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LA FAMILIA NUCLEAR por GEORGE PETER MURDOCK* La familia es un grupo social que se caracteriza por tener residencia comin, cooperacién econdmica y actividades de reproduccién. Incluye adultos de ambos sexos, dos de los cuales, por Jo menos, mantienen rela- ciones sexuales socialmente aprobadas; y uno o mis vistagos, propios o adoptivos, de los adultos que mantienen comercio carnal. La familia ha de distinguirse del matrimonio, que es un complejo de costumbres cen- tradas en la relacién de un par de adultos sexualmente asociados dentro de Ja familia. El matrimonio precisa la manera de establecer y terminar tal vinculacién, Ja conducta normativa y las obligaciones reciprocas en su seno, y las restricciones, localmente aceptadas, que ejerce sobre su personal. El término familia resulta ambiguo cuando se emplea por si solo. EI lego y hasta el cientifico social lo aplican, frecuentemente, sin discri- minacién alguna, a diversos grupos sociales que, a despecho de sus fun- ciones similares, muestran importantes puntos de diferencia. Estos deben precisarse analiticamente antes de que el vocablo pueda usarse en el fi- guroso discurso cientifico. De nuestra investigacién preliminar de 250 sociedades humanas re- presentativas emergen tres distintos tipos de organizacién familiar. El primero y fundamental, que aqui llamamos Ia familia nuclear, consiste, tipicamente, en un hombre y una mujer casados, con sus vistagos, aun- que en casos particulares puedan recibir con ellos una o més personas adicionales. La familia nuclear le serd conocida al lector como el tipo de familia que nuestra propia sociedad reconoce, con exclusién de todos los demis. Sin embargo, en Ia mayoria de los pueblos de Ia tierra las fa- milias nucleares se combinan, como los atomos en la molécula, en agre- gados mayores. Estas formas compuestas de Ia familia se agrupan en dos tipos, Jos que difieren en Jos principios por medio de los cuales se afilian las familias nucleares integrantes. Una familia poligama® consiste en dos * Capitulo I de la obra Estructura Social, que la Universidad Veractuzana publicari en su serie Biblioteca de la Pacultad de Pedagogia, Letras y Ciencias. Traduccion de Carlo Antonio Castro, 1 Log técminos poligamia y poligamo serin empleados en esta obra de acuerdo con su significado técnico reconocido, ea referencia a cualquier forma de matrimonio miltiple; 343 o més familias nucleares afiliadas por matrimonios plurales, es decir, por tener un progenitor casado en comin.” En la poliginia, por ejem- plo, un hombre desempefia el papel de marido y padre en varias fami- lias nucleares y, en consecuencia, las une en un grupo familiar mayor. ‘Una familia extensa consiste en dos o més familias nucleares que se afi- lian por medio de una extensién de la relacién progenitor-vistago mas que por la de Ia relacién esposo-esposa; es decir, por la unin de Ja fa- milia nuclear de un adulto casado a la de sus padres. La familia extensa patrilocal, a la que cominmente se nombra patriarcal, nos ofrece un ejemplo excelente. Su tipo comtin abarca un hombre de mayor edad, su esposa 0 esposas, sus vastagos célibes, sus hijos casados y las esposas y Jos vistagos de estos ltimos, Tres generaciones, incluyendo las familias nucleares del padre y de los hijos, moran bajo un solo techo, o en un agrupamiento de habitaciones adyacentes. De las 192 sociedades de nuestro muestrario, acerca de las cuales disponemos de informacién suficiente, cuarenta y siete tienen notmal- mente s6lo la familia nuclear, cincuenta y tres poseen familias poliga- mas pero no extensas, y noventa y dos muestran alguna forma de fami- lia extensa, El presente Capitulo tratara exclusivamente de la familia nuclear. A las formas compuestas de la organizacién familiar se les dis- pensard atencién especial en el Capitulo IL. La familia nuclear constituye un agrupamiento social humano uni- versal. Sea como la tinica forma que prevalece de su familia 0 como la unidad bésica a partir de la cual se componen formas familiares mas complejas, existe como grupo distinto y firmemente funcional en cada una de las sociedades conocidas. Por lo menos no se ha presentado sal- vedad alguna entre las doscientas cincuenta culturas representativas in- vestigadas para el presente estudio, lo que corrobora Ia conclusién de Lowie:* "No importa si las relaciones maritales son permanentes 0 tem- potarias; si existe poliginia, poliandria o licencia sexual; si las condicio- nes estén complicadas por 1a adicién de miembros no incluidos en mues- tro citculo familiar: un hecho se destaca entre todos los demis, el de que esposo, esposa y vistagos inmaduros constituyen, dondequicra, una uni- dad aparte del resto de la comunidad.” feligine se wmrk par indicas ef matrimonio deiyn hombre on dos o mis mujeres, y po- liendrie para el casamiento de una mujer y dos o mis varones. 2 Cf. M.K. OPLER, “Woman's Social Status and the Forms of Marriage”. American Jomr. nal of Sociology, XLIX (1943), 144; A. R. Radcliffe Brown, “The Stady of Kinship Sys- tems” Journal of the Royal Anthropological Institue, LXX1 (1941), 2. 4 R, H. LOWE, Primitive Society (Nueva York, 1920). pp. 66-7. Cf. también F. BOAS et al, General Antbropology (Boston, etc», 1938), p. 411; B. MALINOWSKI, "Kinship", En- eyclopacdia Brisannica (14° Edicion. Londres, 1929), Xill, 404. 344, EI punto de vista de Linton,* de que la familia nuclear desempefia “un papel insignificance en la vida de muchas sociedades” no deriva apo- yo alguno de nuestros datos. En ningiin caso hemos visto que un etnd- grafo digno de confianza niegue Ia existencia o la importancia de este elemental grupo social, Linton menciona a los nayares de la India como sociedad que excluye al marido y padre de la familia, pero no cita auto- ridades, y las fuentes que nosotros hemos consultado por lo que toca a esta tribu nayar, no fundamentan su afirmacin, Cualesquiera sean Las formas familiares mayores que pucdan existir y la extensién con que Jas unidades mas grandes puedan asumir algunas de las cargas de las mis pequefias, la familia nuclear se reconoce siempre y sigue teniendo sus funciones distintivas y vitales —sexual, econémica, reproductiva y educativa— que, en breve, consideraremos detalladamente. Es distinta, por lo comin, tanto espacial como socialmente. Aun en el caso de la poliginia se les reserva a cada esposa y a sus hijos una morada o habita- cidn aparte. Las razones de su universalidad no se evidencian con plenitud cuando se contempla a la familia nuclear meramente como un grupo social. ‘Sélo cuando se la analiza en sus relaciones constitutivas, y éstas se exa- minan tanto individual como colectivamente, logra el estudioso una con- cepcién adecuada de la multifacética utilidad de 1a familia y, en conse- cuencia, de su inevitabilidad. Un grupo social se desenvuelve cuando una serie de relaciones interpersonales, que pueden definirse como conjuntos de respuestas habituales reciprocamente ajustadas, liga a cierto nimero de participantes individuales, colectivamente, uno con otro. En la familia nuclear, por ejemplo, las relaciones de grupo son ocho: esposo-esposa, padre-hijo, padre-hija, madre-hijo, madre-hija, hermano-hermano, herma- na-hermana y hermano-hermana.