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¿El marxismo en Colombia fue asumido como una doctrina, no como un

método de pensamiento?

Gracias a la disolución de la URSS y de la apertura de los archivos soviéticos y de

la internacional comunista, rápidamente controlados, hoy sabemos mucho más

acerca del comunismo real. La lectura de los archivos confirmó, sin embargo,

muchas cosas que ya se sabían, gracias a testimonios de víctimas del comunismo

o de comunistas que pasaron al campo de la libertad. Pero también muchos otros

episodios fueron descubiertos. Es importante señalar que el socialismo, el

comunismo y el anarquismo fueron parte del vocabulario político (de forma vaga y

cerrada a ciertos espacios intelectuales) a finales del siglo XIX y comienzos del

XX. Labor hecha fundamentalmente por los periódicos de aquel entonces, que

constituían uno de los pocos medios escritos para la formación teórica de la época

no correspondiente al espacio universitario; resalta el que éstos se limitasen a

hacer difusión de las políticas y actividades del socialismo en Europa sin hacer

mención exhaustiva de sus debates teóricos, contribuyendo así al

desconocimiento, que facilito el menosprecio y estigmatización. En Colombia,

como en todo el continente latinoamericano, conocemos muy mal el tema del

comunismo. Pues el trabajo de los investigadores e historiadores ha sido escaso y

porque los marxistas instalados ponen  trabas al  avance de la verdad en ese

campo. Creo que la historia debe dividirse así de esta manera: “El comunismo y

Colombia”, pues esa fórmula refleja bien el punto de vista al que quiero ir.

Muestra, en primer lugar, que hay dos entidades diferentes, antagónicas y en

lucha la una contra la otra. De un lado está Colombia, con sus ciudadanos, sus
instituciones, su economía, sus tradiciones, su vida espiritual y religiosa,  que

lucha por la continuidad de sus libertades, perfectas o imperfectas, y de su

desarrollo económico, y del otro está el comunismo, en sus diversas variantes,

que trata de abolir la libertad y desmantelar la economía para instaurar un sistema

ruinoso y absurdo  y que utiliza para ello todo tipo de crímenes y mentiras. Es lo

que ellos llaman “combinar todas las formas de lucha”, una táctica inventada por

sus creadores de antaño. En Colombia, la política y las ideas han ido de la mano,

y generalmente de la mano de las armas. Esto simplemente, para aclarar que la

combinación de las formas de lucha no es algo que hayan implementado

solamente las corrientes políticas de izquierda, y más en su figura representativa

del marxismo, como pretenden presentar “los historiadores” amigos, por no decir

acérrimos defensores, del establecimiento; sino que, como bien lo deja en claro la

gran cantidad de conflictos partidistas del siglo XIX, ha sido una práctica de

diversas posiciones políticas, siendo matizado ha sido usado tanto por las

izquierdas como por las derechas. Ahora bien, no procuramos (confesionario hace

referencia al espacio donde se sitúa el sacerdote, no a una persona que tenga la

labor de escuchar confesiones), escuchar al marxismo (y a los marxistas) para

expiar sus culpas, se trata simplemente de darle su justa y merecida dimensión.

Por tanto, vale la pena decir, que en la corta historia de ésta república, 150 años el

conflicto armado se ha perpetuado de una manera crónica; años que

corresponden a violencias partidistas de diversos matices (ya que el famoso

bipartidismo es una interpretación muy vacua y hasta inútil, por no decir falsa), de

los cuales sólo 40 años, a los cuales se ha querido reducir el conflicto, tienen

como uno de sus actores a las izquierdas influenciadas por el Marxismo.


Los conceptos de capitalismo y socialismo, sea como formas de organización

económica o del sistema social, son de reciente aparición. Si bien su gestación

data de los inicios de la modernidad en el siglo XVI, su significado actual se acuña

en forma explícita con Marx y Engels a mediados del siglo XIX. Por capitalismo

entienden un sistema económico de producción de mercancías, basado en el

mercado y controlado por el capital, en el que incluso el trabajo humano se torna

mercancía que se compra a cambio de un salario de subsistencia.

