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C u l t i v o
d e l
T o m a t e
C U LT I V O
D E L T O M AT E
Caracteres botánicos
Cuidados culturales
Adversidades — Enfermedades
Recolección
Con 26 ilustraciones
EDITORIAL SINTES, S. A.
BARCELONA
INTRODUCCIÓN
quintales, y La Rioja con poco más de 1.000 hectáreas, obtiene una producción de
casi 600.000 quintales. Siguen en orden de importancia, por su producción de
tomates Sevilla, Jaén, Málaga, Almería, Toledo, Madrid, Barcelona. Las demás
provincias cultivan superficies inferiores a las mil hectáreas.
Las simientes del tomate no sólo resisten el paso por el tubo digestivo del
hombre, sino que, al parecer, acrecientan con ello sus facultades germinativas. Por
tal motivo, aparecen muchas tomateras cimarronas en lugares retirados, al pie de
las cercas y junto a los muros rurales, en las cunetas de las carreteras, etc., que
crecen sin cuidado alguno durante el verano y el otoño.
El cultivo selectivo de la planta del tomate ha producido muchas
variedades de cultivo que difieren de la especie original y entre sí por el tamaño, la
forma, el color, la uniformidad, el habitat de crecimiento, la productividad, la
fortaleza y la resistencia a las enfermedades.
En los climas cálidos los tomates se cultivan en el campo. Pero en climas
fríos, por ejemplo en Gran Bretaña, los tomates se cultivan comercial-mente bajo
cristal. Con la ayuda de calor artificial la producción puede extenderse a gran parte
del año. Se requiere una temperatura nocturna de 13 a 19° C para obtener
resultados satisfactorios. La iluminación artificial con lámparas de vapor de
mercurio ayuda mucho durante las fases tempranas del desarrollo, cuando la
duración del día es corta.
La tomatera es una planta herbácea de tallos endebles, capaz de
crecimiento perenne pero normalmente cultivada como una anual. En condiciones
naturales forma un arbusto ramoso y extendido; algunas variedades de cultivo
modernas, pueden dejarse crecer sin soporte y con un mínimo de poda. Los frutos
de las tomateras «de arbusto» deben protegerse del contacto con el suelo por
medio de una capa de paja.
La mayoría de tomates cultivados son puestos en espaldera sobre un tallo
único y todos los brotes laterales se eliminan poco después de su aparición. En los
invernaderos el tallo se sujeta a un alambre con un cordón que va dando vueltas
alrededor del tallo a medida que la planta crece. El extremo del tallo se corta
cuando alcanza el extremo del soporte o ha producido ya el número de racimos de
frutos requerido. Puesto que los tomates son susceptibles al mildiu del tomate, es
aconsejable pulverizar cada planta cuidadosamente a intervalos de unas dos
semanas con un fungicida, por ejemplo el caldo bórdeles, cuando las condiciones
para la enfermedad son óptimas, generalmente a principios de julio.
El tomate posee un elevado contenido de azúcar y también es una
importante fuente de vitaminas, sales minerales y oligoelementos. La diferente
acidez de los diferentes tomates tiene una marcada influencia en su aroma.
Algo de historia
CAPITULO PRIMERO
CARACTERES BOTÁNICOS
Agua 93,6488
Sustancias nitrogenadas 0,9625
Sustancias hidrocarbonadas, grasas y pigmentos 4,7259
Cenizas 0,6228
El jugo que empapa los tejidos del fruto es dulzaino por la presencia de
azúcar levulosa, y en menor medida también glucosa, y ácido por la presencia
sobre todo de ácido cítrico, y después de ácido málico.
En los frutos maduros, la acidez oscila entre 0.620 y 0,697 %, mientras en
los verdes puede llegar hasta el 2,170 %. La cantidad de azúcar puede oscilar en
cambio del 1,44 al 5,6% y naturalmente aumenta al ir madurando.
El jugo del tomate contiene:
Agua 97,5632
Sustancias nitrogenadas 0,5312
Sustancias hidrocarbonadas, acidas, etc. 1,2848
Cenizas 0,6208
tomates frescos:
Potasa 58,554
Sosa 1,425
Calcio 1,315
Magnesio 0,169
Cloro 0,842
Anhídrido sulfúrico 0,781
Anhídrido fosfórico 7,182
Anhídrido carbónico 8.832
CAPÍTULO II
Para elaborar las vitaminas, las sales minerales, los aceites esenciales y
ácidos orgánicos que hacen de las hortalizas y de las frutas alimentos al mismo
tiempo que medicamentos, las nubes se han disipado, el sol ha prodigado sus
rayos, la electricidad atmosférica sus efluvios y la tierra su sustancia y su
misteriosa vida biológica. Y de esta alquimia mágica, a la cual todas las fuerzas
dinámicas del Universo han cooperado, llegando hasta a transformar venenos en
fuentes vitales, ha nacido el zumo de las frutas y de las hortalizas, el más precioso
de los dones que el Cielo nos ha hecho.
El tomate fresco y, naturalmente, su zumo, contiene tan abundante
cantidad y variedad de vitaminas que pocos alimentos vegetales pueden
comparársele, sobre todo en cuanto a las vitaminas A, B, C y E.1
El contenido en materias minerales está a la altura de la mayoría de los
hortalizas de hojas y tubérculos, pero cuenta además con elementos rara vez
presentes en éstas, como son: radium, hierro, cobre, boro, níquel y cobalto. El
contenido en vitamina E. desconocido hasta hace poco, justifica acaso la antigua
denominación del tomate como «manzana erótica».
