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penal colombiano
Universidad Eafit
05 de abril de 2019
1
Resumen
La corresponsabilidad penal constituye una noción del delito que trasciende la responsabilidad
penal del individuo, extendiendo el ámbito de reproche al accionar conjunto de la sociedad y el
Estado, a la vez que reduce o excluye la responsabilidad del sujeto. El reconocimiento de esta
responsabilidad compartida se encuentra de forma implícita en las circunstancias de atenuación
punitiva consagradas en el artículo 56 del Código Penal colombiano, cuyo denominador común
subyace en el fenómeno de la marginalidad. Esta situación personal del individuo determinará el
grado de reproche sobre la conducta desvalorada, ya sea porque se le atenúe o exima de
responsabilidad penal, lo cual dependerá del análisis sobre las circunstancias del sujeto en relación
con su entorno, es decir, su ámbito de autodeterminación, su vulnerabilidad para ser seleccionado
por el sistema penal, y la legitimidad del Estado para exigir una conducta alternativa en un caso
concreto.
Palabras clave
Abstract
Criminal responsibility is a notion of crime that transcends the individual, extending the scope of
reproach to the joint action of society and the State, while reducing or excluding the responsibility
of the subject. The recognition of this shared responsibility is implicit in the circumstances of
punitive attenuation enshrined in Article 56 of the Colombian Penal Code, whose common
denominator lies in the phenomenon of marginality. This personal situation of the individual will
determine the reproach to the devalued conduct, either because it is mitigated or exempted from
criminal responsibility, which will depend on the concrete analysis of the circumstances of the
individual in relation to his environment, that is, his scope of self-determination, their vulerability
to be selected by the penal system, and the legitimacy of the State to demand a certain behavior in
a specific case.
2
Keywords
Criminal responsibility, Social State of Law, culpability, criminal law, vulnerability, selectivity,
self-determination, legitimacy.
Tabla de Contenidos
Introducción…………………………………………………………………………………………………………………………………………… 4
Mapeo de la marginalidad colombiana
Breve contexto internacional……………………………………………………………………………………………………………………7
Colombia, un país de vergonzosa desigualdad
Distribución de tierras………………………………………………………………………………………………………………………………8
Marginalidad: definición estipulativa…………………………………………………………………………………………………….15
CAPÍTULO I
Perspectiva constitucional de la circunstancia de marginalidad en el código penal colombiano
…………..¡Error! Marcador no definido.
1.1. Artículo 56 del Código Penal colombiano. Condición de Marginalidad ....................................... 21
1.2. La igualdad, la justicia material y la supresión de la marginalidad como obligación y garantías del
Estado Constitucional…………………………………………………………………………………………………………..…..……….25
CAPÍTULO II
Fundamento de inculpabilidad y culpabilidad disminuida por la circunstancia de marginalidad. Nociones
de corresponsabilidad penal .................................................................................................................. 32
2.1. Juan José Bustos Ramírez. La responsabilidad del hombre como actor social .......................... 35
2.1.1. Eugenio Raúl Zaffaroni. La vulnerabilidad selectiva como elemento de culpabilidad…. ........ 39
2.1.2. El sujeto social como punto de encuentro ............................................................................ 46
CAPÍTULO III
Criterios generales de aplicación normativa de la circunstancia de marginalidad
3.1. Corresponsabilidad penal del Estado y sociedad ......................................................................... 51
3.1.1. Corresponsabilidad estatal por aporte en la situación de vulnerabilidad............................... 52
3.1.2. Contribución al Injusto- Criminalización ilegitima. ................................................................ 54
3.2. Conclusiones............................................................................................................................... 59
Bibliografía. ...............................................................................................................................................
3
Introducción
Colombia es un país donde las condiciones de pobreza y exclusión de gran parte de la población
aumentan sus probabilidades de selección por cuenta del sistema penal, así como la persecución y
juzgamiento de ciertas formas de criminalidad. En este contexto es relevante determinar, a partir
de la dogmática penal, cuándo es posible incluir como eximente de responsabilidad penal la
circunstancia de marginalidad consagrada en el artículo 56 del Código Penal Colombiano.
Para lograr tal propósito, en un primer apartado se dará cuenta de las cifras y mediciones sobre
situaciones de pobreza y exclusión en el contexto colombiano, integrando dicha estadística en los
supuestos de la marginalidad como fenómeno social y derivando una definición estipulativa sobre
este concepto.
De esta forma, resulta necesario que, bajo el modelo de Estado constitucional y democrático de
Derecho acogido por Colombia, cuyo conjunto normativo reconoce como su fuente de
legitimación el respeto a las normas constitucionales, se cuestione permanentemente la forma
como el órgano legislativo configura el ius puniendi, es decir, el sistema de normas que prevé
delitos y sus consecuencias jurídicas.
5
categoría dogmática de la culpabilidad se deriva a partir de principios y nociones generales del
derecho penal y constitucional –deducción-, el análisis puntual del contexto colombiano en
relación a las circunstancias atenuantes consagradas en el artículo 56 de la Ley 599 del 2000
requerirá de la consideración concreta de supuestos fácticos – inducción-.
Para realizar esta tarea se utilizarán preferentemente fuentes primarias, especialmente las obras
de Eugenio Raúl Zaffaroni y Juan Bustos Ramírez, así como un conjunto de obras secundarias, en
su mayoría de origen hispanohablante. Aunado a esto, se realizó una pesquisa jurisprudencial de
las sentencias de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia colombiana, que han abordado la
disposición del artículo 56 del Código Penal colombiano para sustentar la disminución de
responsabilidad en casos concretos, o la delimitación conceptual de la circunstancia de
marginalidad como atenuante. De manera conjunta, se tendrán en cuenta los criterios
interpretativos de la Corte Constitucional en relación a derechos fundamentales que deberán
reafirmarse o limitarse, de acuerdo a la aplicación normativa de la circunstancia de marginalidad
expuesta.
6
Mapeo de la marginalidad colombiana
Bajo el título Premiar el trabajo, no la riqueza, Oxfam ha presentado su informe anual sobre
desigualdad en el mundo de 2018. Si bien se habla de manera focal del escenario colombiano, no
está de más mencionar que la realidad local no es un tema aislado, así, hay temas que se replican
en ambos contextos, ejemplo de ello lo constituye la imperiosa necesidad de acompañamiento
gubernamental activo para la reducción de la desigualdad, requiriendo la implementación de
medidas fiscales y de gasto social, pues con ello se pretende equilibrar la balanza para los ingresos
más bajos.
Así mismo, son factores comunes de la lucha por cerrar las brechas de inequidad y desigualdad,
los siguientes: la persistencia por alcanzar trabajos y salarios dignos, la equidad de género como
imperativo social, la reinversión del crecimiento de la economía en la población menos favorecida
(sin que ello implique eliminar los grandes capitales), la cooperación entre clases sociales, el
acceso pleno a la educación y el empoderamiento de las libertades civiles y sindicales. En suma,
hablamos del fortalecimiento de la democracia. Esto para decir que la realidad distributiva nacional
no es un tema huérfano, ya que la población mundial adolece de lo mismo.
1
“Oxfam fue fundada en 1995 por un grupo de organizaciones no gubernamentales independientes. Su
objetivo era trabajar en conjunto para lograr un mayor impacto en la lucha internacional por reducir la
pobreza y la injusticia.” Recuperado de: https://www.oxfam.org/es/paises/nuestra-historia.
7
Es categórico pensar que la riqueza equivale a la sumatoria de “talento, esfuerzo e innovación”,
pero no debe perderse de vista que otras fuentes contribuyen al acaparamiento de la riqueza, como
lo son la corrupción y los capitales heredados, con sus consecuentes efectos adversos, como los
monopolios, por mencionar un ejemplo.
La nueva fuerza laboral, jóvenes sin suficiente preparación y oportunidades, no es más que la
renovada dinámica de esclavitud, así como el trabajo para salir de la pobreza no es más que un
eufemismo, pues tal como estima la Organización Mundial del Trabajo (OIT), cada vez es menos
cierto escapar de la pobreza al obtener un empleo. Aproximadamente una de cada tres personas
con trabajo en países emergentes o en desarrollo vive en la pobreza, proporción que va en aumento
(Oxfam, 2018, p. 16.). Los salarios no reflejan el crecimiento de las economías.
Distribución de tierras
Colombia, un país biodiverso, encumbrado en fuentes hídricas y atravesado por tres cordilleras,
se caracteriza por su aptitud agrícola, dada la extensión y calidad de sus tierras, así como su clima
tropical. De ahí que hablar de desigualdad en Colombia es, en definitiva, hablar de distribución
inequitativa de tierras.
2
Banco Mundial (2016). Para poner fin a la pobreza extrema hacia 2030 es fundamental abordar el
problema de la desigualdad. Recuperado de: http://www.bancomundial.org/es/news/press-
release/2016/10/02/tackling-inequality-vital-to-end-extreme-poverty-by-2030
8
De hecho, la desigualdad socioeconómica del país es, a la vez, causa y efecto del conflicto
armado en Colombia, que de antemano se advierte: representa clara muestra del incumplimiento
estatal de sus deberes para la prevención del conflicto3. Por ello, el acuerdo de paz con las FARC-
EP ha sido de relevancia nacional e internacional y tiene, como principal motor, la reforma rural
o agraria4, con énfasis en la distribución de tierras.
