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INTRODUCCION

Un rasgo distintivo de estas economías es que, junto a los sectores y empresas donde se trabaja
según las formas técnicas y organizativas más actuales, existen sectores o empresas en las que
parte del trabajo notorio para la comunidad se utiliza según métodos tradicionales. Resultando en
niveles más bajos de productividad en comparación con las técnicas modernas. Se sabe, en parte,
como resultado de las altas tasas de crecimiento natural de la población en las regiones donde
prevalecen los modos tradicionales de producción, que estas economías generalmente
experimentan formas de desempleo o subempleo. "Estructura". Así, la comunidad desperdicia
trabajo de forma involuntaria, ya sea porque utiliza parte de su fuerza laboral con baja
productividad, o porque deja de utilizar otra parte. En una economía que se encuentra en las
condiciones planteadas hasta ahora, la necesidad de utilizar, en el nivel de productividad
aceptable por los métodos de producción modernos, pasa a primer plano toda la mano de obra
disponible. Esta necesidad enfrenta obstáculos "objetivos" mucho más bajos que los de una
economía en la que el desarrollo económico está en su infancia. Por ejemplo, en una economía
como Italia, el capital técnico necesario puede producirse en gran medida dentro de la economía,
lo que evita graves problemas de balanza de pagos. Por otro lado, y sobre todo, la existencia de un
sector moderno amplio y diferenciado proporciona a la comunidad las capacidades humanas
necesarias para eliminar los métodos tradicionales en el resto de la economía. El problema,
entonces, es cómo, aún sin alterar los cimientos institucionales del sistema económico, la
comunidad puede actuar para tratar de eliminar el desperdicio de trabajo que tiene que soportar
la comunidad del cobre. Y es aquí donde cobra importancia la cuestión de la teoría económica que
señalamos al comienzo de este trabajo. El cuadro que presenta la teoría económica al respecto es
ambiguo y contradictorio. La teoría tradicional, que ha dominado hasta las últimas décadas, ofrece
una respuesta sencilla. Para obtener un mayor volumen de inversión, se debe desalentar el
consumo. La crítica de Keynes apunta a la debilidad de las bases sobre las que descansa esta
respuesta. Sin embargo, estas discusiones no han logrado devolver a esa teoría la confianza
general de la que gozaba hace algún tiempo. Esta incertidumbre de la situación teórica se refleja
en muchos intentos recientes de teoría de la aglomeración y el crecimiento, donde algunos
enfoques derivados de la teoría tradicional se oponen a otros enfoques, enfoques diferentes que
de diferentes maneras afirman ser negativos. En ambos apartados se tiende a construir modelos
en los que se han eliminado los problemas subyacentes de mayor incertidumbre y se han
seleccionado hipótesis cuya base es, de hecho, dudosa o al menos infundada. Nos parece útil
retomar este tema, ya sea por las razones ya mencionadas de la importancia práctica y la
incertidumbre de la situación teórica, o porque, a juicio del autor, los términos en los que se ha
discutido el tema hasta ahora pueden ser modificados. . . Las críticas considerables que se han
suscitado recientemente y en diferentes lugares sobre el concepto de factores de producción
»capital« y, por tanto, sobre el enfoque tradicional de la distribución de la oferta y la demanda de
los factores de fabricación. Según la teoría tradicional, la afirmación de que las decisiones de
inversión tienden a equilibrar las decisiones de ahorro contiene como factor esencial la idea de
una función de demanda de inversión elástica con respecto a la tasa de interés. Esta idea no fue
cuestionada en la controversia keynesiana, al menos en términos de su aplicabilidad a largo plazo.
Es importante que nos refiramos a este desarrollo particular de la controversia keynesiana para
explicar la incertidumbre actual de la teoría con respecto a los problemas acumulativos. Esta
crítica del concepto de capital es, por tanto, importante en términos del efecto del consumo sobre
la inversión y, como intentaremos mostrar en estas notas, puede contribuir a negar la validez de
este concepto. Validez de los argumentos tradicionales, incluso en el ámbito de análisis a largo
plazo. En la segunda parte, volveremos al tema desde la perspectiva de la teoría del dinero que
sirvió a Keynes para la crítica de la teoría tradicional. Luego se intenta demostrar que tales
esfuerzos se basan en el supuesto de que la inversión tiene una alta elasticidad a las tasas de
interés. Volviendo al análisis real de la primera sección, llegaremos a la conclusión de que, incluso
teniendo en cuenta situaciones normales y de largo plazo, las inversiones deben considerarse
independientes de la decisión de ahorrar, en la medida máxima que constituyan los ahorros que
en la comunidad se dará cuenta a nivel de ingresos debido al pleno aprovechamiento de la
capacidad productiva y en condiciones de precio constante.