El tomate es un alimento muy sano, depurativo, de fácil digestión,
nutritivo, que se consume crudo, al natural y en ensaladas. Precisamente su
consumo se ha intensificado desde el momento que se descubrió y comprobó
lo siguiente: que el tomate es pobre en calorías y en azúcar, conviniendo por ello a
los obesos y a los diabéticos; que contiene poca sal, lo que lo hace recomendable
para los que padecen de presión alta y desean eliminar agua de los tejidos y lavar
los riñones, siempre, se entiende, que no se le adicione sal, como
imprudentemente se hace; y que, en cambio, aporta potasio, diurético de primera
CAPÍTULO III
VARIEDADES
Variedades de mesa
con el nombre de Variedad blanca. El fruto es redondo, de piel lisa, de color rojo
intenso, con ovario compuesto por dos o tres carpelos, siendo resistente al frío y al
transporte, soportando mejor la variedad Roja la acción del sol. Su tamaño es de
45-55 mm. de diámetro, con un peso de 55-68 gramos. Su rendimiento por
hectáreas es similar al de la variedada anterior.
3.- Citada por vez primera en el catálogo Sutton en 1922. Originaria de Alemania.
Mikado escarlata (fig. 4). — Frutos muy gruesos, llenos, lisos y de una
belleza perfecta.
Ingegnoli (fig. 8). — Variedad italiana, derivada del Ponderoso y del San
Luis, variedades americanas. Muy vigoroso, resiste las enfermedades y la sequía.
El fruto es regular, esférico, de tamaño mediano, o de corteza lisa y rojobrillante.
Pulpa carnosa con pocas semillas. Fertilidad notable y maduración en la época
normal.
Rojo grueso o común (fig. 9). — Variedad antigua, muy vigorosa, de dos
a cuatro frutos reunidos en racimos, con costillas irregulares, gruesas, piel gruesa,
de color rojo vivo y más bien acuoso. Rústico, resiste bastante a las enfermedades
y es adecuado para los cultivos ordinarios.
Para esta elaboración se precisan variedades con bayas de color rojo vivo,
provistas de surcos a fin de que resistan los transportes y permitan el lavado de la
piel durante las operaciones industriales. Los frutos deben desprenderse por
simple torsión de los sépalos y del pecíolo, para evitar que estas partes sean
estrujadas con el fruto.
Entre las variedades empleadas para este uso, mencionados la
Marmande, la Reine des Hâtives o Rey de los tempranos, Schoene von
Lothringen, Roma, Red Top, Ace, 1402, 2 Madara, VF 145, Ploudiuska,
Variedades españolas
forma de esta fruta, tamaño regular, hueco y excelente para comer en ensalada.
Conclusión
Pequeño
huerto
familiar
CAPÍTULO IV
CLIMA Y TERRENO
Condiciones climáticas
climas más benignos como lo son las provincias litorales de Andalucía Oriental, y
del Norte de África, se cosecha en cultivo natural desde diciembre, pero en los
plantíos de primavera hay que tomar ciertas precauciones. En zonas más
templadas, cual las costeras de las Islas Canarias, se produce bien al aire libre en
cualquier época del año, y en los climas cálidos de América Central, su desarrollo
en todo tiempo nada deja que desear.
Cuando la radiación es muy intensa, hay que prevenir el ataque de
enfermedades bacterianas y criptogámicas.
Rotación de cultivos
Asociación de cultivos
La preparación del terreno y las labores no son iguales para todas las
plantas; cada una tiene exigencias propias y la técnica cultural experimenta
modificaciones según el ambiente, clima y terreno, y según el puesto ocupado en
la rotación.
El tomate es planta de renovación que desarrolla su ciclo en los meses
estivales y por tanto requiere labores preparatorias del terreno profundas y labores
culturales repetidas. Debe considerarse un cultivo preparador del terreno porque lo
deja en buenas condiciones de porosidad y limpio de las malas hierbas a condición
sin embargo de que los riegos hayan sido suspendidos en la primera quincena de
agosto, que la cosecha del tomate sea ultimada dentro del mes de septiembre, y la
laboración del terreno que espera el trigo sea hecha inmediatamente después.
Cuando no existían los potentes tractores de hoy, capaces de hundir el
arado a profundidades de hasta un metro, para profundizar el surco, se recurría al
volteo de la tierra para que la eficacia de la labor de renovación se hiciese sentir no
sólo sobre el cultivo que abría la rotación sino también sobre los otros del ciclo.
Para este cultivo, como por lo demás para todos los de renovación (maíz,
remolacha, cáñamo, tabaco, patata, etc.) son necesarias labores profundas
mediante las cuales pueden incorporarse al suelo ingentes cantidades de abonos
orgánicos (estiércol, etc.) y se da la posibilidad al terreno de almacenar la mayor
cantidad de agua a fin de que las plantas se beneficien de ella en los períodos
estivales.
En un terreno labrado profundamente, las raíces descienden con rapidez
Labores primaverales
CAPÍTULO V
ABONOS
Todas las plantas absorben del terreno numerosas sustancias, entre las cuales
recordamos: el nitrógeno, el fósforo, la potasa, la cal, el silicio, el sodio, el hierro, el
magnesio, etc. Algunas de estas sustancias —por ejemplo el fósforo y el hierro—
son precisamente indispensables a la vida de la planta, la cual muere si en el
terreno falta aunque sea una sola. Otras sustancias —por ejemplo el sodio y el
silicio— las plantas pueden prescindir de ellas casi sin daño.
De las sustancias indispensables para la vida de la planta, algunas —por
ejemplo el azufre y el hierro— se encuentran casi siempre en el terreno en la
cantidad suficiente para las necesidades de la planta, por lo cual el agricultor
puede despreocuparse de ellas. Otras sustancias, en cambio, o no se encuentran
en el terreno, o se encuentran casi siempre en cantidades no suficientes para las
necesidades de las plantas. Son estas las sustancias que el agricultor debe llevar
al terreno con los abonados. Estas sustancias son el nitrógeno, el fósforo y el
potasio.
Evidentemente, todas las plantas tienen necesidad de estas tres
sustancias, pero no todas las necesitan en la misma medida. Veamos cuales son a
este respecto las exigencias del tomate. Digamos enseguida que al tomate, por la
abundancia de las producciones de que es capaz, por el rápido desarrollo que
debe conseguir en breve tiempo, como también por el puesto que ocupa en la
No vamos a describir aquí todos estos abonos. Hoy día, los agricultores
leen bastante y difícilmente se hallará uno solo, el cual en su pequeña biblioteca
no tenga un opúsculo que trate más o menos ampliamente de los abonos
orgánicos y de los abonos químicos.
