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Resumen
El artículo describe y analiza una serie de petroglifos pre-inkas del valle subandino de Ocobamba,
reportados por vez primera en 1922 por el investigador alemán Christian Bües. Se trata de grandes
bloques graníticos individuales de variada iconografía grabados en diferentes épocas, muy
posiblemente por cazadores-recolectores, con representaciones semasiográficas de la fauna local
y otras puramente abstractas, cuyos fines y filiaciones no pueden aún ser determinados claramente
por la falta de estudios arqueológicos y de información etnohistórica. Los petroglifos han sufrido
varios atentados (fragmentación, enterramiento, pintado…) por parte de buscadores de tesoros y
encargados de obras viales, así como por disposición de las autoridades locales.
Palabras Claves
Abstract
The article describes and analyzes a series of pre-inka petroglyphs from the sub-Andean
Ocobamba valley, firstly reported in 1922 by the German researcher Christian Bües. These are
large individual granitic blocks of varied iconography engraved at different times, most likely by
hunter-gatherers, with semasiographic representations of local fauna and other purely abstract
ones, whose goals and affiliations cannot yet be clearly determined due to lack of archaeological
studies and ethno-historic information. The petroglyphs have suffered several attacks
(fragmentation, burial, painting ...) by treasure hunters and road workers, as well as by local
authorities.
Keywords
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 35
Carreño Collatupa, Rául. Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de
La Convención (Cusco-Perú). Revista Cuadernos de Arte Prehistórico, num 10 (2020): 34-77.
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(CC BY-NC 3.0)
Licencia Internacional
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 36
Introducción
1. El valle de Ocobamba
Figura 1
Ubicación de Ocobamba y de la provincia La Convención
(imagen de base Google Earth)
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 37
Figura 2
Paisaje de Pintobamba y viviendas típicas de la zona de petroglifos
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 38
Los lugareños sólo mencionan “las ruinas de Plateriayoc”, los únicos conjuntos
arqueológicos de la cuenca que han sido objeto de estudios, habiendo dos informes
inéditos del “Proyecto arqueológico Patacancha” del Cusichaca Thrust: el primero, de la
expedición realizada en julio de 1992 por los arqueólogos Rachel Butter y Francisco Solís.
En él se mencionan siete grupos de construcciones precolombinas en la parte alta del
valle de Plateriayoc: Salapunku, Ñucchuyoc Moqo, Inka Machay, Hervabinayoc
(Yerbabuenayoc), Cunca Pata, Pumac Chupan y Cheqta Qaqa. Algunos parecen
importantes, con varias decenas de recintos (Salapunku supera los cien), todos de planta
circular a ovoide y de mampostería rústica1. En el sitio Inka Machay registraron pinturas
rupestres: una figura radiante y otra antropomorfa, junto a una cruz de Calvario con
pedestal y una inscripción debajo; esta última es colonial o republicana; las dos primeras,
preinkas. El segundo informe, de la arqueóloga inglesa Ann Kendall2, describe cinco de
los mismos conjuntos y las excavaciones realizadas en ellos por el arqueólogo David
Andrews.
Plateriayoc por el proyecto arqueológico Patacancha del Trust de Cusichaca (Informe inédito.
Belbroughton Stourbridge: Cusichaca Trust, 1994).
3 A. Kendall, “Una red de caminos prehispánicos: rutas de comercio en el distrito de Ollantaytambo,
Cuzco, Perú”. En L. Herrera y M. Cardale de Schrimpff (EDS.), Caminos precolombinos. Las vías,
los ingenieros y los viajeros, (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000), 234-
235.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 39
El Antisuyu (que jamás llegó a abarcar la llanura y la várzea amazónica, sino que
estuvo confinada a los contrafuertes orientales andinos) era visto como un espacio
agreste, insalubre, casi inaccesible, por lo que sirvió como refugio de algunas de las
etnias vencidas y expulsadas por los inkas (Chankas, Laris, Poqes…), y también,
paradójicamente, de los últimos inkas (los llamados de Vilcabamba) tras el avance de los
conquistadores hispanos. Estos últimos tampoco mostraron mucho interés por ocuparlo,
pues encontraron “caudalosos ríos, poblaciones nativas belicosas y, en general, tierras
pobres y hambrientas, estériles, en comparación con el territorio organizado y fértil,
controlado por los Incas […] Los Antis […] es un espacio no solo ajeno, sino
profundamente hostil, es más, un territorio no integrado tanto al mundo anterior a los
Incas, como se relata en el Manuscrito de Huarochirí, donde el espacio común se define
en torno al culto a la huaca Pariacaca, como tampoco parte del Tahuantinsuyu en las
páginas de la primera parte de los Comentarios de Garcilaso. No obstante, igualmente
agreste y amenazador aparece el mundo amazónico para los primeros pobladores
europeos como se ha visto en la desastrosa experiencia del menor de los Pizarro”5.
“El Imperio Incaico, altamente organizado, había extendido sólo en forma marginal
su hegemonía en el Antisuyo. La pequeña porción de selva bajo dominio de los Incas era
la constituida por tierra montañosa”6. El Antisuyo ─al que perteneció Ocobamba─ fue
pues la región menos desarrollada del Tahuantinsuyu, como, aparte de la evidencia
arqueológica (ausencia de grandes construcciones), lo corrobora, por ejemplo, Garcilaso
al relatar las visitas que hizo el Inka Huiraqocha a su imperio tras derrotar a los chankas7:
“Acabada la visita de Collasuyu, entró en Antísuyu, donde […] fue recebído con menos
fausto y pompa por ser los pueblos menores que los passados”8.
4 D. W. Gade, “Comercio y colonización en la zona de contacto entre la sierra y las tierras bajas del
valle del Urubamba en el Perú”. En R. Ávalos de Matos y R. Ravines (eds.), Actas y memorias del
XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, Vol: 4. Historia, Etnohistoria y Etnología de la
selva sudamericana (Lima: IEP, 1972), 209.
