidad mexicana pasaba a ser de cualquiera menos de nosotros.

Llegado el momento, Carlos, el personaje principal de esta obra, nos cuenta que, a los niños,
inocentes individuos, les hacía mucha gracia jugar con los temas de la recién creada Liga Árabe,
para lo cual se armaban por bandos: los árabes y los judíos. Y muy curiosamente, en su escuela
había niños de distintas nacionalidades, lo que nos hace pensar que la guerra trajo consigo
muchos cambios. Uno de los niños, tal vez el más destacable, era de origen japonés, se llamaba
Toru y era el niño listo, todo mundo se burlaba de él, sin saber que años después se convertiría en
un importante empresario y tendría a su servicio más o menos a cuatro mil mexicanos. Por otro
lado, estaban los menos afortunados, Peralta y Rosales, que no pagaban colegiatura porque vivían
en las peores vecindades de la Doctores, y por último tenemos a Jim, era nuevo y no hablaba ni
bien ni mal español o inglés.

Casi toda la narración está ubicada en la Colonia Roma, considerada como una de las colonias con
mayor plusvalía en el mercado, también toma lugar en la Doctores, que se tiene clasificada como
uno de los barrios bajos y de gente peligrosa, y en el contraste, tenemos a Polanco o Las Lomas a
las que se refiere como un lugar exclusivo donde la gente pudiente vivía y se desenvolvía.

Me imagino esa etapa del mandato de Alemán en la que, como muchos de nuestros gobernantes,
se jactaban de hacer mil y un mejoras al país y para ello hacen uso de los más débiles, en este caso
eran los niños quienes tenían que sufrir una y otra vez las famosas inauguraciones, donde los
plantaban afuera de hospitales, edificios inmensos, avenidas, carreteras, etc. con el propósito de
demostrar que las promesas no se quedaban en papel sino que pasaban a ser un sinfín de obras,
inconclusas pero a fin de cuentas, obras.

Jim presumía orgulloso a su padre porque parecía ser la mano derecha del presidente en turno, sin
saber que todos hablaban de él a sus espaldas ya que su madre era

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amante del sujeto en cuestión. El machismo en toda la narrativa está claramente presente, pero
más allá del machismo de la época, se juega también con temas como la corrupción desde los más
altos mandos o la relegación del papel de la mujer como ser humano pues se le concebía como la
ama de casa con el papel de “una buena madre”. Las clases sociales estaban igual de marcadas
que ahora; la frase, que como cantaleta repiten los que llegan al poder, “trabajando al servicio de
México”, se sigue escuchando actualmente y seguro así será durante mucho tiempo porque los
pobres siguen pobres y los ricos siguen haciéndose aún más ricos.

En determinado punto de la historia, la vida de Carlos comenzó a dar giros impresionantes.


Primero, Carlos estudiaba en el Colegio de México porque su papá era un importante empresario
en la industria de jabón, luego se mudan a la Colonia Roma y lo cambian de escuela pues su padre
está por venirse a la bancarrota porque algunas industrias extranjeras quieren comerse el negocio
y finalmente, después de unos años, su padre se coloca como el gerente de la empresa
estadounidense que estaba dispuesto a aplastarlo. Saber cómo ocurrió todo eso es impresionante
y es destacable el papá de Carlos a sus casi 50 años estaba aferrado con aprender inglés, y quién lo
diría, estaba pensando futuro.

México era un país muy pobre, como ejemplo tenemos a la madre de Carlos que soñaba con tener
alguno de los aparatos con los que contaba una respetable “Señora de casa”, tales como su
aspiradora, licuadora, lavadora, olla exprés y todo aquello que le simplificara las tareas del hogar,
que, a pesar de estar bien encontrados económicamente, tenían sus carencias. Es chistoso leer las
palabras de su madre que, al ser de provincia, se relata que odia a los capitalinos por ser tan sucios
y de tan malas costumbres. La señora también idolatra al general Henríquez Guzmán, porque
creía, como muchos otros, que sería la esperanza de México, algo como como lo que había pasado
con Perón en Argentina.