Abonado con el estiércol. — El estiércol, salvo algún caso rarísimo que luego
veremos, no debe faltar jamás en el abonado del tomate, sea de mesa o sea de
conserva, y cualquiera que sea el terreno en el cual deba practicarse el cultivo. El
estiércol es un abono completo, y con mucha justicia es llamado el rey de los
abonos. Contiene, en efecto, todas las sustancias que la planta necesita, incluso
aquellas de las cuales podría prescindir. Además, con su masa misma, es decir,
con su masa de sustancia orgánica, el estiércol mejora las condiciones del terreno,
haciéndolo más adecuado para la vida de las plantas. Un buen abonado con
estiércol, de hecho, hace más mullido y más aireado un terreno compacto,
mientras hace más consistente un terreno arenoso y demasiado suelto. Los
terrenos áridos, luego, los hace más frescos, poniéndolos en condiciones de
retener mejor la humedad, que tanto necesitan las plantas, especialmente en el
cultivo de secano.
El abonado del tomate, por tanto, debe tener por base el estiércol; los
abonos químicos, como veremos seguidamente, deben solamente integrar y
completar este abonado.
Pero veamos entretanto qué cantidad de estiércol hace falta emplear para
abonar bien el tomate. Hemos dicho que un producto de 400 quintales de frutos y
10 quintales de tallos —entre lo demás— saca de una hectárea de terreno 81,62
kg. de nitrógeno. Dado que, por término medio, en 1.000 kg. de estiércol están
contenidos 4,5 kg. de nitrógeno, tendremos que para restituir al terreno la cantidad
de nitrógeno harían falta 180 quintales aproximadamente de estiércol
Digamos en seguida que empleando una tal cantidad de estiércol no
haríamos un buen abonado, o —como es mejor decir— un abonado racional. De
hecho, junto a los 81,62 kg. de nitrógeno, el cultivo extrae del terreno 193,11 kg. de
potasa, que pueden restituirse con el uso de 382 quintales de estiércol. Y esto
porque la potasa —por término medio— está contenido en el estiércol a razón de 5
kg. por cada 1.000 kg.
Con un tal abonado, pero, llevaríamos al terreno la cantidad justa de
potasa que el cultivo absorbe, pero le llevaríamos también 170,10 kg. de nitrógeno,
y esta es una cantidad de nitrógeno superior a las necesidades del cultivo, lo que
en muchos casos podría perjudicar.
En la práctica del abonado, además, es necesario tener en cuenta la
naturaleza del terreno, y en nuestro caso también el cultivo, y esto es si se trata de
cultivo de mesa o bien de conserva. Y aquí digamos en seguida que de estiércol se
debe emplear una cantidad mayor en terrenos magros y arenosos, una cantidad
menor en tierras negras, humíferas y que tengan una buena consistencia, y se
debe emplear una cantidad mayor para el tomate de mesa.
Debemos recordar además que los elementos fertilizantes —por diversos
motivos— no son absorbidos por el cultivo en toda la cantidad inmiti-da en el
terreno, y que es necesario tener en cuenta también las exigencias del cultivo que
seguirá en el año siguiente.
Por todo esto decimos que no es posible dar une fórmula de abonado
precisa y única que pueda servir en todos los casos, y que es el agricultor mismo,
gracias a su larga experiencia, que puede establecer las cantidades de abonos
más convenientes a su caso.
De todas maneras, por lo que respecta al estiércol, digamos que no hay
que emplear menos de 400 quintales por hectárea en el caso del tomate de
conserva, e incluso más en terrenos negros y arenosos, y que hay que emplear
150 a 200 quintales en el caso del tomate de mesa, y hasta un poco menos si nos
hallamos en presencia de terrenos pingües y humíferos.
Por lo que respecta al tomate de mesa, el empleo de una fuerte cantidad
de estiércol nos da plantas muy vigorosas y con excesivo desarrollo herbáceo, es
decir, plantas capaces de una abundante producción, pero que maduran con
retraso. En terrenos, donde la ausencia de sustancia orgánica seguramente no ha
sido abundante, terrenos, pero, frescos y profundos, de hecho, hemos asistido a
óptimas y precoces producciones incluso empleando solamente algunos
centenares de quintales de estiércol.
En terrenos profundos, pingües, ricos de sustancia orgánica,
especialmente si están infestados por los elaterios, el abonado orgánico —de tanto
en tanto— puede precisamente excluirse. En este caso, pero, es necesario recurrir
a un abundante y completo abonado químico.
El abonado con estiércol no debe practicarse tampoco en el caso que el
tomate sigue a un cultivo abundantemente abonado, o bien es trasplantado a
terreno ya ocupado por otro cultivo, como ocurre cuando el tomate es asociado
con la patata. En un predio hortícola el estiércol no debe faltar nunca. En el caso
de que falte, se puede sustituir —hasta cierto punto— con un buen abonado verde
de haba, arveja, trébol, etc.
8 .- Los editores han cultivado 4 variedades de tomates a lo largo de 5 temporadas obteniendo cosechas
normales sin haber utilizado nunca abonos químicos. Solo hemos observado la rotación de los cultivos;
simbiosis entre plantas; siembra de plantas aromáticas e insectífugas alrededor de las tomateras;
estiercol y purines completamente fermentados; barbecho, mulching. El meldew ha sido evitado triturando
mineral ('piedras') de sulfato de cobre que se han dejado reposar en agua durante 24 horas y después
aplicada con una fumigadora de mochila. Todos los elementos que precisan las tomateras y cualquier
hortaliza han de encontrarse en el abono orgánico. Eventualmente y si la disponibilidad económica lo
permite, se podrán añadir zeolitas.
el nitrato de calcio lleva al terreno una cierta cantidad de cal, que como hemos
visto resulta de gran utilidad para las tomateras.
El nitrato amónico es preferible sobre todo en los terrenos arenosos y
sueltos, puesto que en estos terrenos el nitrato de sosa y el nitrato de calcio se
dispersan fácilmente, lo que no ocurre con el nitrato amónico.