3
Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. La
providencia refiere los derechos de prevención y resolución de conflictos internos por parte del Estado.
4
Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera,
Colombia, (2016). Recuperado de: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-
conversaciones/Paginas/Texto-completo-del-Acuerdo-Final-para-la-Terminacion-del-conflicto.aspx
5
En Colombia la desinformación es rey. “El problema es que la información en Colombia es sumamente
parcial, discontinua y dispersa.” (Oxfam, 2017, p. 9). Con ocasión de los tratados de paz, los censos rurales
debieron ser actualizados a última hora y con grandes esfuerzos, que reflejaron falta de técnica y logística.
9
Ahora, el DANE emplea el término UPA para referirse a las Unidades de Producción o
explotación agropecuaria, entendidas como aquel fragmento de tierra con una única o múltiple
circunscripción administrativa que comparte los medios de producción. Luego de esta precisión,
en el siguiente gráfico se puede ver la evolución de la superficie en esta unidad:
Puede concluirse, sin mayores tecnicismos, que mientras los grandes territorios en manos de
unos pocos aumentaban en cantidad y en producción, las pequeñas unidades productivas iban en
declive. Para ahondar un poco más, véase:
Igualmente, del gráfico anterior se desprende que Colombia tiene una alta propensión a
concentrar grandes tierras. A partir de aquí las siguientes cuestiones que hay que suscitar son las
de quiénes las explotan y qué porcentaje representan de la superficie total.
10
Fuente: Oxfam, 2017. GRÁFICO 4
Como se puede ver, Colombia es el país donde el 1% de los titulares de las grandes
explotaciones agrícolas concentra el mayor porcentaje de la superficie agrícola total de toda
Latinoamérica.
También es controvertible que quienes ostentan más del 50% de las tierras en producción, son
personas jurídicas, es decir, empresas, y no así campesinos. Si dicha cifra fuese por procesos de
tecnificación de los campesinos o de formalización y estuviera lo suficientemente documentado,
no habría lugar a la especulación, pero lo cierto es que Colombia viene de un proceso de violencia
y desplazamiento forzado en las zonas rurales, por lo que gran parte de estas empresas son fachadas
ilegales. “También destaca el hecho de que dos tercios de la superficie productiva está manejada
por personas jurídicas, las cuales residen, mayoritariamente, fuera del área rural.” (Oxfam, 2017,
p. 18)
Con relación al uso del suelo, resulta sencillo advertir la alta demanda de alimentos importados6,
no obstante ser un territorio supremamente fértil y vasto como para cubrir sus necesidades básicas 7
alimentarias sin tener que cruzar fronteras. Un punto clave sobre el tema es el problema de la
titularidad de la tierra en Colombia, donde, gracias a la altísima corrupción, la violencia y sus
6
Acción social Colombia y Unión Europea (2011). Campesinos, tierra y desarrollo rural. Recuperado de:
http://eeas.europa.eu/archives/delegations/colombia/documents/projects/cartilla_tierra_y_desarrollo_lab_
paz_iii_es.pdf
7
Organización de las Naciones Unidas (2011). Colombia rural, razones para la esperanza. Recuperado de:
https://www.undp.org/content/dam/colombia/docs/DesarrolloHumano/undp-co-ic_indh2011-parte1-
2011.pdf
11
desplazamientos forzados, la desidia administrativa por invertir en un catastro funcional para el
país y los intereses de unos pocos, se ha permitido que los suelos que eran empleados por los
agricultores para cultivar alimentos -pues esa es la naturaleza y predisposición de dichos terrenos-
sean usados por los grandes ganaderos.
“En todo el país se calcula que existen 15 millones de hectáreas con aptitud para
ganadería, pero se utilizan para este uso más del doble: 34,4 millones de hectáreas. Por el
contrario, existe una subutilización del área potencialmente aprovechable para el establecimiento
de cultivos pues solo se emplean para este fin 8, 5 millones de hectáreas, menos del 40% de los 22
millones con aptitud agrícola.” (Oxfam, 2017, p. 23)
Según el reporte oficial del Programa de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, las cifras
de pobreza multidimensional complementan los datos netamente de ingresos monetarios al
respecto, pues éstas consideran las privaciones superpuestas que sufren los individuos en un mismo
momento, tales como necesidades a nivel del hogar, salud, educación y calidad de vida. De igual
manera, el índice de pobreza multidimensional identifica privaciones en las mismas tres
dimensiones que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y, a más de ello, muestra el número de
personas que son multidimensionalmente pobres (que sufren privaciones en el 33% o más de los
indicadores ponderados), así como la prevalencia de sus carencias multidimensionales y su
intensidad, es decir, cuántas carencias, discriminadas de manera multidimensional, sufren las
personas a la vez y qué relevancia tienen de manera individual y agregada.
12
Según el informe de Naciones Unidas del 2016, en 2010 Colombia tenía una población en
condición de pobreza multidimensional del 7.6%, con un nivel de privación de sus necesidades del
42.2%. Esta pobreza era severa en el 1.8%8. Finalmente, también se ponía de relieve que el
volumen de personas próximas a caer en pobreza multidimensional que cuentan con un puntaje de
privación del 20-33 por ciento, era del 10.2%.
Las privaciones de cada dimensión que contribuyen a la pobreza general, ubican a los estándares
de vida en un 41.0%, seguido de la educación con un 34.3%, y la salud 24.7%. Por otro lado, el
empleo vulnerable, definido como aquel en donde las personas son contratadas como trabajadores
familiares no remunerados y trabajadores por cuenta propia, corresponde a un 47.9%
(Organización de las Naciones Unidas , 2016). Así mismo, las personas sin hogar debido a
desastres naturales (promedio anual por millón de personas) fue del 26% (United Nations, s.f.), sin
contar las tragedias ambientales de los últimos años, como la sufrida en Mocoa el 31 de marzo de
2017 (El Tiempo, 2017).
8
Téngase presente que para ser severa el porcentaje de privación debe ser al menos del 50%.
9
“(…) La ciudad con menor porcentaje de pobreza monetaria en 2016 fue Bucaramanga A.M. con 10,6%,
seguida por Bogotá D.C. con 11,6% y Medellín A.M. con 14,1%. La ciudad con mayor incidencia de
pobreza monetaria en 2016 fue Quibdó con 49,2%, seguida por Riohacha con 45,5% y Valledupar con
35,5%. La ciudad con menor porcentaje de pobreza monetaria extrema en 2016 fue Bucaramanga A.M. con
1,2%, seguida por Pereira A.M. con 1,8% y Bogotá D.C. con 2,3%. La ciudad con mayor incidencia de
pobreza monetaria extrema en 2016 fue Quibdó con 19,5%, seguida por Riohacha con 15,3% y Valledupar
con 8,7% (…)” (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2017).
13
Además, 8,5% del total de la población estaba en condición de pobreza extrema
(Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2017). Finalmente, la valoración de
distribución del ingreso en el 2016 medida a través del coeficiente de Gini fue de 0.517, lo que
indica una desviación considerable de la distribución del ingreso entre individuos u hogares al
alejarse del valor de 0 (representa igualdad absoluta).
Bajo el panorama bosquejado, resulta claro que existe un segmento de la población colombiana
que vive en condiciones materiales de marginalidad, por cuanto sus dimensiones culturales,
educativas, económicas y habitacionales están por debajo de los estándares mínimos de la línea de
pobreza nacional e internacional. Los indicadores obtenidos en estas mediciones
multidimensionales sirven para aproximar la realidad de una población y sus especificidades, sin
que pudieran abarcarse en su totalidad mediante estos procesos de cálculo. Un ejemplo de esto es
la ausencia de datos sobre la afectación en el ámbito psicológico o de salud mental de la población
en situación de pobreza multidimensional extrema.
Estos componentes han sido recogidos y analizados en trabajos guiados por la denominada
teoría de la autodeterminación, que estudian la motivación intrínseca del sujeto y su
autorregulación, concerniente a como las personas asumen los valores sociales y las contingencias
extrínsecas, y transforman progresivamente estos en valores personales y auto-motivaciones (Ryan
& Deci, 2000, pág.1-3).
14
Siguiendo este planteamiento, las condiciones del contexto social de cada individuo influyen
directamente en su desarrollo psicológico y los procesos de automotivación y autonomía. “La
investigación también reveló que no solo las recompensas tangibles, sino que también las
amenazas, las fechas de cumplimiento, las directivas, las presiones de las evaluaciones, y las metas
impuestas reducen la motivación intrínseca debido a que, al igual que las recompensas tangibles,
todas ellas conducen a un locus de causalidad percibida externo. En contraste, el sentido de
elección, el reconocimiento de los sentimientos, y las oportunidades para una autodirección se
hallaron que ampliaban la motivación intrínseca debido a que ellas permitían un mayor sentimiento
de autonomía” (Ryan & Deci, 2000, pág. 4). La internalización y la integración son aspectos
centrales de la socialización en la infancia, pero ellos también son continuamente relevantes para
la regulación de la conducta en el curso de toda la vida.