° Los miembros de cada uno de estos pares interactuantes estin ligados entre si, tanto directamente por medio de la conducta reciproca fortalecedora, como indirectamente, segin las re- laciones que cada uno de ellos tiene con cada uno de los otros miembros de 1a familia, Cualquier factor que refuerce el nexo entre un miembro y otro opera también, indirectamente, ligando al primero con un tercero con quien el segundo mantiene una intima relacién. En consecuencia, una explicacién de la utilidad social de Ja familia nuclear, y por lo tanto de su universalidad, debe buscarse no sélo en sus funciones como colectividad, sino también en los servicios y las satisfacciones en las relaciones entre sus miembros constitutivos. 4 R. LINTON, The Study of Man (Nueva York, 1936), pp. 153 (citada), 154-5. 5 Ver el Capitulo VI para una consideracién mis detallada de estas relaciones en co- nexién con la estructura de parentesco. 345, El vinculo entre padre y madre en la familia nuclear se afirma por el privilegio sexual que todas las sociedades acuetdan a los cOnyuges. Tomado en su condicién de impulso poderoso, que a menudo leva a los individuos a una conducta que disloca las relaciones de cooperacién en las que se basa la vida social humana, el sexo no puede, sin riesgo, quedar sin restriccién. En consecuencia, todas las sociedades conccidas han procurado gobernar sus expresiones rodeindolo de trabas de varias clases.’ Por otra parte, no debe Ievarse esta regulacién al exceso, pues la so- ciedad sufrira los consecuentes desajustes de personalidad © una repro- duccién insuficiente para mantener su poblacién. Todos los pueblos se han enfrentado al problema de reconciliar la necesidad de refrenamiento con la opuesta necesidad de expresi6n, y todas han resuelto el punto pre- cisando culturalmente una serie de tabs y permisos sexuales, Estes con- trapesos difieren ampliamente de cultura a cultura pero, sin salvedad alguna, se concede a los cényuges, en Ia familia nuclear, dondequiera, un gran margen de libertad sexual. El marido y la esposa han de cum- plir con Ia etiqueta sexual y deben, como regla, observar cicrtas restric- ciones periddicas, tales como los rabies que ejercen su accién en el coito durante la menstruacién, la prefiez y Ia lactancia; pero jamis se les nie- ga permanentemente su normal gratificacién sexual. Este privilegio no debe ser visto como algo que pot sabido se calla. Por el contrario, en vista de la casi ilimitada diversidad de las culturas hhumanas en tantes aspectos, debe considerarse verdaderamente asombro- so el hecho de que, en alguna parte, una sociedad no haya prohibido la cépula entre los cényuges, limitindolos, por ejemplo, a Ia cooperacién econémica y permitiéndoles un escape sexual mediante alguna otra rela- cién, De hecho, una de las sociedades que figuran en nuestro muestrario, los banaro de Nueva Guinea, presenta un enfoque que sugicre remota- mente tal arreglo. En esta tribu no se le permite al recién casado que se aproxime a su joven esposa, sino hasta que ésta hays dado a luz una cria- tura, concebida de un amigo especial de la sib de su padre. Ciertas co- munidades campesinas de la Europa oriental tienen, segtin los registros, una costumbre algo parecida. El papé arregla el matrimonio de su hijo inmaduro con una mujer adulta, con la que é1 propio vive y tiene des- cendencia hasta que su hijo ha crecido lo bastante para asumir sus dere- chos maritales.’ Estas salvedades son especialmente interesantes, ya que asocian los derechos sexuales, no con la relacién esposo-esposa que crea © Estas seriin consideradas en detalle, en el Capitulo IX. 531 F BF Kamo. “Aus der Volksibericerang der Bojken”. Globes, LXXIX (1901), 346 el matrimonio, sino con el vinculo padre-madre establecido por la fun- dacién de una familia, Como medio de expresar y reducit un poderose impulso basico, asi como de satisfacer varios apetitos adquitidos o culturales, el comercio sexual refuerza en gran manera las respuestas que lo anteceden. Estas son mayotmente sociales, por su propia naturaleza ¢ incluyen actos de cooperacién que deben, como el galanteo, ser considerados réplicas ins- Trumnentaics, ie este mody, cl scav tiende « fortalecer todos los habit teciprocos que caracterizan Ia interaccién de los padres casados, ¢, indi- rectamente, a envolverlos en la mala de relaciones familiares en que el otro esté comprometido, El considerar al sexo como el tinico factor, 0 como el mis importan- te, que lleva a un hombre y a una mujer a contraer mattimenio y los envuelve en la estructura de la familia, seria, no obstante, un serio error. Si todas Jas culturas, como la nuestra, prohibiesen y penaran el comercio sexual, salvo en la relacién marital, tal supuesto podria parecer razona- ble, Pero éste, debemos hacer hincapié, no es el caso. Entre aquellas de nuestras 250 sociedades cuya informacién nos es asequible, 65 le dan a las personas solteras y no emparentadas una completa libertad en mate- ria sexual, y otras 20 las consienten con reservas, en tanto que sélo 54 prohiben o desaprueban las ligas premaritales entre personas no empa- rentadas, y muchas de éstas petmiten las relaciones sexuales entre pa- rientes especificos, como primos cruzados.* Allé donde la licencia pre- marital es comin, no puede, por cierto, sostenerse que el sexo sea la fuerza primaria que lleva a la gente a centraer matrimonio. Tampoco es posible mantener que, aun después del casamiento, el sexo opere exclusivamente para reforzar las relaciones matrimoniales. Sin duda, el cometcio sexual entre un hombre casado y una mujer no emparentada con él, casada con otro, queda prohibido en 126 de las so- ciedades de nuestro muestratio, y se permite libre o condicionalmente en slo 24 de ellas. Sin embargo, estas cifras dan una impresién exage- rada de la preponderancia de las restricciones culturales sobre la sexua- lidad extramarital, ya que por lo comin se permiten lances entre ciertos parientes, aunque se prohiben con los que no lo son. De tal manera, en la mayoria de las sociedades de nuestro muestrario, sobre la que dispo- nemos de informes, un hembre casado puede legitimamente tener amo- rios con una o més de sus parientes, incluso su cufiada en 41 casos.” Tal ® Un primo eruzado es el vistago de la hermana del padre 0 del hermano de Ja madre. vvistagos del hermano del padre y los de la hermana de la madre se nombran, técnica- ‘mente, “primos paralelos”. ° Ver el Capitulo IX para una informacién detallada. 