Como es sabido, los nitratos son usados en cobertura, y esto es cuando
las plantitas han llegado a un cierto desarrollo, mientras el sulfato amónico y la
calciocianamida deben usarse a la siembra.
El sulfato amónico y la calciocianamida son dos abonos nitrogenados que
merecen igualmente ser usados. En terrenos pobres de cal, pero, conviene preferir
la calciocianamida.
Entre el abonado en cobertura y el a la siembra hay que preferir el
abonado a la siembra, puesto que de este modo la plantita puede disfrutar de una
abundante alimentación desde el nacimiento. Al abonado en cobertura hay que
recurrir sólo en el caso que la plantita, no obstante el abonado hecho a la siembra,
demuetre tener necesidad de nitrógeno.
En cuanto a la cantidad de abonos químicos nitrogenados a emplear,
digamos que hace falta proceder con mucha atención. Un exceso de nitrógeno
provoca un excesivo desarrollo herbáceo de la planta, haciéndola —al mismo
tiempo— más fácilmente atacable por parte de las enfermedades criptogámicas.
Además de esto se tiene que el fruto madura a menudo con notable retraso,
resultando también con pulpa poco consistente y poco resistente a los largos
transportes. Se tiene, por tanto, que las mayores cantidades de abonos
nitrogenados (3-4 quintales e incluso más) deben usarse para el tomate de
conserva, mientras para el tomate de mesa tales cantidades hay que reducirlas a
1-2 quintales. Solamente en terrenos muy arenosos, hasta para el tomate de mesa
resulta conveniente el empleo por hectárea de 3-4 quintales de abonos
nitrogenados.
El fósforo y la potasa hay que darlos precisamente en exceso. El fósforo y la
potasa, pero sobre todo la potasa, confieren a la tomatera un general bienestar
vegetativo, que la predispone a una producción más abundante y más precoz. El
fruto, además, adquiere un bonito aspecto brillante y atrayente requerido en los
mercados de consumo, así como un mejor sabor y una mayor consistencia, y por
tanto una mayor resistencia a los transportes.
Para el abonado fosfático no hay dificultad de elección, puesto que el
abono más difundido en el comercio es el fosfato mineral. Hay, sin embargo, para
elegir entre perfosfato de bajo título y perfosfato de alto título, es decir, entre
perfosfato 14/16 y perfosfato 18/20, 20/22, etc. A este respecto, digamos que la
preferencia debe ser por el perfosfato 14/16 porque con este abono —al mismo
tiempo— se lleva al terreno una mayor cantidad de cal.
Como la mayoría de nuestros terrenos son pobres de fósforo, el abonado
fosfático debe ser efectuado siempre —por hectárea— con 5-6 quintales de
perfosfato mineral 14/16.
Para el abonado potásico se puede elegir entre el sulfato potásico y el
cloruro potásico. La elección debe recaer sobre el sulfato, porque —a lo que
parece— el cloruro de potasa provoca en el terreno la dispersión de la cal. De
Como hemos dicho, las fórmulas anteriores no pueden servir en todos los
casos que se presentarán al agricultor. En relación a la naturaleza de los terrenos,
el agricultor deberá modificar sobre todo las cantidades de estiércol y las
cantidades de abonos nitrogenados.
En el caso, en verdad rarísimo, en el cual no se haga el abonado orgánico,
deben ser aumentadas convenientemente las cantidades de abonos nitrogenados.
Estas cantidades podrían ser llevadas en algunos casos hasta a 6 quintales por
hectárea.
Conclusiones
4.º En los terrenos pobres de cal conviene dar preferencias a los abonos
que además del elemento fertilizante específico llevan también cal: cal-
clocianamida, nitrato de calcio, escorias Thomas. No creemos que el tomate tenga
necesidad de mucha cal porque se han obtenido siempre óptimos productos
Incluso en terrenos con tenores mínimos de cal.
El tomate es una de las plantas más fértiles; responde siempre bien a un
abonado abundante y equilibrado.
Existen hoy día buenas máquinas para el esparcimiento del estiércol y de
los abonos químicos granulados, pero su uso no se ha generalizado del todo a
causa del elevado coste; así hay excelentes sembradoras y repartidoras de
abonos que localizan el fertilizante junto a la semilla.
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VIl
EL PROBLEMA DE LA SEMILLA
con todas las garantías necesarias, deben adquirir la semilla de un año para otro.
El año de adquisición de la semilla debe ser probada sobre pequeñas superficies,
basta un centenar de metros cuadrados. El año siguiente, si el éxito de la prueba
ha sido satisfactorio, se utilizará la parte restante. Por tanto, la primera norma para
garantizar el éxito del cultivo es la de confiar al terreno semilla probada.
Un litro de semilla pesa 300-320 gramos; en un gramo se cuentan 350-400
semillas para las variédades de semilla pequeña y 280-330 semillas para las
variedades de semilla gruesa.
De un quintal de'tomate se obtienen unos 200 gramos de semilla seca,
pulida e incluso menos para los primeros tipos y aproximadamentee 350-400
gramos para los segundos. Sobre el rendimiento en semilla influye notablemente el
trabajo del separasemilla que puede ser más o menos preciso. Una parte de la
semilla, es inevitable, acaba en las pieles.
La semilla de tomate es objeto de notable comercio, especialmente en
aquellas localidades donde se practica la siembra directa, en cuanto es costumbre
hacerla llegar de regiones lejanas. Ahora bien, nos estamos convenciendo de que
la semilla preferible es la derivada de cultivos seleccionados y producida con
seriedad siguiendo determinadas normas técnicas sugeridas por la genética,
independientemente del lugar de origen.
a) Selección de conjunto
3.er. año: se repite el cultivo en parcelas más amplias y nos atenemos a las
mismas normas.
4.to. año: como el tercer año sobre superficies todavía más vastas.