Lo anterior para aproximar el contexto subyacente entre la marginalidad (con todos los factores
que entraña) y la autodeterminación de un sujeto, supuestos necesariamente considerados al
momento de determinar la culpabilidad y/o responsabilidad penal de un individuo, como se
ahondará en posterioridad.
10
El concepto de marginalidad también ha recogido situaciones generalizadas o características de
determinados poblados, como la referente a campesinos minifundistas y jornaleros sin tierra. Sobre ello
Bennholdt-Thomsen & Garrido (1981, pág. 1505) señalaron lo siguiente: “(…) se trata de la situación de
la población de los barrios pobres urbanos como asimismo de la situación de los campesinos minifundistas
y de los jornaleros sin tierra. La palabra alude a las condiciones de vida que estructuralmente traen consigo
el hambre, la enfermedad, una mala situación habitacional, escasa educación e información al igual que la
15
individuo cuya realidad cotidiana da cuenta de carencias básicas, producto de una profunda
inequidad de oportunidades dentro de la sociedad a la que pertenece.
Bajo esta misma égida, Cortés (2006, p. 75) extracta el concepto de marginación en el acceso
diferencial de la población al disfrute de los beneficios del desarrollo, respecto de los componentes
más esenciales de una vida digna. Es por ello que la carencia de bienes y servicios básicos
relacionados con la educación, vivienda, alimentación; determinan en conjunto el grado de
marginación de cierta localidad, sin que esto necesariamente se traslade a la efectiva marginalidad
de cada uno de sus habitantes, pues habrá de verificarse las condiciones específicas de los ítems a
considerar, que pueden variar de forma determinante al interior del mismo sector geográfico
(verbigracia: el nivel de escolaridad, hacinamiento, acceso a alcantarillado, entre otros. No están
determinadas el número de dimensiones excluidas del sujeto).
Precisamente para los fines del presente trabajo, se descartará lo atinente a la marginación sobre
entidades geográficas y la marginalidad económica sobre relaciones sociales de producción (Marx,
1975), desarrollando únicamente la circunstancia de marginalidad sobre individuos.
16
La dimensión sociopsicológica. Las personas marginales carecen de integración y
participación en las decisiones sociales. La superación de su condición marginal no
depende de ellos mismos. Problemas de autodeterminación.
La dimensión sociocultural. Nivel de vida muy bajo en todos los ámbitos- educativo,
asistencial, cultural, etc.
17
Capítulo I
La Ley 599 del 2000, mediante la cual se expide el Código Penal, se caracterizó por suscribir
el catálogo de derechos humanos y garantías individuales incorporadas por Colombia en el
ordenamiento jurídico interno. Muestra de ello son las trece normas rectoras consagradas en el
capítulo único del libro primero del Estatuto Penal, las cuales demarcan los criterios valorativos y
orientadores del sistema normativo sancionatorio.
11
Este principio debe armonizarse con lo dispuesto en el artículo 29 de la Constitución Política de
Colombia, que señala: “(…) Artículo 29. El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales
y administrativas. Nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa,
ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio. En
materia penal, la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia a la
restrictiva o desfavorable. Toda persona se presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente
culpable. Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado escogido por él, o
de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas; a presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la sentencia
condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho. Es nula, de pleno derecho, la prueba
obtenida con violación del debido proceso (…)”.
18
Es así como las normas rectoras del sistema penal, consagradas en los artículos 9 y 12 del
Código Penal colombiano, disponen los lineamientos para la declaratoria de responsabilidad penal
del sujeto, demarcando las categorías dogmáticas que la fundamentan 12. De todas, la última de
estas categorías, esto es, la culpabilidad, sirve al derecho penal en diversas acepciones, por lo que
debe hacerse claridad sobre los ámbitos de aplicación conferidos por el ordenamiento jurídico
colombiano, a saber: (i) el de principio y (ii) elemento integrador de las categorías del delito.
(ii) Por otro lado, y para lo que de manera preponderante interesa en este trabajo, tenemos la
culpabilidad entendida como juicio de exigibilidad en sentido estricto. Esta última categoría
dogmática de la conducta punible, denota la autodeterminación para actuar conforme a derecho, y
es integrada por tres elementos, que son: imputabilidad, conocimiento de la ilicitud y la no
concurrencia de circunstancias exculpantes (Sotomayor Acosta & Tamayo Arboleda, 2017).
12
“(…) Artículo 9. Conducta punible. Para que la conducta sea punible se requiere que sea típica,
antijurídica y culpable. La causalidad por sí sola no basta para la imputación jurídica del resultado. Para
que la conducta del inimputable sea punible se requiere que sea típica, antijurídica y se constate la
inexistencia de causales de ausencia de responsabilidad (…)” (Congreso de la República, 2000, pág. 1).
13
“(…) Artículo 1. Dignidad humana. El derecho penal tendrá como fundamento el respeto a la dignidad
humana (…)”.
14
“Artículo 32. Ausencia de responsabilidad. No habrá lugar a responsabilidad penal cuando:
19
pero sólo algunos supuestos suprimen la responsabilidad por ausencia de culpabilidad -falta de
exigibilidad-, a saber: (i) el estado de necesidad exculpante, (ii) insuperable coacción ajena, (iii)
miedo insuperable y (iv) error invencible sobre la ilicitud del hecho.
De otra parte, la Ley 599 del 2000 contempla la ausencia de responsabilidad en los casos de no
obligación de denuncia a un familiar 15 - operan sólo en ciertos delitos16 -; y las circunstancias de
20
menor punibilidad de marginalidad, pobreza e ignorancia extremas consagrada en el artículo 56,17
que por su redacción podría considerarse como eximente, sin embargo, su aplicación se ha
delimitado como atenuante punitiva18.
Pese a que desde el año 2000, con la expedición del nuevo estatuto penal, se previó esta
circunstancia, su incipiente desarrollo jurisprudencial y académico ha delimitado el debate de
su ámbito de aplicación casi a la simple ritualidad procesal.
“(…) Artículo 68. Exoneración del deber de denunciar. Nadie está obligado a formular denuncia contra sí
mismo, contra su cónyuge, compañero o compañera permanente o contra sus parientes dentro del cuarto
grado de consanguinidad o civil, o segundo de afinidad, ni a denunciar cuando medie el secreto profesional
(…)” (Constitución política de Colombia).
17
“(…) Artículo 56. El que realice la conducta punible bajo la influencia de profundas situaciones de
marginalidad, ignorancia o pobreza extremas, en cuanto hayan influido directamente en la ejecución de la
conducta punible y no tengan la entidad suficiente para excluir la responsabilidad, incurrirá en pena no
mayor de la mitad del máximo, ni menor de la sexta parte del mínimo de la señalada en la respectiva
disposición (…)”.
18
La Corte Suprema de Justicia, en auto interlocutorio del 05 de agosto de 2015, M.P. Eyder Patiño Cabrera,
reiteró que las circunstancias allí previstas de marginalidad, ignorancia o pobreza extremas no son
excluyentes de responsabilidad sino atenuantes de la punibilidad.
19
CSJ, Sentencia 26789, 11/03/2009 y CSJ, Sentencia 32614, 17/08/2011. Sobre este punto es necesario
agregar que el rango para la búsqueda de sentencia se realizó entre el año 2000 hasta 2017.
20
CSJ, auto 47781, 25/05/2016, CSJ, auto 47183, 24/02/2016, CSJ, auto 47366, 24/02/2016, CSJ, auto
46027, 09/09/2015, CSJ, auto 45918, 05/82015, auto 44993, 10/06/2015, CSJ, auto 46687, 30/09/2015,
CSJ, auto 42075, 10/12/2014 y CSJ, auto 42203, 27/08/2014.
21
Sobre la aplicación de las circunstancias de marginalidad, señala la Corte que cuando el
sujeto tiene capacidad psíquica para acceder al conocimiento del mandato normativo, pero le
cuesta motivarse por la norma y actuar conforme a ella, se configura una imputabilidad
disminuida, que se traduce en la práctica al reconocimiento de la circunstancia genérica de
menor punibilidad prevista en el numeral 9 del artículo 55 de la Ley 599 de 2000, o en la
atenuante del artículo 56 (Corte Suprema de Justicia , 2009). Sobre el tema agrega la Corte:
Ahora, de manera posterior, la Corte reitera que debe probarse la entidad de las
circunstancias del artículo 56, que no sólo deben ser profundas o considerables, sino que debieron
mediar en la comisión de la conducta punible (CSJ, auto 47781, 25/05/2016).