347 evidencia demuestra conchpentamanre quw tu acerca sexual NO eta siempte, de ningin modo, confinada a @'is relacién maccimonial, ni si- quiera en teoria. Si puede reforzar de igual modo otras relaciones, como lo hace cominmente, no es posible considerarla conducente al matrimo- nio, en forma peculiar, o unicamente responsable de la estabilidad del vinculo més crucial en la omnipresente institucién de Ja familia. A la luz de hechos como los arriba indicados, la atribucién del ma- trimonio, primariamente, al factor sexo debe considerarse como reflejo de una propensién que deriva de nuestras propias costumbres sexuales, tan aberrantes. Los autores que han tomado esta posicién han caido con frecuencia en el consecuente error de derivar el matrimonio de los fend- menos de aparejamiento que se registran entre los animales inferiores.’° Estas falacias fueron primeramente sefialadas por Lippert™* y han sido reconocidas por varias autoridades posteriores. En vista de la frecuencia con que se permiten las relaciones sexuales fuera del matrimonio, pareceria que la precaucién cientifica debiera me- ramente suponer que el sexo es un factor importante, aunque no exclu- sivo, del mantenimiento de la relacién marital dentro de 1a familia nu- clear, y buscar apoyos auxiliares en alguna otra fuente, Tal se encuen- tra en la cooperacién econdmica, basada en una divisién del trabajo de acuerdo con el sexo.’* Ya que la colaboracién, de igual modo que la asociacién sexual, la logran mis presta y satisfactoriamente personas que viven habitualmente juntas. Las dos actividades, cada una de las cuales deriva de una necesidad bioldgica bisica, son compatibles por entero. Ciertamente, la satisfaccién de cada una de ellas sirve admirablemente para reforzar a Ja otra. En virtud de sus diferencias sexuales primarias, un hombre y una mujer constituyen una unidad cooperativa excepcionalmente eficaz." EL hombre, con su fortaleza fisica superior, puede emprender de mejor ma- nera las tareas mis extenuantes, el corte de Ia lefia, la mineria, el aprove- chamiento de las canteras, la limpia de la tierra y la construccién de motadas. Sin que lo obstaculice, como es el caso de la mujer, la carga 1 Ver, por ejemplo, la obra de BE. Westermarck, The History of Human Marriage (5% edicién, Nueva York, 1922), I, 72; A. M. Tozzer:’ Social Origins and Social Consinuities ‘(Nueva York, 1925), p. 145. M1 J.Lappent, Kalturgeschichte der Menscbbeit in ibrem organischen Aufbau (Stut- gare, be 1, 70-4; I, 5 42 Ver, por ejemplo, R. Briffaule, The Mothers (Nueva York. 1927), I, 608; W. Sumner y A. G. Keller, The Science of Society Cueva Haven, 1927), Ib 1495-8, 1317; P. Vinogradoff, Outlines of Historical Jurisprudence, 1 (Nucva York, 1920), 203. 18 Ver W. G. Sumner y A. G. Keller, The Science of Society, (Nueva Haven, 1927), MIL, 1503-18. 44 bid, 1. 111-40. 348 fisiolégica de la prefiez y la lactancia, el hombre puede internarse en los montes a cazar, pescar, reunit el ganado o comerciar. Sin embargo, en as tareas livianas no se encuentra 1a mujer en posicién desventajosa, ya que puede desempefiarlas en Ia casa, o cerca de ella, por ejemplo, el acopio de productos vegetales, el acarreo de agua, la preparacién de los alimentos y Ja manufactura de ropa y utensilios. Todas las sociedades humanas conocidas han propiciado la especializacién y la cooperacién de los sexos, grosso modo, a lo largo de esta linea de escisién determi- nada biolégicamente.* No es necesario invocar las diferencias psicolé- gicas innatas como responsables por la divisién sexual del trabajo; las indiscutibles diferencias de las funcianes reproductivas son suficientes para establecer las vastas lineas divisorias, Las nuevas tarcas, segiin van aparcciendo, se asignan a una u otra de Jas esferas de actividad, de acuer- do con la conveniencia y los precedentes. El habituarse a distintas ocupa- ciones en Ja edad adulta y los tempranos modelos sexuales en Ia nifiez, pueden explicar perfectamente las diferencias de temperamento que se observan segin el sexo, mis bien que viceversa.’® Las ventajas inherentes a una divisién sexual del trabajo son, presu- miblemente, las responsables de su universalidad. Mediante la concentra- cién y a practica cada uno de los socios adquiere habilidad especial en Sus tareas particulares, Pueden aprenderse las partes complementarias de una actividad que requiera esfuerzo conjunto. Si han de ejecutarse dos tareas al mismo tiempo, pero en distintos lugares, ambas pueden em- prenderse y sus productos compartirse. La labor de cada uno de los so- cios le da seguridad al otro. Quiza el hombre retorne de un dia de caza, arerido, sin éxito y com sus vestiduras sucias y desgarradas, encontrando el calor del fuego que él no pudo haber conservado, tomando el alimen- to obtenido y cocinado por la mujer, en vez de continuar hambriento; y recibir ropas limpias para el dia siguiente, preparadas, zurcidas 0 lava- das por aquélla, O tal vez Ia mujer no haya encontrado legumbres, 0 ca- rezca de arcilla para hacer vasijas, o de pieles para hacer vestidos, que slo se obtienen a distancia considerable de su morada, que ella no puede abandonar, puesto que sus nifios requieren de su cuidado; el hombre, en su aventurado recorrido tras su presa, puede de buena gana surtir las de- mandas de su compafiera, Ademis de eso, si cualquiera de los dos resulta herido o enfermo, el otro puede cuidarlo hasta que se restablezca. Estas compensatorias experiencias, y otras semejantes, cotidianamente repeti- 3 Ver G. P. Murdock, "Comparative Data on the Division of Labor, by Sex", Social Forces, RV C1957, 551-3), donde se encuentra un anilisis de la distribacién de las activi- dades econémicas segin el ‘sexo en 224 sociedades, 1959. M Mend, See end Tormporamens im ‘Three Primitive Sociaiee (Mocvs York, 349 das, bastatian por si mismas para consolidar Ja unién. Cuando se afiade el poderoso refuerzo del sexo, se hace inevitable el compafierismo, la asociacion de hombre y mujer. Las uniones sexuales sin cooperacién econémica son comunes, y exis- ten relaciones entre hombres y mujeres que implican una division del trabajo sin satisfaccién sexual, por ejemplo, entre hermano y hermana, amo y criada, o patrén y secretaria; pero el matrimonio existe sélo cuan- do Io sexual y Jo econémico concurren en una relacién y esta combina- cién ccurre unicamente en el matrimonio, De esta manera definido, el matrimonio se encuentra en cada una de las sociedades humanas cono- cidas, Lo que es més, incluye en todas la cohabitacién residencial y ello constituye la base de la familia nuclear. Los universales culturales ge- nuinos son extremadamente raros. Por lo tanto, es muy ascmbroso que nosotros encontremos aqui varios de ellos, no sélo omnipresentes, sino ligados uno a otro, donde quiera, del mismo modo. La cooperacjén econémica no sélo liga el esposo a la esposa, sino que también refuerza las varias relaciones entre padres e hijos dentro de la familia nuclear. Aqui, por supuesto, entra en juego una divisién de tra- bajo de acuerdo con Ja edad més bien que con el sexo. Lo que la cria- tura recibe en estas relaciones es obvio: casi todas sus satisfacciones dependen de sus progenitores, Pero las ganancias no son, por ningun concepto, unilaterales. En la mayor parte de sociedades, los nifios que tienen una edad de seis o siete afios son capaces de desempefiar queha- ceres que proporcionan a sus padres un alivio y una ayuda considera bles, y mucho antes de que