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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

C u l t i v o

d e l

T o m a t e

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

ELÍSEO VIVES MADURELL

C U LT I V O

D E L T O M AT E

Caracteres botánicos

Variedades — Clima — Terreno — Abonos

Semillas — Semilleros — Siembra

Cuidados culturales

Adversidades — Enfermedades

Recolección

Valor dietético del tomate

Con 26 ilustraciones

(dibujos originales; se han añadido fotos para esta edición)

EDITORIAL SINTES, S. A.

Les Fonts de Terrassa

BARCELONA

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

1984, EDITORIAL SINTES, S.A.


Depósito Legal: B. 14.119-1984
ISBN: 84-302-0581-0

Printed in Spain Impreso en España


S.A.I. Gráfica. Pasaje Estadella, HOSPITALET

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

INTRODUCCIÓN

El tomate es el extraordinario fruto de la tomatera (Solanum lycopersicum,


L.), originaria de los países intertropicales americanos, que hoy se cultiva en todas
las regiones templadas y tropicales y que pertenece a la temible familia de las
solanáceas, cuyos miembros en número superior a 1.400, entre los que se
encuentran la belladona, la mandragora, el tabaco y los beleños, son todos
asesinos solapados, fabricantes de alcaloides, con honrosa excepción de sólo tres
maravillosas plantas: la berenjena, la patata y el tomate.
El tomate fue introducido en la Europa meridional por los españoles en el
siglo XVI, y pronto se extendió a todos los países europeos y a casi todas las
partes del mundo. El tomate es una baya gruesa, de tamaño variable, redondeada,
de superficie lisa, de color rojo vivo cuando madura, de pulpa carnosa y jugosa,
llena de pequeñas semillas, de sabor agridulce, y de olor perfumado. En la
variedad indígena tiene su base deprimida, por eso se la denomina jitomate, voz
derivada del mejicano xic-tomatl (xictli: ombligo, y tomatl: tomate)
En la actualidad, el tomate es un ingrediente común en las ensaladas, en
las que se aprecia tanto su color como su aroma. Se come de muchas maneras y
añade color y aroma a sopas, salsas y guisados. Se enlata en grandes cantidades,
entero o en forma de zumo o puré.
La tomatera florece en primavera, y la floración se prolonga hasta bien
entrado el otoño. En Andalucía, Murcia y Valencia ya está en flor por marzo y abril,
de manera que en estas regiones casi todo el año gozan del fruto, aun en el
invierno, y se pueden comer frescos y recién cogidos de la planta en el mes de
enero y febrero.
Se cría en las huertas de todo el país, en todas partes donde la
temperatura es suficiente para que, vegetando en primavera y verano, pueda
madurar el fruto.
Las tomateras son muy sensibles al frío; cuando el termómetro desciende
a 2 ó 3 grados bajo cero, se hielan. Por esta causa, en los países templados es
planta o cultivo estival, salvo en lugares muy abrigados, donde, poniéndola al
reparo de los vientos norteños, puede llegar a prosperar durante el invierno y dar
primicias que se pagan a elevado precio. Las cosechas tardías, aun en las
costas mediterráneas, suelen helarse en diciembre. En las Islas Canarias medran
durante todo el invierno y constituyen un importante artículo de comercio exterior.
En España, las principales zonas de cultivo del tomate de invierno son:
Canarias, Levante y Andalucía. En las Islas Canarias, hay más de 12.000
hectáreas dedicadas al cultivo del tomate, con una producción anual superior a 2
millones y medio de quintales métricos. La huerta de Murcia dedica más de 4.000
hectáreas a este cultivo, con una producción anual de 900.000 quintales; le sigue
Valencia, con 700.000 quintales; Alicante y Badajoz, con más de 600.000 quintales
cada provincia; Navarra, con sólo 1.500 hectáreas, obtiene unos 800.000

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quintales, y La Rioja con poco más de 1.000 hectáreas, obtiene una producción de
casi 600.000 quintales. Siguen en orden de importancia, por su producción de
tomates Sevilla, Jaén, Málaga, Almería, Toledo, Madrid, Barcelona. Las demás
provincias cultivan superficies inferiores a las mil hectáreas.
Las simientes del tomate no sólo resisten el paso por el tubo digestivo del
hombre, sino que, al parecer, acrecientan con ello sus facultades germinativas. Por
tal motivo, aparecen muchas tomateras cimarronas en lugares retirados, al pie de
las cercas y junto a los muros rurales, en las cunetas de las carreteras, etc., que
crecen sin cuidado alguno durante el verano y el otoño.
El cultivo selectivo de la planta del tomate ha producido muchas
variedades de cultivo que difieren de la especie original y entre sí por el tamaño, la
forma, el color, la uniformidad, el habitat de crecimiento, la productividad, la
fortaleza y la resistencia a las enfermedades.
En los climas cálidos los tomates se cultivan en el campo. Pero en climas
fríos, por ejemplo en Gran Bretaña, los tomates se cultivan comercial-mente bajo
cristal. Con la ayuda de calor artificial la producción puede extenderse a gran parte
del año. Se requiere una temperatura nocturna de 13 a 19° C para obtener
resultados satisfactorios. La iluminación artificial con lámparas de vapor de
mercurio ayuda mucho durante las fases tempranas del desarrollo, cuando la
duración del día es corta.
La tomatera es una planta herbácea de tallos endebles, capaz de
crecimiento perenne pero normalmente cultivada como una anual. En condiciones
naturales forma un arbusto ramoso y extendido; algunas variedades de cultivo
modernas, pueden dejarse crecer sin soporte y con un mínimo de poda. Los frutos
de las tomateras «de arbusto» deben protegerse del contacto con el suelo por
medio de una capa de paja.
La mayoría de tomates cultivados son puestos en espaldera sobre un tallo
único y todos los brotes laterales se eliminan poco después de su aparición. En los
invernaderos el tallo se sujeta a un alambre con un cordón que va dando vueltas
alrededor del tallo a medida que la planta crece. El extremo del tallo se corta
cuando alcanza el extremo del soporte o ha producido ya el número de racimos de
frutos requerido. Puesto que los tomates son susceptibles al mildiu del tomate, es
aconsejable pulverizar cada planta cuidadosamente a intervalos de unas dos
semanas con un fungicida, por ejemplo el caldo bórdeles, cuando las condiciones
para la enfermedad son óptimas, generalmente a principios de julio.
El tomate posee un elevado contenido de azúcar y también es una
importante fuente de vitaminas, sales minerales y oligoelementos. La diferente
acidez de los diferentes tomates tiene una marcada influencia en su aroma.

Algo de historia

Griegos y romanos no pudieron conocer la tomatera, porque es originaria,


como hemos dicho, de la América Central, sin que pueda precisarse exactamente
de qué país procede. Lo cierto es que cuando los españoles arribaron al Nuevo
Mundo ya se cultivaba allí. El pisto o la alboronía, y la sanfaina catalana, a base de

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fritada de tomates con pimientos (porque, como dice el refrán: «Tomates y


pimientos, buenos amigos y siempre revueltos») era comida habitual en México en
aquellos tiempos.
Los españoles introdujeron los tomates en Europa, los cuales se
diversificaron y mejoraron por el cultivo de nuevas formas o razas. Al principio, en
Europa, el cultivo de los tomates era entretenimiento de curiosos, que los tenían en
sus jardines como planta de adorno. Cuenta Fournier que en el catálogo de
Andrieux-Vilmorin de 1760, la tomatera figura entre las especies ornamentales. En
aquellas fechas, no sólo en la vecina Francia, sino también en Alemania, se creía
que los tomates eran nocivos, que producían vómitos y diarreas incontenibles y
mil calamidades más. Pero, si no entonces, aun antes de 1760, José Quer, al
redactar el volumen V de la «Flora española» se expresaba de la siguiente
manera: «Los más de los autores antiguos y algunos modernos, especialmente
los septentrionales, no convienen todavía en las virtudes del tomate, antes al
contrario son de opinión que mejor se debe colocar en el número de las plantas
venenosas que en el número de las medicinales; pero la experiencia en nuestra
Península enseña todo lo contrario, y, aunque en Italia, y con particularidad en
Nápóles, los comen aderezados en ensalada, entre nosotros no tienen
comparación con otros vegetales en las suntuosas y delicadas mesas todo el
tiempo que duran, sazonando los más sabrosos manjares y formando la
delicada salsa que da agradable sainete al cocido y otros platos. El pueblo,
además de usarlos en todos sus guisados, los comen en ensalada, y crudos, con
un poco de sal, son el general desayuno de los trabajadores de La Mancha,
Valencia y Andalucía; y una fritada de tomates y pimientos forman la comida, e
igual plato la cena de los pobres, que engordan y se fortalecen en la temporada de
los tomates; con que queda fuera de duda que en nuestra España no sólo no son
dañosos, sino alimento saludable y usado de pobres y ricos, sin que ni el regalo de
unos ni la necesidad de otros experimenten el más mínimo detrimento en su
salud».

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CAPITULO PRIMERO

CARACTERES BOTÁNICOS

La tomatera es una planta anual de tallos tumbados y de 4 a 5 palmos de


longitud, salvo en alguna variedad que los tienen hasta de 4 metros, y son más o
menos ramificados, con pelitos finos y prolongados, y otros pelos glandulares. Las
hojas están sostenidas por un largo pezón y se dividen en segmentos muy
desiguales, alternando largos y cortos, los cuales segmentos muestran en los
bordes algunos dientes o lobulillos. Las flores forman ramilletes laterales, con un
cabillo común y otros cabillos desiguales que sostienen las flores. El cáliz está
dividido en cinco profundos gajos, aunque las más veces en mayor número de
ellos; la corola forma una rueda o estrella de cinco o más puntas, de color amarillo
y de 1 a 2 cm. de diámetro.
El fruto es una baya más o menos voluminosa, ora aplastada, ora
esférica, en forma de pera, lisa, costilluda, según las variedades, de un color rojo
vivo, raramente amarillo, excepcionalmente blanco, revestida de una película
(epicarpio) consistente y brillante. Internamente, el fruto está dividido en dos o más
celdas que contienen numerosas semillas, pequeñas y de forma generalmente
aplastada.
El tomate presenta cuatro principales variedades botánicas, que son:
● 1).- Lycopersicum esculentum, Mili., que es la variedad más
comúnmente cultivada, de bayas grandes, surco-lobadas, de forma
aplastada, de color rojo, raramente amarillo o blanco;
● 2).- Lycopersicum macrophilum, Guss., con hojas de grandes
segmentos, que llevan pequeños lóbulos en la base;
● 3).- Lycopersicum piriforme, Poir., con bayas pequeñas, alargadas,
biloculares, rojas o amarillas;
● 4).- Lycopersicum cerasiforme, Dun., con bayas pequeñas, esféricas,
biloculares, rojas o amarillas.

Mediante el cultivo, la hibridación, la selección, la adaptación a los diversos


climas y terrenos, se han creado, después, un gran número de variedades
diferentes por el desarrollo de la planta, por la forma y la disposición de los frutos,
por la precocidad de maduración, número que se hace ascender a varios
centenares, y que —naturalmente— sigue aumentando.
De las variedades más interesantes nos ocuparemos en el Capítulo III.

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Composición del tomate

Desde el punto de vista alimentario e industrial, la parte más importante del


tomate es la pulpa y el zumo. La pulpa, la cual es carnosa y de un color rojo,
raramente amarillo o blanco, constituye las paredes de las celdas en que está
dividido el fruto.
El líquido que colorea los tejidos del fruto está constituido por un principio
rojo y por uno anaranjado. En las variedades de fruto amarillo está contenido
solamente el principio anaranjado, mientras en las de fruto blanco no está
contenido ni el uno ni el otro de los dos principios.
La pulpa del tomate tiene la siguiente composición, en 100 partes al estado
natural:

Agua 93,6488
Sustancias nitrogenadas 0,9625
Sustancias hidrocarbonadas, grasas y pigmentos 4,7259
Cenizas 0,6228

El jugo que empapa los tejidos del fruto es dulzaino por la presencia de
azúcar levulosa, y en menor medida también glucosa, y ácido por la presencia
sobre todo de ácido cítrico, y después de ácido málico.
En los frutos maduros, la acidez oscila entre 0.620 y 0,697 %, mientras en
los verdes puede llegar hasta el 2,170 %. La cantidad de azúcar puede oscilar en
cambio del 1,44 al 5,6% y naturalmente aumenta al ir madurando.
El jugo del tomate contiene:

Agua 97,5632
Sustancias nitrogenadas 0,5312
Sustancias hidrocarbonadas, acidas, etc. 1,2848
Cenizas 0,6208

Como luego veremos, el tomate es una de las sustancias alimenticias más


ricas en vitaminas. Las vitaminas A, B y C, o sea la antiinfectiva, la antineurítica o
antiberibérica y la antiescorbútica, que son las principales y las más importantes,
de hecho están contenidas en medida mucho mayor que en cualquier otra
hortaliza. Recientemente, además, se ha descubierto otra vitamina, designada con
la letra K, la cual si no es indispensable para el hombre, lo es para las gallinas, las
ocas y los patos.
El tomate contiene, además, calcio, fósforo y hierro. Es un purificador de la
sangre y un estimulante de los ríñones. Puede ser comido sin temor por los
diabéticos, y no está contraindicado en la alimentación de los uricémicos, puesto
que el ácido oxálico, contenido en el fruto inmaduro, va desapareciendo con la
maduración.
Evidentemente, por tanto, debe considerarse de suma utilidad un mayor
consumo del tomate, sobre todo en el estado fresco.
Las diversas pares del fruto pueden repartirse así: En 100 partes de

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tomates frescos:

Pulpa y zumo 96,2


Pieles 1,3
Semillas 2,5

Naturalmente, las diversas sustancias contenidas en el tomate varían en la


cantidad con la naturaleza de los terrenos, con los métodos de cultivo, con las
variedades cultivadas, etc.
En cien partes de cenizas se ha encontrado:

Potasa 58,554
Sosa 1,425
Calcio 1,315
Magnesio 0,169
Cloro 0,842
Anhídrido sulfúrico 0,781
Anhídrido fosfórico 7,182
Anhídrido carbónico 8.832

Parece demostrado que los tallos y las hojas contengan un antibiótico


denominado tomatina (alcaloide) el cual tendría el poder de obstaculizar el
desarrollo de algunos hongos que procuran enfermedades en el hombre y en los
animales.

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CAPÍTULO II

VALOR DIETÉTICO DEL TOMATE

Para elaborar las vitaminas, las sales minerales, los aceites esenciales y
ácidos orgánicos que hacen de las hortalizas y de las frutas alimentos al mismo
tiempo que medicamentos, las nubes se han disipado, el sol ha prodigado sus
rayos, la electricidad atmosférica sus efluvios y la tierra su sustancia y su
misteriosa vida biológica. Y de esta alquimia mágica, a la cual todas las fuerzas
dinámicas del Universo han cooperado, llegando hasta a transformar venenos en
fuentes vitales, ha nacido el zumo de las frutas y de las hortalizas, el más precioso
de los dones que el Cielo nos ha hecho.
El tomate fresco y, naturalmente, su zumo, contiene tan abundante
cantidad y variedad de vitaminas que pocos alimentos vegetales pueden
comparársele, sobre todo en cuanto a las vitaminas A, B, C y E.1
El contenido en materias minerales está a la altura de la mayoría de los
hortalizas de hojas y tubérculos, pero cuenta además con elementos rara vez
presentes en éstas, como son: radium, hierro, cobre, boro, níquel y cobalto. El
contenido en vitamina E. desconocido hasta hace poco, justifica acaso la antigua
denominación del tomate como «manzana erótica».
El tomate es un alimento muy sano, depurativo, de fácil digestión,
nutritivo, que se consume crudo, al natural y en ensaladas. Precisamente su
consumo se ha intensificado desde el momento que se descubrió y comprobó
lo siguiente: que el tomate es pobre en calorías y en azúcar, conviniendo por ello a
los obesos y a los diabéticos; que contiene poca sal, lo que lo hace recomendable
para los que padecen de presión alta y desean eliminar agua de los tejidos y lavar
los riñones, siempre, se entiende, que no se le adicione sal, como
imprudentemente se hace; y que, en cambio, aporta potasio, diurético de primera

1 Naturalmente, estos análisis en cuanto a proporciones de vitaminas, minerales y otros micronutrientes se


refieren exclusivamente a frutos obtenidos en ausencia de productos químicos. Hormonas de
enraizamiento, forzadores de crecimiento, fertilizantes, parasiticidas (varias sesiones) producen un fruto
obtenido en tiempo récord en túneles, donde lo que priva es su aspecto estético, comercial, tamaño y
cantidad y no su valor nutricional que el el caso de tomateras “quimicadas” es puramente anecdótico y no
se ajustan a los parámetros que aparecen en los diccionarios de los alimentos. Además hay que tener
presente que es durante los últimos 15 días de maduración, al sol, cuando los frutos en general elaboran
las más complejas y delicadas vitaminas como por ej. las de grupo B. Sin Embargo, la recolección con
fines comerciales se efectúa cuando estos frutos están aún lejos de su maduración.

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calidad y vitamina A y C a la dieta. Estos últimos, maravillosos agentes salutíferos,


porque la vitamina A, llamada del crecimiento, es esencial para los ojos,
recomendable a quienes tienen el hígado frágil y a los que sufren de un alto nivel
de colesterol en la sangre, y porque la vitamina C previene la fatiga muscular, los
trastornos gástricos, las hemorragias de las encías y el escorbuto. En estado verde
posee ácido oxálico y solanina que van desapareciendo a medida que madura, por
eso se recomienda comerlo bien maduro.
Por ser remineralizante de los tejidos orgánicos y alcalinizante de la sangre
se recomienda su consumo, en especial, como tónico para las personas raquíticas
y de sangre pobre. Su jugo es antiséptico, desinflamante y refrescante, siempre
que su extracción y conservación sea natural. Es un excelente aperitivo y se
recomienda, sobre todo, a los niños, cuyo crecimiento estimula y fortalece. Incluso
el zumo de tomate cuidadosamente conservado, muestra un considerable
contenido en vitamina C. En la alimentación infantil, insistimos, resulta
especialmente valioso el jugo de tomate, pues sustituye muy bien al de naranja; su
eficacia antiescorbútica está demostrada clínica y prácticamente.
El tomate posee grandes condiciones preventivas, lo que resulta muy
importante para el tratamiento vitamínico en los trastornos del desarrollo,
enfermedades de la dentición, evitación de la pobreza de sangre y falta de
resistencia contra las infecciones.
Por las materias componentes hasta ahora conocidas, es fácil de
comprender que los tomates pueden ejercer grandes efectos como alimento de los
enfermos en cuanto renovadores de la sangre y en el tratamiento de la gota y
enfermedades de las vías circulatorias.
Los principios activos más importantes del tomate son los elementos
bioquímicos que contiene en calidad y cantidad: vitaminas, sales, bases hormonas,
diastasas o fermentos, ácido, etc. Estos elementos bioquímicos son no sólo el
alma de toda buena e higiénica comida, sino la base misma de la verdadera salud
global y de la fortaleza y pureza de los tejidos orgánicos.
En la superficie del tallo de la tomatera se forman diminutas gotas de
rutina, sustancia cristalina, glucósido soluble en alcohol y en alcalinos, con las
propiedades de la vitamina P; se emplea en la fragilidad capilar.
Tanto en los tallos como en las hojas y los frutos existe solanina,
sustancia tóxica narcótica propia de las solanáceas y otras especies. En los frutos,
cuando empiezan a formarse, se encuentra una gran proporción de este
glucoalcaloide. Pero luego, a! enverar, la solanina va menguando hasta
desaparecer por completo en los tomates maduros. Las semillas, con el 17 % de
aceite inocuo, la contienen en cantidades imponderables.
La coloración del tomate maduro es debida a la presencia de dos
pigmentos: la licopina (rojo) y la carotina (amarillo). La proporción en la que ellos
intervengan determina la distinta densidad del color de la baya. A menudo, la
distribución de los pigmentos es diferente entre piel y pulpa y puede estar
notablemente influida por la intensidad y calidad de la luz. Una moderada sombra
favorece la formación de la licopina (rojo) mientras la carotina (amarillo) se forma
en cantidad mayor si el fruto está expuesto a intensa luz. La materia colorante del
tomate es un elemento primordial!-simo para el organismo; bien sabido es el valor

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de la carotina, tan importante para la energía vital.


Las vitaminas del tomate 2

Ya hemos apuntado más arriba que el tomate fresco contiene tan


abundante cantidad y variedad de vitaminas que pocos alimentos vegetales
pueden comparársele.
El tomate contiene vitaminas A y C en abundancia, así como vitaminas C2,
B1, B2, PP, K y E, que le confieren la mayor parte de las asombrosas propiedades
curativas que posee este fruto.
100 gramos de tomate fresco pueden proporcionar el 13 % de la vitamina
A. 8 % de la vitamina B1 y 33 % de la vitamina C, necesaria a diario a un adulto.
Por su vitamina A, el tomate es un regenerador de la célula; con las
vitaminas B y C, que igualmente encierra, asegura el equilibrio del reparto de las
sustancias nutritivas, así como el del sistema nervioso. Es la vida que penetra en
el organismo, célula a célula.

Vitamina A. — Vitamina anti-infecciosa, vitamina del crecimiento. Es indispensable


para el normal desarrollo y funcionamiento del tejido epitelial, su importancia es
considerable en los jóvenes. Actúa también sobre el equilibrio ácido-básico (pH),
contribuyendo además a la nutrición de los cartílagos, de los huesos, de los vasos
sanguíneos, de las mucosas y de los tegumentos (ya hemos dicho que es un
protector de los epitelios), y a este título es un factor de rejuvenecimiento.
Sus efectos reguladores sobre el sueño y la tensión arterial deben
recordarse también. Por otra parte, se comporta como antagonista de la actividad
del tiroides, y es un «frenador» folicular en el síndrome doloroso que precede a las
reglas.
Su carencia ocasiona lesiones oculares: disminución de la agudeza visual,
hinchazón de los párpados con aparición de costras y depilación, endurecimiento y
opacidad de la córnea, xeroftalmía, es decir, una oftalmía seca con enrojecimiento,
sensación de escozor, que puede desembocar en la ceguera.
Se observan, además, una detención del crecimiento y una disminución de
la solidez de los huesos.
La falta de vitamina A provoca, asimismo, el adelgazamiento por
desnutrición, un estado de fatiga, un descenso de la resistencia a las infecciones,
modificaciones al nivel de la piel y de las mucosas, que se vuelven secas, al nivel
de las uñas, que se vuelven quebradizas, de los cabellos, que se deslucen.
También se comprueban trastornos de las reglas: endurecimiento doloroso de los
senos, dolores abdominales, jaquecas, nerviosismo, ansiedad. La hipovitaminosis

2 (bis) Naturalmente, estos análisis en cuanto a proporciones de vitaminas, minerales y otros


micronutrientes se refieren exclusivamente a frutos obtenidos en ausencia de productos químicos.
Hormonas de enraizamiento, forzadores de crecimiento, fertilizantes, parasiticidas (varias sesiones)
producen un fruto obtenido en tiempo récord en túneles, donde lo que priva es su aspecto estético,
comercial, tamaño y cantidad y no su valor nutricional que el el caso de tomateras “quimicadas” es
puramente anecdótico y no se ajustan a los parámetros que aparecen en los diccionarios de los
alimentos. Además hay que tener presente que es durante los últimos 15 días de maduración, al sol,
cuando los frutos en general elaboran las más complejas y delicadas vitaminas como por ej. las de grupo
B. Sin Embargo, la recolección con fines comerciales se efectúa cuando estos frutos están aún lejos de
su maduración.

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A expone, finalmente, a la formación de calcio.


Sus indicaciones principales son: los retrasos del crecimiento, la astenia,
las infecciones diversas (respiratorias y digestivas), los trastornos oculares, los
retrasos de cicatrización de las llagas.
Se calcula en 5.000 unidades internacionales —es decir, 2 mg.— la dosis
de vitamina A necesaria al día. En rigor, 400 gramos de tomates maduros bastarían
para proveer esta necesidad diaria de vitamina A.

Vitamina C. — Vitamina antiescorbútica, esencial para el organismo, interviene en


los fenómenos de óxidorteducción. Antiinfecciosa y tonificante, participa en la
destrucción de las toxinas, en la utilización del hierro y en la acción de las
suprarrenales. Influye también en el funcionamiento del tiroides y del cuerpo
amarillo del ovario. Mantiene la resistencia de los capilares. También está dotada
de propiedades desensibilizantes.
Su carencia ocasiona el escorbuto, que contraían antaño los marinos,
exploradores y soldados aislados que se alimentaban exclusivamente a base de
conservas. Esta afección se caracteriza por abatimiento, ulceraciones y
hemorragias gingivales, descarnadura de los dientes, fetidez de aliento, caída del
cabello y a veces de las uñas. La piel se seca y se marca, en el tronco y los
miembros inferiores, con manchas amarillas, verdes o rojas. Las rodillas se
hinchan y los músculos se contraen. La respiración se hace penosa. Los dientes
se caen, los huesos se desmineralizan, se producen caries. Esta afección no se ve
hoy día, pero en los grandes centros de población encontramos numerosos
estados larvados, debido a errores alimenticios (insuficiencia de frutas y verduras
crudas, abuso de conservas), no pudiendo el organismo reservar una cantidad
importante de vitamina C.
La vitamina C está indicada en las enfermedades infecciosas de toda
clase, en los estados de fatiga física e intelectual por exceso de trabajo, las
convalecencias, el embarazo, la lactancia, las alergias, las intoxicaciones diversas
y medicamentosas, algunas dermatosis (psoriasis)
La vitamina C es Imprescindible en el tratamiento del sistema óseo. La
vitamina C permite la fijación del calcio en los huesos.
La dosis cotidiana de vitamina C es variable. Para un lactante es alrededor
de 30 mg. En niños de 1 a 14 años, de 30 a 90 mg. Hasta los 20 años el
organismo requiere 100 mg. Luego las necesidades decrecen, para situarse
alrededor de 75 mg., salvo durante ciertos estados: fatiga física o intelectual,
embarazo, lactancia, enfermedades infecciosas , intervenciones quirúrgicas, que
precisan alrededor de 150-200 mg. por día, y a veces más.
Así, pues, un lactante cubriría sus necesidades diarias de vitamina C
ingiriendo 150 gramos de tomate maduro o su zumo; un niño de 6 años necesitaría
300 gramos; una de 12 años, 400 gramos, y un adulto necesitaría 500 gramos
diarios de tomate maduro o su zumo para cubrir sus necesidades en vitamina C.
Naturalmente que. en la práctica, raramente se llega a consumir tales cantidades,
ni hace falta, pues tal vitamina se encuentra en todos los vegetales frescos que
forman parte de vuestra alimentación diaria.

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Vitamina C2, o vitamina P. — El escorbuto, que se creía ocasionado por una


avitaminosis C, es en realidad consecuencia de una doble avitaminosis:
C y P, siendo esta última un factor de resistencia capilar y de disminución de la
permeabilidad de los vasos sanguíneos. Su carencia origina las hemorragias del
escorbuto.
La vitamina P, sinérgica de la vitamina C, se considera actualmente como
un factor de economía de esta vitamina, y por esto se le ha dado también el
nombre de vitamina C.
Engloba cuerpos muy diversos y numerosos (rutina, citrina, cataquina,
etc.), contenidos en ciertos vegetales, el tomate, el pimiento, el alforfón, el
arándano, y sobre todo en los agrios: naranja, limón y pomelo.

Vitamina B1. — Vitamina antiberibérica. Esta vitamina desempeña un papel


importante en el equilibrio nervioso. Es un estimulante del apetito y tiene el poder
de excitar los movimientos favorables del intestino. Favorece, además, la
absorción de oxígeno por las células y la asimilación de los azúcares. Interviene
también en la síntesis de las grasas a partir de los azúcares, llamados también
glúcidos o hidratos de carbono en el lenguaje científico. La dosis cotidiana
necesaria se calcula alrededor de 2 a 3 mg.

Vitamina B2. — Su importancia se sitúa al nivel de los fenómenos de regulación


celular: actúa sobre el metabolismo de los azúcares, de las grasas y de los
prótidos. De esta forma preside el equilibrio nutritivo. La dosis necesaria cotidiana
se sitúa entre 1 y 2 mg.

Vitamina PP. — Factor importante de nutrición tisular, participa en el metabolismo


de los cuerpos grasos y de los azúcares. La dosis necesaria es del orden de 20
mg. por día.

Vitamina K. — Vitamina antihemorrágica. Contrariamente a las otras vitaminas, la


vitamina K se sintetiza por la flora intestinal normal. La vitamina K se transforma
en el hígado en protrombina.

Vitamina E. — Tocoferol, vitamina de la fertilidad. Es la vitamina de la


reproducción. Su carencia produce trastornos en la esfera genital y también en el
terreno cardiovascular, la fisiología neu-romuscular y la piel. Las necesidades del
organismo se sitúan alrededor de 10 a 25 mg. Diarios.