RICARDO Y LA "LEY DE SAY”

RICARDO

Según Keynes, ésta comprendía la escuela ricardiana y los "discípulos de Ricardo. . . adoptaron y
perfeccionaron la teoría económica ricardiana, incluyendo a J. S. Mili, Marshall, Edgeworth y
Pigou. Ahora bien, la teoría de Ricardo, por un lado y las teorías de Marshall y de Pigou, por otro
no son homogéneas en relación con el principio de la tendencia al pleno empleo.

Además de la tendencia de Marshall a presentar sus propias doctrinas como continuación de las
doctrinas ricardianas, lo que más específicamente indujo a Keynes a identificar en este aspecto la
posición de Ricardo con la de las teorías marginalistas de Marshall o de Pigou fue una
interpretación particular, en términos modernos, de la famosa controversia entre Ricardo y
Malthus de la posibilidad de una "sobreproducción general de mercancías". Pero en un examen
más cuidadoso esa interpretación parece muy engañosa y en algunos puntos errónea.

Por su parte, Ricardo rechazaba la idea de que el avance de la acumulación pudiera encontrar un


límite en la falta de salidas para la producción creciente, y afirmaba que "la demanda encuentra
un límite únicamente en la producción".

En Ricardo y Malthus, así como antes de ellos en Adam Smith, no se había planteado el problema
de la posible divergencia entre estas dos magnitudes.

Cuando se examina la posición de los economistas clásicos desde este punto de vista no debe
sorprender que no se pueda encontrar en Ricardo la noción que le atribuye Keynes según la cual la
tasa de interés sería "el factor que lleva al equilibrio la demanda de inversión y la disposición a
ahorrar". En Ricardo la tasa de interés aparece sólo como un fenómeno subordinado a la tasa de
ganancia y regulada por esta última.

En ella la nueva teoría de las utilidades de Ricardo se contraponía a la dominante, más vaga y
empírica, de Smith y que Malthus toma nuevamente con hincapié particular.

De aquí provienen los argumentos de Malthus para defender, en contra de Ricardo, el consumo
"improductivo" que en forma no muy precisa sería esencial a la posibilidad de vender los
productos con ganancia, "medio para aumentar el valor de cambio de todo el producto" y, con él,
la tasa de ganancia."

La teoría de Ricardo se oponía a estas ideas sobre las utilidades.

Ricardo, partiendo del supuesto de que la tasa de salarios a la larga quedaba determinada por el
nivel de "subsistencia", llegaba con toda coherencia a la conclusión de que la tasa de ganancia
determinada por la relación entre el excedente del producto sobre los salarios y los salarios
mismosno podía disminuir con el avance de la acumulación, sino como efecto de la disminución en
la productividad del trabajo empleado en producir, en tierras cada vez menos fértiles, la
subsistencia de una población creciente.

Las ideas de Smith y de Malthus sobre los beneficios parecieron a Ricardo el resultado de que no
se haya tenido en cuenta la necesaria conexión entre producción e ingreso disponible.

Ricardo era lo mismo sostener la conexión entre producción e ingreso que el principio ya


enunciado por Say de que "la demanda sólo está limitada por la producción".

Tal vez podríamos ir más allá y afirmar que, en este aspecto, la teoría de Ricardo está "abierta", en
el sentido de que no ofrece supuestos capaces de justificar una tendencia de las inversiones a
adecuarse a los ahorros ni tampoco supone para su validez que tal tendencia exista. ^^ Por este
carácter "abierto", la teoría ricardiana es distinta de las teorías marginalistas posteriores que
consideraron la distribución como el resultado de la acción de fuerzas de demanda y de oferta de
factores productivos.

Vale la pena subrayar que en Ricardo está ausente la idea de demandas de "factores productivos"
elásticas respecto a sus respectivas tasas de remuneración, ya que la ausencia de esta idea puede
servirnos para poner en evidencia lo poco que la "escuela clásica" definida por Keynes tiene en
común con Ricardo.

Ahora bien, de acuerdo con Ricardo, la "ley de Say" no llegaba a esa conclusión; llevaba sólo a
negar la existencia de límites de demanda al empleo de la cantidad de trabajo que podría utilizarse
con el nivel de acumulación alcanzado, ya sea que tal cantidad fuera toda la oferta de trabajo o
sólo una parte de ella.