Ileguen a la edad adulta y a ser casadetos, se tornan elementos econdmicos de importancia definida. Sdlo es necesario pensar, a cste propésito, en Ia utilidad que los muchachos tienen para sus padres, y las muchachas para sus madres, en una tipica granja euro- pea o norteamericana. Ademis, los vstagos representan una especie de inversién © péliza de seguros: aunque diferidos en unos cuantos afios, los dividendos son eventualmente pagados con genercsidad en forma de ayuda econémica, de sostenimiento durante la vejez y, a veces todavia, de retribuciones en efective, como cuando se recibe el precio de la no- via por una hija al casarse ésta. Los siblings" estan ligados el uno al otro, similarmente, mediante el cuidado y el auxilio que le proporciona el mayor al mas joven; por medio de Ia ccoperacién en fos juegos infantiles, en los que se imitan Jas actividades de los adultos, y por la asistencia econémica mutua a medida que van creciendo. De esta manera, hijos e hijas estin vinculados, aE Miming sibling se emplear en esas piginas en su sentido ténico, como designs. ifo de un © una hermana, sin tomar en cuenta él sexo. mediante servicios materiales reciprocos, a padres y madres, y entre si, y el grupo familiar integro recibe un firme apoyo econdmico. La cohabitacién sexual conduce inevitablemente al alumbramiento de los vistagos. Estos deben ser nutridos, atendidos y Ievados a su madurez fisica y social si los padres han de cosechar las ventajas previamente men- cionadas. Aun en el caso de que la onerosa responsabilidad de la repro- duccién y el cuidado del infante sobrepase las ganancias egoistas de los padres, la sociedad en su conjunto desempefia una parte tan importante en el mantenimiento de sus miembros, como fuente de fortaleza y segu- ridad, que insistira en que los progenitores cumplan plenamente con sus obligaciones. El aborto, el infanticidio y el descuido, a menos que ocu- rran dentro de los limites de 1a seguridad, amenazan a la comunidad en- tera e impulsan a sus componentes a aplicar severas sanciones sociales a los padres recalcitrantes. De esta manera queda afiadido el miedo al in- terés propio como motivo para la crianza de los nifios. El amor parental, que se basa en varias satisfacciones derivadas, no puede pasarse por alto como motivo alentador; en verdad, no es mas misterioso que el afecto que mucha gente les tiene a ciertas costosas mascotas animales, que no son capaces de dar mucho en cambio del mismo. Las ventajas individua- les y sociales operan, de tal suerte, en una variedad de formas para re- forzar los aspectos reproductivos de las relaciones progenitor-vastago dentro de Ia familia nuclear. La mis fundamental de estas relaciones es, por supuesto, la que se establece entre la madre y su criatura, ya que este nexo se basa en los hechos fisioldgicos de la prefiez y [a lactancia, y esti al parecer sostenida por un especial mecanismo reforzador innato: el plecer o liberacidn de Ia tensién que la madre experimenta al amamantar a su tierno vistago. El padre se compromete menos directamente en el cuidado del infante, compartiendo ciertas tareas con la madre. Los hijos mayores asumen también, con frecuencia, la responsabilidad parcial de sus hermanos y hermanas menores, en cuanto a quehaceres apropiados a su edad. La fa- milia entera participa asi en el cuidado de los infantes y, a través de esta cooperacién, logra unificarse mas. No menos importante que el cuidado fisico de los hijos, y con pro- babilidad mis dificil, es su crianza dentro de las normas sociales, El ani- mal humano joven debe adquirir una inmensa cantidad de conocimien- tos y habilidades tradicionales y aprender a dominar sus impulsos innatos de acuerdo con las muchas disciplinas que su cultura prescribe, antes de que pueda ocupar su sitio como miembro adulto de su sociedad. El peso de Ia educacién y la socializacién recae primariamente, dondequiera, en la familia nuclear, y la tarea es, por lo general, distribuida en forma mis 351 equitativa que el cuidado fisico. El padre debe participar tan plenamente como la madre porque debido a Ia division sexual del trabajo, unicamen- te él es capaz de adiestrar a los hijos varones en las actividades y disci- plinas de los adultos.’ Los siblings mayores desempeiian, asimismo, una parte importante, impartiendo sus conccimientos y disciplinas a lo largo de la cotidiana inreraccién laboral y lidica, Tal vez mas que cualquier otro factor particular, Ja responsabilidad colectiva de la educacién y la socializacién amalgama con firmeza las distintas relaciones que se dan en la familia, En la familia nuclear o en sus relaciones constitutivas contemplamos el ensamble de cuatro funciones fundamentales para la vida social hu- mana: la sexual, la econémica, la reproductiva y la educativa. Sin tomar provisiones para el desempefio de la primera y la tercera, Ia sociedad se extinguirfa; para la segunda, la vida misma cesaria; para la cuarta, la cultura Hegaria a su término. La inmensa utilidad social de Ja familia nuclear y la razén bésica de su universalidad comienzan, de tal modo, a adquirir un firme relieve. Las agencias o relaciones extrafamiliares pueden, seguramente, com- partir el pleno cumplimiento de cualquiera de estas funciones; pero jamais suplen a la familia. Como ya lo hemos visto, existen sociedades que per- miten la satisfaccién sexual con otras relaciones, pero ninguna que se Ja niegue a los cOnyuges. Podra darse una extraordinaria expansién de la especializacién econémica, como sucede en la moderna civilizacién in- dustrial, mas la divisién de labores entre marido y mujer persistira toda- via, Puede existir, en casos excepcionales, una escasa desaprobacién social de los nacimientos fuera del matrimonio, y los parientes, los criados, las enfermeras © los pediatras contribuiran al cuidado de la criatura; pero Ia responsabilidad primordial de su mantenimiento y desarrollo le queda siempre a la familia, Por tltimo, los abuelos, las abuelas o Jas sociedades secretas de iniciacién pueden prestar ayuda en el proceso educativo, mas Jos progenitores retienen universalmente la parte principal en la ense- fianza y la disciplina. En breves palabras, ninguna sociedad ha logrado encontrar un substituto idéneo de 1a familia nuclear, al que pueda trans- ferir estas funciones. Es de sobra dudoso el que alguna sociedad pueda jamis tener éxito en tal intento, a pesar de las ut6picas propuestas que aboguen por Ia abolicién de la familia. Las funciones arriba mencionadas no son, en modo alguno, las tini- cas que Ja familia nuclear desempefia. En cuanto a su calidad de fieme constelacién social, se aptopia frecuente, aunque no universalmente, de varias otras, Es asi por lo comin el centro de la adoracién religiosa, con 18 Cf. R. Linton, The Study of Man. (Nueva York, 1936), p. 155. 