Los minerales del tomate

Sabemos que los minerales regulan el metabolismo del agua, el equilibrio


ácido-básico, la sensibilidad de nervios y músculos, la producción de jugos
digestivos y la resistencia de huesos y dientes. En maravillosa armonía cada
mineral tiene su misión determinada e insustituible.
Basta con fijar la atención profundamente en esta armonía de las

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funciones biológicas y reconocer la incalculable diversidad de los factores que


intervienen para hacer posible la existencia del organismo humano, para quedarse
asombrado y maravillado.
Durante mucho tiempo, en materia de salud o enfermedad, no se habló
apenas sino de vitaminas. Para conservarse en buen estado de salud, todo el
mundo reclamaba regularmente a su médico, el farmacéutico, a sus alimentos
vegetales, la ración de vitaminas de que tanto se hablaba. Después los términos
enzimas, diastasas, fermentos... se hicieron, a su vez, familiares. Es solamente
desde hace algunos años que los metales, los oligoelementos, las catálisis, son lo
que, cada vez más, después de las sales minerales, retienen a justo título la
atención del médico y del público en general.
Hace ya tiempo que es conocida la importancia del calcio, del fósforo, del
magnesio, del sodio, del potasio, del azufre, etc., en el mantenimiento o
restablecimiento de la salud. Todos estos elementos se encuentran en
asociaciones diversas y en cantidades más o menos grandes en los vegetales, y
también, por consiguiente, en los organismos animales.
Los oligoelementos, a su vez, fueron descubiertos en un pasado
relativamente reciente. Estos componentes infinitesimales de las plantas, de las
frutas y de las legumbres, imprescindibles para el buen funcionamiento de
nuestros órganos, parecen no actuar sino por su sola presencia, y no por su masa.
Veamos qué son los oligoelemenos. Se trata de componentes
ponderalmente menores, que los modernos métodos de investigación han
permitido descubrir junto a los componentes mayores, los cuales, hasta entonces,
se consideraban como los únicos elementos necesarios para la formación y el
equilibrio de los organismos vegetales y animales (prótidos, grasas y azúcares).
Por eso, durante mucho tiempo, se creyó que la materia viva estaba
exclusivamente compuesta de doce elementos, llamados «plásticos»: nitrógeno,
calcio, carbono, cloro, hidrógeno, magnesio, oxígeno, fósforo, potasio, sílice, sodio
y azufre. Esos cuerpos forman alrededor del 99,98 % del análisis químico.
Poco más tarde, análisis más avanzados han distinguido, junto a estos
elementos, una veintena de otros que. a pesar de su escasa masa total
(alrededor de dos milésimas) son, en realidad, imprescindibles para la vida. Son
ciertos metaloides: arsénico, boro, bromo, flúor, yodo, o metales: aluminio, cobalto,
cobre, estaño, hierro, molibdeno, manganeso, níquel, plomo, radium, titanio y cinc,
que durante un tiempo fueron considerados como «impurezas».
Se sabe que no todos los oligoelementos son imprescindibles a todos los
seres vivos. Pero cada uno de ellos se ha revelado como indispensable en un
número mayor o menor de casos. En el hombre se ha descubierto una veintena de
ellos, que representan en total menos de una milésima parte de nuestro cuerpo.
Los oligoelementos son imprescindibles para el equilibrio fisiológico, y toda
carencia de uno o varios oligoelementos es causa de manifestaciones patológicas
más o menos graves. Todo ocurre como si, al igual que en la política una masa
ínfima dirigiese el grueso de la tropa. El organismo aparece como un tipo de
oligarquía en la cual enormes masas de elementos pasivos están dominadas por
un pequeño número de elementos catalíticos.
Ello se debe a que los oligoelementos presiden los indispensables

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procesos catalíticos de los cambios de los que nuestro organismo es sede


permanente. Recordemos que la catálisis es la acción que ejercen ciertos cuerpos
en el seno de reacciones físico-químicas por efecto de su sola presencia. No
participan, por lo demás, en ella, ya que se les encuentran intactos al terminar la
operación.
Una vez dicho esto, al igual que para las vitaminas, será posible a veces
—frente a un determinado síndrome— elegir entre los vegetales para utilizar los
que parezcan mejor provistos de oligoelementos, y el tomate —ya lo hemos
dicho más arriba — es uno de los vegetales más ricos en sales minerales y
oligoelementos.
Al igual que con las vitaminas, bastará también, en la mayoría de los
casos, con variar el alimento en frutas y verduras crudas, introduciendo en la
dieta el tomate en abundancia, y practicando curas periódicas de zumo de
tomate, a fin de que se respete, de manera muy aceptable, el equilibrio mineral y
metálico necesario para el mantenimiento del equilibrio físico e intelectual.
Contenido del tomate en sales minerales, por cada 100 gramos:

Potasio 0,300 mg.


Cloro 0,050 ''
Fósforo 0,023 ''
Calcio 0,014 ''
Azufre 0,014 ''
Magnesio 0,013 ''

Contenido en oligoelementos, por cada 100 gramos:

Hierro 0,005 mg.


Cobre 0,0002 ''
Cinc 0,0002 ''
Cobalto 0,0002 ''
Manganeso 0,0001 ''
Flúor 0,00001 ''
Yodo 0,00001 ''
Níquel indicios/trazas
Bromo id.
Boro id.
Radium id.

El tomate, alimento y medicina

El tomate es una hortaliza-fruta que, como hemos visto, contiene


abundantes vitaminas y sales minerales. Contrariamente a lo que algunos creen, el
tomate, ácido solamente en apariencia, alcaliniza lo humores (singre, linfa, etc.) y
contribuye pues a preservar el cuerpo contra las posibles infecciones. Se sabe, en
efecto, que la infección se desarrolla mejor en medio ácido. Las sales del tomate

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son sobre todo alcalinas (citratos, tartratos, nitratos).


Habiendo sido verde antes de llegar a la maduración, el tomate ha pasado
pues el estadio clorofílico, y es un acumulador de energía solar que se libera
inmediatamente en el organismo, desde los primeros contactos con las papilas
gustativas. Esta energía es pues recuperada incluso antes de que el organismo la
haya gastado para asegurar la digestión del tomate y la extracción de sus
principios nutritivos y remineralizantes.
Es necesario insistir sobre la necesidad de consumir el tomate entero:
pulpa, granos y piel. Sus granos está recubiertos de un mucílago que lubrifica las
paredes intestinales, facilitando así las eliminaciones. La piel contribuye a estas
eliminaciones dando consistencia, por su celulosa, a los residuos alimentarios y
otros desechos a eliminar.
El jugo de tomate (sangre vegetal) acarrea las numerosas sales alcalinas
de las que el tomate está bien provisto y es particularmente apto para disolver las
concreciones úricas, para alcalinizar la sangre demasiado ácida, para limpiar las
llagas y ulceraciones internas, para suavizar las inflamaciones en el recorrido
digestivo, para desintoxicar la urea normal así como los ponógenos (catabo-litos
de la fatiga muscular o nerviosa) engendrados por el surmenaje. Los artríticos,
gotosos, reumáticos, intoxicados, ureicos, pictóricos, congestivos, se verán
particularmente beneficiados con una cura de tomate, lo mismo que los que sufren
de nefritis, cálculos urinarios o biliares, de estreñimiento o de inflamación del canal
intestinal, y los que tienen la sangre demasiado espesa.
Por su acción desintoxicante y regeneradora de los tejidos, el tomate es
también apreciado en la arteriesclerosis, la arteritis, el ateroma y todos los
trastornos engendrados por la degeneración. En caso de enfermedad infecciosa, el
jugo de tórnate es precioso, pues es, a la vez, antiácido y antipútrido.
Es preferible utilizar el tomate crudo, en ensalada, solo o mezclado con
otros vegetales crudos o patatas cocidas con su piel. Añadido a las pastas
alimenticias, neutraliza la fermentación pútrida de los almidones, y facilita su
digestión.

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CAPÍTULO III

VARIEDADES

Como hemos dicho, el tomate cuenta un gran número de variedades,


número que va aumentando. Muchísimas de estas variedades, sin embargo,
demuestran no poseer cualidades suficientes, por lo cual las verdaderamente
merecedoras de ser cultivadas y difundidas no son muchas.
Una primera clasificación de las variedades de tomate podría hacerse con
referencia a la época de maduración del fruto, por lo cual se tendrían variedades
precoces, variedades de maduración normal y variedades tardías.
Las variedades precoces son destinadas sobre todo al cultivo fuera de
tiempo, o sea el cultivo de primor, el cual, mediante cuidados y dispositivos
particulares que veremos luego, madura el producto en mayo-junio, y en algunas
zonas —a veces— incluso hacia fin de abril.
El cultivo de primor es el que da la parte más preciada de nuestra
producción exportada al extranjero.
Las variedades de maduración normal, como también las tardías,
generalmente son destinadas a la industria de las conservas.
Cultivos muy tardíos se han hecho también para obtener producto a
exportar en estado fresco. Para tal fin se ha recurrido también a variedades
precoces, las cuales por ser cultivadas en otra estación, han dado frutos maduros
en noviembre-diciembre, e incluso después.
Otra distinción podría hacerse en base a la forma del fruto, por la cual
tendríamos variedades de fruto costilludo y variedades de fruto esférico-liso, sobre
todo sin son de origen inglés y holandés, son mejores preferidas —en estado
fresco— en los mercados extranjeros de consumo.
Las variedades de tomate, en fin, pueden clasificarse en las tres
categorías siguientes:

a).- Variedades de mesa o para el consumo directo, destinadas también a la


exportación, de rápido desarrollo, no muy vigorosas, con fruto mediano, de piel
resistente, no muy gruesa y con la pulpa consistente. Maduración precoz.

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b).- Variedades para conserva de tomate al natural pelado. Un buen tomate


para este uso debe poseer estas características esenciales: maduración
perfecta, es decir, completa de todas las partes de la baya hasta la inserción del
pecíolo, de forma alargada, que permita un fácil pelado y una fácil colocación de
las mismas en los botes; peso específico elevado, pulpa carnosa, cavidades ova-
ricas reducidas con placentas poco desarrolladas y que lleven pocas semillas,
poco jugo,piel resistente al escaldado y fácilmente separable, color rojo intenso
brillante. Es muy importante la resistencia al escaldado tras cuya operación la baya
debe permanecer intacta y no desmenuzarse.

c).- Variedades para la producción de concentrados, con bayas de color rojo


vivo, provistas de surcos, a fin de que resistan los transportes y permitan el lavado
de la piel durante la elaboración industrial. El jugo debe ser poco ácido y lo más
dulce que sea posible; el contenido en celulosa no debe ser excesivo, a fin de no
obstaculizar la concentración del jugo.

Como ocurre en todas las plantas de fácil adaptación, con el tomate se


forman fácilmente variedades hortícolas, por la influencia del clima, del terreno y
de los métodos de cultivo. No debe por tanto sorprender que se presenten
continuamente en el mercado nuevas variedades, y que se encuentren en todas
las regiones en que ha adquirido gran desarrollo este cultivo, clases buenas y
estimadas.
En general, las variedades de rápido desarrollo, tempranas, dan menos
producto que las que maduran en la época normal. Las plantas mejores deben
resistir a las enfermedades y a la sequía.
No es siempre fácil hacer una elección acertada. Como hemos de suponer
al horticultor persiguiendo un fin lucrativo en la explotación de su huerta, habrá que
descartar o sólo mencionar de pasada aquellas variedades desprovistas de un
positivo valor práctico y entre las restantes y seleccionando las más corrientes y
conocidas, haremos resaltar sus cualidades dominantes, teniendo en cuenta que
algunos mercados, como por ejemplo el inglés, prefieren frutos de tamaño
mediano y de forma perfecta, sin surcos ni irregularidades en la superficie. Los
consumidores alemanes son algo más tolerantes en cuanto a la perfección
indicada se refiere y aceptan bien frutos grandes. Otras veces buscará el
horticultor la mayor producción posible prescindiendo de las anteriores cualidades,
y, en resumen, según el objeto a que se destine la cosecha así habrá que adoptar
una u otra variedad, pero no de un modo absoluto, pues el clima es factor que
habrá que tener muy en cuenta y que pudiera obligarnos, en ocasiones, a
transacciones intermedias.
Consecuentes con lo expuesto, citaremos algunas variedades más
importantes haciendo resaltar las cualidades que suelen tener mayor valor para el
horticultor y para el mercado.

Variedades de mesa

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El consumo de tomates de mesa ha aumentado de una manera


considerable en los países del Norte. En Inglaterra y en Holanda se han obtenido,
en invernáculos, variedades especiales que gozan de fama mundial y algunas han
sido introducidas en España, donde han dado excelentes resultados para la
exportación. Trátase de variedades extraordinariamente productivas, vigorosas,
con ramificaciones muy desarrolladas y con hojas grandes; dan en general frutos
esféricos, pulposos, consistentes, que se pueden cortar en tajadas, de tamaño
mediano y con piel lisa, de color rojo, resistentes a las enfermedades
criptogámicas y al transporte. La pulpa es carnosa, sin semillas y poco jugosa. La
mayor parte de estas variedades, a fines de septiembre, cuando ha terminado la
cosecha principal, reanudan la vegetación fructífera, conservando verdes sus hojas
y dan flores y frutos que al comenzar los fríos del otoño se recolectan verdes aún y
se dejan madurar en un local cálido y ventilado donde se conservan hasta febrero
o marzo.
Las variedades más recomendables son las siguientes:

Comet. (Kumato, Komet) — Variedad inglesa,


medianamente vigorosa, de media productividad,
bastante precoz; los frutos son esféricos-lisos,
ligeramente aplastados, con indicios de surcos en la
porción peduncular, están muy sujetos al agrietado. La
variedad Haley's Purple Comet es un poco rara.
Esta variedad, cultivada un poco en todas
partes, está siendo sustituida por variantes mejores,
sobre todo por la Best of all.

Best of all. — «La mejor de todas», según su


nombre, es una variedad inglesa bastante vigorosa, de
buena precocidad y bastante precoz. Fruto esférico-liso,
de óptima presentación, a menudo con alguna costilla.

Ailsa Craig. — Variedad inglesa, medianamente


vigorosa, de buena productividad, no muy precoz. Se
cultiva en las Islas Canarias, con el nombre de Variedad
roja. Fruto de forma esférica, de piel lisa y color rojo,
con dos o tres tabiques carpelares, se denomina «Rojo
de dos tapas» o «Rojo de tres tapas», lo que se
distingue claramente al exterior por las dos o tres líneas
blanquecinas que parten del ápice en la dirección de los
meridianos; la piel es delgada, pero con buena
resistencia al transporte; el tamaño del fruto oscila entre
40-50 milímetros de diámetro y su peso entre los 45 a 55
gramos, con un rendimiento unitario de 25 a 35
toneladas por hectárea.

Evesham Wonder. — Variedad inglesa, cultivada en las Islas Canarias

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con el nombre de Variedad blanca. El fruto es redondo, de piel lisa, de color rojo
intenso, con ovario compuesto por dos o tres carpelos, siendo resistente al frío y al
transporte, soportando mejor la variedad Roja la acción del sol. Su tamaño es de
45-55 mm. de diámetro, con un peso de 55-68 gramos. Su rendimiento por
hectáreas es similar al de la variedada anterior.

Príncipe de Gales. — Variedad inglesa, con fruto un poco alargado, se


asemeja en el ápice al limón. Cultivada también en las Islas Canarias, la piel es
más lisa y más fina que la de las variedades Roja y Blanca; su color es rojo
cuando está completamente maduro. Su tamaño es de 50-66 mm. de diámetro y
su peso de unos 75 gramos. Por su tamaño, poco aceptado en los mercados
extranjeros, va disminuyendo su cultivo. El rendimiento es de 34 a 42 toneladas
por hectárea.

Kondine Red. — 3 Variedad inglesa, bastante vigorosa, de buena


precocidad. Se cultiva en Canarias con el nombre de Manzana negra o Manzana
de palo. De fruto redondo, aplastado, de color rojo, con sombras negruzcas en la
madurez, generalmente con más de tres carpelos; su piel, gruesa, da lugar a un
fruto macizo, de gran resistencia al frío, al sol y al embarque. Su tamaño es de 55-
65 mm. de diámetro transversal, y su peso de unos 85 gramos. Su rendimiento por
hectárea es de 18 a 24 toneladas.
Pese a su escaso rendimiento, es una de las variedades que más merece
ser cultivada y difundida. En Canarias, se la ha cruzado con la Variedad Blanca
(Evesham Wonder) y se ha obtenido un híbrido cuyo fruto es de tamaño grande,
pasando de los 60 mm. de diámetro, asurcado, de piel gruesa y muy macizo, que
resiste bien el frío, el sol y los transportes, dando grandes producciones cuando se
cultiva bien: 48 toneladas por hectárea.

Nunhem's Export. — Variedad holandesa, medianamente vigorosa,


productiva y de precocidad buena. Fruto esférico-liso, de tamaño mediano, a
menudo con algunas costillas.

Danish Export. — Variedad discretamente vigorosa, de productividad más


bien escasa, pero precocísima. Fruto esférico-liso, de pequeño tamaño, sólo
excepcionalmente con alguna costilla.
Esta variedad merece ser cultivada por su gran precocidad. Pero requiere terrenos
fértiles y óptimos abonados.

Nunhem's Kondine. — Variedad holandesa, medianamente vigorosa,


productiva y de óptima precocidad. Fruto esférico-liso, de tamaño mediano, a
menudo con alguna costilla, no muy sujeto al agrietado. Es una de las mejores
variedades, sobre todo por su precocidad de maduración, que la aproxima mucho
a la Danish Export.

Nunhem's Tuckwood. — Variedad holandesa, bastante vigorosa,

3.- Citada por vez primera en el catálogo Sutton en 1922. Originaria de Alemania.

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productiva, precocidad-buena. Fruto esférico-liso, de buen tamaño, a menudo con


alguna costilla, un poco sujeto al agrietado. De todas maneras es una de las
variedades que merecen ser probadas y difundidas.

Satisfaction. — Variedad inglesa, medianamente vigorosa, de buena


productividad, de precocidad media. Fruto esférico liso, de tamaño más bien
pequeño, a menudo con alguna costilla.

Duque de York. — Variedad inglesa, vigorosa, de buena productividad y


de precocidad media. Fruto esférico liso, de tamaño más bien pequeño, a menudo
con alguna costilla.

Marck Beauty.— Variedad inglesa, medianamente vigorosa, de precocidad


y productividad buena. Fruto esférico-liso, de buen tamaño raramente con alguna
costilla. Se la tiene por una de las mejores variedades.

Sunrise (Aurora).— Variedad inglesa, medianamente vigorosa, no muy


productiva, de mediana precocidad. Fruto esférico-liso, de tamaño más bien
pequeño, sólo excepcionalmente con alguna costilla, sujeto al agrietado.

Up to Date. — Variedad inglesa, bastante vigorosa, de óptima


productividad, de precocidad buena. Fruto esférico-liso, de tamaño mediano,
raramente con alguna costilla, no sujeto al agrietado. Variedad que merece ser
probada y difundida.

Chemín, Rojo temprano (fig. 1). — Variedad francesa. Planta vigorosa y


precoz. Frutos en racimos de siete a ocho, esféricos o muy poco deformados,
consistentes, carnosos y de buen tamaño. Buena producción. Excelentes para el
cultivo temprano y para la exportación por lo perfecto del fruto.

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Maravilla de los mercados (Marglobe) (fig. 2). — Variedad americana,


vigorosa. Frutos redondos o un poco aplastados, lisos, escarlata vivo y de unos 10
cm. de diámetro. La carne es de color rosa. Muy productiva, con marcada
resistencia a las enfermedades. Los tomates aguantan muy bien el transporte,
siendo muy conocidos en los principales centros consumidores del extranjero.

Trophy (fig. 3). — Variedad americana.


Planta muy vigorosa y de gran desarrollo. Fruto bien
conformado, lleno y de excelente calidad,
alcanzando de 6 a 12 cm. de diámetro por 4-7 de
espesor.
mercados.
Esta variedad se ha cultivado con buenos
resultados para la exportación a los mercados inglés
y alemán. Al cabo de cuatro o cinco cosechas,
obtenidas cada una con semillas procedentes de la
anterior, se observa alguna degeneración tanto en la
cantidad como en la calidad de la cosecha, defecto
que con más o menos intensidad se ha visto
comprobado con otras variedades de gran fama, por
lo cual es de aconsejar la renovación de semillas.

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Mikado escarlata (fig. 4). — Frutos muy gruesos, llenos, lisos y de una
belleza perfecta.

Grothen's Globe. — Variedad americana, fruto grueso, rojo brillante,


esférico, precoz. Variedad vigorosa, pero no muy resistente a las enfermedades.

Ponderoso escarlata (fig. 5). — Variedad bellísima por el extraordinario


desarrollo del fruto, que puede alcanzar un peso de 800 gramos. De origen

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americano. Vigorosísimo, cultivable en los terrenos de regadío y pingües, y


resistente a las enfermedades.
Altura de la planta, 1,50 m., con mucho follaje extendido, verde pálido. Los
racimos llevan rara vez más de dos frutos, redondos, rojos, con mucha pulpa y con
pocas semillas. Fertilidad notable y maduración en la época normal. Conviene para
hacer conservas, pero mejor para las familias, puesto que no soporta muy bien los
transportes y el fruto es demasiado voluminoso.

Marmande. — Variedad francesa. Planta de muy poco vigor pero muy


productiva; fruto grueso y medio, poco costilludo, precoz; tiene el defecto de que
en ciertos terrenos no madura perfectamente.
En Málaga y Almería se cultiva esta variedad, con producciones por hectárea de
26 toneladas los de primavera y 30 toneladas
los de invierno.

Rey de los tempranos (fig. 6). — De una


precocidad muy grande y su planta es
resistente a las enfermedades.

Perfección (fig. 7). — Semejante al


Maravilla de los mercados, pero de frutos más
gruesos, sabrosos y convenientes para todos
los usos. Vigoroso, resiste a las enfermedades
y a la sequía. La planta llega a 1,40 m. de
altura, con hojas escasas y pequeñas. Frutos
rojo-escarlata. gruesos, lisos y casi redondos.
Pulpa abundante, consistente y con pocas
semillas. Fertilidad extraordinaria, maduración
en la época normal.

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Ingegnoli (fig. 8). — Variedad italiana, derivada del Ponderoso y del San
Luis, variedades americanas. Muy vigoroso, resiste las enfermedades y la sequía.
El fruto es regular, esférico, de tamaño mediano, o de corteza lisa y rojobrillante.
Pulpa carnosa con pocas semillas. Fertilidad notable y maduración en la época
normal.

Rojo grueso o común (fig. 9). — Variedad antigua, muy vigorosa, de dos
a cuatro frutos reunidos en racimos, con costillas irregulares, gruesas, piel gruesa,
de color rojo vivo y más bien acuoso. Rústico, resiste bastante a las enfermedades
y es adecuado para los cultivos ordinarios.

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Siempre fructífero. — Tomate de todo el año. Recomendable para los


huertos, para el cultivo industrial y para conservar durante el invierno.
Planta vigorosísima, rústica, resistente a las enfermedades y a la sequía.
Altura de la planta 1,40 m.; follaje abundante, largo y con muchos frutos medianos
o menos que medianos; piel resistente, de color rojo vivo; pulpa consistente con
pocas semillas. Fertilidad extraordinaria; maduración prolongada desde fines de
julio hasta muy avanzado el otoño. Los racimos se conservan colgados durante el
invierno.

Variedades para conserva al natural pelado

Rey Humberto (fig. 10). — Variedad primera de conserva en el estado


natural o con los frutos pelados en salmuera. Mucho vigor y resistencia a las
enfermedades y a la sequía. Porte derecho con poco follaje; racimos numerosos,
con muchos frutos (de diez a doce) bilaterales, en forma de ciruela aplastada por
los cuatro lados, de color escarlata, carnosos y con pocas semillas. Fertilidad
extraordinaria; maduración gradual y continua desde agosto hasta la llegada del
otoño.

Otras variedades utilizadas para este objeto con la San Marzano, la


Lampadina (frutos en forma de lamparitas), la Fiascone, etc.

Variedades para la producción de concentrados

Para esta elaboración se precisan variedades con bayas de color rojo vivo,
provistas de surcos a fin de que resistan los transportes y permitan el lavado de la
piel durante las operaciones industriales. Los frutos deben desprenderse por
simple torsión de los sépalos y del pecíolo, para evitar que estas partes sean
estrujadas con el fruto.
Entre las variedades empleadas para este uso, mencionados la
Marmande, la Reine des Hâtives o Rey de los tempranos, Schoene von
Lothringen, Roma, Red Top, Ace, 1402, 2 Madara, VF 145, Ploudiuska,

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Mechanical Harvester. Chico, Konserva. Etc.

Variedades para la producción de zumo de tomate

A las tres categorías de variedades arriba mencionadas, podríamos añadir


una cuarta, es decir, las variedades de zumo. El zumo de tomate es una bebida
que se va difundiendo cada vez más por las cualidades que ya hemos descrito en
el capítulo anterior.
Entre estas variedades de zumo señalaremos las siguientes:

White ponderosa, de piel pajiza y de zumo casi incoloro;


Yelow ponderosa, de piel y zumo amarillos;
Oxheart (Corazón de buey), de piel rosada y zumo casi incoloro.

Por supuesto, para la preparación de excelentes zumos servirían también


variedades de jugo rojo.

Variedades españolas

Corriente. — Produce el fruto redondo, de 6 a 9 cm. de diámetro,


aplastado por ambos lados y marcado en sus bordes por algunos surcos.

Redondo. — Se distingue fácilmente porque la planta es más pequeña y


su fruto es enteramente redondo, liso, pequeña de 1,5 a 3 cm. de diámetro de
carne apretada y bastante aguante. No es variedad muy productiva.

Oblongo. — Así llamado por su forma, que es oblonga, adelgazado por el


pedúnculo y ensanchado por su extremidad opuesta. Tiene más de 4 cm. de largo
y su carne es fina y de mucho aguante. Esta especie es bastante productiva y muy
a propósito para el cultivo forzado.

Monstruo. — Fruto de gran tamaño y de peso hasta de 1 kg., siendo a la


vez muy prolífico. En la proximidad del pedúnculo forma un rodete ceniciento,
ancho y hueco, redoblándose sus lados por el envés y aproximándose de tal
manera que llegan a ocultar el pezón, pareciendo cada tomate la agrupación de
varios tomates de regular tamaño; es muy productivo pero se pudre con facilidad.

En el litoral mediterráneo se cultiva la variedad de fruto grande temprano,


que es muy precoz y productivo, siendo el que mejor se presta al cultivo forzado.
El de la variedad grande tardío, de fruto grande en forma de manzana muy
productivo también y de inmejorable calidad. El de la de albaricoque temprano,
de fruto casi redondo, más precoz que el anterior y extremadamente productivo. El
de la de albaricoque tardío, hueco y del tamaño de esta fruta, excelente para
conservar colgado en racimos hasta fines de invierno. El de la de pera (fig. 11), de

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forma de esta fruta, tamaño regular, hueco y excelente para comer en ensalada.

Conclusión

Entre tantas variedades, ¿cuáles debe elegir el agricultor? Repetimos que


para la producción de consumo directo o de mesa, destinada a los mercados
extranjeros, la elección debe recaer sabré las variedades inglesas y holandesas.
Probando y volviendo a probar una y otra vez, entre estas variedades hallará, sin
duda, la variedad precoz, suficientemente productiva y de fruto de buen tamaño,
que mejor responderá a las condiciones particulares del ambiente en el cual opera.
Conviene, sin embargo, no abandonar del todo el cultivo de algunas variedades de
fruto costilludo, las cuales son preferidas en los mercados nacionales, y gracias a
su precocidad, hallan fácil colocación en los mercados extranjeros, al menos hasta
que no abundan las variedades de fruto esférico-liso, inglesas y holandesas.
También para las variedades de conserva la elección debe ser hecha tras
repetidas pruebas, y esto porque no todas las variedades presentan en todos los
ambientes las mismas posibilidades de adaptación. Las variedades más
productivas, naturalmente, deben ser las preferidas, mas además de la
productividad digamos que es necesario considerar también el alto rendimiento en
conserva.
Para los cultivos industriales no hay que detenerse en las variedades
precoces, como para los cultivos de primor, sino que es necesario extender la
investigación también a las variedades de maduración intermedia y relativamente
tardía, al objeto de distribuir la producción en los diversos períodos de entrega a
las fábricas.
En cualquier caso, conviene no cultivar jamás una sola variedad. Múltiples
variedades aseguran mejor un buen resultado todos los años, puesto que no es
raro el caso en el cual se ha visto producir abundantemente una variedad que el
año anterior había producido escasamente, y dar una escasa producción la
variedad que el año procedente había dado un abundante producto. Cultivando
una sola variedad, a un año óptimo puede seguir uno pésimo, lo que ocurre más
difícilmente en el caso en el cual son cultivadas diversas variedades.

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Pequeño
huerto
familiar

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CAPÍTULO IV

CLIMA Y TERRENO

Condiciones climáticas

El tomate tiene preferencia por los climas cálidos y templado-cálidos, pero


a pesar de ello puede cultivarse en todas las zonas agrícolas de nuestro país. Si
su cultivo se realiza en regiones frescas y templadas será necesario protegerlo
convenientemente de los fríos y de las heladas, pues a menudo estos factores
adversos menoscaban apreciable-mente el rendimiento de la plantación. Un clima
caluroso y húmedo es propicio para las enfermedades; si, en cambio, es caluroso y
seco, trae como consecuencia la caída de los brotes (según Bian-chetti).
Las temperaturas próximas a 0°C. paralizan el desarrollo del tomate y por
debajo de dicho límite, con 2 o 3° bajo cero, corre ya un serio peligro de perderse
totalmente. Las mínimas de 8° ó 10°, cuando son muy repetidas durante la
floración, aunque sólo duren tres o cuatro horas cada día, hemos podido observar
que influyen notablemente en la disminución de la cosecha. En general, y salvo la
acción modificadora de los demás factores que constituyen el clima, una
temperatura media de 18° a 20°, sin retroceder de 12°, puede considerarse muy
favorable para el buen desarrollo y fructificación de la planta al aire libre; faltando
estas condiciones naturales deben suplirse con los recursos del cultivo de primor o
del forzado durante las épocas en que sea preciso su concurso.
En la parte más templada y meridional de Europa, como lo es el litoral
mediterráneo, puede cultivarse naturalmente el tomate durante el verano siempre
que las primeras fases del desarrollo se protejan contra fríos o heladas tardías. En

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

climas más benignos como lo son las provincias litorales de Andalucía Oriental, y
del Norte de África, se cosecha en cultivo natural desde diciembre, pero en los
plantíos de primavera hay que tomar ciertas precauciones. En zonas más
templadas, cual las costeras de las Islas Canarias, se produce bien al aire libre en
cualquier época del año, y en los climas cálidos de América Central, su desarrollo
en todo tiempo nada deja que desear.
Cuando la radiación es muy intensa, hay que prevenir el ataque de
enfermedades bacterianas y criptogámicas.