22
Por otro lado, en relación con la condición de drogadicción que pueda padecer un procesado
y su diferenciación respecto de una posible confluencia con la situación personal de marginalidad,
la Corte Suprema ha señalado que debe evidenciarse la absoluta y extrema falta de integración
social y su exclusión del sistema social (CSJ, auto 42203, 27/08/2014). Por lo tanto, no deben
asimilarse las circunstancias propias de quien es consumidor de sustancias estupefacientes, con
una persona que realiza la conducta punible por ese motivo en condiciones de marginalidad,
cuando es ésta última situación la que debe influir directamente en la ejecución de la conducta
punible.
Pese a reiterar la necesidad de una extrema condición de marginalidad del agente para la
configuración de la disminuyente, las referencias ambiguas y generales sobre los componentes de
dicha figura, perpetúan su imprecisión. En la misma providencia señala:
(…) Supuestos como los propios de este caso, imponen distinguir cuando hay
circunstancias que pueden afectar en cierta medida el desempeño de un individuo en la
sociedad, de aquellas que evidencian profunda situación de marginalidad determinante o
influyentes en forma directa en la ejecución de la conducta punible, distinción más que
imperiosa en orden a aplicar positivamente dentro del marco legal la atenuante de pena, sin
que quepan asimilaciones como la reclamada por la libelista, a supuestos en que un
consumidor habitual de sustancias esté dentro de los parámetros de la norma 56 del C.P.
23
(…) El precepto que contempla la disminuyente, circunscribe su procedencia a los
casos en los que la marginalidad, ignorancia o pobreza extremas “no tengan la entidad
suficiente para excluir la responsabilidad”, y no podría ser de otra forma, pues, de lo
contrario, no habría cabida a un reproche normativo traducido en una sanción privativa de
derechos por la confluencia, verbi gratia, de un estado de necesidad o un error de
prohibición que, en su orden, enervarían aquellas categorías dogmáticas.
De contera, y así lo apreció el sentenciador, lo que ocurrió es que la peculiar situación del
acusado –a la manera de uno de los ejemplos traídos a colación en el libelo-, influyó en su
comportamiento ilegal, toda vez que su calidad de campesino alejado de conglomerados
urbanos y sometidos a las contingencias aisladas, dando paso a que se le impusiera por
ilicitud cometida una sanción más benigna a la fijada en el tipo (…)
En auto interlocutorio más reciente, la posición antedicha es reiterada al señalar que, “(…) las
circunstancias allí previstas de marginalidad, ignorancia o pobreza extremas no son excluyentes
de responsabilidad sino disminuyentes de la punibilidad, pero siempre que hayan influido
directamente en la ejecución de la conducta punible (…)” (CSJ, auto 45918, 05/82015).
Pese a lo anterior, la Corte Suprema de Justicia en sentencia del 17 de agosto de 2011, parece abrir
la posibilidad de considerar la inculpabilidad como consecuencia de aplicar la disposición jurídica
analizada, pero una vez más, se sustrae de cualquier explicación o desarrollo jurisprudencial al
respecto. En referencia al artículo 56 del Código Penal, señala:
24
1.2 La igualdad, la justicia material y la supresión de la marginalidad como obligación y
garantías del Estado Constitucional.
La nueva Carta Política sitúa su enfoque en el valor individual del ser humano, evidenciado
en la demarcación de fines estatales concretos que propenden la mejora de vida de sus asociados;
lo que a su vez deriva en la necesaria consagración de derechos humanos de segunda y tercera
generación con supremacía constitucional, que en un plano real significa la forma de involucrar a
perpetuidad las políticas públicas y la inversión social que requiere la concreción de un modelo
social de Estado.
Al respecto, Hoyos Loaiza & Arcila Giraldo (2010), señalan que es evidente que se ha
constitucionalizado el derecho penal porque tanto en materia sustantiva como procedimental, la
Carta incorpora preceptos y enuncia valores y postulados -particularmente en el campo de los
derechos fundamentales- que inciden de manera significativa en el derecho penal y, a la vez,
25
orientan y determinan su alcance. Lo anterior cobra aún más relevancia, si se tiene en cuenta que
es a través de los principios y valores constitucionales que se recoge el contenido orgánico de la
Constitución, y al igual que los fines esenciales del Estado, se encuentran previstos en el preámbulo
de la Carta Política21.
Entre los fines y principios del nuevo modelo Estatal, se destacan los relacionados con la
justicia –material-, la igualdad22 y la dignidad humana. De estos, el primero y el segundo han sido
entrelazados al compartir criterios potencializadores de su cumplimento, a saber: (i) el mínimo
vital, es decir, satisfacción de las elementales condiciones de vida de una persona, (ii) seguridad
social, (iii) salud, (iv) vida, (v) acceso a la administración de justicia de forma oportuna y gratuita,
entre otros.
21
Sobre este punto es preciso anotar que la Corte Constitucional mediante Sentencia C-479 de 1992, se
refirió de manera concreta a la fuerza vinculante del preámbulo de la Constitución (Corte Constitucional,
1992).
22
La Corte Constitucional en Sentencia T-406 de 1992 estableció la obligación en cabeza de los poderes
públicos del Estado de velar por la distribución e igualación de bienes materiales (Corte Constitucional,
1992).
23
Corte Constitucional, sentencia T 881 del 2002.
26
constitucional, y; finalmente; (iii) la dignidad humana entendida como derecho fundamental
autónomo.
Sobre los atributos de este principio, Sotomayor Acosta & Tamayo Arboleda (2017, pág.
27-28) señalan:
(…) el contenido esencial del principio de respeto a la dignidad humana se concreta en los
siguientes atributos: 1. La dignidad humana como reconocimiento de los límites del actuar
humano. Aunque la Corte Constitucional no ha realizado un desarrollo específico de este aspecto,
toda su construcción del concepto de dignidad humana tiene como punto de partida un ser humano
inserto en un mundo físico y una realidad social que lo condiciona, que el individuo no siempre
está en capacidad de superar y, por ende, no se le puede exigir que lo haga. Es precisamente esta
referencia a lo humano la que conduce a la exigencia de responsabilidad como presupuesto
ineludible de cualquier poder sancionador, que en el campo del derecho penal se reconoce como
principio de culpabilidad, el cual, entendido en sentido amplio, se concreta en una serie de
garantías que limitan la responsabilidad penal solo a los actos que el ser humano está en capacidad
y le es exigible evitar, pues, como explica Nino (1989), “las voliciones y el consentimiento de la
gente deben tomarse seriamente en cuenta en el diseño de las instituciones y en las medidas, actos
y actitudes que se adoptan frente a ellos (pp. 285-286).
Asimismo, los autores condensan las propiedades esenciales del principio de la dignidad
humana24, que desde sus diversas aristas puede ser entendido como exigencia de igualdad en el
tratamiento de cada individuo, autonomía personal en su elección de vida, así como las condiciones
24
Sobre el contenido del concepto de dignidad humana, puede consultarse la Sentencia T-881 de 2002.
27
materiales que permitan al sujeto su vivencia digna. Precisamente, sobre las obligaciones derivadas
de este principio a la actividad estatal, refieren:
(…) podría decirse que la dignidad humana como fundamento del modelo de Estado
constitucionalmente asumido cumple un doble papel. Por una parte, sirve de límite a las
posibilidades de actuación del Estado, como libertad negativa que impide la intervención estatal
en ámbitos no dominables por los individuos de la especie humana o reservados de manera
exclusiva a su esfera individual. Por otra, la dignidad humana cumple también un papel como
libertad positiva o de prestación, respecto de la optimización de las condiciones de vida. Al primer
grupo pertenecen las garantías de exigencia de responsabilidad, no discriminación, no interferencia
en la libre autodeterminación del sujeto y la intangibilidad de las esferas física y moral. La función
prestacional la recoge, por su parte, la exigencia de condiciones materiales para vivir bien. (2017,
pág. 30)
Sobre la dignidad humana y la culpabilidad (Sotomayor Acosta & Tamayo Arboleda, 2017,
pág. 36-37) señalan:
28
Bajo este mismo razonamiento, también la culpabilidad como posibilidad exigible de la
actuación conforme a derecho encuentra su fundamento en la dignidad humana, por cuanto el
derecho debe reconocer en el ser humano un centro de imputación condicionado por su entorno
y admitir la existencia de eventos en los que dicha autodeterminación se encuentra
particularmente restringida (cf. Schünemann, 1991, pp. 147 y ss.). Asimismo, debe aceptar
también que las circunstancias específicas de una persona pueden dejarlo libre de reproche
penal, pues tales circunstancias son siempre particulares y lo que en un caso puede suponer una
pena legítima en otro puede aparecer como una instrumentalización del individuo (cf. Zaffaroni,
1982, p. 95; Ferrajoli, 1995, pp. 264-536; Varona, 2000)
La inclusión del marco en el que el individuo actúa es necesario como fundamento del
juicio de exigibilidad individual, y por tanto presupone la existencia de una corresponsabilidad
(Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2002, pp. 650-683; Bustos y Hormazábal, 1999, pp. 328-336;
Sandoval y Del Villar, 2013; Sotomayor, 1996, pp. 257) social y estatal como elemento esencial
de la culpabilidad penal, en la medida en que la exigencia de un trato digno impide que a un
sujeto que actúa particularmente condicionado se le instrumentalice argumentando necesidades
de prevención.
