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Éste escribía en 1954 que ni que decir tiene que «los fenómenos que se conocen bajo el nombre de
mente, lengua, sociedad, cultura y valor existen solamente en el nivel de la evolución humana».
El guión de la evolución humana, tal y como puede ser reconstruido en el estado actual de
nuestros conocimientos, es susceptible de ser alterado por los descubrimientos que se acumulan a
un ritmo acelerado en genética y paleontología. Pero parece ser el siguiente: Homo apareció hace
alrededor de cuatro millones de años, en el momento en que la evolución de los grandes simios
antropoides puso en acción los factores de su dinámica, a saber, la adaptación a un entorno
cambiante por medios articulados entre sí: organización social compleja, formas de comunicación
perfeccionadas entre los individuos, puesta en práctica de técnicas y utensilios. Los cambios del
entorno desempeñarán un papel importante orientando este proceso en la dirección de la
hominización.
En el Mioceno (-15 a -7 millones de años), en una región que va del Rift africano a Pakistán,
el clima se deseca y la selva deja su lugar a la sabana. Los pre-homínidos principalmente arborícolas
se ven obligados a descender al suelo para ir de árbol en árbol. La posición de pie, cada vez más
frecuente, permite a uno de ellos, Ramapithecus, ver a los depredadores y aumentar sus
oportunidades de huida.
El aparato locomotor es el primero en evolucionar. De la posición bípeda se pasa muy deprisa
a la locomoción bípeda exclusiva, que se adquiere con el Australopithecus (-6 a -1 millón de años).
La morfología y el funcionamiento de los pies, las piernas y la pelvis se modifican profundamente.
Por decirlo brevemente, Australophitecus tiene la cabeza y las facultades mentales de un simio
sobre miembros inferiores humanos. Pero sus piernas y pies les proporcionan el privilegio de tener
las manos libres durante sus desplazamientos. Lo aprovecha para fabricar herramientas,
transportarlas y por lo tanto conservarlas.
Muy pronto, los homínidos se separan de sus primos australopitecos. Estos últimos son casi
vegetarianos, como los gorilas y los chimpancés. Homo es omnívoro. Caza y come carne.
Correlativamente, los individuos cooperan en la búsqueda de alimentos, y los comparten, mientras
que los australopitecos practican el sálvese quien pueda alimenticio. Homo y Australopithecus
coexisten en las mismas regiones durante dos millones y medio de años, pero no compiten. El
hombre posee una ventaja sobre su primo: su alimentación es más variada y menos coriácea. Su
dentición, después de todo secundada por unos utensilios cada vez más perfeccionados, puede ser
reducida sin prejuicios para su estómago. Al reducirse, permite a los músculos maseteros y
temporales adelgazar. Éstos dejan de comprimir permanentemente la bóveda craneal. El cerebro
puede desarrollarse libremente. El neo-córtex (formado por células grises) alcanza una expansión
considerable y, al plegarse, multiplica su superficie. Su red de irrigación sanguínea aumenta
proporcionalmente. Podemos seguir sus huellas en la impresión que deja en el endocráneo.
Correlativamente, las facultades mentales se desarrollan. El cóndilo occipital pasa bajo la cabeza,
que se coloca en su centro sobre el atlas igual que una bola de boliche sobre su mango. Los
músculos del cuello se limitan a mantener el equilibrio. Adelgazan y, el cuello se hace grácil. El
aparato fonador se ve liberado de las presiones que lo encerraban y que limitaban la variedad y la
suavidad de sus expresiones. Homo se pone a hablar y cantar. El lenguaje tiene un efecto
multiplicador sobre la comunicación y, las prestaciones intelectuales, la expresión de las emociones
y la organización social, la coo peración entre los individuos y el desarrollo de las técnicas y las
habilidades. Se separan y se multiplican las lenguas y las civilizaciones. La humanidad sale de su
cuna afroasiática y coloniza el planeta.
En resumen: es el aparato locomotor el que evoluciona en primer lugar. Siguen los miembros
superiores, el aparato masticador y las técnicas: la mano, la dentición y la herramienta evolucionan
juntos, y formando sistema. El desarrollo de la civilización material desempeña un papel capital en la
evolución de las facultades mentales, permitiendo la adquisición y la preparación de los alimentos de
forma que los hace digeribles y libera a la mandíbula de su función de utensilio. El cerebro y las
capacidades mentales siguen, mucho después, y el cráneo no alcanza su capacidad actual más que
con el Homo sapiens neandertalensis (hacia -300.000 a -100.000 años). La evolución humana es
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solidariamente bio-psico-sociotécnica.