Condiciones de la tierra para el cultivo

Respecto al terreno, no se le pueden atribuir al tomate muchas ni


determinadas exigencias, pues le hemos visto prosperar en suelos de constitución
y composición muy diversa, si bien es natural que las tierras ricas y sueltas dan
mejores cosechas. El tomate prefiere pues tierras mullidas, frescas, fértiles y muy
permeables.
Los terrenos muy arcillosos presentan el inconveniente de que si el clima
es lluvioso en exceso, se le pueden originar grandes perjuicios al cultivo por los
encharcamientos de las aguas, pero si esto no es de temer, los suelos compactos
dan frutos más duros, consistentes y pesados que los que son excesivamente
sueltos. Además, los terrenos arcillosos e impermeables dificultan el desarrollo de
las raíces y son las causas más propicias para la propagación de las
enfermedades. Las tierras de esta naturaleza deberán corregirse por medio de
enmiendas adecuadas, drenajes, labranzas, etc.
Generalmente, el tomate se da bien en los terrenos requeridos por el
cáñamo, por la remolacha de azúcar, por el tabaco y por el maíz. De todas
maneras, puede dar buenos resultados incluso en terrenos más bien arenosos,
con tal de que se haga abundante uso de estiércol y de abonos químicos
nitrogenados. Lo mismo puede decirse para los terrenos arcillosos, con tal que
estos terrenos sean labrados muy bien y profundamente, y sean abonados con
mucho estiércol.
Generalmente, los terrenos muy adecuados para el cultivo del tomate se
hallan en el llano. Pero también en las colinas el cultivo ha hallado óptimas
condiciones de desarrollo, hasta el punto de que puede decirse que el producto
proveniente de las zonas montuosas es mejor aceptado por la industria, y esto
porque es más uniformemente maduro, menos acuoso, y por tanto con un mayor
rendimiento en conserva. Debemos, sin embargo, reconocer que en el llano la
producción es casi siempre más abundante.
Los terrenos sueltos de colina, sobre todo aquellos con una cierta
pendiente, hay que preferirlos siempre en el caso del cultivo del tomate de mesa.
Estos terrenos, recibiendo las radiaciones solares con una inclinación menor, se
calientan mejor y más fácilmente, por lo cual en ellos la planta halla aquellas
condiciones de temperatura que le son necesarias para una maduración precoz del
producto. Esto tiene una gran importancia, puesto que —como ya hemos dicho—
en el cultivo de primor es necesario ante todo apuntar a obtener una producción

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

que madure precozmente.


Para alcanzar mejor tal objetivo, conviene además elegir terrenos no muy
profundos y no muy pingües, puesto que de otro modo se tienen desde luego
plantas de gran desarrollo y con abundante producción, pero estas plantas nos dan
un producto que madura con retraso.
Los terrenos de coloración negra y rojiza se prestan más a los cultivos
precoces, porque con motivo de tal coloración absorben mejor el calor solar.
Por lo que se refiere a la fertilidad de los terrenos a destinar al tomate,
como haremos destacar mejor al tratar del abonado, digamos que estos
terrenos no deben estar faltos de fósforo, de calcio y sobre todo de potasa.
Generalmente, por tanto, los terrenos de llanura, muy profundos, frescos y
pingües, especialmente si son un poco compactos, debe destinarse al cultivo
industrial, mientras los de colina, medianamente profundos, no pingües, con una
leve pendiente, y sobre todo sueltos, deben destinarse al cultivo precoz de mesa.
La tomatera, además, requiere terrenos irrigados, especialmente en las
regiones donde faltan las lluvias estivales. De todas maneras, el cultivo puede
practicarse ampliamente también en terrenos secos. En estos terrenos se tiene
una mayor precocidad de maduración, pero el producto es mucho menos
abundante, y a menudo de tamaño más pequeño.

Rotación de cultivos

Llámese rotación al orden con el cual los diversos cultivos se suceden


sobre la misma parcela de terreno durante un cierto número de años.
Naturalmente, no todas las plantas tienen las mismas exigencias, y las mismas
posibilidades de absorción y de aprovechamiento de la fertilidad del terreno, y no
todas requieren las mismas labores y los mismos abonados. Es necesario por
tanto, alternar las plantas sobre el mismo terreno de modo que a una suceda otra
con exigencias distintas, si no completamente opuestas.
No teniendo, por tanto, todas las mismas exigencias, las plantas se
pueden distinguir en dos grupos: uno de plantas mejoradoras, y uno de plantas
liquidadoras. El primer grupo de plantas no empobrece el terreno, sino que lo deja
en condiciones de fertilidad tales que puede recibir otro cultivo sin necesidad de
grandes labores, y casi sin necesidad de abonados. El segundo, en cambio, deja el
terreno casi agotado, y por tanto necesitado de muchas labores y de abundantes
abonados.
La tomatera está comprendida entre las plantas de renovación como el
maíz, la remolacha, el cáñamo, la patata, la cebolla, el tabaco y otras. Estos
cultivos son llamados de renovación porque generalmente ocupan el primer puesto
de la rotación y exigen labores, como dice el término, de renovación, es decir, un
conjunto de operaciones diversas cuya eficacia debe hacerse sentir no sólo sobre
el cultivo de renovación sino también sobre los que siguen en la rotación.
Tales cultivos son también llamados preparatorios porque dejan el terreno
en buenas condiciones físicas para las plantas que siguen, que son trigo, cebada y
avena las cuales en cambio son consideradas liquidadoras de la fertilidad del

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terreno, en cuanto absorben notables cantidades de elementos fertilizantes y lo


dejan exhausto e infestado de malas hierbas. A este segundo grupo de plantas
siguen en la rotación las mejoradoras, constituidas por las leguminosas forrajeras,
alfalfa y tréboles principalmente, las cuales enriquecen el terreno de nitrógeno
atmosférico directamente a través de las raíces, los céspedes y las hojas e
indirectamente a través del estiércol del ganado que permiten criar.
Las plantas de renovación son todas las plantas escardadas porque
durante el curso de su vegetación necesitan repetidas labores: cavas, escardas,
aporcados por lo cual al final del cultivo el terreno permanece mullido, limpio de
herbáceas y bien preparado para recibir el trigo u otro cereal.
Son cultivos activos porque requieren mucho trabajo; la tomatera incluso
es uno de los más activos. En líneas muy generales se calculan necesarias las
siguientes cifras de mano de obra fija: 160 jomadas-hombres para cultivar una
hectárea de tomateras, 80 para una hectárea de remolachas, 65 para una hectárea
de maíz, mientras requiere 40 para el prado artificial y 37 para el trigo.
La tomatera es una de las plantas que más fatiga el terreno por lo cual es
un error incluirlo en rotaciones breves. Hay zonas donde la productividad de la
tomatera ha ido disminuyendo notablemente a consecuencia del retorno
demasiado frecuente de esta planta sobre el mismo campo.
Todavía no se ha podido precisar la causa de esta fatiga, muy evidente
para algunos cultivos tanto herbáceos como arbóreos: tal vez una acumulación de
sustancias que son tóxicas para la planta misma que las ha emitido, acompañada
de un enriquecimiento del terreno de elementos patógenos específicos del cultivo.
Cuanto más larga es la rotación, más seguros y duraderos son los
resultados que se obtienen de la tomatera. Los cultivos más vigorosos y fértiles se
tienen sobre terrenos nuevos al cultivo. El tomate no debería volver sobre el mismo
terreno antes de que hayan transcurrido al menos 4-5 años.
Es buena norma al término de un cultivo de tomate no enterrar los residuos
(tallos, bayas y raíces) que quedaron sino quemarlos sobre el campo.
En general, los cultivos mejoradores están en cabeza de la rotación, por lo
cual ocupan el terreno en el primer año. En el caso de que en una parcela de
terreno cultivásemos tomate y trigo, tendremos la siguiente rotación:

Primer año, tomate


Segundo año, trigo

Casi siempre, sin embargo, se practica un mayor número de cultivos, por


lo cual la rotación deviene más larga. Así, siendo en la hacienda indispensable
también una cierta cantidad de forraje, al trigo se hace seguir el prado artificial, de
arveja o de otro, al cual, siendo también éste un cultivo mejorador, seguirá también
el trigo. La rotación sería la siguiente:

Primer año, tomate


Segundo año, trigo
Ter c e r a ñ o , p r a d o a r t i f i c i a l
Cuarto año, trigo

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

El prado artificial, si fuese de trébol o alfalfa, naturalmente, ocuparía el


terreno durante más de un año.
Estos serían los tipos de rotación más simples, tipos que se encuentran en
el gran cultivo en pleno campo. En las regiones de horticultura intensiva las
rotaciones devienen más complejas. A menudo se puede decir qque una verdadera
rotación no existe, en cuanto que los diversos cultivos se suceden
ininterrumpidamente los uno a los otros, y sin un orden bien definido, y a menudo
son asociados juntos. En unos huertos, el tomate sigue a la patata o a la coliflor, o
bien un prado otoño-primaveral; en otros, en el mismo año va seguido de las judías
de desgranar, o del maíz, o bien del sésamo, y el año siguiente de la habichuela,
otro cultivo mejorador.
Pero en tales casos,, es siempre conveniente hacer seguir de tanto en
tanto el trigo. El uso continuado de cultivos hortícolas lleva en el terreno una
acumulación excesiva de sustancias orgánicas, lo que favorece al desarrollo de las
enfermedades criptogámicas y de los insectos nocivos. El trigo —por así decirlo—
quema la sustancia orgánica haciendo difícil el desarrollo de las enfermedades y
de los insectos, por lo cual no debe considerarse exagerado si decimos que el trigo
«desinfecta» el terreno.
La tomatera, como todas las plantas en general, se sucede mal a sí
misma. Esto puede tolerarse, y por un par de años solamente, en terrenos
cultivados de tomate por primera vvez, para los cuales —como suele decirse— el
cultivo es «nuevo». En la aplicación racional de la rotación, en general,
compatiblemente con la conveniencia económica de los diversos cultivos, es
buena norma hacer volver la misma planta sobre el mismo terreno después del
mayor número de años posible.

Asociación de cultivos

Mediante la asociación, es decir, el cultivo simultáneo de dos o más


especies sobre el mismo campo, se trata de obtener una suma de productos cuyo
rendimiento sea mayor del obtenible con el cultivo especializado de cada planta.
Una asociación, para seré racional, debe respetar determinadas normas
que se resumen en el hecho de que los cultivos asociados no deben perjudicarse
entre sí y si es posible deben proporcionarse mutuas ventajas. Los
perfecionamientos alcanzados por los medios técnicos de producción,
especialmente por los mecánicos, no han favorecido la difusión de las
asociaciones por lo cual la tendencia de hoy día está precisamente orientada hacia
la especialización de los cultivos. Sin embargo, incluso en las zonas donde el
cultivo del tomate está más difundido y perfeccionado no es difícil encontrar alguna
asociación. Las más comunes están representadas por estas combinaciones:

Tomate-maíz. — Sobre las filas de tomateras a distancia de 3-4 metros se


cultivan plantas de maíz solas o emparejadas. El leve perjuicio sufrido por las
tomateras es compensado por una discreta cosecha de maíz. El maíz se siembra
al mismo tiempo que el tomate o mejor quince días después.

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Esta asociación la consideramos indicada para algunas variedades de


tomate, como por ejemplo la Marmande, que siendo poco vigorosa y con aparato
foliar poco expansionado tienden a exponer las bayas a los golpes del sol. En este
caso las plantas de maíz se ponen más espesas sobre la fila, a la distancia de 1-2
metros.

Tomate-guisante. — El terreno se prepara con tiempo pues el guisante


debe ser sembrado lo más pronto posible. Las variedades de guisante más
indicadas son las enanas sembradas entre las filas de tomate en filas continuas
simples o emparejadas (distantes 40 cm.). Si la estación lo permite se siembra el
guisante en febrero; el tomate a primeros de abril; el guisante está pronto para la
cosecha, que se efectúa en una o dos veces, antes de que el tomate tenga
necesidad de mayores cuidados. Esta consociación es bastante frecuente en las
zonas donde existen fábricas de conservas de guisantes.

Tomate-remolacha. — Trátase de dos plantas cuyas raíces profundizan


bastante, por tanto su asociación es poco aconsejable; sin embargo, no es difícil
de ver. Generalmente son las remolachas forrajeras o semiazucareras que se
siembran contemporáneamente con el tomate entre las filas de éste, en fila simple
y distanciadas 2-3 m. Esta asociación debe evitarse en lo terrenos no regables.

Tomate-coliflor. — Las plantitas de coliflor, criadas en semillero, se


trasplantan a fin de julio entre las filas de tomate el cual a fin de agosto deja libre el
campo.

Tomate-patata. — Aconsejable especialmente cuando son de temer daños


de la dorífora, coleóptero que daña el tomate y otras solanáceas cuando no
encuentra cultivos de patatas.
Los tubérculos se plantan entre las filas de tomatera a la distancia de 2-3
metros y hasta más; si hay doríforas es fácil combatirlas concentrando la lucha,
mediante tratamientos líquidos insecticidas, solamente en las patateras.

Numerosas son las asociaciones que se aplican en los huertos industriales


donde se cultiva tomate. Tales son, por ejemplo:
a) tomate trasplantado en abril sobre cultivo de cebolla sembrada en
septiembre; sobre el tomate es transplantada la endivia en agosto, la cual es
seguida del hinojo trasplantado en octubre;
b) siembra en febrero de judías verdes; trasplante o siembra directa del
tomate en mayo; trasplante de la coliflor en agosto entre las tomateras.

Sistematización del terreno

La sistematización de los terrenos, encaminada a asegurar en los períodos


secos una suficiente reserva hídrica y evacuar en los períodos húmedos el exceso
de humedad y a permitir, donde es posible, el ejercicio de la irrigación, está en la

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base de todo progreso agrícola. El suelo agrícola ha experimentado a través de los


siglos, por el arte de de sus cultivadores, una profunda, lenta pero grandiosa
transformación gracias a la cual sobre tierras incluso ingratas han sido creadas
zonas agrarias de intensos y óptimos cultivos.
Numerosas son las sistematizaciones que pueden encontrarse donde se
cultiva tomate y puede decirse que cambian de región a región. Dada la naturaleza
del presente trabajo no podemos entrar en detalles y soló deseamos recordar que
incluso donde la superficie del suelo está ya desde mucho tiempo antes
subdividida en campos, limitados por zanjas, canales, caminos, arboledas, etc., no
siempre las superficies de estos campos se hallan bien sistematizadas y niveladas
para permitir el mejor cultivo.
El trabajo de nivelación de las superficies, tan eficaz para la evacuación de
las aguas de lluvia, es indispensable para una buena y uniforme distribución del
agua de irrigación. Hoy día el gasto de esplanación de las superficies no es ya
gravosa como un tiempo cuando todas las operaciones se debían efectuar a mano.
Todas las haciendas deberían poseer una excavadora, el instrumento universal
que permite la nivelación de las superficies en breve tiempo y con poco gasto.
La sistematización de los campos, una vez efectuada, si las labores
periódicas se hacen con cuidado, permanecen por largo tiempo y las ventajas que
de ellas se obtienen son enormes.

La preparación del terreno

La preparación del terreno y las labores no son iguales para todas las
plantas; cada una tiene exigencias propias y la técnica cultural experimenta
modificaciones según el ambiente, clima y terreno, y según el puesto ocupado en
la rotación.
El tomate es planta de renovación que desarrolla su ciclo en los meses
estivales y por tanto requiere labores preparatorias del terreno profundas y labores
culturales repetidas. Debe considerarse un cultivo preparador del terreno porque lo
deja en buenas condiciones de porosidad y limpio de las malas hierbas a condición
sin embargo de que los riegos hayan sido suspendidos en la primera quincena de
agosto, que la cosecha del tomate sea ultimada dentro del mes de septiembre, y la
laboración del terreno que espera el trigo sea hecha inmediatamente después.
Cuando no existían los potentes tractores de hoy, capaces de hundir el
arado a profundidades de hasta un metro, para profundizar el surco, se recurría al
volteo de la tierra para que la eficacia de la labor de renovación se hiciese sentir no
sólo sobre el cultivo que abría la rotación sino también sobre los otros del ciclo.
Para este cultivo, como por lo demás para todos los de renovación (maíz,
remolacha, cáñamo, tabaco, patata, etc.) son necesarias labores profundas
mediante las cuales pueden incorporarse al suelo ingentes cantidades de abonos
orgánicos (estiércol, etc.) y se da la posibilidad al terreno de almacenar la mayor
cantidad de agua a fin de que las plantas se beneficien de ella en los períodos
estivales.
En un terreno labrado profundamente, las raíces descienden con rapidez

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en las capas subyacentes y se esparcen en todos los sentidos. Labores profundas


no sólo en los terrenos secos sino también donde hay posibilidad de riego.
Las labores de renovación, generalmente, se inician en verano con una
labor de arado muy superficial (sirven muy bien al objeto los arados de rejas
múltiples) mediante la cual se evita la excesiva desecación del terreno y al mismo
tiempo se destruyen todas las malas hierbas. Esta labranza es seguida después
en otoño por otra profunda que constituye la base de la renovación.
En las haciendas mejor utilladas y donde los cultivos son conducidos
racionalmente son normales las labores de arado de renovación a 50-60 cm. de
profundidad. La profundidad de la labor debe aumentar al aumentar la
compacticidad del terreno; en las tierras fuertes, tenaces, la labor fundamental es
necesario sea realizada al acabar el verano a fin de permitir al terreno removido
por el arado permanecer expuesto a los agentes atmosferícos y experimentar,
después, en ei invierno, la acción disgregadora y bonificadora del hielo y del
deshielo.
Estas labores deben ser completadas en otoño mediante la apertura sobre
los terrenos, con sur-cadores comunes, de una bien dispuesta red de surcos los
cuales tienen por objeto asegurar la rápida y segura evacuación del agua en los
períodos prolongados de lluvia o durante la fusión de las nieves. El agua que se
estanca en la superficie del suelo es siempre perjudicial, no sólo a las plantas, sino
también al terreno.
Debemos recordar que cualquier labor del terreno debe ser realizada
cuando éste está en tempero, o sea en el justo grado de humedad. Es peligroso
labrar terrenos excesivamente húmedos, especialmente aquellos ricos de arcilla,
como también arar terrenos que tienen la capa superficial humedecida por una
reciente, ligera, lluvia. Se pueden formar costras, a la profundidad alcanzada por la
labranza, que impedirán después la filtración del agua y la profundización de las
raíces. Estos costrones se pueden formar también cuando se ara siempre a la
misma profundidad, provocados por el deslizamiento del talón del arado. También
por este hecho conviene alternar labores profundas y labores menos profundas las
cuales quedan reservadas a las otras plantas que siguen en la rotación.

Labores primaverales

La siembra, o el trasplante, de la tomatera, va precedida de otras


operaciones de repaso, gradeo, asurcado, apisonado. Con tales labores se quiere
eliminar las malas hierbas que eventualmente hubiesen crecido, colmar los huecos
que se hubiesen formado entre terrón y terrón con la labor profunda, desmenuzar
el terreno y hacer parejas las superficies, regular la circulación del agua, favorecer
la germinación de las semillas.
Tratándose de confiar al terreno una semilla pequeña y delicada el
desmenuzamiento de éste antes de la siembra debe ser muy cuidado y más en los
terrenos compactos que en los de consistencia media y sueltos.
A final de invierno, apenas la estación lo permita, los campos destinados a
recibir la tomatera se repasan. Esta labor consiste en una aradura ligera con arado

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de rejas múlitples a la profundidad de 15 cm. Se realiza sólo en la eventualidad de


que los terrones levantados por el arado en el otoño precedente se hayan
recubierto de vegetación espontánea.
En las tierras arcillosas o tendentes a la arcillosidad no siempre es posible
tal operación porque se llega a la época de la siembra con el terreno rico de
humedad y entonces, no pudiendo entrar en los campos ni con el tractor ni con los
animales, la preparación del terrenos se realiza mediante una buena labor de
zapa.
En otros casos, tierras de consistencia media, la preparación es ultimada
mediante una serie de gradeos longitudinales y transversales. Se usan gradas de
diversos tipos pero las más difundidas son las de hojas curvadas flexibles,
llamadas en algunas zonas, cultivadores, y las de dientes rígidos o de órganos
rodantes. En las haciendas mejor utilladas estas operaciones se realizan con
máquinas ligeras. Hoy día las máquinas para estas labores no se cuentan, son
numerosísimas y perfeccionadas. Tienen un solo inconveniente: su coste es
todavía bastante elevado.
Rotos y desmenuzados los terrones, niveladas las superficies, los campos
son generalmente sistematizados en arriates de 1,60-2,00 metros de anchura; la
anchura es proporcional al desarrollo que asumirán las plantas. Llegados a este
punto conviene tener presente antes de la siembra dos cosas: la apertura de los
surcos de riego, naturalmente donde exista posibilidad irrigatoria, y el trazado de
caminos provisionales sobre los campos mismos los cuales deben servir para el
depósito de las cajitas de recolección y el transporte del producto fuera del campo.
El terreno destinado a los caminos provisionales no es sembrado de
tomates sino con otras plantas que dan producto antes de la maduración de éstos;
generalmente avena, prados artificiales, leguminosas de semilla y hasta
remolachas las cuales también recolectándose en agosto no obstaculizan
excesivamente las operaciones de recolección del tomate y circulación.

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CAPÍTULO V

ABONOS

La fertilización del suelo

No hace falta gastar muchas palabras para demostrar la utilidad y la


importancia del abonado. En efecto, el enorme y gradual aumento en el consumo
de abonos químicos y su introducción hasta en las zonas más altas, alejadas y a
trasmano, donde mayormente gravan los gastos de transporte y de esparcimiento,
atestiguan que por todos es hoy día comprendida la eficacia y la conveniencia
económica de un buen abonado. No puede tener la pretensión de llamarse buen
agricultor aquel que no se preocupa de mejorar la fertilidad del terreno sobre el
cual opera al objeto de aumentar el rendimiento unitario de los diversos cultivos y
disminuir los costes de producción.
No por todos es conocida la técnica de un racional abonado la cual está en
relación con la especie cultivada, el puesto ocupado por ésta en la rotación, con la
naturaleza y frescura del terreno; clima y otros factores.
En las páginas precedentes se ha dicho que la tomatera es planta de
renovación y como tal el terreno sobre el cual es cultivada recibe una serie de
labores cuya eficacia debe hacerse sentir no sólo sobre el cultivo de renovación
sino también sobre los otros de rotación; lo mismo debe decirse para el abonado y
sobre todo por el orgánico a base de estiércol. En las rotaciones que
precedentemente hemos considerado la planta forrajera ocupa una superficie que
varía de un mínimo del 40 % a un máximo del 50 % del sembrado, lo que significa
tener abundancia de forraje, posibilidad de mucho ganado y, por consiguiente,
mucho estiércol.
Estamos firmemente convencidos de que no puede haber un decidido
progreso en la hacienda sin la adopción de una rotación equilibrada en la cual sea
dado amplio lugar a las leguminosas forrajeras las cuales enriquecen el terreno de

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nitrógeno tomándolo de aquella fuente inagotable que es la atmósfera. Hay que


tener presente de todas maneras que aun incorporando al terreno todo el estiércol
producido en la finca éste no es suficiente para mantener inalterado el balance de
la fertilidad porque con el estiércol vuelven al suelo sólo una parte de los
elementos fertilizantes, fósforo, nitrógeno, potasio, calcio, etc., que le han sido
sacados con los diversos productos. Para mantener, o mejor, aumentar, la fertilidad
es necesario integrar el abonado orgánico con el químico. El estiércol, aunque
pobre de estos elementos fertilizantes, debe considerarse siempre el mejor de los
abonos porque enriquece el terreno de sustancia orgánica, capaz de mejorar sus
cualidades físicas, de microorganismos los cuales provocan fermentaciones
utilísimas para la vida de las plantas. No alcanzamos a comprender cómo un
abono tan precioso e importante, sea en muchas fincas descuidado y mal
gobernado en las varias fases que llevan a su maduración. El estiércol es el
verdadero moviliza-dor de la fertilidad del terreno; la mayor parte de la producción
de la hacienda debería estar reservada a las plantas de renovación que mejor que
las otras saben utilizarlo.
El estiércol es incorporado al terreno bien maduro,4 con la labor profunda
de arado. Grave error es adoptar estiércol pajoso todavía no descompuesto. En las
zonas secas y de escasa precipitaciones, donde la cantidad de ganado es
deficiente, para enriquecer el terreno de sustancia orgánica se puede recurrir a la
práctica del abono verde la cual consiste en enterrar, con la labor de arado, un
cultivo de haba, trébol encarnado, arveja u otra leguminosa.

Sustancias necesarias para la vida de las plantas

Todas las plantas absorben del terreno numerosas sustancias, entre las cuales
recordamos: el nitrógeno, el fósforo, la potasa, la cal, el silicio, el sodio, el hierro, el
magnesio, etc. Algunas de estas sustancias —por ejemplo el fósforo y el hierro—
son precisamente indispensables a la vida de la planta, la cual muere si en el
terreno falta aunque sea una sola. Otras sustancias —por ejemplo el sodio y el
silicio— las plantas pueden prescindir de ellas casi sin daño.
De las sustancias indispensables para la vida de la planta, algunas —por
ejemplo el azufre y el hierro— se encuentran casi siempre en el terreno en la
cantidad suficiente para las necesidades de la planta, por lo cual el agricultor
puede despreocuparse de ellas. Otras sustancias, en cambio, o no se encuentran
en el terreno, o se encuentran casi siempre en cantidades no suficientes para las
necesidades de las plantas. Son estas las sustancias que el agricultor debe llevar
al terreno con los abonados. Estas sustancias son el nitrógeno, el fósforo y el
potasio.
Evidentemente, todas las plantas tienen necesidad de estas tres
sustancias, pero no todas las necesitan en la misma medida. Veamos cuales son a
este respecto las exigencias del tomate. Digamos enseguida que al tomate, por la
abundancia de las producciones de que es capaz, por el rápido desarrollo que
debe conseguir en breve tiempo, como también por el puesto que ocupa en la

4 ... de lo contrario será fuente de plagas y enfermedades para las plantas.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

rotación, necesita un abonado abundante y completo.


El tomate contiene en mil partes:

En el fruto fresco En los tallos secos


Nitrógeno 1,65 15,62
Fósforo 0,94 1,86
Potasa 4,32 20,31

Si consideramos, ahora, una producción de 400 quintales de frutos y 10


quintales de tallos por hectárea, podemos calcular para cada una de las tres
sustancias la cantidad que el cultivo extrae del terreno.
Estas cantidades son las siguientes:

Con el fruto fresco Con los tallos secos Total


Nitrógeno kgr. 66,00 15,62 81,62
Fósforo kgr. 37,60 1,86 39,46
Potasa kgr. 172,80 20,31 193,11

De esto se ve en seguida que el tomate tiene mucha necesidad ante todo


de potasa y después de nitrógeno y de fósforo.
En el caso del tomate, como también en otros casos, hay que tener en
cuenta también otra sustancia, y precisamente la cal. Mientras para muchos
cultivos el agricultor la puede descuidar, no es así para el tomate, el cual absorbe
del terreno la cal casi en la misma medida que la potasa.
Hemos visto pues las cantidades de nitrógeno, de fósforo y de potasa que
el tomate saca del terreno con una producción de 400 quintales de frutos y 10
quintales de tallos. Para que el terreno no se empobrezca, y por tanto no
disminuyan con el tiempo las producciones, es necesario que dichas sustancias
sean restituidas al terreno al menos en las mismas cantidades sacadas.
El agricultor puede restituir al terreno las sustancias sacadas mediante los
abonos, los cuales son orgánicos y químicos. Entre los abonos orgánicos
recordemos el estiércol 5 y el pozo negro 6, y entre los abonos químicos el sulfato
amónico, la calciocianamida, el nitrato amónico, el nitrato de sosa y el nitrato de
calcio para los abonos nitrogenados; el perfosfato mineral, el perfosfato de huesos,
las escorias Thomas y los fosforitos para los abonos fosfáticos; el sulfato de potasa
y el cloruro de potasa para los abonos potásicos 7. Un abono nitrogenado y
fosfático al mismo tiempo, muy conocido de los agricultores, es el fosfato biamó-
nico.

5 .- procedente de bobino y aves de corral. También guano. (Nota de los editores)


6 .- Purines completamente fermentados; nunca frescos pues envenenarían la tierra y plantas con nitritos.
(Nota de los editores)
7 .- Numerosas experiencias de campo han demostrado que un buen abonado orgánico; el barbecho;
compostaje de superficie durante el invierno usando por ej. veza, alfalfa, etc.; y una inteligente rotación
de cultivos hacen innecesaria la presencia de abonos de origen químico que en última instancia tan solo
influirán en ligero aumento de la cosecha. Por otro lado la presencia de abonos químicos influirán en una
planta más débil, propensa a enfermedades y ataques de plagas lo que la hará dependiente de más
fertilizantes, plaguicidas y parasiticidas. Es el pez que se muerde la cola.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

No vamos a describir aquí todos estos abonos. Hoy día, los agricultores
leen bastante y difícilmente se hallará uno solo, el cual en su pequeña biblioteca
no tenga un opúsculo que trate más o menos ampliamente de los abonos
orgánicos y de los abonos químicos.