5 C. Zanelli, “Los antis: la Amazonía como frontera y mundo desconocido en dos fuentes
fase imperial de los inkas; Rostworowski sugiere que fueron las rencillas familiares y entre panakas
las que indujeron al cronista mestizo a tergiversar esta historia y atribuir a Huiraqocha (a cuya
familia pertenecía) un triunfo que en realidad correspondió a su hijo Pachakúteq.
8 Inka Garcilaso de la Vega, Primera parte de los Comentarios Reales, que tratan del origen de los
Yncas, reyes que fueron del Perv (Lisboa: officina de Pedro Crasbeeck, 1609), 125.
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y andinas entre los siglos XV y XVII (Lima: Abya Yala-IFEA, 1988), 148.
11 V. Maúrtua, Contestación al alegato de Bolivia. Prueba peruana presentada al Gobierno de la
República Argentina. Obispado del Cuzco (Buenos Aires: Imprenta Europea de M. A Rosas,
1907a), 7.
12 El apellido Montalvo subsiste en Ocobamba; la actual alcaldesa distrital se llama Gladys
Montalvo.
13 H. Villanueva, Cuzco 1689, documentos. Economía y sociedad en el sur andino. Archivos de
Historia andina num 1 (Cusco: CERA Bartolomé de las Casas, 1982), 284.
14 V. Maúrtua, Contestación de la República del Perú á la demanda de la República de Bolivia
presentada a la Comisión Asesora del Gobierno Argentino (Buenos Aires: Compañía Sud
Americana de Billetes de Banco, 1907b), 442.
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Un informe del corregidor del Cuzco fechado el 9 de agosto de 1757 indica que
Yanatili, Ocobamba y Quillabamba constituían “las vías de penetración en los territorios
de infieles del Cuzco”15. Esta es la mención documental más antigua que hallamos sobre
el nombre de este valle. Hacia 1781, tras haber sido adscrito al partido de Calca,
Ocobamba volvió a ser reincorporado al partido de Urubamba como parte del curato de
Ollantaytambo16. En 1790, Pablo José Oricaín17, haciendo el recuento y descripción del
obispado del Cusco menciona a Huanobamba, Ocobamba y Antibamba como haciendas
“que en otro tiempo fueron cañaverales muy cuantiosos y fértiles”, integrando el partido de
Urubamba y Vilcabamba.
Al parecer fue recién a inicios del período republicano que la colonización de estos
valles se acentuó, posiblemente para continuar con el cultivo de caña de azúcar, algodón,
frutas y, sobre todo, de coca, aunque en mucha menor escala que en el valle de Yanatili.
En cualquier caso, todo indica que Ocobamba constituía un enclave muy marginal hasta
inicios del siglo XX; no hay vestigios de construcciones coloniales ni republicanas
tempranas. Raimondi recorrió todo el valle de Yanatili en 1865 sin visitar ni Ocobamba ni
otras quebradas vecinas; era criterio de este científico el no escoger como puntos de
visita u observación zonas que no tuviesen cierta importancia económica, biológica o
geológica.
En la segunda mitad del siglo XIX los misioneros dominicos incrementaron su labor
evangelizadora en estos valles; más adelante se dio también la presencia de otras
órdenes y sectas. En 1874, el ingeniero alemán Hermann Goering hizo el “Mapa de los
valles de Paucartambo, Lares, Ocobamba y la quebrada del Vilcanota”19.
Las principales etnias del Alto Urubamba (los matsigüenkas y piros) mantuvieron
cierta autonomía hasta bien avanzado el siglo XIX, comerciando con los serranos en
ferias por lo general anuales que tenían lugar en el paraje llamado El Encuentro, en la
confluencia de los ríos Yanatili y Urubamba. Los productos tropicales eran intercambiados
por sal, alcohol, queso, herramientas de metal, espejos y chucherías. A inicios del siglo
XX, estas ferias se habían extinguido tras la masiva llegada de los colonos arribados de la
sierra20, en parte gracias a los incentivos de la Ley de Colonización de Tierras de
Montaña, promulgada el 21 de noviembre de 1898, tendencia que fue frenada por la peor
geográficas comprensivas a este Obispado del Cuzco que claman remedios espirituales (Lima:
Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 2004 [1790]), 37.
18 V. Maúrtua, Prueba peruana presentada al Gobierno de la República Argentina. Tomo Segundo.
General de Indias”, Revista del Archivo Histórico del Cuzco num 13 (1970): 189.
20 D. W. Gade, “Comercio y colonización… 212.
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epidemia de malaria del siglo XX, desencadenada en agosto de 1932 y que causó de seis
mil a diez mil muertos en la provincia de La Convención, sobre un total de
aproximadamente 25.000 habitantes21. “Los sobrevivientes se apresuraron en abandonar
sus hogares y haciendas y huir al Cuzco. En lo que fueron cultivos primorosos creció
nuevamente la maleza y a la vera del camino, como mudos testimonios, aún puede verse
innumerables tumbas”22.
3. Estudios previos
21 M. Cueto, (2000) El regreso de las epidemias: Salud y sociedad en el Peru del siglo XX (Lima:
IEP, 2014), 156.
22 C. Bustíos, La malaria y el dengue en la historia de la salud pública peruana: 1821-2011. (Lima:
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 43
No se sabe con certeza cuál es el texto original escrito por Bües. Es evidente que
el artículo de Valcárcel contiene muchas adiciones alusivas a otros sitios rupestres del
Cusco, del Perú, incluyendo referencias incluso europeas. Lo mismo ocurre con el de
Pardo, con el agravante de que, como ya indicamos, éste autor agrega una serie de
conjeturas que, en algunos casos, lindan con la pura fantasía, algo frecuente entre los
arqueólogos locales de esos tiempos.