El comunismo fue y es un sistema de gobierno totalitario, de partido único.  

Hablaré aquí de algo más específico: del comunismo moderno como enfermedad

social, como anomalía histórica, en el sentido de que tuvo un comienzo y tendrá

un fin, como todo, mientras que los sistemas democráticos tienden, por el

contrario, a avanzar y a consolidarse en el tiempo y en los espacios geográficos

más amplios.

Hablar del comunismo como enfermedad social es no solo legítima sino necesaria.

Ante el caso colombiano, la pregunta es: ¿puede un gobierno elegido

democráticamente hipotecar el futuro del país haciéndole concesiones

exorbitantes a una organización fanática y terrorista, heredera de un sistema y de

unos valores que llevaron al mundo a una catástrofe política, mental, económica y

cultural, cuyas secuelas no logran ser superadas del todo aún hoy por el planeta?

Todo esto nos permite decir que Colombia está contaminada  no sólo por esta

enfermedad ideológica sino la misma violencia de las guerrillas comunistas y las

mentiras que han mostrado.  Esa mentira es cotidiana, sobre todo cuando se
escucha lo que gesticulan las Farc en La Habana, lo que dicen sobre esas

negociaciones. Allá, los agentes del señor Timochenko se muestran como

víctimas del Estado y gentes de paz y como los campeones de la democracia.

Dicen que ellos, con las negociaciones actuales, lo que buscan es tratar de

“mejorar la democracia”, y que para eso necesitan toda suerte de concesiones y

que les abran las avenidas de la impunidad, aunque hayan cometido crímenes de

guerra, de agresión y de lesa humanidad. Exigen que Colombia pase por encima

de la ley  y de la doctrina de la Corte Penal Internacional, la cual prohíbe las

amnistías e indultos para quienes cometieron esos tres tipos de crímenes. Ellos

preparan así, con esas negociaciones, el derrumbe de las instituciones y la

parálisis de las fuerzas militares (con la exigencia de un cese al fuego bilateral),

para dar el asalto final al poder.

El paradigma que ha significado el pensamiento de Marx, que han denominado,

bajo distintas intenciones y comprensiones, como marxismo, y la prolija literatura

sobre el mismo, ha llegado a marcar de forma contundente la historia del siglo XIX

y del XX. Eran épocas de cambios y de grandes procesos, donde hizo aparición

una variopinta gama de ideologías y un pensamiento sobre un mundo que veía

con furor un proceso revolucionario que hasta el día de hoy no ha parado, como

es la industrialización y las distintas repercusiones que se expresaron en el arte, la

ciencia, la política, etc. Sin embargo, en aquel momento el tema era tan

desbordante que muchos de los que lo vivieron no lograron enmarcarlo y darle la

argumentación teórica, sólida y original como lo hizo Marx, resumiendo en una

palabra, que si bien él no inventó, concreto lo que era: el capitalismo. Termino de


amplio uso, o abuso, como el de Neoliberalismo. Un sistema que Marx definió:

como modo de producción donde el capital tiene la peculiaridad de inmortalizar su

esencia, en la tendencia a convertir todo en mercancía y no tener nación,

imprimiéndole un carácter netamente universal. Ahora bien, vale la pena recordar

que el capitalismo no tuvo argumentación teórica en aquellos que la defendieron

en un principio, por tanto y de forma un tanto paradójica, la critica a éste, en el

sentido estricto de la palabra, fue el medio para su consolidación como sistema y

proceso histórico.

Investigando en las cumbres del comunismo colombiano, el señor Gilberto Vieira

White, secretario general del Partido Comunista durante 44 años, y una de sus

figuras más representativas, argumentaba hace ya 44 años, en una conferencia

sobre “Perspectivas de la revolución en Colombia” en la Universidad Libre de

Bogotá, que Colombia goza de unas extensas riquezas… desaprovechadas y mal

distribuidas, que sumadas a la dependencia de EE.UU., económica y militarmente,

casi que absoluta, socavan la sociedad y economía colombiana. Además, la

creciente acumulación de tierra y la inexistencia y/o fracaso de una reforma

agraria radical, condenan al campesinado a estados misérrimos y al

desplazamiento forzado a las ciudades; el sector minero explotado, para ser más

precisos aprovechado exclusivamente, casi como un privilegio, por las empresas

estadounidenses en la extracción de oro, platino y carbón; y el petróleo vendido a

precio de EE.UU. con costos de producción colombianos, así representando un

robo ya de por sí no solo ruin, sino descarado. Pero los problemas de su país, no

eran los únicos temas de su exposición, también hubo espacio para unas

consideraciones sobre las ventajas y procesos positivos a la causa revolucionaria.