CAPÍTULO VIII
Digamos, por tanto, desde ahora, que necesitando para una hectárea de terreno al
menos de 50 a 60 mil plantas (40 mil para el primer trasplante, y 10-20 mil para
eventuales fallidos a reemplazar), el almacigo necesita dar una superficie de 40 a
45 metros cuadrados.
Camas calientes
Los almacigos pueden prepararse sobre cama caliente o sobre cama fría.
Generalmente, la preparación se hace —y es necesario hacerla— sobre cama
caliente.
La cama caliente se prepara excavando una zanja profunda de hasta un
metro, y otro tanto de anchura. En el fondo se dispone una capa de guijarros o de
ramajes que funcionará de drenaje. La zanja se llena luego de estiércol equino
fresco y pajoso, el cual entrando inmediatamente en fermentación crea aquel
ambiente necesario para la germinación de la semilla y para la vegetación de las
plantitas.
El estiércol es distribuido dentro de la fosa en capas, comprimiendo bien
con los pies, y alternándolo con capas de hojas de roble, de castaño, de algarrobo
o de otro. La masa de este estiércol, evidentemente, será de espesor más grande
(80-90 centímetros) en las regiones septentrionales y frías, mientras en las
regiones meridionales de invierno muy suave puede ser del espesor de 20-30
centímetros.
Sobre el estiércol, en fin, se esparce una capa de tierra suelta y fina de
una veintena de centímetros. A este punto parecería que el almacigo está a punto
para la siembra. Pero no lo está todavía. En los almacigos, a causa del ambiente
cálido-húmedo, las numerosas enfermedades criptogámicas hallan condiciones
favorables para su violento desarrollo. De hecho, se ve con frecuencia semilleros
acabar completamente destruidos. Hay que decir, pero, que hay otra causa que
favorece el desarrollo de dichas enfermedades, y ésta debe atribuirse a la mucha
sustancia orgánica que en los semilleros es metida con una capa de mantillo (una
mezcla de tierra y de estiércol maduro), sobre la cual esparce la semilla.
No siendo posible eliminar el ambiente cálido-húmedo, es preciso eliminar
ese exceso de sustancia orgánica, lo que se consigue por medio de 2 ó 3 cms. de
arena árida que se esparce por toda la superficie del almacigo.
Tras esto, hay que proceder al abonado del semillero. Siempre al objeto de
eliminar la sustancia orgánica en exceso, este abonado debe ser hecho
exclusivamente por medio de abonos químicos, en notables cantidades, porque la
arena — como es sabido — es pobrísima de todos los elementos de la fertilidad.
Un semillero puede decidirse bien abonado si en cada metro cuadrado se
esparcen.
trasplante, por lo cual el cultivo que de ello se deriva resulta altamente precoz.
Cada macetita lleva una sola planta, sólo excepcionalmente dos.
El uso de estas macetas da resultados mejores en los climas fríos.
La cama fría, es decir, preparada sin la capa de estiércol destinado a la
fermentación, debe descartarse. Puede ser practicada solamente en las regiones
de invierno suave, pero teniendo cuidado de anticipar un poco la siembra.
Naturalmente, puede ser practicada en cualquier parte, si el semillero es preparado
para cultivos muy tardíos.
El semillero debe ser preparado cada año siempre sobra terreno distinto.
Cuando sea preparado en el mismo sitio de! año anterior para utilizar
construcciones ya hechas, es absolutamente necesario desinfectar el terreno, al
objeto de impedir un mayor desarrollo de enfermedades criptogámicas. Para
desinfectar la tierra que ha de formar la capa de siembra, antes de su puesta en la
fosa, se usa el sulfuro de carbono (30 a 50 gramos por metro cúbico de tierra),
teniendo mucho cuidado, por que sus vapores son tóxicos, inflamables y
explosivos, o escaldándola durante 24 horas a 70°, usando una estufa. Otro
sistema es mojar la tierra con 10 a 15 litros por metro cúbico en una solución de
2,5 litros de formalina comercial, diluida en 100 litros de agua. Después del
tratamiento, la tierra se cubre con una lona impermeable durante tres o cuatro
días; después de siete a doce días de haberla descubierto puede colocarse en la
fosa.
CAPÍTULO IX
TRASPLANTE DE ASIENTO
Siembra directa
Preparado el terreno del modo que hemos visto, se trazan a las distancias
establecidas los pequeños surcos o se excavan los hoyos destinados a recibir
primero la mezcla de los abonos, y después la semilla.
Para señalar las filas, a lo largo de las cuales hay que abrir los hoyitos,
puede emplearse el rastrillo trazador. En los hoyitos, además de la mezcla de los
abonos químicos, a menudo se distribuye también el estiércol. Este, pero, puede
incorporarse en el terreno con la labor de arado profunda, al menos en el cultivo de
conserva.
Es absolutamente necesario impedir que las semillas entren en contacto
con la mezcla de los abonos, porque estos últimos, con su causticidad dañarían su
germinación. Antes de esparcir la simiente, luego, es necesario cubrir los abonos
con una ligera capa de tierra.
La simiente se puede esparcir en los surquitos a rayas continuas, o bien en
montoncitos convenientemente distanciados. Pero, dado que las prácticas del
sostenimiento y del despunte, las plantas pueden cultivarse ventajosamente a la
preparados y altos apenas pocos centímetros, por lo cual la protección que ofrecen
a las plantitas es casi siempre Insuficiente. Es preciso, pues, mejorarlos también
en altura, puesto que si estos reparos fuesen de una altura de medio metro,
defenderían las plantitas no sólo de los vientos fríos de tramontana, y del modo
mejor, sino a menudo las defenderían eficazmente de las heladas.
Con el uso de estas protecciones se evita el desflecado de las plantitas, en
cuanto que entorno de ellas se tiene una cierta aireación, y no se tiene aquel
ambiente a menudo dañosamente calentado, que como hemos dicho se tiene con
el uso de la teja.
La cubierta se quita cuando la planta está en pleno desarrollo vigoroso y
cuando ha pasado el peligro de graves adversidades atmosféricas.
CAPÍTULO X
CUIDADOS CULTURALES
Binas y aporcado
Abonado
Riegos
Soportes o tutores
alambre, etc.