Práctica del abonado

Pasemos ahora a tratar la práctica del abonado, y precisamente de la


cantidad de abonos a emplear, y del modo de efectuar el esparcimiento.

Abonado con el estiércol. — El estiércol, salvo algún caso rarísimo que luego
veremos, no debe faltar jamás en el abonado del tomate, sea de mesa o sea de
conserva, y cualquiera que sea el terreno en el cual deba practicarse el cultivo. El
estiércol es un abono completo, y con mucha justicia es llamado el rey de los
abonos. Contiene, en efecto, todas las sustancias que la planta necesita, incluso
aquellas de las cuales podría prescindir. Además, con su masa misma, es decir,
con su masa de sustancia orgánica, el estiércol mejora las condiciones del terreno,
haciéndolo más adecuado para la vida de las plantas. Un buen abonado con
estiércol, de hecho, hace más mullido y más aireado un terreno compacto,
mientras hace más consistente un terreno arenoso y demasiado suelto. Los
terrenos áridos, luego, los hace más frescos, poniéndolos en condiciones de
retener mejor la humedad, que tanto necesitan las plantas, especialmente en el
cultivo de secano.
El abonado del tomate, por tanto, debe tener por base el estiércol; los
abonos químicos, como veremos seguidamente, deben solamente integrar y
completar este abonado.
Pero veamos entretanto qué cantidad de estiércol hace falta emplear para
abonar bien el tomate. Hemos dicho que un producto de 400 quintales de frutos y
10 quintales de tallos —entre lo demás— saca de una hectárea de terreno 81,62
kg. de nitrógeno. Dado que, por término medio, en 1.000 kg. de estiércol están
contenidos 4,5 kg. de nitrógeno, tendremos que para restituir al terreno la cantidad
de nitrógeno harían falta 180 quintales aproximadamente de estiércol
Digamos en seguida que empleando una tal cantidad de estiércol no
haríamos un buen abonado, o —como es mejor decir— un abonado racional. De
hecho, junto a los 81,62 kg. de nitrógeno, el cultivo extrae del terreno 193,11 kg. de
potasa, que pueden restituirse con el uso de 382 quintales de estiércol. Y esto
porque la potasa —por término medio— está contenido en el estiércol a razón de 5
kg. por cada 1.000 kg.
Con un tal abonado, pero, llevaríamos al terreno la cantidad justa de
potasa que el cultivo absorbe, pero le llevaríamos también 170,10 kg. de nitrógeno,
y esta es una cantidad de nitrógeno superior a las necesidades del cultivo, lo que
en muchos casos podría perjudicar.
En la práctica del abonado, además, es necesario tener en cuenta la
naturaleza del terreno, y en nuestro caso también el cultivo, y esto es si se trata de
cultivo de mesa o bien de conserva. Y aquí digamos en seguida que de estiércol se

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debe emplear una cantidad mayor en terrenos magros y arenosos, una cantidad
menor en tierras negras, humíferas y que tengan una buena consistencia, y se
debe emplear una cantidad mayor para el tomate de mesa.
Debemos recordar además que los elementos fertilizantes —por diversos
motivos— no son absorbidos por el cultivo en toda la cantidad inmiti-da en el
terreno, y que es necesario tener en cuenta también las exigencias del cultivo que
seguirá en el año siguiente.
Por todo esto decimos que no es posible dar une fórmula de abonado
precisa y única que pueda servir en todos los casos, y que es el agricultor mismo,
gracias a su larga experiencia, que puede establecer las cantidades de abonos
más convenientes a su caso.
De todas maneras, por lo que respecta al estiércol, digamos que no hay
que emplear menos de 400 quintales por hectárea en el caso del tomate de
conserva, e incluso más en terrenos negros y arenosos, y que hay que emplear
150 a 200 quintales en el caso del tomate de mesa, y hasta un poco menos si nos
hallamos en presencia de terrenos pingües y humíferos.
Por lo que respecta al tomate de mesa, el empleo de una fuerte cantidad
de estiércol nos da plantas muy vigorosas y con excesivo desarrollo herbáceo, es
decir, plantas capaces de una abundante producción, pero que maduran con
retraso. En terrenos, donde la ausencia de sustancia orgánica seguramente no ha
sido abundante, terrenos, pero, frescos y profundos, de hecho, hemos asistido a
óptimas y precoces producciones incluso empleando solamente algunos
centenares de quintales de estiércol.
En terrenos profundos, pingües, ricos de sustancia orgánica,
especialmente si están infestados por los elaterios, el abonado orgánico —de tanto
en tanto— puede precisamente excluirse. En este caso, pero, es necesario recurrir
a un abundante y completo abonado químico.
El abonado con estiércol no debe practicarse tampoco en el caso que el
tomate sigue a un cultivo abundantemente abonado, o bien es trasplantado a
terreno ya ocupado por otro cultivo, como ocurre cuando el tomate es asociado
con la patata. En un predio hortícola el estiércol no debe faltar nunca. En el caso
de que falte, se puede sustituir —hasta cierto punto— con un buen abonado verde
de haba, arveja, trébol, etc.

Abonado químico. 8 — Como hemos dicho, el abonado químico debe


integrar y completar el orgánico. Éste, por tanto, debe ser hecho siempre. Por lo
que se refiere al abonado nirtogenado, el agricultor ha de elegir entre los
siguientes abonos: nitrato de sosa, nitrato de calcio, nitrato amónico, sulfato
amónico y calciocianamida.
Entre el nitrato de sosa y el calcio conviene elegir este último, puesto que

8 .- Los editores han cultivado 4 variedades de tomates a lo largo de 5 temporadas obteniendo cosechas
normales sin haber utilizado nunca abonos químicos. Solo hemos observado la rotación de los cultivos;
simbiosis entre plantas; siembra de plantas aromáticas e insectífugas alrededor de las tomateras;
estiercol y purines completamente fermentados; barbecho, mulching. El meldew ha sido evitado triturando
mineral ('piedras') de sulfato de cobre que se han dejado reposar en agua durante 24 horas y después
aplicada con una fumigadora de mochila. Todos los elementos que precisan las tomateras y cualquier
hortaliza han de encontrarse en el abono orgánico. Eventualmente y si la disponibilidad económica lo
permite, se podrán añadir zeolitas.

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el nitrato de calcio lleva al terreno una cierta cantidad de cal, que como hemos
visto resulta de gran utilidad para las tomateras.
El nitrato amónico es preferible sobre todo en los terrenos arenosos y
sueltos, puesto que en estos terrenos el nitrato de sosa y el nitrato de calcio se
dispersan fácilmente, lo que no ocurre con el nitrato amónico.
Como es sabido, los nitratos son usados en cobertura, y esto es cuando
las plantitas han llegado a un cierto desarrollo, mientras el sulfato amónico y la
calciocianamida deben usarse a la siembra.
El sulfato amónico y la calciocianamida son dos abonos nitrogenados que
merecen igualmente ser usados. En terrenos pobres de cal, pero, conviene preferir
la calciocianamida.
Entre el abonado en cobertura y el a la siembra hay que preferir el
abonado a la siembra, puesto que de este modo la plantita puede disfrutar de una
abundante alimentación desde el nacimiento. Al abonado en cobertura hay que
recurrir sólo en el caso que la plantita, no obstante el abonado hecho a la siembra,
demuetre tener necesidad de nitrógeno.
En cuanto a la cantidad de abonos químicos nitrogenados a emplear,
digamos que hace falta proceder con mucha atención. Un exceso de nitrógeno
provoca un excesivo desarrollo herbáceo de la planta, haciéndola —al mismo
tiempo— más fácilmente atacable por parte de las enfermedades criptogámicas.
Además de esto se tiene que el fruto madura a menudo con notable retraso,
resultando también con pulpa poco consistente y poco resistente a los largos
transportes. Se tiene, por tanto, que las mayores cantidades de abonos
nitrogenados (3-4 quintales e incluso más) deben usarse para el tomate de
conserva, mientras para el tomate de mesa tales cantidades hay que reducirlas a
1-2 quintales. Solamente en terrenos muy arenosos, hasta para el tomate de mesa
resulta conveniente el empleo por hectárea de 3-4 quintales de abonos
nitrogenados.
El fósforo y la potasa hay que darlos precisamente en exceso. El fósforo y la
potasa, pero sobre todo la potasa, confieren a la tomatera un general bienestar
vegetativo, que la predispone a una producción más abundante y más precoz. El
fruto, además, adquiere un bonito aspecto brillante y atrayente requerido en los
mercados de consumo, así como un mejor sabor y una mayor consistencia, y por
tanto una mayor resistencia a los transportes.
Para el abonado fosfático no hay dificultad de elección, puesto que el
abono más difundido en el comercio es el fosfato mineral. Hay, sin embargo, para
elegir entre perfosfato de bajo título y perfosfato de alto título, es decir, entre
perfosfato 14/16 y perfosfato 18/20, 20/22, etc. A este respecto, digamos que la
preferencia debe ser por el perfosfato 14/16 porque con este abono —al mismo
tiempo— se lleva al terreno una mayor cantidad de cal.
Como la mayoría de nuestros terrenos son pobres de fósforo, el abonado
fosfático debe ser efectuado siempre —por hectárea— con 5-6 quintales de
perfosfato mineral 14/16.
Para el abonado potásico se puede elegir entre el sulfato potásico y el
cloruro potásico. La elección debe recaer sobre el sulfato, porque —a lo que
parece— el cloruro de potasa provoca en el terreno la dispersión de la cal. De

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sulfato potásico hay que dar 1,5-2 quintales por hectárea.


En el abonado del tomate, salvo en terrenos suficientemente calcáreos,
adquiere una gran importancia el uso del yeso o de la cal. También el abonado
calcico favorece una producción más abundante y más precoz, y puede ser
efectuada con 3-4 quintales de yeso o de cal por hectárea.
Resumiendo, tendremos las siguiente fórmulas de abonado (por hectárea):

a).- para el cultivo de conserva:

Estiércol 400 quintales


Perfosfato minera 14/16 5-6 ''
Sulfato de potasa 1,5-2 ''
Sulfato amónico o calciocianamida 3-4 .......''
Yeso o cal 3-4 .......''

b) para el cultivo de mesa:

Estiércol 150-200 quintales


Perfosfato mineral 14/16 5-6 ''
Sulfato de potasa 1,5-2 ''
Sufato amónico o calciocianamida 1-2 ''
Yeso o cal 3-4 ''

Como hemos dicho, las fórmulas anteriores no pueden servir en todos los
casos que se presentarán al agricultor. En relación a la naturaleza de los terrenos,
el agricultor deberá modificar sobre todo las cantidades de estiércol y las
cantidades de abonos nitrogenados.
En el caso, en verdad rarísimo, en el cual no se haga el abonado orgánico,
deben ser aumentadas convenientemente las cantidades de abonos nitrogenados.
Estas cantidades podrían ser llevadas en algunos casos hasta a 6 quintales por
hectárea.

La distribución de los abonos

La distribución de los abonos en el terreno debe ser localizada en los


surcos, y no debe ser hecha a voleo por todo el campo. Con el abonado localizado
la plantita puede nutrirse intensamente —por así decirlo— desde el nacimiento,
mientras con el abonado por todo el campo esto puede hacerse solamente cuando
haya desarrollado adecuadamente su aparato radical, y por lo tanto con retraso, lo
que —obviamente— perjudica a su rápido desarrollo, y por tanto a su precocidad.
Al objeto de facilitar su distribución, los diversos abonos químicos pueden
mezclarse juntos, y ser dados al terreno simultáneamente. No hay que mezclar, sin
embargo, jamás la cal con el per-fosfato, con el sulfato amónico, con el nitrato
amónico y con el fosfato biamónico, así como el perfos-fato con los nitratos, y esto
para evitar sobre todo pérdidas de nitrógeno.

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La mezcla, por tanto, de perfosfato, sulfato amónico y sulfato potásico o


cloruro potásico, es decir, de la mayor parte de los abonos mayormente empleados
para el abonado del tomate, puede hacerse muy bien. La mezcla entre calciocina-
mida y sales de potasa puede hacerse sólo en el momento de la distribución en el
terreno, mientras la mezcla entre calciocianamida y perfosfato conviene evitarla, en
cuanto que, si no da lugar a pérdidas de nitrógeno, reduce la solubilidad del fósforo
y desarrolla mucho calor. Si se quiere practicar esta mezcla, debe ser hecha 3-4
días antes de esparcirla.
El yeso conviene esparcirlo solo, toda vez que es aconsejable evitar su
mezcla con el sulfato amónico.

Conclusiones

Creemos útil recordar algunas normas sin la aplicación de las cuales se


corre el riesgo de malgastar dinero y tiempo y no obtener los resultados
esperados:

1.° Los abonos potásicos conviene siempre en-rrarlos antes de la


siembra y no usarlos en cobertura. La potasa, una vez incorporada al terreno es
absorbida y retenida y no se dispersa con el agua de lluvia o de riego.
La potasa no hace aumentar el producto en peso pero lo mejora en cuanto a la
calidad. El tomate en terreno rico de potasa asume coloración más intensa y
brillante, aumenta el tenor en azúcar, las plantas resisten mejor las diversas
enfermedades. Son los terrenos sueltos los que más potasa necesitan.

2° Los abonos fosfáticos, como los potásicos, son enterrados antes de la


siembra, y se pueden mezclar, en el momento del empleo, con los potásicos. El
fósforo favorece el florecimiento y la fecundación; anticipa la maduración, hace los
tejidos más resistentes a las enfermedades. Tampoco el fosforo se dispersa en el
terreno sino que es fijado y cedido a las raíces de las plantas.

3.° El nitrógeno es el regulador de la vegetación; en los terrenos que son


ricos en este elemento las plantas crecen totalmente lozanas, en los pobres
asumen aspecto mísero. Todas las sustancias orgánicas que acaban en el terreno
lo enriquecen de nitrógeno el cual para ser absorbido por las raíces debe primero
transformarse en nitrógeno nítrico. El nitrógeno alarga el ciclo vegetativo y si está
en exceso predispone las plantas a las enfermedades. Los abonos nitrogenados
de lenta acción, calcionamída y sulfato amónico, se usan inmediatamente antes de
la siembra, los de pronta acción nitratos de calcio y de sodio, sólo en cobertura.
Los abonos nitrogenados son usados en pequeñas cantidades porque el terreno
tiene limitada capacidad de absorción para el nitrógeno amónico y amoniacal y
casi ninguna para el nítrico. La calciocianamida no se mezcla jamás con otros
abonos.

4.º En los terrenos pobres de cal conviene dar preferencias a los abonos

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que además del elemento fertilizante específico llevan también cal: cal-
clocianamida, nitrato de calcio, escorias Thomas. No creemos que el tomate tenga
necesidad de mucha cal porque se han obtenido siempre óptimos productos
Incluso en terrenos con tenores mínimos de cal.
El tomate es una de las plantas más fértiles; responde siempre bien a un
abonado abundante y equilibrado.
Existen hoy día buenas máquinas para el esparcimiento del estiércol y de
los abonos químicos granulados, pero su uso no se ha generalizado del todo a
causa del elevado coste; así hay excelentes sembradoras y repartidoras de
abonos que localizan el fertilizante junto a la semilla.

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CAPÍTULO VI

SIEMBRA DIRECTA Y TRASPLANTE

El cultivo del tomate puede se efectuado por medio de la siembra directa


en pleno campo, y por medio del trasplante de plantas cultivadas en almacigos o
semilleros. Es interesante ver cuando el agricultor debe preferir el uno o el otro
medio.
La siembra directa, o siembra en el campo, respecto al trasplante,
presenta —sin duda— ventajas técnicas y económicas. Ante todo muchas
experiencias prueban que ésta es capaz de una mayor producción. Y esto
bastaría; pero hay que añadir que la siembra directa elimina el semillero, dando
además plantitas más robustas y más resistentes a las adversidades, y —sobre
todo— plantitas con raíces más profundas, aunque menos ramificadas, lo que
asume una gran importancia en el cultivo de secano, especialmente en los años
secos. La siembra directa es también más expeditiva, y por tanto menos costosa.
El trasplante requiere la preparación y el cuidado de un semillero a
menudo de notable extensión, y esto para darnos plantitas menos vigorosas y
menos productivas, plantitas con raíces superficiales. El trasplante es más costoso
pero en compensación de todo esto, es capaz de darnos un producto de
maduración más precoz.
Esto es muy evidente. Las plantitas criadas en semillero, a menudo
trasplantadas cuando ya presentan el primer racimo floral, y trasplantadas al
mismo tiempo, o casi, en el cual se realizaba la siembra directa, respecto a las
plantas provenientes de esta siembra, se hallan ya en un estado de avanzado
desarrollo, y por tanto en la condicio-nees de poder realizar todas sus fases
vegetativas con notable anticipación. Y esto, no obstante la llamada crisis de
trasplante, por la cual la planta detiene temporalmente su desarrollo, marrifestando
una muerte casi aparente, hasta que las nuevas raíces emitidas le permitirán
reanudar su actividad vegetativa, allá donde ha sido definitivamente puesta a vivir.
El hecho es de gran importancia para el tomate de mesa, puesto que —
como hemos dicho y repetido— es el producto de maduración precoz el que

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realiza en los mercados mejores cotizaciones.


De cuanto hemos dicho se deduce en seguida que el método del
transplante debe ser preferido en el caso de los cultivos precoces de mesa. Para el
cultivo industrial de nada sirve iniciar la cosecha quince días antes o quince días
después, en cuanto que las fábricas no tienen — y no pueden tener— en cuenta la
precocidad del producto. En el caso, pues, del tomate de conserva es preferible la
siembra directa, y sacar provecho de las ventajas que ésta ofrece y que ya hemos
visto.
De todas maneras, incluso en el cultivo industrial, a menudo se hace uso
del trasplante. Digamos, pero, que en general se tiende a sustituirlo con la siembra
directa. Sólo en algunos casos conviene recurrir a él precisamente cuando el
tomate sigue un cultivo que deja el terreno un poco tarde, porque en tal caso la
siembra directa nos daría un cultivo muy tardío.
En la práctica de la siembra directa, un parcial trasplante es a menudo
necesario. Insuficiencia de lluvias después de la siembra, y sobre todo escarchas
tardías, pueden provocar un fuerte aclarado del cultivo. Los fallos, entonces, es
necesarios reemplazarlos con plantitas ya desarrolladas porque si procediéramos
a una resiembra, tendríamos —como en el caso precedente— plantitas muy
tardías.
Hemos dicho que el trasplante es capaz de una producción más precoz y
por tanto debe ser preferido en los cultivos de mesa. Pues bien, digamos que en
ciertas regiones es la siembra directa la que da un producto de maduración más
precoz, y no el trasplante. En las regiones cálidas, con clima muy suave incluso
durante el frío invierno, la siembra directa se efectúa a primeros de noviembre.
Durante el invierno, las plantitas vegetan a menudo apagadamente, pero casi
siempre en marzo hallan el sol y la temperatura suficiente para un rápido y
vigoroso desarrollo. De hecho a veces a fin de abril, y casi siempre a mitad de
mayo, se iniciaba la maduración del producto, y poco después la exportación. En
estas condiciones, un trasplante efectuado incluso en la primera mitad de febrero,
frente a las plantitas de la siembra directa, que durante el invierno han
profundizado sus raíces, y conseguido ya un notable desarrollo, no puede dar sino
un cultivo más tardío.
Evidentemente, esta siembra directa puede ser practicada solamente en
aquellas regiones en las cuales el invierno permite a las plantitas del tomate vivir y
desarrollarse en pleno campo. Sin embargo, es de creer que incluso en estas
regiones acabará por ser preferido el trasplante al menos en el cultivo de regadío.
De hecho, con la siembra directa, el terreno es ocupado por el tomate también
durante los meses invernales, mientras el trasplante permitiría utilizarlo en tal
período con un cultivo intercalar, que podría ser de las lechugas, de las patatas o
de la coliflor, y en muchos casos también de un prado otoño-invernal. Sin duda el
rendimiento de estos cultivos compensaría varias veces la disminuida precocidad
del tomate, a cuyo encuentro se iría con la práctica del trasplante.
Hay que añadir que durante los meses invernales la siembra directa
requiere muchas labores y muchos cuidados, por lo cual el trasplante —en este
caso— haría los cultivos del tomate seguramente menos costosos. Hay que añadir
una mejor preparación de los semilleros, y por tanto una mejor producción de

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plantitas a destinar al trasplante, haría casi insignificante aquella mayor precocidad


de maduración del producto que hasta ahora se tiene con la siembra directa.

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CAPÍTULO VIl

EL PROBLEMA DE LA SEMILLA

La mayor dificultad que puede encontrar el agricultor en el cultivo del


tomate está ciertamente en la posibilidad de procurarse semilla genuina. Dada la
gran cantidad de semilla residuo de las fábricas de conservas, la cual debería ser
toda destinada a la producción de aceite, es fácil hallar en el comercio partidas de
simientes que no han sido producidas con todas las normas que las hacen
indicadas para la reproducción. Una buena simiente debe corresponder sobre todo
por variedad, pureza de raza, germinabilidad y energía germinativa.
Las simienes declaradas seleccionadas no deben contener más del 2 % de
semillas de especies o variedades distintas. La germinabilidad no debe ser inferior
al 85 %, porcentaje que es fácilmente obtenible por las variedades de fruto grande,
que tienen semillas relativamente grandes, mientras que no es tan fácil para las
variedades de semilla pequeña.
La energía germinativa, es decir, la velocidad de germinación expresada
en días, es un carácter muy importante. Entre dos simientes que tienen la misma
germinabilidad, por ejemplo 85 %, puede darse que una termine los nacimientos
en 5 días y otra en 10 días. Evidentemente la primera tiene valor notablemente
superior a la segunda. Las semillas de la primera tienen más fuerza y podrán con
mayor facilidad superar las dificultades opuestas por el terreno, especialmente de
aquellos que forman costra.
La semilla de tomate germina en pocos días si la temperatura ambiente se
mantiene sobre los 18-20°C.
Una semilla impura, a parte el desclasamiento de la calidad del producto,
puede determinar disminuciones hasta del orden del 40-50 % y más. Los
agricultores pueden evitar desagradables sorpresas y notables perjuicios
aprovechando el hecho de que el poder germinativo de la semilla de tomate dura
casi inalterado varios años. Aquéllos, cuando no estén en situación de producírsela

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con todas las garantías necesarias, deben adquirir la semilla de un año para otro.
El año de adquisición de la semilla debe ser probada sobre pequeñas superficies,
basta un centenar de metros cuadrados. El año siguiente, si el éxito de la prueba
ha sido satisfactorio, se utilizará la parte restante. Por tanto, la primera norma para
garantizar el éxito del cultivo es la de confiar al terreno semilla probada.
Un litro de semilla pesa 300-320 gramos; en un gramo se cuentan 350-400
semillas para las variédades de semilla pequeña y 280-330 semillas para las
variedades de semilla gruesa.
De un quintal de'tomate se obtienen unos 200 gramos de semilla seca,
pulida e incluso menos para los primeros tipos y aproximadamentee 350-400
gramos para los segundos. Sobre el rendimiento en semilla influye notablemente el
trabajo del separasemilla que puede ser más o menos preciso. Una parte de la
semilla, es inevitable, acaba en las pieles.
La semilla de tomate es objeto de notable comercio, especialmente en
aquellas localidades donde se practica la siembra directa, en cuanto es costumbre
hacerla llegar de regiones lejanas. Ahora bien, nos estamos convenciendo de que
la semilla preferible es la derivada de cultivos seleccionados y producida con
seriedad siguiendo determinadas normas técnicas sugeridas por la genética,
independientemente del lugar de origen.

Mejoramiento de nuestras antiguas variedades

Los caminos del mejoramiento de nuestras viejas variedades locales,


impuras, a veces verdaderas mezcolanzas de tipos distintos, son dos: la selección
y el cruzamiento los cuales deben conducirnos a obtener aumento de producto y
mejoramiento de la calidad.
La selección se puede hacer siguiendo diversos sistemas, algunos
bastante sencillos que pueden ser aplicados hasta por un agricultor avisado que
quiera procurarse buena simiente.
El cruzamiento, en cambio, no está al alcance de todos, porque requiere
conocimientos técnicos y científicos particulares. Con la selección se mejora la
variedad existente eliminando en las reproducciones sucesivas todas las formas no
deseadas; mediante el cruzamiento en cambio se buscan nuevas combinaciones
de caracteres para llegar a formar nuevas. Indicamos seguidamente dos maneras
de proceder en la selección del tomate, planta en la cual prevalece la
autopolínización seguida de autofecundación:

a) Selección de conjunto

El primer año se eligen en el campo en cultivo un cierto número de plantas


madres; número que debe estar en relación con la cantidad de semilla que se
quiere obtener, las mejores y precisamente aquellas que posean todos los
requisitos de la variedad a seleccionar teniendo en cuenta en primer lugar la
productividad, el vigor, la resistencia a las enfermedades criptogámicas, la

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

regularidad de las bayas, su perfecta maduración, etcétera. Los resultados que se


obtendrán luego están ligados precisamente a este examen particular hecho planta
por planta. Las plantas elegidas son punteadas para poderlas individualizar
fácilmente. En época oportuna se realizan una o dos recolecciones de los frutos
más bellos, bien maduros y de éstos se extrae la semilla.
El segundo año se procede a la siembra y cultivo de la semilla obtenida el
año anterior en una parcela de terreno distante al menos 50 metros de otros
cultivos de tomate. En el transcurso del cultivo se eliminan las plantas que no
posean todos los caracteres deseados apenas éstos se manifiesten y se produce
simiente de toda la cosecha de las restantes previa selección de las bayas.
El tercer año se siembra y se cultiva la progenie del segundo año, seguros
de haber alcanzado un suficiente grado de pureza a los efectos prácticos.

b) Selección individual por líneas

1.er año: elección, punteado y numeración de las plantas mejores;


observación de éstas durante toda la campaña al objeto de poder eliminar aquéllas
que con el avance del cultivo manifiestan ca-raceres negativos; recolección
separada de la semilla del mejor fruto de cada planta.

2.do.° año: las semillas obtenidas de cada fruto individual, se siembran en


arriates separados y las plantitas que se obtienen de cada arriate, descartadas las
menos vigorosas, se trasplantan en parcela de terreno de forma cuadrada y
distanciada de otros cultivos de tomate. Las parcelas podrían aislarse para evitar
fecundaciones cruzadas intercalándolas con otros cultivos de mayor desarrollo y
de follaje extenso (maíz, sorgo, etc.). Si durante el curso del cultivo una o varias
plantas de las distintas parcelas presenta caracteres no deseados o se aleja del
tipo que nos hemos propuesto alcanzar, toda la parcela debe ser descartada de la
reproducción. De las parcelas restantes se obtiene la semilla, previa selección de
las bayas, teniendo bien separada la simiente de cada parcela de la de las otras.

3.er. año: se repite el cultivo en parcelas más amplias y nos atenemos a las
mismas normas.

4.to. año: como el tercer año sobre superficies todavía más vastas.

5.to. año: de las pocas líneas restantes, se puede proceder a la producción


industrial de la semilla, obteniéndola de las bayas elaboradas en fábrica porque el
cultivador no puede producir fuertes cantidades de semilla sin la colaboración del
industrial.

Con este modo de proceder las superficies se van ensanchando de un año


para otro notablemente, por tanto es preferible partir el primer año de selección
con pocas plantas bien elegidas que con un número elevado elegidas sin rigor.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Producción de la simiente en las fábricas

Es lógico que se deban manipular para semilla solamente partidas de


tomates derivadas de cultivos seleccionados y con un elevado grado de pureza.
Ante todo conviene hacer la elección sobre la mesa de todas las bayas para poder
eliminar las pequeñas, deformes, marchitas, presentes en porcentaje más o menos
elevado incluso en los mejores cultivos. La trituración se inicia después de haber
lavado bien con todo cuidado las partes de la maquinaria que vengan en contacto
con los frutos y la semilla para evitar ensuciamientos de semillas que quedaron de
las partidas elaboradas con anterioridad. La primera simiente que sale del
“separasemillas” es descartada, la otra se recoge en los comunes botes de
concentracción y ahí conservada hasta el momento del lavado. Si la semilla no ha
entrado en contacto de agua puede conservarse así en el propio jugo durante
varios días sin ningún deterioro. Hay que tener la precaución de no llenar los botes
sino dejarlos vacíos en un tercio de su volumen, el cual será ocupado por el agua
en el momento del lavado de la simiente a efectuarse cerca de una era. Añadida el
agua se mezcla la masa con un bastón para facilitar la subida a la superficie de las
películas y de las semillas ligeras que se eliminan decantando el líquido. Se repite
la operación de lavado y decantación varias veces (cuatro o cinco) hasta que la
semilla esté bien pulida. Se extrae de los botes estrujándola fuerte entre las manos
y se expone al sol sobre una era, también de cemento, pero lisa y sin grietas.
La desecación debe ser rápida, porque la semilla de tomate mojada
germina rápidamente, y es facilitada distribuyéndola en una capa de poco espesor
mantenida continuamente removida mediante la acción de un pequeño rastrillo de
hierro. Si el sol es fuerte bastan pocas horas para secarla completamente. Tras lo
cual se ponen las semillas en bolsas para la conservación; son preferibles las de
papel de hojas múltiples.
Las bolsas son conservadas en locales bien secos y no frecuentados por
los ratones. Para evitar eventuales daños de insectos, polillas especialmente, se
puede mezclar la semilla antes de ensacarla con polvos insecticidas a base de
D.D.T.
El cultivador, que no sea también director de fábrica, no está en situación
de producir semillas sin la colaboración del industrial que reciba su producto. Esta
es una de las causas que hace dificultosa la producción de buena semilla en
cantidades notables.
Se debe sin embargo constatar que en nuestro país no se han sentado
todavía las bases para una seria organización de la producción de semilla de
tomate y de ello se deriva serio perjuicio para la industria que debe manipular
partidas que a menudo no responden a los fines de la producción o de mala
calidad. Hacen mal los industriales en no interesarse por la producción de la
simiente y los agricultores, ante la imposibilidad de producírsela, la adquieren del
comercio con resultados a veces desastrosos. Repetimos, el problema no puede
ser resuelto sin la colaboración de agricultores e industriales conserveros.