Por el contrario, en su texto de 1943 Bües demuestra una serie de virtudes ético-
científicas y una gran honestidad intelectual: confiesa no contar con la bibliografía ni los
conocimientos suficientes como para adentrarse en teorías explicativas sobre el origen y
función de los petroglifos, da a conocer su método de calco con precisiones para no dañar
los grabados, emite acertadas interpretaciones geológicas y arriba a conclusiones muy
destacables, como la de remarcar que todos los petroglifos de La Convención se sitúan
sobre la margen derecha de río Urubamba, que en los petroglifos no hay
representaciones antropomorfas, ni de actividades humanas ni de peces ni de plantas,
tampoco escenas de caza; que algunos petrograbados “parecen ser más bien ‘maquetas’
de campos de riego y de construcciones”, que los ejemplares rupestres subandinos no
tienen conexión con el monolito de Sayhuite, como se planteaba en la controversia que
enfrentaba en ese entonces a un tal sr. Gutiérrez con el dr. H. U. Doering; y acierta al
decir que “como cambia la fauna de la región cambian los dibujos siendo las diversas
especies de ciervos un ejemplo”, etc. Escribe Bües27: “Remitiendo uno u otro de mis
bosquejos de petroglifos a arqueólogos se me ha contestado que debo escribir más sobre
ellos. No soy arqueólogo para entrar en especulaciones o teorías”. Consideramos que el
texto publicado por el profesor Nicanor Cruz Ccorimanya28 -autor de una biografía y
compilación de los trabajos de Bües- podría ser el original, dado que se condice con el
estilo objetivo y conciso que caracteriza a los trabajos del investigador alemán. Lo extraño
es que tanto Valcárcel como Pardo no hayan especificado qué parte del texto es de Bües
y cuáles sus añadiduras.
Un texto del sacerdote Cenitagoya reproducido por Alonso29 hace pensar que tanto
Bües como otros estudiosos dominicos escribieron varios otros informes que se habrían
perdido: "Todos estos escritos comenzaron a imprimirse por orden del Ministerio de
Relaciones Exteriores, pero como la impresión costara unos 200.000 soles, desalentase
26 L. A. Pardo, Historia y arqueología del Cuzco. Tomo II (Callao: Imprenta Colegio Militar Leoncio
Prado, 1957), 607-628.
27 C. Bües, “Contribución a la petropictografía precolombina del sur del Perú”, Revista del Instituto
dominicos al estudio de la cultura Matsiguenga (1923-1978) (Lima: Centro Cultural José Pío Aza,
Misioneros Dominicos, 2006), 127.
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el Ministerio y únicamente se publicó un primer tomo, y se ignora dónde hayan ido a parar
los originales”.
30 R. Tarco, “Los petroglifos de La Convención entre la Verónica y el pongo de Mainique (valles del
río Vilcanota y Ocobamba)”, Boletín APAR Vol: 2, num 5 (2010): 85, 88.
31 H. Gamonal y A. Pineda, Arte rupestre en… 257.
32 Bües habla de doce petroglifos, pero en su registro gráfico hay quince; los tres restantes parecen
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Figura 3
Los quince petroglifos registrados por Christian Bües en el valle de Ocobamba
(Dibujos individuales tomados de Pardo, 1957)
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Hay en este sector dos grandes petroglifos, situados el primero a la vera de una
trocha que va a la quebrada vecina y, el segundo, en una chacra. Se tiene noticia de un
tercero que fue al removido, roto y enterrado intencionalmente por un tractorista hacia el
2012, con la esperanza de hallar un “tapado” o tesoro. Este habría sido uno de los dos
ejemplares “análogos” al petroglifo de andenerías que Bües menciona como existentes en
las cercanías.
El primer petroglifo puede denominarse el “de las andenerías”; fue registrado por
Bües33, quien, con el topónimo de Limonniyoc, lo describe así: “2 por 3 ms. Series de
escalones cada uno de una a una y media pulgadas. Divisiones de 4, 6 y 8 pulgadas. Está
aún medio enterrado. Hay dos más análogos a éste en un radio de 100 metros”. “Parece
que se hubiera tratado de representar sembrados y andenes”34. Lo constituyen por lo
menos diez series paralelas de grabados en escalera separados por cesuras
aproximadamente verticales.
Al pie de esta faceta de la roca hay por lo menos otras dos series de escalones
pero en disposición casi perpendicular a las anteriores. Esta parte del bloque rocoso, al
igual que la posterior, estuvo enterrada, como ya lo indicaba Bües y lo ratifica la pátina
blanquecina (característica de cobertura terrosa húmeda), muy diferente del color pardo
gris de la parte expuesta.
También soterrada (o, más probablemente, cubierta por vegetación densa; con
ligeras diferencias, la pátina es del mismo tipo en ambas caras) estuvo la cara posterior,
que presenta la misma configuración de “andenes” con cesuras, pero más erosionados,
resultando menos evidentes que los de la cara principal.
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Figura 4
Petroglifo de “andenerías” en Lechepata (Pintobamba Alto):
cara principal registrada por Bües y caras lateral y posterior también grabadas
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Figura 5
Petroglifo de las espirales de Lechepata (Pintobamba Alto), dibujo de Bües mostrando la
cara principal, “andenes” de la parte posterior y canaletas serpenteantes
en el lomo de la roca
En el “lomo” del bloque rocoso hay una larga canaleta serpenteante que, en su
extremo izquierdo se bifurca, primero hacia una voluta (que configuraría una novena
espiral incipiente) y luego hacia dos proyecciones anulares, una de las cuales parece
conectarse con los “andenes” del envés (Figura 6).