Es cierto que en algunas zonas se cultiva el tomate sin sostén, pero no es
menos cierto que de tales cultivos, casi siempre de carácter extensivo, no se
obtienen las producciones elevadas y de calidad que se obtienen cuando las
plantas son fijadas a soportes. Con las plantas a ras del suelo se tiene una menor
productividad, una mayor virulencia de las enfermedades, dificultades para realizar
los tratamientos anticriptogámicos e insecticidas, lenta maduración de las bayas
que fácilmente se ensucian de tierra y están sujetas a podredumbre; también se
hace más difícil la recolección y transporte de los productos fuera del campo.
Los tutores pueden disponerse sobre el terreno de manera diferentes, por
lo cual se tienen diversos sistemas de rodrigazón, tal como veremos
seguidamente.
Los rodrigones varían de zona a zona; en los huertos y en los cultivos para
producto de exportación se prefieren los tutores de caña común; en los cultivos
industriales los palos de morera, castaño, sauce, algarrobo y otras maderas según
la disponibilidad de estos materiales hoy día bastante caros. En las regiones donde
existen arboledas de moreras u olmos se utilizan los ramos de 2-3 años que se
obtienen con las podas periódicas de estos árboles; en otras zonas de palos de
castaño, de sauce, de algarrobo, etc. que se venden en mazos de 5, cinco palos
por mazo de 7-8 m. de longitud y 6-7 cm. de diámetro, y mazos de 10, diez palos
de 6-7 m. de longitud y 5 cm. de diámetro. Cuando se clavan los palos en el suelo,
se entierran unos 30 cm.; es suficiente que tengan una longitud de unos 2 metros.
Su duración es de un par de años si son utilizados tal como se encuentran pero si
primero son descortezados y dejados en un baño, durante unos quince días, en
solución de sulfato de cobre al 5 %, entonces pueden durar un período mayor, 3-4
años. La caña común dura unos 3-4 años.
La rodrigazón es preparada con tiempo, generalmente el período- que
media entre el momento de la siembra hasta el momento en que las plantas
empiezan a subir.
Además de los palos, hace falta también alambre; el más usado es el
cincado del número 12, cuyo peso es de 2,5 fg. por 100 metros lineales, lo que
corresponde, para un cultivo cuyas filas distan un metro, el empleo de 2,5 quintales
de alambre por hectárea con un solo hilo, y 5 quintales por hectárea con dos
alambres.
Él alambre cincado, cuando es bien conservado, después del uso, en
locales secos, dura varios años.
Para fijar las tomateras a las cañas, a los palos y al alambre se usan
diversos materiales; también estos varían de una zona a otra; los más comunes
son: los bramantes que han servido para la ligadura de las gavillas de trigo y que
son residuo de la trilla, la rafia, el esparto, la pita, los juncos, la retama, las hojas
de caña y otras plantas.
En relación a los diversos sistemas usados para el sostén de las plantas
se tienen varias formas de cultivo. Las más comunes son las siguientes que
dividimos en dos grupos: cultivo en rodrigón: cada planta es sostenida por un
palo o caña; cultivo sobre alambre: las plantas son sostenidas por uno o varios
alambres.
1.- En rodrigón recto (fig. 13). Cada planta es sostenida por un tutor, palo
o caña de 2-3 cm. de diámetro y de 1,50-1,80 m. de longitud, clavado en el terreno
verticalmente. En correspondencia con cada fila de plantas a 1,20-1,50 m, del
suelo se tiende un alambre horizontal sostenido por postes puestos sobre la fila
misma a 8-12 m. según su robustez. Cada caña es fijada al alambre y cada planta
a la caña mediante varias ligaduras.
circulación de aire y una mejor penetración de la luz. Son más fáciles los
eventuales tratamientos, la posa, la recoleccióny toda otra operación tanto del
terreno como de la planta; se tienen en definitiva cultivos mejores y más
productivos.
1. Con palos verticales y un solo alambre (flg. 16). Los palos de 2 meros
de longitud aproximadamente se hunden en el terreno unos 30 cm. y se disponen
sobre la fila a 3-4 m. el uno del otro; para filas distantes un metro y palos a 3 m. se
necesitan 3.300 palos por hectárea. El alambre es tendido y fijado a los palos a la
altura de 50-60 cm. del suelo; se necesitan 250 kg. de alambre del n.° 1 por
hectárea.
Las plantas se apoyan y se atan al alambre.
Este sistema es usado para las variedades muy vigorosas.
2. Con palos verticales y dos alambres (fig. 17). Difiere del precedente
solamente por un alambre más. El primer alambre es tendido a 40-50 cm. del
suelo, el segundo a 80-90 cm. Las plantas se apoyan y se atan a los alambres. Los
palos deben ser más fuertes que en el caso precedente, necesitan 500 kg. de
alambre por hectárea.
Este sistema, respecto a los otros de cultivo sobre alambre, es el más
costoso pero el más racional especialmente si las filas de la pareja se tienen a 90
cm. y las parejas entre sí a 110 cm. Indicado para las variedades más vigorosas.
3. Con palos cruzados (fig. 18). Los palos se disponen sobre las filas a 3-
4 m. inclinados hacia el centro del espacio comprendido entre dos filas y atados al
extremo de modo de formar tantos caballetes, A 50-60 cm. del suelo se tiende el
alambre sobre el cual se apoyan y atan las tomateras.
4. Con palos verticales entre las filas (fig. 19). En el medio de dos filas
emparejadas se pone una serie de palos, siempre a 3-4 m.; sobre los palos se
tiene el alambre a 50-60 cm. sobre el cual se apoyan y atan las plantas de las dos
filas acopladas. Si las filas distan por término medio un metro hacen falta 1.650
palos por hectárea. En este caso es prudente usar alambre del n.° 14, más
robusto, el cual pesa 3 kg. cada 100 metros lineales; se necesitan 150 kg. por
hectárea.