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CAPÍTULO VIII

PREPARACIÓN Y CUIDADO DEL SEMILLERO

Hemos dicho que el trasplante es preferible a la siembra directa en los


cultivos de tomate de mesa, y que también en el cultivo industrial se recurre a ella
a menudo, si más no para el remplazo de los numerosos fallidos que
frecuentemente provocan adversidades atmosféricas y parásitos animales. Hemos
dicho también que en los cultivos de mesa precisa ante todo apuntar a la
precocidad de maduración del producto. Asume, por tanto, una importancia
grandísima el cultivo en semillero de numerosas plantitas, y de plantitas óptimas,
puesto que plantitas robustas, sanas, y con aparato radical bien desarrollado,
pueden superar en poco tiempo la crisis de trasplante, y por tanto arraigar y
desarrollarse rápidamente, para dar en fin la deseada producción precoz.
Vamos a examinar con algún detalle las normas que es necesario seguir
para obtener estas plantas óptimas.
Ante todo es necesario elegir muy bien el puesto en el cual debe surgir el
almacigo. Al objeto de impedir el desarrollo de las numerosas enfermedades, que
en los almácigos con tanta frecuencia hacen estragos de plantitas, conviene elegir
ese sitio en localidades distantes de la zona de cultivo del tomate, o sea —como
dicen algunos horticultores— lejos de la zona infectada. Por el mismo motivo no
hay que preparar jamás en el mismo sitio del año anterior. El terreno sobre el cual
debe surgir el semillero debe ser elegido al resguardo de una pared o de un seto, y
con exposición al mediodía, así como en posición seca, mejor si en leve pendiente,
y esto para impedir estancamiento e infiltraciones de agua.
La extensión del almacigo debe ser en medida más que suficiente para las
necesidades. Con demasiada frecuencia hemos visto que para cultivos incluso de
notable extensión, a menudo se han preparado pocos metros cuadrados de
semillero. Pero el inconveniente ha sido muy grave, porque las plantitas han
nacido muy espesas, y por tanto delgaditas y muy débiles, así como con aparato
radical muy reducido. Estas plantitas han superado la crisis de trasplante con
muchas dificultades por lo cual no han podido dar producciones precoces.

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Digamos, por tanto, desde ahora, que necesitando para una hectárea de terreno al
menos de 50 a 60 mil plantas (40 mil para el primer trasplante, y 10-20 mil para
eventuales fallidos a reemplazar), el almacigo necesita dar una superficie de 40 a
45 metros cuadrados.

Camas calientes

Los almacigos pueden prepararse sobre cama caliente o sobre cama fría.
Generalmente, la preparación se hace —y es necesario hacerla— sobre cama
caliente.
La cama caliente se prepara excavando una zanja profunda de hasta un
metro, y otro tanto de anchura. En el fondo se dispone una capa de guijarros o de
ramajes que funcionará de drenaje. La zanja se llena luego de estiércol equino
fresco y pajoso, el cual entrando inmediatamente en fermentación crea aquel
ambiente necesario para la germinación de la semilla y para la vegetación de las
plantitas.
El estiércol es distribuido dentro de la fosa en capas, comprimiendo bien
con los pies, y alternándolo con capas de hojas de roble, de castaño, de algarrobo
o de otro. La masa de este estiércol, evidentemente, será de espesor más grande
(80-90 centímetros) en las regiones septentrionales y frías, mientras en las
regiones meridionales de invierno muy suave puede ser del espesor de 20-30
centímetros.
Sobre el estiércol, en fin, se esparce una capa de tierra suelta y fina de
una veintena de centímetros. A este punto parecería que el almacigo está a punto
para la siembra. Pero no lo está todavía. En los almacigos, a causa del ambiente
cálido-húmedo, las numerosas enfermedades criptogámicas hallan condiciones
favorables para su violento desarrollo. De hecho, se ve con frecuencia semilleros
acabar completamente destruidos. Hay que decir, pero, que hay otra causa que
favorece el desarrollo de dichas enfermedades, y ésta debe atribuirse a la mucha
sustancia orgánica que en los semilleros es metida con una capa de mantillo (una
mezcla de tierra y de estiércol maduro), sobre la cual esparce la semilla.
No siendo posible eliminar el ambiente cálido-húmedo, es preciso eliminar
ese exceso de sustancia orgánica, lo que se consigue por medio de 2 ó 3 cms. de
arena árida que se esparce por toda la superficie del almacigo.
Tras esto, hay que proceder al abonado del semillero. Siempre al objeto de
eliminar la sustancia orgánica en exceso, este abonado debe ser hecho
exclusivamente por medio de abonos químicos, en notables cantidades, porque la
arena — como es sabido — es pobrísima de todos los elementos de la fertilidad.
Un semillero puede decidirse bien abonado si en cada metro cuadrado se
esparcen.

100 gramos de fosfato biamónico


50 gramos de sulfato de potasa
50 gramos de yeso

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El fosfato biamónico puede sustituirse con 300 gramos de fosfato mineral y


100 gramos de sulfato amónico. Conviene, sin embargo, preferir siempre, el fosfato
biamónico, porque perfosfato y sulfato amónico aumentan de mucho la cantidad
del material abonante, lo que puede hacer cáustico el terreno, provocando un
notable retraso en el nacimiento de las plantitas, o precisamente fallidos
Dichos abonos pueden mezclarse juntos un poco antes de esparcirlos, y
luego se distribuyen a voleo, incorporándolos a la arena también con ligera labor
de azada. Después, es necesario regar abundantemente.

Siembra del almacigo

La siembra puede hacerse en seguida, como ya hacen muchos sin


inconvenientes apreciables. De todas maneras, conviene esperar algunos días, y
así dar tiempo al estiércol de desarrollar una cierta temperatura, mientras el
terreno neutraliza la eventual causticidad provocada por la notable cantidad de
abonos químicos esparcidos. La siembra debe hacerse en líneas y no a voleo. La
siembra en líneas permite una mejor distribución de la simiente, pone las plantitas
desde un principio a una cierta distancia entre ellas, y permite practicar bien las
numerosas escardas que el almacigo necesita. Entonces, después de haber
irrigado, hacienda uso de un palito, y mejor todavía de un pequeño rastrillo, se
trazan unos surquitos paralelos, profundos poco más de un centímetro y distantes
4-5 cms. en los cuales se esparce uniformemente la simiente, a razón de 10-15
gramos por metro cuadrado.
Después de haber comprimido un poco la superficie del semillero, al objeto
de impedir que terreno se seque, lo que perjudicaría a la regular germinación de la
semilla, es necesario extender encima hojarasca o cualquier hierba seca, que es
necesario, sin embargo, quitar apenas las plantitas comienzan a despuntar, lo que
ocurre al cabo de 6-7 días.
Después de esto hay que pensar en la protección del almacigo, o sea en
su cobertura, la cual debe ser hecha muy bien, en cuanto que debe defender las
tiernas plantitas de los rigores invernales. A menudo los semilleros son
resguardados y cubiertos con cañas. Sobre estas cañas se pone un ramaje
cualquiera, por lo cual la protección resulta insuficiente. Tales semilleros, de hecho,
quedan casi siempre más o menos dañados por los hielos.
Pero hay más. Ocurre que una cubrición hecha de este modo, durante y
después de las lluvias, provoca —aquí y allí— un prolongado goteo, por lo cual, en
algunos puntos del semillero, permanece una excesiva humedad. Precisamente en
estos puntos se produce un fuerte desarrollo de enfermedades criptogámicas que
acaban por destruir todo el semillero.
La cubrición debe ser hecha, pues, con un medio capaz de excluir del
semillero el agua de lluvia. Las cañas y el follaje deben ser sustituidos al menos
por un espeso abrigaño. Mejores resultados se obtendrán con una cobertura hecha
precisamente con soportes de madera y tejas, sostenida a derecha e izquierda por
muros. Semilleros así protegidos hay que cerrarlos durante la noche también por
parte del mediodía, por medio de una estera puesta verticalmente.

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La cobertura del semillero puede hacerse también por medio de las


llamadas cajoneras acristaladas o cristaleras. Digamos, también, que en las
regiones de clima muy frío es este el mejor sistema de cubrición. La cristalera no
es otra cosa que un bastidor de madera, superiormente cubierto de cristales
móviles. El bastidor, por la parte de tramontana, es de 35 cm. de altura, y por la
parte del mediodía 20-25 cm. La cristalera queda pues dispuesta en un plano
inclinado, por lo cual se tiene sobre las plantitas una mejor concentración de la luz
y del calor.
Por la parte externa, conviene adosar entorno al cajón estiércol fresco
recubierto de tierra, al objeto de mantener en el interior una temperatura suficiente
y uniforme.
Después de la siembra, y hasta que se inicia la germinación de la semilllla,
las cajoneras deben permanecer cerradas, y con una estera extendida encima.
Iniciada su germinación se quita la estera, y se comienza a abrir el cajón, para dar
aire y luz a las plantitas. Esta necesidad de aire y de luz aumenta a medida que las
plantitas se desarrollan, por lo cual es necesario tener abiertas las cristaleras todo
lo más que sea posible, puesto que de otro modo las plantitas crecerían delgadas,
débiles y cloróticas, y durante los días de sol podrían quedar fuertemente dañadas
por las temperaturas elevadas. Durante la noche, para impedir saltos bruscos de
temperatura, es necesario extender sobre la cajonera una estera.
Además de estos cajones móviles, se tienen cajones de mampostería, y
también cajones de hierro, cajones calentados con termosifón, etc.
Sin duda los cajones acristalados ofrecen a los semilleros una protección
mayor y mejor respecto a las otras cubriciones que hemos visto. Advirtamos, pero,
desde ahora, que en las cristaleras el desarrollo de las enfermedades
criptogámicas se efectúa con mayor intensidad y violencia, por lo cual los
tratamientos anticriptogámicos deben ser practicados con mayor frecuencia y con
mayor cuidado. Por tal motivo, digamos que en las regiones de invierno suave
pueden ser preferidos los semilleros comunes, protegidos, pero, del modo que
hemos indicado.
Sobre todo en las regiones de clima no muy frío, puede evitarse la
excavación de la zanja, por lo cual el estiércol que deberá fermentar puede
disponerse directamente sobre la superficie del terreno. Al objeto de impedir
dispersiones de calor, entorno al montón de estiércol, hay que adosar una capa
bien comprimida de tierra.

Túneles de plástico. — Hoy día se utilizan los plásticos de polícloruro de


vinilo para cubrir los semilleros. Se trata de un plástico impermeable a los líquidos,
con lo que se reduce considerablemente la evaporación del agua del suelo. El
agua del suelo queda a la exclusiva disposición de la vegetación y, en el caso de
plásticos perforados, la escasa evaporación ocasionada por los agujeros se
compensa ampliamente con ligeros riegos o por el agua de lluvia. Además, la
utilización de los plásticos frena el desarrollo de las malas hierbas, lo que permite
suprimir alguna bina.

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Cuidados del semillero

Ya hemos efectuado la siembra del semillero. Realizada la germinación y


quitada la hojarasca esparcida al objeto de impedir que el suelo se seque,
comienza toda una serie initerrumpida de atenciones que hay que prodigar
ampliamente, si del semillero se quieren obtener excelentes plantitas.
Ante todo, apenas las plantitas se presentan con cuatro hojitas, hay que
comenzar los rociados contra las enfermedades criptogámicas. El procedimiento
clásico de prevención ha sido siempre el tratamiento con caldo bórdeles, con el
que se pulveriza periódicamente añadiéndole dosis gradualmente crecientes de
sulfato de cobre. Pero tratándose de plantitas tiernas y delicadas hay que recurrir a
tratamientos no demasiado enérgicos y precisamente a pulverizaciones con un
oxicloruro de cobre (polvos Caffaro al 16 %) en agua al 0,25%. Luego este
porcentaje puede elevarse al 0,50 %, y finalmente al 1 %. Los tratamientos hay
que repartirlos con frecuencia, y en el caso de los cajones acristalados al menos
cada ocho días.
Al semillero es preciso darle también repetidos riegos, por medio de
regaderas comunes, pero de agujeritos pequeños. Al respecto no conviene abusar,
sino que hay que practicar el riego sólo cuando las plantltas dan señales de tener
efectivamente necesidad de él.
Por medio de repetidas y ligeras binas es necesario, luego, tener
continuamente aireado y mullido el terreno. Hay que perseguir sin tregua a las
malas hierbas.
Pero a medida que las plantitas procedan en su desarrollo es preciso
practicar repetidos aclarados. De nada sirve tener muchas plantas, si estas
plantas, porque han sido sembradas y han crecido espesas, son débiles, hiladas y
cloróticas. Estas plantitas nos darán cultivos tardíos. Plantitas, en cambio, sanas y
robustas, porque han sido suficientemente aclaradas, nos darán seguramente
cultivos precoces, en cuanto que superan en breve tiempo la crisis del trasplante.
Un semillero así preparado y así cuidado, al cabo de unos 60 días, nos da
excelentes plantitas aptas para la siembra de asiento.

Repicado. — Al objeto de tener plantitas todavía más robustas, y con


aparato radical muy desarrollado, al cabo de aproximadamente un mes de
permanencia en el semillero, convendría proceder a un primer trasplante sobre
otro semillero, poniendo las plantitas a la distancia de unos 5 cm. entre sí. En el
momento preciso, luego, las plantitas serían trasplantadas de asiento a pleno
campo. Tal práctica se denomina repicado.
En los cultivos de tomate de mesa, como hemos dicho, es absolutamente
necesario apuntar a las producciones precoces. Por tanto debe considerarse muy
conveniente también desde el punto de vista económico la práctica de dispositivos,
que a primera vista podrían parecer demasiado costosos. De algún tiempo a esta
parte —aquí y allá— se ha hecho uso, y con óptimos resultados económicos, de
macetitas de cartón y arcilla, sin fondo y de forma tronco-cónica. Con el uso de
estas macetas, puestas sobre cama caliente y en cristalera, o bien bajo las
protecciones que hemos visto, se ha abolido casi por completo la crisis de

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trasplante, por lo cual el cultivo que de ello se deriva resulta altamente precoz.
Cada macetita lleva una sola planta, sólo excepcionalmente dos.
El uso de estas macetas da resultados mejores en los climas fríos.
La cama fría, es decir, preparada sin la capa de estiércol destinado a la
fermentación, debe descartarse. Puede ser practicada solamente en las regiones
de invierno suave, pero teniendo cuidado de anticipar un poco la siembra.
Naturalmente, puede ser practicada en cualquier parte, si el semillero es preparado
para cultivos muy tardíos.
El semillero debe ser preparado cada año siempre sobra terreno distinto.
Cuando sea preparado en el mismo sitio de! año anterior para utilizar
construcciones ya hechas, es absolutamente necesario desinfectar el terreno, al
objeto de impedir un mayor desarrollo de enfermedades criptogámicas. Para
desinfectar la tierra que ha de formar la capa de siembra, antes de su puesta en la
fosa, se usa el sulfuro de carbono (30 a 50 gramos por metro cúbico de tierra),
teniendo mucho cuidado, por que sus vapores son tóxicos, inflamables y
explosivos, o escaldándola durante 24 horas a 70°, usando una estufa. Otro
sistema es mojar la tierra con 10 a 15 litros por metro cúbico en una solución de
2,5 litros de formalina comercial, diluida en 100 litros de agua. Después del
tratamiento, la tierra se cubre con una lona impermeable durante tres o cuatro
días; después de siete a doce días de haberla descubierto puede colocarse en la
fosa.

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CAPÍTULO IX

TRASPLANTE DE ASIENTO

Como hemos visto, en el cultivo del tomate, se practica ora la siembra


directa en pleno campo, y ora se practica el trasplante de plantitas criadas en
semillero.
Por lo que respecta a la siembra, ante todo, es preciso elegir la época más
oportuna para efectuarla. Evidentemente, esta época varía de región a región,
estando subordinada a las condiciones climáticas del lugar. En líneas generales,
podemos decir que la siembra debe hacerse cuando ha pasado el peligro de las
heladas. No es aconsejable anticipar la siembra, sobre todo para el cultivo de
conserva, puesto que una sola helada puede destruir completamente el cultivo, al
ser la plantita del tomate muy sensible a las bajas temperaturas.
En las regiones de invierno relativamente suave, al objeto de tener
producciones precoces de mesa, como por lo demás hemos apuntado, la siembra
se realiza en noviembre, muy raramente en diciembre. También en este caso no
conviene anticipar demasiado, porque la tomatera —durante el invierno— podría
asumir un excesivo desarrollo herbáceo, que la expondría mayormente a las
adversidades atmosféricas, mientras no es conveniente retrasar porque las bajas
temperaturas a menudo podrían comprometer su nacimiento. Ocurriría también
que las plantitas, no habiendo podido conseguir un cierto desarrollo inicial,
perecerían al sobrevenir los fríos invernales.

Distancia entre plantas

Antes de proceder a la siembra, como también al trasplante, es necesario


establecer las distancias que hay que adoptar entre las plantitas.
Las plantitas podrán disponerse en hileras simples, con distancias de 0,70-
1 m. entre las filas, y de 30-40 cm, a lo largo de la fila, o bien en hileras acopladas,
con distancias de 0,60-0,80 m. entre las filas, y de 1 m. entre los pares de filas.

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Digamos en seguida que para los cultivos de mesa el sistema de las


hileras acopladas debe descartarse, en cuanto que con los sistemas de sostén de
que hablaremos más adelante, la fila puesta al norte sería sombreada por la fila
puesta al sur, lo que perjudicaría a la precocidad de maduración del producto. Tal
sistema puede adoptarse en los cultivos de conserva.
Naturalmente, las distancias varían al variar los diversos factores, por
ejemplo con la posibilidad o menos del riego, con la naturaleza del terreno, y sobre
todo con el sistema de cultivo. Estas distancias, de hecho, deben ser mayores en
el caso de cultivos irrigados y en terrenos fértiles, puesto que en estos caso las
plantitas asumen un mayor desarrollo.
Por lo que respecta al sistema de cultivo, las distancias deben ser mayores
en el caso de cultivos no sostenidos y no despimpollados, puesto que en este caso
las plantitas se adaptan sobre el terreno, asumiendo un aspecto matoso. Pero,
como diremos luego, las tomateras deben ser en todo caso sostenidas y
despuntadas, por lo cual las distancias de 50-60 cm. sobre la fila, que a menudo
vemos, deben ser completamente abandonadas. Con el sostén y el despimpollado,
las plantitas son levantadas del terreno y ligadas a los tutores, son liberadas de
una masa superflua y perjudicial de ramas y follaje, por lo cual —con gran ventaja
— pueden y deben ser puestas a la distancia de 20-25 cm.
No hay que olvidar que un mayor número de plantas por hectárea —hasta
cierto punto— da una mayor producción que madura en la primera época de la
recolección. Las distancias, por tanto, de 20-25 cm. hay que adoptarlas sobre todo
en los cultivos de mesa.
Por el mismo motivo, la distancia entre las filas no debe superar el metro.
Tal distancia es suficiente para que las labores culturales y de recolección puedan
efectuarse cómodamente, y para que las plantitas resulten bien iluminadas y
aireadas.

Siembra directa

Preparado el terreno del modo que hemos visto, se trazan a las distancias
establecidas los pequeños surcos o se excavan los hoyos destinados a recibir
primero la mezcla de los abonos, y después la semilla.
Para señalar las filas, a lo largo de las cuales hay que abrir los hoyitos,
puede emplearse el rastrillo trazador. En los hoyitos, además de la mezcla de los
abonos químicos, a menudo se distribuye también el estiércol. Este, pero, puede
incorporarse en el terreno con la labor de arado profunda, al menos en el cultivo de
conserva.
Es absolutamente necesario impedir que las semillas entren en contacto
con la mezcla de los abonos, porque estos últimos, con su causticidad dañarían su
germinación. Antes de esparcir la simiente, luego, es necesario cubrir los abonos
con una ligera capa de tierra.
La simiente se puede esparcir en los surquitos a rayas continuas, o bien en
montoncitos convenientemente distanciados. Pero, dado que las prácticas del
sostenimiento y del despunte, las plantas pueden cultivarse ventajosamente a la

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distancia de 20-25 cm., es preferible la siembra en rayas casi continuas. Las


plantitas se dejarán, luego, a las distancias deseadas con los oportunos aclara-
dos. De esto deriva también que a la siembra en hoyitos debe preferirse la siembra
en surcos.
La simiente es cubierta con un par de centímetros de tierra fina, sin
guijarros y terroncitos. La cobertura de la simiente puede hacerse con la azada o
con el rastrillo. En algunas zonas este delicado trabajo se efectúa precisamente
con las manos.
En los grandes cultivos la siembra puede ser efectuada también por medio
de una sembradora.
Como hemos dicho, antes de confiarla al terreno, es muy útil tratar en seco
la simiente con un oxicloruro de cobre (polvos Caffaro al 16 %), y esto para
liberarla de las esporas de aquellos parásitos que tan a menudo atacan y
perjudican el cultivo del tomate. Es bueno igualmente tratarla con una solución al
1% de sulfato de hierro.
Al objeto de anticipar el nacimiento de las plantitas, y al objeto de asegurar
un nacimiento uniforme, como ya se hace en algunas regiones, la simiente puede
tenerse algunas horas en agua templada, para envolverla, luego, en un trapo, y
conservarla en ambiente más bien caliente. Al terreno se la confía cuando haya
emitido la radícula, lo que ocurre al cabo de 5-6 días.
Si el terreno se halla en condiciones deficientes de humedad, después de
la siembra, como ya se practica en algunas zonas de clima árido y en terrenos
arenosos, es necesario recurrir precisamente a un riego.

Realización del trasplante

Para efectuar el trasplante, ante todo, es necesario disponer de plantitas


de 10-15 cm. de altura, sanas, robustas, con aparato radical muy bien
desarrollado. Es indispensable, por tanto, una cuidadosa elección de las plantitas
mejores, para destacar inexorablemente todas aquellas que se presentan
delgadas, amarillentas, con aparto radical deficiente atacadas por parásitos
vegetales y animales. Estas plantitas superan muy lentamente la crisis de
trasplante, por lo cual reanudan la vegetación con dificultad, provocando un
notable retraso en todas las fases vegetativas y productivas del cultivo.
Al objeto de facilitar la extirpación de las plantitas es necesario regar el
semillero algunas horas antes. De este modo tiene también que muchas partículas
terrosas permanecen pegadas a las raíces de la plantita, facilitando su arraigue
apenas trasplantadas de asiento.
Las operaciones de trasplante deben ser efectuadas en días nublados y
sin viento, mejor hacia la tarde. El viento y los rayos solares secan las raíces,
someten las plantitas a una notable pérdida de agua incluso después del
asentamiento definitivo, lo que, naturalmente, obstaculiza y a menudo impide la
pronta reanudación de la vegetación.
En algunas localidades, apenas efectuado el trasplante, la plantita es
resguardada de las radiaciones solares mediante una protección cualquiera (palas

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de chumbera, tejas, etc.), protección que se quita al cabo de una semana


aproximadamente, es decir, después que la planta muestra estar perfectamente
arraigada. La protección es quitada para ser puesta por la parte de tramontana, al
objeto de defender las plantitas de los vientos fríos y de las bajas temperaturas.
Antes de efectuar el trasplante, naturalmente, es preciso esparcir y cubrir
la mezcla de los abonos, tal como hemos visto para la siembra.
Para trasladar y plantar de asiento las plantitas de tomate criadas en el
semillero, se labra bien la tierra que las ha de recibir, igualando y aplanando la
tierra con la tabla, y se da una cava de dos golpes de legón, retornándola, a fin de
que se mezclen bien las diferentes capas, quede mullida y suelta y puedan
desarrollarse bien sus raíces favoreciendo su nutrición y desarrollo. Antes de dividir
la tierra para formar tablares de 10 a 15 metros de anchura, se le aplica algo de
estiércol de cuadra, que se entierra con un labor de arado. En seguida se forman
caballones cuyas caras han de mirar al Sudoeste, plantando en esta exposición las
matas a distancia de 25 cm. unas de otras, para que puedan desarrollar sus tallos
en el espacio que media entre ellas y queden protegidas contra el viento norte por
el respaldo que forman los caballones por la parte opuesta.
La plantación de asiento tiene lugar en el mes de noviembre, en cuya
época se riega de pie el hoyo para facilitar la extracción de las matas, sacándolas
con cepellón, a fin de que sientan menos el cambio de lugar. Se arrancan con
precaución en el momento preciso de plantar para que no se desnuden las raíces
de la tierra que llevan adherida con el riego y se llevan a los caballones levantados
en los tablares, en donde se colocan con el mayor esmero. Los caballones distan
entre sí 1,25 m. y siguen la dirección de SO. a NO.
El trasplante se efectúa con el espiche, abriendo hoyos con la raíz central
amputada, lo que facilita la emisión de robustas raíces laterales. Con el mismo
espiche se abre otro hoyo que sirve para cerrar el primero y —al mismo tiempo—
para poner la tierra en estrecho contacto con las raíces de la plantita.
En el segundo hoyo, que permanece abierto, se vierte inmediatamente un
poco de agua para asegurar el arraigue de la plantita. Este riego hay que hacerlo
incluso en el caso de que el terreno se halle en óptimas condiciones de humedad.
Obtenido el arraigue hay que practicar una primera pulverización con
polvos Caffaro (oxiclo-ruro de cobre) en agua, a razón del 1 %.
También para el trasplante no hay que anticipar ni tampoco retrasar
demasiado. Con un trasplante muy anticipado exponemos el cultivo a la acción
destructora de las heladas, mientras con un trasplante retrasado
comprometeremos la precocidad del cultivo.
Después del riego conviene cerrar el segundo hoyo, porque de este modo
el agua que se le ha echado se mantiene más tiempo en el terreno.
En el caso en que las lluvias se retrasen es preciso proceder a un segundo
riego, y esto mucho más en terrenos arenosos y sueltos.
Las plantitas no arraigadas, o que han perecido por ataques de parásitos,
sobre todo en el cultivo de tomate de mesa, hay que sustituirlas lo más pronto
posible.

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Protección de las plantitas

En los cultivos de mesa de siembra otoñal, como también de trasplante


invernal-primaveral, al objeto de tener producto de maduración precoz para enviar
con anticipación a los mercados de consumo, es necesario proteger las plantitas
de las adversidades climáticas y sobre todo de las bajas temperaturas. Con esto
se mira de mantener entorno a la plantita una temperatura más o menos suave,
que consienta una cierta actividad vegetativa incluso durante la estación fría. Con
la protección, en efecto, la plantita está defendida de alguna helado, y sobre todo
de los vientos fuertes y fríos que podrían francamente secarla. La plantita, en
suma, es puesta en las condiciones de poder emitir un robusto aparato radical, que
en el momento oportuno le permitirá iniciar y proseguir un vigoroso y rápido
desarrollo.
En horticultura, y por tanto no solamente en el caso del tomate, una tal
protección es ampliamente usada. No hablaremos, sin embargo, de las cristaleras
y de las campanas de vidrio, ni tampoco de los túneles de plástico; trataremos en
cambio de las coberturas efectiva y comúnmente usadas en el cultivo del tomate.
Las plantitas del tomate son defendidas de los rigores invernales con hojas
de pita, con palas de chumbera, con tejas de barro, con abrigaños preparados
haciendo uso de caña común y tallos de lino, de rastrojos, etc. Examinemos tales
medios de protección, puesto que de la bondad de ellos depende a menudo el
buen resultado del cultivo.
Digamos enseguida que las hojas de pita, siendo su anchura de apenas 15
cm., no ofrecen a la plantita una suficiente protección, por lo cual deberían
descartarse por completo. De hecho, apenas la plantita ha llegado a un cierto
desarrollo, se halla ya fuera de la protección, y queda a merced de los rigores
invernales.
La pala de chumbera, utilizada en el litoral y en las islas mediterráneas,
ofrece una discreta protección, pero solamente en el primer año, en cuanto que
bien pronto es presa de podredumbres y desecaciones que reducen muchísimo
sus dimensiones. En conjunto, por tanto, también la pala de chumbera debe
descartarse.
En algunas zonas está muy difundida la teja árabe. Ésta tiene la gran
ventaja de su larga duración, y la facilidad respecto a las hojas de pita y a las palas
de chumbera, con que puede ser fijada al terreno. La protección que ofrece a las
plantitas puede decirse buena.
La teja, sin embargo, al lado de estas ventajas presenta un notable
incoveniente. La teja, en efecto, durante la noche se enfría mucho, pero si calienta
muchísimo durante los días serenos y soleados, días que en el sur son
frecuentísimos. Durante estos días, entorno a la plantita, se viene a crear un
ambiente con temperaturas elevadas, lo que les imprime un apresurado desarrollo
en altura. Se tiene pues un adelgazamiento de la plantita, la cual por decirlo así, se
detiene cuando ha superado la altura de la teja. Pero con esto, evidentemente,
permanece expuesta a las interperies, por las cuales puede ser realmente
decapitada.
Los inconvenientes que presenta la teja devendrían más graves y más

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apreciables si usásemos —por ejemplo— una protección de hojalata.