Con todo, principios como los explicitados, aunados a los fines estatales consagrados en la
Carta Política (referentes a la garantía de cumplimiento de dichos deberes del Estado 25),
25
“(…) Artículo 2. Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general
y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la
participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y
cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo. Las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos
y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares (…)”
“(…) Artículo 365. Los servicios públicos son inherentes a la finalidad social del Estado. Es deber del
Estado asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del territorio nacional. Los servicios públicos
estarán sometidos al régimen jurídico que fije la ley, podrán ser prestados por el Estado, directa o
29
constituyen no sólo la real noción asumida de Estado Constitucional, sino el fundamento de
legitimidad de sus agentes para la persecución y castigo a los infractores de estos.
indirectamente, por comunidades organizadas, o por particulares. En todo caso, el Estado mantendrá la
regulación, el control y la vigilancia de dichos servicios. Si por razones de soberanía o de interés social, el
Estado, mediante ley aprobada por la mayoría de los miembros de una y otra cámara, por iniciativa del
Gobierno decide reservarse determinadas actividades estratégicas o servicios públicos, deberá indemnizar
previa y plenamente a las personas que en virtud de dicha ley, queden privadas del ejercicio de una actividad
lícita (…)”
“(…) Artículo 366. El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son
finalidades sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de las necesidades
insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua potable. Para tales efectos, en los
planes y presupuestos de la Nación y de las entidades territoriales, el gasto público social tendrá prioridad
sobre cualquier otra asignación (…)”
26
Sobre le necesidad de un tratamiento desigual frente a los desiguales, o quienes se encuentran en situación
materiales desventajosa, Sotomayor & Tamayo (2017, Pág. 39) refieren los autores que suscriben tal
diferenciación como contenido adicional del principio de igualdad, en concordancia con la dignidad
humana: “(cf. Cepeda, 1992; Bernal, 2005; Rodríguez, 2007; Quinche, 2012; Sentencia C-093 de 2001;
Sentencia C-530 de 1993; Sentencia C-022 de 1996; Sentencia C-079 de 1999), con el fin de, como lo dice
la propia Constitución (artículo 13), promover las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva.
Luego, al lado del deber negativo de no discriminación, el Estado tiene también el deber positivo de
intervenir en favor de las personas o grupos en situación de desigualdad.”
27
“(…) Artículo 13. Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y
trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna
discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas
en favor de grupos discriminados o marginados. El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que
30
Asimismo, se desprende que la legitimación del poder punitivo estatal encuentra raíces en
la posibilidad de este para exigir expectativas de conducta de los ciudadanos protegidos y
promovidos en un entorno colmado de condiciones de vida favorable, logrado en parte por las
instituciones oficiales. Teniendo en cuenta esto, no le es dable al Estado situar en condición de
vulnerabilidad a un ciudadano, o ignorar la misma, y luego reprocharle las opciones que dejó de
prever para superar tal realidad y evitar la conducta punible juzgada, cuando lo cierto es que para
lograrlo se habría requerido un esfuerzo más allá de sus reales posibilidades de autodeterminación
y, en todo caso, cuando la responsabilidad o el aporte sobre dicha conducta es compartida con el
mismo Estado28.
31
Capítulo II
El sistema de justicia penal está integrado no sólo por la legislación, sino por
consideraciones valorativas que demarcan las líneas jurisprudenciales en temas específicos y en
un momento histórico determinado. La vinculación normativa de un hecho a un individuo tiene
como presupuesto una conducta típica, antijurídica y culpable (o responsable, para el caso de
inimputables).
32
Por la influencia en el pensamiento del modelo penal vigente, iniciamos referenciando al
penalista Carlos Arturo Gómez Pavajeau, quien fuera presidente de la comisión redactora del
Código Penal actual. Para el doctrinante, el reproche ético jurídico cernido sobre un individuo
determinado en un hecho concreto, está condicionado por la exigibilidad predicable para el caso
en cuestión, que a su vez se delimita por condiciones sociales, potencialidad cognitiva del sujeto,
y posibilidad de acceso a los valores culturales del Estado social y democrático de derecho
(Barbosa Castillo y Gómez Pavajeau, 1996, pp.188).
Ahora, en un antecedente más lejano, Reyes Echandía (1998, pp. 555-556) considera al
individuo como ser dinámico, así como la gama de conductas delictivas no se circunscriben
únicamente a factores de la personalidad, sino que reconoce la fuerza de los fenómenos sociales
en la existencia de la criminalidad, y de esto da cuenta la criminología (en este sentido podría
encontrarse alguna noción de su planteamiento al enfoque crítico). Asimismo, otorga relevancia al
fenómeno económico -producción, distribución y consumo de riqueza-como regulador decisivo en
toda la sociedad (pp. 649), incluyendo por supuesto, el fenómeno de la criminalidad.
Exponentes como Gómez López (2000, pp. 262), también plantean en conjunto con la
responsabilidad del individuo, la correspondiente a la sociedad y el Estado, quienes han
condicionado el comportamiento del agente, y a su vez le exigen uno determinado. Por ello, deberá
indagarse por la posibilidad de comprensión y cumplimiento otorgada por estos entes al individuo,
33
respecto de la situación concreta y de sus reales opciones de realizar otra conducta diferente a la
reprochada.
A modo de exordio, se tiene que las teorías de Zaffaroni y Bustos Ramírez, tienen un
antecedente importante en el Labelling approach o teoría del etiquetamiento, que sólo para
referirla, diremos que plantea el delito como construcción social, en la medida que es la
interpretación a la norma la que rige un determinado comportamiento, o mejor, es un hecho
valorado negativamente que al final se etiqueta. En palabras de Larrauri “el desviado es aquel a
quien se le ha aplicado con éxito la etiqueta; el comportamiento desviado es aquel que la gente
define como desviado” (1991, pág. 29).
El mismo autor recogería varias críticas (1991, pág. 59) sobre dicha teoría, que a modo
general, se enmarcan en orientar el carácter social y no individual del delito, por lo que su
entendimiento requiere a su vez el estudio de la sociedad que lo produce.
34
Asimismo, se debe tener en cuenta el influjo que significó el planteamiento del criminólogo
Alessandro Baratta para los autores en mención, cuyo enfoque crítico busca explicar las causas de
selección dentro del proceso de criminalización primaria y secundaria, esto es, las razones de
configuración de determinados tipos penales y su aplicación sistemática selectiva (Baratta, 2004,
pág. 403). Por ende, debe partirse desde el entendimiento de los problemas sociales, y no desde su
mero etiquetamiento. No implica ello el desconocimiento de la reacción del sistema a estos
problemas, sino que amplía el alcance de la teoría de la Criminología Crítica en las ciencias
sociales, en el proceso de criminalización y el funcionamiento del sistema. Lo anterior para
diversificar la visión exclusivamente economicista de la criminalidad (Baratta, 2004, pág. 413-
414)
2.1 Juan José Bustos Ramírez. La responsabilidad del hombre como actor
social
Para Bustos, la responsabilidad del sujeto está adherida a la exigibilidad del estado sobre
cada individuo en relación con su conducta, exigencia que le es facultada en la medida que otorgue
las condiciones para que dicha demanda de comportamiento conforme a derecho sea posible. Es
una imputación social realizada al individuo, que requerirá auscultar las circunstancias que
rodearon al mismo en cada caso concreto.
35
Según Bustos & Hormazabal (1999, pp. 333) “Culpabilidad es responsabilidad, pero en
una dimensión más profunda que la hasta ahora entendida. Al establecerse su responsabilidad, se
plantea la de la sociedad, tanto por el papel que le ha asignado, como por los controles (también
los penales y, específicamente, la pena) de todo tipo que le ha impuesto. La conciencia del hombre
surge del proceso social, de su relación social. Luego, la sociedad responde también por esa
conciencia lograda por el hombre. La conciencia no es primeramente una cuestión psíquica sino
histórico-social; es el proceso histórico-social el que determina, en relación a la psiquis del
individuo, su conciencia, desarrollo histórico-social y conciencia son inseparables”.
En su teoría del sujeto responsable Bustos & Hormazabal (1999, pp.325) señalan que debe
tenerse en cuenta la complejidad del sujeto social y las circunstancias que lo convierten en actor
social, dotado de responsabilidad social. El acento no puede ponerse en el criterio de la prevención
general, o mejor, en la pura eficacia, dado que convierte al hombre en un mero instrumento de los
fines del estado.
36
refiriendo que “la expectativa de un comportamiento está en una relación estrecha con los roles
que el individuo asume en la sociedad. Naturalmente el rol concreto tiene que ser precisado en el
caso individual” (1999, 323).