Ricardo admitía la posibilidad de desocupación de trabajo y consideraba que ésta sólo podía


eliminarse con una ulterior acumulación de capital o con la disminución de la población.

MALTHUS
Malthus sostenía que una acumulación de capital que sacrificase el "consumo improductivo"
provocaría una rápida caída de la tasa de ganancia y destruiría así el incentivo a una posterior
acumulación de capital por causa de las disminuciones de precios debidas a la dificultad de
encontrar salida al incremento de producción.

Para usar las mismas palabras que Malthus: "con una rápida acumulación de capital ... se daría una
prematura falta de demanda para la oferta de mercancías y no habría motivo para la acumulación
posterior.

El problema que discutían Malthus y Ricardo presenta semejanzas indiscutibles con el que, algo
más de un siglo después, dio lugar a la controversia entre Keynes y Pigou; semejanzas que se
pueden expresar diciendo que Malthus, igual que Keynes , veía la posibilidad de que la demanda
pusiese límites a la producción global, mientras que Ricardo, como muchos de los economistas
"ortodoxos" contemporáneos de Keynes.
Malthus y Ricardo identificaron siempre decisiones de ahorro con decisiones de inversión: no
podía darse, entre esos autores, la discusión sobre la existencia o inexistencia de fuerzas capaces
de equilibrar las decisiones de invertir y de ahorrar.

Malthus debería empezar constatando que dicha controversia se refería a las circunstancias que
determinan la tasa de ganancia.

En ella la nueva teoría de las utilidades de Ricardo se contraponía a la dominante, más vaga y
empírica, de Smith y que Malthus toma nuevamente con hincapié particular.

De aquí provienen los argumentos de Malthus para defender, en contra de Ricardo, el consumo


"improductivo" que en forma no muy precisa sería esencial a la posibilidad de vender los
productos con ganancia, "medio para aumentar el valor de cambio de todo el producto" y, con él,
la tasa de ganancia."

A la argumentación de Smith, Malthus no parece haber agregado nada claro y coherente, por lo


que las ideas de Smith y de Malthus sobre los beneficios parecieron a Ricardo el resultado de que
no se haya tenido en cuenta la necesaria conexión entre producción e ingreso disponible.

¿POR QUÉ SE DICE QUE EN BOLIVIA TENEMOS UN ESTADO RENTISTA Y UNA


CULTURA RENTISTA?