En suma, los abrigaños que deben proteger las plantitas del tomate
durante el invierno deben ser de material que no conduzca fácilmente el calor, es
decir, de material que se calienta lentamente y lentamente se enfría. Además,
deben ser construidos de modo de permitir entorno a la plantita una cierta
aireación.
Son óptimos, por tanto, todos aquellos abrigaños preparados con caña
común y tallos de lino, de sésamo, de cereal, etc. Excelente —por ejemplo— es el
sistema de cobertura mediante el cual las plantitas son defendidas por un pequeño
techado ininterrumpido, a lo largo de toda la fila. Este pequeño cobertizo se
prepara con heléchos y cañas fijadas a un cierta altura en un caballón de unos 40
em. de altura. Este caballón para poder asumir una cierta consistencia es de tierra
batida, y tiene también el cometido de defender las plantitas de los fríos de
tramontana.
Los abrigaños de caña común y tallos de trigo, de lino, etc., son
excelentes, pero a condición de que sean bien preparados. En general, estos
abrigaños son preparados con una caña de medio metro de longitud, hendida
hasta los dos tercios aproximadamente de la longitud. Los tallos son mantenidos
estrechos por la caña misma, pero por ser pocos y a menudo cortísimos no
ofrecen a la plantita más que una protección muy limitada.
Añadamos que tales protecciones, así preparadas, pueden servir para una
sola planta. Como en el caso de la teja, de las hojas de pita y de las palas de
chumbera, también en este caso tenemos, por tanto, tantos abrigaños cuantas son
las plantas. Adoptando las distancias que hemos visto, es decir, de 1 metro entre
las filas y de 20-25 cm. a lo largo de las filas, en una hectárea de terreno tenemos
de 40 a 50 mil abrigaños. Todos estos abrigaños hay que removerlos y colocarlos
de nuevo en la posición primitiva durante las dos-tres labores de bina y aporcado,
lo que representa un inconveniente no desdeñable, en cuanto aumenta de mucho
las jornadas laborales que el cultivo requiere.
Por consiguiente, es necesario sustituir estos pequeños medios de
protección por abrigaños de una cierta longitud, por ejemplo un par de metros, o
poco menos, de modo que cada uno de ellos pueda cubrir un cierto número de
plantitas. El uso de estos abrigaños, evidentemente, haría las labo-resde bina y de
aporcado más expeditas. Ocurre, sin embargo, que su uso es posible solamente
en terrenos perfectamente llanos o con pendiente de N. a S., puesto que sólo en
éstos la sistematización del terreno para la irrigación puede ser dispuesta
perfectamente al mediodía.
En terrenos, en cambio, cuya pendiente no es perfectamente de norte a
sur, el uso de esta clase de reparos expondría a las plantitas a ser presas —por
decirlo así— de refilón por los vientos de maestral y a menudo de tramontana. Y
esto porque en tales terrenos la disposición de los caballones no puede ser de
poniente a levante, sino que debe seguir la pendiente del terreno para dar regular
curso al agua de irrigación. En estos terrenos, por tanto, hace falta usar reparos
cortos, y a menudo uno por cada planta.
Los abrigaños preparados con caña común y tallos de lino, de trigo, etc.,
son ya ampliamente usados. En general, pero, como ya hemos dicho, son mal

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

preparados y altos apenas pocos centímetros, por lo cual la protección que ofrecen
a las plantitas es casi siempre Insuficiente. Es preciso, pues, mejorarlos también
en altura, puesto que si estos reparos fuesen de una altura de medio metro,
defenderían las plantitas no sólo de los vientos fríos de tramontana, y del modo
mejor, sino a menudo las defenderían eficazmente de las heladas.
Con el uso de estas protecciones se evita el desflecado de las plantitas, en
cuanto que entorno de ellas se tiene una cierta aireación, y no se tiene aquel
ambiente a menudo dañosamente calentado, que como hemos dicho se tiene con
el uso de la teja.
La cubierta se quita cuando la planta está en pleno desarrollo vigoroso y
cuando ha pasado el peligro de graves adversidades atmosféricas.

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CAPÍTULO X

CUIDADOS CULTURALES

Binas y aporcado

El tomate es un planta que necesita de muchos cuidados durante su ciclo


vegetativo.
En los cultivos precoces de mesa, el primer cuidado cultural a practicar es
el de colocar los medios de protección que hemos visto en el capítulo precedente,
fijándolos bien al terreno. Y esto apenas nacidas las plantitas.
El cultivo del tomate, en general, requiere, luego, repetidas y cuidadosa
labores de zapa, cavas que es preciso hacer al objeto de airear el terreno y
mantenerlo libre de malas hierbas. En el caso de la siembra de asiento, la primera
cava se debe hacer un poco después del nacimiento de las plantitas, y en el caso
del trasplante cuando la plantita ha demostrado haber arraigado por completo.
En los cultivos precoces de mesa de siembra otoñal esta primera cava se practica
a aproximadamente un mes después de la siembra, es decir, cuando comienzan a
dejarse sentir los primeros fríos. Entonces, un poco por las lluvias frecuentes y a
menudo abundantes, y un poco por las bajas temperaturas, las plantitas se
presentan amarillentas y de desarrollo muy apagado. Con la labor de zapa, la cual
es siempre profunda, se viene a mezclar mucho aire al terreno, por lo cual éste se
calienta más fácilmente, permitiendo a las plantitas una buena actividad vegetativa.
En estos cultivos de mesa, por tanto, deben considerarse de suma eficacia las
cavas invernales. De estas cavas, en efecto, los mejores cultivadores hacen
frecuentemente tres.
Repetidas binas, también bajo este punto de vista, deben considerarse
beneficiosas para los cultivos provenientes de trasplante o de siembras
primaverales. Las binas asumen, además, una importancia grandísima en el cultivo
de secano. Practicadas durante la estación de las lluvias, favorecen el
almacenamiento en el terreno del agua atmosférica, mientras que si se practican
en la estación seca obstaculizan la dispersión de la humedad, impidiendo su
evaporación.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

En el cultivo del tomate resulta muy eficaz también el aporcado. Con


frecuencia, por un discurrir suave de la estación, las plantitas se desarrollan
rápidamente, asumiendo un aspecto poco robusto, al punto de aparecer
desflecadas. Un aporcado, con el cual se entierre un buen trozo de las plantas, las
pone en las condiciones de emitir numerosas y robustas raíces adventicias, y por
tanto en las condiciones de robustecerse suficientemente.
En el gran cultivo, cuando la sistematización del terreno lo permita, las
binas y el aporcado —al menos en parte— pueden efectuarse mediante el uso de
binadoras de tracción animal o mecánicas. Sin embargo, es necesario completar el
trabajo de tales instrumentos con una cavadura a mano.
Durante las labores de bina hay que proceder también a cuidadosos
aclarados de las plantitas, de modo que, en definitiva y a las deseadas distancias,
queden las mejores, es decir, aquellas sanas, aquellas robustas, aquellas mejor
desarrolladas. El último aclarado conviene efectuarlo solamente cuando haya
pasado el peligro de las adversidades atmosféricas más temibles.
En los cultivos en hoyos, y cuando las distancias a lo largo de la fila sean
de 35-40 cm., las plantitas se dejan en grupitos de dos, y esto sobre todo en los
cultivos de mesa.

Abonado

Uno de los cuidados más interesantes es el suministro en cobertura de


abonos nitrogenados. En muchos sitios, naturalmente con buenos resultados, se
practica en cobertura también el suministro de abonos potásicos y fosfáticos.
Digamos, sin embargo, que el suministro de estos últimos abonos es mucho más
útil hacerlo a la siembra y al trasplante.
También el abonado nitrogenado en cobertura, en cuanto sea posible,
conviene evitarlo, al menos en el caso del tomate de mesa. Repitamos que un
exceso de nitrógeno —entre otras cosas— provoca un retraso en la maduración
del producto. Se tiene pues que el abonado nitrogenado en cobertura debe
practicarse solamente en el caso en que nos hallemos en presencia de plantas
amarillentas, cloróticas, de desarrollo apagado. Naturalmente, los abonos a usar
son los nitratos.
Entre el nitrato de sosa y el nitrato de calcio, aconsejamos preferir este
último, en cuanto que éste, además del nitrógeno, aporta al terreno una discreta
cantidad de cal, de la cual, como hemos visto, se beneficia muchísimo la plantita
del tomate, y sobre todo en los terrenos regados.
En terrenos arenosos y muy sueltos hay que preferir el nitrato amónico,
toda vez que el nitrato de calcio —en tales terrenos— se dispersaría rápidamente,
y las plantitas utilizarían sólo una parte de él. El nitrato amónico, en cambio, es
mejor utilizado por las plantitas, puesto que el terreno lo retiene mejor, lo que no
ocurre con el nitrato de calcio. El esparcimiento de los nitratos debe ser hecho
cuando las plantitas están perfectamente secas.

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Riegos

Un cuidado cultural, también muy interesante, es el riego. La tomatera se


beneficia mucho de la irrigación. Basta decir que los cultivos de regadío respecto a
los de secano, dan a menudo una producción cuantitativamente doble, y esto
además de resultar de mayor tamaño, y en el conjunto de aspecto mejor. Y si es
cierto que el porcentaje de rendimiento en conserva es más bien bajo para la
producción proveniente de los cultivos de regadío, es también cierto que el
rendimiento absoluto, a consecuencia del mayor producto, resulta siempre superior
de mucho.
De todas maneras, no conviene abusar jamás del riego. Las irrigaciones
abundantes provocan un excesivo desarrollo herbáceo de las plantitas, las cuales
—por tal motivo— necesitan frecuentes podas, como también mayores y más
cuidadosos tratamientos anticriptogámicos, puesto que la excesiva humedad
favorece un desarrollo más intenso de las enfermedades. Además si se dan
durante la floración, provocan la caída de las flores; y provocan un retraso en la
recolección, si se dan durante la maduración del producto. Los cultivos
abundantemente regados dan, en fin, frutos más acuosos, menos sápidos, y
menos resistentes a los transportes.
La irrigación debe ser practicada solamente cuando las plantltas muestran
tener necesidad de ella. Deben, por tanto, considerarse francamente perjudiciales
los riegos que en algunas zonas, incluso de clima bastante árido, son practicados
cada ocho días, y a menudo cada tres-cuatro días. A consecuencia de los
resultados obtenidos experimentalmente, efectuados en tales zonas, podemos
decir que en terrenos profundos es más que suficiente el riego practicado cada
quince días, y en terrenos superficiales (que a menudo no faltan) el practicado
cada ocho días.
Digamos también que no hay que tener prisa para iniciar los riegos. Si se
practican cuando la temperatura no se ha decididamente elevado, los riegos
resultan perjudiciales, ya que enfrían y comprimen el terreno, obstaculizando la
nitrificación, por lo cual la plantita es constreñida a calentar el conjunto de su
actividad vegetativa,
A cuanto hemos dicho, sin embargo, consideramos útil añadir que el inicio
y el número de los riegos varían con las localidades, con la marcha estacional, y
también con la naturaleza de los terrenos. En el Norte, en efecto, a menudo es
suficiente un solo riego, del cual algunas veces se puede incluso prescindir,
mientras en el Centro y el Levante, a veces hacen falta más de dos. En el Sur no
son raros los casos en que se dan ocho riegos, y en terrenos poco profundos hasta
diez.
Evidentemente, luego, hace falta regar más en los años en que escasean
las lluvias, y hay que regar más en terrenos demasiado sueltos y en terrenos
superficiales.
El riego de la tomatera, al menos en la mayoría de los casos, se realiza por
infiltración. No se tiene, por tanto, el escurrimiento del agua sobre toda la superficie
del terreno, sino un escurrimiento entre caballón y caballón, a menudo en zig-zag,
durante el cual el agua es suficientemente absorbida.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Naturalmente, el agua de riego puede ser distribuida por medio de


sistematizaciones diversas.
Entre éstas señalemos la siguiente, practicada en varias zonas. Como se
puede ver en la figura 12, ante todo con dos arcenes paralelos y de unos 40 cm.
de altura, conviene trazar el regato principal. Siempre por medio de caballones,
perpendiculares a dicho regato, se excavan unos canales distribuidores del agua
de riego, de modo que el terreno sea dividido en varias tablas de 20 a 30 m. y
hasta más.

Las tablas, a su vez, por medio de caballones paralelos a los canales


distribuidores, se dividen en dos-tres parcelas, en las cuales, con un labor de
azada, y a macho y hembra, se preparan —distantes entre ellos aproximadamente
un metro—los caballones destinados a llevar las plantitas de tomate.
Canales transversales, atravesando oblicuamente las grandes tablas en
toda su amplitud, ponen en comunicación entre ellos los canales distribuidores del
agua del riego.
La anchura, como también la longitud de las tablas y de las parcelas está

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subordinada a la naturaleza del terreno. En los terrenos llanos, naturalmente las


tablas y las parcelas pueden ser notablemente largas y anchas, pero en los
terrenos en pendiente deben ser de dimensiones algo reducidas, y esto para
impedir que el agua de riego acabe escurriéndose rápidamente, provocando
erosiones y hasta la rotura de algún caballón. En definitiva, de ello resultaría una
deslavadura del terreno, con transporte hacia las partes más bajas de cantidades
notables de tierra.
De esta sistematización de caballones de 30-40 cm. de altura, y distantes
entre sí un metro, se benefician mucho los cultivos de tomate de mesa, ya que las
plantitas, situadas —por así decirlo— a media pendiente de los caballones, están
en cierto modo protegidas de las vientos fríos de tramontana. Por tal motivo, donde
la situación del terreno lo permite, la sistematización debe ser orientada de
poniente a levante, y por tanto expuesta
perfectamente al mediodía. Este sistema de caballones, por la ventaja que hemos
dicho, en algunas zonas es también usada en el cultivo de secano.
En el caso de sistematización que acabamos de describir, el riego se
efectúa del modo siguiente. Supongamos que el agua de riego discurra en el
regato o canal principal en el sentido indicado por la flecha. Un operario, a golpes
de azada, abre un boquete en el punto O' de la tabla A, y con el arcén a' cierra el
curso del regato. A consecuencia de esto el agua entra por el boquete, y
discurriendo lenta y tortuosa entre los caballones, filtra suficientemente en el
terreno, irrigando la primera parcela.
Un muchacho, situado en el punto X, es decir, al extremo opuesto de la
parcela, apenas el curso del agua está por llegar a dicho extremo, emite un silbido,
tras el cual el operario provisto de azada repite en el punto O'', donde entretanto
se ha desplazado, el trabajo hecho en el punto O'. Lo mismo será hecho en el
punto O'''.
Para regar, luego, la tabla D, se abre el canal I, ya cerrado en el punto N, y
se cierra el regato en O'''. A través de los boquetes P', P'' y P''', el agua pasa
sucesivamente a las tres parcelas, como hemos visto para la tabla A.
Para el riego de las tablas B, E, C, etc., no se hace otra cosa sino repetir
cuanto se ha hecho para las tablas A y D.
Por los puntos X, Y, Z, etc., las aguas eventualmente en exceso pasan a
los canales de más abajo, y son utilizadas en el riego de las parcelas siguientes.
Al efectuar el riego es necesario poner mucha atención. Sobre todo en
terrenos de pendiente, una distracción cualquiera puede causar la ruptura de
arcenes y de caballones, y por tanto un perjudical desmadre del agua de riego.

Soportes o tutores

La tomatera, como hemos visto, es una planta de tallo sarmentoso, por lo


cual, si es abandonada a sí misma, acaba por postrarse completamente sobre el
terreno. Presentando esto una serie de inconvenientes, que veremos mejor
seguidamente, es absolutamente necesario sujetar las tomateras con adecuados
rodrigones o tutores, los cuales consisten en palos, cañas, varas de castaño,

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

alambre, etc.
Es cierto que en algunas zonas se cultiva el tomate sin sostén, pero no es
menos cierto que de tales cultivos, casi siempre de carácter extensivo, no se
obtienen las producciones elevadas y de calidad que se obtienen cuando las
plantas son fijadas a soportes. Con las plantas a ras del suelo se tiene una menor
productividad, una mayor virulencia de las enfermedades, dificultades para realizar
los tratamientos anticriptogámicos e insecticidas, lenta maduración de las bayas
que fácilmente se ensucian de tierra y están sujetas a podredumbre; también se
hace más difícil la recolección y transporte de los productos fuera del campo.
Los tutores pueden disponerse sobre el terreno de manera diferentes, por
lo cual se tienen diversos sistemas de rodrigazón, tal como veremos
seguidamente.
Los rodrigones varían de zona a zona; en los huertos y en los cultivos para
producto de exportación se prefieren los tutores de caña común; en los cultivos
industriales los palos de morera, castaño, sauce, algarrobo y otras maderas según
la disponibilidad de estos materiales hoy día bastante caros. En las regiones donde
existen arboledas de moreras u olmos se utilizan los ramos de 2-3 años que se
obtienen con las podas periódicas de estos árboles; en otras zonas de palos de
castaño, de sauce, de algarrobo, etc. que se venden en mazos de 5, cinco palos
por mazo de 7-8 m. de longitud y 6-7 cm. de diámetro, y mazos de 10, diez palos
de 6-7 m. de longitud y 5 cm. de diámetro. Cuando se clavan los palos en el suelo,
se entierran unos 30 cm.; es suficiente que tengan una longitud de unos 2 metros.
Su duración es de un par de años si son utilizados tal como se encuentran pero si
primero son descortezados y dejados en un baño, durante unos quince días, en
solución de sulfato de cobre al 5 %, entonces pueden durar un período mayor, 3-4
años. La caña común dura unos 3-4 años.
La rodrigazón es preparada con tiempo, generalmente el período- que
media entre el momento de la siembra hasta el momento en que las plantas
empiezan a subir.
Además de los palos, hace falta también alambre; el más usado es el
cincado del número 12, cuyo peso es de 2,5 fg. por 100 metros lineales, lo que
corresponde, para un cultivo cuyas filas distan un metro, el empleo de 2,5 quintales
de alambre por hectárea con un solo hilo, y 5 quintales por hectárea con dos
alambres.
Él alambre cincado, cuando es bien conservado, después del uso, en
locales secos, dura varios años.
Para fijar las tomateras a las cañas, a los palos y al alambre se usan
diversos materiales; también estos varían de una zona a otra; los más comunes
son: los bramantes que han servido para la ligadura de las gavillas de trigo y que
son residuo de la trilla, la rafia, el esparto, la pita, los juncos, la retama, las hojas
de caña y otras plantas.
En relación a los diversos sistemas usados para el sostén de las plantas
se tienen varias formas de cultivo. Las más comunes son las siguientes que
dividimos en dos grupos: cultivo en rodrigón: cada planta es sostenida por un
palo o caña; cultivo sobre alambre: las plantas son sostenidas por uno o varios
alambres.

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a) Cultivo en rodrigón: difundido especialmente en las huertas


industriales y en los cultivos que dan producto para la exportación.

1.- En rodrigón recto (fig. 13). Cada planta es sostenida por un tutor, palo
o caña de 2-3 cm. de diámetro y de 1,50-1,80 m. de longitud, clavado en el terreno
verticalmente. En correspondencia con cada fila de plantas a 1,20-1,50 m, del
suelo se tiende un alambre horizontal sostenido por postes puestos sobre la fila
misma a 8-12 m. según su robustez. Cada caña es fijada al alambre y cada planta
a la caña mediante varias ligaduras.

2. En rodrigón cruzado o en caballete (fig. 14). Difiere del precedente en


cuanto que las cañas en vez de ser verticales están inclinadas y se cruzan con las
de las plantas opuestas de la fila vecina. A unos 1,50 m. del suelo y en medio de
cada pareja de filas se tiende al alambre sobre el cual se cruzan y son fijadas las
cañas o palos. El alambre es sostenido por estacas puestas en el medio de cada
pareja de filas y distantes la una de la otra de 8 a 12 m.
Una variante de este sistema consiste en el hecho de que se puede
sustituir el alambre con otras cañas que se ponen, siempre horizontalmente, sobre
los cruces de las cañas inclinadas.

3. En pirámide (fig. 15). También con este sistema cada planta es


sostenida por su palo o caña: las cañas de cuatro plantas vecinas, dos de una fila
y las dos correspondientes de la fila opuesta, se cruzan en el extremo de manera
de formar una pirámide de base rectangular.

De los tres sistemas arriba descritos nosotros darnos preferencia al


primero por estas razones: entre fila de tomateras y la otra se tiene una mayor

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

circulación de aire y una mejor penetración de la luz. Son más fáciles los
eventuales tratamientos, la posa, la recoleccióny toda otra operación tanto del
terreno como de la planta; se tienen en definitiva cultivos mejores y más
productivos.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

b) Cultivo sobre alambre: difundido especialmente en los cultivos de


carácter industrial.

1. Con palos verticales y un solo alambre (flg. 16). Los palos de 2 meros
de longitud aproximadamente se hunden en el terreno unos 30 cm. y se disponen
sobre la fila a 3-4 m. el uno del otro; para filas distantes un metro y palos a 3 m. se
necesitan 3.300 palos por hectárea. El alambre es tendido y fijado a los palos a la
altura de 50-60 cm. del suelo; se necesitan 250 kg. de alambre del n.° 1 por
hectárea.
Las plantas se apoyan y se atan al alambre.
Este sistema es usado para las variedades muy vigorosas.

2. Con palos verticales y dos alambres (fig. 17). Difiere del precedente
solamente por un alambre más. El primer alambre es tendido a 40-50 cm. del
suelo, el segundo a 80-90 cm. Las plantas se apoyan y se atan a los alambres. Los
palos deben ser más fuertes que en el caso precedente, necesitan 500 kg. de
alambre por hectárea.
Este sistema, respecto a los otros de cultivo sobre alambre, es el más
costoso pero el más racional especialmente si las filas de la pareja se tienen a 90
cm. y las parejas entre sí a 110 cm. Indicado para las variedades más vigorosas.

3. Con palos cruzados (fig. 18). Los palos se disponen sobre las filas a 3-
4 m. inclinados hacia el centro del espacio comprendido entre dos filas y atados al
extremo de modo de formar tantos caballetes, A 50-60 cm. del suelo se tiende el
alambre sobre el cual se apoyan y atan las tomateras.

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4. Con palos verticales entre las filas (fig. 19). En el medio de dos filas
emparejadas se pone una serie de palos, siempre a 3-4 m.; sobre los palos se
tiene el alambre a 50-60 cm. sobre el cual se apoyan y atan las plantas de las dos
filas acopladas. Si las filas distan por término medio un metro hacen falta 1.650
palos por hectárea. En este caso es prudente usar alambre del n.° 14, más
robusto, el cual pesa 3 kg. cada 100 metros lineales; se necesitan 150 kg. por
hectárea.

Aporcado

Cuando las plantas han alcanzado la altura de 30-40 cm. y hasta más, se
procede al aporcado, adosando tierra a los tallos y a veces abriendo un surco
también entre las filas de la misma tabla. El aporcado es la última operación que
se hace en el terreno dedicado al cultivo del tomate y los cultivadores la toman tan
a pecho que a menudo exageran porque llegan a cubrir el primer ramo floral.
El aporcado provoca la emisión de nuevas raíces y el robustecimiento de
la planta; puede efectuarse con la azada o con aporeadoras a propósito
arrastradas por un caballo. A lo largo de los surcos así abiertos discurrirá luego el
agua que servirá para el riego de los cultivos.

Atadura

Cuando las plantas han superado en altura el alambre que debe


sostenerlas, se atan a éste con las ataduras de que ya hemos hablado. La atadura
es operación muy larga y delicada especialmente para los cultivos apoyados en
alambre que generalmente no experimentan despuntados y por tanto resulta más

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difícil porque se está obligado a reunir el tallo principal de la planta con alguna
rama secundaria.
La atadura debe efectuarse lo más pronto posible, apenas las plantas han
superado la altura del alambre y no esperar que éstas hayan sido postradas y
debilitadas por el peso de los frutos los cuales expuestos luego al golpe de sol
quedan sujetos al escaldado. En los cultivos bien llevados la atadura se realiza
antes de que las plantas se hayan postrado en el suelo y entonces las bayas
permanecen cubiertas de hojas y se evitan los golpes de sol.
El sistema de cultivo con palos verticales y dos alambres facilita, aunque
sea alargándola, porque se realiza en dos tiempos, esta operación, pero el
mayor gasto es ampliamente compensado por una mayor producción y por una
mejor calidad del producto.
Se puede aligerar la pesada operación de la atadura sosteniendo las
plantas entre dos alambres y teniendo éstos paralelos y unidos por unas grapas
(trocitos de alambre replegados en anillo) a la distancia de aproximadamente un
metro la una de la otra. Las grapas sirven para evitar que las plantas se hacinen.
Los dos alambres paralelos se pueden alzar a medida que las plantas
crecen en altura, mientras las ataduras de cuerdas serán dejadas un poco flojas de
modo de poderlas hacer escurrir a lo largo de los palos de sostén.

Deshijado

La rodrigazón conviene prepararla con tiempo, y antes incluso de que las


plantas entren en la fase de rápido desarrollo, y esto porque entonces urge ya el
trabajo de eliminar los brotes e hijuelos.
La tomatera, sobre todo en los terrenos fértiles y bien abonados, tiene una
gran tendencia a emitir brotes en la axila de las hojas sobre el tallo primario, por lo
cual, si es abandonada a sí misma, acaba por asumir el aspecto de una intrincada
mata. Esto es causa de numerosos inconvenientes, que examinaremos
seguidamente, pero sobre todo provoca una dispersión de las posibilidades
vegetativas de la planta, que se sobrecarga inútilmente de flores y de frutos, los
cuales —con motivo de tal dispersión— quedan pequeños, y no asumen aquellos
requisitos cualitativos requeridos por los mercados de consumo especialmente en
el caso del tomate de mesa.
Es enormemente útil, por tanto, y absolutamente necesario, liberar la
planta de la vegetación superflua y perjudicial, para concentrar su fuerza
vegetativa sobre pocas ramas principales, y por tanto sobre pocos frutos,
asumiendo mayores dimensiones y mejores requisitos.
Digamos desde ahora que el deshijado provoca también una producción
cuantitativamente mayor.
El deshijado consiste en dejar en la planta una, dos o más ramas
principales, quitando todos los brotes laterales que se van desarrollando sobre las
ramas principales.
Respecto al deshijado de la tomatera debemos atenernos a un principio
general de poda, principio que es el siguiente: hay que podar fuerte las plantas

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débiles, y hay que podar ligeramente las plantas vigorosas.


Se tiene, por tanto, que hallándonos en presencia de plantitas un poco
débiles debemos dejar un solo tallo principal, mientras que si nos hallamos en
presencia de plantitas vigorosas es conveniente —y útil— dejar dos y hasta tres,
para quitar inexorablemente todos los brotes ya emitidos y que a continuación la
planta emitirá lateralmente.
En el caso de plantitas puestas a la distancia de 20-25 cm., generalmente,
hará falta dejar un solo tallo, y sólo raramente dos, naturalmente en el caso de
plantitas bastante vigorosas.
La planta puede cultivarse con dos o tres tallos principales utilizando uno o
dos brotes laterales, que no tardan en aparecer apenas la planta inicia su rápido y
vigoroso desarrollo, que se hallan ya algo desarrollados en el momento oportuno
para iniciar el deshijado. Puede cultivarse también de este modo, es decir con dos
o tres tallos principales, despuntándola y dejando dos o tres de los mejores brotes
laterales, que a continuación del despuntado salen en seguida de las axilas
foliares. En este caso, sin embargo, no hay que olvidar que el despuntado debe
ser hecho muy pronto, porque de otro modo el cultivo resultaría tardío. Y esto, al
menos para los cultivos de mesa, sería un inconveniente gravísimo.
Si, hecho el despuntado, se dejan a la planta cuatro brotes, los cuales
primero se disponen horizontalmente y después verticalmente sobre alambres o
sobre tutores en general, se tiene el cultivo en espaldera. Éste, sin embargo, es
un sistema que se puede recomendar solamente para los pequeños huertos
familiares.
El deshijado puede ser efectuado con unas pequeñas tijeras de podar, o
con un cuchillo cualquiera, o bien directamente con los dedos.
Los buenos y múltiples efectos del deshijado dependen mucho de la época
en que éste se inicia. A este propósito, no hay que anticipar demasiado, como —
naturalmente— no hay que retrasar. Anticipar demasiado, es decir, practicar el
deshijado cuando todavía es fácil padecer las más temibles adversidades
atmosféricas, significa tener plantitas abiertas por todas partes, y con un solo brote
terminal, brote que puede muy bien ser decapitado —por ejemplo— por una
helada. En este caso la plantita puede ser reconstituida solamente mediante un
brote que salga de una yema lateral enterrada precedentemente con el aporcado.
Esto, evidentemente, causa un notable retraso vegetativo y productivo.
Por el otro lado, si el deshijado se retrasa, se da tiempo a la planta de
gastar buena parte de su fuerza vegetativa en brotes inútiles.
Evidentemente, es el agricultor quien deberá decidir caso por caso el
momento justo para iniciar el deshijado. Nosotros podemos decir que este
momento debe ser elegido cuando ha desaparecido el peligro de las adversidades
atmosféricas más dañosas, es decir, cuando ha comenzado decididamente la
primavera.
Una vez comenzado, el deshijado debe ser repetido varias veces, mejor si
cada ocho días, porque en un espacio de tiempo tan breve, la planta —
procediendo en su vigoroso desarrollo— se carga nuevamente de numerosos
brotes inútiles y perjudiciales.
Naturalmente, a medida que se va practicando el deshijado, hay que

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

proceder también a la atadura de las plantitas a los tutores, ligadura que puede ser
efectuada por medio de rafia, juncos, etc.