Señalo esto con el objetivo, no de hacer una apología a Gilberto, ya que no la

necesita, sino con el de mostrar que muchos, por no manifestar que

absolutamente todos, los problemas señalados por él en dicha exposición

perviven. Ahora bien, esto para presentar una sucinta perspectiva histórica de

Colombia y los espacios que la influencia del marxismo, ha llegado a copar en

éste. Para la presente ponencia intentara dividir en seis periodos un breve

recuento histórico del marxismo en particular, y los movimientos sociales de

izquierda en general, sin pretender hacer un análisis exhaustivo del largo siglo XX

pasando al día de hoy. Cabe mencionar que las juventudes y ciertos líderes e

intelectuales liberales (como Rafael Uribe y Manuel Madiedo) habían llegado a

considerar el socialismo como una alternativa pertinente para la distribución justa

de la riqueza, pero no pasaron de expresar su simpatía al mismo. El letargo de lo

que se considera la “hegemonía conservadora” se pasó sin mayor novedad

política e intelectual, mientras el país se recuperaba de la Guerra de los Mil Días y

empezaban a emerger las primeras muestras contundentes del capital en el país.

En Colombia, al Frente Nacional, o alianza nacional para el Bipartidismo, se

opusieron varios movimientos políticos entre los cuales destacan la A.N.A.P.O. y

el M.R.L.; dando ya cuenta de una gran aclimatación, o tal vez colombianización,

de la argumentación marxista, aunque no se hacía explicita pero si estaba

presente, sobretodo en el discurso incendiario de más de uno de su líderes. El

estudio del pensamiento marxiano se vio cuestionado por el afloramiento de otras

tendencias de izquierda, principalmente del comunismo, particularmente del

maoísmo que hacía hincapié en el campesino como sujeto revolucionario, debido

a que éste se consideró de una argumentación más valida a los problemas del
país. Las críticas al socialismo son múltiples; se mueven desde la acusación de

totalitarismo por eliminar la libertad individual e imponer una visión perfeccionista

de la vida humana, hasta el señalamiento de deficiencias motivacionales,

organizacionales o funcionales. Para los críticos del socialismo, la solidaridad con

los pobres y desamparados no reemplaza el ánimo de lucro como factor

motivacional y motor de la innovación y del desarrollo económico. El escepticismo

ante el fomento de la cooperación social por vía política naturaliza los impulsos

más básicos de los animales bípedos e implumes, los teóricos del socialismo han

propuesto un “socialismo de mercado” o el control de la empresa por los

trabajadores. En el primer caso, las bondades de la economía libre de mercado se

combinan con el poder decisorio en materia de inversiones sociales en manos del

Estado. La segunda propuesta pretende garantizar la fuerza motivacional en el

trabajo, atribuyendo a los trabajadores el control de las empresas por vía de la

elección democrática y periódica de sus administradores, quienes buscarían

favorecer a los primeros y no ya explotarlos. Por consiguiente, el marxismo fue

concebido de manera afable por unos grupos mientras por otros como un método

de pensamiento, quizás promoviendo la igualdad de derechos en cuanto a

calidades ciudadanas que el gobierno no otorgó como esencia de sociedad que

existió en algún momento, para que Colombia tuviera una oportunidad como país

y como nación, prescribiendo al país como garante de derechos y oportunidades,

al pensar que el marxismo iba en contra de esa burguesía totalitaria y encuentra la

manera opuesta desde el mismo fanatismo para concebir desde el ocular de

violencia y discriminación de todo lo que suene extranjero o capitalista.

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