Aporcado
Cuando las plantas han alcanzado la altura de 30-40 cm. y hasta más, se
procede al aporcado, adosando tierra a los tallos y a veces abriendo un surco
también entre las filas de la misma tabla. El aporcado es la última operación que
se hace en el terreno dedicado al cultivo del tomate y los cultivadores la toman tan
a pecho que a menudo exageran porque llegan a cubrir el primer ramo floral.
El aporcado provoca la emisión de nuevas raíces y el robustecimiento de
la planta; puede efectuarse con la azada o con aporeadoras a propósito
arrastradas por un caballo. A lo largo de los surcos así abiertos discurrirá luego el
agua que servirá para el riego de los cultivos.
Atadura
difícil porque se está obligado a reunir el tallo principal de la planta con alguna
rama secundaria.
La atadura debe efectuarse lo más pronto posible, apenas las plantas han
superado la altura del alambre y no esperar que éstas hayan sido postradas y
debilitadas por el peso de los frutos los cuales expuestos luego al golpe de sol
quedan sujetos al escaldado. En los cultivos bien llevados la atadura se realiza
antes de que las plantas se hayan postrado en el suelo y entonces las bayas
permanecen cubiertas de hojas y se evitan los golpes de sol.
El sistema de cultivo con palos verticales y dos alambres facilita, aunque
sea alargándola, porque se realiza en dos tiempos, esta operación, pero el
mayor gasto es ampliamente compensado por una mayor producción y por una
mejor calidad del producto.
Se puede aligerar la pesada operación de la atadura sosteniendo las
plantas entre dos alambres y teniendo éstos paralelos y unidos por unas grapas
(trocitos de alambre replegados en anillo) a la distancia de aproximadamente un
metro la una de la otra. Las grapas sirven para evitar que las plantas se hacinen.
Los dos alambres paralelos se pueden alzar a medida que las plantas
crecen en altura, mientras las ataduras de cuerdas serán dejadas un poco flojas de
modo de poderlas hacer escurrir a lo largo de los palos de sostén.
Deshijado
proceder también a la atadura de las plantitas a los tutores, ligadura que puede ser
efectuada por medio de rafia, juncos, etc.
Despuntado
Deshojado
En los cultivos de mesa no hay que descuidar tampoco otra práctica: la del
aclarado de los frutos. También en los primeros racimos, y por tanto también en
aquellos mejor nutridos de la planta, se notan a menudo frutos muy pequeños, muy
deformes, a menudo incluso gravemente dañados por parásitos animales.
Evidentemente, toda esta producción es inútil, y quitarla será una gran ventaja
para la producción normal y sana.
El aclarado de los frutos no debe ser practicado muy pronto, sino cuando
ya es netamente distinta la producción defectuosa de la normal.
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
ADVERSIDADES ATMOSFÉRICAS
El cultivo del tomate, como muchos otros cultivos, está fuertemente sujeto
a los fenómenos atmosféricos: heladas, pedrisco, vientos fuertes y lluvias.
Heladas
Pedrisco
Lluvias
Vientos fuertes
Los vientos fuerte, los cuales a menudo son también fríos, dañan mucho el
cultivo del tomate, ya que provocan el aborto de enteros racimos florales.
Sujetando, además, las plantitas a una fuerte transpiración, provocan también
quemaduras y ajamiento general de la planta. Es necesario, por tanto, proteger
bien las plantas de esta adversidad.
Hemos visto cómo el cultivo del tomate es defendido de los rigores
invernales, y por tanto también de los vientos fuertes y fríos. Esta defensa, sin
embargo, deviene insuficiente avanzada la primavera, cuando las plantas, con
motivo de su vigoroso crecimiento, salen fuera del abrigaño. En este punto es
preciso recurir a otros medios, y precisamente a los cortavientos.
Los cortavientos deben ser muertos, porque los vivos sustraen al cultivo
rediticio notables franjas de terreno. Los cortavientos, en efecto, en la mayoría de
los casos, son de caña común.
Para que los cortavientos resulten verdaderamente eficaces, no deben ser
puestos a una distancia superior a las catorce o las dieciocho veces su altura.
Contravientos, por tanto, de —por ejemplo— 1,50 m. de altura no deben distar
entre sí más de 21-27 m. Naturalmente, resultan más eficaces si son colocados a
una distancia inferior.
Rayos solares
CAPÍTULO XIII
PARÁSITOS ANIMALES
Elatéridos
Los elatéridos [agriotes lineatus, obscurus, etc.), insectos que atacan muchas
otras plantas, y entre estas también el trigo, son conocidos por los agricultores en
el estado de gusanos, o sea en el estado de larva (fig. 20), y esto porque aquéllos
dañan los cultivos precisamente bajo esta forma.
Grillo negro
El grillo negro (Gryllus desertus) (fig. 23), es dañoso sobre todo para los
semilleros. Es un insecto que alcanza un desarrollo de 15 a 19 mm.; es muy voraz,
y daña muchísimas plantas atacando sus semillas apenas confiadas al terreno, y
después las plantas mismas, cortándolas —si son pequeñas— al pie. Ataca
también las hojas y los racimos de la vid, y hasta las hojas del olmo y del sauce.
Se esconde en galerías poco profundas, y causa los mayores daños
durante las horas cálidas, dando saltitos por los campos a guisa de un
saltamontes.
Si se dispone de mucha agua de riego, se puede recurrir a la sumersión
del terreno para luchar contra este insecto. Igualmente es eficaz el esparcido de
cebos envenenados, que Anderlini aconseja preparar de las siguientes formas:
Grillotalpa
Los daños de los grillos, como también de los insectos de que hablaremos
luego, no son tan graves como los causados por los elatéridos. Esto no excluye,
sin embargo, que a veces puedan ser notables.
Noctuididos
Ocurre a menudo ver plantas de tomate roídas un poco por encima del
cuello. Removiendo un poco la tierra entorno a estas plantas, muy probablemente
se encuentra una gruesa larva arrollada sobre sí misma, de color gris oliváceo
(Agrotis segetum, fig. 25), gris terroso (Agrotis epsilon), gris pardo (Agrotis
tritici, fig. 26), rojiza (Agrotis prónuba), etc.