Ahora, la culpabilidad como categoría del delito se ha intentado explicar, bien desde el
libre albedrío, bien desde el determinismo; siendo ambos planteamientos quiméricos, por cuanto
son indemostrables. Sobre esta crítica señala:
“Resulta claro que es necesario superar la discusión entre partidarios del libre albedrío y
deterministas. Ambas tendencias ignoran la realidad del sujeto en el mundo. El libre albedrío se
refiere a un HOMBRE –en mayúsculas-, como un ente de cualidades absolutas, luego fuera de
tiempo y lugar, y por ello irreal, metafísico, al margen, por tanto, del ámbito científico. El
determinismo, por su parte, se refiere a un hombre – en minúscula- atado a una causalidad ciega,
concebida ésta también dogmáticamente, como no discutible e inalterable y, por ello mismo
acientífica. En el libre albedrío, todo hombre está provisto de una cualidad inmutable e igual; en
el determinismo, hay hombres anormales, determinados al delito por causalidad inmutable e
irreversible. El libre albedrío permite reprochar, apostrofar al hombre su maldad… permite dividir
entre normales y anormales…” (Bustos & Hormazabal, 1999, 328-329).
Conforme esta línea, su crítica también encuentra asidero en la posición de Roxin, para
quien la culpabilidad entraña la capacidad de direccionamiento, pero al no dar cuenta de cómo este
puede ser constatable empíricamente, cae de nuevo en la inclusión de un dogma como el libre
albedrío. Frente a ello, sostienen (1999, pp.327):
“(…) El punto de partida no puede estar en atributos que se le suponen al individuo como
su libre albedrío o su insuperable determinación o su capacidad para autodeterminarse en una
circunstancia concreta o de motivarse o de dirigirse conforme a la norma, sino de la capacidad del
sistema social concreto para poder exigir algo a esa persona concreta, de exigirle frente al conflicto
una respuesta aducida a la norma. En caso contrario, nuevamente se cae en el planteamiento ético
del reproche de las maldades del sujeto, o bien, positivista naturalista de sus defectos psíquicos o
antropológicos o sociales o de su locura moral. Se estigmatiza al sujeto como ser, como persona,
pues se le asignan determinadas características de perversidad y ello, naturalmente va en contra de
los principios constitucionales de igualdad y dignidad de las personas. “
37
Bajo esta crítica, Bustos & Hormazabal sostienen que es necesario hacer una revisión de la
teoría de la conducta desviada, que en últimas olvida el papel del Estado en la definición de aquello
considerado como criminal. Al respecto indican (1999, pp.331):
“Esta teoría de desviación señala, entonces, que todo lo que se aparta de la norma o
expectativa de la sociedad surge de por sí, tiene su propia causa. En alguna forma está detrás una
cierta concepción totalitaria de la mayoría; lo que dice la mayoría es lo verdadero, lo otro es lo
falso, la división clásica entre blanco y negro. (…) Por ello, tiene razón Muñoz Conde cuando
señala que “el problema material de la culpabilidad aparece también como un problema político.”
En esta medida, tanto la norma como la expectativa surgen de una estructura de poder,
encargada de asignar el delito y el delincuente. Por ello consideran que la pregunta del por qué un
determinado comportamiento es criminal o desviado, debe estar integrada dentro de un proceso
social de asignación.
La libertad del hombre no es el poder obrar de otra manera, ni su determinación por el bien,
sino su conciencia dentro de la relación social. Con el finalismo, para Bustos se inicia una
apreciación del contenido real de la culpabilidad, sin que lo logrado sea suficiente, como puede
entreverse de la aceptación limitada de la exigibilidad de la conducta. Al sujeto aún se le cosifica,
no se considera en su integralidad concreta social.
La responsabilidad implica exigibilidad, lo que el Estado puede exigir de una persona frente
a una situación concreta. “El Estado no puede exigir si no ha proporcionado o no se dan las
condiciones necesarias para que la persona pueda asumir una tarea determinada por lo demás
exigida también por el sistema, por ejemplo, el respeto a la norma” (1999, 335).
38
respuesta determinada puede exigirle el Estado a determinada persona en un caso concreto. Lo
anterior significa, en palabras de Bustos & Hormazabal que:
“El problema no está sólo en relación con el individuo éticamente autónomo que ha de dar
una respuesta determinada normativamente frente al conflicto, sino también y antes que nada en
el Estado y en lo que éste le puede exigir legítimamente a las personas. No se trata de un juicio a
las capacidades de las personas, sino a la capacidad del Estado, en definitiva de su legitimación,
para exigir esa respuesta a la persona y para ello el Estado, en los términos del art. 9.2 CE, respecto
de ese individuo concreto ha de haber promovido las condiciones para que su libertad e igualdad
sea real y efectiva, y removido los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud, así como
facilitado su participación en la vida política, económica, cultural y social. Por eso, culpabilidad
es exigibilidad, o sea, capacidad no de la persona para dar una respuesta determinada, sino
capacidad del Estado para exigir esa respuesta.” (1999, 336).
El principio de igualdad implica la imposibilidad de aplicar una ley talional, que sólo sería
posible si se negara la individualidad de cada ser humano. Por ello es necesario que exista un nexo
entre el injusto y la pena. Dicho puente ha sido buscado a lo largo de la historia para legitimar el
poder punitivo del Estado (conforme a los fines de la pena), y de ello dan cuenta la cantidad de
29
El jurista y criminólogo argentino, quien se desempeña como miembro de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos desde el año 2016, enmarca su obra bajo la concepción agnóstica de la pena,
diferenciada por negar la capacidad del poder punitivo para solucionar conflictos sociales, por lo que la
función del sistema penal consiste en contrarrestar las pulsiones más irracionales de dicho poder. En este
sentido, la culpabilidad no está llamada a legitimar el poder punitivo, sino a limitarlo.
39
teorías en torno a la culpabilidad, algunas de las cuales le ubicaron fuera de la teoría del delito –el
positivismo italiano y su idea de peligrosidad-, otras en cambio, dentro de la teoría del delito
construyeron un nexo con base en el reproche o exigibilidad resultante del ámbito de
autodeterminación del sujeto, pero que posteriormente devino en reproches sobre la personalidad
del autor y su elección de vida. Señala Zaffaroni (2002, pp. 651.) que “Las modernas concepciones
sistémicas mantienen la culpabilidad en la teoría del delito, aunque cada vez más pletórica de
consideraciones que derivan de las necesidades que imponen su particular teoría legitimante del
poder punitivo”. En definitiva, aquellas propuestas que ignoran los problemas de la
autodeterminación, o los niegan, tienden a construir el nexo fuera de la teoría del delito, y la pena
responde a una “razón de Estado”, capaz de legitimar el poder punitivo, este último desprovisto de
todo vínculo ético.
“(a) el vínculo personal del injusto con el autor se establece teniendo en cuenta la forma en
que opera la peligrosidad del sistema penal, que puede ser definida como la mayor o menor
40
probabilidad de criminalización secundaria que recae sobre una persona. (b) El grado de
peligrosidad del sistema penal para cada persona está dado, en principio, por lo componentes del
estado de vulnerabilidad de ésta al sistema penal. (c) El estado de vulnerabilidad se integra con los
datos que hacen a su estatus social, clase, pertenencia laboral o profesión, renta, estereotipo que se
le aplica, etc., es decir, por su posición dentro de la escala social. (d) No obstante, si bien por lo
general la relación entre poder y vulnerabilidad al poder punitivo es inversa, puesto que el poder
opera como garantía de cobertura frente al sistema penal, el poder punitivo no se distribuye sólo
por el estado de vulnerabilidad, porque si bien todas las personas que comparten un mismo estado
de vulnerabilidad padecen pareja frecuencia de riesgos de criminalización, el poder punitivo
también selecciona entre ellas a quienes criminaliza. “(1998,654).
En definitiva, ese esfuerzo personal del sujeto por alcanzar la situación concreta de
vulnerabilida, es lo que deberá ser reprochado, eso “de más” que hizo el sujeto para ser
criminalizado. La culpabilidad entonces, se traduce en el “reproche del esfuerzo personal por
alcanzar la situación concreta de vulnerabilidad al poder punitivo” (pp. 654). El reproche de
dicho esfuerzo es legítimo, diferente a lo que ocurre con el reproche de culpabilidad en su
concepción tradicional, pues prescinde del dato de selectividad del sistema penal, así como omite
considerar la vulnerabilidad o el esfuerzo del agente para alcanzar tal condición, y ser fácilmente
seleccionable por el sistema.
41
versiones idealistas puras, no puede negarse que parece contemplar casi exclusivamente los
supuestos de conflictividad generada o penitenciada por la pobreza y, en especial, los delitos contra
la propiedad…Por otro, la consideración del estado de vulnerabilidad como punto de partida para
la medición del esfuerzo reprochable es un concepto mucho más preciso y realista (…). En lugar
de apelar a un reparto de reproches, es mucho más claro y realista admitir que si el poder punitivo
se reparte conforme a la vulnerabilidad y no es posible cancelarlo, el derecho penal debe
administrar su propio y limitado contrapoder de contención repartiéndolo según el grado de
esfuerzo personal de cada seleccionado realizado para colocarse en la situación concreta de
vulnerabilidad frente al riesgo del poder punitivo” (1998, 657).