35
L. A. Pardo, Historia y arqueología… 624.
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Figura 6
Las 8 espirales de la cara principal del petrograbado de Lechepata
4.2. Pintobamba
Los zoomorfos son bastante toscos en su factura y resulta difícil determinar a qué
tipo de animales representan, aunque más parecen ciervos; por la cola enhiesta y corta se
descarta que sean zorros. El central es el más grande y mejor definido, conformado por
una línea cóncava que hace de cuerpo, cuello y cola, más cinco rayas a modo de
extremidades, una de ellas ligeramente separada del cuerpo. Detrás hay una figura
vagamente antropomorfa pero que en realidad forma parte de lo que sería un esbozo de
espiral con una sección de trazo muy grueso y poco profundo. El segundo animal, a la
D. RAÚL CARREÑO COLLATUPA
REVISTA CUADERNOS DE ARTE PREHISTÓRICO ISSN 0719-7012 – NÚMERO 10 – JULIO/DICIEMBRE 2020
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 50
Figura 7
Petroglifo de Pintobamba con detalle de las cubetas enmarcadas y de los zoomorfos
4.3. Calaverayoq
Este gran bloque está cerca de la casa del propietario de una plantación de
plátanos (Figura 8). Son distinguibles hasta 4 paneles de configuraciones más o menos
diferenciadas. El principal y más grande se caracteriza por unos pocos surcos muy
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La parte posterior, de pendiente mucho más suave que la cara principal, alberga
restos de grabados diversos: cubetas, escalones, aros, una especie de triángulo. La parte
central (que indudablemente contenía más grabados) fue despojada de parte de su
cubierta grabada por martilleo; por la pátina se deduce que el ataque no es muy antiguo y
que se enfocó en determinados sectores.
El cuarto panel, al costado norte, presenta una cubeta similar a las de Pintobamba;
parece que había más, pero fueron desprendidas a golpes. En la parte alta hay
configuraciones anulares de surco grueso, una de forma oblonga y otra aproximadamente
acorazonada; hay además una tacita integrada a una espiral discontinua.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 52
Figura 8
Petroglifo de Calaverayoq con sus cuatro paneles diferenciados de grabados abstractos
4.4. Balconpata-Vaquería
De manera indicativa, siguiendo a Bües, se nota que hay hasta cinco espacios o
franjas de iconografía más o menos diferenciada, definidas por la configuración natural de
la roca dividida por diaclasas o discontinuidades.
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Figura 9
Vista general del petroglifo de Balconpata-Vaquería. A la derecha, abajo, el pedazo
que originalmente se ubicaba en el ángulo superior derecho del bloque rocoso,
como lo demuestra el dibujo de Bües
En la primera, y mayor (F1) -gran parte en el fragmento que fue separado por
palanqueo- se distinguen a su vez dos secciones. Hay allí varios animales muy
esquemáticos; se ven al menos dos zorros (identificados por sus largas colas curveadas
hacia abajo) en el ángulo superior izquierdo, cuatro cérvidos (muy probablemente
venados rojos, de orejas grandes, cuyos machos tienen sólo dos cuernos rectos, finos y
muy cortos, sin ramificaciones). Hay otros cinco animales de cuerpos similares que, por
estar desprovistos de cola y cabeza, no pueden ser clasificados ni como zorros ni como
venados. Las figuras que más llaman la atención en esta parte corresponden a monos36,
cuyos cuerpos son muy esquemáticos (trazados con apenas cinco líneas), pero con unas
larguísimas colas verticales, sobre todo el de la izquierda, cuya longitud es unas ocho
veces el alto del cuerpo y que termina en una voluta sinistrógira. El segundo simio tiene
un cuerpo ligeramente más grande pero con cola más corta (dos veces el alto del cuerpo)
rematada por una espiral también sinistrógira de voluta externa cuadrangular e interna
curveada. Casi al borde del bloque hay una tercera figura, mucho más simple, que
también podría ser un mono, pero con solo dos patas y, a diferencia de los dos anteriores,
con una cola ondulada.
36 Aunque el mismo Bües desliza la posibilidad de que se trate de coatíes, por el momento
preferimos la opción de los primates, debido sobre todo a la voluta que remata sus colas
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 54
Cerca del borde izquierdo de este trozo hay un gancho a cuyo pie se perciben
restos muy erosionados de algún grabado que, tal vez, pudo ser el cuerpo de otro
primate. A su costado hay una serie de surcos que no aparecen en el dibujo de Bües y
que podrían corresponder a más animales. Hay dos grabados (Figura 10) que a primera
vista parecen camélidos37; resalta a la izquierda uno de surco muy grueso y profundo (el
más ancho de todo el conjunto) pero cuyo probable cuello se proyecta casi como una
cabeza de ave; a la derecha; por la pátina, el tipo de incisión y el estilo iconográfico (por
completo ajeno al resto del conjunto), resulta obvio que se trata de un grabado muy
posterior a los demás. En el bloque separado hay otro relativamente similar pero de líneas
más onduladas. A pesar de su apariencia zoomorfa, consideramos que se trata más bien
de figuraciones geométricas abstractas, retrabajadas con posterioridad. Encima y debajo,
con líneas mucho más someras, se observan otros dos rectángulos (que tampoco están
en el gráfico de Bües) y líneas subyacentes casi ortogonales que semejan soportes
¿Constituían estos tres elementos una composición específica? Es difícil saberlo, más
teniendo en cuenta la diferencia de magnitud de las líneas que denunciaría, en cambio, un
diacronismo en su ejecución.
Figura 10
Dos grabados aparentemente de camélidos pero que, en realidad, serían figuras
abstractas y/o geométricas, la primera retrabajada muy posteriormente
La segunda franja (F2) puede calificarse como la de los monos (Figura 11): se
cuentan hasta 7 ejemplares relativamente bien definidos y con colas de distintas
longitudes, 6 rematadas por volutas dextrógiras y una levógira; esta última corresponde al
ejemplar más extraño, situado en la parte más baja de esta primera franja: del cuerpo con
cuatro patas y cabeza se proyecta la cola, por decir, “normal”; pero del lomo se proyectan
otros dos rabos similares; el conjunto de tres caudas da la impresión de ser una planta (se
parece mucho a las ramas jóvenes de helechos, antes de extender sus hojas). Pardo38 lo
captó así: “una planta cuyas hojas están expresadas por tres rayas que terminan en una
especie de volutas, las raíces están representadas por cuatro pequeñas rayitas”. La
descripción podría parecer lógica, pero sabido es que los vegetales normalmente no son
elementos que hayan sido representados en el arte rupestre subandino. Las dos colas
supernumerarias sólo podrían explicarse como una excentricidad del artista o porque
37 Bües, sin duda, tuvo esta percepción, dibujando el primero con una cabeza y dos orejas, las
mismas que en realidad no existen; la figura también carece de cola.