352 el padre de sacerdote familiar. Puede constituir la unidad primordial en la tenencia de la tierra, la venganza o la recreacidn. El status social puede depender més de la posicién de la familia que de los merecimientos in- dividuales. Y asi sucesivamente. Estas funciones adicionales, alla donde ocurran, aportarén mayor fortaleza a la familia, aunque no Ja explican, De igual modo que la comunidad, la familia nuclear se encuentra en sociedades subhumanas, aunque en éstas el padre es un miembro menos tipico y, donde existe, esta por lo comin menos firmemente apegado. Pero los parientes animales mas cercanos del hombre poseen solamente, en el mejor de los casos, una rudimentatia divisién sexual del trabajo y se muesttan por completo carentes de cultura, La participacién univer sal del padre en la familia humana pareceria asi depender principalmen- te de la especializacién econémica, y el desarrollo de un cuerpo de cono- cimientos oradicionales transmitirse de una generacién a la siguiente. Como ambos son productos de la evolucién cultural —ciertamente, en- tre los mas antiguos— la familia humana no puede explicarse sobre una base instintiva o hereditaria. Esta estructura social universal, producida mediante la evolucién cul- tural en cada sociedad humana supuestamente como el tinico ajuste fac- tible de una serie de necesidades basicas, forma una parte crucial del ambiente en que cada individuo crece hasta la madurez. Las condiciones sociales del aprendizaje durante los afios formativos iniciales de la vida, asi como los innatos mecanismos psicolégicos del conocimiento, son esen- cialmente los mismos para la humanidad en su conjunto. La participa- cién de un cientifico social parecerfa tan decisiva como la del psicélogo en la comprensién del comportamiento que se adquiere bajo tales con- diciones. Es probable, en grado sumo, por ejemplo, que muchas de las manifestaciones de la personalidad que la psicologia profunda estudia estén arraigadas en una combinacién de constantes psicolégicas y socio- culturales, De este modo, el complejo de Edipo de Freud sdlo parece comprensible como un conjunto de ajustes caracteristicos de la conducta hechos durante la nifiez frente a una situacién que se repite una y otra vez en la familia nuclear.’® EI mas tremendo efecto de la estructura familiar en Ja conducta in- dividual se observara, tal vez, en el fendmeno de los tabties de incesto. Como en el Capitulo X presentaremos in extenso una teorfa de la géne- sis y la amplitud de tales tabties, no necesitamos aplicarlos en éste. Sin embargo, deben ofrecerse aqui los factores esenciales, puesto que su com- 39 A diferencia de otros sistemas psicligicos, el de Freud deacansa de este modo, en supuestos culturales y fisioldgicos. Ver G. P. Murdock, common Denominat Caleues", The Science of Man in the World Cah ed R. Linton (Nueva York i318), p. 141. 353 prensién es absolutamente crucial para el posterior anilisis de la estruc- tura social. A pesar de la extraordinaria variabilidad y aparente arbitra- riedad en Ia incidencia de los tabiies incestuosos de las diferentes socie- dades, éstos se aplican sin variacién a cada una de las relaciones entre los sexos dentro de la familia nuclear, salvo la que se verifica entre los cényuges. En ninguna de las sociedades conocidas ¢s convencional, 0 permisible siquiera, que el padre y la hija, la madre y el hijo, o el her- mano y la hermana tengan comercio sexual o contraigan matrimonio. ‘A despecho de Ia tendencia que los etndgrafos muestran a registrar reglas de casamiento bastante mis ampliamente que regulaciones que gobier- nan el incesto pre y postmatrimonial, es concluyente la evidencia que de nuestras 250 sociedades presentamos en el Cuadro 1. CUADRO 1 (COMERCIO PREMARITAL COMERCIO POSTMARITAL MATRIMONIO: [1 ee tre) Probibido Permitido Probibido Permitida —Probibido Permitido Madre 76 0 4 0 184 0 ‘Hermana 109 0 106 0 237 0 Hija . - 81 0 198 0 Las pocas excepciones aparentes, demasiado parciales en cada caso para aparecer en el cuadro, resultan, sin embargo, iluminadoras y, por Jo tanto, todas las encontradas habrin de mencionarse. A ciertos nobles arande, de alta alcurnia, se les permite casarse con sus propias hijas, y entre los miembros de la antigua aristocracia hawaiiana se preferian los matrimonios de hermano con hermana, lo mismo que en la real fami- Jia inca. En ninguno de estos casos, sin embargo, podia la poblacién co- min contraer uniones incestuosas, ya que éstas constituian el simbolo y Ja prerrogativa de un status elevado. Entre los dobus no es excesivamente mal visto el comercio carnal con la madre si el progenitor ya est muer- t0; se le considera un problema privado més bien que una ofensa pibli- ca, Los balineses de Indonesia permiten que los hermanos y hermanas ge- melos se casen, considerando que ya han estado ilfcitamente unidos en el itero materno, Entre los thonga del Africa puede un cazador notable tener relaciones sexuales con su hija, en vias de prepararse para una gran caceria, considerindose tales relaciones, en otras circunstancias, acto ne- fando. Estos casos, por las circunstancias especiales que los rodean o por su cardcter excepcional, sirven mas bien para dar énfasis que para des- aprobar la universalidad de los tabiis incestuosos intrafamiliares. 354 La primera consecuencia de tales tabiies es que condicionan una solu- cién de continuidad de la familia nuclear a lo largo del tiempo y la limi- tan a dos generaciones. Si los matrimonios entre hermano y hermana fueran usuales, por ejemplo, una familia podria estar constituida normal- mente por los abuclos casados, sus hijos € hijas unidos matrimonialmente entre si, los vastagos de éstos y, todavia mas, la progenie resultante de Jas uniones incestuosas entre los dltimos. La familia, de igual manera que Ja comunidad, el clan y muchos otros grupos sociales, seria permanente, Ienando los nuevos nacimientos las pérdidas causadas por los decesos. Los tabiies de incesto alteran por completo tal situacién. Obligan a cada uno de los vastagos a buscarse cényuge en otra familia, con quien ha de establecerse [a relacién marital. Consecuentemente, todo adulto normal en cualquier sociedad humana pertenece a dos familias nucleares por lo menos: una familia de orientacién en cuyo seno nacié y fue criado, la que incluye a su padre, su madre, sus hermanos y hermanas; y una familia de procreacién® que establece por medio del matrimonio y que incluye a su esposo 0 esposa, sus hijos ¢ hijas. Esta situacién tiene importantes repercusiones en el parentesco, En una hipotética familia incestuosa, s6lo serfa necesario diferenciar a los no-miembros de los miembros y clasificar a cada uno de ellos segin su edad y sexo. Un sistema de parentesco sencillo en extremo bastaria para satisfacer todas las necesidades pricticas. No obstante, los tabiies de in- cesto crean un traslapamiento de familias y disponen a sus miembros conforme a diferentes grados de proximidad o lejania en su parentesco. Una persona tiene parientes primarios:** sus progenitores y sus siblings (hermanos y hermanas), en su familia de orientacién, y su cényuge y sus vastagos, en la familia de procreacién, Cada uno de estos individuos tiene sus propios parientes primarios quienes, si no estin emparentados con ego de modo semejante, quedan con el rango de parientes secundarios de éste, por ejemplo, el padre de su padre, la hermana de su madre, la madre de su esposa, el hijo de su hermano y el marido de su hija, Los parientes primarios de sus allegados secundarios son los parientes tercia- rios de ego, tales como el marido de la hermana de su padre, la hija de la hermana de su esposa y cualquiera de sus primos en primer grado. Esta graduacién de los parientes en el sentido de su afinidad se extiende indefinidamente, creando innumerables categorias distintas de vinculos genealégicos. Para evitar un embarazoso sistema de nomenclatura, cada sociedad se ha visto precisada a reducir €l ntimero total de términos de 2 Le debemos estos términos tan tiles a W. L. Warner. 