ESTADO RENTISTA
Como el rentismo intenta obtener valor a través de una decisión política antes que de una
transacción económica, habitualmente involucra al Estado y afecta los recursos públicos. Pueden
encontrarse manifestaciones de ese fenómeno en las asignaciones presupuestarias obtenidas bajo
presiones, en subsidios, en ventajas particulares, en aranceles o incluso en la provisión excluyente
de servicios públicos. Los factores que dan origen al rentismo son la debilidad institucional del
Estado y su incapacidad para establecer y resguardar los derechos de las personas, la existencia y
percepción de profundas desigualdades y la concentración de recursos económicos,
especialmente si son controlados por entidades públicas y si han sido generados fuera del sistema
económico regular. El rentismo desalienta la actividad productiva creadora de valor, reduce las
inversiones o anula su rentabilidad, y provoca bajos niveles de crecimiento económico.
Se ha observado una fuerte correlación entre el aumento de expectativas rentistas, medido por las
reservas de gas natural, y el aumento de los conflictos sociales, lo que muestra la pertinencia de la
exploración que realiza este trabajo. La existencia de esa correlación no implica desconocer que
cada conflicto tiene su propio perfil en términos de actores, adversarios, formas y reivindicaciones,
y que el conjunto es mucho más complejo de lo que puede representarse gráfica o
estadísticamente. Así, sería tan equivocado pensar que todos los conflictos se explican por el
rentismo, como creer que éste se manifiesta solamente en acciones conflictivas. El análisis de la
dinámica general de los conflictos sociales ha detectado la importancia de la acción corporativa y
su orientación estatista. Lo exiguo del excedente bajo control estatal y lo mucho que se espera de
él expectativa que aumenta sin cesar contribuyen a explicar la magnitud de las frustraciones que
inflaman el tejido social, y éstas a su vez se manifiestan en una fuerte tendencia hacia la
fragmentación de la acción colectiva. Los datos sobre conflictos y la tolerancia hacia ellos
expresada por la población, a pesar de los perjuicios que sufre, configuran un panorama anómico,
de escasa sujeción a las normas o al respeto de la ley. Una ley que, sin embargo, las personas
afirman cumplir, aunque de modo condicionado a su "utilidad" o conveniencia. Esto explica
también la tendencia al particularismo y su agudización paralela al debilitamiento del poder
gubernamental. Aquí se ha comprobado que la debilidad institucional del Estado es una variable
determinante del rentismo. Por supuesto, no hay razón para pensar que la relación sea
unidireccional. Si bien allí donde se ejerce el rentismo éste tiende a erosionar el Estado de
Derecho, el fenómeno contrapuesto adquiere mayor fuerza: donde no hay controles
institucionales e impera la ley del más fuerte. Debe destacarse además el carácter dinámico de esa
relación y, por tanto, la posibilidad de que el rentismo aumente o disminuya y tenga mayor o
menor relevancia según las circunstancias. En contraposición a la actitud anómica puesta de
manifiesto por la abundancia de conflictos algo que muestra la debilidad institucional y política del
Estado a la vez que contribuye a debilitarlo la población deposita enormes expectativas en el
Estado, presumiéndolo o deseándolo más fuerte en términos económicos o materiales. Esto, sin
embargo, no llega a expresarse en alguna forma de responsabilidad hacia el proveedor. En Bolivia
se cree que el ciudadano es definido por sus derechos y el Estado por sus obligaciones. Aunque se
espera mucho del Estado, no hay disposición a aportar nada. Esto define una forma de estatismo
dependiente que, sin embargo, tiene sentido sólo en tanto el Estado sea un mecanismo real de
acceso a recursos. Un Estado que es políticamente débil pero económicamente fuerte ofrece las
condiciones más favorables para el desarrollo de comportamientos rentistas.
EN EL ASPECTO CULTURAL
El renacimiento de hábitos rentistas que en los conflictos del 2000 se habían presentado sólo
como reivindicaciones fundadas en la nostalgia, fue alentado en 2003 por la disponibilidad de una
base material para restablecerlos: el gas natural. Para junio de 2005, la acción corporativa se hizo
vigorosamente estatista y, aunque minoritaria en términos demográficos, no puede ignorarse que
tiene sustentos ideológicos que posibilitan una irradiación rápida hacia el resto de la población.
Para muchos ciudadanos, hasta el abuso del que son víctimas durante los bloqueos y marchas
violentas resulta tolerable por el carácter "justo y legítimo" que se atribuye al reclamo. La
"mayoría silenciosa" es, en gran medida, una mayoría condescendiente que, al callar, otorga
razón. Desde esta percepción, colocar el gas bajo control directo del Estado equivale a recuperar la
riqueza para la Nación, que en la práctica está formada por los grupos que conquistan el derecho
de inclusión o usufructo a base de "heroísmo colectivo", es decir, de presión callejera. El mejor
ejemplo de esto lo dio la alianza entre municipios y universidades que, actuando a través de sus
organismos asociativos, impuso por la fuerza de los bloqueos y marchas una redistribución de la
renta petrolera que se cobra a través del denominado "Impuesto Directo a los Hidrocarburos".
Ambos actuaban en nombre del pueblo, la ley, la ciencia y la tecnología. Como era de esperarse,
apenas se creyó concluido este conflicto un gran bloqueo de caminos iniciado por las comunidades
indígenas guaraníes demandaba su cuota de la misma renta. El argumento que las movía era la
postergación y el derecho especial que les asiste por estar asentadas en las zonas donde se
encuentran los mayores yacimientos de gas. La columna vertebral de la ideología nacional
formada por los hábitos del estatismo y el rentismo se empezó a articular nuevamente desde el
año 2000. Se lo podía percibir con gran nitidez no sólo en el comportamiento de los actores
sociales, sino también en el de los actores políticos. Al iniciarse la campaña electoral del 2005, que
supuestamente renovaría el sistema político e iniciaría una nueva etapa, las tres fuerzas
principales que aspiraron a polarizar al electorado parecieron sin embargo compartir la misma
convicción: las rentas deben ser manejadas por el Estado. Se diferenciaron en los modos de
controlar las rentas, pero coincidieron en su búsqueda de interlocutores: no los ciudadanos, sino
los grupos de interés, los gremios, las corporaciones. Tal vez eso explique la fuerza del rentismo. Es
imposible intentar una verificación empírica de esta tesis en el marco de una investigación
exploratoria como ésta, por lo que aquí se ofrece como una conclusión hipotética que tal vez
pueda guiar futuras investigaciones y reflexiones.
Al parecer el "sentido común" boliviano es estatista, sus hábitos están fuertemente arraigados en
los comportamientos colectivos, sustentados por una mentalidad rentista.

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