38
L. A. Pardo, Historia y arqueología… 612.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 55
quiso representar un grupo de monos, dos de ellos tapados por el principal, aunque
delante de éste hay una muesca indefinida que, tal vez, estaba destinada a ser el cuerpo
de la cauda situada a la derecha.
Figura 11
Representaciones de monos, el motivo principal del petroglifo de Balconpata;
el de la derecha, con aparentes colas supernumerarias
En el extremo inferior izquierdo de esta franja destaca una serpiente (se observa
inclusive la cabeza triangular); a su izquierda hay una línea parcialmente serpentiforme
que culmina en una figuración escalonada de cuyo segundo escalón se proyecta una
suerte de candelabro de tres brazos (Figura 12).
Este grabado está cortado, deduciéndose que falta un pedazo de roca en ese lado.
Otra figura que destaca es una que, por la forma y disposición de sus cuatro patas y su
cabeza, recuerda a una tortuga pero pensamos que se trata más bien de un batracio.
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Figura 12
Figuras serpentiformes
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Figura 13
Representaciones de zorros, el segundo animal más importante
del petroglifo de Balconpata
Figura 14
Cérvidos (muy probablemente representaciones de venados rojos)
La cuarta franja (F4) contiene dos rectángulos (Figura 15): uno completo, bastante
alargado, y otro trunco. Debajo del primero hay lo que podría ser un esbozo de espiral.
Cerca hay otra roca con tres figuras geométricas: arriba, una trapezoidal muy alongada;
abajo, un rectángulo completo y de menor tamaño y, a su lado, otro cortado.
Consideramos que estos rectángulos corresponden a la continuación de la roca grabada
principal, específicamente de las franjas tercera y cuarta, lo cual confirma que el bloque
primigenio fue partido en dos mucho antes de la visita de Bües, sufriendo una tercera
partición ulteriormente. Ambos bloques presentan además en estas franjas una serie de
muescas que permiten barruntar, una vez más, una tarea inconclusa, es decir que hubo
abandono del trabajo de grabado en algún momento y por razones desconocidas.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 58
Figura 15
Motivos geométricos de la parte inferior y de uno de los fragmentos separados
del bloque principal
La quinta y última franja (F5, que ha perdido varias lascas o fragmentos de la parte
central, mientras que la sección izquierda se mantiene semienterrada), además de dos
líneas curveadas paralelas y rayas rectas someramente esbozadas, cuenta sólo con una
figura muy bien definida, que podría ser el único antropomorfo del conjunto, aunque, por
la longitud y postura de sus extremidades -todas dobladas en ángulo recto-, pensamos
que más bien se trata de un batracio; esto último es reforzado por la ausencia de una
cabeza prominente y por el hecho evidente de que, aparte las figuras geométricas, todas
corresponden a zoomorfos, lo cual hace pensar que se omitió a propósito lo antropomorfo,
como ya lo había remarcado Bües (Figura 16). Una figura muy similar, junto a llamas o
ciervos, fue registrada por Polentini39 en la que llama “la piedra de Cochachayo, al pie del
cerro Tambokasa”, en un paraje de la cuenca de Lacco-Yavero.
39 J. C. Polentini, Por las Rutas del Paititi (Lima: Editorial Salesiana, 1979), 78.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 59
Figura 16
Figuras aparentemente antropomorfas pero que en realidad
representarían a anuros
Por las diferencias iconográficas y de tipo de incisión, así como por el ancho y
profundidad de las canaletas, e inclusive por la pátina, resulta evidente que los grabados
son diacrónicos, es decir, de diferentes épocas.
4.5. Pirhua
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 60
Figura 17
El monolito con grabados abstractos; en la foto inferior derecha se percibe el regrabado
de una figura anterior posiblemente antropomorfa para convertirla en una cruz potenzada
De otro lado, resulta claro que este petrograbado formaba parte de otro mayor que
fue partido, como lo demuestran los planos de rotura que aparecen muy claros en la base,
así como los trazos interrumpidos en el borde de la cara principal. El trozo aquí faltante se
ha perdido. Un profesor del colegio nos indicó que al abrir la carretera principal vio
pedazos de petroglifos que no pudieron ser recuperados.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 61
En principio podría pensarse que los petroglifos de Ocobamba fueron obra de los
antepasados de las etnias que, aunque ya ausentes de este valle, aún viven en otros más
menos valles cercanos; pero, al tratarse de expresiones rupestres muy antiguas
(preinkas) está posibilidad se ve diluida (aunque no del todo descartada) tomando en
cuenta las guerras interétnicas y los desplazamientos demográficos ocurridos en los
últimos milenios. Mientras no haya estudios arqueológicos, muy poco puede avanzarse al
respecto. Para ver hasta qué punto es compleja la tarea de determinar a los autores de
los petroglifos, basta echar una mirada al devenir de los grupos étnicos que viven o
vivieron en esta región durante los últimos siglos.
Ocobamba está considerado dentro del ámbito Arawak, representada aquí sobre
todo por los matsigüenkas (o matsiguenkas, antes llamados machiguengas) y, en menor
medida, por los piros o chontaquiros. Es bastante probable que hayan convivido con las
pocas haciendas que existían hasta mediados del siglo XX, cuando comenzó la gran ola
inmigratoria desde las regiones altoandinas. Probablemente los matsigüenkas
ocobambinos (de haber sido ellos los pobladores originarios) hayan migrado hacia
asentamientos situados en lugares más alejados o se hayan mezclado con los colonos.
Lo cierto es que en la actualidad ya no queda en este valle ningún grupo de dicha etnia,
como lo corrobora Ugarte40 al elaborar un cuadro sobre la composición étnica del Alto
Urubamba, donde ninguna comunidad nativa es consignada en el ámbito de la cuenca del
Yanatile-Ocobamba.
40 A. Ugarte, “Las etnias amazónicas del departamento del Cusco”, Lex, Revista de la Facultad de
Derecho y Ciencias Políticas-UAP Vol: 11 num 11 (2013): 366.