21 Los términos “parientes primarios, secundarios y terciarios” se adoptan del trabajo de A. R. Radcliffe Brown “The $e ady of Kinship Syatems", Journal of the Royal Antbropo- logical Institute, LXXY (1941), 2. 355 parentesco a proporciones manejables, aplicando algunos de tales voca- blos a diferentes categorias de parientes. Los principios que gobiernan esta reducci6n y los tipos de estructura parental que resultan bajo dife- rentes condiciones sociales serin analizados en los Capitulos VI y Vil. Algunas de las caracteristicas de intimidad de las relaciones en el seno de la familia nuclear tienden a fluir al exterior, por los ramificados canales de los vinculos de parentesco. Un hombre, por ejemplo, se siente por lo comén més cerca de los hermanos de su padre, de su madre y de su esposa que de otros hombres de Ia tribu o de la comunidad con los que no esta emparentado. Cuando necesita auxilio 0 servicios, aparte de Jos que su familia de orientacién o de procreacién puede darle, esta mas predispuesto a pedirselo a sus parientes secundarios, terciarios 0 remotos que a las personas que no lo son. Pero, za cual de estos allegados recu- rrir4? Debido a la ramificacién de los nexos de parentesco que resulta de los tabs incestuosos, una persona puede tener treinta y tres tipos di- ferentes de parientes secundarios y ciento cincuenta y uno de allegados terciarios, y un solo tipo, como ei de hermano del padre, puede incluir cierto niimero de individuos. Todas las sociedades confrontan el proble- ma de establecer la prioridad, como fuere, es decir, de definir el par- ticular grupo de parientes al que los individuos tienen el privilegio de acudir, en primera instancia, en busca de apoyo, ayuda material o servi- cios ceremoniales, Todas las culturas abordan este problema adoptando una tegla de descendencia. Una regla de descendencia establece Ja afiliacién del individuo, a su nacimiento, con un grupo particular de parientes con quienes tiene tuna especial intimidad y de quienes puede esperar ciertas clases de servi- cios que no puede pedirles a Jos que no estiin emparentados con él 0, ni siquiera, a otros de sus parientes. Las reglas fundamentales de descen- dencia sdlo son tres: descendencia patrilineal, que afilia a la persona con un grupo de parientes con los que se vincula vinicamente por medio de varones; descendencia matrilineal, que Ja asigna a un grupo de parientes cuyo nexo queda establecido por medio de hembras, y descendencia bila- teral* que la asocia con un grupo de parientes muy proximos sin perjui- cio de su particular nexo genealégico con él. Una cuarta regla, denomi- nada descendencia doble?® combina las descendencias patrilineal y ma- trilineal, asignando a la persona a un grupo de cada tipo, Una generacién anterior de antropélogos malentendié por completo sane" Ver TSTanont fe elap Soo he Conerporry aie Sa Amor see dnibropologin, SLY (194 26, wan CEG: B, Mandock, "Double Descent. American Anthropologist, no especificado, XI (1940), 555-61. 356 las reglas de descendencia, asumiendo que éstas implicaban el reconoci- miento de ciertos vinculos genealégicos con la exclusién de otros, por ejemplo, que un pueblo matrilineal ignora, o prefiere pasar por alto, las relaciones bioldgicas de una criatura con su padre. La ciencia le debe a Rivers** la puntualizacién de que Ja descendencia sélo se refiere a la co- locacién social, al scfialamiento del puesto social (allocation), y nada tiene que ver, fundamentalmente, con las relaciones genealdgicas 0 el reconocimiento de éstas, Hoy se sabe que los hopi y la mayoria de las sociedades que tienen descendencia matrilineal no niegan u omiten la relacién de una criatura con su padre o sus parientes patrilineales; fre- cuentemente, por cierto, Ia reconocen de modo especifico prohibiendo el matrimonio con los allegados paternos al igual que con los maternos. Entre los pueblos patrilineales predomina una situacién parecida. En ver- dad, cierto nimero de tribus australianas siguen de hecho la descenden- cia patrilineal, en tanto que niegan especificamente Ia existencia de cual- quier nexo biolégico entre padre y vastago. En el Africa y en cualquiera otra parte, a mayor abundamiento, es comiin que los hijos ilegitimos que una mujer casada ha tenido con otro hombre estén afiliados por descen- dencia patrilineal con el marido de aquélla, incuestionablemente; es de cir, con su “padre sociolégico”. En conclusién, la descendencia no implica necesariamente la creen- cia de que ciertos vinculos genealégicos son més cercanos que otros, y mucho menos el reconocimiento del parentesco con uno de los padres,+ excluyendo al restante, aunque se han registrado tales neciones en casos excepcionales. Se refiere meramente a la regla cultural que afilia al indi- viduo con un grupo particular de parientes elegido para ciertos propdsi- tos sociales, como los de asistencia mutua o regulacién del matrimonio. Los diversos tipos de grupos emparentados que resultan de las diferentes reglas de descendencia serin analizados en el Capitulo III. Los tabties de incesto que predominan por lo regular en el seno de la familia nuclear ejercen otro efecto, en extremo importante, sobre Ja or- ganizacién social. En unién con el requisito universal de la cohabitacién residencial del matrimonio, dan como resultado, inevitablemente, una dislocacién de la residencia dondequiera que ocurra un casamiento. El marido y Ja esposa no pueden permanecer ambos con sus respectivas fa- milias de orientacién al fundar una nueva familia de procreacién. El uno © la otra, o los dos, deben mudarse, Las alternativas posibles son unas cuantas, y todas las sociedades han debido adoptar una u otra de ellas, 0 24 W. H.R. Rivers. Social Organization (Nueva York, 1924), p. 86. Ver también BZ sel “Incest and Descent’, Journal of tho Royal Anthropological Institute, LIX 357 alguna combinacién de las mismas, como regla cultural preferente de residencia, Si la costumbre requiere que el recién casado deje el hogar ¢ Sus progenitores y viva con la desposada, sea en la casa de los padres de sta, 0 en una morada cercana, se le llama matrilocal a la regla de residencia. $i por otra parte, la reciém casada se pasa a vivir en el hogar de los padres del novio, o en su vecindad, se dice que la residencia es patrilocal. Debera hacerse hincapié en que esta regla implica no sélo que Ja esposa vaya a vivir con su marido, sino que ambos establecen domi- cilio en Ja casa de los papas del vardn, o en sitio proximo, Algunas sociedades le permiten a la pareja casada habitar con los pro- genitores de cualquiera de sus integrantes, o en las cercanias, en cuyo caso ellos mismos escogen el Iugar, matri o patrilocalmente, de acuerdo con factores tales como la relativa buena posicién econémica o social de las dos familias, 0 sus preferencias personales. A esta regla de residencia se Je nombra dilocal.