Estas versiones del formalismo eticista, cuyo origen y desarrollo representaron un avance
humanista al reconocer la autodeterminación del sujeto en su vinculación al injusto, y la
imposibilidad de cargársele en mayor medida a dicho ámbito de determinación, no son premisas
que permitan por sí mismas desarrollar una construcción racional del derecho penal, o mejor, ésta
no proporciona la medida de la pena o la magnitud de poder punitivo que permite contener. Lo
anterior por cuanto el poder punitivo contiene fallas estructurales con inevitable selectividad,
operando de forma desigual en cada sociedad. Debido a tal selectividad del sistema penal, se
esfuma el fundamento ético de la pena (Zaffaroni, 1998, pp. 652).
42
“(a) En principio, existen casos en que la culpabilidad normativa tradicional no excluye el
delito y, sin embargo, éste debe excluirse por la inexistencia de esfuerzo personal por la
vulnerabilidad. Los más claros son los supuestos de agente provocador y de delitos experimentales.
El derecho penal no puede permitir que el poder punitivo seleccione en situaciones de
vulnerabilidad que él mismo ha creado. (b) Además, desde una perspectiva sistemática, los
correctivos propios de la teoría de la responsabilidad se distinguen de los indicadores de magnitud
punitiva provenientes de la teoría del delito en que los primeros son o pueden ser posteriores al
hecho, en tanto que los segundos nunca pueden serlo. (c) Por otra parte, la culpabilidad por la
vulnerabilidad no hace más que proporcionar el marco máximo del poder punitivo, dentro del que
operan los correctivos que son propios de la teoría de la responsabilidad; sistemáticamente sería
incorrecto considerar a los últimos como correctivos de un correctivo privilegiado, operando todos
dentro del mismo estadio teórico o analítico” (1998, 655-656).
43
del agente, o la posición de poder ocupada, y todo cuanto influya o condicione su elección o su
ámbito de autodeterminación real.
En todo caso, para el autor es claro que los ámbitos de autodeterminación no son
categóricos al libre criterio judicial, pues responden a unos juicios de valoración fijados por el
orden jurídico, que permitirán establecer umbrales mínimos de autodeterminación (y lo que esté
debajo de esos umbrales mínimos será una autodeterminación remanente tan baja que no debe ser
exigible). Ese ámbito es analizado desde una experiencia humana específica, por lo que es natural
que deban tenerse en cuenta aspectos personales de ésta –personalidad, vida-, pues son
circunstancias que le condicionan en su actuar. Teniendo en cuenta la integralidad de todas esas
experiencias y características específicas de ese actor, se echa mano de un catálogo de conductas
de una persona en una circunstancia determinada (Zaffaroni, p. 675), siendo posible verificar el
grado de dificultad de los sujetos al realizar determinada conducta, y medir el ámbito de
autodeterminación concreto.
44
En este sentido, la posibilidad de comprensión de la antijuridicidad y motivación conforme
tal conocimiento, es un componente de la culpabilidad, pues conforma el ámbito de
autodeterminación del agente y su exigibilidad está mediada por la incorporación y vivencia misma
de esa comprensión. Hay situaciones extremas en donde no puede hacerse exigible esa
comprensión de la antijuridicidad, o que, aun existiendo, no es predicable el grado de
autodeterminación suficiente para exigir determinada conducta del sujeto, pues este no incorpora
o asimila pautas de comportamiento que le son totalmente ajenas de acuerdo a su concepción del
mundo y de sí mismo. En algunos casos, si bien el sujeto sabe que una determinada conducta
conlleva un desvalor jurídico, no puede internalizar la pauta de conducta, por lo que no puede
exigírsele que la asimile como propia.
Zaffaroni señala que hay quienes distinguen entre causas de inculpabilidad y de disculpa,
en aquellas no habría culpabilidad y en las últimas se le suprimiría el remanente. A grandes rasgos,
las causas de inculpabilidad excluyen el poder hacer algo diferente (inimputabilidad y error de
prohibición), mientras que en las causas disculpantes, al actor simplemente se le disculpa (casos
restantes de inexigibilidad). Para Zaffaroni (1998, pp. 672) “estas posiciones pasan por alto que
siempre en la responsabilidad se está frente a situaciones graduables: no hay causa que excluya la
culpabilidad que no sea susceptible de dejar un remanente de autodeterminación desechable por
no alcanzar el umbral mínimo de reproche jurídico”.
45
que determina la realización de un injusto, y el esfuerzo por alcanzar tal condición vulnerable
resulta tan ínfima, como inoponible. En otras palabras, el esfuerzo remanente del agente es tan
escaso, que no sería legítimo ni racional su reproche penal.
Ese análisis contextualizado de cada individuo, así como la distribución de cargas sociales
y estatales conforme a su competencia, encuentra fuerte fundamento en nuestra Carta Magna, más
exactamente en el principio de la dignidad humana, como a modo general se expuso en el capítulo
1.
Este principio, contiene o limita el poder punitivo estatal, que se concreta no sólo a través
de las penas, sino en la criminalización primaria realizada por el legislador, la persecución selectiva
ordenada a los agentes de policía y la ejecución judicial de las sanciones penales. Señalan
Sotomayor Acosta & Tamayo Arboleda que el fundamento del derecho penal consagrado en el
respeto de la dignidad humana (artículo 1 CP), no puede significar que sea este principio la razón
para sancionar; “lo que debe interpretarse, más bien, es que el derecho penal encuentra su razón
de ser en la limitación de la intervención punitiva estatal, para evitar que en el ejercicio de dicha
46
actividad se desconozcan las exigencias de un trato humano y digno conforme al modelo
constitucional.” (2017, P.P. 33).
Es así como la corresponsabilidad, antes de ser penal, se enmarca en las cargas prescritas
por la constitución política a través de la positivización de principios como la dignidad humana y
la igualdad, conforme la adherencia a un Estado constitucional. Dichas cargas se concretan en
intervenciones y planes de acción estatales para garantizar condiciones sociales y materiales
dignas, conforme a criterios de igualdad material y efectiva; que a su vez permitan una expectativa
razonable de convivencia, posteriormente traducida en legitimidad institucional de respuesta
punitiva.
47
Zaffaroni, se predica del individuo una capacidad de autodeterminación disminuida, pero incluso
cuando el remanente de exigibilidad es tan poco, ilegitimo resulta su castigo. La desigualdad que
entraña la circunstancia de marginalidad es finalmente el sustento de su atenuación o exculpación.
Dicho asunto resulta lógico y proporcional, cuando se ejemplifican casos de personas con
trastornos o debilidades de diversa índole, participando en desigualdad de condiciones en un
sistema capitalista, intentando acceder al mercado laboral, incluso a la oferta educativa, o el más
básico ejercicio como ciudadanos con la posibilidad de votar, por ejemplo. Existe pues, un déficit
de legitimidad penal en estos casos, que no es ajeno a quienes se encuentran en circunstancias de
marginalidad y, por ende, su ámbito de exigibilidad es más reducido.
48
mismo tiempo, la exigencia de diferenciación permite, en algunos casos, el recurso a una
protección especial o cualificada de los sujetos en posición de desventaja y en otros obliga a no
sancionar o a hacerlo en menor o distinta medida, cuando el individuo se encuentre en una
situación de desigualdad material que así lo amerite, lo cual debería conducir a un coherente
desarrollo de eximentes y atenuantes de la responsabilidad penal.” Sotomayor Acosta & Tamayo
Arboleda (2017, P.40.).
Así las cosas, si bien la culpabilidad entraña la premisa de autodeterminación por parte del
autor, la configuración de tal categoría (respecto de sus atenuantes o eximentes), vincula factores
no necesariamente reafirmantes de dicha falta de autodeterminación, como sería el caso de la
vulnerabilidad por selectividad defendida por Zaffaroni. Puede pues predicarse la existencia de
autodeterminación, sin que a la vez concurra legitimidad o criterios de justicia y proporcionalidad
que permitan una declaratoria de responsabilidad por parte del sujeto activo.
En este punto se trata pues de trascender la noción de culpabilidad singular respecto del
autor del punible, a un concepto que adhiera el componente social al que se circunscribe el agente.
Esta consideración de cargas, reconfigura los alcances de la reprochabilidad endilgada al
individuo, o mejor, varía la exigencia de actuar de otro modo en un contexto determinado.
30
Concepto que sería más evolucionado en relación con la antigua noción de “co-culpabilidad social”
desarrollada por Zaffaroni (1986, pp. 520), que se limitaba a culpabilizar a la sociedad por la parte
coadyuvante en la limitación del ámbito de libertad del sujeto, sin consideración alguna de la selectividad
estructural desarrollada por E. Zaffaroni en la teoría de la Culpabilidad por Vulnerabilidad, previamente
referida en este Capítulo.
49
Así las cosas, la circunstancia de marginalidad considerada en la disposición jurídica
analizada, hace parte del componente de la culpabilidad, que en todo caso podrá tener un grado
diferente de incidencia en el arreglo de punición; categoría que implica consideraciones
preventivas y de otras finalidades.