41 A. Curtenius Roosevelt, “The Rise and Fall of Amazon Chiefdoms”, L'Homme tome 33, num 126
(1993): 259.
42 En PROMANU, El Manu a través de la historia (Lima: Proyecto Pro-Manu, 2003), 50.
43 D. Lathrap, The Upper Amazon (Southampton: Thames and Hudson, 1970), 136.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 62
Los mismos autores señalan: “Nadie duda que las poblaciones nativas hayan
tenido un largo desarrollo temporal en el ámbito de la selva baja, como culturas de varzea,
pero su arribo a la selva alta parece ser bastante reciente. Aunque Mohr-Chávez sugirió la
migración de grupos del altiplano hacia el valle del Cusco, nos inclinamos más por seguir
la propuesta de Lathrap […], quien planteó que, debido a la explosión demográfica
causada por el uso de la agricultura de raíces hacia los 5000 años BP (3800 años Cal.
BC), ocurrió una primera oleada migratoria (Proto-Arawak) a través de los ríos Alto
Ucayali y Madre de Dios, con ayuda de canoas, comenzando hacia los 4000 años BP (ca.
2800 años Cal. BC) […] seguida por una segunda oleada migratoria (Arawak), hacia los
1500 años BP (ca. 500 años Cal. AD; en realidad, los fechados calibrados indican 300
años Cal. AD) […] Asimismo, las poblaciones actuales parecen derivar de una tercera
oleada migratoria (Pano)”. Algo similar fue propuesto para la zona de Camisea por Medina
et al.47 (2004: 27). En todo caso, como hasta hoy, debieron de ser pequeñas aldeas
dispersas, con amplias espacios despoblados.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 63
Ya vimos que la presencia inka en estos territorios fue bastante restringida. Esto
descartaría una asignación de los petroglifos al horizonte Tardío, como también lo
confirma la iconografía, cuyos motivos son ajenos a las culturas tardías de las zonas
altas. Esto parece algo común a los sitios rupestres subandinos, pues para casos como
Boca Chaquimayo y Pusharo, diversos autores como Hostnig, Aza, Deyermenjian
consideran que se trata de petrograbados de algún pueblo amazónico de la época
preinka50.
Pero ¿cuál pudo ser ese pueblo originario que ocupó estos territorios y esculpió
estos grabados? ¿Antepasados de los matsigüenkas ─que hasta hace unas décadas
tuvieron presencia por allí─ u otros pueblos hoy extinguidos o desplazados? Las fuentes
etnohistóricas y documentos posteriores mencionan a diferentes grupos humanos.
Hacia 1790, Oricaín52 señalaba que a orillas del Yanatile y de los valles vecinos
situados aguas abajo del río Urubamba o Santa Ana habitaban los “Chunchos
Huarocaguas, son idólatras y con idioma distinto al general, usan manta, son muy
inclinados al comercio, nos tratan de amigos” y que comenzaron a ser evangelizados en
1744 por los franciscanos. Un poco más adelante, Oricaín apunta que “por las partes de
Yanatile, habitan los indios Tiles y Leques, también de camisetas, como los anteriores son
idólatras y tienen el idioma dialecto del general, solo tal cual se dedica al comercio,
cultivan sus campos y tienen sus poblaciones con algún orden, son inquietos […] no dejan
de hostilizar a los labradores, pues en años pasados asolaron los caseríos y sementeras
[…]”. Otros testimonios coloniales aluden a los Chontaquiros y Chunchos como habitantes
49 W. Denevan, “La población aborigen de la Amazonía en 1492”, Estudios amazónicos Vol: III num
5 (1980): 19.
50 En R. Hostnig y R. Carreño, “Los petroglifos de Pusharo, Madre de Dios, Perú: consideraciones
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 64
del valle de Santa Ana (Quillabamba), lo cual pudo extenderse hasta la cuenca baja de
Yanatili-Ocobamba.
En su largo viaje fluvial de Cusco a Belén do Pará realizado en 1843, al pasar por
el tramo de Chahuares-Echarate-Cocabambilla, Valdez y Palacios53 habla de “tribus de
salvajes pertenecientes a los Antis y Chontaquiros” como habitantes de este tramo del río
Vilcamayo-Urubamba54. La denominación de Antis aparecía ya en el relato de la
expedición de Martín García de Loyola al valle de Santa Ana, realizada en 1572. Al
referirse a la extraña rebelión de Francisco Chichima de 1603 (extraña porque alió a
negros e indios de Vilcabamba), Baltasar de Ocampo menciona a los Pilcoçones e
Yscaiçingas. Otros documentos relacionados con la expedición conquistadora de Martín
Hurtado de Arbieto de 1582 se refieres, además de los pilcozones, a los mañaríes (o
mañeríes) y a los mamorí. Hay, como se ve, una serie de etnias con referencia cronística
pero de las cuales poco se sabe acerca de su dominio territorial y sus culturas como para
establecer líneas de relación que permitan atisbar la autoría de los petroglifos.
53 J. M. Valdez y Palacios, Viaje del Cuzco a Belén en Gran Pará (por los ríos Vilcamayo, Ucayali y
Amazonas) (Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1971 [1844]), 98.
54 Se refiere al río Vilcanota, correspondiente al tramo superior del Urubamba, desde el cañón de
Torontoy.
55 S. Varese, La sal de los cerros (Una aproximación al mundo Campa) (Lima: Retablo de papel
ediciones, 1973):115.
56 B. de Ocampo, Descripción y sucesos históricos de la provincia de Vilcabamba”. En V. Maúrtua
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 65
Una leyenda recogida por Pereira58 señala que un rey o caudillo matsigüenka
llamado Chaingavane o Yabireri ─considerado como un “verdadero precursor de los
viracochas (hombres blancos y civilizados)” y que incluso trató de construir una represa
para facilitar la navegación─ tras ser derrotado y expulsado por sus adversarios, recorrió
con su gente el río Urubamba hasta Tonquini, es decir al pongo de Mainique, acampando
o estableciéndose temporalmente en varios puntos de ese trayecto, dejando en ellos
petroglifos como testimonio de su paso y permanencia. Esto podría abonar en favor de
una autoría matsigüenka, pero no se puede precisar la antigüedad de la leyenda, menos
saber si ésta se remonta a tiempos pre-inkas.