*” Cuando una pareja recién casada establece un domi- cilio independiente de la localizacién del hogar de Jos padres de cual- quiera de los esposos, como sucede en nuestra propia scciedad, y quizd hasta a una considerable distancia de ambas casas, puede llamarse neo- Jocal a \a residencia. Desafortunadamente, en la literatura etnografica se confunde esta regla, a menudo, con Ja residencia patrilocal. Una quinta alternativa, que Ilamaremos residencia avunculocal,** predomina en unas cuantas sociedades que prescriben que la pareja casada resida con un tio materno del novio, 0 en la vecindad, mas que con los padres de cualquie- ra de los esposos 0 que ¢n un hogar propio separado. ‘Aunque es tedricamente posible que existan otras reglas de residen- cia, las cinco posibilidades alcernas descritas arriba, sea solas 0 en combi- nacién, abarcan todos los casos efectivos que se dan en nuestro muestra- tio de doscientas cincuenta sociedades. Los dobus de Melanesia muestran una especial combinacién de residencia matrilocal y avunculocal de acuer- do con Ia cual alternan las dos reglas, periédicamente, a través de 1a vida de los casados. Un término medio mis frecuente consiste en requerir la residencia matrilocal durante un periodo inicial, un afio por lo comin o hasta que nazca el primer vastago, a cuyo lapso sigue la residencia patri- Jocal permanente, Para esta combinacién, que en realidad es solo una variante especial de Ia residencia patrilocal, proponemos el término matri- 2% Ver E. A. Hoebel, “Comanche and Hekandi Relationship Systems”, Amer. scan Autbropologit, 00 especifcado, XLL {1939}, 4G El eemizo "ambled ha ido eombite proprio pes exe eg ‘este término en “Basic and Secondary Patterns of Social uve: Gonned af Be Repel dnsbropelogsea! Invtuts LXV (1938), 30. Sin “can argo, el presente autor lo habia empleado en el aula, previamente, durante muchos aios Interesante caso de im 358 patrilocal, preferible a residencia “intermedia” 0 “de transicién”.?7 La distribucién de estas distintas reglas entre nuestras 250 sociedades es ésta: 146 patrilocales, 38 matrilocales, 22 matri-patrilocales, 19 bilocales, 17 neolocales y 8 avunculocales. No obstante, es probable que algunas de Jas tribus para las cuales se registra una regla patrilocal sigan de hecho Ja neolocal. Las reglas de residencia reflejan las condiciones econémicas sociales y culturales en general, Cuando las condiciones subyacentes cambian, las reglas de residencia tienden a modificarse en concordancia. El alineamien- to local de los parientes, por lo tanto, se altera con el resultado de que se inicia una serie de cambios de adaptacién que puede producir, por ul- time, una reorganizacién de la estructura social integra. El papel funda- mental de las reglas de residencia en la evolucién de la organizacién so- cial se demuestra en el Capitulo VII. El efecto primordial de una regla de residencia es el de reunir en una localidad un agregado particular de parientes con sus familias de pro- creacién, Las residencias patrilocal y matrilocal congregan cierto nimero de varones, emparentados patrilinealmente, con sus esposas y vistagos, Las residencias matrilocal y avunculocal forman un agregado de parien- tes matrilineales y sus familias, La residencia bilocal produce un alinea- miento de los parientes bilaterales. De estos agrupamientos locales de parientes pueden surgir dos tipos principales de grupos sociales: las fa- milias extensas y los clunes, que se tratarin, respectivamente, en los Ca- pitulos IT y IV. La residencia neolocal es 1a tinica regia que milita defini- tivamente contra el desarrollo de tales agrupaciones mayores de parientes. E] cényuge que no tiene que cambiar su residencia con el matrimo- nio goza de ciertas ventajas sobre el otro. El o ella permanecen en su ho- gar, en ambientes fisico y social conocidos, y su familia de procreacién puede mantener un contacto intimo con su familia de orientacién. El otro cényuge, sin embargo, ha de romper en ciecta medida con su pasado y establecer nuevos lazos sociales. Esta ruptura no es seria cuando el ma- trimonio se contrae normalmente en el seno de Ja misma comunidad Jo- cal, ya que el esposo que ha cambiado de residencia continéa atin estre- chamente ligado a su familia de orientacidn, lo que le permite proseguir cotidianamente las asociaciones interpersonales. No obstante, alla donde los matrimonios son exégamos** con respecto a la comunidad, los cén- 3 Cf. B. B. Taylor, “On a Method of Investigating the Development of Institutions”, Journal of the Royal Ambropolorical Intute, XVII (1889), 245-69. me «428 EL téemino “exogamia" se reficre a una regla de matrimonio que prohibe que el individuo tome esposa en los grupos de la localidad, parientes 0 status a los que él mis pertenece. “Endogamia” es el término complementario; indica la regla que lo constrifie a asarse dentro de su propio grupo. 359 yuges de un sexo se encuentran viviendo entre individuos comparativa- mente extrafios, con quienes deben hacer nuevos ajustes personales y de quienes dependen, en parte, en lo que toca a mantenimiento, proteccién y satisfacciones sociales, que previamente recibieran de sus pariences y anti- ‘guas amistades. De este modo, se hallan en condiciones sociales y psico- légicas considerablemente desventajosas, en comparacién con el cényuge que se quedé en casa, Aunque es tedricamente posible un cambio de comunidad bajo cual- quier regla de residencia, los datos de nuestro muestrario revelan que tal costumbre es muy rara, salvo cuando Ia residencia es patrilocal, matri- patrilocal, 0 avunculocal; ¢s decir, cuando es mas bien la mujer que el hombre quien, con regularidad, cambia de domicilio. Las evidencias se presentan en el Cuadro 2. En tanto que el dominio masculino, consecuen- cia de la superioridad fisica, pueda resultar parcialmente responsable de Ia frecuencia enormemente mas grande con que las mujeres se trasladan @ una nueva comunidad al contraer matrimonio, el autor se inclina, con Linton,?” a buscar la explicacién del fenémeno peincipalmente en facto- res econdmicos, en particular los que derivan de la divisién sexual del trabajo. Estos serdn considerados con plenitud en el Capitulo VII, en conexién con el peso excesivamente importante de los hechos tratados sobre Ia evolucién de la organizacién social. CUADRO 2 COMUNIDAD COMUNIDAD LOCAL COMUNIDAD Regla de Exogamia 0 Ni exdgama ni Endogamia o Residencia ‘tendencia endégama tendencia Patrilocal 54 40 7 ‘Matti-patrilocal 5 6 2 Avunaulocal 4 2 0 Bilocal 2 9 3 Neolocal 0 9 4 Mattilocal 5 2 7 Las reglas de residencia, especialmente Ja extensién en que implican el cambio a una nueva comunidad por parte de la mujer, se relacionan significativamente con las maneras de contraer matrimonio. Si una des- posada se aleja del hogar de sus progenitores al establecerse el nuevo vinculo, su familia nuclear sepfrase de una ayudante productiva. Sus pa- dres, en particular, pierden una fuente potencial de ayuda y apoyo para sus afios postreros. Lo que es més, renuncian al posible auxilio de un 29 R. LINTON, The Study of Man (Nueva York, 1936), p. 163. 