50
Capítulo III
Será al interior de esta sociedad y el Estado regulador de la misma, que deberá analizarse
el aporte de ambos en la comisión del injusto, una vez verificada la existencia de una
responsabilidad penal individual. Dicho aporte puede presentarse en dos momentos diferentes,
como lo serían: la criminalización primaria y la ejecución del injusto.
Los dos tipos de aportes por parte del Estado y la sociedad a la conducta delictual pueden
ser clasificados como contribución al injusto y contribución a la situación de vulnerabilidad del
sujeto.
51
3.1.1. Corresponsabilidad estatal por aporte en la situación de vulnerabilidad
Este aporte se genera con el incumplimiento de los fines constitucionales y el plan de acción estatal
requerido para llevar a cabo tales cometidos estipulados en la Carta Magna y cuya alusión se hizo
en el primer capítulo, como lo son las condiciones de vida digna y la igualdad de oportunidades,
como cargas estatales.
31
Sobre la exclusión social y el castigo penal, Cigüela (2015, pp 134) señala: “el problema radica en las posibles
contradicciones que derivan de incluir en el sistema penal, como sujetos del castigo, a sujetos que previa y
simultáneamente han sido excluidos del sistema social en general. Por decirlo gráficamente: si el Estado que ha
renunciado al guetto cuando se trata de proveer asistencia social puede, en cambio, intervenir en él cuando se trata de
castigar y encarcelar”… “Siendo así, si se ha definido a los excluidos sociales como aquellos sujetos que han tenido
cerrado el acceso a esos bienes y derechos, el problema salta a la vista: es difícil exigir (legítimamente) el
cumplimiento de las obligaciones jurídicas a quienes el sistema social ha obstaculizado el ejercicio de aquellos
derechos que deberían tener como correlato. Habría aquí no solo una dificultad, sino también un riesgo de hipocresía
y contradicción, pues al castigar al mendigo, al habitante del gueto o al drogadicto sin atención médica ocurriría que
todos ellos aparecerían como “ciudadanos” en el momento de ser castigados, sin que hayan sido considerados
“ciudadanos” con anterioridad, a la hora de ser asistidos o socializados” (pp 135).
52
Esta situación de vulnerabilidad selectiva estructural implica, como se verá, que las conductas
reprochadas lo sean en razón de intereses económicos, particulares o supraestatales (presión
externa- tratados de libre comercio, políticas neoliberales) y la generación de estereotipos o
etiquetas a individuos para su selección.
Así pues, son tres las situaciones de vulnerabilidad prevista en el artículo 56 del Código Penal,
clasificadas en marginalidad, ignorancia y pobreza; todas referidas a las condiciones
socioeconómicas y culturales del sujeto al momento de la comisión de la conducta punible, que
deberán ser de tal entidad como para que le impidan elegir una acción diferente, o que, de serlo, el
esfuerzo para orientar su personalidad y accionar distinto sería inexigible por parte del Estado.
Esta profunda circunstancia de marginalidad, es una muestra de la vulnerabilidad selectiva
estructural acuñada por Zaffaroni y expuesta a lo largo de este trabajo.
53
Esta particular situación de pobreza no debe confundirse con un estado de necesidad exculpante,
en tanto este requiere un peligro actual o inminente para el sujeto, que en este caso no se exige,
sino que se presenta una permanente situación de vulnerabilidad derivada de sus condiciones de
vida marginal.
54
constitucional suscrito. Algunos ejemplos de estos casos de producción normativa en materia penal
son: la penalización del consumo de dosis mínima de estupefacientes, el aborto, entre otros.
Este aporte al injusto entraña la imputación a priori de un rol ilegitimo a un individuo, cuyo
etiquetamiento como delincuente irruptor de dicho rol se hará a posteriori. Se itera, esa ilegitimidad
del rol defendido se predica por la inexistencia de un plan político criminal con apego a los fines
constitucionales y, por el contrario, cuya sujeción está demarcada por demandas de mercado e
intereses que instrumentalizan al Estado. Lo mismo será predicable de la ilegitima consagración
del riesgo al bien jurídico, en tanto la protección del mismo no encuentra equivalencia con la
conducta prohibida, al menos no desde una óptica integral del resto de prohibiciones consagradas
en el ordenamiento jurídico, como sería el caso de la prohibición del consumo de marihuana (salud
pública), pero la falta de regulación del consumo del alcohol, así como la promoción, y distribución
oficial y privada del mismo, por ejemplo.
Si bien el aporte del Estado y la sociedad recaen sobre el injusto penal, su repercusión debe
contarse en la culpabilidad, ante la disminución de exigibilidad al sujeto selectivamente
vulnerable. La agencia judicial debe descontar dicho aporte e imputar lo que en definitiva
corresponde a la responsabilidad exclusiva del procesado.
55
Para Zaffaroni, la imposibilidad de llevar a cabo la criminalización secundaria conforme al
plan previsto en la criminalización primaria, genera la selectividad del sistema penal a lo largo de
sus etapas, desde la delimitación de ciertas zonas vulnerables, creación de estereotipos, hasta
persecuciones policiales circunscritas a misiones sesgadas. De ahí que los establecimientos
penitenciarios y carcelarios alberguen individuos de los sectores sociales más vulnerables.
Sabemos que todas las personas tienen un estado de vulnerabilidad que nos indica la mayor
o menor probabilidad de que el sistema penal concrete su peligrosidad en la criminalización
secundaria, es decir, de ser seleccionados. Este estado de vulnerabilidad está formado por datos
relativos a la posición del sujeto dentro de la sociedad, sus ingresos, educación, portación de un
estereotipo, entre otras.
Ese carácter selectivo del sistema penal, determinante en la efectiva criminalización de los sujetos
más vulnerables, conlleva una irracionalidad o arbitrariedad en el ejercicio del poder punitivo, que
a su vez deslegitima todo el sistema. Para Zaffaroni, lo anterior implica una intervención por parte
de la agencia judicial para limitar el poder del estado en el proceso de criminalización a partir de
la consideración del dato de vulnerabilidad por selectividad. Será la agencia judicial “la que debe
comportarse éticamente frente a un ejercicio de poder deslegitimado. Luego, es esta la
responsable” (Zaffaroni, op cit, Pág. 271).
56
deberá circunscribirse al estándar de prueba para proferir sentencia condenatoria previsto en el
artículo 381 de la ley 906 de 2004, en punto de la cualidad que deben alcanzar los elementos de
juicio para afirmar la responsabilidad penal, una vez se llega a un conocimiento más allá de toda
duda razonable.
No existe una regla general para considerar que se ha sobrepasado dicho umbral probatorio, dado
las particularidades de cada caso, así como los medios probatorios requeridos. Tampoco resulta
apropiado hablar de certeza en el ámbito judicial, por el contrario, recientes desarrollos teóricos
Gascón Abellán (2012, 61), afirman que la racionalidad propia de la prueba judicial es la inductiva.
De esta forma, la circunstancia de marginalidad (con las variables previstas en el articulo 56 CP)
también deberá sujetarse al criterio de la libre convicción32, cuyas hipótesis serán evaluada en el
caso concreto, y confirmándose la existencia de esta conforme el grado de probabilidad que
alcancen sus premisas. Al respecto, Gascón Abellán (2012, 61) señala:
“si valorar es evaluar la veracidad de las hipótesis sobre hechos controvertidos a la luz de las pruebas
disponibles, y teniendo en cuenta que estas hipótesis podrán aceptarse como verdaderas, cuando su grado
de probabilidad sea suficiente, los criterios (positivos) de valoración indican cuándo una hipótesis ha
alcanzado un grado de probabilidad suficiente y mayor que cualquier otra hipótesis alternativa sobre los
mismos hechos”.
Así pues, la valoración que realiza el juez sobre el acervo probatorio que ha sido practicado en
juicio, deberá incluir al dato de selectividad o vulnerabilidad del sujeto, cuya marginalidad puede
llegar a eximirlo de responsabilidad, sea porque su disminución cognitiva o volitiva le mengüe su
conciencia o apreciación de la propia conducta, o porque su esfuerzo por alcanzar tal marginalidad
haya sido tan poco, que le sería inexigible la elección de otro comportamiento.
32
Para ver in extenso la diferencia entre libre convicción e íntima convicción véase: Gascón Abellán, Marina. Los
hechos en el derecho. Bases argumentales de la prueba. Marcial Pons Tercera edición Madrid 2010. Págs. 140 a
144
57
Esta embrionaria propuesta sobre el tratamiento de la corresponsabilidad en punto de reevaluar
58
Conclusiones
59
reproche-, de esta manera resta ilegitimidad en el ejercicio de dicho poder y a su
vez justifica la función reductora del derecho penal.
60
producción de tipos penales, genera una ilegitimidad a priori de dicha normativa,
en tanto su fundamento se contrapone a la constitución y límites del ius puniendi.
En consecuencia, son inexigibles tales preceptos normativos.
61
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