Se descarta igualmente una autoría de la aún indeterminada cultura que hizo las
construcciones circulares de Plateriayoc, sin duda una cultura de pastores. Podría tratarse
de los K’illkes, pero hasta hoy su arquitectura no ha sido definida. Subsiste mucha
discusión acerca de esta cultura cuyo foco estatal se ubicó en el valle que actualmente
ocupa la ciudad del Cusco, por cuanto sólo se conoce su cerámica y ningún otro elemento
cultural; Lumbreras59 llega inclusive a decir que los k’illke no llegaron tener una
arquitectura propia. Y sabemos que, por lo general, los pueblos pastoriles de altura
recurrían a los pictogramas más que a los grabados como expresión rupestre. De
cualquier modo, la iconografía de los petroglifos es ajena a los motivos rupestres
característicos de la puna andina.
6. Interpretaciones
Gamonal y Pineda60, al igual que otros autores, opinan que los petroglifos de la
llamada ceja de selva habrían tenido fines ceremoniales, en especial de culto al agua. La
posición a menudo muy inclinada de los paneles grabados iría en desmedro de tal
planteamiento, pues impide la retención de líquidos; de otro lado, al no ser sociedades
agrarias, poco sentido habrían tenido los rituales hídricos, reservados ante todo al ciclo
agrícola y para invocar lluvias, las mismas que son abundantes en esta región húmeda
(yunga pluvial). Como bien lo precisa Lathrap61 (1970: 73), la cadena montañosa que
58 F. Pereira, “Chaingavane, el Pongo de Mainiqui y los Petroglifos”, Revista del Museo Nacional,
num XIII (1944): 84-85.
59 En G. Paroy, “Killke: entre la Historia y la Arqueología”, Síntesis Social-Revista estudiantil de
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 66
Estos autores también señalan que “la presencia de figuras zoomorfas en los
petroglifos podrían estar indicando zonas de caza o sitios para ceremonias de
fecundación”. Lo primero resulta consistente; lo segundo, discutible: los cazadores
primitivos no tenían necesidad de recurrir a tales ceremoniales (más propios del mundo
pastoril), menos aún en un ámbito donde abundaban los recursos biológicos y la
población (ergo, la demanda) no era muy grande.
De igual manera se dice que los petrograbados pudieron ser una suerte de
demarcadores territoriales. La aleatoriedad de su distribución, su marcado diacronismo,
su ubicación en puntos no necesariamente propicios como para señalar linderos o
cambios de paisaje o de parcelas, hace difícil aceptar tal hipótesis. De otro lado, no hay
indicios que permitan pensar que los antiguos pobladores del valle (al menos de la parte
tropical), en tanto cazadores-recolectores, hayan podido dedicarse a la agricultura
intensiva; esta situación es aún vigente entre varias tribus de la Amazonía alta que
practican una agricultura muy restringida y, a menudo, trashumante, dependiendo más de
la caza, la pesca y la recolección.
El intercambio comercial a mayor escala pudo darse recién tras las incursiones
(mayormente fracasadas) de los inkas en los valles subandinos, desde el reinado de
Cápac Yupanqui, quinto emperador inka, hacia mediados del siglo XIV. Todo apunta a
que, al hacerse indispensable para el trabajo y los rituales, la demanda de coca se
incrementó en el Intermedio Tardío y, sobre todo, durante el Tardío.
En consecuencia, y viendo que los grabados son bastante más antiguos, los
supuestos camélidos presentes en los grabados de Ocobamba ─y de valles aledaños del
Urubamba en general─ no serían tales, sino, más bien, cérvidos, algo que estaría en
consonancia con la ecología local, con la atribución de los petroglifos al tiempo de los
cazadores-recolectores y con la presencia permanente de estos animales en los bosques
subtropicales, algo que no puede decirse de los camélidos, oriundos de las tierras altas.
Los venados de bosque tropical son personajes comunes en la literatura oral de los
pueblos amazónicos, en la cual los camélidos están completamente ausentes.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 67
Los monos sí representan a una fauna que, aunque cada vez más escasa, todavía
se encuentra en los bosques vecinos. Por sus largas colas se deduce que se trata muy
probablemente de maquisapas o monos-araña o de algún otro primate del género Ateles
o, incluso, de monos tal vez extintos, quizás alguna hoy desaparecida variedad del mono
aullador (Alouatta palliata), que también tiene una larga cola prensil. En la actualidad, los
aulladores habitan entre el sur de México y Ecuador; para el Perú sólo ha sido reportado
en los bosques de manglar de los departamentos norteños de Piura y Tumbes.
Que estos monos hayan sido considerados en esos tiempos como deidades o
seres sagrados es algo que tanto puede ser cierto como no. Carla Maranguello, al
estudiar la ornamentación con monos de iglesias coloniales surperuanas, hace un
recuento de la presencia y significación de los simios en diferentes culturas y de la
percepción que de ellos tenían pobladores de la costa y de la sierra; así, por ejemplo,
“para las áridas tierras del Collao y la zona de la costa y la sierra, los monos serían vistos
como animales exóticos de la selva, junto con el resto de los elementos naturales que
pertenecen a otros pisos ecológicos, presentando un valor positivo, ya que alude a la
capacidad de conexión y obtención de recursos, y más allá de las variantes que
manifiestan, aparecen vinculados junto con otros elementos naturales, a la idea de
fertilidad”63. Al parecer los monos no gozaron de la misma consideración en su propio
ámbito selvático, ya que los maquisapas son cazados a gran escala por su carne, de allí
que haya desaparecido en muchos lugares, estando hoy incluidos en la Lista Roja de la
UICN como “especie en peligro”.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 68
Acerca de los posibles cánidos, por sus largas colas, hay alguna voz que plantea
que se trata de zarigüeyas; por el grosor y posición de sus colas (dobladas hacia abajo)
pensamos que son zorros; las de las zarigüeyas son delgadas y no adquieren mayor
curvatura. No puede tratarse del zorro altiplánico o zorro colorado puneño (Lycalopex
culpaeus andinus), ni del zorro culpeo (Lycalopex culpaeus), ambos de zonas más altas,
sino del llamado -y hoy rarísimo- zorro o perro de monte (Atelocynus microtis) o zorro de
oreja corta, habitante de las regiones amazónicas.