Chinches verdes
Gorgojos
Dorífora de la patata
Nemátodos
Eriofies
CAPÍTULO XIV
PARÁSITOS VEGETALES
La peronóspora
razón del 1 %, o bien del 1,5%, si las condiciones atmosféricas, por ser un tanto
cálido-húmedas, favorecen demasiado el desarrollo de la enfermedad.
Con el uso de los polvos Caffaro, evidentemente, la preparación del caldo
resulta más fácil y más expedita, sin decir que al mismo tiempo se viene a reducir
el consumo del sulfato de cobre, que tanto pesa sobre la economía.
Es necesario, sin embargo, convencerse de esto, es decir, que la eficacia
del caldo es preventiva y no curativa, o sea que las pulverizaciones consiguen
defender los cultivos de la peronóspera solamente si se practican antes de que
se haya manifestado la enfermedad. Esto quiere decir también que las plantas
enfermas no podrán ser curadas jamás.
Para que la lucha resulte, por tanto, racional y eficaz, es necesario iniciar
los tratamientos anti-criptogámicos con tiempo, aunque las plantitas se presenten
perfectamente sanas, y aunque las condiciones atmosféricas no manifiesten
favorecer el desarrollo del parásito. Conviene también hacer uso de excelentes
bombas pulverizadores.
Los tratamientos deben ser repetidos cada 8-15 días, y sobre todo durante
el rápido desarrollo de las plantitas, al objeto de poner bajo la protección de este
caldo la nueva vegetación a medida que va siendo emitida por la planta. Deben
ser, además, repetidas con mayor 'frecuencia si la estación transcurre cálido-
húmeda, y deben ser repetidos después de una lluvia, aunque hayan sido
efectuados muy recientemente.
Generalmente, no deben ser practicados menos de 4-5 tratamientos, para
llegar a menudo hasta a 8-10.
A los tratamientos se pone término un poco antes de la maduración de los
frutos, porque entonces, con motivo de la temperatura muy elevada, la
peronóspora detiene su desarrollo.
A los tratamientos líquidos conviene intercalar alguno pulverulento,
siempre a base de polvos Caffaro.
Por parte de los agricultores se indican con el nombre de mal negro las
alteraciones que se manifiestan en el cuello y sobre el tallo de la tomatera,
alteraciones que provocan la desintegración de las partes afectadas, y a
continuación la marchitez y la muerte de aquella parte de la planta que está por
encima de la lesión.
Con el nombre de mal negro se indican, por tanto, también las alteraciones
causadas por la peronóspera (Phythophtora infestans) de la que hemos hablado.
Digamos, sin embargo, que estas alteraciones del tallo de la tomatera a menudo
no son debidas a la peronóspera antedicha, sino a otra peronóspera, y
precisamene a la Phythophtora parasítica.
Esta peronóspera se manifiesta sobre el tallo y sobre el cuello de las
plantas con manchas de color marrón, difusas por un delicado moho brillante. Las
partes afectadas se presentan como cocidas. En correspondencia de tales
manchas, y en breve tiempo, los tejidos de la planta pierden la turgencia natural,
Fusariosis
Bacteriosis
Otras enfermedades
Virosis
Conclusión
CAPÍTULO XV
Para el transporte del producto del campo a las fábricas, y sobre todo a los
almacenes de elaboración, conviene hacer uso de camiones o al menos de carros
con buenos muelles.
Terminada la recolección hay que deshacer en seguida la rodrigazón, para
tener el terreno libre cuanto antes, y luego —en muchísimos casos— poderlo
destinar a otros cultivos.
Los tutores o rodrigones se recogen cuidadosamente y se guardan en
locales cubiertos, al objeto de prolongar su duración.
Los tallos de las plantas deben ser alejados inmediatamente del campo, y
quemados lo más pronto posible.
Al final de la temporada, al objeto de acelerar la maduración de los frutos
que eventualmente quedaron inmaduros, se cortan las plantas dejándolas atadas a
los rodrigones por algún tiempo Si es necesario liberar el terreno cuanto antes
puede hacerse la recolección de la producción inmadura para hacerla madurar
sobre cañizos y en locales ventilados.
En uno y otro caso, evidentemente, se trata de producción de mala
calidad, que sin embargo puede hallar colocación en el mercado.
El rendimiento, naturalmente, varía de región a región, con la naturaleza
de los terrenos, con los sistemas de cultivo, etc. En el caso del tomate de
conserva, en terrenos profundos, regados, bien labrados y bien abonados, la
producción puede alcanzar y hasta superar los 600 quintales por hectárea.
Para el tomate de mesa la producción no es tan elevada, y no deben
considerarse muy frecuentes los casos en los cuales se alcanzan los 400
quintales. Esto debe atribuirse a la época en que se desenvuelve el ciclo
vegetativo y productivo del cultivo, sin duda menos propicia desde el punto de vista
climático a la época del tomate de conserva, así como a los abonados menos
abundantes y que ya hemos visto, y a los porcentajes mayores de descarte.
La producción de secano es mucho más baja. En las regiones
meridionales, de sequía primaveral-estival, solamente en casos muy favorables
puede alcanzar los 100 quintales por hectárea.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 5
Algo de historia 9
Capítulo V. —ABONOS 75
La fertilización del suelo 75
Sustancias necesarias para la vida de las plantas 77
Práctica del abonado 80
La distribución de los abonos 88
Conclusiones 89
Fusariosis 195
Bacteriosis 197
Otras enfermedades 198
Virosis 199
Conclusión 200
AGRICULTURA
ABONOS
ARBORICULTURA
Abellán: El Eucalipto
Daris: Cultivo del Algarrobo
Rigau: Arboricultura Forestal y Ornamental
FRUTICULTURA
ZOOTECNIA
Galbar: Tu Gato
Josa: Explotación y cría del Caracol
Solanes: Piscicultura
APICULTURA
AVICULTURA
CANARICULTURA
CANICULTURA
CUNICULTURA
GANADERÍA
PORCINICULTURA