Continuando mi habitual estado, estaba pensando en el misterio de la flagelación, y al venir Jesús, poniendo su mano en mi hombro me ha dicho: “Hija mía, quise que mi carne fuera esparcida en pedazos, mi sangre vertida por toda mi Humanidad, para reunir a toda la humanidad dispersa; en efecto, con haber hecho que todo lo que de mi Humanidad fue arrancado: carne, sangre, cabellos, quedara disperso, en la resurrección nada quedará disperso sino todo reunido de nuevo en mi Humanidad, con esto Yo reincorporaba a todas las criaturas en Mí; así que después de esto, quien de Mí queda separado, es por su obstinada voluntad que de Mí se arranca para ir a perderse.” Libro de Cielo. Septiembre 6, 1908 Volumen 8 “Hágase Tu Voluntad En La Tierra Como En El Cielo”
“Hija mía, cuánto amo a las almas, mira, la
naturaleza humana estaba corrompida, humillada, sin esperanza de gloria y de resurgimiento, y Yo quise sufrir todas las humillaciones en mi Humanidad, especialmente quise ser desnudado, flagelado y que a pedazos cayeran mis carnes bajo los azotes, casi deshaciendo mi Humanidad para rehacer la humanidad de las criaturas, y hacerla resurgir llena de vida, de honor y de gloria a la vida eterna. ¿Qué otra cosa podía hacer y que no haya hecho?” Enero 13, 1907 Volumen 7
“El pecado no sólo quita la belleza, sino que forma
llagas profundas, putrefactas y gangrenosas que corroen las partes más íntimas, consumen los humores vitales, así que todo lo que el hombre hace en estado de pecado son obras muertas, esqueléticas, el pecado le arranca la nobleza de su origen, la luz de su razón y se vuelve ciego, y Yo para llenar la profundidad de sus llagas me hice arrancar a pedazos la carne, me reduje todo a una sola llaga, y con derramar a ríos mi sangre hice correr los humores vitales en su alma, para darle nuevamente la vida.” Febrero 9, 1922 Vol. 14