65 C. Bües, “Contribución a la petropictografía precolombina del sur del Perú”, Revista del Instituto
Arqueológico num 10-11 (1942): 37.
66 http://www.sendaverde.org/mazama-americana-es/
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 69
Soria70 piensa que estos petroglifos constituyen “las primeras evidencias del
sistema de comunicación ideográfica” en esta región amazónica. Esto es válido pero sólo
hasta cierto punto: el diacronismo de los grabados y la dispersión iconográfica no apuntan
precisamente hacia algo sistemático y es posible que varios ejemplares se hayan hecho
cuando ya se habían desarrollado otros sistemas comunicacionales de tipo
semasiográfico. La por siempre invocada vía shamánica resulta tentadora, empero muy
difícil de probar, por la ausencia de material arqueológico asociado, por la falta de
información etnohistórica y de su religión y sus hábitos, por la incertidumbre acerca de los
pueblos que hicieron los petrograbados. Que se sepa, en los últimos tiempos y alrededor
de estos petroglifos no se realizan ceremonias o rituales de ningún tipo, siendo, por el
contrario materia de atentados. La heterogeneidad iconográfica (tan variada, tan dispersa,
que sólo tiene en común la repetición de figuras de ocurrencia universal como las
espirales y los serpentiformes) impide una correlación entre sitios y posibles fines.
Eventuales asociaciones con la categoría de geografías místicas, según lo planteado por
Eliade71 tampoco pueden ser exploradas por las mismas razones.
“inca bueno, Cori Inca”, de quien las tribus habrían aprendido todo) de una especie de Bella
Durmiente rescatada del bosque, vestida con varias faldas de algodón; su belleza atrajo a todos los
pueblos de la región (shipibo, shetebo, conibo, huaria pano, piro), cada uno de los cuales se
apropió de una falda: los shipibo, de la que tenía adornos en cruz; los conibos, la de líneas curvas;
los huaria pano, la de motivos foliados; los piro, la de líneas quebradas.
70 M. B. Soria, El simbolismo de… 39.
71 M. Eliade, Shamanism. Archaic Techniques of Ecstasy (London: Routledge & Kegan Paul, 1964),
182.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 70
Hay petroglifos que, por su configuración, podrían estar relacionadas con ritos
votivos, en especial los que tienen concavidades y canaletas con cazoletas, pero sólo las
que están en posición horizontal a sub-horizontal, pero ya indicamos que esta opción no
tiene mucho asidero por la condición de cazadores-recolectores y la casi ausencia de
agricultura en esos valles hasta le llegada de los españoles.
7. Atentados y amenazas
A pesar de la marcada humedad que se da en las partes bajas del valle, los
petroglifos -predominantemente tallados en rocas intrusivas, en especial granitos-, en su
mayoría, se mantienen en un estado que puede calificarse de regular a bueno y las rocas
que los contienen, salvo casos como los de Lechepata, están relativamente poco
meteorizadas. Por dicha humedad, hay una fuerte y natural tendencia al desarrollo de
líquenes y musgo que cubren parte de los grabados, generándose cierta disgregación por
intemperismo.
Casi todos los bloques grabados han perdido pedazos de mayor o menor tamaño,
mayormente por desgajamiento intencional y palanqueo, sin duda por acción de
buscadores de tesoros (huaqueros). Casi todas las partes faltantes han desaparecido o
no están hoy visibles. Es probable que este afán haya sido influido por la ya mencionada
leyenda del caudillo matsigüenka Chaingavane quien, a la par que los petroglifos, dejaba
parte de unas “cajas de mercadería salvadas de los naufragios que sufrió aquél durante la
travesía y que por no poderlas conducir las dejó transformadas en piedras”72; se deduce
que la “mercadería” aludida por Pereira correspondía en realidad a tesoros.
72
F. Pereira, Chaingavane, el Pongo… 86.
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 71
Figura 18
Petroglifos dañados por atentados recientes: de Lechepata, pintado con marca
topográfica (arriba); de Calaverayoq (abajo), con grabados parcialmente destruidos
a golpes (flecha amarilla y detalle a la derecha) y bloque palanqueado (flecha naranja)
En diciembre del 2013 (pocos meses después de nuestra primera visita realizada
en mayo de ese año) se denunció que varios de los petroglifos habían sido pintados con
pintura blanca y roja (Figuras 19 y 20)73, habiendo también indicios de intento de
remarcado en algunas incisiones. Por la similitud de las pinturas utilizadas y por la
limpieza previa de las caras grabadas que se hizo, no se descarta que esos atentados
haya sido iniciativa de alguna autoridad local, por cuanto todo indica que fue un trabajo
sistemático y premeditado, como lo prueba el hecho de que las agresiones se dieron
sobre ejemplares muy distantes entre sí. Lo preocupante es que alguna de las replicantes
anunciaba que se iba a “rescatar otros petroglifos”, lo cual supondría la intención de
trasladarlos a algún local de Quelcaybamba.
73 https://www.facebook.com/convencianosporelmundo/
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 72
Figura 19
Atentado contra el petrograbado de Balconpata
Figura 20
Petroglifos de Lechepata vandalizados
Revisitando a Christian Bües y los petroglifos de Ocobamba, Provincia de La Convención (Cusco-Perú) pág. 73
8. Conclusiones
El análisis geológico muestra que las rocas fueron talladas in situ, en bloques
alóctonos arrastrados por flujos torrenciales (huaycos) mayormente derivados de
procesos glaciares o de desembalses producto de deslizamientos. Esto debilitaría
cualquier propuesta de una eventual función demarcatoria de los petrograbados
ocobambinos.
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