360 yerno, que vivirfa con ellos y trabajarfa a favor suyo si la residencia fue- ra matrilocal. Poco puede maravillarnos, entonces, que los padres slo consientan que los deje una hija, en el matrimonio patrilocal o avuncu- local, si reciben una compensacién substanciosa. Si una mujer, aun cuando se traslade al hogar de su esposo al casar- se, permanece todavia en la misma comunidad, la pérdida es menos se- vera para sus padres, La ayuda y el mantenimiento que ella y su marido pucdan proporcionarles Ilegarin, a veces, a compensarlos con plenitud. Sin embargo, si ella se muda a otro poblado, se vuelve indispensable alguna otra forma de compensacién. Las maneras de contraer matrimonio se dividen en dos clases princi- pales: las que requieren una recompensa y las que no requieren tal.’ Cuando se requiere una compensacién, ésta puede hacerse en géneros, en especie, 0 en servicios, dando respectivamente como resultado el pago del precio de la novia, el canje de una hermana u otra pariente por la espo- sa, y el servicio por la novia que se desempefia a favor de los progeni- tores de ésta. Cuando no se pide una recompensa, el matrimonio pue- de solemnizarse solamente por medio de un intercambio de regalos, cuyo valor es aproximadamente igual, entre las familias de los contrayentes, © la desposada puede entregarse con una dote de bienes valiosos, 0 la boda debera estar desprovista de cualquier transferencia de propiedad y ser contraida por medio de la captura de la esposa, la fuga o el inicio, relativamente informal, de la cohabitacién. La captura de la novia, o se- cuestro, €s raro en exceso como manera normal de casorio, y no aparece como tal en ninguna de las sociedades de nuestro muestrario, y las fugas se legitiman posteriormente, por lo general, con el desempefio de las ceremonias de costumbre y las transacciones de propiedad. CUADRO 3 MATRIMONIOS CON RECOMPENSA ‘MATRIMONIOS: Rogla de Precio de Canje de Servicios por SIN RBCOM- = TOTALES residencia a novia mujeres Ja novia PENSA Patrilocal 103 10 2 25 140 Matri-patrilocal 6 0 B 2 21 ‘Avunculocal 2 0 4 2 8 Bilocal 6 2 1 10 19 ‘Neolocal 0 0 2 15 7 Mateilocal 4 0 8 24 36 ‘TOTALES: 121 12 30 78 241 50 Cf. E. Westermarck, The History of Haman Marriage (5* ediciéa. Nueva Ye 1922), Il, 354-431, 7 a ere. Yess 361 Los datos de nuestras 250 sociedades, que se compilan en el Cua- dro 3, revelan que alguna forma de recompensa acompafia al matrimo- nio, ordinariamente, cuando las reglas de residencia llevan a la recién casada fuera de su hogar. E] pago del precio de Ja novia y la didiva de una hermana u otra pariente, en cambio por una esposa, estén exclusi- vamente asociadas con la residencia patrilocal. El secvicio por la novia va de consuno, normalmente, con la residencia matri-patrilocal, y es tam- bién muy comin bajo el régimen de residencia matrilocal, del cual no se le diferencia siempre con clatidad en los escritos al respecto. El pago del precio de la novia, u otra recompensa, resulta particularmente co- min en la residencia patrilocal 0 matri-patrilocal, cuando la recién casa- da se muda no sdlo de su hogar sino de la comunidad lugarefia en que ha crecido. La evidencia se muestra en el Cuadro 4, excluyendo otras re- glas de residencia. CUADRO 4 MATRIMONIO8 CON RECOMPENSA Maremwont0s Lares eitedé de needs Precio de Canje de Servicios por SIN RECOM- su comunidad local la novia mujeres Ja nowia PENSA Usualmente 0 siempre: 44 6 6 4 A veces 0 por lo comin: 27 2 4 8 Raramente o nunca: 5 0 1 6 Los casos particulares son con frecuencia esclarecedores. Entre los abelam, por ejemplo, el usual precio de la novia se omite cuando la pa- reja casadera proviene de la misma, aldea. Entre los esquimales de Cop- per, si una hija permanece en la comunidad después del matrimonio, ella y su marido le prestan auxilio a los parientes de la primera y no se re- quiere el pago de su precio; pero en el caso excepcional de que hubiere una boda patrilocal, entre miembros de diferentes aldeas, el novio debe- ra recompensar a los progenitores de su desposada por su pérdida. Entre los hupa y yurok del Noroeste de California, que son patrilocales, el hombre que no puede cubrie plenamente el precio de la novia paga la mitad y reside con su suegro, laborando en favor suyo, a cuya situacién se le nombra “medio matrimonio”, Ocho de nuestras sociedades revelan tun ajuste que resulta especialmente comin en Indonesia, donde se le Ila- ma ambil-anak." En estas sociedades, cuando una familia tiene hijas pero no hijos, se hace una excepcién a Ia acostumbrada regla patrilocal en el caso de una hija, quien contrac matrimonio sin el precio de la novia 1 En W. G. Sumner y A. G. Keller, The Science of Society (Nueva Haven, 1927), mm, ots se encuentra una extensa discusién, en la que se proporcionan casos 362 usual y cuyo matido viene a residir matrilocalmente con los progenitores de su esposa y toma el lugar de un hijo. El precio de la novia constituye algo mis que una compensacin dada a los pedres por Ia pérdida de una hija que se aleja de su hogar al casar- se, Por lo comin es, asimismo, una garantia de que la joven esposa ser bien tratada en su nueva morada. Si no lo es, puede regresar, ordinaria- mente, al seno de su hogar anterior, con el resultado de que su marido pierde la inversin financiera que por ella hizo. Una generacién de antro- pélogos ha sefialado que tales son las verdaderas funciones del precio de la novia, y los estudiosos de las civilizaciones antiguas han Hegado a Ja misma conclusién."* Si acaso, raramente, se considera parangonable al precio que se paga por los bienes muebles, o Ia suma que se paga por una esclava. ‘A causa de que la efectuacién de un matrimonio ¢s el medio normal de establecer una familia nuclear; en razén de que la relacién marital for- ma la propia urdimbre de Ia tela familiar, y a causa de que Ja regulacién del matrimonio por medio de los tabués sexuales produce efectos de gran alcance en la misma estructura de la familia, ha sido necesario exami- ‘nar estos aspectos del matrimonio. Otros han de considerarse en capitu- los posteriores, para aclarar distintos rasgos de la estructura social. Sin embargo, en lo que respecta a las ceremonias nupciales, los usos del di- vorcio y otros aspectos no estructurales del casamiento, el lector debe acu- dir a las obras de Westermarck y demas autoridades aceptadas. 32 Ver, por ejemplo, M. Burrows, “The Basis of Israelite Marriage", American Oriental Series, XV (1938), 1-72. 363

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