En su casa, todos leían y no cualquier cosa, Héctor, hermano de Carlos, estudiaba Mi lucha y al
maestro Vasconcelos, su padre devoraba El dominio de sí mismo y su madre, por veces, algo de
Hugo Wast. Si hacemos una comparación a los hábitos que tenemos hoy en día las familias, es
difícil encontrar a todos miembros con una lectura en mano, situación que años atrás era
recurrente, casi como una costumbre.

Una vez introducido al personaje de Mariana, la señora de la que el personaje principal siente
mucha atracción y siguiendo la línea temporal de la lectura, llega el momento que más se puede
esperar, cuando por fin este personaje se escapa de la escuela con el firme y único propósito de
declararle su amor a Mariana, quien, cerca de las once de la mañana es sorprendida, en su casa
con la visita del joven y al escuchar todo lo que éste pretendía con dicha visita, responde triste
que no hay nada que preocupase y que es mejor que sólo quede en su memoria como un recuerdo
porque la situación en la que viven es complicada para ambos, ella bien podría ser su madre y no
podría ser algo más, por lo que le recomienda que se quede nada más como un recuerdo del que
años después pueda despertarle una sonrisa. Mariana le pide un último favor al niño y le da un
beso en la comisura de la boca, así como el que le daba a su hijo Jim antes de irse a la escuela.

Esta escena es impactante en muchos aspectos, primero, es ella quien le da una muestra de cariño
y no con la intención de verse como algo erótico sino de demostrarle lo noble que es; segundo, lo
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que le sigue a esta acción es una serie de desgracias para el menor pues es tachado de loco. Mas
allá de lo que pudieran pensar los demás sobre Carlos es más bien destacable cómo se percibía él:
como lo que es, un niño terriblemente enamorado de una mujer.

En esta parte de la lectura, sentí muy injusto el hecho de que se hiciera un gran escándalo por
hacer algo que solo los adultos pueden. Lo llevaron al psiquiatra, donde delante suyo, un par de
doctores se dispusieron a hablar de sus “terribles” problemas de inferioridad, sumisión, falta de
afecto y exagerado rigor por parte de ambos padres. Años más tarde, cuando adultos, Carlos se
encuentra a Rosales vendiendo chicles (escena que no se aleja mucho de la realidad) y se entera
de todo lo que se había perdido y lo que más le dolió fue la muerte de Mariana por causa del
“Señor”. Pese a todo, terco de coraje, no creía que aquello hubiera ocurrido en realidad, seguro lo
había escuchado en alguna radionovela, así que fue a visitar el edificio en el que parecía que
Mariana y Jim fueran fantasmas de los que nadie supiera nada. La historia de siempre, algo así
como un ajuste de cuentas fue lo que le arrebató la vida a su gran amor y con eso se concluye con
el libro.

Al terminar la lectura, quise imaginar la misma situación en la que vivía Carlos pero poniéndola en
el contexto social como en el que vivimos ahora, pleno 2018, y tristemente no pude visualizar
tanto cambios, me percaté de que muchas cosas siguen igual, tal vez hay más avances
tecnológicos o mejores leyes que antes con los que se puede dar una perspectiva diferente a la
situación actual del país, pero en temas como el ámbito político, las falsas promesas, la carencia
económica, temas como la discriminación, la opresión sentimental y emocional, la violencia,
delincuencia y el machismo que aún son recurrentes por falta de atención, siguen vigentes y creo
que todo se debe, no a los gobernantes sino, a la población, al pueblo, y muchas veces no somos
conscientes de lo que nos ocurre alrededor. Me di cuenta de que, si en México dejáramos de ser
tan indiferentes y viéramos más por el interés colectivo, seríamos un modelo excepcional. Creo
firmemente que la indiferencia en el país ha hecho de él, lo que somos ahora. Pero claro, todo
esto es desde mi punto de vista y sé que todo el mundo tendrá una perspectiva diferente del
contexto que nos envuelve como nación.

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