Despuntado

Estrechamente ligado al deshijado está el desputado. Cuando la planta ha


emitido 3-4-5 racimos florales, es inútil dejarla continuar en su desarrollo ulterior,
ya que —luego— no da más que frutos pequeños, los cuales además no maduran
en época oportuna. Naturalmente, esto perjudicaría también a los frutos de los
primeros racimos, ya que la planta gastaría parte de su fuerza vegetativa en esta
inútil producción terminal. También con el despuntado hay que guardar el vigor de
las plantas, por lo cual son despuntadas pronto aquellas de desarrollo débil, y
despuntadas después aquellas de desarrollo vigoroso.
El despuntado consiste en el corte de la parte terminal del tallo al objeto de
interrumpir el crecimiento de la planta y anticipar la maduración de las bayas de las
inflorescencias más altas. El despuntado se realiza 20-25 días antes del corte al
cuello de las plantas. En los cultivos de mesa para el despuntado se siguen otros
criterios: las plantas se despuntan después del tercero o cuarto racimo al objeto de
impedir el desarrollo de los frutos terminales y concentrar la fuerza de la planta en
las bayas de los racimos que han quedado. El despuntado debe ser hecho sobre el
racimo floral en el caso de plantas escasamente vigorosas, y sobre el cuarto en el
caso de plantas vigorosas. En los cultivos industriales, en cambio, conviene
hacerlo un poco después, y esto hacia el final de la vegetación, dejando un mayor
números de racimos.

Deshojado

También el deshojado de las plantitas hace sentir benéficos efectos sobre


la vegetación y sobre la producción de la tomatera. A consecuencia del deshijado y
del despuntado, las plantitas asumen un estado vegetativo bastante vigoroso, por
lo cual —entre otras cosas— se cargan de hojas grandes y muy extendidas. La
producción permanece por ello a menudo muy sombreada.
Sobre todo en los cultivos de mesa, al objeto de impedir un retraso en la
maduración, hay que poner al aire y al sol esta producción, mediante un deshojado
parcial. Decimos deshojado parcial, porque no es raro el caso de ver cultivos
completamente desnudos hasta los últimos racimos, y con un penacho de hojas
solamente en el extremo de las plantas. Esto es causa de inconvenientes graves
para la vida de la planta, porque —no hay que olvidarlo— por medio de las hojas la
planta efectúa las funciones importantísimas de la asimilación, de la respiración y
de la transpiración. Privada de la mayor parte de sus hojas, la planta es
constreñida a ralentar toda su actividad vegetativa
El deshojado, por tanto, debe ser limitado a las hojas muy bajas, porque
son amarillentas y viejas, y a las horas que sombrean efectivamenete la
producción.

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Aclarado de los frutos

En los cultivos de mesa no hay que descuidar tampoco otra práctica: la del
aclarado de los frutos. También en los primeros racimos, y por tanto también en
aquellos mejor nutridos de la planta, se notan a menudo frutos muy pequeños, muy
deformes, a menudo incluso gravemente dañados por parásitos animales.
Evidentemente, toda esta producción es inútil, y quitarla será una gran ventaja
para la producción normal y sana.
El aclarado de los frutos no debe ser practicado muy pronto, sino cuando
ya es netamente distinta la producción defectuosa de la normal.

Ventajas y efectos de la rodrigazón y del deshijado

El deshijado, junto con la rodrigazón, es una práctica de importancia


decisiva para el buen éxito del cultivo del tomate. Debe, por tanto, ser aplicada en
el cultivo de tomate de mesa como en el de conserva, tanto en el cultivo de
regadío como en el de secano, cualquiera que sea la región, y cualquiera que sea
el terreno.
A la rodrigazón y al deshijado de las tomateras, comprendidos en este
último el deshojado y el despuntado, se deben atribuir los siguientes beneficiosos
efectos:

1) Una mayor precocidad de maduración del producto. Los cultivos con


tutores y deshijados, respecto a los otros, dan una producción que madura con una
mayor precocidad. Por esta mayor precocidad no se debe entender, sin embargo,
un anticipo en la iniciación de la cosecha, sino la maduración —dentro de un
determinado período de tiempo— de una cantidad mayor de producto, respecto a
los cultivos no rodrigados y no deshijados. De los experimentos realizados, en
efecto, ha resultado que el inicio de la recolección se ha realizado —
aproximadamente— el mismo día (7 de junio), tanto para los cultivos rodrigados y
deshijados, como para los no rodrigados y no deshijados. Ha ocurrido, sin
embargo, que para los primeros la maduración del producto ha experimentado un
incremento mayor que para los segundos, por lo cual dentro del 15 de junio se ha
recogido el 15,72 % de la producción total en los cultivos rodrigados y deshijados,
y el 11,55 %, siempre de la producción total, en los cultivos no rodrigados y no
deshijados.
Todo esto resulta evidentísimo si se piensa que la plantita abandonada a sí
misma asume el aspecto de una intrincada mata, por lo cual la mayor parte de la
producción es sustraída a la acción benéfica del aire y de la luz, lo que no ocurre
para las tomateras rodrigadas y deshijadas.

2) Un producto más uniformemente maduro. Los cultivos rodrigados y


deshijados dan un producto en el cual los signos de maduración se manifiestan y
se difunden uniformemente, lo que tiene una importancia grandísima en el caso de

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los cultivos de mesa. Esta maduración uniforme no se tiene en cambio en los


cultivos no rodrigados y no deshijados, ya que en éstos tenemos frutos
completamente sustraídos a la luz solar, y frutos que se han iluminado sólo en
parte. Tenemos, luego, muchos frutos que se apoyan precisamente en el suelo, los
cuales, en la parte en contacto de la superficie del terreno, conservan largo tiempo
una coloración verde-blanquecina.

3) Una producción más uniforme. En los cultivos no rodrigados y no


deshojados, como la planta gasta su vigor vegetativo en ramas y ramitas inútiles y
perjudiciales, solamente los primeros frutos asumen un buen tamaño, mientras los
otros quedan pequeños, y cada vez más pequeños a medida que son producidos
por la planta. En los cultivos rodrigados y deshojados, como la planta puede
concentrar su vigor vegetativo sobre pocas ramas y sobre pocos frutos, se tiene en
cambio una producción casi uniforme, es decir, un conjunto de frutos casi del
mismo buen tamaño.

4) Una menor posibilidad para el desarrollo de las enfermedades, una


mayor facilidad en la ejecución de los tratamientos anticriptogámicos, una
mayor eficacia de estos tratamientos. Evidentemente, dentro de la mata de las
plantas no rodrigadas y no deshijadas el aire no circula libremente, por lo cual
se mantiene en ella un ambiente bastante húmedo, el cual —como es sabido— es
la causa primera del desarrollo de las enfermedades criptogámicas.
Para que los tratamientos anticriptogámicos puedan tener una cierta
eficacia, es necesario introducir en la mata —ora acá, ora acullá— la cánula de la
bomba rociadera, lo que, naturalmente, requiere un tiempo mayor. No obstante
esto, ocurre siempre que muchas hojas no resultan suficientemente rociadas, por
lo cual las enfermedades pueden —como ocurre— desarrollarse ulteriormente.
Esto ocurre sobre todo por las hojas que se apoyan o casi sobre la superficie del
terreno. Levantando, en efecto, una de estas plantas no rodrigadas y no
deshijadas se ven en seguida las hojas más bajas fuertemente invadidas por la
pernospo-ra y otras enfermedades, naturalmente, no obstante los numerosos
tratamientos realizados.
Todo esto no ocurre en los cultivos rodrigados y deshijados, ya que siendo
las plantas levantadas al aire y a la luz, no es posible que permanezca entre ellas
un ambiente muy húmedo, mientras los tratamientos anticriptogámicos pueden
efectuarse fácilmente, resultando —al mismo tiempo— más eficaces, puesto que la
planta puede ser abundantemente rociada en todas sus partes.

5) Operaciones de recolección más expeditas. En los cultivos no


rodrigados y no deshijados las operaciones de recolección resultan más lentas, ya
que la producción está casi escondida entre el follaje y los numerosos tallos de las
plantas. Para efectuar la recolección, en efecto, es necesario a menudo dar vueltas
y revueltas a la planta. En el caso de los cultivos de mesa hay otro inconveniente a
lamentar, y es el de que frutos comercialmente maduros escapan a la mirada de
los cosecheros, por lo cual a la recolección siguiente se hallan en un estado de
maduración avanzada, que los hace no aptos para la exportación, puesto que —

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como es sabido y como diremos luego— la producción de mesa es recolectada no


perfectamente madura aún. Todo esto, naturalmente, no puede ocurrir en el caso
de tomateras rodrigadas y deshijadas, puesto que en este caso la producción es
toda muy visible.

6) Una menor cantidad de producto de descarte. La tomatera


abandonada a sí misma, y por tanto no rodrigada y no deshijada, apoya parte de
su producción directamente sobre la tierra, ora húmeda, ora calentada por el sol,
producción destinada a averiarse también a consecuencia de las lesiones sufridas
por la acción de los vientos, los cuales mueven a menudo la planta contra la
superficie del terreno. Muchísimos frutos quedan, luego, pequeñísimos ya que la
planta gasta inútilmente su vigor vegetativo, frutos que el mercado desprecia o
francamente rechaza.
Experimentaciones efectuadas sobre cultivos de mesa, para plantas
rodrigadas y deshijadas han permitido hallar un descarte del 7,90 % sobre la
producción total, mientras para las plantas no rodrigadas y no deshijadas se ha
hallado el 17,38 %, considerando descarte toda producción averiada, fuertemente
deforme, y con una circunferencia inferior a los 12 cm., producción —esta última—
que es excluida de la exportación, precisamente por el tamaño pequeño.

7) Una producción estéticamente mejor. La producción proveniente de


plantas rodrigadas y deshijadas presenta un aspecto general mejor, o sea un
aspecto más brillante. Un ojo aunque no sea muy experto la distingue fácilmente
de la producción proveniente de los cultivos no rodrigados y no deshijados. En
algunos centros de producción, los agricultores dicen, en efecto, que el
tomate de las plantas rodrigadas y deshijadas se presenta con «barniz» mejor.

8) Una mayor producción. Las plantas rodrigadas y deshijadas,


concentrando sobre un número de frutos no excesivo sus posibilidades nutritivas,
que de otro modo se dispersarían a favor de una vegetación y de una producción
inútil, en definitiva dan una producción que resulta también en peso, mayor de la
que dan plantas no rodrigadas y no deshijadas.
Los experimentos realizados han dado, en efecto, una producción por
hectárea de 243 quintales en el caso de plantas no rodrigadas y no deshijadas, y
de 321 quintales en el otro caso. Como se ve, a favor de las plantas rodrigadas y
deshijadas está una mayor producción de 78 quintales por hectárea, lo que no deja
ninguna duda sobre la conveniencia económica de las dos importantísimas
prácticas, incluso si por un momento olvidáramos todas las otras ventajas.
La rodrigazón y el deshijado, evidentemente, se manifiestan mayormente
eficaces en el caso de los cultivos de mesa. Como hemos visto, sin embargo,
resultan uitilísimos también en el caso de los cultivos industriales, por lo cual
repetimos que la rodrigazón y el deshijado deben ser aplicados siempre,
cualquiera que sea el cultivo, industrial o de mesa, de secano o de regadío,
cualquiera que sea la variedad cultivada, cualquiera que sea la región y el terreno.

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Ejemplo lamentable de tomateras completamente


defoliadas

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CAPÍTULO XI

CULTIVO FORZADO Y CULTIVO TARDÍO

El cultivo del tomate de mesa apunta sobre todo a las producciones de


primor, o sea a las producciones que maduran fuera de temporada. Pero, en pleno
campo, tales producciones no son posibles en todas partes sino solamente en
aquellas regiones muy favorecidas por condiciones generales y locales de clima.
En España, en efecto, estos cultivos de primor los encontramos
practicados en el litoral mediterráneo.
La conveniencia económica de los cultivos de primor es a menudo notable,
y ha sugerido, por tanto, forzar decididamente la producción por medio de
dispositivos particulares, aunque resulten algo costosos, al objeto de obtener
tomate maduro en pleno invierno.
En los países de clima muy frío se ha llegado a cultivar el tomate hasta en
invernaderos calentados con termosifón, y —como suele decirse— incluso en
vasta escala. En Inglaterra, el cultivo del tomate en invernadero está muy
difundido, y la producción alcanza centenares de miles de quintales. Sin embargo,
está lejos de poder satisfacer las demandas del consumo interno.
La producción del tomate en invernadero ha alcanzado cifras imponentes
en Holanda. La producción holandesa no sólo es suficiente para las necesidades
de los mercados internos sino que alimenta una fuerte corriente de exportación a
los mercados ingleses, como también sobre los alemanes.
En condiciones particulares y muy favorables de clima, puede obtenerse
una producción invernal en pleno campo. En las islas Canarias, en efecto, la
exportación del tomate fresco de mesa se realiza desde el mes de octubre al mes
de mayo. También en el Sur de nuestra península, tal cultivo otoño-invernal está
adquiriendo un desarrollo cada vez más importante.
Para estos cultivos es necesario, ante todo, elegir terrenos bien expuestos,
ventilados y permeables, porque el exceso de humedad, dada la estación causaría
un fuerte desarrollo de las enfermedades criptogámicas, así como un apagado
desarrollo de las plantas.
El semillero es suficiente prepararlo sobre cama fría. La siembra, pero
debe ser hecha un poco pronto, es decir, hacia mediados de julio, de modo que las

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plantas aptas para el trasplante se puedan tener hacia la mitad de agosto.


Es necesario practicar un abundante abonado orgánico- mineral, y sobre
todo numerosos tratamientos anticriptogámicos, puesto que —como hemos dicho
— el desarrollo de las enfermedades es favorecido por la estación húmeda. Es
necesario también practicar el deshijado y el deshojado para airear bien y ventilar
las plantas.
Para este cultivo tardío otoño-primaveral han mostrado adaptarse bien las
variedades Comet, Perfection y Princes of Wales, esta última ampliamente
cultivada en las islas Canarias.
Sin duda, la producción de este cultivo tardío puede colocarse también en
los mercados extranjeros, donde ya está sólidamente afirmada la producción
proveniente del cultivo primaveral-estival.
El cultivo del tomate, tanto de mesa como de conserva, asume en nuestro
país una considerable importancia agrícola y económica. Esta importancia, sin
embargo, puede devenir todavía mayor y seguramente así será en el futuro.

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CAPÍTULO XII

ADVERSIDADES ATMOSFÉRICAS

El cultivo del tomate, como muchos otros cultivos, está fuertemente sujeto
a los fenómenos atmosféricos: heladas, pedrisco, vientos fuertes y lluvias.

Heladas

Bien poco importa a los agricultores si la escarcha es causada por un


descenso local de temperatura, es decir, limitado a una determinada zona
restringida o bien si la helada es producida por un frío intenso, bajado del norte
sobre vastas regiones, y a menudo seguido de fuertes vientos. Las escarchas y las
heladas son igualmente extremadamente perjudiciales. El cultivo del tomate resulta
a menudo completamente destruido por ellas, y sólo con un trasplante general
puede en tal caso ser repuesto. Evidentemente, sobre todo para los cultivos de
mesa, las más perjudiciales son las heladas y las escarchas tardías, las cuales
comprometen, y a menudo irremediablemente, la precocidad del cultivo.
Los daños son mayores si al descenso de temperatura, que ha provocado
la helado o la escarcha, sigue un alza repentina de la misma, o —como se se dice
— si el deshielo se produce rápidamente. En efecto, los cultivos mayormente
dañados son aquellos expuestos a levante y al mediodía, precisamente porque
éstos son más rápidamente iluminados y calentados por el sol. Por el contrario,
una planta situada a la sombra escapa casi siem-ppre a los daños de las heladas y
de las escarchas, en cuanto que entorno a ella la temperatura se eleva lentamente.
Los daños de las heladas y de las escarchas, como ya se hace un poco en
todas partes, se pueden evitar, o al menos atenuar, mediante los humos o nubes
artificiales. Todo el mundo ha podido constatar que las escarchas y las heladas no
se forman si el cielo está nublado. Esto debe atribuirse al hecho de que las nubes,
dispuestas sobre los cultivos como un inmenso cobertizo, impiden un excesivo
enfriamiento de la superficie terrestre.

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Por supuesto, este excesivo enfriamiento puede ser impedido también


mediante nubes artificiales, formando montones de paja, de hierbas secas, etc., un
poco húmedos, mejor si están mezclados con sustancias embreadas, al objeto de
tener una mayor cantidad de humo. Los buenos efectos del humo deben atribuirse
además de a la presencia del humo, también al calor que se desarrolla con la
combustión de dichos montones.
El encendido de los fuegos debe ser hecho en el momento justo, es decir,
antes de que la escarcha o el hielo se haya formado. Este momento justo puede
ser indicado mediante avisadores eléctricos, provistos de timbres adecuados.
Existen aparatos, muy sencillos, que indican el peligro de las escarchas y
aparatos anti-escarcha productores de nubes artificiales capaces de proteger los
cultivos del peligro de la escarcha. Para los cultivos hortícolas se prestan muy bien
las hojas transparentes de polietileno.
En el caso de las heladas y de escarchas tardías, en vez de un trasplante
general, puede resultar más conveniente ayudar a las plantas dañadas a reanudar
la vegetación. En tal caso hay que proceder a una cuidada poda de las plantas,
para quitar todas las partes dañadas y dejar las sanas, y luego un rociado contra
las enfermedades criptogámicas, como también a un adecuado suministro de
nitratos.

Pedrisco

El tomate es muy sensible al pedrisco, especialmente si se halla en fase


de maduración, entonces la cosecha está perdida. Pero la planta tiene una gran
posibilidad de recuperación y de rebrotar cuando el pedrisco cae en los primeros
meses de cultivo. Hemos observado cultivos atacados por el pedrisco en mayo y
junio, completamente diezmados, porque de las plantas sólo habían quedado
muñones de los tallos, recuperarse después vigorosamente y dar todavía un buen
producto.
Después del pedrisco el cultivo es inmediatamente rociado con caldo
bordelés al 1-1,5 %.

Lluvias

Las lluvias son perjudícales cuando caen en exceso y especialmente en


dos períodos: el que precede a la floración y el de la maduración. En el primero
provocan la asfixia de las raíces y la podredumbre radical, en el segundo la
hendedura de las bayas. Si las lluvias en el curso del cultivo son de pequeña
intensidad y frecuentes, entonces son todavía más dañosas porque favorecen la
difusión de las enfermedades mohosas. La lluvia es casi siempre enemiga del
tomate el cual quiere «sol en la cabeza y agua en los pies».

Vientos fuertes

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Los vientos fuerte, los cuales a menudo son también fríos, dañan mucho el
cultivo del tomate, ya que provocan el aborto de enteros racimos florales.
Sujetando, además, las plantitas a una fuerte transpiración, provocan también
quemaduras y ajamiento general de la planta. Es necesario, por tanto, proteger
bien las plantas de esta adversidad.
Hemos visto cómo el cultivo del tomate es defendido de los rigores
invernales, y por tanto también de los vientos fuertes y fríos. Esta defensa, sin
embargo, deviene insuficiente avanzada la primavera, cuando las plantas, con
motivo de su vigoroso crecimiento, salen fuera del abrigaño. En este punto es
preciso recurir a otros medios, y precisamente a los cortavientos.
Los cortavientos deben ser muertos, porque los vivos sustraen al cultivo
rediticio notables franjas de terreno. Los cortavientos, en efecto, en la mayoría de
los casos, son de caña común.
Para que los cortavientos resulten verdaderamente eficaces, no deben ser
puestos a una distancia superior a las catorce o las dieciocho veces su altura.
Contravientos, por tanto, de —por ejemplo— 1,50 m. de altura no deben distar
entre sí más de 21-27 m. Naturalmente, resultan más eficaces si son colocados a
una distancia inferior.

Rayos solares

La acción de los rayos solares puede producir la despigmentación de


algunas zonas del fruto cuando las variedades tienen escasas hojas o las plantas
han sufrido una defoliación debida a los ataques de los parásitos. El asoleamiento
es más fácil cuando los frutos han sido dejados al descubierto, como suele
suceder en el cultivo no rodrigado, que obliga a mover las plantas para coger los
frutos maduros. Al principio la zona despigmentada está túrgida; después, se
arruga el pericarpio y adquiere aspecto de papel, volviéndose acuoso el tejido
subyacente, en el que pueden proliferar microorganismos saprofitos.

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CAPÍTULO XIII

PARÁSITOS ANIMALES

La tomatera, especialmente en las primeras fases de su desarrollo, es atacada por


muchos parásitos animales. Entre éstos recordemos los elatéridos, el grillo negro,
el grillotalpa (grillotopo), los noctuididos, las chinches verdes, los gorgojos, la
dorífora de la patata, los nemátodos y los eriofies.

Elatéridos

Los elatéridos [agriotes lineatus, obscurus, etc.), insectos que atacan muchas
otras plantas, y entre estas también el trigo, son conocidos por los agricultores en
el estado de gusanos, o sea en el estado de larva (fig. 20), y esto porque aquéllos
dañan los cultivos precisamente bajo esta forma.

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Los elatéridos, sin embargo, como muchísimos otros insectos, se


presentan también bajo la forma de ninfa (fig. 21) y de insecto perfecto (fig. 22).
El insecto perfecto recuerda la forma de un pequeño escarabajo, Je 1 cm.
de longitud y 3 mm. de ancho, de color casi negruzco y con la cabeza pardo rojiza.
Las hembras del insecto perfecto, entre la primavera y el verano, después de
haberse hundido en el terreno, depositan un gran número de pequeñísimos
huevos, de los cuales nacen las larvas. Éstas, en un primer tiempo, se nutren de
residuos vegetales, pero bien pronto atacan las raíces y el cuello de las plantas,
causando graves daños. Por lo que respecta al tomate, se puede decir que en
parcelas infestadas el cultivo frecuentemente resulta prácticamente imposible.
La larva, de 15 cm. de longitud, de color amarillo rojizo, casi coriácea, vive
en el terreno aproximadamente tres años, para transformarse después en ninfa. Al
cabo de una veintena de días la ninfa se transforma en insecto perfecto, al cual
repite cuanto hemos dicho.
La lucha contra los elatéridos no es fácil. Y consideramos muy útil advertir
que de nada sirve tratar las simientes —por ejemplo— con arsénico, flúor, cobre,
mercurio, azufre, petróleo, fenol, formalina, estricnina, ácido acético, etc., como
tampoco de nada sirve usar contra las larvas ácido fénico, alcanfor, tremetina,
calciocianamida, sulfuro de carbono, paradiclorobenzol, etc.
Algún resultado se ha obtenido con el cianuro de calcio, pero si el terreno
no estaba muy húmedo. En este caso se han obtenido algunos resultados también
con el paradiclorobenzol, resultado que sin embargo ha devenido completamente
negativo si ha sobrevenido una lluvia.

Buenos resultados, en cambio, pueden conseguirse con las plantas-cebo,


si la lucha es efectuada con mucho cuidado y con mucha paciencia. La planta-
cebo, que podría ser una ensalada, y hasta el mismo trigo, sería extirpada, para
destruir los elatéridos que se hallasen en ella, poco antes del trasplante del tomate.
Se han obtenido buenos resultados con el uso de patatas, enterradas a
trozos en los caballones, precisamente a lo largo de la línea en la cual —a
continuación— se han trasplantado de asiento las plantitas del tomate. Las patatas
son desenterradas, y nuevamente enterradas, varias veces, y los elatéridos son

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exterminados por medio de una pinza.


Los agricultores, sin duda, encuentran este sistema de lucha largo,
dispendioso y francamente insoportable, muy alejado del método de lucha que
ellos desean. Digamos, sin embargo, que el trabajo y el dispendio requerido por tal
método son de mucho inferiores al trabajo y al dispendio que requiere un cultivo de
tomates infestado por los elatéridos, y esto por los continuos trasplantes que es
preciso practicar. Añadamos que no obstante tales trasplantes, el cultivo acaba
siempre por perder su precocidad, hecho gravísimo sobre todo en el caso de los
cultivos de mesa.
En la lucha contra los elatéridos resulta también muy útil no practicar en
las parcelas infestadas cultivos estivales, al menos durante algún tiempo, ya que
para la deposición de los huevos el insecto prefiere el terreno húmedo y la
presencia de plantas herbáceas.
Conviene también suspender por algunos años el abonado con estiércol, y
practicar solamente el químico, puesto que los elatéridos infestan sobre todo los
terrenos pingües y ricos de sustancias orgánicas.

Grillo negro

El grillo negro (Gryllus desertus) (fig. 23), es dañoso sobre todo para los
semilleros. Es un insecto que alcanza un desarrollo de 15 a 19 mm.; es muy voraz,
y daña muchísimas plantas atacando sus semillas apenas confiadas al terreno, y
después las plantas mismas, cortándolas —si son pequeñas— al pie. Ataca
también las hojas y los racimos de la vid, y hasta las hojas del olmo y del sauce.
Se esconde en galerías poco profundas, y causa los mayores daños
durante las horas cálidas, dando saltitos por los campos a guisa de un
saltamontes.
Si se dispone de mucha agua de riego, se puede recurrir a la sumersión
del terreno para luchar contra este insecto. Igualmente es eficaz el esparcido de
cebos envenenados, que Anderlini aconseja preparar de las siguientes formas:

a) Se mezcla en seco el producto insecticida con salvado, trigo o con


granos de desecho de arroz, y se humedece después todo con agua.
b) Se rocía el salvado, el trigo o los granos de desecho del arroz con la

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solución previamente Preparada con el insecticida.


c) Se humedece bien con agua el salvado, trigo o los granos de desecho
de arroz, y se amasa después con el veneno.

En el comercio pueden encontrarse cebos envenenados ya dispuestos:


Acricida (Hexacloroci-dohexano 20%); Arborisina (15-25 kg./Ha.)- Cortilán (20-
30 kg./Ha.); Crusbar; Cruscolina (25-30 kg./Ha.); Fosforicín (20-30 kg./Ha.);
Grillicida; etc. El esparcido de los cebos envenenados debe efectuarse al
atardecer; se puede enterrarlos después con un pase de grada.

Grillotalpa

Los daños de los grillos, como también de los insectos de que hablaremos
luego, no son tan graves como los causados por los elatéridos. Esto no excluye,
sin embargo, que a veces puedan ser notables.

El grillotalpa (Curtilla vulgaris) daña el tomate al estado de insecto


perfecto (fig. 24), porque con las patas anteriores, robustas y dentadas, excava en
el terreno numerosas y complicadas galerías, rompiendo y royendo, al mismo
tiempo, muchísimas raíces. También las larvas, las cuales emplean de dos a tres
años para transformarse en insecto perfecto, provocan daños royendo las raíces y
el cuello de las plantas. A menudo transportan en sus galerías la parte del tallito
cortado para seguir alimentándose.
Hay que decir, sin embargo, que el grillotalpa se nutre también de otros
insectos, de gusanos y de moluscos.
Para la lucha es aconsejable la sumersión del terreno, cuando se disponga
de abundante agua de riego. De una cierta eficacia resulta, además, la captura
directa por medio de recipientes barnizados que contienen un poco de agua, y
dispuestos con el borde a ras de tierra, dentro de los cuales los insectos van a caer
durante la noche.
Óptimo resultado debería dar el uso de maíz envenenado con los polvos
del diablo (fluosilicato de bario 90-92 % y adhesivos). El cebo se prepara con 20
kg. de maíz triturado, luego humedecidos con 5 litros de agua, y finalmente bien
mezclados a 1 kg. de polvos del diablo. La cantidad así preparada es suficiente
para una hectárea de terreno infestado por el grillotalpa.

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Noctuididos

Ocurre a menudo ver plantas de tomate roídas un poco por encima del
cuello. Removiendo un poco la tierra entorno a estas plantas, muy probablemente
se encuentra una gruesa larva arrollada sobre sí misma, de color gris oliváceo
(Agrotis segetum, fig. 25), gris terroso (Agrotis epsilon), gris pardo (Agrotis
tritici, fig. 26), rojiza (Agrotis prónuba), etc.

Los noctuididos atacan y dañan, además de la tomatera, un gran número de


plantas. El insecto perfecto es una mariposa, que en algunas especies alcanza una
apertura de alas de 40-60 mm.( ora de color gris-parduzco, ora amarillento-pardo,
ora color café claro.

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Los insectos perfectos no ocasionan daños a los cultivos, por lo cual la


lucha debe ser dirigida contra las larvas. Para luchar contra este parásito no hay
mejor sistema que el de buscar y capturar las larvas, las cuales, como hemos
dicho, se hallan fácilmente debajo de un poco de tierra al pie de la plantita
cercenada.
Durante las labores del terreno pueden resultar muy útiles los pollos y la.-;
gallinas, los cuales buscan y devoran con avidez las larvas.

Chinches verdes

Entre éstas recordemos la Aelia acuminata. El insecto perfecto tiene una


longitud de 7-8 mm., de color ocre, con reflejos verdes, punteado de negro. Esta
chinche, además de la tomatera, daña muchas otras plantas, por ejemplo la patata,
el pimiento, la judía, etc., que hace ahilar con sus numerosos pinchazos, hechos al
objeto de chupar los humores de la planta.
En el caso de notables invasiones se puede intentar la recogida del insecto
perfecto sobre las plantas por medio de bolsas de tela, ya que, aun siendo un buen
volador, se deja capturar fácilmente.

Gorgojos

Los gorgojos son pequeños insectos que atacan un gran número de


plantas herbáceas y también leñosas. En realidad, éstos se encuentran en la
tomatera solamente en años de grandes invasiones.
Los gorgojos chupan los humores de las hojas y de los brotes tiernos, por
lo cual hacen ahilar la planta.
Los gorgojos que más comúnmente se encuentran en la tomatera son el
Aphis solanina y el Macrosiphum solani.
Contra los gorgojos resultan muy eficaces los tratamientos con solución de
extracto fenicado de tabaco al 1,5% en agua, mejor si va unido con jabón, también
a razón del 1,5%.

Dorífora de la patata

A falta de patatas, la Dorífora (Chrysomela decemlineata) ataca y daña la


tomatera y otras solanáceas, tanto en el estadio de adulto como en el de larva,
devorando sus hojas.
Son eficaces los rociados en las plantas con un insecticida por ingestión
(arseniato de plomo al 0,5 %) o también con un insecticida por contacto a base de
D.D.T.

Nemátodos

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

La Heterodera radicicola es un pequeñísimo gusano que ataca y deforma


las raíces. Se instalan en las raíces, provocan la formación de agallas y disgregan
los tejidos, lo que conduce, naturalmente, a que las plantas se marchiten y tengan
un prematuro fin.
La lucha contra los nemátodos es difícil y costosa. Se puede recurrir a la
fumigación del suelo con sulfuro de carbono o con productos nemati-cidas, que
expende el comercio, para aplicarlos con inyectores apropiados al suelo.
En realidad, no existen medios de lucha verdaderamente eficaces fuera de
las buenas normas agronómicas y en particular de abandonar el cultivo del tomate
durante algunos años en el terreno donde fue atacado. Puede acarrear serios
daños. Afortunadamente es poco común y casi desconocido allá donde se
practican rotaciones largas.

Eriofies

Es el acaro rojizo (vasates lycopersici), insecto diminuto, invisible a


simple vista (en estado adulto es de 0,2 mm. de largo), marchita las plantas
haciéndolas tomar una coloración rojiza o bronceada y se abarquillan las hojas
hasta desecarse. Los tallos y las ramas pierden su vellocidad. La infección es
facilitada por el viento y favorecida por el tiempo cálido, no demasiado seco, y es
obstaculizada por el tiempo fresco y húmedo. En efecto, no es difícil comprobar
que, después de una lluvia, la infección se ha atenuado o desaparecido.
Las arañas rojas (vasates destructor) viven sobre las hojas del tomate
succionándoles la savia. Su infección no está muy difundida. Los daños que
producen pueden ser bastante grandes: detiene por completo el crecimiento de las
plantas, las hojas toman un color bronceado y después se secan.
El eriofies es sensible a la acción de los esteres fosfóricos, de los
acaricidas y del azufre.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

CAPÍTULO XIV

PARÁSITOS VEGETALES

Como todas las plantas, también la tomatera tiene muchísimos enemigos


entre los hongos, pequeños organismos vegetales que son la causa de casi todas
las enfermedades que mayormente oprimen la agricultura.
Por lo que respecta al tomate, llamamos la atención de los agricultores
sobre todo sobre las enfermedades del semillero, sobre la peronóspera, el mal
negro y la fusariosis.

Enfermedades del semillero

A causa del ambiente cálido-húmedo, además de la peronóspora y otras


enfermedades, en el semillero hallan condiciones favorables de desarrollo la
podredumbre de las plantitas y el mal de la tela.
La podredumbre de las plantitas (Phythium De Barynum) se presenta con
manchitas pardas, las cuales poco a poco se extienden y se reúnen para formar un
anillo en torno del tallo de las plantitas. La parte de la planta que está encima de
este anillo de podredumbre, amarillea, seca, y se dobla sobre e! terreno, sobre el
cual se marchita.
La enfermedad se difunde rápidamente y el semillero puede quedar
totalmente destruido.
Para combatir este mal no basta la destrucción de las plantitas afectadas,
ya que el hongo que la causa puede vivir también sobre fragmentos vegetales en
putrefacción. Como ya hemos dicho tratando del semillero, en este caso hay que
recurrir al fuego, quemando paja o hierba seca sobre la superficie del terreno,
sobre el cual deberá surgir el semillero. Sirven bien también rociados con sulfato
de cobre al 5 % efectuados antes de la preparación de la cama caliente.
Además de esto, en los semilleros ocurre a menudo ver, entre los tallos de
las plantitas a flor de tierra, un moho grisáceo, que se extiende sobre el terreno
como una tela de araña, atacando y matando las plantas que encuentra. Las

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

plantitas así atacadas amarillean, secan, y se doblan sobre el terreno para


marchitarse. La enfermedad es causada por un hongo llamado Botrytis vulgaris, y
puede ser combatida con el fuego como hemos dicho para la podredumbre.
Contra las enfermedades del semillero ayudan también la inmersión por
pocos minutos de la simiente en una solución de sulfato ferroso al 1 % y los
tratamientos con polvos Caffaro al 0,25 %, a iniciar apenas las plantitas hayan
emitido, después de las cotiledonares, las primeras hojitas.

La peronóspora

La peronóspora (Phythophtora infestans) es, sin duda, la enfermedad de


la tomatera más grave y más difundida. Ataca casi todas las partes de la planta, es
decir, el tallo, las hojas, los racimos florales y también los frutos. También es
provocada por un hongo, y la propagación se produce por medio de pequeñísimas
esporas, las cuales —por decirlo así— serían la simiente de la enfermedad.
Cuando estas esporas encuentran las condiciones de calor y de humedad
que necesitan, germinan desarrollando unos filamentos que se introducen a modo
de raíces en el cuerpo de la planta. Estos filamentos se llaman micelios.
Generalmente, la infección comienza por las hojas. Sobre la página superior
aparecen unas manchas amarillentas, las cuales en un segundo tiempo se tornan
pardas y devienen negruzcas. Sobre la página inferior, en correspondencia con la
mancha parda, se nota —también a simple vista— una pelusilla fina y pulverulenta,
que se puede quitar fácilmente con los dedos, mientras exhala un mal olor de
pescado podrido.
Evidentemente, a las hojas así atacadas, las cuales acaban por
acartonarse y secar, no les es posible realizar las normales funciones de la
asimilación, de la respiración y de la transpiración, por lo cual la planta sufre
gravemente.
Sobre el tallo la peronóspera se manifiesta con manchas pardas o negras
generalmente alargadas, provocando el amarilleamiento y seguidamente la muerte
de toda la parte superior de la planta. Sobre el tallo la peronóspora asume
generalmente la forma larvada, ya que no manifiesta la pelusilla polvorienta que
hemos visto en el caso de la peronóspora de las hojas.
La peronóspora se manifiesta también sobre los pedúnculos florales, y con
las mismas alteraciones que provoca sobre el tallo.
La peronóspora acarrea graves daños atacando también los frutos, sobre
los cuales ocasiona manchas irregulares pardo-oliváceas, sobre todo a partir de la
inserción del pedúnculo. También sobre los frutos, normalmente, no se tiene
desarrollo de moho. Los frutos atacados por la peronóspora no se desarrollan
regularmente, no llegan a madurar, sino que se endurecen y caen sobre el terreno
donde se pudren.
Contra la peronóspora tenemos, sin embargo, un remedio infalible: el caldo
bordelés, una vez preparado con sulfato de cobre y cal apagada al 1 % en agua.
Hoy día, debido a los buenos resultados obtenidos en todas partes, el caldo antipe-
ronospórico puede prepararse con solamente polvos Caffaro disueltos en agua a

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

razón del 1 %, o bien del 1,5%, si las condiciones atmosféricas, por ser un tanto
cálido-húmedas, favorecen demasiado el desarrollo de la enfermedad.
Con el uso de los polvos Caffaro, evidentemente, la preparación del caldo
resulta más fácil y más expedita, sin decir que al mismo tiempo se viene a reducir
el consumo del sulfato de cobre, que tanto pesa sobre la economía.
Es necesario, sin embargo, convencerse de esto, es decir, que la eficacia
del caldo es preventiva y no curativa, o sea que las pulverizaciones consiguen
defender los cultivos de la peronóspera solamente si se practican antes de que
se haya manifestado la enfermedad. Esto quiere decir también que las plantas
enfermas no podrán ser curadas jamás.
Para que la lucha resulte, por tanto, racional y eficaz, es necesario iniciar
los tratamientos anti-criptogámicos con tiempo, aunque las plantitas se presenten
perfectamente sanas, y aunque las condiciones atmosféricas no manifiesten
favorecer el desarrollo del parásito. Conviene también hacer uso de excelentes
bombas pulverizadores.
Los tratamientos deben ser repetidos cada 8-15 días, y sobre todo durante
el rápido desarrollo de las plantitas, al objeto de poner bajo la protección de este
caldo la nueva vegetación a medida que va siendo emitida por la planta. Deben
ser, además, repetidas con mayor 'frecuencia si la estación transcurre cálido-
húmeda, y deben ser repetidos después de una lluvia, aunque hayan sido
efectuados muy recientemente.
Generalmente, no deben ser practicados menos de 4-5 tratamientos, para
llegar a menudo hasta a 8-10.
A los tratamientos se pone término un poco antes de la maduración de los
frutos, porque entonces, con motivo de la temperatura muy elevada, la
peronóspora detiene su desarrollo.
A los tratamientos líquidos conviene intercalar alguno pulverulento,
siempre a base de polvos Caffaro.

Mal negro o podredumbre del tallo

Por parte de los agricultores se indican con el nombre de mal negro las
alteraciones que se manifiestan en el cuello y sobre el tallo de la tomatera,
alteraciones que provocan la desintegración de las partes afectadas, y a
continuación la marchitez y la muerte de aquella parte de la planta que está por
encima de la lesión.
Con el nombre de mal negro se indican, por tanto, también las alteraciones
causadas por la peronóspera (Phythophtora infestans) de la que hemos hablado.
Digamos, sin embargo, que estas alteraciones del tallo de la tomatera a menudo
no son debidas a la peronóspera antedicha, sino a otra peronóspera, y
precisamene a la Phythophtora parasítica.
Esta peronóspera se manifiesta sobre el tallo y sobre el cuello de las
plantas con manchas de color marrón, difusas por un delicado moho brillante. Las
partes afectadas se presentan como cocidas. En correspondencia de tales
manchas, y en breve tiempo, los tejidos de la planta pierden la turgencia natural,

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

luego se aflojan para acabar presa de una verdadera podredumbre.


Se ha observado que las graves invasiones de esta enfermedad, por
fortuna, no son frecuentes, y que se repiten solamente de tanto en tanto, a la
distancia de muchos años. La enfermedad puede manifestarse también sobre los
racimos florales.
La lucha consiste en los tratamientos preventivos anticriptogámicos, de los
cuales hemos hablado al tratar de la peronóspora anterior. Añadamos solamente
que para hacer más eficaces tales tratamientos es necesario pulverizar abundante
y lar-gamene el tallo y el cuello de las plantas. Es muy útil también recoger y
destruir todas las plantas atacadas, porque de éstas el parásito pasa fácilmente a
las sanas.

Fusariosis

La fusariosis es una grave enfermedad, también porque no es fácil


combatirla. Es provocada por un hongo (Fusarium bulbigenum) que se halla en el
terreno, y entra en el cuerpo de la planta por las raíces. Su micelio se difunde bajo
la zona cortical, invadiendo la parte vascular, o sea aquella parte destinada al
transporte de los jugos nutritivos. A menudo atraviesa la planta en toda su longitud.
El micelio pasa también a los racimos, y a veces va a acabar en los frutos,
en los cuales, sin embargo, no parece que dé lugar a graves alteraciones.
Cortando en el sentido transversal un tallo invadido por el parásito,
inmediatamente debajo de la zona cortical, se nota un anillo de color amarillo-
pardo, no siempre continuo.
Al exterior, las plantas atacadas se presentan aparentemente sanas, sobre
todo en un primer tiempo. En un segundo tiempo, las hojas inferiores secan más o
menos rápidamente, mientras las superiores asumen un color verde-amarillento.
Poco después la planta muere.
Por lo que respecta a la lucha, no es fácil atacar directamente al parásito
con los usuales tratamientos anticriptogámicos, ya que éste se encuentra primero
en el terreno y después en el interior de la planta. De todas maneras, tales
tratamientos no deben considerarse completamente ineficaces, por lo cual
conviene rociar abundantemente el cuello de las plantitas, como también una
pequeña zona circular del terreno alrededor de aquél. El líquido anticriptogámico,
descendiendo por el cuello hacia las raíces de la planta, evidentemente, puede
muy bien obstaculizar el desarrollo del parásito.
Además es muy útil:

 a) recoger y destruir con el fuego todas las plantas que se presentan


infectadas;
 b) limitar o eliminar, al menos por algunos años, los abonos
orgánicos;
 c) alternar el cultivo del tomate con otros no atacados por el parásito,
por ejemplo el trigo;
 d) desinfectar muy bien el semillero;

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

 e) destinar a la producción de la simiente plantas sanísimas aunque se


encuentren en cultivos infestados, y esto al objeto de seleccionar
individuos resistentes.

En las parcelas muy infectadas conviene también suspender


temporalmente el cultivo del tomate durante dos-tres años.

Bacteriosis

La tomatera es, también, gravemente dañada por una enfermedad algo


distinta de las precedentes, también porque no es causada por un hongo, sino por
una bacteria, un pequeñísimo parásito que difiere del hongo porque —entre otras
cosas— está formado por una sola célula. Esta enfermedad se llama bacteriosis.
La bacteriosis (Bacterium briosii. Bacterium vesicatorum) ataca el tallo
y las hojas del tomate, pero sobre todo los frutos, sobre los cuales se manifiesta
con una mancha parda que se extiende en zonas concéntricas, generalmente a
partir del ápice. La pulpa de debajo de la parte atacada oscurece, se altera
profundamente, adquiriendo un sabor amargo. La enfermedad puede desarrollarse
también a consecuencia de lesiones producidas en cualquier parte del fruto.
La bacteriosis, a veces, ocasiona daños verdaderamente gravísimos. La
infección puede propagarse también por medio de la simiente, por lo cual es
necesario recurrir a tratamientos con solución acuosa de sublimato al 1/3.000,
teniendo la simiente inmersa en dicha solución durante 5 minutos.
Es indispensable también recoger las plantas y los frutos infectados para
enterrarlos profundamente, después de haberlos espolvoreado con abundante cal.
Contra las bacteriosis ayudan también los habituales tratamientos
anticriptogámicos a base de polvos Caffaro al 1 % en agua.

Otras enfermedades

El tomate es atacado y dañado por otras enfermedades también, por


ejemplo, por el tizón (Septoria licopersici), por el abigarrado (Cladosporium
fulvum) por la niebla (Alternarla solani), etc. De estas enfermedades no
hablamos detalladamente porque difícilmente producen daños sensibles; y también
porque los tratamientos usados para la peronóspera resultan muy eficaces contra
ellas.
Daños a veces notables, causa en cambio el mal blanco (Erysiphe
polygoni), que se manifiesta sobre todo sobre las hojas con manchas
blanquecinas, primero filamentosas y después pulverulentas. Contra el mal blanco
resulta eficaz el uso del azufre. Y puesto que hemos dicho de practicar contra la
peronóspora también algún tratamiento pulverulento, se puede considerar muy
conveniente el uso de una mezcla de polvos Caffaro y azufre, también en partes
iguales, al objeto de combatir la peronóspora y al mismo tiempo la erísife.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Virosis

Se manifiestan de diversos modos: con el arrollamiento de las hojas, el


enanismo y el enmarañamiento de las ramas más altas acompañado de la
hipertrofia de las flores. En el primer caso, fácil de encontrar, las plantas presentan
las hojas arrolladas, con los tejidos espesados y acartonados; conservan todavía la
fertilidad pero se descartan cuando se quiera producir simiente del cultivo. Hay
variedades que presentan hojas arrolladas sin estar atacadas de virosis, pero en
éstas las hojas no están acartonadas. El enanismo es una forma de virosis mucho
más grave; las plantas tienen pocas ramas enmarañadas, hojas arrolladas, no se
desarrollan y no producen frutos. Conviene eliminarlas del cultivo apenas se
observan.
La hipertrofia se manifiesta con singulares anomalías de las plantas y
particularmente en los órganos florales.
Hacia el final del cultivo las plantas se presentan frondosas y con los
extremos foliares pequeñísimos y las flores alteradas, con cálices que han
asumido formas monstruosas. Parece que el virus que determina esta enfermedad
no es transmisible con la simiente.

Conclusión

Está bastante difundida entre los cultivadores la opinión de que aquellos


mismos productos anti-criptogámicos que tan brillantes resultados dan contra las
enfermedades fungosas de otras plantas, vid y frutales, no sean otro tanto eficaces
contra las numerosas e insidiosas enfermedades del tomate, pero esto no
responde a la realidad. La verdad es ésta: la lucha, en los cultivos de tomate, no
ha sido siempre conducida con aquella racionalidad y tempestividad que habrían
sido necesarias para un completo éxito.
La experiencia nos dice que cuando los tratamientos son efectuados con
las nuevas fórmulas orgánicas a base de Zineb (etileno-biditio-carbama-to de
cinc), o Dithane Z. 78 (sal de cinc del beta-isoditio-carbamato etilénico),
adicionadas de azufre coloidal, a las dosis prescritas por hectárea cultivo, iniciados
a su debido tiempo, desde la primera mitad de junio en adelante, y repetidos a los
cuatro días cada vez que las plantas hayan sido bañadas por una lluvia, niebla o
rocío, se puede estar tranquilo respecto al éxito de los tratamientos mismos a
condición de que éstos sean efectuados con máquinas capaces de rociar cada
parte de la planta.

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CAPÍTULO XV

MADURACIÓN Y RECOLECCIÓN DEL PRODUCTO

El tomate próximo a la maduración es de color blanquecino. Luego, sobre


todo hacia el ápice, se ven aparecer manchas y venas rosadas que se extienden
cada vez más, hasta que casi toda la superficie del fruto asume la coloración
rosada. El tomate perfectamente maduro asume un color rojo vivo.
La maduración de las bayas de una misma planta no se realiza
contemporáneamente sino según el orden de las sucesivas floraciones
comenzando por los racimos más bajos, por esto son necesarias varias
recolecciones.
Digamos en seguida que el tomate es recolectado perfectamente maduro
si está destinado a la preparación de las conservas, ya que las fábricas lo elaboran
casi inmediatamente
En el caso del tomate de mesa, sobre todo si va destinado a mercados
lejanos, la recolección debe hacerse antes de la maduración completa y a menudo
incluso 5-6 días antes. En efecto, además del tiempo necesario para el transporte
a los mercados de consumo, se emplea también algún día para poner el producto
en las condiciones de ser exportado.
En los cultivos de mesa, la elección del momento justo para la cosecha
asume una grandísima importancia, porque el producto expedido en avanzada
maduración llega a los mercados de consumo siempre más o menos averiado,
mientras el expedido todavía «verde» llega escasamente coloreado. En ambos
casos llega siempre en condiciones tales de ser depreciado o francamente
rechazado por el consumo.
Sin duda, la elección del momento justo para la cosecha requiere una
cierta experiencia en el que debe efectuar esta recolección, y podemos dar
indicaciones precisas que pueden servir en cada caso. En efecto, no puede ser
cosechado con el mismo grado de maduración el tomate de un centro de
producción que dista de los mercados de consumo —por ejemplo— cuatro días, y
el tomate que está a dos días de distancia. El tomate, además, no puede ser
cosechado con el mismo grado de maduración en abril-mayo y en junio-ju-lio, dada
la temperatura diferente de las dos épocas.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Respecto a esta maduración comercial del tomate, de preciso podernos


decir solamente esto: El tomate «verde», es decir, el tomate que todavía no
presenta las primeras verdaderas señales de la maduración, o sea que no
presenta venas más o menos largas y más o menos rosadas, o manchas amarillo-
rosadas más o menos extendidas, no debe ser recolectado jamás, aunque vaya
destinado a mercados lejanos. El tomate «verde» engaña hasta al ojo más
experto, y no es fácil prever si madura dentro de 5-6 días, 8-10 y hasta más.
El tomate, en cambio, que muestre al exterior haber iniciado la
maduración, al cabo de 4-5-6 días está siempre completa y perfectamente maduro.
Los tomates deben ser arrancados de la planta con un ligero movimiento de
torsión, y con cuidado, al objeto de evitar profundas lesiones en la inserción del
pedúnculo, lesiones que abrirían el camino sobre todo a los mohos de la
putrefacción.
Puesto que la maduración del tomate es gradual, naturalmente, la cosecha
debe hacerse en varias veces, y a distancia de un cierto tiempo. Esta distancia en
los cultivos de conserva puede ser de 7-10 días, pero en los cultivos de mesa no
debe superar los 2-3 días, y esto para evitar que parte del producto exceda aquel
justo grado de maduración requerido para ser exportado. El producto que
sobrepasa este justo grado de madurez, evidentemente, no puede ser despachado
más que en los mercados locales, y a precios —sin duda— fuertemente inferiores.
Por tal motivo, al menos en la segunda mitad de la campaña de exportación, es
decir, cuando la temperatura muy elevada acelera el proceso de maduración, la
recolección del tomate de mesa debe ser hecha cada día.
La recolección debe ser efectuada con atención y con cuidado, para evitar
macaduras y contusiones, incluso si se trata de tomate de conserva, porque
también en este caso el producto a menudo debe ser guardado por algún tiempo,
al no poder las fábricas elaborar siempre en el mismo día todo el tomate recibido.
Para la recolección, luego, es necesario hacer uso de cestas, cajas y capazos.
Se tiene que tener mucho cuidado también para el transporte a las
fábricas, y sobre todo a los almacenes de elaboración, donde el producto es
preparado para la exportación.
En el campo, al llenar las cajas para el transporte, es necesario proceder a
una primera cuidada selección del producto, descartando los tomates todavía no
bien maduros, los tomates enfermos y los averiados. Esto en el caso del tomate de
conserva, porque también las fábricas exigen tomates sobre todo sanos. Todo lo
más el tomate defectuoso puede ser presentado a parte.
En el caso del tomate de mesa la selección debe ser más rigurosa. En este
caso es necesario descartar el tomate «verde» y también el tomate un poco
maduro, el tomate pequeño, el muy deforme, y luego el tomate-dañado por los
insectos y por las enfermedades, el tomate averiado, no apto para afrontar largos
viajes.
Al objeto de efectuar mejor esta selección conviene preparar junto a los
campos un cobertizo, el cual además defenderá el tomate de los rayos solares.
No es posible conquistar y mantener los mercados exteriores de consumo
sin presentar tomate sano, de bella apariencia, de tamaño y maduración
uniformes, y además, bien confeccionado y muy bien embalado.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Para el transporte del producto del campo a las fábricas, y sobre todo a los
almacenes de elaboración, conviene hacer uso de camiones o al menos de carros
con buenos muelles.
Terminada la recolección hay que deshacer en seguida la rodrigazón, para
tener el terreno libre cuanto antes, y luego —en muchísimos casos— poderlo
destinar a otros cultivos.
Los tutores o rodrigones se recogen cuidadosamente y se guardan en
locales cubiertos, al objeto de prolongar su duración.
Los tallos de las plantas deben ser alejados inmediatamente del campo, y
quemados lo más pronto posible.
Al final de la temporada, al objeto de acelerar la maduración de los frutos
que eventualmente quedaron inmaduros, se cortan las plantas dejándolas atadas a
los rodrigones por algún tiempo Si es necesario liberar el terreno cuanto antes
puede hacerse la recolección de la producción inmadura para hacerla madurar
sobre cañizos y en locales ventilados.
En uno y otro caso, evidentemente, se trata de producción de mala
calidad, que sin embargo puede hallar colocación en el mercado.
El rendimiento, naturalmente, varía de región a región, con la naturaleza
de los terrenos, con los sistemas de cultivo, etc. En el caso del tomate de
conserva, en terrenos profundos, regados, bien labrados y bien abonados, la
producción puede alcanzar y hasta superar los 600 quintales por hectárea.
Para el tomate de mesa la producción no es tan elevada, y no deben
considerarse muy frecuentes los casos en los cuales se alcanzan los 400
quintales. Esto debe atribuirse a la época en que se desenvuelve el ciclo
vegetativo y productivo del cultivo, sin duda menos propicia desde el punto de vista
climático a la época del tomate de conserva, así como a los abonados menos
abundantes y que ya hemos visto, y a los porcentajes mayores de descarte.
La producción de secano es mucho más baja. En las regiones
meridionales, de sequía primaveral-estival, solamente en casos muy favorables
puede alcanzar los 100 quintales por hectárea.

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 5
Algo de historia 9

Capítulo Primero. —CARACTERES BOTÁNICOS 11


Composición del tomate 13

Capítulo II. —VALOR DIETÉTICO DEL TOMATE 17


Las vitaminas del tomate 21
Los minerales del tomate 26
El tomate, alimento y medicina 30

Capítulo III. —VARIEDADES 33


Variedades de mesa 36
Variedades para conserva al natural pelado 50
Variedades para la producción de concentrados 51
Variedades para la producción de zumo 51
Variedades españolas 52
Conclusión 54

Capítulo IV.— CLIMA Y TERRENO 57


Condiciones climáticas 57
Condiciones de la tierra para el cultivo 58
Rotación de cultivos 61
Asociación de cultivos 66
Sistematización del terreno 69
La preparación del terreno 70
Labores primaverales 73

Capítulo V. —ABONOS 75
La fertilización del suelo 75
Sustancias necesarias para la vida de las plantas 77
Práctica del abonado 80
La distribución de los abonos 88
Conclusiones 89

Capítulo VI. —SIEMBRA DIRECTA Y TRASPLANTE 93

Capítulo VIl. —EL PROBLEMA DE LA SEMILLA 97


Mejoramiento de nuestras antiguas variedades 99
Producción de la simiente en las fábricas 102

Capítulo VIII. —PREPARACIÓN Y CUIDADO DEL SEMILLERO 105


Camas calientes 107

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Siembra del almacigo 109


Cuidados del semillero 113

Capítulo IX. — TRASPLANTE DE ASIENTO 117


Distancia entre plantas 118
Siembra directa 120
Realización del trasplante 122
Protección de las plantitas 125

Capítulo X. —CUIDADOS CULTURALES 131


Binas y aporcado 131
Abonado 133
Riegos 134
Soportes o tutores 140
Aporcado 149
Atadura 150
Deshijado 151
Despuntado 155
Deshojado 156
Aclarado de los frutos 157
Ventajas y efectos de la rodrigazón y del deshijado 157

Capítulo XI. —CULTIVO FORZADO Y CULTIVO TARDÍO 165

Capítulo XII. —ADVERSIDADES ATMOSFÉRICAS 169


Heladas 169
Pedrisco 171
Lluvias 172
Vientos fuertes 172
Rayos solares 173

Capítulo XIII. —PARÁSITOS ANIMALES 175


Elatéridos 175
Grillo negro 180
Grillotalpa 182
Noctuididos 183
Chinches verdes 185
Gorgojos 186
Dorífora de la patata 187
Nematodos 187
Eriofies 188

Capítulo XIV.— PARÁSITOS VEGETALES 189


Enfermedades del semillero 189
La peronóspora 191
Mal negro o podredumbre del tallo 194

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Fusariosis 195
Bacteriosis 197
Otras enfermedades 198
Virosis 199
Conclusión 200

Capítulo XV. —MADURACIÓN Y RECOLECCIÓN DEL PRODUCTO 201

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Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

AGRICULTURA

Alba: Elementos de Meteorología


Arozamena: El terreno Agrícola
Burgués: Radiestesia Práctica
Chevalier: Alumbramiento de Aguas Ocultas (Radiestesia)
Escandell: Construcciones Rurales
Farras: Manual Práctico de Agricultura
Farrell: Labores Agrícolas
Juscafresa: Lucha contra los Parásitos Vegetales

ABONOS

Rigau. Los Abonos. Su preparación y empleo

ARBORICULTURA

Abellán: El Eucalipto
Daris: Cultivo del Algarrobo
Rigau: Arboricultura Forestal y Ornamental

FRUTICULTURA

Alsina: Cultivo de Fresas y Fresones


Amat: La Poda de los Frutales
Amat: El Cultivo de la Vid
Amat: Cultivo del Peral
Fábregas: Cultivo del Ciruelo
Fábregas: Cultivo del Albaricoquero
Fábregas: Cultivo del Manzano
Martínez: Cultivo del Naranjo, Limonero y otros Agrios
Pedrell. Cultivo de! Avellano
Rigau: Cultivo de los Frutales, 3 tomos
Rigau: Cultivo del Almendro
Rigau: Cultivo del Cerezo

ZOOTECNIA

Galbar: Tu Gato
Josa: Explotación y cría del Caracol

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Solanes: Piscicultura

APICULTURA

Alins: Guía Práctica del Apicultor


Ernos: Hay Dinero y Salud en la Abeja
Pinell: Calendario del Apicultor
Robles: La Abeja Productiva
Roma: Apicultura
Roma: Explotación Racional del Colmenar
Roma: Multiplicación del Colmenar, 2 tomos
Sintes: Virtudes Curativas de la Miel y el Polen

AVICULTURA

Artigas: Cria de Patos y Gansos


Rodas: Aves de Corral Productivas
Rodas: El Palomar Moderno
Rodas: Cría Lucrativa de Pavos

CANARICULTURA

Carreras. El Canario y su Reproducción


La Lama: El Canario y su cría
Naves: Hay Dinero en el Canario y otros Pájaros Exóticos
Soto: Iniciación a la Cría del Canario

CANICULTURA

Bywater: El Perro. Su cuidado, su adiestramiento y su Salud


Sintes: Tu Perro.

CUNICULTURA

Bonet: Hay Dinero en el Conejo


Sainz: El Conejar Moderno
Salorn: Cría y Explotación del Conejo

GANADERÍA

Biblioteca del Agricultor – pg. 114 de 115


Eliseo Vives Madurell – Cultivo del Tomate

Adonell: Producción de Carne


Farras: Manual del Granjero
Farras: La Vaca Lechera
Homedes Ranquini: Zootecnia, Producción Animal. Enfermedades de los
animales agrícolas
Homedes Ranquini. Ganado Vacuno, Ganado Caballar, Asnal y Mular
Homedes Ranquini: Ganado Lanar y Cabrío. Ganado de Cerda
Homedes Ranquini: Avicultura Cunicultura
Sales: La Cabra Productiva
Sales: La Oveja Productiva

PORCINICULTURA

Carbonell: El Cerdo y su Alimentación Racional


Revenga: Cría Lucrativa del Cerdo

Biblioteca del Agricultor – pg. 115 de 115

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